ENRIQUE
DUSSEL
el primer debate filosófico
de la modernidad
Enrique Dussel
Consejo Latinoamericano
de Ciencias Sociales
Conselho Latino-americano
de Ciências Sociais
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Nicolás Arata - Director de Formación y Producción Editorial
Equipo Editorial
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Lucas Sablich - Coordinador Editorial
María Leguizamón - Gestión Editorial
Nicolás Sticotti - Fondo Editorial
Pablo Amadeo - Dirección de arte y diseño editorial
Dussel, Enrique D.
El primer debate filosófico de la modernidad / Enrique D. Dussel;
introducción de José Gandarilla.
- 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires: CLACSO, 2020.
Libro digital, PDF. - (Masa crítica). Archivo digital: descarga
ISBN 978-987-722-721-5
1. Ensayo Filosófico. 2. Filosofía. I. Gandarilla, José, pref. II. Título.
CDD 199.82
© Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales
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Este libro se realizó con el apoyo de Transnational Institute
NOTA EDITORIAL
Un mundo que atraviesa un tiempo de intensas transformaciones requiere ser pensado en sus asuntos más
acuciantes: las múltiples formas en que se ejerce la violencia, el incesante aumento de la desigualdad, los daños
al ambiente y a los seres que habitan la Tierra, la violación de los derechos humanos, la militarización de los
territorios o el impacto de una pandemia sobre el tejido
social, especialmente en sus sectores más vulnerables.
Lejos de documentar el pesimismo, aspiramos a construir herramientas teóricas para transformar las situaciones de injusticia en un ejercicio incesante que liga la
teoría con la práctica.
El Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, con el
apoyo del Transnational Institute, pone a disposición de las
y los lectores una nueva colección de textos breves con los
cuales esperamos contribuir a entablar diálogos tanto en
torno a nuevos y viejos interrogantes, como a la búsqueda
de respuestas originales a los problemas de nuestro tiempo.
La biblioteca masa crítica reúne a intelectuales que,
desde una diversidad de perspectivas y tradiciones teóricas, han contribuido a la forja del pensamiento crítico
enlazando reflexiones sobre tópicos y dilemas de nuestro
presente histórico.
índice
Presentación
por
11
Expediciones, cartografías
y la cuarta parte del globo
31
La modernidad como emancipación
39
La modernidad como utopía
49
El primer antidiscurso filosófico
de la modernidad (1514-1566)
57
Nuevos desarrollos de la primer
filosofía de la modernidad
79
Bibliografía
89
P R E S E N TAC I Ó N
JOSÉ GAN DARI LLA
La visión convencional sobre la historia del
mundo o historia universal, la que se imparte
en las instituciones educativas, la que aprendemos desde los niveles básicos y hasta la formación de grado, e incluso en algunos posgrados,
y que es captada desde ciertas entidades culturales (Museos, Academias, muestras, exposiciones) y con los medios materiales que aseguran su transmisión (libros de texto, manuales,
antologías, catálogos, diccionarios, videos y
otros recursos multimedia), estatuye una sucesión de grandes etapas (que van desde lo más
remoto o antiguo hasta lo más desarrollado o
avanzado) en las que buscan enmarcarse las
historias regionales o locales de los muy diversos rincones del globo, o hasta las pretendidas
no-historias de conglomerados civilizacionales
del mundo a los que se les ha arrebatado esa
condición (la de agentes de la historia, la de
sujetos constructores de la misma).
13 |
PRESENTACIÓN
En estricta correspondencia a esa imagen, se
naturaliza o eterniza una visión según la cual un
complejo civilizatorio (que ha de ser denominado Europa, o que luego corresponderá al euro
occidente nordatlántico) encontró una ruta de
excepcionalidad (el milagro o los milagros europeos, el Destino Manifiesto de los Founding
Fathers) que le fue permitiendo erigirse, en el
transcurrir de los últimos siglos, en el polo dominador del mundo, simple y sencillamente
porque ahí se asentó y arraigó un cierto tipo
de racionalidad (occidental) que se ha construido desde los cimientos gloriosos que se han ido
acumulando en los grandes episodios que edificaron su imperium: el razonamiento filosófico
de los griegos, con sus dos grandes distinciones
para ocuparse de la naturaleza de las cosas (physis y nomos); las bases categoriales de lo jurídico
para ordenar la polis desde el imperio-mundo
romano clásico; la cultura humanista y la grandeza estética del renacimiento; el modo moderno de pensar la política y un orden configurado
ya no en imperios sino en Estados (el de un inicial liberalismo “democrático”, comprometido
con la tríada de la igualdad-libertad-fraternidad
y luego ya reducido a “liberalismo tecnocrátiJOSÉ GANDARILLA
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co”, obediente del par libertad-propiedad); el establecimiento de una nueva visión guiada por la
racionalidad científica desde mediados del siglo
XVII; y ya con un mundo configurado en ese su
nuevo fundamento (científico y de pretendida
secularidad) se han de coordinar y capitalizar a
su interior (bajo los principios de un solo mecanismo, el Mercado como nuevo Dios) los avances de un infinito progreso (con el lanzamiento
incesante de nuevas tecnologías).
Esa es una peculiar visión de la historia global, desde la que Europa y luego sus herederos,
Estados Unidos, explican y disciernen sobre las
supuestas condiciones que les permitieron su
éxito y que dan razón de su adelanto o, visto
desde el lado opuesto, del atraso de los otros.
Ese relato no es sino el de los dominadores,
pero que ha alcanzado tal estatus de insospechada “naturalidad” (anclado en muy diversas
estructuras del saber), que se ha logrado imponer como “relato dominante”, como narrativa
incuestionable. En eso consiste el discurso de
una parte del mundo que asume como natural
o ahistóricamente establecidas las lógicas que
le han permitido beneficiarse de los otros y así
asegurarse del lugar de privilegio producto de
15 |
PRESENTACIÓN
la configuración (eurocentrada) de los espacios
y los tiempos; y tal es el anclaje para la perdurabilidad de su instrumento cognoscitivo por
excelencia: el eurocentrismo.
Uno de los autores que desde sus más tempranos recorridos por los entresijos del conocimiento
histórico-filosófico pudo efectuar su “camino de
Damasco” para romper paulatina pero definitivamente con algunas de las formulaciones que
sustentan a tan alambicado conjunto fue Enrique
Dussel, y lo hace cuando emprende su primer
viaje a Europa, a donde acude con la intención
de profundizar sus conocimientos en Filosofía y
obtener el grado doctoral. En los primeros desplazamientos del navío, nomás atravesar el Río de La
Plata (por aquel tiempo, 1957, era la forma habitual de cruzar los océanos), descubrirá, como lo
había hecho antes su compatriota Ernesto Guevara de la Serna, el Che, la profusa diversidad de las
naciones latinoamericanas, “el mundo periférico
que había estado antes fuera de …[su]… horizonte” (Dussel, 1998, p. 16), condiciones (sociopolíticas y culturales) de las que nada le han dicho sus
iniciales incursiones en la tradición helenística ni
su acercamiento disciplinado (en sus idiomas originales, griego o latín) a algunas de las corrientes
JOSÉ GANDARILLA
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interpretativas del saber filosófico (los aristotélicos, los tomistas, la escolástica tardía, etc.).
Influirá de manera también significativa en
el (otro) modo filosófico en que ha de percibir, en sucesivos momentos, el mundo y sus
problemas, la realización de otro par de viajes,
el segundo de los cuales será más definitivo.
Hacemos referencia a traslados que emprende, bordeando desde la costa mediterránea y
en dirección hacia el oriente, para enclavarse
de lleno en el núcleo fundacional de las religiones del libro. Partió de Madrid, poco antes
de concluir su doctorado, a su destino, Israel.
La primera ocasión estará ahí por un mes, y
luego volverá con esos estudios completos (se
acreditó como Doctor en Filosofía, por la Universidad Complutense, en 1959). Durante el
segundo de esos viajes llegará a una comarca
en la que, por aquellos momentos, primeros
años de la década de 1960, registra una ferviente convivencia intercultural entre árabes,
palestinos y judíos (no era lo que es hoy, un
inmenso campo de concentración y de despojo
de la nación palestina).
Si con el primer viaje Enrique Dussel establece afinidad electiva con algunos de los plan17 |
PRESENTACIÓN
teamientos que el filósofo mexicano Leopoldo
Zea apuntó en aquella obra señera América en
la historia (1957), publicada en el mismo año en
que nuestro filósofo salía del puerto de Buenos
Aires, y que ya le había advertido de que “América Latina estaba fuera de la historia” (Dussel,
1998, p. 18) con el segundo y tercero de esos
viajes (de rudo “trabajo manual … entre pobres
obreros cristianos palestinos de la construcción”)
(p. 16), se ha efectuado otra traslación, no solo se
adentra en el mundo de la cultura semita de la
que conocerá su lengua, su historia y sus núcleos
simbólicos, sino que ha dado con una experiencia existencial que cimbrará su conciencia y su
proyecto (en todo orden), la que se colocará en la
base de “toda transformación epistemológica o
hermenéutica futura” (p. 17). Desde entonces, ya
“no era solo América Latina; ahora eran los «pobres»… los oprimidos, los miserables de mi continente lejano” (p. 17). Antes regresará a Europa,
es cierto, pero lo hace ya con otras adquisiciones:
“era completamente otra persona, otra subjetividad, el mundo se había invertido… ahora lo vería
para siempre desde abajo” (p. 17). El desplazamiento parece ser claro y de una combinación
presta a la nueva creación, desde la noción de
JOSÉ GANDARILLA
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América Latina y desde los núcleos simbólicoproblemáticos de lo semita, que en su trabajo con
el pensamiento equivaldrá a decir desde afuera
y desde abajo, como si fuese un adelanto de su
categoría filosófica más lograda, “la exterioridad
del otro”. Habiendo ido a buscar en el oriente el
origen de América regresaba con una visión que
le ha trastocado definitivamente:
Para la reconstrucción de una filosofía latinoamericana era necesario «destruir» el
mito griego. Para comprender la cultura
del pueblo latinoamericano era necesario
partir de Jerusalén más que de Atenas.
Jerusalén hablaba de la dignidad del trabajo, de la posibilidad de la revolución de
los pobres; Atenas hablaba de la dignidad
de los nobles libres, de la imposibilidad de
la emancipación de los esclavos” (p. 17).
Lo que nos narra Dussel en sucintas líneas
es el rompimiento definitivo con su helenocentrismo inicial, desplazamiento que algunos filósofos (dictaminados por la academia como eminentes clásicos) no se atrevieron ni se atreven
(algunos que son nuestros contemporáneos)
19 |
PRESENTACIÓN
todavía a efectuar. Como un resultado de esta
nueva toma de posición, el proyecto de filosofía
en Dussel, de ahora en adelante, estará dirigido
a la construcción de un sistema de pensamiento
que ha de “encontrar puntos de apoyo «fuera»
de la Modernidad-europea, que había secuestrado a Grecia como su pretendido origen”, y
desde ahí contribuir al des-entronizamiento de
la razón eurocéntrica, quedando expuesta su
condición como la de una particularidad que
pretende usurpar, y lo habría logrado, la representación de la universalidad. Revelado ese no
reconocido provincialismo constitutivo al eurocentrismo, emprende una siguiente tarea, la de
un ejercicio de amplitud de miras, de apertura
en su horizonte intelectivo. Disponer de una
perspectiva analítica de alcance mundial confiere a la labor filosófica un carácter inclusivo del
otro y de los otros mundos de vida (el Oriente, ya
lo hemos dicho, y las nervaduras desde las que
se extrajeron los pilares del florecimiento griego, puntal de la enorgullecida europeidad, las
culturas musulmanas y del África bantú). No por
casualidad, a su regreso a Europa se instalará en
París, en un pequeño alojamiento del barrio Latino, con la finalidad de realizar un segundo docJOSÉ GANDARILLA
| 20
torado, esta vez en Historia, en la Universidad de
La Sorbonne, que concluirá en 1967. Otra dimensión que expresa su adquisición de madurez, no
solo se da con la escritura de sus primeros libros,
sino en el hecho de que, habiendo conocido a su
compañera de toda la vida, Johanna Peters desde
1963, han de ver nacer en ese suelo a sus dos hijos. Estaban dadas las condiciones para el retorno hacia nuestra América.
Conocí a Enrique Dussel hace ya casi tres
décadas, a inicios de la década de 1990. Ya lo
leía por su reformulación de la lectura de Marx
de la qué, en fulgurante escritura, entre 1985 y
1990 había publicado los primeros tres volúmenes. Todavía como estudiante de la licenciatura
de Economía, a punto de concluir esos estudios
(y ya desempeñándome como ayudante de profesor), en alguna ocasión del lanzamiento del
tercero de esos libros, le señalé la importancia
de que expusiera en algunas charlas para los estudiantes de economía su visión sobre Marx y la
Crítica de la Economía Política; lo invité y para
mi sorpresa aceptó de inmediato. El Seminario
se desarrolló (no sin cierta resistencia de una
parte del cuerpo docente hegemónico en esa
facultad, pero con mucho entusiasmo por los
21 |
PRESENTACIÓN
estudiantes) durante unos tres días en el local
que ocupaba la Sala Jesús Silva Herzog, del Edificio de Posgrado. Luego de esas lecciones, en
alguna ocasión me recibió en su antigua oficina
de la calle Celaya, en la Colonia Hipódromo, y
me obsequió dos libros de edición colombiana,
un ejemplar de su obra 1492. El encubrimiento
del otro. El origen del mito de la modernidad, y
otro del volumen recién publicado Historia de
la filosofía y filosofía de la liberación. En ese momento ignoraba la importancia que el primero
de dichos libros tenía en la trayectoria de nuestro autor, y también el significado que cobraría
para mi formación (de impacto inmediato, pero
que tardé en digerir). La asimilación que pude
dispensar a esos planteamientos, toda una
nueva lectura de la historia y un pensamiento
filosófico acorde a una nueva búsqueda de sentido; solo pude ser capaz de procesarla en mis
estudios de maestría en Estudios Latinoamericanos, y encontró un modo de expresión en
algunos de mis primeros artículos. Ya nunca
más perdí la pista a sus renovadores planteamientos, y aquí hago conexión con el ensayo
que ahora clacso suma a una de sus más recientes colecciones editoriales.
JOSÉ GANDARILLA
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La obra de la que hemos hecho mención 1492.
El encubrimiento del otro…, corresponde a las
ocho conferencias que Dussel impartió, entre octubre y diciembre de 1992, invitado por la Johann
Wolfgang Goethe-Universität de Frankfurt. Era
la primera ocasión en la que nuestro autor exponía sus hipótesis sobre la modernidad (en un
curso largo y sistemático) ante un público que se
considera uno de los nichos de la filosofía moderna, cuna de algunos de los principales filósofos contemporáneos. En esa oportunidad aprovechó la ocasión para marcar distancia respecto
a las tesis hegelianas sobre la historia universal,
sobre el recorrido del Espíritu mundial, y su tesis adyacente, la configuración de una razón en
la historia como producto de la emergencia, en
la cuarta década del siglo XVII, del tipo de sujeto y de un proceder metódico específico a la
configuración de la cultura occidental moderna:
atributo que le es conferido al trabajo de René
Descartes, El discurso del método (1637). Muy al
contrario, la tesis nuclear de Dussel es que la
modernidad consiste en el manejo de la centralidad del sistema, y que este proceso es construido
no en el curso del siglo XVII, sino en el “largo
siglo XVI”, la Europa moderna no se erige por
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PRESENTACIÓN
creatividad autorreferente sino a un costo devastador, fulminando los contenidos civilizatorios
de los pueblos originarios de América y África
(con el despiadado trabajo obligado del indio y
la imposición de la esclavitud a las gentes que
son sustraídas de sus comunidades con la trata
negrera). Con los sucesos de 1492 se da el nacimiento simultáneo del capitalismo colonial, el
sistema mundo-moderno, y el racismo como criterio clasificatorio, de inferiorización y negación
ontológica del otro. En esta obra, Dussel hace
mención, por primera vez, al pensar los temas de
“la superación de la modernidad”, de una de las
aportaciones conceptuales que sigue rindiendo
dividentos al pensamiento filosófico latinoamericano, al apuntar hacia “la trans-modernidad: un
proyecto futuro” (Dussel, 1992, p. 11).
No será esta la única vez que Dussel impartirá su magisterio en los claustros alemanes.
Casi dos décadas después recibió una comunicación que le generó gran entusiasmo. Fue invitado, en 2010, por la Universidad de Colonia
(la más antigua de Alemania) a que impartiera
la prestigiosa Cátedra Alberto Magno; por primera vez esa distinción recaía en un académico
latinoamericano. Los temas abordados en este
JOSÉ GANDARILLA
| 24
muy sintético ensayo, El primer debate filosófico
de la modernidad, están en el centro de las tres
lecciones impartidas en aquella ocasión y que
se publicaron con el título Der Gegendiskurs der
Moderne. Kölner Vorlesungen (Berlin: Verlag Turia/Kant, 2013, 189 pp.) (El contradiscurso de la
modernidad. Conferencias de Colonia).
Los planteamientos de este texto apuntan a
una mayor radicalidad en la crítica del programa sociocultural de la modernidad, pues aquí
se le cuestiona a Europa como la sede y raíz
del discurso moderno y de su propia crítica,
una hipótesis de más trabajosa aceptación en
el gremio de los filósofos eurocéntricos, pero
que nuestro autor fue a sostener en sus propias
aulas. La lectura tradicional establece una ajenidad, una extrañeza, una abismalidad, entre
ambos procesos: la riqueza material proviene
de las comarcas coloniales, pero pareciera que
nunca podrá ser aceptado que de ahí provenga
también la riqueza del pensamiento filosófico.
Dussel parte de una periodización que redignifica el lugar histórico del “largo siglo XVI” y de
las discusiones filosóficas (ya modernas) que
ahí están teniendo lugar. La construcción categorial dieciochesca del “Sur de Europa” no solo
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PRESENTACIÓN
expulsó la modernidad temprana, mediterránea, de las comarcas luso hispanas católicas,
sino que con ello también tira por la borda las
interpelaciones efectivas (a través de múltiples
tipos de resistencia y rebeldía que protagonizan
nuestros pueblos originarios desde el propio
siglo XVI, producto de la llegada del invasor)
y el enjuiciamiento filosófico que desde estas
tierras se está haciendo de las lógicas destructivas (de la modernidad/colonialidad) por su
perniciosa aniquilación del otro, por la negación ontológica de su condición humana, y por
su invisibilización como agente cuestionador
de la legitimidad del dominio colonial. Será
a ese propósito que Dussel recupere el lugar
histórico que para un discurso ético-filosófico
vendrán a ocupar ciertas agrupaciones, casi en
condición de disidencia: las órdenes religiosas
que en simultáneo llegan a las tierras recién
“descubiertas” (por los europeos), franciscanos, dominicos y jesuitas. El argumento más
importante aquí defendido, ya no solo va en
dirección de cuestionar a la modernidad como
proyecto utópico o en su condición de mito
fundante, sino en señalar el importante papel
que para el discurso filosófico juegan dos figuJOSÉ GANDARILLA
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ras destacadas del siglo XVI, Bartolomé de las
Casas y Francisco Suárez. El pensamiento de
ambos autores, pero con mayor sustancia, en
este texto, el de Las Casas, recibió la influencia
de todo aquello que con la situación colonial se
discutió, y que al obispo de San Cristóbal llegó
a sensibilizarle cuando presenció el Sermón de
Antón de Montesinos en 1511, en lo que ahora es Santo Domingo, República Dominicana.
Con ese evento, alguien que pudo seguir la
ruta del encomendero se ha de estremecer vivencialmente y accede a un acto de conciencia
que persistirá por el resto de sus días, por algo
será reconocido como el cura defensor de indios. Un siglo antes que Descartes, en su texto
de 1537, Del único modo…, apunta a la necesidad de conferirle al oyente (de otra cultura)
las condiciones de su libre albedrío para que la
construcción del entendimiento obedezca a razones racionalmente defendidas; en los términos actuales podríamos decir que es un tratado
de filosofía intercultural. Las Casas pone esos
postulados en la base de sus planteamientos y
será la sustancia de su imputación del paradigma de la “Guerra Justa”, en la polémica de
Valladolid, casi dos décadas después.
27 |
PRESENTACIÓN
Ahora bien, con estos autores hablamos de
sujetos que reflexionan desde tierras americanas, llegados de fuera es cierto, pero sensibilizados de la situación existente acá y obligados, en
cierto modo, a una toma de posición del lado de
los indios. Sin embargo, en un trabajo que complementa a este (Meditaciones anti-cartesianas),
Dussel amplía su argumento de la existencia de
un “antidiscurso filosófico de la modernidad”,
simultáneo o hasta anterior a las formulaciones
del racionalismo cartesiano. Dussel mirará en
ello un evento de la mayor importancia; semejante a lo defendido por Las Casas, encontramos ahí propuestas ético-filosóficas cuyo sujeto
que enuncia es él mismo perteneciente a estos
pueblos originarios que reciben el impacto de la
invasión colonial. Es por tal razón que se ocupa
con detenimiento y minuciosidad de la figura
de Guamán Poma de Ayala, integrante de la
cultura quechua y que muy a inicios del siglo
XVII, está ya ejercitando no solo una denuncia
clara de la situación en que viven los habitantes
originarios de estas tierras y cómo su vivencia
se ha modificado radicalmente con la intrusión
de la nueva sujetidad del ego conquiro, sino que
se permite en un documento, “La primer nueva
JOSÉ GANDARILLA
| 28
crónica y buen gobierno” (1615) un enunciamiento desde el sujeto que ha sido expulsado
y menospreciado por la modernidad, pero que
puede ser la base para una reconstrucción societaria más allá de esta, el proyecto de la transmodernidad, de la que Dussel ha puesto las bases teóricas y prácticas para la reformulación
de una genuina universalidad, de otra historia
posible que ponga en su centro la reproducción
material de la vida. De lo que más y más estaremos reflexionando, tanto como se incrementen
las señales de crisis de la modernidad capitalista
que aún padecemos.
Bibliografía
•
Dussel, E. (1992). 1492. El encubrimiento del otro. El origen del mito de la modernidad. Bogotá: Antropos.
•
Dussel, E. (1998). Autopercepción intelectual de un
proceso histórico en Enrique Dussel. Un proyecto
ético y político para América Latina. Revista Anthropos. Huellas del conocimiento, 180.
29 |
PRESENTACIÓN
Expediciones,
cartografías
y la cuarta parte
del globo*
* Título agregado por los editores.
En el siglo XV anterior a 1492, lo que llamamos Europa occidental —latino-germánica—
era un mundo periférico y dependiente del
mundo islámico —concretamente del imperio
otomano desde la toma de Constantinopla en
1453, cuya época clásica la cumplirá Solimán
el Magnífico (1520-1566)—. Europa occidental
nunca había sido centro de la historia. La Europa latina a finales del siglo XV se extendía
desde Viena, sitiada por los turcos poco después, hasta Granada (en manos musulmanas
hasta 1492). Un territorio pequeño con algo
más de setenta millones de habitantes (la mitad de lo que China tenía en ese momento).
Era una cultura paulatinamente aislada desde
el siglo VII —por la expansión árabe—, que
había fracasado en las Cruzadas (intento de
salir de dicho enclaustramiento). Su débil
conexión con el “sistema antiguo” se extendía a través del Mediterráneo oriental —en
manos de Venecia, Génova, Amalfi y otros
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EXPEDICIONES, CARTOGRAFÍAS Y LA CUARTA PARTE DEL GLOBO
puertos italianos—, entrando en contacto con
el imperio otomano. Las estepas, que serán
rusas, estaban en manos de la Horda Dorada; la región de Irán bajo el poder del imperio safawi; el norte de India bajo el dominio
de los Mongoles. Comerciantes musulmanes
llegaban a Indochina, manejaban Malaka y
conquistaban la isla de Mindanao en Filipinas en el siglo XIV. El mundo musulmán llegaba del Atlántico marroquí al Pacífico; era la
única cultura que atravesaba todo el “mundo
antiguo”. El centro poblacional y comercial
más denso del sistema, sin embargo, se encontraba en China y en Indostán. La Europa
latino-germánica era una cultura secundaria,
arrinconada en el lejano Occidente.
Geopolíticamente había solamente dos espacios estratégicos, aunque sumamente difíciles, para la posible expansión de Europa. Por el
norte y hacia el este, Iván II el Grande (14621505), desde el principado de Moscú, vence a
los mongoles en 1480 y comienza su desplazamiento. Iván el Terrible (1530-1584), gracias a
la propuesta de Yermak en 1581, permitirá la
expansión de Rusia hasta Siberia. En 1607 el
imperio llega a Yenisei, en 1632 a Lena, en 1640
ENRIQUE DUSSEL
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divisan el Pacífico, y luego, al expandirse por
Alaska hacia el sur americano limitarán con el
virreinato de Nueva España (México).
El otro territorio apto para tal expansión, por
el oeste (el Finis terrae), era la península Ibérica.
Portugal ya había conquistado Ceuta, en África,
en 1415, El Kasar en 1448, Arzila en 1471. Había
descubierto las islas Madeiras en 1419, las Azores en 1431, el cabo Bojador en 1434, las islas del
Cabo Verde en 1461. Gracias a las carabelas, desde 1441 y con mapas chinos llegados de Venecia
(véase Menzies, 2003) a la escuela de Enrique
el Navegante (1394-1460), los portugueses cruzan el cabo de Buena Esperanza en 1497, desde
donde toman contacto con Madagascar, Ormuz,
Goa, Sri Lanka, hasta China y Japón. Portugal
había abierto a Europa el “Oriente” por el sur del
Atlántico, hacia el este.
Pero el Atlántico que origina la Modernidad
es el Atlántico occidental tropical, ecuatorial, el
Atlántico español desde finales del siglo XV, que
se situaba desde Sevilla (en el río Guadalquivir)
hasta las Antillas y el golfo de México.
España, finalizando la última cruzada de la
cristiandad en enero de 1492, en Granada, puede pensar en su expansión gracias a la osada
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EXPEDICIONES, CARTOGRAFÍAS Y LA CUARTA PARTE DEL GLOBO
propuesta —pero la única posible, ya que Portugal ha avanzado, conducido por mapas chinos
(imperio con grandes expediciones marítimas
que habían llegado a América a comienzos del
siglo XV), en los “descubrimientos” por el Atlántico suroriental— de Cristóbal Colón (m. 1506)
de navegar por el occidente hacia China. En su
equivocación (porque pensaba que, según el
mapa de 1489 de Henricus Martellus,1 América
del Sur era una cuarta península asiática al sur
de China) llega el almirante a unas islas del mar
océano próximas a China y a India, por lo que
imagina siempre, hasta su muerte, estar en Asia.2
1. Dussel, 1992, Conferencia 2. En el famoso mapa de
Waldseemüller de 1507 aparece todavía esta “cuarta
península” asiática al sur de China, y América totalmente cartografiada, con sus costas atlántica y pacífica. Es
decir, los venecianos o europeos confundieron los mapas chinos de 1421 a 1423 y colocaron dos veces América del Sur (al sur de China y en su lugar correcto). Esto
movió a Colón a pensar que la Tierra era más pequeña,
si América del Sur estuviera al sur de China (no existiría entonces el océano Pacífico, que sólo sería el Sinus
magnum, como lo llamaban).
2. En el cuarto viaje (1502-1504) Colón cree en Panamá
estar a “diez jornadas de navegación del Ganges” (véase
Lettera rarisima, en Fernández de Navarrete, 1825, pp.
303-304). El “Mar del Sur” era para Colón, como dije, el
Sinus magnum (entre China e Indochina).
ENRIQUE DUSSEL
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Existencialmente Colón nunca estuvo en América —y por lo
tanto nunca tuvo la experiencia
consciente de “descubrir” un tal
continente—. Tampoco la tuvo
Americo Vespucci.
Desde 1507, gracias a otros descubrimientos en Norteamérica y en Brasil,3 se tomó conciencia de que se estaba ante una “cuarta parte” de la tierra, destruyéndose así la antigua
“trinidad”: Europa (al centro), Asia (al este) y
África (al sur). Todo esto rompe de pronto la
interpretación total del mundo que se tenía
desde hacía más de cinco mil años en el Mediterráneo. Con estos “descubrimientos” —completados en 1522 con el regreso de Sebastián el
Cano de la expedición iniciada por Magallanes,
que demostraba empíricamente la redondez de
la tierra—, caía hecha pedazos la ontología antigua. Bien dice C. Schmitt que, con el Tratado
3. Pero no el de Américo Vespucci, cuyo “Mundus Novus”
(1503-1504) fue sólo la península al sur de China, que era mucho mayor de lo que se pensaba, pero no todavía América.
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EXPEDICIONES, CARTOGRAFÍAS Y LA CUARTA PARTE DEL GLOBO
de Tordesillas y con la línea que se traza a cien
millas de Portugal en medio del océano Atlántico, nace el “derecho moderno” (Schmitt, 1979).
Y nace tal derecho porque antes se ha originado el “mundo moderno” y con él la “filosofía
moderna”. Entre el “mundo antiguo” —el “sistema” de los 5 000 años de A. Gunder Frank
(Frank, 1990)— y la formulación explícita del
modelo filosófico moderno se encuentra el siglo
XVI, tiempo intermedio en el que se cumple
la conquista americana efectuada por España,
se consuma la destrucción del antiguo modelo
y se enfrenta la nueva problemática, ya moderna, con método escolástico antiguo aunque
con modificaciones temáticas. Es decir, se trata
de la primera filosofía moderna de la primera4
modernidad temprana.
4. La segunda modernidad temprana será la de Amsterdam de R. Descartes. Véase Dussel, 2007, párr. 8.
ENRIQUE DUSSEL
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La modernidad
como emancipación
La manera más directa de fundamentar la praxis
de dominación colonial transoceánica —colonialidad que es simultánea al origen mismo de
la modernidad, y por ello novedad en la historia
mundial— es mostrar que la cultura dominante
otorga a la más atrasada (“torpeza”, que Ginés
llamará turditatem e I. Kant unmündigkeit)5 los
beneficios de la civilización. Este argumento,
que está debajo de toda la filosofía moderna
(desde el siglo XV hasta el XXI) lo esgrime con
gran maestría por primera vez Ginés de Sepúlveda (m. 1573), alumno del filósofo renacentista
P. Pomponazzi (1462-1524), en el debate de Valladolid de 1550 —que Carlos V (1500-1558) promovió, a la manera de los califas islámicos, para
“tranquilizar su conciencia”—. Era una disputa
5. “Inmadurez” propia de los no ilustrados. Y en la que
consistiría lo que hemos llamado una “falacia desarrollista”: la creencia de que Europa está en todos los aspectos más “desarrollada” —en el sentido del concepto
“desarrollo” [Entwicklung] para Hegel— que las otras culturas. Véase Apel, K.-O. y Dussel, E., 2005, p. 107.
41 |
LA MODERNIDAD COMO EMANCIPACIÓN
atlántica (ya no mediterránea entre cristianos
y sarracenos), en la que se trataba de entender
el estatuto ontológico de los indios, “bárbaros”
diferentes de los de Grecia, China o el mundo
musulmán, respecto de los cuales Montaigne,
con profundo sentido crítico, opinaba: “[… a
esos caníbales (o caribes)6] podemos llamarlos
bárbaros con respecto a nuestras reglas de la
razón” (de sus reflexiones en “Caníbales”, en
Montaigne, 1967, p. 208). Ginés escribe:
Será siempre justo y conforme al derecho
natural que tales gentes [bárbaras] se sometan al imperio de príncipes y naciones
más cultas y humanas, para que por sus
virtudes y la prudencia de sus leyes, depongan la barbarie y se reduzcan a vida más
humana y al culto de la virtud (Ginés de
Sepúlveda, J., 1967, p. 85).
Es una relectura de Aristóteles, el filósofo esclavista griego del Mediterráneo oriental,
ahora situado en un horizonte del océano Atlántico, es decir, con significación mundial:
6. Los taínos de las Antillas no pronunciaban la “r”; de ahí
que “caribe” y “caníbal” se pronunciaran igual.
ENRIQUE DUSSEL
| 42
Y si rechazan tal imperio se les puede imponer por medio de las armas, y tal guerra
será justa según el derecho natural lo declara […] En suma: es justo, conveniente y
conforme a la ley natural que los varones
probos, inteligentes, virtuosos y humanos
dominen sobre todos los que no tienen estas
cualidades (ibid., p. 87).
Este argumento tautológico, porque parte
de la superioridad de la propia cultura simplemente por ser la propia, se impondrá en toda
la modernidad.
Se declara no humano el contenido
de otras culturas por ser diferentes
de la propia, como cuando Aristóteles declaraba no humanos a los
asiáticos y europeos bárbaros, porque “humanos” eran sólo “los vivientes que habitaban las ciudades
[helénicas]” (Aristóteles, Política i,
1; 1253, pp. 19-20).
43 |
LA MODERNIDAD COMO EMANCIPACIÓN
Lo más grave del argumento filosófico es
que se justifica la guerra justa contra los indígenas por el hecho de impedir la “conquista”, que
a los ojos de Ginés es la necesaria “violencia”
que debía ejercerse para que los bárbaros se civilizaran, porque si fueran civilizados no habría
causa de guerra:
Cuando los paganos no son más que paganos […] no hay justa causa para castigarlos, ni para atacarlos con las armas: de
tal modo que, si se encontrase en el Nuevo Mundo alguna gente culta, civilizada y
humana, que no adorase los ídolos, sino al
Dios verdadero […] sería ilícita la guerra
(Ginés de Sepúlveda, 1967, p. 117).
De manera que las culturas de los imperios azteca o inca no eran para Ginés muestra
de alta civilización. Y, por otra parte, poder
encontrar otro pueblo que adorara “al Dios
verdadero” (europeo, cristiano) era una condición absurda. Por ello quedaba tautológicamente justificada la guerra de conquista.
Pero siempre bajo el argumento que incluye
la “falacia desarrollista”:
ENRIQUE DUSSEL
| 44
Pero mira cuánto se engañan y cuánto
disiento yo de semejante opinión, viendo
al contrario en esas instituciones [aztecas
o incas] una prueba de la barbarie ruda e
innata servidumbre de estos hombres […]
Tienen [ciertamente] un modo institucional de república, pero nadie posee cosa
alguna como propia,7 ni una casa, ni un
campo de que pueda disponer ni dejar en
testamento a sus herederos […] sujetos a la
voluntad y capricho [de sus señores] que
no a su libertad […] Todo esto […] es señal
ciertísima del ánimo de siervos y sumisos
de estos bárbaros (ibid., pp. 110-111).
Y concluye de manera cínica, indicando que
los europeos otorgan a los indígenas “la virtud, la
humanidad y la verdadera religión [que] son más
valiosas que el oro y que la plata” (idem) que los europeos extraían brutalmente de las minas americanas, siendo dicha presencia de los metales preciosos
(dinero) la causa de la crisis en el resto de todo el
“mundo antiguo” (Asia y África).
7. Adelantándose a J. Locke o a Hegel, pone la “propiedad
privada” como condición de humanidad.
45 |
LA MODERNIDAD COMO EMANCIPACIÓN
Una vez justificada filosófica y argumentativamente la justicia de la expansión europea
como una obra civilizadora, emancipadora de la
barbarie en la que estaba sumido todo el resto
de la humanidad no europea, quedaba igualmente probada la justicia de la conquista por las
armas, la expoliación del indicado oro y plata,
y declarar a los indios “humanos” en abstracto,
pero no sus culturas. Europa podía crear una
organización política donde el poder residía en
la metrópolis que dominaba a las instituciones
coloniales, pudiéndoles imponer una religión
extranjera de manera dogmática. Tiempo antes,
el profesor de París Juan Mayor (1469-1550),
escotista escocés, había escrito en su Comentario a las sentencias, refiriéndose a los indios
americanos: “[…] aquel pueblo vive bestialmente [bestialiter] […] por lo que el primero que
los conquiste imperará justamente sobre ellos,
porque son por naturaleza esclavos [quia natura
sunt servi]” (Mayor, J., 1510, dist. XLIV, q. III).
Todo el argumento se fundamentaba políticamente, en último término, en el derecho que
tenía el rey de España para tal dominio colonial.
En el libro I, título 1, ley 1, de la Recopilación de
las Leyes de los Reynos de las Indias (1681), se
ENRIQUE DUSSEL
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lee: “Dios nuestro Señor por su infinita misericordia y bondad se ha servido de darnos sin
merecimientos nuestros tan grande parte en el
Señorío de este mundo […]” (Recopilación, 1943,
vol. 1, p. 1). Esa concesión otorgada por la bula
Inter caetera de 1493 firmada por el papa funcionaba como justificación política (o religiosa),
pero no filosófica. Por ello, el argumento de Ginés era necesario y complementario.
Hay un último argumento que deseo recordar, y es el siguiente: “La segunda causa es el
desterrar las torpezas nefandas […] y el salvar
de grandes injurias a muchos inocentes mortales a quienes estos bárbaros inmolaban todos
los años” (Ginés de Sepúlveda, 1967, p. 155). Es
decir, estaba justificada la guerra para rescatar
a las víctimas humanas ofrecidas a los dioses,
como en México. Veremos la sorprendente respuesta filosófica de Bartolomé de Las Casas.
47 |
LA MODERNIDAD COMO EMANCIPACIÓN
La modernidad
como utopía
Hay otra manera de interpretar el choque que significó la expansión europea
que constituye el origen de la modernidad.
Algunos quisieron salvar la empresa intentando una corrección
del plan inicial. Ya no se trataría
de trasladar a Amerindia la cultura europea, sino de partir de
las originarias culturas americanas, organizándolas políticamente
(con gran autonomía de la “República de españoles”), donde se
expresaría el genio indígena bajo
el lejano poder del rey español, y
modificando el campo religioso
51 |
LA MODERNIDAD COMO UTOPÍA
cristianizándolo, aunque respetando las tradiciones y ritos ancestrales —mientras no se opusieran a la tradición cristiana—.
Es evidente que ambas limitaciones (política, de
sujeción al rey, y religiosa, de imposición de una
religión extraña) suponían elementos de transformación esenciales, que los actores de tal utopía no llegaron a comprender en su significado
dominador. De todas maneras, aparecía como
una solución mucho mejor a la total asimilación
de las culturas indígenas o a su total extinción o
exclusión —que fue lo que de hecho se impuso
aproximadamente desde 1564, como veremos—.8
8. Cabe destacarse que las “reducciones” franciscanas y
jesuitas posteriores se extendieron en las regiones de indígenas recolectores o plantadores (que se transformaron así en agricultores urbanos) en muchos lugares del
continente latinoamericano. Los prototipos más exitosos
se organizaron en el norte de México, en el Orinoco, entre los moxos y chiquitos en Bolivia, y en las famosas reducciones de Paraguay. Es importante recordar que esta
experiencia de vida en común con propiedad colectiva y
democracia directa —aunque bajo la figura paterna de
los misioneros— será en el siglo XVIII el punto de partida
y la inspiración directa del socialismo utópico francés, y
de allí de todo su desarrollo posterior. Es decir, se trata de
ENRIQUE DUSSEL
| 52
Los primeros franciscanos que llegaron a
México en 1524 formaban parte de un movimiento (los “espirituales”) que poseían rasgos milenaristas, apocalípticos, utópicos, en la tradición
de Joaquín de Fiori (+1202) (véase Phelan, 1956;
Cayota, 1990). Jerónimo de Mendieta, en su obra
Historia Eclesiástica indiana, pensaba que los aztecas habían vivido en su tiempo de paganismo e
idolatría como los hebreos en Egipto —en la esclavitud del demonio—. Hernán Cortés, antecedido por Cristóbal Colón, era como el nuevo Moisés que los liberó de la servidumbre, indicando
el sentido emancipatorio de la modernidad. Por
esta razón los franciscanos aprobaban que los
indígenas sean objeto de una guerra justa si se
oponen a la evangelización, partiendo del texto
de Lucas 14, 15-24 (que usaba igualmente Ginés
de Sepúlveda), en donde puede “compeler” a que
entren en el Reino. Ginés apoyaba la monarquía
hispana de los Habsburgos y el sistema colonial.
Mendieta en cambio criticaba fuertemente a Felipe II como el causante, para los indios, de una
“cautividad de Babilonia”. Aplicando a América
las predicciones de Joaquín de Fiori para Europa,
un capítulo inicial del socialismo moderno, que no se ha
escrito ni incluido en la historia del socialismo mundial.
53 |
LA MODERNIDAD COMO UTOPÍA
Mendieta opinaba que se estaba ya en tiempos
próximos “al final del mundo”, porque el evangelio se estaba predicando a “todos los pueblos”.
Además, la vieja Europa había
traicionado al fundador del cristianismo por su entera corrupción; mientras que los indios,
con su simplicidad y pobreza,
parecieran no haber sido tocados
por el “pecado original”.
De ser así, se podía fundar una iglesia ideal,
como la de los “primeros tiempos del cristianismo”, antes de la Cristiandad que fundara Constantino, y en el que soñara Francisco de Asís. Se
relacionaba así el ideal primigenio del cristianismo, el de Francisco y la pobreza y solidaridad comunitaria de los indígenas.
El periodo de 1524 a 1564 había sido la “Edad
de Oro”, de una misión franciscana mezclada
entre los indígenas, conociendo su lengua, sirviéndoles sin intromisión de los españoles. Eran
los tiempos de Carlos V, el Emperador. ConserENRIQUE DUSSEL
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vando las antiguas tradiciones —en todo lo que
no se oponía al cristianismo—, en especial bajo
la dirección de Pedro de Gante, que organizaba
una nueva civilización técnica y arquitectónica
en la que los antiguos pobladores pudieron expresar su maestría, fueron respetadas tanto sus
fiestas y sus vestimentas como sus costumbres,
autoridades políticas, etc. El proyecto “modernizador” partía de la incorporación de la exterioridad (que no había sido destruida por la
conquista), para organizar la comunidad indígena y cristiana fuera del contacto con los conquistadores. Este proyecto —que como hemos
indicado se continuará hasta el siglo XIX en las
reducciones— era una utopía.
Juan de Torquemada, en La monarquía in
diana (Torquemada, 1975), describe con mayor
precisión este proyecto. La comunidad se gobernaría a sí misma, elegiría a sus autoridades
políticas, religiosas (bajo la conducción de los
misioneros), agrícolas, técnicas, etc. En efecto, el uso del hierro transformó todas las artes
manuales, desde la fabricación de arados, palas,
picos, martillos y otros instrumentos, pasando
por la domesticación y el uso de caballos, herraduras, arneses, hasta la escritura fonética de sus
55 |
LA MODERNIDAD COMO UTOPÍA
lenguas, la producción de pergaminos, papel y
tinta; la arquitectura extremadamente avanzada en enormes templos, palacios, puentes, fuentes, y la organización de la seguridad urbana,
la impartición de justicia, la organización de
archivos, etc. Era una auténtica “república de
indios” bajo el poder del emperador (según el
proyecto, pero siempre había intromisión de las
autoridades menores, municipales, del cabildo,
de las audiencias, de las parroquias, etc., que los
misioneros intentaban impedir).
En 1564, con la “Junta Magna”, Felipe II destruye la autonomía de esa experiencia utópica,
y los virreyes y otras autoridades civiles y eclesiásticas españolas penetran en las misiones indígenas. Es ahora, para Mendieta, el “reino de la
plata”, el “cautiverio de Babilonia”, la soberanía
de Mamón, la riqueza, la avaricia, la corrupción
que aporta el colonizador europeo en las costumbres indígenas cristianizadas. Muchos indígenas
pasan a las encomiendas, a las haciendas, al trabajo de las minas (en el sur, la mita), la explotación. De esta manera se volvía, para Mendieta y
Torquemada, a la “esclavitud de Egipto”.
ENRIQUE DUSSEL
| 56
El primer
antidiscurso filosófico
de la modernidad
(1514-1566)
Aunque anterior a los otros pensadores expuestos, hemos dejado la posición filosófica de Bartolomé de Las Casas (1484-1566) en último lugar,
para mostrar con mayor claridad la diferencia
con las otras posiciones. Bartolomé es el primer
crítico frontal de la modernidad, dos decenios
posteriores al tiempo mismo de su nacimiento.
Todo comienza en 1514 en Cuba, en la aldea
Sancti Spiritu, tres años antes de que M. Lutero
expusiera sus tesis en Erfurt o que Maquiavelo
publicara Il Principe. Europa se iba despertando
del choque del descubrimiento de todo un Nuevo
Mundo cuando Bartolomé inicia ya su crítica de
los efectos negativos de ese proceso civilizatorio.
De una manera estrictamente filosófica, argumentativa, Bartolomé a] refuta la pretensión de
superioridad de la cultura occidental, de la que
se deduce la barbarie de las culturas indígenas;
b] con una posición filosófica sumamente creativa utiliza una clara diferencia entre otorgar al
otro (al indio) pretensión universal de su verdad,
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EL PRIMER ANTIDISCURSO FILOSÓFICO DE LA MODERNIDAD
sin dejar de afirmar la posibilidad de una pretensión universal de validez para el cristiano honesto en su predicación a favor del evangelio, y c]
demuestra la falsedad de la última causa posible
para fundamentar de la violencia de la conquista
en cuanto a salvar a las víctimas de los sacrificios
humanos, por ser contrario al derecho natural y
desde todo punto de vista injusto.
Todo es probado argumentativamente en voluminosas obras escritas en medio de continuas luchas políticas, desde una praxis
valiente envuelta en fracasos
que no doblan su voluntad de
servicio a los injustamente tratados recién descubiertos habitantes del Nuevo Mundo: el otro de
la modernidad naciente.
La vida de Las Casas puede dividirse en etapas que permiten descubrir su desarrollo teórico-filosófico. Desde su llegada al Caribe hasta el
ENRIQUE DUSSEL
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día de la ruptura con una vida de complicidad
con los conquistadores (1502-1514); de joven
soldado de Velázquez en Cuba, hasta sacerdote
(ordenado en Roma en 1510), y como cura encomendero en Sancti Spiritu, en abril de 1514,
donde lee el texto del Ben Sira 34, 20-22, en celebración litúrgica pedida por el gobernador: “Es
inmolar al hijo en presencia de su padre ofrecer
en sacrificio lo robado a los pobres. El pan es la
vida del pobre, quien se lo roba es un asesino.
Es matar al prójimo sustraerle su alimento; es
derramar su sangre privarlo del salario debido”
(véase mi comentario en Dussel, 2007b, ii, 5; pp.
179-193). Y en texto autobiográfico escribió:
Comenzó a considerar la miseria y servidumbre —recuerda Bartolomé— que
padecían aquellas gentes [los indios]
[…] Aplicando lo uno [el texto semita] a lo otro [la realidad del Caribe]
determinó en sí mismo, convencido
de la misma verdad, ser injusto y tiránico todo cuanto acerca de los indios
en estas Indias se cometía (Historia de
las Indias, libro iii, cap. 79; Las Casas,
1957, vol. 2, p. 356).
61 |
EL PRIMER ANTIDISCURSO FILOSÓFICO DE LA MODERNIDAD
Y aquel filósofo de la primera hora refiere
todavía:
En confirmación de lo cual todo cuanto leía
hallaba favorable y solía decir e afirmar,
que, desde la primera hora que comenzó a
desechar las tinieblas de aquella ignorancia, nunca leyó en libro de latín o razón o
auctoridad [sic] para probar y corroborar la
justicia de aquestas indianas gentes, y para
condenación de las injusticias que se les
han hecho y males y daños (ibid., p. 357).
De 1514 a 1523 son años de viajes a España, consejos con Cisneros (regente del reino),
con el rey, de preparación para la fundación de
una comunidad pacífica de campesinos españoles que habrían de compartir la vida con los
indios en Cumaná (el primer proyecto de colonización pacífica), del posterior fracaso y su
retiro en Santo Domingo (véase Dussel, 1977,
pp. 142 ss.). La nueva etapa (1523-1539) serán
largos años de estudio, el comienzo en 1527 de
la Historia de las Indias, libro que debe ser leído bajo la óptica de una filosofía de la historia
nueva, y la monumental Apologética historia,
ENRIQUE DUSSEL
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donde comienza la descripción del desarrollo
ejemplar y el tipo ético de vida de las civilizaciones amerindias, contra las críticas acerca de
su barbarie. En resumen:
Han publicado que no eran gentes de buena razón para gobernarse, carecientes de
humana policía y ordenadas repúblicas
[…] Para demostración de la verdad que
es en contrario, se traen y copilan [sic] en
este libro [innúmeros ejemplos]. Cuanto
a la política, digo, no sólo se mostraron
ser gentes muy prudentes y de vivos y
señalados entendimientos teniendo sus
repúblicas […] prudentemente regidas,
proveídas y con justicia prosperadas […]
(Apologética historia, proemio, Las Casas,
1957, vol. 3, pp. 3-4).
Todas estas universas [sic] e infinitas
gentes a todo género crió Dios las más
simples, sin maldades ni dobleces, obedientísimas y fidelísimas a sus señores
naturales, sin rencillas ni bollicios [sic],
que hay en el mundo (Brevísima relación
de la destrucción de las Indias, Las Casas,
1957, vol. 5, p. 136).
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EL PRIMER ANTIDISCURSO FILOSÓFICO DE LA MODERNIDAD
Prueba entonces que en muchos aspectos
eran superiores a los europeos, y ciertamente desde un punto de vista ético. Por ello no
puede soportar, y estalla en inmensa cólera, al
ver la brutalidad con la que los modernos europeos han destruido a esas “infinitas gentes”:
Dos maneras generales y principales
han tenido los que allá han pasado, que
se llaman cristianos [y no lo son en los
hechos], en extirpar y raer de la faz de la
tierra a aquellas miserandas naciones. La
una, por injustas, crueles y sangrientas
guerras, la otra, después que han muerto
todo los que podrían anhelar o suspirar
o pensar en libertad,9 o en salir de los
tormentos que padecen, como son todos los señores naturales y los hombres
varones (porque comúnmente no dejan
en las guerras la vida sino los mozos y
las mujeres), oprimiéndoles con la más
dura, horrible y áspera servidumbre en
que jamás hombres ni bestias pudieron
ser puestos (Brevísima relación…, p. 137).
9. Considérese que Bartolomé está describiendo la “dialéctica del señor y del esclavo”.
ENRIQUE DUSSEL
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En 1537 —un siglo antes de El discurso del método de Descartes—,10 escribe Del único modo (Del
único modo de atraer a todos los pueblos a la verdadera religión). Con esa obra en mano emprendió
la predicación pacífica de los pueblos indígenas
que recibirán el nombre de Vera Paz en Guatemala. Lo que más llama la atención de la parte del
libro que nos ha llegado (sólo los capítulos quinto al séptimo)11 es la potencia del escritor, el entusiasmo por el tema, la enorme bibliografía con
que debió de contar en la ciudad de Guatemala
en ese momento. Es una impresionante obra intelectual. Con precisa lógica, con increíble conocimiento del texto semita, de la tradición griega y
latina de los padres de la iglesia y de la filosofía
latino-medieval, con un imperturbable sentido de
las distinciones, va agotando los argumentos con
profusa cantidad de citas, que aún hoy en día sería
de envidiar en un prolífico y cuidadoso escritor.
10. Descartes fundamentará la ontología moderna en el
abstracto y solipsista ego cogito. Bartolomé en cambio
fundamenta la crítica ético-política de dicha ontología
desde la responsabilidad por el otro, al que debe argumentos para demostrar la propia pretensión de verdad.
11. Que completan 478 páginas en la edición mexicana
de 1942.
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EL PRIMER ANTIDISCURSO FILOSÓFICO DE LA MODERNIDAD
Tenía Bartolomé 53 años, una población de conquistadores en contra, y un mundo indígena maya
que desconocía en concreto, pero
que respetaba como a un igual.
Es un manifiesto de filosofía intercultural, de pacifismo político y crítica certera de la guerra justa
en la modernidad (desde la conquista de América Latina —que anticipa la de América del Norte,
África y Asia— y las guerras coloniales, hasta la
guerra del Golfo o de Afganistán o Irak en nuestros días). Sería de utilidad que los dirigentes
europeos y norteamericanos releyeran esa obra
cumbre del pensamiento latinoamericano.
El argumento central es filosóficamente formulado de la siguiente manera:
El entendimiento conoce voluntariamente cuando aquello que conoce no
se le manifiesta inmediatamente como
verdadero, siendo entonces necesario un
previo raciocinio para que pueda aceptar que se trata en el caso de una cosa
verdadera […] procediendo de una cosa
ENRIQUE DUSSEL
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conocida a otra desconocida por medio
del discurso de la razón (Del único modo,
cap. 5, 3, Las Casas, 1942, p. 81).
Aceptar como verdadero lo que dice el otro
significa un acto práctico, de fe en el otro que me
dice algo verdadero, y esto “porque el entendimiento es el principio del acto humano que contiene la raíz de la libertad […] Efectivamente, la
razón toda de la libertad depende del modo de
ser del conocimiento, porque en tanto quiere la
voluntad en cuanto el entendimiento entiende”
(ibid., p. 82). Habiéndose adelantado en siglos a la
ética del discurso, recomendó por ello “estudiar la
naturaleza y principios de la retórica” (ibid., cap.
5; p. 94). Es decir, el único modo de atraer a los
miembros de una cultura extraña a una doctrina
para ellos desconocida es aplicando el arte de convencer con “un modo persuasivo, por medio de
razones en cuanto al entendimiento, y suavemente atractivo en relación con la voluntad” (ibid., pp.
303-304), contar con la libre voluntad del oyente
para que sin coacción pueda aceptar la razones racionalmente. Es evidente que el temor, el castigo,
el uso de las armas y la guerra son los medios más
alejados de una tal justificación.
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EL PRIMER ANTIDISCURSO FILOSÓFICO DE LA MODERNIDAD
Bartolomé tiene claridad de que la imposición de una teoría al otro por la fuerza, por
las armas, era la mera expansión de “lo Mismo”
como “lo mismo”. Era la inclusión dialéctica del
otro en un mundo extraño y como instrumento,
como alienado (véase Dussel, 1983, pp. 295 ss.).
Por el contrario, Las Casas se propone un
acto de reconocimiento: en el otro como otro
(porque si no se afirma la igual dignidad del
Otro y se cree en la honestidad de su interpelación, no hay posibilidad de acuerdo racional
ético), en la pretensión de la aceptación por el
Otro de la propuesta de una nueva doctrina, lo
que exige por parte del Otro también un acto
de aceptación. Para ello es necesario que el otro
sea libre, que acepte voluntariamente las razones que se le proponen.
Habiendo practicado en Vera Paz el método pacífico de adoctrinar a los mayas, parte
después de muchas luchas a España y logra la
promulgación de las Leyes nuevas de 1542, en
las que se suprimían paulatinamente las encomiendas en todas las Indias. Son épocas de
muchos escritos en defensa del indio. Es nombrado obispo de Chiapas, pero debe renunciar
poco después ante la violencia de los conquisENRIQUE DUSSEL
| 68
tadores (no sólo contra los mayas, sino igualmente contra el obispo).
Desde 1547 se instala en España, pero atravesará todavía varias veces el océano. Es allí donde
redacta muchas de sus obras maduras. En 1550
se enfrenta a Ginés de Sepúlveda en Valladolid,
el primer debate público y central filosófico de
la modernidad. La perenne pregunta va a ser:
¿Qué derecho tiene Europa de dominar colonialmente a las Indias? Una vez resuelto el tema
(que filosóficamente refuta convincentemente
Las Casas, pero que fracasa rotundamente en la
práctica moderna de las monarquías absolutas
y del sistema capitalista articulado al colonialismo), la modernidad nunca más se preguntará
por este derecho a la dominación de la periferia,
hasta el presente. Ese derecho a la dominación
se impondrá como la naturaleza de las cosas.
Toda la filosofía moderna posterior se desarrollará teniendo
como un supuesto oculto la imposibilidad racional de fundamentar ética y políticamente la
69 |
EL PRIMER ANTIDISCURSO FILOSÓFICO DE LA MODERNIDAD
expansión europea, lo que no
se opone a que se imponga el
hecho incontrovertible de haber construido un sistema mundial sobre dicha dominación.
La primera filosofía moderna de la modernidad temprana tenía todavía conciencia de la
injusticia cometida y refutó su legitimidad.
Queremos por ello volver sobre dos argumentos racionales que prueban la injusticia
de la expansión colonial de la modernidad.
Refutando que la falsedad de sus ídolos pudiera ser causa de guerra para exterminarlos,
Bartolomé argumenta así:
Dado que ellos [los indios] se complacen
en mantener […] que, al adorar sus ídolos, adoran al verdadero Dios […] y a pesar
de la suposición de que ellos tienen una
errónea conciencia, hasta que no se les
predique el verdadero Dios con mejores
y más creíbles y convincentes argumentos,
sobre todo con los ejemplos de su conducta cristiana, ellos están, sin duda, obliENRIQUE DUSSEL
| 70
gados a defender el culto a sus dioses y a su
religión y a salir con sus fuerzas armadas
contra todo aquel que intente privarles de
tal culto […] están así obligados a luchar
contra éstos, matarlos, capturarlos y ejercer
todos los derechos que son corolario de una
justa guerra, de acuerdo con el derecho de
gentes (Las Casas, 1989, p. 168).
Este texto muestra muchos niveles filosóficos a analizar. Lo esencial es que se otorga al
indio una pretensión universal de verdad (ya
que desde su perspectiva “adoran al verdadero
Dios”), lo que no quiere decir que Las Casas
mismo no tenga por su parte igual pretensión
(ya que Las Casas opina que es “errónea conciencia”). Las Casas otorga dicha pretensión a
los indios porque no han recibido “creíbles y
convincentes argumentos”. Y como no los han
recibido, tienen todo el derecho de afirmar sus
convicciones, defenderlas hasta la posibilidad
de una guerra justa.12 Es decir, se invierte la
12. Si aplicamos tan clara doctrina al caso de la conquista de Nueva Inglaterra, y de allí en adelante hasta en la
actual Guerra de Irak podrá entenderse que los patriotas
que defienden su tierra están justificados por el argumento lascasiano. Véase Dussel, 2007c, p. 299.
71 |
EL PRIMER ANTIDISCURSO FILOSÓFICO DE LA MODERNIDAD
prueba. No es que su “barbarie” justifique que
se les haga guerra justa, sino que, por tener
“dioses verdaderos” (mientras no se pruebe lo
contrario), son ellos los que tienen motivos
para hacer una guerra justa contra los europeos modernos invasores.
El argumento llega al paroxismo al enfrentar la objeción más difícil que propone Ginés de
Sepúlveda, quien justifica la guerra de los españoles para salvar la vida de las víctimas inocentes de los sacrificios humanos a los dioses aztecas. Las Casas razona de la siguiente manera:
[Los] hombres, por derecho natural, están obligados a honrar a Dios con los
mejores medios a su alcance y a ofrecerle
en sacrificio las mejores cosas […] Ahora
bien, corresponde a la ley humana y a la
legislación positiva determinar qué cosas
deban ser ofrecidas a Dios; esto último se
confía ya a la comunidad entera […] La
propia naturaleza dicta y enseña […] que
a falta de una ley positiva que ordene lo
contrario deben inmolar incluso víctimas
humanas al Dios, verdadero o falso, considerado como verdadero, de manera que al
ENRIQUE DUSSEL
| 72
ofrecerle la cosa más preciosa, se muestren especialmente agradecidos por tantos beneficios recibidos (Las Casas, 1989,
pp. 155-156, 157 y 160).
De nuevo puede verse, como siempre,
que al otorgar al otro la pretensión de verdad
(“falso, considerado [por ellos, mientras no se
pruebe lo contrario] como verdadero”), llega
Bartolomé a lo que podríamos llamar “el máximo de conciencia crítica posible para un europeo en Indias” —que no es todavía la conciencia crítica del indio oprimido mismo—, y es tan
original el argumento que, confiesa después:
“[…] tuve y probé muchas conclusiones que
antes de mí nunca hombre osó tocar o escribir,
y una de ellas fue no ser contra la ley ni razón
natural […] ofrecer hombres a Dios, falso o
verdadero (teniendo al falso por verdadero) en
sacrificio” (Carta a los dominicos de Guatemala de 1563, Las Casas, 1957, vol. 5, p. 471). Con
esto concluye que la pretensión de Ginés de
justificar la conquista para salvar la vida de las
víctimas humanas de los sacrificios no sólo no
prueba lo que se propone, sino que se muestra
que los indígenas, al considerar dichos sacrifi73 |
EL PRIMER ANTIDISCURSO FILOSÓFICO DE LA MODERNIDAD
cios como lo más digno de ofrecer, según sus
convicciones (que no han sido refutadas con
convincentes argumentos), tienen el derecho,
si se les impidiera por la fuerza no realizarlos,
de entablar una guerra, ahora “guerra justa”,
contra los españoles.
En filosofía política, además, un siglo antes
que T. Hobbes o B. Spinoza, define su posición
en favor del derecho del pueblo (en este caso
del pueblo indio) ante las instituciones vigentes,
incluso ante el rey mismo, cuando no se cumplen las condiciones de la legitimidad ni se respeta la libertad de los miembros de la república.
En ocasión de que los encomenderos de Perú
deseaban pagar un tributo al rey para prácticamente apropiarse para siempre de los servicios
de los indios, Bartolomé escribió De regia potestate, que debe relacionarse a De thesauris y
al Tratado de las doce dudas. En la primera de
dichas obras nos dice:
Ningún rey o gobernante, por muy supremo que sea, puede ordenar o mandar nada concerniente a la república, en
perjuicio o detrimento del pueblo (populi) o de los súbditos, sin haber tenido el
ENRIQUE DUSSEL
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consenso (consensus) de ellos, en forma
lícita y debida. De otra manera no valdría (valet) por derecho […] Nadie puede
legítimamente (legitime) […] inferir perjuicio alguno a la libertad de sus pueblos
(libertati populorum suorum); si alguien
decidiera en contra de la común utilidad
del pueblo, sin contar con el consenso del
pueblo (consensu populi) serían nulas dichas decisiones. La libertad (libertas) es lo
más precioso y estimable que un pueblo
libre puede tener (De regia potestate, párr.
8; Las Casas, 1969, pp. 47 y 49).
Esto atentaba contra la pretensión del rey
de ejercer un poder absoluto. Las Casas tiene claro que la sede del poder reside en el
pueblo, entre los súbditos (no sólo entre los
reinos que firmaban el pacto con el rey o la
reina de Castilla), y por ello la legitimidad de
las decisiones políticas se fundaban en el previo consenso del pueblo. Estamos en el primer siglo de la modernidad temprana, antes
de que se consolide como obvio y universal el
mito de la modernidad europea como civilización que ejerce el poder universal sobre las
75 |
EL PRIMER ANTIDISCURSO FILOSÓFICO DE LA MODERNIDAD
colonias y el globo (el ius gentium europaeum
de Carl Schmitt) definitivamente fetichizado
en la Filosofía del derecho de Hegel (véase
Dussel, 2007, párr. 10.3, pp. 380 ss.). Explica
Bartolomé de Las Casas:
Todos los infieles, de cualquier secta o religión que fueren […] cuanto al derecho
natural o divino, y el que llaman derecho
de gentes, justamente tienen y poseen señoría sobre sus cosas […] Y también con
la misma justicia poseen sus principados,
reinos, estados, dignidades, jurisdicciones y señoríos. El regente o gobernador
no puede ser otro sino aquel que toda la
sociedad y comunidad eligió al principio
(Tratado de las doce dudas, primer principio; Las Casas, 1957, vol. 5, p. 492).
Cuando se afirma que el pontífice romano
o los reyes hispánicos, bajo la obligación de “la
predicación del evangelio”, se otorgaban un
“derecho sobre la cosas (iure in re)” (De thesauris, Las Casas, 1958, p. 101) —sobre los indios—,
Bartolomé anota de nueva cuenta que dicho
derecho sólo operaba in potentia mientras no
ENRIQUE DUSSEL
| 76
mediara un consenso por parte de los indios
(como “derecho a las cosas” [ius ad rem]) para
operar in actu, y como no ha existido tal consentimiento, la conquista es ilegítima. Por lo
que concluye de manera certera:
Es obligado pues el rey, nuestro señor, so
pena de no salvarse, a restituir aquellos
reinos al rey Tito [así era llamado un
Inca todavía en vida], sucesor o heredero
de Guayna Cápac y de los demás Incas,
y poner en ello todas sus fuerzas y poder
(De Thesauris, p. 218).
Se trata de la obra racionalmente más argumentada del comienzo de la modernidad,
de la primera filosofía moderna, que refutaba minuciosamente las pruebas que se enunciaban en favor de una justificación de la
expansión colonial de la Europa moderna.
Se trata, como hemos intentado
probar, del primer antidiscurso
de la modernidad (antidiscurso
él mismo filosófico y moderno),
77 |
EL PRIMER ANTIDISCURSO FILOSÓFICO DE LA MODERNIDAD
dentro de cuya tradición habrá
siempre representantes en toda
la historia de la filosofía latinoamericana a través de los cinco siglos siguientes.
El antidiscurso filosófico crítico de Las Casas será usado por los rebeldes de Los Países
Bajos para emanciparse de España a comienzos del siglo XVII; nuevamente será leído en la
revolución norteamericana de emancipación
contra Inglaterra; en la independencia de las
colonias latinoamericanas de 1810, y en otros
procesos de transformación profunda en el
continente. Derrotado políticamente su filosofía irradiará hasta el presente.
ENRIQUE DUSSEL
| 78
Nuevos desarrollos
de la primer filosofía
de la modernidad
El impacto de la invasión moderna de América,
de la expansión de Europa en el occidente del
Atlántico, produjo una crisis en el antiguo paradigma filosófico, pero todavía sin formular de
manera explícita otro enteramente nuevo —como
lo propondrá, partiendo de los desarrollos del
siglo XVI, René Descartes—. Debe indicarse que
la producción filosófica del siglo XVI en España
y Portugal estaba diariamente articulada a los
acontecimientos atlánticos, con la apertura de
Europa al mundo. La Península Ibérica era el territorio europeo que vivía la efervescencia de los
descubrimientos inesperados. Llegaban noticias
permanentemente de las provincias de ultramar,
de la América hispana y Filipinas, para España;
de Brasil, África y Asia, para Portugal. Los profesores universitarios de filosofía de Salamanca,
Valladolid, Coimbra o Braga (que desde 1581,
por la unidad de Portugal y España, funcionaban como un solo sistema universitario) tenían
alumnos que provenían de esos territorios o par81 |
NUEVOS DESARROLLOS DE LA PRIMER FILOSOFÍA
tirían a ellos, y los temas relacionados con esos
mundos les eran inquietantes y conocidos. Ninguna universidad del norte de los Pirineos tenía
en Europa tal experiencia mundial. La llamada
segunda escolástica no era un simple repetir lo
ya dicho en la Edad Media latina. La irrupción
en las universidades de una orden religiosa completamente moderna, pero no simplemente por
estar influida por la modernidad sino por ser una
de las causas intrínsecas de ella misma,13 los jesuitas, impulsa a los primeros pasos de una filosofía
moderna en Europa.
Interesa a una historia de la filosofía latinoamericana el pensamiento filosófico de la
nueva orden moderna de los jesuitas fundada
en 1539, llegando a Brasil en 1549 y a Perú en
1566, cuando la conquista y la organización
13. Si R. Descartes pasa por ser el filósofo moderno que impone un nuevo modelo o paradigma filosófico, no debe olvidarse que fue alumno de los jesuitas en La Flèche y discípulo de la problemática que se discutía en torno al método que
se enseñaba en dicha escuela. Estudió lógica desde 1610
en la llamada Lógica mexicana de Antonio Rubio (1603), y su
primer lectura filosófica fue las Disputationes metaphysicae
de Suárez. Los jesuitas rápidamente llegan a tener casi el
monopolio de la enseñanza de la filosofía en Europa latina,
porque el protestantismo germano se inclinaba a dar mayor
importancia a la teología exclusivamente.
ENRIQUE DUSSEL
| 82
institucional colonial de las Indias se había establecido definitivamente. Ellos ya no pusieron
en cuestión el orden vigente establecido de dominación colonial. Se ocuparon, en cambio, de
las dos razas “puras” del continente: los criollos (hijos de españoles nacidos en América) y
los pueblos originarios amerindios. Como ha
probado Aníbal Quijano, era el modo habitual
clasificatorio social en la modernidad temprana. El mestizo y la raza africana no tenían la
misma dignidad. Por ello, en los colegios y en
las haciendas jesuitas había esclavos africanos
que trabajaban para lograr beneficios que se
invertían en las misiones de indios.
Josué de Acosta será un intelectual de la primera hora de los jesuitas en Perú.
Por su parte, la Península Ibérica tuvo un
desarrollo simultáneo, porque en los hechos la
América ibérica colonial y España y Portugal
metropolitanos formaban un mundo filosófico
que se influía de manera continua y mutuamente. Veamos algunos de esos grandes maestros de
la filosofía de la primera modernidad temprana,
que abrirán el camino a la segunda modernidad
temprana (la del Amsterdam de Descartes y Spinoza, hispano o sefardita en muchos aspectos).
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NUEVOS DESARROLLOS DE LA PRIMER FILOSOFÍA
No puede dejarse de lado a Pedro de Fonseca (1528-1597), que fue uno de los creadores,
en Portugal, de la llamada escolástica barroca
(1550-1660).14 De 1548 a 1551 estudió en Coimbra, donde comenzó a enseñar desde 1552. Los
Comentarios a la Metafísica de Aristóteles es
su obra más famosa. Sus escritos fueron publicados, en repetidas ediciones (hasta 36 veces sus comentarios a la Metafísica), en Lyon,
Coimbra, Lisboa, Colonia, Venecia, Maguncia
o Estrasburgo. Pero aunque no fue obra personal de Fonseca, él formó el equipo de jesuitas
(entre los que se encontraban Marcos Jorge,
Cipriano Soares, Pedro Gomes y Manuel de
Góis) que se propuso modificar completamente la exposición de la filosofía, de manera más
pedagógica, incorporando los descubrimientos recientes, criticando los métodos antiguos
e innovando en todas las materias. El curso
comenzó a editarse en 1592; fueron ocho volúmenes que se concluyeron en 1606, bajo el
título de Comentarii Colegii Conimbricensis,
14. Véase Ferrater Mora, 1963. La segunda escolástica en
su sentido más tradicional es ya clásica en la obra de Juan
de Santo Tomás, Cursus philosophicum (1648), que de todas
maneras tiene todavía una claridad y profundidad excepcionales, que irán decayendo con el pasar de las décadas.
ENRIQUE DUSSEL
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texto imprescindible para los estudiosos de la
filosofía en toda Europa (Descartes o Leibniz,
por ejemplo, alabaron su consistencia).
Por su parte, Francisco Suárez (1548-1617), de
la misma orden y con el mismo impulso renovador, dio remate a la obra de sus predecesores. Fue
profesor en Salamanca desde 1570, y también en
Coimbra y Roma. Sus Disputationes metaphysicae
(1597) puede considerarse la primera ontología
moderna. Dejó de lado el modo de exposición de
los Comentarios a Aristóteles, y por vez primera
expuso un libro sistemático que marcará a todas
las ontologías posteriores (la de Baumgarten, Ch.
Wolff —y, por su intermedio, Kant—, Leibniz, A.
Schopenhauer, hasta M. Heidegger o X. Zubiri).
Tuvo un ejemplar espíritu de independencia, usó
a los grandes maestros filósofos pero no se atuvo
nunca a uno solo de ellos. Después de Aristóteles
y Tomás de Aquino, fue Duns Escoto el que más
lo inspira. La obra tiene un orden sistemático. En
las 21 primeras Disputas trata la ontología.
Por su influencia sobre R. Descartes, y por
su originalidad, habría que nombrar a Francisco Sánchez (1551-1623), pensador portugués que
escribió una obra innovadora: Quod nihil scitur
(Que nada se sabe), aparecida en Lyon en 1581,
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NUEVOS DESARROLLOS DE LA PRIMER FILOSOFÍA
reeditada en Frankfurt en 1628, de donde quizá
Descartes pudo tomar algunas ideas para su obra
cumbre. Se proponía llegar por la duda a una certeza fundamental. La ciencia fundamental es la
que puede probar que nihil scimus (nada sabemos): “Quod magis cogito, magis dubito” (cuando más pienso, más dudo). El desarrollo posterior
de una tal ciencia debía ser, primero, Methodus
sciende (el método de conocer), después: Examen
rerum (la observación de las cosas); en tercer lugar: De essentia rerum (la esencia de las cosas).
Por ello, aunque “scientia est rei perfecta cognitio” (la ciencia es el conocimiento perfecto de la
cosa), en realidad nunca se alcanza.
De la misma manera Gómez Pereira, judío sefardita converso nacido en Medina del
Campo escribió una obra científico-autobiográfica (como El discurso del método), siendo
un famoso médico y filósofo que estudió en
Salamanca, que tiene el extraño título de Antoniana Margarita, opus nempe physicis, medicis ac theologis…, donde leemos, después de
poner en duda, como los nominalistas, todas
las certezas, aquello de: “Nosco me aliquid
noscere, et quidquid noscit est, ergo ego sum”
(Conozco que conozco algo, y el que es capaz
ENRIQUE DUSSEL
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de conocer algo, luego yo soy) (véase Bueno,
F., 2005, p. 328). En el ambiente filosófico del
siglo XVI un cierto escepticismo de lo antiguo abría las puertas al nuevo paradigma filosófico de la modernidad del siglo XVII. En
realidad todas esas expresiones de conciencia
de sí (o autoconciencia) se referían en último término a un texto clásico de Aristóteles:
la Ética a Nicómaco, en el cual se inspirarán
Agustín de Hipona y, posteriormente, entre
otros, René Descartes:
El que ve siente (aisthánetai)15 que ve,
el que oye [siente] que oye, el que camina [siente] que camina, y así en las
restantes cosas sentimos (aisthanómenon) lo que operamos. Por ello podemos sentir (aisthanómeth’) que sentimos (aisthanómetha) y conocer (noômen) que conocemos. Pero sentimos
y pensamos porque somos, porque ser
(eînai) es sentir y pensar.16
15. Es un acto de la “sensibilidad” para el Estagirita, y hoy
igualmente para A. Damasio, quien recuerda que el cogito
es un “feeling” (Damasio, 1994).
16. EN, ix, 9; 1170a 29-34. Esta autoconciencia de los
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NUEVOS DESARROLLOS DE LA PRIMER FILOSOFÍA
La influencia de estos autores en la Europa
central y en los Países Bajos fue determinante
al comienzo del siglo XVII. Ellos rompieron la
estructura del antiguo paradigma (árabe-latino
del medievo).
actos humanos era denominada por los estoicos synaísthesis (Arnim, J.V., 1964, vol. 2, pp. 773-911), llamada por
Cicerón tactus interior. Es toda la cuestión de las “hight
self-consciousness” de Edelman.
ENRIQUE DUSSEL
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BIBLIOGRAFÍA
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LATINOAMERICANA
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CIENCIAS SOCIALES
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En este ensayo el filósofo Enrique Dussel desentraña con la maestría de los grandes pensadores
los fundamentos de la Conquista y sus interminables ecos en la historia de la dominación política,
cultural, religiosa y económica que aún pervive
sobre los pueblos de América Latina y el Caribe.
Al mismo tiempo, recupera la figura y los argumentos de Bartolomé de las Casas, quien contribuirá
con su tenaz intervención a la reivindicación del
otro de la modernidad naciente.
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las lectoras y los lectores un conjunto de textos
esenciales para interpretar las nervaduras del
presente y desplegar las capacidades colectivas
para transformarlo.
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