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El erotismo como suspensión

El erotismo como suspensión Por: Amalia Hernández. Resumen: El presente artículo de investigación pretende configurar un concepto de lo erótico alrededor de la suspensión como principal característica de su acontecer en la vida humana. Para tal fin, en principio se realiza un análisis de algunas prácticas eróticas y su relación la pregunta por la conexión entre el erotismo y la sexualidad; por otro lado, se realiza un análisis de algunas representaciones poéticas de este fenómeno, empleando así la poesía como fuente testimonial de la experiencia erótica, para finalizar con un dialogo sobre la experiencia erótica, que pretende promover en el lector la reflexión sobre la misma, en el entendido de su diferenciación con la sexualidad. Con ello se sustenta la comprensión de lo erótico, como la suspensión de lo sexual, además de explorar algunas herramientas retoricas provenientes en su mayoría de la literatura, más exactamente de la poesía. En conclusión, es posible afirmar que el erotismo, más allá de su relación con la sexualidad, establece su hacer desde la imaginación, a partir de la suspensión como acción central. Palabras clave: Erotismo; sexualidad; pornografía; prácticas eróticas; bondage; representación; poesía. Introducción: Todos los seres vivos provenimos un acto sexual pero no necesariamente de un acto erótico. La identificación del erotismo como equivalente de la sexualidad, es un movimiento semántico comprensible pero insuficiente. Comprensible toda vez que el sexo provee concreción, existencia, piel, a una acción tan humana como animal. Insuficiente dado que el erotismo es eso y otra cosa pues: ¿Dónde esta el sexo cuando se lee un poema erótico? ¿Qué pasa el coito de aquel voyeur que simplemente goza observando? ¿Dónde la copula de aquel que vibra con la sensualidad de un saxo? ¿Dónde queda el acople sexual cuando aparece la inagotable infinidad de las formas de gozar de los humanos? El sexo y la sexualidad son los elementos de una serie de conjuntos y de figuras que conforman toda una geometría del goce y del placer, en esa medida hacen parte de un «algo más» tan potente, que quizá los esfuerzos por asirlo por medio de palabras sean vanos, pero que resultan valiosos en virtud del camino recorrido. En este sentido es posible afirmar que hablar de erotismo, aun hoy en día, constituye ponernos en un campo sinuoso e inespecífico, que si bien ha sido atravesado por el paradigma cientificista (enmarcado en el proyecto de la modernidad), no ha logrado una concreción absoluta. La biología por ejemplo sirve a la definición del erotismo como elemento del conjunto de la sexualidad. Supone el sexo –y con él la reproducción- como la condición biológica que impele a la esfera sexual, dentro de la cual el erotismo es un lugar lúdico que le acompaña, de allí definiciones como: “La sexualidad humana es una dimensión de la personalidad impregnada desde la concepción por las mismas características biopsicosociales y espirituales de la persona. Nace y evoluciona con ella y se expresa en la relación de la persona consigo misma y en la convivencia con las otras personas a través de los vínculos emocionales, del papel sexual, de la respuesta sexual, del erotismo y de la reproducción” (Carballo, 2002) Sin embargo, es preciso plantear la existencia de una relación problémica entre este binomio ¿es posible comprender el erotismo como una mera expresión sexual? Para sustentar esta pregunta me permito traer a colación las experiencias de los poetas místicos del siglo XVI y de entre ellas más específicamente la del carmelita San Juan de la Cruz (1542), quien afirmara la existencia del deseo abisal comprendido como “deseo abismal, deseo insondable para el hombre como son los abismos”, se trata de un deseo a ultranza, como la pulsión erótica lo es, pero sin su tradicional faz sexual: “Deseo es ordinariamente deseo de algo. Deseamos aquello que necesitamos, que nos es indispensable para realizarnos como sujetos. A este primer nivel pertenecen los innumerables deseos orientados a los bienes concretos que satisfacen nuestras múltiples necesidades, que sirven de motivación para todo lo que hacemos. Pero si analizamos en profundidad el misterio del corazón humano, por debajo de los múltiples deseos late un deseo radical que ya no depende del sujeto, anterior a él, en el que éste se ve envuelto y que, más que orientarle a la posesión de un bien mundano, suscita en él una tendencia que ningún bien mundano es capaz de aquietar.” (Ros Garcia, ¿?) Esta experiencia del deseo abisal de San Juan de la Cruz que (Ros Garcia, ¿?) analiza, esta condensada maravillosamente en el poema Qué bien se yo la fonte: Qué bien sé yo la fonte que mana y corre, aunque es de noche. Aquella eterna fonte está escondida, que bien sé yo do tiene su manida, aunque es de noche. Su origen no lo sé, pues no le tiene, mas sé que todo origen de ella viene, aunque es de noche. Sé que no puede ser cosa tan bella, y que cielos y tierra beben de ella, aunque es de noche. Bien sé que suelo en ella no se halla, y que ninguno puede vadealla, aunque es de noche. Su claridad nunca es oscurecida, y sé que toda luz de ella es venida, aunque es de noche. Sé ser tan caudalosos sus corrientes. que infiernos, cielos riegan y las gentes, aunque es de noche. El corriente que nace de esta fuente bien sé que es tan capaz y omnipotente, aunque es de noche. El corriente que de estas dos procede sé que ninguna de ellas le precede, aunque es de noche. Aquesta eterna fonte está escondida en este vivo pan por darnos vida, aunque es de noche. Aquí se está llamando a las criaturas, y de esta agua se hartan, aunque a oscuras porque es de noche. Aquesta viva fuente que deseo, en este pan de vida yo la veo, aunque es de noche. Este marco de referencia sirve como sustento para afirmar la posibilidad de que la sexualidad y el erotismo no se configuren como equivalencias semántica- ni como fenómenos conectados unidireccionalmente. Esta afirmación puede realizarse gracias a los elementos planteado en dos niveles: En principio por la ya mencionada experiencia del escritor, condensada en el poema, que es acompañado por el subtitulo Cantar del alma que se huelga de conocer a Dios por fe, y que gracias a este indicio –en términos semióticos- direcciona la posibilidad de un deseo erótico que no termina en el cuerpo del otro, sino en la realización de la fe misma. Vista así, podría afirmarse que la mística es fuente de una erótica que no reposa en el logro sexual, sino que corresponde a la existencia de una experiencia corpórea y sensible que no se enmarca dentro de los términos del coito, sino de la religiosidad. En segundo lugar la sola enunciación que (Ros Garcia, ¿?) realiza, concibiendo la posible existencia de un deseo que “suscita en él una tendencia que ningún bien mundano es capaz de aquietar”, advierte la posibilidad humana de una esfera erótica que abarca, abraza, rodea, pero no significa únicamente sexualidad. Esta visión ha sido defendida ya con anterioridad. En voz de George Bataille comprendiendo la actividad sexual ligada con el fin de la reproducción advierte que: “el erotismo se define por la independencia del goce erótico respecto de la reproducción considerada como fin” (Bataille, 1997, pág. 16). Y en voz de Octavio Paz: “Si Góngora dice purpura nevada, inventa o describe una realidad que, aunque hecha de ambas, no es sangre ni nieve. Lo mismo sucede con el erotismo: dice o, más bien: es, algo diferente a la mera sexualidad…” (Paz, 1993, pág. 10) En ambos casos, los autores coinciden en que la comprensión del erotismo como un asunto sexual, agota su potencia, aunque los dos toman caminos diferentes a posteriori. Mientras Paz lo liga a la imaginación, Bataille solo lo ve posible como un fenómeno previo a la civilización. Sin embargo ambas afirmaciones, permiten cuestionar el nexo entre erotismo y la sexualidad como una relación directa, casi de equivalencia y la problematiza. Igual que lo hacen (Ros Garcia, ¿?) y San Juan de la Cruz con la formulación de la existencia de una erótica mística. Lo que dicen las prácticas del erotismo: ¿Cómo concebir una caricia sin haberla sentido? ¿Cómo entender el alcance del goce sin haberlo recorrido? El tema central de este artículo, no resiste la hiperteorización. La concepción de un concepto de lo erótico sin erotismo resulta imposible. Por ello, pretendiendo partir del mundo de la vida y no del mundo de la teoría, es preciso iniciar el desarrollo de esta figuración a partir del análisis de algunas prácticas eróticas en conexión con la conceptualización realizada. Por ello partiremos de una práctica que según su reconstrucción horca lineal –aquella de la que se debe desconfiar, pues unifica la experiencia humana, pero, que en ocasiones como esta es capaz de brindar un marco de referencia necesario- inicia como una práctica de combate japonés durante el siglo XVI, pero después, en el siglo XIX se transforma gracias a Itu Seiyu quien: Ilustración SEQ Ilustración \* ARABIC 1. Shibari Color. Autor: Shez Biskotz. Tomado de: https://chezbiskotz.wordpress.com/2017/01/22/shibari-colore/?fbclid=IwAR1WJhzKAoqHiFFhFOzfR2Bs4gpY8ST8XDdZClpe_6loy7cANGAqqEOaYX4 “partió estas ataduras que efectuaban sobre el cuerpo de los prisioneros y las adapto y las adaptó a las practicas eróticas, transformándolas en un elemento de placer” (Borreguero, 2016, pág. 12) Sobre bondage hay una afirmación que merece toda nuestra atención: “Las cuerdas son para todos los cuerpos, para comunicarnos el placer provenga de donde provenga, usando cuerda, actitud y cuerpo como hilos conductores, y elaborando un código propio construido con nuestro gustos y límites” (Borreguero, 2016) Esta afirmación junto a la comprensión de que el juego erótico del amarre, no implica necesariamente la copula, sino más bien “se trata de acariciar por medio de las cuerdas” (FUENTE EN REVISIÓN), permite afirmar que dentro de esta práctica, además del asunto del poder, la energía erótica fluye dada la suspensión del acto sexual. El shibari –nombre japonés- no vierte su eroticidad del logro sexual, sino de su desplazamiento. No hay caricia entre las dos pieles, sino el roce de una cuerda que centra el deseo de los dos actantes. Así, la suspensión como asunto protagónico en la operatividad de erotismo se afirma. Es más existe una conjunción bellísima entre la práctica y esta noción conceptual. Dentro del bondage una de las acciones más conocidas es la suspensión, consistente en la elevación de uno de los actantes por medio de las cuerdas. Esta suspensión, implica una conjunción maravillosa: Un cuerpo que ha acariciado sin tocar; un cuerpo que ha gozado sin ser tocado; un rito ejecutado por dos que se comunican sin contacto; un cuerpo suspendido en el aire, que mira desde otro angulo el mundo; unos ojos que contemplan su deseo sin asirlo. Allí lo erótico. Por otro lado, la suspensión, existe también cuando se hace presente la pornografía, que tan mal talante se carga en la sociedad actual –tan así, que existe una amplia bibliografía del tema tratado desde la perspectiva judicial-. La definición de este término resulta compleja, dado que se encuentra íntimamente ligado con las nociones de lo público y lo privado; lo moral y lo inmoral; entre otros. Como advierte D.H. Lawrence –autor que más adelante profundizaremos- en su ensayo Pornografía y obscenidad: “Lo que estos dos términos significan, depende totalmente –como ocurre por lo general de las peculiaridades de cada individuo-. Lo que para unos es pornografía, para otros no es más que la carcajada del genio” (Lawrence & Miller, 2003, pág. 41) Por ello, aventuraremos la clásica herramienta de la consulta lexical, que advierte que se trata de: “Presentación abierta y explicita del sexo para producir excitación” (Diccionario de la Real Academia Española). En este sentido, la practica erótica de la pornografía, consiste más bien en la contemplación o consumo –según sea la perspectiva- de material audio visual, que presenta de forma explícita la ejecución del sexo. Para el ya mencionado D.H. Lawrence, la existencia de esta práctica en la sociedad moderna que habitó, presentaba el detrimento de la sexualidad Es preciso advertir que la noción de sexualidad de Lawrence, no es la misma que la esbozada previamente, es más, podría decirse que su configuración de este concepto se da alrededor de lo que yo busco comprender come erótico. Esta afirmación se corrobora según la lectura de sus obras: El amante de Lady Chatel; El hombre que amaba a las mujeres; el ensayo Pornografía y Obscenidad; y su obra poética, que será citada más adelante., en razón del odio hacia el sexo, que era para el tan desnaturalizado como absurdo y fundante de un esquema social hipócrita: “He aquí la gran especie pornográfica: El hombre y la mujer de la calle, el hombre común y la mujer común. Todos ellos tienen tanto desprecio por el sexo como el más gris puritano, y cuando se los exhorta a tomar partido, siempre se colocan del lado de los ángeles. Todos ellos sostienen que una heroína de película cinematográfica debe ser neutra, un objeto asexual de inmaculada pureza. Sostienen que los instintos sexuales solo corresponden al villano o la villana, exponentes de la baja lujuria…” (Lawrence & Miller, 2003, pág. 53) En este sentido, vista sin odio, la pornografía, o más bien su consumo tiene algo que decirnos. Su potencial erótico, igual que en el bondage, se trata de la no ejecución sexual. Quien ve pornografía de cualquier tipo, sin el fin del logro sexual, sino por el mero divertimento, del mero goce, ratifica este aspecto. Esta necesidad de suspensión de lo sexual como condición para lo erótico, la ratifica las palabras de Lawrence sobre la masturbación, como fin del consumo pornográfico: “La pornografía de hoy, sea la de los comercios de artículos de goma, sea la de las novelas, films u obras de teatro populares, es un permanente estimulante del vicio solitario, del onanismo, de la masturbación o como quiera llamársele (Lawrence & Miller, 2003, pág. 56) Según él en la sociedad moderna, la práctica de la masturbación como consecuencia de la pornografía es deleznable. Que esto lo advierta uno de los autores de literatura erótica moderna más loables, tiene un valor profundísimo. Lo que Lawrence realmente rechaza, no es la masturbación por sí misma, sino la búsqueda del logro sexual. Ver pornografía como detonante imaginativo, es una práctica erótica. Ver pornografía como detonante sexual, es una práctica pornografía. La diferencia radica esencialmente en la búsqueda de la consecución del deseo sexual. En esta misma línea se encaminan las afirmaciones de Jean Baudrillard, quien advierte que: “Naturalmente lo porno, naturalmente el trato sexual no ejercen ninguna seducción. Son abyectos como la desnudez, abyectos como la verdad. Todo eso es la forma desencantada del cuerpo, como el sexo es la forma abolida y desencantada de la seducción, como el valor de uso es la forma desencantada de los objetos, como lo real en general es la forma abolida y desencantada del mundo” (Baudrillard, 1981, pág. ¿?) En su caso, lo que he formulado como erótico se equipara a lo que el autor lo supone como seducción y su opuesto es el desencanto de la misma. Así, desde la exploración de estas dos prácticas eróticas, su configuración y algunos abordajes que de ellas se han hecho, podemos afirmar que el erotismo puede caracterizarse principalmente por la suspensión de la búsqueda la realización sexual. Lo que dice la literatura del erotismo: Ahora bien, para la configuración de un concepto de erotismo, he de emplear un testimonio inagotable de la experiencia humana, una forma escrita, que transmuta en metáfora la experiencia sensible, la poesía, porque: “la poesía nos hace tocar lo impalpable y escuchar la marea del silencio cubriendo un paisaje devastado por el insomnio. El testimonio poético nos revela otro mundo dentro de este mundo, el mundo otro que es este mundo. Los sentidos, sin perder su poderes se convierten en servidores de la imaginación y nos hacen oír lo inaudito y ver lo imperceptible” (Paz, 1993) Para ello emplearé dos poemas que a mi entender resultan contundentes, en cuando a la respuesta por la pregunta de ¿Qué es lo erótico? En principio, me permito traer conmigo la voz de Constantino Cavafis, con sus versos en: Recuerda Cuerpo Cuerpo, recuerda no solamente cuánto fuiste amado, no solo los lechos en que te acostaste, sino también aquellos deseos que por ti brillaban en los ojos manifiestamente, y temblaban en la voz; y algún obstáculo casual los hizo vanos. Ahora que todo ya está en el pasado, parece casi como si a los deseos aquellos te hubieses entregado; cómo brillaban, recuerda, en los ojos que te miraban; cómo temblaban en la voz, por ti, recuerda, cuerpo. En estas líneas el autor condensa las afinaciones ya realizadas sobre el erotismo como suspensión del sexo, por ello realiza una apología por la existencia de una mirada cómplice, que fue coito, sino simple aliento de vida. Por otro lado, para dar concreción a este concepto, no tengo otro camino que recordar las palabras del autor que para mí condensa y cifra la posibilidad de una escritura erótica absoluta, él es D.H. Lawrence, que tan sencillamente nos dice: Somos transmisores Mientras vivimos somos transmisores de la vida. Y cuando dejamos de transmitirla, la vida deja de fluir por nosotros. Esto es parte del misterio del sexo, es un flujo hacia delante. La gente asexuada no transmite nada. Y si cuando trabajamos, podemos inyectar vida a lo que hacemos, vida, más vida nos invade, nos inunda y compensa, nos alista, y vibramos con vida a través del curso de los días. Aunque sólo fuera una mujer haciendo torta de manzana, o un hombre creando una silla, si la vida entra en la torta, buena es la torta buena es la silla: contenta la mujer, con fresca vida manando en su interior, contento el hombre. Da y te será dado es todavía la verdad acerca de la vida. Pero dar vida no es tan fácil. No significa entregarla al primer miserable, o dejar que los muertos en vida te devoren. Significa propiciar el fuego de la vida donde no lo había, aun cuando sólo fuera en la blancura de un pañuelo lavado. Para Lawrence como para el psicoanálisis, el erotismo es pulsión de vida, una vida que bulle gracias al sexo, pero que no halla su realización en él, sino en el fuego que se es capaz de propiciar. Los intentos de Paz, de Baudrillard y de Bataille por problematizar la relación entre la sexualidad y el erotismo hayan pues su culmen en estos dos fragmentos de experiencia vital hechos verso. Lo erótico, como asunto fundamental, no puede ligarse únicamente al sexo, pues el sexo de antemano se encuentra agotado, consiste en la ejecución de una mecánica consabida que no depara muchas variaciones. Un encuentro: Ahora bien, querido lector, pretendo tener con usted una conversación, que me permita dar forma al anterior constructo. Como lo hemos visto, el asunto central aquí tratado, desde múltiples perspectivas, concierne a un asunto inagotable en razón de su conexión vital. Por ello quisiera que sea ahora usted quien se pregunte por el tema que nos reúne ¿Qué es para usted lo erótico? ¿aquello que goza, sus fantasías, sus deseos inconfesables, se resume únicamente en la consecución del coito? O quizá ¿se trata de los modos de llegar a él? ¿Qué se instaura en ese lugar de lo prohibido que usted resguarda con celo y que comparte con unos pocos? ¿Acaso sus ensoñaciones son únicamente un cuerpo ajeno? O… ¿se resbala por su imaginación el tacto de una textura distinta? ¿el aroma de ese perfume que inconscientemente guardó en su memoria? ¿el sabor desparramado de una piel dulce y a la vez acida? ¿la visión de un cuerpo cubierto en cierta medida, pidiendo ser desvestido? ¿No hay entre la sensación culmen del logro sexual, el orgasmo, su orgasmo y su goce una distancia, mínima pero perceptible? ¿no existe una capa entre el asir de otro u otros cuerpos, y la función final de ida? De algún modo a ese nivel me refiero en este texto, del mismo modo en que intenté balbucearlo cuando hace ya años escribí: La pequeña muerte Texto correspondiente a mi escritura personal, no editado. ¿Quién dijera de ti, querido Caronte que eras tan bello? Primavera continúa en la piel, Ásperos ojos de niño, ¿Quién dijera que las aguas que navegas no son otras que las de las pieles de los hombres? Que de ti emana toda prosperidad y todo canto. ¿Quién podría pensar que tu viaje no es otro que el de los cuerpos? Lúbricos y alegres, Entregados a la vida, El viaje de los muertos, que entre los muertos están más vivos, Y lo comprueban meciéndose en tu barca, Llenándose de tus prodigios, Tactando cada rincón de sí mismos. Te han escrito fúnebre Y no eres más que vida. La vida que se halla en la mirada de los amantes, De los verdaderos amantes, Que se encuentran fuera de si Para entregársete. No, no la muerte ultima, que consigna sus arrestos en el cansancio. La muerte viva de los momentos de amor. Dulce néctar de guerrero atroz, Que destroza todo miedo. Pan, es tu piel, que alimenta a quien te prueba. ¡Oh Caronte! Te han escrito mal, Porque solo se te conoce si se está vivo. Te han escrito mal, Porque te han escrito los muertos que pueblan la tierra Los que temen a la tibia mesura de tus manos, O quienes simplemente no pueden pagarla, Pues la libertad, la alegría y la ternura, Les son grave moneda. Resultados: Así, podemos advertir que el objetivo de este artículo, que pretendía poner en dialogo el concepto de lo erótico y re- semantizarlo a partir de una lectura de las practicas eróticas, y de las herramientas que la poesía como testimonio experiencial brindan, permiten afirmar que el erotismo posee una relación problémica, no directa con la sexualidad y que se caracteriza precisamente por la suspensión del sexo, en búsqueda del placer y el goce. En este sentido, lo erótico torna una faz en sí mismo, que merece desmarcarse de la concreción biológica y psicoanalítica y adentrarse en la noción de las practicas eróticas como prácticas culturales que generan espacios de resistencia y re existencia dado su potencial imaginativo. Conclusiones: El erotismo corresponde a una esfera humana imposible de teorizar con certeza, por ello para su análisis requiere otras herramientas (como la poesía) que den fe de la experiencia humana. El erotismo aunque relacionado con la sexualidad, posee una configuración propia, que se hace distinguible cuando se realiza un acercamiento de orden poético y practico. Es posible comprender el erotismo como suspensión, tanto en su sentido de practica vital (de ella más puntualmente el consumo de pornografía sin fines sexuales y el bondage), como en su ser experiencial (puesto en este artículo, en voz de poética). El erotismo como suspensión, refiere la no persecución del logro sexual, sino la búsqueda del goce y el placer en sí mismo. Referencias: Bataille, G. (1997). El erotismo. Barcelona: Tusques Editores. Baudrillard, J. (1981). De la seduccion. ¿?: Catedra. Borreguero, A. (2016). (des)atadas, una introducción al bodage. Madrid: Continta me tienes. Carballo, S. (2002). Educación de la expresión de la sexualidad humana. Educación, 26(1), 29-46. Diccionario de la Real Academia Española. (s.f.). Consulta vocablo "pornografia". Recuperado el 13 de 12 de 2019, de https://dej.rae.es: https://dej.rae.es/lema/pornograf%C3%ADa FUENTE EN REVISIÓN. (s.f.). Lawrence, D., & Miller, H. (2003). Pornogrfia y obsecenidad. Buenos Aires: Argonauta. Paz, O. (1993). La llama doble. México: Seix Barral. Ros Garcia, S. (¿?). http://www.cervantesvirtual.com/. Recuperado el 3 de 12 de 2019, de La experiencia del «deseo abisal» en San Juan de la Cruz: «Que bien sé yo la fonte que mana y corre»: http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/la-experiencia-del-deseo-abisal-en-san-juan-de-la-cruz-qu-bien-s-yo-la-fonte-que-mana-y-corre-0/html/021b8cd6-82b2-11df-acc7-002185ce6064_8.html