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DESAFIO AL CONOCIMIENTO: LA ANGUSTIA ANTE EL MISTERIO

La angustia ante el misterio es algo que evitamos sobrevalorando la angustia ante la pérdida de lo conocido que nos tranquiliza. Ante el misterio no hay pérdida pues todo se ha suspendido quedando el "no saber". No saber es el máximo exponente de poder conocer alcanzando así lo inagotable de la vida sólo imaginado fuera de la razón; creo que creo.

DESAFIO AL CONOCIMIENTO: LA ANGUSTIA ANTE EL MISTERIO La angustia ante el misterio es algo que evitamos sobrevalorando la angustia ante la pérdida de lo conocido que nos tranquiliza. Ante el misterio no hay pérdida pues todo se ha suspendido quedando el “no saber”. No saber es el máximo exponente de poder conocer alcanzando así lo inagotable de la vida sólo imaginado fuera de la razón; creo que creo. Desafío al conocimiento: La angustia ante el misterio irracional “Tenemos que poner en duda la razón para alcanza la inmortalidad” Miguel UnamunoI El planteo No podemos tranquilizar nuestro amor por el conocimiento en el hecho de descubrir, aumentar la información y crear nuestra cosmovisión. Dado que siempre va a perdurar el misterio aquello que está más allá de lo objetibable y susceptible de ser pensado con la razón. Esa inquietud que Unamuno llama sentimiento trágico de la vida es el anhelo por conocer aquello que creo sin pretensión de verificación razonable, justamente porque de lo irracional se trata. Realidad “caótica”, realidad viva que sigue dándose, realidad inagotable e impenetrable con la razón, pero que sin embargo puedo creer en ella de manera eficaz para la vida, como la “locura” de Fancoult que provoca cambios sin buscar la razón de ellos, más bien asume la desesperación con esperanza (Kirkepard). Se cree en lo que se espera como porvenir en el plano, tanto del conocimiento que puede objetivarse y ser razonable, como del conocimiento subjetivo irracional que nos motiva y moviliza eficazmente en una acción siempre creativa (acontecimiento). Realidad que no vemos pero eficaz como “el viento” que no cesa, no se acostumbra a nada. Si nos acostumbramos a la dicha (cualquier dicha) perdemos la esperanza y dejamos de creer en el “por-venir”. Esta des de infinitud y eternidad es el empeño, el anhelo de ser y solidarizarme. Lo no visible, lo no objetibable se mantienen eternos como ese misterio que siempre esta mas allá, allende de lo conocido por la razón. Es en este sentido, que quería diferenciar para luego unir un conocimiento para “tener” memoria, razón, teoría y manipular y otro conocimiento que quiere ser tal con los demás. Este conocimiento por el ser nos penetra en la vida material transformando “los objetos de conocimiento” mas científicos como caminos hacia la verdad, sin pretensión de alcanzarla. Es a esto que llamo amar al conocimiento, es decir amar lo conocido sin poder, ni pretender alcanzarlo, sabiendo que siempre hay algo de misterio que nos une en el camino siempre solidario e infinito como es el pro-venir. Miguel Unamuno describe la creencia en la inmortalidad del alma como una fuerza que surgida del cuerpo natural finito que el Yo identifica como “mi cuerpo”, lo trasciende en un cuerpo “nuestro” místico donde nos espiritualizamos. Yo diría participamos como sujetos abiertos a una conciencia comunitaria e infinita. Pero Unamuno se apura a aclarar que no pretendamos investigar con la razón ese mas allá. Esta contra todo intento de razonar, teologizar o dogmatizar sobre esa dimensión del alma, que yo denominaría intuitivamente como subjetividad participativa de una identidad solidaria que anhela autosuperarse mas allá de todo deseo concreto de conocimiento o satisfacción. Sabemos que el racionalismo como el cientificismo ha despreciado esta dimensión mas espiritual del conocimiento. “Inquisición” según Unamuno, similar al desprecio de la Iglesia del Medio Evo que dogmatizo la verdad corrompiendo su fuerza espiritual. La realidad no la podemos acotar y solo materializarlo, por lo tanto su conocimiento no se puede limitar a ello. Apuntar a lo irracional, a “la locura” del conocimiento es rescatar este anhelo de conocer mas allá de todo deseo individual o sectorial, anhelo de amar el conocimiento que nos une en “la muerte”del Yo y los objetos materiales para “resucitar” en un nosotros que cree en un conocimiento sin privilegios, competencias y oposición. Este conocimiento que acepta el amor incondicional, puede aceptar también la creencia intuitiva “del alma” que incluye el misterio de una vida que sigue dándose con nosotros. Esta intuición surgida de un sujeto participativo de vivir una identidad solidaria, esta mas allá de todo limite espacio-temporal, pero sin embargo busca en las “cosas a la vista” la razón de su construcción. Este enfoque del conocimiento mas que escaparse de esta realidad material, pretende darle a ella mas libertad respecto a los intentos de ser dominada, tanto la naturaleza hoy diezmada, como las personas y sus instituciones hoy divididas e injustamente explotadas. Incluir lo irracional en el conocimiento, no significa excluir lo racional, sino vitalizar el conocimiento al ampliar nuestra conciencia yoica a lo universal y solidario que anhela ser mas con los demás. Las implicancias de esta actitud para el conocimiento no esta limitada al conocimiento científico, también a la cura psicoterapéutica, pero sobre todo a conocimiento sobre política de acción social y cultural. Estoy convencido que nadie vive aislado, el Yo esta limitado por los limites del cuerpo físico y mortal. La razón esta limitada por el dato de la realidad física y pasajera. Desde el “nosotros” como identidad solidaria nos liberamos del cuerpo físico para entrar en un cuerpo místico o comunitario. De la misma manera nos liberamos de la realidad física que nos determina a un presente-pasado para proyectarse a una realidad viva dándose que nos ubica en un pasado-presente mirando al futuro inagotable. Una cosa es conocer por conocer “la razón ultima de las cosa”, otra, es conocer para vivir, anhelando saber vivir sin tanta angustia por el futuro y culpa por las injusticias. Conocimiento donde no podemos soslayar por mirar al costado, creyendo que el progreso es tecnológico, informatico y dominante. Estoy proponiendo un conocimiento para un progreso con miras a mas igualdad, libertad y fraternidad. Progreso a “largo plazo” esperanzado gracias a creer en la existencia de la dimensión espiritual, irracional de la vida que impregna la materia racional y perecedera. Mi formación de origen psicoanalítico me vuelve a pensar en la oportunidad que Freud nos ofreció cuando definió a Ello en el segundo topito como “caos pulsional”. En ese momento sale de determinismo de la época (paradigma de la física mecánica) para abrirse a un ...... de posibilidades surgido de un cuerpo-mente que participa de una fuerza de consecuencias infinitas, no solo con el destino de la satisfacción material, que es como Freud termino encontrando esa posibilidad teórica que el mismo había abierto. Una cosa es la satisfacción individual que puede ser como partida con otros por identificación y correspondencia biológica. Otra cosa diferente es lo que estoy proponiendo como destino de ese caos, la autosuperación como sujeto que anhela ser mas con los demás. Es decir, toda esa realidad compleja caótica a la que participamos tendiendo al cosmos que no deja de construirse. No hay limite de tiempo y espacio en esta propuesta: cree en lo indeterminado e infinito de lo humano. Unamuno, diría: “la inmortalidad del alma”, sin ninguna pretensión de entrar en razón solo vivir de la eficacia de esa creencia en la dimensión del espíritu encarnado. II Angustia existencial La idea de angustia existencia es de Kierkegard que inaugura con ella la reflexión existencial, aceptando el malestar ante el misterio o la nada objetal. No se limita a la ausencia de sistema tras la muerte (Hegel), sino que esta ausencia la extiende a la vida cotidiana. Ante este “vacío” que provoca la angustia existencial, el sujeto humano no tiene otra que tener fe en una realidad viva imposible de conocerla y pensarla racionalmente. Ante el malestar vivido por esta reflexión, el hombre elige entre le drama y la tragedia de vivir en la incredulidad de lo que el mundo nos ofrece como verdad. Kierkegard elige la tragedia de aceptar la dimensión espiritual que impregna la materia como forma de asumir el malestar del alma sin angustia persecutoria. La angustia existencial es un sentimiento límite entre lo percibido y pensado como establecidos o dados de antemano y una vivencia de vacío de objetos, formas o estructuras que no ordenan de antemano. El Yo ante las pérdidas o amenazas siente angustia porque el objeto y sus relaciones estructurales lo han abandonado. Estoy diferenciando sentir de vivenciar; también puedo formular esta diferencia como percepción-conciencia del Yo de conciencia abierta a vivir una identidad solidaria participativa del nosotros. La angustia del Yo siempre es ante el abandono de objetos identificados como estructurantes que nos ordenan y tranquilizan. La conciencia de esta angustia está acotada por el abandono de lo conocido o la ausencia de lo que está oculto para eso conciencia yoica. Lo que estoy denominando angustia existencial está fuertemente inspirado en Kierkegaard cuando la define como situación límite ante un Dios que no es percibido ni pensado pero sí puede vivenciarse su presencia de una manera desconocida al Yo, pues no es identificable ni explicable. Ante esta presencia Kierkegaard cabe la desesperación o la fe. Apoyado en estas ideas es que pienso, desde la psicología, que el límite está en un Yo desesperado ante la pérdida de lo dado y un “nosotros” que alcanza vivenciar la identidad solidaria del nosotros a través de la participación. No es la conciencia del Yo la que se angustia, sino la nueva forma de existir más allá de las formas, sumergido en el fluir de la vida sin finalidad alguna identificada como deseada (y por lo tanto frustrable). Esta posibilidad del existir participativamente y anhelante de sentido atraviesa un período de angustia existencia porque implica un cambio radical en la manera de sentir y pensar, sólo posible si la conciencia del Yo queda suspendida por una conciencia ampliada a un nosotros del que participo de un mismo “sentimiento de identidad”. Límite entre una crisis estructural o relacional que el Yo sufre y una crisis vital. La angustia percibida por el Yo es superada por la angustia de una existencia compartida que disipa toda amenaza de pérdida de lo que sostiene y ordena. El sentimiento vivencial de ser con los demás cambia nuestra actitud y orienta la vida hacia la búsqueda de sentido. Este sentido orienta el anhelo de ser más con los demás sin posesión. Cambia radicalmente el sentido de poder. Veamos un ejemplo: Julio es un muchacho de 25 años que consulta porque cuando se va a dormir siente una angustia que le oprime el pecho. El supone que tiene que ver porque se fue a vivir con el padre que no es religioso y sólo cree en esta vida.. El se angustia pensando ¿qué es la eternidad? La angustia ante qué pasa después de esta vida lo desvela. Era muy creyente y practicante de los ritos y manifestaciones religiosas católicas. Desde que vive con su padre se fue alejando de la religión oficial y eso le preocupa y trae inseguridad. Le pregunto, ¿Dejaste de creer en Dios? Y me contesta que no, “sólo dejé de practicar, incluso tengo mi forma de hacer oración”. La entrevista transcurre más o menos en estos términos: vamos comprendiendo que esa angustia es porque dio un salto importante que lo alejó de lo oficial, establecido de la Iglesia para girar hacia algo no establecido, tampoco oficial: la mística religiosa. Esto angustia porque supone otras formas de existir menos protegidas aceptando una vida no tan estructurada para sumergirse en el misterio de la existencia sin fines concretos pero llenos de posibilidades no previsibles de antemano, como es la muerte y la eternidad. Vivir el ahora como se lo propone el padre supone desprenderse de lo seguro, de la “madre” y de la “madre Iglesia”, para sumergirse en lo inseguro, del que solo cabe creer. El “padre” inicia una espiritualidad que fluye hacia lo eterno. Esto supone un “cambio de actitud” ante la vida más “adulta”, en el sentido de más libre e incierta pero más propia, ante lo cual no queda otra que “la apuesta” de Pascal. No es otra cosa que vivir según lo que creo, pues nada me volverá a dar la seguridad “materna” perdida. Me doy cuenta que mezclé la sesión con Julio y la teoría que voy desarrollando mientras escribo. Julio se fue aliviado y luego esta angustia de pérdida se fue diluyendo y transformando en nuestra angustia existencial ante el futuro o un Dios no oficial que a todos interpela para dar una respuesta personal de lo que empieza a ser el sentido de mi vida, es decir aquello me permite hablar y actuar confiadamente, no tan seguramente. Quedarnos con “lo seguro” supone tener poder sobre las cosas y personas y pasar a lo “confiable” del acontecimiento cuyo poder surge con las cosas y personas. Este nuevo poder surge del espíritu solidario que orienta el anhelo de ser mas con los demás. En otros términos, encontrando el sentido que fluye más allá de todo lo establecido. Fluye hacia lo eterno de la vida pero va dando al “aquí y ahora” el sentido propio de cada experiencia anterior a cualquier significado que nos explica lo que está pasando. Con Julio encontramos primero el sentido de lo que le estaba pasando: reorientar su vida hacia lo que él cree confiable más allá de lo establecido. Angustia existencia que a todos nos interpela cuando afrontamos la crisis como vital, no sólo relacional. El desafío no es calmar la angustia de pérdida, sino transformarla en angustia existencia. Para ello es necesario cambiar la actitud ante los hechos vivido, entonces la pérdida se transforma en posibilidad de otra visión que ya no busca objetivos o finalidades concretas sino orientar la respuesta desde un campo participativo de “todo con todo”. Nada está acotado o determinado, pues lo que fluye el anhelo de ser más con los demás más allá de los objetos determinantes y la razón que los ordena lógicamente. La conciencia se amplia cuando sentimos esta identidad solidaria que anhela ser. Conciencia vivenciada como sujetos diferentes pero solidarios de un mismo espíritu que trasciende todo deseo de conocimiento o de satisfacción biológica. Esta subjetividad sin objetos no desea, sino que anhela ser más. Conciencia expansiva sin límites de tiempo y espacio (eterna e infinita) que responde a los anhelos más profundos humanos de trascender la vida corporizada. Conciencia de tener un cuerpo finito y un alma que anhela eternidad como sujeto partícipe. Las implicaciones clínicas y de la vida social son enormes Hablé de esto en ....., sólo deduzco por sentido común una: el hecho que ante una crisis vital ya no hay nada que perder, dado que vivenciamos la experiencia de un caos originario que nuestra conciencia grupal permite participar como sujetos singulares. No hay angustia de castración (aspecto amenazante del complejo de Edipo), todo está en función con el resto para encarar la angustia existencial del misterio que toda circunstancia de la vida encierra. La angustia existencia es el camino a la solidaridad en el amor, en la clínica y en la vida sociopolítica. III Más allá del lenguaje Si algún filósofo fue más allá del lenguaje fue Peirce al formular su famosa definición de semiosis infinita donde un signo es para otro signo sucesivamente al infinito. La semiosis infinita no es lenguaje, pues el signo no remite a un significado que determine al sujeto, éste ante esta experiencia sólo interpreta la inmediatez de la experiencia, por eso para Peirce lo importante es el acontecimiento donde prima una lógica estoica que solo conecta sin separar como la lógica racional. La palabra nunca da cuenta real de las cosas. Lo que las cosas son está más allá del lenguaje o toda representación. Mejor dicho, toda representación es un intento de alcanzar la realidad. Es la ilusión de conocer lo que la realidad es. Una cosa es el ser de la cosa, otra es lo que tenemos o alcanzamos de las cosas. ¿Qué es ese más allá o más acá de las cosas?, ¿qué es ese vacío o silencio que existe entre los objetos?, ¿qué hay más allá de las palabras, más allá de lo que pensamos, más allá de lo que percibimos?, ¿qué hay más allá del lenguaje? Las respuestas pueden ser diversas, depende de la ideología o punto de vista teórico. Se puede hablar de “campo de partículas”, de “energía”, de “in-formación”, de “semiosis infinita”, de lo vital, del tiempo fuera de todo espacio, de Dios, de campo de posibilidades, de campo de valores, de lo indeterminado, de “lo real”. De lo que no se puede hablar es de objetos identificables representados. Por supuesto que el término que uno elija tendrá en la cura una dirección diferente y una eficacia particular. Lo importante es que experimentamos una orientación que intuya el sentido de lo vivido. Esto lo saben los poetas, los místicos, el hombre creador tanto en la ciencia como en el arte. La orientación seguida puede surgir del encuentro en ese campo sin palabras que adjetivan o sustantivan. Entonces es el grupo, el vínculo o todo aquello que nos trasciende como Yo. La orientación será auténtica si es coherente con lo vivido más allá de lo pensado o deseado. Es algo más que una dialéctica y mucho más que una discusión o negociación donde se cede algo para acordar. En ese campo solo está el verbo. A este centro virtual, que trasciende las partes, sólo lo podemos experimentar cuando dudamos de lo manifestado, tanto al pensar como al percibir. Entonces cada uno vivencia algo que amplía la conciencia del Yo, más allá de toda relación, es decir, se entra en la participación. Alcanzamos nuestra identidad más íntima, un subjetividad abierta, en el límite entre lo exterior e interior de uno. A este margen o vacío energético y vital lo experimentamos cuando somos el vínculo. Garantizamos, con esta trascendencia de toda relación, transformarla en encuentro. Los podemos trasladar a todo grupo, familia, comunidad, país, continente, universo. Siempre aparece garantizando la igualdad de las cosas ante el misterio, la vida, Dios. Queremos darle una fuerza eficaz en la transformación de la conducta humana. Los valores es un campo de igualdad radical y la ética es una actitud de respeto con el otro, también radical. Esto nos integra sin uniformar y sobretodo nos iguala conservando la libertad responsable. Esta actitud al conocer conlleva otra intención de progreso del conocimiento. Conclusión: pensamos que la verdad como objeto de conocimiento no existe, si creemos en ella como valor que suscita vecindades con el error, los cuales no se pueden separar. Es un desafío el camino hacia ella. El sendero que proponemos es suspender el Yo para poder participar e intuir la imagen orientadora cargada de buena intención en el acto de conocer. IV El amor en la clínica (o más allá de la transferencia) “Estamos inclinados al mal y destinados al bien” Kant Se comenta el comienzo de una sesión que ilustra la importancia del clima de amor, en una sesión complicada, que permite tolerar lo peor de uno. Reconciliarse con uno, en lo peor permite recuperar el sentido perdido de la vida. Tarea realizada más allá de la transferencia en el marco participativo de “valor de ser” propio de la especie humana. En este contexto del amor, ubicado “más allá del bien y del mal”, no hay conflicto. Podemos participar del acontecimiento “creador de sentido” que impacta en la cura. Gerardo, un hombre de más de sesenta años entra a la sesión con un gesto angustiado y me dice “mi vida ha perdido sentido, siempre disfruté de ella porque tenía dinero; tuve todo lo que quería, viajé, las mujeres siempre a mi alrededor, no dependía de nadie, viví en los mejores lugares y sin embargo ahora siento desinterés por vivir, no es que me voy a suicidar pero perdí el rumbo. Desde un tiempo en que me siento una vaca donde todos sacan leche y estoy harto. Me doy cuenta que no puedo comprar más cariño”. Me queda mirándolo, nunca lo había visto tan “vencido” y sincero. Cuando estoy pensando en su apertura tengo la imagen de que Gerardo había tratado su vida como un “vaca”, que ahora él es para los demás comprando cariño. El la misma “vaca” que él exprimió con el dinero heredado y los beneficios de salud e inteligencia que la vida le había brindado. Algo se acabó dentro de él y viene a compartirlo conmigo; cómo no me voy a comprender! Me sentí participando de ese vacío y encuentro esta respuesta: “Gerardo, tu vida viene a reclamar todo lo que le sacaste egoístamente, quieres sin darte cuenta convertirte en víctima de los demás, así la culpa escondida contigo se oculta, en vez de reconciliarte con tu vida. No sólo vos, también yo perdería interés de vivir así”. Gerardo protesta y amenaza con irse diciendo “¿vos querés decir que soy un hijo de puta? No lo aguanto, me voy”. Le contesto: “todos tenemos un hijo de puta dentro de uno y hoy vienes a compartirlo conmigo no a escaparte de él. Lo hay hecho siempre, es hora que lo enfrentemos”. Gerardo titubea, me mira con lágrimas en los ojos y se vuelve a sentar. Llora un rato y mientras tanto agrego: “Hay una tarea en la vida que nos olvidamos de realizarla, por eso nuestro profundo malestar: es la propia reconciliación. Curada esa culpa con uno y nuestro pasado es reparado, recuperamos el sentido de la vida, no “chupar de ella”, sino compartir”. Gerardo empieza a hablar de su infancia donde fue poco reconocido y se da cuenta que esta historia se repite. Los que han visto la película “Las confesiones del Sr. Schmidt” habrán tenido en su final algo parecido cuando vuelve sólo a su casa con la sensación de haber perdido el sentido de su vida, teniendo todos los vienes materiales. Descubre entre las cartas enviadas de África para agradecerle y contarle de la vida de un negrito que él ayudó con su dinero durante años a vivir dignamente. La monjita que le escribe le envía un dibujo conmovedor que el chico le regala, era un negrito que camina agarrado de un hombre grande que es él, agarrados de la mano, entre las manos hay un sobre impresión. “Ahí en ese momento el Sr. Schmidt (que tendría más de 60 años) vuelve a encontrar el sentido de su vida, es el mensaje que uno lee en sus ojos. ¿Qué entendemos por sentido? No lo confundamos con significado, o explicación de los hechos de nuestra historia. Tampoco es alcanzar determinados objetivos o ideales. No surge de los procesos que van configurando nuestra identidad del Yo en el tiempo y espacio. Por lo tanto, nada se puede transferir en ese momento, depende de nuestra capacidad de suspender el Yo, es decir dejar de observar y prejuzgar entonces se produce el encuentro donde dos o más personas participan de una experiencia que a todos compromete “aquí y ahora”. El deseo en el terapeuta está supeditado al clima afectivo y emocional que allí se vive anhelando superar con el otro la situación creada. Esta crisis se convirtió en acontecimiento vital sin rumbo. El sentido viene a orientar ese momento de desolación solidaria. Gerardo venia sin rumbo, sin sentido, vivir así había perdido interés y fue ahí donde nos encontramos participando de un acontecimiento que anhela su sentido en la sesión. Esto requiere de un clima de amor para que la cura se produzca, pero aclaremos los términos clima y amor. Amor no es enamorarse aunque lo supone. Cuando nos desenamoramos, es decir desilusionamos, surge el amor. Lo que quiero y lo que el otro quiere es lo real vivido “aquí y ahora”. No hay necesidad de ninguna “máscara” que sea para gustar pues me diento amado y amo en lo real. Esta forma de encontrarnos más allá de toda identificación ilusoria genera un sentimiento de confianza muy particular que permite a cada uno mostrarse con sincera autenticidad. No hay interés de conquista (como en el enamoramiento) sino puro encuentro en una existencia que a ambas partes contiene en un clima participativo de una energía que, más que todo, anhela superar con el otro todo problema surgido. Es curativo porque el conflicto intrapsíquico está suspendido y contenido en un clima de amor que nos hace partícipes de su fuerza anhelante de ser más con el otro. Dadas estas condiciones básicas de la clínica, la elaboración y la interpretación de lo que mutuamente transferimos está facilitado por este clima de amor (que no es “amor de transferencia Freud se refería a “amor de transferencia” cuando el paciente se enamora del terapeuta, lo que es considerado como una resistencia a establecer una transferencia más terapéutica. De ahí la importancia de “la regla de abstinencia” del terapeuta.”) que establece un campo de valores donde se participa (más allá de toda identificación) de un acontecimiento que dará sentido a la experiencia anterior transferida más allá de encontrar el significado en el suceso terapéutico. Volvamos a Gerardo, al inicio transfiere una situación de abandono al desencontrarse con “la vaca” o madre omnipotente de la cual “chupó” egoístamente, ocultado con el dinero, su historia de niño no reconocido como persona. Luego la historia continuó pero invertida, él era “la vaca” llena de dinero que compra cariño, calmando así su vacío que enfrenta ambivalentemente pues por un lado proyecta afuera sus fantasías suicidas y por otro trae ese vacío tan temido de enfrentar a su terapia. La hipótesis que trabajo es que Gerardo puede enfrentar sus aspectos más negativos creando un clima del cual participamos de un mutuo reconocimiento: Yo como terapeuta lo reconozco en sus aspectos más negativos conservando el vínculo afectivo y él reconoce en mí la capacidad de contenerlo con entera confianza de ser reconocido. Cuando Gerardo empieza a traer cosas de su infancia llena de imposición donde más que el reconocimiento como persona, se valoraba el poder económico del padre. Este vacío en la autoestima nunca había sido enfrentado como ahora, pues nunca había vivido la posibilidad de poder “renunciar” a una vida basada en el tener y poder transitar por ella amando su destino y compartirlo. Comentario final La realidad misma del ser, no es un objeto identificable, es algo complejo que se va dando en el sujeto desde lo más profundo de la cultura. Creíamos que se construía en la relación Yo-otro, pero hoy estoy convencido que surge de la participación que como sujeto singular tengo con un nosotros que da identidad. La clínica recupera este campo sin objetos identificables que generan “angustia existencial” ante la complejidad de la vida que anhela ser más con los demás: nuestro destino como persona. Dr. Octavio Fernández Mouján 01/09/2003 9