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¿Una guerra proxy? Debatiendo la actualidad del conflicto en Yemen.

2022, COLECCIÓN ALADAA INTERNACIONAL DOCUMENTO 2: IX CONGRESO NACIONAL (ALADAA, Sección Colombia) Y I CONGRESO DEL CARIBE, 31 DE OCTUBRE - 1 NOVIEMBRE DE 2019, UNIVERSIDAD LIBRE, SECCIONAL CÚCUTA. EDITOR RESPONSABLE: ALADAA INTERNACIONAL

Yemen enfrenta en la actualidad la crisis humanitaria más grave en todo el mundo agudizada por la guerra cruel desde 2015, ausente en el análisis de algunos académicos y de los principales medios de comunicación. Desafortunadamente la poca información y aproximaciones que se producen en la actualidad no consideran las múltiples facetas y actores que este conflicto implica, sumado a la poca profundidad de los distintos estudios. Ejemplo de ello es la usual afirmación de que lo que pasa en Yemen es producto de la “eterna rivalidad sunní-chií” o de la guerra proxy (o subsidiaria) que enfrenta a Irán y Arabia Saudí en la región. La presente ponencia considera que este planteamiento es insuficiente para entender a cabalidad la guerra en curso pues resulta reduccionista, simplista e invisibiliza todas las agendas internas de la realidad yemení. Ello ocurre con el movimiento Huti, usualmente señalado como un “proxy de Irán”.

COLECCIÓN ALADAA INTERNACIONAL Directores: Lía Rodriguez de la Vega y Jerónimo Delgado Caicedo. Comité Editorial: Ana María Sánchez, Jinok Choi, Joaquín Sáez, Andrés Raggio, Célia Tavares, Jerónimo Delgado Caicedo, Ricardo Sumalavia Chávez, Rigoberto Menéndez Paredes, Norbert Molina Medina, Esteban Sánchez Solano, Martha Loaiza Becerra. Comité de Asesores Científicos: Michiko Tanaka, Cristina Barrón, Carlos Uscanga, Pedro Monzón, Leidy Alpízar, Hernán Lucena, José León Herrera, Pío García, André Bueno, Daniela Guerra, María Elvira Ríos, Cecilia Onaha. --------------------------------------------------------------------------------------------------------------------IX Congreso Nacional (ALADAA, Sección Colombia) y I Congreso del Caribe de la Asociación Latinoamericana de Estudios de Asia y África, 2019 “Fortaleciendo los vínculos Sur-Sur: África y Asia en el sistema internacional actual, visiones desde Colombia y el Caribe” Universidad Libre Seccional Cúcuta Coordinador Nacional de ALADAA, Sección Colombia Dr. Jerónimo Delgado Caicedo Comité Organizador Débora Guerra Moreno, Jerónimo Delgado Caicedo, Liliana Carolina Bernal Hernández y Olga Lucía Patiño. 2 Índice Prólogo Débora Guerra Moreno, PhD (Rectora Seccional, Universidad Libre, Cúcuta) ……………………………………………………………………………………………………………………………………7-11 Introducción Jerónimo Delgado Caicedo, PhD (Presidente ALADAA Colombia) y Olga Lucía Patiño (Secretaria de ALADAA Colombia)…………………………………………………………………………… 12-16 Consideraciones geopolíticas del conflicto en Malí (2012-2019). Ramón Alonso Dugarte Rangel (Centro de Estudios de África, Asia, y Diásporas Latinoamericanas y Caribeñas “Dr. José Manuel Briceño Monzillo”, Universidad de Los Andes, Venezuela)…………………………………………………………………………………………………. 17-28 Multinacionales en Sierra Leona, riquezas que desangran una sociedad. Maria del Pilar Durán Betancur (Universidad Externado de Colombia)………………… 29-49 Los caminos tortuosos de la africanización del mantenimiento de la paz en África: el caso de la CEDEAO y de Mali. Aymeric Durez (Pontificia Universidad Javeriana)……………….………………………………… 50-66 La relación entre Desarrollo Económico y el nacimiento, la viabilidad y el sostenimiento de los gobiernos democráticos en África Subsahariana. Marcela Ivonne Martínez Cleves (Universidad Externado de Colombia) y Andrea Páez (Fundación Universitaria Empresarial de la Cámara de Comercio de Bogotá) ……………………………………………………………………………………………………………………….……… 67-88 3 La crisis política del Congreso Nacional Africano: Contraste al pensamiento político de Nelson Mandela y otros liderazgos. Ricardo Moncada (Centro de Estudios de África y Asia, Universidad de los Andes) ……………………………………………………………………………………………………………………………. 89-104 La importancia de Kirguistán en Asia Central. Francisco Daniel Trejos-Mateus (Universidad Externado de Colombia) …..…..…… 105-132 La fuerza del amor: Un estudio de caso sobre la emperatriz Michiko de Japón. Nathaly Paola González Rodríguez (Universidad de los Andes) …………………………. 133-155 La vista comunitaria de los derechos humanos. Estudio de caso: Japón. Diana María Molina Portilla (Facultad de Derecho Universidad de Nariño), Omar Alfonso Cárdenas Caycedo (Facultad de Derecho Universidad de Nariño) y Cristhian Alexander Pereira Otero (Facultad de Derecho de la Universidad de Nariño) ……………………. 156-171 La nueva estrategia de seguridad de Japón: una propuesta de defensa analizada a través del realismo defensivo. María Nohelia Parra (Centro de Estudios de África y Asia, Universidad de Los Andes) ……………………………………………………………………………………………………………...……………172-192 El confederalismo democrático de Abdullah Öcalan en la realización del proyecto político de rojava en el kurdistán sirio: una mirada a través del contexto de la guerra civil siria. Alejandro Vanegas Vergara (Universidad de Antioquia) ………………………………….. 193-215 ¿Una guerra PROXY? Debatiendo la actualidad del conflicto en Yemen. Felipe Medina Gutiérrez (Universidad Externado de Colombia) ………………………… 216-241 4 La Guerra Fría entre Arabia Saudí e Irán: religión, política y poder. María Teresa Aya Smitmans ………………………………………………………………………………. 242-267 Una guerra llamada “política”. Sergio Díaz Yomayuza………………………………………………………………………………………… 268-290 La Política Exterior de la Federación Rusa hacia el Cáucaso Sur: elementos de análisis para entender una Zona de Antiacceso y Negación de Área. Dirceo Córdoba Guzmán (Pontificia Universidad Javeriana) ……………………………… 291-314 Contradicciones narrativas hegemonizantes y sometimiento sobre cuerpos racializados en Europa y el sur global. Pablo Muñoz Rojo (Centro de Formación de la Cooperación Española) …………… 315-338 Recepción de los derechos humanos en los sistemas de integración económica regional: el caso de la Comunidad Andina frente a los sistemas de integración económica de África. Omar Alfonso Cárdenas Caycedo (Facultad de Derecho Universidad de Nariño), Diana María Molina Portilla (Facultad de Derecho Universidad de Nariño) y Cristhian Alexander Pereira Otero (Facultad de Derecho de la Universidad de Nariño) ………………………………………………………………………………………………………………………….… 339-358 Justicia transicional, el papel de la justicia restaurativa en los procesos de terminación del conflicto en los casos de Sudáfrica y Colombia. Jhon Jairo Tibocha Guzmán (Universidad Externado de Colombia) …………………… 359-376 Derechos del Ambiente, una mirada comparada entre Colombia, Uganda y Nueva Zelanda. Manuel Francisco Pardo Ballesteros (Universidad Jorge Tadeo Lozano) ………… 377-397 5 Transculturalidad y transformaciones identitarias en la dinámica migratoria de venezolanos, africanos y caribeños en territorios de América Latina, Centroamérica y África. Una perspectiva feminista. Esperanza Paredes Hernández ………………………………………………………………………… 398-426 Los Retornos de la Educación para Colombia y Turquía: Un Análisis Cuantílico. Diego Alejandro Rodríguez Guerrero (Akdeniz Üniversitesi) …………………………… 427-467 Redefinir el regionalismo en América Latina: las lecciones del Este de Asia. Oscar E. Fernández-Guillén (Universidad de Los Andes) ………………………………….. 468-495 Las relaciones de Colombia con Asia Occidental. El alineamiento persistente. Pío García (Universidad Externado de Colombia) …………………………………………….. 496-505 Fronteras en crisis: las organizaciones de la sociedad civil también agencian. Erli Margarita Marín-Aranguren (Universidad Externado de Colombia) y María Paula Veloza Torres (Universidad Externado de Colombia) ……………………………………… 506-523 La cultura como vehículo hacia la reconstrucción del tejido social en procesos de justicia transicional. Caso Colombia, Ruanda y Timor Oriental. María José Escobar Cárdenas (Universidad Externado de Colombia) ……………… 524-547 Del desarrollo económico al desarrollo social: Un proceso de traducción en África Subsahariana y el Sudeste Asiático. Alejandro Mojica Godoy (Universidad Externado de Colombia) ……………………… 548-570 6 ¿Una guerra PROXY? Debatiendo la actualidad del conflicto en Yemen Felipe Medina Gutiérrez Universidad Externado de Colombia Abstract Yemen enfrenta en la actualidad la crisis humanitaria más grave en todo el mundo agudizada por la guerra cruel desde 2015, ausente en el análisis de algunos académicos y de los principales medios de comunicación. Desafortunadamente la poca información y aproximaciones que se producen en la actualidad no consideran las múltiples facetas y actores que este conflicto implica, sumado a la poca profundidad de los distintos estudios. Ejemplo de ello es la usual afirmación de que lo que pasa en Yemen es producto de la “eterna rivalidad sunní-chií” o de la guerra proxy (o subsidiaria) que enfrenta a Irán y Arabia Saudí en la región. La presente ponencia considera que este planteamiento es insuficiente para entender a cabalidad la guerra en curso pues resulta reduccionista, simplista e invisibiliza todas las agendas internas de la realidad yemení. Ello ocurre con el movimiento Huti, usualmente señalado como un “proxy de Irán”. ¿Una guerra proxy? Debatiendo la actualidad de la guerra en Yemen Introducción El ataque a las sedes de Abqaiq y Jurais de la petrolera ARAMCO en Arabia Saudí el pasado mes de septiembre de 2019 causó un impacto profundo en la región y en el mundo. Pocas horas después, el gobierno de Riad e informes de los Think Tank en Estados Unidos, plantearon que Irán fue el responsable del acto (Kagan, 2019) y que muy probablemente fue mediante su proxy, el movimiento Huti, un actor protagonista en la guerra en Yemen desde 2014. Yemen es el país más pobre de la península arábiga y hoy enfrenta la peor crisis humanitaria en todo el mundo. Sin embargo, cuenta con una historia antiquísima y envidiada por sus vecinos de la región como Arabia Saudí (establecido en 1932) y Emiratos Árabes Unidos (fundado en 216 1971). Su posición estratégica resulta importante a la hora de entender la reciente conflictividad, pues se ubica en la parte sur de la península (la más fértil, que contrasta con la abundancia de desiertos en otras zonas) donde se encuentra bab al-Mandab (la puerta del lamento), punto de choque que conecta el cuerno de África, la península arábiga, el mar Rojo, el golfo de Adén, el mar Arábigo y por donde se estima circulan 6.2 millones de barriles de crudo al día (Barden, 2019). Además, hacia el oriente, su conexión histórica con diferentes territorios asiáticos como el océano Índico y países como India, lo hace receptor de una cultura diferente a otras del Medio Oriente y Norte de África (ver figura 1). Ahora, ¿cómo es que Yemen llegó a la actual guerra? El punto usual de referencia es la toma de la capital Saná por parte del movimiento Huti en septiembre de 2014 y un año más tarde el inicio de las distintas intervenciones militares y políticas de la coalición liderada por Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos, que se mantienen hasta el tiempo de escribirse este texto. Sin embargo, hay un contexto histórico importante en las décadas previas a estos sucesos. Yemen estuvo por muchos años bajo el gobierno del expresidente Ali Abdullah Salih (19902012). Dicha experiencia se caracterizó por un fuerte centralismo y un robusto sistema neopatrimonial, de patronazgo y cooptación. Sara Phillips (2011, pág. 55) explica los principales rasgos de este régimen: Salih mantuvo su poder a través de las relaciones patrón-cliente (donde no importaba la ideología o la ley), quienes le brindaban su lealtad política (al menos con aquiescencia) a cambio de beneficios. Aquí el neopatrimonialismo se refiere a incorporar dichas lealtades patrimoniales informales dentro de las organizaciones formales estatales. El presidente usó partidos políticos, grupos de la sociedad civil, consejos locales y el Parlamento, junto a organizaciones tradicionales informales para expandir sus redes patrón-cliente.74 Sin embargo, durante este periodo una serie de problemas políticos, económicos y sociales crearon fisuras no solo en el sistema de patronazgo del expresidente, sino en muchos gobiernos 74 Por su parte (Lackner, 2019, págs. 207-214) hace hincapié en que este sistema consistió en la aparición de cleptócratas, que habían acumulado riqueza por medio de la tierra, industria y el control, o participación, en las grandes actividades económicas y que involucró a sectores como las tribus y los militares. 217 de la región, dando paso a lo que se conoció como las revueltas de 2011. Yemen también fue parte de aquel cambio, 75 contagiándose de los procesos en Túnez (que derrocaron a Ben Ali y quien murió exiliado en Arabia Saudí) y en Egipto, donde si bien derrocaron a Mubarak (también fallecido), y tras un breve periodo del difunto Morsi, se instauró una nueva elite militar. En el inicio, el presidente Salih, por más de 30 años en el poder, se rehusó a abdicar enfrentando fuertes protestas en escenarios como la Plaza del Cambio en la Universidad de Saná, donde participó una multiplicidad de sectores, constantemente reprimidas. Sin embargo, la presión de los distintos movimientos sociales tuvo su efecto y decidió apartarse del poder en 2012. A diferencia de otros escenarios, el poder no recayó en el movimiento de protesta sino fue interrumpido por la iniciativa para solucionar la crisis política del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) (en el fondo Arabia Saudí). Ello consistió en ofrecerle inmunidad y garantías legales a Salih, para que diera paso a Rabbo Mansur Hadi (electo como presidente “interino”) y a la conferencia para el diálogo nacional, que trabajaría junto con un comité para elaborar un borrador de la nueva constitución política. El diálogo nacional se realizó durante dos años, y aunque fue una buena iniciativa que permitió cabida a diferentes sectores de la sociedad, muchos de ellos pertenecían al tradicional espectro político y también es cierto que dejó por fuera a otros tantos de igual o mayor importancia, como lo fueron las mujeres. Sin embargo, el mayor problema fue la propuesta de convertir a Yemen en un Estado federal, algo que no recibieron con buenos ojos movimientos como los Huti o el secesionista al-Hirak en el sur pues veían afectadas sus zonas de influencia. Con todo esto, uno de los sucesos más importantes como antesala de la guerra, es que en julio de 2014, Hadi, obedeciendo las “recetas” del Fondo Monetario Internacional, incrementó los 75 Algunos hechos anteriores a las revueltas de 2011 son: el aplazamiento de elecciones parlamentarias de 2009 agendadas para 2011, el intento del expresidente Salih en enero de 2011 de reformar la constitución y así presentarse a un tercer periodo (inconstitucional) en las elecciones presidenciales de 2013 y las Guerras de Sadá (2004-2010), entre el gobierno y los Huti en el norte. 218 precios del combustible. 76 Ello dio cabida al oportunismo político de los Huti al denunciar esta situación y tomar control de la capital dos meses más tarde.77 Como bien contextualiza Lackner (2019, pág. 49), si los yemeníes hubieran visto una mejora en sus condiciones de vida en los dos años anteriores, habrían salido a apoyar al gobierno de transición en contra de los Huti. 78 El fallido intento de solucionar la crisis, mediante el Peace and National Partnership Agreement (PNPA) (del 21 de septiembre de 2014 al 22 de enero de 2015), llevó a un nuevo contexto: la renuncia de Hadi como presidente tras diferencias con los Huti dejándoles la vía libre para su ascenso al poder.79 Así, el 6 de febrero de 2015, este movimiento promulgó una Declaración Constitucional y creó el Comité Supremo Revolucionario (CSR) como autoridad interina y un año más tarde el Consejo Político Supremo (CPS) con lo que se hizo más pública la alianza Huti-Salih. La guerra se hizo oficial el 25 de marzo de 2015, cuando la coalición liderada por Arabia Saudí y Emiratos Árabes anunció el inicio de la intervención militar para sofocar al movimiento Huti, planeada para unos “pocos días”. Sin embargo, se ha perpetuado hasta el tiempo de escribirse el presente escrito y ha cobrado más de 70.000 vidas (Al-Jazeera, 2019). Comprender la guerra en Yemen representa un desafío para la comunidad académica. Ante la abundancia de análisis simplistas y reduccionistas, como el de enmarcarlo en la “guerra eterna sunní-chií”, y sobre todo situarla meramente como uno de los escenarios de la disputa de las dos hegemonías regionales (Irán y Arabia Saudí), es necesario un análisis alterno que permita mayor profundidad y amplitud al debate. Por ello la ponencia se divide en tres partes. La primera, explora el tema de la esfera religiosa en la guerra en Yemen, donde se debatirá el discurso de la “eterna lucha entre sunníes y chiíes” que se suele usar para explicar este tipo de conflictos. La segunda, centrará su discusión en torno al concepto de guerra proxy (o guerra 76 Algo similar ocurrió en Ecuador en octubre de 2019, que provocó un rechazo multitudinario de la población logrando derogar el decreto presidencial. 77 La facilidad con la que pudo hacer esto se debe, entre otras razones, a la cooperación pasiva y activa de un sector de la población y del ejército regular. Véase, por ejemplo, el documental The Road to Sanaa (Karman & AlMoliky, 2015). 78 Aquí se da un importante suceso para lo que viene en 2015: la ruptura al interior de las Fuerzas Armadas del país. Un sector importante decidió ponerse de lado de los Huti, mientras que otro del lado de Hadi y la coalición. 79 El 21 de febrero Hadi se escapó a Adén y se arrepintió de su renuncia. Un mes más tarde solicitó ayuda militar de Arabia Saudí para restaurar su gobierno. 219 subsidiaria), estableciendo bases para la tercera parte, que debate su aplicabilidad para la situación de Yemen desde 2014, al contrastarlo con las múltiples dimensiones y actores involucrados, que en últimas refleja que se trata de un conflicto mucho más complejo. Finalmente se plantean unas perspectivas finales. Es importante apuntar que el presente texto no representa un estudio exhaustivo de la guerra en Yemen, que deberá complementarse junto a otras investigaciones de otros colegas y diferentes estudios sobre las diferentes dimensiones del conflicto. 1. Religión y guerra en Yemen: ¿sunníes contra chiíes? Debido a la intensa coyuntura diferentes analistas y medios de comunicación, en su afán de ofrecer una explicación “rápida” y “fácil” de lo que ocurre, han optado por situar el conflicto en Yemen como un escenario más de la “eterna guerra entre sunníes y chiíes” en el Medio Oriente, encabezada por Arabia Saudí e Irán. Como apunta Cuadro (2019, pág. 214), “el hecho de que para explicar la conflictividad en esta región del mundo las relaciones internacionales recurran a variables culturales (religiosas) resulta llamativo”. Un acercamiento más detallado a la naturaleza y desarrollo de la guerra muestra que este discurso no atiende a las diferentes geopolíticas del terreno. Bajo este razonamiento, se suele afirmar que el movimiento Huti es un proxy de Irán por ser chií y por ende se suma al “eje regional” que incluye al gobierno sirio, al Hezbolá libanés y a algunas de las milicias iraquíes. Por su parte, las fuerzas respaldadas por la coalición liderada por Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos, como el gobierno de Hadi en Yemen, representan al sunnísmo. Dicha asunción representa varias generalizaciones peligrosas pues reafirma y perpetúa prejuicios en Medio Oriente. En primer lugar, ni Irán es el representante de todos los chiíes, ni Arabia Saudí el de los sunníes, a pesar de autoproclamarse guardián de dos de los lugares más sagrados para el islam (La Meca y Medina). De hecho, muchas comunidades en la región no ven reflejados sus intereses y posturas con el actuar de estas potencias regionales, muchas veces siendo críticos con sus 220 políticas. Mucho menos conforman cada uno un “eje” sunní y uno chií.80 Para Cuadro (2019, pág. 226), este tipo de lecturas aíslan del análisis fracturas de especial relevancia para la dinámica regional como las que se dan entre las monarquías sunnitas wahabitas del Golfo que, al implicar a Turquía y a Qatar, por un lado, y a Arabia Saudí y a Emiratos Árabes Unidos, por otro, cuestionan la existencia de un “eje sunní” homogéneo.81 Ello se ve en otros casos de la región, pues en efecto, incluso cuando se compartiera el realismo epistémico de estas lecturas, muchas fracturas (que implican al caso palestino, a Libia, a los Hermanos Musulmanes, a Egipto, a Siria, al Golfo, a Turquía, entre otros) deben ser puestas en suspenso para que puedan sostenerse (Cuadro, 2019, pág. 228). En últimas, resalta la autora, “ello pone en evidencia que estas lecturas imponen identidades religiosas incluso a individuos y gobiernos cuya política no estuvo particularmente signada por cuestiones de este tipo” (Cuadro, 2019, pág. 228). Lo anterior se refleja en el caso de Yemen. El problema de subrayar el carácter chií de los Huti reside en varios elementos. En primer lugar, supone que se trata de un grupo homogéneo, donde todos sus militantes o simpatizantes son chiíes y que actúan bajo el discurso religioso. El movimiento Huti (también llamado Ansar Allah) excede la órbita de la familia Huti, de donde deriva su nombre en medios de comunicación, y se ha convertido en un grupo híbrido que reúne a sectores de distintos orígenes y de diversa filiación política y religiosa (incluido sunníes). En segundo lugar, y si se le quisiera seguir dando énfasis a la dimensión religiosa, si bien la mayoría de sus miembros y partidarios son chiíes, se trata de seguidores de la corriente zaydí y no de la duodecimana, mayoritaria en Irán, tendencias con diferencias importantes en el campo teólogo-político. Los zaydíes, por ejemplo, en este caso los partidarios de esta confesión que apoyan a los Huti, conmemoran el martirio del imam Zayd bin Ali con una importancia extrema (Al-Masirah, 2019), pues consideran que él fue el elegido, mientras que los duodecimanos hacen hincapié en Muhammad al-Baqir como 80 Wehrey (2017, pág. 2) en su interesante estudio recuerda que la revolución iraní de 1979 fue recibida con agrado por muchos sunníes. Es sabida la influencia que tuvo en muchos movimientos de esta corriente. 81 Para la autora esto en el fondo esconde un “orientalismo periférico latinoamericano”, en el marco de las lecturas sectarias desde las relaciones internacionales en Sudamérica. Véase más de esta interesante discusión en su texto completo. 221 quinto imam con especial énfasis en el día de Ashura.82 Ni los zaydíes, ni hasta ahora los Huti, creen en la infalibilidad de los imames, ni en el regreso del imam oculto al-Mahdi. Tampoco siguen la teoría del Velayat e-faqih (el gobierno del jurisconsulto), parte nodal del sistema político y religioso iraní. De hecho, no ven vinculantes las diferentes opiniones en distintas materias que dictan los marya taqlid iraníes (religiosos dignos de imitación), que sí sucede en otros lugares como Líbano e Iraq. Como bien apunta Wehrey (2017, pág. 2): 83 Es cierto que la historia y la religión importan. Pero en varios puntos históricos, las diferencias entre las “sectas” han coexistido con otras afinidades o han sido subsumidas por ellas: nacional, regional, tribal, étnica, de clase, generacional, urbana versus rural, centro versus periferia, etc. También ha habido períodos prolongados de coexistencia y diálogo entre sunníes y chiíes, incluso en lo que se cree que es la era formativa del conflicto en los primeros siglos del islam (comillas mías). De hecho, el asunto resulta más complejo y aplica para varios sectores de la guerra. Hay muchos zaydíes que no apoyan a los Huti, y muchos sunníes que no apoyan al gobierno de Hadi ni a Arabia Saudí y Emiratos Árabes. Distinto es el reciente incremento del discurso sectario, que entendemos como aquel que defiende con fanatismo e intransigencia una idea o doctrina, generalmente promoviendo odio y violencia, y que ha venido siendo patrocinado especialmente desde círculos cercanos a la doctrina wahabí, fundacional del Estado saudí y algunos salafíes extremistas. 84 Además, es preocupante el uso extensivo de conceptos como el Takfir (y el kafir, equis grupo es apóstata), o el de bidaa (toda innovación es negativa), constantes por ejemplo en aquella organización comandada por Abu Musab az-Zarqawi (quien mostró profundo odio hacia las comunidades chiíes en Iraq) y posteriormente con el Estado Islámico liderado por Abu Bakr al-Bagdadi, sumado a la guerra en Siria desde 2011. En Yemen este discurso sectario ha venido ganando terreno, pero no por ello podemos perder de vista que la guerra excede la dimensión religiosa y la actividad de distintos actores está 82 Para un detallado estudio de los orígenes, evolución y dimensión religiosa del movimiento Huti, véase Medina Gutiérrez (2020). 83 Si bien en el idioma inglés se usa sect para identificar a grupos escindidos dentro del islam, en Colombia, “sectas” tiene una connotación peyorativa por lo que se prefiere dejarla entre comillas. 84 Para un estudio más detallado de esta y otras tendencias al interior del islam, véase Medina Gutiérrez (2019b). 222 marcada por un pragmatismo de alianzas con diferentes sectores económicos, religiosos y políticos. 2. Un acercamiento al concepto de guerra proxy El concepto de guerra proxy ha sido desarrollado extensamente por varios autores y el presente documento no plantea un debate profundo sobre las diferentes aproximaciones desde la academia. En su lugar, pone de presente algunas definiciones y criterios que resultan útiles para analizar si la guerra en Yemen, y, sobre todo, actores como el movimiento Huti, se comportan como proxies. Autores como Hughes (2015, pág. 92) en su estudio sobre el Dhofar en Omán y el sur de Yemen en la década de los 1970, plantea que la guerra proxy consiste en el uso que hace un Estado de grupos paramilitares no estatales ya sea como un medio alternativo de librar la guerra o como sustituto del uso manifiesto de fuerza en contra de un adversario. Además, agrega que esta clase de guerra puede ser clasificada como una operación encubierta, realizada por Estados ya sea para coaccionar a un adversario, afectarlo militarmente, o incluso con un objetivo de transformación, ya sea un cambio de régimen, la promoción del secesionismo o la anexión de un territorio. Por su parte, Dunér (1981, pág. 353) plantea que las intervenciones indirectas están dirigidas a cuando determinado poder externo tratar de influir en el resultado de un conflicto interno y donde recurre a actividades como subversión, suministro de armamento, asistencia, entrenamiento y asesorías, evadiendo de esta forma las acusaciones internacionales. El autor también establece un punto nodal en este debate: la discusión alrededor del concepto y uso de guerra proxy debe tener en cuenta si se trata de la intervención en una guerra civil o la guerra en el marco de un enfrentamiento abierto entre Estados (Dunér, 1981, págs. 359-360). Otra aproximación es la de Abbink (2003, pág. 409) quien, en su estudio sobre la intervención de Etiopía y Eritrea en Somalia, apunta que la guerra proxy también puede ser desarrollada por movimientos insurgentes cooptados o subsidiarios, usualmente de naturaleza etno-religiosa, 223 con raíces en el país y con capacidad de movilizar una importante base popular de apoyo, teniendo legitimidad para reivindicar reclamos locales que le conciernen a la población. Sin embargo, el estudio de Bar Siman-Tov (1984, pág. 263) es uno de los que más contribuye a nuestra discusión, a pesar de que su análisis fue en pleno contexto de la Guerra Fría. El autor pone de presente la complejidad del uso de muchos instrumentos de análisis en las Relaciones Internacionales que resultan defectuosos o imprecisos, por lo que el reto está en desarrollar mejores aproximaciones a los diferentes casos de estudio. Reconoce que la falta de criterios específicos para definir la guerra proxy convierte su uso inadecuado para distinguirla como una relación especial entre dos actores y cualquier otro tipo de relación. En el siguiente apartado retomaremos muchos de sus puntos. 3. La guerra en Yemen de 2014: multiplicidad de actores y geopolíticas Un elemento que contribuye a una mejor comprensión del Medio Oriente y el Norte de África consiste en entender que se trata de una región altamente intervenida por parte de agentes externos. En este marco, el discurso de la guerra proxy se ha usado abusivamente para explicar distintos conflictos, sobre todo en el tiempo de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la entonces Unión Soviética. Así, por ejemplo, Khalidi (2009, págs. 153-158) recuerda que la política estadounidense bajo la estrategia de Nixon-Kissinger de “Vietnamización”, había contado con la construcción de aliados regionales poderosos que pudieran jugar el papel de proxies después de que la intervención directa estadounidense en diferentes partes del mundo se hiciera más difícil desde la debacle de Vietnam. Como ejemplo, se encuentra el gobierno del Sha de Irán 85 y, sobre todo, la guerra Irán-Iraq en la década de 1980, cuando Estados Unidos y 85 Durante el golpe de Estado en 1953 al Primer Ministro Mohammed Mossadeq en Irán, distintas agencias de seguridad de diferentes Estados (como el SIS, el MI6 británicos, la CIA, entre otros) orquestaron la caída del popular dirigente para reemplazarlo por el gobierno del Sha Reza Pahelvi, totalmente antidemocrático, autoritario y represor. Véase Dunér (1981) y Bar Siman-Tov (1984). 224 la Unión Soviética armaron a ambos bandos, importando poco la ideología y como se vio demostrado en los hechos del escándalo de Irán-Contra. El autor también enfatiza en que la dicotomía de la rivalidad saudí – iraní no daba el suficiente crédito a las fuerzas políticas locales en muchos problemas de la región. La dificultad estriba, reconoce Khalidi (2009, págs. 183-184), en que a veces, en sistemas como el de Medio Oriente que han sido penetrados constantemente, es en realidad difícil estar seguro precisamente de quién estuvo haciendo qué y dirigido a quién. Lo anterior es evidente en Yemen sobre todo en las distintas incursiones de uno y otro “bando”, y especialmente, de las violaciones al cese al fuego producto de las diferentes mesas de negociación. Por ello es necesario analizar con detenimiento a las diferentes fuerzas y geopolíticas “locales” que hay envueltas en la guerra (ver figura 2). Aunque la figura anterior demuestra que la contienda se centra entre el movimiento Huti y el gobierno “legítimo” de Hadi y la coalición, aún invisibliza a actores importantes como el movimiento sureño, a al-Qaida en la Península Arábiga (AQPA) y otros que tienen una relevancia trascendental. Por ello el “mapeo de actores” permite mayor amplitud (ver figura 3). Lo anterior comprueba que el análisis de la guerra en Yemen como un conflicto proxy entre Irán y Arabia Saudí lleva a confusión, pues resulta reduccionista y simplista. En ese orden de ideas, calificar a los Huti como un proxy de Irán también es debatible si se tienen en cuenta los siguientes puntos: a) La tensión actual respecto a Irán: El discurso de la guerra proxy encuentra trasfondo en un contexto global y regional de interés: la actual escalada de ataques diplomáticos y militares a Irán, principalmente de Estados Unidos, Arabia Saudí e Israel. Si bien Teherán no es ningún “angelito”, es notorio por ejemplo que es “el responsable” de casi todo lo negativo que ocurre en la región, como sucedió en el ataque en junio de 2019 a dos barcos en el golfo de Omán, o con los atentados en septiembre del mismo año a la sede de ARAMCO en Arabia Saudí. Parte de la explicación a esta coyuntura se encuentra en el análisis de Khalidi (2009, pág. 215), pues el hecho de que los encargados de formular políticas públicas en Estados Unidos hayan dejado clara su convicción de que Irán y Siria, como “Estados patrocinadores del terrorismo”, 225 son la raíz y la causa de los problemas en la región, hizo que se convirtieran en los principales objetivos de la hostilidad estadounidense. Por ello, resulta productivo para estos sectores implicar a Irán con cualquier manifestación contraria a sus intereses en Yemen, como sucede con los Huti y reflejado en la postura de Estados Unidos que históricamente no ha sido coherente.86 b) El discurso de los Huti como proxy de Irán ya había sido utilizado: Durante el contexto de las denominadas Guerras de Sada entre el gobierno yemení y los Huti en la zona norte (2004-2010), 87 el presidente Salih y su entorno fue activo “tratando de retratar a los rebeldes chiíes en el norte de Yemen como sujetos iraníes para asegurarse el apoyo saudí y estadounidense” (Lackner, 2019 citando a Cockburn, pág. 155). En dicha oportunidad afortunadamente hubo analistas en Estados Unidos que rápidamente salieron a desmentir esta aproximación, como Christopher Boucek quien afirmó: No hay evidencia de que la Operación Tierra Quemada (del 11 de agosto de 2009 al 12 de febrero de 2010) es un conflicto proxy entre la Arabia Saudí sunní y el Irán chií. El gobierno yemení nunca ha aportado evidencia como prueba de sus acusaciones de que Teherán está ayudando a los Huti; de hecho, algunos oficiales yemeníes han confesado que dichas aseveraciones son infundadas (Lackner, 2019, pág. 155) (paréntesis mío). Sin embargo, a partir de la guerra en 2014, los Estados Unidos aceptó la aseveración del gobierno yemení de que la alianza Huti-Saleh recibía fuerte apoyo de Irán en dinero, armas y entrenamiento. Cualquiera que conozca la historia reciente de Yemen y de la personalidad del difundo expresidente Salih, sabe de su pragmatismo y diversidad de alianzas con “el mejor postor”, y es poco probable después de las relaciones exploradas, que haya sido un proxy de Irán, pues fue por muchos momentos una pieza clave para Arabia Saudí, incluso días antes de su muerte. 86 El homicidio extrajudicial del general iraní Qassem Suleimani a manos de un operativo militar estadounidense en Iraq el 3 de enero de 2020 aumentó dicha tensión. En Yemen, la coalición del gobierno liderado por los Huti condenó fuertemente este acto, al igual que otros en la región. 87 Para un estudio con mayor detalle véase Medina Gutiérrez (2020). 226 c) Relaciones entre Irán y Yemen: históricamente, Teherán no se opuso al gobierno yemení de Salih ni a los primeros años de Hadi. Sin embargo, recientemente confirmó su legitimidad al Gobierno Nacional de Salvación (que como vimos, incluye además de Ansar Allah a una multiplicidad de sectores). 88 A pesar de la importancia estratégica de este país, por mucho tiempo las relaciones entre Yemen e Irán no eran consideradas de gran relevancia. Aunque la llegada de la revolución iraní de 1979 generó una nueva reconfiguración regional del poder, en los años posteriores a la unificación de Yemen en los 1990, los dos países tuvieron relativamente buenas relaciones, destacándose las reuniones y acuerdos bilaterales en 2003 bajo la administración de Mohammad Jatami (Lackner, 2019, pág. 81). De hecho, dicha relación no se vio afectada por la nueva coyuntura entre Irán y los países árabes del Golfo, pues incluso el intercambio comercial y diplomático se mantuvo con naciones como Emiratos Árabes Unidos y Qatar. El debate del proyecto de Irán de “exportar su revolución” se vio, como analizamos, con las Guerras de Sada en la década de los 2000, y tiene altos tintes de propagada más que de un análisis profundo. A nivel informal es muy probable que muchos yemeníes fueran a estudiar a Irán igual que muchas otras comunidades en el mundo y que, en la esfera religiosa, con las limitaciones señaladas, haya habido una interesante interacción. d) La relación entre Irán y los Huti es más de cooperación que de subordinación: Generalmente una intervención “proxy” inicia por medio de la manifestación del interés del sujeto principal y no del proxy que actúa bajo influencia suya, donde usualmente media una relación de poder. Así lo establece Bar Siman-Tov (1984, pág. 272) cuando plantea, en una de sus conclusiones en su estudio, que necesariamente debe de haber una solicitud del sujeto principal, pues sin ella el proxy no hubiera ido a la guerra a pesar de tener intereses en esa dirección. En nuestro caso, si bien hay una relación de asimetría entre los Huti e Irán, es claro que estos actúan a nombre propio para convertirse en un actor de más preponderancia en la realidad yemení como lo es ahora, y no por una orden de Irán. No hay nada que indique que 88 El 27 de octubre de 2020, Hassan Irlu presentó sus cartas credenciales ante Mahdi al-Mashat como nuevo embajador iraní en Saná. 227 Ansar Allah o el gobierno bajo su influencia, siga al pie de la letra las órdenes y funciones iraníes (al margen de la diferencia religiosa expresada en el primer apartado). Recordemos que cuando los Huti deciden capturar la capital, algunos medios (Watkins, Grim & Ahmed (2015); Arhab (2019)) reseñaron la negativa de Irán a dicha acción. Los Huti no dudaron en realizar cada una de sus decisiones políticas y es claro que no están subordinados, es decir, no hay constreñimiento ni presión por parte de Irán, por ende, hablar de proxy en este caso resulta inexacto. Los Huti no son ni el “cliente” (ni Irán su “patrón”), ni la “herramienta”, ni el “títere”, ni su “satélite”, conceptos que también se usan para determinar la condición de proxy. Teherán no ha enviado voluntarios, al menos no hay reportes de ello hasta el momento de escribirse el presente texto, ni apoyado a grupos en el exilio, si no como enfatiza este texto, los Huti son un grupo de yemeníes “genuinos” con profundas raíces en la historia del país. Ante esto, Dunér (1981, pág. 356) propone hablar de la “compatibilidad de intereses”, que tanto el sujeto principal y el denominado proxy pueden tener en determinada acción.89 Por supuesto que hay una confluencia de intereses respecto a la rivalidad contra Estados Unidos y Arabia Saudí, aunque producto de diferentes contextos históricos y políticos.90 Como bien apunta Bar Siman-Tov (1984, p. 265-266), “no toda relación de alianza es suficiente para considerar el nexo como proxy” y, de hecho, los intereses de Irán no son los mismos que los de los Huti y sus fuerzas políticas aliadas. De allí a que como alternativa y con mayor precisión, sea más prudente hablar de una relación de alianza y de cooperación en lugar de proxy, pues supone una situación especial. e) Diversas fuentes de armamento: La ayuda material es otro de los elementos en la lógica de la guerra proxy. En efecto, es altamente probable que Irán haya vendido o donado armas a los Huti. Sin embargo, y teniendo en cuenta que siempre estos temas son en secreto y ocultos a la opinión pública, y de allí la dificultad en verificar su veracidad, la mayoría de la 89 Para el autor, además hay otras posibilidades como el de un socio o partner, quien recibe una ayuda del actor internacional y donde no hay presión ni coerción, o de un autor autónomo, quien no recibe ayuda ni es dependiente de ella en el caso que se dé (Dunér, 1981, pág. 358). 90 Es cierto que el eslogan del movimiento Huti está inspirado en el de la revolución de Irán de 1979, sin embargo, no es necesariamente evidencia de un control y mando iraní sobre este grupo. Para una discusión de este elemento, véase Medina Gutiérrez (2020, pág. 98). 228 prensa y algunos Think Thank no han mostrado evidencia sólida de dicha aseveración. El problema con estos señalamientos es que resultan un tanto excedidos, al, por ejemplo, aseverar que Hezbolá desde el Líbano envió armas a los Huti en Yemen. De nuevo el discurso del supuesto “eje chií” entra en funcionamiento para apoyar estas tesis. Como bien apunta Dunér (1981, pág. 358): La razón por la cual muchos analistas y observadores se han ocupado sobre la situación de proxy es por la conexión con el hecho de que el interviniente ha recibido apoyo de otro poder (particularmente un poder mayor) y esto ha sido tomado con bastante frecuencia como (¿el?) signo de subordinación volitiva. Si es así se trata de un análisis con muy poca profundidad. De hecho, si se estudia la región con algo de detenimiento, se notará que son muchos los grupos o incluso Estados, que han recibido apoyo material de distinta índole y no están alineados ni ideológica, ni religiosa, ni económicamente con el que ofrece esta ayuda. 91 ¿De dónde sacan las armas? Los Huti no son dependientes del apoyo material de Irán ni tampoco resulta creíble que sin este apoyo ya hubiesen sido derrotados. En efecto, han librado la presente guerra durante 5 años, y si nos devolvemos a las Guerras de Sada (2004-2010) enfrentaron al gobierno de Salih con poca experiencia y tecnología militar (de hecho, Arabia Saudí intervino bombardeando a los Huti en la tercera fase de aquella guerra). Resulta más plausible centrar la atención, más allá de la facilidad hoy de adquirir drones en internet, de las ventas oficiales de armas y el mercado negro alrededor del mundo; del mercado de suq al-Talh en Yemen; la conexión del tráfico de armamento desde África (sobre todo posGaddafi), pero, principalmente, del apoyo que presta a la causa de este nuevo gobierno un sector importante del antiguo ejército oficial de Yemen, financiado durante años por Estados Unidos y fracturado desde el 2011. El apoyo de las tribus tampoco resulta menor en este rubro. f) Los réditos de los discursos de esta índole en la opinión pública: Ya Dunér (1981, pág. 360) planteaba la posibilidad de que aquellas intervenciones proxys jamás hayan sucedido, lo que nos lleva al terreno de explorar la utilidad de difundir este tipo de discursos o tesis en la 91 Para una buena discusión de este tema véase el análisis de Khalidi (2009). 229 opinión pública. Se trata de una táctica que ha utilizado el gobierno yemení de Hadi y las fuerzas de coalición, lideradas por Arabia Saudí, al establecer nuevamente la narrativa de los Huti como proxy de Irán, y de inflar su participación en la guerra. Lo anterior no significa que no haya ninguna participación de Irán, sino más bien, ha sido engrandecida y utilizada de manera conveniente. Al respecto, es interesante la reflexión de Lackner (2019, pág. 81) (paréntesis míos): En su guerra contra los Huti (2004-2010), Salih intentó persuadir a los Estados Unidos y a Arabia Saudí para incrementar la ayuda militar de las tropas élite y para apoyar económicamente su régimen al acusar a Irán de asistir al movimiento Huti y de proveerle armas y dinero. Inicialmente los Estados Unidos y otros eran extremadamente escépticos respecto a estas acusaciones, como lo demuestran los cables de WikiLeaks y otros pronunciamientos. La situación cambiaria totalmente en 2015 cuando fue favorable para el propósito de Arabia Saudí utilizar la intervención iraní como una justificación para su propia intervención en Yemen. Dicha estrategia, propone un nuevo debate y es la de analizar si más bien hay situación de proxy entre los actores del “bando contrario”. 3.1. Arabia Saudí, Emiratos Árabes y sus proxys en Yemen Lo que resulta interesante del anterior análisis, es que muchos de los puntos característicos de una guerra proxy, como, por ejemplo, la relación especial de patrón-cliente (Bar Siman-Tov, 1984, pág. 269) encajan perfectamente en lo que está haciendo abiertamente Arabia Saudí y, sobre todo, el caso de los Emiratos Árabes en el sur de Yemen, algo que casualmente los medios de comunicación y algunos académicos no hacen énfasis en ello. Al contrario de lo que sucede con Irán, es ampliamente conocida la pública, notoria e histórica influencia de Arabia Saudí en los asuntos internos de la vida y política yemení. Como bien apuntaba Bar Siman-Tov (1984, págs. 263-264) la intervención de poderes externos tiene por 230 objeto no solo evitar que el Estado local sea derrotado, sino también lograr otros objetivos que no están directamente relacionados al mismo. De hecho, tampoco están directamente relacionados al actor local receptor de dicha ayuda y mucho menos de los intereses de la población de dicho país. El caso del presidente “interino” Hadi refleja esta situación. Recordemos que fue elegido no por voluntad popular sino por intervención del CCG (es decir Arabia Saudí y Emiratos Árabes) en 2011, marginando las fuerzas revolucionarias que deseaban un cambio en Yemen. Sin legitimidad y con un creciente rechazo popular entre la población yemení, Hadi en efecto actúa como un proxy de la coalición y principalmente de Arabia Saudí, pues hay una clara subordinación y dependencia. Todos saben que se trata de una figura rápidamente “descartable”, de tal manera que, si llegase otro individuo puesto en el poder de la misma forma, no alterará la ecuación. Además, tanto Arabia Saudí como Emiratos Árabes vieron en la desestabilización de Yemen en 2014 una oportunidad para profundizar más su influencia y control sobre este territorio mediante la intervención militar y despliegue de tropas en territorio yemení, como sucede en zonas importantes del sur y en la isla de Socotra, ocupada por Emiratos Árabes. Ante esto, podríamos optar por la reflexión de Bar Siman-Tov (1984, pág. 264) de preguntarse: ¿por qué no podemos contemplar una guerra en la que una parte lucha como un proxy y la otra pelea por su propio derecho? Sin embargo, la multiplicidad de actores y geopolíticas en la guerra en Yemen, como por ejemplo la participación de AQPA, de las tribus y de otros sectores, y, sobre todo, el hecho de que Arabia Saudí y Emiratos Árabes persiguen su propia agenda y beneficios dificulta acoger la anterior acepción. Resta, finalmente, una importante reflexión: ¿acaso la consideración de la naturaleza de la guerra por un actor externo como guerra proxy hace posible definirla de esta manera? Es decir, que, en nuestro caso de estudio, ¿la interpretación del conflicto yemení de Arabia Saudí y su círculo en la región, como también de Estados Unidos y otros países del hemisferio occidental, significa que en realidad se trata de una guerra proxy? No hay duda de que “la percepción de una parte no es suficiente para definir una guerra de esta manera ni el hecho de que un poder externo se pueda ver favorecido” (Bar Siman-Tov, 1984, págs. 264-265). La propuesta entonces 231 es profundizar y continuar reflexionando sobre las causas y el desarrollo de la guerra en Yemen desde 2014. Conclusiones La guerra en Yemen sin duda representa un desafío importante no solo desde la academia sino desde la humanidad misma, debido a la aguda tragedia humanitaria y la poca atención que se le brinda en distintos medios de comunicación y círculos de estudio. El texto arrojó tres conclusiones importantes como variantes a la especulación y los análisis reduccionistas, lamentablemente abundantes en la actualidad, pero que dejan el debate abierto para nuevas aproximaciones. En primer lugar, el anterior estudio permitió aportar al debate acerca del discurso de “la eterna guerra entre sunníes y chiíes”. En un contexto regional, resulta insuficiente para explicar y entender a cabalidad distintos conflictos en esta zona del mundo, pues como puntualizamos, plantea una serie de alianzas sobre la base de una identidad religiosa, cuando en realidad en el terreno hay fractura, diversidad de intereses y, sobre todo, cuestiones geopolíticas. Su punto más débil es que hace hincapié sobre la dimensión religiosa de los actores en contienda, cuando las más de las veces dicho elemento no es el punto central y nodal de las causas del conflicto. A pesar de ello, lo anterior debe ser analizado al margen del reciente incremento de discursos sectarios y de odio entre comunidades que por mucho tiempo convivieron pacíficamente, pero que, por condiciones mismas de las guerras, han exacerbado la expansión del sectarismo. En segundo lugar, poner en debate el concepto de guerra proxy ha permitido establecer que es precisamente el discurso de una guerra subsidiaria, que supone un escenario de confrontación más amplio a nivel regional, el que no permite comprender a cabalidad la guerra en Yemen. Como planteamos, se trata de un instrumento o punto de observación en las Relaciones Internacionales que pocas veces garantiza un análisis efectivo y acertado, además de que 232 impide entender y por ende procurar por una solución a la guerra en Yemen. La dinámica de actores, agendas y geopolíticas locales resulta trascendental en el entendimiento de este conflicto. Precisamente, en tercer lugar, la multiplicidad de actores y facetas de la guerra demostró que la guerra en Yemen está lejos de ser encasillada en una “guerra entre sunníes y chiíes” o de un mero enfrentamiento entre fuerzas proxys de Teherán y Riad. La realidad es mucho más compleja. Por ello, tener en consideración la historia contemporánea de Yemen, actores de gran relevancia reciente como el movimiento Huti, quien como vimos, más que ser un “simple proxy de Irán”, posee una relación de alianza y cooperación, o del sector secesionista del sur (al-Hirak y otros), que data su reivindicación desde la desafortunada unión de los años 1990, demuestra lo importante que son las agendas locales en este conflicto, que si bien, se internacionalizó en 2015, mucho de su solución reside en cuestiones internas por resolver. Finalmente, es importante recalcar que, aunque hay una reciente actitud de Arabia Saudí y de Emiratos Árabes Unidos de querer acabar la guerra en Yemen, ello no representa un éxito de sus operaciones ni tampoco el fin de sus intereses en el país ni mucho menos de su influencia en las distintas fuerzas políticas. Más allá de terminar las operaciones militares, resta el trabajo sobre las distintas agendas al interior del país para encontrar una solución política a este absurdo conflicto que cumple su quinto año. Para ello la postura de Estados Unidos es clave y no se espera que cambie durante la administración Trump. Referencias Bibliográficas Abbink, J. (2003). “Ethiopia-Eritrea: proxy wars and prospects of peace in the horn of Africa”, Journal of Contemporary African Studies, 21:3, pp. 407-426. DOI: 10.1080/0258900032000142446. 233 Al-Jazeera (19 de abril de 2019). More tan 70,000 killed in Yemens civil war: ACLED. Recuperado de https://www.aljazeera.com/news/2019/04/yemen-war-death-toll-reach es-70000-report190419120508897.html. Al-Masirah (25 de septiembre de 2019). Thousands Commemorate the Martyrdom of Imam Zayd bin Ali in Sa´adah. Recuperado de https://english.almasirah.net/details.p hp?es_id=8965. Arhab, Y. 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Multiplicidad de actores y distintas geopolíticas en Yemen El movimiento Huti (Ansar Allah): Ejercen control en una buena parte de Yemen mediante el Gobierno Nacional de Salvación, establecido por el Consejo Político Supremo y liderado por el presidente Mahdi al-Mashat al tiempo de escribirse esta ponencia. El expresidente Salih y su red. Salih fue asesinado en diciembre de 2017 aparentemente a mano de sus antiguos aliados: los Huti. Ello provocó que su entorno rompiera dicha alianza y que de nuevo se presente una fuerte enemistad y choques entre ambos. Hoy todavía su red es importante en la comprensión de la política yemení. El secesionismo del sur Tiene origen en la infructuosa unificación de los años 1990 de la República Árabe de Yemen y la República Democrática Popular del Yemen. El sur ha mantenido una tradición separatista, que involucra a diferentes sectores políticos, y que en los años recientes ha sido protagonista el movimiento al-Hirak, establecido en 2007. Emiratos Árabes Unidos tiene un interés especial en la zona sur de Yemen. El gobierno “legítimo” y el Como explicamos, fue nombrado en 2012 como presidente “interino”, presidente Hadi situación que se mantiene en la actualidad. Ha mostrado inexperiencia y no estar apto para el cargo. Es una figura supremamente impopular y es muy probable que pronto sea descartado. El Islah Se fundó en la década de los 1990. Es un partido político de tendencia (Congregación Yemení para la islámica, que combina a diferentes posturas a su interior. Su cercanía con Reforma) Arabia Saudí durante décadas es clave para entender su papel en la guerra. Las fuerzas armadas yemeníes La fractura producto de las crisis de 2011 y 2014 provocó que hoy este 238 componente se divida entre los diferentes actores de la guerra en Yemen. Un sector importante apoya a los Huti. Al-Qaida en la Península Arábiga Si bien AQPA se fundó en 2009, desde mucho antes la presencia de al- (AQPA) Qaida ha sido importante en Yemen. Han sabido sobrevivir a las diferentes coyunturas y hoy aprovechan la crisis política para expandir su influencia. El Estado Islámico Contrariamente a AQPA, su aparición es reciente y no cuenta con gran apoyo popular. Ello al margen de que pueda incrementar su poder e influencia en el país si no se atiende con seriedad esta amenaza. Tribus yemeníes A menudo también se suele decir que la guerra en Yemen es tribal. Si bien una gran parte de la población tiene origen tribal, y de hecho las tribus han jugado un papel importante en la política yemení durante años como sucede, por ejemplo, con las alianzas y garantías de protección, no todo lo que pasa en el país se explica a partir de ellas. Demás sectores sociales yemeníes Las mujeres, por ejemplo, han sido protagonistas en la difusión de la guerra, en la labor humanitaria y en la crianza de una nueva generación que muchas de ellas han vivido todos los días bajo fuego. Véase (Medina Gutiérrez, 2019a). Tuvieron participación en el diálogo nacional, pero es notoria su ausencia en las mesas de negación de paz. La coalición (liderada por Arabia Si bien Arabia Saudí ha tenido un intenso intercambio histórico con Saudí y Emiratos Árabes Unidos) Yemen desde su establecimiento en 1932, Emiratos Árabes ha demostrado gran influencia en las fuerzas del sur del país. La coalición sin embargo no se construyó bajo intereses comunes y después de cuatro años, su futuro no parece ser positivo con la salida de 239 Qatar y las recientes diferencias estratégicas entre Riad y Abu Dabi. Tal como lo expone Lackner (2019, pág. 56): Otro tema en el cual Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí no están de acuerdo es Irán: mientras que Arabia Saudí lo demoniza e infla la participación iraní en Yemen para justificar su aproximación de guerra proxy, los Emiratos Árabes, particularmente Dubái, posee una estrategia más sofisticada y sostiene relaciones razonables con Irán, rechazando acusarlo de todos los males. La República Islámica de Irán Ya hemos hablado algo anteriormente, sin embargo, es necesario recordar que la influencia y poder de Irán en la guerra en Yemen ha sido excesivamente sobredimensionada. Este punto se debate en otros apartados del texto. Estados Unidos y Rusia Desde 2001, los distintos gobiernos en Estados Unidos han visto a Yemen como un escenario más de “La Guerra contra el Terror”, en su lucha contra AQPA y particularmente con su política de ataques con drones. Jamás le ha importado la promoción de la “democracia” en Yemen, así su discurso público diga lo contrario. Lo mismo aplica a Rusia, quien mantiene profundos vínculos con Arabia Saudí y cuyo papel es notablemente menor al de Estados Unidos. Si las dos potencias quisieran, podrían poner fin a la guerra inmediatamente. Fuente: elaboración propia del autor. 240