jueves, 15 de abril de 2010
PANORAMA LITERARIO
FINISECULAR EN VENEZUELA
Liduvina Carrera
El panorama literario finisecular
Las vivencias literarias de los tres últimos años,
transcurridos desde el año 1997 hasta comienzos del año
2000, esto es: entre dos siglos, todavía están en pleno
proceso de sedimentación, por este motivo, sólo se pueden
añadir aproximaciones al denso tramado literario del país.
Aún no es posible dar un signo caracterizador a este tiempo
convulsionado que oscila entre el período finisecular y el
primer año del nuevo siglo; conformar el horizonte con una
mirada atenta implica posarla en escritores ya consagrados
que han continuado sus búsquedas y aciertos, y en otros
cuyas obras, sin intereses aparentes que los vinculen, van
construyendo sus bases literarias con las publicaciones de
sus obras y la aceptación de la crítica. En efecto, pareciera
que las expectativas literarias del actual momento arrojan
una indefinida generación de autores, de los cuales, algunos
ya han publicado al comienzo de los noventa y han
consolidado su actividad, otros, muy jóvenes aún, pero con
aciertos indiscutibles desde sus comienzos, se dan cita en
este conglomerado literario de la Venezuela del año 2000.
De esta manera, las líneas dedicadas a la Literatura
Venezolana al comienzo del año 2000, sólo podrán ser
interpretadas por lo que, en efecto, pretenden: un
acercamiento al conglomerado literario de una Venezuela
convulsionada por el entorno político social, no ajeno a las
circunstancias de los autores, y de un país que lucha en la
desazón y miseria, tanto física como espiritual en que quedó
sumido, después del fenómeno natural que el final de siglo
arrojó sobre ella en diciembre del 99. A modo de inventario
o aproximación, en las páginas siguientes, se dará curso a
las producciones escritas durante los tres últimos años, esto
es: desde el 1997 hasta el presente 2000. En algunas
oportunidades, como se ha dicho, se hará referencia a
aquellos autores consagrados por su labor literaria en el
país, cuyas nuevas publicaciones han aparecido
recientemente, y a otros, no tan conocidos, cuya obra
comienza a descollar entre las voces que poco a poco se van
haciendo un espacio propio dentro del ámbito literario
venezolano.
La novelística
Bien ha dicho Armando Navarro que los narradores
venezolanos permanecen insertos entre los límites de una
continuidad cuyo inicio se ubica en la tendencia del
experimentalismo; en efecto, no se trata de una literatura
que fluye de la nada, por el contrario, la base experimental
sigue presente en los narradores finiseculares, aunque no se
encuentren tan centrados en la manipulación formal y
exploratoria sino en el abordaje de temas y motivos que
todavía se solapan en las producciones narrativas actuales.
En este orden de ideas, Carlos Sandoval ha planteado
cierta tipología en los narradores de la década de los
noventa que tienden a consolidarse y a abrirse espacio en la
época finisecular. Entre las características definidoras se
puede tomar en cuenta la perspectiva temática como
evidente necesidad de contar asuntos relativos a la vida
literaria venezolana. A tal efecto, se presentan las obras de
Luis Felipe Castillo, El placer de la falsificación, 1998;
Ricardo Azuaje, La expulsión del paraíso,1998 e Israel
Centeno, Exilio en Bowery, 1998. Otro tópico frecuente de
la narrativa finisecular contempla al escritor-héroe, como
evidencian los textos de Juan Carlos Mendez Guédez,
Retrato de Abel con isla volcánica al fondo, 1997 y de Juan
Carlos Chirinos, Leerse los gatos,1997, entre otros. En
tercer lugar, y debido a la necesidad de transmitir las
reflexiones serias o paródicas acerca del acontecer político
nacional, el discurso se ha tornado expositivo, quizá más
próximo al género ensayístico; es el caso de las obras
narrativas que abordan diferentes discursos dentro de su
matriz textual.
A finales de los noventa y lo que va del año dos mil, han
coincidido tendencias estéticas distintas y el lector se
encuentra ante una productividad híbrida. Es difícil, por lo
tanto, establecer itinerarios definitivos en cuanto al destino
de la narrativa escrita durante este período. Aunque existe
una producción como para llenar el un corpus narrativo del
momento, pareciera que no se ha dado una obra capaz de
impactar a los lectores y, muy posiblemente, este hecho se
haya forjado debido al escenario nacional tan convulsionado
y difícil, imposible de separarse del mundo ficcional que lo
recrea junto al deterioro social y la ambigüedad ante el
futuro. Un somero acercamiento a los novelistas que han
publicado en los tres últimos años, proyecta los siguientes
nombres: Denzil Romero con su obra Para seguir el
vagavagar, publicada en 1998, continúa las indagaciones en
la vida y los viajes de Miranda. Otra autora que ha
continuado escribiendo a finales de la década es Victoria de
Stefano con su obra Historia de la marcha a pie de 1997,
relato cuya voz textual asume el discurso mientras
construye un mosaico lleno de sentidos y preguntas; la
novela está escrita en un lenguaje rico con un alto nivel
estético. Ricardo Gil Otaiza publicó Una línea indecisa en
1999 y cuenta por la voz ficcional de Eladia Carolina Pérez
Bonalde la vida de su hermano, el poeta Juan Antonio Pérez
Bonalde; de manera que se narran ficcionalmente los
aspectos más significativos de la historia del poeta y
traductor venezolano.
Ana Teresa Torres ha dado a la luz su obra Los últimos
espectadores del acorazado Potemkin en 1999; como se
puede observar, la autora de Doña Inés contra el olvido
vuelve a tocar uno de los tópicos de su novelística: la
memoria, el recuerdo y la imaginación; además la narración
se enmarca en el género del suspenso y tiene como
trasfondo los laberintos de la memoria y la historia reciente
de la violencia política en Venezuela. Por su parte, José
Pulido publicó Los mágicos en 1999, allí recrea la
mentalidad de un pueblo latinoamericano desde los años
cuarenta o cincuenta hasta la actualidad; es la historia de un
personaje que se corrompe al mismo ritmo que se deterioran
los valores de un país. La última novela de Edilio Peña, El
huésped indeseable, es de 1998 y narra las aventuras y
desventuras de un viejo comisario expulsado del Cuerpo
Técnico de la Policía Judicial por averiguar más de la
cuenta. En el texto, se hacen presentes ciertas obsesiones a
las que el autor guarda una larga fidelidad: violencia,
alcoholismo, sexualidad y finales inesperados. En opinión
de Víctor Bravo, la extensa experiencia del autor en el
teatro le ha proporcionado la certidumbre de la
representación como puesta en evidencia de la verdad y el
sentido, a partir de la representación repetida
incesantemente se organiza el tramado complejo del relato.
La obra Desahuciados, 1999 de Alberto Jiménez Ure, narra
la historia de una pequeña revolución en el extraño mundo
de “Humandetritus”, un lugar desolador donde la ley es
impuesta por almas fuertes y donde impera la división de
clases; se presenta la visión de un futuro consumido por el
totalitarismo y la falsa moral.
Novelista reconocido, Armando Luigi Castañeda publica
La crisis de la modernidad. Auto sacramental en 1997; en
esta novela, llama la atención el aparente título a modo de
ensayo; sin embargo, el subtítulo de Autosacramental la
califica dentro del género dramático. El autor defiende su
tesis sobre esta obra y la forma de su presentación; para
ello, se basa en los textos clásicos que precisan las
características de la novelística y, en este sentido, la mezcla
de los géneros es la que sirve de base para la propuesta
ficcional. Los textos están organizados a manera de “cajas
chinas” o “matriuskas rusas”, esto es: el relato dentro del
relato; asimismo debe ser considerada la presencia del
humor que lleva al lector hasta el final y precipita la muerte
ficticia del autor. En una aproximación a la novelística de
finales de siglo, resalta el nombre de Luis Barrera Linares
con Sobre héroes y tombos de 1999. En todo caso, el
despliegue de este abanico de producciones, sólo propone
tímidas cercanías, porque aún se está consolidando la época
y aún no es tiempo para apreciaciones definitivas. En la
actualidad, formamos parte de la historia literaria del país y,
aunque agentes, todavía padecemos el fortalecimiento de
este espacio ficcional.
La narrativa breve o cuento
La narrativa breve también ha conformado un universo
literario
mixto
donde
han
coexistido
retazos
experimentalistas y retrocesos hacia la exploración de la
cotidianidad: hechos y anécdotas aprehendidas del
acontecer diario se presentan en los autores que van
conformando el lienzo de la cuentísticas finisecular. En una
propuesta de Luis Barrera Linares, se ha intentado clasificar
a los cuentistas de los noventa en los siguientes términos:
una primera tipología da cuenta de los cultores del
textualismo; para este tipo de escritores, el foco narrativo
principal estriba en la exploración de los espacios internos
del texto, de tal manera que su manifestación exterior más
evidente apunta hacia el experimentalismo gráfico. Un
segundo grupo, denominado los surrealeros, posee un
interés casi obsesivo por destacar situaciones escatológicas
y absurdas, su premisa común es la injerencia en situaciones
fantásticas. El tercer rótulo, palabreros, se asigna a los
propulsores irreverentes de alucinaciones lingüísticas. Estos
autores se caracterizan por compartir cierto gusto por la
narración impregnada de juegos lingüísticos, y su
inclinación va por el experimentalismo léxico - fonológico y
sintáctico. Finalmente, el grupo denominado los
anecdoteros posee como rasgo más importante la
vehemencia para contar historias, sin recurrir a mayores
elucubraciones lingüísticas.
Entre las recientes publicaciones, se recuerdan las de
Francisco Massiani Con agua en la piel publicada en 1998;
Héctor Mujica; Cuentos de 1998; Ednodio Quintero con dos
títulos: Sur de 1998 y El combate de 1999. Por otra parte
coinciden en la cuentística: Igor Delgado Señor, Si me han
de matar mañana, 1999; Blanca Strepponi, El médico chino,
1999 y Alberto Jiménez Ure con su Colección de cuentos.
Igualmente, en esta sinopsis deben ser advertidas las obras
de Antonio López Ortega, Lunar, 1998; Pedro Rangel Mora,
Autobiografías; Oscar Marcano, Lo que Francois Vilón no
dijo cuando bebía, 1999 y José Luis Palacios con Decagolo,
1999.
En medio de los dos siglos, el que finalizó en 1999 y el
que hemos comenzado a vivir desde el tan discutido 2000,
algunos autores disfrutan de un espacio definitivo en la
literatura venezolana, y otros, tildados de novísimos
cultores de la narrativa breve, todavía poseen obras escasas
y, quizá, no suficientemente definidas. Entre ellos,
únicamente se puede hacer una especie de inventario de
nombres para el acercamiento al panorama del cuento
venezolano contemporáneo: Rafael José Alfonzo, Miguel
Gomes, Israel Centeno, Harry Almela, Nelson González,
Fátima Celis, Ricardo Laurenz, Juan Carlos Méndez
Guédez, Orlando González Moreno, Luis Alvarez, Carlos
Sandoval, José Adames y Sergio Jablón, entre otros. En
todo caso, estos nombres sólo son el resultado de una
somera recopilación, ya que en la presente centuria la
narrativa corta parece buscar nuevos rumbos.
El Ensayo Literario
Según ha opinado Luis Barrera Linares, en el ensayo
literario se organizan textos cuyas afirmaciones no
necesariamente deben ser demostradas por sus autores,
hecho que sí es imperativo en la crítica literaria; para el
mencionado autor, el ensayo se acerca a la “prosa de
creación”, porque abstrae y sugiere, sin necesidad de ceñirse
a determinadas metodologías de análisis. Entre la gama de
autores dedicados a este género de escritura, se podría
nombrar, entre otros al conocido Oscar Sambrano Urdaneta
y su obra Del ser y del quehacer de Julio Garmendia, de
1999. Por su lado, Juan Carlos Santalella ha escrito El
huerto secreto en 1999, donde cultiva diversos temas
relacionados con el tempo actual, la lengua, la literatura y la
crítica; el denominador común de los textos de Santaella ha
sido la convicción de que el escritor es un héroe derrotado
en permanente situación de conflicto con la sociedad.
Aportes importantes para la construcción del pensamiento
en la actualidad, provienen de Luis Pérez Oramas quien se
ha dedicado a la crítica plástica; Héctor Seijas con
Cuaderno de Pensión; Luis Castro Leiva, Sed buenos
ciudadanos e Insinuaciones deshonestas, 1998. En este
texto, se analizan cuatro eventos caraqueños, aparentemente
disímiles entre sí, pero que sirven de excusa al autor para
plantearse la interrogante de cómo ha sido pensada la
libertad en Venezuela. En el recuento ensayístico, siguen los
siguientes nombres: José Balza con Espejo espeso 1998;
José Manuel Briceño Guerrero, El laberinto, los tres
minotauros; Alejandro Olivero, Diario literario en dos
tomos, 2000; y Rafael Arráiz Lucca Tráfico, Guaire y otros
ensayos. Cristian Álvarez, por su parte, publica su obra de
1999, Salir de la realidad: un legado quijotesco.
Ensayo histórico, socio – político y filosófico
La denominada corrupción administrativa se ha
constituido en un factor que poco a poco ha hundido a
Venezuela en una suerte de abismo que no se ha cerrado en
el presente siglo, sino que por lo contrario ha continuado
agitando el clima socio- político del momento y se ha
volcado hacia el discurso textual en diferentes derroteros.
En lo que respecta al pensamiento histórico, socio- político
y filosófico, encontramos textos representativos que se
corresponden con estudios de corte académico. Marta de la
Vega ha publicado en 1998, Evolucionismo vs positivismo,
obra en la que dedica un espacio a la escuela de Comte y a
las proposiciones del evolucionismo. Según Elías Pino
Iturrieta, el texto llama la atención sobre las reales
posibilidades que tuvo el positivismo de convertirse en
resorte de la acción de gobierno y en promotor de ideas de
América Latina. El escritor Oscar Battaglini publicó su obra
titulada El medinismo en 1998, donde se narra uno de los
episodios más controversiales de la historia de Venezuela,
el súbito ataque de “locura” sufrido por Diógenes Escalante,
candidato presidencial “de consenso” para las elecciones
presidenciales de 1946. A su vez, Manuel Caballero tiene
dos obras significativas: De la pequeña Venecia a la gran
Venezuela, 1997 y La crisis de la Venezuela
contemporánea, 1998. Este último texto desmitifica el lugar
común en que se ha convertido la palabra crisis para los
venezolanos, por medio del estudio de siete episodios
críticos generadores de cambios y golpes de timón en
nuestra historia contemporánea. Al ser un discurso
concebido por la historia contemporánea, configura el
escenario político nacional como relato, interpretación y
valoración. Al respecto, ha comentado Joaquín Marta Sosa
que la crisis presente en el texto ha sido tratada como
histórica, puesto que revuelve el tejido y la estructura; en
suma, aborda las relaciones del sistema político unido al
componente que consiste en la crisis de las creencias. El ya
mencionado Elías Pino Iturrieta publicó en 1998 su obra
Venezuela metida en cintura: 1900-1945, texto que se ocupa
del cruento proceso del gomecismo. Resulta un atractivo
compendio sobre los inicios del país contemporáneo con
infinitas posibilidades de reflexión ante las urgencias que
agobian el devenir histórico en la actualidad.
Diferentes ensayistas se han dado cita en el espacio
finisecular, dignos de recordar por sus obras están, entre
otros, Isaac J. Pardo, A la caída de las hojas, 1998, que
reúne testimonios de particular importancia para
comprender algunos episodios de la historia política y
cultural de la Venezuela contemporánea; Eleazar Díaz
Rangel en El 14 de febrero y otros reportajes, 1998, da
cuenta, entre otros temas históricos, del inicio de las
presiones populares a favor de la democracia que tuvo lugar
a partir del 14 de febrero de 1936. Su nueva obra Días de
enero de 1999 consiste en un reportaje que reconstruye los
hechos de los últimos días de la lucha contra la dictadura de
Marcos Pérez Jiménez; en tal sentido, el héroe es el pueblo
venezolano y la libertad se convierte en el fruto de su
victoria. Antonio Pasquali, por su parte, asume la crítica a la
(in) comunicación en Bienvenido Global Village de 1998, y
propone la fundamentación de la moral del comunicador
junto al diagnóstico de la pobreza comunicacional del
mundo. Como bien ha referido Elizabeth Saffar, las
comunicaciones son los medios de la sociabilidad humana,
la formación y la transmisión de los valores que pasan hoy
por la existencia de las comunicaciones, de manera que la
concentración de los medios en pocas manos, la
concentración de la producción en una sola fuente
mercantil, reductora y banalizante, retrata una democracia
confiscada por los mercaderes. Por último, mencionaremos
en esta lista a Freddy Muñoz Vargas con Venezuela, la
economía por construir, 1998, donde se aprecia una
búsqueda de soluciones a la problemática de país y al paso
hacia delante en la construcción de su economía.
El ensayo filosófico ha dado también frutos novedosos en
estos tres años. En general podríamos abarcar la obra de
Javier Sasso, La filosofía latinoamericana y las
construcciones de su historia, 1998, donde se parte de una
revisión del quehacer filosófico a lo largo de la historia del
subcontinente y de un examen de sus posturas; el autor ha
intentado responder a la pregunta de si en realidad es
posible hablar de filosofía latinoamericana. Por su lado,
Massimo Desiato ha ofrecido su pensamiento en Nietzsche,
crítico de la postmodernidad de 1998; libro que propone una
novedosa lectura de los textos fundamentales del filósofo y
ofrece elementos que permiten construir una moral
postmoderna por medio de la cual el hombre de hoy pueda
enfrentarse con su mundo. También resulta sugestiva la
obra de Ernesto Mayz Vallenilla, Invitación al pensar del
siglo XXI publicada en 1999.
La crítica literaria y académica
A decir de Barrera Linares, en el plano de la
investigación documental e historiográfica, la critica
literaria ha sido uno de los parientes más desasistidos de la
Literatura venezolana, porque ha compartido con el teatro y
con otros supuestos “géneros bajos” las penurias propia de
la marginalidad. Aunque en el país ha habido dignos
representantes desde Jesús Semprúm y Julio Planchart, la
mayoría de las veces se le abriga con el ropaje del ensayo;
sin embargo la crítica no es literatura de creación sino “un
discurso sobre Literatura de creación” que incluye la
descripción rigurosa y debidamente documentada, el
análisis, la interpretación y la evaluación de los textos de
creación literaria. De esta manera, la función primordial del
crítico no es solamente la de promover la Literatura y la
lectura de algunos autores específicos, sino la de propiciar,
además, formas de lectura que de algún modo
desenmascaren mitos, revelen misterios, aportes y aciertos
de la creación literaria.
El aludido autor advierte una consolidación tanto en la
crítica didáctico- historiográfica como en la crítica
académica universitaria. La primera se inscribe dentro del
conocimiento destinado a la enseñanza y la segunda
corresponde a críticos importantes en la medida que han
dedicado sus investigaciones a la Literatura venezolana. La
crítica literaria finisecular abarca una variedad de autores,
entre los que se podrían mencionar: Rafael Castillo Zapata
con su obra de 1997, El semiólogo salvaje, donde, según
Patricia Kaiser analiza a Barthes y no sólo hace vibrar los
textos del semiólogo salvaje para lograr su comprensión,
sino que permite conocer y descifrar sus propias pulsiones,
estilos, motivaciones y deseos en el escenario textual y en la
búsqueda de conceptos que levanten la posibilidad de la
escritura. De igual forma, se cuenta con la obra de Gisela
Kosak, La catástrofe imaginaria de 1998; la de Miguel
Gomes: Los géneros literarios en Hispanoamérica de 1999;
y la de Vicente Lecuna, La ciudad letrada en el planeta
electrónico, 1999.
Un paseo somero por la crítica académica, la que aborda
los textos con cierta “rigurosidad científica”, ofrece la
investigacione
de
Ítalo
Tedesco
Modernismo,
Americanismo y Literatura infantil. América en Martí y
Darío de 1998. En este sentido, Luis Barrera Linares
publicó Análisis crítico del discurso en el 2000; Carlos
Sandoval, Cuento fantástico en el siglo XXI de 1999 y La
variedad: el caos (observaciones sobre cuatro conjuntos
narrativos de los años noventa) en el 2000. Por su parte,
Liduvina Carrera ha publicado De narradores y poetas y La
narrativa de Gustavo Luis Carrera en cinco panoramas,
ambos en el 2000 y Carmen Bustillo, La aventura
metaficcional, en 1999. En el mismo orden de ideas, los
estudios de lingüística se han visto potenciados por las
letras de Luis Barrera Linares y Lucia Fraca de Barrera con
Psicoingüística y desarrollo del español, 1999; también se
debe hacer mención de La semiótica y el discurso
latinoamericano, de Teresa Espar en 1998; libro que
constituye un ejemplo del rigor y la profundidad para
indagar en los campos circundantes y nutrientes de la
literatura en este tipo de análisis. La primera parte consta de
un panorama teórico e histórico de la escuela semiótica
francesa, y la segunda, propone una certera aplicación al
análisis de algunos textos tradicionales latinoamericanos.
Investigaciones académicas de diferente índole arrojan
los estudios de Maurice Belrose: La época del modernismo
en Venezuela de 1999 y Clave para descifrar la novelística
de José Balza, 2000. En el primer texto, intenta definir el
modernismo en Venezuela y Latinoamérica, por medio de la
indagación de las diversas influencias que actuaron sobre el
desarrollo de este movimiento fundamental en la historia de
la literatura; se puede decir, en general, que esta obra se
basa en la revisión e interpretación de las revistas
venezolanas: El Cojo Ilustrado, Cosmópolis y La Alborada.
En definitiva, en este tópico literario, lo que sí es un hecho,
como afirma María Celina Núñez, es el nuevo espacio que
se ha abierto para la literatura nacional en el ámbito de la
Academia, como lo demuestra la abundancia de tesis e
investigaciones, así como los congresos nacionales e
internacionales.
Poesía
La crisis del país además ha alcanzado a la poesía; sin
embargo, ha habido mayor número de publicaciones, tanto
de autores que ya han divulgado sus textos a principios de la
década, como los que han tenido que organizarse en grupos,
editoriales y talleres para presentar su inspiración poética a
los lectores. Entre ellos, Jorge Nunes con su Antología
poética, de 1997 ofrece sus diversas construcciones con
cierto grado de complejidad y densidad. En este libro, según
su prologuista Miguel Gomes, se descubren de inmediato el
misterio y la gravedad, la pasión y la constancia,
requerimientos ejemplares en cualquier literatura. José Jesús
Villa Pelayo publicó Mariana de Coimbra en 1999, cuyos
textos vierten en formas modernas algunos elementos de la
poesía medieval; y Joaquín Marta Sosa sus Territorios
privados, también en el año de 1999. Este Poemario
alimentado por la amistad y los recuerdos del autor, forman
el terreno fértil para que la experiencia personal sea
trascendida y convertida en poema; en otras palabras,
deviene en tierra inexplorada donde el lector se identifica
con el yo poético del autor.
Por su parte, Eleazar León publica Descampado en 1999,
poemas cuyos espacios transitados están marcados por el
signo de la belleza sombría, instaurada en una tradición que
no elude lo trágico y lo elegíaco. Martha Kornblith en su
obra El perdedor se lo lleva todo de 1997, entrega un libro
de poemas a modo de testimonio emotivo de la ciudad
moderna; en efecto, Las Vegas se ofrece como entorno
propicio para la sensibilidad, el marco que signa una
desesperanza, una fragilidad amparada en el fondo del
detritus que es capaz de visualizar el poeta y la hace
perdurar en la pureza de una estampa, de un anhelo o de un
sentimiento, como bien ha observado Eduardo Tovar
Zamora; el otro poemario de la autora lleva por título Sesión
de endodoncia de 1997. No debemos pasar por alto el
último poemario de la consagrada Elizabeth Schön, La
espada, de 1999, con cuya lectura es posible sentir la
emoción poética desde la perspectiva de la autora con
imágenes de insólita poética que viene a la mente al iniciar
el escrito. Bien ha afirmado Luisana Itriago que la presencia
de esta nueva obra de Elizabeth Schön reivindica con creces
la olvidada función de las manifestaciones artísticas, el
clamor de la época actual es “Despertar el latido del
corazón/ hacerlo tembloroso, vivo”.
Otros poemarios nacidos en los últimos años,
pertenecen a Carmen Rosa Orozco, Entreluz en 1999; María
Soledad Ríos, Oquedades, 1999; Andrés Rosas,
Caleidoscopio interior, 1997 y Alfredo Antonio Herrera
Salas, Cinco árboles, 1999. Entre los jóvenes escritores, ya
conocidos por publicaciones anteriores, se cuenta con
Carmen Yoleida Verde quien en Cuira en 1997; cedía un
lugar al río barloventeño como homenaje al padre ausente y
a la reconciliación después de la muerte. Carmen Yoleida ha
publicado su último poemario Amentia en 1999, Premio de
la Contraloría General de la República, y consiste en un
diálogo entre la enajenada y la penitente o voz que desea
acercarse a la Virgen María; de este hecho, se desprende la
posibilidad de dos hilos conductores: la loca “sin mente:
amentia” y Regina Coeli, la Reina del cielo. Por su parte,
Alexis Romero ha publicado sus poemarios Santuario del
verbo en 1998, obra que en palabras de autor corresponden
a su sospecha mayor contra el lenguaje y contra el amor de
la normalidad; y Los pájaros de la fractura, publicado en
1999; Gonzalo Fragui, su poemario Viaje a Penélope en
1998 y César Uzcátegui Mantilla el suyo, Idioma de la
esquina, en 1998, texto ganador del Segundo Premio de la
Contraloría, el cual combina poemas urbanos,
sentimentales, eróticos y telúricos, entre otros.
De igual forma, otros poemarios han visto luz a finales de
los noventa y primer año del año 2000. Abrigados bajo la
editorial alternativa Vitrales de Alejandría, se han dado a
conocer: Alejandro Suárez Atencio, La canción del difunto
en 1999; Pía Persen, Tánger 1999, donde la voz poética
viaja por el interior de sí misma y recorre al África en la
búsqueda y en reencuentro con la tierra y los ancestros;
Eleonora Requena, Sed, de 1998 y Mandados, 2000,
ganadora de la Bienal Pocaterra; Gina Saraceni ha
publicado en 1998 Entre objetos, respirando; Erika
Reginato, Vía de San José en 1999 y Gabiela Rosas con La
mudanza en 1999. María Antonieta Flores, además de
presentar su obra poética Los trabajos interminables en
1998, enriquece sus espacios literarios con la Revista
Kalathos; como editora de esta obra en línea, da pie a
nuevas propuestas que van más allá de la cibernética y
agrupa una selección de las voces poéticas de los noventa.
En sus páginas virtuales concurre una diversidad de estilos,
tendencias y estéticas que demuestran la multiplicidad y
riqueza de nuestra poesía.
Las expectativas
Al cierre de estas ideas,
exclusivamente se ha pretendido ofrecer una visión de
conjunto del proceso escritural venezolano, y un vistazo
armónico y cónsono con la inquietudes de la conciencia
finisecular. Quizá el escritor entre dos siglos se haya sentido
derrotado y circunscrito al mínimo mundo posible, sin los
sueños ni los grandes relatos aludidos por Lyotard, donde su
búsqueda de lo interior reclame una salida al perenne
cuestionamiento de dónde venimos y hacia dónde vamos.
La literatura de este período de transición temporal ha
seguido las huellas horadadas al principio de la década de
los noventa; de hecho, nihil novum sub solem, nada nuevo
surge sin experiencias previas y el pluralismo estético y
discursivo no hace sino continuar viejas corrientes. Desde
esta perspectiva pasajera, se aprecia la mirada del
desencanto y continúa la segregación en el camino;
pareciera que no se buscan rupturas ni movimientos.
Prematuro el espacio que otorga el tiempo para juzgar la
época, porque todavía no hay lugar para juicios y sólo es
posible visualizar algunos logros, propuestas y voces que
emergen buscando su propia resonancia.
Como perspectiva, esta reflexión ha ofrecido las
aspiraciones del espacio literario venezolano, cuyos autores
siguen proclamando su arte para mantenerse vivos ante la
incertidumbre del cambio de siglo. Con la desconfianza en
el escenario fluctuante entre dos milenios, han incursionado
en discursos heterogéneos y han buscado alternativas para la
elaboración de sus letras. Únicamente permanece un
presente ambiguo, amedrentador, sobre el cual, quizá
cobijados en una nueva esperanza, se continuará cultivando
el pensamiento, la cultura, la poesía, en fin de cuentas, la
palabra envuelta en clamor de voces que intentan organizar
el caos del tiempo límite entre dos épocas.
FUENTES
Barrera Linares, L. (1997). Desacralización y parodia. Aproximación al
cuento venezolano del siglo XX. Caracas: Monte Ávila Editores
Latinoamericana / Equinoccio. Universidad Simón Bolívar.
Barrera Linares, L (2000). Análisis crítico del discurso. Caracas:
Universidad Católica Andrés Bello.
Carrera, G. L. (1998). Discurso de incorporación como individuo de
número de Don Gustavo Luis Carrera. Caracas: Academia Venezolana
de la Lengua correspondiente de la Real Española.
Kalathos. Revista Cultural. (2000. Mayo). N° 1 (En línea).
http://www.Kalathos.com/
Navarro, A. (1999. Abril - junio). Narrativa: deterioro y desesperanza.
En: Babel. Revista Literaria. Año XI. N° 34. pp 5-11.
Núñez, M.C. (1997). Del realismo a la parodia. Marcas par un mapa en
la narrativa venezolana de los 90. Caracas: Memorias de Altagracia.
Sandoval, C. (1999. Noviembre, 24-17). Dispersos gregarios: La
narrativa venezolana de los noventa. (Ponencia). XXV Simposio de
Docentes e Investigadores de la Literatura Venezolana. Universidad
Nacional Abierta.
Publicado por Liduvina Carrera (Luli) en 1:11 p. m.
Etiquetas: La literatura a finales del siglo XX.