La Mirada del milagro.
Imagen y palabra en Wittgenstein
Víctor Krebs
(Pontificia Universidad Católica del Perú)
apuntes
UCV
ESCUELA
DE FILOSOFÍA
filosóficos
Vol. 29 No. 56
La mirada del milagro.
Imagen y palabra en Wittgenstein
To see a miracle.
Image and word in Wittgenstein
Víctor Krebs
(Pontificia Universidad Católica del Perú)
Artículo recibido: 20 de marzo de 2020.
Arbitrado: 28 de mayo de 2020.
Resumen: Este artículo explora el destino en el trabajo maduro de Wittgenstein de la
preocupación por lo indecible, que estaba en el corazón del proyecto Tractatus. La
interpretación tradicional de Wittgenstein considera que dejó atrás esa preocupación
como producto de los errores que luego fueron refutados en las Investigaciones. Este
artículo intenta demostrar que, en cierto sentido, es obvio que la problemática del
silencio todavía está detrás de todos sus esfuerzos. Que en realidad es constitutiva no
solo de la concepción del lenguaje sino del propósito de lo que llama la visión de
aspectos a la que se abocan sus últimos escritos.
Palabras clave: Wittgenstein, Ver Aspectos, Silencio, Inefable.
Abstract: This article explores the fate in Wittgenstein's mature work, of the issue
of the unsayable, heart of the Tractatus project. According to the traditional
interpretation of his work, he left behind that concern as a product of his early
mistakes, later refuted in the Investigations. This article attempts to show that, in a
certain sense, it is obvious that the problem of ineffability is still behind all his
efforts. That it is constitutive not only of Wittgenstein's conception of language, but
is also the point of what he calls the vision of aspects, on which his latest writings
focus.
Keywords: Wittgenstein, View Aspects, Silence, Ineffability.
Apuntes Filosóficos, Vol. 29 N° 56. ISSN: 1316-7533. Depósito legal: pp 199202 df 275.
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El hombre debe despertarse al asombro […] la ciencia es
una manera de mandarlo a dormir otra vez.
Wittgenstein (CV, §28, P.38)
La filosofía de Wittgenstein en el Tractatus está marcada por una profunda tensión entre
dos exigencias distintas e incluso contrarias. Por un lado, el espíritu positivista de la filosofía –en
la que se inscribe la obra desde la que se identifica al lenguaje significativo con el de las ciencias
naturales– y, por otro lado, lo que podríamos llamar la sensibilidad estética de Wittgenstein.
Sensibilidad expresada dramáticamente cuando –luego de confesarle a su amigo O‟Drury que le
era imposible decir nada en su libro acerca de todo lo que había significado para él la música en
su vida– exclamó desesperanzado “¿Cómo puedo entonces esperar que se me entienda?” Esta
inquietud, quisiera decir, esta sospecha o temor de que no se entendiese el espíritu mismo de su
pensamiento, es el ímpetu subyacente a toda la filosofía de Wittgenstein –desde el Tractatus
hasta sus últimos escritos– que hace de lo indecible su centro vital, y que concibe, por lo tanto, al
cientificismo como su principal enemigo, en cuanto pretende eliminarlo. Esa batalla, quisiera
sugerir, se libra por el premio de la imagen, es decir, por su recuperación para el pensamiento
filosófico.
En todo caso, pareciera ser el consenso interpretativo del Tractatus, que Wittgenstein
resuelve la tensión en ese libro (entre estética y positivismo) por un recurso místico: desterrando
“todo lo importante” –como denomina a la ética, a la estética y a la religión– al ámbito vedado de
lo indecible. Así, cuando en 1929, en la Conferencia sobre ética1, que dictó a la sociedad de Los
herejes de Cambridge, Wittgenstein confiesa que no puede renunciar al sentimiento que tiene de
la importancia de las proposiciones éticas; a pesar de admitir, al mismo tiempo, que carecen de
todo sentido, pareciera simplemente estar reafirmando la inefabilidad de esas intuiciones y dando
pie así a la interpretación mística del libro.
Pero en esa misma conferencia, donde recapitula Wittgenstein el sentido del Tractatus,
pareciera ofrecer también una extraña sugerencia acerca de lo que requeriría resolver esta tensión,
cuando, ilustrando la naturaleza particular –es decir, el valor absoluto– de las proposiciones
éticas, escribe:
1
WITTGENSTEIN, L. Ocasiones filosóficas 1912-1951. Cátedra, 1997. pp. 57- 66.
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Todos sabemos a qué se llamaría un milagro en la vida ordinaria. Obviamente se trata
simplemente de un acontecimiento de una naturaleza tal, que nunca hemos visto nada
parecido. Pero supongan que tal acontecimiento tuviera lugar. Imaginen el caso en el que a
uno de ustedes le creciera una cabeza de león y comenzara a rugir. Sin duda eso sería la cosa
más extraordinaria que yo pudiera imaginar. Ahora bien, una vez que nos hubiéramos
recuperado de nuestra sorpresa, lo que yo sugeriría sería ir a buscar a un médico e investigar
el caso científicamente, y si no fuera porque le produciría daño, haría que se le practicase una
vivisección. Pero entonces, ¿dónde quedaría el milagro? Pues está claro que cuando lo
miramos de esta manera, lo milagroso ha desaparecido... La verdad es que la manera
científica de mirar a un hecho no es la manera de mirarlo como un milagro. 2
Wittgenstein parecería estar sugiriendo aquí que, así como desde la perspectiva científica es
imposible ya ver lo milagroso de este extraordinario fenómeno, desde el lenguaje científico el
verdadero sentido de las proposiciones éticas es igualmente inconcebible, por lo que se hace
imposible entonces darle ningún contenido a la intuición que tenemos de su importancia, de su
milagro. De esta manera estaría haciendo una clara división entre la experiencia de trascendencia,
o valor absoluto que da lugar a esos usos del lenguaje sin sentido, y la experiencia empírica que
produce las proposiciones significativas y, por ende, científicamente analizables.
Pero también estaría proponiendo –y aquí es donde pienso que tenemos un punto de
quiebre con lo que se cree que resuelve su presunto misticismo en el Tractatus– que el verdadero
sentido de las proposiciones éticas depende de, y solo se puede hacer visible desde, lo que
Wittgenstein equipara aquí, metafóricamente, con „la mirada del milagro‟. En efecto, si, como
dice explícitamente, la experiencia de la que surgen estas proposiciones es la experiencia de ver
el mundo como un milagro, entonces solo aprendiendo a mirarlas a ellas también de ese modo
podríamos ver su sentido, más allá de su sinsentido literal. Pero, entonces, ¿en qué consiste esa
mirada? ¿Qué significa aprender a ver un milagro? Estas preguntas son las que los textos
posteriores de Wittgenstein nos ayudan a responder.
**
Ahora bien, en las palabras de Michael Dummett:
[La postura de Wittgenstein con respecto a la ciencia], es un asunto muy delicado. [...] Es
cierto que se hace mucho daño con la aplicación irresponsable de formas de pensar o modelos
científicos a asuntos inapropiados; pero de hecho también es cierto que tales formas de
pensar son en muchos casos apropiadas […]. Requiere [por lo tanto] de mucha reflexión el
2
Ibíd., p. 64.
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ver dónde es que tales formas de pensamiento son bienvenidas o si deben ser rechazadas: la
hostilidad ciega hacia la ciencia solo puede hacer daño a la tarea de superar el cientificismo. 3
Las Observaciones sobre La rama dorada de Frazer me parece un texto crucial para
apreciar el sentido del rechazo de Wittgenstein al cientificismo que, por supuesto, no consiste en
un rechazo general a la ciencia, sino más bien en una crítica a la sobrevaloración de esta en la
cultura, y a la pretensión, sobre todo, de reducir todo a su forma y criterios de conocimiento y,
específicamente, a su definición desde la mirada escribal de la ciencia. Su rechazo, desde el
principio, es animado no solo por su sensibilidad estética, sino sobre todo por una profunda
inquietud ética: pues es precisamente esa sobrevaloración de la ciencia lo que juzga responsable
del empobrecimiento cultural que tanto lamentaba. “Nuestra civilización ‒escribió alguna vez–
me parece como envuelta en celofán barato, aislada de todo lo importante” 4.
Escritas a principios de los años treinta, en que Wittgenstein estaba volviendo a la filosofía
y revaluando su postura en el Tractatus, sus Observaciones sobre La rama dorada de Frazer
constituyen una crítica iluminadora del mal empleo de la mirada científica. Wittgenstein hace ver
cómo esta ciega a Frazer al sentido de las prácticas rituales que él estudiaba desde la
antropología, pues las reduce al tipo de problema que el intelecto se siente equivocadamente
llamado a resolver, a través de explicaciones causales o teóricas. Su cientificismo desconoce así
la verdadera naturaleza de la perplejidad que le ocasionan las prácticas rituales, que, para
Wittgenstein, pertenecen a una dimensión de la experiencia humana ajena a la mentalidad
científica.
Para contrarrestar el cientificismo improcedente de La rama dorada, Wittgenstein propone
un método para presentarnos al fenómeno por medio de lo que llama „representaciones
perspicuas‟, que lejos de explicarlo, simplemente nos ayudan a ubicarlo dentro de lo que quiero
llamar „el campo de sentido‟ desde el cual nos impactan.
De igual modo que a quien está intranquilo a causa del amor no le ayudará ninguna
explicación científica de su condición5, la perplejidad filosófica solo será resuelta “una vez que el
3
DUMMETT , M. Correspondencia personal, 1984.
WITTGENSTEIN, L. Cultura y valor. Aforismos. Austral, 1996. p. 57.
5
El ejemplo es de WITTGENSTEIN, L. Ocasiones filosóficas 1912-1951, p. 146.
4
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fenómeno [que nos inquieta] se [ponga] en conexión con un instinto que yo mismo poseo”6. El
problema con las explicaciones científicas es que ignoran el contexto vivencial desde el que
surgen y en el que adquieren su sentido los fenómenos rituales que cautivan a Frazer, o los
problemas que inquietan al filósofo. Y es que “el principio de acuerdo al cual se ordenan estas
prácticas”, como aclara Wittgenstein, “es mucho más general de lo que Frazer explica y está
presente de tal modo en nuestras almas que nosotros mismos podríamos imaginarnos todas las
posibilidades”7.
En otras palabras, el sentido de los rituales se hará evidente representando perspicuamente
los hechos, y ordenándolos de tal manera que conecten esas prácticas con nuestra experiencia, y
activen así la imaginación para concebir todas las posibles situaciones que nos permitan
reconocer el sentido de aquello que nos atormenta.
Es revelador que, más adelante, Wittgenstein transcriba casi textualmente los párrafos
pertinentes de sus Observaciones en el texto mismo de las Investigaciones. Precisamente este
mismo método que propone aquí, para superar al cientificismo de Frazer, es el que instaura en ese
libro, esta vez para superar el enajenamiento de nuestro lenguaje –nuestra desconexión del
sentido de nuestras palabras– que produce los (pseudo)problemas que agobian al filósofo.
Si podemos afirmar que la conferencia sobre ética sugiere que es necesario aprender a mirar
un milagro para comprender el sentido de las proposiciones éticas, en las Observaciones sobre La
rama dorada de Frazer nos estaría proporcionando el método para lograrlo. En lugar de
explicaciones que ignoran el contexto vivo que les da vida a los rituales, el método de
presentaciones perspicuas nos inserta en él, apelando a nuestro saber cotidiano y a nuestra propia
experiencia, describiendo los hechos de tal manera que iluminen nuestra percepción y deje atrás
toda pretensión de explicar. Lo que propone Wittgenstein es, en sus propias palabras,
simplemente “ensamblar correctamente lo que se sabe y no añadir nada más”8.
Los métodos enfocan los hechos desde diferentes perspectivas y formas. Los acerca
continuamente una y otra vez desde diferentes direcciones, los agrupan, los describen, esbozan
imágenes o ejemplos, ordenándolos para propiciar el entendimiento que, como dice Wittgenstein,
6
Ibíd., p. 154.
Ibíd., p. 148.
8
Ibíd., p. 146.
7
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“nos hace ver conexiones”, y los reinscribe en la gramática y en la forma de vida, de cuya
alienación surgen nuestras confusiones. Ese ver conexiones, que reintroduce a la imaginación y,
por lo tanto, al pensamiento de la imagen dentro de la reflexión filosófica, es lo quiero sugerir
nuevamente.
***
Más o menos en los mismos años, entre 1933 y 1937, en lo que se llama el Big Typescript,
Wittgenstein distingue enfáticamente el problema filosófico del problema científico. El problema
filosófico, nos dice, es una cuestión de “resistencias de la voluntad” o “dificultades de
sentimiento”9. “Dificultad de la filosofía”, se lee en sus anotaciones, “no la dificultad intelectual
de las ciencias, sino la dificultad de una transformación. Las resistencias de la voluntad han de
ser vencidas”10. La tarea filosófica será entonces propiciar “un cambio de actitud”. El problema
filosófico no está en el hecho de que nuestras proferencias carezcan de sentido (como tampoco lo
estaba en las prácticas rituales que Frazer estudiaba), sino en la resistencia que tenemos a asumir
la perspectiva desde la cual entender aquello a lo que pretenden dar expresión; una perspectiva
que por necesidad nos devuelve a lo concreto, a nuestras mismas prácticas y usos del lenguaje,
para recordar algo que por alguna razón hemos olvidado y cuya ausencia causa nuestra
perplejidad.
El problema pertinente para Wittgenstein es un problema de expresión o expresividad, que
requiere además una tarea de autoconocimiento, una labor moral. Como él mismo lo pone: “el
trabajo en filosofía es [...] un trabajo sobre uno mismo. Sobre la propia concepción. Sobre cómo
uno ve las cosas (y lo que espera de ellas)”11.
Podría decirse que el mismo objetivo que buscaba el Tractatus –de liberar a todo lo
importante de la intrusión del pensamiento científico– sigue presente en toda la obra de
Wittgenstein. En Frazer, el sentido mágico de los rituales y el aura de lo indecible, en el lenguaje,
deben tratarse de manera distinta a como se trata un problema científico. Los límites del lenguaje
siguen siendo, a pesar de su nueva concepción, un problema persistente en Wittgenstein,
particularmente en los fenómenos o proposiciones estéticas. Así, en las Investigaciones,
9
WITTGENSTEIN, L. Big Typescript, Wiley-Blackwell, 2013, p. 300.
WITTGENSTEIN, L. Ocasiones filosóficas 1912-1951, p. 171
11
Ibíd., p. 172.
10
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Wittgenstein se empeña en limitar los alcances de la explicación científica, y en apelar a otros
saberes, más allá del conocimiento intelectual, para admitirlos en la reflexión filosófica. Por
ejemplo, cuando escribe:
§531. Hablamos de entender una oración en el sentido en que ésta puede ser sustituida por
otra que diga lo mismo, pero también en el sentido en que no puede ser sustituida por
ninguna otra. (Como tampoco un tema musical se puede sustituir por otro).12
En el primer caso es el pensamiento de la proposición lo que es común a diversas
proposiciones; en el segundo se trata de algo que solo esas palabras en esa posición, pueden
expresar.
El primer caso se refiere a cualquier uso constativo del lenguaje, en el que el contenido
conceptual es lo que importa. Pero el segundo es el tipo de caso en el que, como dice
Wittgenstein, es “imposible describir el hecho que corresponde a (o es la traducción de) una
oración, a no ser simplemente repitiendo la oración” 13 . Es ahí, precisamente, donde tocamos,
nuevamente, los límites del lenguaje.
Mientras que desde la perspectiva del Tractatus y su concepción del lenguaje no había
lugar para darle sentido a tales expresiones; en las Investigaciones, donde el lenguaje adquiere
una vitalidad que sobrepasa largamente su función representacional, se abren nuevos horizontes.
Horizontes en los cuales es posible darle un lugar a lo indecible, sin que esto requiera de ningún
misticismo ni de la postulación de un ámbito trascendental.
Para ver en qué consisten esos horizontes, o el ámbito de la experiencia donde se debe
buscar la comprensión, es útil lo que dice Wittgenstein en las Investigaciones:
§527. Entender una oración en el lenguaje se parece mucho más de lo que se cree a entender
un tema en música. Pero con ello quiero decir lo siguiente: que entender una oración
lingüística se acerca más de lo que se cree a lo que usualmente se llama entender un tema
musical. ¿Por qué tiene que desarrollarse justamente de esta manera la intensidad y el ritmo?
Quisiéramos decir: “Porque yo sé lo que significa todo esto” ¿Pero qué significa? No sabría
decirlo. Para „explicarlo‟ podría compararlo con otra cosa que tuviera el mismo ritmo14.
12
WITTGENSTEIN, L. “Entender un poema”, Investigaciones filosóficas, Crítica, 1988.
WITTGENSTEIN, L. Cultura y valor. Aforismos, Austral, 1996, p. 10.
14
WITTGENSTEIN, L. Investigaciones filosóficas.
13
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Comparar, describir, ensamblar lo que ya sabemos, son todas descripciones del
funcionamiento del método que introdujera Wittgenstein desde el texto de Frazer. Aquí mismo se
puede observar su aplicación en la apelación a una forma de saber que, aunque indecible, puede
integrarse al campo de sentido del que se había desconectado la oración por medio de varias
comparaciones.
Es claro que la efectividad del método depende de que seamos capaces de comunicarnos
desde más allá de las palabras; esto quiere decir, como escribe Stanley Cavell,
[que] compartimos rutas de interés y sentimiento, modos de respuesta, sentidos del humor, de
la importancia, de la satisfacción, de lo que es escandaloso, de lo que es similar a qué, de lo
que es reprender y perdonar, de cuando una expresión es una aseveración, cuando una
apelación, cuando una explicación [es decir] “todo el torbellino de organismo que
Wittgenstein llama „formas de vida‟” 15.
Es apelando a ese „torbellino de organismo‟ en el que se asienta nuestra experiencia y al
saber, que tenemos simplemente por usar el lenguaje, que Wittgenstein puede pedirnos comparar
las siguientes experiencias con diferentes modos de saber en el campo de sentido donde lo
indecible ingresa de múltiples maneras en nuestra vida.
Compara saber y decir:
Cuantos pies de alto tiene el Mont-BlancCómo se usa la palabra “juego”Cómo suena un clarinete.
Si te sorprende que uno pueda saber algo y no sea capaz de decirlo, estás pensando tal vez en
un caso como el primero. Seguro que no en uno como el tercero. 16
No sorprende que Baker y Hacker, en Skepticism, Rules and Language (1984), encontraran
estas comparaciones, como decían, “peor que inútiles”. Ellas tienen el propósito de recodarnos
claramente modos de experiencia cotidiana, de saber ordinario en nuestra experiencia, que,
aunque palidezcan o sean inútiles ante la mirada científica, Wittgenstein quiere distinguir y
preservar en las Investigaciones. Su recelo hacia la ciencia, entonces, se debe a la necesidad
imperativa de salvaguardar lo estético: de ampliar nuestro campo de comprensión protegiéndolo
constantemente de la intrusión de criterios y demandas de validación científica, que terminan
empobreciendo a la experiencia.
15
16
CAVELL, S. ¿Debemos querer decir lo que decimos?, Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2017 p. 99.
WITTGENSTEIN, L. Investigaciones filosóficas (§78).
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Mientras que, en el Tractatus, se podría decir, ese intento desemboca en un dictamen
represivo que decreta que “sobre lo que no se puede hablar, es mejor callar”; en las
Investigaciones, por el contrario, y gracias a los recursos que le proporciona la nueva concepción
del lenguaje que desarrolla, se abre la posibilidad de explorar modos de experiencia. A partir de
su reconocimiento, se va forjando una forma de mirar y de comprender nuestra vida más amplia y
abierta a la diferencia que aquel atrapado en la mentalidad cientificista.
De una pieza con este desarrollo está el afán de Wittgenstein, por no explicar sino describir,
no demostrar sino precisamente mostrar; y todo eso no tanto argumentativa sino
performativamente. En su proceder con ejemplos y presentaciones perspicuas, parábolas,
metáforas, imágenes, aquello de lo que no se puede hablar (sobre lo que en el Tractatus,
observara sarcásticamente Russell, “el señor Wittgenstein tiene mucho que decir”), Wittgenstein
le quita a lo indecible esa aura mística para integrarlo dentro del discurso y el habla cotidianos.
Ahora sí tiene Wittgenstein mucho que decir sobre lo indecible. Es con ello que pretende cambiar
la forma como miramos a nuestra experiencia.
En las Investigaciones, esa nueva mirada se va forjando, no argumentando ni construyendo
grandes teorías o estructuras lógicas (como las del mismo Tractatus, por ejemplo), sino
simplemente poniendo frente a nosotros las cosas tal como son con ningún otro propósito más
allá de la claridad y el reconocimiento de los fundamentos donde se asientan nuestras
experiencias. “No me interesa construir un edificio”, declara Wittgenstein, “sino tener ante mí,
transparentes, las bases de los edificios posibles” 17.
Las observaciones de Wittgenstein hacen evidente que su anti-cientificismo se dirige a la
mirada científica que fija su objeto de estudio a un esquema abstracto. De esta manera, excluyen
de su consideración la vida de la cual surge, lo abstraen así de las fuerzas vitales que le dan un
sentido más profundo que aquel vacío al que las explicaciones científicas terminan reduciéndolo.
Como le comentó en conversación a Friedrich Waissman, en las Observaciones sobre Frazer,
17
WITTGENSTEIN, L. Cultura y valor. Aforismos. p. 40.
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Estamos compilando una forma de lenguaje con su medio ambiente, o transformándolo en la
imaginación para así obtener una visión de la totalidad del espacio en el que lenguaje tiene su
ser.18
En la batalla contra el cientificismo, es la recuperación de la imagen en el pensar filosófico
lo que está en juego. Esto, eventualmente, le proporciona a Wittgenstein un medio por el cual dar
expresión a aquello que, por no haberle encontrado un lugar en el contexto tradicional de la
filosofía, había relegado al ámbito de lo milagroso.
****
Las Investigaciones comienza con una confesión, en la que Wittgenstein expresa su
descontento por no haber podido escribir un libro sino tan solo algo como un álbum. Como
explica:
Mi intención era desde el comienzo reunir todo esto alguna vez en un libro […] [donde] me
parecía esencial [era que] los pensamientos debieran progresar de un tema a otro en una
secuencia natural y sin fisuras […] tras varios intento desafortunados […] me di cuenta de
que eso nunca me saldría bien […]... mis pensamientos desfallecían tan pronto intentaba
obligarlos a proseguir, contra su inclinación natural, en una sola dirección19.
Según la sugerencia de Kristof Nyíri 20 , puede ser la incapacidad de Wittgenstein de
distinguir entre la palabra escrita y la hablada, lo que podría explicar su „incapacidad final para
completar el “libro” que siempre quiso completar‟. McLuhan, por otro lado, identificó un
“carácter fuertemente oral” en el trabajo de Wittgenstein21.
Es sintomático que Wittgenstein armaba sus escritos cortando sus textos en tiras de papel
que luego pegaba en diferentes órdenes, de acuerdo a diferentes temas (nosotros ahora diríamos
con #hashtags diferentes). Él inventó, podríamos decir, el “cut and paste” con el que vivimos en
nuestras pantallas. En todo caso, sea lo que fuere, es verdad que Wittgenstein en las
Investigaciones abandona la forma escribal de textos lineales, secuenciales, cerrados, de
estructuras conceptuales –lo que Deleuze y Guattari denominan “arbóreo”– y empieza a escribir
textos “rizomáticos”, de una lógica azarosa, fragmentaria y abierta, de conexiones inimaginables,
18
WAISSMAN, F. Principles of Linguistic Philosophy, MacMillan, 1965. pp. 80-81.
WITTGENSTEIN, L. Investigaciones filosóficas, p. 11.
20
NYÍRI, K. Emerging Media and the Philosophy of Time En Floyd, J., & Katz, J. (Eds.), Philosophy of Emerging
Media: Understanding, Appreciation, Application. 2015, Oxford University Press, pp. 159-170.
21
Ibíd., p. 160.
19
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es decir, una lógica como la que describe (y justifica) Wittgenstein en su confesión del prefacio
de las Investigaciones:
mis pensamientos desfallecían tan pronto como intentaba obligarlos a proseguir, contra su
inclinación natural, en una sola dirección. ‒ Y esto estaba conectado, ciertamente, con la
naturaleza misma de la investigación. Ella misma nos obliga a atravesar en zigzag un amplio
dominio de pensamiento en todas las direcciones. ‒ Las anotaciones filosóficas de este libro
son como un conjunto de bosquejos de paisajes que han resultado de estos largos y
enmarañados viajes.
Los mismos puntos, o casi los mismos, fueron continuamente tocados de nuevo desde
diferentes direcciones y siempre se esbozaron nuevos cuadros. Un sinnúmero de éstos
estaban mal dibujados, o carecían de personalidad, aquejados de todos los defectos de un
torpe dibujante. Y cuando fueron descartados, quedó una cantidad de otros regulares que
debían entonces ser ordenados, y frecuentemente recortados, para que pudieran darle al
observador un cuadro del paisaje. ‒ Así pues, este libro es en realidad sólo un álbum. 22
Bien podríamos considerar a las Investigaciones como un proto-hipertexto en el que se
rompen las unidades. En él, se desplaza „lo mismo‟ para instaurar lo diferente y se generan
fisuras a través de las cuales podemos convivir con lo indecible como fuente de nueva
inspiración, como posibilidad de nuevos comienzos y relaciones, que pueden estallar constelando
fragmentos, quiebres, ‘glitches’, y hasta el silencio de la palabra para generar inéditos sentidos.
Podríamos decir que la intención de Wittgenstein en su método de presentaciones
perspicuas es introducir, en el pensar filosófico, un ámbito imaginal que había sido relegado a los
márgenes por una tradición para la cual la imagen tenía poco o ninguna importancia para la
búsqueda del conocimiento. Es esta apertura de Wittgenstein a la imagen lo que permite la
mirada del milagro que proponía como alternativa a la mirada científica para poder comprender
las expresiones éticas, estéticas y religiosas o „trascendentes‟, como las llama a veces
Wittgenstein. Es justamente dentro de este contexto que adquiere la visión de aspectos el lugar
central que se le asigna en los escritos maduros.
Agrego esta reflexión de Giorgio Agamben sobre el pensamiento más allá de la
representación, para resumir lo que he intentado decir aquí:
Para aquellos que han vuelto a la vida tras una muerte aparente: en realidad no están muertos
(de otro modo no hubiesen vuelto) ni se han liberado de la necesidad de tener que morir un
día; sin embargo, se han liberado de la representación de la muerte. Por ello, al ser
22
WITTGENSTEIN, L. Investigaciones filosóficas, p. 13.
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interrogados acerca de lo que les ha pasado, no tienen nada que decir sobre la muerte, pero
encuentran materia para muchos cuentos y para muchas bellas fábulas sobre sus vidas 23.
Aquellos que han conocido la experiencia del silencio o de lo indecible, es decir, que
pueden contemplarla e incorporarla a su concepción de mundo, sin por ello caer en el misticismo,
el escepticismo o incluso en la locura, encontrarán en ese silencio la savia de donde vendrán sus
inéditas palabras sobre sus vidas. Cada vez que nos ensordezca el barullo del mundo y olvidemos
y encontremos problemáticas que convertimos en cuestiones metafísicas, Wittgenstein
advertirá: “¡Vuelta a terreno áspero!” 24 , agregando que, “nosotros reconducimos nuestras
palabras de su empleo metafísico a su empleo cotidiano”25. Y, en esta vuelta, adquiere la imagen
un papel central dentro del pensamiento filosófico.
23
AGAMBEN, G. Idea de la Prosa, Península, 1989, p. 19.
WITTGENSTEIN, L. Investigaciones filosóficas, §107.
25
Ibíd., §116.
24
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