Revista Alberri 22
I.S.B.N. 84-404-3185-6
Dipòsit legal: A-851-1988I.S.S.N. 1131-9275
MOIRAS: LAS HILANDERAS DEL DESTINO
MOIRAI: the spinners of destiny
Iván Jover Peris
Universidad de Alicante
Centre d´Estudis Contestans
RESUMEN
Las páginas siguientes tienen como a objeto analizar i plantear una reflexión general
alrededor de la figura de les Moires, maestras en el arte de tejer que establecieron el
destino de los humanos des de su nacimiento hasta la muerte. Más allá de afrontar el
trabajo des del punto de vista de un autor u obra concreta, la pauta del discurso tratará
de comprender, en la medida de lo posible, su origen, genealogía, evolución i, en
definitiva, sus características que les caracterizan. De esta forma, intentaremos abordar
la exposición siguiente como un largo recorrido diacrónico que se inicia a partir de les
primeras referencias que hacen alusión y termina en la época romana, cuando, mediante
el sincretismo, no solo dominaran el destino delos hombres, sino también el de todo un
imperio.
1. Introducción
En palabras de J. Bayet1, resulta inviable comprender los orígenes de las religiones
antiguas e ilusorio tratar de definir con exactitud sus particularidades en una fecha o
periodo concreto. Por tanto, somos conscientes de la imposibilidad de entender el
germen y procedencia de este tipo de creencias antiquísimas, cuya existencia se
pierde en los tiempos más remotos. Por otro lado, al adentrarnos en el mundo de las
religiones antiguas, entendemos que el estudio de las Moiras debe abordar
problemas tan diversos como la forma en que eran concebidas, comprendidas,
relatadas y representadas, sin olvidar las actitudes y forma de comportarse de los
individuos hacia aquello que les es completamente inteligible, el destino2. De esta
forma, a la hora de iniciar nuestra investigación se ha creído conveniente una
revisión exhaustiva de todo aquel material que pudiera hacer referencia a esta figura
mitológica, como es el caso del registro arqueológico, la etimología, las fuentes
clásicas, etc.
El proceso de gestación y creación de una figura mitológica o mito es determinado
de una forma directa por el espacio donde aparece. Así las Moiras se nutren de
elementos de la naturaleza, del estilo de vida helénico, de las inquietudes y
supersticiones que nacen frente a lo que no se puede comprender3. A pesar de que,
desde tiempos remotos, se ha creído en una forma o concepto relacionado con el
destino, será en la cultura griega donde se empieza a gestar como una idea estricta
reguladora del tiempo i de los momentos más importantes de la vida, en definitiva,
aquello ineluctable del cual nadie puede huir. Esta creencia en una personificación
concerniente al destino o, al menos, en un principio que regulara el orden natural de
las cosas resulto ser relativamente frecuente entre los distintos pueblos indoeuropeos
J. Bayet, “Las religión romana. Historia política y psicológica”, 1λ84, p. 17.
H. Ringgren (ed.) “Fatalistic beliefs in Religions, Folklore and Literatura”, 1λ67, pp. 7-13
3
En este sentido, cabe recordar que, a lo largo de la Antigüedad, muchos fueron los héroes y personajes
griegos que, deseosos de conocer lo que les deparaba el destino y, por tanto, conocer si su existencia no
había sido en vano, visitaron el Oráculo de Delfos.
1
2
de la cuenca mediterránea4; diosas i entes con un carácter colectivo i ctónico que
presentaban cierto arcaísmo respecto a otras deidades i se encargaban,
principalmente, de velar porque se cumpliera el inexorable curso del destino, des del
nacimiento hasta la muerte. En definitiva, muerte, mitología i superstición se
entremezclaron para dar lugar a una de las figuras literarias más recurrentes a la hora
de hacer alusión al destino, las Moiras.
2. La Moira en la sociedad prehelénica
Si damos un vistazo a la rica semántica griega, nos damos cuenta de que son muchas
las expresiones que hacen referencia al concepto de destino; no obstante, este hecho
se debe a una interpretación errónea ya que el significado de palabras como ahora
Moira, Týkhe, Pótmos, Aisa, Daímon o Anánke es muy distinto. La palabra Moira
(en griego antiguo, Moirai) podemos transcribirla de forma literal como
“adjudicación” o “parte”, en clara referencia a la porción que se obtiene en un
reparto, aunque también puede hacer alusión a la parte de la existencia de un
individuo (la parte o tiempo de vida que también designa la palabra Aión), sin
referencia a una finitud o extensión5. Si hacemos caso a G.J. Baudy6, los conceptos
de Moira y Aisa se utilizaron de forma primaria para hacer referencia al
racionamiento de carne entre una comunidad i, posteriormente, pasaron a utilizarse
de una forma generalizada en relación al reparto de tierra u otros alimentos7. Si bien
esta mera suposición es poco segura, no es menospreciable si atendemos al estrecho
vínculo existente entre la remota práctica de compartir la comida i los sacrificios u
ofrendas de animales., donde interviene aspectos tan importantes como la igualdad,
la ley o el destino.
4
Entre estas culturas, con una divinidad asociada al destino, encontramos los griegos, romanos,
germanos, magiares, nórdicos, eslavos, albaneses e incluso el pueblo romaní.
5
Para un seguimiento en profundidad de tales cuestiones, recomendamos el estudio realizado por A.
Miguez Barciela, donde se trata la idea de la intemporalidad finita implícita en las palabras Moîra, Aión,
Khrónos (Ontology Studies, 10, 2010, 199-207)
6
G.J Baudy, “ Hierarchie oder die Verteilung des Fleisches” en Neue Ansatze in der ReligionswisSenschaf, 1983, 163-6.
7
De este modo, en Homero la expresión Moira también puede entenderse como la porción que se da a los
invitados (Od. VIII 470) o la parte de tierra que es asignada a cada hijo de Cronos (Il. XV 195)
Fig. 1: Ofrenda de un cordero en una tableta de Pitsa (530 a.C. aprox.)
Si no recuerdo mal, avanzando veinte estadios, cruzando el Asopo a la izquierda,
encontrará un bosque sagrado de encinas donde hay un templo dedicado a las
diosas que los atenienses llaman Venerables, y el nombre de Euménides de Sición.
Observamos un dia anual de celebración en su honor, se traen las víctimas, las
ovejas preñadas, i las inmolan utilizando leche i miel para beber i, en vez, de
coronas, utilizan flores. De la misma forma, utilizan con las Moiras que están al
descubierto en sus altares de los bosques ( Pausanias, 2, 11, 4)
Por otro lado, Móros, un término que deriva del anterior, nos remite a la misma
muerte, es decir, la parte más propia y personal de un individuo que, de forma
convencional, se ha interpretado como destino. “Así, cuando un griego hace
referencia a recibir una parte a secas, a lo que se refiere es a morir; por este
motivo, Moira, Móros y Thánatos van siempre juntos”8
Otro aspecto a tratar es el trabajo de la lana, a la cual estarán asociadas las Moiras
desde tiempos remotos. Respecto a esta materia, cabe resaltar su papel significativo
en el proceso de gestación de las sociedades prehelénicas, consolidándose, ya desde
el Neolítico, como una actividad estrictamente doméstica que permanecerá ligada al
género femenino a lo largo de la historia de la Antigua Grecia. Prueba de este hecho
es que casi un tercio de las tablillas de arcilla encontradas en Cnosos (datadas des
del 1600 hasta el 1100 a.C. aprox.) tienen a ver con las ovejas o la lana, encontrando
detalles tan curiosos como la asignación de la lana, la producción de ropa, las
entregas realizadas, su almacenaje o la creación de grupos de trabajo9. Tal
circunstancia también quedara reflejada posteriormente en la escritura i, a este
8
9
Ibid. G. J. Baudy
Pomeroy, S. Burnstein, S., Donlan, W. “ La Antigua Grecia: historia política, social o cultural”, 2012
respecto, ponemos los ejemplos de la advertencia de Héctor a Andrómaca para que
esta volviera a su telar (Ilíada, VI, 486) o la larga espera que debe realizar Penélope
urdiendo la lana hasta la llegada de su esposo Ulises. “Ella, mientras tanto, tejía su
gran tela en las horas del día y volvía a deshacerla de noche a la luz de las velas”.
(Odisea, XIX, 3)
3. Las Moiras durante la época arcaica: la aparición de las primeras
genealogías
Que la idea de destino no era del todo clara queda bien reflejado en las primeras
referencias, generalmente obras poéticas, donde la palabra Moira solía aparecer
como un concepto impersonal, indefinido y abstracto. Por otro lado, hemos de tener
en cuenta que el poeta o aede no se limitaba a la narración de unos hechos sino que
indagaba e intentaba dar explicación a los fenómenos que le rodeaban cubriendo
todo bajo tupido velo del mito. Entre estas primeras composiciones podemos
encontrar obras tan carismáticas como la Odisea o la Iliada, poemas épicos, germen
de las formas dramáticas posteriores, donde el concepto de Moira adquiere
significados diversos10.
1.
2.
3.
4.
5.
Divinidad o agente que lleva la muerte a una persona
Poder impersonal que decide la muerte
Deidad impersonal no necesariamente ligada a la muerte
Concepto relativo a la muerte
Orden o posición social con ciertas connotaciones morales relativas al honor o la
superioridad11
La obra de Homero tiene la particularidad de desarrollar su trama basándose en un
hecho trágico donde la vida de sus personajes, tanto hombres como héroes, están
inevitablemente ligada al destino. En cualquier caso, sólo encontramos una única
referencia al plural de Moira12, aunque cabe destacar la mención de la palabra
klôtes13, expresión que hace alusión directa a las hilanderas. De esta forma, el autor
creyó que el orden cósmico fue iniciado por el mismo Zeus y, por este motivo, habla
de un Zeus que, tiempo después será definido como moiragetes14 (“Zeus, quien
otorga el destino”). Otro aspecto que nos llama la atención en este período es el
sentido marcadamente religioso que adquiere la palabra Moira y, más
concretamente, la idea de destino. En este aspecto, creen en la Moira significaba
aceptar que el mundo estaba regulado por unas reglas impuestas por un dios o
entidad suprema, las cuales, al mismo tiempo, permitían el equilibrio y la concordia.
10
Los diversos significados que admite la palabra Moira en las composiciones homéricas han sido
sistemáticamente estudiadas por B.C Dietrich en el libroμ “ Death, Fate and the Gods. The development of
a religious idea in Greek popular belief and Homer”, University of London, 1λ65.
11
Este hecho se puede observar claramente en la expresión katà moîran (Od. 9. 352)
12
Homero, La Iliada, 24,49
13
Homero, La Odisea, VII, 197
14
Pausanias hace constar una inscripción a Olimpia donde se da constancia de este epítetoμ “ Cuando se
llega al punto de partida de la carrera de carros, se encuentra un altar con la inscripción al que da el
destino (10.24.4)
Por otro lado, el primer documento donde se hace alusión a las hilanderas ya como
grupo constituido por tres hermanas, es en la Teogonía de Hesíodo. Tratamos pues,
de una cosmogonía fuertemente influenciada por la tradición órfica, donde se la da
por primera vez un nombre: Cloto, Láquesis y Átropos. Según esta, con la intención
de señalar la ambigüedad i oscuridad del destino humano, será la primigenia Nyx “la
noche” (Fig. 2) la que dé a luz a las Moiras mediante la “partenogénesis”15, es decir,
sin necesidad de unirse a ningún dios16.
Y la divina y oscura Nyx no se había unido por esta razón a ningún dios. Y después
parió a Momo y Ezis, llena de dolor, y a las Hespérides, a las que, más allá del
océano, están las manzanas de oro y los árboles que las ostentan. Y parió a las
Moiras y las Keres inhumanas, Cloto, Láquesis y Átropos, que a los hombres
mortales dispensan al nacer bienes y males, y persiguen los crímenes de los
hombres y dioses (Hesiodo, Teog., 904)
Fig. 2: Nyx regulando con su madeja el orden cósmico
15
Tal como indican I. Pérez i J.R Carbó, no se puede hablar estrictmante de partenogénesis ya que no se
menciona de forma explícita la maternidad de la Noche en solitario. “ Hijas de la Nocheμ Mito, Género y
Nocturnidad”, 200λ-2010, p. 131.
16
No podemos olvidar que, en esta genealogía, Nyx también engendrarà a Hipnos, por tanto, la muerte y
el sueño serán conceptos que irán ligados de la mano.
No obstante, en otro fragmento de la Teogonía17 el propio autor hablará de la unión
amorosoa (phil teti) entre la oscuridad de Erebo (las Tinieblas) y la Noche. Según
los antiguos, antes de la aparición de los dioses y la formación del Universo, existió
la Oscuridad, un estado de anarquía y desorganización de donde surgió el Caos. De
la unió de estos dos se formaron cuatro esencias primarias: la Noche, el Día, Érebo,
y el Aire. Más tarde, el vínculo existente entre la noche y las Tinieblas dio lugar a
que nacieran el Hado, la Belleza, la Muerte, El Asesinato, la Continencia, el Sueño,
la Discordia, la Miseria, La Vejación, Némesis, la Alegría, la Amistad, la Piedad, las
tres Moiras y las tres Hespérides.
Al mismo tiempo, el poeta de Ascra intentará encajar a las Moiras dentro del
sistema patriarcal olímpico, otorgando a su concepción al dios supremo del Olimpo
y la titánica Temis18. Este proceso tena como objetivo reforzar el papel jurídico de
Zeus, otorgando a las Moiras un papel secundario, ya que pasarán a vivir en el
Hades i centraran su cometido, casi de forma exclusiva, a las muerte. Por tanto,
aunque las tres hermanas lucharan contra cualquier tipo de transgresión, en última
instancia, estarán subordinadas a Zeus, entidad suprema que regula el orden cósmico
i a quien se le reserva un destino mejor que al resto de los dioses y mortales.
Este es también el caso de sus hermanas las Moiras, a las que Zeus otorgó el más
alto privilegio, que consiste en repartir la felicidad o la desgracia entre los mortales (
Hesiodo, Teog., 904)
Otro lugar donde se habla de la genealogía de Nyx és a los llamados himnos de
Orfeo, composiciones que responden a la recopilación de una serie de prácticas
religiosas y poemas de contenido diverso los cuales se interpretaban a lugares
abiertos durante alguna festividad en honor a este personaje mítico. Atendiendo a
uno de los himnos, las tres hermanas, las cuales eran invisibles a los mortales, vivían
alrededor de la laguna Urania, una cueva que se caracterizaba porque surtía agua de
su interior.
Hijas de la tenebrosa Nyx, muy nombrada, se apropian, infinitas Moiras i escuchan
mi oración, que en el lago celestial, donde las aguas nacen blancas de una fuente, se
esconden en las profundidades de la noche y, mediante una deslizante caverna
oscura y pedregosa, una cueva profunda, habitan invisibles ( Trad. Himno de Orfeo,
LVIII, a los Hados)
Recordamos que, para la tradición órfica, la Noche vivía en una cueva junto a Eros,
manifestándose esta en su triple aspecto: la Noche, el Orden y la Justicia19. Así, esta
triple condición pasara a asociarse con las Moiras, la residencia de las cuales se
ubicará en el lugar donde vivía su madre. No obstante, Esquilo (525-426 a.C.), que
17
Hesíodo, Teog., 116
De acuerdo con un fragmento de Píndaro (Ítsmicas 8, 27) este planteamiento será erróneo, ja que las
Moiras estuvieron presentes en las nupcias de Zeus y de Temis. En este sentido, las tres hermanas fueron
las encargadas de acompañar a la diosa Temis hasta el Olimpo.
19
R. Graves, “ Los Mitos Griegos”, 2002, p. 32
18
también es participe de este linaje, nos relata, en una de sus obras dramáticas, que
las Moiras residían en todas y cada una de las casas con un poder de determinación
tal que ningún dios lo podía alterar.
Oh Moiras soberanas, hermanas nuestras de madre, divinidades distribuidoras de
equidad, que, residiendo en todas las casas, hizo sentir en todo el tiempo el peso de
vuestra presencia justiciera, vosotras, las más representadas entre todos los dioses.
(Esquilo, Euménides, 956-967)
Con concordancia con la anterior genealogía, la contemplación de las distintas fases
de la luna llevó, de una forma inevitable, a asimilar este proceso con la idea de
nacimiento, crecimiento-transformación, finitud-muerte. De esta forma, se
establecerá una conexión muy estrecha con la Luna, asociación que resulta
ciertamente comprensible si tenemos en cuenta la identificación que se hace desde
los tiempos más remotos del astro como entidad femenina marcadora de los ritmos
biológicos. En este sentido, queremos recordar la reflexión que hace de este aspecto
el autor Mircea Eliade:
Los ritmos de la luna tejen juntos harmonías, simetrías, analogías y participaciones
que componen un tejido sin fin, una red de hilos invisibles, que ligan juntos a la
humanidad, la lluvia, la vegetación, la fertilidad, la salud, los animales, la muerte,
la regeneración, la vida después de la muerte, y más. Por esta razón, la luna es
vestida en tantas tradiciones personificada por una divinidad o actuando a través
de un animal lunar, tejiendo un velo cósmico o los destinos de los hombres20.
Entre los autores que simpatizan con esta genealogía encontramos a Epiménides de
Cnosos (s. VI a.C.), quien otorgo el nacimiento de las Moiras, de Afrodita y de las
Erinias a la unión entre Cnosos y Eunomia, diosa de la legislación.
4. Las Moiras en la época clásica: atribución y definición de sus características
Desde finales del siglo V hasta el siglo IV a.C. los artistas griegos vieron la
necesidad de incorporar i dotar de ciertos atributos a las Moiras (Fig. 3). Sera, pues,
en estos momentos cuando comience a incorporarse la concepción del destino como
algo predeterminado en sentido estricto21. A este respecto, se observa como esta
figura se integra definitivamente dentro de la familia olímpica y como sufre una
evolución, adquiriendo un sentido más ético. Como consecuencia se procedió a
discernir las tares que habían de realizar cada una de las tres hermanas y, al mismo
tiempo, se les asigno una medida de tiempo distinta.
Porque tres son las Moiras, que se han repartido según el tiempo; la hilatura del
huso es: una aquello que ha pasado, otra el futuro, la otra lo que se está hilando; en
lo que se refiere al pasado, está colocada una de las Moiras, Atropos, cuando todas
Trad. De un fragmento de la obra de MIrcea Eliade: “Paterns in Comparative Religion. The Moon and
its mystique”,1996, p. 180.
21
V.W.C. Green, “Moira, Fate, Good and evil in Greek though”, 1λ44
20
las cosas están sin vuelta; por lo que respecta al futuro, Láquesis (porque el que
permanece por naturaleza para todo es la parte asignada de cada lote) y en lo que
se refiere al presente, Cloto, que elabora e hila para cada uno el que le es propio.
(Sobre el mundo, Aristóteles 384-322 a.C.)
De esta forma, las Moires quedarían definidas de la siguiente forma:
Cloto (en griego, λω ώ)
Conocida también con el nombre de "la hilandera" (del griego klōthein, hilar), era la
más joven de las tres hermanas. Con su máquina hiladora y ayudándose de un huso, era
la responsable de hilar la hebra de la vida. Por tanto, la longevidad de un individuo
dependía directamente de la cantidad de hilo que podía devanar esta diosa. Entre los
poderes que se le atribuyen se encuentra la capacidad de decidir no sólo quién tenía
derecho a nacer, sino también quién podía salvarse o morir. A menudo aparece
representada con un ovillo de lana o un huso en las manos, al igual que Ariadna, diosa
griega de la fertilidad.
Làquesis (en griego άχε
)
Este nombre proviene del verbo griego αγχά ω, que significa recibir por suerte o por
sorteo. Láquesis, con su vara, era la encargada de medir la extensión del hilo urdido por
su hermana Cloto, por tanto, conforme a la justicia, asignaba la suerte y la duración de
la vida de los individuos.
Àtropos (en griego, A οπο )
También conocida como Aisa, era la mayor de las tres Moiras y su nombre significa "la
ineludible" o "la inmutable". Era la más temida y simbolizaba la inevitabilidad de la
muerte, ya que se encargaba de cortar el hilo de la vida, decidiendo cómo y cuándo se
ponía fin a la existencia del individuo. Los atributos que lo acompañan son unas tijeras
de coser y una caja, ciertamente enigmática, donde guardaría los hilos que cortaba.
Por otra parte, se ha podido documentar que, durante los ritos de transición, las tres
hermanas eran invocadas para que estuvieran presentes en los momentos más
importantes en la vida de los humanos mediante ofrendas de alimentos, dinero, hilos u
ovillos de lana:
Fig. 3: Las tres Moiras en un relieve encontrado en Schloss Tegel (Berlín)
El nacimiento
Muchos fueron los nacimientos en los que, junto a la diosa Ilitia 22 asistieron las
hermanas con el fin de trazar el destino del recién llegado. Su esencia ctónica
determino, desde un principio, que tuvieron un fuerte vínculo con la fertilidad y los
partos, ya fuera de hombres, dioses o héroes. Tal vez, uno de los mitos más vivos y más
extendidos en el mundo helénico fue el nacimiento del héroe Meleagro, hijo de Éneo y
Altea, reyes de Calidonia, al que asistieron las tres hilanderas con la intención de
pronosticar el futuro del bebé: Cloto profetizó que sería una persona noble, Láquesis
que sería valiente y Átropos que su vida sería tan breve como una de las brasas de la
chimenea. Después de escuchar estas palabras y con la intención de socorrer la vida de
su hijo, la madre retiró el calor, la apagó y, seguidamente, lo escondió donde nadie
pudiera encontrarlo. Desgraciadamente, el inexorable curso del destino se cumple i la
brasa será finalmente quemada, dando por terminada la vida del héroe23.
Otra característica de los nacimientos Antigua Grecia es el carácter profiláctico y
purificador de la lana, así como la asociación que se hace al género femenino, que
22
Diosa de origen minoico vinculada a los partos i a las comadronas. Se documenta por primera vez con
el nombre de E-re-u-ti-ja en una tableta de lineal B donde se registra una ofrenda (O. Dickinson, La edad
del Bronce en Egea, p. 332)
23
Apolodoro 1.8.3; Ovidio, La Metamorfosis, viii. 445 i ss.
queda bien reflejada desde el mismo momento de nacer. Así, en el caso de que fuera una
niña existía la costumbre atar una banda o hilo de lana en la entrada de la casa, mientras
que si el recién llegado era un niño el que se colocaba era una rama de olivo24. No
obstante, esta práctica también podía observarse en otros lugares de la casa como el
lecho de la madre, la cuna o en la puerta de la habitación del bebé. Tampoco podemos
olvidar otros hábitos que podrían tener algún tipo de conexión con las tres
personificaciones del destino y que estaban presentes en la etapa más temprana de la
vida, por ejemplo, la costumbre de poner un cirio encendido en la cámara del recién
nacido o un cuchillo abajo de su almohada. Cabe recordar que las Moiras, como
divinidades de los nacimientos, estaban ligadas de forma frecuente a Artemisa, Apolo o
a su madre, Leto.
El matrimonio
En cuanto a los desposorios, cabe destacar que, para la mujer griega, el hecho de casarse
ya significaba cumplir el destino. No es, por tanto, extraña la equiparación de las Moiras
con la diosa del matrimonio Atenea si atendemos a que fue ella quien inventó la
máquina de hilar y el arte de la lana25, materia frecuentemente empleada para la
confección de los trajes nupciales. Y no fue adventicia la elección de la lana, ya que,
aunque el algodón, el lino o la seda no eran desconocidas en la cultura grecolatina, la
lana era más fácil de adquirir y, por tanto, menos costosa, sin olvidar que siempre
estuvo presente tanto en las ceremonias profanas como religiosas26.
Atendiendo a las fuentes clásicas, conviene recordar que las Moiras estarán presentes en
la boda de Zeus con Temis27, en las del mismo Zeus con Hera28 o en la unión entre
Peleo y Tetis29, donde serán las encargadas de entonar la canción nupcial y, al mismo
tiempo, predice el nacimiento del glorioso Aquiles. Este hecho se puede ver en el cráter
conocido como Vaso François, decorado por el pintor Clito allá por el año 570 a.C.
La muerte30
Sin duda, el punto final a la vida será la principal etapa en la que estarán asociadas las
Moiras, nombre, el cual, tal como hemos explicado, se formó a partir del sustantivo
ό ο , que alude a la desdicha y la muerte. Cabe destacar que su carácter profético
predecirá la muerte de muchos héroes antes de que suceda, como por ejemplo la de
Aquiles a manos de Paris y el dios Apolo. En este aspecto, el propio Aquiles sabe que
24
L. Bruit i P. Schmitt, La religion giega en la polis de la época clásica, p. 162
Teócrito, Egloga XXXIV, Virgilio, Libro de los Hados (817-24)
26
En este aspecto, Plutarco, haciendo alusión a M .Servio Honorato, hace constar que los feciales solo
podían usar vestidos de lana, teniendo prohibido el uso de vestidos realizados con lino (Plutarco,
Cuestiones Romanas, Ed. M.A, Marcos Casquero, p. 132).
27
Hesíodo, teog., 901 y ss.; Píndaro, frag. 30; Higini, fabulas 183; Pseudo-Apolodoro, Biblioteca, 1.13 i
2.113
28
Aristófanes, Las aves, 1758 y ss.
29
Catulo, Poes., 64, 20-21; Hesíodo, Teog., 1006-1007
30
En relación a la muerte, no queremos extendernos demasiado ya que resulta la principal atribución de
las Moiras y, por tanto, ya hablamos de esta cuestión a lo largo de la exposición.
25
encontrará la gloria, pero no logrará sobrevivir, héroe troyano Héctor sabe que está
defendiendo una ciudad condenada al fuego.
Otro aspecto a reseñar es la asimilación de las Moiras con otros dos figuras mucho más
oscuras y terribles como son las Keres y las Erinias, lo cual no resulta extraño si
tenemos en cuenta que las Moiras están vinculadas de forma muy directa a la idea de
justicia, venganza y muerte31. Las Keres eran unas diosas femeninas hijas de Nyx, por
tanto hermanas de las Moiras, y estaban asociadas a la muerte violenta. Con el tiempo,
el término Keres terminará para describir el hado o destino de una persona. Las Erinias
o Euménides eran diosas de la venganza que perseguían a los culpables de haber
cometido un crimen, siendo este segundo nombre empleado como antífrasis para aludir
a su rasgo más apacible.
4.1 Las Moiras en la época clásica: la aparición de nuevas cosmogonías
Uno de los textos, bastante interesante, donde se postula una nueva teogonía es el
llamado "Mito de Er"32, relato escrito por Platón (427 a. C. - 347 a. C.) incluido dentro
de su obra más relevante, La República. Er, nacido en la región de Panfilia, era un
guerrero que tuvo la desgracia de morir en el campo de batalla, y que, poco antes de ser
quemado en la pira, volvió a la vida y explicó todo lo que había podido observar.
A grandes rasgos, hablamos de un relato que obedece, esencialmente, a la necesidad de
conocer y hacer inteligible el más allá y que, además, contiene una gran variedad de
tesis (desde el punto de vista escatológico, cosmológico, ético, etc.), que se derivan de
la fuerte influenza que ejercen las doctrinas órfica y pitagórica en la construcción de la
gnosis platónica. Sin embargo, el gran filósofo menciona, como madre de las tres
personificaciones del destino, a Ananké, diosa primaveral de lo inevitable, de la
necesidad y del orden, la cual, sentada en un trono y con su huso, controla un sistema
geocéntrico conformado por ocho órbitas circulares. Por otra parte, las Moiras, sentadas
en sus respectivos tronos, cantan con armonía las cosas pasadas, presentes y las que
están por venir.
Observamos también una reflexión, ciertamente revolucionaria, respecto a la tradicional
idea de destino, ya que el hombre no puede elegir vivir o morir pero, en cambio, puede
decidir libremente el cuerpo (humano o animal) donde se alojará su alma; así, decide sin
intervención divina como vivirá moralmente, si conforme a la virtud o al vicio33. En
este aspecto, Láquesis será la encargada de ofrecer, sobre sus rodillas, distintos modelos
de vida que los hombres deberán escoger, aunque, sólo con el conocimiento de la
ciencia, podrán discernir entre una vida digna o miserable:
He aquí la palabra divina de la virgen Láquesis, hija de la Necesidad: almas pasajeras,
vaya a comenzar una nueva carrera de índole perecedera y entrar de nuevo en un cuerpo
mortal. No será un dáimôn34 quien os elija, sino vosotros quienes escogeréis su dáimôn.
J. C. Bermejo Barrera, Mito e historia…, p. 56
Platón, La República, El Mito de Er,614a-621b
33
G. Reale y D. Antíseri, “Historia de la Filosofia pagana Antigua”, 239 y ss.
34
Traducido erróneamente como demonio, en el mundo griego, haría referencia a un poder o divinidad
menor, comparable a un ángel de la guarda, que acompaña y protege los humanos durante toda la vida.
31
32
La que salga por suerte la primera escogerá en primer término la vida que deberá quedar
ligada por la Necesidad. Pero la virtud no está sujeta a amo y cada uno podrá poseerla
en mayor o menor grado según la honre o la desprecie. Cada uno es responsable de su
elección. La divinidad no es responsable!(Platón, La República, El Mito de Er,614a621b)
Otro de los aspectos a destacar es la aparición, de forma implícita, del concepto de
metensomatosis, es decir, la transmigración del alma una vez el individuo ha muerto: al
morir el cuerpo, el alma se ve obligada a reencarnar en otros cuerpos. Sólo cuando la
psique se desvincula del cuerpo y de sus pasiones, el alma hace memoria de su origen y
vuelve al mundo divino de las ideas de donde proviene.
"Y es que las hijas del Caos sagrado, las Moiras, hilaron para ellos, al nacer, aun
siendo mortales, las disposiciones divinas que primero se sometieron a Poseidón,
después al audaz Peleo i al infatigable Aquiles, en cuarto lugar , a su vez, después de
estos al animoso Neoptòlem, al que luego iban a llevar a los Campos Elíseos por
mandato de Zeus, hacia la tierra de los Bienaventurados "(Quinto de Esmirna,
Posthomericass 0,755-760)
Fig. 4: Sistema geocéntrico
de órbitas circulares planteado
por Ptolomeo35
No obstante, si nos atenemos a la gnosis platónica, un dáimôn suele corresponderse a las ánimas de los
muertos más savios.
35
Edward Grant, “Celestial Orbs in the Latin Middle Ages”, Isis, Vol. 78, No.2. (Jun., 1987), pp. 152173
Brevemente también haremos mención a la única obra que se ha conservado del poeta
Licofrón de Calcis y que recibe por título Alexandra. En esta obra, la cual podría
fecharse en el siglo III aC, se hablará de las Moiras como hijas del mar (144-5).
5. La aparición de las Parcas en el mundo romano
La aparición de las Parcas al ámbito romano se debió, más bien, a un dilatado proceso
de sincretismo basado en diversos elementos de origen etrusco, itálico y griego. Se
trató, pues, de un intento de concebir una compatibilidad de diversas expresiones
divinas personificadas dentro de una sola divinidad que todo lo incorporava36. Por tanto,
no es extraño encontrar bajo esta figura la agrupación e integración de varias deidades,
rituales o festividades.
En primer lugar, hay que considerar que la inserción de las Moiras dentro del panteón
romano significó chocar de forma directa con dos deidades que ya estaban presentes en
Roma y que, al mismo tiempo, poseían cometidos análogas o similares, como eran la
Parca y el Hado (en latino, Fatum).
La Parca (del latín Parce, repartir) fue concebida en origen como un genio maligno,
estaba encargada de asistir los partos y, a la vez, de predestinar los bebés poniendo por
escrito su futuro. Por otra parte, el Hado, que viene a corresponderse con el destino, se
trataba de una entidad, no demasiado bien definida, de apariencia tenebrosa y lúgubre,
que fue especialmente venerada en Roma. Este término podría derivar del verbo latino
harina «hablar» en referencia a la palabra dictada por dios supremo Júpiter37. Sin
embargo, no disponía de templos ni efigies que la representaron, aunque las fuentes
escritas nos hablan de unas profetizan, las “Fata Scribentia”38 (origen remoto de las
hadas medievales) las cuales estudiaban el horóscopo de los nacidos:
Cuando nace un niño se llama con voz alta Lucina y Diana; se mantiene durante toda
la semana una mesa con ofrendas para Juno, y el último día son llamadas las Fata
Scribentia para estudiar su horóscopo, que será guardado por escrito. (Tertuliano, De
anima. 39.2)
Con el tiempo, tal como ocurrió con las Moiras, la Parca y el Hado acabaron por
convertirse en una trinidad del destino39. Así, el Fatum pasó a ser la Tria Fata, una
representación de la que son las tres estatuas conocidas por ese mismo nombre
emplazadas en el Foro de Roma, las cuales personifican los tres destinos: nacimiento,
casamiento y muerte.
Las Moiras, Cloto, Láquesis y Átropo, pasarían a ser Nona, Decuma y Muerta,
respectivamente. Sin embargo, Aulo Gelio, autor del siglo II dC, creía que el nombre de
Muerta se había tomado de forma errónea por parte del lexicógrafo Ceselio Vindex,
Hidalgo de la Vega, Mª José, “Sociedad e Ideología en el Imperio Romano: Apuleyo de Madaura”
Por ejemplo, el Fatum de Virgilio es la voluntad de Júpiter que reclama obediencia una vez ha
expresado su palabra
38
Según Tertuliano estas tres diosas se corresponderían con Lucina, Diana y Juno.
39
No obstante, el autor S. Winstock (Festchrift für, A. Rumpf, Krefel, 1952, pp. 151-160), disiente a la
hora de considerar la Parca como una diosa primitiva asociada con el parto. Para el autor, una vez
equiparada la Parca con la Moira, y siendo tres las Moiras, si vio la necesidad que fueran tres las Parcas
romanas.
36
37
quien, en la obra "Lecciones Antiguas", emplea esta palabra al citar un verso de Livio,
cuando de lo que estaba hablando este era de la Moira (el destino)40. Tal vez estos tres
nombres tuvieron una relación muy directa con los nacimientos, así, Aulo Gelio,
hablando de Varrón, comenta que este tenía en mente la idea de que las Parcas habían
dedicado de forma exclusiva a los partes:
Varrón dice que los antiguos romanos no aceptaron rarezas de esta índole, por así
decirlo, monstruosas, ya que el parto de las mujeres, según la naturaleza, no puede
producirse más que en el noveno o décimo mes, y en ningún otro que no sean los
mismos y, por ello, han dado los tres Hados los nombres derivados de parir, una el
nombre de Parere, otra el de Novena (Nona) y otra el de Décima (Decimus). Y añade:
«Partes es así llamada por Partu, con el cambio de una letra, de la misma forma que
Nona y Décima por el mismo momento del parto, en el momento oportuno» (Noches
áticas III, XVI, 9)
Atendiendo a este fragmento, observamos como la palabra Parca también podría tener
su origen en el término padre «parir», nombre por el que es nombrada una de las Parcas,
que pasaría poco después a nombrarse partes. Otro aspecto que merece nuestra atención
son los nombres de Nona y Décima (o Decuma) los cuales son otorgados a dos de las
Parcas porque eran los mesos cuando solía darse a luz, tal como especifica Aulo Gelio:
La opinión más extendida y tenida como verdadera es que, después de quedar
embarazada, rara vez nace el niño al séptimo mes41, nunca al octavo, a veces en el
noveno y mucho más a menudo al décimo, y que este es el límite del nacimiento: diez
meses contados no al comienzo, sino al finalizar (Noches áticas III, XVI, 1)
En este sentido, el autor S. Winstock42 entiende que Varrón había convertido Nona
(diosa asociada al noveno día después del nacimiento) en una Parca vinculada al noveno
mes de embarazo, cuando en realidad no era otra que Nundina43, por tanto, Decuma y
Nona no serían otra cosa que una invención del mismo Varrón. Desde nuestro punto de
vista no nos queda muy claro si la creación de Nona fue debida a una invención o si ésta
ya existía en el mundo romano antes de la aparición de las Parcas. No obstante,
entendemos que la integración de la Parca como una las hermanas no era viable, dado
que se ocuparía de cometidos análogos. Así, con la intención de cubrir una etapa muy
importante de la vida como era la muerte, se vio la necesidad de crear Morta, que podría
tener su antecedente en la Muira etrusca, la cual está representada en un espejo
encontrado en Chiusi (la antigua Clusium etrusca) personificando el trágico destino de
los hijos de Níobe44.
6. Las Parcas en la época imperial: rigiendo los destinos de todo un imperio
40
Noches Áticas III, VXI, 11
Cabe citar que, al hablar de los meses, siempre se hace referencia a los “meses lunares”, los cuales,
redondeados por exceso, equivalen aprox. a “nueve meses naturales”.
42
Ibid.
43
Diosa latina vinculada con el parto y, más concretamente, “a nono die nascentium” (Macrobio, Satur.
1, 16,36). Este día era muy importante, ya que se entraba a formar parte de la familia mediante la
adscripción de un nombre y la realización de una purificación mediante agua (lustratio)
44
M. Rerfigli, Indigitamenta…, 82-83 y 195, nota 32
41
Cabe destacar que, aunque la existencia de las Parcas no era ignorada por parte de la
población romana, éstas no empezarán a tener una mayor presencia en la cultura romana
hasta finales del período republicano. Por lo que respecta a la poesía, autores como
Virgilio, Lucano u Ovidio comenzarán a incorporarlas a sus obras y, por otra parte,
teóricos de la talla de Séneca, Plutarco, Varrón o Servio tratarán de discernir en torno a
esta figura. Ahora bien, será la llegada de Augusto al poder la que marque un punto de
inflexión, dándoles un mayor protagonismo.
En cuanto a la iconografía, las Parcas acabarán nutriéndose de elementos clásicos que
incorporaban las antiguas Moiras (el huso, el hilo de lana, tijeras, etc.) Y, a la vez, se
incluirán nuevos objetos que solían acompañar o pertenecer a otras divinidades.
Podemos destacar entre estos: el libro de la vida, pergamino para escribir el destino de
los hombres, una balanza para distribuir la justicia, un reloj de sol o una esfera para fijar
la existencia en el tiempo y en el espacio45. Una característica interesante es que, en la
parte oriental del imperio, seguirá manteniéndose los nombres de las tres Moiras,
dotadas de los objetos anteriormente referidos y con una estética propiamente romana,
tal como se puede comprobar en el mosaico de Nea Paphos.
También hay que hacer mención, a pesar de las pocas representaciones de carácter
plástico, de la creación de algunos sarcófagos donde aparecen las tres diosas asociadas
al tema del nacimiento o en la creación del primer hombre, como los que encuentro
vinculados a la figura Prometeo46. No obstante, será el siglo IV d.C. cuando el
cristianismo, con la intención de erradicar toda práctica pagana, acabará con gran parte
de esta iconografía. En este sentido, queremos recordar brevemente algunas de las
deidades que ya estarían presentes antes de la constitución de las Parcas y que, mediante
un complejo proceso de sincretismo, acabaron por integrarse.
En primer lugar, encontraríamos a ninfas vinculadas a las fuentes o manantiales, como
pueden ser las Camenas47 o Iuturna48 y que, además, poseían cierta capacidad a la hora
de predestinar. Por otro lado, también identificamos la absorción de elementos
pertenecientes a otras divinidades ligadas al hado y que fueron veneradas por distintos
pueblos del territorio italiano, entre las que podemos destacar Norcia49 o Fortuna50.
Tampoco resulta casual que las Parcas, al igual que las Moiras, estuvieron vinculadas a
45
Una de las diferencias más significativas es que los elementos descritos aparecen asociados de forma
exclusiva a cada una de las diosas, tal como ocurre con las Moiras, sino más bien suelen aparecer junto a
las divinidades de forma distinta.
46
Destacamos el artículo de F. Díez: “La ninfa del Sarcófago de Prometeo: un extraño híbrido
iconográfico” donde se hace una inscripción del mencionado sarcófago.
47
Se trataba de ninfas con la capacidad de predecir el futuro y, las cuales, pueden equipararse a las
náyades griegas.
48
Ninfa de las aguas y de los manantiales que fue querida por Júpiter y tenía un templo en Roma
49
Asociada con el hado, fue venerada principalmente en Italia central por los Volscos. Su símbolo
consistía en un clavo largo, el cual, se clavaba en un bloque de madera el primer día del año para conocer
si el destino era propicio.
50
Personificación de la suerte, ya fuera favorable o adversa, aunque se tendió a vincularla con aspectos
positivos como la fertilidad.
la luna y sus ciclos, si bien hay que recordar que, además de las razones que hemos
mencionado anteriormente, en el antiguo calendario romano de luna, el año comenzaba
en Martius (marzo) en honor a los fundadores de Roma, Rómulo y Remo. Muy
interesante también resulta la gran cantidad de entidades divinas, tanto masculinas como
femeninas, que tuvieron algún tipo de conexión con la fecundidad y la protección de los
partos, entre estas podemos citar algunas como Fluonia, Partula, Nomona, Sentino,
Vitumno, Mater Matute51, Nona52 o Anna Perenna53.
Si bien una de las claves para entender la idiosincrasia de estas diosas romanizadas nos
la ofrece uno de los grandes poemas épicos de la `época," La Eneida "de Virgilio. El
mismo emperador Augusto, con la idea de justificar ideológicamente la instauración del
nuevo régimen y su dinastía, encargará la composición de esta epopeya, donde las
Parcas jugarán un papel trascendental. Tal vez, uno de los aspectos más reseñables en
relación con las tres personificaciones del destino es su carácter profético, ya que
anunciaba, desde un principio, el esplendor al que debería reunir la civilización romana:
Del linaje de los troyanos procedería una raza que, andando los tiempos, había de
derribar las fortalezas tire y que de ella nacería un pueblo dominador del mundo,
soberbio en la guerra y destinado a destruir Libia; así lo tenían hilado las parcas. (La
Eneida, Libro I, pag. 23)54
Hay que recalcar su papel fundamental a la hora de decidir el destino del héroe Eneas o
predecir la caída de la esplendorosa ciudad de Cartago. El intento de renovación, tanto
cultural como moral, que pretende la obra hará que estas diosas pasan a estar ligadas, tal
como indican I. Pérez y J.M.Carbón55, a la familia, al individuo, a la ciudad y, sobre
todo, a la patria.
No menos interesante resulta una de las estelas encontradas en el santuario de Tor
Tignosa, cerca de la antigua Lavinium, donde aparece una serie de inscripciones que
hacen referencia a Parca Maurtia, Neuna y Neuna Fata. Esta pieza, interpretada por la
investigadora M. Garduci56, se trataría de una inscripción votiva dedicada a Eneas la
que podría fecharse en los siglos III-IV dC En este sentido, la estela, posiblemente, esté
dándonos el nombre primitivo de dos de las Parcas, si entendemos que Neuner = Nona y
Maurtia = Muerta.
51
Diosa arcaica que disponía de un templo en el Foro Boario y que estaba vinculado con la maduración
del grano y a los puertos marítimos. EL día 11 de Junio se le dedicaba la Matralia, festival donde las
mujeres llevaban en brazos los hijos de las hermanas con la intención de pedir por la buena salud.
52
Divinidad romana protectora delos embarazos y de los recién nacidos
53
Con el aspecto de anciana, representaba el ciclo anual en el antiguo calendario lunar de Roma. Su
festividad, celebrada en los Idus de Marzo, se hacía coincidir con la primera luna que llegaba en el año
nuevo.
54
Virgilio, “La Eneida”, Pról. Carlos García Gual
55
I. Pérez y J. M Carbó, (2009): “Hijas de la noche (II): El destino de las Parcas”
56
M. Guarducci, cippo latino arcaico con dedica ad Enea, BCAR LXXVI (1956-1958), 3-13