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Persona y Accion - Karol Wojtyla

1978, Persona y Accion

Persona y Accion, obra cumbre del pensamiento del filosofo Karol Wojtyla, mejor conocido como San Juan Pablo II, o Papa Juan Pablo II en su momento.

Persona y acción 40 o E KAROL = "'' '0 ..... .....u (;,) .: N wOJTYLA 18iblioteca 1Palabra ~ Colección: Biblioteca Palabra Director de la colección: Juan Manuel Burgos <O Edicione~ Palabra, S.A .. 2011 Paseo de la Castellana, 210 28046 MADRID (España¡ Telf.: (34) 91 350 77 20- (34) 91 350 77 39 www.palabra.es [email protected] © Edición: Juan Manuel Burgos y Rafael Mora \D Traducción del polaco: Rafael Mora Diseño de cubierta: Raúl Ostos Diseño de colección: Carlos Bravo ISBN: 978-84-9840-380-0 Depósito Legal: M. 19.464-2011 Impresión: Closas-Orcoyen. S. L. Printed in Spain - Impreso en Espana Todos los derechos reservados. No esta permitida la reproducción total o parnal de este libro, ni su tratam1ento informatico. ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio. ya se>a electrónico. metánilo, por fotocopia, por rcg1stro u otros metodos. sm el permiso prev1o y por escrito del editor. K~oL WoJTYtA Persona y acción Ediciún de: ]L\\ \1\\t'EL Bt Rms Y R\1 . . \EL ~lotn Prc'llogo: lt .\\ \L\\l El. Bt ({(;()S Tradttcción del poLleo: R.\1.\EI. ~loR.\ 18iblioteca 1Palabra ~ "La Iglesia, que por ra:tón tk su misión v de su competencia no se confunde l'll modo alguno con la comunidaJ política ni L'St~í atada a sisll'ma político alguno, L'S a la \'C:t signo y sahaguardia del carácter trascendente de la persona humana>> (Consliluci(m pastoral sobre la Iglesia en L'1 mundo actual Gaudiwn el S¡ws, n. 76). PRÓLOGO Personar acciun es la obra cumbre del pensa111icnto lilosú1im de Karol Wojt\la v uno de los tntos antropol<'lgicos decisi\Os del siglo XX, BrillanlL', prolundo. 01·iginal. innmador, pmk·roso, cst~1. sin dutb, destinado a hanTSL' un hu ...·co L'lllrc los clúsiL·os, aquellas obras capac . .·s de su¡wrar las corrientes fluctuantes ck 1~1 111oda y adentrarse en el terreno definitim de la historia. Su nmedosa concepci<.lll de b antropología, la J1L'Ilel ral·iún de sus rl'ik\Íones en las que se trasluce una rica L'\IK'riencia \'Ítal. b pi\'l·i.sion con ljUl' ~tcul1a conceptos originaks, la ITS[HIL'sla a inquietudes seculares sobre L'l hombre\, sobre todo, el modo gL'· ni;d en que concili<t b filosolía del SL'r v dL' la conciL'llcia, la knolliL'llOiogía v el lo m isnlo desde una perspccl Í\ a personal isla, la l·onvierten l:'ll una obra dl' rclerencia insoslayabk para todo ;1qucl que quiera hacLT lilosolía caminando sobre hombros de giJ'<tlltes. Persona_,. occi(i/1 L'S, al rnismo tiL·mpo, un te\lo complejo, !ruto de unos presupuestos nlosólicos v culturales concrl'los que dl'hen ser conocidos para poder ralorarlo v L'lltcnderlo corrcctalllL'llte. Sobre l'Slc escrito, en efecto, se ciernen dos problemas. lino de ellos es b extrema concisiún del autor a la hora de C\poIIL'I L'l sentido de su provecto, lo que deja al lector indefenso\ pon1 preparado para encuadrado adecuadaml'ntc. Adcmús, el ill'l ho de que Ka rol Wojtda llegara a ser Pont íl'icc de la Iglesia ¡·;lt<'J]ica tiende a arrojar un manto ele convencionalismo sobre su ohr;¡ que fm orccc una interpretaci(m deficiente. De un Papa se ~·~¡JLTa, en efecto, tradición v continuidad más que innm·aci(m \' 8 1\.AROL \\'O.ITYL\ ---------··~·-··--- nwdernidad, se espera un pensamiento lllU\ ligado a la filosolía tradicional aunque quió con alguna a¡JL-rtura a la nmedad. Pero no t'S estL' el caso de Pt'i'SOIIII r accirín. Si bien Wojtda se L'ncuadra súlidamente L'n la tradiciún realista, su 11L'nsamicnto, como L'i kctor tendr:t ocasión de comprobar, es plcnamentL' moderno. No solo asume el giro antropolúgico de la modernidad, sino que, dando un paso m;ís. se integra en l'1 giro pcrsonalista lbado a cabo L'11 el siglo \X. Es decir, Wojtda ~L' identifica con la corriente lilosc'llica que ha ekvado la categoría de persona a eje central de la lilosolía \', desde esta premisa, constrme su pensamiento. Conocer someramente los rasgos principales lk este planteamiento es, a mi juicio, totalmente necesario para poder entender tanto el prowcto global de Paso/lar acci<í11 com~ sus contenidos concrl'los. l. El ilillt'lwio intelt'ctual El mejor modo de lograr t'stL' objl'li\o, prohahlemcntl'. es relatar la evoluciún intL·IeL'!ual de Wojtvb, pues Personar accilín es ellruto \'resultado de tal evoluci(m o, m~ís bien. la respuesl;t al reto filosúl'ico que esta le planll'ú. Como es sabido, Wojtda L'Omenlú stt itinerario intelectual como un estudiante de filología polaca en la universidad Jagcllonica de Cracm ia interesado por el mundo del teatro\' la poesía. Fue su decisiún de hacerse sacerdote la que k introdujo en el mundo Je la lilosofía v, de acuerdo con los planes de estudio de la época, recibió una formación súlidamente tomista. En concreto, su primer encuentro con la filosofía fue un tomo de metafísica con el que -como 01 mismo relata 1luchó denodadamente cuando trabajaba en la fábrica Solva\' para eludir el nazismo. Esa formación tomista la culmin<'l ai1os más tarde, en 1948, con la redacción de una tesis sobre el concepto de fe en san Juan de la Cruz dirigida por el eminente lo- 1 Cfr. A. fROSSARD. No li'l/~IÍis miedo, Plaza & Jant·s. Barct'lona 1'!82, p. 1b. PRÓLOGO 9 111i~ta Ga1Tigou Lag:ran~t' en el Angelicum de Roma, sede acadé•••ira central de los dominicos. La vuelta a Polonia, sin embargo, trajo consigo un cambio d1· rumbo decisim v quizá im·sperado. El motivo fue la realización dl' una tesis de filosofía sobre Max Scheler, muv de moda por enllllll'es, con el objl'tiH> de evaluar la 1·alidez de su ética para la ética 1Tistiana. Más all{t de los resultados concretos que alcanzó, esta inll'~ligación fue decisiva porque modificó su itinerario intdectual, 1Dillo él mismo afirmó en diferentes oportunidades: «Debo wrdadlTamente mucho a este trabajo de investigación (la ll'sis sobre Sdlcler). Sobre mi prcccdenlt' formación aristotélico-tomista se llljlTtaba así el método J'enomenol<igico, lo cual me ha permitido ~·•••prender numerosos ensavos creatin•s en este campo. Pienso es¡wt·ialmente en el libro Persona v acciá11. De este modo, me he in1roducido en la corricnll' contemporánea del personalismo filosó1im, cuyo estudio ha tenido repercusión en los frutos pastorales>). En efecto, Scheler introdujo a Wojtvla en el movimiento filos(·,¡ ico de la knomenología v, a trm·és de él. en la corricnll' del pl'nsamiento moderno. Y el contacto profundo con esta filosofía t;tll diferente le permitió adn·rtir que encerraba propuestas teoré1i1·as de una gran rdcvancia que merecían ser atendidas: la reil'illdicación del sujeto, de la subjetividad, de la autonomía, la vi~ioll profunda de la conciencia, etc. Wojtyta va había notado .dJ'.IInas carencias del tomismo en ese sentido por su orientación ohjl'livista, pero el estudio en profundidad de la fenomenología y dt· sus raíces (especialmente de Kant v Hume) le permitió darse tlll'llla de que la filosofía moderna proporcionaba indicaciones 1111portantes para resol\'er esas deficiencias, por lo que no podía 'Jt~'< P.·\1310 !1. Do11.' mis1crio, BAC Vladrid 1996. p. 110. Se tkhc rentarl'i pensamicnlo de Wojlvln e'lu\·o siempre muv Glcnlo :1 las necesidades •111,·1,·,·111ail's de sus conternporüneo,, ·'>U' obras ha\ que entenderlas lamhi,'n • "'11" rc·spuesta direcl<l a esos problemas: el tkbalc con el mGr\ismo. las necesi,¡,,.¡,., de l'<'sponder a las preguntas J,· los jóvenes sohrc el malrimonio en el caso ' .11 q11•· ,1,· l111ur \'I{'Sf)(!ll.lllbi/idllll. de. 10 KAROL WOJTH.A despacharse -como hada una dell'rminada línea de la neocscolúsliL·a·- con un simple rechaw colectivo, al entenderla como el dcri\·ado errúneo de un co,¡;ito tendencialmenll' idealista desde su ori¡;en. Wojtvla siempre consideró que la perspL·ctira lúndalnental de la filosofía moderna -por partir lk un sujl'lo desarraigado dt•l SL'I'- era equi\'Ocada v problemática, pero esto no le impidiú darse cuenta de que un número significatim de sus ll'sis antropok>g:il'as presentaba aspectos atL•ndibles, hasta el punto de que. de alguna manera, reflejaban más exactamente qué o, mejor, quién era la pL'rsona, va que hablaban de ella desde el interior, L'S decir, desde el vo personal. ~- no de una exterioridad a:-.imilabk· al mundo de la naturail'za. Este fue el t!ran descubrimiento que realizó a trm·és de la tesis de Schek·r \'que influvó de manl'ra gradual pl'ro decisiva en su pensamiento;. lnicialmcnll', afecte'> a sus estudios de L;tica. pues en aqucl momento era profesor de esta matl'ri<l en la Universidad Lk Lublin. Sus in\'l'stigaciones, en concrl'lo, se enderezaron en la línea de la creación de una l'lica pt.·rsonalista que buscaba rcnorar la ética tomista a partir de las propuestas de Scheler~-. en parte, también de Kant. Algunos de los puntos que Wojt.vla desarrolló, y que dieron lugar a la denominada Escuela de Ética de Lublin, fueron: la autonomía relativa de la ética en relación a la antropología, la asunción de la experiencia moral como punto de partida de la ética, la elaboración de la norma personalista, el estudio de la relación entre voluntad y razón práctica, las repercusiones de la subjetividad en la ética, la importancia de los modelos, el pcrfeccionismo, etc-l. Los resultados de esos estudios fueron satisfactorios, pero, cuanto más profundizaba en este camino, más patente resultaba que la ética reque- ' La IL'sis fue publicada t'n 1954 con L'l 1ítulo \'tdoraciá11 so/m• la f10sihilidad de cm1stmir la ética aistia11a mhre las ha~es del si.\lema t!e Max Scheler. • Estos csludios están recogidos L'll espariol en K. \VonnA. Mi 1'isicí11 del lunuhre. 1/aciallllllllll<'l'a ética t7·' t'Ll.l, Palabra. \lladrid 2010. PRÜLOGO 11 11;1 una rcllcxir'm antropológica pre\ia e ineludible. No solo era dilíL·il, era sencillamente imposible desarrollar una ética ele corlt' pL-rsonalista integrada por ckrnentos tomistas v fcnonwnológims si no se disponía de un sólido concepto de persona de 18s mislilas características. Era como intentar construir un t•dilicio sobre cimientos m<'n ill's; la tarea estaba condenada al fracaso. Solo lU;mdo se dispusiera de un concepto ck persona que huhiL·se loI'Tado esa integración, sería posibk desarrollar una ética de car;wtcrísticas similares. Un primer paso L'n esa dirt•cciún lo constituvú A111or 1" rcsf'r 'usabilidad, puhl icaclo en Jl)60. SL' trata ha de un novedoso cn:-.;tvo de ética sexual, e.xplicado a partir de las rclacionL'S interper-.onalcs, en el que Wojtvta L~scribe va desde su mundo conceptual propio y personal: 1111 personalismo ontolúgico que ha asumido los conceptos modernos de su jeto, suhjl'l i\ idad, consciencia, aulodetcrminaciún, persona como fin en sí mismo, L'IC. Y, sobre l'sla propuesta, l'labora su propia \isiún intelectual: la norma Jll'rsonalista, la prohibición moral de la instrumcntalintción se\11;!1 de la persona, la sexualidad como donaci(m, ele. El texto lt1vo mucha repcn:usiún por su novetbd \ profundidad, \·lúe tradttl·ido a muchos idiomas. A pesar de todo, el problema de fondo persistía ya que los conceptos antropológicos fundamentales apellot.~ estaban delineados. Wojtvla partía de ellos para mostrar su 'i:-.iún renovadora de la sc.xualidad pero no los c.xplicitaha ni los dl'~;llrollaba. De hecho, este fue uno de los temas que se planteó l'll bs discusiones académicas que tuvieron lugar en la Univcrsi1bl Católica de Lublin con motivo de la publicación de A111or \' lt''/IOII.wdJilidad. Algunos profesores solicitaron una fundamental 11111 antropológica más súlida de las perspectivas éticas que allí 'l' planteaban, .v parece que este fue el empujón definitivo que IIIIJHds<'J a Karol Wojtvla hacia la antropología de una manera sisll·tn;il ica. 12 1\:.-\ROL WOJTYLA 2. U pro\'ecro de Persona v acción Personar ucci<ín se publid> por primera \L'I. en 19tllJ, \ L'S el resultado acabado de la larga\ profunda rl'lk\ic'm lJUL' hemos ido describiendo. La l'l ica personal ista necesita ha u na ~m t ropolo¡!ia personal isla, v Pcrsonu r acciríu lue la respuesta de Karol \1\'ojt\ b a ese formidable reto iniL'Icctual. Ante la magnitud de b empresa, decidió ckjar prm·isionalmente de lado los problemas éticos p~1ra centrarse exclusivamente en los antropolcigiros. Con ellos hahí~1 materia de relkxic'll1 suficiente. Este L'S el SL'ntido dL· b adar~Jcic'll1 metodológica inicial en la quL' afirma que \a a poner la (·tiL·a entre parL;ntesis o que \a a sacar factor común de la L'l ica. \o es posible analizar todo alm~~rno tiempo\ \Vojtda L'ntiendc que ahora es elmonwnto de la antropología. Cuando esta plataforma L'sté construida, lkgarú el momento de la l'tica'. Pero ¿cuúl es, entrando \'a m;b L'll mall'ria, el planteamiento concreto de Personar accilin'? Aquí es donck nos encontramos con el genio de Wojtda, va que se trata de un provcl'lo tremendamente original tanto L'll la coJKcpric'Jncomo en la ejcurción. ComL·ncemos por la concepción. La concepción pretende nada 111L'nos que rclundar la antropología realista a la lu1. del pensamiento moderno v, en concrl'lo, ele la fenomenología. Como va dijimos, Wojtvta se había formado en el tomismo, y había asumido de esta filosofía muchos de sus presupuestos, en particular, su realismo; pero, con el paso del tiempo, se fue dando cuenta, cada \'t'Z con mús L·laridad, que, simplemente, no era posible elaborar una antropología moderna usando directamente los concepros récnicos del sistema aristoté- 'Wojtvla. ck todos modos, no fue pknanwnte fil'i a ~sta prt>n1is;¡ \ L'rnpl~a conceptos éticos para explicar. por ejl'mplo, la auto1-r-eali1aciún o 1<1 inlcg¡·acirín. El hecho es pc•rfectarnc·nte comprensible- Ya que, si bien la ética\ la antropolo¡'.Ía tienen una autnnomia rdatil'a. se coirnplican de manera rnu\ pmfunda. Por ello. por ejemplo, no se \·e capaz de Lkscribir a la persona sin mencion;u·, aunque sea de pasada, la autorreali1aciún en la wrdad (dimensi(m ética). PRÓLOGO 13 lico-tomista (sustancia v accidentes, potencia Y acto. la naturaleza hilemcírfica. etc.) porque, empleados como fundamento estructural dL' la antropología. impedían integrar de manera satisfactoria las nO\'cdadcs que deseaba incorporar: subjeti\·idad. autoconciencia. autorrderencialidad, vo. etc. Al mismo tiempo, era igualmenll' consciente de que tampoco podía asumir, sin más, los presupuestos modernos. va que ello conducía al idealismo. Su respuesta a este cornpkjísimo rroblcma lue tan audaz como arriesgada: la completa reconstruccic'>ll de los conceptos antropo]{>gicos h{tsicos a J1artir de L'lel1ll'ntos tradicionales V modernOS generando una nueva antropología de corte personalista. Su punto de partida lo constituven los rresupuestos rL~;distas b{tsicos v parte sustantiva de sus contenidos, pero no los conceptos aristotélico-tomistas. Y, sobre esos rresupuestos, integra las aportaciones mmkrnas desacti\·ando su u)mronente idealista. En cada caso. el rrocedimicnto se adarta a las características esrecíficas del concepto en cuestión: conciencia, accic'll1, libertad, potencia, facultad. etc., con lo que el lector puede intuir va la complejidad v riesgo de la operación puesta en marcha L'l1 Persona v acciiÍII. A pesar de ello. Wojtda lue capaz de lb·ar brillantemente a término su propósito ejecutado mediante una rremisa metodológica mll\' precisa: la apuesta por una antropología ontológica que, explícitamente. no es ni metafísica ni fenomenología, pero toma elementos de ambas. Me detendré en un caso concreto para que se cnt ienda mejor el significado ele estas afirmaciones. Cuando Wojtvla, al disetiar su ensavo. se plantea qué concepto de acción \·a a utilizar. toma como referencia la filosofía tomista. v estudia si el concepto metalísico de acto responde a sus necesidades. Analiza entonces con detalle la correlación acto/potencia. v advierte que refleja muv adecuadamente la dinamicidad de lo real. Pero -v aquí estú el punto clave- también advierte que estos conceptos, con todas sus bondades, no son realmente adecuados para describir el dinamismo del sujeto, ya que no tienen en 14 1\:AROI. WOJTYLA cuenta al vo. autor de la aL·ci<ín. El acto v la potencia son conCL'Ptos impersonales que difícilmente van a reflejar lo espccílico de la acción humana: su rausaci<Ín por un vo capa!. de autocktcrminación. En const'CllL'ncia, decide no empkarlos, v los sustitme por un novedoso concepto de acci<'m. al que describe como uctus pcrsonac. v que consiste en una reelaboración pcrsonalista del clásico actus luu/U/IIIIS mediante la integraciún explícita del sujeto autoconsciente. El ejemplo muestra con claridad los tres pasos de su procedimiento mdodolúgico: se parte de lo tradicional (acto/potencia). se incorpora lo moderno (acciún causada por el vo-sujcto) v se refunda L'l concepto integrando ambos eletllL'ntos (actus J)('/Sonac). Pues bien. este t'S el pl.i(Kedimiento que va a usar para todos los conceptos búsicos de esta obra: sujeto frL·ntc a supposill/111, voluntad-libertad frente a ap¡Jc/ilus. conciL't!L'ia, naturak1.a, l'lc. Y el resultado global de la utiliwciún sistemática de este procedimiento es la elaboración de una antropologi<t pcrsonalista ontológica bastante completa que no es ni metafísica ni fenomenología. La afirmación de que Wojtvla no hace mt'lalísica puede resultar sorprendente. Pero se trata, simplemente, de un hecho, fácilmente constatable mediante la lectura de los textos v confirmado por él de manera expresa v directa. «Este trabajo ha intentado que emerja desde la expL·riencia de la acciún aquello que muestra que el hombre es una persona, lo que des\'ela a esta persona; en cambio, no se ha pre!L'ndido construir una teoría de la persona como ente, t'S decir, una concepción metafíska de la persona>> (p. 425) 0 . Pero, teniendo en cuenta todo lo dicho hasta ''Aquí opera esa imagen «clásica» de Wojtda 1 istn como Papa\ comprendido a lran's de textos o inkrprclaciones de encíclicas. como Fidn el ralio, qrre inducen a la comi<xi<in de que un futuro Papa no podría no haber e<,crilo una antropología de carúcter mctalisiL·o. 1'1 tema es tan in!l'resaniL' como complejo. pero aquí nos limitamos a exponer que el Wujtlla filósofo, tal como la rdkjan los textos 1' él mismo. inlencionadamcnt,• no la escribió. Por· eso. resulta real- ----- PRÓLOGO 15 ------------------- ;¡hora, los motims son c\·identes. La ml'talísica, L'S decir, la meta- lisica del ser, se expresa catqwrial mente a trm·és de conceptos l·omo acto, potencia, sustancia, accilkntes. etc., que son, justallll'ntc, los que Wojtda quiere e\·itar porque le impiden su ohjc1ivo primario: l'iahomr llll!l antropulov,Iú lflll' incorpore la suhjctil'idad. Colocarse o inll'grarsc en una postura metafísica 1radicional conlle\·aría automút icamcnte la necesidad de asumirlos y, por tanto, el fracaso de su provecto. Por eso, la c\·ita. No obstante, una vez que la metafísica supc·ra el plano categorial, la cosa cambia. Wojtvla no tiene incom·eniente en asumir la perspectiva metalísica en su estrato nüs radical ksencia/acto de ser, 1rascendentaks, etc.), aunque el tema apenas SL' apunlt' porque lo que a él le interesa es la antropología, no la metafísica. Algo paralelo sucedL· con la knomenología. Wojtda la coJJoce muv a fondo\ se inspira amplianll='llte en ella pero, en sentido l'Slricto, no es un I"L'nomcnólog:o: no usa la epuclu!; no le com·ence el 111étodo de la intuicic'm de las esencias, sino que apuesta mús bien por la inducción de origen aristotl-lico; no es partidario de buscar ningún a priori. sino de limitarse a indagar en la e\periencia (un concepto rechazadoL'\prL·sanll'nte por Husserl); opta por una perslll'ctiva ontológica mll\ akjada de la fenomenología, etc. La síntesis superadora v armonizadora de ambas actitudes t'~ la que determina la configuración l'ilosúlica de Pt'rSOIIll r ac,·itín, es decir, una antropología ontológica personalista de fundalliL'ntos tomistas y fenomenológicos 7• Y esta es, por tanto, la pcrspcl'l i\·a adecuada para acercarse a ella con provecho. Quien i11icic su lectura pensando que tiene entre sus manos un te\to tolltista, rápidamente quedar~t confundido v desconcertado, ya que 111<"111<' "'r¡m.>n¡_kntl' que• Gio1 \illli Re' ale k11a agrupado lu, c'scTilO' d~ Woj11 la ,.,,Lo nlid<'>n iJaliana bajo d tíndo d~ .\lc;oft",t"co de la pcnono, cuando Wojt1b lo H'l ll;,¡a c\prcsameniL'. ·Cfr. J. M. Bt'RCOS kd.)./¡;/ilosofr"tl/liTSOIWii>lll de !\ami H(Jitrla (2'' t'tl.l. l'.ol.ohra. Madrid 2011. 16 Ki\ROL WOJTYL\ no lo es; _v, de igual modo, quien piense encontrar un texto de renomenología tampoco acertar<í. Hav que leer Perso11a Y IICCÍ!ÍII mirando en la dirección en la que Wojtvta miraba cuando la escribió. Es posible, todavía, dar otro paso más v entender tambi(·n el provecto de Wojtvb en Paso11a r accion como uno nü~ de los intentos de los pensadores cristianos del siglo \X ( Maréchal. Maritain, Stein, Mounier, Guardini, Marias) de unificar la tradición filosófica clásica, las premisas realistas. con el pensamiento moderno; como un csrucrzo más, brillante v cuajado en este caso, de integrar las dos graneles tradiciones filosóficas, la del ser\' la de la conciencia. para alumbrar una antropología positiva v de futuro capaz de dar una r~spuesta adecuada a los interrogantes del hombre contemporáneo, tanto del cristiano como del no erevente. Una antropología, en definitiva, capa1 de ofrecer al no crevente, desde una razón contemporúnea, un modelo de persona integrada, equilibrada\' abierta a la trascendencia. Y, al crevente, un sistema de pensamiento que le e\·itc la obligaciún de asumir fonnulaciones l'ilosóficarnenlt' anticuadas como precio por la coherencia con su fe. 3. La Ine!odología de Persona v acción Entrando ~·a concretamente en materia, es posible hablar en Persona r acción de una doble metodología. La primera, descrita sucintamente en la In!roduccióll, es el 111étodo filosófico general ele Wojtvla. que se basa en la experiencia. un concepto cla\'e. Se trata de un planteamiento mu:o. original que sorprende llamati\amentc cuando se aborda por primera vez la lectura de la obra; pero, aun así, resulta difícil darse cuenta del alcance decisivo que tiene en todo su provecto. Se trata, en efecto, de una pie La el m e v fundamental porque es el recurso metodológico que Wojtda \·a a emplear para intentar superar, desde el inicio, la dicotomía entre el objethismo de la filosofía del ser v el subjcti- PRÓLOGO 17 1i~111o de la filosol'ía de la conciencia. Muv hrcl"emente, la priIIIL'I"a alcanza la objetividad, pero tiende a mirar a la realiuad 1ksdc el exterior, lo que significa, en el caso de la persona, que picrue algo tan decisivo como su subjetiviuad. La segunda al\ a111.a la subjetividad puesto que parte din:ctanwnte de ella, pero ~~· trata de una subjetividad-conciencia desarraigada del ser por lo que se abre el camino hacia l'i idealismo o el subjetivismo. iC!.llllO resolver el problema? Tomando como principio de la filo~olía un concepto que inclma al mismo tiempo la objeti1idad v la subjetividad. Y este concepto es el de experiencia, tal como lo ha lormulado concretamente Karol Wojtvla. Para él. la experiencia, es decir, la dimensión cognoscitiva d1· la vivencia a trm·és cll' la cual interactuamos con el mundo, Sl' l 1 1111pone de Jos elementos indisolublemente unidos: la vivencia 1h· un contenido (objl'til idad), puesto que sicmprL' experimento algo concreto; v la 1·ivencia de mí mismo al vivir o experimentar n•l' mntenido (subjetividad). La experiencia es l'i acto que me da 1111itaria e integradamente estos factores v que, por lo tanto, unilir<J Jesde el principio la ohjl.'lividad v la subjetividad, constituvrndosc en el punto de partida de todo filosofar. «Me atrevería a drrir que la experiencia del hombre con la característica escisión del aspecto interior v exll:'rior se encuentra en la raíz de la divi~11111 de esas dos potentes corrientes de pensamiento rilosófico, la , orril'ntc objetiva v la subjetiva, la filosofía del ser~, la filosofía d1· l;1 consciencia». Por eso, «se debe generar la com·icción de IJIIl', L'n lugar de absoluti;.ar cualquiera de los dos aspectos de la 1'\]ll'riencia del hombre, es necesario buscar su recíproca interre1." ioll>> (p. 53). La utilización metodológica ele la nperiencia está inspi""1;1 l'll el método fenomenológico, pero se distingue netamente .¡,. ,-1: b epoclzé se rechaza expresamente por su incompatibilidad , 1111 ~·1 realismo de Wojtvla (nota 4, introducción); el concepto de n1wriL·ncia sustituye a la husserliana intuición de las esencias; w.. ltvfa pretende que su método tenga alcance ontológico, algo 18 KAROL \\OJTYL\ impbnteablc en la knonll'nología clásica, l'lc. Por otra parte, es evidt•ntL' que un an{disis metodoJr'¡gil'o de la experiencia que incorport• la dimcnsi<'m suhkti\'a tampoco es un mé·todo tomista, por lo que, va Lksdt• t•l inicio, nos topamos cont•s;¡ or·iginal da internlL'dia que Wojtda desarrollar:¡ t'll tmla su obra". El segundo ni\·el nwtodolúgico lo encontramos en el modo concrl'lo de abordar l'l probkm;¡ central ck este ensavo: la persona ' su accic·m. ¿Cúmo afronta Wojtvla esta cuestiún'! De nuevo, de una malll'ra citTtamente original. El procedimiento habitual de la filosofía tradicional consistía en anali1.ar primero la persona, dl'lerminando su estructura ontológica, para pasar, en un segundo momento, al anúlisis de la acción. Pues bien, Wojtvla va a inwrtir esta perspt•ctiva de modo radical. En primer lugar va a analizar la acciún v, a travL'S de ella, \a a inll'ntar descubrir a la persona. Scrú la acción la que k ren·le a la persona. ¿A qué se debe esll' cambio de pt•rspLTtiva tan radical? Wojtvb no lo explica explícitanll'ntc, pero sí afirma que es pknamente consciente ele su novedad. ,. que lo \'a a emplear para repensar la filosofía tradicional. «Este planteamiento dd problema, completumente nUL'\'o en relación a la filosofía tradicional (v por filosofía tradicional se entiende aquí la filosofía prc-cartesiana \ sobre todo la herencia de i\ristúteles v. en la tradición dcl¡wnsamicnto católico, la de S. Tomá:-. de Aquino), me ha impulsado a emprender un intento de rcinterpretación de algunas formulaciones características de toda aquella rilosofía,, (Prefacio a la edición angloamericana). A mi juicio, es posible captar entre líneas, en esta última afirrnaciún, una de las razones de este procedimiento metodológico. Wojtda busca renovar en profundidad la filosofía tradicional. pero es tácil de comprender que este propósito es mucho 'Cfr. J. '\l HL Reos, 7hc lll<'liwd o(Aúml \\új11'ia: a ll'll\' hel11'e<'Cif phcffU!I/('- ""Iogl', ¡>ersorwli"" aud JJ/l'illll¡>hnin. «Anak•L'I:J hu,,erliana» 10-1 (2009), 107129. PROLOGO 19 111as difícil de lograr si se abordan las cuestiones mediante los proL·edimientos habituales que esta ha seguido durante cientos lk aiios. Si se a\·anla por los mismos caminos, se lkgad, sin duda, al mismo sitio. Pero, si, por el contrario, se procede por 1111a vía novedosa, los conceptos se presentar<Ín ine\ itablernenll' dt· un modo nue\·o, lo que facilitará un acercamiento diferente, 1111 análisis más libre así como su reddiniciún. Pero hav otra ra1ón, l]UL' es la fundamental. Para Karol Wojtvla, el hombre L'S persona, es decir, un quién, porque posee 1111a estructura de autodeterminación en relación con la n'rdad. Solo los hombres poseen esta estructura, vesta estructura solo se l111ce efectit·a en laaccicín. Por lo tanto, no t'S posible descubrir que el hombre es pLTsona, es decir, un quil·n capa1 de autodt'lerlltinarse, más que a trm·és del an~tlisis de la acci(ín. Otras aproxiltlaciones permitirán comprendLTle prn·isiblementL' como naturaleza, y, más precisamente, como naturaleza racional, pero siL·rnpre como un qué, no como un quién dueiío de sí. Solo d an;ílisis de la acci(m nos \a a mostrar al hombre-sujl'lo-persona a través de la estructura de la autodeterminación. Esta es, pues, la metodología que Wojtvla emplea, v sobre la que construve la estructura milirnétricamente diseñada de Pcr.\1!1/G v accití11. Se le ha acusado con una cierta frt'Cttencia de una presunta «Circularidad de tipo esla\'O». Pero, si esto fuera cierto, 110 es, desde luego, t•l caso de Persona v occil)n (tampoco de Amor r responsabilidad). Como el lector tendrú ocasión de comprobar, la estructura de este ensayo es perfectamente progresiva v coherente; nunca se ntelve a tratar conceptos va analizados previaIIIL'IIte :>cada par!t' de la obra tiene su lugar pt-e\·isto e intercollt'dado con las demás, a las que se hace referencia con cierta lrl'cuencia indicando por qué se trata cada cosa en cada molllL'nto. En el siguiente v último epígrafe presentaremos brcveIIIL'Ille esta estructura para que el lector tenga un mapa del texto tlt-1 que va a poder disfrutar. 20 1\.AROL WOJTYLA .f. Estmoura ,. contc11idos de Persona v acción La lntruduccióu -como \'a st' ha indicado- es una premisa ml'lodolt'Jgica imprescindible para deshrm.ar el camino que se quiere recorrer: ni metafísica ni fenomenología (L'n sentido estriclo), sino una <.~nlropología ontológica capaz Je captar la subjetividad. Una \ l'Z que eJ CL\lll ino est~l SU riL·iellll'lllellte precisado, la ml'lodología SL' ahanJona para dejar paso a un an~disis de la accic'm que descubr<l a la pLTsona-sujeto. Este an{disis comiem.a en la parll' primera (!. Couscieucia r opemli1·id(l(/) con el tratamiento de la consciencia" v no, como cabría esperar, con el de b acciún (Cap. !. Lu l'ersona r el acto bajo su as¡h'c/o couscie.~Jte ). Pero la ra;.ón es mu:v clara. La filosofía tradicional. de b que Wojtvla en cierto sentido forma parle, se caracteriza por una carencia en L'i anúlisis de b suhktividad humana. En concreto, esta filosofía solo ha tomado en consideración b consciencia L"<Hllo consciencia ck la acción, es decir, como acción conscicnll'; pno esta es una consideración pobre. LJ consciencia, en la perspecti\a moderna, es mús rica: es la \"i\·encia de sí como sujeto. Y Wojtvla entiende que es ineludible asumir esta perspcl'li\·a para poder cksLTibir al hombre como sujl'lo. es decir, como persona. Por eso, el objcti\'0 primero de la obra no puede ser otro que esta integ:raci(m de la conciencia moderna, es decir, de IJ conciencia como subjetiYidad, en este esquema antropológico, pero tL'nicndo al mismo tiempo buen cuidado de desactivar su espoleta idealista, es decir, impidiendo que se transforme en una conciencia autofundante. Wojtyb usa para ello d concepto de autoconocimiento v, con esa doble pinza, autoconcienciJ v autoconocimiento, logra crear el espacio antropológico para la subjeti\'idad y el yo. Con estos elementos, ~·z¡ puede empezar d análisis ele la acción (Cap. 11. Análisis de la operafi¡·idad sobre el f(mdu del dinamismo del hombre), porque dispone del espacio an"En esta rnsiún española usarnos d término consciencia (\ no concil'n- cia) para dil'ercnciarlo dl' la cnnci,·ncia lnl>ral. PRÓLOGO 21 lwpológico (la suhjeti\idad) que va a permitir entender al sujeto dl' L'sa acción como un vo autoconsciente, cosa que, sin la inte¡•raL·iún previa de la consciencia, no habría sido posible. Nos hahnamos encontrado con una acción sin sujeto. La operati\·idad, una n·z descartados la pareja de conccplm acto/potencia por su inclkacia hermenéutica, se presenta a lr;l\·és de dos L'len1l:'ntos tan esenciales como diferentes: la experiL'IIcia «el hombre actlia», que refleja el dinamismo autónomo tkl hombre, v la e\pL•riem·ia <<algo sucede en el hombre>>, que relll'ja los dinamismos corporak·s no directamente controlables. Y, •,t)hrc esa base, SL' apunta va a lo L'strictanwnte específico de la operatividad humana: la relación causal entre la persona\' la ac,-itHl, v la trascendencia de la persona sobre su propia acción. Adl'!nás, el análisis completo del dinamismo humano conduce a l;t llL'Cesidad de identificar v precisar otros conceptos muv básims: d sujeto de la acción que solo se puede cntendér como supl'ositum de rnodo analúgico: L'l de naturalcz.a (que Wojtda va más hil'll a dejar de lado por no reflejar bien la dimensión personal): Lt potencialidad entendida como la fuente del dinamismo (cerl ;111a al concepto clásico de facultad) así como los diferentes tipo~ L'n los que esta se muestra: la potencialidad psicoemotiva konsciente) v la potencialidad sorn{ttico-w¡?:ctativa (no consril'nte), cte. Sobre estas bases va se est<í en condiciones ele avant;tr hacia el centro del ensavo: el anúlisis del fleri del hombre ;tiL'Ildiendo particularmente al aspecto que le hace persona, es dn·ir, a su libertad. Este tema es la cuestión central de toda la segunda palie: ¡,, tmscemlencia de la persona en la acció11. Por trascendencia en1il'nde Wojtyla la capacidad del hombre de separarse de su acción o de distanciarse de ella. A diferencia del resto de los seres. el ltolllhre puede realizar su acción siendo su causa 01iginaria v, por t'\o mismo, distinguiéndose de ella. Esta trascendencia tiene dos dillll'nsiones: la horizontal. que se identifica con la elección, que Lt 1ilosolía tradicional ha tratado con cierto detalle, v la autorrc- 22 KAROL WOJTYLA krencial o wrtical, que consiste en la autodl'lerminacicín, una de las grandes novedades que Wojtvla presenta L'n este te:do !Cap. 11/. b'structum personal de /u aurodcrcnniuacirín J. La autodL'lerm in<ll'i(ín, L'n ekcto, no es solo una dirnensi(m fundamental de b libertad. sino la principal. La persona L'S libre, fundanwntalnwnk, porque puede autodeterminarse, es dL·cil~ construirse (limitadamente) a partir de >,Lis propias decisiones. Ser libre es, anll' todo, poder decidir acerca de sí mismo, lo cual. a su vez, es factible, porque la persona, L'structuralmente, se l'arackril.a por L'l autodominio v la autoposesi(.lfl. «PL-rsona es quien se posee a sí mismo» (p. 168, cap. 4). f\o es sencillo captar la profundidad de esta afirmaci(Hl. Wojtvla, en decto, n(; solo está describiendo unos hechos, sino que es tú dcfiuieudu a la persona. Disponer de la estnxtura de autodctermi naciún y SLT persona son conceptos equi\ alentes: solo la persona posee L'sa estruclura, por lo que poseer L'Sa estructura es ser J1L'rsona. \.Jingt'm otro ser del mundo dispone de ella. Esto ¡k'rmite entender un poco más su afirnwciún de que «la acción revela a la persona>>. La revela o la dL·svcla en el sentido de que L's el proceso de autodl'lerminación -que solo se da en la ~ll'ciún- el que nos muestra quién es el sujeto-persona. La autorrealizaciún (Cap. H': Aurodc!emlinaci<íl1 r reak.acicín) es d despliegue de la autodeterminación orientado hacia la plenitud o cumplimiento de la persona. La capacidad de autodeterminación es eslruclural, pero su ejercicio puede ser positivo o negativo. Hablar de aulonealización. por tanto, es hablar de ética aunque sea de puntillas, pero la acción humana lo requiere. Y, para hablar de ética, hav que hablar de verdad. La aulorrealización, en efecto, no es otra cosa que la autodeterminación de acuerdo con la verdad manifestada por la inteligencia a tra,·és ele la conciencia moral. Pero la conciencia moral no muestra la verdad como algo meramente externo, sino que revela la \'inculación interna de la persona con L'lla, constituvéndose así en fuente normativa. Este es el origen -no heterónomo- 23 PRÓLOGO dt'l sentimiento del ddwr umcchido L'OI1lO llamada a la autorrcalización sobre la hase de la propia captaci<'m de la \erdad. Y t;nnhién es el origen de la responsabilidad, que no es otra cosa ljliL' la respuesta <Kti\a no nwra tl'ndcncia- del hombre ante el \<tlor gracias a la autmktcrminacil·m. Wojtvla entrela1a así de rrranera compleja pero brillante un rico plexo de nociones que. 1k manera conjunta, L'\rlican la accirín humana L'n cuanto traslTndente: autmktnminacirín, n:~ali1ación, responsabilidad, dehcr, verdad, com·it'IKia moral \' klicidad son conceptos inktTelacionados v autodepL·ndientcs. La acción humana, la acción de la persona (no lo lJLIL' solo «sucede en el hombre>>) se e\plica ~olo gracias a todos ellos v, al mismo tiempo, esos conceptos rcn-lan a la persona. La persona es el único ser de este mundo ¡·uva acción est{l L'structurada de este modo. La IL'rcera rarll' del libro alronta /,a iute~raciriu de la JJr!r\olla en/a acciríll, L'S tkcir. la inte¡rraciún unitaria de los diversos ¡·stratos que comrom•n a la persona. La trascendencia muestra su nivelm{ls alto. el que la constitm e como tal. Pero la persona uo es solo autodeterminación, es tambié·n cuerpo v psique, tres estratos que se prL'SL'ntan en la e\periencia de la acci(m de lorma sólidamente unitaria 111 • Pues bien, a Wojtda le !alta por L'\plicar cúmo la persona integra. es decir, asume v armoni1.a, ¡·sos elementos en el mecanismo de autodeterminación. En prilller lugar trata la dimensión somática (Cap. V. lntegracirín v so11/iÍiica), que parte de una interpretación personalista ele la corporalidad: el cuerpo como dimensión de la persona, como expresión somática de la persona. no como instrumL'nto externo del que se sirve un vo. Pero esta interpretación, ciertamente cotrecta, no debe hacer olvidar que el cuerpo tiene su propio dinarllismo característico v autónomo, la reactividad, veste es el que i!L'Ilt'ra el problema de la integración, que se resuelve a través de 1" Wujtda. como otro> pc'!'sonali>l<~>. entil'nd,· qu,· b pcT~onJ Imd;I por ln:s cslralu'>: cuerpo. p,;iqll<' \' t'spírillL t'Sl<Í l'or- 24 KAROL WOJTYLA hábitos corporales entendidos como habilidades, es decir, como dominio de la corporalidad. El capítulo VI (lllle~racióll r psique) aborda la integración del nivel psíquico. Un primer l'cnórncno que se puede advertir t's que la capa más alta de la corporalidad st' t'ntrela:t.a con la capa más baja de la psique en el nivel de los impulsos de la autoconsen·ación y de la sexualidad. La habilidad aquí no t'S suficiente, se requieren procesos de integración más complejos que enlazan con los hábitos clásicos. En un nivel más alto, se plantea la integración de la emotividad que. según Wojtvb. es el rasgo que describe del rnodo más adecuado lo especílko de la psique. El valor aparece aquí como el demento clave de la integración, porque los sentimientos rcspondén al valor y en la medida en que esté penetrado por la inteligencia se puede lograr la integración. Si. por el contrario, las emociones siguen un camino propio e independiente, entonces Sl' produce la desintegraciún. En definiti\·a, la integración se consigue por la incorporación armónica de la dimensión psicosomútica a la autodeterminación de la persona. La acción humana integrada es aquella capaz de asumir, en la estructura de la autodeterminación, los estratos corporales y psíquicos modelados y configurados de tal forma que favorezcan la autorrealización de la persona. Cabría pensar, apunta Wojtyla, que la posibilidad de distinguir el estrato psicosomático del espiritual (autodeterminación) equivaldría a una especie de reconocimiento fenomenológico de la diferencia alma-cuerpo en sentido metafísico, pero esto no l'S así, porque se trata de clases de conceptos diferentes. Los conceptos que él ha aetulado son de orden fenomenológico-ontológico, los otros son metafísicos (por ejemplo, el cuerpo, en realidad, es la materia y esta es la materia prima). Existe, sin duda, una conexión entre ambos; es más, parece evidente que la base fenomenológica que se ha descrito constituy·e la base de la concepción metafísica, pero Wojtyla no profundiza en esta cuestión. Él ya ha logrado su objetivo: construir una nueva dsión ontoló- PRÓLOGO 25 J'iL·a de la persona partiendo del análisis de la experiencia. Parece L·laro que ese amilisis debL'IÍa rdkiarse o conectarse con conceptos similares de orden metafísico, pero este asunto es de difícil ~olución. En realidad. él va ha intentado esa aproximaciún en la IIIL'dida de lo posible. v. justamente por ello. es perfectamente consciente de los enormes problemas que plantea el intento de <ll'lllonización entre una metafísica fundada en las categorías <~ristotélicas v una antropología moderna. Con ello concluy'L' la parll' mús consistente de la obra. La parte cuarta, titulada Apuntes ¡¡ora uua teoria de la¡wrticipoción, ~·~una primera aproximación a la formulaciún de una teoría de la interpersonalidad que, lamL·ntablemente, quedaría inacabada. Wojtvla centra la cuestiú11 afirmando que. aunque este tema se ;dlorde solamente ahora, de algún modo va está presente en la "1'\periencia del hombre>>, pero, apostando decididamente por 1111 personalismo ontológico, afiade que se trata de una decisión IIIL'todológica plenamente consciente causada por la prioridad ttlltolúgica v epistenwlúg:il'a de la pnsona sobre la relación. En dl'iinitiva, si no se sabe quiC·nes el hombre, no se puede entemler •• lo11do la relaci(ll1 intL'rpcrsonal. A continuación pasa a describir ~·1 concepto central de lodo el capítulo: la participación, que requiere la previa definición del «valor personalista>> de la acción. l'or participación no debe entenderse el mero carácter social del IIolllhre, es decir, el simple llevar a cabo acciones con los demás, ~i11o algo mucho más preciso v profundo, la capacidad de poder ll'<dit.arse (en sentido wojtvliano) justamente a través de la ac11< 111 junto con los otros. Por eso, no toda acción con otros es par1i1 ipal'ión. Solo la que lleva a la realitaci(m de la persona por lo qlll', necesariamente, tiene que tener en cuenta su subjeti\·idad, 1111 solo los resultados externos. El resto del capítulo -concebido como una aplicación a la "'Lll'i,·m interpersonal de los resultados previos del análisis de la p1'1 ~o na- consiste en un intento de reelaborar el concepto de colllllllidad y bien común para hacerlos capaces de acoger la subje- 26 KA ROL WOJT\ LA ti,·idad. Wojt\la describe l'i indi,idualismo \ L'ltotalitarismo de manera similar a Maritain, 1\Auunicr \ otms plTsonalistas. \',de manera mucho mús innmadora, presenta las cornunidades del t'\istir v tk la acción, el «sistema>> del prójimo v eiLk la comunidad\ su mutua rl'iaciún ClllllO estructuras que se equilibran,. compknwntan. El sisll'ma prc'ljimo funda la participación en la común humanidad del otro, por L'so es uninTsal; L'l de la comunidad, en aquello que lllL' aSL'llleja a un grupo especílko tk personas, por L'Sill'S particular. Ambos son necesarios, pero, si la comunidad se enfrenta contra un pn'ljimo por el mero hecho tk ser dikrentc, deja de ser comunidad en sentido L'stril'lo. Por L'SO, d sistema prioritario absolut11 L'S l'i del prc'ljimo que conL'Lia mn el mandamiento dd all~lr. La primL·ra \ ez que. hace 20 afHlS, me acerque a Persona_,. acÓ1ÍII anoll' en mis ohser\'aciones que la introducciún de la \L'I'sión que utilké apenas prororcionaha orientacimll's para la kctura. lo que me dificultó notablemente su comprensión\' asimilación. Esta carencia, en efecto, es particularmente ¡!ranlsa en esta obra porquc la novedad de sus rlanteamientos suele desconcertar al lector, que no sabe a qué atenerSL' cuando se encuentra con rrocedimientos nwtodológicos " conceptos tan inesperado~ como ori¡!inaks. Adc•nüs, la dificultad de comrrensiún de algunos pasajes cxigL' una concentración en el dl'tallc que enturbia la ¡wrspecti\a general. ElesfuL'rt.o por entender lo que se cstú exponiendo en un determinado momento puede hacer oh'idar el motivo ror el que se analiza. Mi objeti\'0 al elaborar esta Jnrmducci6n ha sido facilitar al lector esta tarea, apasionante ror otra parte, proporcionándole una \'Ísión general en la que encuadrar este texto profundo, brillante v grandioso. Genial. en una pala- - - · -------- PR(lLOGO ··- -------- ···----- ·---·- --- 27 l11 ;1. Espero hahcrlo consc~uido haciendo, ademüs. justicia a la ,.¡¡¡ ;1, pero, de no ser así. ruego allcdor que me disculpe, v k relllllo a los !extns de esta cuidada traducl'i<'m para que se lorme la 1 ,,j()n que juzgue mús adecuada. Juan Manuel Burgos Presidente de la Asociacidn l:'s¡){lllola dt' Pcrsonalisnw 1 de ma\o de 201 1 NOTA EDITORIAL La presente versión de la famosa obra de Karol Wojtvla, Per.\111/a v acción, pretende colmar un \aCÍo en la ediciún de la obra wojtvtíana en lengua española, al ser la primera vez que se traduce dirL'Ctamente del polaco, su lengua original. La primera versión oficial publicada de la obra data de 1969 (Oso/m i c;.vn, ed. de Marian Jaworski, Polskie Towarzvstwo Teologiczne, Cracovia 1969). Posteriormente, el autor revisó v corrigió su obra en dos ocasiones. Para la segunda edición polaca, que preparó A. PMtawski en 1985 (Osaba i cz.vn, Polskie Towarzystwo Tt>ologiczne, Cracmü 1985 ), v para la tercera y definiti\·a edición polaca, que prepararon Tadcusz Stvczeri, Wojrit·ch Chudv, Jcrzv Galko\\'ski, Adam Rodziríski v Andrzej Szostck en 1994 (Osoha i c::yn ora:: inllt' stwlia antmpolo.~icme, Towarzvstwo \!aukowe KU L, Lublin 1994 ). Hasta el momento, existía una única \'ersión española (Kami Wojl~'b, Persona Y acción, BAC, Madrid 1982) elaborada a partir de la edición inglesa que edit6 v publicó A. T. T.vmieniecka en 1979 (The Acting Person, ed. de A. T. Tvmieniecka, «Analecta Husserliana>>, t. X, D. Reidel Publishing Company, Dordrccht 1979). Esta edición inglesa adquirió mucha fama porque coincidió con la elección de Juan Pablo II como Papa, por lo que fue la base de diversas traducciones. En su momento, contribuvó significativamente a la difusión de la filosofía de Karol Wojtvta pero, con el tiempo, ha quedado claro que la editora intervino dt' manera algo intrusi\'a en la edición de la obra, hecho que el mismo Juan Pablo ll comentó con su colaborador Joaquín Na\'arroValls. 30 1\.AROL \\OJTYL\ Que la t'lnica n.'r>.iún csrJI1ola l'xistente se apmase sobre una l'l'rsi<ín ingksa no pknamcnll' fiable\ elaborada a partir dt• ~~~ rrinwra t•dici<'lll rolara, hacia totalmente nL'L'l'Saria la L'iahoraciún de una nue\a \ersic'm, traducida dii"L'l'tamentL' del polaL:o, \ que tomase como ll'xto Lk referencia la teinTa edici<'m ddiniti\a. Estas son las caracll'rísticas del tl'\to qUL' se presenta a continu~l­ cic'>n ' que ha sido prep¡¡rado por .luan rvbnucl Burgos' Rafael Mor; l. La traducci<in ha corrido a cargo de Ralat•l Mora. t'studioso del pensamiento de K;1rol Wojtvb v but·n conocedor del idioma polaco por haber residido L'n Polonia durante aJ)os. Juan Manut•l Burgos, L'Sp~cialista en la filosofía de Karol Wojt\la, ha elaborado la introdtll'cic'Jn v ha contribuido a la fijaciún del sentido,. estilo de la obra con nunwrosas indicaciones. Los editores desean a¡_!radecer a Pilar Fnrer las sugerencias realizadas después de leer una prinll'ra versi<'m. A lo largo de la obra SL' h;m introducido a pit' de rúgina unas pocas notas marcadas con{"') rara explicar las opciones dl' tladucciún que requl'nan o hacían conn-niente una e\plicaciún. Esperamos que el notable l'sluerw dedicado a la realiJ.aciún de este trabajo !L'nga como fruto un conocimiento mejor y más preciso de la prolündJ v poderosa l'ilosotía de Karol Wojtda t'n L'i ómbito de lengua L'sr;uiola. Juan Manud Burgos v Rafael Mora 1 de maYo de 20 11 INTRODUCCIÓN J. l.a experiencia del hombre /.11 ,·n¡nprensián de lo npai('lfcin del hmnhrc El presente estudio surge de la lll'L'l'sidad de ohjdivar la tot.didad de ese gran proceso cognoscitivo que se put•(k ddinir bú\Jl';JIIll'nte comoc'\P<'rimcin del h()/nhre. Se trata de la npcricnci<J 111as rica, v probabknwute la mús compkja, entre todas las que el ho1111hre tiene a su alrance. La L'xrerieuL·ia de cualquil·r cosa que .,,. t·ncuentre fuera del hombrt· sit•mpre conlle\·a una cierta n¡x·11\'lll'ia del propio hombre. Pues el hombre nunca t'\perimenta 11;1d;1 externo a él sin que, de alguna manera, se L'\PLTinwnte silllllltúneamentc a sí mismo. Pero, cuando hablamos de la l'\(1t'ricncia del hombre, nns 1o·lnimos ante todo al hecho de que el hombre se dirige cognoscitiLIIIIL'nte hacia sí mismo; es deci1; cstabkct• un contacto cognos' 11 il'<l consigo. Ese cnntal'lo tiene un car{Jctcr L'\perinwntal que ,¡,.algún modo es continuo, \'se actúa cada \·ez que se retoma. l'"n¡ue ese contacto no pcrmanect• de ITI<IIlt'J'a ininlt'rrumpida ni ·.lqlliera cuando se trata del propio «VO»: así, a ni\ el consciente, ·.,. iiJit'ITLimpc al menos duranll' d sudto. Y, sin embargo, el homlolc t'sl;í de continuo en conlaclo consigo mismo; de modo que la npnicncia de sí mismo perdura de algún modo. En ella se pue,¡,.11 t'ncontrar momentos de mavor o de menor nitidez: pero to¡J,, ellos constitun'n el conjunto particular de experiencias de 32 KAROL vVOJTYL\ e~te hombre que sov vo. Esta experiencia se compone de muchas t'.xrwriencias v es como su suma o, mejor. su resultado. Cn planteamiento puramente fenom~nico no admitiría l<t existt•ncia de esa unidad formada a partir ele muchas experiencias: porque n-ría en cada experiencia indi,·idualtan solo un conjunto de impresiones o de emociones t¡Ul' posteriormenlt' han sido ordenadas por el entendimiento. Ciertamente. una experiencia es al~o indi,·idual' cada una de ellas es única t' irrepetible; no obstante, existe al?o que se puede llamar experiencia del hombre. fundamentándonos en la continuidad de los datos empíricos. El objcto de tal experiencia no es solo un fenómeno sensible transitorio, sino tambiL'n el propio hombre que se ren·la a partir de todas las experiencias~ que, a la \t'l, está en cada una de ellas (en este momento ponemos como entre part'ntesis otros objetos). Tampoco se puede decir que esta experiencia en sí misma consista únicamente en recibir impresiones v que falte tan solo la labor posterior del L'Illendimiento que forma un "hombre>> como su objeto propio basándose en el conjunto actual de datos sensibles o, también, en una serie de tales conjuntos de datos. La experiencia del hombre -de ese hombre que sov vo- perdura tanto como se mantiene ese contacto cognitivo directo del que \U soy, por una parte, sujeto v, por otra. objeto. En estricta relación con este contacto transcurre un proceso de comprensión que también tiene sus momentos v su continuidad. En resumen, la comprensiún de sí mismo se compone de muchas comprensiones, de manera parecida a corno la experiencia se compone de muchas experiencias. Parece que cada experiencia sea también una cierta comprensión. La experiencia co111o base del ccmoci111iento sobre ellwniiJre Todo lo anterior se refería propiamente a un único hombre, a mí mismo. Pero, aparte de mí, también otros hombres son objeto de la experiencia. La experiencia del hombre se compone INTRODL CTIÚi\ 33 .¡,. '" l'Xperiencia de sí mismo v de la L'x¡wriencia de todos los de111;1~ hombres que se encuentran en situaciún de objetos de expelll'lll·ia respecto al sujeto, esto es (se encuentran) en directa rda' 1o11 cognosciti\a con él. Es evidente que la experiencia de 11111)-!t.ln hombre particular alcanza a todos los hombres, ni siqllil'ra a todos sus conll'mporúneos. sino que necesarianlt'nte se it111ita a un cierto número de ellos. menor o mavor (según los ca'"s). El aspecto cuantitativo juega un claro papel en esta experil'm·ia, puesto que cuanto mavor sea el número de hombres que 1111l'gren la experiencia de alguien, mm or v, en consccuciKia, 111;1s rica será esa experiencia. Interrumpiendo el curso de estas consideraciones sobre la nperiencia -que no son importantes en sí mismas, sino en rela~·iún al problema global del conocimiento del hombre-. es necesario añadir ahora que los hombres intercambian entre sí los resultados de sus experiencias sobre el hombre incluso sin contacto directo. Estos resultados constitm·en va un cierto saber\' contribul'l'n a incrementar no tanto la e\periencia como el conocimiento sobre el hombre: tanto el precicntíf'ico (espontáneo). como elcicntífico en sus di\'l'rsas orientaciones v planteamientos. En la base de l'ste saber se encuentra siempre la experiencia: por tanto. en las e\pl'riencias propias de cada uno pueden inlluir también en cierto 111odo el conocimiento sobre el hombre que se comunican los hombres entrL' sí. Conocimiento que no solo tiene origen en él. sino que a la vez inlluve en él. ¿_1\Jo podría suceder que L'stn lo delorme? A la luz de lo dicho sobre la relación entre experiencia\ comprensión. no hay motivo para creerlo así. Más bien se debe hal'L'I' notar que el conocimiento tiene su origen en la experiencia_\. a su vez, es un medio para multiplicar" completar las experiencias. 1:1 «yo» r el <<homlm!» en el ámhilo de la experie11cia Debemos retomar de nucm lo anterior, porque cada vez resulta más evidente la necesidad de esclarecer el significado de la 34 KAROL WOJTYLA -------·-·--···-- experiencia en general ,. de la experiencia del hombre L'n particul;:u: De momento, no vamos a explicar este concepto lundamental. sino que únicamente trataremos de lkscribir someramente ese rico v articulado proceso cognosL·itivo que hemos llamado «L'\PL'· rienL·ia del hombre". Para nuestras actuaks consideraciones.\ tambi(·n p<tra las que mús adelante se encontrar:m en este libro. tiene una enorme importancia el hecho de que los otro~ hombres que son objeto de experiencia, lo son de manera dilerente a como lo so\ \O para mí mismo, o cada hombre para sí mismo. Respel'lo a esto, incluso cabría dudar si es correcto L·onsiderar ambos casos como n¡wriL'Ill'ia del homhrL' o si mús bien resultan de ahí dos experiencias mutuamente irreducibks. En una de ellas experiméntaríamos solo al «hombrL'" y, en la otra, solo v cxclusi\amcnte al propio «\O". Pero es difícil1wgar que en la SL'gunda npericncia tambi(·n nos encontramos con el hombre v su experiencia, que \'i\en en el propio «VO». Se trata lk dos experiencias distintas _y diferentes, pero no irreducibk·~ enti'L' sí. A pesar de que la relaci(m que se L'Stabkce en ambos casos L'ntre el sujeto \' L'i objl'lo de la experiencia L'S notabknwnte diwrsa, en los dos casos anteriores existe una fundamental unidad del objeto experimentado. Existen razones indudabil's para decir que esos dos tipos de L'XperiL'IKias son inconmen~urabks, pero no se ks puede negar una fundamental identidad cualitati\'a. T.a inconmensurabilidad procede del hecho de que, cuando el hombre es un dato para sí mismo, es su «\'O>> propio, lo es de manera mucho mavor y muv distinta <l como lo es cualquier otro hombre que no sea _\'O mismo. Incluso cuando tenemos d mavor grado posible de aproximación a cualquier otro hombre, la diferencia permanece. Cuando hav una ma_yor cercanía a otro hombre, objeti\'amos con mavor facilidad lo que hav en l'l ' quién es él; pero ohjcti\·ación no es lo mismo que experiencia. Cada uno es para sí mismo objeto de experiencia de un modo único e irrepetible: ninguna relación hacia otro hombre desde el exterior se puede parangonar con la relación experimental en la que parti- 1\JTRODUCCIÓN 35 ' ip;t el propio sujeto. Podría suceder que una relación experi111\'lttal con el exterior proporcione un abanico de resultados cogltn-.ritivos que no se obtit'nen a partir de la experiencia del propio '"jclo. Tales resultados podrún sl'r diversos en función del grado ,j¡- t-crcanía y también del modo en que nos impliqul'mos en ex¡wrimentar al otro hombre; v, por tanto, en experimentar un «VO>> ;tjcllo a mí. Pero todo esto no puede ocultar la fundamental in' lllllllensurabilidad que existe entre esta una v única experiencia, q11c es la experiencia de ese hombre que sov vo mismo, v cualqllicr otra experiencia del hombre. f·."\fWI"iencia V CO/Ilf1/"CIISiÓII Sin embargo, la experiencia de sí mismo no deja de ser expcriencia del hombre, no sobrepasa los límites de la experiencia qllt' comprende a todos los hombres o, sencillamente, al hombre. CiL•rtamentc, esto sucede así como consecuencia de la interven,·iún del entl'ndimiento humano en los actos de la expt•riencia hulltana. Resulta difícil decir qué estabilidad en el ámbito del objeto de la experiencia podrían asegurar los sentidos por sí solos, porque ningún hombre sabe por su propia experiencia de hombre vúmo resultaría v qué límites tendría una experiencia puramente sensible, que es la propia de los animales. No obstante, también ahí debe producirse una cierta estabilidad. v se trata como murho ele una estabilidad mediante los individuos en los que se reúllen los conjuntos de datos de la experiencia sensible (así es como ,.1 perro o el caballo, por ejemplo, distinguen a «SU>> dueiio de un «L'Xtraño» ). La estabilidad de los objetos experimentales propia de la experiencia humana es sustancialmente distinta: se produce ;t través de la distinción v clasificación intelectual. En virtud de l'sta estabilidad, la experiencia del propio «VO>> por parte del sujeto se halla dentro de las fronteras de la experiencia del «hombre>>, lo que permite que estas dos e.xpcriencias se complementen IIIUtuamente. 36 KAROI. WO.JTYL\ Tal interferencia de e\perienrias. que sigue a la estahilizari<'m del objeto en su «especie», constitu\e el lundanwnto de la formación de nuestro saber sobre d hombre. que se basa tanto en lo que nos proporciona la L'Xpcrienria tkl hombre que sm \'O, como tambiC·n en la L'\periencia de cualquier otro hombre que no sea vo. Es 11L'Ccsario subravar que la propia estabil iz<~ci<ín del objeto de l'\periencia por eiL·ntendimiL•nto no justifica ningl·ll1 tipo de apriorismo cognosciti\'0, tan solo demuestra que el elemento mental. inklcctual. inten·iL·ne de m<~ncra insustituible en la lormaci<'m de los actos cxperimentall's, esto es, de los contactos cog:noscitims directos con la realidad objl'li\a. Precisanll'nte a él k debemos la fundamental identidad cualitati\'a dl'l objeto de la experiencia del homb~e. tanto cuando el objeto de esta L'\I)LTicncia se identifica con el sujeto, como cuando se diiLTencia de él. Sinlllllilneid11d de los llspcclos interior r exterior de !u cx¡wrimcia dc//l(nllhre Esa identidad cualitatiYa no debería ocultar la inconmensurabilidad. La causa de la inconmensurabilidad L'S que t<~n solo en la relación con ese único v singular hombre que sov vo se incluve tambiL;n la experiencia desJc el interior (experiencia interna), que se encuentra fuera del alcance de cualquier otro homhre distinto de mí. Todos los demás hombres estún incluidos solo en la experiencia desde l'le\terior (experiencia externa). Naturalmente, aparte de la experiencia, cxistL' otra posibilidad para comunicarse con ellos que, de alguna manera, nos permite acceder a lo que es objeto de su exclusi\·a experiencia desde el interior: pero la experiencia interna en sí misma es intransferible Fuera del propio «\'O». No obstante. en la totalidad de nuestro conocimiento del hombre esta circunstancia no origina una ruptura, cuvo resultado sea un «hombre interior», del que solo sería e\perimentablc el propio «YO», que se distinguiría de un «hombre exterior», que sería INTRODUCCIÓN 37 rualquier otro hombre distinto de mí. Los otros hombres no dejan mí tan solo una cierta «exterioridad», contrapuesta a mi propia "interioridad», sino que en d conjunto del conocimiento ambos ;¡spectos se completan v se compensan mutuamente; también las dos formas de la experiencia propia, exterior e interior, actúan a lavor de esa complementación y asimilación, no en contra de ellas. Así pues, en primer lugar, ~·o no sov para mí mismo tan ~olo una <<interioridad», sino también una «exterioridad», ~·a que :-.o.v el objeto en ambas experiencias, la exterior 'i la interior. Y lambién cualquier o! ro hombre distinto de mí, aunque para mí sL'a tan solo objeto de experiencia desde el exterior, en el conjunto de mi conocimiento no se presenta como pura «exterioridad», sino que tiene también su propia interioridad, que conozco a pesar de que no sea para mí objeto de experiencia directa: conozco la interioridad de los hombres en general v, en ocasiones, conozco mucho de la de algunos hombres en particular. A \"eCL'S, este sabe1; que se fundamenta en algunos contactos concretos, se convierte L'n una especie de experiencia interior del otro, que no L'S igual a la experiencia desde el interior del propio <<VO», pero que tiene también sus propias caracteríslicas empíricas. Debemos lener en cuenta todo esto, cuando hablamos de la experiencia del hombre. No se puede separar artificialmente esta experiencia del conjunto de los actos cognoscitin>s que tienen al hombre como objeto. Tampoco se la puede separar artificialmente del factor intelectual. El conjunto de los actos cognoscitivos dirigidos hacia el hombre, tanto a ese hombre que soy vo mismo, como a cualquier hombre distinto de mí, tiene a la vez carácter empírico e intelectual. Cada uno de esos dos aspectos está en el otro, interaccionan entre sí v cooperan mutuamente. En el presente trabajo debemos tener presente de continuo la totalidad de la experiencia del hombre. La inconmensurabilidad de la experiencia del hombre, de la que hemos tratado anteriormente, no conlleva ninguna ruptura o irreductibilidad cognoscitiva. Podemos introducirnos cognoscitivamente en pro- 1'll 38 KAROL WOJTYLi\ fundidad en la estructura dd hombre, sin temer que los aspectos particulare~ de la experiencia nos indu1.can a erra1: Se puede afirmar que, por encima de la complejidad de la experiencia del hombre, emerge, sin L'mbargo, su esencial sencillez. La propia «complejidad" de esta experiencia consiste sencillamentl' L'n que la totalidad de esa experiencia, v del conocimiento sobre el hombre que se sigue lk ella, «SL' compone" tanto de la experiencia que cada uno de nosotros tiene sobre sí mismo, como de la experiencia de los demás hombres; tanto de las t'Xpericncias desde el interior como de las que lo son desde ell·xtcrioL Todo esto, más que producir una «compkjidad", «Se ordena" en el conocimiL·nto como un todo. El conveiKimiento sobrL' la esencial simplicidad de la nperiencia d~l hmnhre constitme un rasgo nüs bien optimista de cara al conjunto de objctiHJs cognosciti\'os que nos proponemos alcam.ar en el¡m·sente estudio. 2. El conocimiento de la persona se fundamenta en la experiencia del hombre Di/át:nciu t!lllrc el¡mnto de ¡·isla empírim _,.el punto de \'Ísta j(• 1101/IL'IJO/i)gÍCl l A lo largo de las anteriores consideraciones ha surgido con nitidl'l. la necesidad de precisar mejor qué entendernos en general por «experiencia» cuando nos referimos a la experiencia del hombre. Es evidente que no la entendemos de manera puramente fenoménica, como se ha hecho v se hace aún en el amplio ámbito del pensamiento empirista. En cambio, d planteamiento empírico que aquí adoptamos ni debe ni puede identificarse con una concepción fenoménica de la experiencia. Reducir el ámbito de la experiencia tan solo a la función val contenido de los sentidos genera profundas contradicciones v equívocos. Podemos ilustrar lo anterior con el ejemplo del objeto ele conocimiento que nos interesa en el presente estudio, esto es. el hombre. Si cfecti- 39 INTRODUCCIÓN lamente adoptúramos una posicicín fenoménica, deberíamos plantearnos la prqrunta: (,qué es en este caso lo que se me pre~t·ttta de manera «tlii\'Cla»?, r.es solo la «Superficie», perceptible por los sentidos. de ese ser al que llamo homhre, o es también el hombre mismo?. ¿o es rni propio «VO>> como hombre?, ¿en qué lllL'dida lo es? Resultaría bastante difícil admitir que los datos de \'\periencia directa sean únicamente un conjunto poco definido de cualidades sensibles que estún en el hombre -o mejor que son dd hombre·, v que, en cambio, no lo sea el hombre mismo; que no lo sea d hombre\ su actuar cnnscienlL', o sea, la acciún. 1:'/ ¡¡unto de partida es el hecho «el homhre ac!IÍa>>, c¡ue es 1111 dato m la experiencia fenonh'llológica La ex¡wricncia est<i unida indudablemente con un cierto tipo de hechos que nos son dados 1• A ese tipo de datos pertenece ciertamente el conjunto dinúmico «el hombre actúa•>. En el prl'sente trabajo partimos precisamente de este hecho, que acaece muv frecuentemente L'n la Yida de cada hombre, )'en él nos ccn1 Desde d punJo de 1ista lenomenolúgico. la nperi,·ncia <"'-la fuentL' \la hase de rualquiL'r conocimi,·nto sobre ,.1 objeto; esto no significa que l'\ista un solo tipo dt:' l'Xp,·ricnci~J. v que t·qa nperiencia SL'<I la percepciün «por los sentidos», «externos o internos». como afirman con trccu,·IKia los t'mpiristas modcrJJos. Para los ll'nomcnologos. «e\p,·riencia directa» es cualquier arto dt• cnnoci111iento, en el qul' d ohjl'to ,,. da <'11 sí mismo, de mane1·a originaria o tarnhic'n. tomo dice HuS'erl, «corpr'>rcarncntc autopr,·s,·nte» (/eihlwji sell>stge~ehm!. Ha~ Jlllll'ho> tipos de l'\peril'ncia en la que los datos son objetos indhiduak-,; pm ,·jcmplo. la ex¡wJ·it•JKia de los aclos psíquicos de otros indi1iduos o tarnhi0u la npcriencia L'slt'lica, donde SL' Jlf>S dan las obras de arte.\ así sucesi\'amente. El problema de la c\pericncia. \ junlarnenlt.' un amplio conjunto d,· cuestiones metodolúgicas cone\as. t'IKontraron amplio l'l·o rn la discusiún entre los 1ilúsofos polae<Js sobre J'eJSOI/11 ,. accióu. Cfr. las colaboraciones de J. Kalinowski, \'L Jawor,ki, S. Kaminski, T. StYczen \de 1\.. K!osak en «Analerla Craco1 iL·nsia» .'i-t> ( 19B-197-ll. ivl. Jaworski, asumiendo una po-,iciún di\'er-,a a la clt'J. 1\alino\\'ski, subrava los rasgos específicos d,·]a experit'ncia del hombre. que se <'lll'lll'ntran <'rl la base de su comprensión. 40 KAROL WOJTYt.A traremos principalmente. Si lo multiplicamos por el número de hombres, obtenemos un inabarcable número de hechos v, por tanto, una enorme riqueza experimental. La e\pcriencia indica también la inmediatez del propio conocimiento, la relaci<)n directa del cognoscente con el objeto. Es cierto que los sentidos se encuentran en contacto directo con los objetos de la realidad que nos circunda, propiamente con los distintos "hechos>>. Pero resulta dilkil admitir que tan solo el acto sensible aprehenda de moJo dirL'Clo los objetos o los hechos. Debemos advertir, en cambio, que el acto intelectual al menos colahora en la captación clirt'cta del sujeto. Esta inmediate1, como rasgo experiml'ntal del conocimiento, no anula la diferencia de conll'nido entre el acto intelectual v cl acto puramente sensible ni tampoco su cli\'ersidad de origen. En cualquier caso, se trata de problemas particulares lk la teoría dd conocimiento, L'n los que no profundizaremos aquí. En este punto nos interesamos por el acto cognoscitivo corno un todo concreto. al que debemos, entrt' otras cosas, que havamos captado d hecho de que "el hombre actúa>>. No se puede aceptar que, cuando se aprehende esll: hecho, la experic11cia se limite a la pura "superficie>> -a un conjunto de rasgos sensibles que son eu cada ocasión únicos e irrepetibles-\' que el entendimiento, por así deci1~ espera estos contenidos para «hacer>> con dios su propio objeto, al que denomina "acción>> o «persona y acción>>. Parece más bien que el entendimiento interviene \'a en la propia experiencia, y gracias a ella establece una relaciún con el objeto; relación que también es directa, aunque de manera di\'ersa. ~ La acción como 171011/CIIto pril'ilep,iado de profitndi::._clcióll en la persona Según lo dicho, cada experiencia humana comporta a la wz una cierta comprensión de lo que st' experimenta. Parece que esta postura es contraria al fenomenismo, v más propia de la fe- 1\lTRODlCCIÓN 41 llnllll'nología, que acentúa ante toJo la unidad dl'l acto de cono\ i111iento humano. Plantt>ar el problema Je esta manera tient' una intportante significacic'm para el estudio de la persona v la acción. l't~í pues, sostent'mos que la acció11 es llll 11/0IIIL'lllo particular m la a¡¡rehensitín -o sea, en la experiencia- de la persona. E\·identt'lllente, esta experiencia se encuentra estrictamente unida a una vomprcnsión determinada. Se trata ele una visión intl'lcctual que "L' fundamenta sobre el hecho «el hombre actúa» en todas sus innumerables repeticiones, como va se ha recordado anteriormente. El hecho «el hombre actúa», en todo su amplio contenido L'Xperimental, se puede entender de manera que se capte como acción de la persona. La totalidad del contenido de la experiencia nos revela aquel hecho de esta manera v no de otra: la manifiesta con una evidencia propia. ¿Qué significa «e\·idencia» en este caso? En primer lugar, parece indicar la esencial capacidad que tiene un objeto para m;:mif<:starse o revdarse, lo que es su rasgo cognoscitivo caractt'rístico. Al mismo tiempo, la evidencia significa que comprender el hecho «el hombre actúa» como acción de la persona -o quizá mejor como una totalidad «persona-acción>>encuentra plena confirmación en el contenido de la experiencia, o sea, en el contenido del hecho «el hombre actúa» en sus innumerables repeticiones. Hemos afirmado que la acción l'S un momento particular de la contemplación de la persona. Esa afirmación subraya de modo más cercano la relación con los hechos en los que nos basamos en el presente estudio; y también la misma dirección de las experiencias y actos de comprensión que encuentran su expresión en este trabajo. La comprensión del hecho <<el hombrl' actúa» como una conjunción dinámica <<persona-acción» encuentra un respaldo pleno en la experiencia. Tampoco nos oponemos a la experiencia, cuando objetivamos <<el hombre actúa» como «acción de la persona». Sin embargo, en el ámbito de esta conjunción -expresable de maneras diversas- permanece el problema de la relación específica entre <<persona» v <<acción». En la 42 1\.AROL WOJTYI.A experiencia allora su estricta corrl'laciún, stt adecuación sem{mtica v su interdependencia. La acciún es indudablemente una actividad. Una actividad puede ser causada por di\ersos agentes; rero, en cambio, la al'tividad que llamamos acción no se puede atribuir en sentido estricto a ningún otro agente mús lJUL' a la persona. Por tanto, la acción presupone a la persona. Este punto de vista ha sido asumido en aquellos campos del saber que tienen corno objeto la actividad humana; en particular, ha sido asumido ror la ética. Ella era\ es la ciencia sobre la aCL"i<ín que presupone a la persona: al hombre en cuanto persona. En d presente estudio pretendemos, en cambio, invertir este planteamiento. Se titula Personar accicin, v no será un estudio ck la acción en L;tanto que rresupone a la persona; adoptaremos otra direcci<ín de experiencia \ comprensión: en L'OI1lTelo, serú un eswdiu de la accilín que ren:la a la persona. o sea, un estudio de la rersona a traH;s de la acción 2. PuL'S la naturail'za de la correlaciún que emerge en la experiencia, en el hecho «el hombre actúa», es que la acción constitme un momento privilegiado de revelación de la persona, que nos permite anali1.ar rnuv adecuadamente su esencia v comprenderla de la manera mús completa. Experimentamos que el hombre es persona. v estamos convencidos de ello porque realiza acciones. La 111oralidad, cualidad propia de las acciones llltllzallas Pero no acaba todo aquí. La experiencia. v junto a ella la intuición intelectual de la persona en las acciones\' a tran's de las acciones, proviene de manera especial del hecho de que esas acciones gozan de valor moral: so11 moralmente buenas o moralmente malas. I.a moralidad constituye su propiedad intrínseca, algo así como su perfil peculiar, ausente en las acti\·idades corres: Estt' planteamil'nto en la imc·~tigaciún coincide con el que exprcsr1 M. Blondel en su obra clásica L'a<'liOil (Paris 1893. llUt'l·a t'dición en eh, 1oltllllt'llt'S, París 1937). lf\TRODliCCIÓN 43 pondiL·ntes a otros agentes distintos de la persona. Solamente tie11!'11 significado moral las actividades cuvo agente es una persona t ';1 hemos adn·rt ido que solo ellas gozan del nombre de «ac1 ion,). Y por eso mismo en la historia de la filosofía es evidcnll' el I'IIL tiL'ntro secular entre la antropología v la ética. La ciencia que t Ít'llL' como fin analit.ar L'n profundidad el problema del bien v dd rn;rl moral-v esa es precisamente la ética- nunca puede prescindir dd hecho de que solo en las acciones aparece el bien v el mal;\ t¡liL' es a través de ellas como el hombre participa de ellos. Y por dio también la ética, en particular la tradicional, se ha ocupado lrL'Cllentcmente de la acción v del hombre. Como sucede, por cjL-mplo, tanto en la f::tica a Nicrínwco como en la Sumnw Theologiae. Y, a pesar de que en la filosofía modcma -concretamente, en la contemporánea- se puede obscn·ar una tendencia a tratar la problemática ética separada de la antropología (con L'sta disciplina se unen más bien la psicología y la sociología moral), sin embargo de la ética no se pueden extirpar radicalmente sus implicaciones antropológicas. Más aún, cuanto más completo l'S un dl'terminado sistema filosófico, en él retornan con mavor frecuencia los problemas antropológicos implicados en la ética. Y así, por ejemplo, parece ser mucho mayor su papel en el pensamiento fenomenológico que en el de los positivistas, o en L'errc el le 11éant de Sartre que en los estudios de los analíticos anglosajones'. 'R,·st!lta signilicali1o que en b c'lica culii1ada por los autores müs reprcscntaliros de b llamada escuela del an~ilisis del knguaj.: ordinario, v particubrmenlc cnlre sus reprcsenlanlc's ang:loamericanos. no hav casi nin¡wna rdlniún de naturaleza anlropológica; o se reducen a una relkxión marginal sobre la libertad de la I'Oiuniacly el determinismo. Cfr., por ejemplo, C. L. STE\TI\SO~. Elhics a111l Language. Yale Uni1·ersit1· Pt\'Ss, Ne11 Ha1·en 1944; 1·la obra de su crílico mús imponanle: R. B. BRA'WT, Elhical Jheor'l'. The Prublcm ofNormati1·e and Critica/ F:thics. Prcntice Hall. Eng:le\l'ood Cliffs, '\i. J. 1959. 44 KAROL \\'OJTH,\ U «dewelwnimlo, de la persono a Iran;s de la occúi11 r del wdor 11wrol de la accitjn Sl· ha indiL·ado anteriornwn!L' LJLIL' la ética presupone a la persona lundamcntalnll'nll' a causa de la acción. que posee directanwnlL' \·alor moral. En el presen!L' trabajo pretendemos a\·anl.ar. en cambio, en sentido contrario: las accionL'S son un momento pri\'ikgiado para rcr la persona \, por tanto, para co110ceda experinwntalmenll'. Constituyen algo así como L'l punto de partida más adL·cuado para comprenckr su nalurak1.a din;ímica: v la moralidad. en cuanto propiedad intl'insec;1 de las acL·iones, nos conduce a eso mismo de· manera aún rnás especíl'ica. En este lugar 11<, nos interesan los \aJores morales en sí mismos, lo lJliL' propiamente k co1n'spo1llk tratar a la ética. sino qUL' nos interesa más hiL·n el hl·cho mismo de su constitUL'i('m en aL·ciones, su dinámico ficri. Y esto porque ahí la persona SL' nos ren-la de manera más prolumb \ amplia que en el acto mismo. Gradas a este aspecto de b moralidad -que se puedL· llamar tamhiL·n din{tmico o existencial-. tenemos la posibilidad de conocer mejor al hombre en cuanto persona. Y es este prccisamenll' el objetim de nuestras im·estigaciones en este estudio. Por eso también, en él no podemos eliminar de ningún modo la experiencia ele la moralidad, aunque partamos conscientemente ck la experiencia integral del hombre. La experiencia de la moralidad en su aspecto dinámico, o sea, existencial. es por a1'iadidura parle integral de la experiencia del hombre, que --como va ad\'ertimosconstituve para nosotros una amplia base para comprender a la persona. La experiencia de la moralidad debe interesarnos de manera particular, ya que los valores morales -bien v mal- no solo determinan la propiedad interior de los actos humanos, sino que poseen en sí la capacidad de que el hombre llegue a ser él mismo bueno o malo en cuanto persona a través de sus actos moralmente buenos o malos. Así pues, desde un punto de vista dinámico o existencial se puede decir que la persona se encuentra ll\TRODUCCIÓN 45 lo~nlo en el punto de partida como en el punto de llegada de estos l'alores. La persona se dcs\ela más en ellos, con mayor plenitud, qlll' ;1 través de la acci<'m «pura>>. Por otra parte, parece artilicial qtH' abstraigamos las accione;, humanas ck los ralorc;, morales\', .ull'lttús, nos apartaría de su pleno dinamismo. 1'' nmjunción de la c.rpcrimcia dcllunnhrc con/a experiencia de la 111um/idad se encuentro en la hase de la tllllmpolo!!.lo ·''de la élica Así que L'SlL' c;,tudio no sn:l un trabajo l'll el campo de la l'lil·;l. Ni da por supucsla a la pcr;,ona ni la implica, sino lJUL', al ( o11trario. pretende <.'\plicar l'Sa rl'<ditbd que L'S la ¡wrson:t con t;111to detalle um1o sea posihk'. La fucnlL' de b qliL' L'\tracrnnos el l onocimiento sobrL' L'lla scr:1 la acciún; Y <k modo muy particular 'l'l-;i también una fuente la moralidad en su aspecto din;ímico, o 'il':t, nistcncial. En esta mirada nos proponemos rcspl'lar no t:tnlo la tradicional relaciún entre la antropolo¡úa v la dica. como la unidad objetiva del conjunto de c\periencias formado por la l'\periencia del hombre\ la cx¡wriL·ncia de la moralidad. Se trata de una condición previa para poder contemplar la persona\. para mmprenderla posteriormente . .. sacar factor couuíu" de la ¡noh!l.'tl/(íficu ética Dentro de este cnfoqUL', las relaciones entre la antropología v la ética se las puede enlt'ndcr -recurriendo a los métodos utilil:tdos en rnall'lllúticas- de modo parecido a sacar factor común. Sr colocan antes del paréntesis aquellos elementos de una opLTal·ic.Hl malt:mútica que de alguna manera se encuentran en todos lo~ elementos del polinomio .v son «factor común>> de los elementos que permanecen dentro del paréntesis. El sacar !actor común tiene por objeto facilitar las operaciones, no se busca dL' ningún 111oclo eliminar el elemento que se encuentra lucra del paréntesis 11i tampoco romper la relación que existe entre ese elemento v la p;trte que se encuentra dentro del par6ntesis. Mm al contrario, 46 KAROL WOJTYLA cuando se saca factor común, queda más patenll' la presencia \'la importancia de ese factor en toda la operación. Gracias a c¡ue lo hemos sacado del paréntesis aparece claro v biL'Il l'vidente unekmenlo que, en caso contrario, quedaría oculto en los din~rsos ele111L'I1los de la o¡wración.¡. Así pues, el problema <<¡wrsona-acción» -que atañL' lradicionalnll'nte a la ética-, mediante ht puesta entre part'nksis del aspecto ético, puede revelarse no solo en su propia realidad, sino también en esa tan rica realidad que L'S la moralidad humana. 3. Etapas de la comprensión y líneas de interpretación L<l illllucciriu cmuo L~lfJlacitin de lo unidod de siguif/codu Hemos advertido que la captación de la relación «personaacciún», más estrictamente, la intuici(m de la persona a través de la aet:i(,n, se realiza en el ámbito de la experiencia del hombre. La experiencia del hombre «Se compone» de un innumcrable número de hechos entre los que son para nosotros especialmente importantes los hechos en los que «el hombre actúa», porque en ellos se realiza el descubrimiento específico de la persona a través de la acción. Todos estos hechos apuntan, aparte de la multiplicidad o complejidad cuantitativa, la complejidad de la que va se habló anteriormente: son datos externos de todos los hombres distintos ele mí, y también se trata de datos internos que se fun" El recurso al procedimiento llll'lodolúgico utilizado en matenüticas nos part:ce que ilnstra adc·cuadanwrne en qu(· sentido .1 en qué ambito pensamos utilizar en e( prc·scntc trah<ljO el «Sacar factor COrT!Úll». Se• trata de separar Ja problemática esencialmente (•tiL'a dt• la prohlt·m~ttica escncialmentt• antropológica. No nos referimos, en cambio, a la separaciún de la esencia respecto a la existencia actual (epoc/téj. típica del método lrnornenológ:ico de Eclrnund Husserl. El presente estudio no está pensado St'[!Úit el método eicletico en sentido estricto. Pero, simultáneamente. el autor intenta desde el principio haqa el tina! comprender el hombre como ptTsona; es decir, busca también detenninar el «eidos» del hombre. 1\.JTRODLCClÓN 47 d.llllt'lltan en mi propio «VU>>. Es tarea de la inducción el captar, a p.11tir de esta rnultiplicitbd v complejidad de hechos. su sustan' 1;d identidad cualitali\'a (es decir, lo que hemos ddinido antl'llttllllente como estabili;.aciún del objeto de la experiencia). Al llll'llos, así parece ser que entiende Aristóteles la luná'm inductn·a del entendimiento;. De él se dilcrcncian los modernos positill'>las, por ejemplo, J. S. Mili, que conciben la inducción como 1111;1 lorma de argumentación, mientras qut.' para Aristóteles no es 111 1111a forma de argumentación ni ck razonamiento; es la capta' io11 intelectual de la unidad ck significado en la multiplicidad v 1 ttlllplejidad de los kii<ÍillL'nos. Conectando con los anteriores co111\'lllarios sobre la experiencia del hombre, podL·mos decir que la intuición conduce la L'\JK'ricncia del hombre a la simplicidad que tllllstatamos en ella a pesar de toda su cornplcjidad. Cuando la cxpcrie11cia del hombre loma la forma de captariúll de la persona a lravC·s de la acción, esa capt<ll'i<Ín resume L'n ,¡toda la simplicidad tk t•sa experiencia, v L's exrresión de la 111isma. Y, así pUL'S, ahora, desde la Jlt.Tspeclil·a de la aprehensión de la persona, hemos pasado de una multiplicidad de casos a su identidad cualitati1·a; es decir. a la constatación de que en cada tillO de los casos «el hombre actúa>> st.' encuentra una relación "lwrsona-acciún>> del «mismo tipo», que elrnismo tipo dL· pcr~ona se manifiesta a través de la acci<'m. Identidad L·ualitati1·a que l'quivale a una identidad de significado. Alcanzar esta unidad es "hra de la inducci(m; pues la experiencia en sí misma nos deja ' Los fcnotlll'tl<'>logos hablan tkl conocimi,·nto de lo que L'~ esencial kn IHtc·stt·o caso Jiri~11nos el conocimiento de lo que es L'Sl'tKial,·n L'l hedw «el homhn· actúa»). Talconocimi,·nto lo llaman ello~ «intuici<'Hl eidl;tiL·a, o «idcacit'ln» \ lo ,·;difican de IIJIIiori. Pno la ilkacit'Jn parte del parlicular como L'.iL'Illplo suvo; \, c·omo ha sido dicho (p.,.¡., V\. Mt Rll'. \L -Po 'liT\, 1.!' ¡noh/i•111C des scieuccs de lhw11111C sr/o¡¡ 1/u-;."·rl. P~u·is 19'3), ,,. lrata de un intento dt' prolundizar ,.¡con' •·plo tradicional dt• inducción L'll L·onlraposici<m a la cotlCL'pciún positirisla 'cuno f!L'!leralizat.'iún de una serie d,· casos ck co-oCUITL'IKia de ckmentos l'\lra· nos a olros caso> st:mejantc:s. 48 KAROI. \\OJTYLA una multiplicidad de casos. Sin embar~o. en la l'\Pl'riencia permanece toda la riqueza ele los hechos l'll su diversidad constituida por individuos part indarcs. mientras que el entendimiento capta en todos ellos la unidad de su si~nilicado. Para captar esta unidad, el intelecto se deja dominar en cierto modo por la experiencia; pero, a la \'ez, sin dejar de comprender su riqueza\ su di\Trsidad (como se atribun' a veet's erróneamenll' a la ahstracciún). Así, por ejemplo, cuando l'lentcndimicnto capta la persona v la acciún a partir de la experiencia del hombre, a partir de los hechos del tipo «el hombre actúa», permanece abierto en esta comprcnsi<.>ll esencial a toda la riquet.a v \·ariedad de los datos de experiencia. La reducci<Íil conw «exploracir!n" ._.,de la experiencia Probahlcnwnte se explic<~ de cst<t matlL'ra l'i hecho de que juntarnenll' con la comprensión tk la relaciún «[Wrsona-aceión>> surge la necesidad (k explicarla\ adararla. La inducción abre paso a la reducci(m. El preseniL' estudio surge como resultado de la necesidad de l'Xplicación, de aclaraci(m \de interpretación de esa rica realidad de la persona que en la l'Xperiencia del hombre se nos da juntameniL' con la acción va tr<H"és ele ella. Admitimos, pues, que no se trata Je probar o demostrar que el hombre es persona v que las operaciones del hombre son acciones. Admitimos que esto es va un dato de la experiencia dd hombre: la realidad de la persona y de la acciún se contiene, en cierto modo, L'n cada uno de los hechos del tipo «el hombre actúa>>. Sin embargo, si tenemos como referencia una comprensión elemental de la persona v de la acción, existe la necesidad de una explicación más universal de esta realidad. La experiencia del hombrl' no solo nos desvela esa realidad, sino que también genera la necesidad de explicarla :v proporciona los elementos para hacerlo. La ri'' El termino polaco rs «eksploalacja», cli\O significado literal es d de explotación. en el ~entido de l'\lracr toda,];_¡_, lilJliL'Zas de algo. 49 1NTRODL'CCIÓN qttl'Za ~ la varieuad de esa experiencia conllevan romo una provocación a la ml:'nte, para que la realidad de la persona y de la acric'm, una vez que ha sido aprehendida, se capte de modo más rompleto v se explique de manera más profunda. Esto último solo puede realizarse en la línea de penetrar rada vez más profundamente en el contenido de esa experiencia. ( ;racias a ello. la persona ' la acción resultan de algún modo extraídas de la oscuridad. v se presentan al entendimiento que las nmoce de manera cada w1. más plena~~ universal. La explicación v d entendimiento reductim constitu.ven una como explotación de la experiencia. No se entienda equiYocadamente el término «reducción»: en este lugar no se trata de una reducción entendida como disminución o limitación de la riquew cid objeto t'\perimentado. Se trata más bien de extraer sus consecuencias; la l'Xplotación de la experiencia debe ser un proceso cognosciti\'o, l'n el que se reali1.a de manera estable v homogénea el desarrollo de la visi<ín originaria de la persona en la acción y a través de la acción. Visión que dl'lw ser profundizaJa v enriqueciJa Je manera coherente a lo largo de todo d proceso. /)esde la reducción v la inte1pretación hasta de la praxis dd ho111bre 11/Ul teoria que emerge Esta es la dirección de interpretación Je la persona y de la acción que prevemos para d presente trabajo. A la inducción le lk·bemos no tanto la objetivación como la intersubjetivaL"ión, que l'S fundamental para l'Ste estudio: la realidad de la persona y de la acción se Jesvela como un objeto al que todos pueden observar, independientemente de la condición subjetiva que, al menos parcialmente, posee el objeto. Y esto porque parte,~, parte importante, de la experiencia del hombre la constitu~'e la experiencia del «propio» yo. Se puede decir que la relación «persona-acción» l'S para cada uno, ante todo, una vivencia, un hecho subjetivo; y l'S la inducción la que lo convierte en tema v problema de rct1e- 50 KAR.OL WOJTYLA \i(m, introduciéndolo en el úmbito tk las consideraciones teóricas. Como \'i\encia, esto es, u>mo hecho e\perimental, la rl'iaci<'m «¡wrsona-acciún» conslilll\l' al mismo tiempo lo que la lradicic'>n lilos<ilica definiú con el tt;rminu pmxis. Y Ya amrnpaf1ada de comprensic'm «J1rúcliL·;¡,,; es decir, de la comprensión necesaria \' sul icienle al hombrL' para \ i\ ir\ aduar conscientemenk. La línea ck- comprensic'>n \de interprclacic'>n elqdda por nosotros nos conduce a lra\0s de la consideración teórica de esa pm.ris. No SL' 1rata con L'Slo de an·riguar cómo se al'lúa conscienlemellle, sino saber qué L'S L'l actuar conscienlemenll' -o SL'a, la acción v hasta quL' punto la acción nos deS\'cla a la persona v nos ayuda en su comprensiún plena v uni\ersal. Esta línea de intcrprt'laciún es e\ident~ en esll' l'studio desde el comienzo; no obstante, nos ha parl·cido conYenienlt: aclarar también el momento de su relal·ic'm con la ¡mni.\, con L'l L'l>llOcimiento pr{ldico, u>n L·l que la ética l'SI{l \inculada lradicionalnwnle. Ya hemos subravado anteriormente l]liL' la ética presupone a la persona, mientras l]Ul' en L'Slc L'sludio se !rala de mostrarla L' interpretarl;t. Objt'lim dt: la inlt:r¡n-ctacicín: 1111<1 adccu!ula mimda de la m;cíu del objeto Precisamente por esto la presente obra tiene un carúcter reduclim. La palabra «reducción>> no indica en absoluto, como va hemos ach-ertido, ni una limitación ni una disminución. Reducerc equivale a «extraer••: extraer desde los argumentos o principios adecuados, o de otro modo: explicar, aclara1~ interpretar. Al explicar, avanzamos tras el objeto que nos es dado en la experien'El probkrna del conocirni.:nto prúctico segt'rn d pensamiento aristulélico-lomisla (lcnicrrdo larnhiérr a la 1 isla d pensamiento de Kant 1 de la 1ii<N>fia conlemporún,•a) ,., el objeto de la obra J,· .1. KILI'<OIIS"I. Teoría po:lfl!llia ¡>raktrc;negu (Teoría del conocimicnlo pr{lctico). Lublin l'!t>O. En d prcscrrle trabajo no pn:tendemos onrparnos del corrol'imienlo pr~ctico como fu~nlt' 1 base específica de la ¡na.ris humana. En cambio, <.¡lll'rcrnos utilizar la pw.ri' en si misma como luentc del conocin1iento hombre-per-sona. INTRODUCCIÓr\ 51 - - - - - - - - - - - - - ------- ------------ ------- ' 1;1, v precisamente tal v como nos es dado: toda la riquen, \'ariedad v complejidad de la experiencia se abren ante nosotros. La 111ducción y la inter-subjeti\·ación de la persona~· de la acción 1111ida a ella no ocultan para nada esa riqueza \'complejidad. que ·.o11 fuente ina¡rotablc \' avuda constante para el entendimiento t¡lll' busca las razones adecuadas para explicar de modo universal v l'll profundidad la realidad de la persona\. de la acción. No se trata de la abstracción, sino de profundizar en la realidad realmente existente. Las razom·s que explican esta realidad deben corresponder a la experiencia. Así pues. la reducciún, v no . .olo la inducción, es inmanente respel'lo a la experiencia. sin def;Jr por ello de ser también trascendente respecto a ella. aunque dl· modo di\·erso a como lo es la inducción. En general. la comprensión es a la vez inmanente\ trasl'endente respecto a la L'xperiencia de hombre. No porque la experiencia sea un acto v un proceso de los sentidos. mientras que la romprensión v la explicaci<'m lo sean dd intelecto. sino en l'unl'i<'ln del carácter esencial de uno \'de otro. Una cosa es experimentar y otra distinta. «comprender>> o «explicar>> (esto último implica la comprensión). Al explicar o interpretar se trata de conseguir que la imagen intelectual del objeto sea la adecuada. para que «coincida>> ron el objeto. Esto supone incluir todas las razones del objeto inll'rpretado manteniendo las justas proporciones enlrL' ellas. de 111anera que (su imagen) las contenga adecuadamente. De esto depende en gran medida la corrección de la interprt?tación Y en ello estriba también su dificultad. /.11 cmicepción dd lzo111hre co111o expresián de la co111prensión \'de la interpretación del objeto Hav también una dificultad en el acto de concebir, mediante el que alcanzamos, en este caso, a expresar lo que comprendemos de modo maduro, desde la inicial intuición de la per- 52 ------- 1\.AROL WOJTYLA --------- sona en acción hasta su completa inll'rpretación. Se trata de que no basta con el com·etKimicnto in!L'rno de quL' d hombre que actlÜ es persona, sino que también SL' debe expresar este com·enl·imiento tk manera conceptual ,-lingCiística: es decir, hav ljliL' formularlo extL'rnarnente (en concrl'lo, en este estudio), para que se pueda comtmicar plenamente. Esa exprcsiún se constituvc juntamenll' con la comprensi('m del objeto v debe alcanzar lormas tales qliL' lo comprendido se rueda expresar tkl modo nüs pleno v amplio l]liL' sea posible. \ se pueda cornunicar a otros hombres de modo que puedan captarlo: pues el saber humano como hecho social se lorma a traYés de la mutua comunicación tk lo comprendido. Esta dilicultad para intnprctar \concebir al hombre se une con la antcriorÍ11cnte indicada inconmensurabilidad ínsita en la experiencia del hombre\, por tanto\' de modo indirecto. en la captación de la rdación «Pl'rsona-accic'm», que se akama basúndosc en esta experiencia. Es l'\idcnll' que esta rclacic'm debe manifestarse de manera dinTsa cuando se basa L'll la experiencia intema del propio «\O», que cuando se basa en la experiencia externa que comprende a otros hombres distintos de mi. En el curso tanto de la intl'rpretaciún como dl' la concepciún lk la persona v de la acción aparece el probkrna de inll'grar correctamente las comprensiones que surgen a partir de la inconmensurabilidad de ambas experiencias. La solucic'm de ese problema, mediante un intento de integración adecuada de ambos aspectos de la experiencia del hombre al concebir la persona, es una de las principales tareas que nos hemos señalado en el presente estudio. 4. Concepción de la persona y de la acción que se propone en esta obra Intento de imerpretar la suhjelividad del ho111bre Aunque la inconmensurabilidad de la experiencia del hombre -que va hemos indicado desde el principio- plantea una difi- INTRODliCCIÓN 53 tnltad para intl'rprctar' para concebir al hombre, a la va ha\ t¡IIL' reconocer que f!L'llcra una peculiar posibi 1idad v abre una amplia perspecti\a en L'stas tareas. Basándose L'n la experiencia inte¡•ral dd hombre, a tran:·s (k la acción de la ¡x·rsona, se nos manilicstan como datos no solo su c.\terior, sino también lo interior. l'ncsto que no se nos da solo como hombre-sujeto, sino también t·omn «VO» l'n toda su subkt i\·idad e.\perimental. AntL' esto, se abre ante nosotros la posibilidad de una interpretación del hombre como sujeto de nw:st ra ex¡xTiL·ncia que re¡nodu :.ca en su medida adecuada la suhieti1·idad del hU1nhre. Esto tiene una importancia fundamental para la concepcitm de la persona v de la acción que in!L'ntarL·mos presentar en este estudio. Me atrL'\'LTÍa a decir aquí que la experiencia del hombre mn la caractcríst ica escisión del aspecto interior v e.\tcrinr se enL'llentra en la raíz de la diYisión de esas dos potentes corrientes de pensamiento lilosúlko, la L'OITil'nll' objetiva v la subjetiva, la filosofía del ser v la filosofía de la consciencia. Reducir esta gran escisión tan solo a la ambivalencia de la L'Xperiencia del hombre va la dualidad de los datos de L'Sa experiencia sería, evidentemente, una simplificaciún excesiva del asunto. Por otra parte, no tenemos intenciún de dirigir en esa dirección las consideraciones del presente trabajo, que tiene un objcti\1> bien definido. No obstante, desck· el punto de \'ista de este tema en concreto -d punto de vista de la realidad de la persona v de la acción- que estamos intentando comprender e interpretar a la luz de la c.\periencia del hombre («el hombre actúa»), se debe generar la com icción de que, en lugar de absolutizar cualquiera de los dos aspectos de la experiencia del hombre, es necesario buscar su recíproca interrelación. Si alguno preguntara el porqué, le responderemos que se trata de una exigencia de la esencia misma de la experiencia del hombre. Podemos entender al hombre gracias a la mutua relación de ambos aspectos de la experiencia. Y apovándonos en ellos construiremos nuestra concepción de la persona y de la acción sobre la base de la susodicha experiencia. 54 Ki\ROL WOJTYLA Aspecto de la consciencia Cn planlL'amiento tal de la cm·stión indica de entrada que en esiL' estudio no pensamos limitar nuL·stro an;ílisis al nivel de la consciencia sin mús: pensamos rcali1.arlo también en un aspecto detalladanwnte dibujado de la consciLncia. Si la acci<·m es un momento partiotlar L'll la intuiciún de la persona -umw \a se ha dicho anll'riorlllL'nll'--, es claro quL' no se trata solo Lk la acción como conll'nido formado L'11 la consciL·ncia, sino de la propia realidad dinúmil'a, que paraklamentc manifiL'Sia a la persona como su sujl'lo acti\·o. En esll' sentido pensamos ocuparnos de la acciún en todos los anúlisis del presente t'studio; \ también en este s\intido intentaremos descubrir a la persona a tra\'és de la acción. A la VL'/, somos plenamente eonscit•nlL's de que es a trm·és ele la consciencia corno se manifiestan tanto la acción, que es ttn momento específico de manifestación dL' la persona, como la persona misma, que se des\ela en singular medida a partir de la experiencia del hombre, ven particular de la experiencia inll'rior. SL·gún lo dicho, la relación «persona-acción>> debe ser examinada como aspecto de la consciencia. No obstantL' es evidente que la ra1.ón. de la que la acción (acrus ¡¡asonae) es un hecho consciente, no consiste exclusivamente en manifcstársenos como un aspecto de la consciencia. De manera que el primer objetivo que acometeremos en el presente trabajo consistirá en el examen de la interrelación entre la consciencia v la operatividad de la persona; o sea, de aquello que constituye el dinamismo propio del acto humano (capítulos I v lll. Al penetrar en el interior de este rico conjunto experimental en el que la persona se desvela cada vez con mayor plenitud a partir de su acción, descubrimos la trascendencia especifica que la persona revela al actuar. Nos proponemos someterla a un análisis tan pormenorizado como podamos (capítulos Ill v IV). INTRODLiCCIÓ'J ----------·------ ------ 55 lw\cmdencia e iuregmción de la persono La pcrcepcirm de la trascendencia de la persona en b acloiiL'OilStitmc en cierto modo la principalcslructura de la L'\PL'1 Ít'lll·ia a la quL' nos remilimos enloda nuestra concepción. va qlll' L·ncontramos L'n ella tambiC·n la prul:'ba fundamental dl'i conITIIcimiento de que el hombre que actúa es precisamcnll' una pl'rsona y que su actuación es vcrdaderanwntt• ac/us persunoe. hidentemenk, se puede desarrollar una teoría más completa v .unplia de la persona como ser; pero L'n el presente estudio preil'lldemos ante lodo extraer (ksde la experiencia de la acción todo cuanto pone de manil'iesto que el hombre es persona\ todo lo que esa persona pone a la ltu. La intuición lxisica de la trascendencia de la persona en ac1 i<in nos permite también percibir el momento de integración de lt~ persona en acción como l'ompkmentario respecto a la trasccndl'ncia. lntegraci(·m que condiciona esencialmente la trascendencia en la totalidad del complejo psico-som<itico de la persona hulilaila. La siguiente parte de nuestro trabajo (capítulos V v VI) la dedicaremos al anúlisis de esta complejidad desde el punto de vista de la integración de la persona en acción. No se trata tanto dL· agotar un objeto tan amplio, como de lllndamL·ntar mejor las intuiciones rundamentales. La integración como aspecto complelm'ntario de la tra~cendencia de la persona en accic'Jn nos realirma en la com·il'ción de que la categoría de persona y acción es la expresión propia de la unidad dinámica del hombre, que tiene que estar fundamentada en su unidad óntica. Pero a lo largo del presente estudio no nos ocuparemos del análisis de esta última, prl'lendcmos tan solo acercarnos cuanto sea posible a los ekIIIL'ntos v problemas que son esenciales en ella. Justamente pen~;,mos que este <Kercamicnto, que nos permitirá apro\'echar en ~~~ totalidad la experiencia v la mirada fenomenológica al homl>re, es lo mús específil'o de la concepción de la persona y de la ;¡l'ción que nos proponemos desarrollar. El último capítulo dclli- 1 56 1\.i\ROL WO.ITYlA hro -«Apuntes para una teoría de la participación>>- nos introduce en otra dimensión de la experiencia «el hombre acttJa>> lJUe ll'nemos que tratar, aunque no la analicemos a fundo. l!n¡mnunci!l de la prohlenuític!l ¡¡¡·¡solllllista El conjunto de investigaciones v· análisis contenidos t'n este trabajo rellejan ante todo la rabiosa actualidad de !;.1 problemática persona lista. Es difícil negar que esta problemática tiene una importancia lúndanwntal para cada hombre v para toda la familia humana, continuamente L'n desarrollo. La constante rdlcxiún sobre las din·rsas direccionL'S del desarrollo de esta familia tanto en el aspecto cuanÍitativo como en L'l ele la cultura v la ci\·ilizaciún -con todos los dramas v desigualdades debidos a este desarrollo- genera el \ ivo deseo de cultivar la filosofía de la persona. Resulta difícil oponerse a la impresión de que la multitud de esfuerws cognoscitivos que tienen un objetivo situado <JI margl'n del hornbre SL'a mucho mavor que la suma de esfuerzos v descubrimientos centrados en torno a él mismo. Por otra parte, quizá el problema no sean los L'sfuerws v descubrimientos en sí mismos, que -como es sabido- son mm numerosos y cada vez rnús detallados. Qui!á sencillamente se trate de que solo el hombre es¡Jt'ra continuamente ser él mismo analizado en profundidad y, sobre todo, que se alcance una nueva síntesis, lo que no es fácil. El hombre. descubridor de tantos misterios de la naturaleza, necesita inces<Jntemente ser descubierto él mismo ele nuevo. Permaneciendo siempre en alguna medida como «ser desconocido>>, necesita de continuo una expresión nue\'a v cada vet. más madura ele su esencia. Además, puesto 4ue el hombre es el objeto de experiencia primero, más cercano Y más frecuente, como ya se ha indicado, se encuentra expuesto por eso mismo al acostumbramiento. Corre el riesgo de ser demasiado vulgar para sí mismo; v hav que \'encer este peligro. El presente estudio nace t<Jmbién de la nece- INTRODUCCIÓI\ 57 \l!bd de luchar contra esa lt'ntaciún. Nace de CSL' asombro hacia 1'1 ~lT humano que, como es sabido, es el primer impulso para el mnocimiento. Sucede que ese asombro ···que no es igual a la adllliración, aunque tenga algo de ella- est{t también en el colllil·nzo de esta im·estigaciún. El asombro como función del !'II!L'ndimicnto establece un conjunto de preguntas v, a continua,.i,·m, un conjunto de respuestas o de soluciones. Gracias a ello, 110 solo se desarrolla el úmbito del pensamiento sobre el hombre, \ino que también queda apaciguada una necesidad del ser hulllano. El lzo111hre no dehe oh·idar su lugar adtcuado 1'11 este 11/llllilo, que ha configurado él mismo·'Se trata de tomar el pulso a la realidad del hombre en el punto más adl·cuado. aquel al que nos conduce la expl·riencia del hombre val que el hombre no puede renunciar sin la sensación de haberse perdido a sí mismo. Al asumir esta tarea, nos damos cuenta de que va ha sido emprendida en numerosas ocasiones, Y con seguridad aún lo seguir{¡ siendo muchas n:ces. El lector idcnt ilicará fácilmente en este trabajo todas las influencias v préstamos que lo conectan con la gran herencia de la filosofía del hombre, en la que debe injertarse de alguna manera cualquier nuevo estudio sobre el tema del hombre'. ; Paret-c ~cr que e-.ta tortnulaciún no solo l'.\presa los fines para los que. ,.n opinión Jel au101. ha Ut' ,.,,·nir este u-abajo; tambicn se rdiere al problema mencionado antcriormcntL' de la prioridau en las muluas relaciones entre <deoría-praxis». bmbit'n se refiere <11 propio scntiuo del saber lilusrílico \ l'icntíti,·o. ,((olque desea lotmar parte ,·slt' trab¡1jo. 'El autor ha dedicado bastank tiempo al anúlisis de la fihN.>Iia dl' \;]. Schekr. en particular. su [)er Fonnali.,nws in clcr ühik wul die 11/aleriale \1 Í'riCI· hik. Neuer \ (>rsuch da Grwullegun.~ eines etlli."·he11 l'ersclllalisii/1/S (Halle t 9131'1!6) Bern t954. La crítica a 1\.anlqul' realiza Schelet·en e.. ta obra. que fue central en nue,tra inn•stigacit'm, dio ocasión al autor del presente trabajo pam meditar·' acepta1· l'n parte al¡>.unos t:lemctHos del personalismo kantiano. Nos rek rimos a su personalismo «ético,, que se encuentra formulado en (;mudlegung :.ur Melaphrsic dt'r Si 11m. Riga 1785, l'n 1\.illils gesanunelte Schrijie11. l. IV, Berlin 1903. pp . .lRS--tb.~. La dbcusiún entre d punto de 1ista de Schdcr !die 1/Wieria/e KAROL WOJTYLA Esta ohra no l'Stú concebida ni seg.ún elmmklo de los comentarios ni tampoco como un «sistema". Consiste más bien en un intento plTsonal de comprender el objeto, un intento de <tnúlisis qul' prl'lemk encontrar una l'\[Jil'sit'm sintética de la persona v de la acción. Parece, antes que nada, esencial para esta COill'epl·iún que inll'ntemos comprender a la persona humana L'll sí misma: así se podr{t resronder a los desafíos encerrados en la experiencia de la persona en toda su riqm•1.a, \ también a la prohlclllÚtica l'\istcncial del hombre en el mundo conll'mporúneo''. tf,-r f:'¡/¡j/;j "' e'OibideTado por e·J <111 dl' partid~1·) .\lli L;<'ll('ri..; tk hl'·· cnn~idcrarinnt•.., t\'i.dilad~l"l'n L'! pi\'.'C'Ilil' esludio sobre· la pt'r"•na v la acci•in. Esa conlrO\L'I·,ia, aunque se refería de malhT;I diree1;1 ;1 b coiJct•pcion de· la é·tica. paraldamcnlc akl'laha en prohlll· didad a la dd IH1111bre, \ t'll parliuda1 a la r<llll'L'pl'iún de la pn"111a. que la liJo. solía(\ l;uubié·n la leolo¡nal había her,·dado de Hocl'io. Y prmoco \ enciL"rlo modo inclu.so oblig•·· a htN·ar un nut•\o enfoque v un nllt'H> modo de pn''<'nlar cs\a' ideas. PaH·cidas tendencias se pueden aLhcrtir tambit'n en los escritos de· Roman lngardcn ( l.a primera cdieiún de la prt•sen\t' obra aparcciú an\cs de l:t publicaci•.>n por lngarden de· Oher die 1tT<II//1\'!11'/11 11¡.:. lhrc onlisch()l Fwulaiii<'IIIC. Stullg<tll 1970\. "Mil'ntras t'SLTibb estt·librtJ. su au\or p<u1icipaba en d Concilio V<ttiGtlH> 11. lo que supuso \ambit'n para l-1 un impulso en la mt·ditacit'>n sobre la persona. Baste recordar que uno dt• los principale-s documentos de ese Concilio, la const Í· tuci•'>n pastoral Gaudi/})11 el Spes. no solo sitúa en primer plano la cuestión de J¡¡ pc·•·sona \ su \·m·acitin, sino que también c\presa la coJl\'icción de su carúctl'> trascendcnk (por ejemplo: «La l~ksia, quC' por ra/.(>n d,· su tarea\ su compl'lt'n· cia no se conlunde de ningt'm modo con la comunidad política ni se identilic> con nin¡!ún sistema político. t'S a la vez signo v sahaguardia del carúctcr trascen dente de la persona humana» ((;audi/})1/ ('/ s,)(',, n. 76). \I(·JI¡•f!Ji/,) .' ,·J de f.:;\11\ (¡/,-r ¡:1111/ltlfi,lllll' i11 tor l·omn el ((p1111!o PARTE PRIIVIERA CONSCIENCIA Y OPERATIVIDAD~' ''Traducimos «swiadunwsc» por consci~ncia, para acentuar la dimensión .¡,. '"lwti\·idad autnrrdercncial y distinguirlo de wncic•nt·ia. en el '~ntido de '' ''" it'llcia moral. parad qu~ w usa en polac·n la palah1·a «sumi~nic». Por su 1'·" ,, .. utilitamos la palabra «upcrati\·idad" para n·aducir d termino pobco "'•1'"11\L'I.OSl'», que podríantos dc·linir como la capacidad por la que alguien 1'"~'~1" .'<'1' autor o causante de un efecto. Capítulo 1 LA PERSONA Y LA ACCIÓN'' BAJO SU ASPECTO CONSCIENTE 1. Riqueza histórica de la expresión actus lumzanus fllferpretaciríu lrwlici(}}llll de la tlccic)u Al inicio tk esta~ rdkxioncs sobre las rL·Iaciones entre la acción v la persona t'S necc~ario ilustrar. au nquc se<\ brcwmellle, u na cuestiún que aparenkmente solo t iellL' una importancia terminológica. Llamamos <IL'L·iún nclusÍ\illllCnte a la actil'idwl nmsciente del homhre. Nin~una otra actividad merece l'sk nombre. En la tradición lilos(>fica occidental lo que corresponde a nuestra «acci(>n>> es el actus hu111anus, de ahí que también en nuestra terminolog:ía se encuentra a \l'Cl'S el tC·rmino «acto humano>>. A pesar de ello\ del frecuente uso de L'ste latinismo en la literatura, v en particular en los manuales, nos parece que no es necesario usarlo, puesto que tenemos clll'rmino «acción>>, que t's bello\' autúctono. Y es que en cualquier lugar aclus humanus l'S intercambiable por «acción» (cuando decimos «acción» no cs IIL'Ccsario ai'iadirle «humana>>, porque solo la actiYidad humana l'S acción). El propio t6rmino <iclus !ut/1/llllllS no solo procede dl' a.~crc, lo que lo conectaría directamente con acciún o actiYidad, puesto que agere significa precisamente <<actuar>> u «obran>; la expresión actus humanus en la tradición filosófica occidental cm1- '' Karol Wojnla usa la expresión «CZ\"11» para rdcrirs~ a la acción huIIJ;llla. por lo que la lrac.luL·ircmos simplemente como acción. Para elt~rmino ;)( 1< •. de sentido mucho más amplio, usa el término polaco equi\akntc «akl». 62 1\:t\ROL WOJTYLA l!et•a junto a L'Sto una dl'!cr111inada inte1pretucicin de la acción: concrl'la1nente la que fue elaborada sobre la base de la lilosolía de Aristóll'ks en la anti¡!üedad ,. de Tomás de Aquino en el nwdicvo. SL~ trata de Una intl'rprL'taci(Hl rL•alista \' ohjl'ti\a \', al mismo tiL'Illpo, lllL'talísiL·a. Es el resultado de toda una concepL·iún qul' estú ligada a la teoría f}()/t'lllia-oc/us mediante la quL' los aristotélicos v los tomistas explican el carácll'r cambianlL' v dinúmico del ser 1• En eslL' L·aso, se trata de L'SL' ser concreto que l'S L'l hombre n>n la act i\·idad que solo es propia de él. Por eso precisamenlL', la acción SL' denomina en b terminología cs_colústica ac/us luunu11/IS, V lllÚS t"\al'lalllelltL' UC/1/S \'(}/111/IOI"ills, pues l'Stl' último L'S la concreción del dionamismo específico <.k la pnsona humana, \a que se lleva a cabo del modo propio Lk la \'Oiuntad libre. ta especificidad que t'stú indicada por el calificativo \'0/ul//orius detL'rmina la propia esencia de la acción, v tambi(·n su diferencia con respecto a las actividades de los otros sujetos que no son personas. A la luz de la global concepción aristotL;¡ica o tomista del ser. la L'.\presión actus se encuentra ligada indelectiblenwnte a sucorrespondiente pulcnlio. Esta última indica la base capaz de llegar a st'r; por tanto, también el uc/us luunwtus toma al hombre como sujeto que actúa, l' indirectamente SL' rdiere a su potencialidad como fuente de la acti\'idad. De manera todavía mús precisa reali!.a esto la expresión aclus 1'0/untarius. <.JliL' seiíala directamenlt' la facultad, que es d fundamento dinámico <.k la actiddad consciente, el fundamento de la acción. Esa facultad es la \'oluntad libn:.·. El calificativo vulu111orius expresa también el modo de realizarse la acción, respondt' hasta cierto punto a la expresión polaca «\'!)luntario» (dohroll'olne): mediante él queremos indicar que nada impide la actualización de la voluntad libre. 'Clr. Tn~P.s llF Aut 1\0, Swnnta lltcologiur t-ll Wc acrilills hnnuuti>, 4· ó' Df. Fl"~'~<r. Eire el ·"·).' ilnle' Snnnna Thm/ogiac l. q. 77, a. 3. Ch: tambi0n J. agir dans la ¡>hilosophic de Sainl 71wnws. Ruma t Ybi LA PERSOI'\A Y LA \CCIOr\ BAJO SU ASPECTO CO\JSCIENTE 63 /.11 11cción co111o act us personar No obstantL'. la L'.\prl·~ic'>n oc!us luunuuus sttponc \a una dl'tcrminada inkrprl'taci<ín de Lt acción como acti\·idad cons,·il'nle cslrL'Chanll'nlc ligada con la lilosofía del ser. Esta intLTprcl.tri<Ín, a su modo, es L'\Ct·lcnte. Abarca la totalidad de los hed10s npcrimentales Y capta los aspectos eselll'iales que lwY en ellos ron la mayor profundidad posible. En cierto sentido, no pucck h;ilwr otra intL'rprl'laci<'>ll de la acción humana: en ekcto, podría parecer que no L'\istt' nin¡?.una otra concL'¡Xi<'lll que lucra m{ts ;tdccuada para captar tanto su carúc!l'r csencialnll'nk din<ímico, romo su cone\ic'm con el hombre L'n cuanto que es persona. ln,·luso puede que parezca que todos los intentos de tratar este ;tsunto que descaran penl'lrar plenamenll' en sus componentes l'senciales Y en sus nc\os constitutin>s, debieran incluir de algún IIHKio el conll'nido lilosúlko que contienen Lkntro de sí los térlllinos actus hu1nauus \ ac/us ¡•oluulurius. Lo apO\aría también l'l intento qUL' realizamos en t'l prescnlt' trabajo (en las in\'L'stiga~·ioncs posll'riores inll'ntaremos desarrollarlo e ilustrarlo en multitud de aspectos). Sin embargo. debernos adn·rtir que esta convepción histórica más bien incluve al hombre-persona como ltiL'nte de la acción, mientras que L'n la dirección de imestigacic'm por la que hemos optado se trata mús bien de sacar a la luz lo que inclu~·e el concepto de actus luuntllilt.': así que aquí la acción es a ht \'l'Z fucnll' para conocer a la persona 2. En sí misma. la accicín 'Frc:cuc·nlc'IIIL'Illl' se ha t'scrito lJilt' a tra1·es de la acción. a lr~l\és de la ac¡¡, ídad. Sl' 1\'l·da el homhre, pero al,·scrihir eso no siempre !'>l' ha hecho rl'leren' í;1 a la eslructura del hombre como pn>ona. Asi, por ,·jemplo. ,\.1. Blomlel é'lTihiú (de modo llll tanto general. por olra rarte): «Le co1·ps dL' l'aclion n'esl pas "'ldenll'nl un S\>li.'nll' de moulelllt'nb manikst(·s 11<11" la 1·ic org;mique dans k 111dkn des phc'nomi.·ncs; ilcsl cnnslllllt' par la !'>Ynthi.·s,· rédlc t'l plu, ou llH>ins k~nnoniséc des tendances nlllltiples oi1 <nprimcnl nolrc naltll\', no11·e sponta- '"·it(·. nos h;~hitudes. notre camckrc" ({_'a,·f/011. l. ll, Paris 196.). nue\a edición 1'1'· 11.}2-193). Pertenece de manera peculiar al presente t'studio la pcr>pecti1·a de t. persona que se dcs1da mediante la acci<m. En este senlido es a la 1r1 un tra- 64 KAROL WOJTYI.A como actus lunnanus debería antdar en la actualización inklectual \ cognusciti\·a de esa pott't1Cialidad que en ella se encit'JTa \ que en ella hunde su~ raÍL'l'S. Se trata de una potencialidad del ser personal. por lo que la acción en sí misma no se presenta solo como uctus hu111a1Jus, sino también como actus !)('l'SOiliU'. En nuestro acercamiento a la persona a tran!s de la acci(lll pensamos detenernos en esta intuición filosófica fundamental. qut' parece insustituible si se trata de la conct'pción L' interpret<Jciún lilo~Mica de la totalidad del dinamismo v, por tanto, del dinamismo de la acci(.lll, es dL'L"ir, dl' la acti,·idad consciente. Debemos ofrecer una intnpretaciún de este dinami~mo tan completa v cí.hausti\·a como sea posible, porque solo por ese camino podemos sacar a 1~ lu1. toda la realidad de la persona. AunqUL' en este sentido «acción» significa lo mismo que !tetus lutlll!llllts, sin embargo la palabra «acciún" no incluw en sí el contt·xto filosófico que lk\a acrus, v no implica la carga interpt'L'tativa que conlleva el tradicional t(Tmino latino. El sustantivo «acción» se rclaL·iona t·on el n:rbo «actuar>>, "hacer>>. Acciún eqtli\·alc a actividad propia del hombre como persona. Mientras que la expresión actus hui7I0111fS se refiere a esta actividad corno cierto tipo de «devenir>> fundado sobre una poléncialidad del sujeto personal; en cambio los términos <<acción>> o «acti,·idad,, no expresan nada de esto. Da la impresión de que definen la misma realidad dinámica, pero más como knómeno o manifestación que como estructura óntica; lo que no significa, sin embargo, que nos impidan el acceso a esa estructura. Al contrario, más bien parece que la expresión «acción>>, así como «actividad consciente>>, nos habla del dinamismo propio del hombre como persona. Y mediante su contenido esencial encierra en sí mismo todo lo que se oculta en el término actus lut/1/tllllfS, va que, según parece, el bajo en el Cjllt' Se trata UC llnJ ConCCpL·iún onlo)óg_ica Ué la persona J tra1és de Ja acción en cuanto acción. «Concepción onlolúg'ica" ucbc l'nlcndcrse ante todo corno mostrar lo que es realmente la persona. LA PERSONA Y L\ ACCIÓN BAJO SU ASPECTO CONSCIENTE 65 pt·nsamiento filost'>l'ico no ha elaborado hasta nuestros días ninconcepto müs básico para expresar el dinamismo que el de 1'1111 111'/ liS 1_ 1'umciencia \' «t·oluutariun/>> La acciún es la actil'iclad conscienlt', Al decir «acti\·idad t ousciente>> subravamos con esta cxptTsiún que esa acti\·idad se tL·;diza ele modo propio Y es¡k-cific~mtente mluntario, De manera qiiL' la expresión «acti\·idad conscicntL'>> responde al término acllls I'OhliitclrilJs usado en la tradición filosófica para designar la ;1L'Iividacl humana conscicnll' \propia de la \oluntad. De esta 111ancra queda m{ts palpable aún la riqueza ele contenido CJUL' ent'ÍL'tTa en sí el término «acci(m>>, o su equivalente en L'llenguaje 11rdinario «actividad consciente>>. Queda patcnll:, en concreto, t¡liL' en esta expresión se conden~a el contenido ontolt'>gico propio dl'l término uc/us luununus v el contenido psicolúgico que conlkvan el adjetivo latino mlunf(Jriwn v el castellano «consciente>>. La ('\presión «acción>> contiene una gran riqliL'I.a de contenidos, que dl'bemos explicar(= cx-plic(Jrl') progresivamcnll'. Esta e\plical·iún será simultáneamente un des\·elamiento de esa realidad, que umstituvc la persona humana. Y, precisamente por esto, el pre!-.l'llte estudio está pensado corno su desvelamiento progresim, o !-.l'a, como «e,\plicación>> ele la acción desde el {mgulo del dcsvclalltiento de la realidad de la persona, \los proponemos alcanzar l'!-.IL' objcti\o mediante el análisis de sus a~pectos particulares, sin que por ello dejemos de tener a la \ ista la integridad orgánica de b acción en su relación con la persona. Esto último se halla implícito en la idea de aspecto; pues un aspecto ni puede sustituir al te 1do ni tampoco puede excluirlo de nuestro campo de \'isión. Si !e1 hiciéramos así. habríamo~ ahsolutizaclo ese aspecto, lo que nlllstituve siempre un error en el conocimiento de una realidad 'La interpretación filoo;<'>lica precio;a usada en este estudio para el término .. dinami>lllO» SL' aclarar{¡ ~!radualmente C'll bs posteriores reflexiones. 66 KAROL WOJTYL\ comrleja. Y la persona\ la acci<·m son precisamente una realidad compleja. Por eso, tanto el reconocimiento de esa complejidad como de las conscL'UL'ncias que se dcri\·¡m de t'lla deben acompaliarnos dL· continuo en las tareas que L'mprL·ndamos ene<tminada~ a conocerla: es decir. en el an<ílisis de la persona v de la acL·i<.>n primero bajo el aspecto de la consciencia. después bajo el aspecto de la operati\·idad v posteriormente bajo otros aspectos. 2. Intento de desvelar la consciencia en la estructura de la actividad consciente Posi/Jilidud r ll<'ccsúhtd de rmli-:.ar este infl'nto La expresiún «acti\'idad consciente» nos dirige hacia el aspecto consciente de la acción, pero aún no indi\·idúa ese aspecto. Hemos de distinguir entre «actividad consciente, v «ser consciente de la acti\·idaJ,,; si lo hacemos, el as¡wcto de la consciencia, de algún modo, se nos des\elará por sí mismo. Gracias a tal distinción accedemos de modo directo a la consciencia v podemos analit.arla; naturalmente, kniendo siemprL' en cuenta la !unción que realiza la consciencia tanto en la acti\·idad cumo en toda la existencia de la persona. Porque el hombre no solo actúa conscientemente, sino que también es consciente de que actúa: más aún, de que actúa conscientemente. Como vemos, el mismo lL'rmino se utiliza aquí con dos funciones diwrsas; en concreto, como adjetim cuando hablamos sobre la actividad consciente \ como sustantivo cuando hablamos de ser consciente de la acti\·idad. l\uestras consideraciones posteriores pensamos centrarlas en torno a la consciencia de la acti\·idad ,., por consiguiente, en torno a que la persona que actúa es consciente de ello; es decir, conectar la consciencia con la persona v con la acción. Solo de esta manera planeamos ocuparnos de la consciencia en cuanto tal. Cuando, en cambio, hablamos de la actividad consciente (sin separar el ser consciente de la actividad). entonces indicamo~ LA PERSO'JA Y LA ACCIÓN BAJO SU ASPECTO CO\SC!Et\TE 67 solo la acción en su esencia constitutiva, que se relaciona con el mnocimiento. Nos rderimos concretamente a ese tipo de conocillliento que hace que la acción sea 1'0/untarium, es deci1~. que se realice del modo propio de la voluntad. En decto, la actividad específica de la v·oluntad presupone la objctiv·ación cognoscitiva; de donde se deduce con claridad que la expresión «actividad consriente» no se reliL'l"e directamente a ser consciente de la acth·idad. En cambio, en esta totalidad dinámica existe la posibilidad de distinguir entre la consciencia en cuanto tal o analizarla como 1111 aspecto particular; además, parece que es necesario realizar l'sta distinción. Corresponde ocuparnos de la actividad consl·ientc a lo largo de todo este estudio; mientras que el análisis de la misma consciencia de la activ·idad, al que consagramos el primer capítulo, puede arrojar nuev·a luz sobre la totalidad del sistema dinámico de la persona v la acción. Podemos v quió debemos preguntarnos por qUL' el estudio del ser consciente de la activ·idad precede al estudio de la operatividad, siendo así que es precisamente la operatividad la que constitu~·e a la actividad consciente en acción de la persona. ¿Por qué uos ocupamos de analizar primeramente lo que es secundario en la acción v no lo que es esencial? No se puede responder a esta pregunta desde el principio; seguramente una respuesta completa se \islumbrará a lo largo de las in\'estigaciones. En todo ,·;¡so, realizamos primeramente el análisis del ser consciente de la ;¡t·t i\·idad porque nos parece que así se prepara mejor el análisis ,k la operatividad, se amplía en cierto modo su campo v se ob1ivne un cuadro más acabado de la acción como el dinamismo en que de modo nús propio se manifiesta la persona humana en ,uanto tal. Resulta claro, además, que el análisis de la conscien,·ia, aunque lo preceda, se refiere de manera continua al análisis dl' la operativ-idad -v también al de todo el dinamismo humano\ lo presupone. Aquí no intentamos ocuparnos de la consciencia ,.¡,abstracto, sino en estricta conjunción con el dinamismo de la "PlTaliv-iclad, tal y como en la realidad y en la experiencia de los 68 KAROL WOJTYL\ hombres la consciencia de la acti\·idad está estril'lamentl' unida a la acti\·idad consciente. La exclusión temporal de la consciencia como aspcl·to separado es una ctiL'sliún mt'lúdica; es como sacar el factor com[m fuera dl'i par0nll'sis. lo l]LIL' nos sine para enlcndL'I' mejor lo que SL' encuentra dentro dd paréntesis. TambiC·n por L'So, d título dd prL'senll' capítulo no trata de la pura consciencia, sino de la persona v la <ll'ciún bajo el as¡1L'cto dL' la consciL'nci<L !.a n¡m'sÚÍII de la cou.lcieuciu a tmrés del actus humanus La inll'rprl'laciún tradicionallk b <tn·i<'m como actm hut iL'nL' en considcr<tl·i<'lll el significado de la consL·iellL'ia, que lll'mos tk·finitlo como <tdjl'tim: octus huiii{/1/IIS, lo que equi\·ak a «al'li\·itlad consciente». En L'Stl' sentido. «Consciencia» se sumlTge, por asi decir, totalmenll' l'n el ¡·uluutariulll, l'll d dinamismo de la \Oluntad humana. En tal inll'rprelaciún, l'l aspL'l'to lk la consciencia no ha sido ni aislado ni de:-arrollado. En cambio, la consciL'ncia en cua11to tal, la consciencia l'll sen! ido sustanti\·o v como sujl'lo. puede SL'I' aislada en la acciún consciente pues penetra prolundanwnll' en la relación «persona-acción» \' por sí misma l·onstilli\L' un aspel'lo importante para ella. Esll' l'S un aspecto en el que la nisll'ncia de la persona\ de su acli\'idad no solo se rerlcja, sino que se configura de m<uwra específica. La concepciún tradicional de actus lllul/anus quizú no L'S tanto que omitiera este aspecto, sino qllL' m~ís bien la cnct:ITaba dl'ntro de sí: está conll'nida implicitc l'll l'lla 4• 111111111.1 ~La c·or11 in·i•'lll de que· la conct'tKiún lradil'iorwl de acru' luurwrlll., t'll cirrto rnodo incluía en sí Ílll!'licíl<' 1 ocultaha d <t,pccto de la con,c·iL·ncia. que preléndenws descubrir 1 desn:br en el prc''t'nle c.,tudio. 'e alimcnla nt<is prolundarnenlt' at'rncon clcomt•ncirniento de la esencial Cl'llllinuiu;rd .~ hornogcncidad de tod<1 la filosofia lk la pcrson;r, sin lt'ner en cuenla que ella ha sido dah•>rada "tksdc lo' pbntcamit'lll<>s" tk la lbrnada lilosol'ía ckl ser o Jc b llan1ada filnsofb tk la conscit•ncia. La acci<'>n. ¡·omo lla1·c fundamental para comrrl'ndt•r 1 manileqar qué tipo de realidad es la pcTsona. supone a la \o. una cierta g<1ran- LA PERSON,\) I.A ACCIÓ"i RAJO Sti ASPECTO COf\SCIENTE 69 --------------- ------- ---- La t·oncl·pciún ucll/s lwnuuws era en electo, como\ a helllos recortbdo, no solo rt·;dista \' objl'li\'a, sino también metatí'ica. La consL·icncia cr;1 interpretada como algo «ordenado», «inmerso>> dt• algún modo en la acti\·idad del hombre ven su ser, que l'S de naturak'i'.a racional. El hombre, según esla L'fHJcepción, existe,. actúa «conscientenwntt'>>, pero su ser v su actuar no ticllen su origt'n en la consciencia. \Jo debernos ohidar tampoco que en nut'slro planteamiento del probil'ma nos situamos en el extremo npUt'sto a la tendencia de «ahsoluti1.ar>> la consciencia. Pretendemos únicamente sacar a la lu1 (o sea, abrir) este aspecto sui generis de la consciencia que encierra en sí el ucllrs hull/ii!IIIS. En el plantL'amiento L'scobstico, en lo lJllL' respecta al hombre como persona, este aspecto de la consciencia estaba por una parte contl'nido (de alguna manera. oculto) en la «racionalidad>> (referida a la del'inicic'm: «homo L'st animal rationalc>>, o también: «persona est rationalis naturac indi,·idua substantia»): por otra parte, el aspcdo conscienll' se incluía L'n la voluntad (entendida como up¡¡crirus ruriorwlis) \ se t'\presaba L'll L'l mluurariu111. En cambio, nuestra tarea en esll' estudio es la «e\plicaciún>> de los aspectos conscientes, mús en concreto, la consciencia con¡o asJ'I'Cfo esencial r cnnsriturim de roda la estmctum diná111ica, que forman la persona\ la acción. El hombre no solo actúa conscientemente, sino que también es consciente de su actividad v del hecho de que actúa: así que es consciente de l<t acción \' de la persona en su mutua rdaL·ión dinúmica. Esta consciencia comienza simultúneamente con la acti\'idad consciente,\ L'n cierto sentido la acompaíia. También la precede-' la sigue; tiene su propia continuidad e identidad distintas de la continuidad e identidad ck cada una de las acciones individuales'. Cada acción de algún modo hace actualmente prelía dl' qu~ tocarno' c·sa mislll<li'L'alidad. que no nos ddt'ncmos solo en lo supcrfiL'ial-clc al(llln modo absoluti1.ado- de la mnscic'tll'ia. 'El tema de la idcntiJ;Jd 1 dt' la continuidad de la conscic•ncia r<>gn·sa L'onlinuanwnle ;Ji ¡wnsamit'ttlo filrNllic'o occidental. desde Plal<'m hasta lngar- 70 KAROL WO.JTYLA sentc la consciencia: se ori~ina v transcurre ante ella v deja tr~1s de sí como una huella de su propia pn'St'ncia. La consciencia acompaña a la acción v la rdkja en su ~eneración ven su conclusión; cuando la acción va se ha concluido, todada la refleja pero naturalmente va no la acompafw. Este acompat1amil'nto (k la consciencia es lo que hace no tanto que la acción sea consciente, sino que el hombre sea consciente de su actuación. Y es esto lo que hace que actúe como persona v que -en este aspecto la consciencia juega su papelmús especílico- e.xperimentl' vitalmente su acl ividad como acción, que es precisarnent;.; lo que intentaremos mostrar aquí g:radualm;.;nll'. Consciencia r con;JCi111icnto Aunque la función de la consciencia se puede ddinir en último término corno cog:nosciti\·a, sin embargo de esta rnanna solo la caracll'rizamos en sus rasgos generales. La <.:onscicn<.·ia, t'n decto, en esta funci(m específicamente suva parece que es tan solo el rl'ikjo o, más aún, la imagen especular de lo que «suceJc, en el hombre. v del qué v d cómo «actúa>> el hombre (esta distinción es muv importante para el ulterior estudio sobre el tema de la acción; nos ocuparemos de él en profundidad en el siguiente capítulo). La consciencia es también reflejo, más todavía, imagen especular. de todo aquello con lo que el hombre entra en contacto objetivo mediante cualquier actividad (así pues, también de la cognoscitiva), y también, cuando es el caso, de aquello que «suceJe, en él. Todo esto lo relkja la consciencia. «Dentro de ella» den pasondu pur PIJtún 1 Kant. En d :tmbito del presente estudio, la con>tatación de la continuidad\ la identidad de la consciencia nos lle1a <t alhertir (como va se ha imlic<Hio ankrionnente) que la con>ciencia, por su parte, determina la realidad del hombre como persona. La persona Sl' nntstituw en cierta manera tambi,'n gracias a la com.ciencia. no «dentro de la consciencia». Lil continuidad \ la identidad lk la consciencia rdlejan. v también condicionan, la continuidad' la identidad de la persona. LA PERSONA Y LA ACCIÓN BAJO Sli ASPECTO CO\SCIENTE 71 ~l' puede decir que estú todo el hombrL'. v también todo d mundo ;ILTcsible a este hombre roncrl'lo (o sea. a ese que sov vo mismo) . .:.Cómo est{¡ todo esto «dentro de ella>>! A esta importante JWL~­ gunta hav que responder que todo esto se encuentra L'n la consl.ÍL'ncia de un modo CJUL' solo es propio de ella. Intentaremos a nll1tinuacic'm dt'lerminar este modo. Pertenece a la esencia de los actos cogniti\·os realizados por el hombre penetrar en el objeto, objetivarlo intelectualmente "de este modo «comprenderlo>>. En este sentido. los actos cognilivos tienen carácter intencional, se dirigen hacia el objeto de conocimiento, va que en él encuentran su rat:c'm de ser corno actos de comprensi<ín o dl' saber. Parece que esto no puede decirse de la consciencia. ContrariamL·nll' a la fenomenología clásica, pensamos que la razón de ser cognoscili\ a de la consciencia\ dt· sus aL·tos propios no radica en la penetración en el objeto, en la objetivación, que lle\·a consigo la comprensión\ la constitución del objeto". Por tanto. parece CJLk' la caracterísl ica intencionalidad de ° Como n·,ulla tk lo qut· Sl' h:1 dicho m;i' arriba. alnl'~ar a la mn,cil'ncia va sus aclo' ,·Jc~IIÚL'l<'l' inl<'llcional. d aulor no prcil'nd,· llt:l,!ar qu,· la con,;cic·n· ,-,~~ c:s siempre um.,cicncia d,· al¡!o. l'<JillO suhra.1o Br,·nt<lllo .1 como lcc·n¡o~ l'n llusscrl v l'nlo,; fcno!llc'IHilogo' L'll general. Por cic'mplo, ~- llu>st'llc·scrihc·: «Por inll'llcionalidad h,·mo.s L'llll'ndido c·,ta caraci<·rislica d,· Ja, <'\[Jl'l'i,·IKia>: lfUL' son ,·onscirncia de otra u.sa 11'011 <'lll'll,,¡,. (E. flt,SSI·RL. Ideen :ueiner reium PhiiiiH'· 111111/CilO!u.~ic llllclplllilllllll<'llologischcll Philo"'l'llic, l. l. Halle 1913. p. 168). El :llllnr, en cambio. como concibe· la con,cicncia con una base mas amplia (dl' J¡,._ d1o se ocupa <k la pnsona 1 la acción bajo d punlo de 1 isla de b con,cieiKia). 'L' plantea la cuestión ck por qué· i<JWI wlinnl') 1 ,•n que nll'dida l<f111111WdnJ la 'onsci('ncia l'> si,·mpre conscil'ncia d,· algo. Debido a es lo. JXlln·e adecuado :Hioptar Olro conceplo d,· aL'! o, clin[lmiro \' rdacion;1do t·on la tradici<m a¡·islot<'lica, ven nmsecucncia adopl<ir lambit'n otro cunccpto distinlo de intcncionalid:,d. De nwdo que linicamenlL' l'lllc'ndemo' que son acto-. l'll 'cntido propio las .ll'luali~acion<'' dl' alguna deJa, lacultad,·,; ¡·l'ale> de· la ¡wr,ona. Así t¡lll', cuando 'i~·uiendo un modo de hablar baslante gellt-ralizado L'n la lenoml'nolog:ía- nos 1ckrimos a acto-. de la consciencia. el lector debt? recordar que a nuc·stm cntend<T se trata tan solo de un uso impropio v ml'lalórico dl' este término. A.dem:ís . .IL!'IÍ t•ntentkiuos la illlL'nciún como una dircccionalidad acti1·a hacia el objeto; 72 1\AROL WOJTYI.'\ los actos cognitims, gracias a b n1al llq:an1os a compn:nder l<l rL'alidad ohjl'li\·a en cualquiLTa de sus dimensiones, no se debe atribuir a los actos de la mnsciL'ncia. Estos no tienen carúcter intencional a pesar de que L'S tamhiL'Il objl'lo de llUL'stra consciL·ncia todo aquello ljUL' SL'a ohjl'to de ntlL'stm conocimiellto, lk nuestra compl\'nsi<.Jll \ tk nuestm salwr. PuL'S llliL'lltras que b comprL'nsiún y el salwr contrihu\en a configurar el ohjl'lo L'll cuanto que L'S intencional --que L'.s L'n lo que radic<l el dinamismo esencial delconocimiL'lllo-, b consciencia por su parte se limita a rdkjar aqul'llo lJlll' va ha sido conocido. Es como una comprensiún lk lo qUL' va ha sido co!llprendido. Aquí nwnif,·stamos L'l juicio lk que d 1'.\('//cio/ diuwui.,IIIO co.~llitim. lo ¡nopia oclit·idod de couocer, 11V J!t'rlclli'n' o lo couscicucio. Si esta act i\ idad consisll' en la peculiar conl iguraciún de los sentidos correspondienlt's a los objl'los que se conocen, no L'S la consL'iL'lll'ia la que constitun·esos sentidos, aunquL' estos SL' configurL·n ciertamcnll' l'll la consciencia. Es dilkil dudar quL· la consciencia ll'nga L·ar<Íder cogn it im e induso ljlll' dl'sarrol\e Ulla funciÚll l'O¡!llOSCitira; pero se trata de un carúcll'r v de una funciún espl'cífica. Este carúcter, al que llamaremos «consciencial», caraclL'ri1.a Unto <1 cada uno de los actos tk la consciL'ncia como a su actual totalidad. que se puede considerar como la suma o co!llo el •<resultado, de los actos de la consciL·ncia, que es a lo qut' con frecuencia se k denolllina senci1\amenll' consciencia. Si la couscie'ucit1 especular (l's decir. en su función dL· reflejar) se nos dibuja aquí como dcri\'(/ila de la totalidad del¡noccso de couociluimto \de la relaci<'m cognosciti\a con la realidad objl'li\a, como el último reflejo en ,·1 sujeto cognoscente, hay que admitir tambiL;n que esa imagen L'specular o re- cnnuc·stro mod<> de entender la intcncionatitbd. c'sla no (X'I'll'lll'l'l' a la conscicn· cia en sentido c·striclo; csla la posee en '>l"lltido lkril·adll \secundario t'raci<~s a la intcncionalidad de los acto~ d,· conoci1nicnto o de alltucolll>cimienlo c·n cuanto facultad real de la persona. LA PERSO\JA Y LA ;\CCIÓ\l HA.IO Sl· ASPECTO CONSCIE'JTF 73 llcjo es posible solo si atrihuimo~ a la consciencia la peculiar cap;¡cidad de «irradiar" todo lo que, en cualquiera de las maneras posibles, sea p;¡r;¡ un hombre un dato de conocimiento. Pero esa irradiación no t'S l'ila misma la comprensión acti\·a del objL-to, ni 1;, subsiguicnk constitución Lk su sentido. Si debernos continuar t'll lo que sigut' con la misma conlparaL·i(m, esa irradiaciún con'istc en mantt'Ill'r la iluminaciún nt'Ct'saria para que los objetos\ \lis significados cognost·iti\'Os put·dan relkjarst' t'n la consciencia. Así que es propio de la consciencia L'.sa misma lu1 intelectual a la que el homhrL' Lkht· su ddiniciún tradicional como auirual mtiouolc, y el alrna humana su dL'StTipcic'>tl como mriruo mrioua/is. 1"' conscicucia 110 c.\ un .\/fiero (lft/(ÍI/OIIW Evidcntt·mcntc, estas consideraciones no prl'lcnden elaborar una teoría Lk la conscit·ncia desarrollada\ completa. Negarle ;¡sus actos clcar;'¡l'lcr inll'ncional parece que contradice lo qut' la mavoría de los pensadores contt·mporáneos sostienen sobre este particular. Sin embargo, la conscit·ncia siempre aparece ante nuestros ojos no como una realidad independiente, sino como el mntenido suhjl'livo dt' aquel ser\. actuar que L'S consciente: es decir~ el ser\ d actuar propio del hombrL'. Al descubrir la const·iencia corno una pmpieclad constitutiva de la acción en l'i conjunto de los dinamismos humanos, nos proponemos entenderla 'iempre en unión tanto con la accicín, como con el dinamismo v mn la operati\idad de la persona. Esta manera de entender v de intnprctar la consciencia: la consciencia en sentido objetivo v ~ubjetivo (como hemos dicho) nos prolt'ge !'rente a la comprensiún de la consciencia como un sujeto autónomo. Admitir que la ,·onsciencia es un sujeto autónomo podría suponer el camino ha' i;~ s11 absoluti7aciún, v conduciría posteriormente al idealismo si 'L' la concibiera como un sujeto único ele todos sus contenidos, que en última instancia nos remitirían a ella (y en tal caso t'Sse = ll''rcipi). En cualquier caso, este tipo ck consideraciones las deja- 74 KAIWL WO.JTYLt\ moo.; aquí ck lado. \los interesa la consL·iencia desde el punto de vista de la persona v de su acti\·idad; esta es la conscienci<1 que intentaremos caractcri1.ar al habl;¡r sobre el rcllcjo especular\ la irradiación que es una caraderistica tanto dL' cada acto particular de la consciencia como de la suma o del conjunto de L'llos. Es necesario a11adir que, aunque la suma o el conjunto de los actos ck la coJJscicncia dekrminL' su estado actual, el sujl'to de ese estado no es la consciencia, sino el hombre. Por eso, es de este de quien decirnos que se encuentra consciente o inconsciente, que tiene pkna consciencia o que la tiene disminuida, etc. La consciencia no existe por sí misma como una L's¡wcie de sujeto de los al'los co¡1scientes; no e'\isll' ni como un sustrato (mtico que preexista de modo imkrwndiente ni corno una facultad. Pero la demostración compkta de esta tesis no forma parte del;¡ temática dL' nuestro estudio, sino de la psicología o también ck la correspondil'nte scccir'>n de l;¡ antropología. Sin cmh;1rg:o. de cuanto se ha dicho para caracterizar la consciencia resulta lJliL' toda ella se encierra en sus propios actos ven su especificidad consciente, con la que se une L'i carácter reflejo como algo distinto de la objetivación cog:nosciti\a. Mediante el conocimiento, el hombre no solo penetra l'n un mundo de objetos del que (·1 mismo forma parte como objl'to, sino quL' también posee ese mundo mediante la rclkxiún de la consciencia, que él \·ive de manera especialmente interior v personal. Así que la consciencia nn solo relleja, sino que también introduce dentro, es decir intcrioriza, lo que relleja, proporcionándole un lugar en el propio «VO>> de la persona. Pero aquí tocamos ya la siguiente, v quizá la más profunda, función de la consciencia, que es necesario tratar aparte. Mientras tanto, tenemos que responder adecuadamente a la cuestión sobre el modo en que esa interiorización brota de las funciones rel1ejantes e iluminantes de la consciencia que le hemos atribuido en el análisis precedente. En todo caso, a la luz de lo que ya se ha dicho se delinea con más claridad la consciencia de la acción v al mismo tiempo la consciencia de la persona. He- LA PERSONA Y LA ACClON BAJO Sl ASPFCTO CONSCIE!\TE 75 n1os comprobado que ella es algo distinto de lo que constituve a una acción en adi\·idad conscknte. La consciencia de una acción ,·s un retlejo, uno ck' los muchos reflejos que constituven la totalitbd del conll'nido de la consciencia de la persona. Ese rellcjo poSl'l' en sí mismo un carácter conscicnll' v no consiste en el acto de objetivar ni la acción ni la persona, aunque encierre en sí mismo tk manera tidelísima la imagen ele la acci(Jn v de la persona. ~. Consciencia y autoconocimiento Condiciona111imto de la cmJscit·¡¡cia por la ¡)()ft'ncialidad m.~lwscifi\'(/ del ho111hrc Se ha hecho constar previamente que la consciencia refleja las acciones humanas de un modo que l'S específico v peculiar de l'lla, en concreto conscienlc, pero no constituve en objt'to cognoscitivo ni a estas acciones ni a la persona que las realiza ni tampoco a la totalidad del «mundo personaL> que de algún modo se conecta con su ser v con su actuat: Sin embargo, tanto cada uno de los actos de consciencia como stl totalidad permanecen en eslricta unión con todo aquello que se encuentra más allá de ellos; ven particular con lo que se refiere a las relaciones con las acciones realizadas por el propio <<Wl» personal. Esta relación se establece a través del contenido de la consciencia del que forman pat1e los significados de cada uno ele los elementos ele la realidad v sus mutuas interrelaciones. Cuando constatamos ese aspecto significatim de la consciencia .v advertimos a la \ez que ella no <dcanza por sí misma esos signiricados porque no crea los objetos de conocimiento, llegamos a la conclusión de que la consciencia coopera estrictamente con todo el conocimiento humano: con la t·apacidad v con la eficiencia de la comprensión activa. [,a ccmscimcia está coudiciouada por esa capacidad y eficiencia; está condicionada, por decirlo así, por la totalidad de la potencialidad cognoscitiva. que tomamos, en continuidad con toda la tradici(Jn 76 Ki\ROL WO.ITY L:\ filosúfica occidental, lOillo propiedad fundamental del hombt\'persuna. Gracias a la capaL·idad \a la diciencia de la U>mpren~iún acli\·a descubrimos el significado tk L·ada co..,~t en partiudar \ progresamos L'll la poseo.iún cognosciti\ a de la les co;.a-.,, así t'Olllo de las relaciones que :-,urgen entre ellas. Pues L·omprL'I1lkr no es sino aprehender itt!L'kctualmenll' t•l significado de h.; u>sa-., o las relaciones e ni re• ellas. Todo L'sto L''- L'\lrat'lo a la consciL'IIcia en lanto qUL' el pr<KL'SO tk comprL·nsi<.>ll acti\a no se reali1.a en la consciencia ni medianiL' ella. El signilir~tdo tk l~ts cosas o su:-. relacimws mutuas k so11 dadas «Lk:-.de luLTa•• L'Olllo !rulo del conocimienlo quL' es resultado Lk la cotnprensi<'m ~tdi\'a de la 1\'alidad objcti\·a a la que ach·de t•l hombre\ que posee tk modos di\er-.,os v L'n distintos gr;tdos. DL· aquí tambi(·n quL' Jo.., dikrentl's ¡2.rados de conocimiento cstabk!.can diwrsos nin·ks de conscienl·ia. a pesar de qut· entre conocimiento \ L·onscil'IKia ha\ u na di ILTL'ncia signilkali\·a de:-.dc el punto de \'i-.,la de la nmfiguraciún inlt'lectual tanto de cada aclo en particular como de la tot;tlidad del pron·-.,n cognoscitiu.>. De todos los tipos v clasL'S de saberes que el hombre alcanza v posL'L' v que conforman s11 consciencia. se debe distinguir desdL· el punto de \'isla de su conll'nido, o sea. de o.u significado, el que aquí hemos querido denominar au/tJCulwcinlienlo. Corno el propio nombre indica. se trata de la comprensiún de uno mismo, del tipo de captaciún cognoscitiva de eSL' objeto que sov vo para mí mismo. Se debe ar1adir qut.• una tal captaciún conduce a una continuidad específica entre los momentos o estados del propio «YO»; por muv di\ersos que sean entre sí. de donLk se al"Yo» si¡!nilica :1qui el sujl'lo que L'\pnilllt'llla su propia subjc1 iYidad: desde este punto ¡k 1isla signilka también J1L'rson<L La ,·sll'LIL'Illra de la pctsona humana 'L'I'{\ objdo d,· un anúlisis mjs amplio L'll las CllnsidL·t·¡¡L·illllL'S dedicad:1.s a la L'strurtu¡·a pctsonal de aulod11111inio. Pero Clllll il'llL' suhra,ar t¡lll' en ,·1 prL'~ sen le estudio se tt·ata d,· mostr:1r la realidad de la person:1 desde la perspccli1·a de la con>ckncia, no de analitar la consciencia en nlanto tal. LA PERSOI\ii\ Y LA ACClÓN BAJO SU ASPECTO CONSCIENTE 77 ';tn;a su unidad ori~inaria a partir de su arraigo en el propio "\o••. 1\o es extraño que el conocimiento de sí mismo deba estar 1Í11ndado a la consciencia mús que ningún otro tipo de conocilllicnto, puesto que su objt'lo es el propio «\"O>>, con cl que la 'on:-.ciencia se l'ncuentra en estrecha uniún subjeti1·a, como se demostrará con mavor clariuad en un an:disis po:-.terim: En este punto, el conocimiL·nto de sí mismo se identifica con la conscien,·ia v, a la vez, se dilerencia de ella UL' algún modo, puesto que la nniún subjeti1·a de la consciencia con el propio «\'O>> no la orienta rognoscitivamentL' hacia este como hacia su objeto. Incluso se pueue afirmar que JesdL' el punto de 1isla cognoscitivo la consriencia es indiferente al propio «\'Oll L'n cuanto objeto. 1\Jo hav actos intencionales ele la consciencia que ohjetiwn el ser o el actuar del propio «vo". Esta lúnciún la desempeñan los actos de autoconocimiento. A ellos le debe cada hombre el contacto objetivante ronsigo mismo v con sus acciones. La cw¡scicncia rcflt'jo las act·iones v sus relaciones con el propio «YO•• .~racios al tlllfocO/wciIIÚellfo. Sin este, la consciencia permanecería pri1ada dt• los contenidos significati1·os que remiten al propio «\'Oll del hombre como objeto de conocimiento inmediato; se encontraría algo así AJ,·m:'". el prc,cntL· capítulo Ctltbtitu\L' 1<111 sol" 1111 L'SLJIIL'Ill<l d,· las ba\l'S ,·pistemoli'>gi,·as Lk llllestn> pcn"lillÍL'Illo. Pcm eslt' esquc'lna lic-m·una importanLÍa básica L'n j., LOilL'<'j)L'ÍÚil ~lohal del hlllnhre Ljlll' 'l' prt'SL'lll<1 c'llL'Stl' libro. «Conocimi~nto" 1 <·<ntlf>conocimiL·nt<J» se utilizan <lqui no L'll el sentido de lo lJUL' 1\'sulta o se crea en un proceso de conocirni,·nto, -;ino la potencialidad al"lualizada, que· posibilita ,·1 cono,·imi,·nto del objeto\' que realiza aclualmcntc ,·se conocimiento. Graci<l' al autm·onocimic-nto. l<l pLT,ona -·•\o» constituido en sujl'lo mediante la consciencia (auloconscicncial en el sentido d,· que 1i1e de m<llll'ra cs¡wdlka su propia subjeti1·idad- se pn:senta a sí misma L'C>IllO objeto ,·onocido ohjl'livamentc por sí misiH<L Por eso hablaremos post,·riormentc, entre otras cosas, de la «Cohnencia 1.kl autoconocintiento con la conscicnci<P•. M. A. Krapicc, esnibil'ndo dcsck· una 1·isi<.>11 propia del tomismo c\istcn,·ial. L'rltknde cl autoconocimiento ,·omo conocimiL·nto de la ¡·xistL·nL'ia de un «lO,, (Ch: M. A. KK.~PIFC . .lacJoll'it'/.:. larrs <lllimpologii jilo~o/ic:ll~i (Yo-hombre. Compendio de <~ntropologí« filosófic-a). Lublin 197-l, p. t09). 78 KAROL WOJTYI:..A como vacía. Este estado es el que postulan los idealistas, que consideran la consciencia como un sujeto que produce sus propios contenidos de manera, independiente a lo que suceda lucra dt> ella misma. Si se piensa de esta manera, está justificada la pregunta sobre si la propia consciencia debe ser considerada como un objeto real o solo como producto de sí misma. Pero se trata de una cuestiún marginal a este estudio, como va hemos dicho. !.a al'erfum de la co11sciencia al «\'O» mediante el !lli!OCO/IOCilllil'JI/0 Gracias al autoconocimiento, el ".\'O>> propio del sujeto que actúa es conocidc) en cuanto objeto; como consecuencia, la persona v los actos que L'Stún en conexión con ella tienen un signil'icado objetivo en la consciencia. El relkjo de la consciencia no es solo subjeti\o, sino que constitu:.e justamente el fundamento de la subjetivación (de la que trataremos más distendidamente) sin <ll1ular la base objetiva del «VO>> v de sus actos, que extrae conti- nuamente del autoconocimiento. Es necesario reconocer que la cohesión dd autoconocimiento con la consciencia constituve un factor fundamental de equilibrio en la vida interior de la persona, concretamente en lo que respecta a su estructura intelectual. El hombre es un objeto para sí mismo en cuanto que él es un sujeto, y ni siquiera pierde su significado objetivo l'n el reflejo de la consciencia. El autoconocimiento es, bajo este aspecto, de alguna manera anterior a la consciencia, de modo que introduce en esta última una relación significativa con el propio «yo» -y con sus actos, aunque la consciencia en sí misma no esté dirigida intencionalmente hacia dios ni hacia ninguna otra cosa. A la vez, el autoconocimiento establece un límite para la consciencia más allá del cual no se puede continuar el proceso de subjctivación de la consciencia. Más aún, el aspecto objetivante del autoconocimiento en relación con el propio «~'O>> v con las acciones relacionadas con él LA PERSONA Y LA ACCIÓN BAJO SU ASPECTO CONSCIENTE 79 ;dcanza también a b consciencia, que resulta ser también objeto del autoconocimiento. Así se explica el hecho de que, cuando el hombre «tiene consciencia>> de su acti,·iclad, a la vez «sabe que ;tdÚa» ~·«sabe que actúa conscientemente>>. Sabe que es consl·iente y sabe quL' al'lúa conscientemente. Así que son objeto del ;tutoconocimiento no solo la persona \ sus acciones, sino también la consciencia de las acciones y la consciencia de la persona. El autoconocimiento objetiva precisamente esta consciencia v como consecuencia, en la rd1exión consciente, tanto el ser como la acción de esa persona que es mi propio «VO» no adquieren significado objl'tivo de cualquier manera, sino un ser v una acción conectados con la consciencia: es decir, conscientes v hechos mnscientcs. El hombre posee autoconocimiento de su consciencia, y de ese modo sabe que es consciente v que actúa conscientemente. Pero este proceso no puede alargarse hasta el infinito; ves precisamente el autoconocimiento el que establece los límites del reOejo. En la misma medida que establece por una parte los fundamentos de esta al constituir la parte significativa de la consciencia, por otra establece los límites gracias a los que la consciencia «Se queda>> dentro del ser v se confirma que es inmanente a él y que no se encuentra condenada a una interminable «autosubjetivación ». Ya se ha indicado anteriormente que la propia consciencia no es ni un sujeto ni una facultad independiente. De los análisis que realizaremos más adelante resultará más patente que en el fundamento de la consciencia se halla la propia capacidad cognoscitiva, a la que el hombre debe todos los procesos de comprensión ~, de conocimiento objetivadm: La consciencia se desan·olla a partir de esa misma capacidad como si fuera su raíz común. Aparece como en el «sustrato>> de los procesos de comprensión v de conocimiento objetivador. Pero a la vez se revela como lo más <<Íntimo>> del sujeto personal. Precisamente por eso es obra suva cualquier obra de «interiorización>> y de <<subjetivación>>, de la que trataremos más adelante. 80 [;{ ({/I/OCOI/OCil7li('IJ/0 KAROL WOJTYLA des{ C0/1/0 jiiiUfWII('}l/() de la au/Omnsciencia Es obra del autoconocimiento el lJUL' J1UL'dan ser llL'dJO-, conscicnks tanto el propio <<VO» \ las <tccione~ relacionada~ con L'l. como la propia conscienci~1 en su rehll"iún con el propio <<\'o". Cuando decimos: <<Sm. consciL'nlL' de mi acci<'lll ... » o <<SO\. consciL'IltL' Lk ... ndquier otra cosa», <d indiL·ar l]UL' la consciencia está actualizada, L'Stamos selialando precisalllL'IliL' que el atttoconocirniento est<Í actualizado. Y L'Sto porque ni las acciones (ni ninguna otra cosa) J1UL'den <<SLT hechas conscientes>> por la consciencia si no es intencionalmentL' nKdiante un acto de autoconocimiento (o de qlllocirniento, SL'gún nuestro modo peculiar dL' entender estos términos). No obstan k, en esos casos nos exrresamos correctamente, puesto que la consciencia SL' encuentra estreL·hamente ligada con el conocimiento así entendido. Es mm signilicativo e interesante que nuestro idioma disponga de estas dos expresiones, porque así se solucionan muchos probkmas de naturaleza noét ica v ontolúgica. Se entiende mejor, ror una parte, la objetividad del sujeto y, ror otra, la sub jet i\ idad de ese objeto comrlejo que es el J1l"OJ1iO «,V O>>. Es necesario que analicemos a continuación esa subjetividad del objeto. Antes debemos advertir una \TZ m<is que, cuando hablamos sobre la consciencia de la acción, no nos referimos exclusivamente a la rellcxi('m consciente en sí misma, sino también al autoconocimiento intencional. Tener consciencia de una acción significa específicamente que un acto de autoconocimiento objeti\'a mi acción en relación con mi persona. Objetiva los siguientes aspectos: que es verdadera actividad de mi persona, v no tan solo algo que sucede en ella; que es acti,·idad consciente (lo que la identifica indirectamente con clvolz111tarium); que tiene un valor moral positin> o negativo, es buena o mala, en cuanto que ha sido reali1.ada propiamente por la voluntad (lo que la identifica directamente con el mlunrariwn ). La totalidad del contenido de la acción, objetivado LA PERSO\A Y LA ACCIÓN BAJO SU ASPECTO CONSCIE\JTE 81 partir del acto de conocimiento, constituve el contenido ,.k la 'onscicncia. En \'irtud de esta objetivación se put>de hablar de la , onsciencia en sentido objetivo, o sea, de las relaciones ele la 'llllsciencia con el mundo ohjet im. Sobre la consciencia en senlido objeti\'0 hablamos en relación con el sig:nilicado de los distintos objetos que ella contiene. gracias a di\·ersas comprensioIII'S. En concreto, hablamos de la consciencia en sentido objetivo l'll !unción del significado que cobra en ella el propio «\'0», su ser v su función, así como todo lo que de alguna manera está unido a ,q_ Este significado. mejor, este conjunto de significados, se lo debe la consciencia al autoconocimiento. Precisamente por este conjunto de signiricados, la consciencia merece que se k llame «auto-consciencia>>. Es el autoconocimiento el que causa la forlllación de la autoconsriencia. .1 !-.'/lugar del alltoconocimicnlo en/a {imnacirín del conocinzicnlo hu mano Aunque va hemos esbozado las relaciones mutuas entre mnsciencia y autoconocirnit'nto, antes de continuar con el análisis de la función de la consciencia, ven particular de la autoconsciencia, inll'ntaremos examinar brevemente el autoconocimiento L'n sí mismo. Lo haremos como si olvidáramos por un momento la función de la consciencia, como si el concreto «YO>> humano lucra solo y en exclusiva objeto de su propio conocimiento, esto L'S, del autoconocimiento. Corno resulta del análisis que hemos realizado hasta ahora, d pro 11io «VO» de cada hombre constituvc algo así como un punto de encuentro de todos los actos intencionales ele autoconocimiento. Se trata de un saber que en este preciso aspecto -el «VO>> objetivado- se encuentra con todo aquello que está unido de ;¡lgún modo a ese <<VO>> o se relaciona con él. De tal manera que L'xiste, por ejemplo, el autoconocimiento moral, que tiene un ámbito distinto del saber moral v mucho más ele la ética; o el auto- 82 KAROL WOJTYIA --------- --··-- ---- conocimiento reli¡!ioso, que es independiente de todo tipo de saber sobre la religicín. de todo sabn religioso o de la teología; el autoconocimiento sociaL independiente de cualquier tipo de saber sobre la sociedad, Y asi sucesi,·aml·nte. El autoconocimiento, concentrado l'll el propio «\O" como en su objt'lo propio, comprende junto con L;¡ todos los campos en los que se despliega el propio «\O>>. PL-ro no objL-tiva ninguno de estos aspectos l'll sí ntismos, sino solo y ndusi\·aml'llll' l'n relacit'Jn con d propio «\O»\ L'n l'uncic'm deL;¡. A partir de los an{tlisis que llnamos realizados se desprende con bastante claridad que la funcit'Jn de autoconocimiento se opone a una ,·isit'Jn egoísta de la consciencia, en la que ella aparccina (aunque fuera como sustituta) como <<el vo puro,sujcto. El autoconocimiento no tiene tampoco nada en común con un conocimiento ohjl'!i\'ante -un tipo de <<eg:ología,- en el que se tendría un <<\O, abstracto v generalizado. El ohjctu de'! auIOCIII/Ucilllil'nto c'S el <'.''O" conae'lo, «/11'11/'iO». Se podría incluso tener cierta prewnciún a aplic:1rk el concepto de ciencia, que tiene en sentido estricto un objeto general~. En cambio, el autoconocimiento no solo tiene como objeto la individualidad del propio <<\O", sino que se encuentra continuamente imbricado en todos los detalles relacionados con este último. Se trata de una potencialidad situada en la base de penetración objetivante del propio <<VO» en concreto v, a la \'l'Z, en todos sus detalles, que no se podrían obtener a par! ir dl' una generalización. A la vez es también verdadero <<conoeimiento sobre sí mismo» como un todo intc·'La idt:a dt:' que b ciencia Iit'Ill' un objeto getltTal proct•dt· dt• b tradil'i<in ~ristotélica. La sip1iente alinnaciún dt• .1. 1\iuttin (La structur~ de la ¡wnollltuliré, Paris 1971, p. 21 'J) parece qut' st• encuentra enea de la posición npuesta en los anüli>is del autOL'Oil<Kimi,·nto r·cali;.ados hasta aquí: «C'CtlL'fm's~IIC<' cognitin· de l'objct en face du lllc>i in1pliquc, pour le moi, une u:rtainc po~scssion cognitiw de soi-mc·mc, el une possibililt; de prcndn· posscssion de l'obiet L'Oilllllt:' td. Unt' !t'· lk pcrception de l'ohjet tTt;e la 'distancc' m;l't'ssain: qui permct iila personnalitt; de se ¡>ercet·oir commc suid petTel·ant k monde, sans coúll'idcr a1ec cet actL'». LA PERSONA Y LA ACCIÓN BAJO SU ASPECTO CO\JSCIENTE --·-------·--------- 83 gral; pues no se limita a realizar un elenco de todo lo relacionado con el propio «YO>>, sino que continuamente tiende a las generali'l.aciones. Son general ilaciones de este tipo. por ejemplo. todas las ideas o las valoraciones sobre sí mismo. que son propias del autoconocimiento,. que dL' él provienen. Hav que indicar que esas ideas -algo así como una visión global del propio «VO>>- se rdlejan en la consciL'IJCia: t'S decir. no solo los hechos particulares relacionados con el propio «VO>>. sino también ese hecho global que constitli\L' el «YO>>, que se encuentra en continuo crecimiento v desarrollo. Las ideas sobre este hecho no solo tienL'n carácter de teoría «autocognoscitiva>> del propio «VO>>, sino también carúcter \alorati\0, pues para el autoconocimiento no es menos esencial la dimensión dL· val01: El autoconocimiento es algo más que un caso particular del saber sobre el hombre en general. Pues, aunque cualquier «VO>> que se puL·da objL'livar de manera completa sea un hombre, tanto ontolúgira corno intencionalmente L'n cuanto objeto del autoconocimiento, todo su trabajo cognoscitivo se desarrolla exclusivamente desde la auto-experiencia a la auto-comprensión, v no continúa realizando una generalización al hombre en cuanto tal. Atraviesa nuestro conocimiento una frontera sutil. pero claramente determinada, entre el conocimiento del hombre en general v el autoconocimiento, o sea, el saber sobre el propio «y'O>>. Y si aparece un traS\'ase en alguna dirección, es más bien hacia el conocimiento del propio «VO>>; en efecto, el autoconocimiento se sirve del saber sobre el hombre en general, es decir, de las di\·ersas concepciones sobre el ser humano, \ también del conocilllicnto experimental sobre los hombres para comprender mejor ~·1 propio «\'O>>. En este sentido no le es ajeno un rasgo compara! ivo; pero el autoconocimiento no utiliza los conocimientos sobre ~·1 propio «VO>> para comprender mejor a otros hombres o al hombre en general. Esto último pertenece al saber sobre el hombre que se sirve también con gusto del autoconocimiento para comprL·nder mejor su propio objeto. En cambio, el autoconocimiento 84 1\.AROL WO.ITHA se limita al propio <<\O»~, permanece en el úmbito dd conocimiento indi\idual. aunqul' continuamente L'llcuenln.' en el propio <<VO» nuevos contenidos cognoscith'os, conlormc al antiguo adagio: <<individunm csl indTabilc». 4. l.a doble función de la consciencia y la vivencia de la propia subjetividad El reflejo (/a n·smw11cia) r la vil·encia El anúlisis del autoconocimiento nos permite comprL·mkr mejor la ronsciencia en esta función que le atribuimos antcriormcniL': la de refl.ejar. La consciencia no se limita simplemente a rl'lkjar todo lo que con si iluw si m ultáncamenlc objl'lo de comprensiún ~· de conocimiento. \' en par! icuhu· la aulocomprcnsiún y el aulownocimienlo, sino que irradia todo dio de una manera propia ~- lo refleja precisamente mediante esa irradiacic"m. Estamos lejos de querer arrebatar a la consciencia su cspecil'ica (L'sto L'S, conscicniL') \"italidad cognoscitiva". Todo lo qne aquí se ha di'· lksdc los tiempos lk Jame·s .'' J,· Bcrgson ~l' habla del flujo de· la co11s · cic'ltcia. lnganll'n en su filoso! ia del hombre trata dl'i flujo de· la e·on,ric•ncia conto algo que pe•tkncn· al "-'"": <•Como simpk aconll'L·e·r tiene forma de proceso, v por e·so no <'S un «sistl'llla». En cuanto tal. el flujo de la consl'il'nl'ia r<'· C]llil'rL' un fundamL'tllo únlico: .''lo <'lH'll<'nlnt de lwcho por una parte' e•n el cuerpo v por otra en d al!lla de los homhn:. Es. wmo digo, d planolk' contacto <'lltrl' l'i cut'rpo ~-el alma del hombre» (R. i'<<.;AKDEI\. O udpmricthalllosci i jej /><ISfllll'liCh mllrc:Hrch, trad. d,· A. \-Vc·grzL'l·h.i, ,-n f.'si<p·c~ka o c:./oll·idw. Krakú11 1972, p. 155. Texto original: Cba die l'éralllll'OI'IWig. lhre Olllischcll 1-'ulldalll<'lllt'. pp. 91-92. Con d t(•rmino «alma .. lngardc•n aban·a aquí lo que nosotros de·finimos como psíquico l. Cuando se habla en el prt'sentc estudio de la ritalidad qu.: caracteriza a la L'onscicncia \'es propia de ella no pensamos solo en la ritalidad que se manifiesta en t>l flujo de la L'on~ciL'lKia. sino que intentamos más bien llt>gar a la fuente de ese flujo. En d ámbito dt' una discusión publicada en «Analecta Craco\'iensia», sl' ocupó de modo particular dd problema de la consciencia A. Póhawski. quil'n LA PERSONA Y LA ACCI(J\ BAJO SU ,\SPECTO CONSCIE:-.JTF. 85 L·ho sobre el autuconocirniento podría conducimos al resultado de que la función L'specular de la consciencia Lk algún modo «Se pierde>> en d autoconocimiento, t'll los procesos objctivantes de b auto-compn·nsiún que se dirigen hacia d «\O" como ohjl'lo. knicndo en cuenta lo anll'rior (es decir, el preeminente papel dt'l <llJtoconocimiento), ¿tiene la consciencia alguna ra;.c'm de ser t'Specífica'? Se trata dL' una pregunta que es l'lidcntcmentt' fundallll'ntal tanto para el conjunto del arülisis realitado hasta ahora L·omo para el que seguiremos rcalitando. Para rL·spondcr a esta pregunta se debe recordar una \'\'/ rnús que nos ocuparnos de la conscit'lll'ia L'll el presente t'Studio sobre la base de la c\¡wricncia que permite la objeti\aci(m dd dillamismo total de la ¡x:rsona v, en concreto, de ese dinamismo al qne hace rckrencia el mismo título Personar tiCCÍÓIJ. Así pues, el L·oncepto de consciL·ncia v la indi\'iduaci<'>n de su relación rcs(ll'ClO al autoconocimiento, aunquL' la l'\l'L'dan, contienen a su \'l'!.la concepcic'm global del homhre-¡wrsona que deseamos desarrollar en lo qut' sigue del presenll' trabajo. Para dcsL·ilrar L'l prohkma de la «consciencia-autoconocimiento>• parcCL' tkcisi\·a la llll'Stión ele la .~illlultúnea ohietil·idad r suhietit·idad del hu111hre. l.a consciem·ia es el úmbito en el que el propio «VO>>, a la \'l'Z que 'L' manil'icsta L'll toda su específica objetividad (en concreto, mmo objeto del autoconocimiento), L~\pcrimenta en toda su plcuillld su propia subjcti\'idad. Oc esta manera se nos desvela la sel'.llllda función de la consciencia, algo así como su segundo rasgo lflll', en la estructura vi\·a de la persona, cumple la función de relhiún irradiante que proporciona a la consciencia su última ra'''rt de st'r en la especíl'ie<testructura de la persona\' la acción. tt·.dil!·, lamhi<'n un intcrcsantc ir11ento J,· comparar la concqxi!m de la consque se conti,·nc en Personar uccilí11 con lo' análisis Jl'l c·mint'nk rsiquia· ''" il,lllcés tJ,.,,,¡ E1a. (Cir. i\.1'111.1'·11\Sio.J, •·C!.\11 a Slliadomos,·», en Lo¡:.<" i ei11o.'. 11• • f'lriiiT !ilo:of/,·:¡¡¡>, Krakú11 1'171, pp. 83-113. 1 la 1ersicin rt'\ isad;t \ ampliada ,¡,. ,.,¡,· arlículo t'll lengua inglesa: Eillical ,\cfÍOII and Collcious11ess, en «Analecta lillwTiiana» í (19íK) pp. 11'\-1)0. , 1!'11\'i;¡ 86 ------- 1\:AROL WOJTYLA Como va se ha recordado antes repetidas \'Cces. la consciencia no se agota en su función iTTadiante-rellectante; esta es su función rrimaria, aunque no sea la única. La función fundamental de la consciencia es jónnar la experiencia que permite al hombre de modo particular darse cuenta de su propia subjt'lividad. Por eso, parece que para comprender tanto a la persona en cuanto agente como las acciom·~ que proceden de la rersona. también como experiencia \·ital -Y por tanto en la dimensión exrerimental de la propia subjcti\·idad-. resulta indisrensablc que analicemos la consciencia no solo en su función especular, aunque esta SL'a plimaria. La consciencia no se agota en esta función de reflejar la acción en su relación con el prorio «VO>>, lo que acaece corno descie el exterior, aunque se realice en la dimensiún interior. El espejo de la consciencia nos introduce más v m{ts en el interior de las acciones v de sus relaciones con d propio «VO>>. Mediante este papel, la consciencia nos permite no solo asomarnos al interior de nuestras acciones (introspección) v de su 1\'lación dinámica con el propio <<:V O>>, sino también experinzentar !'Stas acciones como actos ,. como nuestros. En este sentido afirmarnos que gracias a la propia consciencia el hombre subjetiviza lo objetivo. Subjetivación que se identifica de alguna manera con la experiencia vital, v. en cualquier caso, en ella se muestra experimentalmente. En la medida en que la persona \' la acción constituven una realidad definida que como objeto del autoconocimiento se manifiesta en su propia subjetividad, a la vez esa misma persona v esa misma acción resultan «subjctivadas» gracias a la consciencia en tanto que la consciencia condiciona la experiencia vivida de la acción realizada por la persona, v en tanto que condiciona esta misma experiencia vivida en su conexión dinámico-operativa con la acción. Junto a esto,\' de este modo «subjeti\·iza>> también todo lo que constitme el «mundo intencional ele la persona>>. Podemos analizar este «mundo>> en su contenido objetim, también sobre la base de la reflexión consciente. Pero al mismo tiempo este mundo en I.A PERSONI\ Y LA ACCIÓN BAJO Sl ASPECTO CONSCIENTE 87 to~111o que se conviL'rte en contenido de esa \iVL'ncia entra de 111odo definitivo en la esfera de la subjcti\·idad propia de cada "\"" humano. De esiL' modo se superponen entre sí. va la ve'!. se di~tinguen sutilmente, por ejemplo, el paisaje montai1cro refle¡;tdo cognosciti\·amentc en nuestra consciencia vese mismo pai~;tjl' experimentado interiormente por nosotros sobre la base de t·~~· rellejo. llt t•ivencia de'! «.\'O» v la timch)¡¡ reflexiva de la consciencia En conexión con cuanto se ha dicho antes conviene seí1alar 1111 nuevo rasgo de la consciencia. Se trata de una característica 1·11 sentido constitutin>, puesto que le corresponde una !'unción totalmente nue\a, distinta de la irradianll'-rerlcjante antcriorIIIL'IIle descrita. Dcl'inimos esta característica como refle_ril'(t, ;tvcptando simultáneamente que caracteriza a la consciencia sin n1;ís, y también a lo l(LIL' se contiene en elllarnado cstaclo actual dl' consciencia, que consiste en una suma o conjunción especíl'ica dl' todos sus actos. El t•stado de consciencia no solo indica el relkjo y todo aquello que es rellejaclo en un momento dacio, sino que también indica la vi\encia en la que se hace palpable ele 111odo particular (puesto que es experimental) la subjeti\·idad del hombre como sujeto ele vivencias. Y. en este sentido, el caráckr ~t·rlexivo o reflexividad de la consciencia significa algo así como '-11 volver~e de moclu natural hacia el sujl'lo, en tanto que conduce " poner en claro su subjetividad en la vivencia. La reflexividad de la consciencia comiene clistinguirla de ];, «reflectividaJ, ''. que es propia ele la mente humana en sus actos cognosciti\·os. La reflexión presupone la intencionalidad de los actos, es decir, su giro cognoscitivo hacia el objeto. Cuando dl'linimos la acti\·idad ele la mente como pensamiento, este se •·· En todo c'sll' complejo texto ha1 que di:,tinguir ~nlrt' 1) rdkjo de Jo, , onlcnidos en la concil'ncia; 2) rclle\il·idad de la propia con,cil:'ncia 1 3) n:llt·cli· 1 id:td (de la inteligencia snbt·e sí misma). 88 1\:AROL \\'OJTYf.A hace rdkcti\'0 cuando retornamos al acto realizado prccedentL'menll' para captar m{ts plenamente su contenido objl'ti\'o v, l'\en·· tualnwnte, tambiC·n sus característica-. v su illlll'ionamiento o cstmctura. De manera que el pensamiento rellecti\0 se constitu\e como un importante demento en la reali1ación de toda comprcnsiún, de todo conocimiento. incluido el conocimiento sobre sí mismo, al que hemos denominado autoumocimiento. La reflexión, pUL'S, corre parcia con la n>nscicncia. Sin l'tnbargo en lo que se refiere a la formación de la vin·ncia, no bastan la rdkxiún v la reflecti\idad sin rnús. Se trata de \olversl' especialmenll' hacia el sujeto v, gracias a eso, unido a la experiencia vivida queda particularmente resaltada la subjctividad dl'i «VO>> que vin• la L'\pcriencia. A esta funciún L·onstituti\a tk la consciencia la dL·nomínamos rcflexi\a, es decir, totalmente dirigida hacia d sujeto. En este sentido, la consciencia t'S tarnbiL;n reflexiva v no solo rdltx:ti\·a. Esll' dirigirse hacia el sujeto como funciún de la mnsciencia es algo distinto del puro relkjar. Al rl'flcjar gracias al autoconocimiento, L'l hombre, que es sujeto v constituve su propio «\O>>, aparece siempre como objeto. El giro rcflcxim de la con-.ciencia origina que ese objeto que es ontológicamen\e sujeto, experimentando su propio «YO,, se experimente también como sujl'!o. A la \l'i' que constatamos lo anterior, dci'inimos la rdlcxividad como momento esencial \'a la \'et. absolutanwnle específico de la consciencia. Nos apresuramos a aiiadir que ese monwnto se deja ver solamente cuando examinamos la consciencia en su específica unión con el «ser,: con d hombre, ven concreto con el hombre que actúa. De esa rnanL'ra distinguimos con claridad que una cosa es ser sujeto, otra distinta es ser conocido (objetivado) como sujeto (lo que sucede va en d rdlejo de la consciencia), \' finalmentl' otra cosa es experinwntarse vitalmente como sujl'to de sus actos y sus \'in:•ncias (lo que debemos a la función rcllexiva de la consciencia). Estas distinciones tienen una gran intluencia en todos los análisis posteriores, con los que intentamos acercarnos a toda la dinámica de la realidad de la persona\ la acción, te- I.A PERSONA Y LA ACCIÓt\ BAlO SU ASPECTO CONSClEI\:TE 89 IIH'IIdo tambiL'll en cuenta esla subjl'lividad que se nos da en la I'IVcncia. El hombre es. indudabkmenlc y anle todo. sujeto de su nislencia \'de su al'l ividad, lo es en cuanto que es un ente de una t·specífica naturaleza. lo que tiene sus consecuetKias L'll su actividad. A ese sujeto dciL·xislir \ del actuar lo ha denominado la mel;llísica tradicional con el krmino supposilwn. Sl' puede afirmar qtll' el término sup¡}(Jsirwn nos sirn~ para sig:nilicar de modo enll'ramente objetivo al sujeto, abstravcndo de su aspecto vivencia! v. L'n partícula!~ de l'sa li\'l'ncia de la subjeti1·idad en la que un sull'lo l'S dado a sí mismo como su propio «\O". El término sup¡)()si/11111 abstrae, por tanto, del aspecto de la consciencia gracias al rual un hombre concreto- objeto que es sujeto- se vi\'Cncia como ~ujcto, al experimentar 1·italrnente su propia subjetividad; v esa vivencia k proporciona los lundamentos para del'inirse a sí 111ismo con avuda del pronombre «\'0". Es notorio que se trata de un pronotnbre personal: «\'O, indica siempre una persona conlTl'la. Nókse que L'l término «\'O» tiene un contenido más rico que el término supposi/11111, pues el primero entrelaza el molllcnto de la suhjl'lividad 1·i1·ida con la objetividad úntica, míenIras que ,,upposilu/11 se refiere solo a esta segunda: al ser como lundamento del sujeto que existe v actúa 10 . Es e1·idente que una 10 '\aluralmc·ntc puede surgir la prq!llllta tk• si poden tos saber que d propio «\O» c·s 1111 sujelo de algl.lll modo almargc·n de· la L'\pl'r·icncia, t':< dt'l'ir, de esa dwncia Je la propia subjl'li1idad que· aqui hemos uniuo con{¡¡ !uncit'Jtl rcllc\il·a de la conscit'llCÍ<t. Tenit·ndo t'll c·uc·nla lo dicho <Hitl'l'iormcnll' sobre cltt'llla dt• la l'\lll'ril'ncia (l'fL la tntroducl'iún dt"l presente t'studiu), ~~la antt·t·ior cuestión se ddw rcspondtT así: auuqm· ru<dquicr e\pcriencia Jel hombt·t· (en cuanto experiencia e\tcriorl nus permite s<.Jstt·ner· (de al~una manera) que é[,., sujeto de la nistencia v dt· la acción ( ='IIP/)(1'1./illll ), -.in t•mbar¡!.o la nperiencia del propio '''""(que es a la IL'I.l'\pericncia interior) proporciona a esta L'lllll'iccion una par1icular L'l'itkncia, va la wz le proporciona una uue1·a dimensi<'m: la de la sub jet ilidad l'il'itb. Seglin E. LL'I·inas pertenece a la t'sc·ncia de la 1i1cncia un cicr10 lipo de «di.slrUtc>· fiuuiS.WIIIC~I: «l.l' nlllntk don! je 1·is lll' Sl' L'OilStitlll' pas simplell1t'!lt <lll 90 KAROI. \VOJTYLA tal intl'rprdaciún del término «VO» supone una determinada conccpciún de la conscil·ncia v de :-.u relación con el hombre como sujt'to real. Puede decirse que presupone la refle\iYidad de la consciencia. De rnodo que, si separáramos la vi\·etKia de la propia subjeti\idad. que e~ lo que fundamentad definirnos como «\'O>>, del sujeto real. que es el propio «VO>>, entonces ese «VO» l'Xperimentado vitulmente no representaría nada más qUL' un contenido de l<l consciencia. Por tanto, tiene una importancia lundanwntalcsl' giro rcrlc\ivo de la consciencia hacia el sujeto real con ellin de coconstituirlo en su propio <ímbito. De esta manera el «YO>> es I'L'almente un sujeto que ,·ivencia su propia sltbjl'ti\·idad, es decir, que se constitll\'L' simultáneamente en el ~ímbito de la conscic·ncia. U «ro" se constilllrc conw sujeto cxis!eii/e nwdianlc la l'in·ncÚI de lo ¡m>¡¡ia suhjelividad lk cuanto ha sido dicho hasta ahora t"L•sulta claramente, conl'ormc a las premisas cognoscitiras que han sido e\puestas L'tl d capítulo introductorio, que aquí no se trata de ~cparar de alp:un~1 manera d «VO>> vivcncialmenlc e\perinll'ntado de sm principios ontológicos. El an;'disis de la consciencia tal como aquí lo estamos reali;.ando puede incluso servir para anclar más sc'ilidameniL' el «VO>> en sus propios fundamentos ónticos. Cada hombre, tambi~·n ese que sov vo mismo, es dado en su conjunto, L'S decir, en la si mOcll\Ít'llle de~rl' aprés que la rcpré·se11tation aura tendu de1·ant nous toik de tond d'une réalitl' simpkmcnt donné·,· l'l que des intentions "axiulo~iques" aienl pr~té· a~t ce 1\\ontk une 1·akur qui le remk arte it l'hahitalion. Le "rct·irc/1/ml" du COl/.\· TiTilé <'11 cmulitiou s'acco111pli1 dés que j'ouwc les \t.'\1.\: je n'nunc J,•s W\1\ qu'en iouissant déiá du splTtaclt» 1E. Lt·.\'I~As, 'f(¡¡¡tfitt' el /ujini. E"ai sur /'exlt'rioritc. La Havc 19714, r. tU.'\ l. Y müs addante: .. La sensibiliié est jouissance./.','trc .\1'11· sihle, le corp.', concrélise ce/le /11('011 tf'JTrc qui consiste ú trout·cr 1111<' cul/llilimt ce <¡ui. t'l! de fJ<'Itsé cOII111li' sintplttlll'lll coth· ti fue'" (íd .. p. 1Ol)l. Surge, por tanto. la pt\'gunla sobre si la consciencia (l'n "'1 !unción relk.xil·alconslilll\t.' la 1·in~ncia o .,;i solamente' condiciona el qu,· se· constituYa como iouissance. ¡>ar ai//el/1:\. ¡>ettl ap¡>arailrc C0/11111<' obict LA PERSONA Y LA ACCIÓ:.I BAJO Sll ASPECTO CO:.ISCIENTE 91 pie experiencia como st'r individual real, como sujeto de existencia v acción (esto es, como sup¡}()situnz). A la vez, cada uno l'S dado a ~¡ mismo como «\O» concrl'lo, tanto mediante la autoconsciencia como mediante L'l autoconocimiento. El autoconocimiento constata que «esle ser>>, que soy vo objetivamente. a la vez es el que nmstituve subjeti\amcnte mi «VO>>, en cuanlo que experimento \·ivencialmente en L;¡ mi subjetividad. Así pues, no solo poseo consriencia de mi propio «Vo» (sobre la base del autoconocimiento), sino que también gracias a la consciencia (rellexiva) experimento vivencialmenle mi «\O>>, o sea, tengo la vivencia de mí como sujeto mncreto en la misma subjl'li\idad. La consciencia no es un as¡wcto mús, sino que es una dimensi<ín esencial o, lo que es lo 111ismo, un momento real de este ser que sov «VO>>, puesto que mnstituve su subjt'liridad en Sl'lll ido \'ivencial. Aunque ese ser, o -.;ea, el objelo real individual en su estructura óntica fundamental, n·sponda a lo que en la filosofía tradicional se define como suppo\ÍIIllll, de ninguna manera podría ese suppositunz constituirse mrno «YO>>. Parece, pues. que la consciencia penetra en la constitul·iún real de este ser que es el hombre, en cuanto queremos resaltar "" subjetividad, precisamente esa subjeti\·idad gracias a la cual l·ada hombre es un único e irrepetible «yo>>. Seguramente es conwnicnte detenerse en otra direcciún del camino que, en estas reflexiones sobre la consciencia, nos ronduce desde el reflejo a la vivencia. La consciencia se nos tllltestra aquí como una dimensión específica de ese ser individttal v real que es cada hombre concreto. La consciencia de este 'lT ni lo oculta ni lo absorbe en sí misma; así sucedería según la ptl'lllisa fundamental del idealismo según la cual esse = percipi, l ' ' decir, que «Ser>> es eso mismo que «conslitu.ve el contenido de l;t consciencia>>, v además no admite ningún modo de ser fuera dl' la consciencia 11 • Nosotros, en cambio, el problema lo plantea., Esté planteamiento se sostiene en la hlosolia contemporúnc<•. con \'a''·" diferencias sutiles. desde· Berkeb hast<l Huso,erl P<"ando por Kanl. 92 KAROL WO.JTYL;\ --·- ------------ mos de modo opuesto: !~1 con~cietKia. conjuntada con L'i SL'r' el aduar de un hombre-persona connl'lo. no solo no lo ab~orlw en sí ni oculta el SL'I' de esta t"L·alidad dimírnica. sino l]UL', al contrario. lo desn·la «desde L'i interior>>, ' prccis~unenlL' de ese rnodo lo dcs\cla en su estwcílica indiYithralidad v L'll su ahsolut;1 irrqwtihk· concreci<·m. Prccisanll'nll'. la lunciún rcllni\·a de la consciencia consislL' en e.~e desYelamiento. SL· podría decir que f':racias a esta lunciún de la consL-iL'tKia el hombre L'.\islL' ck ~•1guna m~1nna «hacia su interior>>\ a la n·z existe en pknitud de su esencial dilllL'!lsiún intekcli\a (¡r;Kional!). Este ser «hacia su inlL'rior» corre parejo con la vin·nL·i;1 v. en cierto modo. se idcntil'ica con ella. Segttn nuestro punto de \isla, la \·iycnci<1 no constitm·e un relle.io que aparL't.ca en la superlicic del ser\ del actuar del hombr,·. MuY al contrario, ella conslitun· aquella rortna L'Sj1L'CÍfica de aclllalil.aCiÚn del Sllje[o humano, que el hombre debe <1 la conscienL·ia. Gracias a ella. la L'ncrgía real'· podemos decir. objl'ti\a, contenida L'n L'i hombre l'll cuanto ser -energía compuesta de la \ariada' multilormc riqLil'Za de su potencialidad-. se actuali1.a también real v objl'ti\'anll'nt,· (como se explicar;í dl'lalladanll'ntc en el siguien!L' capítulo); a b \L't. comicne ad\ertir que se actualit.an según el perfil de la específica subjeli\·idad dl'i homhrL' como persona. Más aún, cuando se actuali1.a de ese modo, encuentra en la viwncia algo así como su perfección como sujl'to L'. En lo que sigue se llllll'Stra que esto no corresponde en igual medida a todas las energías de la potencialidad humana. 1 ' Tambi(·n "' podl'ia alhenir que, alumcebir la conscie-ncia como 1111<1 condición dir,Tta tk la \·in•ncia del propi<> «\1»•. n>llslitiiYc' un lador lundamen· tal del realismo en la CoiiCL'J1L.¡,·lll del ho111bre. En "'k' lu~;1r. no cntentknl<" J1<>1 r·calismo b simpl,· ,·nnslataci<in lkl,·\istir obj,·tin> lkl hombre, sino también l'i ht'cho ele llc\ar d análisi,; casi al límill' mismo de la posibilidad de concebir al hombre en su concrccirín irrcpl'liblc. LA PERSONA Y LA ACCIÓt\ BAJO SU ASPECTO CONSCIENTE /.a llli111Ífestaci<ín ex¡~Crilllcntal 93 de la espiritualidad del ho111hre La consciL·ncia, en tanto que solo refleja, en tanto que L'S tl'ilcjo. pcrmanL'L'l' at'm como <tuna distancia objl'liva rcspectu al propio «Vo»; i1L'ro en cuanto ljUL' constitU\L' el fundamento de la vivencia, en cuanto lJLIL' la vi\cncia se constitun· gracias a stl rcrlexividad, elimina esa distancia, entra L'nel sujeto\ lo constilli\L' L'Xperimentalmcnte junto a cada\ i\'L'ncia. Es L'\·idcnll' que ell<1 lo relleja v lo constitmc de modos di\LTsos: lo rellcja reteniendo su signifkaclo objl'tivo gracias al autoconocitllicnto; lo constituve, L'n cambio. L'n la pura subjetividad de la \ ivencia. Esto es nllt\· importante. Gr;Kias a esa dualidad de funciones que posee la consciencia, a pesar de que pertenezca al ámbito Lk la propia subjetividad, no perdemos el sentido de nuestro propio ser en su objetividad real. El que nuestra \'ivencia se forme gracias a la consciencia, l'l que sin ella no haya\ i\'L'ncia humana --a pL·sar de que hava diversas manifestaciones ck la vida v din;•rsas potencialidades del hombre-·, e\plica de alguna manera el atributo ruliouale incluido en la concepción \' cleliniciún aristotélica de hombre v en la concepci6n v definiciún boeciana de persona: «rationalis naturae indi\·idua substantia». La consciencia abre un acceso a la espiritualidad del hombre\' nos proporciona una cierta visión de ella. La espiritualidad del hombre se manifiesta L'n la consciencia v gracias a ella crea en la vi\·encia la e\periencia interior de su ser\' de su actuar. Los fundamentos de la espiritualidad del hombre así como sus raíces se encuentran lucra del all'ance inmediato ele la e\pcriencia -las alcanzamos mediante el razonamiento-; no obstante, la espiritualidad tiene su propia e\presión experimental que se muestra a través de sus manifestaL·iones. Prueba de ello es la conexión íntima, casi constitucional. de la específica vi\'Cncia humana con la función rellexi\'a de la mnsciencia. Puesto que la naturaleza de la consciencia es intelectual, el hombre se experimenta intelectualmente a sí mismo va todo lo que se encuentra en él, todo su «111Lmdo>> propio. La cons- 94 KAROL WOJTYLA ciencia dl'!ermina también la naturaleza de la \·ivencia v, en cierta manera, su posición en el hombre. La c<mscit'llcia de la accirí11 r la ¡·iJ·encú¡ de la acci<ÍII en/a csfi-ra de los l'cdores !/lora/es ¿C<ímo SL' experimenta el hombre a sí mismo en la acción? Ya sabemos que l'S consciente de sí mismo como «agente>>, es decir, como autor subjl'tivo de la aL·ci<Íil. Una cuestión distinta e~ cómo SL' debe entender el reflejo de la acción que realiza la consciencia, en tanto qUl' la acciún trasciL·nde la esfera objetiva de la persona, dcsat~rollúndosc de algún modo en el mundo exterior. Junto a esto, d hombre \'ivencia sus acciones en el ámbito del propio sujeto; esta vivencia, como cualquier otra, la posee gracias a la consciencia en su función reflexiva. El hombre \'i\·encia su acción como actividad de la que es agente subjetivo, v como algo que es expresión profunda v manifestación de lo que contiene su propio «YO» v de lo qm~ es este «\'O» sin más. El hombre distingue con claridad su actividad propia de todo aquello que solo «sucede» en su propio <<YO». La distinción entre aclio v ¡¡assio encuentra aquí su primer fundamento experimental. Esa distinción en sí es obra del autoconocimiento, pertenece al aspecto significativo del rellejo de la consciencia: el hombre \'i\ encia sus acciones como algo totalmente distinto de cualquier otra cosa que «SUcede» en él. Solo en relación con la actividad (con la acción) vivencia también el hombre los valores morales <<bueno» v <<malo» (<<moralidad» o <<inmoralidad» como, popular pero incorrectamente, se dice a veces) como \·alores <<propios». Los \·ivencia sobre la base de una captación que es a la vez sensación v valoración. En cualquier caso, el hombre no solo es consciente de la <<moralidad» de sus acciones, sino que también es consciente de su <<moralidad» v la \'ivencia con autenticidad (v, en ocasiones, muy hondamente). LA PERSOJ',;A Y LA ACCIÓN BAJO SIJ ASPECTO COf\SCIENTE 95 /.a acción r los ntlon!s 1110ralcs pertenecen ohjcli\'GIIICII/C al sujeto real, en cuanto que el hombre es su autor tanto real como ~.·xistcncialmentc: scncillanwnlt:. se trata de realidades particularmente unidas a ese sujeto Y que dcpcndl'n de él. Junto a esto, tanto la acción como los correspondientes \·al01-cs morales, bien v mal. fimcirnlllll (si pul'de decirse así) de 1110do suhjeti1•o en una vivencia en la que influve en su función nJicxi\·a la consciencia, que no se limita ahí al rdlcjo que st· apova en d autoconocimiento; put's eso significaría hact'rst· consciente tan solo objetivamente tanto lk la accic'>n como de su valor moral''· Ambas lünciones de la consciencia i nten·ienen, como se re, en lo que puede denominarse drama particular de la interioridad humana, que es el drama del bien \ el mal, que se desarrolla en las acciones v en la persona a tra\·és de las acciones. Así pues, simultáneamente la consciencia --gr<ll'ias a la funciún de reflejar que se t•ncucntra unida íntimamente al autoconocimiento- nos permite darnos '' SL-hL·kr presc•nta lo~ 1alo1\'S 1noraks co111o ¡nanikst;•ciollL'' •·aul d,•¡n Riicken» ele las \Oiiciones t¡UL' tiemkn haci<~ diiL'I""" 1alores ohieti1·os luulieriale Wer!e). (Cfr. Da f"llnna/i,lllll.\ in dcr Fthi/.: uud die 1/la/eriale \\(·¡Nfhik. Bcrn l'lbr., pp. 45-5\. v L'S¡JL'L·ialrm'nk: "El 1alor dd 'bien' ap;mTl' en el acto de 1olu1llad. l'rccisanwntL' por eso no pu,·de >t'r la materia de e~e al'lo. Se• encuentra i¡!uallllente 'a la espailb' ck es,· al'lo, es dc·cir, lll'L"L'Sitado de L'SL'IKia: nunca pu,·ck pm tanto ser intencional ese acto» (p. 49: L'n akm;ín t'n el original). Aunque apreL·ielllos la finura del an;ílisis de Scheler. es dilicil no cbr.se cuenta de que, de al¡!una 1nancra. se aleja e incluso lk¡!a a perder L'l dnculo con el sujt'lo, o sea, d,·l propio "_\O» dado en la \"i\encia como a¡:"L'IIte, L'OII esos \<llores ck los que élt·s agente 1 no únicamente sujeto. En consecUL'Ill"ia. parece que desaparL'l'l' ese momento, q11e es esencial para la experiencia moral. de una cierta «id,·ntil"ical'iún» dl'i sujl'lo con d bien o wn el mal que <·1 ¡·ealiJ.a. Y precisalllcntL' ese moml'nto dcterlllina el que "'an 1·alor<·s tot;:~lnwnte personales. Este probkma ha sido Yarias \L'CL'S tema de una clahoraciún crítica por parlé del autor Jel presente L'Stlldiu. Clr., por ,·jémplo. lhe Jureuliuual.-\ct a11illhe fltflllWI Acl, Jlwt /s, .·le! aud Fxpcriewe. «/\llalect<J llusserliana,, 'íf 197b), pp. ~{"llJ-280. (\'nsiún L's¡xu'lola "El <lelo intencional ~ d acto humano. Acto v np,·•icncia», en K. WolTH.-1, Fl/w¡¡¡bre r su dt•sfitw (-!·' cd.i, Palabra, .\tladrid 2010. pp. 153-170). 96 KAROL WO.ITYLA cuenta objt'li\ amentl' del bien o del mal del que somos autorcs L'll un momento dado a la vez que tenemos la vivencia de la propi;~ operatividad: en esto se manifiesta la reflexividad de la cnnscien cia. Corno va Sl' ha indicado anleriornlt'ntc, la ,-ivcncia no es al¡::1• aí1adido a la acciún, corno una especie de rcllejo superficial smo. v del bien v del 1md. como su calificación moral. Muv al contr;trio, aquí se trata de una rcdirecciún refkxiva hacia «L'I interior". de la que resulta que tanto la acciún corno el bien v el mal moral se constituven L'n plena rcalidod ,u!Jiclil'a en el hombre. Y as1 tiL'nL' lugar la plenitud propia de la subjetividad humana. De ese modo el hombre tiene la \'iH'IKia de lo bueno\' de lo malo en s1 mismo, L'n su"propio «VO>>. Y d mismo tiene la vivencia de sí como aquel que l'S bueno o malo. Y en ello cstú la plena dinwnsión de la moral en cuanto realidad subjeti,·a ,. personal. Si~nif/mdo del¡nn¡¡iu «Hl» en la cnm¡m-'IZSilíll dellwmhre La «dimensión completa» o dimcnsiún de la vivencia es a la wz la dimensión de la experiencia a tran~s de la cual el bien \ el mal corno valores morales de la persona, v junto a ellos la persona v la acción, se constituven en objeto de la comprensiún. Una comprensión cada \'ez m~\s profunda, como va se ha apuntado en las consideraciones introductorias de nuestro estudio. Allí se trató sobre la experiencia del hombre y de la moralidad como base .v fundamento de la comprcnsiún del hombre v de la moralidad. Experiencia v comprensión que son claramente mús amplias que la auto-experiencia, _v la auto-comprensión unida a ella. que se contiene en la \'ivencia del propio «VO». En la introducción nos preguntábamos si la auto-experiencia (es decir, la vivencia del propio «\'O») ' la auto-comprensión que se desarrolla juntamente con ella (o sea, la consciencia de sí mismo basada en el autoconocimiento) pueden ser transferidas en general a ese círculo en continuo desarrollo que es la experiencia del hombre más allú del propio «VO>>. Es evidente que tal problema existe. Lo retoma- I.A PERSO\!A Y I.A ACCIÓ\l BAJO SU ASPECTO COf\!SCJENTE 97 1110~ al tratar sobre el autoconocimiento v aquí \'oh-emos otra vez '"hre él. No se puede n\.'gar que cuando nos situamos en el teIH'no de la auto-experiencia v ck la auto-comprensión nos encon1r;unos en un punto de la experiencia \' de la comprensión del lt11111bre particularmente privilegiado v fecundo. Y por eso, manlt'uiendo la irrepl'tibk t'SPL'cilicidad del autoconocimiento (sobre lo que tratamos al final del anterior parágrafo), v también de la vivencia del propio «\'O», para conocer al hombre inll'ntaremos aprovecharnos de algún modo de la fuente de la <lUto-nperiencia v de la auto-comprensión. Tal vez sucede esto de la manera hidin·ccional que va establecimos en d mismo punto de partida: asalll'r, partiendo <<desde el interior>> de sí mismo más allá del «VO>> dl'l propio «hombre» va la \'O. partiendo de ese <<hombre>>, regre~anlos al propio «\'O», por tanto, de nuevo «hacia el interior>>. De l'SL' modo, nuestro conocimiento del hombre tiene un carácter cídico. Lo que se halla rerfectamente justificado, porque el ob_jt'!o de conocimiento no ha de ser t<ln solo el propio «VO», sino el hombre, ese hombre que. entre otras cosas, a la VL'/ está «conmigo>> y es también mi propio «VO». 5. El problema de la emocionalización de la consciencia /:'/(actor di' la conscit'ncia r l'l (acror Clllo/il'O c11 cllwlllhrl' En el presente parúg:raro nos ocuparemos de un problema concreto que, sin embargo, no podemos arrontar sin situarlo en un conte:\to más amplio. Y puesto que este contexto más amplio será objeto de un análisis pormenorizado en los siguientes capítulos del presente estudio, aquí debemos anticipar parcialmente lo que posteriormente trataremos con mavor amplitud, como hemos hecho en todo el análisis de la consciencia. Se trata de esa particular esfera de la vitalidad del hombre que prm·iene del elemento emotivo de su psiquismo. Es sabido que los actos consL·ientes del hombre, o sea, las acciones en sentido estricto, están 98 KAROL WOJTYLA conectados de muchas maneras con la acti,·idad de ese elemento o lo incorporan a sí mismos. \'olunrariunJ como actividad de la voluntad que es esencial en las acciones sufre de este lado di\ersas modificaciones; como es evidente, este as¡x:cto es el que mú~ nos interesa en todo este estudio sobre el tema de la persona v la acciún. No obstante, t'n un primer momento deseamos obsenar estas modificaciones bajo el as¡Kcto o la dimensión de la consciencia tal como ha sido mostrada aquí, L'S decir, de algún modo aislada v colocada en un primer plano en el conjunto de nuestra investigación. La consciencia. al mismo tiempo que refleja el propio «VO» del hombre v su:;, acciones, k permite tener vivencia del «\o»: tener la vi\·encia de sí mismo v de sus propias acciones. En ambo~ casos. ele alguna manera se incluve al propio cuerpo. El hombre tiene consciencia ele su cuerpo-' tiene viYencia de él: gracias a t•l vivencia su «corporeidad>>, como también vivencia su propia St'nsibilielad o su akctividad. Tales vivencias corren parejas con el reflejo de la consciencia y, por tanto, las dirige también el autoconocimiento, cuva participación descubrimos con facilidad mediante una cierta abstracción de las\ ivencias v de los contenidos de la consciencia. Y. sin embargo, es distinto tener la vivencia del propio cuerpo de tener la vivencia de la propia corporeidad; se trata de un grado diverso de abstracción intelectiva, que pertenece al proceso de comprensión en relación con el propio <<VO>>: al proceso de autoconocimiento. El autoconocimiento constituve el lado significativo de la consciencia. que junto con su función rel1exiva se trasvasan a la vivencia y determinan el carácter de su contenido. En los actos de autoconocimiento el hombre se apma en la experiencia de sí mismo para comprender su propio <<VO>> en sus aspectos particulares y como un todo. En lo referente a la comprensión del cuerpo, el autoconocimiento v, junto con él, la autoconsciencia deben mucho a cada una de las sensaciones corporales. Es sabido que ni el organismo en toda su detallada estructura interior, ni tampoco ninguno de los procesos vegetatim;, LA PERSONA Y LA ACCIÓN BAJO SU ASPECTO CONSCIE'JTE 99 que tienen lugar en él. constituven -hablando en general- el objl'lo del autoconocimiento ni de la consciencia. El autoconocilllienlo ~·.junto con él. la consciencia llegan tan lejos. o mejor tan profundamente, en el organismo ven su vida como lo permiten l;1s sensaciones. Con frecuencia el hombre se da cuenta de este o de aquel órgano o de algún proceso vcgetatim propio, por ejemplo, debido a una enfermedad que desencadena las correspondientes sensaciones corporales. En general. el cuerpo humano v todo lo que se relaciona con él de modo más o menos inmediato 1's en primer lugar objeto de las sensaciones ,v posteriormente pasa a ser objeto del autoconocimiento y de la consciencia. Aquí 11tilizamos «antes» :-.· «después» en un sentido que no implica nen·sariamente sucesión temporal, sino solo en el sentido de la aclentación natural al objeto v a los actos subjetivos. La vivencia del l'llerpo se aproxima más a los actos de las sensaciones que a los de la razón, que conforman la consciencia de algún modo. A pesar de todo no solo siente su propio cuerpo, sino que también es mnsciente de su cuerpo. El mundo de los sentimiL·ntos representa una riqueza objetiva para el hombre. que no es solo un ser que piensa, sino también un ser que siente. Esta riqueza corresponde en cierto grado a la estructura del hombre y también a la del mundo exterior al hombre. Los s~ntimientos son muy diversos ~ntre sí, no solo ntantitativamente, sino también cualitativamente, v desde este último punto de vista ~stán jerarquizados. Los sentimientos que son más elevados cualitativamente participan en la vida espiritual del hombre. En un capítulo posterior de este libro analizaremos independientemente la emotividad humana como propiedad l'specífica del psiquismo. Es conocido que toda la vida emocional dl'l hombre tiene gran trascendencia en la conformación de las aL·ciones humanas. Numerosos manuales de ética explican que los sentimientos por un lado intensifican nuestras acciones, ruientras que por otro las limitan e incluso eliminan en ocasiones ;rquello que es esencial en este tipo de actividad. es decic el 110- 100 KAROL WOJTYLi\ lllllluritun (la voluntariedad). Indicamo~ anteriormente que mlllltluriwn signilica la participación de la libre voluntad en la al· ción, que es a la \'l'/ una acción conscienlt'. En el presL·nte capitulo nos ocupamos, como se ha dicho, de la actividad conscien!L' (\,por tanto, también del ¡•olunlariulll) desde el punto de vista ck la conscÍl'JKia. ;_Q[[(; ('S la 1'11/0cionrtli::.ución de la consciencia? Solo bajo este aspecto queremos anali;.ar pn.'\ iamentl' la influencia dell'kmento L'lllotim. Sl' tratar[¡ de un an<ílisis parcial v no integral. Se trata de la emocionali1.aciún de la consciL'IKia, pues así l'S coJl'\o hemos clécidido llamar a la inlluencia dd factor L'rnotim sobre la consciencia de la acción (lo que e\·idenll'mente no deja dl' tl'ner importancia en la totalidad del dinamismo de b persona para la actividad conscienll' o acción) 1-1. La esencia del problema radica en qut· las emociones, los hechos emotivos en las diversa~ formas que se manifiestan en L'l hombre como sujl'lo, no solo tienen un reflejo en la consciencia, sino que tarnbién influyen de una manera específica suya en el relkjo consciente de los distintos objeto~. comemando por L'l ''Por''"' alrihuinu" a b l'Oil>l'icnci~J \ L'ClllcTl'ialnL'Illl' a la auiClL'Oil'L'iL'll· cia ci,·rta funciún de auloposl'sic'm; también ClbSL'J'I'~UJ lo mismCl olro.s autores, como J. Nullin: «(dtc pnccptinn t'll'llllllaiss~mrl'. ou CrJ/I,·ci<•Jtce. dt' soi cst une· forme de ¡)(hSL'\sioll de ;oi, qui cnnstilllt' un é·lénll'nl esscnticl cl'un ps\·chisnlL' pcr>onnalisé» (o¡J. c·il., l'ari> 1'!7t, Prcs>l'> Lniwr>itaires de France, p. 22). Cosa distinta es si <Jt!loconsl'iencia c·n J. Nullin >i~nitic~t lo mismo que L'll l'i prL'sl'Jllc' t'>tudio. El problema de la c'mocionalilacit'l)) d,· la con>cic'Jll'i<J .st' ('Jll'Ut'nlra aquí sujeto a un análisis con esta premisa, que l'll la e>trudura de b rersona hurnarw la con>ciencia implica una cie-rta posesic'm \ un cierto dominio ck sí mismo. Cuando en el ral'ilillo siguicntL' el autor relacione direclanJeJJIL' la auloposc>ion ' d autodominio con la autod,·tt:rminaciún, ,., decir, con la \uluntad, ese planleamil'nlo pondr:1 1mís de manifiesto que, L'n b c'>lructura inte~ral de la pcr>oJJa v la acción. la consciencia' la autodetermin;JCiún inteJYicnen de modo conjunto \ homogéneo. LA PERSO\.li\ Y LA ACCIÓN lli\10 Sll ASPECTO CONSCIENTE 101 propio «VO» v sus acciones. Los di\·ersos sentimientos cmocionalil.an la consciencia, lo que si~wilica que se insertan en sus dos lt111ciones, de reflejo v rdlexiva, \ de alguna manera modifican ~us características. Esto se manil'iL·sta en primer lugar en el rellejo consciente que en cierto modo anula la distancia entre las l'lllociones v los objetos de esas emociones. Como sabemos por el anúlisis precedente, la consciencia debe esa distancia al autoconocimiento; este último tiene una ciLTta capacidad para objeti\·ar también las emociones v sentimientos. De esa manera. la consriencia posee el significado de los hechos emotivos que acontecen en el sujeto\ precisamente por eso guarda una distancia objctivante respecto a ellos va sus correspondientes objetos. Las emociones suceden en el sujeto que es conscientc de ellas,., gral·ias a esa consciencia, las gobierna de algún modo. Ese dominio de la consciencia sobre las emociones es importantísimo para el equilibrio interior\ se rL•aliza ciertamente con intervención de la voluntad. En consecuencia, en este entramado puede constituirse L'l valor moral. Nos encontramos frente al hecho de la recíproca interrelación entre consciencia v voluntad, o dominio consciente, sobre el espontáneo dinamismo emotivo: este último condiciona l'l volzmtoriwn -la actividad propia de la \'Oiuntad- v a la va es mndicionado por la voluntad. La emocionalización de la consciencia comienza cuando desaparece L'n su rellejo el significado de cada uno de los hechos L'motivos v de sus respectivos objetos, cuando, en un momento dado, los sentimientos se sitúan de algún modo por encima de su comprensión por parte del hombre. Esto implica que el autoconocimiento quede quebrantado. En consecuencia, la consciencia no deja de rel1ejar esos hechos emotivos tal\ como «suceden>> en l'l hombre, pero pierde su relación de dominio, su relación objetiva con ellos; pues es cosa sabida que la objetivación en estos casos es función específica del autoconocimiento. La interrupción de la relación objetiva de la consciencia con las sensaciones \' sentimientos -lo que tiene lugar en el hombre- v con los objetos 102 KAROL WOJTYLA relacionados con ellos tiene su origen en que el autoconocimiento deja de objeti\ar. No establece su significado v. por tanto, tampoco gobierna intelectualmente las emociones. ¿Por qué sucede esto? Las causas pueden ser muv diversas. El motivo mú~ frecuenté es la fuerza, o sea, la intensidad de los sentimientos, su \·olubilidad, la rapidez con que aparecen uno tras otro. Esto e\plica el problema en parte, puesto que tambi(·n hav que tener en cuenta que el autoconocimiento puede ser mús o menos efectivo. En efecto, al autoconocimiento k afecta la kv de la efecti\·idad como a cualquier otro conocimiento v, L'll consecuencia, puede juzgar con mayor o menor acierto sobre su objeto propio (nos referimos a la «materia objetiva» que parad autoconocimiento son todos los hechos relacionados con el propio «VO», v los hechos emotivos pertenecen a ese tipo de hechos). Subravemos una ve;: mús que no se trata del «Corltrol efectivo de los sentimientos>>, lo que es propio de la voluntad (v también de las correspondientes virtudes en cuanto capacidades morales según la concepción aristotélica), sino que se trata tan solo de ese específico «control de las sensaciones>>, que es tarea propia del autoconocimiento v de la consciencia. (El inll'nto de esclarecer las relaciones entre sensaciones v sentimientos lo dejamos para un capítulo aparte, cuvo tema ser{\ la problemática de las emociones). En este punto al autoconocimiento le compete una tarea fundamental. \' por ello es tan importante su efectividad. Parece que la consciencia en sí misma no est{¡ sujeta a las leves de la efectividad. No pensamos que ella pueda ser más o menos efectiva, aunque pueda estar más o menos desarrollada o madura. Toda la efectividad de la consciencia es asumida de algún modo por el autoconocimiento. A este le compete también e\·itar la emocionalización de la consciencia; es decir, procurar que la consciencia no resulte pri\·ada de su relación objetivantc con el conjunto de los hechos emotivos. Las sensaciones en ese sujeto que es el hombre sufren una ondulación. En ocasiones se elevan, LA PERSO'lA Y LA ACCIÓr\ BAJO SU ASPECTO CONSCIENTE 103 - - - - - · · · ----------·- l'S deciT~ se multiplican v. sobre todo, se refuerzan. En cualquier caso, existe en cada hombre una dinámica emotiva específica romo hecho psíquico objetivo, se manifiesta tanto en el grado de intensidad de cada uno de los sentimientos como en su conjunto o en su «suma resultante>> (Parece que en el hombre se puede hablar también de una cierta «suma rcsultantl'>> de sus \·ivencias l'mocionales). /11 1'11/0cioua/i:.acifinfinlfe a la doble ji111ción de la O!llscimcia: t'l wflejo v la t·ircncia Aunque cierto grado de intcnsitlad de una emociún condil·iona el funcionamiento normal e incluso correcto de la consriL·ncia, sin embargo desde que se traspasa un cierto nivel --como si se tratara ék un límite- comienza propiamente la emocionali/.ación de la consciencia. A ntusa de la gran cantidad o de la luerte intensidad de las ernocioi1L's -excesi\·a en relación con el límite- o por la escasa eficacia del autoconocimiento, este no es rapaz de objetivarlos, o sea, de identificarlos intelectualmente. Y así se pierde en cierta manera el sentido de los actos de car{tclt'r t•motiYo. Al principio la consciencia refleja estos hechos como «algo que sucede en mÍ>>. Cuando aumenta mucho su intensidad o cuando aumenta la impotencia actual del autoconocimiento, la ;nrtoconsciencia los relleja como «algo que sucede>>, como si perdiL·ra su relación con el propio «VO>>. El contenido fundamental de la consciencia -el propio «\'O>>- permanece subordinado a un st·gundo plano, mientras que los sentimientos potenciados se romportan como si se hubieran separado de la base sobre la que Sl' edifica el sentido de su unidad~" el de su multiplicidad v su \'ariedad. El autoconocimiento objetiva, cuando las cosas transcuIH'n de manera normal, tanto la unidad de las emociones en el propio «VO» como su particularizada diferencia de significado. l~n cambio, en los momentos de emocionalización, v particularIIIL'nle en los de emocionalización extrema, de alguna manera 104 KAROL WOJTYLA afectan ellos directamente a la consciencia que no deja de rel1ejarlas, pero, puesto que no se le ha proporcionado el autoconocimiento, se trata de un reflejo pri\·ado de cualquier elemento dL· objetivaciún v comprensión. Y en esos casos el hombre es consciente de sus emociones, pero no las domina mediante su consciencia. En paralelo con la emocionalizaciún en la eskra del reflejo consciente discurre la cmocionalizaci<in de la vivencia. Como \'a se ha dicho, la consciencia no cesa de reflejar: un reflejo consciente que encontrarnos incluso en las emociones ~·en las sensaciones mús intensas, pero despro,·isto del significado apropiado para formar viwncias en la esfera emocional de toda la vida interioc La función rdlexiva de la consciencia, que es la que forma la vivencia, pierde su influencia decisi,·a. Resulta sintomático que el hombre deje de \'Ívenciar en sentido estricto los sentimientos o pasiones de notable intensidad y tan solo «Vivan con ellos, o mejor les permite vivir en sí v consigo de un modo primitivo, casi impersonal. Pues es personal aquella vivencia en la que juntamente se puede distinguir la subjetividad del propio «~·on. En cambio, los hechos emotivos, como lo son las pasiones -aunque las pasio11es posean una subjetividad propia v primaria-, por sí mismos no sirven a esa vivencia de la subjetividad en la que el <<:VO>> personal se destaca como fuente de las vivencias, como centro que gobierna las emociones. Todo esto está conectado con la participación reflexiva de la consciencia. Participación que en ocasiones es dificultada por el propio movimiento e invasión de los sentimientos, frente a los que la función reflexiva de la consciencia queda de alguna manera obstaculizada. Y entonces el hombre tan solo l'ive sus emociones, les permite vivir en sí mismo en la medida de su propia subjetividad primaria pero no las vivencias subjetivamente de modo que en esa vivencia aparezca el <<:VO>> personal como auténtico centro de la vivencia. El problema de la emocionalización de la consciencia es, como se ve, muy complejo y en cada ocasión es peculiar e inepe- LA PERSOI\A Y LA ACC!ÓI\ BAJO SU ASPECTO COI\SC!E\!TE 105 OcuJw en ocasiones que la consciencia. incluso frente a una l'llloción de intensidad elevada. no cede a la emocionalización en 1·l sentido aquí indicado, es decir, que no cesa ele gobernar sobre la l'llloción. En cambio. también acaece que la cmocionalizaciún de la consciencia sigue a un movimiento (objetivamente) débil de la l'moción. No anali1.aremos aquí estos aspectos. \'\os intt'resa lo ~ustancial del problema ven concreto desde el punto ele vista de la consciencia v de esa ro-constitución ele la subjetividad personal del «_YO>> humano en la que participa la consciencia. como hemos intentado mostrar en el par;ígrafo anterior. Una \·ivencia de los sentimientos verdaderamente humana. personal. ,. en este mismo sentido una \ in·ncia emocional. parece que exige ese umbral de mnsciencia del que se ha hablado anteriormente. En lo que se rel'icre al reflejo va la rellexión, an!L' un cierto nivel de intensidad de los sentimientos la consciencia funciona con normalidad. En esos l·asos se pueden formar aut(·nt icas vivencias afl'Cii\·as en toda su plenitud subjetiva, en lugar de hechos emotims elementales, que Sl' encuentran indudablemente en el sujeto, pero a los qtK la consl·iencia no puede otorgar el perfil subjeli\0 correspondiL·n\e al ".YO>> personal. En efecto, la emocionalización de la consciencia dilkulta e incluso imposibilita su actualizaci<Ín específica. Con lo que hemos escrito no queremos prejuzgar el \alor dl· los sentimientos'/ de las emociones en la vida interior del hombre \ en su moralidad; le dedicaremos a eso un capítulo ;tparte. 1ihlc. 6. Subjetividad y subjetivismo {¡¡fima relació11 entre la subjetit>idwl v la realidad de la persoua ,. de la acció11 El análisis que hemos realizado nos permite plantear este problema; más aún, lo plantea indirectamente. Se trata de distinguir con claridad entre la subjetividad del hombre, de la que nos 106 ---------- KAROL \VOJTYLA ocupamos cuando analizamos la consciencia, v el subjeti\·ismo como planteamiento intelectual, que deseamos evitar desde el principio. El reconocimil'nto de la subjeti\idad del hombre-per sona tiene una importancia fundamental para que nuestro estudio tenga un carácter realista v objeti\o. Puesto que el hombre es realmente un sujeto que se experimenta a sí mismo como sujl'lo, la rclacic'm dinámica -v también la correlación- entre persona\ acción se realiza en este ámbito. Si no se reconoce la subjcti\ idad del hombre, falta la base que nos permite captar esta relaciún en todos sus aspectos. El aspecto de la consciencia tiene importancia fundamental para captar la subjt'lividad del hombre. Gracias a la consciencia .el hombre tiene una vivencia de sí mismo como sujeto. Tiene la vivencia _v. por tanto, es sujeto en un sentido estrictamente experimental. La comprensiún aquí brota directamente de la t•xperil:ncia sin ninguna mediaci<)n, sin argumentaciones. El hombre tiene también la vivencia de sus acciones como una actividad de la que d. que es una persona, es el agente. Esta operati\'idad. de la que nos ocupart•mos en el siguiente capítulo, se capta con claridad gracias a la vivencia v ck ese modo se nos revela bajo el aspecto de la consciencia. Hay que acudir a la vivencia-va la subjetividad del hombre, que es su campo específico- para poder captar la operatividad como un hecho experimental en su totalidad. Si entendemos la subjetividad de manera meramente metafísica, v afirmamos que el hombre en cuanto ser objetivo constituve el verdadero sujeto del ser v de la acción, o sea, el suppositum, prescindimos en una importante medida de lo que constituve para nosotros la fuente de la evidencia. la fuente de la experiencia. Es mejor intentar coordinar v conjuntar ambos aspectos, el aspecto de ser (hombre-persona) v el aspecto de la consciencia, aspecto del acto en el sentido de actividad v acción v el aspecto de la vivencia. Esto no es solo importante metodológicamente (sobre lo que ya hemos tratado anteriormente), sino también objetivamente. Indicamos lo anterior hace poco, cuando advertimos que LA PERSONA Y LA ACC!Óf\ BAJO SU ASPECTO CONSCI Ef\JTE -------- 107 -----------~- ~in describir -tan completamente como sea posible- la subjetividad del hombre no se describe tampoco la relación entre la pcr~~~na v la acción en su específica plenitud dinámica. Esta relación 1111 se refleja solo en la consciencia, como si se tratara de un espejo interior de la esencia v de la actividad del hombre, sino que lambién gracias a ella la consciencia alcanza su lorma subjetiva ddinitiva. Concretamente se trata de la forma de la vivencia, de l;, vivencia de la acción -la vivencia de la relación causal entre la ¡ll'rsona ~· la acción-, la vivencia del valor moral que germina en 1'sle sistema dinámico. Se trata de hechos objetivos que, sin embargo, poseen su objetividad v su realidad solo v únicamente en la subjcti\idad del hombre. Así que, si esa subjetividad no se desvela plenamente, tampoco se puede alcanzar ni captar de manera vompleta v objetiva el contenido completo de tales hechos. Añadamos que d subjetivismo puede desarrollarse también con ocasiún de un objélivismo demasiado estrecho v unilateral. Frente a esa posibilidad nos defiende un análisis del objeto tan completo vomo sea posible en todos sus aspectos. Subjetivismo r absoluti::.acir!n de la consciencia En este caso, el subjetivismo consistiría en separar absolulamente la vivencia de la acción .v en reducir a contenidos exclusivos de la consciencia los valores morales que germinan (como hemos expresado plásticamente) precisamente en esas acciones v lambién en la persona en virtud de la dependencia operativa de estas últimas. Lo que estamos tratando en estos momentos va fue descrito anteriormenlc como absolutización de un aspecto. La reducción intelectual, esto es, la reducción ligada con la absolutiJ.ación del aspecto experimental, caracteriza propiamente a ese planteamiento intelectual que es el subjetivismo v, en una perspectiva posterior, el idealismo. Ese aspecto es indudablemente la consciencia, que en el planteamiento intelectual subjetivista resulta absolutizada y, por tanto, deja va de ser un aspecto. Mien- 108 KAROL WOJTYli\ tra~ sea considerada como un aspecto-\' t'S lo que hemos inLL'ntado hacer en todo c·ste capítulo-t·lla sirve solo para comprenckr la subjetividad del hombre en pk·nitud, en concreto en su rt·laci<in inll'rna con sus propias accione:-,. En cambio, en cuanto se deja dt• considerar a la consciencia como un ;¡spccto, deja de dar raf(·H, de la subjeti\idad de la pnsona \ lk sus acciones, Y se constitll\t' ella misma en un suced:llleo del sujeto. Para el subjetivismo la consciencia es ttn sujeto íntegro l' independiL·nte: el sujl'lo de las \·in'TKias-' de lo~ \~dores. cuando SL' trate del c<tmpo de las \ in·nt·ias morales. Pero desgraciadamente en un planteamiento intt·lcctual de ese tipo tanto esas vivencias L·omo esos \·alores dejan de SL'r_algo real. Quedan 1wlucidos a contenidos Lk la consciencia: essl' = Jlercipih. Y. linalmenlL', la pmpia consciencia deja dL' ser algo real para conwnirse L'n un sujeto ilkado de los t·ontt•nidos. Así que el camino del subjcti\'isnw conclme en el idealismo. Se punk alirmar que L'stc camino se lundamenta en el propio carúL·fl'r consciente de los <tctos de la consciencia. En su momento indicamos que los actos v la consciencia, LJUe se l'lll'Ul'lllra toda ella encerrada en ellos, es como si fueran indikrcntes por sí mismos al objeto real. incluso al propio «\O>> en su condición de objeto real. No objetivan nada, sino que tan solo reflejan. Son puro contenido v deben su objetividad\' su realidad al autoconocimiento. El límite del objeth ismo v del realismo en la concepción del hombre -en nuestro caso se trata de la totalidad «persona-acción»- transcurre, pues. por el reconocimiento del autoconocimiento. La consciencia integrada con el autoconocimiento mantiene, a pesar de su carácter de consciencia, un si¡mificaclo objetivo y, juntamente con él, una posición objetiva en la 1 ' Be1·kekv distingue dus lorrnas dt' 'cr: el"-'·'" de las cosas rqui1·ale al percipi; el <'SS<' de los seres t'spirituaks cqui1ak al pncipne el \'elle. Cuando SL' l'\amina el pensamiento de dinTsos filósofos haY que tener ¡·n cuenta d significado que tiene d tt:·nnino «consciencia» en cada oca-;ión. puesto que en ocasiones sig· nilica más bien «ser conscient<.:». LA PERSOI\:i\ Y LA ACCI(l\J Br\JO SI i ASPECTO CONSCIENTE 109 ~·,tructura suhjl'liva del h01nbre. En e~tL' sentido v desde L'sta po'iL·ión ella es solo la llaH.' de la subjeti\·idad del hombre. pero no (''·en cambio, el lundanll'nto del subjct i\ ismo. l.a consciencia es l;1 llave de la subjet i\ idad puesto que condiL-iona la \ i\·encia en la que el «VO>> humano SL' maniliesta dirL'l'lamente (e:x¡1LTimentalIIIL'Ilte) como sujt'lo. /:'11 el umbral del uuiÍiisis de lo npemli1'idad luul/allll Parece que, dcspu0s de haber aclarado todo lo anterior, \a podemos separarnos de alguna manera del aspecto de la consciencia, para pasar a analiz;¡r la opL'rati\·idad. A la vez tomamos con nosotros todos los resultados de los análisis ankriores para aportarlos a las siguiL'ntes in\'estig.aciones sobrt' el dinamismo propio de la persona hUinana. Ese dinamismo,\ en particular la operati\'idad como monwnto esL'ncial de b emergencia din{tmica de la acciún desdL· la persona, no L'S que tan solo SL' realice en el L·ampo de la conscie11L"ia, sino quL' tambié·nL·st{l atravesado por la consciencia hasta el londo, corno hemos tratado de demostrar en L'slc capítulo. Una cierta separaci<ÍnLkl aspecto de la consciL'Ill"ia parecida a la separaci(Jn de poner entre par0n!L'sis- ha tenido como resultado el resaltar mús daranwnte su presencia en las acL·iones de la persona \ la función específica que corresponde a la nmscicncia en la lonnaci('m de la subjcti\·idad propia de la persona, subjet i\'idad de la que cnwrge el acto en \'irtud de la operatividad. La opcrati\·idad tiene otra especificidad. pero es e\·idcntc que lo específico de la o¡X'rati\·idad humana no se puede captar sin contar con la consciencia. Cada una de ellas tiene su propia L'specificidad en lo relati\o a la persona va la acción. Capítulo JI ANÁLISIS DE LA OPERATIVIDAD A LA LUZ DEL DINAMISMO DEL HOMBRE l. Exposición e ideas fundamentales para el dinamismo del hombre Adverte11cia Ílltroductoria sobre la rt!lacián mire el di11a111ismo 1' la cmzsciew:ia Dejando de lado d aspecto de la consciencia, para entender mejor su función analizaremos el hecho «el hombre actúa». Hecho que se nos da primeramente en la vivencia «:VO actúo». Gracias a ella nos mcontramos, por así decir, l'n el interior de ese hecho. En ella se encuentra también en plenitud la experiencia sobre la que se forma el hecho «el hombre actúa» por la vía de la analogía y de la generalización. Puesto que, en efecto, el «yo» es un hombre, ~-cualquier hombre es un «:VO», un segundo :vo, un tercero, etc., cuando «tú actúas», «él actúa» o «cualquiera actúa», se puede entender esa actividad interpretándola desde la experiencia encerrada en «Vo actúo». La vivencia de la actividad es subjetiva en el sentido de que nos introduce en el ámbito de la subjetividad concreta del «VO» humano que actúa, pero sin ocultar la intersubjetividad que se necesita para comprender e interpretar la actividad del hombre. Para objetivar el hecho «el hombre actúa» es preciso captar de manera objetiva el dinamismo integral del hombre!; un hecho 1 El análisis posterior muestra gradualmente en qué ml·dida el autor utiliza el término «dinamismo». Es conocido que ese termino e~tá relacionado con 112 K!\ROL \\'OJTYLA exrt>rinwntal ljUL' no se nos presenta aislado, sino sobre el tdún de londo de todo L'l Jinamismo dcll10mbre,-' estricta v org:miranwnll' cont'rtado ron l-1. Se lral<t de un dinamismo integral que St' nos da t'll la expt>rit>ncia global dd hombre. r\o todo lo que se encierra en él se rellt>ja en la consciencia. 1\sí. por L'jcmplo, no tiene rellcjo en ella casi nada (kl dinamismo \egl'lati\"0 esrecífiL·o del cuerpo humano. Tampoco SL' ticnc una \·ivenria conscicnll' de lodos los hechos que componen el dinamismo inll'gral del hombre. Ya tuvimos ocasiún de tratar con brc\L'dad sobre la inconmensurabilidad que existe entre la totalidad (k la vida de cada hombre v la esfera o d desarrollo ele sus \'i\·encias. En posteriores inn·stigariones amrliaremos \Completaremos las bines indicaciones que prc\·i~lnwnte hemos reali1.ado sobrL' este IL'ma. En cualquier caso, nos parece que las ¡wculiaridades propias de la experiencia exigen que rara concebir L'l dinamismo propio del hombre se dl:'jen de lado tanto d asrerto consciente como el ámbito cxclusim de las \ivcncias. No sin moli\0 distinguirnos en d capítulo introductorio entre la experiencia del hombre v sus distintos aspectos, entre los que el aspecto inkrior va estaba allí íntimamente unido a la consciencia. A pesar dl:' todo ello, el dinamismo prorio del hombre encuentra su rcl1ejo fundamental en la consciencia, lo que permill' al hombre su consciente de las direcciones principales de su dinamismo, lo que conecta ron el modo de tener la vivencia de ellas. Pues en efecto, el hombre tiene la vivencia de su actividad romo algo básicamente distinto ele lo que le sucede; es decir, de aquello que tan solo sucede en el hombre, pero que no es causado. hecho, por el hombre en cuanto hombre. La vi\ enria de la existencia de rl griego dnwnli>. \· tic·nc· un origl'n lalllo plalúnico como arisloldico, dl' donde· pas'i a la lilusolía mcdil'Yal (¡wrmtiaJ. En la tilosolia nwdt'ma St' corllrapu>icron el dinamismo de· l1.'ibni1.' el nwc·anicismo de Dcscal'les. Muv cercano aldinamismo se encttenlra t'l término «dinántica". que se c·nlic·nck con lrccuc·ncia como lo opucslo a lo cst~ilit'o, ,. a.,í lo entendemos tambil'n en el conlexlo de es k csludio. ANALISJS DE LA OI'ERATI\'1 DAD 113 ------·-------------------------------------------dos estructuras objct ivarncnte diversas en el campo de las Yivencias -«el hombre actúa» v «(algo) sucede en el hombre»- atestigua por un lado la íntima relaciún que e:-;iste en el hombre entre la wnsciencia ,. su propio ser; por otra parte. en cambio, esa distinción vivencia! proporciona a cada una de t'sas estructuras la inlt'riorización v subjeti\·acic'Jn propias de la consciencia. Aquí v ahora no nos interL'san propiamente las \·ivencias sin miÍs, sino sus estructuras, cuva diferenciación objet i\·a basarnos en la experiencia integral del hombre, \' no exclusivamente en el testimonio de la consciencia. En lo que se refiere a todo aquello que sucede en el interior del n1crpo hurnano, en lo que perlt'nece a la vida del organismo, la nperiencia interna no basta; debemos buscar continuamente mús allá del testimonio inmediato v espontáneo de la propia consciencia v de las vi\'encias relacionadas con dla, debemos completarlas por otro camino para poder conocer al hombre en esll' campo dt' la manera mú:-. completa posible. La difi:renciaci¡ín entre «el holllhre actúa» v «(algo) sucede ellw111hrc» cmno filnJanJmto cxpcrinwntal dt' la calt'goría «agere-pati» e11 Las dos estructuras objcti\'as. «el hombre actúa>> v «algo sucede en el hombre>> sei1alan dos direcciones fundanwntales t'n el dinamismo propio del hombre. Se trata de direcciones opuestas en tanto que siguiendo la primera ele ellas se pone en evidencia -'y' a la vez se rt>aliza-la al'li\·idad del hombre, l'n cambio la segunda manifiesta la pasividad. En cada una de estas direcciones elementales del dinamismo propio del hombre, el fenómeno, es decir. el contenido revelado por ellas. corresponde a una estructura real y. a la inversa, cada una de las estructuras se revela mediante un fenómeno. Se manifiestan en ellas la acti\·idad ~ la pasi\·idad -agerc v palicomo constitutimnJ de las estructuras v como hmdamento objetivo de su diferenciación. El agere contenido en la estructura «el hombre actúa>> es algo distinto al pati en la estmctura «(algo) sucede en el 114 KAROL \\'OJTYLA homhn:», L'S algo qu~ s~ k contrapone. En esta contraposiciún interviL•ncn las dos estructuras. Corno es sabido, en la metalisica de A1istútdes at:crc \ pali son dos categorías distintas. Nos parece t.¡LH: la L'Xperiencia del actuar humano v de lo que sucedL· en el hombr~ puede mudar mucho a distinguir estas categorías 2 Como en la ml'lafísica las dos categorías a.t:ae v pali no solo son opuesta~ entre sí, sino que tambi(·n se condicionan v se c.xplican recíprocamente, lo mismo sucede en d hombre. Cada uno de nosotros puede tra1.ar en sí mismo una línea de dcmarcaci<'m que separa lo que hacL·mos de lo que sucede en nosotros. Esto es muv importanll' para comprender la estructura «cllmmhre actúa» v pa1y poder interpretarla a londo posteriormente. Se puede decir que entre la actividad del hombr~ Y todo aquello que sucede en el hombre no solo hav una oposición, sino también una clara corrclaciún e incluso una cierta equivalencia entre ambos hechos v tarnbi(·n entre ambas estructuras. Así pues, tanto cuando constatamos una activ·idad v decimos «el hombre actúa''· como cuando adn•rtimos que algo sucede en tlll hombre .v decimos «(algo) sucede en L'l hombre», el hombre aparece como su- 'Alwnll'll/.ar el anúl¡,¡, dd dincuni,mo propiu ckl hoJIIhrc· di,tinguicndo L'llil'l'la' L'slnidura' «t'l hombre artt'Ja,- .. (;Ji~o) 'un·d,· L'll d hombre h.. nos polll'lllo' ,·nronlal'!o Ulll lo que pal\'L"t' l'lt·lcmt·nto prilllcll·io en la npcri,·ncia. Dikrencia que t'TI la ml'lalú.i,·a aristoldic;l paren· que l'OITt''fl"nde a do, categorías diYL'rSa~: ;.e rtf l !' .\' ":!U!'i,Xt ll' o r.u~k t' j el t'. lj{/l '( prll' ''l'l · ; ~-· ¡lt l' •·•S' W(j tWl 'U!J 1') -;-. fl' t !H.'(( ll' :..:((: pUt~X( ll' (t)l'l'fl7r:]' )'Up ( ¡-¡--:-¡ hCil TI•¡ ( ,\l"ll' /ll'-li c'•t:l'UjHI' :·:rt~ rTúfJ¡•l~' \(Jl -¡-¡.¡ L\l1'1aji.1icu IX. l. 1046 a IY-2211. (Ir. ,.,p.: Acciún ~ pa,iún o pad,Tt'r 1 Es,., idcntc L'llionce' qut• 1;, P"'''nc·i;J de hac·,·r \ la de padt'U'l ,., una (o una n1sa t'S capaz de ;un has porque dla mi,n1a posee el poder de padecer.,. también a raw,a de algo má' tienl' d pode1· de obrar por,¡); ven otro sentido no lo ~s]l. A la l't'/., e:.;a dikrencia c·s un dato C\perimental qut' se· hace directamente e1 id ente l'llando se· conoce al hombre. El autor"~ pregunte\ qué relaciún exislt' entre ese punto de partida de los an{Jiisi:< que prch'nde realizar en este t'studio con P. RWOU·R, Le t-oloutaire el /'iu\'0/ontaire (Philosophie de la ro/mué. t. 1: Le 1'0/ontairc fl /'irm>lolllaire. Paris u.\.\ .. n:<wr·•L•l. t<HI .,, ,.,, uA,\q 1':!67). At-.;ALISIS DE LA OPF.RATIVIDAD 115 ¡,·lo dinámico. Tanto la actividad como lo que sucede en el homllll' revelan y a la vez. cada uno a su modo, realizan el dinamismo ,...,pccífico del hombre. Ambos ticnen su fuente en el hombre; por olra parte, aunque digamos que agere v pati son dos direcciones distintas de este dinamismo, paralelamente debemos advertir que la dirección «desde el interior» es común a ellas .v pertenece a la t'sencia de cada uno de los dinamismos. A.gere :v pati establecen una diversidad en este dinamismo sin privarlo de la unidad que l'S consecuencia del propio dinamismo de este sujeto dinúmico. lo que no modilica en nada el hecho de que agere-acción se difel'l'ncie de las demás manifestaciones dinámicas del sujeto «hombre» que incluimos en la categoría ¡¡a ti. Quizá con\'enga llamar la atención sobre dos tipos distintos dt• pasividad que expresamos con las expresiones: «(algo) sucede 1'11 el hombre» y «(algo) sucede cm1 el homhre». Ambas expresiones se suelen usar indistintamente t'n ellt'nguaje ordinario por lo que a veces, cuando decimos que algo sucede con el hombre, queremos l'Xpresar que algo sucede en él. Pero si hablamos con propiedad al t•xprcsar lo que sucede «con d hombre» nos referimos a que se sufre algo <ksde el exteri01: Se trata de una pasi\·idad distinta en la que el hombre no es el sujeto dinámico de un suceso que tenga en él su fuente, sino que más bien es el objeto con el que otro sujeto e incluso alguna otra fuerza hace algo que él se limita a sufriJ: El sufrir por sí mismo va habla de la pasi\"idad del sujeto «hombre>>, en cambio no indica nada directamente sobre el dinamismo interior de ese sujeto, y en concreto sobre ese dinamismo al que se refiere la expresión «(algo) sucede en el hombre>>. /..a co11ju¡¡cilín «JWfentia-actus>> como equivalente co11ceptual del dinamismo Tradicionalmente el dinamismo propio del hombre en lo referente a la persona y la acción se concibió de manera analógica a partir del dinamismo de todos los entes. La metafísica tra- 116 Kl\ROL WOJTYLA dicional se ocupa del dinamismo de los entes; a ella -ven particular a Aristóteles, su gran creador- ddx·mos la concepción qul· expresa en términos filosóficos d carücter Jinúmico de los ente~. No es lo mismo tener la idea aislada de actus que inll'¡?:rarla en la pareja conceptual¡mtelllia-ac/IIS. La conjunción de los dos con·· ceplos es tan esencial para ellos mismos que, cuando usamos uno de ellos, estamos _va refiriéndonos al otro. Porque el segundo lleva en sí un sig:nilkado correlativo sin el que no se puede enll'nder el primero v viceversa, de manera que ac/us no se puedL· entender sin poteutia, ni po/enria sin ac/us 1• En lo que se refiere a los términos en sí mismos, son en cierto sentido intraducibles al polaco, en partil~ular el támino acrus. El término J1Ufl!lllia tendría su eorrespondil'nte en d sustantivo «potencia». El término potencia se refiere a aquello que va es de algt:m modo, pt'ro que a la ve;. aún no es: est{t en preparación, en disposiciún, en capacidad-de. pero aún no estú en la realidad, no L'SÜ completado. ,;ktus -que en los manuales filosóficos se encm·ntra traducida con10 <Klo»''- l'quivale a la realizaciún de la potencia, a su cumplimiento. 'Vt'a~t·, ror ejemplo: "El en le pm•tk wnc,·hirsc lanlo ,·n las calq!orias tk suslantia. cualidad v ¡·antidad. U11no también sq1:ún el aspcclo de poll'ntia .1 acto desde el punto tito \·isla dt· -.u acliridad ( ... ). Porqm•la polt'lll'ia .1· el aclo aparrcc.>n en un ümhitn mús amplio que d del mero morimicnlo» (ARISTÓTELES. JJe.. taji:,ica IX, l. 1045 h 34-3'i; 1046 a 1-2 (lraducciún al castellano realizada desde la lraduccicín polaca de M. A. Kr<.tpiec v T. A. Úl~1.nik. Ar\'stole/eq¡ kml<'e¡wia suhstallcii. Lublin 196ó, p. 146); dr. también Mettiftsim XII :i, 1071 a 4-5.1 otros muchos lu¡!an:s). Véase lambil'n TOMAS DE AOIINO, S1111111W 711et>logiae. 1: <'( ... )in uno el codem quod exil de polen tia in actum. prius sil polen tia qLWill aclus lcmpore. simpliciler tamen aclus prior est potcnlia: quia quod csl in potentia, non reducilur in ac-lumnisi pcrt•ns <tclll» tq. 3. a. 1; dr. 3. a.ll). «(. .. ) pnlcntia. sccundum illud quod cst polenlia, ordinatur ad actum. linde oporlt'l ralionem potenli:ll: accipi ex actuad quem ordinal un> (q. 77. a. 3). '' En el original pola.:o dice: «Sl' cncut·ntra en la f<¡rma apolacada como 'akt'». ANALISIS OF. LA OPF.RATl\'lOAO 117 Es eviden!l: que el sig:nilicado de ambos conceptos se en' tlt'tttra estrechamenlt' interrelacionado, estú inscrito no tanto en , ada uno de ellos por separado como en la conjunción de ambos. {'~tttjunción que indica que no se trata sin más de dos modos de "''del ente distintos~ mutLtamentc relacionados, sino tarnbiL·n th·l paso de uno de ellos al otro. Un paso que objetiva todo el dinamismo inscrito t'n elentt·, en elenll' t'n cuanto ente (que es el ohjl'lo propio de la metafísica),\ a la \el. en todo l'nte de cualquier tipo que sea sin que importe el campo dd saber humano que se ocupe de éles¡wcíficamentc. Podemos decir que <.:'11 este punto la metafísica se re\ela como el campo del saber en el que ~t· enraí1.an !odas las ciencias. No conocemos hasta ahora ninl'.una teoría ni ningún IL'nguaje que nos proporcione la t•sencia dinúmica del mm·imicnto, de todos los rnovimientos de cualquier lipo de ente, aparte de t•sta única teoría veste único knguajc que nos proporciona la rilosoría de la ¡)()/L'IIliii-IICIIIS. Bas~índonos en l'Sa teoría v con avuda de su lenguaje se puede concebir adecuadamente cualquier dinamismo que se encuentre en un ente del 1ipo que sea. Por lo que hav que st'n·irse de ellos para captar d dinamismo espcdlkamcnte humano. [,(¡ conce¡¡cián del actus -así podemos llamarla conociendo la correlatividad que se esconde t'n ella-tiene ante todo un sig:nilicado existencial. No es tan solo que los dos términos esenciales en esta teoría (potencia v acto) signiriquen dos estados distintos del ente, que corresponden a dos formas distintas de la existencia (=existen tia); sino que también el paso de la potencia al acto, o sea, la actualización, es un paso en el orden de la existencia, que indica un cierto fieri; es decir, un cierto hacerse no en sentido absoluto, pues solo es tal el jieri-hacerse a partir de la nada, sino en st·ntido relativo, eso es, a partir de algún ente ya existente en el :nnbito de su est111ctura intcriot~ El dinamismo del ente está conjuntado con su propia existencia, que a la \·ez constitu~'e el fundamento y la fuente de todas las estructuras que podemos encontrar en él. Cada actualización encierra en sí la potencia v el actus 118 K-'IROL WOJTYLA como su realización, v estos no como Jos entes, sino como do·. principios del ser correlativos entre si. La actualización implic;1 siempre el siguiente orden cntitatin>: lo que es en potencia, prcci samente porque es en potencia, puede pasar a ser i11 oc/u, \. lo que va es in ac/u, ha llegado a él, gracias a la potencia en la qtl<' estaba anteriornwntc. En la actualización, la potencia'<' el arto son dos momentos o dos lases de un ser concreto conjuntados t'll unidad dinámica. A la vista de eso, acto no significa solo el estad, • va acabado de la realización de la potencia, sino que signific:1 tambi(·n el propio paso a esL' estado, la propia realización. Sur¡_>l' aquí con claridad la necesidad de una causa gracias a la cu:d tenga lugar ese paso o reali1.ación, pero este problema lo dejan· mos de momento. ;1mhigiiedad del nmcepto de acto en relación a las experiencias diferenciadas de «actuar» r «sucedercn» Llegados a este punto de nuestras rellexiones, para aplica1 el concepto de acto a este dinamismo que es específicamente hu mano Y constituye el núcleo vin> ele la conjunción dinámica entl\' la acción y la persona, debemos acl\·ertir que tal concepción ataík a las dos formas esenciales del dinamismo humano conocidas ;¡ partir de la experiencia ven gran parte también a partir ele la \ivencia. Tanto la estructura «el hombre actúa» como la estructur:t «(algo) sucede en el hombre» son casos concretos del clinamism(l específico del hombre. El parecido entre ambas consiste en qtll' tanto en una como en la otra el hombre se presenta como un sujeto dinámico. Se trata de una equivalencia desde el punto d,· vista ele la propia clinamiciclad humana. Desde este punto ck vista, utilizando la analogía del ser, se pueden entender tanto l;¡ actividad del hombre como aquello que sucede en él como la re;¡ lización ele una potencia. Ambos son actualización, unidad din:1 mica de la potencia y el acto. El dinamismo general del homlm· justifica que pensemos así. Nos permite también buscar v defini1 A!'\ ALISIS DE LA OPERATIVIDAD --- ---~---~ ~--- 119 ~--- diwrsas potencias que se encuentran en el hombre en el ori1/1'11 tk acciones diversas \' también de los diversos «~uccdidos» (~1 podemos nombrar con este sustantivo a «lo que sucede en l11\ ¡lj .. }. La diferencia que existe entre la actividad humana v lo que ~un·de «en el hombre» -que es del tipoa,~t're-pati, es decir, una dil&·n·IJcia del tipo que existe entre la actividad dinámica v la pasividad dinámica- no oculta ni nivela el dinamismo humano que se 111anifiesta de una~· otra forma. Ni lo oculta. en el sentido de la nperiencia fenomenológica, ni lo nivela en el sentido de las exiflt'llcias de una interpretación realista. El concepto de acto explka sustancialmente el dinamismo del hombre. En este sentido t•l krmino 'acto' -término que. como comiene recordar, pertelll'l"L' a un lenguaje filosófico estrictaml'nte definido- respcHldl' mkruadamente al contenido dinámico de ambas estmcturas: la c·~tructura «el hombre actúa» v la estructura «(algo) sucede en el hombre>>. Hav que preguntarse si responde plenamente también a lo específico de la acción. Para delimitar correctamente el prohkma digamos que la cuestiún es: de qué manera el término ';Kto', aplicado al dinamismo de cualquier tipo de ente v también a cualquier dinamismo del hombre -tanto al agere como al pati-, puede explicar en su totalidad lo que es específico de la acción. 2. l.o específico de la operatividad f.o l'ivencia de la operatil'idad como filudanzeuto de la distinción •'litre las experie11cias de «aCtitar» r de «suceder 1:'11» En los manuales nos encontrarnos frecuentemente la distinción entre actus luunanus v actus lwminis. De esta manera la ;¡n·iún resulta diferenciada del resto de las actualizaciones que \IICL'den en el hombre (actus lwminis) con la a_vuda del adjetivo hJIIIJanus. Pero puede parecer que esta distinción tiene un valor 111;is lingüístico (verbal) que sustancial, puesto que se limitaría a 120 1\.AROL WOJTYLA sl'iialar la diferencia sin explicarla. Además, todo actm lntiiWIIILS (que podría ser traducido como «acto humano») es a la ve1. un acto del hombre, o sea, actus humiuis en el sentido literal de Lt expresi(m. Es necesario, pues, nplicar cuándo ven \'irtud de qu(· un acto del hombre no es un acto humano, para poder entender que solanll'nte el acto humano es el acto específico v propio tkl hombre, esto es, el que se encuentra en la estructura «el hombre aL·túa>>. Queremos .iustilkar talexplicaci(m partiendo de los pHntos de partida va establecidos en el análisis precedente. El punto de partida es la constatación experimental de la diferencia que aparece en la totalidad del dinamismo humano l'lltre «el hombre _actúa>> v «(algo) sucede en el hombre>>. Examinando los hechos, advertimos que es clnwn¡euto de la actil'idad lo que establece esta diferencia fundamental. En este caso SL' debe entender por momento de la acti\·idad la \'ivencia «sov vo quien actúa". Esta \i\encia es lo que diferencia la acti\idad dvl hombre de todo lo demás que en él tan solo sucede. También L'' ella la que explica la contraposición de los hechos v de las estruc turas en las que resaltan con claridad la actividad \ la pasi\·idad dinámicas. Cuando soy vo quien actúa, tengo la \'ivencia de mí mismo como el agente de esta forma de dinami1ación del propio sujeto. En cambio, cuando algo sucede en mí, esa dinamizaciútt tiene lugar sin una intern'nción operativa de mi «VO>>. Y por eso describimos este tipo de hechos como algo que sucede en mí. para indicar la dinamicidad sin intervención de la operatividad del hombre. De ese modo queda definida en el dinamismo tkl hombre esa fundamental diferencia que surge a partir de la \ i \encia de la operatividad. Uno de los modos del dinamismo del hombre es aquel en el que él mismo aparece como agente, o sea. como causa consciente del causar, que es al que nos rcferimo-, con la frase <<el hombre actúa>>; v un segundo modo de este dina mismo es aquel en el que el hombre no es consciente de su optT~t tividacl v no tiene la vivencia de esto último, :ves este modo alyu,· nos referimos con la frase «(algo) sucede en el hombre». A:-.JÁLISIS DE LA OPERATI\'IDAD 121 La antítesis entre actuar v suceder-en, entre actiddad v parevela otra contraposición más que es consecuencia de la vivencia de la operatividad o su falta. La \·ivencia de la operatividad responde a una operati\'idad objeli\·a, de modo que se trata tk una virencia que nos introduce en la estructura del «VO» ;r~ente. La falta de la vi\encia de la operatividad, la falta de partiripación del «\'O» agente en todo aquello que tan solo sucede en l'l sujeto, no significa que no hava una causa objctÍ\'a. Si algo sun·de en el hombre. si se produce algún cambio interno en él, debe existir también una causa ele tal cambio. La experiencia, v 1'11 particular la experiencia interior, atestigua en ese caso tan solo que el propio «Vo» no es la causa de la manera como lo es en s11 obrar. ~ividad, 1:1 descubrimielllO de lo relación causlll enlrt' persona v acción ,., la vive11cia de la operatil'idad Así pues, el momento de la operati\·idad, que estú presente 1'11 el actuar\' está ausente en el suceder-en, no explica ele forma i11mecliata la causa del cambio interior en el hombre, pero sí sellala la peculiar estructura dinámica de la acción humana ,v tarnhil·n a aquel que actúa. El que actúa teniendo la \ i\encia de sí 111ismo como agente, por eso mismo se encuentra en el inicio ele ~~~acción. El acto en cuanto talle pertenece a él en el ser, él lo inil'ia .v lo hace existir. Ser causa significa originar el nacimiento y la t·xistencia del efecto, su fieri o su esse. Así que el hombre es causa dt· su obrar de un modo plenamente experimental. Aparece de 111odo vivencia! una relación causal entre la persona ~· la acción, lo q11e provoca que la persona, es decir, cada «VO» humano conlTl'lo advierte que la acción es un efecto de su operatividad ,v en t'sll' sentido le pertenece, v que se encuentra también en el ámhilo de su propia responsabilidad, sobre todo, por el carácter mor:rl que tiene la acción.ILa responsabilidad v el sentido de pose.,¡,," califican de manera especial la causalidad\ la operatividad 122 I..:AROL WOJTYl.A de la persona en la acci(mlOuiencs se ocupan de la problcmátiL';~ de la causalidad por una parte\' los psicólogos por otra obsena11 con frecuencia que la actiYidad humana es propiamente la únic<l experiencia completa de causalidad operati\·a. Sin profundiza! en la totalidad de esta tesis. L'n todo caso hm que aceptar de ell<l la parte que hace rekrencia al reconocimiento de la particulal evidencia de que el hombre causa operativamentc el acto de la persona en la acción. Consla/acitín de la lmscelu!t.'llCÚt dellwnz/Jre respecto a su propia acti1·idad t.'nla vi1•mcia de la o¡wraliFid(/(1 La propi<i operatividad como relación entre la causa \'el decto nos conduce al orden objcti\'0 delen!t' 'de la existencia. pues es de naturale;.a existenl"ial. En nuestro caso, la opera ti\ idad L'~ tambi~n una ,·ivencia. De ahí proce(k la particular articulación empírica Je la opcratividaJ humana uniua con la actuaci(m. Esta operati\'idad, como se ha indicado anteriormente, po1 una parle introduce al hombre en esa forma de su dinamismo propio que es el actuar,~· por otra parte lo coloca por encima de él. En la estructura «el hombre actúa>> concurre simuliánewnenrc algo que se puede caracterizar como imnaw:1u.:ia del hombre en su propia actuación con algo que se puede caracterizar como su /rascendencia respecto a esa actuación. El momento de la operatividad, la \'ivencia de la operati,·idad pone en evidencia ante todo la trascendencia del hombre respecto a su propio actuar. Pero la trascendencia propia ele la vivencia «SO:'> agente del actuar>> ele alguna manera se trasvasa a la inmanencia de la vivencia del propio actuar: cuando «actúo», está todo mi vo en mi actuación, es decir, en esa dinami1.ación del propio «VO» que he causado de modo operativo. El <<\'O operativo» v el «Hl agente» no serían completos el uno sin el otro\' cada vez que actúan forman una síntesis dinámica v una unidad dinámica. Concretamente, la síntesis v la unidad de la persona con la acción. ANÁLISIS DE LA OPERATIVIDAD 123 No obstante, esa unidad ni reduce ni elimina las diferenl i;ts. En particular, la característica ele la estructura «el hombre actúa>> que la diferencia de modo fundamental de la estructura u( algo) sucede en el hombre>> es que el hombre en su actividad es dotramente el sujeto porque es el agente, mientras que, cuando algo sucede-en, no es el hombre, sino «algo>> lo que se presenta l'Oilto agente, v el hornbre es solamente un sujeto pasivo. Tiene la l'iwncia pasiva de su propio dinamismo. De acuerdo con la cxpetil·ncia, lo que sucede en él no se puede caracterizar como actividad, aunque sea siempre la actualización de una potencialidad propia. El término actus no está tan determinado fcnomenológil·;unente como «actividad>> o más aún como «acción>>. Este úl1i111o no se refiere a cualquier tipo de actualización o a cualquier lipo de dinamización del sujeto «hombre>>, sino solo a aquella en l;t que el hombre como «VO>> es activo; esto es, el hombre como «\'O>> tiene la \'ivencia de sí mismo como agente. Según el testimoltio de la experiencia integral, entonces v solo entonces el hombre realiza una acción. l'usihi/idad de difáci!Ciar la accilín de otros lipos de activació11 u Jlllrtir de la vivencia de la operatividad Siguiendo el espíritu de nuestro lenguaje, cualquier otro 1ipo de dinamización del hombre -esto es, cualquiera en el que d no sea actin) como «VO>> concreto~·, por tanto, no tenga la vi\·enria de su operatividad en cuanto «VO>>- podemos denominarlo actit·ació¡z. La activación existe cuando en el sujeto, en el hombre, lan solo sucede algo, \f este suceso proviene de un dinamismo inlnior al hombre mismo. Se genera desde el interior pero de un 1110do distinto a aquel del hombre que actúa, de lo que es su propia acción. El término «activación>> parece unir mu~· adecuadaIIIL'nle el momento de la pasividad con el momento de una cierta al'l ividad :-•. en cualquier caso, de la actualización. Aunque este il'rmino se utiliza en las ciencias naturales y no suele ser habitual 124 1-:AROL WOJTYLA en las ciencias del hombre, parece que ~in e muv bien para cxpli carla dikn·ncia experimental que L"\iste entre el hecho «el hon1 bre actúa>> v el hecho <dalg:o) sucelk en el hombre>>. En particuh11 expresa adecnadanwnle una contraposición referida a «acción .. (acciún-acti\.ación), conectándolo con el knguaje corriente, con las di!'crencias de significado contenidas en d mismo. Podría parecer que con lo dicho va se encuentra sulkieniL' menll' caracll'rizado el dinamismo propio dL·I hombre en una primera apro.\irnación. Una primera aproximación que se rdiere <J la dilerenciación npcrinwntal de ese dinamismo medianiL' los hechos de actuar v los de suceder-en que hav en el hombre. Es;¡ primera apn;.\imación experimental desn·la va en la L'Slruclura «el hombre acttta>> toda la peculiaridad de la relación ck la persona con la acciún. La observamos en el momento de la opcrati\idad, que es a la \l'Z el momento de la trascendencia de la persona respecto a la actividad. La unión de la persona L·on la acció11 se realiza precisamente gracias a ese monll'nto de trascendcnci;~ \'por L'llo debemos analizarlo aún de manera particular v m~1s profunda. «/,t¡ cn•ocitíll dt' sí 111isn10» 111ediantc la acción: los fÍuu!olllt'lllos del t'thos hu/llano Junto a la operati,·idad v a la lrascenckncia aparece un<t peculiar dependencia de la acti\·idad con respecto a la persona. El hombre no es solo agente de su actividad, sino que es también su auto/: A la esencia de la operatiYiclad pertenece el que nazca\ exista el efecto. En cambio, a la esencia de la creatividad pertenece la formación de la obra. En cierto sentido, la actividad l's también obra del hombre. Este carácter suyo lo atestigua de modo particular la moralidad como propiedad de la actividad, a la que continuamente hacemos mención en el presente estudio. Aunque la moralidad es esencialmente distinta de la actividad del hombre. a la vez está tan unida a ella que no existe realmente si 11 AN.ÁLISIS DE LA OPERATIVIDAD 125 arlividad humana. sin acciones. Su din·rsitbd esencial no dismi1111\e la conexión e-.;istencial entre la acti\'idad y la moralidad. li11a v otra se entrelawn estrechanwnte con la opcrati\'idad de In pcrsonn ~·. evidentemente. con In \'iwncia de la operati\'idad romo fenómeno. (En este punto parL'Cc que la fenomenología se Introduce decididamente en la metafísica, \'a la vez necesita de ¡•]la, porque lo~ lenómenos por sí solos bastan para sacar a la luz las cosas. pero no las c-.;plican sulicientemente ). Si el hombre confirma en su acti\·idad su \alor moral -en lo que se encierra un elemento de la peculiar creati\'idacl hulllana-, más toda\'Ía se conl'irma en ella d hecho de la lormación de los propios actos o acciones medianlt' el hombre-agente. El viejo problema aristotélico.¡: si las acciones son también cn:aciolll'S del hombre qut• actúa. o las !micas creaciones son los resultados externos del acto como. por ejemplo, d papel \'a escrito o el plan estratégico elaborado por el pensamiento- señala va de rnaucra suficiente que la acth·idad humana es a la vez crcati\'idad. llna creati\·idad cuya nwteria pri111a es el propio lz0111hrc. El hombre se conforma a sí mismo ante todo median té su actuación. En ];¡contraposición "hornbrL'-autor>> \'"hombre-materia prima>> en'R. lngankn escribe sobre esll' lema lo que· t si~llc: "h. como si c·l ,;u jeto se l'l'ara a sí mi~mu con ~u~ accioiiL'~. o por lo nwno~ se tran~formara; -.;j nn hil'icra 1''\li.i~ ¡H;~.:ionl'S, \lO :-,l't"Í<_I él dt..•IJlli'illlO modo como Sl' IÚnlla fina\tncl\tl' ror SUS ac- 1ionc·s en elu1rso de s11 1ida. Enlre los aulorc•s contemporáneos. l11e quiZ:1 R..'>11. Rilke quien ath-irtiú csl1> um 111;is 1·i¡ror. Después de é·llo hicieron Schde1; Heilkgger, lns l'\istenciali>las» (S¡"ir o illlli('lli<' .<II'ÚIW. l. 11. \\'arstall a 191>2, p. ~07. uola 2- Dl'r StrcituJII die /:ri.s/(']1: der \ti-/t. l. lli2, Tübingen 1%5. p. 299. nota \11). La leoria c'\PI'c•sad;l aqui de· b aulocreaciún rnedianlc' la an:itin permile han·rnos preguntas ¡n{ts generale-s sobre c·l llamado aulocreacionismo en la filoso· l1a del hombre. En un conle\lo m;\s preciso, eslahkn· la oe<1siún de reali1ar all'llllas preg11n1as comparati1·a' snhre los análisis realizado> p1H· A.-T T1 mienicb 1'11 obras como: Bennul lil,~auil'll~' ldealisni·Realis>JI Coutu11·ersr 1ri1h llu.ss~·rl 11>1· Nnr Contc".rtual Pha.st' oJI'hcui>llli'Jll>iogl', «Analcl'ta llusscTiiana», -l ( 1976) .'-ll--l18 (en e>pecial, la parle 1\': Jhe Collf/'.\lllllil'lwse u(Phmo/1/t'IIO!og\' aud /ts /'¡u~ml11. Crcatin'tr: Co"lll" illlll F.msJ; lnitial Sl'ollt1111citl' and tlw :\lodalitics <>/ llun1an u¡;·, «Analecta Hu,serliaml», S ( 1976) 15-37. 126 1\.AROL WOJTYLA contramos una de las formas o mús bien un aspecto de la contr;¡posición entre actividad v-pasividad, agere-pati, de la que nos hL·mos ocupado desde el principio. Se trata más de un nuevo aspecto quL' de una nueva forma. De hecho no se puede identifica! sin más v de modo definitivo al «hombre-autor» con el acto humano\' al «hombre-materia prima•• con lo que le sucede al sujeto humano. t\o obstante, el hecho L'S quL' la acciún constituve siempre un modo de dominio sobre la pasividad humana. El momento de la creati\'idad, que corre parejo con el momento de la al'li\'idad, con la v·iwncia de la actividad que constituw la estructura objetiva «el hombre actúa>>, cv·idencia mús aún el papd rector de la activ·idad respecto a la totalidad del dinamismo del hombre. La propia acti\'idad es algo dinámico; más aún, constitme la cumbre del dinamismo del hombre. Al mismo tiempo, se diferencia claramente del conjunto de ese dinamismo \'debemos seflalar claramente esa dilen:ncia cuando lo interpretamos. 3. Síntesis entre la operatividad y la subjetividad. El hombre como «suppositum» 1-<1 n'l'elachín de la coutmposición cutre opaati1·idad v subjf'til·idad en la dif(•renciu ellfre actuar r suceder-en El análisis del conjunto dinámico «el hombre actúa•• tieilL' que tomar en consideración en igual medida al "hombre•• v a la «actuaciún••, pues este conjunto se compone de esos dos elementos. Las preguntas que debemos plantearnos como continuación de las investigaciones realizadas hasta aquí son: ¿Quién es el hombre que actúa? ¿Quién es el hombre cuando actúa? Una afirmación que se uve en ocasiones v que se acepta en general como un axioma es que el hombre es sujeto ele su actiV"idad. Pero ¿qué 'ignifica sujeto? Continuando el curso del análisis desarrollado hasta ahora, :onviene advertir que en el conjunto de la experiencia del hom- ANA LISIS DE LA OPERATIVIDAD --------- 127 h1 e -con especial atcnci<in a su aspecto interno- se dibuja una dikrl'ncia, e incluso una contraposición entre subjetividad v opera1 i1 idad. El hombre tiene la vi1encia de sí como sujeto cuando sull'(k algo en él. En cambio. cuando 01 actúa tiene la 1i1encia de sí 111ismo como agente, como va se ha puesto de relie1·e anteriorlllt'llte. A esas 1i1encias ks corresponde una realidad e.\perimeni;d plena. La subjeTividad se manifiesta estructuralmente ligada ,·on el suct•dcr-en, mientras que la operaTividad estú ligada estrucluralmcnte con la acti\'idad del hombre. Cuando actúo, el propio «VO» es causa de la dinamización del sujeto. La posición del «_\O» l'S entonces dominante. mientras que la subjeti1·idad parece sc11alar algo opuesto: al «\'O» que se encuentra «sometido» al hecho de su dinamización. Es esto lo que pasa cuando algo sucede en el «VO>>. Así que la o¡wrati\'icbd 1 la suhjeti1idad parecen dividir el campo de las 1·in·ncias humanas en dos zonas irreductibles entre sí. Y parejas con las \'i1cncias \an las estructuras. La estructura .. ,.¡ hombre actúa>> v la estructura «(algo) sucede en el hombre» parecen di1idir al hombre como en dos mundos; a ellos regresaremos en los análisis suhsi~uicntes. A pesar de una diferenciación ,. contraposición tan patente -en particular en el aspecto interno de la e.\periencia-, no se puede negar que quien actúa es el mismo en el que a la \·ez sucede esto o aquello. \Jo podemos cuestionar la unidad v la identidad del «hombre>> basándonos en el actuar ven el suceder--en. No podemos negar ni su unidad ni su identidad fundamentándonos en la operatividad ven la subjetividad estructuralmente inscritas en el hombre, tanto en su actuar como en lo que sucede en él. El hombre es -como va hemos indicado anteriormente- una unidad dinámica Y, aún más, en los análisis que preceden lo hemos denominado sujeto dinámico. Aquí confirmamos esta definición. El actuar humano y la operatiúdad e.\perimental que lo constitu\·e, vomo también todo lo que en él sucede, se encuentran como si luvieran una raíz común. Esa raíz es precisamente el hombre como sujeto dinámico. Al decir «sujeto», indicarnos simultánea- 128 KAROI. WOJTYLA men!L' la subjeti,idad. Se trata dL· una subjeti\idad entendida en un sentido distinto a la que ckscubrimos en la ,·ivencia «(algol sucede en el hombre», cuando contraponemos esta vi,·encia (\ junto a ella, su estructura) a la acciún va la operati\"idad que Sl' contiene en C·l. En aquel contexto la subjeti\ idad v la operatividad son mutuamente irreducibles entre sí; en cambio, en este amba.., se dirigen hacia la suhjeti\idad, pues las dos se originan en elb como nos ensei'ia continuamente la experiencia. U «Sllppmitum» cmno sujeto . La subjcti\'idad del hombre común a las dos l'Structura ... . -actuar' suceder-L·n- en la filosofía culti\'ada siguiendo a Aristóteles\ a Tomús de Aquino L'ncontró su expresiún en el término «S11p-posilu111». Este término signil"ica etimológicamente algo que es colocado dd)ajo (su!I-JIOI/erl'). En ekcto, «debajo» de todas las acciones v «debajo>> de todo lo que sucedL· en él «estÚ•• el hombre. SUJIJIO.IÍIII117 se rdiL·n: tanto al propio ser sujl'lo como al sujeto como ente. El sujl'lo como ente se encuentra en los fundamentos de cada una de las estructuras dinúmicas, de nwlquier actuar\ de cualquier suceder-en, de cada operatividad v dt• cada subjl'li,·idad. Se trata de un ser real, ser-«hombre», que existe realmente\ que, en consecuencia, actúa realmente. Entre existir v actuar hm un e~trecho vínculo que con~tituvc el tema de llllO de los mús búsicos principios de la comprensión del hombre. El Filósofo lo expresó en la siguiente frase: «Opcrari sequilur esse>>, que podríarno~ expresar quizú del siguiente modo: algo Jebe primero cxist ir para que después pueda actua1: El esse -existencia- se encuentra en el origen de la acción v se encuentra también en el origen de todo aquello que pueda suceder en el hombre; se encuentra en el inicio de cualquier dinamisrno humano. El esse no es idéntico al supposilwn, es solamente su aspecto constitutivo. Pues, si «algo» no existiera, no sería tampoco origen v sujeto de todo su dinamismo propio, actuar\' suceder- ANA LISIS DE LA OPERATIVIDAD 129 Si no existiera un hombre, ni actuaría ni sucedería nada en él. Para tener en cuenta este aspecto fundarnental v constitutivo de l'ada ente, se dice en ocasiones que el suppositum es el ente en ,·uanto sujeto de la existencia v de la acción. La existencia, según );, entiende santo Tom<'ts. es el primer acto (actus) de cada ente, ¡·sto es, el primer v fundamental factor de su dinamización'. Todo 1'1 dinamismo, que consiste tanto en el actuar como en lo que sul'L'de en el sujl'lo dinúmico, SL' origina según aquel dinamismo: noperari scquitur esse>>. Por opemri se debe entender la totalidad del dinamismo generado. no exclusivamente el actuar. sino también todo aquello que sucede en el sujeto. t'll. U hombre como «supposillllll» En una primera v básica apnnimación el hombre-persona hay que identificarlo con el sup¡wsilunz. Es pL'rsona el hombre concreto. illi]i¡•idua suhsf(//1/ia, como dice en su primera parte la definición clúsica de Boecio('. Lo concreto es a la ve;. en cierto modo la unidad v la irrepetibilidad, es en cualquier caso la individuali7aciún. En el concepto de persona se incluve, sin embargo, algo más que en el de iudiriduum, persona es algo más que una naturaleza individualizada. La persona es siempre un individuo de naturaleza racional, como dice la definición completa de Boecio: «persona est rationalis naturae individua subslantia». A pesar de lodo. ni el concepto dl' naturaleza (racional) ni tampoco su individualización parece que proporcionen en plenitud lo específico a lo que responde el concepto de persona. Esa plenitud no consistL' solo en ser concreta, v además única e irrepetible. El lenguaje corriente dispone de un pronombre lapidario,. expresivo a la \·cz: la persona es un alguien. Este pronomi Cf1: J. DL f'l~~~lE. Op. cil. 'Cfr. BoHil'S, l.dll'r de ¡>e1so¡¡a el dualn1s ll<llltri' d 11/lll pcrsoll(l Chrisli. <'11 l'alrologia [.(1/i•w. t. LXI\'. cd. J. P. Mignc. Paris 1g6o. llB D: «Persona propric dicitur n~lurac rationalis indi1idua suhstantia». 130 1\.AROI.vVO.JTYLA hre es un estupendo resumen semántico, pue~ inmediatalllL'III<' suscita una comparación, en la que estún incluidas la semejan1.1 v la diferencia, con <<algo". Para identificar persona con su¡¡pmt 111111 L'S necesario tcnt'r en cuenta la diferencia que hav entre «al guien>) \«algo». La persona es un sup¡¡osillllll, pero muY din~rso de todos lo' que rodean al hombre en el mundo \isibk. Dicha diversidad, e~;1 proporción o más bien desproporción qut> estún indicadas por lo' pronombres <<alguien» v <<algo», alcanza las raíces mismas d,·l ente. que es el sujeto. Según santo Tomás, la actuali1.ación funda mental de este ser mediante la e\istencia (cssc!. v consiguiL·ntL· mente todo el ~inamisrno resultante que se manifiesta en el o¡Jt'IWI (actuar y suceder-en) muestran esta misma diversidad. esta mi:-,m;~ proporciún en la que se encuentra entretejida una desproporción La existencia v la acti\·idatl de la persona respontlen al principio mctalísico de la analogía (analogía del ser), va la vez se explican' distinguen gracias a ese principio. La persona, el hombre comll persona, es un su¡¡¡¡osil11111, L'S un sujeto que cxisk v actúa -pero con esta nota, que su existencia (es se j es personal, v no tan solo indiddual en el sentido de naturaleza individualizada. En continuiJad con esto también es personal el operari, que nos permite entender todo el dinamismo del hombre, tanto su actuar como su suceder-en. La persona se deja identificar como supposi1u111 si se aplica adecuadamente la analogía: esto es, el supposil11111 <<alguien» indica no solo scmejama, sino también diferencia v distancia respecto a cada supposi111111 <<algo>>. Di{cre11cia r síntesis e111re opcralil'idad v sujctil·idad La identificación del hombre-persona como supposit11111 permite que veamos en él como una síntC'sis de ambas vi\·encias, v de las correspondientes estructuras dinámicas que fueron subrayadas al comienzo del presente capítulo. Las estructuras <<el hombre actúa» v <<(algo) sucede en el hombre>> dividen el campo de la ANÁLISIS DE LA OPERATIVIDAD 131 - - - - ----------------------·-1'\lli.'l"icncia fenomenológica, en cambio se conjuntan y se unen en ··l¡·;~mpo metafísico. El hombre-persona establece su síntesis ..v d1·l inimos como suppositum al sujeto último de esa síntesis. El "'1'/JOsitum no se encuentra («yace») tan solo estáticamente dehu jo de todo el dinamismo del hombre-persona, sino que consti111\'l' la fuente dinámica de tal dinamismo. Dinamismo que pro11·dc del existir, del r:sse, y· arrastra consigo el dinamismo propio d1·l operari. La síntesis entre actuar~· suceder-en, que se realiza en el ámhilo del suppositum humano, es a la vez indirectamente la síntesis l'lllre la operatividad propia del actuar v la subjetividad propia de lodo aquello que sucedt• en el hombre. Esta síntesis se realiza de modo último en d suppositum,o sea, en el sujeto óntico. Por tanto, 1·l hombre no deja de ser sujeto de su acción aunque sea el agente d1· ella. Es juntamente agente ~' sujeto, ~· tiene la vivencia de ser ambas cosas, aunque la vivencia de la operatividad relega a un se~~undo plano la vivencia de la subjetividad. Pero cuando tan solo Mln~dc algo en el hombre, entonces se manifiesta únicamente la vin·ncia de la subjetividad; no se tiene vivencia de la operatividad ya que en ese caso d hombre como persona no es el agente. La diferencia entre ambas vivencias y estructuras no queda ¡•Jirninada por la síntesis entre la operatividad y la subjetividad mediante la que se reducen los dos elementos al suppositum. Naturalmente, esta diferencia debe volver de continuo en el curso posterior de nuestras retlexiones, pues sin ella no se puede comprender ni explicar plenamente el dinamismo específico del hombre. Manteniendo la analogía metafísica, el hombre en cuanto persona, en cuanto «alguien», se puede identificar con el supposi/um. El suppositwn es sujeto, es decü~ al mismo tiempo fuente y fundamento de estos dos modos diversos de dinamismo. En él se L'llraíza y tiene su origen en último término la totalidad del dinamismo de lo que sucede en el hombre, y también el conjunto del dinamismo de la actividad con la operatividad consciente que la constituye como tal. La unidad del suppositw11 humano no puede 132 KAROL WOJTYLA en ningún caso ocultar esa~ prolundas diferencias que constit11 ven la riqueza real del dinamismo del hombre. 4. Persona y naturaleza: desde la contraposición a la integración Sentido del prohlcn/(/ A la \el. que c.xamin{tbamos el tema dl'i.,llpposi/11111 henw, entrado decididamente en el anúlisis del sujl'lo ele la acción. Ütll' remos continuar aún con este anúlisis. para descubrir ck algú11 modo las raíct's mú~ profundas del dinamismo del hombre. \ L'll particular la opcrati\idad, porque L'lla L's la clave para compren der la relaci1·1n «PL'rsona-acción». El hombre como sujeto de Lt acción y la acción del sujl'to son dos componentes correlativos d,· nuestro estudio tales que tanto para conocer cada uno de ello' como para profundizar en su conocimiento nL'Cesitamos del otn 1. Podría parecer que la identificación de la persona con el sup¡lo.,ilwn -aplicando la analogía de proporcionalidad, como es l'\'i denll'- prejuzga \'a la importancia qm· pensamos otorgar a la na turakza en el anúlisis del sujeto de la acción. En cambio, !;1 persona v el supposillllll los hemos entendido no solo como sujc tos metafísicos de la existencia v del dinamismo del hombre, sin11 también como un cierto modo de síntesis fenomenológica d.: h operatividad ,v la subjetividad. Por lo tanto. l'l significado ck na turaleza debe comprender una cierta dualidad, que es lo que ju~ lamente pensamos ilustrar a continuación. Dejl11icióll del sujeto 1/iuzdwnento) de/(/ actiFidad llll'lli(/11/l' la nalumlc::.a El término «naturaleza>> prm·iene, como es conocido, del verbo latino 1wscor =naceJ~ de donde viene ¡zaflls = nacido, \ llii tums "el que \a a nacet: «f\.iaturaleza» significa literalmente todo aquello que va a nacer o también lo que se encuentra incluido e11 A~:\ LISIS DE LA OPERATIVIDAD 133 1·l hl•cho mismo del nacimiento como su rosible consecuencia. lk donde resulla que «innato>>\' «con~t'nilo» son adjctivos co1Tl'SJ10ndientes al adjcti\'o «natural>>. Como sustanlinl, «natura>> lil'lll' varios significados. Signilka, como t'S conocido, todo el 11nrndo natural, tanto el \'ivo como d inanimado, aunque en este 'l'gundo caso nos encontramos fuera del úmbito limitado por la 1'l imología. que habla del nacer~· esto le acaece tan solo a los ser!'~ vivos: una «naturak•za muerta•> es en cierto sentido una conlradicción. Adcmús de lo anterior, <<naturak•za>> tiene un signifi¡·;rdo más restringido cuando se le ai1ade el correspondienlt' ;rdjetivo atributi\'0. Así se habla d1' naturaleza humana. animal o Vl'getalc, incluso. nos referimos a la naturaleza de un hombre dell·rminado: «él va es de esa naturaleza>>. En todos esos usos pann· que el sustantivo «naturaleza» indica las rropiedades fundamentales de un dclerminado sujl'to, al que llamamos «esencia». l~n algunas circunstancias estos dos sustanti\'Os se usan de modo qu1· son rrácticamente inll'rcambiabks, como. por ejemplo, "l'sencia animal-naturaleza animah, aunqul' siempre rermanecl' 1111 cierto lliatus sig:nilkatim. Con «esencia>> nos referimos a algo distinto a lo que nos rdcrimos con «rmturalezan. NaturalL't.a no significa el sujdo concreto de existencia y acciún, no se identifica con el supposittmt. Puede ser tan solo un 'ujcto abstracto fi11 abstracto). Así, cuando hablamos de la natur;rlcza humana, nos referimos a algo 4ue existe realmente solo en 1111 hombre concreto como supposit11111, v no tiene existencia real lucra de él. No obstante, abstravcndo de algún modo la natura1\'l.a de cada hombre en la que ella es realnwnte, podemos concebirla como un t'nte abstracto que se encuentra relacionado con lodos los hombres. De esta l'orma la naturaleza humana indica directamente lo que es propio de todos los hombres precisamente por ser hombres, e indirectamente indica a quienes la poseen, es tl\'rir; significa a los hombres mismos. En este último caso, el siguilkado de naturaleza se aproxima mucho al de esencia, pues se rL·Iiere a lo que es rropio del hombre en cuanto hombre, a lo que 134 1\.AROL WOJTYLA es esencialmente humano v por lo que el hombre es hombre .v no t'sta o aquella cosa. La deterlllinucir)¡¡ del111odo de actuar a purtir de la Jlatumle::.a El significado de «naturak·!.a>>, de acuerdo con sul'limología, aka111a a otro campo más. En electo, no solo alcanza el ámbito del s11jl'lo que actúa, corno va se ha ilustrado anll'riormentc, sino también al ámbito del modo de acción que SL' abre ante ella. Dejaremos para más adelante el problema del específico modo dt· actuar propio de la naturaleza en sí, para detenernos tan solo en la orientación (le la naturaleza hacia la acci<'m o, con mavor amplitud, hacia el dinamismo. Lo indica va de alguna manera el mismo significado literal del participio natura "" aquello que \'a a nacer, lo que se contiene en el hecho mismo del nacimiento como consecuencia posible. El hecho del nacimiento es t'n sí mismo algo din{lmico, ves tambit;n el comienzo del dinamismo propio del sujeto que nace. Nacer es tanto como conwnzar a existir, lo que comporta de modo primero v fundamental la dinamización mediante el esse, mediante la e.xistencia, de la que ser<'íuna consecuencia todo el dinamismo cleri\·ado del opernri. Así pues. cuando se trata del hombre. la totalidad de la síntesis entre actuar v suceder-en es una consecuencia del nacimiento que estamos analizando desde el comienzo del presente capítulo. ¿Se encuentra la naturaleza en la base de toda esta síntesis? En este caso, se identificaría con el supposi/11111 «hombre>> o estaría estrechamente integrada con él. O, ¿más bien la naturaleza se refiere tan solo a una parte concreta del dinamismo del hombre, a una forma concreta de actualización? En esil' caso, solo se le podría atribuir v deducir ele ella algunos tipos de actividad. !.os jimdwnentos de la COI/lraposición natumle:.a-persona Podría parecer que la reducción f'enolllenológica conduce a comprensión de la naturaleza. Entiendo por reducción fenotal A\lÁLISIS DE LA OPERATIVIDAD 135 llll'nológica una operación que conduce a la manifestación mas pkna v esencial a la n:·z de un contenido dado. Si se entiende al ltombre como una totaliJad dinámica específica, se ruede consitkrar justamente que cuando su «naturaleza, se manifiesta de tnodo más pleno .v L'scncial no es cuando el hombre «actúa», sino ¡·¡¡ando «(algo) sucede en el hombre>>, no el momento Je la aL·¡·iún, sino el de la al'li\aciún (como k hemos llamado anteriorlllente), no el momento de la operatividad, sino el de la subjetividad. ¿Por qué! Pue>. porque pertenl'LT al concepto de naturaleza ese dinamismo que es consecuencia directa \' exclusiva del nacimiento, un dinamismo que L'S exclusivamenll' innato o congéllito, exclusi\amente inmanente a un determinado sujeto de acriún, predeterminado de alguna manera por sus propiedade~. La 11aturaleza indica cuáles el dinamismo dd sujl'lo, concretamente indica cuúks son las acti\idades que se enCUL'ntran totalmenk incluidas l'n la capacidad din{tmica de un determinado sujeto. Se trata de una actividad algo así como suministrada de antemano al sujeto, o sea, de alguna manera preparada cornplL'tamente en su estructura dinámica subjetiva. Tal actividad no requiere una operatividad en el mismo sentido en que aparece en cada acción, L'n la estructura «el hombre actúa»; es decir, en forma de una cierta superioridad o trascendencia del sujeto que actúa, del «\'O» que actúa, en relación con el propio sujeto dinamizado. En este plankamiento, la naturaleza no aparece como el lundamento de todo el dinamismo propio del hombre, sino como un momento estrictamente determinado de ese dinamismo. La naturaleza se manifiesta exclusivamente en la activación del sujdo «hombre»; las acciones, en cambio, muestran que d hombre L'S persona. Las acciones contienen la operatividad, v esta maniliesta al «VO>> concreto como causa de la acti\'idad consciente dl" sí misma. Y l"Sto es precisamente una persona. La persona así mncebida se diferencia de la naturaleza e, incluso, se opone a L'lla de alguna manera. Esta diferenciación v contraposición se sigue, como hemos risto, de la primera diferenciación experiml"n- 1.36 h:;\ROL \VOJTYlA tal, es decir, de la diferenciación v· contraposici(m entre las 1in·n cías v las estructuras «L'I hombre actúa»\' «(alg.n) ~uccde en t·l hombre». Una tal di\'isiún de \'iyencias \estructuras di1·itk <11 hombre como t'n dos mundos: el mundo de la persona 1 L"l mundo de la naturale1.a. Puede sucetk·r, por tanto, que al nponc1 algunos momt•ntos dt• la e:;pcriencia no Cilpternos ni admit<llllO~ en el hombre el paso de la natur;dt'/.a a la persona ni captt'nlos s11 integral'Í<Ín. Nott·mos que. t'n ese caso. persona 1 naturaleza imlicarían ca.'-ii nclusi1·amente un dt'lerminado modo de actuar (11/odus), v por tanto un determinado modo ckl dinamismo específico del homhrL', ven cambio casi no denotaría al .'-iujeto dL' ese dinamismo v de esa acci<'m. t'n la prúctica no designaría en absoluto ;1 ese sujl'lo. F:lelllentos <1 fÚ\'Or dr: la integracirín de la llilfllrale;.il en la /h'lsnna DL'Irás de esto se esconde un cierto desplaJ.amit•nto de aspectos de la c\periencia mús allá de su e.xprcsir"lll integral. La e:-.periencia integral, que es a la \L'I. una visión simple v búsil'<t del hombre. tanto en el úmbito precien tífico y no-cien! ífico como en el terreno de la ciencia 1 sobre todo de la filosofía, muestra la 11nidad " 1<1 identidad del sujeto «hombre>>. Parejo con lo anterior corre la sínlt'sis entre actuar v sucedci~l'n, que tiene lugar en L'l hombre, síntesi~ de acción v acti1·acit'm, síntesis de opcrati1·idad v suhjetil'idad en L'l uno v llnico su¡¡¡¡ositu/11. Junto a ello desaparece el Fundamento ck la contraposiciún de persona v naturaleza en el hombre,\ se impone la necesidad de su integración. Desde los elementos o aspet· tos de la e\periencia debemos pasar a la totalidad, v desde los ekmento~ o aspectos del hombre como sujeto de la e\perienci<t debemos pasar a una concepción integral del hombre. (En d tran~­ curso del conocimiento real tal paso v tal dirección no aparecen. pues ahí los elementos v los aspectos siempre se encuentran inscritos ante todo en el todo que se conoce. Pese a ello, aquí consideramos este paso vesta dirección con el deseo ele profundizar en el co- 137 ANA LISIS DEL\ OPFRATIVIDAD nocimiL·nto. Queremos también mostrar qut• la lcnomenolog:ía \ la metafísica profundizan en el mismo sujeto\ que la reducción lcnomenológica \' la mctafísit·a no se e\clmen entre sí). 5. La naturaleza como fundamento de la cohesión dinámica de la persona IJJ operatil'idnd de la fh'ISOIItl \'la ca/lstdidad de In 1111/llmle:.a ¿C<imu st' rt•aliza la integración de la naturaleza t'll la persona? Y;t SL' ha indicado L'll los ;tnúlisis anll'riorcs la relación que existe t'nlre el dinamismo interior dd hombre que eslú inleriormente di1ersificado \'el Sli!IJYOsilulll. En clll'rreno del sup¡}()si111111 la diferencia v la contraposición entre acluar \' suceder-t•n, entre la optTatil idad específica de la acti1 idad 1 la subjetividad propia del sucedLT-en. que apan:ce en el hombre, de alguna manera relroceden ante la el idente unidad e identitbd del hombre. Es él quien actúa. Y aunque, cuando algo sucede en él, él -su «quien» personal- no actLÜI, sin embargo todo ese dinamismo de «activación>> es tan propiedad su\a como el dinamismo ele las acciones. Él -su «quit'11>> personal- se encuentra en el comienzo de las acti1·acioncs que suceden en él, de manera parecida a como t'stán en el comiemo de las acciones de las que es su aut01: La experiencia del hombre culmina de algún modo en la cxpclicncia del propio <<\O>>. El «_\'O>> es autor de las acciones. Cuando l'l hombre actúa, el «\'O>> tiene la l'il'encia de que opera en ese acto. l~n cambio, si algo sucede en el hombre, el «\'O>> no tiene la l'ivcncia de que aclúc v no es el autor, pero tiene la l'ivencia interna ele la identidad de aquello que sucede en él consigo mismo, \ a la vez la exclusil'a dependencia de sí mismo de aquello que sucede. Aquello que acontece bajo la forma dL· los diversos modos de «activación>> es propiedad de mi «VO», más aún proviene de él como ele un único v adecuado fundamento v causa, a pesar de que el «\'O>> no tenga en ~·sic caso la l'ivcncia de su causalidad. de su implicación operatinl, 138 h:AROL WO.ITYLA como suce(k en las aL-cionL'S. Si pese a todo alguien intenl~lra atribuir esos lwchos que acontecen en 01. cs;ts acti\·acioncs, a ott·a causa e\IL'rim ;tl propio «\'O», sin duda se L'ncontraría con la oposiciún de la c\¡wriencia. La L'\l)l'ricncia dl'i hombre en L'Sk punto cul minante que es la C\]Wriencia del propio «YO••, nos exige que mantengJmos con decbi<.>ll que todo aqul'ilo que sucede en el hombn· pcrlL'lll'Cl' al propio <<\'O» como sujl'lo dinúmico. En esta pnll'ncncia se incluw también una dependencia causal que, aunque sea distinta en las adi,·aciones que en las acciones. es t'.\perinKnlal v real. Si alguien pusiera en duda esa pertcnencia v también la dependencia causaL SL' encontraría en estricta colisiún con la C\periencia del propio «\'O», de su unidad (k »U identidad dinámica no solo respedo a todo aquc·llo que hace el hombre. sino tambit:·n respedo a todo lo que sucede en él. De esta manera nos encontrarnos va en la línea de la inll'graciún, incluso aunqUL' mantengamos la distinciún húsica entre naturaleza v persona. Aunque la naturaleza se idcntil"ique solo con el momento de las activaciones en contraposición con el momento de las acciones, que es el que manil"il'sta a la persona en el hombre. en cualquier caso aquel primer monwnto no se encuentra más ;ti]{¡ de la unidad v de la identidad del propio «VO». La experiencia de la unidad v de la identidad del propio «YO» es objetivamenlL' anterior y mú~ básica que la distinción e\perirnentalentre actuar v sucederen, entre operatividad v no-operati,·iclad del «VO». La expcriencb de la unidad\ de la identidad impregna aquella otra experiencia \ establece así la base e\perimental para la integración de la natmaleza en la persona, en el suppositwn. En este enfoque, la naturaleza no deja de manil"estar otra forma de dinamismo procedente de ella distinto del que procede de la persona. La integración no dcstruve las diferencias entre los modos de dinamizarse el supposi111111, elimina tan solo la posibilidad de concebir la persona ~·la naturaleza como dos sujetos que actúan independientemente. As1 pues, según este enfoque, la naturaleza se integra en un único suppositunl «hombre», que es una persona, sin embargo manifiesta ANÁLISIS DE LA OPERATIVIDAD 139 otro modo de causar de ese su¡¡positwn. ¿Se trata de un modo de causar que no es personal? Un modo de causar personal se encuentra en la vi\·encia de la operati\·idad del «\'O" concreto cuando v solo cuando «el hombre actúa»; en cambio, cuando cualquier rosa «sucede l'll l'l hombre», entonces falta la vivencia de la operaJividad .v. con ella, el modo de causar propio de la persona. [\;o obslante, la causa de este modo de dinamizar el sujeto «VO» no lo podemos buscar fuera de él. sino en él. Esa causa sería precisamente la naturaleza. La naturaleza integrada en la unidad del suppositwn «hombre» indicaría otro fundamento causal de este sujelo que es dislinto del de la persona. En este enfoque continuamos en lo posible la distinción fenomenolúgica entre naturaleza v persona. Primacía dell'xistir so/m: el ohrar La mluccirín lllclafi'sica, en cambio, tiL•nde a la plena integración de la naturaleza en la persona. En esta situación no considera la «JJaluraleza>> como un momento específico de dinamiJ.ación del sujeto; en cambio considera la naturaleza como el principio específico del sujeto agente, en nuestro caso el sujeto «hombre>>. En el enfoque ml'tafísico la naturaleza es algo así como lo mismo que la esencia, así que en el hombre la naturaleza es tanto como toda la «humanidad>>, pero no la «humanidad>> eslútica. sino dinámica: la humanidad en cuanto principio ele todo l'l dinamismo propio del hombre. Aparece en este punto la diferencia fundamental en relación al modo precedente de entender la naturaleza, que es más bien fenomenológico. En sentido metafísico la naturaleza equivale a la esencia de cualquier ente considerada como principio real de todo el dinamismo de ese ente. La primera .\' elementallorma de entender la relaciún que t'\iste entre el acto v el agente se expresa en la sentencia ~·a citada «operari sequitur esse>>. Penetremos más profundamente en el contenido de esta e;.;presión. Pone de manifiesto ante todo un 140 KAROI. WOJTYLA ------ ------------ contenido exisll'nci~d. al alirmar que para acluar antes ha\ qul' existÍ!: E\ presa tambiL;n que L'l al'loen cuanto tal L'S distinto de l<t existencia en cuanto tal, no se identilica con ella ni constitu\l· solo una continuaciún homogénea sma, algo así como su prolongaci(m. Las dos totalidades: «el hombre existe» \ «L'I hombre actúa>> se diferencian entre sí realnll'nte, aunque sea el mismo hombre quien exista\ quien actúe. Cuando el hombre actúa. su acto también existe de algún modo. La exisll'ncia del acto depende de la c·xistencia del hombre; precisanwnte aquí SL' escondL' el clc·mento básico de la causalidad Y de la causaciún. La existencia del acto cstú coordinada v, a la \'L'Z, subordinada a la e\istencia del hombre de man¡;;ra accidental, como uccidi!IIS. Sin embargo, nuestra proposici{m b{tsica «operari scquitur eSSL'» no solo nos permite captar v delinir esas relaciones ckl orden de la existencia. Nos permite también percibir v establecer l;t conL'\iún que surge entre el al'lo \ el sujl'lo agente -que l'll JliiL'stro caso es sujeto «hombre»- en el orden de la L'SL'Jll'ia. Esto lo e\presa sohrL' todo la pai<Jhra sn¡ui!ur. Esta palabra indica que entre el acto\ el agl·ntL' hay una colwsiún cspecific<1. Cohesiún que no puede ser captada v expresada si no L'S mediante la naturaleza La naturaleza no es otra cosa que el fundamento de la cohesión esencial que hav entre quien adúa (o también lo que actúa, si vl agente no es un hombre) v su acto. O rnús amplia :v prL'L'isanJenlL': la naturaleza es L'l fundamento de la cohesión esencial entre el sujeto dd dinamismo v todo el dinamismo dL·I sujl'lo. El adjetim «todo» es aquí importante porque mediante él se elimina ddiniti\·arnente entender la naturaleza como un cierto momento va la vez solo corno un modo (nwdusl de dinami7.ación del sujeto. l.a exis'!l!ncia personul en/a busc di! la cohesirín dinrÍinica del holllbre Esa cohesión es un hecho experimental. En lo que respecta al hombre como sujeto de un dinamismo, la cohesión abarca ANA LISIS DE LA OPERATIVIDAD 141 lanlo su acti\idad como lo que sucede en él. tanto cada una de sus acciones como cada una de sus activaciones. En esta cohesiún se encuentran tanto la operalividad de la que se tiene vivenl·ia por parte del «VO>> concrl'lo en la acción, como también la subjetividad de ese «\O>> en los casos de acti\·ación L'n los que lalta la vivencia de la operatividad. La cohesión aparece siemprt• v L'll todas partes, cuando cualquier tipo de operari resulta (sequitur) de un ess(' humano. El fundamento de esa cohesión es la naluraleza humana, es tkcir, b humanidad que empapa todo d dinamismo del hombre\ conforma dinümicamente cse dinamismo t·omo humano. La e\periencia de la cohesión del hombre en todo su dinalnismo, tanto en su actuar como en lo que sucede en él, que hav en el hombre, nos permite l.'ntender en qué consiste la inll'gración de la naturakza L'll la persona. Ella no puede consistir solalllente en la individuación de la naturaleza mediante la persona, como alguno podría imaginar ateniéndosL' estrictamente a las palabras de la definición boeciana «f1L'rsona est rationalis naturae individua substantia». La persona no es solo «humanidad individualizada>>. Es también el específico (entre los seres del mundo visible) modo de ser indi\·idual de la humanidad. Ese modo de .'\lT procede de 4ue d modo de ser individual propio de la humanidad es la e.xistencia personal. La primera y fundamental dinamización de cualquier ente procede de la e\istencia, del esse. La dinamización a partir del esse personal debe enraizarse en la integración de la humanidad por parte de la persona. En rualquier caso. para aceptar la cohesión e\perimental de todo el uJ!erari humano con el esse, no ha\ ninguna dificultad en admitir d fundamento tomista de esta cohesión. La naturaleza humana l'S el fundamento pn),imo de la cohesión entre el sujeto «hombre>> -sea cual sea su modo de dinamización interno- v cualquier forma de dinamización de ese sujeto. Evidentemente. la naturall'/.a realmente se encuentra inscrita en el sujeto como fundalllento de esa cohesión dinámica. Pero solo es persona el sujeto, 142 10\ROL WOJTYLA -~~- ----------- pues es d que posee t'Xistcncia (esse) personal. St>gtm esto, cualquier modo de dinamización de este sujeto, cualquier opr::rnri _, <~ sea actuar o suceder-en, es decir, activación- en cuanto que esl<l realmente ligada con la humanidad, con la naturaleza, es realmente personal. La integración de la naturaleza humana, de la humanidad, en la persona .v mediante la persona arrastra consig" la integración de todo el dinamismo propio del hombre en la per sona humana 7. Existc11cia real de la IW!Ura/r::;.a hiiii/Wia e11 el ho111hre A la vcz esa integración solo es posible en el hombre, Y prc cisamcntc en virtud de su naturall'za, de su humanidad. La humanidad, la naturaleza humana, posee las propiedades que posi:Si :Kl')ll~iramo-, la idea de la filo">lía lradic·ional de q11e la nalurak·t.a "' cllundamcnlo de la cohesic'm de la pl'l''<>lla re-,ulta dificil no percibir la «par;¡ doja de la libertad v la naturaleza,, de la que: Ril'oc:ur L'>cribc:: «Derrit'l'l' L'L'' struclurc:s t''l le parado\l' qui culmine: commc paradmc dl' la libertl' el tic la n;, llll'l'. Le parado.\c' esl, au nirc:au lnt'lnl' de: l'existcncc•. k ¡!J!(e du dualisnlt' au ni· 1·c·au de l'objcctil·ik. 11 n\ a pas de procedé logiquc· par k·quclla naturc procé·dc· de la liberk (i'imolontaire du volonlaire). uu la liberk de b nalure. lln\ a pas de srsl<'llll' de• la naturc d tk la libc•rte. M~1is commc·nt le paradoxe nc scrait-il ruincux, commenl la liberté ne se rait-clk pa' annuléc par son cxce-, ml'me, si elle ne réussissait pa' ;, récupéTn ses liaisons avcc·une situation e11 qudqu..: sorte nourriciere'! lne ontologie para doxall' n'esl possible que secri.·temenl réconciliL'e. l.a jointure dt' l'etrc cs1 apei\'lll' dans une intuition a1<:uglé·e quise réfl,\·hit e11 paradoxes; elle n'e.-,t ia· mais ce· queje n:garde, mais cela il partir de quoi s'articuknt lt:s grands contras tes de la liberté el de la naturc» (P. RtCOELIR, uf!. cil., p. 22). La integración de la naturaleza humana en la persona,. mediante la pcr· so na '-C enraíza en e"1 onrolugif ¡>arado.ralc de la que Ricoeur escribe: «[el k l n'cst pas possiblc que sec.:rétenwnt réconc.:iliét'» prrcisamcnte teniendo en cuenta d demento de la mluntad que es esencial·' ronstitutii'O de la acción. Y la acciúu re1·cla de manera especial a la persona. En la discusión publicada en «Analecla Cracmknsia», d problema de· 1~1 relaciún entre la persona ' la naturaleza en Persmw _,. acci!Íil c·s objeto de un L's ludio critico de J. Kalinowski. ANÁLISIS DE LA OPERATI\'lOAD 143 hililan que el hombre concreto sea persona: exista v actúe como pl·rsona. Más aún, no le permiten existin· actuar de otra manera. Dejamos para más adelante una descripción más detallada de l'sas propiedades, limitándonos por el momento a indicarlas de 111anera genérica. Sin embargo, va se ve suficientemente que la integración de la naturaleza mediante la persona en el hombre 110 solo presupone esta naturale1.a, la humanidad, sino que también obtiene de ella su constituciún reaL Por eso mismo ninguna olra naturaleza exisle realmente (esto es. individualmente) como persona, esto es espL'cífico de la humanidad. La persona como suppositu1n -v a la vez síntesis viva y en vontinuo desarrollo del dinamismo específicamente humano. -.íntesis de acciones v de acti\"<ll'iones v, con ellas, síntesis de operalividad v de subjetividad ha quedado enriquecida en el último análisis mediante la introducción en ella de ese elemento que es la naturaleza, la humanidad. Con esto se confirma el carácter «humano>> de la entera concepción ele la relación «persona-acci<'m». El que en la persona el actuar v el suceder-en sean humallos procede de la naturaleza, de la humanidad. Si la persona es humana ella misma, también lo son sus actos. La operali\'idad l'specífica «VO» humano en acción, que nos desvela la trascendenria de la persona, no separa la naturaleza de la persona. Unicalllente apunla una propiedad específica de esa naturaleza, seiiala vuáles son las fuerzas que constituven la existencia \' la acción del hombre en el nivel personal. 6. Potencialidad y consciencia l.a relación de la 11aturale;,a coula persona desde la perspectivo d<' la potencialidad del humhre La integración ele la naturaleza en la persona realizada mediante la reducción metafísica pone de manifiesto la unidad v la identidad del hombre como un ser que es sujeto, como supposi- 144 --- KAROL WUJTYLA ----·· - - - La integración de la hurnanidad mediante la persona, que L'~ simultúneamentc integraciún de la persona llll'Jiantc la humanidaJ, no anula, en cambio, la diferencia entre persona,. naturaleza que se dibuja en el conjunto de la experiencia del hombre,' que aparece particularmente en su aspecto interior. El hecho tk la unidad y de la identidad del hombre como sujt'lo de la totalidad de su dinamismo específico no elimina el hecho de la dik rencia t.JUl' hav entre lo que el hombre hace\ aqudlo que simpkmcnk suct:de en él. entre la acciún v las dirersas activaciones. La inlt'graciún de la naturaleza en la persona no elimina tampoco ni oculta l'l qliL' nosotros conozcamos la personalidad de un hombrt· gracias a sus <;cciones, o sea, a su acti\idad consciente, \'cual quier otra cosa estú contenida en la persona en base a la identidad Y la unidad del sujl'lu, precisamente de ese sujeto que actúa conscientenwnte v que realiza acciones. Entendemos aquí p01 «personalidad>> única v exclusivamente el hecho de que el hombre es persona. El hecho de que l'l hombre sea persona se cks· vela, es decir se muestra, en la actiYidad conscit:ntc, lo que \a hemos analizado en el precedente capítulo. Gracias a la consciencia, y en particular a su funciún reflexiva, el hombre -el ente qut· es sujeto (suppositzun)-tiene la vivencia de sí mismo como sujeto ,. de esta manera existe en plenitud como sujeto. La diferencia entre la persona v la naturaleza en el ámbito del mismo supposirunz es incuestionable incluso cuando tomamos en consideración la integración metafísica: si no existiera esa diferencia, no habría posibilidad de integración. La humanidad es algo distinto dl' la «personalidad>> (=hecho de ser per· sona). En el presente estudio, en el que in!t'ntamos comprender con la mavor profundidad posibk la estructura «el hombre actúa>>, la naturaleza como humanidad solo puede constituir un fundamento posterior de análisis, en cierto modo como su trasfondo. En primer plano aparece la naturaleza como fundamento de la causalidad del suppositum humano, a ella le sigue una cierta forma de dinamización de ese suppositum. En otras pala- flllll. A:-\ALISIS DE LA OPERATIVIDAD 145 hras, nos inleresa la naluralu.a x la relación de la naturaleza con la persona en consideración a la potencialidad del sujeto "hombre». Se puede decir que todo el análisis realizado hasta ahora es indirectamente un amílisis de su potencialidad. /.a potencialidad conduce lwcia la /Íielzle (/111' dinami~a al sujeto Adrertimos la potencialidad del sujeto "hombre>>, cuando ;1dvertimos su dinamismo. Los dos aspectos dt' su dinamismo. l;¡nto la acti1·itlad del hombre, o sea, la accic'm, como todo aquello que sucede en el hombre. v que hemos llamado actiraci6n. procedt·n de su interior, ticnt·n su origen en el sujeto, que por este molivo es calificado adccuadanwnte como dinámico. La dinamicidad del sujl'lo se deri1·a de su potencialidad. v consiste en que dispone de al¡!unas fuerzas que se cncuenlran en su interior. Llegados a este punto conviene ante todo precisar el significado de los términos. El t~rmino «dinamismo» tiene raíces griegas: dúwlllis significa «fuerza•• o «potencia>>. El t0rmino «potencialidad•• tiene raíces latinas: potentia signil'ica «potencia» o «facultad>>. Es evidente que semúnticamente los dos términos son l1lU\ pr<'>xilnos entre sí, prúcticamente idénticos. A pesar de ello, se emplean L'll la presente imestig:ación con una clara diferencia. «Dinalllismo••. como se puede comprobar, indica ante todo la dinami~:ación actual del sujeto «hombre••. que procede de su interior v asume la forma de actuar o la de sucedeH'n. En cambio, «potenL·ialidad>> hace refnencia a la misma fuente de la actual dinamil.ación del sujl'to: fuente que se encuentra ínsita en el interior del sujeto, algo que late establemente en él ,. se manifiesta en una u otra forma de dinamización. La concepción tradicional del homhn·. que proviene de las premisas metafísicas, llama facultad ( potelllia) a esa fuente. Facultad es algo así como el centro de 1111a fuerza, centro que la posee v que dispone de ella. Captamos la potencialidad del sujeto «hombre>> junto a su di11amismo. Lo captamos, pues, en principio experimentalmente. 146 KAROL WO.ITYI.A En la e\periem:ia de cualquiera de las formas de dinamismo del hombre, actuar o suceder-L'n, se encierra también una potencia Ji dad como fundamento y fuente de esa dinarni;.ación actual. Si11 embargo, este fundanwnto no se pone de manifiesto en la e\pL' riencia del mismo modo que la dinami;.ación del sujeto, como~~~ forma actual. Para comprender ese fundamento, o sea, la fucnll' dinúmica de una u otra forma de dinamizaciún actual, nos apo vamos en un razonamiento. Ra1.onamiento que se realiza l'll estricta uniún con el objeto integral de la e:xperiencia, no sep;t rúndose de ella sino al contrario introduciéndose más profund;t mente en la _comprensión misma del dinamismo bajo cualquiL'I ;1 de sus formas. Cuando el hombre actúa, cuando sucede en ,.¡ cualquier cosa, entonces el dato experimentales ante todo es;1 forma concrcla de dinamización del sujeto <<hombre»: en cam bio. su fundamento\' su fuente son datos indirectos v derivados La nperil'ncia dcmucstr<l con claridad que ese modo de din;¡ mismo procede del interior. Pero. si muestra que proceden del in terior. entonces indica también de qué parte del intL'rior del s11 jeto proviene: no C\clusivamente del sujeto (supposillun) en '" conjunto, sino de la rucnte dinúmica particular e inmediata tk esta o aquella dinamización del sujeto. Si no e:xisticran esl;l'· fuentes inmediatas Y a la vez diferenciadas, sería difícil capL11 por qué el sujeto se dinami:1.a de modos tan diferentes. La acción.\' la acfi\'(/ción lie111:11 /ÍIIlda/1/elllos din:rsos en la potcncialúlcul En la dinamización del sujeto, la diferencia mús llama! i1 ;¡ es la que c:xiste entre «el hombre actúa» .v «(algo) sucede en vi hombre». Más allá de este diferente modo de dinamización tkl hombre debe encontrarse el que la potencialidad del suppositu"' «hombre» sea diferenciada. El único v principal objetivo del pn· sen te estudio es captar lo específico de la estructura «el homh1 •· actúa>>. Para realizar esta tarea procederemos gradualmcnil' Ai'IÁI.ISIS DE LA OPERATIVIDAD ----- 147 .tn;tlil.ando el contenido peculiar de cada estructura. La estruclttra «(algo) sucede en el hombre» scf1ala a un fundamento dislinlo en la potencialidad del sujcto «hombre» de la estructura «el ltombre actúa». Expresando la cosa en categorías de la tradicion;tl (metafísica) filosofía del hombre: puesto que hav una dikren' ia tan evidente en el propio dinamismo, debe existir una diferen' ia de potencialidad correspondienk' a esto, o sea, que deben ser lavultades (potenria) dinTsas las que se encuentren en la raíz del aduar y del suceder-en, de la acción v de la activación. La antropología filosófica tradicional (psicología filosófica) se ha ocupado de esto ampliamente". En cambio, en el presente estudio, en "1 que nos proponemos fijarnos en la persona en el conjunto de ~~~dinámica específica, no recorreremos el camino tradicional de di~tinguir las facultades en el hombre. No seguimos este camino l'lleste lugar por ser va bien conocida v haberse profundizado su1ivicntemente en ella. En cambio, seguircnws la intuición fimda1//l'lllal de la prrscnw, tal como ella se manifiesta en la acción ~' tnl'diante la acciún. Así pues, después de analizar este dinalllismo, que nos manifiesta todo lo que es específico de la operatividad del <'-\'O» personal en cada acción, procuraremos retomar el anúlisis de la consciencia que hemos realizado anteriormente con la finalidad de describir más de cerca la relación que hav en el hombre entre la consciencia v la potencialidad. 'Como d wncepto t.k ac/11.' 1·. t'll <'sll·ec·ha unión con él. tarnbi~n el con' rpto de potencia perlenccc J ht hcTencia filosúfic-a de Aristúteks. Sohrt• la hase ,¡,. <'stos conceptos se realizú tarn bién una sistcmatitación de las facultades de l:os que dispone el hombt·e (cfr. ARtSlÚfELFS, De Ani11111 lll, 8. -132 1 111 9, 4.'\2b. ·ll la; TO\IAS DF Aüli~O. S//11111111 'fhcologiae l. qq. 77-83 l. En el presente estudio .J,·talllos de lado esta sistematización, pues parece que para poner e1t ,., idcncia 1. ''" umsecucncia, comprenJer- la realidad de la persona, ck su trascendencia ''"la acciún, y también de su in!l'graciúu tiene una imporlancia fundamental '"tucllo que es un dato primario. esto es, la diferencia entre la experiencia «el """'lm· actúa» v la npericncia "lalgo) sucede en d hombre». 148 KAROL \VOJTYI.A Rclaci<jn entrr la mnsciencia r la ¡}(}fl'llcialidad ¡¡sico-L'IIWlil'G Elegiremos l'<lll esta linalidad do~ 1ariedades claralllL'Ilk di\'er:-.a;, tan!o lkl dinamismo como de la polcncialidad. Esu•. dos \'ariedades !ambién podrían ser lkscritas como dos estrato•. estructura\c;. lkl sujl'lo dinúmico <dlOmbrL'». Se trata a la W/. d" dos estratos de la subjeti1 idad de cada «\O» conLTcto; subjl'lil 1 dad en n1anto que el «\'O» en ellas SL'L'Xpcrimenta a sí mismo ú11i e<tmcntc como .~ujL'lo, Y no como <t¡!Cnk, como sí sucetk L'n L1·· ~tccioncs conscÍL'niL'S. Uno de estos estratos dd dinamismo\' de J., potL'IKialidad del hombrl' es el som:ltico-vcgcl<HÍI'O, el o!ro es,.¡ psico-emot i1o. Contiene alh'crtir que sÍ¡!UL' siendo objdo de estudio la COIIl' xiún entre el dinamismo v la pokncialidad tal v como aparece en 1;, expcril'ncia del hombre, teniendo particularmente en ctwnta l'l ~ts pedo de su interioridad. Plll'S bien, en d hombre el dinamismo,,. gélalivo e, indirectaml·nll', la potencialidad I'Cgl'latil·a se dil'erL'II cían del dinamismo emotivo Y de la potencialidad emot i1 ;,_ precisamente en esk aspecto por su diferente relación con la cons ciL'IKia. Se trata de la consciencia que rclkja \, tras ella. de la cons ciencia rellexiva como condición de la l'iwncia subjcti\·a; en esl<' caso, vivencia de lo que sucede-en l'l hombre. No se trata, pues, lk momento, de la diferencia objetiva mutua que existe entre los pro pios actos (acrus) \ l'acultades (¡)()tcntia) com~spondientes a los do· estratos va citados, somático-Yegetativo v psico-ernoti1·o. Se tr~11.1 de su lugar en el rcllejo consciente ven la \'ilencia, se trata tambi,-1, del papel de la consciencia en estas esl'eras de la potencialidad tkl hombre. Todo esto cobra impm1ancia para que sea completa Ull.l imagen en la que nos interesa el hombre-persona no solo con1" algo objetivo, sino también como ser subjetivo que es un sujl'l<• (suppositwn), v también desde el lado de la ,.¡,·encia de la subjeti1 1 dad de su ser v de su obrac Y también tiene impor!ancia en orden·' la comprensión de los mismos modos del dinamismo v de la poll'11 cialidad, tanto del vegetativo como del emotivo. ANALISIS DE LA OPERATIVIDAD 149 La diferencia entre eslas dos lormas dél dinamismo, v, por l:tlllo, entre los dos eslralos de la polencialidad del hombre, se h;1cen evidenles. por L'jemplo, porque una de ellas tiene carúclcr 11111~ciente v la olra no. Se !rata sobre lodo del carácter del dinaluismo en sí. o sea, de la corrcspondienll' actuali;acicín (actus). l.os actos de la esfera emoliva. cslo cs. L'Sa forma del dinamismo dvl hombre ele la que en el sujelo es lundamento \ fuente la poil'lll·ialidad psico-L'Illoti\·a. encuentran un claro rcl"lcjo en la cons1h·ucia. Tienen -si se puede decir así- su margen conscienle v se dcsarrollan en el sujl'to como una vivencia más o menos definida. SI' puede soslener no solo que se tiene consciencia de ellas. sino l:11nbién que la consciencia tiene que reflejarlas e introducirlas ro111o vivencia ,•n el pcrl"il inll'rno de la suhjelividad del hombre. U1•/aciÓ1l de /a COIISCiellcia W/1/11 J)l)feiiCio/id{l(/ S!JIIUÍfico- l'f');C/(Jfil'a Los actos !aclus) de la cskra \Cgetati\·a, o sea. todo el campo V l<1 forma del dinamismo del hombre, L'll\0 rundamcnto \'fuente t'llel sujeto es la potencialidad som{¡tico-n~gclati\a, no son en genelalmnscientes, \ también parece que no pueden serlo. Es necesario \llhravar que el dinamismo somático-vegelatin1 v la potencialidad qul' le corresponde en el sujeto «hombre>> esl{m unidos con el 111crpo humano l'll cuanto organismo. Aquí entendemos lo Yegeta11\"0 L'll un sentido más amplio a como la medicina entiende, por l'll'lllplo, el sislema vegelativo. El contenido de este concepto respoudc más o menos al que incluía d anlig:uo concepto aristotélico •11111/la l'egetatinz. El dinamismo somático-vegetativo es la forma del d111<11nismo específico del hombre, que decide sobre la vida dd 1 11c1po humano en cuanto organismo concreto, v esto también en 1.1111o que el organismo condiciona di\·ersas funciones psíquicas. El conjunto de este dinamismo, v .iunto a él también la poil'llcialidad que le corresponde, parece que tiene en el hombre un lo11<lo de consciencia absolutamente distinto del dinamismo 150 ----- ¡.,:AROL vVOJTYLA ~----~------- psico-cmoti\·o v mucho más modesto e indirecto que 01. El hom bre posee la consciencia ck su cuerpo como algo que \'i\'t? su pmpia \'ida. La consciencia del cuerpo también es indirectamentl' ];¡ consciencia del or¡?:anismo. El hombre no posee. en cambio, un;1 consciencia directa \ particular de s11 organismo, no se hace consciente de los actos (ac/us) dimírnicos particulares, compren~ didos l'n la totalidad del dinamismo \'egctati\0. La conscienci;l no llega hasta estos aclus, a estas formas del dinamismo del su jeto humano; se realizan espontáneanwnte fuera Jel alcance de];¡ consciencia v, por tanto, sin el rel'lejo conscil'nte que la acom~ pafia. Tales hechos dinúrnicos de naturall'l.a somútico-n·getati\;1 tampoco inn1~en como\ ivem:ia el perfil interior de la subjeti\i dad humana. Cuando tenemos la \'ivencia de algo de este estrato estructural tk nuestro sujeto humano, esto sun·de mediante lo-, Sl'lltimientos. De ello se habló va en el capítulo anterior. Cuando tenemos la \'iwncia del dolor físico, por ejemplo, o de un bienc~ lar físico, en ese caso esa \'i\'encia es, en sí misma, no \'L'getatÍ\<1. sino psíquica, a pesar ck que su fundamento objet i\'o se encllL'II trc l'n el estrato som{llico-vcgetati\'o, en su potencialidad. Parece que la vi\'l?ncia integral del Clll'lpo v tambi(·n la COJh ciencia del cuerpo encuentran su amplia base en la esl'l'ra de lw. sentimientos, de los llamados sentimientos corporaks. Dejamo·. para un capítulo aparte un análisis más profundo\ completo dL· !.1 emotividad y del sorna, como también de la ernoti\'idad \' eiJN quismo. cma notable impmiancia parad e~tudio integral del letll,l de la persona~, la acción no puede ponerse en discusión. 7. El subconsciente como expresión de la relación de la potencialidad con la consciencia Prioridad eslmctural de la pote11cialidad sobre la COI!scie11cia Quien actúa, quien realiza una acción -el hombre- t'~ '1 multúneamcnte sujeto dinámico de todo lo que en él sucnlt- AN.Ál.ISIS DE Lt\ OPERATI\'IDAD 151 lanto en el estrato L'moti\'<J como en el vcgl'tativo, tanto cuando l'S accesible a la consciencia como cuando no lo esY. Es uno y el mismo sujeto quien t'n su totalidad L'S persona, «alguien», v no deja de estar también en el ámbito del conjunto dl' la causalidad de la naturale1.a. que es distinlo del de la causalidad de la persona, como va se ha indicado. El sujeto «llombrc» no deja de ser persona por causa de esas activaciones, que en la integridad de su ser componen el dinamismo propio de la eskra emotiva v el dinamismo propio de la L'skra vegetativa. La unidad v la integridad del ente que es sujeto (.IIIJ!posillllll) hablan a favor de la unidad potencial v, en conseClll'llCia. tambiL'Il de la unidad din~imica de ese sujeto, unidad que no se rompe por las dikrencias l'Struclln·ales que SL' ren·lan a partir de las relaciones entre la potencialidad y la consciencia, v a la im nsa. liemos advertido que la ronsciencia no refleja de la misma manera toda la potencialidad lkl hombre\ de sus correspondientes dinamizaciones (actus). La polencialidad \'egetativa \.el dinamismo vegetativo del hombre se l'llcuentran propiamente fuera del alcance Je la consciencia, no llegan a ser percibidos conscientemente, v sin embargo forman parte de la estructura del sujeto dinámico que es persona. Esta potencialidades un factor indiscutible de numerosas obras hutnanas, de numerosas acciones (naturalmente no se debe entender que sea su fuente la potencialidad \·egctati\·a en cuanto tal). "Puesto que el problema dd subcunscknte es marginal para nuestro ;ulúno lomaremos en consider;Kion ni disnllircmos la dikl'l'llc·ia l'reudiana en· llt'c·l preconscil'nte Ida' hHbl'll'IISSI<'i. Y el subconsciente en sentido estricto Idas 1'u/>r'II'IISSil' l. esto es, e\cluido de la c·onscicncia; por tanto, usamos indist inlalllt'lllc el término generico «subronscientc". Se debe hacer notar. no obstante. IJII<' 1'nlicamentc podemos hablar rawnablcmcntc sobre el ineorl';ciente como ..J¡'IIIL'IllO estructural del hombre en la medida en lJUL' admitamos la polcncialid.ul dl'l hombre-' examinemos la rl'lacil.lll entre L'Sa potencialidad-' la L"Onscien' 1,1. Si !'alta lo anterior, el inconsciente no p<lrt'et' que signifique n¡-¡da que intc•r¡,·¡q•a c·n b estruc'tur<l del sujcrn humano. Es únicamente l;¡ ncgaciún del;:¡ 11\l.s. 1•HI'l·il'ncia. 152 KAROL \VOJTHA De lodo esto resulta que la unidad diJümica del sukt" «hombre>> a nin-1 \egelativo no se realila medianiL' la conscil'Jll'i;' Se reali;.a sin la consciencia v. de alguna manera. fuera de ell:i. pues no se necesita para dio la consciencia en su lunciún relk janll'. Como se H'. L:t unidad din.:ímica es anterior,. mús primari;, que la con~ciencia tanto en su fum:i<'m rellejante como en la relk\i\a. La unidad dinúmica del sujeto «hombre>> -al menos a ni\<'1 somútico- es allft' todo unidad de ¡·ida r solo SCCI/11{1aria v de algú11 modo accidentalmente unidad de ¡•i¡·encia. Esta constatación ill" habla de la prioridad de la potencialidad con respecto a la con~ ciencia. Cualquier análisis del hombre -el an[tlisis del hombre v d,· la acciún qUL' ~o lo lomara en consideración a la consciencia ,•si ;¡ ría condenado desde el principio a ser inadecuado. 111 COI/sciencitl v las fimllems mire lo psi¡¡uico \'lo SOIIUÍtico El orden la ¡JI)/encialidad antes de la cuusciencill lambil.'n hav que tomarlo en consideración en el plano e mol in>. aunque 1;, consciencia intLT\'L'ng:a en ese nivel del dinamismo humano dv manera clara v elicaz. El hombre no solo loma consciencia L'~ pontúneanll'nte de aquello que pertenece a la esfera emotiva Lkl dinamismo humano -las diversas emocior1es v sentimiento~-. sino que tiene una 1·ivencia muv intensa de ellos. La frontera l'JJ· lre estas vi,·encias .\'los lllll\ ricos\. diferenciados hechos de 1;, \'ida somático-n~gelat i\a de los que el hombre no tiene 1·iwnci;, coincide en gran medida con la frontera entre lo psíquico\' lo :-o máticn. Aunque rsla última se traza con otros criterios, se rdicn· a las mismas estructuras objetivas, v, además. los criterios que s,· utilizan para la segunda división de alguna manera rrtoman lo~ criterios ele la primera distinción. Esto es básicamente COJTeL'ill. siempre que se realice sobre una base adecuada; en efecto, co11 frecuencia se origina una cierta confusión entre los aspectos de L: experiencia\', como consecuencia, en la comprensión del hon1 bre, que aquí deseamos evitar. Si el hombre es un campo espeu ' A\ÁLISIS DE LA OPERATIVIDAD !53 l1ro de experiencia\' dt' comprensión, la consciencia v la \·ivcncia !JIIl' ~wudan a captar ese úmbito, sobre todo en la experiencia inh'l'ior, no pueden intercambiarse con lo que dctermina la relación 1'11tre las propias estructuras objetiYas. Y así se dibujan en el hombre los fundamentos de la distinción entre lo psíquico v lo ~o1nútico, por no hablar de la dikrcncia entre el alma v el cuerpo. ( ·,1da una de estas distinciones tiene un sentido di\'erso, resulta tk premisas distintas, aunque pueda decirse que se encuentran t'll una raíz común. lutmducció11 a la pmblcnuírica del subcomcicllle Intentaremos ahora por un momento mirar la relaciún enll'l'la consciencia v la potencialidad l'Tl el hombre desde d lado dl·lllamado subconsciente. El anúlisis que hemos realizado hasta ¡¡hora nos ha permitido distinguir en el conjunto del dinamismo humano la esfera de lo ljlll' L'S ;tn:L•siblc a la conscÍL'ncia de lo 411e no lo es. El dinami:-.mo que se hace consciente se disting:UL' en el plano del propio sujeto -dd hombre, que es persona- del dinalnismo que no es hecho conscienll'. En cierto modo se contrapolll'n entre sí, si establecemos como criterio de división su relación mn la consciencia. En el concepto de subconsciente se encierra, además, algo distinto ele la simple inaccesibilidad a la conscienria de los hechos de activación dinámica que suceden en el sujeto cchombre», en particular en el nivel sorm\tico-vcgctativo. El submnsciente -tal como lo conocemos por los estudios de los psicoólll<tlistas- constituvc una fuente distinta de la consciencia de los mntenidos de los que tiene el hombre una vivencia. Así sucede, JH w ejemplo, en lo que se refiere al contenido sexual en la teoría dl' Freucl o también en la de otros como Adler o Jung. El origen dt' l'stos contenidos está ligado al instinto, al instinto sexual v al 111stinto de autoestima. El problema del instinto v el problema del impulso en el 1onjunto del dinamismo humano lo retomaremos ele nuevo en 154 KAROL \VOJTYLA an{disis posteriores. Sin embargo, nos damos cuenta de que ticrrt· capital importancia en el presente contexto reconorLT l]UL' el suh consciente indica la potencialidad del sujcto humano. :VIús aún in dica la prioridad específica de la potencialidad n:spL·cto a la coJl'.· ciencia. Cuando decirnos «prioridad» no queremos decir «superioridatk Se trata de una prioridad estructural\, en consl'· cuencia, de la prioridad en el <imbito de la intcrprdaci<'m \', pm tanto, de la comprensión: no habría modo de rompremkr e interpretar al hombre, su dinamismo\ también su acli\'itlad consciente. o sea, la acción. si nos basáramos exclusi\·anwntc en b consciencia. La potl'ncialidad es en este campo, de alguna manera, primaria, ankcL·dente v m<is necL·saria para inll'rprl'lar el dinamismo humano, Y tambil;n para inll'rpretar los actos conscil'ntcs. La consciencia pone de manifiesto el aspecto suhjl'li\o de estas acciones, ven parte también de lo que sucede en el homhrc', pero no conlnnn;r la estructura interior del dinamismo humano. El suhconscicn/e como mnfimwcitín del dill([lllisnw r de la polcncialidad dellwmhrc El subconsciente confirma específicamente todo lo anterior; específicamente, en cuanto que él mismo se encuentra ligado principalmente con el aspecto interior de la experiencia dd hombre. Mediante el subconsciente se entiende ese L'Spacio, que es de algún modo interior. en el que algunos contenidos o bit'll son excluidos o bien quedan bloqueados en el umbral de la consciencia. Tanto lo uno como lo otro -el excluir v el bloquear- indican que el subconsciente también se rige por leves de un dinamismo específico. Lo demuestra el umbral de la consciencia que deben atrm·esar determinados contenidos para poder ~cr hechos conscientes v tener una vivencia de dios. Puesto que mientras estén en el subconsciente se encuentran fuera del alcance de la \'ivencia, estrictamenlé hablando: se encuentran en la sub-vi\'encia. ¿Es el umbral de la consciencia el que custodia la misma cons- A\ALISIS DE LA OPERATIVIDAD !55 ll'llcia o eso es tarea de otro agente superior del hombre, concrelóilllcnte de la \'oluntad? Efectivamente, no siempre parece que se 1 ll'ilodie el umbral de la consciencia. no siempre actúa en ella un 1 ontrol o censura por parte del agente superior del hombre. El paso habitual a la consciencia, el hacerse consciente de algo, se rL·aliza de rnodo espontáneo e incontrolado, como cuando, por l'jcmplo, el hombre siente dolor en algún órgano v simultáneaIIIL'nte se hace consciente de la existencia de ese órgano v de su luncionamiL·nto, defectuoso en este caso. En esa situaci(m únicamente aconll'ce el paso dl'l inconsciente a la consciencia. Los psimanalistas han n·seJYado. en cambio, el subconsciente exclusi\·amente para aquellos contenidos cuvo paso al umbral de la consciencia está unido a la iniLT\ención cid elenwnto superior del hombre ,va su particular vigilancia. Pero, en ese caso, el subconsciente certifica mús a(m el dinamismo v la potencialidad del hombre. Pues por una parte ill1 dica el di1111111isnw superior v la potencialidad superior que reside en él y que custodia el umbral de la consciencia; v por otra parte indica la polL'ncialidad que en el sujeto «hombre» SL' encuentra por ddx1jo del umbral de la consciencia, al menos por debajo del umbral actual. Además, los contenidos excluidos -a \'eces se habla incluso de reprimidos- o que no son admitidos a la consciencia no quedan en el vacío, sino que permanecen con claridad en el sujeto;\' lo hacen en estado dinúmico, preparados para atran> sar en cualquier momento el umbral de la consciencia. A partir de las experiencias de los psicoanalistas se sabe que buscan la ocasión para realizarlo, por ejemplo, cuando la consciencia está debilitada o frenada por el cansancio, v t'n especial durante el sueño. ¿No se debería deducir de ahí que los es/ralos iuferiores de la potencialidad humana -esto es, el vegetati\'o ven cierto modo el emotivo-/e proporcionan no tanto un refugio como la avuda de su propio dina111ismo? Y si el dinamismo del nivel n·getativo se encuentra casi totalmente fuera del alcance de la consciencia, en cambio el dinamismo cmoli\'O -que procuraremos conocer con 156 1-:.AROL. WOJTHA müs dl'lallc m<ís adelanll'- parect' que facilita mucho la aperlu1 ,, v la clarificación de lo:- contenidos, también de los que han ~id·' rcchat.ados por la consciencia\' la \oluntad. U suhcousc'ienlc pre.~mlo la cuuscieucia de lo rmli~_ticÚÍ11 ¡¡m¡¡ia del hu111bre m1110 lo dillleusúiu En L'sta parle de 11LIL'~II'O L'studio, L'll L'l que lll'mos Ullll't'll trado la alenciún prinl'ip<llnwnll' en L'l hombre como sujL'Io de !.1 acción\' del dinamismo L'n genL'I'<ll. la parle dedicada al suix'on' cienll' tiene una cs¡wcial importanci<L [¡¡ ¡¡ri111cr lugar, porque aclara mejor el as¡wclo interior dt· la poll'ncialidad del sujc-to. 1:'11 segundo lug,ar, porque a\'U(b a percibir, al menos en algunos aspectos, la cohesión intcma \'la continuidad de ese sujl'lo; gracias al subconsciente se pone de manil'iestn el paso tk aquL•llo que sucede en el hombre únicamente corno el'cclo de b~ naturales acti\'aciones n'gL'tati\'3s -L'\cntualnwntc L'lllllli\as \ aquello de lo que L'i hombn· 1iene una \·iwncia consriL·nte \' considera como acto su\o. La continuidad\ cohesi1'm aparecen por una parll' en el :nnbito del subconscknte \', <l la \et., L'ntre L'l \ la consciencia. El umbral de la consciL'IKia no solo separa uno de otro, sino qm· también los concL·ta cntrt' sílll_ '" La alirmaci<)n de <]ll<' el umbral de· la conscie·ncia no solo s,·rara !;1 consci,·ncia del s1dxom.t·icnte. siuo que tarnbi<·nlos UIIL' c'l11rc sí. puc·dc• sc•r an·ptada l'll la medida l'll <[11<' <'\alllill<'11los la <'OII'L'it'llc·ia ,. el subco11scienk tk•sde el punto de·\ isla de· 1;, polt'llci<tlitLtd del hombre. N'" pt\'f'Uill:tiiH" l'11 que·· 1tll'dida ti,'llt' .esto sentido e'il la lcorb de Fr,·ud. É.l,·scrihi<'J: ·•E\is1cn d11s t'a1ninos a 11;1\'l'S de los qut• el contenido dl'l id puede pent'lrar t'n t'l ego. t:no l'S din•t'to. ,·1 sc!"Undo . .:n cambio. Ir;u"L'li1TL' a tra\és dd ego ideal: para 1nuchas acti\ idades psíquicas puede tener importancia decisi\·a cuúl sea el camino lJllt' recorran de e·ntre esos dos. El c,~u se tksarmlla d,·sdc la obcdi<'IKia al impulse' h;Jsta su rcpt\'si<'m. En la ,·aptaciún de c·sto parlicira d,· 111aner;1 irnportantc· el ego ideal, que <'S en park una tormación rcacti\·a trente a los rroc,·sns imrulsi1os dd id-• (S. FKH n. ,,f-:_~u" e "id», cnl'o~.li ;osaJa!'r:ri<'11111USCi, W;uv.a\\·a 197.'i. p. 1-10). ANALISIS DE LA OPERATIVIDAD 157 En lercer lu,!.!,ur, el subconscienk' en su estable relación con la consciencia nos rnuestr<t al hombre como un ser sujl'to intcrionnentc al tiempo. un ser que t iL·nc una historia interior propia. Historia que \·icne deknninada \ formada básicamente :--olo por los elementos de la cslruL·tura dinúmica del hombre. Alguna vez se ha comparado la consciencia con uu flujo ck conll'nidos que t1uw continuanll'nte en el sujl'lo «hontbre". El sttbcnnsciente permite entender mejor cómo este flujo estú ligado con la potenL·ialidad del sujl'lo, pues manifiesta indirectamente dónde encontrar los resortes de la historia del indi\·iduo httmanot 1• Ln cwuw l11;:,ar, finalmente -v esto es solamente un añadido al tercero- L'l subconsciente delinca nítidamL·nte la jerarquía de la potencialidad del hombre. Es un asunto mu~· conocido la presión hacia la consciencia, el impulso a tomar consciencia, hacia lu \'i\'L'ncia consciente, que flmc de continuo desde el subconsciente. Su existencia \·la l'unciún que dcscmpl'l'ia, se!lalan indudabk•mcnll' a la consciencia como la esfera, el terreno más apropiado para que el hombre se realice a sí mismo. El subconsciente se forma en gran medida mediante la consciencia. separado de ella únicamenll' como una reser\'a o un contenedor t'n el que lo que se encuentra L'rt el sujeto «hnmhrc» espéra hasta que 11 El prohkma de b r·L'iaciiln entre el hornhre \ vlticnrpo. de· su 'rrmisi<\n altic·mpo, es un probkma particubrment,· cercano,. importalllL' para los knomenólogos \ existc•ncialistas. Clr:. por cjernplo, J. P. S-\R'IKI·., /.a ICII/,nomlité, en L'Circ et le 11<;11111. Ewii d'ontolngic ph<'nnnl<'nologi<¡w, P<lris 19·+3, pp. 1'10-21 X; D. VO'\ HttDIBRA\D, \1'ohre Sinliclikeit wrd Situa!Jonsetllil:. Díisscldnrl19.'i7, pp. 10.)-1 0..\: E. LÉ.\ I'J,\S, La rda!ion c'!hlijll<' ct le ICIIII''· en Tn!alil<' el lufini. pp. 1Y')225; R. 1\<;.\RilE\, C:/m¡·j,{ i c:a.,, en f\.,iu.'.ccka o c:/"¡¡·icku, pp . ..¡ 1-7-l. La filosofía tradicional dd IHHnbre. constn1ida sobre la basL' de la filosnl'ía dl'l s,·r. no se ha ocupado de csk problenw di recia\ e.rplicile. l111plicite estaba incluido en d concepto de la conlingt'lll'ia del ente Jcoutillgt'IIIÚJt'llli,¡, que se rdt•t'ia al ser humano del mismo modo que a todos los seres dcr·i1ados (L's d,•,·ir, creados). El aulnr debe aLhcrtir que dcsg:r<lciadamcnte ni el aspecto tk b contingenl'ia ni el tic la hisloriciU<ld del homhr,· son tral<ttlos suficienlL'tnente L'll el presente ,·studio. 158 KAROL WOJTYLA se haga consciente. Entonces asumirá un significado plenamelll<' humano. Aiiadamos que una de las principales tareas de la educacio11 v de la moral es el trasvase a la consciencia del contenido reprimid< • en el subconsciente, Y en particular su adecuada objetivación. Pero de esto no nos ocuparemos directamente en este estudio. 8. El devenir del hombre. La manifestación de la libertad en el dinamismo del sujeto humano F.ústil; acltun; den-'llir: sus IIILIIIIOS relaciones en el sujeto hu11W11u En el m~llnl del análisis que hemos realizado hasta ahora dd dinamismo específico del hombre hemos intentado. en primer lugar, captar las diferencias que se manifiestan en él; posteriormente hemos indicado la relación necesaria que hav entre el dinamismo\ la potencialidad del sujeto «hombre". Conviene hacer notar una vez más el hecho de que todas las formas de dinamismo que descubrimos en d hombre -tanto la actividad, esto es, el actuar, como el sucedt'r-en en sus diversas l'ormas. que hemos llamado aquí «acti\·ación>>- están unidas a un devenir del mismo sujeto «hombre>>. Por devenir entendemos aquello a lo que se refiere la palabra latina fieri. Por ficri se debe entender ese aspecto del dinamismo del hombre (su actuar y su suceder-en, que tienen lugar en él), que es dirigido hacia el hombre mismo como sujeto de eslt: dinamismo. Ese sujeto no permanece indilerente ante esas dinamizaciones: no solo participa en ellas, como ya se ha mostrado de algún modo sino que mediante cada una de ellas también se fcmna de algún modo o se transjor111a. (En este lugar tocamos a la vez la estructura interior de la vida). De modo que cuando analizamos el dinamismo humano descendemos ele nuem hasta el nivel más profundo, aquel del que nos habla el término suppositun1. El suppositwn no es un sustrato estático, sino el primero y fundamental estrato de dina- Al\iÁLISIS DE LA OPERATIVIDAD 159 mización de ese ente que es d sujeto personal: se trata de una dinamizaciún a través del essc, a través de la existencia. En última instancia, hav que atribuirle todo el devenir, todo el ficri, que haya en d ámbito del sujeto, del «hombre» va existente. De hecho «devenir>> es tanto como «comen;:.ar a existir». La primera dinamización mediante la existencia, mediante el esse, es comen1.ar a existir, que t's a la vez el primer flt'ri del ser humano. Cualquier rosterior dinamizaciún mediante la e\istencia, mediante cualquier otro operari no causa va la existencia en sentido búsico. No obstante, con cualquier dinamización algo comien;:.a a existir en un sujt'lo «hombn.'» va exisiL'nle. En categorías metafísicas, ese tipo de comiL'Illo de la existencia es accidental respecto al rrimario, que es el que constituve la substancia. El hombre, una \"L'Z que ha comenzado a e\istir como individuo subsistente, cada \ez que hacl' algo o sucede algo en l;¡ --esto es, mediante las dos formas de su dinamismo específico- se hace más «algo» e incluso, en cierto modo, mús «alguien». un an;ílisis dd dinamismo del hombre debe aclarar ese devenir, d ficri. El análisis metafísico es eso prinripalmcnte lo que rotll' de manifiesto. Así sucede efectivamente en el conrepto de actus de Aristóteles v después en d de Tomás de Aquino. Actus solo secundariamente indica el resultado de la acción del hombre o de algo que sucede en él; primariamente indica un determinado cambio, d fieri del propio sujeto «hombre» o de alguna facultad suya concreta. La polmcialidad difácuciadtJ del sujeto r las corn:s¡umdientcs esferas del del'ellir _,.del desarrollo dellwuzbrc Tampoco se puede olvidar en el presente análisis el devenir -fieri-lígado a la totalidad del dinamismo del hombre. Fácilmente se adviet1e que cada una de las formas de este dinamismo se corrcspon(k con una forma de fleri: esto es, que el clc\·enir del hombre se encuentra diferenciado interiormente dependiendo de la forma de dinamismo v del fundamento sobre el que la potencialí- 160 KAROL WOJTYLA dad construva su edificio en el conjunto del pnKt'so del dc\\'llll Así que, si en los anteriores anúlisis se ha distinguido t'i din~1 mismo somútico-\egetali\0 del psico-emolivo, v junto a ellos do' ni\'t•ks de la potencialidad espedficamenlt' humana, t'nlonn·, también ~e plll·de constatar que esos ni\cles de la poll'ncialidad ' de los dinamismos ligados a cada uno de ellos, corresponden lam· bién a dos ni\cles diHTSOs de de\eniL El primero L'S l'i tkl homhrt i11 jicri desde el punto de \·ista som:tt ico-\egl'lativo. ,El organismo humano a lo largo de toda la \ida sufre continuos cambios: primero crece, se desarrolla, después se agota v SL' l'\tingue gradualmenll' .. Los anteriores cambios Sl' pueden obsenar a simple \isla. El estudio cien! í!ico del organismo tkscribe con mavor precisión cljicri del organismo humano ligado con la potencialidad\ el dinamismo a nil'l•l SOIII<Ítico-rcgetatim. Es sabido que al cabo de algunos ar1os los elementos físico-químicos de cada una de las células son totalmente sustituidos. Lt acti\idad natural del organismo no consiste Llnicamt'nte en su autosustentamiento, sino tambiL'n en su continua reconslrucci(m. No podemos t'lllrar aquí en los detalles, que son objeto de las correspondit·ntcs ciencias particulares. En este estudio, estamos interesados principalmente no en el modo de formarse el organismo humano (que es en sí mismo una cuestión interesantísima), sino en cómo se integra el or¡!anismo en la persona ven cómo se integra su dinamismo propio en la~ acciones de la persona, en su actividad consciente 12 . Algo similar se puede dl'cir del dinamismo psico-emotivo \ de ese niwl ele poténcialidad sobre el que se desarrolla el sujeto 1: Frc·nic' al hed10 del cambio, lanto del l'lll'I'Jlo l'Oillll de b psique dd hon1hre, los filó-.ofos se lwn pbnl<'ado lrc'l'llentemente la identidad del humhre c·n l'i tiempo. Como es e\'idcnte, las respuestas han sido di1 ersas c•u lunl'ión del punto de 1·ista nteialísico que halan adoptado. Podemos mencionar a lit ulo de cjl'lllplo las reflexiones de SIH)l'fllak<~r. b,te autor nantilla c·nlre olros :t-.unlo' los fundamentos sobre los que hahlanws de la identidad dd hombre en ,·1 tiempo. Accptamo' en este campo un conocimicnlo, que solo es 1álido para las personas\' no lo es para las cosas, que no tiene que setYÍr'>t' de nin¡!tlll criterio: A\ALISIS DE LA OPERATIVIDAD 161 «hombre». A ese ni\'ellc corresponde un f/cri específico, el desarrollo psíquico del hombre. Podemos pensar en él v hablar de él por analogía con respecto al desarrollo del hombre en el úmbito dL· su organismo. !\jos ¡¡roponemos analizar los caminos por los que se realiza el devenir -el f/cri- psico-emotim del hombre de 111anera detallada en un capítulo dedicado exclusi\·<unentc a eso. Ambos de\'l'nirL'S -tanto d qUl' cslú ligado con la potencialidad vegetativa v con el dinamismo n·gctativo del organismo, como el que estú ligado a la potencialidad psico-emoti\'a va su dinamismo específico- transcurren en d hombre sobre el fundamento de una ciL·rta pasi\ idad. Se trata de la pasi\'idad propia de todo aquello que únicamente sucede m el sujeto, en ella descubrirnos la causacicín de la ¡¡w¡¡ia twlumlc;.a, pero no la operati\idad consciente en la que se encuentra la uutsach!n de la pctsontt. Ha_\ que hacer notar que el dinamismo \egctatin> puede sufrir la opL'ratividad conscienlc y L·omplcmentarse con ella de una manera totalmente distinta a la del dinamismo emotivo. El organismo humano, en su pr<ictica totalidad, se autoforrna a sí mismo, el hombre únicarnentL' crea la~ condiciones de su desarrollo. Otra cosa es lo yue acontece en la esfera psico-emoli\a que por sí misma ofrece las condiciones. como ekmentos del desarrollo propio, de rnodo yue la formaci{m de esta esfera depende funclall1Clltalmenlc del hombre. El hombre se hace nwrahncnte bueno o nudo a trarés de sus propios actos la formaciún de la esfera psico-emotint penetra así en el ámbito del (ieri humano que a continuación debemos analizar "Therc is non crilical knowledgL' of 11ic idcntit1 (or ¡x·rsisiL'llL'l') ol pe1vms. namclv 1ha1 c'XJ1ll'"l'd in mcmo1v slalements" IS. SHoF\lAKf·.R, Sel(knotl'led~<' wrd Se/(idenrirr. lthaca 1LJ63, p. 2'iKI. ·•[ ... 1persons are spaliolenlporalh conlinuous L'lllitks tlwt can know their 0\1 n pasls 11ithout using spaliolL'lllporal contirruit1 (or anv1hing dsc) as a criterion of idenlill» lihidmr. p. 25L!). 162 KAROI. WOJTYLA detalladamente. El hombrL' lle¡.>a a ser «alguien» v «alguno», anll' todo por sus acciones, por su actividad conscientl' ..Porque est~l lonna del fiai humano prL·suponL·Ia operatiridad. o sea, la causalidad específica eJe la persona. Fruto de esta causalidad. resultado homogéneo de la operati\·idad del «\O>> personal. es la mmalidad -no en abstracto, sino como realidad existencial cstricti/IIU'Iltl' lip,rulo mu la persona como su sujeto propio.' El hombre se hace huL'no o malo en sentido moral medianil' sus acciones, medianiL' su actiric..lad consciente. Ser moralmente bueno significa ser un buen hombre, o sea. que SL' es bueno en cuanto hombre. Ser moraln1L'nk malo significa ser mal hombrL', o sea, que SL' es malo L'n cuanto hombre. El hombre se hace bueno o malo mec..liante sus acciones dependiemlo- de cómo sean esas acciones. La cualidad de las ~lLTio­ nes, que depende de las normas morales\' en última instancia de la consciencia, SL' traspasa al hombre, que es el autor de esas acciones. La operatiridad en sí misma no es toda\'Ía lucnll' de lransl'ormaciún moral del hombre en malo o bueno: en ello tiene un papel decisi\'o lo que llamamos norma moral. y tampoco puede habL·r L'Sl~ devenir del hombre, ese tipo de ficri humano, sin operatiYidad. Ese devenir, el fieri 'kl hombre desde un punto de vista moral, elflai estrictamente ligado a la pL'rsona, prejuzga el carácter realista del bien v el mal, de los \'alores morales en sí rnismos. Estos no son de ningún modo contenidos de la propia consciencia, sino del fiai humano personal. No es que el hombre solo ll'nga una \ ivencia de ellos, sino que realmente se hace bueno o malo en cuanto hombre. La moralidad es una realidad que forma parte de las acciones humanas como un cspecíl'ico fll!ri del sujeto -el ficri más pmfuudo-, v esencialmente relacionado simultáneamente con su naturaleza, la humanidad, y con el hecho de que él es una persona. La libertad conzo raí;. del llegar a ser hue110 o 111alo Si profundizamos en la estructura integral de cómo llega el hombre a ser moralmente bueno o malo mediante sus acciones, ANA LISIS DE LA OPERATIVIDAD 163 es decir, su aetiridad consciente, descubrimos en su estructura integral el momento propio de la libertad. Habl;:unos de momento L'n sentido knomL·nolúgico, en Umto que L'n la estructura del de\·enir mor;dmcnlL' bueno o malo el hombre mediante sus acciotw~ !-.L' nwnilk·sta la liiX'rtad dvl modo tn[ls apropiado. La libertad L's aquí úniL·amcnll' un motnL'nto, pero pertenece realmenll' a esa L'stntrtura, la constitmc de modo estructural: la libertad L'!-. Lt r;1í1. L'n L'l proceso de hacerse el hombre bm·no o malo medianiL' las acciones, es la raíz del mismo ficri de la moralidad humana. La libertad participa en la operatiridad, y sin embargo decilk !-.obre l;t <tl'l i\ idad del hombre como sobre una esl ructura suslatll'ialmentc di\LTsa de todas las demás lormas de dinamismo, de todo aquello que tan solo sucede en el hombre. Junto a la OJKTati\idad, mediante su rL·al inclusi<'m en ella, la libertad no es únie<tnll'nle tkcisi\a en la acti\·idad misma, L'nla acciún, tk la quL· L'S autor 1.'1 propio «\O>> personal. sino que también determina L'l bien v el mal moral. o sea, el llegar a SLT el hombre bueno o malo L'tl cuanto hombt\'. El descuhrilltim!o dcltnonu·ntu d(' la lihcrtwl altámino del análisis del ditllllllisnw ltullt(ttw: la lihcrtwl r la upc•tWit·idad delluHn/Jrc Mediante la moralidad, mediante el valor moral. que la acción introduce en el hombre de modo J'L•al, dili¡!imos también la acción. o sea, la acti\·idad consciente, hacia el momento de la libertad. La libertad se manifiesta a cada hombre del modo más claro posible t'n la vivencia que se puede resumir como «put>do, pero 110 lctt¡.;o que». Esto no es solo un contenido de la consciencia, sino manifestación v concreción de un dinamismo propio del hombre. Se encuentra sobre la línea de la actividad v sobre esa línea entra en la operatividad del «VO» personal; ven cambio se diferencia de lodo aquello que tan solo sucede en el hombre. Esa manifestación \' concreción del dinamismo propio del hombre 164 KAROL \VO.ITYtA tkbe tener su mrrelato en la potencialidad tk•l sujl'lo <<hombre:>. 1\ ese correlato le llamamos Folwllad. Ese «puedon ~· «no kn~o constituve el «quiL'ro» humano, l"orrna la dinamit.acic"mespL'l"Íik;, de la \"Oluntad. En el hombre llamamos voluntad a ac¡uello l/111" posibilita al ho111bre !flll!l"el: El descubrimiento de la lihL·rtad como momento que Jecilk sohll' la v·ivencia de la opL'ratividad, \ qul' l'S a la vez d !"actor qul· ronstituve realmente la estmctura <<l'l hombre actúan en su div·er· sidad estructural con respecto a todo lo que sucede l'll l'l homhrL· (la estructura «(al¡!o) sucede en el hombre>>). constituw de alguna m:ulL'ra l'l tl;rmino del amílisis realizado hasta ahora del dina· mismo de !~1 plTsona humana. La persona L'S d sujeto real de esll' dinamismo; en cambio en el caso del aduar es sujl'lo v también agente. El descubrimiento de la libertad como raíz tk la operativ·idad de la persona nos permite entender aún mús prol"undanH.'nk al hombre como sujclo diwi111ico. La totalidad del dinamismo propio de ese sujeto nos permill' distinguir -de acuerdo con la expe riencia fundamental ... entre al·tuar v sucetkr-l'll (acciones~· «activaciones>>). Esta diferencia dependl· de la participaciún real de la libertad -que L'Stú presL'Illl' en la activ·idad consdenll', en las accioIWS-, o de la ausencia de ella. En la raíz dl· aquello que únicamente sucede en el hombre falta el elemento de la libertad dinámica, falta la v·in'ncia <<puedo, pero no tengo que>>. En la pcrspel"liva de la persona y de su dinamización específica, esto l'S, de la dinamización en la acción, todo lo que únicamente sucede en el hombre surge como dinamización de una necesidad interim~ sin que participe la operatividad libre del hombre. Falta en este momento la trascendencia dinámica, tan solo se encuentra ahí la inmanencia !dacionada con la causación de la naturaleza. Por el contrario, en la acción, junto a la causación de la persona, está conte11ida IIIW trascerule11cia que bmta e11 la illmcme11cia de la propia actividad, puesto que la actividad consiste también en la dinamizal'ión del sujeto. La propia trascendencia dinámica se apo~'a en la libe11ad, ~­ eso no lo tiene, en cambio, la causación de la naturaleza. PARTE SEGCND'\ TRASCENDENCIA DE LA PERSONA EN LA ACCIÓN Capítulo 111 ESTRUCTURA PERSONAL DE LA AUTODETERMINACIÓN l. Consideraciones básicas sobre el tema de la estructura personal de la autodeterminación La vohm!ad conw propiedad de la perso11a que se rel'ela la autodctenllÍllación e11 El descubrimiento pleno de la voluntad no se reduce únicamente al momento de la \·olición, a la vivencia «quiero», donde SL' contiene el momento dl·la libertad identificable con la \'i\·encia «puedo, pero no tengo que». A pesar de que estas vivencias perknecen a la esencia de la acción y también de la moral, sin embargo la voluntau (\la libertad interior) del hombre tiene todavía otra dimensión experimental. En esta dimensión la voluntad se manifiesta más que corno propiedad interior de la acción realizada por la persona, como propiedad de la persona, que es capaz de realizar acciones justamente porque posee esa propiedad. Esta relación podemos también inwrtirla y decir que la persona se descubre a partir de la voluntad, v no solo la voluntad a partir de la persona~· en la persona. Cada acto confirma y· a la vez concreta esta relación, en la que la voluntad se revela corno propiedad de la persona; v la persona, a su vez, como realidad que se constituye propiamente por la voluntad desde el punto de vista de su dinamismo. Definimos esta relación corno autodeterminación. La autodl'lerminación está conectada con ese devenir, fleri, del que se habló al final del anterior capítulo. Se trata de ese fleri de la persona que tiene una especificidad fenomenológica propia 168 ~AROL \VOJTYLA -------------------- v que indica una particularidad óntica también propia; en ambas se subrava la moralidad como un hecho existencial, peculiar del hombre. Y principalmente por eso nos lijamos tamhiC·n en C·l al final tlt-1 capítulo precedenll'. La autmkterminaciún, que es el fundamento dinúmico propio de ese f/cri de la persona, presupone en la propia persona una cierta complejidad. A saber. persona es quien se posee a sí mismo va la H'/ es poseído solo ve\clusi\'amentL' por sí mismo. (En otro orden v L'n cuanto criatura. la persona es poseída por Dios; no obstante, esta relación de ninguna manera elimina ni difumina la intrínseca relación de autoposesión o de «autopcrtL'nencia» que es esenciaiL'Il la persona). Los pensadores medie\ales lo expresaban con la proposición: «persona est sui iuris". L.ll autodctcnninacilíu e/(' la lll/IO¡}().W.'SÚÚI V WIIIO fáctol'l¡uc dc.wela la cs/mclnul dc/ ll/lfotf0111i11io La autoposcsit'm como cspedlka propiedad estructural de la persona se manifiesta va la \el SL' confirma en la actividad mediante la \·oluntad. La simple vi\'l:ncia «yo quiero» no puede ser interpretada corrcctamenk en el conjunto dinúmico del hombre. si no consideramos L'n ella la específica v exclusi,·a complejidad propia de la persona, que introduce la autoposesión. Solo sobre esa base es posible la autodeterminación, y cada «quiero» \erdaderamente humano es precisamenll' tal autodeterminación. Lo L'S no como contenido de una vivencia separada de la estructura dinúmica de la persona, sino corno contenido profundamente enraizado en esa totalidad. «Quiero» como autodeterminación actual presupone estructuralmente la tlltlOpusesión. Pues únicamente se puede decidir sobre lo que se posee realmente v solo lo puede hacer quien posee. El hombre puede decidir sobre sí mismo cuando se posee a sí mismo. Simultáneamente, la \'OJuntad, cada uno de los «quiero» reales, re\·elan, confinnan v rea- ESTRUCTURA PERSONAL DE LA ALTODETERMI\JACI()N 169 !izan la autoposesi<ín que es propia exclush·amente de la persona. el hecho que ella L'S sui iuris. Tras la autoposesi<'m viene una segunda relación que se encuentra en la propia estructura del hombre como persona, \' que se encuentra a la vez estrechamente conectada con la voluntad. Es la relación del autodominio, sin la que tampoco se podría concebir ni explicar la autodeterminación. El autodominio se puede explicar también como una composición específica: la persona L'S por una parte quien gobierna, gobierna sobre sí mismo, \' por otra parte es dla sobre quien se gobierna. Entendemos aquí el autodominio de un modo diYerso a lo que indica la expresión cotTiente «dominio sobre sí mismo». Esta Ltltima se refiere únicamente a una función del dinamismo propio de la persona, indica una cierta capacidad-virtud o también un conjunto de capacidades. Es mús com·enientc hablar en ese caso de autocontrol. El autodominio. en cambio, es algo más esencial, conectado con la estructura interna de la persona, que se dilcrencia de otras estructuras v de otras entidades en que se gobierna a sí misma. Por tanto es mús propio hablar aquí de «gobierno de sí» más que de «dominio sobre sí mismo>>. La autoposesión co111o condición del autodominio El dominio de sí mismo como propiedad distinti\·a de la persona presupone la autoposesión v en cierto modo constituvc su aspecto o concreción más pró.xima. Solo puede haber un autodominio del tipo que se descubre en la persona, cuando se tiene una autoposesión del tipo que solo a ella le es propia. Uno y otra condicionan la autodeterminación v se realizan precisamente en l'se acto de autodeterminación que es cada «quiero» verdaderamente humano. Mediante la autodeterminación, cada hombre se gobierna a sí mismo, ejercita de modo actual esa capacidad específica consigo mismo que ningún otro puede realizar ni llevar a cabo. Los pensadores medievales expresaron lo anterior con la 170 1-:AROL WOJTYLA frase: «persona est alteri incommunicahilis». Esta C\presión L'll cierra un contenido tod<n"Ía m:ts rico de lo que trataremos aqu1. aunque esto último está incluido en ella. El hombre Jebe su "ilt comunicabilidad» (ii1COIII111111Úcahilitas) estructural a la voluntad en la medida en que mediante ella se realiza el autodominio: esll' a su vez se expresa-'. manifiesta L'n la acción como autod¡>tcrminación. Si no se captara este rasgo estructural de la persona. tampoco se poJría entender v comprender a fondo la voluntad. En g~:neral no se la puede entender ni comprender L'll el ámbito de una estructura que no sea estntctura personal. Solo en ella está presente la voluntad v únicamente en ella L'S lo que cs. L1 mluntad no tiene ninguna ra1.ón de ser en los seres no personale;. cuvo dinamismo se realiza al nivel de la pura naturaleza. En cambio, la autodeterminación es una característica peculiar de la persona. Ella, en efecto, une L' integra las diversas manil'estacioncs del dinamismo del hombre en el ni\·el pL·rsonal. Es también ella la que establemente constituye, determina v manifiesta esk nivel. El hombre es captado en la experiencia (~' principalmente en la autoexperiencia) como persona mediante la autodeterminación. En la autodeterminación la voluntad aparece ante todo como propiedad de la persona, v solo secundariamente como una facultadl. Retomaremos posteriormente esta distinción v entonces se aclarará mejor su sentido. También resultará cada vez mús 1 Com ienc ad\'ertir aquí una (ipo,iblc') dualidad de sig:nilicados dclll'r· mino "autodctcrminacir'Jn». Porque st• puede entender L''te término con d 'ignificado «\'O mismo decido», v entonces el descubrimiento de la autodelcrrninacion equit·aldria al descubrimiento de la libertad de la volición: «puedo, pero no tengo que» (sobre lo que se ha tratado 1a en el parágrafo anterior). Pero se puede entenda tambi¿n el término «autodeterminación» en d sentido "dt·cido sobre rní mismo» (sobre lo que trataremos en el sigui~nte parágrafo). En el primer sentido, la \'oluntad se manifiesta ante toJo como facultad de la persona, en el sep.undo, en cambio, como propiedad de ella. Parece que 'i nos basamos en los dos sentidos (v por consiguiente en lw, dos modos de formar la filosofía de la l·olun· lad) nos enumtramos, más que ante do' npericncias di,·ersas. ante do, dirnen· siones o dos «lliOillentus" de la misma experiencia. ESTRUCTURA PERSONAL DE LA AL:TODETERMI!\ACIÓN 171 evidente la relación <.le la persona con la naturaleza, tal v como se 11os revela en la experiencia <.le la libertad incluida en la autodeterminación. 2. Un intento de caracterizar la dinámica integral de la voluntad Uefere~zcia objetiFa al propio de la autodeter111i11aciúll «\'O•• como elemelllo esmcial La autoúctcrminación, esto es, la voluntad como propiedad de la persona radicada en el autodominio\ en la autoposesión, revela en su orden dinámico la objetividad de la propia persona, es decir, de cada «VO>> concreto, que actúa conscientemente. No se trata aquí de la objetividad ontológica ni de la constatación de que la persona es un ser real \'objetivo, «alguien>> que existe, como ya hemos advertido en el análisis del capítulo anterior. Se trata en camhio de que mediante la autodeterminación la persona es en la acción objeto para sí misma, ~~ en cierto sentido el primer objeto, o sea, el más cercano. Cada autodeterminación actual realiza la subjetividad del autodominio v de la autoposesión, y en cada una de estas relaciones estructurales intrapersonales le corresponde a la persona como sujeto (como quien domina v posee) la persona como objeto (como a quien ella domina v posee). Como se ve, la objetividad está en correspondencia con la subjetividad de la persona y' también se ve que la pone especialmente en evidencia. Simultüneamente la objetividad así entendida constituve el correlato esencial de la composición específica que, junto con la autoposesión \'el autodominio, se pone de manifiesto en el hombre, la persona humana. La objetividad, de la que hablamos, se realiza v a la vc1. se manifiesta a través de la autodeterminación. En este sentido se puede hablar de la «objetivación» que lleva consigo la autodeter- 172 1\AROL WOJTYLA minaciún en el dinamismo cspecílico de la persona. La objctir;¡ ción significa que en cada autodeterminación actual (o sea, L'll cada «quier<l») el propiu «\'O» es objeto, \ objl'lo primario Y rnm pr<.l\imo. Esto se expresa L'l1 el mismo concepto v palabra: la au-todeiL'nninaci<'Jn indica que alguien decide sobre sí mismo. El slljl'lo Y el objeto est:m simult:mea \ cmrdatiramcnte incluidos e11 este concepto\ palabras. Eltmo y el otro son el «\U>> propio. Sin embargo la «objetivaciún>> del sujt?to no tiene carácll'r intencional l'n el sentido en el que encontramos la intencionalidad e11 cada mliciún humana. Cuando «quiero>>, siempre quiero algo. Querer significa dirigirse al objeto, Y esa direccionalidad determina su carúc.tcr intencional. Cuando nos dirigirnos intencionalmente a un objeto, de al¡!ún modo colocamos el objt'lo ante nosotros (o lo aceptamos en esa posición). r\aturalrncnte tarnbién podemos situar como objeto ante nosotros el propio «\'O>> v dirigirnos a él con un acto intencional de \'Oiición. Pero esa intencionalidad todavía no es la propia de la autodeterminación. En la autodeterminación no nos dirigimos hacia el propio «YO» como objeto, sino que únicamente actualizamos la objetividad, que de algún modo va L'Stú preparada, del «VO>> contenida en las relaciones intrapersonales de autodominio v autoposesión. Esta actualización tiene un significado fundamental para la moralidad como dinll'nsión espccíl'icamente humana de la existencia personal, una dimensión que es a la vez subjl'tiva" objeti\a. Toda la realidad de la moralidad, de los \·alores morales, hunde aquí sus raíces. La ohjetimciún del sujeto es más esencial (¡ue la intmciona/idad de cada 1'0/ición La objetivación esencial para la autodeterminación surge junto con la intencionalidad de cada \'olición. Cuando quiero cualquier cosa, a la vez me determino a mí mismo. Aunque el propio «VO>> no sea objeto intencional de la \'Oiición, sin embargo en la volición se encierra su objetividad. Y solo gracias a ello, la ESTRlCTURA PERSONAL DE LA AUTODETERMINACIÓN 173 mlición es autodeterminación. Autotkterminaciún no significa ,olo salir del propio «\O» como fuente de volición o de elección. Significa tamhi0n una específica entrada t•n la itkntidad del «\'O» como objeto primero v lúndamental, en relación al que cualquier objeto intencioual -todo lo que un hombre quiera- es de alguna 111anera extrínseco\ mús indirecto. La objctiridad del propio «VO», o sea, la del propio sujcto, es la mús próxima, directa e inlrínseca. El hombre «conlonna>> a este sujeto cuando quiere este objeto o aqlll-1. este u otro \'alm: En este punto tocamos la realidad personal rnús profunda dt·l acto. Puesto que, cuando el hombre conforma su propio <<\O» de un modo o de otro, simuliáncamente llega a ser ;dguien. Todo esto muestra las profundidades que alcama la «Objeti\·aciún,, la objcti\·idad tk la autodetenninaciún: la objl'li\·idad del propio «\'O» en la autodeterminaciún2 La ohjl'!i\ aciún de la que se !rata aquí se encuentra en la voluntad dinúmica como autodeterminación, pero sus fundamentos tkscansan sobre la eslructura misma de la persona, en la autoposesiún v autodominio específica de la persona. Como \a hemos mostrado aniL'riormente ni se puede entender ni interpretar correclamcnte la voluntad si no se capta su enraizamiento en la persona, en la cstruclura específicamente personal del hombre. Así que no daríamos cuenta del dinamismo específico de la voluntad si únicamente captáramos la intencionalidad de cada deseo. Ha~· que reali1.ar aquí una distinción esencial. La volición como acto «puramente, intencional, o sea, como una \'iH·ncia dirigida hacia el objeto que le t's propio (objeto que podemos definir como fin \ como \·alor), difiere de la \'ivencia «\'O quiero» en su contenido, pues en la vi\encia «\'o quiero» se encierra la autodeterminación v no solo la intencionalidad. Orientarse hacia un 2 Clr. «Liben1m arbitriurn e't causa sui motus: quia homo per libc·n¡m arbitrium seipsum 1110\l't ad agendurn" (ToltAS nE AOI'I\0. S. Th., t. q. ¡n. a. 1 ad 3 ). Parece ser que para santo Torn<b la 1·oluntad es ante todo una facultad que permite al hombre dec·idi1· por si mismo sob1·e su aL·ciún. 174 KAROL WOJTYU\ objeto externo cualquiera como valor v como fin presupone dirigirst• hacia l'l propio «yo» como objeto. Difl:rencia en/re la ¡·in·ncia «\'O ({lliem>> r <<11/i:' apelece>> La volición como acto intencional está inscrita en la din~­ mica de la mluntad en tanto que conllc\·a en sí misma la autodeterminacic'Jn. La introspección nos habla de toda una serie de \·oliciones que se manifiestan en d interior del hombre como auténticos actos inll'ncionalcs v que no se inscriben t'n la dinúmica propia de la voluntad. Se puede decir que en esos caso~ «sucede>> en el sujl'lo una \oliciún. pero que el hombre no quiere. es decir. t1o constatamos la vivencia «VO quiero>>. Adviértase que pertenece a la t'sencia de la \·in·ncia «VO quiero», a la esencia del querer. el que esa vivencia no aparezca nunca como un «suceder en>>, sino siempre como un «hacer>>, como d meollo mismo de cada actividad; ves entonces cuando actúa la persona en cuanto tal. Esos deseos que no se encuentran inscritos en la auto{kterminaciún siguen siendo -según la terminología usada por los fenomenólogos- actos intencionales. En ellos se advierte que se dirigen a ciertos valores como hacia su finalidad; \.en ocasiones este direccionamiento es muy intenso en la \ i\'encia; es entonces cuando resalta, por ejemplo, de manera particular su carácter apt'litivo. No obstante, todo lo anterior no es suficienk para identificar a la nJluntad. :-.Juestrn idioma con gran precisiún distingue exactamente entre la \'ivcncia ""o quierO>> v la viwncia «me apetece>>. En una v otra inteJYiene el deseo, pero únicamente la primera contiene en sí la verdadera dinámica de la voluntad . ., El autor"~ rdic•rc ¡¡j polaco que dbtingue entrt' ".ia chce» .1 «chce mi sie»; traducimos en ca>tellano dbting.uiendo L'ntrc «\'O quiero» v «me apetece», tamhién podrbmos delir «tengo ganas» (que es más textual) o emplear otra L'Xpresión similar. ESTRUCTLRA PERSONAL DE LA AUTODETERMINACIÓN 175 1" l'ivencia ''Yo quiero» co1110 jimdamellfo de la revelación tf,·la trascendencia de la persona e11la accicí11 Como SL' \'e, esta dinámica no puede reconducir de modo incondicional a la volición desde la intcncionalidad que le es propia. Para ello es esencial que la persona se implique en su estructura específica de autoposesión y autodominio. De este modo, también cada auténtico «\'O quiero» rcn~la la trascL·ndencia propia de la persona en la acción. En el presente capítulo necesitamos analizar más profundanwntc el significado de esta trascendencia, que va hemos sel'íalado en los análisis del capítulo anterior. En cualquier caso ella está ligada a la autodeterminaL"ión y a su «objeti\'aci<Ín» específica,~· no exclusivamente ni a la subjetividad del "~·o, humano ni a la intcncionalidad de las voliciones, que transcurren por el «yo>>, v tienden hacia el exterior dirigiéndose hacia valores heterogéneos como fines. El término «objetivación>>i' indica la objetividad del propio «YO>>, que emerge a la vez que cada «quiero>> humano. Este «quiero>> qui1.á ha sido examinado demasiado frecuentemente en la tradición filoscíl'ica y psicológica solo desde el punto lk \'isla del objeto extrínseco, examinado. pues, exclusivamente como «quiero algo>>, y no suficientemente desde el punto de \'ista de la objetividad intrínseca, como autodeterminación, como simple «quiero». Desde este último punto de vista principalmente tiene interés para la filosofía de la persona, tanto en nuestro presente estudio sobre la concepción de la persona y la acción, como a más largo plazo para la ética personalisla. Surge en ocasiones la idea de que la acción, que tradicionalmente se ha denominado actus hunumus, se presentaba más corno persona in actu que como actus persmwe. La diferencia no es sin más un juego de palabras, sino que afecta de modo esencial al problema de la inter" En d original se utilizad término «Uprzedmiolmrienic" v se ai'Iadt· en· !re romas: «que suena como el equivalente polaco de "obicktnvizacji" "· En español la traducción de los dos términos es «ohjeti\·aciún ... 176 1\.AROL WOJTYLA prelación de la acción. Se trata de establecer en qul- modo la a, ci()n -{te/liS lnllllllltlls- sea un verdadero actus prrsonar: no,.~ solo que se actualice en él la naturalct.a indi1·idualracional. sin" que -como indica la ex¡wriencia- lo reali1.a una persona única ,. irrepetible. Lo realiza va la \'t:z ella misma se realiza L'n él. El tt;r mino «realización)), como va se ha dicho, puede ser enléndido con una significación equivalente a la ele actualit.ación, v po1 tanto a la dl'l término metafísico actus. Sin embargo, la experiencia, la intuición v el <ll1<ílisis lenornenolúgico ligado a ella pLTmiten mirar ck una llllt'\'a manera el conjunto de la relaci('Jil cntn: la persona\' la acciún v por eso pueden dcsempet1ar un importanll' papel en la inte1:pretaciún ele la acción justamente como ucrus /)(' /'S0/1(/('. Contenidos suhjC'lims dr la autodr!i•mlillllci(íll rn la ohjrtintcúin del «\'(}» Mctafísicamenll', la rersona es a la vez objeto v sujeto. Es un ser objetim, es decir, es alguien (un ente que e\iste como «alguien>> a diferencia de todos los entes que e\isten como «algo»), v es simultáneamente un supposi/11111, o sea, que existe como sujcto. Ya hemos observado, cuando examinamos en el capítulo anterior la persona y la acción sobre el fondo del dinamismo general del hombre, que en la persona nos encontrarnos como con la síntesis de la operatividad v de la subjl'tividad. El presente capítulo sine ante todo para profundizar en el análisis de la operati\·idad, pues analizaremos en 01 la dinámica integral de la voluntad. Cuando se profundiza L'n la comprensión de la operatil'idad emerge una nueva dimensión de esta síntesis, pues St' revela la objetil'idad, que es propia de la operatividad, puesto que su esencia dinámica la constituve la autodeterminación, que es identificable con la l'i\·encia «VO quiero». La autodeterminación sitúa al propio "~·o>>, es deci1: al sujeto en la posición de objeto. Y entonces realiza simultáneamente en la subjetividad la objetividad del propio «\'0». ESTRUCTURA PERSONAL DE LA Al!TODETERMINAC'IÓ'J ~~~ --- -~~-~ 177 --~~ A esta objetivación. que procede de la autodeterminación. h· nllwsponde. en la dinámica integral de la voluntad ven la cslllll·tura específica de la persona. la subjeti\·ación, que -como sahl'IIIOS por el análisis del capítulo Il- emerge en esta estructura de la persona mediante la conciencia. La persona como estructllra específica dotada de conciencia, vive de un modo que es esprdfieo suvo (entendemos vida aquí de un modo presumiblellll'llte lato, aproximúndonos a la fórmula «l'iren.> es/ \'i\·entilms t•sse» ): conLTetall\ente vive, o sea, existe, no solo en su propia reflexión o rellejo, sino que vi\·c también en esa específica auto-vivencia, que condiciona a la conciencia en su función reflexiva. Cracias a ella el hombre-persona tiene la vin·ncia ck sí mismo wmo sujeto, como «\O» subjeti\'0. La \Ú'encia de la propia subjetividad se superpone de algún modo a la subjetividad metafísica del supposi/11111 humano. En este sentido la conciencia condiciona la «subjl'tivaci(m». Si la voluntad como autodeterminación produce la objetivación, esto se realiza en el marco y de alguna manera en los límites de la simultánea v actual suhjt'li\·aci{Jn mediante la conciencia. Pues el hombre tiene la vivencia de cada «quiero» propio, ele cada autodeterminación. v mediante ello se convierte en un hecho totalmente subjetivo. Fluve de ahí el continuo descubrimiento del sujeto en su profunda ohjl'lividad, descubrimiento, podemos decir, de la construcción objetiva del propio sujeto. Cuando la conciencia introduce todo esto en la {H·bita de la vivencia, entonces la objetividad intrínseca de la acción. la objetivación propia de la autodeterminación, se dibuja nítidamente en el perfil de la plena subjetividad de la persona, que tiene la vivencia de sí mismo como «\'O>> agente. También entonces la persona. el «~'O>> agente tiene la vivencia de que decide sobre sí mismo ven función de su autodeterminación llega a ser alguien, que al mismo tiempo posee unas cualidades (buenas o malas), ven la base de todo ello está la vivencia del hecho mismo de que es alguien. 178 1\.AROl. WOJTYL\ ------------- direcciá11 de la mluntad 111cdian1e la /ililcilín ohjetimnre de/ C0110Ci11lil'I!(O loil En tan lo que la propia \ in·nci;t de la autodeterminaci<'Jn t''>L 1 condicionada por la conciencia, en cambio no se puede decir qttc sea conducida por ella. La !"unción cog:nosciti\·a \ direcli\a lJUl' , .., indispensable para la dinamizaciún de la mluntad, para la autodc tcrminaci<'>n (lo testii"iL·a tanto b e\periencia como la tradil·i<"m filo sólka \ la psicología l'lllpírica), no se dd1c confundir con la lutt ción rellejante de la conciL·ncia ni l'Oll su !"unción rdk\iva. Esl~t'­ dos !Unciones son importanll's para algo tan esL·ncial para la pL'I sona como es la suhjl'li\·ación; en cambio, la lutll'i<Ín cognosl·itindircclora tit:ne car<'tcter ohjl'livante. Pues si hay algo que dirige l~t autodl'lenninacit">n v todo L'l dinamismo de la \'Oiunlad (tamhit;n en la eskra de su inll'ncionalidad, o sea, del querer \·alores-fines), t'so L'S anll' todo\" directamenle el autocon<ll'imiento. Pero es indirecto todo el conocimiento de la I'L'alidad en particular el conocimiento de los valores como fines posibles\" como fundamentos dL' las diYcrsas normas con las que el hombre se conduce cuando actúa. A la objetividad de la autodeterminación y· de la volición solo puede corresponder la objetividad del conocimiento. El conocimiento guía a la voluntad solo en su función objctivantc (nihil e.'/ mlitw11 nisi ¡¡mecognit11111 ). En cambio, en su !unción subjetivante, como conciencia, el conocimiento acompaña a la voluntad v la completa en el 3m hito de esa estructura específica que presenta la persona; pero ni la guía ni la dirige. El olvido ck estas diferencias fundamentales puede conducir al solipsismo, al subjetivismo v al idealismo; v por tanto a la autopérdida del sujeto en la totalidad de su n:alidad, o sea, ele su objetividad. La anterior advertencia tiene una impotiancia básica para la interpretación de la acción, esto es, para la actividad consciente. Cuando decimos «actividad consciente» nos referimos ante todo v fundamentalmente a la función directora del conocimiento en esa actividad, v no solo a tomar conciencia ele ese acompañamiento, o sea, al aspecto de la conciencia. ESTRUCTl;RA PERSOf\AL DE 1./1 AljTODETERI'viiNACIÓN 179 111 dialéctica de la ohjelil·acioll r de la suhjeJimción es ,·,tmcterística de la dinúnJica inlegml de la mlu11/ad De esta manera, la persona aparece en la acción, en la acti\ itbd consciente, como una unidad específica de autodeterminación v conciencia, ,. junla a eso como una síntesis peculiar de objetividad v subjetividad. Al considerar la experiencia integ:ral del homlwt· en sus dos aspel'los (inkrior v exterior) v deteniéndonos L'spe¡·ialmente en la experiencia moral, se obsen·a que la objetivaci<Ín ,. la subjetivaci6n se complenwntan mutuamente v se equilibran de ;tlgún modo. En este sentido, la conciencia equilibra v comrkla a ht autodeterminación v csla a su vez a la conciencia. En tanto que la conciencia, como va se ha indicado en el carítulo 11, llc\·a consigo junto a la subjetivaciún una cierta interiorización, de modo similar la autodeterminación comporta también una cierta exteriorii'.ación; exteriorización que es alg:o diverso de la objetivación, así ~o:omo la interiorizaciún es distinta de la subjetivación. fl «GC!IIS ÍII!Cnll/S» C0111(} CX{I:'I'ÍOI'i;.ctciÓII de la /H'I'SOIW Cada acción es una exteriorizaci<'m de la persona, aunque se realice únicamente en su interior v merezca que se lt.> llame ac/us inlcmus. Se debe ad\·ertir que este nombre se utiliza en los manuales para aquellas acciones que se realizan sin que interwngan todos aquellos aspectos del hombre que confieren a la acción un cierto carácter de observabilidad. Cuando tiene estas características, la acci(ín merece el nombre de aclus exlemus. En cualquier caso, la obseiTabilidad no es ni el única ni el crilerio más propio para comprobar la exteriorizaciún que se advierte en la acción en relación con la rersona. Y es que la persona en cada una de sus acciones no solo se objetiva, sino que también se exterioriza, incluso en el caso de que, a la luz del criterio de observabilidad, la acción fuera absolutamente interna. Por otra parte, cualquier acción, aunque a la luz de ese criterio sea externa, sufre una cierta interiori7.ación a través de la conciencia. Así que en el !RO KAROL WOJTYLA marco din<'m1ico de la persona la síntesis entre la objl'liti\idad \ la suhjl'lividad se pnm.'cta hacia la síntesis de la L'.Xtcriorizacicín \ la inll'riorizacic'm. 3. La libertad de la voluntad como fundamento de la trascendencia de la persona en la acción La U'!'elaciún de la libertad cuino cualidad real de /u !IC/sona a partir de la a/i/odetcnninacúín Las anteriores consideraciones nos llevan a concehir la li·· bertad de la \oluntad en su sentido fundamental. La libertad se identifica nm la autodl'lerminación, con esa autodeterminación en la que descubrimos la voluntad corno propiedad de la persona. Por tanto, la libertad se manifiesta como una propiedad de la persona unida con la voluntad, con el concreto «\O quiero», que encierra -como advertimos previamente- la \'i\encia «puedo. pero no tengo que». Así que el anúlisis de la autodeterminación nos conduce a la raíces mismas tanto de <<quiero» corno de «puedo, pero no tengo que». La lilwrtad propia del hombre, la libertad de la persona mediante la \Oiuntad, se identifica con la autodeterminación como realidad e.xpcrinwntal. que es, a la \CL, la mús completa \' la mús est•ncial. Se trata de la libertad como realidad, se trata de la libertad como una propiedad real del hombre v tambiL;n un atributo real de la \oluntad. Es este un principio esencial. pues t'S fácil que al refle.xionar sobre la libertad de la voluntad se ceda a un cierto idealismo, si se parte de la idea de libertad «en cuanto tal», ,. no de esa realidad que es el hombre\' qut' const ituve la libertad en el hombre 3. La clave de esta realidad es el hecho de la autodetermi'En cierto sentido Kant es cJ,·,pont•nil' del"" ¡¡rfori de b lihatad ... ·¡(,da la c'oncepcicín del imperati1·o categc'Jrico !-.t' constrttiL' d,· modo qut• en la acción del hombre St' expre,.;e <da libertad put·a, (autonomía). porque solo en ella St' puede realizar <da pura moral». Al mismo tiempo es difícil oponersl' alcom·enci- ESTRUCTlRA PERSONAL DE LA Al!TODETER\11NACIÓ:\ 181 nación y todo lo que condiciona profundamente la propia estructura de la persona. concretamente el autodominio v la autoposesión. Gracias a esto la autodeterminación aparece como lo que une e integra el dinamismo propio del hombre al nin?l de la persona. La autodeterminación nos permite distinguir el dinamismo al nivel de la persona del dinamismo al nivel de la naturaleza. Se obsen·a que en este último falta la autodetenninaciún. Advertimos por ello que no ha\ tampoco «acto" en el sentido quL' hemos establecido en la inrestigación del capítulo precedente. fl dina111ismo de la aulodctcnninucilín r el dinamismo del illsli111o Al niwl del dinamismo de la naturaleza no hay actos, no hay acciones; estrictamente hablando solo ha\' <<actiYaciones" o. en todo caso, una suma específica de lo que «sucede en>> el sujeto, que forma el conjunto específico de la \'ida v dd dinamismo del propio sujeto. Este conjunto ~e forma siguiendo una cierta línea directiva, bio-cxistencial, que depende de la dotación natural de cada individuo particular, de su potencialidad. De esta manera, la naturaleza se identifica prácticamente con la poll'ncialidad que se encuentra en la bC~sc de bs simpks activaciones. No obstante, el significado de nC~turalcza va más allá ele la esfera de la activa- miento de que· d propio Kant ha umtribuido a desarrollar L'i sentido ¡x·r:,onal (e indirectamente la estructura personal) de la autodetenninaciún. Ouilá el que ha jugado un papl'i principal a este propósito no ha sido tanto su teoría d,· la libertad a priori como d llamado segundo imperati\'0: «Ühra de tal manera que uses la humanidad. tanto en tu persona como en la persona de cualquier otm, siempre corno un !in v nunca como un medio" (l. K~\·t. Grwullegung :ur Metaphvsik da Sillen, Lripzig 1904, J'hilipp Recia m jun .. p. óS: en alenl<in<:n el original). Esto indica ante todo que la autodeterminación es un den:cho de la persona. Pero un derecho no puede apo\·;u·se en el yacío. sino que tkhe corresponderle una t•structur·a real. En \irtud de esta cstmctura. la persona. o sea, lo que es <:n sí mismo subjcti\'0, se convierte en el objeto primero por sí mismo. Llamamos a esta relación autodeterminación. Entendemo~ que no se pueda é.\prcsar en las c·atcg:orias de la intl'ncionalidad drl acto de la \oltmtad («quiero algo,). 182 KAROL WOJTYLA ------- -------- ---------------- ción, v comprende simultáneamente Y antes que nada la dirn ciún de la inlt'~ración de esas mismas acli\aciones. Se~ún esL1 dirección todo lo que sucede en un indi\'iduo determinado, pos,·,· carácter de linalidad. El lundamento subjetivo tanto de la inil' graciún como de la finalidad al ni\·el del dinamismo de la natur:1 ll'l.a sin más lo llamamos, en especial en los animales, instinto. Fl instinto no se debe conlundir -pese a su casi identidad etimolo gica- con el impulso. sobre el que volveremos en ulteriores con~i deraciones. En el individuo animal. el instinto integra y orienta todo aquello qtte en sentido estricto tan solo se puede decir que succd,· en L'Se individuo en una entidad qUL' en ocasiones, como cons,· cucncia de una coordinación ele activaciones que es ele algun.~ manera admirable, puede producir la impresión de que es un:1 acción. Solo se puede hablar de acto (o de la acción) en el sentido estricto de esta palabra -esto es, el que se encuentra en el fu1HL1 mento clt• la totalidad de la experiencia de la persona- en el ca~~~ de la autodeterminación. En los casos en los que es el instinto l'l que dirige, aparece una cierta analogía extrínseca con el acto: l'l correspondiente dinamismo parece que hiciera un acto, pero 1111 se realiza en él la esencia del acto-acción. Con toda esta digresión, que aquí tiene un sentido comp:1 rati\'0, llegamos más allá de la experiencia del hombre para :d ca111ar ante todo, como es fúcil observar, el mundo animal. ¡:.., evidente que constituve en sí misma una importante cuestión qu,· no desarrollaremos en este lugar. El sentido comparativo de la di gresión es el siguiente: el dinamismo al ni\'CI de la persona ..,,. contrapone al dinamismo al nivel ele la naturaleza precisame11k por el hecho de la autodeterminación como fundamento del qt~<· resulta el acto propio, su dirección y su finalidad. En el corrl'.., pondiente dinamismo al nivel de la naturaleza falta esa particul:11 dependencia del propio «yo~>, que caracteriza al dinamismo cll' 1,, persona. t·:STRLCTLRA PERSO~AL DE LA ALTODETERMII\ACIÓr\ 183 Precisamente esta dependencia del propio «\'O>> fiuula11/1'11/tl la liber!ad, mientras que su falta coloca todo el dinamismo pictpio de un indhiduo determinado (por ejemplo, de un animal) h~t·r;a de la esfera de la libertad. El concepto correspondiente a la lali;a de libertad es «necesidad>>. De ahí que, a ni\·cl de la natural,·ta, al dinamismo, cmo factor de integración es el instinto. se le .atrihuve la necesidad como antítesis de la libertad, que le correspctllde a la persona gracias a la autodeterminacicín. Así que la pn.~ona se dinamiza en el modo que le es propio, cuando en esa dinamización depende del propio «VO>>. Todo esto se contiene pnTisamentc en el hecho experimental de la autodeterminación v mndiciona también la vivencia de la opcrati\'idad. La operati\·idad depende, en este caso, de la libertad. 1~~ liherrad de la l'O{unwd, expresión de la au!odependencia ,¡,.la persona Merece que se subravc de modo particular que el sentido h:isico de la libertad del hombre, la libertad de la voluntad, que SL' ;apova en la experiencia, nos obliga a poner en primer plano la dependencia, en concreto la dependencia en el dinamismo del pmpio «yO>>. Precisamente aquí, el realismo de la experiencia se ctpone al idealismo de la pura abstracción; en efecto, la libertad ;abstracta es independencia, falta de dependencia. Mientras que, j11~to al contrario, la falta de dependencia del propio «VO>> en la dinamización de un sujeto determinado equivale a la falta de libertad o, en cualquier caso, a la falta de su fundamento real. Por ;ahí pasa el límite más \'isible. como testimonia la experiencia 111;·a~ básica, entre «persona» v «naturaleza>>, entre el mundo de la\ personas y el mundo de los «indi\'iduos» (si usamos la terminología escolástica); por ejemplo, ele los individuos animales, que tienen todo su dinamismo limitado al nivel de la naturaleza. Es 1111;acaracterística de este nivel la falta de dependencia del propio «\'O» en su dinamización. Esa falta proviene de una carencia de la 184 K,\ROL WO.ITYLA propia estructura. La estructura del indiYiduo es distinta dv J., estructura de la persona. En aquella no se encuentra esa comp" sici<'ll1 que hemos Ul'scrito al principio como autoposesi<ín v aul'' dominio, v lJUC condiciona estructuralmente a la autodetennin:~ ciún. En cambio, en el dinamismo a nivel de naturalet.a ,.¡ indi\·iduo es poseído mediante la potencialidad del propio sujeto. que lo gobierna y detnmina la dirección de las dinamit.aciolll'~ El instinto es a la \'et. manilestación de es k dominio de la natur~1 leza sobre el indi\ iduo v de su actualitaci<in. En el marco de esa estructura no SL' puede hablar de depe11 dencia del dinamismo del propio «\O>> por la sencilla razón de qu,· no existe tal «VO>>. Para constituir el «Hl>>, es deci1; la persona en s11 perfil v contenido estrictamente exp,-rinwntal. es indispensable 1~1 conciencia, como va se ha dicho en el capítulo 11. Y tambil'n lo es I;J autodeterminación. Mediante la autockterminaciún se cxplic1 la trascendencia de la persona ,·n la acción; la propia acción, en cambio, se constituvc como ac/us JH!rsullrle, que va distinguimos antes con claridad de persona in actu. La acción contiene en si siempre el momento experimental de la subordinación v de la dL'pendencia del propio <<VO•>. Y precisamente este momento encierr¡¡ dentro de sí la base misma de la libertad \',junto a ella, el fundamento de la trascendencia de la persona en la acción. Qué 1'11/L'IUII'IIws ¡¡urtrascendcncia di' la persona Conriene explicar aquí algo este término l'ilosólico, en particular su empleo en el presente estudio. El término <<trascendencia>> indica etimológicamente franquear algún umbral o alguna frontera (tram-cendcre). En este lugar puede tratarse de atravesar los límites del sujeto en dirección al objeto, como sucede de maneras diversas en los llamados actos intencionales. Se atraYicsan los límites del sujeto de una manera en los actos cognoscitivos v de modo distinto en las voliciones, que tienen carácter de tendencia. Tendremos toda\·ía ocasión para aclarar mejor la cspecifici- ESTRUCTURA PERSONAL DE LA AUTODETERMI!\ACIÓN 185 ------------------------------- d;~d Je lo~ correspondientes actos intencionaks. Se puede definir 1111110 trascendencia lwri-;w1tal a la intcncionalidad, o sea, al he' i111 de franquear los límites del sujeto hacia el objeto. No es esa l;t que nos interesa principalmente (aunque sí de algún modo, 1 111110 veremos a continuación), cuando se trata de la trascendenriil de la persona en la acci<'m. Se trata de una trascendencia que 1'\iste gracias a la autodeterminación, trascendencia por el mismo hecho de la libertad, de ser libre en el acto, v no únicaIIIL'ntc porque la \olición se encuentre dirigida intencionalmente hacia su objeto propio, el \alor-finalidacP. Esta última trascendencia, a diferencia de la que hemos denominado boriwntal, podemos definirla como t'atical. La trascL·ndencia entendida como característica del dinamismo de la persona se explica comparándola con el dinamismo de la naturaleza. La autodeterminación aporta aquí ante todo la preeminencia del propio «VO>>. Esta preeminencia brota de la autodeterminación Y crea una \'erticalidad. Carece de esa preeminencia el indi\·iduo que t's únicamt:nte un sujeto de activaciones coordinadas por los instintos. A cada uno de tales sujetos se le puede llamar il/(lil'iduunz in nctu por analogía con la fórmula persona i11 actu. Y justamente aquí esta fórmula es la fórmula adecuada y fundamental, mientras que para la acción la fórmula adecuada v fundamental es nctus ¡¡asonae, que solo por analogía se puede trasladar al individuo no personal como actus indil'idui. Pero en este último falta propiamente lo que es fundamental en esa fórmula. No puede haber actividad St:llSII strictu -o sea, acción- allí donde falte la capacidad para hacer depender las propias dinamizaciones de su «VO». 4 ~os~ trata de la trasccmkncia «hacia cualquier cos•P>, trascendenci:1 di- ' i¡!ida que"~ L'!liiSt<Ita junlamenll' con el ohjdo (\·alor o hnalidadl. SL· trata. en cambio, de una trascendencia en cm·o marco el sujdo se confirma franqudndose a,¡ mismo (en cierto modo supcründoscl. Más que Scheler. parece !it:'r que L'S Kant el exponente de esta trascenckncia. 186 1\AROL WOJTYLA Papel de la nhjelil'llci<íu del propio •<WJ" e11 la es/me/u m ele la liher!ad El significado fundanwntal de la libertad del hombre, la lilwrtad de la \'Oluntad, nos muestra L'n L·lla ante todo una particular autmkpcndencia. que corre pareja con la autodeterminación. El hombre l'S libre, lo LJIIL' significa t¡llt' en la dinamit.<tciún dt'l propio sujcto depende de sí mismo. Así que el significado lúnd<tmcntal de la libertad ptl'SIIpont• esa «ohjdivaci<"Jn,, LJUL' constituvú d tema del anúlisis prL'l"L'tkniL'. Para ser libre, es neL"l'Sario que constiluvamos un «\O» cotll"ll'to qUL' sea simult;íne<tlllt'nll' sujeto v L'i prinwr ohjt·to sobre el que decidamos con 1111 <Kto ck la \'Oluntad. El di11amismo alniH·I de la natttrakt.a, al t¡Ul' nos re fcrimos aquí comparati\allll'llll', no manilksta esa objetividad del sujeto. Ya descubrimos anll'riormente esta carencia, cuando distinguimos en los an;ílisis dd L'apítulo anterior entre .suhjetivi dad\" opLTatividad. De modo que. cuando t.lllican1L'ntL' sucL•tk algo l'll 01, d sup¡wsi/11111 lll<lltificsta únicatm•ttll' la suhjl'lividad: en cambio, cuando al"lúa, Sl' manifiL·sta la opnatividad junto a L1 suhjctividad. Puesto que la operatividad se basa L'll la autodcll't rn inacic'm. va que al actuar dccidi mos sobre nosotros mismos. t'l 1 consL'CUencia el propio sujl'lo es también objeto para sí mismo. ) así es como se introdun· la «ohjl'livaciún" L'll el significado h;1 sico de la libertad. La «objl'ti\<Kión" condiciona comTetamctth la autodependencia, que es la que encierra el sentido fundanwr 1 tal de la libertad. 4. La voluntad como facultad de la autodeterminación de la persona Ul autvdcpcllllellcia mudicio11a la independencia c11 el úmbilo de los objelos inleiiCÍollales de la mlición Desde el sentido básico de libertad se puede pasar <1 "' 1" sentido más desarrollado. Este sentido lo descubrimos en l;1~ 1 • • liciones en tanto que son actos intencionales que se dirige11 ;~ 1111 ESTRLICTlJRA PF.RSO'JAL DE LA AUTODETERMINACIÓN 187 determinado \'alor como hacia su fin. Tomamos entonces en consideraciún no solo el simple «quiLTO», sino el conjunto «quiero algo>>, PrL·cisamcnll' aquí advertimos una particular independencia. En efecto, cuando quiero esto o aquello,.\ o v, ten¡m la vivcnvia de un dircccionamknto intencional hacia un objeto en un modo 1ibre de coalTi<'m o de necesidad, pues «puedo,,, J)L'n> no «tengo que>> querer lo que quiero. Naturalmente, en d nmmento <'n que quiero el ohjcto .\ o·'' que me presenta mi mluntad, en tonres me encuentro de alguna manera m<is allá del nivellk la decisiún o de la eku·iún. La volición est<i \a definida en cuanto a su objeto (valodin), o SL'a, L'stá dl'lerrninada. Pues, miL·ntras falta la determinación, no hav mlici<Ín, sino duda. A pesJr de esto, en la dl'lcrminación pLTsislL' de algún modo la vi\·cncia de que «puedo, lll'I'O no tengo qu<~». La definici<'m de un \·alor como fin de una aspiración no elimina la independencia intrínseca L'n relaci<'m con <'Sil finalidad, o sea, ron el objeto de la voliciún. Esta cuest iún requiere un examen postl'rior. esto es, un un;ilisis del sentido desarrollado de libertad, que es lo que eml'l'<'llderemos a continuación. Pcm va desde ahora, teniendo ln·sco en la memoria lo que parece ser el lundanwnto mismo de lu libertad: la autodependencia, se debe advertir que esa indepcnd<'llria en el ámbito del ohjl'to intencional de volici<'ln (es decir, el l'ulor como fin) se explica concretamente por la autodepL·ndentla. Fl hombre tiene la vivencia de que es independieniL' respecto 11 <''-liS objetos, porque perrnanenternente lleva en la raí1. de sus 111 111ariones su dependencia fundamental de sí. Para interpretar l11 lrhl'rtad de la voluntad, desde el realismo se ha de interpretar '•'f'llll el esquema de la autodeterminación, no de la indetermina•lou ~i11 más. La experiencia indica que el indeterminismo es setllliiLII'io, en cambio el autodeterminismo es primario v fundallii'IJI;d. Este planteamiento permanece estrechamente ligado con In••• llll'ideraciones reali1.adas hasta ahora, en las que la voluntad -·· 11"''-~'llta ante todo como autodeterminación. Se trata, pues, de 188 1\.AROL v\OJTYLA una caracll'rística de la persona prolundamente radicada en Lt estructura de autodominio\' dt> autoposesión. El dinamismo de la outodctcnninacióu como por flilrte dellwndm' «LISO>> de la mluuta,/ La experiencia permite qllt' veamos la libertad no soln como una propiedad de la persona, sino también como una facultad'. Como si se tratara de un segundo aspecto t'x.pcrimcntal de la misma realidad. !\o llamamos ,·oluntad exclusivamente a lo que revela v actualiza la estructura dl.' la autoposesión 'del autogohil'mo, sino también a aquello de lo que se sine el hombre\ ele algún modo utiliza para alcanzar sus propios objetÍ\OS. En cuvo e<1so, más que determinar la ,·oluntacl a la persona, ch.·¡wnele ele ella, estú subordinada a la persona. Es, pues, algo diverso a la persona e inferior a ella. La experiencia de la dependencia de la ,·oluntad ele la persona t's importanlc también para comprender su libertad. La libertad de la voluntad no es en ningún caso una independencia de la voluntad con respecto a la persona. Aunque esta libertad se descubra en la vivencia «puedo, pero no tengo que», esta vi,·encia está contenida principalmente en la dependencia de la persona que «puede», pero a la vez "no tiene que» servirse de ella como facultad. Y, por esto, la primera cristalización de la libertad dt' la voluntad es el hecho primario y elemental ele que ella Lkpende de la persona como facultad de la autodelcnninación de esa misma persona. Este hecho se expresa en el lenguaje ordinario mediante la expresión «puedo querer o no querer». La manifestación elemental de la libertad ele la voluntad 'Cfr.: «1 ... ] quannis libemtn arbitrium nominct quand~tlll actum sccundum propiam significationcm dicimus id qwJd cst huius actus principium. scilicet quo homo libere· iudicat. Principitllll autcm actu;. in nohis c'st et potcnlia d hahilus 1 ... ]. Oportct ergo quod lihcrum arhitrium l'l'i sil potentia, 1d sit habilus. [ ... ] Quod autcm non sil hahitus [... ]» (Tmt~S DE Aüt'II\O, S. Th. l. q. R3. a. 2, Resp.). ESTRCCTl!RA PERSO'-lAL DE LA AUTODETERMINACIÓN 189 l'S la simultánea constatación del dominio total y completo de la ¡wrsona sobre la voluntad. La independencia se constituve ~· se lorrna mediante la autodependencia. el indeterminismo mediante la autodeterminación. En virtud precisamente de ese total v completo dominio de la persona sobre la ,·oluntad, esta es la {amitad de la libertad de la persona. El concepto de la voluntad como facultad de la que se sirve la persona en la realización de la autodeterminación, que es al mismo tiempo persecuciún de un cierto fin-valm~ nos permite retomar las consideraciones realizadas en el capítulo anterior sobre el tema de la unión entre el dinamismo _v la potencialidad. La voluntad proporciona a la persona su dinamismo específico, el dinamismo de la autodeterminaciún, el dinamismo de la acción. A este dinamismo le debe corresponder una potencialidad adecuada. Cuando decimos que la \'O! untad es una racultad en la terminología de la antropología filosófica tradicional. tenemos en nuestra mente precisamente esta potencialidad. Potencialidad que está contenida en la naturaleza racional. si seguimos usando la misma terminología. Pero la <<naturaleza racional» existe realmente solo y exdusi,·amente como persona. Por eso la voluntad se dinamiza únicamente del modo que corresponde propiamente a la persona y no a la naturaleza sin más. La libertad manifiesta justamente esa forma de dinamizarse de la persona, mientras que denominamos instinto al modo de dinamizarse de la naturaleza. El selllido del «Íitstillto de libertad» Al reflexionar sobre el dinamismo propio de la persona, sobre su actividad, podemos atribuirle a ella también un «instinto de libertad». Pero esta expresión solo tiene un sentido analógico, incluso en cierto modo metafórico. Indica que la autodeterminación es para la persona algo específico e innato, algo que es natural para ella (se puede hablar de naturaleza de la persona). Cuando la persona actúa, cuando se dinamiza en el modo que le 190 MROL WOJTYL/\ -------------· es propio, entonces en esa actividad se manifiesta de modo l'\ pontáneo v como instintivo la autodcterminaL·ión, o sea, la lilwt tad, tanto en el sentido fundamental como en el sentido desunoliado de esta palabra. A pesar de esto, la actividad propia ele l:t persona en cuanto persona no es instintiva: el instinto no clirigl' su dinamismo ni lo integra. El dinamismo correspondiente a Lt naturaleza de la persona, o sea, la actividad, no es un dinamismo a nivel natural en el sentido de que sea un dinamismo que es integrado por el instinto. El sentido de la «acción Íl7.1fÍI7tit·a" del lzo111hre El dinamismo correspondiente a la naturaleza de la persona no es tampoco un dinamismo al nivel natural ni siquiera cuando el rropio hombre define su actividad como instintiva. «Instintivamente» el hombre rehúw el peligro, lo desagradable o el dolor, «instintivamente» busca comida rara alimentarse, \ así sucesivamente. Para exrlicar esta instintividad necesitaremos analizar el impulso en el sentido en el que tiene lugar en el hombre. Desde un principio observamos que el hombre no solo actúa, sino que también es objeto de lo que sucede en 61. La impulsividad relacionada con la potencialidad del cuerpo y también con la emotividad natural del hombre (la analizaremos en los siguientes capítulos) nos explica muchas cosas en estl' campo. Pero ni esta potencialidad ni la impulsividad se identifican con el instinto como factor que integra el dinamismo del indi\'iduo v determina su dirección. Por tanto. parece que, al hablar de la actividad instintiva del hombre, con frecuencia se trata de un incremento de su espontaneidad, e incluso de su instintividad, junto con un simultáneo debilitamiento de la claridad de la autodeterminación. La autodeterminación se identifica con la decisión consciente. En cambio la espontaneidad, o la rcactividad de la acción, se puede explicar con la orientación de un impulso junto con la potencialidad del cuerpo o una ESTRUCTl RA PERSONAL DE LA AUTODETI::X'vliNACIÓN 191 cierta facilidad emotiva". En esos caso~. la decisión consciente q11eda reducida, en ocasiones, prácticamente a cero. La potencialidad de la \oluntad queda subravada en las decisiones conscientes. porque ella es la facultad de las decisiones consL·ientes; bajo este aspecto la examinaremos a continuación. Al margen de las anteriores observaciones referidas a la «acti\·idad instintiva>> del hombre. es necesario advertir que, aunque cualquier autodeterminación sea algo propio para la persona, algo natural, sin embargo aparece en el hombre una cierta tensión L'ntrc la voluntad como facultad de la autodeterminación, facultad de las decisiones conscientes,\' la potencialidad del cuerpo, la emotividad v la impulsividad. A la lu1. de la experiencia com·icne advet1ir que no es una propiedad del hombre la autodeterminación pura v simple. sino esa cierta tensión. De ella deriva precisamente la compleja especificidad que se encieJTa en el dinamismo de la persona humana. 5. La decisión, centro de la actividad de la voluntad libre ¿Trascendencia o appct i tus? Los análisis que queremos desarrollar a continuación en el presente capítulo estarán enteramente dedicados al sentido desarrollado de la libertad. A la ve1. constituirán una continuación de "Según A.-T Timil'niccka. ><lht· inilial sponlancirv makes irscll w.ccrlain, within thc compldt' phcnomennlogical frame11urk uf inqui<'V, as thc aulhentil: counlcrpart of rhe orclcrin~ \\slc·ms in which it represen!> tlw ekmcntal gxound of thc primili1·c !orces and the subliminal sourcc of rnan's passion, drin·s. stritin¡!s and noslalgies" (/<lilial S¡>OJIIWifilv a11d rile ,\loda/iri,•s u( f!lllll(ill Lifi•. P· 24). Ch: también: ><[ ... j'Brutc' Nalure could hardh by itsclf c·,plain in its uniH·rsalh· designed progrt'SS thc differcntiation of th,· initiaf spon!aiH'i!l' as it fJOIIS into the act h1m1an nperience.f ... J Once bound into thc orchcsrraliou uf human futKtions thesc blinds encr¡!ies nf Narure mav stir from bdm1 its apparatus ami supph ir with 'forces'. Hm1evn, it is tlw intennecliate 'territon.' of spontaneil\·, dilfcrcnliaring, ditfnt·ntiated, and cnd011ed 11ith spec:ific 1-irtualirics terrilon 11 hich lit' cal! 'subliminal' -thar is postula red in urdcr that thc tunctional progrcss and its articulationllla\· cOilll' about» (ídem, p. 3-!). 192 KAROL WO.ITYLA la formación de una imagen de la persona. Esta imagen emergl· conjuntamente cuando se pone en evidencia la trascendencia l'll la acción de la que goza la persona gracias precisamente a la libertad, a la autodetl'rminación. Hemos definido esta trascendcn· cia como <<H:'rtical», teniendo en cuenta el hecho de ser libre, la autodeterminación v la prL'eminencia que le corrcspondl' respecto a su propio dinamismo. La \'ivencia de esta preeminencia no obstaculiza la espontaneidad de la libertad, incluso resalta rnús en el caso de la llla\Or relkxividad de la autodckrminación, de la maduración intelectin1 de las decisiones. Sea como lucre, al analizar con ma~·or precisi!·m la voluntad nos encontramos con l.'l perfil de la trascendencia \'Crtical va dibujado con bastante precisión. Cada una de las etapas de este análisis supondrá algo así corno d descubrimiento de capas cada vez más profundas de esa trascendencia, o sea, la trascendencia de la persona en la acción, en la que se desvela de manera experimental la realidad misma de la persona, de su estructura. Los estratos más profundos condicionan a los más superficiales -L'sto es, a los que podemos descubrir~- objeti\·ar antes- y al mismo tiempo nos hablan cada vez más de la persona .v de su estructura específica. Nos permiten describir de modo cada vez más completo su propia partinllaridad, su naturaleza espiritual. Parece que este modo de analizar y de profundizar en el interior de la estmctura de la persona se diferencia algo del método tradicional. Porque, en efecto, parece que en el marco de este método sería examinada más bien la mluntad en su dimensión de la trascendencia <<horizontal». Por ejemplo, ella es la que fue examinada y analizada por los filósofos v psicólogos como appetitu~. Ese análisis -no sin motivos- ponía en primer plano la característica tendencia de la voluntad hacia el bien, en cuanto objeto o finalidad. De esta manera la parte esencial del análisis de la voluntad lo constituía el análisis de su intencionalidad, de aquellos actos intencionales, o voliciones, en los que sin duda se manifiesta~' actualiza la voluntad. Sin embargo, parece que mediante ESTRUCTURA PERSONAL DE LA ALITODETERMii\ACJÓN --------- ----------- 193 L'l simple anülisis de las voliciones en sus diversos aspectos ,. modificaciones no alcanzamos aún la raíz de la voluntad. Esta se halla enrai;.ada en la estructura misma de la persona. como Ya hemos intentado mostrar aquí,\' no tiene una propia razón de ser más allü de esa estructura. La intencionalidad propia de las \'oliciones, la manifestación en ellas de dirigirse hacia el valor-fin. no determina a[m la voluntad en toda su plenitud, no permite examinar suficientemente su dinamismo propio y su potencialidad. Apetit il·idad (a pe! ición) e i nlellciollnlidad Com·icne prestar una particular atención al tt•rmino a¡¡¡¡etitus (también cuando esta expresión aparece unida al adjeti\ll rationalis ). La expresión a¡¡¡¡et itus no tiene quizú un equivalente que exprese adecuadamente la esencia de su contenido. Bajo un aspecto corresponde al término «tendencia>>, porque tender es lo mismo que dirigirse hacia un fin. v dirigirse hacia un fin es una caraclt'rística esencial del nppi!titus. Bajo otro aspecto responde al término «apetito>>. Pero esto último, en lo que se refiere a la voluntad, enciena una simultánea com erg:encia v divergencia ele significado. El término «apetitO>> en el sentido ele nuestro idioma'' parece que se limita a signiricar lo que «sucede en>> el hombre v no lo que pertenece a su esfera de las decisiones conscientes; por eso, la expresión «apetito racional» suena un tanto extraña, prücticamcntc como si se tratara de una contraclicciún interna, que no parece existir en la expresión latina appetitus rntionalis precisamente en funci<Ín del significado más neutro de appetitus. Así que desde el punto de \'ista semántico, v en concreto de las precisiones sem{l!lticas, teniendo en cuenta las peculia1idadcs ele nuestro idioma, resultará clilkil atribuir a la mluntad apetito, puesto que este se asocia casi inseparablemente con los sentidos v parece que no es capaz de incluir las decisiones conscientes. El pro·:.- Lógicamente, d autor se está refiriendo al polaco, pero en t'spaJÍ(>I su· cede lo mbrno. 194 KAROL V\OJTYLA blcma del idioma. el problema terminológico. no es en este',, ... · algo baladí, puesto que se trata de indicar exactamente en su to1.d1 dad lo que se contiene rcalmentt' en cada «Volición, humana, o' 11'' mús amplitud aún, en cada «quiero alp:o,: x o r. Tomemos en coll'·' deración la voluntad en toda su intencionalidad propia. Esta inl\'11 cionalidad es casi diametralmente opuesta a la intencionalidad d,·l conocimiento, de los actos cop:noscitivos. Tomús de Aquino hi; .. notar esto con mucha claridad al adve1iir que en el conocimient1' '·1 objeto se introduce de alguna maner<len el sujeto, de modo que l''-<' objt'to comienza a existir en el sujeto de un modo nuevo, de mm], 1 intencionaF. En la volición se realiza. en cambio, algo así com' una salida hacia l'i objeto, de modo que mediante ella es el sujeto,.¡ que comienza a existir en d objeto, naturalmente no de modo re<li. sino intencionaL El término intentio indica en santo Tomús uno dl' los momentos clave de actualií'ación de la voluntad. Pero no Sl' puede confundir el significado de ese término en cuanto sustantivo con d significado del adjetivo intentionalis, cuvas huellas encontramos en la expresi<ín «acto intencional,, que es frecuentemente usada por la filosofía contemporánea. El ucto illlencional consiste en el direccionamiento, en el dirigirse hacia el objeto, del que el hombre tiene una vivencia. Es su salida específica hacia el objeto en la que se rebasan los límites del sujeto. Esto acontece tanto en la acción de querer como en la de conocer, de pensar. En cuanto actos intencionales pensar ' querer se parecen entre sí, porque cada uno de ellos en su direccionamiento hacia el objeto atraviesan las fronteras del sujeto; en cambio, se diferencian en toda su especificidad. Desde este punto de vista, «Conocer, o «Comprender>> son totalmente irreducibles a «querer>>. La vivencia de volverse hacia el objeto que en uno\' otro caso tiene unos efectos totalmente distintos en el sujeto y para el sujeto. Todo esto lo hizo notar Tomás de Aquino, como .va 1 ; Parece que es justa V oportuna la uistinciún entre «Íntencionalidau» e «intención», tal como la realiw Jngardc•n IZ badmi nad tilozofiq 1\'Sf'<ilc.cslla). Wars1.awa 19(l3, p. 31l-l. ESTRUCTURA PERSO!'\AL DE LA AUTODETER:VIlNACIÓN 195 ;~dvirtió previamente. En el presente estudio observaremos el qtwrrr y el pensar como «actos intencionales», sin olvidar el sigutlicado que tiene la intencionalidad en Tomás de Aquino. A conllltllación analizaremos el acto de querer. '1' IAI<iecisión conw 111011/é'lllo constilutii'O de la ¡·ivencia «Vo quiem» Se debe advertir que la \olición, como acto intencional que dirige según el modo propio de la voluntad al objeto propio de l'sta, comprende siempre el momento de la decisión. Se trata de un momento esencial de la volición, que constituvc su est111ctura inll'rna y su particularidad dinámica. Este momento se encuentra lanto en lo que los psicólogos (por ejemplo, Ach, Michotte) llaman simple acto de la voluntad, como en lo que llaman acto compuesto o desarrollado~. Seguidamt'nte intentaremos esclarecer con más detalle esta distinción sometiéndola a un análisis individualizado. En este momento basta adn'l'tir que tanto cuando quiero algo sin más, como cuando elijo, es decit~ cuando quiero como resultado de un moti\'ante, la volición contime siempre una decisión como momento esencial v constitutivo. La decisión determina la esencia misma de la volición (vo quiero), en particular cuando St' trata de su relación intencional con el objeto («quiero algo": x o v). En la volición auténtica nunca hay un direccionamiento pasivo del sujeto hacia el objeto. Nunca es el objeto -d bien o el valor (se requiere un análisis apatie que distinga el significado de estos conceptos)- el que atrae al sujeto hacia sí, como imponiéndole su propia realidad y determinándolo de esta manera desde fuera. A ese tipo de relación sujeto-objeto lo denominaríamos de'-l' N. i\cH, 0/J<'r de11 \l'illel/sa/.:t wul das Te111pmuneu1, Leipzig. 191 O; A. E. PRt \1. Étude experimc!ltalc sur le choix \'0/ontain• el .\l'S llll/ecedell{s illiJIIt'dillló. «Archives de p>l·colo¡!ic ... 10 ( 1911) 113-320. (En Polonia, entre otros. ha analizado la voluntad en una din:cción parecida ks. M. DYBOWSI\1, la· le~.11osc 11Tiwnnuia od cech prucesu lmli, Warszawa 1926; O tvpach 1\'o/i. Badauia c/.:spernnc111tdne, Lwúw-\oVarsJawa 1928). < Cfr. 'ArcHOTTE, 196 ----- ---- 1\..AROI. WOJTYLA ----- terminismo. Tendría lugar en él una cierta absorción del sujeto p1" el objeto, absorción también de la interioridad por la e\terioritbtl La\ o] untad humana e\cluve este tipo de relación mediante d m~ • mento de la decisiún. Gracias a él. cuando «quiero algo", entonn·, me dirijo autúnomamentc hacia el objl'lo, hacia aquello qtr,· quiero. Como se ha dicho antes, no es propio de la volición el si m pié direccionamiento hacia un \·alor, sino el «direccionarse». Lt forma rel1e\i\a manifiesta perlectamente esa particularidad que resulta de la intern.'nción activa del sujl'lo. Parece que tamhil;,, aquí llegamos de alguna manera hasta la raíz de la diferencia C\pcrimental que hav entre actuar v suceder en, que se L'ncuentra en el hombre. La \ioluntad estú en la raíz del actuar, de la acción. Y t's algo propio que este hecho lo constituva ese momento caractcrbtico de la \oluntad que es la decisión. En ese momento la pt•rsona se manifiesta tanto en su operatividad como en su trascendencia: más aún, se manifiesta sencillamente como per!->ona. La disposición a Jcnder hacia el bien en la hase de cada decisión de la \'olu111ad Naturalmente, la decisión no sustituve e!->e impulso hacia el bien que es específico de la voluntad v que decide sobre el multiforme dinamismo de la persona humana. Cuanto mavor sea un bien, tanto mavores serún las posibilidades que tenga de atraer a la voluntad :v. por tanto, a la persona. En una importante medida, la madurez de una persona, su perfección se manifiesta en qUL' se deja atraer por los \·aJores fundamentales, en que se deja arrastrar v casi absorber por ellos incondicionalmente. Pero es necesario subra\'ar aún más que todas las formas ,. grados de esta absorción o de esta implicación de la \oluntad se constituyen en personales mediante el momento de la decisión 9 . La decisión es " Para Tomús de Aquino «pm¡>rillln liberi arhilrii es/ eleclio" (Clr. Swnnw 7lzeologiae l. q. ¡\),a. 3, rcsp. ). Al indicar en el rresenlc estudio el momento de la decision. lo hacemos c'n 1 irtucl de 1<" principios aceptados de' ante- ESTRUCTURA PERSONAL DE LA AUTODETER,\11NAC1ÓN 197 como el umbral a través del que la persona en cuanto tal sale hat·ia el bien. Y esta salida de la persona debe continuar en cada absorción del bit'n, incluso cuando podría parecer justamente que el bien -un gran fin- absorbiera literalmente al hombre. Cuanto más absorbido está el hombre, decide con más profundidad, v l'iceversa. Por otro lado se putde entender que los efectos de la primera deci~iún se desarrollan en la proximidad del bien tanto por el contacto con él como por la unión L'On él. En cualquier caso. no se puede hablar de estos erectos sin que se atraviese de modo autónomo el umbral de la persona. Mediante la capacidad de decidir que le es propia, la \o! untad no está condenada a unas relaciones frías.'; distantes con sus objetos, con los bienes. Tampoco se debe creer que en el fondo de la persona humana, en el origen de todas las dinamizaciones que son propias de la voluntad, hava neutralidad en relación con todos los bienes, una indiferencia respecto a su fuerza atractiva~· a la jerarquía que se rc\·ela en el mundo. Muv al contrario, a la esencia de cada «quiero», que es siempre algo objetivo, es un cierto «quiero algo», pertenece una permanente disposició11 de tender hacia t'l hien. En cierto sentido. para la esencia dinámica de la voluntad, esa tendencia es algo más primario v básico que la capacidad de decidir, puesto que la capacidad de decidir presupone la capacidad dinámica ele tender hacia el bien. Si entendiéramos la voluntad, el humano «quiero,,, solo v exclusivamente o incluso principalmente como esta capacidad, entonces no captaríamos lo que en su dinámica es más esencialmente personal, lo que une más estrechamente la dinámica de la voluntad con la estructura de la persona v solamente a través de esta estructura nos permite comprenderla e interpretarla en plenitud. mano. Así qu<" nos ocupamo~ de la tolunlad ante todo como autodetnminación (estructura ¡)L'r"mal de autodl'll'l'lninaci<m). v solo de modo St'Ctmdario L·omo facultad. Es signilil'ati10 que Ricoeur conc·ctc d prohkma de la decciún («le choi\ l'l les motifs,) con c·l análisis de la dc·cisiún: dt'cidn: o m::ís aún-"' décida (cfr. O. C., p. 37 \ SS.). 198 1\.AROL WOJTYLA 6. Originalidad del acto de la voluntad. Motivación y respuesta l:'sencia dt> la 1110/Í\'ación El análisis de la decisiún nos exige no solo continuarlo. sino rl'lomarlo desde el inicio, pues las consideraciones anll'riores parecL' que, más que introducirnos L'll su tstructura, tan solo han dibujado su significado. Nos corresponde ahora introducirnos en la estructura de las decisiones humanas. Con esta finalidad necesitamos tratar con mayor extensión L'l problema de la moti\·ación. Entendemos por motivación la inllucncia que lient'n los moti\'OS sobrr la voluntad, COSa que rt'spondc rigurosamente a su intencionalidad. Cuando «quiero algo», me dirijo hacia el objeto presentado; más todavía, qué se mt' presenta como un bien, que pone de manifiesto su valor: Para la moti\·ación es esencial la presentación, a la que corresponde por parte del hombre un conocimiento específico que es, por decirlo cid modo más general, el conocimiento del valor. Sin embargo, el concepto de moti \'O contiene algo más aún, como lo muestra el propio término «motivo>>, que prm·iene del latín 11/0\'ere = mover. El movimiento, o sea, la llwrclw de la voluntad hacia el objeto presentado, lo debemos a la motivación. No solo el dirigirse, sino toda la marcha. Querer significa tender hacia un bien que se convierte, por eso mismo, en un fin. Aristóteles, al identificar bien y fin, siguió lo que dice la experiencia elemental. La complejidad subjetiva del hombre exige que distingamos con precisión entre el «mm'imiento» de la voluntad, que debemos a la motivación, de la «conmoción». Alcanzamos de este modo a una sutil frontera que recorre el interior del hombre, y que puede pasar desapercibida, si no se obser\'a profundizando con suficiente perspicacia. Voh·cremos a esta frontera otra \·ez para analizar la emotividad del hombre, la vida emocional. Los 111ofivos básicamtnte llllleven, no conmue\·en. Mueven porque ESTRl i('Tl;RA PERSO'JAL DE LA AUTOOETERM 1:\ACIÜN 199 provocan que el hombre «quiera algo», x o.\'. Si «quiero algo», entonces también simplemente «quiero», aunque las anteriores consideraciones nos han mostrado una cierta diferencia entre un hecho v otro. Es fácil establecer que «quiero» es algo primario -que está en la propia bast~ de la \oluntad- \ a la yez es algo estable en el hombre, mientras que el direccionamiento intencional de «quiero» hacia uno u otro objeto es de alguna manera secundario v \·ariable. La motivación se encuentra con la mutación intencional del «quiero» humano, con la posibilidad de referirlo a los di !'t-rentes objetos que se k presentan como valores. Lo moti1·acicí11 del simple querer r la nwtil'ació11 de la elección Cuando los psicólogos distinguen el acto simple de la voluntad del acto compul'sto o desarrollado, están teniendo en cuenta sobre lodo dos formas di\·ersas de motivación, a las que corresponden dos modos distintos de decisión de la voluntad. Un acto simple de la l'oluntad indica un tipo de motivación que presenta a la \'Oiuntad un solo objeto única v exclusivamente, muestra un solo \·alor que mueva a la voluntad; y el hombre quiere este único objl'lo de un único valor que se manifiesta en él. No tiene la vivencia de ninguna división, no duda v no tiene que elegir, lo que conllevaría una suspensión de la \olición. Se put'de hablar en este caso de una motivación unívoca 'li de una decisión unh·oGl. Aunque no hava necesidad de decisión, sin embargo tiene lugar una decisión. El simple «quiero algo», «quiero X>>, es una auténtica decisión. No se puede negar que la decisión, mucho mejor que en la simple volición, se expresa v manifiesta en la elección, que viene precedida de un proceso motivacional más complejo v desarrollado. Esta acontece cuando ante la voluntad se le presentan varios objetos a los que es posible tender, cuando se le presentan \·arios \·alores que compiten entre sí v que, incluso, se oponen unos a otros. Cada uno de ellos intenta de algún modo conquistar la 200 KAROL WOJTYLA - - - - - - ---- voluntad para sí. atraer hacia sí el «quiero» humano. En este sistema no se puL·de hablar de decisión unímca. sino que antes ddw tener lugar un proceso indepL·ndiente, que precede v condiciona a la decisión. Este proceso se define como discusión de los motiros, v merece de por sí un análisis independiente en el que, sin embargo, no pensamos entrar aquí plenamente, sino tan solo tocar algunos de sus monwntos más esenciales. Por una parte, deberá ser objeto de este análisis el objeto de la motivaciún, esto es. el mundo de los valores, que se desvela ampliamente en el ámbito de la discusión de los moti\"Os. Por otra parte, es objeto del an<ílisis la rolición en sí misma con su complejidad\' poll'ncialidadespecífica. Durantl' la discusiún de los moti\·os aparecen simultáneamente muchas voliciones poll'nciales (posibles): la mluntad puede dirigirse a cada uno de los \·aknes que se le presentan, más aún, est{t preparada para ello. Esto pone de manifiesto que la disposición multilateral y multidireccional de temkr al bien es primaria v fundamental en la esencia di1ümica de la \'Oiuntad. Ln capacidad de decidir se lllllllifiesta cm1 111aror p!f!llitzul en la elección que Cll el si111plc querer Hemos observado que durante la discusión de los motivos hay como una suspensión de la volición . .\!inguna de las mliciones potenciales llega a ser en acto hasta el momento de la decisión, que en este caso se identifica con la elección. La simple decisión no es elección, porque en ella estamos frente a una motivación unívoca v no es necesario elegir. En el caso de lamotivación compleja, la decisión debe ser simultáneamente una elección. En ese caso el hombre no solo debe decidir si dinamiza el propio sujeto dirigiéndose a un determinado objeto, x o v; a la vez debe decidir a qué objeto se dirige. Y precisamente llamamos elección a esa decisión, o sea. a la decisión sobre cuál es el objeto de volición. Elegir consiste siempre en optar por uno de entre los objetos o valores posibles, dejando de lado los demás. También es ESTRL!C'TLRA PERSONAL DE LA AIJTODETERMI"!ACIÓ\J 201 renunciar a las\ oliciones posibles a favor de una actual. Esta nllición v el valor elegido crean una totalidad en la que de manera particular se maniliesta la esencia dinümica de la voluntad, o sea, su naturaleza, e indirectanwnte se manifiesta la persona en su trascendencia. Lo primero se realiza mediante lo segundo, en esto encontramos una \ez m{ts la confirmación de la tesis que pusimos en evidencia al comienzo del presente capítulo sobre el estricto enraizamiento de la voluntad en la estructura específica de la persona. Teniendo en cuenta todo el proceso de la voluntad, la discusión de los JTH>tivos \' la suspensión de la voliciún, debemos alcanzar el convencimiento de que lo que llamamos voluntad no se encuentra unida primcramenll' con la trascendenl'ia horizontal, con la simpll' capacidad de atran·sar el sujeto en dirección a los ohjetos, que son los dinTsos valores como fines de las \'oliciones. Lo que llamamos mluntad ,·stú relacionado sobre todo con la capacidad de decidir, en la que también se encierra la capacidad de suspender las voliciones para completar una elección. De este modo. la voluntad está inscrita en la trascendencia vertical, que se conecta con el autodominio v la autoposesión como propiedades estructurales específicas de la persona. Mús aún, ella determina v forma esta misma trascendencia. La capacidad de decidir se manifiesta con mavor plenitud en la elección que la simple volición, aunque cada vez que «elijo», a la vez «quiero>> algo determinado. De esa manera se subrava la homogeneidad de la voluntad, su fundamental unicidad en la multiplicidad de los objetos del querer, \ también en la evolución de las formas que el querer asume debido a la motivación simple o compuesta. Tomando en consideración la propiedad de decidir en sí misma, tal como se presenta en cada acto de la Yoluntad, va sea simple o compuesto, se puede decir que, por una parte, la elección es una volición desarrollada v enriquecida por la variedad de la motivación; por otra parte, en cambio, cada simple volición es algo así como una elección reducida o simplificada debido a la 202 KAROL \\'O.ITYlA uni\'Ocidad de la moti\·ación. Pul:'s, ekcti\'amente. cuando me d,· cido, tambiL'n elijo. La elección autrínonw del ohjeto como cx¡m:sión de la lihcrtad de la ¡·oluntad Esta última ob~cJT<JCi<'m nos conduce dL· nuc\·o al problema de la libertad, qUL' L'n l'i presente capítulo e~ un tema dL· anúlisis siempre prcsL·nte, como Ya se ha puesto de n:lil'\e anteriormente. La libertaJ parece que aparL'Ce ~-se manifiesta princi· palmentc en la capaL·idad Je ckcciún. Esta capacidad confirma la independencia de la \oluntad en el orden intencional dL' la \·olici<'m: la \oluntad no estú ahí \inculada a un objeto, al \'alor en cuanto fin; sino que pertenece a ella en sí misma v de modo e:-;clusivo la dl'terminaci<'m de ese objeto. Así es como el indl'lerminismo SL' introduce en la fórmula del autodeterrninismo. Por su parte, la independencia Jel objl'lo, dl'l \'alor como !in de la \oliciún confirma la autodeterminación, que parece ser a la \L:I. la e:-;pcriencia mús dementa! .\ m{Js completa en lo que se refiere a la manikstaci(m de la voluntad. Pem no sería posibk la autodeterminaciún como un hecho c:-;perirnental, si en el hombre hubiera -en el ámbito del conjunto Je la experiencia accesible para nosotros- una determinación pree:-;istente mediante el objeto en el orJen intencional. Una tal determinación tendría que eliminar en el ámbito de la persona la propia experiencia de la operatividad \ de la autodeterminación, la experiencia de decidir o, sencillamente, de querer. Esto supondría también algo así como la liquidación de la misma persona, en tanto que a través de todas estas e:-;periencias se revela a sí misma v confirma su propia existencia. La existencia de la persona se identifica con la existencia del centro concreto de la libertad. Esa libertad, o sea, la particular independencia de los objetos en el orden intencional, la capacidad de elegir entre ellos. la capacidaJ de decidir entre ellos, 110 anula, en efecto, el condicio- ESTRUCTURA PERSO~AL DE LA AI.TODETERMit\iACIÓN 203 namiento entl'ndido en sentido lato mediante el mundo de los objetos, ven particular mediante el mundo de los \'alores. Pues no se trata de ser libre de los objetos, de los \'alorl's, sino, al contrario, más bien se trata de ser libre hacia ellos o, por expresarlo aún mejor, de ser libre por ellos, por los objetos, por los \·alores. Ese significado de la libertad lo captamos de alguna manera en la misma esencia del «quiero, humano, en cada tmo de sus aspectos. El querer es una tendencia \' como tal contiene en sí una forma de dependencia de los objetos, qul' sin embargo de ningún modo destruw ni elimina esa independencia, que se manifiesta en cada simpk «quiero, v aún mejor al elegir; en uno v otro caso, mediante el hecho de decidit: La originalidad diná111ica del acto de la t•oluntad es una negación de{ de!L'I'IIIilliSIIIO Hav opiniones que, sin imestigar suficientemente el hecho experimental de la decisión v de la elección, ven en la dependencia del mundo de los objetos el fundamento de un dekrminismo, o sea, de una anulación de la libertad, e indirectamente también de una anulación de la persona, o sea, de toda esa realidad que aquí definimos como «persona y acción>>. Hay un determinismo que se presenta de un modo materialista, en el que una concepción más bien compuesta de materia se introduce en la interpretación de la experiencia de la persona\' no le permite a esta experiencia expresarse por sí misma hasta el final. Esta breve indicación no puede sustituir, como es e\'idente, a la discusión de las diversas concepciones del determinismo materialista, que no hemos considerado en este luga1: En el presente estudio se trata sobre todo precisamente de dejar que la experiencia de la persona pueda expresarse hasta el final en la medida de lo posible. Por lo que respecta a la discusión del determinismo materialista, se puede recurrir a estudios pertinentes o a los manuales. 204 Ki\ROL WOJTYlA Además del determinismo materialista existe una opini1111 que une d determinismo, y por tanto la negación de la libertad d,· la persona, a aquello que -según los argumentos incluidos hasl;• aquí- condiciona la libertad o, por decirlo mús concretamenll'. condiciona la decisiún que incluye cada autl;ntico «quiero" Existe, pues, la idea de que en la motiYación, esto es, en la pn· sentación de los objetos a la voluntad. se percihe el fundamento indispensahle del determinismo. Se trataría de un condiciona miento de la voluntad no mediante el objeto en sí mismo, sino mediante la presentaciún del ohjl'to. El hombre. según esta l'SIWcie de determinismo, no puede querer al objeto sin que se le presente. Pues, cada vez que «elige», lo hace ~·endo tras lo que se k presenta: elige aquello que le ha sido presentado, y lo hace tal \ como le ha sido presentado. Aunque suceda en ocasiones que el hombre elija. por ejemplo, el bien «menor» en vez del «mavor», en dio no se puede descubrir la libertad de la voluntad o la independencia de los objetos, porque entre el objeto y la \··oluntad se encuentra la presentación, es decir, la motivación, y esta determina, define sin rnús la dirección de la volición. En el caso considerado, es decir, cuando d hombre elige el bien «menor», es porque se le ha presentado hic et 111/IIC como «mayor>>. Parece, sin embargo, que en este modo de pensar Sl' encierra una notable simplificación, es decir, una reducciún de la experiencia de la persona, en la que lo esencial queda relegado e incluso sacrificado a un detc1minado esquema. En este caso, puede prestar un gran servicio el método fenomenológico-:-· su capacidad de utilizar adecuadamente los datos experimentales. Y es así como la decisión. que es esencial a la voluntad tanto en el caso del simple «quiero», como en el de la elección, tiene una especificidad dinámica que excluye la determinación. No solo la determinación mediante el objeto intencional (valor), sino también la determinación mediante la presentación del objeto, se oponen a la originalidad dinámica de la decisión. En efecto, la decisió11 solo comiene y revela específica y exclusivamente la relación de lavo- ESTRUCTURA PERSONAL DE LA AUTODETF.RMI'-: \t 1< 1'; 'ti . lttntad con el objeto intencional. que es un determinado valo1. ~. lr;tla de una rclacióu co11 el ohjcro, al qut· la presentación únic;t tllt'ttte actualiza v, de ese modo, hace posible la decisión a la \·ez qttc la condiciona. La lt'sis dl'terminista. según la cual la prcsenlación tendría que decidir de manera total en esta relación, conlunde la razón propia con la condición. U acto de la \Yiluurad como respuesta de la Jli'I"SOIW a [o, ml01cs La decisiún se inserta en toda la estructura dinúmica del «movimiento>> esencial a la mluntad. La radm propia de ese movimiento es el bien, o sea, el \alor del objeto, con la condición úe que sea presentado. La presentación no L'S en nin¡?:tll1 caso la razón del movimiento de la \oluntad, v por tanto la causa que determina esencialmente ese movimiento o su dirección es tan solo una condición. La decisión, en cambio, se refiere a los objetos mismos, a los valores presentados. Conlleva en sí no solo ttna aceptación pasiva o una asimilación del valor presentado, sino una auténtica respuesta a ese ndor. Cada «quiero» (esto es evidente de moúo especial en cada «elijo») constituve una respuesta específica e irrepetible. Si analizáramos la voluntaú in abstracto, es decir, si la analizáramos como si la \'oluntad constituvera una realidad autónoma y una entiúad en sí misma, entonces poúría sucedCI· que este maravilloso rasgo de su dinamismo no se manifestara. En cambio, si analizamos la \·oluntad en el marco de toda esa estructura dinámica que constituye la persona sobre la base úcl autodominio~· de la autoposesión, entonces la voluntad se manifiesta como autodeterminación, v su relación hacia los objetos intencionales se presenta como una respuesta activa. Es típico de la voluntad su capacidad para responder a los valores que se le presentan; cuanúo el hombre decide, siempre responde a los v~dorcs; y en esa respuesta se contiene su inúependencia respecto a los objetos, lo que no elimina una cierta subordinación v, por lanto. 206 10\ROL WOJTYLA - - - - - - - - - · --- depenckncia de ellos. Y sin embargo ni los objetos ni los valo1 ,.. comprometen al hombre v a su voluntad, sino que él mismo " compromete con ellos. Dl' nuevo es la forma rellexiva la que 111<· jor expresa la actividad esencial de la voluntad. La respuesta l ' ' pecífica a los valores que se le presentan L'n la motivación parL·,·, que seüala al agt'l'e propio de la mluntad, v simultáneamente a J., que constituye d agac de la persona, a lo que distingue su ael i1 1 dad de todos los pati, como aquí hemos definiJo desde el princi pío a todo aquello que tan solo tiene lugar en la persona. 7. La «verdad sobre el bien» como fundamento de la decisión y' de la trascendencia de la persona en la acción constitucir!n de una sola estructura dinámica mediante el «\'olitlllll» v el «praecognitwn» 111 En el presente análisis pretendemos descubrir estratos cada vez más profundos de esa realidad que es la actividad, vendo siempre tras la experiencia primaria que nos ha permitido distinguir en el hombre entre agere y pati. Al afirmar que la característica Je la voluntad que forma la actividad es la capaciJad de responder a los valores que se le presentan, nos hemos introducido en un nuevo nivel de análisis. Cuando hablamos de la capacidad de responder de la voluntad lo hacemos analógicamente, pues propiamente esa capacidad compete a la persona en el campo intelectivo. La manifestación más común de la capacidad para responder es el lenguaje, tras el que se encuentra el pensamiento. La constatación de esa capacidad activa, dinámica de responder a los valores, como una característica de la voluntad, apunta, más que a una analogía entre la voluntad v el pensamiento, a la naturaleza misma de la \'oluntad. Los grandes pensadores medievales definieron esta naturaleza como appetitus rationalis; se trata de una definición clásica de algún modo por lo que respecta a su concisión v su claridad, porque abraza a esa unión ESTRUCTURA PERSOt\AL DE LA AUTODETERMtNACtÓ:\ 207 orgúnica entre querl·r v pensar, que no ha dejado nunca de ser IIIHl de los problemas más apasionantes de la filosofía v de la psi( ología. Sin embargo, a pesar de que nadie pueda dudar de la exactitud del tradicional adagio «nihil ¡•olillun nisi praecognitwn», permanecE: vigente el problema del modo de formar una única estructura dinámica elmlitum junto con el pmccognillllll. Según la interpretación de Tomás de Aquino encajan de una man~:ra, v según la de Kant, por ejemplo. lo hacen de otra distinta 10 . Sería una cosa muv útil comparar al menos estas dos interpretaciones clásicas; se podría así obserYar cuánto inlluve en la imagen del conjunto hombre-persona la solución al problema que plantea el adagio «nihi/1'0/itum 11isi praccogllitum», va la vez cómo est{t radicada en la imagen de este conjunto. En este planteamiento encontramos todas las huellas de la integración o de la desintegración interpretativa que, en último caso, pueden conducir a la experiencia como f~1enlc primaria del conocimiento del hombre. También por eso. al comienzo del presente estudio hubo que definir esta fuente v mostrar el camino para aprovecharla. La experiencia constituye un lodo con la comprensión, v la interpretación comienza sobre la base de la comprensión. 1" Cfr. K. WüJlYL,\, Lagaduienie 1m/i 11· a!Wibe aktu e/."C~II<'f.:O, «Roczniki Filowficzne», 5 (l9:'iS-19'i7), fase. t, pJ1. 111-135 (traducciún es1xu1ola: «El rroblema de la rol untad en el análisis dd acto ~tico .. , incluido en 1\.. Wo.1 n LA, ·lli ¡·isilí¡t del ho111fn<' (7·' l'd.). Palabra. Madl'id 201 O, pp. 153-1 X5 ); ele tarnbi¿n del mismo autor: O kicro\l"IIic~ci fu/¡ slu~elml'j mli ro:llllllf ¡¡· l'ln·e. Na tle ¡w~lqdó\1" Trmws:a r ,\k11·inu. Htnne'a i Krww. «Roczniki Filozofiune», 6 ( 1958), fase. 2. pp. 13-31. (traducción esrañola: "El papel dirigente o all.\iliar de la ra¿ón en la ética de Tomás de Aquino. Hume v Kant" incluido en úl<'ln., pp. 22t-247). Al rca· !izar esa comraración, queremos cxrrcsar nut'slro comcncimicnto de que, a re· sarde la radical diferencia que existe entre el r·calismo metafísico (Tomás de Aquino) v el apriorismo racionalista (Kant). es posibk·una cinta arroximación \' comparación entre ellos sobre la base de la concerción del hombre. 208 1\.AROL WO.ITHA La refi:>rencia de la t'Oiuntad (/ la \'erdad cm no priiiCipio intrins('co d(' la d('cisicín El rasgo característico ele la interpretación de la acti,ilbd. de la acción, que realizamos en el presente estudio es que enl'IL1 presuponemos ya la persona, para que a tran:·s de esta interprct~1 ciún, que es algo así como un des\'t:lamienlo cada vez más pro fundo de la realidad de la acciún, simultáneamente v cada \l'l con mavor hondura se des\t'le la persona. La unic'm din{tmica de esta con la acciún, por una parte, es el prirner hecho experimental, va la H'Z constituve el último tema y tarea de la interpretaciún a la que nos estamos aproximando gradualmente. ¿Pue<kn ser completados hasta el final este tema y este estudio, o nuestro trabajo forma parte más bien de un conjunto de sucesivas aprO\imaciones, en cuvo curso se realiza un conocimiento cada 'ez más maduro del objeto «persona \acción», como lo subrava la expresión «persona est innefabilis», la persona es itwxprcsable kso es, no se deja captar por un concepto en plenitud)? Esa expresión es una parodia de la expresión <<iwlividwun es! inefTÍIhi/co,, puesto que la persona es un indi1•iduwn y algo más que un individuo. La citada expresión conserva su fuerza, si bien en el presente estudio nos ocupamos de la persona en cuanto tal, con el pleno convencimiento de que se trata de una tarea posible, y no solo de alguna persona concreta, de la persona-individuo. Después de estas observaciones de naturaleza más general, v que están relacionadas con las reflexiones preliminares v lúnelamentalcs que se incluvcn ya en el capítulo l, debemos retomar nuestro análisis en el punto en el que se encuentra. La constatación ele la especificidad de la voluntad deJi,·ada ele su capacidad de decidir y' ele elegir nos permite revelar a continuación la referencia a la ,·erdad, que es propia ele su dinamismo. Tal referencia pertenece a la esencia misma de la decisión, y se manifiesta particularmente al elegit: La razón esencial de la elección \ la propia capacidad para elegir no puede ser otra cosa que la propia refe- ESTRLCTIJRA PERSONAL DE LA ALITODETER~1lt\ACIÓ1'< 209 lt'ncia a la \'crdad que penetra en la intcncionalidad de la \'olición v lorma como su principio intrínseco. Elegir no significa solalllL'nte dirigirse hacia un \'alor relegando otros (esto sería una roncepción puramente «material>> de la elección). Elegir significa ~lllle todo decidir sobre los objetos que se presentan a la mluntad l'll el orden intencional basándose en alguna verdad. Es imposible comprender el dinamismo de la elección sin reconducir el dinamismo propio de la \'Oiuntad a la verdad como principio de la volición. Ese principio es algo que se encuentra inserto en el interior de la voluntad v constitu\-c la esencia ele la elección. Constituye, en sentido lato, la esencia de cualquier decisión, también cuando ha\'a una rnoti,·ación unívoca. cuando tenemos que realizar el que hemos llamado acto simple de la voluntad. No obstante, en la elección se manifiesta más pknamente ese principio. Si no correspondiera a la esencia dinámica de la voluntad tender a los objetos intencionales basándose en alguna \erdad de tales objetos, en ese caso tanto la elección como la decisión serían incomprensibles en su originalidad dinámica. Para comprenderlas no basta la hipótesis de que esa referencia a la verdad provenga únicamente del exterior, del pensamiento, del conocimiento de los objetos de elección o. sencillamente, de la volición. El conocimiento de los objetos condiciona v posibilita la elección o la decisión, pues gracias a él se actualiza la referencia a la verdad. Pero esa referencia en toda la originalidad propia de la elección o de la decisión pnwiene de la mluntad v pertenece a su dinámica propia. La dinúmica de la voluntad en sí misma no es cognoscitiva: «querer» algo no significa de ningún modo «conocer>> o «saber» algo. Pero se trata de una dinámica específicamentc referida a la verdad v dependiente de ella. Por lo que también se encuentra abierta y particularmente ligada al conocimiento: el rolitw11 presupone el cog11itunl. De ese modo se e'\plica también toda la origi11alidad de la decció11 ven general de la decisión. Se explica en concreto una coordinación con la ,·erdad v no solo una simple referencia a los objetos. Con esto se explica, 210 KAROL WO.ITYLA adcmüs, el hecho de que la voluntad, va tra\Ó de ella la persom. cuando decide y elige, rrs¡)(mde a motivos, ' no simplemenil' siente alguna de las direcciones de la determinación. La capacidad para I'L'sponder así re\·ela la libertad de la \'Oluntad en su sentido desarrollado. Responder presupone siempre una referencia a la n·rdad en vez de una simple referencia a los objetos de la respuesta. Independencia dr la I'Oluntad respecto a los o/1jetos COIIIO C011secumcia de su dependencia de la l't'l'dad En estas rellexiones estamos usando las expresiones «referencia a la \'Crdad» o cwntualmente «Coordinación con la verdad». Estas locuciones expresan la realidad de la que se trata; en la dinámica interna de la voluntad se descubre una relación a la verdad, que es diversa de la relación con los objetos de la volición v más profunda que ella. La relación a la verdad no se agota en la estructura de la volición como acto intencional, sino que enraíza ese acto en la persona. Toda volición, puesto que es una decisión o una elección, manifiesta una particular dependencia de la persona. Esta dependencia se puede denominar dependencia en la verdad. Qué es lo que estamos definiendo de este modo requiere una explicación más profunda. En cualquier caso, esa «dependencia en la \'erdad>> parece que explica definitivamente la trascendencia de la persona en la acción v su preeminencia respecto a su propio dinamismo. Ya hemos observado que debemos a esa trascendencia la autodeterminación, o sea, la libertad de la voluntad. La persona es trascendente en su propio actuar puesto que es libre, en tanto que es libre. La libertad en sentido fundamental equivale a autodependencia. La libertad en sentido desarrollado es la independencia en el campo intencionaL Dirigirse a los diversos objetos posibles de la volición no es algo que determinen ni estos objetos ni su presentación. La independencia en el campo intencional así ESTRUCTURA PERSONAL DE LA AUTODETERMINACIÓ"l 211 l'ntendida se explica precisamente con la referencia a la verdad y la dependencia de ella que es intrínseca-:-· esencial para la propia voluntad. Esta dependencia es justamente lo que hace a la \'Oluntad independiente de los objetos ~, de su misma presentación, v proporciona a la persona esa preeminencia respecto a su propio dinamismo que hemos denominado trascendencia en la acción (trascendencia vertical). La persona es independiente de los objetos de su actividad propia mediante el momento de la verdad, que contiene cualquier decisión o elección que sea auténtica 11 • La verdad sobre el bien como fimdamemo de la ca/iflcacióll moral de las acciones Subrayemos una vez más que es necesario definir con mayor exactitud este «momento de la verdad». Antes incluso conviene advertir que ese momento, que pertenece y es propio de la voluntad, no se identifica de ninguna manera con la autenticidad de las elecciones o decisiones particulares. Muy al contrario, si al comienzo de este estudio apelábamos a la experiencia integral del hombre haciendo una especial referencia a la experiencia moral. en este lugar es necesario aprovechar esa experiencia. Así pues, no decimos que las eleccio11es particulares o las decisiones propias de la voluntad humana sean siempre correctas. Con frecuencia el hombre quiere algo que no es un verdadero bien, y también con frecuencia elige algo que no es un verdadero bien. Tales elecciones o decisiones no son solo un cnor, pues el etTor se comete en el pensamiento y no en la voluntad. Cuando la decisión y también la elección tienen por objeto lo que no es un verdadero bien, y especialmente cuando esa decisión o elección se hace en contra de lo que ha sido conocido como verdadero bien, tienen el carácter de culpa, de pecado. Pero la realidad de la 11 La trasc·endcncia de la persona en la acción se• consliluve en último c·aso corno «sobrepasarse a sí mismo• (cft: la nota 4 d('l cap. 3). no tanto «hacia la verdad• como «en la wrdad•. 212 KAROL WOJTYLA culpa, del pecado, del mal moral, conocida por la expcrienci,, moral manifiesta más plenamente d hecho de que la \'Oiuntad d, los hombres incluw una referencia a la n:rdad v la intrínseca <k pendencia de ellal?. Si la decisión o la elección no incluveran en sí el «moment•' de la verdad», si no se realizaran mediante una referencia cspeL'I lica a ella, entonces la moral como realidad más característica tkl hombre-persona dejaría de ser comprensible. Pues es esencial par;1 esa rt'alidad la contraposición entre el bien v el mal moral. Est;1 contraposición no encierra solamente una relación con la verdad propia de la \oluntad en su intencionalidad, sino algo más, recon duce esta realidad a las dimensiones del principio de la decisión, tk la elección v de la acción. Brevemente, la contraposición entre L'l bien v el mal, tan esencial para la moral. contiene el hecho ue que la volición de cualquier objeto se realiza en la actividad humana en hase a la \·erdad sobre el bien, constituido por esos objetos. 8. La vivencia cognoscitiva de los valores como condición de la decisión y de la elección La nwtimción saca a la ¡•olzmtad de la indeter111inuchín i11icial El anterior análisis parece que tiene un gran interés para explicar cómo eil'Olitunz y el¡mtecognirwn forman un conjunto dinámico específico en el hombre como persona. Y es que al indicar la relación propia de la voluntad a la verdad, que constituve la originalidad dinámica de cada decisión ~'de cada elección, excluimos de esa manera esa forma de determinismo que ve su fundamento en el hecho de presentar cognoscilivamente a la volun12 Cl"r.: «En pe!'\'l'rti,sant l'imulontairL' ct k I'Olontairc, la faute altt'I'L' notrc ¡·apport fondanwntal au\ rakurs et onln·le 1éritablt: Jrame OL' b morale qui est le Jramc dt: l'hommc Jil'isé. Un dualismc éthique dechire l'homme par dc·lá tout Jualisnll' d'entcndement el J'nistem:c. 'Je nc fais pas le bien que je veux. et ie fais le mal queje nc 1em pas', (P. RICOft,R, op. cit .. p. 24). ¡:.STRLCTUR/1 PERSONAl. DE LA ALITODETERMI~ACIÓN 213 l;1d los objetos de la volición. En ese planteamiento la motivación "' identificaría con la determinación, v se eliminaría toda la ori¡•.inalidad de la elección v de la decisión, e indircctanwnte de la illllodeterminación. Pero, aunque el origen de la \'Oluntad v su propia relación hacia la verdad en la actividad no proceden úniramcnte de la prL·sentaci(Jn cognoscitiva de los objetos, sin embargo se encuentra claramente condicionada por ella. La volunlad no alcanzaría su propia v espccílica referencia a ella, a los objetos en la verdad mediante la elección o la simple decisión, si l'sos objetos no le hubieran sido presentados previamente. La motiYación no se identifica con la elección, pero la mnfi¡•ación ('(mdiciuna la a u todf'tcn 11 i nacúín. La autodeterminación es el momento propio de la libertad tanto en sentido básico como autodependencia de la persona como también en sentido desarrollado, esto es, cuando se trata de la intencionalidad de la mluntad, de su relación con los posibles objetos de la \·olición. En el rrincipio de t'Sta relación se encuentra una cierta indeterminación. Indeterminación que no significa, sin embargo, indiferencia hacia el objeto, hacia los valores; se trata más bien de la aún indeterminada iu COIILTcto capacidad de querer alguno de ellos. La motivación siJYe para sacar a la voluntad de ese estado inicial de indeterminación, pero no porque ella la determine, sino porque condiciona \ posibilita la autodett:.'rminación. La OJiginalidad de la decisión y la elección radica precisamente en que tienen el rasgo claro de la autodeterminación. Constituyen al mismo tiempo la manifestación v la concreción de la autodeterminación, y de ese modo alcanzan las estmcturas del autodominio \' de la autoposesión que son solo propias de sí mismo. Son también las estructuras de esa trascendencia que distinguen a la persona en la acción. Carácter peculiar del couocimicllfo ¡¡ue condiciona a la Foluntad El conocimiento condiciona la elección, la decisión, en general la autodeterminación: condiciona la trascendencia de la 214 KAROL WOJTHA persona en la acción. Ya hemos obser\'ado que esta trascendclll "' es resultado de la relación a la verdad, pero la relación a la\,., dad constituve la propiedad mús esencial del conocimie111" Surge, pues, aquí el condicionamiento de la voluntad por el co11• • cimiento. Y simultáneamente se debe hacer notar otra relacin11 mús. La \·oluntad, mediante su relación a la verdad de tod"· aquellos objetos hacia los que se dirige en virtud de su propia ¡,, tencionalidad, la intencionalidad de la voliciún, inlluye sobre,.¡ conocimiento. Influjo que no hav que entender corno una sui .~1' neris determinación a la inversa que comportara alguna deform;1 ción del conocimiento o del pensamiento humano. Es tan solo que la \·oluntad mediante su propia relación intencional a los oh jetos plantea al conocimiento y al pensamiento unas tart'as es¡w cíficas relacionadas con la verdad sobre el bien; se trata de tareas cognoscitivas que pertenecen al ámbito del «saber» \' no al del «querer>>, A pesar de que el «querer» está tan esencialmente con· dicionado por el «Conocer>> .v el «Saber>> medianiL' su relación es· pecífica hacia la verdad, sin embargo se debe advertir, en primer lugat; el sentido hmdamental de la verdad sobre d bien que lavoluntad exige dd conocimiento; v, en segundo lugar, junto a loan· tcrior hay que admitir que al exigirlo condiciona el conocimiento en particular y ejerce sobre él una específica inlluencia. La Ferdad sobre el bien como ese1zcia de la t•it•e¡zcia de los \'{dores Así también del modo más general se puede explicar en el hombre el fundamento de ese específico campo de conocimiento y sabiduría que denominamos conocimiento de los valores 11. En 1 ' Ch: M. SciiFI.FR, Der Fomw!i.IJIIltS in dcr Etlrik uud die 11111/eria/e \\áiellrik. Principalmcnlc "Das Apriori-Materiale in d,T Ethib (pp. 1O1·130). En este contnto. la afirmaLiún de que en la 1·i11:ncia de los ralores es esencial el mo· mento de la 1erdad sobre un determinado bien tiene sentido principalmt'nle para mostrar la rsiiTtL·tura personal de la autodeterminación. va la l't'Z para poner en nidencia la trascendencia de la persona en la acción. El autor es cons· ciente de que esa afirmaciún tiene que :;er naminada en el amplio contexto de ESTRUCTURA PERSONAL DE LA AUTODETERMINACIÓ\.J 215 la vivencia de los valores es también esencial el momento de la wrdad, tanto la verdad sobre este o aquel objeto como la verdad ,ohrc este o aquel bien. Así, si tenemos la vivencia, por ejemplo, dd valor nutritivo de un alimento, simultáneamente conocemos lambién como un bien ese objeto que constitu\e un alimento. Si lcncmos la vivencia del valor formativo de esk o aquel libro, couocemos a la vez que ese libro, como objeto, es un bien dctermiuado. En ambos casos, nuestro conocimiento no tiene que ser directamente causado por una volición concreta, ni debe permauecer a su directo servicio (lo que tendtia lugar en los casos: «COuozco el valor de un alimento, para comérmelo>> o «conozco el valor formativo de un libro para utilizarlo»). La vivencia cognosdtiva de los valores, o sea, el conocimiento de lo bueno que es este o aquel objeto, no es dircctamentl' dependiente de una volición concreta, aunque permanezca básicamente en estrecha unión con ella. Así pues, se libera en el conocimiento una relación a la verdad, que podrá constituirse luego en fundamento de una volición, tanto de una decisión como de una elección. Decidimos sobre el objeto de una volición o elegimos uno entre los posibles objetos de la volición en función de algún valor determinado de ese objeto. La vh·cncia cognoscitiva de los valores crea siempre el contenido en que se basa la motivación. El problema del conocimiento de los valores y de su relación con la voluntad puede ser -y sucede con frecuencia- tratado como un problema en sí mismo. Sin embargo se trata de un problema mu.v rico y poliédrico. {En el siguiente capítulo consideralos cstudios que tienen como su objt·lo cspl·cílko la probkmátka de los 1·alores y del conocimiento (o también la rivencia cognoscitiva de los valores). Cft: D. vo~ HtlllEBRAMl. Etltik. en Gesannuelte lt'erke, l. 11, Rcgenshurg 1973, parle l. en especial «Die Realitüt der Wertc wider ihre Vcrik'hter» (pp. 83-134); 111: «\Vesentlichc Aspt'kte der Wcrlsphiirc» (pp. 135-174). Ha\ una versión inglesa: Cltristia11 F:"thics. Dmid MacKay Company inc., \l"\li York 1952). Cfr. 1<\mhi(·n N. lL\RTMAi><:.. Ethik, Bcrlin (1926) 1964' parte V: Vom Wo.:scn der t'lhbchen Werte (pp. 107-153). en espel:ial. el c:~pítulo lt>: «Vom idealcn Ansichst'in dcr Werle», al Gnost'olog:ischcs Anschsein der Wcrte (pp. 133-135 ). 216 KAROL WOJTYLA - - - - ---------- ---- remos aparte el componente emocional de la vivencia de los ,·~d" res). En este estudio no pretendemos ocuparnos de él separad;, mente, más aún: no queremos permitir de ningún modo que,.¡ problema de los ,·alores se com·ierta aquí en un problema en ~~ mismo. Quizá encontremos ocasión para ello en otro estudio: aquí, en cambio, el probll'ma de la vi\encia cognoscitiva de lo~ valores tiene importancia para comprender a la persona, su espt'cílka din~1rnica en la acción v aquella trascendencia que está íntimamente ligada con el momento de la verdad en la actividad. En la vivencia de los valores se encierra el conocimiento de la verdad sobre los objetos, a los qul' se dirige la voluntad en \·irtud de su intencionalidad específica. Se trata de la intencionalidad de la volición, \' adopta forma de decisión o de elección, precisamenll' como consecuencia de la vivencia de los \'alorcs, o sea, mediante el momento de la \'erdad sobre el bien, que está constituido por los respt•ctinls objt'los. Ya hemos advertido que lo característico de la mluntad no es la intencionalidad de la \'Oiición en sí misma. o sea, el dirigirse a los objetos que tienen \'alor de algún tipo, sino la orientación mediante una decisión o una elección. Se trata siempre de un «dirigirse» de la persona. /,a ¡·erdad axiulógica r la ¡·crdad práctica El momento de la verdad que incluve la esencia misma de la decisión .v de la elección constituve de este modo un dinamismo específico de la persona en cuanto tal: el dinamismo de la ' acciún. El momento de la verdad libera el propio agere de la persona v establece del modo más profundo las fronteras entre el agere y el pati, entre actuar y suceder en, ele los que la persona es objeto en diversos modos. Y justamente este momento está directamente condicionado por la \'Í\·encia cognoscitiva de los valores. Tanto la decisión como la elección -cada una a su modo- se realizan mediante la relación de la verdad al objeto en cuanto bien. Presuponen, pues, la ri\'t'ncia cognoscitiva ele los valores, pues en ESTRUCTl:RA PERSONAL DE LA AL'TODETER:\1!NAC!Ói\ 217 l'Sta vivencia se encuentra la verdad sobre el objeto precisamente t•n cuanto bien. Se trata de una verdad axiológica diversa de la verdad ontológica. Al captarla, no constatamos lo que es un determinado objt'lo, sino qué valor constituve. Pero la verdad axiolúgica (o mejor: la \erdad en sentido a'Xiológico) no es la que denominamos \·erdad práctica v no pertenece al llamado conocimiento práctico. Pertenece al conocimiento teórico ves 1111 elemento esencial de la l'isión misma de la realidad. Sin embargo. se trata del demento al que más le debemos en la aetiridad, gracias al cual d «saber, pasa al «quertT". 9. El juicio sobre los valores y el significado creativo de la intuición El pensamieuro en la perspectiva de la operati1'idad del objeto En el análisis realizado hasta ahora del conocimiento como condiciún de la 1rascendencia de la persona en la acción se ha puesto de manifiesto ante todo el contenido de este conocimiento. El conocimiento humano es, sin embargo, una función muy rica v compleja de la persona v según eso merece aún un análisis que ponga en evidencia su participación en la acción ven la trascendencia de la persona que está ligada con la acción. Todo el conocimiento humano se encuentra también en los límites de esta experiencia mediante la cual, en el presente estudio, intentamos captar el dinamismo de la persona. Una característica de ella es la distinción entre agere v pati. Distinción que, a su modo. se aplica también al conocimiento como función de la persona. El conocimiento se nos da en la experiencia básicamente como acti\·idad. Su momento específico es así: cuando conozco, v también cuando pienso, entonces actúo. Al decir «Conozco, v «pienso,, naturalmente no pretendemos identificar el pensamiento con el conocimiento. Tan solo deseamos indicar que junto a la vivencia acti\'a del conocimiento observamos en nosotros la 218 1\.AROL WO.ITYLA \'Í\encia del pensamiento con un carácter mús bien pasi\0. <!''' también til'n<.? un cierto \·alor cognosL·itivo. Se trata aquí de la' 1 vencia del tipo «me viene a la mente>>, en la que nos cncontraiJJ"·· con un cierto tipo de flujo de contenido cognosciti\'0, v nuL·~tl" «\'O» humano se comporta como sujeto pasi\'!J, en ve1. de ccHll• • un agente que actúa. Las Yin~ncias de este tipo presentan 1111;1 cierta analogía con la \'ivencia «llll' vienen ganas», en la que 1;, lorma psíquica de la volición no se encuentra insertada en l'l «quiero» operati\'<> v personal. También por eso hemos inclicadC> en nunwrosas ocasiones que la intencionalidad propia de las wli ciones no determina sin más el dinamismo de la \'Oiuntad. Si11 embargo aquí nos limitamos solo a las \i\'encias del tipo «ml' \·icne a la mente». En general. el pensar se dilerencia del querer en el sentido de su dirección: mientras que el querer se une a un cierto tipo de tendencia hacia el objeto (la \'olición es tenc.kncia por su propia naturaleza), al pensar -v más estrictamente, al conocer-es el objeto el que de algún modo se introduce en el sujeto. Así, por ejemplo, la introducción del objeto en el sujeto se realiza mediante la observación o también mediante la imaginación, que es algo así como una reproducción interior de las impresiones, o también mediante la comprensión. Mediante cada uno ellos el objeto St' introduce cognoscitivamente en el sujeto de conocimiento de di\'tTsos modos: en el caso de la obsetYación v de la imaginaci6n se introduce de manera sensible, en el caso de la comprensión, de manera inteligible. A tran's del juicio, r:llzonzhre tiene la l'il'f!llcia des( 111is111o en cuanto autor del pensa111iellfo La orientación «hacia el sujeto, propia del pensar -Y más estrictamente del conocer- acaece también en las mencionadas experiencias del tipo «me viene a la mente». Sin embargo, incluso cuando no nos encontramos con vivencias de estl' tipo, sino ESTRUCTURA PERSONAL DE LA AUTODETERMII\ACIO~ 219 ------------------------------- l'l normal «pienso», debernos obsen•ar en su :m1bito el caraclt·rislico paso desde un tipo de pasividad a la actividad propia del "V"" personal. Concretamente. hasta un cierto punto, el pensaIIIÍl'llto «sucede en» el hombre,\" a partir de un cierto punto es va rlaramente actividad suva. Pero parece que va ese «suceder en>> ,.~una manifestaciún del dinamismo cognosciti\'0 del hombre, :v p11r eso mismo presupone una potencialidad cognoscitin1 en toda ~~~ complejidad específica. El hombre tiene la \'iwncia de sí 1nismo como autor del pensamiento v del conocimiento solo en un determinado momento; este momento es ya claramente elnlolllf'nto del juicio. La acción de juzgar es también la acción cognoscitiva más específica del hombre; presupone -como ponen de relieve en toda su amplitud los analistas del conocimiento- otra actividad del intelecto aún más elemental. en concreto la simple aprehensión. Pero la \'i\·encia de esta acción se encuentra inserta en la acción de juzgar ves a traVL's de ella como se distingue en la conciencia como adi\'idad en la que mi propio «\'O>> no es solamente sujeto, sino también agente. La acción intclecti\·a del juicio tiene su estructura «externa>> en función Je los objl'los que forman su materia (ohjectum materia/e). Esta estructura aparece en las proposiciones orales o escritas. Por ejemplo, en la expresión «esta pared es blanca>> la acciún de juzgar consiste en atribuir a una cosa determinada (la pared) una propiedad que tiene realmente (la blancura); esto se expresa con una cierta estructura «externa>>, que no es solo propia del lenguaje, sino también del pensamiento. Concretamente, si decirnos frases, es porque pensamos juicios. Pero es esencial para el juicio algo más aún: se trata concretamente de captar la verdad sobre los objetos que constitu\·en la materia del juicio. De manera que la proposición «esta pared es blanca>>, junto a la estructura externa de la que se reviste la acción de juzgar en atención a su objeto lubjectum materia/e), oculta una estructura «interior>> que es la más esencial para esta actividad: la captación de la yerdad (ohjectwn fórma/e). La captación de la ver- '1111 220 KAROL \VOJTYLA dad es equi,·alente a la introducción del objeto en el sujeto-pl'l sona de acuerdo con una propiedad esencial de este sujeto-pt'l son a. Esta propiedad, o sea, la relación hacia la \'t'rdad, no sol• • trasccndentL~. sino también vi,·enciada, rc,cla al mismo tiempo L1 naturaleza espiritual del sujeto personal. La verdad const ituvc \;, razón de ser del conocimiento humano, ves simultáneamenll' L'l fundamento de la trascendencia de la persona en la acción. Por que la acción es tal que este momento le confiere la forma de llll auténtico ac/us pasonat'. Corn.!spmulcncia cntrt' fl juicio·'' la di.'cisión Existe una clara corn::spondencia y correlación entre el juicio v la decisión o la ekcciún que son propias de la \oluntad. Se trata de la correspondencia entre el¡mwco¡.!,llitunl v el 1'0/ilunl. Sin embargo, alcanzamos una visión correcta de esta correspondencia v correlación a lra,·és de la ,·isión de la persona en su trascendencia. Median!t' el juicio la persona capta su propia trascendencia cognoscit i\a respecto a los objl'los. Se trata de una trascendencia mediante la verdad sobre los objetos conocidos; en este caso, se trata concretamente de la verdad axiológica que se encuentra en el juicio sobre el valor de los objetos. Y precisamente esta trascendencia cognoscitiva (prac-cogllilum) condiciona la trascendencia específica de la \'oluntad en la acción (mlitwn). La decisión v la elección presuponen el juicio sobre el n1lor, pues este juicio no se constituve a sí mismo solo mediante la verdad sobre los objetos, sino que también posibilita v condiciona algo que es propio de la voluntad, la referencia a los objetos basada en la \·erdad. Lo que, como va hemos indicado, constituye la originalidad propia de la decisión v de la elección. Antes de que la persona decida o elija, expresa un juicio sobre el valor. Vale la pena subravar que cada decisión, v esto también vale para la elección, presenta una analogía tan próxima al juicio que, en ocasiones, consideramos al propio juicio como la deci- ESTRUCTURA PERSONAL DE LA Al:TODETERMI\JACJ()i\ ------- 221 -- ----- -,ic-,n. Pero la esencia del juicio es cognoscitiva, pertenece al :.ímhilo del «sai1L~r», mientras que la esencia de la dccisiún está íntilllamente ligada con el «querer». «ÜUl'rL'I'» no significa únicalllcnte tender haci;1 un fin, sino ll'ndcr mediante una decisión. l'recisanwnlt' por esta razón la voluntad está integrada tan prolúndamente t'n la estructur¡¡ de la persona, v cada «quiero>> autt'ntico v lleno de valor actualiza el autodominio v la autoposesión propios de la persona. F.! papel creatil'O de la illfuicián en el conocimiento discursim de los 1·alorcs Al poner en evidencia de esta manera el significado del juicio en la mutua relación delmlitwn al pmccop,lziflllll, no pretendemos de ninguna manera despreciar el papel creatin) de la intuición cognosciti\·a, en particular en lo que Sl' reliere a la vivencia de los valores. Ya adn~rtimos que en el <irnbito del pensamiento humano se observa como el paso de una cierta pasividad a la específica actividad del «VO>> personal. El «VO>> tiene la vivencia de sí mismo también al conocerse como agente -como aquel que actúa- cuando juzga. No obstante todo esto, el conocimiento resulta también una particular forma de tener una \'Ívencia del objeto, que a veces se revela al sujeto de una manera singular, y sobre todo le desvela su valor. El sujeto «YO>> en ese caso es más pasi\'O que activo, es más sujeto exclusivamente que agente, v sin embargo para el conocimiento esos momentos resultan inconmesurablemente importantes, creativos v enriquecedores. A pesar de que la intuición da la impresión de ser un conocimiento que «sucede en>> el hombre en ma_vor medida de lo que él haga como agente, sin embargo no conviene despreciar el momento de la acti\·idad cognoscitiva. Ante todo, parece que el juicio acompaiia siempre a la experiencia intuitiva de los objetos. Se trata de un juicio sobre valores, juicio que constata la existencia de determinados valores, puesto que el objeto ele la intuición es el 222 KAROL WOJTYb\ ---------- valor: L'ste juicio no tiene carácter discursivo. No llegamos al 1·a· lor por el camino de un nvonamiento, sino que más bien lo en contramos en nuestro conocimiento como si va estuviera preparado, no como algo razonado. En esta medida precisanwnll' podemos hablar de una cierta experiencia cognoscitiva. No obstante. esa e:-;periencia resulta ser en muchas ocasiones fruto de esfuerzos cognoscitivos anteriores, en ocasiones de abundantes intentos ck captar un valor intencionalmente, que no han conducido directamente a intuirlo. Cuando acontece /lic 1'111/lllC la captación intuiti1·a de este 1alor, tenemos el derecho de considerar que es el resultado indirecto de anteriores intentos discursims. La intuición v el discurso se enn1entran implicados de di1-crso modo 'en el conjunto de los procesos cognoscitivos, a veces el momento de la intuición se encuentra en el comienzo del pensamiento discursil·o, otras \eccs constituve su culminación v su resultado mediato. Desde el punto de vista de la trascendencia de la persona no es demasiado importante que el curso del proceso cognoscitivo sea más intuitivo o más discursivo: en cambio, lo más importante es el momento de la verdad, pues por relación a ella se explica cualquier decisión o elección. La intuición que está en el comienzo dd proceso discursivo parece indicar que necesita fundamentarse posteriormente en la 1·erdad intuitiva. En cambio, la intuición que es fruto de un proceso discursivo parece ser un reencuentro de la verdad v algo así como permanecer en ella. La trascendencia de la persona en la acción está ligada no tanto a la función intelectiva del juicio, sino a la \·erdad sobre la realidad objetiva, en función de la que el hombre debe decidir v elegir, o sea, encontrar en sus acciones una respuesta adecuada a esa realidad. Capítulo IV AUTODETERMINACIÓN Y REALIZACIÓN''' l. Contenido esencial de la proposición «realizo una acción» Centralidad di' la prohlemátim de la reali;.ación En este trabajo va hemos realizado ,·arias \'Cces algunas precisiones sobre nuestro lenguaje que bajo expresiones o locuciones corrientes esconde un contenido particularmente profundo. Continuando con las reflexiones del capítulo lll, también en el inicio del presente capítulo tenemos que referirnos a una expresión que tanto en d lenguaje literario como en el ordinario ocupa un lugar consolidado. Se trata de la expresión «realizo una acción». En las reflexiones posteriores, que tienen como tema la trascendencia de la persona en la acción, debemos ocuparnos de esa realización a la que se refiere la citada expresión. «Realizo una acción» esconde dentro de sí casi toda la problemática del presente estudio. Nos ocuparnos aquí de la persona v de la acción no como dos realidades distintas entre sí, sino como una realidad '' El tl'nnino polaco «spelniac" significa «realizar>• o «cumplir», en d sentido Jc «hacer hasta el final». En cspanol se ha genrralizaJo el uso de la palabra <<realizar» para si¡!nificar 1(> que parece que quiere c~presar el autor·. Pero, puesto que el autor _juega en d texto con el significado ctimoh'>gico ck ese término conectúndolo con «pdncn v «rdni<t». se utililiza aquí «Completar" entn: paréntesis. Por otra parte, rarecc sugerente el término «completar», porque d hombre dccti\·amcntc llega a plenitud, es decir. se com¡¡le!a. mediante su actividad libre. No obstante, para simplificar. traducirnos directamente por «realizan> sin poner «Completar» entre paréntesis. Solo lo hacemos cuando sirYL' para aclarar algún pasaje del original. 224 KJ\ROL WOJTYtA única v profundamente cohesionada, como lo hemos su bravad< • desde el principio. Es una cohesión que se da en la realidad v. p< 11 tanto, debe también a¡xm:cer al comprenderla, o sea, al inter¡m· tarla. Parece que la expresión cl:tsica de esa cohesión cxistenci;d \'esencial de la persona con la acción sea la frase «realizo una~"· ción». Por tanto, en la interpretación filosólica de la persona v dv la acción e~ preciso referirsc a ella. Pensamos hacerlo ahora pa1tiendo del análisis que hemos realizado de la estructura personal de la autodetL'rminación. Las siguientes reflexiones continuará11 el análisis de esta misma estructura desde cl punto de \·ista de b realización, que corresponde en la acciún precisamente a la autodeterminación, que está prolündamcnte arraigada en la estructura dinámica de la persona, como va hemos intentado probar. La acción co111o 1:'/i:cto iutcmo e illlrausitim dt> la opaatividaJ La propia palabra «realizar» [completar] nos habla ante todo en su raÍ/ven su l'limología. Su raíz es la misma que encontrarnos en el adjl'livo «completo» o en el sustantivo «plenitud>>. Por eso pareCL' que realización [cumplimiento] es clequi\'alente más propio del téTrnino actus, que justamente indica la pk•nitud correspondiente a una dell'rminada facultad o potencialidad. En esta dirección analizaba la acción la filosofía tradicional. En estas in\'estigaciones intentamos respetar los logros alcanzados, a la vez que buscarnos una expresión que quizá sea más adecuada para la persona como sujeto y autor ele la acción, v a la \'ez de la acción como auténtico actus pasonae. Cuando se habla de la realización de una acción, se nos manifiesta la persona como sujeto v autor, en cambio la acción misma aparece como resultado de esa actuación. Con respecto a la persona se trata de un resultado que es a la vez extaior e interior, inmanente. Y en rclaciém a ella es también tmnsitim e intrcmsitit'o a la \ez 1• Paree~ que !Java una estrecha relación enlre el reconocimit:nto del dccto intransiti1u de la acción \ el ,-econocimil'nto de la plena ,·calidad del bic'll \.del 1 AUTODETC:RMINACIÓN Y REALIZACIÓN 225 lJno y otro están íntimamente unidos a la voluntad, que es a la vez autodeterminación e intcncionalidad, corno indicamos en el anterior capítulo. La autodeterminación es algo más fundamental para la voluntad, v está unido a ella el significado fundamental de la libertad. La intencionalidad es de alguna manera secundario e integrado mediante la autodeterminación v sci'iala el sentido desarrollado de libertad. La rea/i;.acióu de si 11lisnw IIIcdiantl! la acción, condición de la 11/uro/ persmwl Al comienzo de estas renexiones es necesario decir que sobre todo, si no exclusivamente, nos ocupamos de la acci611 co111o efecto interior/! intmnsiti1'0 de la operatividad de la persona. También bajo este aspecto pretendemos analizar todo el dinamismo de su realización, a partir de la estructura ¡wrsonal de la autodeterminación. La dinámica de la ,·oluntad que hemos trazado anteriormente explica el hecho de que las acciones, que son el efecto de la operatividad dL· la persona, conectan en sí mismas lo extrínseco v lo intrínseco, lo transitivo~· lo intransitivo. Cada acción lle\·a en sí misma cierta orientación intencional, se dirige mJI \·a lores morafc>s .. en el interior de esl' sujeto per,onal que ~s el hombre. De ello depender~\ el sentido de todas nuestras consideraciones sobre el tcm~ de la relación entre la autodct.:rrninación \'la realización. Cuando en lo succ,iw utili· cernos la fórmula «el hombres~ ¡·caliza, (o: «no se realiza,), nos damos cuenta d~ que la «realil.<Kión>> tiene en sí misma un sentido ca'>i absoluto. Sin embargo ni t>n t>sll' capítulo ni en todo c·l presente l''tudio se habla de la dirncnsiún absoluta de la reali1.aciúu de sí. :-linguna <tcción concreta en la experiencia terrena del hombre hace rc·alidad esa dimcnsiún. Sin embargo, simultánl'amentc en alguna medida cada una de ellas l'l'\eia la estmctura de la realitación personal. corno también de modo parecido la estructura de la autodeterminación personal. Por lo tanto, 1-a que en L'i capítulo anterior se realitó el análisi-. de la estructura de la autodeterminaciún, nos parece indispensable realizar en e-.te capítulo un análisis complt>to de la estructura de la realización personal inhert•ntc a la acción. La distinciún entre lo transitivo 1 lo intransitinJ de la acción está ligada en la liloso~ía tradicional con la distinciún entre st'r 1 actuar (/'erre <'1 agirl. 226 KAROL WOJTYt.A hacia un objeto determinado o a un conjunto de objetos, se diri[!L' hacia fuera de la persona. A la vez, en virtud de la autodderrninación, la acción penl'lra en el sujeto, en el «VO», que t's su ohjetn primero v fundamental. Y en paralelo con esto transcurren b transitividad v la intransitividad de la acción humana. Cada acción es una realidad que bajo un cierto aspecto pasa, tiene su comienzo v su final tanto en la dimensiún extrínseca al hombre como en su dimensión intrínseca, que es la quL' más nos interesa aquí, puesto que nos ocupamos sobre todo de la relación de la acción con la persona, y no de la configuraciún del mundo e.\tcrior mediante la actividad del hombrt'. Y he aquí qUL' en la dimt'nsión intema de la persona la acción humana a la n·z pasa v no pasa. Conlle\·a un efecto que es más duradero que ella misma, veste efecto se e.\plica con la operatividad v con la autodeterminación, o sea, con la implicación de la persona en la libertad. Esta implicación se objetiva, de acuerdo con la estructura oc la autodeterminación, no solo en la acción como efecto transitivo, sino que en función de su efecto intransitivo se objetiva también en la persona. Somos testigos de esta objeti\'ación en la moral, donde mediante la acción moralmenll' buena el hombre como persona se lwce nwrahncnle bueno v mediante la acción moralmente mala se hace nwralmenle malo. De esta manera se delinea ante nosotros el significaoo propio oc la expresión «realizar una acción». La realización no se identifica con la operatividad. Realizar una acción no significa tan solo ser su autor. La realización es algo coordinado con la autodeterminación. Corre paralelamente pero como en sentidos opuestos. El hombre, cuando es autor de una acción, simultáneamente se reali::.a a sí mismo. Se realiza, o sea, se completa'·', de algún modo lleva a su propia plenitud la estructura que le corres,., En el original aparrcen las palabras «spelniat'» v «\li'Zt'C/\'IIistnia(·,, La primera la hemos traducido aquí por «completar», aunque en general lo ha\'arnos hecho por realiLar. para distinguirla de <<ltrzecZ\'\I'istníaé», Cll\'0 si¡wilkado literal es, precisamente, «realiüH'». AUTODETERMI['.;ACié>'J Y REALIZACIÓN 227 ponde por ser persona, porque es alguien~· no algo. Se trata de la estructura de autodominio y de autoposesión. La intencionalidad del querer y del actual~ que es salir hacia fuera de sí mismo, hacia los objetos que se le presentan al hombre como bienes variados, y por tanto hacia los valores, supone a la vez introducirse en el propio <<yo», el objeto más próximo y más esencial de la autodeterminación. La moralidad, es decir, el valor moral como realidad existencial, se fundamenta en esta estructura; gracias a esta estructura se introduce en el interior del hombre como persona y alcanza en ella su estabilidad. Una estabilidad que se encuentra ligada con la intransitividad de las acciones, va la vez determina de manera particular esa intransitividad. Las acciones humanas perduran en el hornbre gracias a los valores morales, que constituyen una realidad objetiva íntimamente unida a la persona, es dccil~ profundamente subjetiva a la vez. El hombre como persona es alguien, v como tal alguien es bueno o malo. Naturalmente se puede separar hasta cierto punto la moralidad de este en tramado, de esta totalidad existencial, que ella constituve junto a la persona. Incluso es indispensable hacerlo, puesto que ese entramado forma una realidad demasiado rica para que se pueda analizar a la vez la estructura <<persona-acción» v la moralidad; por no hablar del perfil normativo en el que se expresa la peculiaridad de la ética. También por eso, en la ética nos encontramos con frecuencia con tratamientos separados de esta realidad existencial que van más o menos lejos, v que de algún modo la ponen entre paréntesis, como va hemos indicado en la parte l. En cualquier caso, la moralidad como realidad existencial permanece siempre en estricta unión con el hombre como persona. Tiene en la persona sus raíces vitales. En la realidad no existe fuera de la realización de una acción v fuera de la realización de sí mismo mediante la acción. La realización de sí mismo mediante la acción es lo mismo que la realización del autodominio y de la autoposesión gracias a la autodeterminación. Solo en ese ciclo dinámico es posible la moral como hecho, como reali- 228 KAROL WOJTYI.A dad. La moralidad como realidad axiológica consiste en un~t 1". cttliar separación o incluso contraposición entre el bien\ elttt.d. entre los valores morales, en el interior de la persona. La filosol1., moral investiga v la ética presupone esta realidad axiológica. l·t, esta realidad está incluida también algo así como un estrato nn. profundo: es la realidad ontohígica. la realidad de la reuli::.ación ¡/, sí mismo mediante lo acción, lo que es exclusiYamente propio d, · la persona. La moralidad corno realidad axinlógica está radicad;t en esta realidad ontológica, pero a la vez la explica v avuda ;, comprenderla. Precisamente por esto subra~·amos tanto en esiL' estudio la experiencia de la moralidad. 2. ta realización de sí mismo y la conciencia moral Dimensión ética de la reali::.ació11 de sí misnw 111edia11fe la acción El hecho de que la expresión «realizar una acción>> indique no solo a la actividad como resultado externo v transiti\o, sino también al resultado interno e intransiti\'O, tiene una importancia fundamental para la interpretación de la persona. A la vez se nos abre el camino para ww interpretacirín adecuada de la conciencia 111oral, que parece posible solo presuponiendo que la realización de una acción constituye simultáneamente la realización de la persona a través de esa acción. 1\o parece que se pueda comprender por otro camino la vitalidad propia de la conciencia moral, v su sentido estrictamente personalista. Ciertamente, ella no establece una dialéctica más o menos separada de los valores morales ele bien v mal, sino que hunde sus raíces en el hecho ontológico que es la realización personal ele sí mismo mediante la acción. El hombre se realiza a sí mismo como persona, como alguien, v como alguien puede llegar a ser bueno o malo, esto es, puede reali:t.arse o no realizarse. Esta antítesis nos introduce en la moralidad como realidad axiológica, puesto que ontológicamente cada acción supone una AliTODETERM!t\iACJÓl\ Y REALJZACIÓ\i 229 -------·--·--- ·-- ---·-- --- ··il'rla realizaciún de la persona. A\iológicarnente, en cambio, esa rl'alización solo es realización rnedianlé el bien; pues mediante el mal moral de algún modo hav una no-realizaciún. Parece que ··ste modo de ver tiene cierta relación con la concepción del mal de todo mal, incluido el moral- como privación. Una privación que aparece en el orden moral. v por tanto en el orden <l';iológico (l'sto es, en el orden de los valores), de donde pasa al orden ontolúgico. Porque los valores morales son tan esenciales para la persona que su n:rdadera reali:.acióu se realiza no tanto mediante la acción. sino mediante la houdad moral de la acción. El mal moral, en cambio, supone su no-realización, aunque la persona realice una acción. Cuando realiza una acción, también se realiza en ella ontológicamente. La más profunda realidad de la moral se puede wr como realización de sí mismo en el bien, la rcalizaciún de sí mismo en el mal es, en cambio, una no-realización. La posihilidad de la no-reali:.ación como exprcsüín de la cmllingencia del lwndm: La propia realización de uno mismo (que tiene lugar mediante cada «realizo una acción>>), en cuanto hecho en sentido ontoló¡óco. nos permite pensar en la persona humana como en un ser potencial v no plenamente actual. Si la persona humana fuera el llamado acto puro, no sería posible ninguna actualización. A este modo de pensar nos tenía habituado la metafísica realista tradicional; y hasta cierto punto nos ha deshabituado a él la filosofía de la conciencia de los siglos posteriores. Pero es evidente que la persona, la acción y su cohesión dinámica no son solo un contenido de la conciencia, sino que constituven una n~a­ lidad fuera de la conciencia. Si la persona realiza una acción. va través de ella v en ella se realiza a sí misma, en consecuencia la moralidad considerada desde el punto de vista ontológico nos atestigua lo que la metafísica tradicional llamaba contingencia (contingelllia) del ser: el hombre es un ser contingente. Esto 230 1\AROL WOJTYI.A mismo lo testimonia de otro modo la moralidad corno hec!t" a.xiológico. La posibilidad de ser bueno o malo; o sea, la rcali1;1 ción de sí mismo mediante el bien, o la no-realización medialltl· el mal moral, testimonia la particular contingencia de la person;1 El hecho de que pueda ser buena o mala es una consecuencia dl· la libertad que la manifiesta v la confirma. Muestra a la vez lJliL" la libertad puede ser usada bien o mal. El hombre no está radicado incondicionalmente en el bien ni está seguro de su libertad. En esto consiste precisamente d aspecto ético de la co11tingenciu de la f]I!ISOJW, va la vez el sentido de la conciencia moral. La concimcia 111oral. facultad que ret'ela la dependencia de las acciones respecto a la verdad r el bien La conciencia moral revela también la dependencia de la verdad inscrita en la libertad del hombre. Esta dependencia, como hemos advertido anteriormente, es el fundamento ele la autodependencia ele la persona, es decir, de la libertad en su sentido fundamental, de la libertad como autodeterminación. Junto a esto, es también fundamento de la trascendencia de la persona en la acción. La trascendencia de la persona en la acción no es solo autodependencia, dependencia del propio «yo>>. Entra simultáncamentc en ella el momento de la dependencia de la verdad, y es este momento el que en último término constituve la libertad. Pues ella no se realiza subordinando la verdad a uno mismo, sino subordinándose a la wrdad. La dependencia de la verdad marca los límites de la autonomía propia ele la persona humana. La libertad que le corresponde a la persona humana no es pura independencia, sino autoclependencia, que incluve la dependencia de la verdad. Ella determina ante todo el dinamismo espiritual de la persona. También v simultáneamente muestra la dinámica tanto para la realización de la persona, como para la no-realización en sentido ético. El criterio ele la división y contraposición nos conduce hacia la verdad: la persona, en cuanto 231 AlTODETERMINACIÓ'\1 Y REALIZACIÓN que está dotada de un dinamismo espiritual, se realiza mediante el \erdadero bien; no se realiza, en cambio, mediante el hien no verdadero. La línea divisoria, de separación\' contraposición, entre el bien v el mal como un valor v como un anti\"alor moral se reconduce a la verdad. Se trata Jc la verdad sobre el bien de la que tenemos una \'ivencia en la conciencia moral. La dependencia de la verdad constituvc a la persona en su trascendencia; la trascendencia de la libertad se traspasa a la trascendencia de la moralidad. La trascendencia de la Jll:'rsona -" la 1•erdad, el hien v la belle~.a El concepto de trascendencia de la persona se puede ampliar 'i examinar en relación a los trascendentales: al ser, a la verdad, al bien, a la belleza. El hombre tiene acceso a ellos mediante el conocimiento, v tras el conocimiento, tras el intelecto, mediante la voluntad y la acción. En esta concepción la acción sirw también para realizar la verdad, el bien v la belleza. La acción fue examinada desde este ángulo en la metafísica tradicional: esto se realizó de una manera en la metafísica platónica v de otro modo en la aristotélica. Pero, frente a estas diferencias, permanecieron algunos temas como propiedad común ele las dos metafísicas diversas v de las antropologías construidas sobre ellas. De todos modos la visión de la trascendencia del hombre-persona mediante la relación con los trascendentales no pierde su importancia cuando nos remitimos a la experiencia,\ en particular a la experiencia de la moralidad. Porque la trascendencia ele la persona entendida de modo metafísico no es algo exclusiYamente abstracto. Advertimos experimentalmente que la \'ida espiritual del hombre se concentra y palpita en torno a la verdad, el bien y la belleza. Así que nos podemos atrever a hablar ele una experiencia de los trascendentales, que transcurre en paralelo a la experiencia de la trascendencia personal. 232 KAROL Vv'OJTYL\ Ln concimcia moral co1no realidad normativa intrinseca a la persona En el presente estudio mostramos ante todo una dimensi<'m un signilicado único de la trascendencia de la persona en la JL' ción. Se trata a la vez ele la trascmclencia de la libertad. que se re al iza en la moralidad. Cuando realiza una acción, el hombre se JT aliza a sí mismo. se hace bueno o malo como hombre, como persona. Esa realización tiene lugar basándose en la autodeterminación, o sea, en la libertad. La libertad encierra en sí la dependencia de la ,·erdad, lo que resalta con claridad en la eoncit>ncia moraL La función de la conciencia moral consiste en dett'rminar el verdadero bien en la acción y en formar el deber correspondiente a ese bien. El deber es la fÓrma experimental de dependencia de la1·erdad, de la que depende la libertad ele la persona. La función propia v completa de la conciencia moral no es tan solo cognosciti\ a, no consiste únicamente en indicar «X es bueno- x es un verdadero bien>>, "-"es malo- v no es un verdadero bien». La función propia y completa de la conciencia moral consiste en hacer depender la acción de la wrdad conocida. En esto consiste la dependencia de la autodeterminación, o sea. de la libertad de la voluntad respecto al verdadero bien o, más aún, su dependencia del bien en la verdad. Y he aquí que esa dt:>pendencia del bien en la verdad conforma una nue\'a realidad en el interior de la persona. Es la n:alidad nonnati1•a, que se manifiesta a través de la formulación de normas y de su implantación en las acciones humanas". Estas y ' Quizá c<m\'l'n¡!a en este lugar recordar en concreto qu.c 7\1. Schekr criticó la ética de Kant como ética del «puro dchn» 1Pf/icht <IIL' Pflicllt 11111/, pero no el deber en sí en cuanto hecho específico, esto es, como ú\·encia especítica. Se trata de 411e esta \ iwtll'ia se el\l'Ucntre adecuadamente radicada en los \al ores. Por otra parte. tcncn1os que prqwntarnos si el imperati\'0 kantiano (l'n partic-ular d lbmaclo segundo imperatim) no presupone ele algum manera un dirigirst' haci<I los \'aiores basündnse en elli<-bn, o si contt·ariamcntc no tiende a dio. AUTODETERMii\ACIÓ\J Y REAUZACIÓN 233 --------------- normas tienen una participación propia en la real itaci(m de las acciones, que es a la vez la realización de sí -o sea, de la personamediante la acción. La realidad normativa es esencial para lamoral y la ética, aunque no lo sea solo para ellas. Además de las normas específicas de la moralidad, que se pueden definir como normas éticas, en la experiencia integral del hombre encontramos también normas lógicas, normas estéticas .v quizá otras más. Las primeras se encuentras ligadas con el terreno del conocimiento teórico v de la verdad teórica, las segundas, con el campo del arte y de lo bello. Se delinea, por una parte, un cierto tipo de afiliación al orden normativo del mundo de los trascendentales \', en cambio, por otra, hacia la actividad pluridireccional del hombre. La conciencia moral e11 cuo111o 1Wn11a de las acciones es la condición para que eu ellas se realice la persona A pesar de todo, las normas éticas se diferencian de las normas lógicas y de las estéticas, como va lo indicó la filosofía tradicionaL Solo las normas éticas, que responden a la moralidad, afectan a la acción y al hombre como persona. Solo mediante ellas el hombre en cuanto persona se va haciendo bueno o malo: mediante ellas, esto es, dependiendo de ellas, en base a la conformidad o disconformidad con ellas. Ni las normas lógicas ni las normas estéticas tienen una influencia de ese tipo en el hombre, pues no son -como justamente distingue Aristótelesnormas de la actividad, de la acción, sino solamente normas de conocimiento v de la producción. En su campo de visión no se encuentra el hombre como persona, sino tan solo el producto del hombre, su obra. Esta obra puede ser examinada bajo el punto de vista de la posesión o no de la verdad, \ entonces puede ser wrdadera o falsa (errónea), o de la posesión o no de la belleza, venEn el curso tkl Jnúlisis qu.: hemos emprvndido aquí, el autor intenta ante· todo buscar las raíces desde las que se d.:sarrollan org{!nicamcntc tanto la experiencia de los 1·alures como la cid deber. Los Yalores genaan normas. 234 1-.:AROL WOJTYlA tonces será bella o fea. Pero esa calificación dt> la obra, de la cre;1 ción, fuera de la cual también está todo el mundo de las norma:-.. no es lo mismo que calificar o descalificar a la rersona en s1 misma. Solo en la persona tiene lugar aquella realización que re:-.ponde ontolúg:icamente a la estructura misma de la persona. La persona se realiza a sí misma mediante su acción; alcanza su rlcnitud propia como persona v tamhiL'n esa forma que es a la vez la propia de la autopost>sión y del autodominio. La persona a través de la acción se realiza a sí misma como «alguien>> y se revela también como «alguien". En paralelo a esta realización, v solo en paralelo con ella, más aún en directa unión, va la realización de sí mismo en sentido axiológico v ético, realización a tra\·és de los \'aJores morales. La realización o no-realización depende directamente de la conciencia moral, de su juicio. La función de la conciencia está delimitada, como se ve, por la ontología de la persona v ele la acción, v en particular por la dependencia, que es propia únicamente de la persona, de la libertad con respecto a la verdad: el centro mismo de la trascendencia de la persona en la acción Y de la espiritualidad del hombre. 3. Dependencia de la conciencia moral con respecto a la verdad Enrai-;.a111iento en el Ílltelecto del poder normatiFo de la Ferdad El análisis efectuado hasta aquí nos ha permitido establecer que la realización está ligada con el efecto interno e intransitivo de la acción. En este efecto la actividad del hombre se detiene de alguna manera en la persona v permanece en ella. Esto tiene lugar gracias a la autodependencia. que constituve la estructura básica de la libertad ele la voluntad humana, v que encierTa en sí :-.· manifiesta una capacidad de hacer depender de la \'erdad al hombre, a su voluntad y a sus acciones. Esta capacidad, que se revela en la AUTODETERMINACIÓN Y REALIZACIÓN 235 conciencia moral, indica cuán profundamente la relaciún con la verdaJ se halla radicada en la potencialidad misma del ser personal del hombre. De ella hablamos, cuando atribuimos al hombre «naturaleza raciona],, o también cuando nos referimos a su entendimiento como facultad de conocer y distinguir lo verdadero de lo falso. El intelecto se entiende corrientemente como el órgano del pensar, aunque la función de pensar~· de entender está más ligada con la razón. En cambio, el intelecto denota más bien una propiedad del hombre-persona, de modo semejante a como la libertad es una propiedad suva. Esta propiedad se manifiesta en la capacidad de pensar v de entender. Sin embargo lo esencial de ella no es la simple formación de pensamientos, sino la captación de la verdad, es decir, distinguir lo que es verdadero de aquello que no lo es. El intelecto como propiedad del hombre y facultad suva le permite permanecer en un contacto con la realidad que puede ser omniabarcante: «intellectus est quoda111nwdo om¡Jia,, como escribió Tomás de Aquino. Todo ente puede llegar a ser contenido del intelecto. Lo verdadero es esencial en esta relación cognoscitiva del intelecto con el se1~ Mediante la capacidad ele captar la verdad v de distinguirla ele lo no verdadero, del error, el intelecto establece el fundamento ele la particular preeminencia del hombre en relación con la realidad, con los objetos de conocimiento. Esta preeminencia se introduce en el conjunto de la experiencia ele la trascendencia de la persona, en particular de la trascendencia de la persona en la acción, ele la que nos ocupamos aquí. Se trata de preeminencia, es decir, de trascendencia mediante la verdad, no mediante la conciencia exclusivamente. En este lugar hacemos referencia a los análisis desan·ollados en el capítulo !I, que indican esto. Aunque la conciencia humana tiene indudablemente carácter intelectual, sin embargo su función específica no consiste en la simple búsqueda de la verdad ven distinguir activamente entre verdad y noverdad, lo que se realiza en el juicio. La conciencia en su función reflejante obtiene su contenido significativo ele los procesos activos 236 KAROL WOJTYLA dd entendimiento dirigidos hacia la verdad. Gracias a ello lo \erdadero llega a formar también parte de ella, v la conciencia medianil' su función reflexiva condiciona la \ iwncia de lo wrdadero. Pero, como va se indicó en los anúlisis del capítulo Il, la función propia de la conciencia no es sabec el comprender acti\arnente :v alcafll.ar la \'erdad. Esto debe dirigirse a captar la trascendencia de la persona en la acción, concretamente en lo que respecta a la conciencia moral. sobre la que basamos esta trascendencia. Parece que el lúndamento de la trascendencia de la persona no es cxclusivamenlt' la consciencia, sino también la acti\idad del intelecto, todo el esfuer1.0 dirigido hacia la \'erdad. Entendemos aquí por verdaden¡ el esfuerzo ;.·la acti\'idad intelectiva del hombre en su punto esencial. La comprensión de la verdad está unida a una tendencia específica, que tiene la verdad como su finalidad. El hombre tiende a la verdad, ,v el intelecto une en sí la capacidad para captarla (distinguiéndola de la no-\wdad) v la necesidad de indagada. Ya en esto se revela su subordinación dinúmica respecto a la \·erclad, que simultáneamente es como si fuera el mundo propio del intelecto humano. Y precisamente esta subordinación del intelecto con respecto a la veroad condiciona la preeminencia, es decir, la trascendencia de la persona. El hombre no es únicamente un espejo pasivo que refleje los objetos, sino que mantiene en relación con ellos ww pree111inencia especifica por medio de la J•erdad; se trata de una «superioridad de la \'erdad» relacionada con una cierta distancia a los objeto~. y que está inscrita en la naturaleza espiritual ele la persona'. Por eso, la ' LJ~ considt'rJcinnes sobre el terna «IJ \·cnlad ,. la conciencia" están esln:chamente ligadas con el conjunto de reflexiones contenidas en el capítulo 1: "1 .a persona\ la acción bajo el aspecto ck la conciencia". Todo el proceso de dcs\Clamic•rrto gradual de la persona a tran~s de la acción en bs cslnrcturas constiluli\'as de ella nos obliga a concentrarnos alrededor ele la \erdad. Porque la conciencia moral (sunzienia, en el original polaco) solo en sentido lato,. de alguna manera >ecundario puede identificar·sc con «consciencia rnorJI» (srr·i!/donros'ciq mora/r¡q, en el original polaco). AUTODETERMINACIÓN Y REALIZACIÓN 237 antigua definición de Boecio subra:va justamente la racionalidad. o sea, el intelecto, como rasgo distintivo de la persona: «persona est individua substantia ratimwlis 11aturae». La verdad de la conciencia Hwral, {i111dammto de la trascellclencia y de la reali::.ación de la persona e11la acción Ya hemos llamado la aknción anteriormente sobre un rasgo estructural de la persona. que es la autoposesión~· el autodominio. Estas estructuras son fundamentales para interpretar la acción en su dependencia esencial de la persona, de su transitividad ante su simultúnea intransitividad. El que la acción permanezca en la persona mediante su \·alor moral tiene su fuente y su fundamento en la conciencia moral. En el hombre la conciencia moral está ligada con el intelecto no solo a través de la conciencia, sino también a través de la verdad. Se ha subrayado repetidamente que la conciencia moral es el juez que decide sobre el valor moral de la acción, sobre el bien o el mal encerrado en dla. Se trata de una idea correcta, aunque quizá parcial. Parece que no hay modo de captar la totalidad específica de la conciencia moral sin que se haya delineado previamente la estructura de la persona, la estructura de autoposesión ~- la estructura de autodominio. Sobre la basl' de estas estructuras se revela y se explica el dinamismo de la autodeterminación y el dinamismo, paralelo a ella. de la realización donde se encuentra enraizada la conciencia moral. Ella es condición indispensable para la realización de uno mismo en la acción. El hombre-persona se realiza, como hemos dicho, en sentido ontológico y a la vez axiológicamentL', es decir, en sentido ético. En este último tiene lugar la realización mediante el bien moral y la no-realización mediante el mal moral. Esto depende directamente de la conciencia moral. Pertenece a la conciencia moral no solo la vi\·encia de la verdad, sino también la del deiJel; que analizaremos a continuación. En p1imer plano aparece la verdad, de la que depende el de- 238 KAROL WOJTYLA ber. Cuando decimos que la conciencia moral es un juicio, estamos tornando en consideración algo así como su última l.'lapa, v a la vez, con mucha frecuencia, un aspecto puramente formal (al que se une habitualmente una concepción intelectual de la conciencia moral). La conciencia moral entendida en su conjunto es un esfuerzo absolutamente peculiar de la persona dirigido a captar la verdad en el campo de los \·~dores, principalmente de los Yalores morales. Es primeramente búsqueda e inn·stigaciún de esa verdad, antes de que se comierta en certeza v juicio. Por otra parte, es conocido que la conciencia moral no siempre tiene certeza _v que tampoco es siempre v·erdadera, es decir, concorde con la realidad del bien. Pero esto justamente atestigua que es necesario unirla con el OJ-clen de la verdad, v no solo con la consciencia, aunque a la luz tanto de nuestros análisis anteriores como de los actuales parece que es evidente que la consciencia asegura a los juicios de la conciencia moral la vivencia subjetiva dL' la \Crdael. De manera parecida le asegura la vivencia ele la certeza. En caso contrario la obra de la consciencia será la vivencia de una duda de la conciencia moral o, en el peor ele los casos, la vivencia de la mala fe, o sea, de la «falsedad ele conciencia". El esfi1er:.o de la conciencia moral como tarea del intelecto que tiende a la verdad en el terreno ele los valores no tiene carácter de im·estigación teórica. Por el contrario, se enwentrn ligado estrictamente con la particular estructum ele In 1'0/untad COII/0 autodeterminación, y a la vez con la estructura ele la persona. Es un resultado ele ella v con ella se mide. Como es sabido, la voluntad se distingue por la orientación intencional, que es siempre querer un determinado objeto desde el punto de vista de los valores. Pero este querer no permanece como acto intencional abstracto, sino que tiene un significado intransitivo en la persona. Cuando quiero algo fuera ele mí mismo, de alguna manera me dirijo con la voluntad hacia mí mismo. Ninguna volición como acto intencional puede evitar el propio «y'O", que es en cierto modo el primer objeto de la voluntad. La libertad como independencia res- 239 ALTODETERMINACIÓ\J Y REALIZACIÓN ¡ll·do a los objetos posibles de la volición implica la libertad mmo autodeterminación. El esfuerw de la conciencia moral está 111tirnamente ligado a esa realidad de la voluntad y de la libertad humana. Cuando el entendimiento se esfuerza por tender hacia la verdad en el campo de los valores, no pretende alcanzar exclu~ivamcnte \·alores separados de los objetos de la volición, sino también -junto a la intransitividad de la acción- el \'(/lor jimda11/ental de la perso1111 como sujeto de la voluntad \'a la \'ez como autor de la actividad. utunión en/re verdad v deher COl/lO jiuulalllelllo de la jiter::.a de 111 COIICÍI'IICÍU 11/0ral 110/'llta/Í\'ll Se trata de que logremos ser buenos y no malos; de que mediante las acciones nos vavarnos haciendo buenos v no ma. los 4 . Mediante tales contenidos alcanzamos las propias raíces normativas de lo \·erdadcro que se encuentran inscritas en la conciencia moral. También llegamos indirectamente a la esencia misma de la autorrealit.ación, de la realización de la persona, que en su propio dinamismo transcurre paralelamente a la autodeterminacitm. La conciencia moral introduce en dla la fuerza nor' 'SL· trata de la cstrnctma dinúmica fundamental de la autodett>rminución, a la qu~ t>stáunida la tendencia fundamental a llegar a ser hueno _, no malo. La postura de Scheler, para el que el 1alor moral no puede ser objeto de la \'oliciún, porque eso supondría unu postura tarisaica, puede comprenderse a la luz de Sll'i pr·csupucstos. No t'S lo mismo, en efecto, «querer >er bueno» que «querL'I" tener la ,·in·rll'ia de que sov bu,·n,,.; v lo se¡!undo puede suponer un cier1o fari>t>ísmo. Sobre el particular cft:. por ejemplo, 1\.. WoJTYLA, 71le hueutional Act a/1(/the 11111111111 Act. 1'11111 /.1, Act and E.tperience, en «Analecta Husserliana» S ( 1976), pp 272-273. (Versión espariola: «El acto intencionul v el acto humano. Acto v experiencia», en K. WüJTYI.A, Fllwlllhre v su desti110 (4'' ed.J, Palabra, Madrid 2009). Precisamente en estos anülisís c:omparatin>S se fundamenta la conv-icción de que hav que examinar la mluntad en la estructuru de la persona v la acción ante todo en su aspecto de au!od~terrninación v no de la «intencionalidad» lch: el capítulo 111: «La cstnrclura pason¡d de la autodell'rlllinación» ). 240 KAROL WO.ITYLA -----·---- matira de la verdad, que no solo condiciona la reali1ación de l,1 acción por parte de la persona, sino tambi0n la realización de '1 mismo mediante la acción. Precisamente en esta concreta rcali zaciún, peculiar de la persona, la estructura de autoposesión' dl' autodominio se confirma va la vez se realiza, se actualiza. La' L'racidad, la fuerza nom1ativa de la verdad incluida en la concien cia moral constitU'fC la clave de bóveda ele esta estructura. Al margen de ella, si nos separamos de ella, no es posible pensar o intcrprl'lar adecuadamente la conciencia moral ni, en sentido lato, todo lo específico del orden normati\'0. Nos referimos aquí fundamentalmente a las normas de moralidad, porque ellas sirven ¡¡ara el cumplimiento de los actos, es decir, para la realización del "VO» personal mediante las acciones, mientras que las normas exclusivas del pensamiento o de la producción solo sirven ¡¡ara los valores de los productos humanos. o sea, de las obras, como va se ha recordado anteriormente. Es por lo que en el presente estudio tenemos presente ante todo esa fiter::.a norlllaIÍI'(l de la •·adad, que es propia de la conciencia moral. Los analíticos contemporáneos reali1.an aquí una abstracción muv amplia, al hacer objeto de sus imestigaciones la ,·eracidacl o no de las proposiciones normativas. Por otra parte, con frecuencia sostienen la teoría de que a estas proposiciones no se les puede adjudicar un valor lógico: no se puede atribuir \·erdad o falta de verdad a una proposición cuvo functor proposicional se exprese con la palabras "debe>>, solo se puede atribuir ese valor a las proposiciones cuvo functor proposicional se exprese con la palabra "es>>'. Este planteamiento no cambia en nada ni tampoco ; El concepto que· hemos cxrresado aqui sobre la naturaleza del juicio ético conecla con la com icción metafísica de que los \·alorcs no exiskn realmente lendwlli01wluihilis111!.-' la correspondiente com·icciún epi,kmológica de que 1'" valores no son obiclos de conocimiento lacoguitil·isuli. Esta con\'icción es cornt'm al cmotiYismo de A. J. AYer Um1guaw, 7/wh al/{! Logic, London 1936) \al prcscripti\·isnm !prrscriptivisiJJ) de R. Harc (The uu1gua~e o(Morals, Oxford 1952). No obslantc. liare inknta mitigar el extremismo del c•moti\·ismo en nom- AlTODETERMif\ACIÓ\1 Y REALIZACIÓI\ 241 disminuvc el hecho de que la conciencia moral sea una realidad experimental fundamental en la que la persona se manifiesta plenamente (o incluso «Se revela») a sí misma v también a los otros. El hecho de la conciencia moral no es tan subjetinJ que no sea de algún modo intersubjetivo. En la conciencia moral se realiza una particular conexión entre la verdad v el deber que se muestra como la fuerza nonnati\a de la verdad. La persona humana, en cada una de sus acciones, es testigo ocular del paso del «CS» al «debe»: de «X es verdaderamente bueno» a «debo hacer X». Frente a esta realidad, la ética como filosofía, es decir, como sabiduría, como ciencia, o sea, como método riguroso de encontrar la verdad, no puede dejar a la persona sin apovo. Así que con razón considera que su principal tarea consiste en la necesidad de justificar las normas morales, para rendir de esa manera un servicio a la verdad de las conciencias morales. Esta última digresión alccta a la ética; sin embargo, parece que es adecuado realizarla cuando hemos alcanzado este punto del análisis de la realidad de la persona v de la acción. 4. El deber como expresión de la llamada a la realización de sí Fl deberr la autorreali;,acióu de la persoua eulns accioucs La fuerza normativa de la \ erdad se explica mediante el deber, que a la vez e\plica los deberes en tanto que se refieren a los valores. El hecho ele que la \erdad, la afirmación <<X es verdaderamente bueno», produzca mediante la conciencia moral algo así como un impulso interior o un mandato de la forma <<debo ejecutar una acción, mediante la que realice ese X>>, está íntimamente ligado al dinamismo particular de autorrcalización, de realizabn: ele la objeti1 iclad dd juicio ético. cuando sostiene que se pueden justificar las normas morales, aunque esa justificación, según entiende él, no consista en jw,t ificar su 1crclad. 242 KAROL WOJTYLA ción del «VO» personal en la acciún v medianiL' la accic'm. Y L'' precisamente desde este punto de rista desde el que pretcnderno' examinar el deber en el presL·nte estudio. Es conocido que se k puede analizar también desde otros úngulos. El deber puetk an;¡lil.arse como consecuencia de algún principio moral o jurídico (pre\·io \ de algún modo conocido). Ese principio se llama norma en función de su contenido, que no es solo declarativo, no se expresa con ellúnctor «se debe» o «es necesario». El deber moral o jurídico así concebido puede prL·sentarsc como algo que pron:dt• del exterior del sujeto-persona. F.se tipo de deber definL' al hombre como individuo social. sus obli¡wciones respecto a los otros\ respecto a toda la sociedad a la que pertenece. La esfera del deber de la persona respecto a las demás personas constituve otro problema distinto relacionado con el orden de la participación, que se manifiesta como convivencia v cooperación de las personas\' se tratará en un capítulo aparte. La ¡·erdnd (/a \'{1/ide:) de 1(/s 110rmas dicas Sin embargo, todas las formas de deber hacia alguien, que están incluidas en el conjunto de normas morales o jurídicas, presuponen el deber como una realidad dinámica L'Spedlica, que constitu\·e el elemento integral de la realización dl' la acción, que, como :va hemos dicho repetidamente, es a la vez realización de sí mismo como persona. El hecho ele que, cuando una persona realiza una acción, st' realiza a la \'ez a sí mismo mediante la verdad de dicha acción, se manifiesta en la conciencia moral. Existe una correlación entre la conciencia moral corno fuL·nte intrapersonal del deber y el orden objetiYo de las normas morales v también de las jurídicas; el significado de ese orden Ya más allá ele una persona singular\' ele su interi01idad concreta. Sin embargo, la capacidad para generar deber que tienen estas normas radica en que objeti\'an un bien verdadero que obliga a la persona a ni\'cl social, esto es, en una dimensión en pa11e intcrpcrsonal ~·en parte supra- AUTODETER\iliNACIÓN Y REALIZACIÓr\ 24~ personal. El valor fundamental de las normas reside en la verdad 1k·l bien que es objetivada en ellas, v no en el hecho de generar un debe!~ aunque, en algunas ocasiones concretas, las fórmulas norlnativas utilizadas acentúen esto último, porque utilizan expresiones tales como «Se debe>>, «es necesario>>, «hav obligación de>> v otras parecidas. !\ pesar de esto, la esencia de las proposiciones normativas de la moral o del derecho se encuentra en la verdad del bien que es objl'livado en ellas. Mediante esa objetividad, ellas se ponen en contacto con la conciencia moral, que de alguna manera convierte esa verdad en necesidad real v concreta. Esto tiene lugar incluso cuando la collcicncia moral es como si aceptara exclusivamente el deber en base a las normas morales o jurídicas objetivas. Conviene recordar que la verdad del bien contenido en estas normas puede que sea evidente directamente, lo que conecta con la directa asimilación de los contenidos normativos mediante la conciencia y la concesión a ellos de una fuerza normativa propia. En otros casos, cuando falta tal eúdencia, la conciencia moral realiza claramente una específica verificación de las normas, como para verificar su autenticidad en su propio ámbito. La verdad está íntimamente ligada con el deber. No se trata exclusivamente de la verdad objetiva de las normas in ahs/rac/o, sino también de la vivencia de la verdad, que se expresa en el convencimiento, o en la certeza subjetiva, de que esta o aquella norma indica un verdadero bien. Cuanto más profundo es este convencimiento, tanto más fuerte es la obligación o el deber que genera. La \·ivencia del deber se encuentra estrechamente unida a la vivencia de la verdad. En muchas ocasiones -si no habitualmente- se habla en este caso no de \·erdad, sino de equidad. Los juicios teóricos son verdaderos o falsos, en cambio las normas son equitativas o inicuas. La etimología parece Se refiere .:1 autor a la l'limologÍ<I polaca; CllL'sc !equidad) tiene la misma raít que «sluchac» (escuchar) her obediente). idioma. «slus:.llos·c, v que «hrc poslus:nmz» 244 KAROL WO.JTYLA apuntar a esa consecuencia de las normas que es el ddJL'L l·11 efecto, «equidad» tiene la misma raíz que «escuchar». o,,.,, «ser obediente». De ahí que la norma equitativa c·s aquella'' 1., que hav escuchar. porque contiene t'n sí misma el fundamL'III" para ser \erdadcra fuente de la obediencia de la conciencia\, <'lt consecuencia, del deber: con una norma inicua sucede todo 1.. contrario. Caráclt>r crt'atim de la coucicucia A pesar ele que los adjl'tivos «equitati\11-inicuo>> resulta11 muy exactos v adecuados con rt'specto a las normas, parece si11 embargo que dejan de alguna manera en la sombra clmoment" mismo de la verdad, su \'i\'eJKia y la trascendencia, que está ligada con ella, de la persona en la acción de la conciencia. No SL' trata de otorgar a la conciencia moral un poder legislativo. corno postuló Kant al identificar ese poder con d concepto de autonomía, o de la libertad incondicionada de la persona. La concicJKia moral no es legisladora, no es ella misma la que crea las normas, sino que las encuentra de algún modo dispuestas en el orden objetivo de la moralidad v del derecho. La idea de que la conciencia moral establecería este orden supone no advertir las adecuadas proporciones que surgen entre la persona v la sociedad o la comunidad; o, en otro orden, entre la persona creada v el Creador. Esa idea constituve las raíces del individualismo~· es una amenaza para el equilibrio óntico v ético de la persona, que se expresa también en el rechazo del «derecho natural>> ético. Pero, junto a lo anterior, hav que admitir desde el punto de vista de la experiencia integral del hombre como persona que la función de la conciencia moral no se reduce tan solo a una especie de mecanismo ele deducción .v aplicación de las normas, cuya verdad se encontrara en unas fórmulas abstractas, eventualmente codificadas en el caso del orden jurídico establecido. AUTODETF.RMINAClÓ'\ Y REALIZACIÓN ------- 245 -~----- 1-tl conciencia 11/ural es cr..:atira e11 el cílllhiw de la verdad de la' //Orillas, es decir, de los principios de actuación que constitu\l'll L'l fundamento objcti\0 de la moralidad \ dd derecho. Su lTl'atividad no se limita simplemente a recomendar, a mandar, o 'ea, a expresar el deber qu~' equivale a la obediL·ncia. La \ iwncia tll·la equidad está precedida e integrada con la ,·iwncia de la ,·er,bd. La \'in~ncia de la \erdad está conll'nida en el reconocimiL'nto de la norma a la que se le une la fuer;.a de la com·icción subjl'liva. En todo esto, la conciencia moral es creatin1 en el ámbito de la verdad de la norma. Esta creati,·idad se corresponde con la dimensión de la persona, es totalmente intrínseca v ordenada al obrar, que es la acción de la persona misma, \' a la vez el momento de su realización mediante ella misma. La COilcimcia nwral otor,ga a los nom1as la f(ml/a sin.~ular e irrepetible que tienen precisamente en la persona, en su \'i\·encia v en su realizaci<'m. Tras las huellas de la formación de la com'icción Y de la certeza, tras la formación de la verdad de la norma según la dimensión de la persona, discurre el debet: El deber, o sea, la fuerza normativa de la verdad en la persona estrechamente unida con la conciencia moral, de111uestm que la persona es libre en el obrar. Pues la verdad no anula a la libertad, sino que la redime. La tensión que surge entre el orden objetivo de las normas v la libertad interior del sujeto-persona se descarga mediante la verdad, mediante el convencimiento de la Vérdad del bien. No se descarga tan solo por la presi<ín o en ,·irtud de un mandato o de la coacción. San Pablo muy adecuadamente postula un rationabile obse<¡Liiwll, que es el sinónimo personalista del debert>. Los medios de coacci(m ocultan la trascendencia específica de la persona o bien testimonian su inmadurez. Es difícil negar que, en ocasiones, se manifiesta esa inmadurez, pero sería inhumano reducir el deber exclusi\amente a la presión de los medios extrínsecos. "Ch: R1n 12, t. 246 KAROL WOJTYlA --·------ --- ------ F./ paso delmlor al deber Todo esto indica que la trascendencia de la persona nw diantL' la libertad se realiza en la \·erdad. Ella es la última fuenk dL· la trascentkncia de la persona.\·, por tanto, la antigua defini ción de la persona justamente hace referencia al entendimiento (natura rationalis) como fundamento de esta trascendencia, esto es, de la trascendencia en el obrar. Pero parece. como ya hemo~ hecho notat~ que la reducción llll'laflsica propia de esta definiciún e1•idencia nuís la naturalt:::.a intdt:cllwl (=naturaleza racional) ({U!' a la persona en la trascendencia cognoscitiva mediante la relación con la verdad. En el presente estudio intentamos precisamente desvelar esa trascendencia en cuanto que constituye a la persona. El deber testimonia una vez más lo que ya se ha re\'elado en el capítulo anterior, que la voluntad y la libertad de la persona están dinámicamente referidas a la verdad de manera propia y peculiat~ una específica relación dinámica con ella. Esta relación determina la peculiar originalidad de cada decisión :v elección, v determina de manera particular la originalidad de la obligación, o sea, del deber, que es como un grado peculiar de dinamización de la voluntad en su específica referencia a la verdad. f\o se trata, como va hemos recordado, de la verdad en sentido teórico. ni siquiera se trata de la verdad axiológ:ica en sí unida con la \·ivencia cognosciti\·a de los valores. La vivencia de los valores no implica necesariamente el quererlos, ni mucho menos la vivencia del debec Para esto. para que el valor genere el deber, aquel debe situarse de manera particular en el camino del obrar de la persona como una llamada específica. l:.'l paso dt:sde el valor al deher constituye un tema aparte, que aquí tan solo indicamos. pero que no analizaremos exhaustivamente. Ese paso se realiza con frecuencia en el camino del deber de no-obrar respecto a un valor. Una parte significativa de las normas morales tiene el carácter de una prohibición (p. ej., la mavoría de los mandamientos del Decálogo). No obstante. ese ca- AUTODETERMI~ACIÓN Y REALIZACIÓN 247 rúcter de ninguna manera excluve el que hava en ellas algún valor ni tampoco lo esconde, antes bien lo resalta más a(m. Así, por l'jcmplo, el mandamiento «no dids falso testimoniO>> acentúa más fuertemente el valor de la veracidad, v el mandamiento «no adulterarás», el conjunto de valores relacionados con el matrimonio, la persona, la prole, la educación v así sucesivamente. Este modo de pasar desde el valor al deber- una vía en cierto sentido negativa- es muv típico de la moralidad v del derecho, pero no es el único ni el más importante. Parece que es más importante la vía positiva. El más perfecto v completo ejemplo de manifestación del deber por la vía positiva es v ciertamente lo sigue siendo el mandamiento evangélico «amarás». En este camino, el valor manifiesta directamente el deber mediante su contenido esencial, y medianiL' la fuerza de atracción unida a ese contenido. No obstante, ese contenido .\' la fuerza de atracción llegan en cierto modo tan solo al umbral de la persona, ~· este es el umbral de la conciencia moral, o sea, el umbral del bien \'erdadero, en donde comienza el debe~: La vocación dellzombrc a rcali;,arse e11 las acciones El deber alcanzado en la vía positiva de la atracción v aceptación de los \·aJores reconocidos espontánea o reflexivamente como verdaderos puede convertirse en el elemento fundamental de la vocación de la persona. Parece que la filosofía moral contemporánea manifiesta una clara tendencia a comparar e incluso a contraponer estas dos vías: la negativa, que se suele identificar (de modo no totalmente justo) con el sistema de las normas que se comprenden ante todo como prohibiciones, v la positiva, que se identifica con la atracción v la aceptación de los valores. Esta segunda suele ser entendida como vía de la vocación de la persona. El problema en sí de la vocación merece e\'identementc un estudio aparte, v también el problema de las relaciones justas entre los valores v las normas. Aquí nos ocupamos de este tema úni- 248 10\ROL WOJTYLA canwnte en L'l aspecto de la realización de la acción, o sea, (k 1,, realización conjunta de uno mi;,mo mediante la acción. Resul1.1 difícil, sin embargo, no captar la proximidad objeti\·a, e inch'"" la parcial identificación de la rcalizaciún así entendida con la \t• caciún de la persona. Al mismo tiempo, parece que todo debc1. incluso aquellos a los que se llega desde un \'alor por la vía neg~1 tiva, proporciona un cierto conocimiento ele la n>cación de la persona. Pues cada uno ele ellos nos habla de este «imperatinJ" rundamental: ser bueno como hombre, no ser malo como hombre, \'en tal imperativo se encuentra de alguna manera la ontología \' la axiología del hombn.' en cuanto persona. Todas las vocaciones, lla.rnadas más específicas o incluso retos al hombre mediante los valores, se reducen en último caso a esa \'OCación esencial v fundamental. U dmma de/¡·alor v del deber es 1111 signo ele la trascendencia de la persona La íntima relación del deber con el \·alor muestra a la persona humana en su pa11icular relación con la realidad considerada en su totalidad. No se trata únicamente de una relación cognitiva, que de algún modo concentre esta realidad en la lente del hombremicrocosmos. Cualquier conocimiento interioriza de alguna manera la realidad extrapersonal en la persona-sujeto (en particular es la conciencia la que interioriza esta realidad junto con el sujeto). El deber actúa, en cambio. en sentido contrario: conduce al hombre mediante el actum~ a la persona mediante la acción en la realidad, la hace sujeto de su propio drama fdramatis persona) en el contexto de esta realidad. Se trata -desde el lado del hombre-persona- del drama del \·alor v del deber. El hombre no se realiza como persona al margen de ese drama. Naturalmente esta plenitud parece tanto más madura en la medida en que el drama del valor~·· del deber sea más profundo v esté más arraigado en el hombn.'. El deber -va sea como elemento de la vocación global del AUTODETERMINACIÓN Y REALIZACIÓN -------------- 249 luunbrc o como contenido concreto de una acción particular- pail'l'l! decir mucho en lo que respecta a la trascendencia de la per""lla. Mediante él, por una parle se manifiesta la realidad de esta trascendencia, y por otra, en cambio, se manifiestan sus límites, que no son menos reales, en patiicular los límites ele la realidad en ntvo marco debe realizarse el hombre a sí mismo. La persona como estructura específica ele autodominio y de autoposesión se realiza del mejor modo posible mediante el deber. No mediante la pura intencionalidad de las voliciones y ni siquiera mediante la autodeterminación, sino mediante el deber como especia/modificación de la autodetermi11ación y de la i11fe11ciol!alidad. La persona se abre en él hacia los valores v mantiene a la vez en relación con ellos la medida de la trascendencia que condiciona a la acción, porque permite distinguir el actuar de aquello que «Únicamente sucede en el sujeto-hombre>>. 5. La responsabilidad La conexió11 de la respm1sabilidad cv11 la operatil'idad media11te el deber Parece que los análisis realizados hasta ahora constituyan ya una base suficiente para captar y explicar la unión que surge en el actuar del hombre entre la operatividad y la responsabilidad, y en particular para poder interpretar la responsabilidad misma. La relación entre la operatividad de la persona ~· su responsabilidad es la base de los principios elementales en los que se apova todo el orden moral ~,jurídico en sus dimensiones ínterhumanas y sociales. A pesar de ello, esta relación, de modo parecido al deber, es ante todo una realidad en la persona, en el interior de la persona. Solo gracias a esta realidad intrapersonal podemos hablar después del sentido social de la responsabilidad y establecer sus principios ciertos en la vida social. A primera vista, el concepto de responsabilidad indica que el hombre, su es- 250 KI\ROI. \VOJTYLI\ tructura personal, su propia trascendencia en el actuar so11 'l. mcntos que deben ser analizados para que el sentido soci;d ,. 111 terpcrsonal de la responsabilidad se delinee adccuadamenl<'. El hecho de que conectemos directamente la respons<d11l1 dad con el actuar, de que afirmemos: <<el hombre es respons;d .¡, de x, porque es el autor de X», manifiesta la gran complejidad ' ·' la vez la cohesión v la condensación ele los elementos, que Sl' <'11 cucntran en la simple composición «el hombre realita una ;11 ción». En los análisis presentes se ve cuántos elementos están i11 cluidos en la realización de la acción desde el lado tk 1,, autodeterminación v paralelamente desde el lado del cumpl1 miento; pero el cumplimiento dice más sobre la persona que'" túa que sobre la propia acción realizada. Así también la rcspo11 sahiliclad dice ante todo ele la persona que realiza una accióJJ ' que a la \'ez se realiza (completa) mediante esa acción. Si bil'JI unimos la responsabilidad directamente con el actuar, sin en1 bargo ella no surge tanto de la opcrati1·idad sin más bien del d1· bet: El hombre solo es responsable de x cuando debe realizar x o también en el supuesto contrario, cuando debe no realizar x. Lo uno puede estar incluido en lo otro porque el paso del valor al deber tiene lugar no solo por la vía positiva, sino también por la I1l'gativa. Y así, por ejemplo, el hombre, que es autor de una mentira, es responsable de conducir a otros al error. lo que <<no debe» hacer, a la vez que <<debe>> respetar la 1·erdad. La relación entre responsabilidad\ operatividad presupone el que haya un dcbe1: Correspondencia entre los l'lllures v la responsabilidad Al mismo tiempo, la citada relación indica que en el deber siempre hav una cierta apertura de la persona hacia los valores. El hombre tiene la vivencia de la responsabilidad como hecho intrapersonal en íntima conexión con la conciencia moral, y parece que incluve la dinámica específica ele la voluntad que va hicimos notar en el anterior capítulo. Así que mediante el análisis de la elección Y AUTODETERMINACIÓN Y REALIZACIÓI'\ 251 ¡J,. ¡., tkcisión en su específica originalidad llegamos al convenci- de que la voluntad, más que la capacidad de tender hacia ohjdo en virtud de algún valor suvo, es la capacidad de respontln autónomamente a un valor. Esa capacidad integra de manera pilrl icular el actuar del hombre, proporcionando a esa actuaciún b rasgos de la trascendencia personal. Tras ella camina también la 11'\ponsabiliclad, que se encuentra íntimamente unida con la acción prl'l'isamente en función de que contiene en sí esa característica de l:1 voluntad que consiste en responder a los valores. De esta manera \t' dibuja la relación «respuesta-responsabilidad». Por tanto, si el hombre resulta responsable de sus acciones v consecuentemente tit·ne la vivencia ele su responsabilidad, es porque tiene capacidad dL' dar una respuesta con la voluntad a los valores. Esta capacidad presupone lo verdadero, la relación a la verdad, en la que se enraíza el deber como fuerza normativa de la verdad. El deber constituve esa forma madura de respuesta a los valores con la que se encuentra íntimamente relacionada la responsabilidad. La responsabilidad contiene en sí un cierto deber de tender hacia los valores. Se dibuja así la relación «debo-respondo>>: deber-responsabilidad. A causa del debe1~ la característica de la voluntad de responder a los valores adquiere en la persona v en su actividad la forma de respuesta a fávor de los valores. Gracias a la intencionalidad propia de la voluntad, los actos humanos se diligcn, como es sabido, hacia diversos objetos según que constituyan tal o cual bien, es decil~ en función de los valores. Se trata de que ese direccionamiento sea hacia la verdad, ele que responda a los valores que son adecuados para su objeto. Así, por ejemplo, cuando una acción de una persona tiene como objeto a otra persona, es necesario que esta finalidad objetiva responda a los valores de la persona. Existe el deber de refctirse al objeto según sus valores verdaderos, v junto a ello se genera una responsabilidad hacia el objeto considerado desde su valor; dicho brevemente: una responsabilidad por el valoc Esta responsabilidad se encuentra ya de algún modo en el origen mismo del deber, y a la vez es consecuencia de él. El deber conllllt'ltlo 1111 252 KAROL WO.ITYI:.A diciona a la responsabilidad, ,v a la \'t'Z la responsabilidad presente de algún modo en la constituci!m del dehe1: v'.LI 1 1 Ln autodetenni11acián C0/110 /ÍIIulalllt'llfo de la respow:abilido.! por t!l propio valor 111oml La responsabilidad por el \'alor específico del objl'!o de 1;, .1• tuación estü íntimamente ligada con la responsabilidad por d ·.11 jeto mismo, esto es, por el valor que se genera en d mismo. L'll ,-1 «\'O» concrl'lo junto cOill'l actuw: Es. en cfL•cto, una caracterísll< .1 de la mluntad no solo la intencionalidad, o sea, la relación a ohj,· tos que se encuentran fuera dl'l propio «_VIl>>, sino ante todo la rl'1.1 ci<in con el «_VO>> mismo, su objeti\·aci<ín en el actuar. Sobre la b;1··.1· de la autodcll'rminaciún _v la autodepcndencia del «_\O» personal. ;d actuar se genera --junto a la responsabilidad hacia L'l \·alor de 1"'· objl'los intencionales- una responsabilidad esencial y fundament;d hacia el valor del sujeto, hacia el \'alor moral del propio «yo», que 1'' el autor de la acciún. La responsabilidad «hacia», integrada dL' est;¡ manera, constitu~--c una totalidad, que corresponde aproximachlmcntc a In que llamamos res¡umsahilidad 111oral. En este punto -mediante el análisis de la responsabilidad- quizá se ve con ma~or claridad que la moralidad no conduce hacia dimensiones heterogl'neas, extrínsecas a la persona, sino que encuentra su lugar propio en la propia persona, en su ontología v axiología. La trascendencia de la moralidad como orden ol~jetivo, que de algún modo supera a la persona, permanece a la vez en estricta correlación con la trascendencia de la persona misma. La responsabilidad hacia el objeto intencional del actuat~ y ante todo la responsabilidad hacia su sujt'lo v autm~ manifiesta una estrecha conexión con la realización de sí mismo, con la autonealización del «_\"O>> personal en cada acción. Responsabilidad y autoridad personal Al conjunto de la realidad que constitu~·e la responsabilidad pc11enece también otro aspecto esencial que definimos como «res- AUTODETERMINACIÓN Y REALIZACIÓN 253 pousabilidad fie111e a''· La responsabilidad «frente a>> presupone la Jc•-.ponsabilidad «hacia». Este nuevo aspecto de la responsabilidad, q111' sin duda está incluida en su esencia. habla mucho mús del ll'llla de la coordinación del hombre como persona con el conjunto ckl universo de las personas. Porque en la esencia de este aspecto tk·la responsabilidad est;í el hecho de que siempre es responsabilidad «ante al,r,IIÍC11» -v por tanto ante una persona-. F.l universo dl· las personas tiene su estntctura interhumana v su estructura social. En el marco ck esta estructura, la necesidad de la responsabilidad «ante alguien>> constitun· sin duda uno de los fundamentos para que surja el poder. en concreto el llamado poder judicial. El universo de las personas tiene también su estructura religiosa, muy explícita en particular en la religión del Antiguo v del Nuevo Testamento. Dentro de esta estn1ctura. la rt·sponsabilidad «ante alguien» asume el sentido de respons<1bilid<1d ante Dios. Se trata de una responsabilidad que tiene a la vez un sentido escatológico\' otro temporal. En este st:'gundo sentido, la conciencia moral humana -no en la función directiva, sino judicati\a, pues estas dos !unciones son especílicas ~U\ as- adquiere una autoridad particular. que permite pensar v hablar sobre la conciencia moral como la \OZ del mismo Dios. Desde el punto de vista de la filosofía ele la religión,. también de la teología (moral), se trata de un hecho capital. En las presentes consideraciones, el hecho de la responsabilidad en este segundo aspecto -como responsabilidad «ante»arroja una nue\·a luz sobre la estructura de la propia persona en su relación con la acción. Una \'ez más se confirma en este aspecto la intransitividad de la acción, esto es, su específica referencia a la persona como sujeto sobre la base de la operati\'idad v del deber. Lo verdadero -la relación específica de la persona con la verdad- se encuentra no solo en la !i·ontera donde brota la acción desde la persona, sino también en su penetración en la persona. Bajo la forma de conciencia moral. ella vigila, si se puede decir así, al mismo tiempo, la vía de la transitividad v de la intransitividad. En esta relación con la \'crdad (que definimos aquí 254 KAROL WOJTYLi\ - - - --------- - - - - frecuentemente como verdadero), que es la más pmfund<t 1'·''·1 !.1 persona v por eso la más esencial. se generan simulláne:.mll'tlll 1 deber v la responsabilidad. La responsabilidad «ante alguie11 '" dependientemente de otras referencias que le son propi:1 .... forma v se expresa en la referencia al propio sujl'to. Esl· ..1 guíen», ante el que so\· v me siento responsable, es tambil'll "" propio «VO>>. Si en toda la din~tmica de la reali;.ación no eslu\ ,,., .1 presente esta forma elemental de responsabilidad, resultaría dll, cil entender la responsabilidad anlt' cualquier otro. El uni\l'l ·.o de las personas encuentra su punto de partida experimental \ 1 fundamento de su sentido en la experiencia del propio «VO>> dl· 1., persona. De <'1 parte el camino -que :va desde ahora llamart'ltt"·· camino de la participaciún- que conduce a los otros, tanto e11 1., comunidad humana como en el plano religioso. o ·.o 1 1 IL1 rrsponsabilidad e11 conciencia del ho111brl' 111111' si 111i.111HJ La responsabilidad «ante alguien>>, integrada en la voz dl· la conciencia moral. sitúa al propio «VO>> en la posición de juez L'lt relación a mi propio «VO>>. Resulta difícil negar que la experienci:1 de la conciencia moral incluva esencialmente esa función. La res ponsabilidad «ante alguien>> como autorresponsabilidad paren· corrt'sponder a la autodependencia y autodeterminación propias del hombre, en las que se manifiestan y realizan conjuntamentl' la voluntad v la libertad de la persona. En cambio, en lo que respecta a su estructura -definida aquí mediante la autoposesiún v el autodominio-, se encuentra indudablemente la autorresponsabilidad. Si el hombre como persona es quien se posee a sí mismo y se gobierna a sí mismo, ello es también porque a la \'el. él responde de sí mismo, como también responde ante sí 111ismo. La estructura de la persona, como va se señaló anteriormente, muestra la peculiar complejidad hornhre-persona. Pues él es simultáneamente quien posee y quien es poseído por sí mismo. quien gobierna ,v· quien es gobernado. Es también quien responde v aquel por quien v ante quien responde el que responde. AlJTODETERMit\ACIÓN Y REALIZACIÓN 255 Así pues, la estnJCtura de la responsabilidad L'S una estruc1111 ,, l·aractcrística de la persona v propia tan solo de clla7 . Una rcspon~ahilidad disminuida equi\'alc a una personalidad disminuida h•n l'i sentido de ser persona). La estructura de la responsabilidad '"' l'IICuentra íntimamente ligada con el actuar del hombre, con la 111Ti1111 de la persona; no estü ligada. en cambio, con lo que únicallll'lltL' sucede en el hombre, a no ser que aquello que sucede de por ~~ sea un efecto causado por un no-actua1: La estructura de la respollsabilidad L'S prinll'ramcnte propia de la persona desde el inte1ior, pero a causa de la participación -a la coexistencia va la coopl·ración con otros- se con\'ierte también en responsabilidad «ante ;~lguicn». El significado propio de la responsabilidad personal antl' llios requeriría un análisis teológico profundo independiente, que 1111 realizaremos en el presente texto. 6. La felicidad y la trascendencia de la persona en la acción /¡¡ reali::.ació11 de sí 111ismo co111o si11ó11i1no de la fÍ'licidad El análisis rl'alizado en el presl'nte capítulo de la realización como una realidad que en el dinamismo del conjunto «persona-acción» corre paralelo a la autodeterminación no puede dejar de lado ese tema clüsico de la l'ilosofía del hombre que es la felicidad. Los términos «dicha» (s::.c;r:scie) \ «felicidad» (s::.c::.('.~:¡¡_ II'OSd ocultan una sutil diferencia semántica, que resulta difícil Ch: P. RltOFLR: «[ ... 1en lnl' rén:illant de l'anomtmt. .k décou1w que jc n'ai pa;, d'autres mowns de m'alfinm:r que mes <tcles mi'n1es. 'J.:' nc suis qu'tm aspel't de mes acles, le pí)k-sujet de mes actes. (En ce sens Husscd dit qttt' hors de son implication dans ,;es actes k rnoi n'est pas 'un ohiet propre de rechcrche': 'si l'on fait abstraction de sa la~·on dt' se· rapporter IBe~icluul,~sn•L'i.,en! el de se componer 1\hlwlllulgs\\'cisclll. il est absnlumcnl dépoutY\1 de composante;, eiMtiques et n'a méme aucun contt'Illl qu'rm puisst' L'\pliciter; il cst t'll soi et pour soi indc·scriplibk. moi pur el ricnck plus'. Ideetl, l. p. 160). Je n'ai aucun rno1·en de sentimcnt de rt'sponsahililé" (op. cil .. p. 56 l. Cfr. tamhi\•n R. ]N<;AROF\, Oher die \'i>rmlfn·orillll~ Ihre o111ischm Fu11da11lellle, Stuttg<tt1 t970. 256 1\.AROL WOJTH.A d~ definir. Sin embargo, nos par~ce que el término <deliL·id.,.l ' más cercano al s~ntido de nuestros análisis\. de su contenid<> '1"' «dicha)). Afrontamos c~t~ tema no solo para permanecer ti,·t, · ·' una cierta tradiciún filosófica, sino ante todo en Yirtud de su' •'" verg:encia con ~1 conjunto de nuestras reflexiones. En la itk., 1t. klicidad se incluw algo mttv próximo a la realización: no !~u JI<' .1 la reali!.acic'>n de la <KL'ión. como a la realización de sí mismo 11 H diantc la acciún. Realizarse es pr{tcticanwnte idéntico a ser kl11 Realizarse es realizar aquel bien mediante el que el hombre co111" persona se hace bueno ves bueno. Se delinca con claridad la 11 · laci6n entre la lclicidacl v la axiología de la persona. Esta rdaci<>ll aparece en l'a realización de la acciún v se realiza en ella. Lll l'crdad r la /i!Jcrtad como fiu'11lc de la fi•licidad Pero esto no signilica que la acción, como dinamismo espeu lico Jel hombre-persona, sea una realidad generadora de ldicidad. una fuente que haga feliz al hombre. Es sabido que b expresiótJ «realizar una acci6n)) sdmla el doble efecto de la operati\idad \ tk· b autodeterminación de la persona, tanto el efecto extrínseco como el intrínseco, cltransiti\'O v el intransiti\'o. El campo de la felicidad hay que buscarlo en lo que es interno e intransitim en la acción, en lo que se identifica con la realización de sí mismo corno persona. Por los análisis anteriores sabemos que tal realización de sí mismo se constituve rnediante una serie ele aspectos que hemos intentado re\·elar gradualmente en los análisis realizados hasta ahora. Entre ellos hm dos que están mutuamente relacionados: la rerdad ~· la lihCiiad. La realización de la persona en la acción depende de una activa e interionnente crt'ati\'a cone.úón de la verdad con la libertad. Esa conexión es, además v a la vez, generadora de felicidad. La libertad sin más, como simple "puedo, pero no tengo que)), no parece que genere felicidad. En este estado, la libe11ad es tan solo una condición de la felicidad, aunque la privación de la libertad suponga una amenaza para la feliciclad misma. No obstante, esta úl- AUTODETERMINACIÓN Y REALIZACI():-.J 257 lltn:1 no se identifica con disponer de libertad, sino con su realizarh•ll 111ediantc la \'(.'rdad. La realización de la libertad en la verdad '>l'a, sobre la base de la relación con la \'erdad- equi\·ale a la reali101riún de la persona. Y es justamente generadora de ldicidad en c·l :llnhito de la persona, en su Jimensión. t• /;t fdicidad que se dait•a dt' la rclacirí11 cm1 los otros Es evidenlt' que no es fácil distinguir entre el ámhilo de la pl·rsona y el ámbito que solo es propio de ella, que es única e irrepl'tible, previo al entramado de relaciones interpersonales v sociales, y después del sistema pluridireccional de referencia al «mundo»; o sea, a la naturaleza cntenJida del modo más general, L'n la que se L'ncuentran una serie de entes inferiores al hombre, que k están subordinados a él de alguna manera a la vez que necesita de ellos. Todas estas relaciones tienen también un sentido para la lclicidad del hombre. La relación con otras personas tiene un significado especial v básico. Intentaremos a continuación rL'alizar un análisis, aunque sea introductorio, del problema de la participación, que nos acerca a uno mismo y une a las personas humanas en el plano específicamente personal. Se sabe por experiencia que esa participación es generadora de felicidad en un sentido particula1: En el plano de la participación personal -aunque sea aplicando la adecuada analogía- se debe entender la felicidad en sentido religioso: felicidad que 11u~'c de la comunión con Dios v de la unión con Él. Una comprensión profunda de la persona tiene cieiiamente gran importancia para entender e interpretar la verdad cristiana rewlada sobre la felicidad eterna, que consiste en la unión con Dios. El pt'Jjil intrapersonal de la f(•/icidad En el marco del presente estudio no llegaremos tan lejos. Deseamos tan solo hacer notar lo que parece que es la felicidad en la dimensión interna e intransitiva de la persona v de la acción. t'\o salimos fuera de este perfil de la felicidad, para poder comprenderla 258 1\.AROL WOJTYLA -------- --------------- mejor bajo otros perfiles, justamente bajo aquellos qu,· l~; 111 "1 .. considerados hace poco. Pues pat-ecé que este perfil intrap,·1 . >~t..l de la felicidad es búsico v fundamental respecto a los otros. A1111o 1' •· el hombre sale de algún modo fuera de sí cuando busca la ldi, 1.! ... 1 el mismo hecho de esta búsqueda lllUL'Stra la peculiar corn·L,. '"" que surge entre la felicidad v su propia persona. Es una corn·L1, '' ,,, dinámica, que surge a tra\·és de la acción v que se realiza mnli.1111• esta. Sin embargo, el fundamento d,· esta correlación hav qut· '"' cario en la propia persona. en sus propiedades constitutiras. l'""l" son la liber1ad v la \·erdad, o sea, en la relación dinámica, enrai;;"l.' en el entendimiento, con la wrdad en el conocimiento v la all ¡, 1 dad. Se puede decir incluso que la felicidad muestra una partic111.11 correspondencia respecto a la persona, n'speclo a su específil-~1 ,.. tructura de autoposesión v autogobicrno. Esta correspondenci;1 ,.. tan nítida que a continuación podemos hablar de la estructur;1 ,... pecífica de la propia felicidad como de una estructura «persord esto es, que no aparece ni tiene sentido fuera de una persona 111 tampoco cuando se prescinde de ella. La (elicidad v su opuesto ligados a la rstmctum de la persona Parece que aquí se encuentre un límite de la analogía. Oui:r;1 no se pueda hablar de felicidad de los entes impersonales, aunqlll' estén dotados de psique como los animales. Indudablemente ohserYamos en dios dolor. como también la satisfacción natural. del tipo de sentirse bien o mal en el ni\d sensitivo. La felicidad,\' de modo similar su contrario, que puede ser definido de! mejor modo posible con la palabra «desesperación», parece estar unido exclusivamente con la persona, con su estructura peculiar e irrepetible en el mundo natural. Únicamente en esta estructura tiene lugar la realización ele sí mismo mediante la acción. que tampoco podemos transferir fuera de la persona mediante la analogía. Es conocido que el principio de la analogía sirve para establecer semejanzas y disimilitudes. En caso contrario, sería un mal instrumento para orientarnos en una realidad diferenciada. AUTODETER\11\.lACIÓN Y REALIZACIÓ'J 259 /11r•ductibilidad de la felicidad al placer Parece que de esta manera encontramos también la base pur;t lrazar una fronlcra enlre felicidad v place1~ Esla línea lransIIIIH' por el confín de la distinción experimenlal que hemus mentiouado desde el inicio. Se trata de la distinción enlre los dos herhos: «el hombre actúa»\ «(algo) sucede en el hombre>>. El hecho .. ,·1 hombre aclúa» encierra en sí no solo la realización de una acriún sobre la base de la autodeterminación, sino también la realit.ación de la persona sobre esa misma base, porque la autodeterruinación es siempre una realización concreta de la lihcrlad. La n:<dización de la liberlad constiluye la esencia dinámica del hediO <<el hombre aclúa>>. La acti\·idad, o sea, la acción, corno realización de la libertad mediante la conciencia moral puede estar de acuerdo o en desacuerdo con la verdad en sentido normatim. En d primer caso, el hombre se realiza a sí mismo como persona, en el segundo no se 1-ealiza. A lo que permanece en íntima relación con la realización lo llamamos siempre felicidad v nunca placer~ De modo que la felicidad se encuenlra estructuralmente unida con la experiencia de la actividad, con la trascendencia de la persona en la acción. De manera parecida con lo opuesto a la felicidad, la desesperación, que corresponde a la actividad incompatible con la conciencia moral, con la verdad normativa. La introducción del placer en esta estructura integral parece un malentendido. Es difícil hablar del placer de la «buena conciencia moral» o del deber cumplido. En estos casos se habla mejor de aleg!Ía. El hecho de que esta alegJÍa pueda ser a la vez placentera es secundario, así como el malestar que se deriva de los remordimientos de conciencia. Pero el placer y el malestar en sí mismos no se encuentran unidos con la estructura personal de autoJTealización mediante la acción. El placer, así como el malestar, <<sucede» en el hombre. Quizá pe11enezca esto último a su esencia y permite distinguir el placer de la felicidad, que responde al contenido personal de la realización. Así como la felicidad se refiere a la estructura per- 260 h:AROL WOJTYI:.A sonal, el placer puede relacionarse con la estructura natu1.d. 1• 11 riéndose a algunos elementos de comparación entre la per,,.ll.l . 1' naturaleza que hemos realizado precedentemente. Conexión del placer r dclnwles/ar cun hL' uctil'llciones r con cf {/C//1(11" /(11111•1• ,, De esta manera intentaremos trazar una línea frontt"ll .1 entre la felicidad v el plaCL'l: 1\o es fáciltra1.arla porque en 1;,, 1 1 \Tncias humanas ambos se superponen, de modo que es l;" 11 confundirlos entre sí, e incluso podría suceder que se les idc111 111 cara. Sucede que con frecuencia somos testigos de esto, cua 11tl" se considera l::t felicidad sin más como una forma de placer, ' ' 1 placer como un elemento homogL;neo de la felicidad~'. Con l1 ,. cuencia la diferencia entre ambos se entiende únicamente co111•' dikrencia de grado o más bien como diferencia de profundid;1d l'l placer es algo má' superficial o «epidérmico», mientras que L1 felicidad es algo más profundo, más «en el hondón» del hombrv Tal diferencia sugiere en concreto el aspecto emocional de la 1 i wncia de la fclil.:idad v del place!: Lo encontramos, por ejemplo. en Scheler. En otros lugares se considera que la felicidad es algo espiritual, mientras que el placer es sensible o <~material». S,· trata posiblemente de una notable simplificación. Parece que la línea de separación transcuJTC a lo largo de estas dos expeliencias fundamentales: «el hombre actúa» v «(algo 1 ' Podría parecer que e'sta com·icciún se' t'ncuenlr<t t'll la hase' del llamado anúlisis de la felicidad rcalitado según el principio de maximizar d placcT a la n'l qut' se nlinimaliza el malestar kh: J. BE~ IH.IM. illlrnduC!imllnlhc Princi¡>les o(\lomls i/11!1 IA'gisla/Ún¡, London 17X9). Tampoco es suficiente seguir la cmlu· ciún qut' ha sufrido v continúa sufriendo el antiguo concepto grie¡w dt' «eudaimonia» (cfr. W TATARKII'.II tez, () s:.c;esciu. l\.rakó11 197 3; traducción in¡dt'sa: Aualnis nf Hap¡'iiiL''·'· Mdboumc lnternationak Philosoph1 Series. \OL 3). La postura que adoptamos aquí L"> lnilo de· una rcfle\i<'lll a la quL· han conlribuiclo tanto la reacci6n de Kant al utilitarismo de' Bcntham como los anúlisis de la cmntiYidad humana de Scheler (cfr. Dcr Foml!llisn/1/s in da Ethik uwl die 1/Wleriole \\áielllik, Bcrn 191-l. pp. 2:iél-267' .,-lt-316). Al.TODETERMI!\ACIÓN Y REALIZACIÓN 261 ~un·de en el hombre>>, v se refiere a las experiencias incluidas l'll esla~ l'structuras. La felicidad corresponde a la estntctura de la per'ona v de su realización. Pero no se puede decir que el placer o el 1nalestar estén relacionados exclusivamente con aquello que sucede t'll el hombre, porque experimentamos placeres _v malestares que l'slún unidos a la actividad. También sabemos que la actividad puede estar v está de hecho orientada a procurar el placer para sí mismo o para otros v para del simple hedonismo. Resultatía infundado, desde el punto de \'isla de la experiencia integral del hombre, situar la persona. v la persona v la acción más allá de la esfera del placer v del malest;.u; como lo sería situar al hombre en cuanto persona fuera de la naturaleza. El sentido de la distinción realizada hasta ahora no consiste en separar la persona v la acción del placermalestat; sino en mostrar que la realización de la acción y la propia realización personal de sí mismo mediante la acción se relaciona con la felicidad (o su opuesto) corno con algo absolutamente específico, algo que no se puede descomponer en los elementos place¡c contrariedad y reducirlo a ellos. Precisamente esa especificidad e irreductibilidad de la felicidad parece que se encuentra en estrecha relación con la trascendencia de la persona. 7. La trascendencia de la persona y la espiritualidad del hombre Disti11tos smtidos de «trasceudellcia» El concepto ele trasn~ndencia conslitu~·e la idea directriz de nuestras consideraciones sobre el tema de la persona y la acción en los dos últimos capítulos. Cuando introdujimos este concepto en el capítulo 111, intentamos esclarecer el significado que le damos aquí. Es conocido que el término «trascendencia» tiene vatios sentidos. El primero, conectado con la metafísica, con la filosofía del ser, se expresa en los llamados trascendentales, que contienen las definiciones mús generales de la realidad, tales como ser, rerdad, bien, belleza. Ninguno de ellos puede ser expresado en el marco de una 262 KAROL WOJTYLA definición que conkn§!a su )!L'nero más cercano v una diferL'II' 1.1' pecífica de una cosa determinada. Porque el contenido de Glda '"''' de ellos \'a más allá de cualquier género v especie, con los qu,·, .q • tamos v definimos los objetos que conocemos de la realidad. 1:.1 ·., gundo significado de trascendencia se relaciona ante todo L'l ' " 1., teoría del conocimiento, v más ampliamente aún con toda l;1 11., macla lilosofía de la consciencia. En este sentido, trasccndenci;1 111 dica la característica de los actos humanos de conocimiento de >.1 lir fuera del sujeto que conoce en dirección hacia el objeto. E11 ,·1 capítulo III hemos llamado a esta trascendencia «hmizontah, ¡xu; 1 distinguirla de la trascendencia «\'ertical>>, como hecho caractcn~ tico de la unión dinámica entre la persona v la acción. /.a esencia de la acrividad, expresión de la trascendencia El concepto de trascendencia vertical nos ha permitido i11 cluir en un complejo descriptivo-analítico el contenido más csen· cial de la experiencia «el sujeto actúa>>. En esta experiencia L'l hombre se revela como persona, es decir, como estructura absolutamente específica de autoposesión y de autodominio. El hombre se muestra como esta específica estmctura al actuar v, a través de la actuación, en la acción y mediante la acción. De ahí que la persona v la acción constituyan una realidad dinámica profundamente compacta en la que la persona se revela ~- se expresa mediante la acción, v la acción mediante la persona. La explicación corre pareja con la manifestación, lo que es propio del método fenomenológico que, a su vez, es reductivo•. La idea de trascenden" En su trabajo() od¡Hm·ie{bahwsci (en espa11ol Sobre la n'spmisahilidad) (cit.! afirma ln¡1ankn: 1" Oue la r~sponsabilidad no es compatible ron cualquier teoría de la pn- sona, sino que presupone una concreta: «Cualquier teoría 4ue reduzca la pl'rsnna a una multiplicidad de \in:ncias es insuficicnk para explicar los lundaml'lltos únticos de la responsabilidad. (lnicamcnte si se considera al hombre,\ c·n particular a su alma\ a su ¡wrsona como un objeto real. que perdu1·a en el tiempo, que tiene una forma especial, característica, posibilita que se cumplan los po>lulach, dt' la re;ponsabilidach (p. 132; ,·dici<in alemana, p. 66). AUTODETERMINACIÓN Y REALIZAC!Ó'J 263 el sentido que tiene en d presente estudio participa de L'Ste ttwtodo. Con su avuda intentamos expresar el contenido más ··~c·ncial de la experiencia «el hombre actúa>>: procurarnos objetiv;ll aquello en lo que se manifiesta la persona v la manifiesta en la íii'L·iún precisamente como persona. En paralelo con la revelación va la explicación: la idea de trascendencia no define únicamente l'l contenido h.mdanll'ntal de la experiencia fenomenológica en lo que se refiere a la persona, sino que también explica la realidad misma de la persona en unión dinámica con la acción. El método lcnomenológico no nos frena en la superlicie de esta realidad, sino que permite que nos introduzcamos hasta el fondo. No proporciona tan solo una mirada, sino también una explicación. La idea de trascendencia sine -en el contexto de este método- para comprender la estructura que se re\'ela en el conjunto n;1 \'11 2"lngardl'll s11bra\a LJUL' una tk la' rondici<>lll's esenciales de la responsabilidad L'' la lihl'rtad ck b p,·rsona que reali1a kumpkl la aLTÍÚIL La propia libertad. en su opinié>n. presuponl' una determinada Lnnfiguraciún lorrnal de la persona v del mundo real en el que ~H:túa la persona. Uno\" otro deben ncor un sistema rclati1·~unente aislado. En la idea de un ,istt·nw tal-t'scribc ln~anlen- "' cscondL· la cl;tl·t' para sohll·ionar el llamado probkn1a dl' la lihenad ( pp. 1~3-!3-l; ed. alcn1ana. p. (:.7). .'l" La rdaciún entre la responsabilidad\ el d,·her se puede cncontror en lngarden cuando habla sobre los fundamentos <Ínticos de la responsabilidad. Sostiene que lino de estos fundamen1os son lo.s 1·:.dorcs. sobre lo' que en otro lugar adl"iL't"!t' que tiénen el carácler dl' scT tkhe¡·cs: ·da existencia de los 1olores 1 dl' las rcbciones que' surgen entre ellos L'S la primera de las condic'iones para que SL'J posible- tanto la idea de responsabilidad como la idea dt• b setN1tez del postulado dirigido hacia d a¡!ente de que asuma la n·sponsabilidad de .-.us acciones 1 tk cumplir sus nigencias., \p. 107; ed. alemana, p. 31\). Fn la discusi<in sobrL' (}q¡!Ja i c..m klr. «i\nakcta CrJcol·iensia», S-f:. ( 1973-197-t l, 49-272) algunos filúsolos polacos adl"irt ieron cierta analogia lllt:lt.>dológica en ¡·eJaLión co11 el trab<tjo dt• R. lNG\IWE\, Od¡)(.J\t'i<'d.ialno.,(- i jej pods/atrach <'lltrc::nn1t (La responsabilidad:- sw. fundamentos ónticos) (cft: M. J.I\IOkS~I. 1\<Htn·¡¡cja mtlmpolo;;ii ¡ilo~o/ic:/te¡ rr ujrcitt 1\anli!tala /\amia Hojlril· (La conc,·pcic">n de la antropolo¡!ía filos<ifi,·a t'll b 1·isiún dd Cardrnall\.arol Wojtda). pp. 103-104; T. Snrn.\ SOS, 1-t.:roda <111/m¡¡o/ogii fi/o~o¡icnej ¡¡· ••Osobie i C~\·­ t!Íe., (U 111~/r)(/o de la 1111tm¡10/ogio fi/osri¡ico e11 "Perso¡w \' occión "J. pp. 111-11:; ). 264 KAROL WOJTYLA del hecho experimental «el hombre actúa>>, que es precisatll<'ttl• la estructura de la persona. Quien realiza una acción es un~t l''·1 sona, se muestra como «alguien», y a la rez muestra en el arltt.tt en la acción, más directamente y en particular el moti\'o pot ,·1 que se le califica como «alguien». Tiene la peculiar capacidad' 1., fuerza de la autodeterrninaciún en la que él mismo tiene la vi\l'tt cia de sí como ser libre. La libertad se expresa en la operativitbl. v la operatividad lleva consigo la responsabilidad. La responsaht lidad manifiesta la subordinación de la libertad a la verdad ' L, dependencia de ella: aquello que constituve el sentido propio tk la conciencia moral como factor decisivo de la trascendencia d, la persona en sus acciones. De esta manera, la trascendencia (k fine este rasgo peculiar~· estructural del hombre como persona: su específica preeminencia en relación consigo mismo v su dina mismo. De esta preeminencia resultan el autodominio v la autoposesión. Únicamente le corresponde ser llamado «alguien» <t aquel que posee una estructura de autoposesión y de autogobierno. Le corresponde al que la posee de modo actual o en potencia, puesto que va en el momento de su concepción el hombre es alguien. Y lo es también cuando algunos factores impiden su autorrealizaeión en las acciones, o sea, la plena actualizaciún del autogobierno y de la autoposesión. Al hombre le corresponde el ser «alguien» no solo como consecuencia de la experiencia de la trascendencia, sino en base al análisis de su ser. Pero el análisis del ser, que debemos al concepto metafísico de persona en el caso del hombre, se deri\'a también de la experiencia de la trascendencia;.· en ella se encuentran sus contenidos esenciales. La trascmdencia de la persona en la acción signo de la espiritualidad de/hombre Ante todo, pues, sobre la experiencia de la persona en la acción, que aquí hemos intentado describir y analizar, se apoya el convencimiento de la espiritualidad del hombre. El concepto de AUTODETERMINAC!Ó"J Y REALIZACIÓN 265 ~·~píritu v de espiritualidad a veces aparece caracterizado quizá 1111 poco unilateralmente como la neg:aciún de la materialidad. Es ¡·spilituallo que no es material. lo que no se puede reducir internamente a la materia. Sin embargo, caracterizar la espiritualidad mediante la negación de la materialidad presupone una visión positiva de la espiritualidad misma. Tal visión la encontramos precisamente en la trascendencia de la persona. Todo aquello que constituve la trascendencia de la persona en la acción, todo lo que la constituve, es manifestación de la espiritualidad. Puesto que todo esto, como hemos visto, forma parte de la experiencia fenomenolúgica, entonces el comencimiento de la espilitualidad del hombre en sus manifestaciones auténticas no es solo resultado de una abstracción, sino que tiene su forma visible, si se puede decir así. La espiritualidad está abierta a la mirada:,; al examen. Esa forma, la forma de la trascendencia, es la forma concreta de la existencia del hombre, v, naturalmente, es la forma de su vida. El hombre como persona vive v se realiza en esta forma. En efecto, la libertad, el deber, la responsabilidad, a través de los que ele alguna manera se ve la verdad, o sea, que la subordinación a la \'erdad no está solo en el pensamiento, sino también en el actuar, constituven el entramado real v concreto de la vida personal del hombre. Más aún, toda la estructura fenomenológica de autoposesión v de autogobierno encuentra su fundamento precisamente en ellas, como hemos intentado mostrar repetidamente en los presentes análisis. lmnmlencia real del ell!lncuto espiritual en el ho111hrc Continuando con el conjunto tan significativo de la experiencia del hombre, no podemos contentarnos simplemente con las manifestaciones ele la espiritualidad, sin llegar a sus raíces. A todas las manifestaciones de la espiritualidad del hombre, que adoptan una forma tan nítida -la forma de la trascendencia de la persona en la acción-, debe corresponder una inmanencia real 266 J<:AROL \VOJTYlA del espíritu, dd elemento espiritual. en el hombre. El homlm· 11" podría tener manifestaciones espirituales, si de alguna mallt'l .1 no fuera un espíritu. Este razonamiento se apoYa en los prilltl pios fundamentales para comprender toda la realidad: el pritltl pio de no contradicción v d de razún su!iciente. Cuando indiL·;¡ mos estos principios, estamos indicando también el camino lJIIl. ha seguido desde hace siglos la filosofía del ser para interpretar ;d hombre: la interpretación dualística. Como, por otra parte, L'~k camino es conocido, no pretendemos repetirlo en el presente tr;1 bajo. Basta con que lo señalemos. Ademús, no nos limitamos ;¡ indicarla simplemente, pues nos parece que en los anúlisis ank riores hemos recogido suficientes argumentos que hablan a fm o1 de la espiritualidad del hombre en un sentido no solo fenomeno lógico (o al menos no epi fenomenológico), sino también ontologico, al menos indirectamente. Al penetrar en la trascendencia de la persona, llegamos a conocer a la vez que en ella se revela el hecho de la espiritualidad del ser humano. El orde11 de la comprensión e11 el conocillliell/o del hombre Se debe subravar que la espiritualidad del ser humano la conocemos mediante la trascendencia de la persona. En esll' campo la sucesión de las comprensiones es la siguiente. Primero conocemos que el hombre es persona: se nos revela su espirituali dad bajo la forma de la trascendencia de la persona en el actuar: \' solo posteriormente podemos alcanzar la comprensión del SL'I espiritual. Esto último se realiza mediante una cierta abstracción. Pero al abstraer no podemos olvidar que la forma propia de existencia de ese ser es la forma de una persona. Y, así como no podemos separar la persona de la espiritualidad, 110 podemos separar la espiritualidad de la persona. Y así lo indica la experiencia: v por tanto, si se habla de «naturaleza espiritual» (natura rationalis), se puede aceptar ese concepto en tanto que indica una cierta estabilidad o sustancialidad del ser espiritual. AUTODETER.'v\INACIÓN Y REAl.IZACIÓf'\ 267 Las manifestaciones de la espiritualidad en el hombre no !'>L' pueden concebir ni explicar sin que hava un elemento espiritual que tenga estabilidad v sustancialidad. Sin embargo. el modo de ser y de actuar específico de este elemento -o también el que ese elemento permite en el hombre- no es el rnodo de ser v de actuar específico de la naturaleza sin más, como va hemos indicado, sino que es el modo de ser y actuar propio de la persona. Surge aquí un cierto límite de la analogía. La persona solo en parte y bajo un cierto aspecto se puede reducir a la naturaleza, en concreto bajo el aspecto de la sustancialidad. Globalmente, v en su ser más profundo. permanece irreductible. Porque efectivamente la libertad, que L'S propia de la persona, no se puede reconducir a la necesidad propia de la naturaleza. Únicamente se puede indicar la uniún neet~saria entre la humanidad, o sea. la naturalen humana, ~·la personalidad (e el ser persona)\' también la libertad. Adwrtimos entonces que necesariamente pertenece a la naturaleza humana la libertad de la voluntad. Pero la misma libertad es tanto como no-necesidad. Así que, si se puede hablar de naturaleza de la persona, es solo en el sentido de la necesidad de actuar de forma no-necesaria. 8. El problema de la unidad y de la complejidad del hombre-persona El paso a la complejidad de la persmw desde su unidad por 1'1 camino del análisis (eumnenolágico Las observaciones precedentes sobre el tema de la relación de la trascendencia de la persona con la espiritualidad del hombre nos conducen a posteriores observaciones. Su objeto lo será el problema ele la composición del hombre como ser corporal-espiritual, v entendemos el «cuerpo>> como «materia» en sentido no solo físico, sino sobre todo metafísico. La experiencia como análi- sis (enornenológico habla principalmeme de la unidad del ho111bre- 268 KAROL WO.ITYLA ------ ---------· persona. El hombre es alguien único. También en su dinamis11111 se manifiesta como unidad, aunque en este ámbito athirtamo~ l;1 característica divergencia entre el actuar (la experiencia «el ho111 bre actúa») .v el suceder (la experiencia «(algo) sucede en el hom bre>>). Esta di\'l'rgencia no la hemos interpretado aún hasta elli nal, procuraremos hacerlo en los siguientes capítulos. L1 divergencia entre el dinamismo de las acciones v el de las activa· ciones no impide la unidad del hombre como persona, pero al menos indica una cierta complejidad, como va hicimos notar l'II el capítulo JI. La unidad de la ¡wrsona se manifiesta dd modo rn;Js plena en la acción, concretamente se manifiesta en la trascendencia. Pero la trascendencia de la persona en la acción también iJ1dica una cierta composición. El hombre es aquel que Sl' posee a sí mismo y aquel que es po~eído por sí mismo sobre el fundamento de la autodeterminación. SobrL' este fundamento, es también él quien se gobierna a sí mismo v quien es gobernado por sí mismo. A la preeminencia k corre~ponde la subordinación. Lna v otra <<componen>> la unidad de la persona. La experiencia fenornenológica manifiesta una cie1ia composición. Pero es una característica de esta estructura no manifestarse ante todo como una multiplicidad desintegrada, sino como una unidad. Así se manifiesta en la acción. El hecho de que el hombre cuando realiza (cumple) una acción se realiza (completa) a sí mismo, muestra que la acción sirve a la unidad de la persona, que ella no solo la manifiesta, sino que también la libl'l'a realmente. Los análisis realizados en este capítulo testimonian que debemos a la espiritualidad del hombre esa manifestación v la real liberación de la unidad de la persona en la acción. Se trata aquí de la espiritualidad no como un conjunto de manifestaciones, que constituyen la trascendencia de la persona en la acción, sino que se trata de la fuente real de todas esas manifestaciones, o sea, del elemento espiritual del ser humano. La experiencia en la que nos apoyamos y el análisis que hemos realizado nos permiten concluir que ese elemento conslituve la unidad del hombre. De AllTODETF.RMl"lACIÓN Y REALIZACIÓI\ ----- -- ------- --------- 2óY l'Sta manera la trascendencia de la persona en la acciún -entendida fenomenológicamente- famrcce una concepción ontológica del hombre, en la que es el espíritu, el elemento espiritual. d que constituvt' la unidad de su se1: Poteucialidad l!spiritual dl!i hornhrl! Este elemento es la fuente del dinamismo específico de la persona, corno va hemos señalado suficientemente en el análisis anterior. Este dinamismo se expresa en la operati\·idad v en la responsabilidad, se expresa en la autodl'lerminación v en la conciencia moral. se e\presa en la libertad ven la referencia a la verdad, que imprime en las acciones de la persona ven su propio sl'r una específica «medida del bien>>. Al constituir la fuente del dinamismo espl'cífico de la persona, el mismo l'lernento espiritual debe ser dinúmico. El dinamismo responde a la potencialidad, como va señalamos en el capítulo 11. De aquí deducimos las potencias espirituales del hombre, las facultades de naturaleza espiritual. En la función cognoscitiva, corresponde a l'stas facultades la referencia dinámica a la verdad; \en la función de autodeterminación, la libertad v la dependencia dinúmica de la libertad a la verdad. A lo primero In definimos con el concepto de intelecto; a lo segundo, de voluntad. De donde intelecto v \'Oiuntad son facultades de la naturaleza espiritual. A estas facultades les debemos lo esencial del dinamismo de la acción. Determinan la conexión dinámica de la persona con la acción. Su específica potencialidad forma -si es que se puede expresar así- el perfil de la persona, que se manifiesta como su trascendencia en la acción. De ahí también el que estas facultades participen de modo creatiYo en el perfil de la persona, teniendo ellas mismas un claro carácter personal. No se les puede reducir sin más a la naturaleza. Cuando atribuirnos «naturaleza espiritual» al entendimiento va la voluntad, de ninguna manera indicamos con ello que su dinamismo específico, su manera de dinamizarse permanezca al nivel 270 KAROL WOJTHA de la pura naturaleza. «Naturaleza espiritual» significa lo mi~'''" que espiritualidad en sentido real v sustancial. La espiritualidad conw pri11cipio de la 1111idad personal delfw111h1, que es «CIICI"JHI» Un concepto tal de la espiritualidad es clave para compl\'11 dcr la complejidad del hombre. El hombre se nos manifie~t;, como persona, v se nos manifiesta como tal ante todo en el ~ll tuar, en la acción. En el campo de nuestra experiencia integral ~~· presenta como «alguiell» nwterial que es cuerpo, v simultánea mente, l'l espíritu, la espiritualidad, la vida espiritual determin;¡ la unidad pen;onal de este «alguien>> material. Justamente esk hecho, el que la espiritualidad determine la unidad personal, \ a la vez la entitativa, del hombre que es «Cuerpo>>, nos permite\ nos exige ver en el ser del hombre una composición de espíritu ' cuerpo, de un elemento espiritual v de un elemento material. Li experiencia fenomenológica no muestra directamente esta composición, sino que rnús bien evidencia la unidad del hombre como persona. Pero a la vez esta experiencia, como hemos ad\'ertido, tampoco oculta esa composición, sino que conduce a ella. Pues, al poner en evidencia la trascendencia de la persona en la acción mediante la espiritualidad, despierta la necesidad de explicar posteriormente qué sea esta espiritualidad, no solo en sus manifestaciones, sino también en sus fundamentos ónticos, en sus raíces. Más aún, en qué relación se encuentra con respecto al «cuerpo», con lo que es visible del hombre, con lo que cae bajo los sentidos. Lo espiritual es invisible, no cae bajo los sentidos, aunque en sus manifestaciones constituye el contenido que expresa la visión intelectual. Ni la operatividad, ni el deber, ni la responsabilidad, ni la libertad, ni la verdad caen bajo los sentidos, pues en su esencia no son nada material, no son ningún «Cuerpo», y sin embargo indudablemente pertenecen a la experiencia del hombre. Son objeto de una intuición en cuanto he- AL;TODETERVllf\ACIÓN Y REALIZACIÓN 271 ----------------------------- rhos evidentes, que el entendimiento capta :ven cuva comprensión puede convenientemente profundizar v desarrollar. /,a experimcia de la uuidwl de la personar la necesid(/d de comprender la composición del hombre Es así como la experiencia de la unidad del hombre como persona despierta simultáneamente la necesidad de comprender su composición como se~: Tal comprensión equivale a conocerlo «hasta el final» o «hasta el fondo». Es propia de la filosofía primera, esto es, de la metafísica, que desde antiguo desarrolló una teoría del hombre como ser compuesto de cuerpo v alma, esto es, de materia v espíritu. Particularmente convincente es en este campo la enseñanza de Aristóteles, profundizada en la Edad Media por Tomás de Aquino. No repetiremos aquí sus argumentos sobre el tema de la composición del hombre v sobre la esencial irreductibilidad del espíritu a la materia. ~o excluimos que el análisis realizado hasta aquí en el presente estudio y el que pensamos realizar en los siguientes capítulos retomen a su modo esas argumentaciones v las «ilustren» de algún modo. Pero quizá se aprovechan más de su luz. Queda fuera de toda duda que la concepción del hombre como persona -aunque emerja de la primera intuición v se deje ampliar mentalmente en el marco de la propia intuición fenomenológica- necesita, sin embargo, de un análisis metafísico completo del ser humano. Pues si bien la experiencia de la unidad personal del hombre conduce a su complejidad, la profunda comprensión de esta complejidad posibilita también comprender en plenitud el conzpositwnluul/anunz como persona única v ónticamente irrepetible. El prolJlema de la «t'iFeucia del al111a» El conocimiento del alma humana como principio de unidad del ser y de la vida concreta de la persona es fruto del análisis metafísico. Deducimos la existencia del alma y su naturaleza espi- 272 Kr\ROL WOJTYLA ---- ---- ---- -------·- ritual de los efectos que exigen una razón suficiente, o se;~, 1111.1 causa a su medida. A la luz de ese método de conocimiento,.,, '1 dente que no existen ni la experiencia directa ni tampoco« la 1 11, ·11 cía del alma>> (que sería precisamente tal experiencia). El ho111i11, dispone solo de la experiencia de los electos, para los que hll'-• .1 una causa adecuada en su propio ser. A pesar de todo esto. 1.. hombres frecuentemente piensan v hablan de su alma como d, algo de lo que tienen una l'il'encia. El contenido dl' la l'ivencia d, ·1 alma es todo aquello que en los anúlisis realizados anteriormL'IIk «constitU\'l'>> la trascendencia de la persona en la acción, esto L'S, ,·1 deber, la responsabilidad, la l'erdad, la autodeterminación, la co1" ciencia: de aquí que la vivencia del alma e\'idencia ante todo la i11 terioridad de todos estos contenidos. Ellos constituyen el tejido 1 i tal intrahumano, están inscritos en la \ida interior del hombre v ~,· tiene la vivencia de ellos de una manera tal que se identifican co11 la vi\·encia del alma. La vi\·encia del alma no se limita a estos con tenidos con su propia interiorización en el hombre, sino quL' abarca en ellos v mediante ellos a todo el «\'O>> espiritual del hombre. La \'il'encia del alma como «\O>> espiritual del hombre parece que indica a su modo la dirección del análisis metafísico. PARTE TERCERA LA INTEGRACIÓN DE LA PERSONA EN LA ACCIÓN Capítulo V INTEGRACIÓN Y SOMÁTICA l. Principios fundamentales acerca de la integración de la persona en la acción La Í11legració11 como aspecto complemellfario de la trasce11dencia Las consideraciones contenidas en los dos capítulos anteriores nos han mostrado la persona humana en su especificidad dinámica. Esta especificidad se manifil•sta en la autodeterminación, que hemos intentado analizar con detalle en el capítulo Ill. También se apoya en la autodeterminación la realización de la acción, que fue objeto del análisis del capítulo IV. El análisis de la autodeterminación y de la realización nos confirma en la visión de la persona como una estructura dinámica totalmente peculiar, concretamente la estructura del autogobiemo y de la autoposesión. Esta estructura separa la persona de la naturaleza, que es ajena tanto al elemento de la autodeterminación, o sea, de la libertad consciente, como a la trascendencia en la actividad que se forma en la persona mediante la libe1tad y la operatividad consciente. La experiencia «el hombre actúa» nos muestra precisamente la operatividad que brota de la libertad como algo esencial para la realidad dinámica de la persona. La experiencia «soy agente» constituye el actuar y lo distingue, en cuanto acción de la persona, de todas las demás manifestaciones -tan numerosasdel dinamismo del hombre, a las que les falta el momento de la operatividad consciente del «)'O>> personal. Todo aquello que tan solo «Sucede en» el hombre como sujeto resalta todavía más la 276 K:\ ROL WOJl YLA especificidad dinámica de la acción constituida por la OJX'Ltlt\' dad consciente v por la lilwrtad. No obstante. el concepto de la trascendencia de la pl'l" '"' en la acciún no agota totalmenlt' la realidad dinámica de h1 1" 1 sona. Si bien junto con la trascendencia sé nos manifiesta L1 ' tnll'tura b:tsica de autodominio\' de autoposesión corno al~",. pecíl'ico de la persona humana v de sus acciones. esa estrUL'Iltl., maniliesta una peculiar dualidad de aspectos v una bipolarid;~,l Para descubrirla, basta con dirigir la atención hacia el contenid" real que corresponde a los conceptos de autoposesiún \. autod" minio, que expresan la realidad dinúmica de la persona CJUL' ,, nos muestra a trm(s de la acción~· junto con la acción. En el Cllll cepto de autoposesión estú incluida la persona como alguien q111 se posee a sí mismo, a la vez que es poseído por sí mismo. De m;t nera semejante. la idea de autodominio incluve a la person;1 tanto como alguien que se gobierna a sí mismo, como alguien que es gobernado por sí mismo v sé subordina a sí mismo. A~1 q11e ambas estructuras expresan \. definen la realidad dinámic;¡ de la persona; muestran algo más que la simple trascendencia, pues llamamos trascendencia solamente al aspecto de la activa posesión de si Y al activo dominio dé sí, que estún relacionados con la autodeterminación, o sea, con la \'oluntad. Queda toda\'ía el segundo aspecto o el segundo polo de esta estmctura. Quien se gobierna a sí mismo es a la vez quien se posee a sí mismo: «ser poseído», «estar subordinado» son elementos de la misma estructura, de la misma realidad dinámica, que constituven la persona v la acción. Se trata de elementos estrechamente relacionados con la trascendencia, íntimamente correlatims a ella, sin embargo distintos de ella. Precisamente gracias a estos elementos se manifiesta la totalidad de la estructura dimímica de autodominio v de autoposesión,\' a través de ellos un segundo aspecto en el conjunto de la estructura de la acción humana; ese aspecto que deseamos captar Y definir en el concepto «integración de la persona en la acción>>. Se trata ele un aspecto INTEGRACIÓJ'\ Y SOMÁTICA ---·----- 277 ~·otnplementario respecto a la trascendencia de la persona en la nrriún. Lo que se debe entender no solo en el sentido de que la lute¡!ración complete la trascendencia de la que se deriva el conjtuJto dinámico «persona-acciún», sino, más profundamente aún, ~·u el sentido de que la trascendencia sin la integración se encuentra de alguna ma11L'ra como suspendida en un vacío estructural. Este sentido se aclara a la luz del análisis de la autoposesión y del autodominio reali1.ado anteriormente, pues no e~iste do111iniu de sf mismo sin entregarse v subordinarse a este dominio. Tampoco nadie se puede poseer a sí mismo activamente, si a este no le corresponde un componente pasi,·o en la estructura dinámica de la persona. li1 i11tegraciún como rea/i::,acicín de la totalidad\· de la unidad sobre el ji111drmu:nto de la cmn¡1lejidad Así que la idea de «integración» la ht.:mos derivado en las presentes consideraciones de la visión fundamental que aparece en todos los análisis detallados realizados hasta l'i momento. Extraemos este concepto del de trascendencia como su complementario, en cuanto que nos permite captar v Jdinir un segunuo aspecto de la realidad contenido en la experiencia «el hombre actúa». Es necesario en tanto que sin él la trascenuencia misma se convertiría, como se ha dicho, en una estructura vacía. Volvienuo aún más atrás, al capítulo ll, llegamos al concepto Je integración a partir de las consideraciones sobre el tema Je la operatividad v de la subjeti\"idad del «VO>> humano en el actuar. El hombre tiene la vivencia de sí mismo como autor de sus actos, por lo que es su sujeto. hmbién tiene la \·ivencia Je sí como sujeto. aunque la vivencia de la subjetividad es distinta de la vivencia de la operatividad. El hombre también tiene la \'ivencia de sí mismo como sujeto de todo lo que únicamente «sucede>> en él. La vivencia de la subjetividad encierra también una cierta pasividad, la vivencia de la operatividad es activa desde su médula v por eso 278 KAROL WOJTYL\ determina a la acción humana. A pesar de lo anterior, c~1d;, ·'' ción encierra en sí una síntesis ele operatividad v subjetivitbd .!, 1 «\O» humano. Así como la operatividad es algo así COill" ' campo en el que se manifiesta la trascendencia, la subjeti\'iLhl! .. es rL'Specto a la integraciún. Para establecer el significado preliminar de la integra''"" de la persona en la acción, no comenzamos por la dcfiniri'"' sino que intentamos extraer este concepto de los análisis reali1., dos hasta ahora de la realidad dinámica que constituven la p,., sona ,·]a acción. El propio sustantin> «integración» se deri\a d,·l adjetim latino iuleger, que significa «Íntegro, total, intacto>•. 11, ahí que integración indica un todo o la totalidad de una co~., dada. En polaco, lo correspondiente etimológicamente podría~,., la expresión «scalania» (unir, juntar) o tambkn «scaleni·· (unido, junto). La primera indica el proceso de formación de 1111 todo desde sus partes; la segunda, en cambio, el resultado dt• ,.~,· proceso. Es significativo que, a pesar de la existencia de estas l'\ presiones de origen polaco, en la ciencia ven la filosofía se utilin· «integración» (iule¡.;racja) como el término más adecuado. Es ni dente que los términos del lenguaje corriente polaco no rcspou den a todos los aspectos de lo que se quiere significar. «<ntegración» (inte¡.;racja) parece señalar no tanto el proceso dv unificación en un todo de lo que antes estaba separado, como ]¡¡ reali:::ación v manifestacÜÍII de la to!alidad ,. la 1111idad sobre la base 1 de una cierta co111plejidad. También así se realiza la integración de la persona en la acción, como lo indica el análisis realizado hasta ahora. Cna característica de la persona es una cierta complejidad de la estructura de autoposesión v del autodominio, que se manifiesta en la acción v gracias a la acción, y' estrictamente gracias a la autodeterminación. La autodeterminación manifiesta la trascendencia de la persona en la acción. Sin embargo, la trascendencia por sí misma establece solamente uno de los aspectos del dinamismo personal, desvela de alguna manera una de sus direcciones. INTEGRACIÓN Y SOMÁTICA 279 junto con ello la acción humana desvela la unidad v la totalidad subieti\'a de las estructuras específicamente personales de la autoposesión v del autodominio, obser\'amos justamente en ¡•[lo los h11tos de la integración. En el capítulo 11 del presente estudio, que dedicamos a las características generales del dinamismo del hombre, dijimos que la trascendencia propia de la \'iwncia «soy autor del actuar>> pl'netra l'n la inmanencia de la vivencia del propio actua~: Cuando «actúo,,, ya sm todo en mi actuación, en esa dinamización del propio «VO>>, que he causado romo agente (cf¡: cap. 11. 2: Naturale;.a específica de la operatividad). El que sea «todo en mi actuación>> no se explica con la trasl·endencia sin más. sino también con la integración de la persona en la acción. 1'u ando 2. La revelación de la integración de la persona en la acción mediante el fenómeno de la desintegración Pluralidad de siguificados de «desintegracióll" El fundamental v primer significado de «integración>> que hemos utilizado en el presente trabajo está relacionado, como se ha visto, con la \"isión de las estructuras específicas de la persona, a trarés Je las que esta manifiesta su dinamismo específico del moJo más esencial. Se trata concretamente de la estructura de autoposesión v de la de autodominio. En este contexto también se explica otro concepto, con cuva ayuda se delimita en la ciencia y en la filosofía la falta c.le integración o cualquier otra insuficiencia o defecto. Es concrl'tamente la idea de «desintegración>>. Conviene que nos ocupemos de él en paralelo al de integración, porque nos avudará a establecer su significado fundamental. Es evidente que no se trata aquí tan solo de analizar el concepto, se trata más bien de mostrar a qué responde ese concepto del modo más específico en la realidad. De esta manera intentamos captar 280 KAROL WOJTYlA ~'explicar la propia realidad de la persona v la acción con l;o 111.1 vor profundidad posible. El término «desintegración» se utiliza frccuentcllll'llk ' con significados diversos en las ciencias que se ocupan del 11""' bre. Se aplica a campos diversos de la actividad social y cult11t..l v también se aplica a su personalidad. Lo mús frecuente es qu•· leo hagan las ciencias que se ocupan de la personalidad psicolú~·i· ·' del hombrc identificando las manifestaciones de desintegraci"" en todo lo que de alguna manera se aparta de la medida tk 1., normalidad humana o no llega a alcam:arla. En este contexto. ,.¡ hombre integrado es sencillamente el hombre normal. el desink grado es el anormal o el que no es totalmente normal. Surge l'tt tonces la pregunta de qué es lo que estas ciencias considera11 como norma, es decir, cuál es la medida de la normalidad. Part'l\' que en buena parte esta medida se determina de manera intui tiva: sencillamente es el sentido común quien indica directlmente quién es un hombre normal y quién no lo es parcial o lo· talmente. Las ciencias que se ocupan de la personalidad humana, basándose en esta intuición de la norma. han procurado examinar a fondo diversas manifestaciones particulares de la desintegración en la dimensión que les es propia. Esta c..linwnsión se encierra en la idea de personalidad psicológica, en la que penetra profundamente la personalidad moral del hombre. Es conocido que la experiencia de la moralidad es un elemento inseparable del conjunto de la experiencia del hombre y que este elemento tiene una importancia fundamental para comprender al hombre como persona, ante todo en su visión dinámica. El concepto de desintegración -tal como lo utilizan las ciencias particulares sobre el hombre, ~·también la medicina (psiquiatría)- emerge con frecuencia de hechos de naturaleza ética v, por tanto, de hechos que forman parte del conjunto de la experiencia de la moralic..lad, para buscar sus condicionamientos en el terreno del psiquismo ~· también de la somática de la persona. INTEGRACIÓN Y SOMATICA 281 -----· ·--- ----- ---- /11 desilltegracióu como iusuficiencia de la es/ruc/ura ,¡,.autoposesión r de autodomiuio Parece, sin embargo, que esk sentido corriente -v cientí1il'o ruando se aplica al campo de di\ ersos saberes partirularcslk desintegración presupone un sentido fundamental. Este senlido fundamental de desintegración se forma en cada una de las riendas del hombre en paralelo al sentido fundamental de inte~ración. Este sentido fundamental de integración -siempre se trata de algún modo de <da integración de la persona en la acrión>>- permanece estrechamente ligado con la estructura, esenl:ial para la persona, de la autoposesión y del autodominio. Se lrata de estructuras esenciales para que algo sea persona, que se actualizan en la acción v también es en ella donde se manifiestan. Lo que llamamos personalidad psicológica, v también la personalidad moral (ética), en relación con el ser persona es algo derivado, secundario .v un aspecto su:-.o. La integración en sentido fundamental, v también la desintegración, la exarninamo~ con respecto a la estructura fundamental y no solo con respecto a las estructuras derivadas, aunque apliquemos este concepto también a estas últimas estructuras. Naturalmente, gracias a su aplicación a la estructura fundamental se explica el sentido propio en que se aplican también a las manifestaciones particulares en la dimensión psico-ética o en la dimensión psico-somática del hombre. Entendemos por desintegración, en el sentido fundamental de este concepto, aquello que se muestra como falta o como insuficiencia en las estructuras de autoposesión o de autodominio, que son específicas de la persona. El límite inferior de la desintegración lo establecen todos aquellos hechos en los que se manifiesta la ausencia total de autoposesión y de autodominio. Un ser que es hombre, v por tanto es ontológicamente una persona, en ese caso está pri\'ado, o al menos así lo parece, de estas estructuras que son específicas de la persona v que se manifiestan en la acción va traVL'S de la acción. Esto es la desintegración de la per- 282 ------- KAROL \\'O.ITYLA ------------------- suna en la acción. Casos de tal desintegración profunda so11 1•1•" conocidos v tienen sus propios nombres en las ciéncias part iL u l., rL'S, tienen tambiL'n Sll calificación rsico-médica. A estos hL'\ 11<> nos referimos aquí a modo de ejemplo porque lo que nos inll'l<" ·' no es tanto una descripción detallada, sino una \'isión del sigtlti< cado fundamental de desinll'gración. Significado que, como l11 mos dicho, está relacionado con la estructura din{tmica de la 111·1 sona, v, puesto que esta estructura se forma fundamentalmenk ·' través de la autodeterminación, también la desintegración l'~l.' relacionada con la autodeterminación. Gracias a la autodett'l'llll nación el hombre SL' posee v se gobierna a sí mismo. La desint<· gración significa una incapacidad. mús o menos profunda. lXII.< poséerse y dominarse mediante la autodeterminación. Como es evidente, a partir de los capítulos precedentes. 1;, capacidad dé dominarse v poseerse a sí mismo. qué está estt\' chamente unida con la autodeterminación, determina el eje tra>cenclente de la persona humana. Desde un cierto punto de vista 1 en algunos casos. la desintegración parece rompn ese éje. Pen• ella no es ante todo negación v clausura de la trascendencia de 1~1 persona en la acción. Más hien, de acuerdo con su nombre, cons tituve un límite a la integración de la persona en la acción. La persona desintegrada es incapaz de dominarse o de poseerse a sí misma en tanto en cuanto manifiesta que le falta la capacidad de subordinarse a sí misma \' también la capacidad de ser poseída por sí misma l. La persona desintegrada se manifiesta ante todo como un «VO>> insubordinable o también «imposeíble» (perdón 1 El conn·pto de cit''iintq!Taciún se utiliza en las _-ic>IKias particulares so· hre el hombre. Así, por eje1nplo. en la psicología polaca es cono,·ida (o S<' em· plea) la llamada desintegración posith·a como irll\'lllo de capta¡· ]a totalidad de los hl'chos psiyuicos iclr. !\.. DABROI\St-;1, La dé.,iuregrafi(}llf)(}Si/il'e. Probli'inn choisi,,. \'arsmi,· t\16-1: id .. i'I'IV>JI!I<IIill'. ¡>>rcil•lllt'l'loses <'1 Sclllfl' 111<'1/lalc d'a¡>Ji•s la ihc'uri,· de la rlésill!t'.~rMion posirin·. Varsn1 ie 196'i; íd .. p,rclwrhémpie \Toses el psrclmllc'\TO-'<''. f.'imrillcl d,• 1//0rl d'a,rés la 1héorie f'Osirin•. Varsmit· 196.1 1' otro;, trabajos de este imestigadorl. de de, lll'- la rlt'siul<'grolion INTEGRACIÓN Y SOMATICA 283 por la torpeza de estos términos), v no como simple anulación o lilnitación del «VO» trascendente. Pero los defectos .v las faltas de . tntcgración se convierten en defectos v faltas de trascendencia, lo que es fácil comprender, porque la trascendencia v la integración wnstituven dos aspectos complementarios de la realidad dinálllica «persona-acción». 1ll desintegración aYuda a co111premler el semi do jiuulamental de la intq~ración de la persona en la acción La desintegraci<'ln de la persona en la acción presenta no solo numerosas formas concretas, que merecen una descripción, una clasificación y una calificación por parte de las ciencias particulares, manifiesta también, en el sentido fundamental que nos interesa siempre aquí, distintos grados de intensidad. Estos grados responden a la visión dinámica Jel hombre, que en gran medida elaboró la filosofía aristotélico-tomista. Remitiéndonos a esta filosofía, se puede distinguir entre dcsintegraci<'ln actual, habitual v «potencial» (en el sentido de desintegración relativa a la potencialidad misma del hombre). Es evidente, por ejemplo, que es diferente que alguien no relacione el aspecto exterior de un hombre con su nombre propio en una ocasión aislada, a que eso le suceda frecuentemente, prácticamente siempre. Este segundo caso puede tener di\ersas causas. Aunque admitamos que, en sí misma, esa falta de relación manifieste desintegración, cuando sucede una sola vez, el grado de desintegración, de desintegración actual, es menor que cuando eso sucede de modo habitual. Cuando habitualmente no se relaciona el apellido con el aspecto (lo que, como hemos dicho, se puede deber a causas diversas) hay que distinguir; a su vez, los distintos grados de esa incapacidad fundamental para asociar cmTectamentc uno con otro; aquí entramos y·a en las capacidades propias del hombre\ palpamos sus carencias. Se puede escoger un ejemplo en el que la esencia de la desintegración. el rasgo de la «no-subordinabilidad>> o también de 284 KAROL WOJTYLA la «no-posesibilidad» ckl «\O>> ~ubjeti\'O aparece con lllé1s nitidl·' aún. Aunque también en el ejemplo que acabamos de c:-;poill'r" puede advertir este rasgo. La incapacidad para realizar una a~·· ciaci<in correcta cunstituvc un error del conocimiento en sí, P'''" tiene consecuencias cuando se actúa. El hombre que no es cap;11 de asociar correctamente, precisamente por esto, cuando actÚ<I. encuentra dificultades para decidir o para elegir adecuada11wntt· Junto a L'sto, también su autodeterminación es defectuosa l'll cierta medida: \' ese defecto, cuanto mús profundo sea, m;'¡, afecta a la propia persona, porque imprime una huella más neg;1 tiva en sus estructuras específicas de autodominio\' de autoposl' siún. Al obscrYar a los enfermos mentales, se capta el profundo drama que resulta en el campo del ser fáctico de la persona como consecuencia de la incapacidad fundamental para realizar un;¡ correcta asociación. De esta manera. el concepto de desintegración permite com prender mejor el significado fundamental de la integraciún \, en corKTeto, el aspecto dinúmico de la realidad de la persona que queremos ckfinir con L-1. Como hemos dicho anteriormente, no part imos aquí de una definición, sino que prt'lendcmus alcanzar el sig:nil'icado fundamental tanto de la integración como de la desintegración (ck alguna manera el significado de integración mediante el de desintegración) a partir de un e\amcn que penetre cada \l'Z mús en la realidad dinámica de la pt.'rsona y de la acción. 3. La integración de la persona en la acción como clave para comprender la unidad psico-somática de la persona Unidad psicn-somárica r Tmscmdencia e intugracián de la persona en la acchín Establecer el significado fundamental de la integración v de la desintegración de la persona en la acción es un asunto enormemente impot1ante para una adecuada comprensión de la per- 1\TEGRACIÓN Y SOMÁTICA 285 sona L'll la acciún. Con frecuencia el hombre se ddine como una unidad psico-lísica, entendiendo que con este concepto se expresa\ se capta adecuadamente la esencia del hombre. Sin embargo. cn esta idea se expresa solo aquello que puede entrar en los límites de las ciencias empíricas particulares. En cambio, en esta concepci(m sufre una particular reducción aquello a través de lo cual el hombn: es persona v mediante lo que se realiza como persona en la acción. También por eso en el presente estudio, en el que procuramos ir paso a paso tras la experiencia dinámica de la realidad de la persona en la acción. necesitamos realizar un cambio sustancial de la Yisión del objeto desde este punto de rista. Determinar el significado fundamental de integración 1/ también de desintegración de la persona en la acción es algo así como la clme de este cambio de \·isión. La concepción del hombre como esencia psico-física -a la luz de la experiencia total de la persona- inclu\T la concepción de la persona que se revela de modo especial en la acción. lnclme. pues. el concepto de l!·ascendencia \"de integración como aspectos complementarios. cuando se trata de la intcrprctaciún profunda de lo que incluve la experiencia «el hombre actúa». El hombre, como unidad psico-física. se re\·ela solamente dentro de los límites. del marco de esa unidad dinámica que con~tituven la persona :v la acción. Y. por ello. también una comprensión adecuada de la unidad psico-lísica incluye una comprensión previa de la trascendencia y de la integración de la persona en la acción. Y en particular de la integración. La perscma Y la acció11 como uuidad superior respecto a la 1111idad Y a la composició11 psico-sonzática El significado básico de la integración \ de la desintegración de la persona en la acción se manifiesta nítidamente en la necesidad de una comprensión previa de la trascendencia y de la iHtegración para comprender la unidad psico-física del hombre. 286 KAROL WO.JTYI:..A La subordinación del «YO>> subjetivo respecto al «VO» tra._,,.,, dente -o sea, la síntesis de opcrali1·idad con subjetividad qu,· J,, rnos considerado ~-a en el capítulo ll-- contiene en sí la unidad. 1 ,, la vez la composición del hombre corno entidad psico-físi• ·' Quizá es más adecuado que el término «psico-físico» eltérn1111" «psico-somático», como resultará de las consideraciones ultc1 ¡., res. De aquí que la subordinación del «VO» subjetivo respecto ;i\ trascendente, o sea, la integración que se incluve en la estructu1.1 de autodominio, comprende en sí la unidad y a la vez la composi ción psico-somática del hombre. Lo mismo se puede decir de 1;, integración incluida en la estructura de autoposesión. J-.1 anális1.' de la i11tegracián impone, por una parle, el presupuesto mentallk estas estructuras personales, lo que ya se ha realizado; pero obliga también a penetrar en la co111posició11 psico-f(sica del lzolllhre. Y precisamente en esta composición, porque el hombre dclJl' en último término la unidad psico-somática a la integración 1 también a la trascendencia de la persona en la acción, lo que no encuentra una justificación adecuada en una interpretación que se realizara exclusi\'amente en la línea del pensamiento empíricoinductivo de las ciencias particulares. En tanto, la experiencia total del hombre consiste en que, justamente en la acción, el todo psico-somático se convierte cada vez en unidad específica de la persona y la acción. Se trata de una unidad superior tanto respecto a esa composición, como respecto a la unidad psico-física, si consideramos a esta última como una suma de soma y de psique y de los dinamismos naturales de ambos. Precisamente por ello surge la necesidad de hablar de la integración de la persona en la acción. La acción humana encierra en sí la multiplicidad y la diversidad de los dinamismos específicos del soma v de la psique. Y constituve respecto a ellas una unidad dinámica superim: En esto consiste la integración de la persona en la acción, integración como aspecto complementario respecto a la trascendencia. La acción humana no es solo una simple suma de los dinamismos; es un nuevo dinamismo, superior, en el que INTEGRACIÓ~ Y SOMATICA 287 l'lios encuentran también un nuevo contenido v una nueva cualidad: justamente la personal. No tienen ese contenido ni esa cualidad en cuanto dinamismo psíquico natural o somático del hombre, lo obtienen, en camhio, en la acción de la persona. Por eso también solo la integraciún de la persona en la acriún permite indagar en los elementos de esta natural multiplicidad dinámica que es propia del todo psico-somático del hombre. Indagando en ellos, podemos trazar un cuadro del hombre como unidad psico-somútica. Sin embargo. puesto que este cuadro L"Ontiene la visión más fundamental de la unidad de la persona ~' de la acción, que se contiene en la experiencia «el hombre actúa>>, también el cuadro de la unidad psico-somática debe tomar de ella su significado específico. En la acción humana participan diversos dinamismos propios del hombre tanto en el nivel somático como en el nivel psíquico de sus potencialidades naturales 2• Cada acción es como una unificación, aunque el concepto de «unificación>> indique únicamente la formación de un todo de partes homogéneas, lo que no sucede en el caso dt' la acción. Sucede, en cambio, algo más. Los dinamismos propios de la somática v del psiquismo humano participan en la integración, pero no a su propio nivel, sino al nivel de la persona. Y esto es precisanwnte la integración de la persona en la acción, mediante la que, como aspecto complementario respecto a la trascendencia, se realizan propiamente en la persona las estructuras de autodominio \ de autoposesión. Así pues, en este caso la integración significa también la introducción en una unidad superior a la indicada por la expresión «unidad psico-somática>>, si se entiende litcralrncnle. 2 En los debates sobre Perso11a r acciri11, que tu1·ieron lugar t:n Polonia, se subra1·ú la importancia de la concqll'irín tilosófica del hombre como p.:rsona. que «SL' posee 1 se gobierna a sí misma». tanto en la imc·stigaciún como t'll i<l práctica psiquiátrica (cfr. W. Pot:rii\\SK\, /.;ollce¡¡cia _,anwpo.,iadania -- ¡>odsrm>'a l"l'clwtempii ohiektv\\·i~uiqc.:i 111' "'·ie!le bia::.ki Kanlinala /.;aro/a Háitvlr 'Osol>a i c~m'!. «Analecta Cracmicnsia. S-6 ( 1'!73-1974) 223-242). 288 KAROL WOJTYLA La illlegracián cnnw imroduccion Je las actimciones psico-sunuíticas e11 el dinamismo de la 111lidw/ de la persona En la más elevada unidad de la persona y de la acci< 111 1'·' rece corno si los dinamismos somáticos v psíquicos propio' .1, 1 hombre desaparecieran v perdieran sus peculiaridades. Pero, ... ¡,' no significa que dejen de existir. Existen v realmente crean dr 111.1 nera conjunta la realidad dinámica de la acción de la persona. l·1, cada acción se realit.a esto de un modo algo difen:nte, dependil'IJI• de su especificidad individual. Cuando, por ejemplo, una deteriiJJ nada acción encierra en sí un mm imiento determinado dt:l curr¡ ,, ' como elemento visible de su especificidad individual, entonces. l'IJ esa acción, están presentes v concuJTen a ella los dinamismos~·' máticos sin los que tal movimiento no se hubiera podido realiz~11 Si se trata de una acción absolutamente interna, que se refiere, p(lt ejemplo, a la toma de una decisión en algún asunto importante, ~a hemos por experiencia que en su especificidad individual con frL·· cuencia intervienen diversos dinamismos psíquicos de naturalcz.t emocional que constituven su forma concreta. Por el análisis realizado previamente, ante todo en el capi tu lo ll, sabemos que estos dinamismos en sí mismos no son •da actividad>>. No se identifican con la experiencia «el hombre actúa>~, sino con la experiencia «(algo) sucede en el hombre>>. El examen de los elementos dinámicos de la composición psico-somática del hombre conduce precisamente al análisis de estos diversos «Sucesos>~ o también, como entonces los definimos, de las diversas «acti\'aciones~> (por analogía va la vez oposición a la acción, que es la única que corresponde a la experiencia «el hombre actúa,,). A la vet., la integración de la persona en la acción constituve una introducción dinámica de estas activaciones diversas, propias del dinamismo psico-somático de la persona, en la acción, que es la única específica en la dinámica personal. La acción es una unidad a la vez nueva v superior~ en la que intervienen activamente, mientras que fuera de ella únicamente «suceden>> en el hombre como sujeto, li\TEGRACIÓN Y SOMÁTICA 289 -------------------------- romo dinamismo somático o psíquico. Y justamente la fúnciáll rs¡wcifica de la illlegrocián consiste en ese raso de la frontera entre d «suceder>> v el «actuar>>. Se trata de una función indispensable para la realización de las estructuras rersonales básicas de autodominio v de autoposesión; esto se realiza en la acción \' mediante la acción. Si no se realizara la integración de la persona en la acción, ven esta última la integración de los dinamismos prorios de la composición rsico-somática del hombre, entonces en su supposifllll/ óntico solo podría realizarse la subjetividad y no la operatividad. Se sabe por experiencia que la oreratividad domina en él. Pero la operatividad v la libertad que descubrimos en esta experiencia como elemento constitutivo de la acción llevan a todos los clinamismos psico-físicos hacia esa unidad en la que el propio «yo>> se constituve a sí mismo como primer sujeto de la actividad (eh: capítulo liT). Gracias a la integración, estos dinamismos participan en la autodeterminación, o sea, en la realización de la libertad de la persona humana. 4. Integración e integridad del hombre sobre la base de los recíprocos condicionamientos psico-somáticos finalidad de los análisis: la caracterfstica {lllldalllelltal de lus diuanii.mws sumdticus v psfquicos Ú.l La necesidad de investigar la composición psico-somática del hombre y la composición de los dinamismos propios de su parte somática ~' de su psique está estrechamente ligada con el análisis de la persona ~· de la acción en el aspecto de la integración, como va hemos indicado. En el campo de nuestro presente estudio debemos aproximarnos grandemente a las distintas ciencias particulares que se ocupan del hombre, de su cuerpo y de su psiqHe como diversos objetos de conocimiento. A su vez, este conocimiento sirve con frecuencia en diversos campos prácticos, 290 KAROL WOJTYLA cu~'O centro es el hombre como ser psico-físico. Una espL·cialmanifcstación de est" prúctica aparece en la medicina y en su rica gama de di\·ersas cspel"ialidacks. En esll' punto de nuestro estudio, cuando l'stamos analizando la integración de la persona en la acción, deberemos aproximarnos a estas ciencias particulares, pero sin identificarnos con ellas, debido a la \"isión particular de su objeto de la que ya se ha hablado anteriormenll'. Por este motivo debemos ll'ner a la vista los dinamismos que pertenecen cspecíficamenll' al hombre en su composición psico-som<Ítica; es decir. los dinamismos propios de la psique y del soma, t¡Ul' son diversos de alguna manera, pero siempre bajo l'lcspecít"ico punto de vista que ddermina el hecho de la integración de la persona en la acción. No se trata, pues, de realizar en los siguientes análisis un examen parecido al t¡Ul' realizan las ciencias particulares. Ni es posible rt•alizarlo, tanto porque el paso a lo particular nos llevaría lejos de la visión de conjunto tkl objl'lo "persona-acciún », como también porque las ciencias particulares in\'estigan cada uno de los elementos singulares de la unidad psico-somútica de la persona y de cada uno de sus dinamismos psíquicos o somúticos por sí mismos. No consideran lo específico de la totalidad de la persona, que es lo más esencial para nosotros. Y, por tanto, también el examen del dinamismo propio de la psique y del soma humano consistirá sobre todo en mostrar las características fundamentales que poseen tales dinamismos gracias a la integración en la acción de la persona (con lo que está unida la integración de la persona en la acción). Esta característica no puede :-,cpararsc del examen de las ciencias particulares ni puede estar en contradicción con ellas, pero tampoco puede compartir ni sus detalle~ ni los métodos que utilizan. Nos proponemos describir las características del dinamismo psico-somático del hombre atribu~·én­ dole la reactividad y a la vez la emotividad. La primera corresponde más bien al soma; la segunda, a la psique. INTEGRACIÓN Y SOMÁTICA 291 Condicionamiento reciproco de los dinamisnws psíquicos v somáticos Antes de que lleguemos a esas características v analicemos el dinamismo psico-somütico Jcl hombre en su conjunto, debemos mostrar el rasgo al que se debe de modo particular la cohesión interna de este dinamismo, v permite su unidad, o sea, su integración. El hombre, en su complejidad psico-somática, posee una multiplicidad v una diversidad en la que cada uno de los elementos singulares se encuentran unidos entre sí, se condicionan mutuamente v dependen unos de otros. Se trata aquí sobre todo del condicionamiento de lo psíquico por lo somático, de la dependencia del dinamismo específico del psique respecto al soma y a su dinamismo propio. El cuerpo humano como 1111 todo obse1vable y como llll organismo Cuando se habla de lo somático, pensamos en el cuerpo humano, primero en el sentido corriente, o sea, precientífico de esta palabra, v despu(·s en su sentido científico. El cuerpo es una materia, una realidad visible, que cae bajo los sentidos y que está a su alcance. Es accesible ante todo desde el exterior. La forma exterior del cuerpo está constituida en primer lugar por lo que en el hombre visible constituve su aspecto determinado y produce esa impresión concreta que suscita cada hombre. Forman parte del cuerpo humano así entendido diversos miembros; cada uno de ellos tiene su lugar propio en el cuerpo y cumple una función propia. Se trata de una función que se puede observar desde fuera. Gracias a ello el cuerpo humano se presenta también desde el exterior como constituyendo un todo formado por miembros distintos, de una manera que es exclusivamente propia del hombre. No solo por la distribución espacial de los miembros, sino también por su mutua coordinación en su aspecto exterior. Al sustantivo «forma» le corresponde el adjetivo «for- 292 1\.AROL WOJTYLA mado» que califica al hombre desde el punto de vista de la distribución \ la coordinaciún de los miembros de su cuerpo. No obstante, esll' conjunto obser\able desde el exterior no agota toda la realidad del cuerpo humano, como tampoco agota la realidad del «CUL'rpO>> de los animales o de las plantas. El cuerpo tiene, además, una interioridad propia: \ tcni(·ndola en cuenta hablamos de organismo humano. El organismo se refiere al cuerpo L'n stt composición inll'rior. Si desde ele.xll'rior la composici(ín se expresa en la dilcrenciación Y coordinación de los miembros, en el interior se manifiesta en la mutua coordinación de los órganos del cuerpo. Los órganos determinan su vitalidad, su dinamismo corporal, que corrL'sponde a la poll'ncialidad somút ica. El lérmi no «somática, (del griego, SiÍIIla) señala al cuerpo tanto en el aspecto exterior corno en el aspecto interior de su sistema. Cuando hablamos del dinamismo somútico, pensamos tanto en la realidad externa del cuerpo con sus miembros propios, como en la realidad inll'rna, o sea, en el organismo: el sistema .\ el conjunto de futKionL'S de todos los úrganos del cuerpo. La intt'gridad psico-somática del hombre Así que entre el soma del hombre, tal como lo hemos entendido, v su psique aparece una íntima relación v dependencia consistente en el condicionamiento ele las funciones psíquicas en general a las funciones somáticas, v, en concreto, a algunas funciones particulares. El término «psique» (del griego psvclzé) se refiere al alma, pero no directamente al sentido metafísico de esta palabra, sino primariamente a un sentido físico y de algún modo fenoménico. Nos referimos aquí concretamente a toda una serie de manifestaciones de la vida integral del hombre, que no son en sí mismas corporales, materiales, pero que a la vez manifiestan una cierta dependencia del cuerpo, cierto condicionamiento somático. Así, por ejemplo, una mirada o un movimiento emotivo INTEGRACIÓN Y SOMÁTICA 293 no son en sí mismos corporales, pero poseen una dependencia dL·Icuerpo v una relación con él. El rico ámbito de los hechos psíquicos puedL· identilicarse sin dificultad dentro de la totalidad del dinamismo propio del hombre. Sin embargo, al distinguirlo de lo somático, es decir, de lo qUL' es en sí mismo corporal, no es dilícil adrertir una dependencia Y condicionamiento del so111a, o sea, del cuerpo mmo organismo. La constatación de esta difcrenciacir'm \ de esta relación L'S tan antigua como el conocimiento cientilico sobre el hombre. En este punto en particular, debemos mucho a la lilosofía de Aristóteles\ su planteamiento rL·alista dl'i mundo l'ísico que ha influido más en su metafísica ven su antropología que la teoría de Platón sobre el mundo de las ideas. La integración de la pnsona se apova en el condicionamiento <.k lo psíquico por lo somático. A partir de ahí alcanza el hombre su integridad. /.a in!l!grúlad dl'l hombre no consiste únicamente en la presencia L'n L'l de todos los elementos propios de la esfera psíquica\' de la somática, sino también L'S 1111 sistema de condicionalllicntos 111111/los I(IIC hacen ¡)l)sihlc.l las {ÍIIIciol/es propias del hrnnhre, (k una\' dl' otra. Se trata, pues, de una integridad dinámica. no estática. En lo que respecta al SL'ntido de los mutuos condicionamientos. transcurre desde el exterior al interim; en lo que respecta al condicionamiento de las funciones psíquicas por lo somático; v del interior al exterior, en lo que respecta a las expresiones somáticas de las funciones psíquicas. La psicología, o más bien la antropología aristotélico-tomista, distingue en la primera dirección entre el condicionamiento somático de las funciones psíquicas «desde dentro,: en este sentido. todas las funciones de los sentidos están condicionadas somáticamente; \'el condicionamiento exclusi\'amente «desde hlt'l'a,: así están condicionadas somáticamente las funciones espiritll<1b del hombre. Las funciones espirituales son, en efecto, intcrnamente independientes de la materia. La integridad del homhrl' l'll sentido empírico se \'erifica dinámicamente: mediante la rq.!id;¡ rielad de las funciones, lo que depende del conjunto ck los lfiiHii 294 KAROL WOJTYlA cionamiéntos psíquicos respecto de lo somático v -en la dircl ción de la expresión- de los somáticos con respecto a lo psíquico La integración de la persona en la acción se apoya también ~.,, este conjunto dinámico. Designamos con el término «desintegr~t­ ciún» a los distintos defectos en este campo. S. La persona y el cuerpo Alusión al hile11101jisJno Nos parece que en este punto ya se han puesto las bases suficientes para situar este problema. lncluso en cierto sentido, el problema «persona v cuerpo>> ya se ha tratado específicamente. Parece que, al distinguir el cuerpo v su pat1icipación dinámica en el conjunto dinámico de la persona y la acción, no corremos el peligro de que así ocultemos una forma de «absolutización de un aspectO>>. Es evidente que no podemos investigar el cuerpo humano separadamente de esa totalidad que es el hombre; esto es. sin entender a la vez que es una persona. Tampoco podemos profundizar en el dinamismo propio del cuerpo humano y de su potencialidad sin una comprensión básica de la acción y de su especificidad personal. Desde este punto de vista. es necesario aceptar la visión de la realidad humana que nos ha transmitido la filosofía tradicional (Aristóteles, Tomás de Aquino), que descubre en el hombre, a semejanza de otros seres del mundo visible, otro elemento, «forma-morplzé». junto al elemento «materia-hvh:,. De ahí la teoría hilemórfica y el análisis del ser humano realizado en el marco de esta teoría. La aceptación de ese planteamiento en lo fundamental no significa. sin embargo, que tengamos la intención de reproducir aquí las fórmulas características de la teoría hilemórfica. Las consideraciones realizadas hasta el momento muestran suficientemente el esfuerzo reiterado por descubrir el dinamismo de la realidad humana como realidad de la persona v lt\TEGRAC!ÓN Y S0.\1ÁT!CA 295 - - - - - - - - - - - - - · - - ---- dl' la acción, aunque d concepto de esa realidad en la antropologw filosófica tradicional sea excelente a su modo. 1¡¡ constiwción somática como base de la concrecióu dt• la persona En lo que respecta a la estricta pertenencia del cuerpo a la persona humana, nos detendremos en primer lugar en una visión t'll cierto modo estática de ese tema. La pertenencia del cuerpo a la persona humana es tan estrictamente necesaria, que el cuerpo entra en la definición de hombre, al menos de manera indirecta, como en esta que se usa con h·ecuencia: «hamo est animal ratioHale>>: en el concepto ele animal se incluve el cuerpo v la corporalidad. El cuerpo determina lo concreto del hombre, es lo que en cierto modo se ha expresado con la tesis metafísica ele la individualización del hombre mediante la materia. Así sucede al menos en la experiencia externa, que nos permite captar lo que es \·isible en el hombre. Se puede colocar un signo de igualdad entre «Visible>> v «extenHl». El hombre se exterioriza -ya en sentido estático- mediante el cuerpo ~· su estructura específica v estrictamente individual. Se utiliza también aquí el término «constitución>>, pero este término no abarca solo la estructura corporal que se puede ver desde el exterior, sino que comprende también su sistema interno, que acompaña -más aún, determina- el conjunto somático exterior. En el concepto de constitución no se incluve únicamente la forma exterior del cuerpo, sino también el sistema dinámico de factores internos orgánico-estructurales que originan esa forma. Este rasgo constitucional del hombre, aunque ya se muestre en su parte «estática>>, aparece con mayor claridad en su aspecto dinámico. Emerge de modo especial en la motilidad característica de cada hombre. Podemos observar ~sa motilidad desde fuera y·, basándonos en esas observaciones, se pueden establecer algunas diferencias entre unos hombres v otros. Esas diferencias han sugerido a los antropólo- 296 KAROL WOJTYLA gos desde antiguo la idea de algunas semejanzas constitucion;d, ... ,., desck el punto de vista somático, entn.' algunos tipos de ho111 bres. Y, de acuerdo con cuanto va hemos dicho acerca del cond1 cionamicnto somático del psiquismo humano, esas semejanza, 1 tipos aparecen también en la psique. De ahí el problema de Jo-, temperamentos, que recorre la historia de la ciencia sobrL' ,·1 hombre desde Aristóteles hasta nuestros díasl. 1:.'/ cuc¡po cu111o ca111po Y 111cdio de expresión de la persona De algún modo _va hemos pasado desde la imagen está! ic:1 del hombre formado por el cuerpo a la dinúmica. La ciencia an tropológica particular con sus ramificaciones es mm rica en eslL' campo. Pero en lo que se refiere a captar la relación entre L'l cuerpo v la persona. la esencia de este problema consiste -en todos, sin excluir a los materialistas- en la justa subordinación ck la exterioridad visible del cuerpo a su interior invisible. En estl' caso no se trata de la propia «interioridad>> del cuerpo, del organismo como fundamento somático de la constitución. El cuerpo humano -como es entendido habitualmente- en su dinámica l'isible es el terreno, ele alguna manera incluso el medio de expresión de la persona. Estrictamente, la estructura personal de autodominio y de autoposesión discurre de algún modo a tra\·és del cuerpo y se expresa en él. Esta estructura, como es sabido, se revela en la acción y se realiza a través de la acción. Está estrechamente ligada a esa capacidad específica de la persona que es la autodeterminación, que se expresa nue\·amente en la decisión \' en la elección, en la que está incluida la subordinación dinámica a la wrdad. Y toda esta trascendencia dinámica de la persona, que es en sí misma de naturaleza espiritual, encuentra en el cuerpo humano el terreno y el medio de expresiún. Confirman 1 Cfr. E. KRUSCHE\IER. /\iir¡>crhau 111111 Charakrt'l: huasuchuli.~C/1 :11111 1\ollslillllionsprn/!/flll 111111 :ur f.chrc 1'!6 !!'. 1'011 den TmiJ!CIWIICIIICII. Bnlin ( 1921) lf\TEGRACfÓN Y SO'AÁTICA 11,,. ,.,,o a cada paso las acciones, en particular las que se llaman u, extemi, en las que de algún modo se incluve una exteriorizaric'm visible (ven cualquier caso «intuiti\ a») de la autodelerrninariún -o sea, de la operatividad de la persona- en el cuerpo \ mediante el cuerpo. El cuerpo, en el sentido corriente de este térlnino, es el ll'rreno \ de alguna manera el medio para realizar la acción v, junto a ello, para realizarse (completarse! la persona en la acción\' mediante la acción. Esta manifestación tan corriente de la integración de la persona en la acción, que de alguna manera pasa a través de ruerpo .v se expresa en él, manifiesta de la manera quizá más simple la pertenencia del cuerpo a la persona. Este tema ha sido lrecuentemente objeto de investigaciones y lt'orías desde Platón, que concibió al hombre como una substancia espiritual que utiliza un cuerpo material en su existencia terrena, v Aristóteles, que sostuvo la idea de la unión sustancial del alma v el cuerpo (o sea, de la forma y la materia) en el ser humano indi\·idual. Aquí se plantea el problema de momento desde el lado de la expresión y solo en cstt' sentido decimos que el cuerpo es el terreno \'el medio para la exteriorización de la operatividad \" la autodeterminación de la persona. Y así se convierte también en el medio y el terreno para que se exteriorice el alma, el dinamismo propio de la espiritualidad, y la libertad en su relación dinámica hacia la verdad, en conformidad con lo que se dijo al final del análisis referente a la trascendencia de la persona en la acción (capítulo IV). La integración de la persona en la acción, que pasa a través del cuerpo v se expresa en él, manifiesta a la vez el sentido profundo de la integridad del hombre como persona. El alma, el alrna espiJitual, debe ser el principio definiti\o de esta integridad. La persona no se caracteriza solo por el cuerpo. Esto no lo sostienen quizá ni los conductistas, quienes por otra parte (en psicología) se ocupan solo de las manifestaciones externas «de comportamiento» del hombre, sin buscar una explicación «del interior». El l/1\ 298 KJ\ROL WOJTYLA conduct ismo puede ser tan solo un método para describir, no para interpretar, la acti\'idad del homhre. 1"''" La posesión de 1111 cuerpo por el ho111bre-persona v su utik:.aciou en su actividad El hecho de que la persona se exteriorice en el cuerpo ' ·' través del cuerpo, lo que tiene lugar principalmente junto co11 1., acciún, lleva consigo el momento de la objeti\'ación, sobre d q11t' se trató en el capítulo IH. La persona se com·iertc para L'll., misma en objeto de su actividad. En esta objetivación particip~1 ,·1 cuerpo de manera particulac Cada vct que se exterioriza la JX'I sona en la actión mediante el cuerpo, simultáneamente d cuetp' llega a ser objeto de la actividad. La objeti\'ación del cuerpo con:-tituye un aspecto particular, más aún, un elemento integral de 1;, objetivación de todo el sujeto personal, al que pertenece el cuerpo y en el que penetra estructuralmente la subjeti\'idad. L1 petienencia del cuerpo al «)'O" subjetivo no consiste en una identificación con él. El hombre no «es" su cuerpo, sino que «posee» su cuerpo 4• Y esta posesión condiciona su objetivación en las ac4 Partiendo desde el plantcamil'nto de la unidad psico-física dd hombrt·. lngarden ha reflexionado en varias ocasiones sobre la relación del alma con el cuerpo. Él no ha reducido a un solo modelo las d.:pendencias mutuas que c'ntran aquí en juego. Naturalmente se ha interesado mucho por los casos de· este tipo de· relaci6n del «\'O» humano con el cuerpo, en los que de manera particular el hombre se sicnlt' uno. Cfr. p. rj.: "En lodos los casos en los que tengo supremacía sobre' el cuerpo y en los que a la n~z me solidarizo con él, ~] se me somete de mam•ra que no es solo una pa11e. sino mi mismo sustrato, el fundamento en el que me apovo \O v mi\ ida corporal v corporal-espiritual. [... ]Yo-hombre no parezco entonces al¡wien compuesto de partes heterogéneas, unidas entre sí por una misteriosa subordinación, pero que siguen siendo dos ck·mentos separados entre sí: el cuerpo[ ... ] y el alma[ ... ). pero sov un hombre, lo que quiere decir que sov originariamente un conjunto compacto, en el que mi «Vo» espiritual se dcva sobre' el nin:l del campo ocupado[ ... ] por la impresión de mi corporalidad sin dejar de l'Star radicado en ella» (R. I"G.I~DEN. Sprír o isrllit'llie .lll'iara, t. IL p. S30: edic. alemana l. ll/2, pp. 333-33.¡). INTEGRACIÓN Y SOMATICA 299 rlont·s, y a la ve1. se expresa a través de esta suhjetivación. El hwnhre es consciente de manera particular de lJUL' posee su uwrpo cuando lo utiliza en su actividad como un medio obelltt•nle para expresar su autodeterminación. Mediante la obediencia del cuerpo, lo que los tomistas pall'l'l'n expresar con el término usus pasil'lls, se efectúa a la vez la inkgración de la persona en la acción. La capacidad de objetivar W. A. Luijpen protesta contr<l la consideración dt'i cuerpo como objeto de JIIN'Sión (se trata aquí de posesiún,·n "'ntido ,·strit·to): "'vli cuerpo no L'S objeto de "posesiún" l .. ] Ten¡?:o un coche. una plunl<l. un lihru. En .:stas "posesiones" d 11bjeto de posesiún se nos manifiesta como exterioridad. Existe una distancia entn· voy lo que "tcn~o". Lo que "tengo" es en cinto ¡?:rado inderendil'nlc dt' mí !... J mi cuerpo no es algo extrínseco a mí. como un coche. No put'do disponer de mi cuerpo o cederlo, como pul'do disponer del dinero [ .. ]. Todo esto Sl' deril'a del hecho de (jllt' mi cuerpo no L's "algún" cunpo, sino mi cuerpo[ ... ] de manera qur él me encarn<P•. 1\V. A. Lt.~.tPF\, ¡:rj,tential Plu•nollll'IWiog\', 3 L'd .. Nauwela¡•rts. LoUI'ain 1963, p. 18R). A Luijpcn se k prl'scnta la relación L'ntrt· d sujciO consciente 1 el cuerpo del sigui<:'nte mudo: "El rrincirio de que \'O '\ov" mi cuerpo. supone que soy una co"a completanlL'nlL' inmersa en el mundo de lascosas comunL'S. Pero entnncc's el sujeto consl·ienle resulta J't'ducido a la nada. ' tambit.'n mi cuerpo en cuanto mío.' el mundo L'llcuanto "mío". Así que ni "so\" mi cuerpo ni "tengo'' mi cuerpo. Mi cuerpo se ,•ncuenlra en el centro de estos dos polos. Él determina el paso del sujeto consciente al sujeto que pertenece al mundo. Se trata de la misteriosa realidad que me une a las cosas asegurándome mi ser-en-el-mundo, me compromete con el mundo v me da un lugar en el mundo» (o.c .. pp. 189-190). !l. Bergson por su rarle tiende a juz~ar que el alma se sine tkl cuerpo. Cfr., por ejcmrlo, su opinión expresada en un conl<'\lO diferente: «[ ... J c'csl a dirc' aussi que la 1·ie de l'espril ne prut pas clrr un dlel de la 1·ie du corps, que tout se passe au cnntraire commc si k corps t'tail simplemenl utilisé· par !'esprit. el que des lors nous n'a\'OllS aucune raison de supposer que le corps el l'esprit soient inséparabkment lies l'un a l'mllre» (L'cime el le corps. en H. Bt-.RGSO~. Oeut-re.,, Paris 19632, p. 858). Relacionado con los planteamientos aquí expuestos. d autor desea obser\·ar lo que sigue: cuan,do c>n d presente estudio se afirma que «el hombre no "es" su cuerpo. sino que "posee" s11 cuerpo. lo afirm3mos sobre la base del conwncimiento de que el hombre "es" d mismo 1=personal. l'll 13 medida en que se posee a si mbmo. Y en este sentido también en la medida en que posee su cuerpo». 300 el cuerro 1\AROL \VOJTYfA servirse de él es un elemento importante de la libertad personal del hombre. Mediante esll' momento somático, que a la \·ezes concausal, de objcti\'<KiiÍn personal, se realiza\ se \(k' manifiesta la estructura de autoposesión\ de autodominio rropia de la rersona humana. El hombre como persona SL' posee en el aspecto somútico ptw·isarnentL' L'n cuanto que posee su cuerpo, v se domina a sí mismo en cuanto que domina su cuerpo. Así, la rclaciiÍn de la persona con L'l cuerpo se nos manifiesta «Cnel exterior», en la acci<'>n de la persona. De donde resultan din·rsas consecuencias importantes para la psicología de la acti\·idad ,v para la ética. 6. Autodeterminación de la persona y reactividad del cuerpo Posibilidad de disliuguir d diua111is111o propio del cuerpo del conjuuto del diuwnisnw dcllw111hre La experiencia externa no agota completamente la relación que se establece entre el cuerpo\' la persona, en particular cuando actúa. esto es, en la acción. A través de esta experiencia tenemos que penetrar algo así como «en el interior•• del propio cuerpo, alcanzando su propia interioridad. En ese caso la relación se traza de modo pleno ,v maduro. Los análisis anteriores nos han preparado ya para ver nítidamente la diferencia entre penetrar en el interior de esa persona, que es el hombre, y penetrar en el interior del cuerpo humano. Pues, como hemos indicado antes, el cuerpo posee su propia interioridad, que es puramente somática. En ella pensamos y de ella hablamos siempre que llamamos al cuerpo humano (como también al animal) organismo. Ahora bien, el cuerpo posee en su interioridad su dinamismo puramente somático, v el dinamismo exterior del cuerpo, su «motilidad» puramente natural, depende de ese dinamismo; pero esto no impide de ninguna manera que todo el cuerpo junto con su motilidad externa sea el terreno~, el medio de expresión de la H\TEGRACIÓ"J Y SOI\.1ÁTICA 301 persona, en concreto, en las acciones, corno hemos indicado anteriormente. Ahora es necesario examinar el propio dinamismo inll'rior puramenlt' somático sencillamente para que captemos v entendamos en profundidad la integración de la persona en la acción. Esta integración, al menos en el aspecto somático. depende de la integridad somática del hombre, del que el propio dinamismo somático resulta ser nuevamente un elemento importante, más aún decisi\o. Se puede decir que es el dinamismo del cuerpo como cuerpo. ¿Puede individuarse este dinamismo? Que es posible lo confirma la general aceptación de la diferencia entre el cuerpo ,. el alma, .v también. o incluso más, la distinción entre lo somático de lo psíquico. ~o obstante, distinguir el dinamismo somático en la totalidad del dinamismo humano es una tarea que requiere una gran precisión cognoscit i\·a. Esta precisión deben poseerla tanto quienes se ocupan de alguna manera «simplemente del cuerpo», como aquellos que investigan la psique humana con los ml-todos de las ciencias particulares, v finalmente también quienes buscan describir de cerca la naturaleza del alma v sus relaciones con el cuerpo. Corno es evidente, el presente estudio no está libre de encontrarse con este último problema, uno de los más difíciles de la historia del pensamiento. Y aunque no pensamos ocuparnos en nuestro estudio del tema del alma v de su relación con el cuerpo como terna filosófico específico, sin embargo en el ámbito del análisis de la persona v de la acción deseamos darle una expresión correcta en la medida de lo posible. ReactiFidad del dinmnis1110 somático En este punto de la investigación no se trata, como se ha dicho anteriormente, del conocimiento del dinamismo del cuerpo humano «como cuerpo», que es propio de las ciencias particulares, sino de una característica suva. El punto de partida para establecer esa característica debe ser la constatación de que 302 1\.AROL WOJTHA el hombre-pt>rsona por su cut>rpo es también una parte auténtica de la naturaleza. Por un lado, esto signilica una cierta semejanza con su otras parlL's; \ por otra, una íntima unión con el conjunto de las condiciones externa:-, de la existencia, que también indicamos con el nombre de <<naturaleza». Desde el punto de vista dd parecido, el hombre se encuentra en la naturaleza muv próximo a los animales, t'n particular a los llamados superiores, lo que ha quedado expresado en la dcliniciún que caractt'l'iza al hombre como animal con el adjetin> ratioualc. Esta ddiniciún enciL'JTa una constatación mu:-.· básica sobre la naturaleza humana, una constatación que se verifica constantemente en el campo de las ciencias naturales, y que ha sido apro\·echada por la conocida hipótesis evolucionista sobre el origen del hombre. Se trata de problemas que no trataremos directamente en el presente estudio. Pero la estrecha conexión entre el cuerpo humano \' la naturaleza como conjunto de condiciones c.xteriot'l.!s de la existcncia v de la viJa nos exige una caracterización dd dinamismo propio de la somática humana. Parece que este dinamismo se puede captar:-.· expresar con el concepto de «reacti\idad>> .v con el atributo <<reactivo>>. El cuerpo humano como cuerpo poseería, pues, n·actividad. El dinamismo estrictamente somático puede ser caracterizado como reactivo v, de manera semejante, como reactiva la potencialidad que se halla en su raíz. La reactil'idad como propiedad de la l'ida La potencialidad propia del cuerpo humano es la capacidad para reaccionar, a semejanza de otros cuerpos en la naturaleza. El concepto <<reacción>> es análogo, lo utilizamos frecuentemente para definir un modo global de comportarse el hombre. Es lo que tenemos en el pensamiento cuando decimos, por ejemplo, que x «reaccionÓ>> de un modo determinado a una noticia concreta. No se trata entonces solamente de una reacción somática, sino también psíquica, que se expresa emotivamente en una de- INTEGRACIÓN\ SOMÁTICA 303 terminada conrnociún v. por tanto, en una reacción afectiva. Por lo tkm8s, lo que tenemos a veces en el pensamiento ordinariamente con «reaccionó» es cierta decisir'm o elección, por tanto, una cierta respuesta de la voluntad a los valores. Debemos admitir que a todos estos elementos diversos del comportamiento humano les corresponde la expresión «reacción» de modo adecuado aunquL' distinto. Esto demuestra el carácter analógico del concepto de «reacción», e indica también que el elemento somáticoreactivo SL' L'llcuentra profundamente enraizado en el conjunto de la actividad humana. La radm por la que limitamos aquí la reactividad a la somútica sin rn<ís, al dinamismo del cuerpo, se encuentra en la relación directa del propio cuerpo con la naturaleza. El factor psíquico, emotim. se encuentra relacionado con ella solo mediante lo somútico v su dinamismo es¡1L'dfico. El concepto de reaccic'm, que utilizamos para caracteri1.ar d dinamismo somático del homhre, comprende naturalmente la idea de alguna acción, cuva fuente,. causa se inserta en la naturaleza como conjunto que condiciona la existencia del cuerpo humano v su propia actividad (~reactividad). Incluso los cuerpos illanimados muestran capacidad de reacciún, como, por ejemplo, la capacidad de dilatarse bajo el in !lujo del calor v la reacción contraria ante el frío. Obser\'amos una capacidad análoga en los seres vivos, en los que la rcactividad se manifiesta en el ni\'el de la vida. Mientras que investigar esta reacti\·idad al nivel de las cosas inanimadas le coJTespondc propiamente a la física o a la química, hacerlo al nivel de los seres vivos le corresponde a la biología. En este último ni\·el advertimos que la reactil•idad es una pmpiedad de la vida, e incluso una «leY>> suva, un principio que la conforma, la conserva~· la desarrolla. Ella caracteriza al hombre también en el campo de su potencialidad somática ,. de la Yitalidad puramente corpórea que resulta de ella. Se deben observar en su interior todas las manifestaciones del dinamismo somático, o sea, las reacciones propias del cuerpo humano que componen su propia vitalidad. 304 KAROL \VOJTYLA Reactil'idnd ,. riwlidad Esta ,·italidad tiene carácler \e¡.>:etati\'0. La ,·ida propia del cuerpo humano es n·getati\·a. La concepciún del hombre constituvc -bajo este aspecto- el inicio de su \'l'¡.>:etar ,. la muL·rtL•, su final. Las condiciones \L'gctatiras nternas del cuerpo humano son semejantes a las condiciones ve¡.>:elati\·as de los otros cuerpos. Se trata de condiciones determinadas por L'l medio natural, por el clima, por la atmósfera, por la alimentación\ la l1l·hida como fuentes de regeneracic'tn somática. El cuerpo como organismo de la naturakza, esto es. L'll \irtud de sus propiL·dadcs innat;ts, SL' enCUL'ntra orientado haci<l la vida \l'getati\a \ la reproducL·iún. Al ser'\'icio de esto último se L'IKUL'ntra la dii'L·renL·iaci<'m sexual entre los cm•rpos humanos, los <'1rganos 4ue posibilitan físicamente la generaciún de un nUL'VO hombre v su desarrollo hasta d momento en el 4ue salga al mundo; \', dL'SPUL'S de su venida al mundo, su nacirnie11to a lltl<l ,·id;t autónoma en el sentido hiolúgico. El COII/t'llido di111Í111ico de !oda esta \'italidad \'egetatim del curr¡JO hulllallo collsfilu\'t' 111/a srrie de reaccio11cs fi/1/WIII!IIfc ills- 4ue, por tanto, se realizan «a la manera» de la 1nisrna naturaleza. Estas reacciones tienen lugar en -es decir, «suceden en>>- la persona, pero sin ninguna inlluencia de la voluntad, sin participación de la autmktcrminaci<Ín. Suceden en la persona, pero no constituwn acti\'idad de la persona, no constituyen acción consciente. El cuerpo <<Se activa» solo, vendo tras los fines internos vegetatinJs o reproductivos. Esta <<activación» del cuerpo humano tiene carácter reactivo. En este caso, reactividad significa una relación instintiva v dinámica con la naturaleza entendida como un determinado <<medio ambiente» biológico, como conjunto de condiciones vegetativas y reproductivas extrínsecas. Esa relación tiene una finalidad, porque cada una de las reacciones somáticas instintivas tiene un fin vegetativo o reproductivo. Aquí entramos ya en parte en el campo de los instintos, de los que nos ocuparemos en breve. filltil·as INTEGRACIÓN Y SOMÁTICA 305 Un rasgo somático peculiar de la potencialidad del hombre es su capacidad de reaccionar a los estímulos. Esta capacidad debe ser puL·sta de relieve de manera particular, en cuanto que proporciona a la reactividad del cuerpo humano un carácter particularmente acti\o. El car{\cter actim de la reactividad del cuerpo, en el caso de la reacciún a los instintos. queda acentuado por comparación con la pasividad con que se t:ntrega d cuerpo a la influencia lk los elementos exteriores en el úmbito de su estructura físico-química. En el sistema del organismo humano la capacidad de n·accionar a los impulsos está directamente unida con el sistema nervioso, que «siiYe» a todo el cuerpo v determina las direcciollL'S de su dinamismo reactivo v de la potencialidad somática que se encuentra en su raíz. 7. Acción y movimiento Sl!nlido df! la «suhjf!tividad» del cuerpo La caracterí~tiL"a del dinamismo somático obtt:nida hasta ahora, o sea, del análisis de la reactividad del cuerpo humano, muestra que por sí misma la existencia de este dinamismo no prueba que dependa de la autodeterminación de la persona. Es un dinamismo instintivo, espontáneo, propio del cuerpo. En sí mismo, el cuerpo como organismo no solo constituve su fundamento, sino también su fuente dinámica o su causa operati\a. Esta causa no es la \'oluntad, pues el dinamismo propio del cuerpo no es resultado de la autodeterminación de la persona. Por ello. no lo encontramos inmediata v directamente en la experiencia «el hombre actúa», que manifiesta la operatividad de la persona, sino únicamente en la experiencia «(algo) sucede en el hombre>>, donde la operatividad de la persona está ausente. La reacción v la reactividad en sí mismas no presuponen la operatividad de la persona. Se puede hablar en este caso de una operatividad propia del cuerpo, que se encuentra en la persona como 306 Ki\ROL \VOJTYLA principio úntico de unidad del hombre. El hecho de que la l'\pericncia de la operati\idad propia del cuerpo St' distinga Je la operatividad de l¡1 persona indica simultánea l' incquí\ocamt'n!L' la t·omposición úntica del hombre. Lina composiciún que no se agota L'n el concepto de ser psico-lísico o psico-somút ico, como se demostrará en lo que sigut:. El hecho de la particular independl'ncia del cuerpo v de su dinamismo instinti\·o respecto a la autodell'rminaciún de la persona implica que, en d conjunto de la estructura personal del hombre, t'l cuerpo l'S algo así como la base, el lundamt·nto o una especie de subestructura respecto a lo que eonstitU\L' la estructura dl' la persona de m¡uwra propia v cst'ncial. Es c\"idente que esa subestructura pertenece a la unidad dl'l ser humano\', por tanto, a la unidad dl' la persona. M<ís aún, ella dl'lermina la intL'gridaJ dt• dicho ser, sobre la hast' de las cont'\iones _v condicionamientos interno;,. F.l hecho de que el dinamismo rcacti\·o propio del cuerpo humano v su \Ílalidad \egctativa propia «sucedan» en la JX'I'sona imlependientt·rnentL' de su autodl'lerminaciún, sin que la \'Oiuntad intcrwnga acti\"arnentc, no anula de ninguna manera la uniJad. Como tampoco la anula el ht•t·ho de qut: toda la \·italidad vegetativa v la reactividad del cuerpo humano hahituallllenll' transcurran en el hombre fuera del radio dl' acciún de la conscil'ncia. Este hecho, como hl'mos indicado, no anula de ningún modo la unidad personal del hombre, aunque en alguna n1L'dida la caracterice. Advertimos de esta manera que en la unidad de la estructura personal «está integrada» muv profundamente la estructura que existe v se dinamiza «al modo» de la naturaleza, lJUl' es distinto al de la persona. Claramente, el cuerpo humano no constituve un sujeto independizado del sujeto hornbre-pt•rsona. Su unidad con la subjetividad óntica del hombre, con el suppositwn humano, no alberga ninguna duda. Sin embargo, la vivencia de sí mismo como «\O» subjcti\'O, la \'ivcncia de la propia subjetividad está unida a la función refle\iva de la consciencia, en la qut' el cuerpo y su motilidad participan más bien de manera única- INTEGRACIÓN Y SOMATICA 307 mente extrínseca. Y esto parl'Ce que le baste al hombre para tener la \·ivencia de su propia subjct ividad. Para esto último no es necesario que sea consciente de su específica vitalidad vegetativa, como va se ha indicado anteriormente. Ni tampoco es necesario que sea su autot: (Es sabido que los ejercicios ascéticos del voga están enfocados a controlar también las reacciones internas del organismo. pero que ese control no significa de ninguna manera que se genl'ren estas reacciones, lo que pertenece siempre a la operatividad del cuerpo). Sitl/esis de la accúí11 r del11101'ilnie11to Parece, pues, que en el marco de la subjl'ti\·idad integral de la persona -que tiene también el carácter de subjetividad conscit>nle- el cuerpo posevera una «subjetividad» de algún modo independiente, aunque no impida, como es evidente, la unidad óntica del hombre. Sería subjetividad en el sentido de que el cuerpo en cuanto tal constituve solo el sujeto propio de las reacciones; v, por tanto. se trataría de una subjeti\'idad reactiva, vegl'lali\'a v exterior a la consciencia. La integridad cid hombre-persona consiste en la normal v, naturalmente, es mejor cuanto más perfecta sea la armonía de esta «subjeti\·idad» somática con la operatividad v la subjetividad trascendente de la persona. Esta integridad es una concliciún de la integración de la persona en la acción. La falta de integridad dificulta también la integración v origina diversas formas de desintegraciún; en esos casos, la subjetiYidad propia del cuerpo, la subjetividad reactivo-vegetativa deja de estar armonizada con la persona como sujeto operativo. Es como si se separase .v se independizase en perjuicio de la persona. Seríamos entonces testigos de una anomalía, de algo que parece estar en contradicción con la naturaleza. Porque, en sí misma, la armonía de la subjetividad reactiva y vegl'tatiYa del cuerpo con la persona como sujeto activo v consciente de sí mismo parece que 308 "!\ROL \\'OJTYL\ es algo natural. en L'l sentido que coJTcsponde a la naturaleza del hombre, que es una persona. La lormulaeiún de la quasi-suhjl'lividad del propio cuerpo tiene sentido solo respecto a la propia independencia dl'l dinamismo somütico \'de la \italidad \egl'lativa del hombre con L'l relacionada, con respecto a la autodl'tnminaciún de la ¡wrsona: re~pecto a su operati\idad C<JilsL.·iente. A la luz de esta particular independe1wia, o sea, de la espont;meidad instintiva del dinamismo somútico, SL' lorma con mavor claridad la idea de que cada an:iún que. de manera ,·isible («e\ terna>>) o también pur;Jmenll' «intema>> im·luvc en si L'l dinamismo cspontúnL'O del cuerpo, SL' realiza sobre la base de una integraciún especíl'ica. En conlTL'lo, la intq!raciún de la persona en la acciún, que inclm'L' la integridad dl'l cuerpo. SL· puede decir que el hombre en el momento de la autmkterminaciún «C<lllL'cl<t>> el dinamismo reacti\o deiL·uerpo, v de esa manera SL' sirw de (-1. También pucdl' decirsl' que, L'll L'l momL·nto de la autodeterminación, el hornbre <<SL' conecta>> a L'se mecanismo v lo aprmccha conscientemente. Tünto lo primero como lo segundo responden al concepto de usus, que utilizan los tomistas para referirse a este momento de la acción humana. Lo anterior se ktCL' evidente cuando somos testigos de una síntesis di mímica de acción\ movimiento, lo que sucede con frecuencia\' de manera ordinaria, va que hav un elevado número de acciones <<exteriores>>, esto es, que induvcn una exll'riorización que se concreta v ve en movimientos corporales. Un movimiento corporal es, en sí mismo, algo somático, estrechamente relacionado con la potencialidad reactiva del cuerpo, con su capacidad de reaccionar a los estímulos. Esta capacidad penetra profundamente en el interior del cuerpo humano v se manifiesta al exterior como una facultad o capacidad distinta del cuerpo, como ¡•is 111otrix, h.1erza motriz. Al ser resultado de la reacción ante un determinado estímulo, ese tipo de movimiento puede ser puramente espontáneo, instintivo; v, en ese caso, le llamamos rellejo. INTEGRACIÓN Y SOMÁTICA 309 La existencia de reflejos L:n el hombre parece que da testimonio «hacia afuera» de una cierta independencia dd cuerpo respecto a la voluntad, v de su propio \ específico potencial dinámico. Esta realidad no es obstáculo para otra realidad, la síntesis de acción v movimiento, que se rL'pite a cada paso en el hombre normal. En tanto que en los reflejos únicamente se obserYa una «activación» del cuerpo, en la que falta el momento de la operatividad personal, en cambio, la síntesis de la acción y el movimiento incluye ese momento. La síntesis puede consistir en que un determinado movimiento es una acciún, si es causado por la voluntad; o también en que está incluido en un acto como en un conjunto dinámico superior (por ejemplo, la acción de ir al colegio indu~'C toda una serie de morirnientos, en concreto, los relacionados con el caminar, con el marchar). Así que, como hemos dicho anteriormente, el cuerpo es para la persona un terreno v un medio de expresión. de la habilidad e11la síllfl!sis de accián de 11111\'illlii!IIIO El11101111!111o V En el hombre, las sín!L'sis dinámicas de acción y de movimiento manifiestan en notable medida el carácter de una habilidad. Parece que la expresión «habilidad>> como correspondiente altl;rmino latino hahitus sea el más apropiado para este caso. Habitus significa habilidad y virtud. La virtud se refiere allwbitus de la rida espiritual, mientras que la habilidad, según d genio propio de nuestro idioma, se refiere mús bien al cuerpo. El hombre tiene un cuerpo hábil, o inhábil, que se manifiesta siempre en los movimientos. La motilidad del cuerpo es algo innato que está estrechamente relacionado con la reactividad somática, es decir, con la capacidad de reaccionar a los estímulos que en los correspondientes centros nen·iosos se convierten, a su vez, en determinados impulsos motores. Esta transformación tiene algo de instintivo y espontáneo. En el hombre, el ámbito de los movimientos corporales es el campo que se desarrolla con mavor prl'- 310 -- ---- Kt\ROL WO.ITYLA ------ - - - ··---- --------- · - cocidacl, las habilidades motrices se crean mu\· pronto, como resultado de las reacciones instintivas v de los impulsos. También rnuv pronto, en todo este proceso de· lormaciún de los movimientos se inkgra la voluntad, que es la fuente de los impulsos motores que brotan desde el «interior» de la persona; impulsos que lle\'an consigo el sello de la autodelerminación. 'J';,¡mbién entonces se genera esa síntesis de acción v movimiento en cuvo ámbito se forman a continuación las correspondientes habilidades. Toda la dinámica de los movimientos, toda la motilidad humana llega a ser, en virtud de las habilidades, tan espontánea que el hombre no tiene consciencia ni siente la participaci{m de la \'oluntad, qm· constituve operativamente la síniL'sis entre las acciones\' los movimientos. Esto únicamente sucede en algunos casos de mo\'imientos particularmente complicados o importantes o significativos, como puede ser una escalada de alta montaña o una operaciún quirúrgica o, por otros motivos, en una función litúrgica, etc En esos casos, cada movimiento se realiza con especial atenci(m v una detallada precisión, v, por tanto, con una implicación más o menos completa v con una clara \'ivencia de una hahilidad consciente. Aparte de esto, en los mm·imientos ordinarios v corrientes, el factor de la habilidad reduce la participación de la atención, v, por eso, queda también muv reducida la vivencia de la habilidad consciente. Los movimientos realizados por hábito se realizan como si la \'Oluntad no estuviera implicada en su realización. Una cuestión distinta es si se pueden reducir a los instintos, puesto que la intervención operativa de la voluntad ha contribuido en la formación del correspondiente hábito, o sea, de la habilidad motriz. La IIWiilidad del hombre r la coustitució11 somática Se dehc hacer notar en lo que respecta a los movimientos y a la motilidad del hombre que constituyen en cada caso concreto algo así como un específico conjunto fenomenológico con la es- INTEGRACIÓN Y SOMATICA 311 tructura del cuerpo, o sea, su con~tituciún. Esa totalidad dinámica se manifiesta hacia el exterior, pero hav que buscar sus raíces en el interior Jel cuerpo, en su reactiviuad, a la que se une la capacidad específica del hombre ele convertir los estímulos en impulsos motores. La motilidau, como caracteríslica extl'rior de la reactividad somática, parcialmente innata ven parte adquirida desde el desarrollo de las primeras habilidades, corresponde a la especil"icidad externa propia del organismo va ella se le debe. Este convencimiento estuvo en la base, y continúa estándolo, de todos los intentos de clasificación de los hombres desde el punto de vista del tipo de 1\.'mperamento. Evidentemente junto al factor somático hav que tomar aquí en consideración el factor psíquico. Cada uno de los tipos de temperamento se determina en función de las características psíquicas del hombre más que en virtud de las somáticas, aunque se busque claramente una conexión entre unas v otras. Finalmente, en este terreno, esto es, en el campo de la síntesis din{unica de acción y movimiento, somos testigos de diversas formas de desintegración, que se podrían definir como estrictamente somáticas. Esta desintegración surge o en forma de falta de algún miembro u órgano del cuerpo, lo que origina la falta de los movimientos relacionados con él, o en la forma de falta de determinadas reacciones o habilidades estrictamente somáticas; se trata de los impedimentos a la actividad humana, illlpedillle/lta actus lwnumi, como lo definen los manuales. Esos impedimentos pueden conocerse desde el exterior en cierta medida; pero sus raíces están siempre en el interior del cuerpo humano. Se debe subrayar que los impedimentos puramente somáticos de la acción tienen de por sí un carácter físico y no moral. El hombre que se encuentra privado de las manos o de un pulmón experimenta en su actividad unos incom·cnientes v unas limitaciones bien definidas. Pero se trata de impedimentos externos en el sentido de que de por sí no alteran la consciencia ni dillcultan la autodeterminación. Incluso. con mucha frecuencia, un hombre mm· des in- 312 KAROL WOJTYLA legrado som<iticamenll' ckmuL·str<.l una per;.onalidad de notable categoría. 8. La integraciún de la persona en la acción y el impulso U caníctcr COIIIJ!Icjo de los iln¡mlsos Antes de concluir estas consideraL·ionL'S dedicadas a la iniL'gracic'm de Lt J1LTson<t en l<t acciún desde el punto de \isla de la ;,orn<itica v de la rL'<tl'li\·idaJ humanas, hemos Je alrontar aún d lema lk los impulsos. EIIL'rmino «illlpulso>> se aproxima etimolúgicalliL'llll' al término «instinto,; sin embargo, ya introdujimos una dilerencia lk significado entre ambos, LJUL' aLJUÍ continuaremos manteniendo. l'arL·ce, en electo, que se puede hablar de la n:acli\·idad instintiva del cuerpo humano o también de la in.~tin­ ti\'idad de sus movimientos (de sus rcllcjos), pcro cn cambio resulta dilícil en este caso hablar del impulso o la impulsi\·idad. El instinto indica una manera de dinamiwrse propia de la naturaleza. El impulso, en cambio, indica una orientación din{tmica de esa naturaleza en un sentido determinado. Es lo que tenemos en la mente al hablar sobre el impulso de autoconseJTación o sobre el impulso sexual o sobre el impulso de procreación. F.n este caso, no se trata de la característica de esas reacciones particulares en cuanto activaciones finalizadas de un sujeto somático, LJUL' es lo que tenemos en menk cuando les aplicamos el atributo «instintivo,, sino m<is bien de la suma de \·arias reacciones instintivas del cuerpo;\', a través de ella, de la característica de la naturaleza en su direccionalidad dinámica claramente finalizada. Es e\·idente que aquí tenemos en mente «naturale1.a" no en su sentido abstracto, sino como realidad realmente existente 't', por tanto, como una realidad que existe en la persona, como ya intentamos mostrar en el capítulo 11 (cfr. 4: Persona v naturaleza: desde la oposición a la integración). En el <imbito de esta reali- INTEGRACIÓN Y SO:VIATICA 313 dad, también los impulsos son propios del hombre, v emerge a la vez t>l problema de su integraci<ín en las acciones de la persona. El impulso es una forma del dinamismo dd hombre propia por naturaleza, propia de él también en tanto que forma parte de la naturaleza v mantiene con ella una estricta unión. Sin embargo, a la vez el impulso no es en el hombre un dinamismo exclusivamente som{ttico. Y por eso tampoco puede ser completa su interpretaciún en el campo puramente somático. La impulsividad como rasgo dinámico definido participa también del psiquismo humano y encuentra en él su expresión propia. Así sucede en lo que respecta al impulso de autoconservación, y sucede también, v posibkmente con mavor nitidez, en lo que respecta al impulso sexual. El rasgo psíquico del impulso se manifiesta en un particular apremio de tipo emotivo, que asumt~ la orientación propia del impulso v de alguna manera incluso lo origina. Pues la vivencia misma del apremio, v, por tanto, de una especie de «empuj<'m>>, es decir, de una constricción que presenta una cierta necesidad objeti\'a, tiene carácter psico-emotivo, y las reacciones del organismo son únicamente el fundamento somático de esta vivencia. En el presente capítulo, que tiene por objeto la somática del hombre v su participación en la integraciún de la persona en la acción, nos ocupamos más bien del estrato de tipo somático de los impulsos humanos, pero teniendo en cuenta que no se trata de un simple dinamismo somático. l111pulsos Y reacfil'idad del cuerpo \Jo obstante todo lo anterior, en la react ividad específica del cuerpo humano encontramos los condicionamientos fundamentales de los impulsos humanos. Por lo que respecta al impulso de autoconservación, constituve una propiedad de al!!ún modo resultante va la vez común a muchas reacciones ve~elati­ vas. Porque la finalidad de las reacciones que se apoyan en L'slt· irnpulso se dirige al mantenimiento de la vida wg;etati\~1 \ ;¡ _,11 314 1-:AROL WOJTYb\ adecuado desarmllo. El mantenimiento v ellksarrollo vegetativo Sl' rL·lacionan con la nL'Cesidad de su L·onscnaci¡"m, de donde surge la necesidad de dcknderse frL'ntc a todo lo que pudiera destruir o pcrjudiL·ar la \ida vegl'lativa. Todo el organismo humano está dotado de los «instrunwntos» necesarios para su autoconscr\·aciún, que al'lúan de manera esponl<inea v, por tanto, sq~ún el modo propio de la naturaleza, sin que participe la consl·iencia ni la operati\·idad tk la persona. La operati\·idad propia del cuerpo humano en este carnpo l'S autosuficienll', v el contacto con la consciencia tkl impulso de autoconservaciún lienL' lugar a través tk las llamadas sensaciones corporales. El hombre e\presa este tipo de sensaciones con la !rase tan lrecuentemente repl'lida «me siento bien, o «me siento mal>>. Es evidente que estas !rases t'\prcsan un contl'nido analc'Jgico, cuando se rdicn·n. como lo hacen con lrecuencia, al estado espiritual del hombre, pero ante todo se utilizan para C\presar el estado físico. Las sensaciones de salud o de enkrmeclad. de luerza o tk debilidad tit•nL'Il un cadcter autoconscnativo. A través dL· ellas, se L'\prcsa no solo el cuerpo, sino también el impulso tk autoconservaciún que cstú estrechamente ligado con la vitalidad vegetativa dd cuerpo. La sensación de hambre o de sed, igual que -por otra parte- la sensación de saciadas, crecen también sobre el terreno del impulso de autoconservación. Todo el enorme l'dificio de la ciencia y de la técnica médica se ha edificado en relación a este impulso. Se acl\'ierte fúcilmente que no se limita a lo puramente somútico, sino que también constituve un rasgo dinámico del conjunto del ser humano vele su e\istencia. El i111pulsn JI:' autocousen'acióu Este rasgo también presenta un sentido metafísico. La interpretación de este impulso debe también referirse a este sentido. Porque en el origen del impulso de autoconservación se encuentran un contenido y un valor que es fundamental. Ese li\TEGRACIÓ\1 Y SOMA TIC A 315 ----···----- c·ontenido vese \·alor es la existencia misma. El impulso de autoconservacic'm es como una exigencia de la existencia, la necesidad suhjctiva de existir, inscrita en el conjunto de la estructura dinámica del hombre. Lo utilizan todos los dinamismos somáticos que aseguran la \'ida \·egetati,·a; se utiliza L'n el caso de la percepcióncmoti\·a de protección que surge cuando la ,·ida vegetativa, v con ella toda la existencia física del hombre (existencia «en el cuerpo,), se encuentra en peligro. Esta percepción se encuentra con la afirmación intelectual de la existencia, es decir, con la consciencia de que existir y vivir es bueno, v que es malo perder la existencia v la \'ida; junto a esto la afirmación intelectual de la existencia v (k la ,-ida pone de manifiesto el valor particular y fundamental de la existencia misma. Gracias a esto, el impulso ele autoconservación asume en el hombre la forma de un principio consciente v fundamental que l'S a la vez una tendencia cuvo fin es un valor básico. Tarnbién !'S sabido que el hombre, en el campo de su pensamiento, puede horrar de alguna manera el valor de su propia existencia, convertir la afirmación en negación. El impulso de autoconservación parece que no domina a la persona dt.:: modo absoluto. Aunque naturalmente en los hombres que se quitan a sí mismos la \'ida permanece siempre abierta la cuestión siguiente si lo que buscan es no existir sin más: o no existir de un modo que les parece insoportable. El impulso sexual v reproductor Esta rápida ojeada al impulso de autoconservación muestra hasta qué punto en el hombre no se puede reducir este impulso a pura somática, así como su importante reflejo psíquico y la participación de la consciencia en la formación de los procesos que resultan de él. Lo mismo puede decirse, quizá aún en mavor grado, sobre el impulso sexual. Este impulso, que se apoya en la división específica del hombre en individuos masculinos y femeninos, se desarrolla a partir de un fundamento somático, pero pe- 316 KAROL WOJTYLA netra mm profundamente en la psique v en su cmot i\ idad espcdfiL'a e, inclu~o. en la misma espiritualidad del hombre. Así como el impulso de autoconsL'I'\ación se apova en la natural inclinación a consetYar el propio ser, también d impulso St''\ual se apova en la inclinaciún a estar con otro ser humano bas<\ndost' en la profunda senwjanza, \, a la \'ez, L'n la di\'crsidad que resulta tk la dikrencia de sexos. Esta inclinaci<Ín natural constituve el lllndanlL'nto dd matrimonio v. medianiL' la com·i\etKia matrimonial, el de la familia. El impulso se.\ual constitu\e, pues, en su Jinúmica v finalidad especíl'icas, la fuente de la transmisión de la \ida. Por lo tanto t's a la \l'!.l'i impulso tk reproducciún, al que debe el homhJ"c la consenación de su espL'cic L'n la natura!L'I.a. EsL' rasgo rcprodul'li\o, procreati\'0, se dibuja con suma nitidl'l. t'n la propia dimensi<'m somútica tkl dinamismo del impulso. Este dinamisnw se manifiesta como una serie de reaccionL'S corporaks l'StrictanlL'ttlt' definidas, que hasta cierto punto <<SllcedL'Il>> L'll el hombre L'spontúnealllL'IliL'. No obstante, a pesar ck la pentliaridad \ espontaneidad sonütica, son percibidas por la consciencia hasta tal punto que d hombre como persona puede controlarlas. Este control consiste fundamentalmente en dirigir conscientemente el impulso sexual Jclcuerpo hacia su finalidad adecuada. El control del impulso sexual es posible, aunqut' en ocasiones conlleve dificultades, sobre todo cuando en alguien es particularmente intensa la excitabilidad sexual. Este no consiste únicamente en una pura reacci(m somática, sino tambil-n en una tendencia psíquica de tipo emotivo. En el libro Anzor y respunsa/Jilidad' hemos intentado mostrar del modo más dcta-,\Ji/os(· i od¡,,t·ied;ialuosc. Suulilllll <'1\CII<'. Lublin 1960; 2'' d. h:rakf!\1 1962; -1·' ed. Luhlin 1<.lll6. Ediciún italiana: .-\more e res¡liJll.\<lhilitá. Studio di IIW- mle "'S\Itule. 1)1'<'1. dd Carel. Colombo, trad. de A. B. Milanoli, Roma 1'!69. FranCl'>a: 41110111'<'1 respou.,uhilit~. E'uul<' de 1110ralc w.wdle, introdul-cifln de H. de Lubac. traducción ck TH. Sasa. Par·is 196~. Espariola: 411101' r rnponsahilidad. Fstutlio de moral se.rual. intmducTirín de 11. dt' Lubac, traducción del rrancés de J. A. Seg:arra ( 3"' ed. espar1ola a cargo de J. 'V1. Burgos, Palabra, Madrid 200'!). INTEGR.\CIÓt\ Y SOMÁTICA 317 liado posible por qué es necesario desde el punto de vista de la ética el control del impulso se\ual. También allí se describen con amplitud las estructuras estrictamente somáticas en las que se manifiesta dicho impulso. Estas estructuras p~·netran en profundidad en d organismo humano, v establecen una diferencia somática específica entre· el \'ar(m Y la mujer. Es necesario ar1adir que en razón de la importancia del impulso se\ual continúan las investigaciones que intentan prolundi;.ar en d CIHHKimiento del conjunto de reacciones somáticas que estún rebcionadas con él. Sobre /(1 correcta inte!Jiretacirin de los impulsos Como se deduce de las obsL'IYaciones precedentes, la problemática de los impulsos, que hemos limitado aquí a los dos citados, no t's puramentl' somútira. aunque tanto el impulso de autoconscnaciún corno el impulso scxttalestán profundamente enraiwdos L'n el cuerpo ven su reactividad natural. ¿Proviene la importancia de los impulsos en la persona ante todo de la fuerza subjetiva tk las propias reacciones somáticas que se liberan gracias a ellos?, ¿o pro,·iene más bien del ndor objetim de los fines hacia los que ellos dirigen al hombre'? Este es un problema aparlt'. Si se considera el carácter racional de la persona humana. habría que inclinarse más bien por el segundo planteamiento. No obstanle, en el presente capítulo de nuestro estudio, en el que se trata la relación entre el soma \' la integración de la persona en la acción, la problemática tk los impulsos se ha presentado ante todo desde la parte de la reacti\·idad subjcti\'a del cuerpo, donde aparecen con nitidez tanto el impulso de autoconservación como el impulso sexual. Desde ese punto de vista la integraci<'>n de los impulsos en las acciones de la persona es un eleAlemana: Lie/Je wzd \í:rwzlli'Ortllllg. Uue r•Jizisclzc S!ttr!ie. 1ratl. de A. Bcrlt. :Vhinchcn 1979. Portuguesa: A111ore n·spousa/Jilidadc. fstudo ,'¡it·n. trad. ck J. Jarski' L. Carrera. Sao Paulo t982. Inglesa: l.m·r· and Rnpullsahililr. lradun·iún de 11. T Wilklls, Lontlon t982. 318 KAROL WOJTYLA mento particular del probk·ma más f!eneral. que es la integraci(Íil del dinamismo natural del cuerpo en la acción. RL'stdta cvidt'nte. sin embargo, Cjllt' mediante este demento el problema de la integración de los impulsos no se resueke en su totalidad. Es necesario tomar en consideracit'm en gran mt'dida d factor psico-emotivo. Capítulo VI INTEGRACIÓN Y PSIQUE l. Psique y soma La psil¡ue desde el aspecto de la inte.~¡·ación Al comicnw del capítulo anterior intentamos determinar el sentido fundamental de integración, que constituve un aspecto complcmL'ntario respecto a la trascendencia en el análisis del dinamismo personal del hombre. La trascendencia de la persona en la acción emerge a través de la autodeterminación y de la operati,·idad. La autodeterminación\' la operatividad ponen de relieve la estructura de la autoposesión y del autodominio de la persona humana, que son a la \'el características propias de la persona humana y consecuencia de ella. Atendiendo a la complejidad específica de las estructuras de la autoposesión v del autodominio, intentaremos poner de relieve un segundo elemento o, si se quiere, un segundo aspecto de esta composición, con avuda dd concepto de integración de la persona en la acción. Este aspecto es indispensable teniendo en cuenta que cada acción humana no se completa solo mediante la trascendencia de la autodeterminación y de la operatividad, sino también mediante la subordinación de la autodeterminación y de la operati\'idad por la dinamización del «)'O» subjetivo. En él participan los dinamismos humanos somáticos v psíquicos, que también pueJen activarse espontáneamente, aunque en la acción esos dinamismos espontáneos se ponen Jc alguna manera a disposición de la mJuntad. Precisamente en esto se apoya la integración de la per- 320 K!IROL WOJTYLA ---·-- ---· ------ --- sona en la acciún, que, al completar la trascendencia, constituve también por su parte el conjunto personal de la estructura de autoposesión \ de autodominio. El análisis de la acción humana realizado bajo este punto de vista nos permite, e incluso nos obliga, a investigar el dinamismo psico-somático del hombre. Es un dinamismo que posee una unidad específica. como se ha advertido en el capítulo anterior: pero se trata de una unidad en la que aparece con nitidez una composición: unidad de la pluralidad. La psiqul' l'~ clistinta del soma, pero en el hombre forman una unidad,\ se condicionan mutuamente. La da\e para captar v entender correctamente esta unidad es precisamente el concepto de integraciún. En el capítulo anterior intentamos mostrar esto mismo en relación con lo sornútico. La mmposiciún c!t:l hombre permite bajo este aspecto una cierta diferenciación entre lo somático v lo psíquico v una delimitaciún más próxima de los dinamismos que pertenecen propiamente a cada uno de ellos. Precisamente estos dinamismos tienen una importancia mm grande para mostrar la integración. Y así, en el anterior capítulo se intentó mostrar que la reacti\·idad propia de la dimensión somática humana, con la que está relacionada también la motilidad externa del cuerpo, constitU\l' la materia prima específica de las acciones. En el presente capítulo intentaremos realizar un análisis semejante respecto al psiquismo. Naturalmente, cualquier análisis de este tipo se relaciona con las ciencias particulares que im·estigan el cueqJo v el psiquismo del hombre con sus métodos propios, pero, a pesar de ello, ni adopta esos métodos ni tampoco sus particularidades. Se trata, como hemos ad\l'rtido anteiioimentc, de la caracte!Ística general que corresponde a este dinamismo desde el punto de \"ista de la integración de la persona en la acción. El conccplu de psique Antes de intentar mostrar esa característica es necesario advertir que el concepto de «psique, no se identifica con el con- INTEGRACIÓ'\ Y PSIQUE 321 cepto de alma. El concepto de alma se utiliza en el lenguaje on.linario siempre en relación con el concepto de cuerpo. Pero el significado propio de ambos conceptos es metafísico y necesita un análisis metafísico de la realidad humana. En el presente estudio pretl'ndemos permanecer en la frontera de e~c tipo de an{tlisis; por tanto, pretendemos \olvcr otra \'L'7. al concepto de alma al final dL· este capítulo. Sin embargo, el término «psique>> no coincide con el concepto de alma, aunquL· el imológicamente pro\'enga del griego psrché, que significa precisamente «alma». El concepto «psique» indica en el hombre solo algo que pertenece también a su integridad; cYidentemenle aquello que constituye esta inlcgridad sin ser en sí mismo corporal, o sea, somático. Por lo tanto, el concepto «psique» estú relacionado adecuadamenlt' con el concepto de «soma», \en esa correlación procuramos usarlo aquí. En el concepto de «psique» v en el de su atributo <•psíquico» se mezclan lo~ elementos de la naturaleza humana y de cada hombre concreto, que en la experiencia del hombre descubrimos como si estu\ieran de alguna manera conectados e integrados con el cuerpo y que, a la vez, no estún de suvo en el cuerpo. Los análisis que siguen m·udan a definir con más detalle tanto estos elementos como sus relaciones con el cuerpo, con el «Soma». Las obsen·aciones que acabamos de realizar 111UL'Slran que la psique y la definición del atributo «psíquico» poseen una base experimentalmente intuitiva. Se trata de un conjunto de hechos que se reciben en la experiencia fenomenológica: en esta experiencia se pone de manifiesto tanto su diferencia respecto a lo somático como su específica integración con ello, su unificación en el hombre. Pues nos seguirnos encontrando en el ámbito de la experiencia total del hombre. La manifestación en el hombre de la diferenciación~· de la coordinación de lo psíquico con lo somático constituve el fundamento para obtener conclusiones sobre la relación del alma con el cuerpo v, en una etapa posterior. también del alma con la materia. Dejamos este asunto para más tarde. 322 ---------- 1\.AROL WOJTYLA pues ahora queremos obtener con más detalle las car<.lcterístiL-;t', de lo psíquico en el hombre, esto es, la psique, desde d punto Lk vista de la integración de la persona en la acción. Esta intq!Ll ción es clave para captar y comprender la psit¡Ul' humana, como lo fue para captar v comprender lo somático dd hombre. liemos obscnado l'n el capítulo precedente que la intcgr;1 ciún presupone un cierto ni\·el de integridad somática, del que,,. aprovecha. Qui~:á apareció esto con mavor nitidez en el análisi' de la relación que surge entre la acción v el mo\imiento. En cst,· caso, cuando la voluntad integra, no solo genera el movimiento. sino que tambil-n apnl\'echa el dinamismo somútico natural, J;, reactividad natural v la motilidad dd cuerpo. En el concepto dl' integridad del cuerpo entra, pues, no solo una especie de con junto estático de miembros v órganos coordinados entre sí. sino tamhil-n su capacidad de reacción \erdadera, «normal» v. l'n la medida que comcnga, eficiente. Todo lo anterior está comprendido en el concepto de integridad somática. Como se \·e, esta integridad muestra algo así como el elemento mús nterno v visible de la constitución corporal, con el que estamos acostumbrados a relacionar toda la estática y la di mímica del cuerpo humano. Relación entn! lo psiquico r lo somático La integridad psíquica también es fundamento de la integración de la persona en la acción. Sin embargo, la integridad psíquica del hombre no se manifiesta mediante un elemento visible v exterior, como lo hace la integridad somática. :-Jo existe una constitución psíquica del hombre, en d mismo sentido en que la hay para lo somático. Esto es qui1.á la confirmación más inmediata ele la convicción de que la psique no es el cuerpo. No le pertenecen las propiedades externas del cuerpo, no es «materia», no es «matelial>> del mismo modo que el cuerpo. También toda la interioridad del cuerpo humano. lo que definimos como «organismo>>. se diferencia sustancialmente de la psique. Las fundo- 1\JTEGRACIÓN Y PSIQUE 323 nes psíquicas son internas e inmateriales y, aunque estén condicionadas exteriormente por el soma \ sus hmciones, no se pueden reducir a ellas. Cuando hablamos del interior del hombre, de su vida interior, no solo pensamos en la espiritualidad, de la que ya hemos hablado (cfr. cap. IV, 7, 8), sino también en la psique, en la totalidad de las funciones psíquicas. En sí mismas están privadas de la exterioridad \" de la visibilidad, que pertenece al cuerpo junto a su constitución somática. No obstante, corno se ha dicho anteriormente, el cuerpo sitYC también para que se exterioricen estas funciones, para que se expresen. Por tanto, también existe una justa tendencia a captar la totalidad de las funciones psíquicas del hombre en unión a la constitución somútica, lo que ha encontrado desde antiguo expresión en las diYersas concepciones del problema de los llamados temperamentos. Parece que la idea misma de temperamento, así como los diversos intentos de clasificar a los hombres dcsd~: este punto de vista, han pretendido conseguir una descripción muv detallada de la totalidad de psiquismo humano, entendido como base de la integración de la persona en la acción. 2. Una característica de la psique: la emotividad La enw!Íl'idad r la enzocúí11 a la !u~. de la elimologla En este estudio no nos proponemos realizar un objetivo tan detallado. 1\o intentamos aquí una clasificación ni una tipología, como la que va se ha hecho en numerosas ocasiones como resultado de investigaciones inductivas sobre la integridad psíquica del hombre, sino que querernos tratar más bien de una característica más general v a la vez más sustancial del dinamismo psíquico teniendo en cuenta la unión que hav entre él y lo somático y su dinamismo específico. Al caracterizar de este modo el dinamismo, caracterizamos también la potencialidad psíquica del hombre, pues ella es la fuente de este dinamismo. 324 KAROL WOJTYLA En el capítulo anterior hemos realizado esto en relación a lo somático, v observamos que su dinamismo específico tiene carácter reacl ivo. Esta es la capacidad de reacción propia del CUtTpo. que determina en la dimensión cor¡mral humana tanto su vitalidad \"L'gctativa Jeslk el interior, como la motilidad visihk deslk el exterior. Ahora deseamos caracterizar analógicamente el dinamismo psíquico del hombre e indirectamente su potencialidad psíquica, considerando la 1!1110/ÍI'Íd({(/ como el rasgo 111ás cspeáf)co de este dinamismo ~· de esta potencialidad. El nmn'pto v el término «emotividad» no SL' usan mucho en el lenguaje ordinario -aunque sí t:n la ciencia, en particular en la forma adjetivada «emotivo»-, \" se rl'lacionan con el sustanti\·o «emoción>>, que se usa de manera bastante generalizada, de modo absolutamente parecido a como rt•actividad se relaciona con reacción. Esta asociaci6n L'S apropiada, aunque el término «emoción>> en nuestro idioma St' utiliza para designar un cierto grupo de manifestaciones de la emotividad psíquica. Parece que\ iH·ncia emocional significa más o menos lo mismo que \'ivcncia arecth·a. Sin embargo, ni el término «emotividad>> ni tampoco el adjetivo «cnwtivn>> se refieren exclusi\'amente a los sentimientos: no delimitan la afectiddad del hombre. Esll' término tiene un significado más amplio, que se conecta con el mundo rico y dil'crenciado de las sensaciones v de los comportamientos v planteamientos relacionados con ellas. La cantidad de expresiones en los que se manifiesta el mismo núcleo indica va su riquet.a v su diferenciación. Pues no hablamos solo dt• sensaciones y sen! imientos, sino también de impresiones, percepciones y autopercepciones, además de intuiciones ,. presentimientos; \' de manera semejante usamos, además, otras expresiones en las que se expresa el mismo núcleo idiomático. Se puede advertir que estas expresiones se utilizan con diversos atributos cuando hablamos, por ejemplo, de sentimiento artístico o de sentimiento moral. Es significativo que usemos el sustanti\'0 «Sentido» prácticamente lNTEGRAClÚ'-: Y PSIQUE ----------------------- ------------- 325 con el mismo significado (por ejemplo, sl'ntido arlistico o sentido moral) 1• Así qul' esta gran riqut•za de expresiones -qtte seúala tanto la riquc;.a como la dikrenciación que hav en el hombre de todo aquello que se relaciona con L'l sentir- nos dirige hacia un significado mús amplio v quiá mú~ apropiado de l'motiYidad. La etimolo¡!ía de las palabras «emoción, v «emotiYidad» indica un movimiento o conmoción (en!rJ!io: e, n = deslk 1110\'r'l"l' ·. mo\"erscl. que proviL"nc desde «el interior,, como lo testimonia el prefijo e, ex. No hav un término polaco que de manera estricta y dirL'Cta contenga el contenido incluido en emoción v emotividad. Puede también parecer que no encontramos en la l'limología de estas expresiones nada que no se pudiera extraer del dinamismo puramente somútico. También allí aparece una «conmoción>>, un cambio que prm·iene desde el «interior>>. En el capítulo anterior '¡'a hernos dirigido nuestra atención bastante hacia la interioridad del cuerpo \' hacia la estricta dependencia de lo que en el orden reactin> es exterior v visible. de aquello que es exterior. Y sin embargo, para aclarar la diferencia esencial que aparece entre d dinamismo somático v el psíquico, puede aVLtdar mucho comparar los términos «reacción-emoción>> v «reactividad-emotividad>>, Mientras que en el primer caso nos referimos a un movimiento somático que no \'a mús allá de la potencialidad del cuerpo, en la emoción ven la emoti\·icladesa potencialidad es sustancialmente superada tanto en la cualidad como en los contenidos. Así parece ind icario el prefijo ex: aunque la conmoción psíquica dependa de alguna manera del cuerpo, de lo somático, v está condicionada de alguna manera por él. sin embargo no pertenece al cuerpo, es 1 Encontrarnos esta e\ presión en D. Hume lA 1/"mlise o( fl11111a11 Na/1/re. l.ondon 1BY),' tamhi<·n en muchos autore' posll'riores. L1 expresión «sentido moral» c's ;~ecptada de modo uni1érsal en la littTatura ric-ntílica v popular. Esta npl"c'sión encierra una antropología ddcnninada. En este' estudio caminamos en esta misma dit'l'l:ción a tra1és eJe toda la pmblcmútira Ja psiqUL'"· tk la «integración,. de 326 1\.AROL WOJTYLA algo distinto del cuerpo v de su dinamismo somático. Así que, sin qw.:rcr anticipar lo que diremos a continuación sobre la emoti,·idad humana, es necesario advertir desde ahora que la emoción por esencia no se puede reducir sin mús a una reacci<'mni la emotividad, a react i\·idad sin más. la emoción no es una reacción somática, es un hecho psíquico esencialmente distinto\ cualitativanwnte dikrente de una simple reacción del cutTpo. F:'111olil'idad ,. H'ltc/i¡·idad Las an!L'riorcs consideraciones de carúder etimol<ígico intentanmostHu·la esencial diferencia de lo emotim con respel'lo a lo reactivo, \ ponen de manifiesto también su profunda unión en el hombre. La psique t'stú condicionada por lo somút ico. la emutiYidad, que parece caracterizar el dinamismo psíquico tkl hombre, está condicionada por la rcacti\idad que condiciona su dinamismo somático. Posiblemente nos cnconlll'lllos éH.JliÍ con una importank línea de in\'l'stigación en el terreno de la antropología v de la psicología, tanto antigua corno contcmporúnca. l.a cont·xi<'m de la psique con lo somático en el aspecto dinámico caracteriza en una medida fundamental todas las investigaciones sobre los temperamentos. Con fn•cucncia se habla tambib1 de reacciones psíquicas, pues la emotividad estú profundamente injertada en la reactividad \'está condicionada por ella. Por otra parte, no solo se habla de reacciones psíquicas, se dice simplemente que el «hombre reaccionó", cuando pensarnos no solo en la reacti\'idad somática, sino en un determinado conjunto de comportamientos en una acción, que también incluve una respuesta consciente a un determinado valor. También esa respuesta, en cuanto \·ohmtad propia de decisión o de elección, tiene en sí misma algo de reacti\'idad somática. El hombre consl itu\·c una unidad compuesta en la que la integración de la acción en la persona conlleva siempre de algún modo todos los elementos psicosornáticos de esa composición. Así que las expresiones del tipo «el hombre reac- INTEGRACIÓN Y PSIQL 1E 327 cionú de tal\ tal manera» son \erdadcras, aunque parece que resaltL'Il de manera éspecial uno ele lo~ dementos de esa complejidad. La e1110!il·idad r la n:s¡mesw i'O/Iscimle de la I'Oiun!ad l!n cuadro compll'lo de la inte¡!raciún de la persona en la accic'm siempre debe lomar en consideración el hecho de la complemL·ntaricdad: la intcgraciún completa a la trascendencia, que se rcali1;1 mcdianlt' la autodeterminación~· la operatividad. En L'Sit' conte\to, el acto humano es una respuesta consciente a un valor mediante una decisión o una elección. Sin embargo, esta respuesta se aprO\ccha siempre de alguna manera del dinamismo somútico \ del psíquico. La integración de la persona L'n la acciún significa estrictamente una cnncrda Y, en cada caso, irrepelibk inlrodul-ciún de la reactividad som;ílica \ de la emolividad psíquica en la unidad de la acción: en la unidad con la trascendencia de la persona, que se expresa en la autodelcrminación o peral i\·a. qliL' es también una respuesta consciente a unos valores. Esta respuesta consciente a unos \·alores se incluve cn la acción humana mediante una integración, específica en cada ocasión, de la somática del sujeto humano, como hemos intenladn mostrar en el anterior capítulo, cn concreto al tratar de la síntesis de la acción Y el moYimiento. No obslante, la respuesta consciente (/ unos mlorcs de nwdu particular se inclure en la acción humana nlct!iante la integración del cmzjmllo psico-enzotil'O del ho111hre. Además, la c111otiridad indica una smsihilidad propia alltc lns l'alores. No pensamos anali1.ar esto aquí, solo lo indicamos para que se delinee de manera adecuada el significado de esta integración. La sensibilidad a los \·aJores basada sobre la emotividad tiene en el hombre un carácter espontáneo. Una característica que comparte con la emoti\idad misma, que indica siempre algo que sucede en la persona ele modo psíquico (de modo semejante a como la n·actividad indica lo que sucede en la persona de 328 KAROL \VOJTYLA modo somútico). Mediante la sensibilidad espontúnca a los valores, la potencialidad emoti\·a proporciona también materia a la voluntad. En efecto. mediante la decisiún o la ek·cciún, la mluntad implica sicmprt• una respuesta a uno~ valores delinidos cog:nosciti\·a e intelectualmente. En las \·in:ncias emotivas falta esta concreciún intelectual. Sobre eslL' horimntt· se dibuja va la necesidad particular de que se integre la persona en la acciún, \' t'lllt'rgc, adcmús, el significado t'oncrcto de t'sta integraciún, que no se puede co1nparar con la intcgraciún somútica. Aparece así la necesidad de realizar un anúlisis multilateral de la emotividad humana. para mostrar l'i diferente perfil de la inlt'gración psíquica. Dl'lcrminar d sentido de la intcgraci(m de la persona en la acciún desde el lado de la emotividad humana -precisamente mediante la serie de anúlisis del presente capítulo- nos debería a\'lldar por otro lado a con1prcnder mús prnlúndanwntc la trascendencia de la persona en la acción. Porque l'S en la trascendencia\ no en la simpk integración de la emotividad humana donde SL' pone de manil'iesto el significado mús profundo tk la espiritualidad del alma humana. Debemos tenerlo siempre presente para ver que «espiritual» no equi\ak de hecho a «psíquico». También es psíquico lo emotivo) lo sensiti\'0. 3. La sensación y la consciencia en la vivencia del propio cuerpo El dinwnisnzo emotivo como fi111ció11 concentradom de las l'il'i'IICÚIS La psicología y la antropología distinguen con frecuencia t'n el hombre entre corporalidad, sensibilidad v espiritualidad. Sin despreciar en absoluto la profundidad ele los fundamentos de esta distinción, sino conectando con ella, queremos subrayar en el presente estudio el significado de la emotividad, porque intentamos establecer un cuadro lo más completo posible del dinamismo hu- !\lEGRACIÓN Y PSIQL'E 329 mano. Y la emoti\'idad dibuja el aspecto específico\", a la vez, la dirección adecuada de este dinamismo, que de manera particular se une con el dinamismo pL·rsonal de las acciones humanas. La trama psíquica de la emoti\ idad transcurre de alguna manera entre la corporalidad v la espiritualidad, sin alejarlas entre sí, sino más bien acercándolas\ uniéndolas. Como se puede obseiYai~ no pretendemos identificar aquí la emotividad con la sensibilidad. El dinamismo emotiHJ parece cumplir de alguna manera una función concentradora de las \·ivencias humanas, como se mostrarú L'On más detalle en los anúlisis que sigUL'n. A pesar de que existe una diferencia nítida entre el dinamismo emotivo Y el dinamismo reactivo del cuerpo, sin embargo se condicionan mutuamente de manera muY estrecha. Por otra parte subsiste el acercamiento entre emotividad v espiritualidad, anteriormente recordado. Todo aquello que determina la trascendencia espiritual de la persona: la relación a la verdad, al bien va la belleza, v, junto a ello, la capacidad de autodeterminación, evidencia la profunda resonancia que lo emotivo tiene en el hombre. Esta resonancia, su calidad v su intensidad, siendo algo puramente individual. inlluve también a su modo en la calidad ~· en la intensidad de la propia trascendencia personal \, en todos los casos, crea en el hombre la base específica de esta última. El hombre también alcanza la nitidez de sus acciones gracias a las emociones. Así que investigar en la intimidad de la naturaleza humana desde este lado permite profundizar mucho en nuestra comprensión de la persona \' de la acción v, en todo caso, no se puede hablar de una comprensión plena de la integración de la persona en la acción sin analizar la emoti\·idad específica del hombre. l.c1 reacción scnsitil'(f r la reacción motora Buscamos comenzar este análisis en el punto en el que de algún modo se interrumpe el dinamismo somático ven el que, a la vez, la emotividad se encuentra más cerca de la reactividad del 330 1\AROL WO.JTYLA cuerpo. La L'llloti\·idad, como la rL·actiYiclad, estú íntimamentL' entrelazada con la acti\idad de los estímulos. Como SL' sabe, la reacti\idad som{Ltica es la capacidad de reaccionar a los estímulos. En el capítulo anterior no~ ha intLTL'sado principalmente la capacidad de reacciún motora frente a lo" correspondientes estímulos. Mas he aquí que junto a esta capacidad sur¡¿e otr;t: la ca¡xtcidad de Sl'lltir. A niwl .smnútit·o, L'sta capacidad consistt' tambi(·n en rL·cibir los L'stímulos que prmienen de los objdos mall'riaks, de los distintos Clll:rpos. Pero su decto no es somútico, no L·onsiste en una reacciún v un llHn·irniL'llto corporaL Se trata tk un L'iccto psíquit"o, se e\presa en un SL'ntimiento. Y aunque este decto psíquiL·o cstC· condicionado a nivel somútico por alguna rcaccil.lll, sin embargo la sobrepasa tolalnwntl'. /,(/ suhjl'liJ•idod iJ.\ÚflliC/1 ('1/lcl-gc juuto mulo scusuci(J/1 La reacci('Jil sensiti\·a se diferl'ncia túndamentalmente de la reacciún motora, a pesar de que con frecuencia \·avan a la par (como cuando, por ejemplo, alguien al tocar una estufa caliente retira la mano). La SL'nsaciún, de por sí, no es ningún mo\"imiento o reflejo somútico. Presenta una relaciún con el cuerpo parecida a la del sujeto con respecto a su objeto: a pesar de que esta rdaciún no sea consciente en la sensaciún misma, sin embargo, L'l cuerpo, entre otros, el propio cuerpo, alcan7.a en ella un cierto contenido objetivo sensitin>, que simultáneamente penetra en el campo de la consciencia. A~í pues, mediante las sensaciones llegarnos de alguna manera más allú de lo que hemos llamado en t•l capítulo anterior subjetividad del propio cuerpo. Esta «subjl'lh·idad» está en sí misma unida con la rcactividad somútica \ en una importante medida no está incluida en la consciencia, en cambio la «subjcti\·idacL> psíquica, que se alza sobre la base del cuerpo junto con la sensación, estú ya incluida en la consciencia'. Por'Parece que el probkma de la construcción. o más hien del "c"nstruirsc». del sujeto personal, que en este estudio aparece tan solo apuntado. merece un JI\TEGRACIÓN Y PSIQUE 331 parece que la ;,ensación como tal constitu\'e un reflejo cognosciti\o de los sentidos, gracias al cual el cuerpo llega a ser contenido objeti\'0, v L'Stc contenido objetivo llega a la consciencia\ se rdk·ja en ella. <.JUL' La seusaci<ín del propio CII<'IJIO ·'' la couscieucia Quncmos captar lo mús profundanwntc posible la relaciún entre las scnsacionL's \ la consciencia, puesto que tiene una importancia fundamental en el dinamismo de la persona. Se trata, en primer lugar, de la sensación que se tiene del propio cuerpo. El propio cuerpo, sus diferentes estados y mm·imicnlos conslitu\'l'n la fuente de las sensaciones, que pcnnitL'll al hombre en buena parle tener la Yivcncia de su propio cuerpo. En L'Sla vivencia la ~eusación se une con la consciencia v crea con ella algo así como la base de esa vivencia, aunque la sensación sensible se distingue de la consciencia intelectual. Ya hemos indicado \'arias veces que en la esfera consciente del cuerpo inlluve habitualmente el ámbito dt' las SL'nsaciones. Y así, todo el dinamismo interno del cuerpo --organismo, conexión con la vida vegetativa-- se L'ncuentra como si estmiera más allá del alcancL' de la consciencia, en tanto L'n cuanto que nada de L'SO penetra en la esfera de las sensaciones. En estl' lugar suhravamos la partícula «como», porque el hombre, al tener consciencia de su cuerpo, tiene también cierta consciencia general de su interioridad v del dinamismo interno. Esta consciencia se concreta gracias a las respectivas sensaciones, por ejemplo, la sensación de dolor corporal, que originan que la interioridad del propio cuerpo penetre en el úmbito de la consciencia. Esa concreción de C\alllL'll nü' prolundo. La dLslinciún entre ·•:-.ubjclil·idad, 'om;ilica 1 l''iqui, ,, "" el campo de la subjeti1 idad integral de la per,ona aYa la la COllL'L'JKÍ,·.,, Lk ¡,, ,., tratos» en la filosofía del hombre. (Cf1: N. HARrM ..\NN, 0¡1. cil .. sohrl' iod<> 1,, 1'·" k 111. cap. 2. #71: «Zur ontologischen Gc:-.et¡Jichkcil ab Ha,¡, d,., hl'ih,·il 1'1' 6~7-68Sl. 332 Ki\ROL \\OJTYLA la consciencia con avuda de las sensaciones constitu\l· . . tamhien el fundamento de la l'iVL'ncia del propio cuerpo. /.a sc/l.>tlcirín de si 111isii!O La vil'encia habitual del propio cuerpo ~.·s el resultado d~.· muchas sensacioliL'S unidas con el cuerpo 1 con su dinamismo r~.·­ actil'o-motor. Estas sensaciones no 11os rel'elan a cad~t uno de nosotros una «suhjcti1·idad del cuerpo» distinta, sino una estructura som;ítica propia de todo l'i sujl'lo «hombre>>, de todo el «YO». Revelan comTctamcnll' hasta qué punto él es un cuerpo y l'll qu1.' medida ~.·se cuerpo-soma p;1rticipa en su e\istir \'en su actuar. Se puede decir que las sensaciones corporales, ~.·1 rl'i.lcjo directo del cuerpo, que casi siempre estó pmducido v formado ~.·n h~ISl' ~~ su rc~tctil'idad Y motilidad, en csll' campo tiene un significado l'undamental para la 1·ivencia del propio «\O>> corporal. Esta 1iwncia habitual~.·s. como va llL'mos dicho anll'riormente, el resultado de muchas sensaciones que se C\pres;t como «SL'nsaciún tk sí mismo>>. Una cierta sensaL·i<ín de sí mismo acompaiia siempre al hombre, v crea una especie de t1.·jido 1· reflejo psíquico de su t'\istencia v su acti1idad. El objeto directo\' propio de la sensaci(m de sí mismo es todo el <<\'O>> somót ico, no separado del «\'O>' personaL sino intrínsecamente unido a él. Hav que subravar que la sensación de uno mismo claramente incluve la caracll'rística de calificar v, por tanto, la característica ele valorar: se sabe que esa sensación es o buena o mala,\' en las fronteras de L'Sta dilisión fundamental asume, además, diversos matices, pues puede ser más o menos buena 1 más o menos mala. El hombre expresa esto en las frases del tipo «me siento bien>>, «me siento mal>>\' otras muchas parecidas, que expresan que me siento cansado. exhausto, enfermo o, al contrario, cuando expresan que me siento fuerte, sano y otras por el estilo. El hombre se siente también hábil o inhábiL lo que -mediante el reflejo psíquico indica lo que significa la habili- lr'-.TEGRACIÓN Y PSIOLE -------- ------------ datF en d dinamismo 1\~act im-motor del cuerpo. A cada paso nos com·enccmos de hasta quL' punto este dinamismo\' su habilidad condicionan las que llamarnos funciones del psiquismo superior; por ejemplo. el cansancio lísicn se refleja en la falta de aprovechamiento de los procesos de nuestro pensamiento, mientras que la «Cabeza despejada>> aumenta la claridad de los pensamientos, L'lc. De esta manera también tomamos consciencia tanto del alto grado de unión que e\istc entre nuestro «VO>> somútiL·o y todo el «\O>> personal, como de la íntima unidad que constituw con él. La Sll/li'riuridad de la conscit'IICÚI rcs¡Jectu 11 las sensaciones, del diJIWiliSIJW /ICI"VIIWI CUi/l/iciiÍ/1 La SL'nsación del propio cucq1o es un factor indispensable ele la ,·in·ncia integral de la subjl'li,·idad del hombre. En esa \il'encia, el cuerpo ' la consciencia estún conectados entre sí de alguna manera mt•dianlt' la sensación, que constituw la manifestaci(m mús clenwntal cll'l psiquisrno humano v. a la \t'Z, el rellejo psíquico más inmediato ck la sornútica humana. Ese rcllcjo psíquico sensible se dikrencia esencialmente de la función retlexiva de la consciencia, qttt' -como hemos mostrado en otro lugar tiene una importancia h::ísica para la vivencia dt'l «YO» humano concreto. La mutua cnmpenl'lración de st'nsación v consciencia en esta \·ivencia pone ele manifiesto la dependencia que en generalniste en el úmbito del conocimiento humano entre los sentidos v la razón. Es una depenciL·ncia bilateral. porque la sensación del propio cuervo permite establecer con él un contacto objetivo\', a la vez, revela la subjetividad psíquic.r integrada en el cuerpo, sujeto som::ítico. En efecto, la sensación sucede en el «YO» humano de manera psíquica, v precisamente ese «suceden> ren:la la subjetividad. Esa manifestación de alguna manera surge mediante la consciencia. que -excepto en el .., El término polaco «spr~mno~o lo lraducimos como «hahilidacL>. F.l aulor usa t•lférmino c'n un sentido mm par~cido. pero no idé·ntico al que c\prc"l d 1t:'m1ino dásico latino «habitus». .334 KAROL WOJTHA caso límite de la emocionalización de la consciencia (d~: capítulo f)- conserva su propia superioridad respecto a las sensaciones. Así. por ejemplo, tenemos consciencia de nuestras sensaciones, lo que significa que ellas se encuentran en el curso normal de las viwncias subordinadas a la consciencia. En cambio, a la inversa no se puede adrertir que poseamos una sensación o una percepción de nuestra consciencia. Precisamente esa superioridad de la consciencia en la que se encuentra una cierta «ordenación>>\' a la H'Z una subordinación de las sensaciones -1.'n concreto de las sensacionl'S tkl propio CUl'l"po- constituve la condición de la autoconstitución,\ por tanto del autodominio v de la autopost·siún: condición para la reJiizaciún de la acción, del dinamismo autl'nticamcnll' personal. La sensación del propio cuerpo revela la subjetividad psicosom;.'ttica del hombre. Puesto que esto se reali;.a Jclante tk la consciencia, que cumpk la función dt• relkjar v de rellexion~u; junto a la toma de consciL·ncia surge tambit~nuna particular subjcti\'ación del «\'O>> personal v una inkriorización consciente, que inclu\L' también al cuerpo, como algo propio y distinto de todos los demás cuerpos. La sensación del cuerpo permite al hombre penetrar en su propia somática en la medida en que es necesario para la autodeterminación en la acciún y, mediante esto, en la trascendencia de la personJ. Por otra parte es preciso establecer el grado de integración de la persona en la acción: integración t•quivale en este caso a la \ivencia normal del propio cuerpo, ljUL' está condicionada por la sensación v por la consciencia. Cualquier insuficiencia v defecto Je la sensación, que cree un obstáculo para tal vivencia, debe ser considerado como una manifestación de disgregación. 4. La sensibilidad y la verdad Las sensaciones r la smsibilidad indil·idual del hombre La vivencia del propio cuerpo no es el único campo en el que las sensaciones penetran en la consciencia, como tampoco INTEGRACIÓN Y PSIQl!E 335 las sensaciones corporales son su única forma. El hombre no solo siente su propio cuerpo, sino que tambi(·n se siente de modo más inte¡!ral. siente lo que constituve su propio «VO>> v su dinamismo. Ademús siente el «lllundo>> como conjunto compuesto\ di\·ersificado de entes, entre los que existe el propio «VO>>, y con los que mantiene diversas relaciones. La penetración de estas diversas sensaciones en la consciencia conforma la vivencia del propio «VO>> L'n el mundo, conforma también una cierta vivencia del mundo. Se trata en este caso ante todo del mundo que se encuentra al alcance de los sentidos, no de toda la realidad ni de todos los seres que alcanza el intelecto humano del modo que le es propio. La sensación en lo que es más especíl'icamcnte suyo, en cuanto hecho emotivo, se encuentra más directamente unida con lo que se encuentra al alcance de los sentidos, aunque tampoco sea absolutamente ajena al contenido del intelecto, de todo aquello dl· lo que vive el entendimiento humano en los diversos niveles v caminos de conocimiento. Una obst'rvación detallada del hombre se pronuncia contra una dicotomía muy simplificada, y también se pronuncia contra la reducción de la emotividad a la sensibilidad. Cuando constatamos que el hombre no solo siente su propio cuerpo o, más en general, los cuerpos (a los que tenga acceso cognoscitivo a través de los sentidos), sino que también tiene una cierta sensibilidad estética. religiosa o moral, esto significa que el elemento emotivo responde Je alguna manera también a la espiritualidad dd hombre v no solo a su sensibilidad. Tocamos en este lugar problemas esenciales de la psicología, la antropología ~· la teoría del conocimiento, que no analizaremos con detalle, pues pertenecen a esas ciencias. El problema de la emotividad e, indirectamente, el problema de la función cognoscitiva que realizan las diversas sensaciones, nos interesa aquí desde el lado de la integración de la persona en la acción. La aparición ele las sensaciones, de su intencionalidad cognosciti\·a v su penetración en la consciencia confom1an la sensibilidad individual de cada hombre. El término «sensibilidad>> no tiene una significaci(m suli- 336 KAROL WO.ITYLA ----------. cienternente determinada enl.'llenguait' corriente, v con frecueJwi;, se identilica con «susceptibilidad». Aquí procuramos liberar d tL;, mino «sensibilidad» de estas connotaciones para que pueda signil i carla propiedad específica dd hombrl' de sentir v percibir que" conforma en sí misma una función cognoscitiva propia o, por lo menos, interviene en esa función. De esta manl.'ra, queremos abstcJWrnos dt• discutir al¡wnas cuestiones importantes v compleja~. propias tanto de la psicología como de la teoría dd conocimiento. que aparecen recurrentemenll' L'n la historia d(• la filosofía v de l;l ciencia. Surgen part icularmentc unidas a conceptos tales wmo el de sensibilidad moral o tambi~n sensibilidad religiosa; por no hablar de la sensibilidad social o ck la sensibilidad est(·tica. Estos conceptos, o quizá tan solo modos de decir, S(' refieren almonwnto de la sensaciún como a un elemento real de introducción del hombrL' en esos campos de la realidad, en los que no puede pendrar cognoscitivanwnte con la única a,vuda de los sentidos. Es evidente que d concepto «Sentido» se ha usado en la anterior l'XJ)I'L'sión en sentido anai!Jgico. En particular, indica la concn•cicí¡¡ de la función cognoscitiva en un campo determinado~. su intuitividad. \' por lo tanto indica la propiedad de la que gozan los sentidos para captar las llamadas cualidades sensibles. Estas cualidades son diferentes para cada uno de los sentidos v funciones: hav una para la vista v la visión, otra para el oído, otra para d tacto, v así sucesivamente. /,a pelu!tracinn de la sensibilidad por fa Fmlad, cmulición fa FÍ\'encia de los mlores humanos para Cuando se habla de la sensibilidad en nuestro estudio, es evidente que no se trata de la sensibilidad sensorial stricto sensu, y por tanto de la sensibilidad de la \'isla, el oído, el tacto, etc. Se trata también de las diferentes direcciones intencionales del sentir humano, profundamente radicadas en la vida espiritual del hombre. Sin embargo, la sensibilidad sin más no manifiesta la trascendencia de la persona, la autodetem1inación y la operath·idad; pone de INTEGRACIÓN Y PSIOL1E 337 manifiesto más bien únicamenlt' aquello que «sucede» en la persona como sujeto que posee la potencialidad emotiva v exige una integración desde este punto de vista. De hecho, sensibilidml"', etimológicamente, está relacionada con impresión, tiene una raíz lingüística v, en algún modo, también una raíz semántica común. Por impresión enl\.'ndemos tanto la percl'pción sensible de unos objetos como su imagen sensible. La sensibilidad interviene de algún modo en esta capacidad sensible del hombre. Tiene plincipalnwnte un carácter ¡w·eptivo v no activo. Y por eso exige la integración. En este caso se trata no solo de la integración en la consciencia, o sea, de la introducción en ella de cada una de las sensaciones con su propio contenido intencional, de donde brota la vivencia auténtica de los valores. Porque, en cl'ecto, las sensaciones :v las percepciones están dirigidas intencionalmente a valores, como se ha podido ad\crtir va en d análisis de las sensaciones corporales, donde se ha puesto en evidencia su carácter calificativo («me siento bien»- «me siento mal>), etc.). Cada una de las sensaciones está dirigida a un acto en d propio sujeto o fuera de L~l, pero siempre con esa «inclinación hacia el valor>>, con ese rasgo calificativo, que tan nítidamente aparece en las percepciones del propio cuerpo. También por eso las sensaciones v las percepciones constituven en el hombre un medio peculiar de cristalización de las vivencias de los valores. Los emocionalistas, como, por ejemplo, M. Scheler, sostienen que dios son el único medio de contacto cognoscitim que establece el hombre con los valores, que fuera de la percepción no hav auténtico conocimiento de los valores'. ,., L:1 rdacir'n1 t•limolr')gil'a enlre ...scn-;ibilidaJ, r «impresión" se debe :1 que en polaco «sensibilidaLL> se dice •<\\'rai.li11nsc" que, declil·arnente, se relaciona con «liTa enie», que es el t(Tmino polaco para designar la «impre,;iún ... 'CtL M. StHELER. Op. cit .. p. 214: «Los '\enlimiclllos de lalor" r... llpol ejemplo. d "sentimiento J,· estima'' 1 oln") pueden nombrar sobmenlt' a t'Sios. porque c·nla realidad primaria dé la '\ida plena" los Yalores mismos St' daban Indaría de l'orl1la inmediata. por los cualt·s solo ellos llcl'an el nombre de· "scntimienlos de 1·alor"" kn alemán en el original). 338 1\.i\ROL WOJTYL\ ------------- Este l'S también un problema ck koría del conocimiento. que bajo ese aspecto no trataremos aquí. Sin embargo, quercmo~ observar que no es suficiente la simple \'i\'l'ncia de los valores basada en la integración de las sensaciones en la consciencia. Para la trascendencia de la persona en la acción se precisa, además, otra intl'gración: la iutegmchíu en la ¡·enlad, si se le puede llamar así. La trascendencia ele la persona en la acción consiste en su referencia a la verdad, que condiciona la libertad de autodeterminación. Por tanto, también la \'i\l'ncia de los valores, que L'S una funciún de la pmpia sensibilidad del hombre, v por eso una función de las scnsacione~. debe referirse a la captación de la verdad en la esfera de la persona v de la acción. La penetraciáu de la se/1sihi/idad m la l'erJad es 111111 omdicióu para que la pasona te11ga la ¡·ivcncia de los ¡•afores. Solamente sobre la base de esa vivencia puede haber una decisión o una elección que sean auténticamentL' tales. La autenticidad indica en este caso una realización de la libertad tal, que estú condicionada por la convicción, o sea, la referencia madura, a la verdad. Se trata en este caso de un \'erdadero valor \', por tanto, de la \erdad del objeto sobre el que se decide o que se elige. Esa comprensión del concepto de «autenticidad>>, comprendida sobre la base de la verdad, se opone en ocasiones a una comprensión sobre la base exclusiva de la sensibilidad. En esta acepción. la sensibilidad como característica de las sensaciones humanas consistiría en la definitiva verificación de los \·alores \ el único fundamento de su vivencia. Sería como si la consciencia de la integración de las sensaciones y de los valores que se sienten no permitiera va ninguna ulterior integración de la verdad, ninguna retlexión, ninguna calificación intelectual ni un juicio sobre los \'alores. En realidad, sin embargo, precisamente esta segunda integración en la verdad tiene una importancia decisiva para la persona\' la acción. Es también la medida de la auténtica trascendencia de la persona en la acción. El hombre que tendiera hacia un valor única 'r' exclusivamente siguiendo sus sensaciones lf\TEGRACIÓN Y PSIQUE 339 y percepciones, se situaría en el interior del ámbito de lo que ex- clusi\·amente sucede en él. v no sería plenamente capaz de la autodetenninación. La autodeterminación \' el autodominio relacionado con ella exigen que, en ocasiones, se actúe en nombre de la «desnuda» \erdad sobre el bien, en nombre de \'aJores que no se sienten. Incluso exige a veL·es que se actúe en contra de las percepciones del momento. La sensibilidad como riquc:.a particular de la ¡Jsiqw.> !.o anterior no significa de ninguna manera un desprecio de la sensibilidad o de los sentimientos. La sensibilidad es una gran dote de la naturaleza humana, una gran riqueza suva. La capacidad de sentir, la capacidad de percibir espontáneamente los valores constituve el fundamento de muchos talentos humanos. Los emocionalistas tienen razón cuando afirman que esta capacidad es insustituible en el hombre. Incluso el reconoci- miento intelectual de los valores, su justa calificación objetiva, no proporciona a la vivencia la expresividad que le confiere la sensación. Y, a diferencia de esta última, tampoco acerca el hombre a los valores ni lo concentra en ellos. Puede que sea una tesis discutible afirmar, como sostienen los emocionalistas, que el hombre privado ele las adecuadas sensaciones permanezca «ciego a los valores>>; pero es evidente que, en ese caso, no puede tener una vivencia tan dinámica de estos últimos. En este sentido, la sensibilidad es ciertamente una riqueza particular ele la psique humana. Pero para valorarla adecuadamente nos debemos percatar del grado de compenetración de la sensibilidad con la \'erclad. Lo que indica también el grado de integración de la persona, que en la medida en que se domine más plenamente v se posea a sí misma con mayor madurez. también en esa medida sentirá más \'en.laderamente todos los valores, v en su vivencia de los valores reflejará con mayor profundidad el orden que existe entre ellos en la realidad. 340 ------- KAROL WOJTYf.A -----·--· --- ---- - - 5. ¿Qué se encuentra en la raíz de la excitabilidad emotiva, el deseo o la excitación? Ap¡h'l Íllts cmlnt¡¡iscihilis-ap¡¡ct iltts imsci/Ji/is En las consideraciones del prL'SL'n!L' estudio nos hemos rL'· láido \arias wces a la concepción tradicion~d tkl hombre. En esos casos, pensamos ank todo en la profunda concepción l]liL' elabon·, santo 'lúmús de Aquino sobre ellundamL·nto de la filosofía tkl ser. En esta concqKi!'lll t'lllL'r[.'L'n con nitidL'I. los límites L'ntre la sensibilidad\ la racionalidad tkl hombre v, ~~ la \'el., qued~1 clar~l la L'strccha uniú11 que e\isk entre t'llas. Un dnndo que apart'ce en elll'rrcno del conocimiento cuando los sentidos se enCLK'ntran en contacto directo con los objdos \'a la \l'/. proporcionan al¡.ro así como la materia prima del intdel'lo. Se pllL'lk afirmar lo anterior porque L'l homhre conoce con el entendimiento el mundo \isible · l'S tkcir, L'l mundo acCL'sibk a los sentidos- v, a la l'l'Z, capta los objetos dL· L'Sk mundo mediante la [!l'nerali!.aciún intckcti\a. Por lo tanto, también aquello que es accesible a los scnt idos es conocido por el hombre no solo de la manera en la que se les prl'scnta. El conocimiento intclectin> llega mús allá que los datos proporcionados por la pura e\periencia sensible. La relación entre la sensibilidad \ la racionalidad aparece también en el campo que santo Tomás designa con el término appetitus: clappeli/us sensilil·us, ha~ta un cierto punto. también proporciona los objetos de la \'oluntad, que se ddine como appetilus ra/ionalis, aunque bajo otro aspecto la sensibilidad crea problemas a la \'oluntad. Durante el análisis de la autodeterminación, va hemos indicado que no se l'ncuentra en español un único tó·mino que signifique todo lo que encierra el término «appt>titus». Traducimos «appt>litus» o como tendencia o como deseo, pero ninguno de estos términos posee todo el significado que conlleva a)J!Jetitus. INTEGRACIÓ\.J Y PSIOLIE 341 Cuando se trató la \'oluntad, nos preguntamos si se le plll·dc atribuir el carácter de deseo. Parece que esa cuestiún no planll'a problemas L'n lo que respecta a los sentidos, pues el deseo sensibk es una realidad que conocemos por experiencia. Para definir con mavor pn:cisiún esta realidad, santo Tumús distinguió entrL·Io cmlcupi.lcihlc (up¡wtillls coucupiscibilis) v lo irascible lap¡wtitus irasci/Ji/isJ, que son, si se puede decir así, dos variantes particulares del appelitus scllsiti\'lls 1. Entra aquí en juego un cierto «tipo» ha:--ta tal punto que en la distinción de santo Tomás se podría incluso entren'!' el inicio de una tipología. Se trataría de una tipología mús axiológica que psicológica, pues la distinción t'ntre concupiscencia e irascibilidad se refiere ante todo a un determinado bien (un \·alor que cae bajo los sentidos). que en el primer caso es solo objeto de deseo v, en el segundo, en cambio, es un bien difícillbm711111llrduwnl \",por tanto, es un objeto que se conquista tras n.'nccr las correspondientes dificultades. A la vez, Tomús de Aquino H' en estas dos Yariantes del deseo sensible el fundamento de la distinción entre los sentimientos humanos v las pasiones. De esa manera, se encuentra en L'l una intcrpretaciún global del psiquisrno humano v ele su dinamismo desde los sentidos; también encontramos, como hemos recordado, el embriún de una tipología, que parece \'erificablc hasta cierto grado cuando obsen·amos que existen hombres en los que predomina la concupiscencia. mientras que en otros lo hace la irascibilidad. La excitaciún conw hecho en1otit·u particular Las imestigaciones realizadas en el presente estudio manifiestan ante todo el carúcter emotivo del psiquismo humano. De4 L~t dil~rcncia c'tllre apetito concupiscibk .1 apL'lito irascible se L'llcuentra tambiL'n en Ricocuc Cfr.:«[ ... ] 'irascible' ne se r0rde cmpiriqucment qu';t tr·a1cr' ks pas,.,ions d'amhition. de domination. de 1iokncc•. de mé·me que le «cnncupiscihfe, se n\í:lc ('tnpiriqucment j tra1·er-. ks passions du plaisir l'l de la facilit,'• (op. cit .. p. 112). 342 Ki\ROL \\'OJTYL\ ben, por tanto, encontrarse en un punto empírico común con 1<~ concepción de la antropología tradicional (psicología), pues el hecho de que esta fuera metafísica no elimina de ninguna manera sus bases e\perimentales. Ese punto lo constitmc la \'in·n· cia de su carúcter emoti\0, \ parece que se trate de la expcricnci<l de la excitación. La excitaci<ín "sucede, en el sujeto, manifc:--tando s11 específica potencialidad psíquica. SL· trata de un hecho emotim, distinto de la sensaciún, a la que le hemos atribuido con propiedad una intencionalidad cognoscitiva. En efecto. la excitación no muestra tal orientación de la psique, no tiene carác!l'1 cog:noscitim. ¿Tiene carúcter desideratim. apl'liti\·o? Mús bien habría que ohsen·ar que tienL' primaria\ fundamentalmente Ull carúcter t•motim, una emoti\'idad que l'll la excitaciún manil'iest;1 dirersas variantes v matices. En el hombre hav, ciertamente, excitaciones de tipo irascible lirasci/Jilis) \de tipo concupiscibk (coumpiscihi/is). Así que, indirectamente, la L'Xcitaciún tiene Ull carácter apetitivo, aunqlll' lo que observamos en ella Jirect<Jmcntc debemos definirlo propianwntc como excitaciún mcj01 que como deseo. Dirigirse intencionalmente «hacia algo, o «con Ira algo, define otra característica ck• las excitaciones humanas. En sí mismas, son una manifestación de la emotividad, son un;1 típica «activaciún>> emotiva de la psique humana. Esta activación habitualmente emerge con mucha nitidc1 en el campo de la reactividad somática. La L'\citación siempre SL' encuentra en una dl'lerminada reacción del cuerpo, e incluso l'll un conjunto concatenado de complejas reacciones del organism" (circulaciún de la sangre, respiración. el trabajo del corazún ... l que sentimos con claridad. En cualquier caso, aquí se tratad,· una específica sensación co1pnral incluida en la percepción ck l;~ excitación misma: percibimos v tenemos la vivencia del nw mento emotivo v reactivo como un único hecho dinúmico, lo qu,· permite que se pueda llamar a este hecho reacción. Las manifL·:-tacioncs somáticas de la excitación se pueden entender como un;1 peculiar transmisión al cuerpo de ese dinamismo, que es ps1 11\TEGRACIÓI\ Y PSIQUE 343 quico en sí mismo. Debe ser distin¡!uido de la «excitaciún" propia del cuerpo: llL'cho que -al conlrario- es en sí mismo rcacti\o, \ solo tiene i·esonancia emoli\'a. Esta unión con el cuerpo, que es cercana\ lácil de percibir, nos impone considerar que la excilación es algo sensible, una manikstación dinámica de la sensibilidad. La acomrai1an habilualmente unas sensaciones particularmente inlcnsas, un rico reJ'Icjo sensible que determina complcnwntariamenll' la expresi\idad de la \'i\'encia. Exciloción \' f'Xal!aci(í!l No obs!anlc lo an\erior, la reducción de las excilaciones a la sensibilidad supondría una gran simplificaciún. La Fuente de la excii~Jción, el cslímulo que lo pn¡\·oca, de ninguna manera puede influir direclamenll' en los sen!idos. Puede producirla un valor que sea inan:esiblc a los scn!idos sin más, puede ser consL'CUL'ncia de los con tenidos de algunos ideales. A pesar de lo dicho, en esos casos L'S corriente que se hable más de exahación que de excitación. En sí misma la excilaci<'m parece indicar más a la esfera de los estímulos sensibles. Sin embargo, la exaltación, que es mús espiritual, has la cierto pun\o puede conectarse en el sujeto con lo sensible L' incluso con la excilación corpórea. Parece que es\o úllimo ravorece en cierla medida la exallación espiritual, aunque comience a obstaculizarla a partir de un cierto nivel de intensidad. La presenle ohscn·ación manifiesta la necesidad de la integración. La excilabilidad conzo capacidad es!able de dc!enninadas excitacionf's No nos referimos tan solo a algunas excitaciones, sino al conjunto de la excitabilidad humana, como llamamos a esta propiedad cmoti,·a de la psique. La excitabilidad es la capacidad de tener excitaciones v, como las excitaciones mismas, manifies1<1 direcciones v malices diversos. Así pues, la excitabilidad lamhiL'II 344 KAROL WOJTYlA -~- -------- -~- indica una l'sfera Lil' la potencialidad del hombre. que paren· ,... lar eslrechamenll' conectada con la sensibilidad. Pero, aunqw ha\a entre ellas una relación, también ha:-; una frontera: la excit.1 bilidad indica hechos emotivos absolutamente diwrsos de la Sl'll sibilidad, aunque con frecuencia se encuentren relacionados cn11 ella. Pues la simple excitabilidad v la e\citación como s11 k1 mento v su kjido dinúmico wnforman l'n el hombre algo a . . 1 como la esfera de la «explosiún» de los sentimientos. Se tra1:1 aquí, según parece, de la calidad v de la fuerza suhjl'li\·a de In... sentimientos. En consL'l'Ul'ncia, tenemos motivos suficiL·ntes par;o distinguir la excitabilidad Lk' la L'motiridad, de la que trataremo . . por separado. La excitabilidad, de acuerdo con su raíz lingüío..tica, parece indkar ante todo el mismo despertar de los sentí miL·ntos, v esto de un modo mús bien impl'luoso, que acabamo . . de llamar e>;plosiún. La fuente de los sentimiL·ntos en este caso e~ mús bien irracional, su ,-iwncia SL~ encuentra unida con un modo de «CL'gttLTa»; son estos los ras¡!os que,junto a la intensidau emotiva, atribuimos también a las pasiones. A wces se usa en L'SLL' caso la exprL·siún «pasiún>> para referirnos a las pasiones mlinwt'. Si la cxcitabiliuad, y, por tanto, la excitaciún, conslituve una forma de los sentimientos humanos, con seguridad no agota toda la riqueza de sus matices. f.11 excitabilidad, conlponcllte de los impulsos Parece que la excitabilidad sensitivo-afectiva eslú fuertemente radicada en los impulsos hUimmos. Ya hemos mostrado en el anterior capítulo el estrato somático-rcaclinJ del impulso de autoconse\·aciún ~-del sexual. Indicamos a la \'ez que l'l impulso no se puede reducir sin más al dinamismo de este estrato. Posee en sí un centro psico-emotivo propio. Este centro parece encontrarse ante todo en una determinada excitabilidad, así pues, en la excitabilidad sexual v también en las diversas formas de excitabilidad de autoconservación. En ambos casos, se trata de la pecu- 1;--..JTEGRI\CIÓN Y PSiüUI: ------ ----- -- 345 --------- liar capacidad de reaccionar a los estímulos, o sea, de la capacidad de excitarse. Pero esta capacidad, o sea, la excitabilidad, no agota el concepto de impulso, como tampoco lo agota una reactividad concreta del cuerpo, wmo pudieran serlo la capacidad de tener determinadas reacciones sexuales o la autoconser\'ación. Más bien, tanto la reactividad como la excitabilidad se L'llCUL'ntran a disposición de una potente fuerza de la naturall'!.a que determina su orientación hacia L'l valor que l'S la propia e:xistencia, que es el valor más elemental v a la wz más fundamental. Intentaremos tratar el problema de la integración en este campo con más amplitud y en relación con la emotividad del hombre. 6. La especificidad de la conmoción y la afectividad del hombre Cownocúítt r excitación En el análisis de la en10ti\·idad humana hemos llegado a una esfera que debemos analizar aparte, aunque d método reductivo podría impedir esta particularización en algunas condiciones. Se trata concretamente de la vivencia de la conmoción. que no solo se diferencia de la excitación en virtud de una definición lingüística. Estas dos palabras distintas indican también dos vh·encias diver~as. dos hechos subjetivos distintos entre sí. Pues, aunque los dos tengan básicamente un carácter cmoti\'0, sin embargo, la conmociún es algo di\'erso de la excitación, tiene otras características como hecho psíquico. Parece también que a este hecho, a esta específica vivencia v expe1iencia responda mejor d concepto de «emoción,,, aunque sea difícil decir que hav una absoluta identidad de significado entre emoción \' conmoción, como también es difícil afirmar una absoluta identidad de significado entre emoti\'idad \afectividad del hombre. La conmoción «sucede>> en el hombre-sujeto de manera parecida a la excitación, 346 MROL WOJTYL\ pero podemos distinguir entre sí la~ din·rsas clases de ¡}(lsioll<' aninwc. (Comiene recordar en este lugar qttt' el término /}(/S.\111 que utili1.an los tomistas siguiendo a ~u maestro para del'inir dt \·ersos hL·chos de la \ida emoti\a, signil'ica lilt'ralmente <<suc,· der»). Lo característico de la conmoción es distinto de lo carack ristil'o de la t'\Citaciún. l.a ncitaciún parece mús prú\ima a J;, parte sensible del homhrL', la conmoci<'lll. m<is lejana. Aunqu,· ambas estún acompatiadas de una rL·acL·i<'lll somútica, la c:--cita ciún parece estar mús inmersa en esta rl·acción que la l·onmo ción. Tenemos, en efecto, la \ ivenci;,¡ de la conmoción como un~~ ma ni fcstaciún, por decirlo así, de pura l'lllot iúdad, como u n;1 <<acti\ación» de la psique sin más, l'll la que lo somático resalt;1 con menor nitidez. Por ello, también en la\ in:ncia de mucha~ conmociotws, las sensaciones corporales de algttna manera CL'ckn el lugar a las espirituaks. Así sucede, L'S mús, el contenido d,· la conmoción con frccuL'rKia apareL·e estrict;,¡mentc unido a la \ida espiritual del hombre. Y así ha\ una \i\cncia de la conmoción estética ligada a la conll'mplaci<'lll de lo bello. de la conmoci<'m cognoscili\'a ligada al descubrimiento de alguna \'lTclad, \ di\ersos tipos de conmociones ligados a la esfera del bien, en parlindar del bien v l'lmal moral. Estas últimas \'i\eJKias. a las que Scheler considera como las manifestaciones más prorundas ele la emotividad dl'i hombre, tienen lugar en estricta conexi<ín con los procesos de la conciencia moral. El remordimiento moral producido por la culpa no es únicamente un juicio sobre sí mismo, sino que la vivencia de la \erdad demuestra, como sabernos por la e:--periencia, una e\cepcional componente de conmoción. Lo mismo se puede aplicar al proceso de purificación, de justilicación o ele conversión, donde, al menos en el inicio, con h·ecucncia aparece en el hombre una profunda conmociún junto con la real separación del mal v el acercamiento al bien. El contenido y lo~ matices emotivos ele cada conmoción difieren diametralmente. El hombre pasa desde la intranquilidad de la conciencia, en oca- INTEGRACIÓN Y PSIQUE 347 siones dt'S(k un profundo abatimiento por la culpa, casi desde la desesperación, hasta la paz\' una no menos prolunda alegría, a la lelicidad espiritual. La connwci<í1r cmno ntíc!t:o mwti\'0 de la enrocionalidad hunw1w Aquí hablamos va de di\·ersos sentimientos, de las din~rsas manifestaciones emotivas del hombre. El meollo de cada uno de ellos es alguna conmoción. Ese núcleo emotin> se irradia interiormente de alguna manera, formando en cada situación una vivencia emocional distinta a las que llamamos sentimiento. En cada ocasión es distinto, único e irrepetible, v sin embargo entre los diwrsos sentimientos se descubren contenidos que, desde el punto de \'ista emocional. son semcjanlt's \', L'n cierto modo, incluso los mismos. Se distinguen con lrecucncia en algunos matices particulares o en la intensidad, pero su contenido esencial es el mismo. La identidad de los contenidos emocionales encuentra siempre su fucnll', el origen de su \·ivencia, en alguna conmoción que va está dotada de ese contenido, que difunde después en la dimensión psíquica del hombre por la vía de la irradiación interiOJ: Por este camino el sentimiento surge en el hombre, crece en él y, en ocasiones, permanece en él de modo particular. Aparece así también una razón para hablar sobre los estados emotivos. Aunque cada sentimiento, incluso los nn1v fugaces, sea un cierto estado emocional del hombre-sujeto, sin embargo, cuando un sentimiento permanece establemente, es más exacto hablar de un estado. Otra cosa es en qué medida permanece una emoción cuando se hace estable. Parece más bien que lo que llamarnos estado afectivo se ha alejado ya frecuentemente de su núcleo emoti\'() primigenio, que es la conmoción con un contenido determinado, \ se ha coll\'ertido en cierta forma en una parte de la mi untad. El problema de la penetración de los sentimientos en la voluntad, v junto a ello el problema de la com·ersión de los estados emocionales en una determinada actitud emoti\a, es lllll\ 348 KAROL WOJTYLA importanll' en el estudio dt' la «inte¡!ración v la psique>>, que justamente el tema cid presente capítulo. l"' Rú¡ue:.a 1' difácuciacióu dclllllllldo de los Sl!lllinziculos Retomemos otra \'e/. a lo específico de los sentimientos. S,· trata, l·orno va se ha dicho hace un instante. de lo específico tk las conmociones. que a su \ e1. se propagan en la psique. Cuand<' caracll'rizamos los sentimiento~. les darnos nombres diferL'lltl'' anll' todo para distinguir entre sí las difcrellles conmocione~. ) así una es la conmociún que distingue el sentimil'nto de tristeza\ otra el de akgría, otra el sentimiento de ira, v otra el sentimiento de ternura, otra el sentimiento de amor,~· otra el de odio, ele. Fl mundo de los sentimientos humanos es nn1v· rico v diferenciado. algo así como los colores de una palcta. Los psicólogos \, e11 cierta medida, tambi¿n los moralistas SL' han esforzado con fre· CliL'lll'ia en captar los sentimientos principales, a los que l'L'Ull1 ducir to<.la la riqueza emocional de la \ida del hombre. Se ha con SL'guido en parte a pL·sar de que el campo dL' los sentimiento:-humanos presenta un gran número de matices v coloridos indi\iduales. También hav diversas posibilidades por las que los SL'ntimientos se me!.clen, se superpongan entre sí, se compenetrl'll mutuamente, se apown o se enfrL·ntcn. Constitm'l' todo ello un mundo aparte en d hombre. un estrato aparte de la subjcti\idad humana. Se trata de la subjeti\·idad en L'l sentido particular e11 que la estamos entendiendo aquí desde hace til'mpo. puesto l]lll' los sentimientos <<suceden>> en el hombre. Suceden cuando surgen, ~e desarrollan o menguan. La dinámica emocional no consislt', al menos en una parte importante, en la operati\·iclad de b persona. Los sentimientos no dependen del entendimiento, como va lo hicieron notar los grandes filósofos griegos; son esencialmente «irracionaleS>>. Aunque quil.á es fácil que alguno pueda entender este término pe\'OratiYarnente. INTEGRACIÓ\J Y PSJQtiE 349 Alguuos criterios ¡¡ara diferenciar los seuri111ieu10s PUL·de ser lJUL' por esto mismo la emoti\'idad humana ha\ a sido reconducida a la sensibilidad de manera mm. unilatl'ral .\ con rrccucncia mm simplificadora. SohrL' este tema ,.a nos hL'mos pronunciado con anterioridad. Ahora cotTL'Sponde adwrtir una \'CZ mús que la conmoción se dikrencia en toda su especificidad de la excitación. No se trata solamente de una difcn:ncia de grado. sino de una diferencia esencial. Incluso las conmociones más inll'nsas no son excitaciones. Y los componentes de las reacciones sornúticas que acompaiian a la conmoción parece que también son distintos de los que acompañan a la excitación. Se podría suponer, por otra parte, que la excitación da origen a una cierta vin·ncia t'mocional. para la que no sería suficiente la conmclL'irín sin m;ís. Nos refL·rimos no tanto a la mera intl'nsidad del sentirniL·nto, como al nivelen el que <<se descarga>> o se «libera>> la pokncialidad ernoti,·a L'n el hombre. Quizá es esta diferencia de nivel la que se t il'ne en mente cuando se habla dt' la connwciún como algo distinto de la excitaci(ín' al hablar separadamente de la excitabilidad v de la afectividad del hombre. Si SL' habla de diversos ni\'eks, la \'ida afectiva lb·a en sí misma la posibilidad dt' una cierta sublimación, es decit~ del paso de un ni\'cl a otro; por ejemplo, el paso del nivel de las excitaciones al de las conmociones'. La potencialidad humana bajo este aspecto es sublimatin1. Los psicólogos distinguen generalmente los sentimientos inferiores de los superiores. Seiialan también la diversa profundidad de los sentimientos humanos v su carácter más «periférico» o mús «Central». Esta distinción presupone el interior del hombre-persona como un espacio inmaterial en cuyo úmbito se puede distinguir el centro de la periferia sobre la base de la percepción; v también se pueden determinar di\'ersos nh·eles «de profundidad». Esos niveles «de profundidad» del hombre no hay que con'Cfr. M. SCHFLER. Op. ,·ir .. t'll rwrlicubr capítulo V, 11: «Zur Schichlllllt! dl's emntionalcn Lehcns» (pp . .141-.,~61. 350 KAROL \\OJTYLA fundirlos con los niveles de los sentimientos en sí mismos, que. como hemos visto, pueden ser inferiort•s o su¡JL•riores. Sin em hargo, esos niveles «de profundidad» indican una cierta integración de las conmociones v de los sentimientos cn el hombre-su· jeto~· se provectan sohrc la operatividad de la persona. A partir de esta última park del análisis se w también que el dinamismo de los sentimientos se encuentra unido de modo peculiar con el conjunto del sistema de sensaciones y ¡xrcepciones que, cuando penetran en la consciencia, constituyen en cada ocasión la especilkidad concreta de la vivencia emocional. 7. Emotividad del sujeto y operatividad de la persona ú1 diferenciación de los senti1nientvs por s11 contenido emotivo Los últimos análisis no agotan la riqueza de esa realidad que es la vida t'morional del hornhrc, tan solo proporcionan una idt•a y ayudan a caracterizarla. La t'moti\ idad caracteriza de la manera más apropiada nuestra vida emotiva. Cada sentimiento ticne su meollo emotivo en forma de conmoción, desde la que se irradia. Y en hase a esa conmoción cada sentimiento se define a sí mismo como un hccho psíquico totalmente original. Si le pertenece un contt•nido determinado -~' es claro que le corresponde un contenido a las conmociones y a los sentimientos- es tambil'r1 de manera emotiva; no cognoscitiva ni apetitiva, sino precisamente emotiva. Cada sentimiento es un contenido que se presenta en el hombre de manera dirccta y sencillamente emotiva: uno es el contenido, por ejemplo, de la «ira», y otro el del «amor», uno el del «odio>>, y otro el de la «nostalgia>>, uno el de la <<tristeza» y otro el de la «alegría». Cada uno de estos contenidos se realiza propia y auténticamente solo como una emoción. También cada uno de ellos constituye una manifestación y una actualización psíquica de la potencialidad del hombre v manifiesta de manera particular su subjetividad. Sobre la base de los sentí- 1\TEGRAC!Óf\ Y PSJOl'E 351 mientos, en el campo lk la emotividad humana, se evidencia con nitidez una cierta tensión entre la operatividad v la subjetividad del hombre. Por lo tanto, la síntesis entre opera\ iYidad v subjl'tividad v, a la vez, el significado concreto de la integración L'n esta esfera merecen un anúlisis particularmente profundo. Espo11Will!idnd r autodctermiuacicín Las \·ivencias emocionales -las conmociones v también las excitaciones, v tras ellas los sentimientos particulares e incluso las pasiones- fundamentalmenlt' «suceden» en el hombre corno sujeto. Suceden de manera autónoma v espontánea, lo que significa que no son una consecuencia de la operatividad ele la persona (de la autodeterminación). Ante esto se debe admitir en la raíz del dinamismo emotivo una cierta operatividad de la psique, sin la que sería imposible comprender todo lo que sucede de manera emoti\a en d hombre-sujeto. En cierto sen! ido la emotividad significa precisamente esa espont::ínea operali\·idad del psiquismo humano. Cuando indicamos que es autónoma v también espontúnea, CjliL'remos también mostrar la independencia dinúmica de la operati\'idad propia de la persona, o sea, de la autodeterminación. Cuando el hombre tiene la \'ivencia de di\'ersos sentimientos o pasiones, con frecuencia se da cuenta con ¡?:ran precisión de que no es l~l quien actúa, sino que algo sucede en él, e incluso más aún, que algo sucede con él: como si él no fuera señor de sí mismo, corno si hubiera perdido el dominio ele sí o no pudiera alcanzarlo. También entonces, junto con la emoción, el sentimiento o la pasión se abre ante el hombre una especial tarea que cumplir dado que como ptTsona le corresponden la autoposesión\' el autodominio. La emotiridad conw (aclor lfiiC no desintegra a la persona El hecho de que el hombre, ante la aparición de los sentimientos v de las pasiones, se encuentre con la tarea específica de 352 Ki\ROL WOJTHA realizar una integraci{m, no significa de ninguna manera que po1 sí mismos los sentimil'ntos o las pasiones dl'lerminen la desintl'gración. Tal planteamiento apareció en el estoicismo, \ en lu:-tiempos modernos lo ha revitalizado hasta cierto punto Kant. Desde estos planll'amientos, que sugieren de di,·ersa manera qu,· hav que separarse de los sentimientos para que la acti\·idad del hombre se Lkrive exclusivamente de la razón (en Kant, el concepto de imperatim categórico). habría que admitir que toda la potencialidad emoti\·a es en sí una fuenlé de desintq?.ración de la persona en la acción. Sin embargo. la experiencia del hombre entendida en sentido lato. con una particular rdcrencia a la moralidad humana, no permite aceptar ese planteamiento, como. por ejemplo. se pone de manifiesto en la antropología\' L;tica de Arist<ítelcs en relación con los estoicos. o en SchcltT respecto a Kant. La idea de que la cmoti\·idad humana \, en particular, la emocionalidad humana constitme una fuente de desintegración aparece de modo particular en el apriorismo ético\ antropológico. Pero L'se apriorismo, por su propia naturaleza, no tiene en cuenta la experiencia. Encontrar en la emoti\·idad (emocionalidad) del hombre exdusivanwnte una fuente de desintegración de la persona en la acción, es prejuzgar al hombre como alguien que está condenado irremisiblemente a la desintegración. Oesde este aspecto, se puede caracterizar el pensamiento estoico como pesimista. Un pesimismo que brota, en particular en Kant, de su parlindar idealismo. El papel crea/ÍI'U dé! la lensi611 entre emofil·idad r opemtiridad Sobre la base del pensamiento realista, al que pretendemos ser fieles, aceptamos que ningún sentimiento ni tampoco ninguna pasión humana originan por sí mismas la desintegración de la persona en la acción. Lo cierto es. en cambio, que plantean al hombre una peculiar tarea de integración. Si el autodominio Y la autoposesión son estructuras propias de la persona, se entiende INTEGRACIÓ\i Y PSIQL;E 353 plenamente la tarea de la integración de la emotividad (emocionalidad) humana en la autodeterminación de la persona. Se delinea, en electo. una neta tensión entre la operatividad espontánea del psiquismo humano v la operatividad de la persona. Se trata de una tensión que tiene muchos aspectos v que constítu\·e de alguna manera un momento clave de la personalidad vele la moralidad. En la antropología tradicional esta tensión se entendía principalmente como tensión entre las facultades dd alma humana, entre elappetitus mtiOiwlis (voluntad) v el appetitus se~~si­ tivus (deseo sensible). A la luz de las investigaciones de este estudio, intentaremos observarlo ante todo como la tensión entre la subjetividad y la operatividad de la persona. Ya hemos ad,·ertido previamente que la síntesis entre subjetividad y operatividad en la acciún de la persona no se realiza sin un esfuerzo particular, que se puede definir como el esfuerzo más específico ele la interioridad del hombre. Este esfuerzo nos ha permitido, entre otras cosas, comparar la operatividad de la persona en la acción con la creatividad (capítulo 11). Para captar este problema en este capítulo nos ha preparado también hasta cierto punto el análisis de la relación que surge en el conocimiento entre la sensibilidad v la verdad. Deseamos, pues, dejar constancia de que la tensión entre emotividad del sujeto humano \'operatividad humana en la acción es específicamente creativa. Jende11cia de los se11timientos a radicarse en el «WJ» subjetim La tensión entre la autodeterminación, es decÍI; la operatividad propia de la persona, v la emotividad, es decÍI; la operatividad espontánea de la psique humana, se reduce sin duda a la mutua relación entre voluntad v los sentimiento~. Si en esta relación observamos la tensión entre subjetividad ~· operatividad del hombre, tenemos evidentemente en mente no el sujeto como suppositwn, sino la subjetividad como co1Telato expe1imental de aquello que únicamente «sucede, en el hombre a diferencia de la acti,·idad, en ht~ 354 KAROL WOJTYLA que la operatividad es esencial. También con él se une la tras,.,.,, ciencia de la persona en la acción. Los sentimientos, en cambio. ' como :va ha quedado dicho, suceden en d homhre. El acaecer L'lll<~ tivo es fugaz, como si recorriera tan solo la superficie del al11n pero manifiesta tamhién su característica tendencia a enraizarse"" el «VO>> subjetivo. Entonces, cuando un sentimiento se transfonn;~ en un estado psíquico estable, surge v aparece con él una forma i11 terna del hombre. Así. por ejemplo, es di\erso el sentimiento in m,· diato v fugaz de ira del estar permanentemente airado: la ira con1" forma interior del hombre. Tamhién ha:> que distinguir entre el sen timiento pasajero de amor o de odio y el amor o el odio corn" forma permanente en el interior del homhre. Estas fonnas constituven elementos est?nciales de la vida humana, constituven un frut~ • particularmente importante de la potencialidad emotiva v del dina mismo del hombre. Es corno si nos encontráramos en este caso e11 un punto en d que el «suceder>> v la autodeterminación se encucn· tran particularmente cercanos entre sí. Las actitudes emocionales se forman en gran medida de manera autónoma. espontánea. Su permanencia v radicación en el sujeto fluye del mismo dinamismo emotivo del que surgen la primera conmoción v la excitación. La permanencia y el enraizamiento de la emoción en el «VO>> subjeti\'O atestigua el alcance de la energía emoti\'a. Simultáneamente, constituye una específica acumulación de la subjetividad y de la inmanencia. La operati\'idad \'la trascendencia del «VO>> personal con ella relacionada es como si SL' encontraran anastradas en el sujeto. Los sentimientos influyen de tal manera en la voluntad, que esta, rnás que crear una determinada actitud en la persona, la toma de las emociones; a estas posturas s,· les llama actitud emocionaL Se trata de algo que es a la vez típicamente «subjetivo>>. Con razón los sentimientos son reconocidos como fuente par1icular del subjetivismo del hombre. Estmcturalmente, el subjetivismo significa la preeminencia de la subjetividad sobre la operatividad. en cier1o modo la preeminencia de la inmanencia psíquica sobre la trascendencia personal en el actum: 11'\TEGRACIÓN Y PSIQt:E 355 La potencial constatació11 de la operatil'idad de la persona como resultado de la penetración de los sentimientos en la I'Oluntad Pero todo lo anterior no prueba sin mús que la emoción equivalga a la desintegración. A pesar de que va antes hemos reflexionado sobre el problema de la ernocionali1.ación de la consciencia, y aunque es universalmente conocido~· reconocido el hecho de la disminución de la responsabilidad cuando se actúa bajo el influjo de los afectos, sin embargo esto no permite que se atribuva a las emociones una función desintegradora. La emotividad puede disminuir la distancia entre el «VO>> subjetivo y el operativo; hasta cierto punto puede imponer a la voluntad su universo ele valores, pero no es tan solo un obstáculo para la integración ele la persona en la acción. Más aún, esa integración es posible y entoncl's la emoción proporciona una particular nitidez a la operatividad v, junto a ella, a toda la est111ctura personal de autodominio v de autoposesión. 8. La emotividad del sujeto y la vivencia de los valores La emotil'idad r la opemtiFidad conscie111e La relación entre la emotividad y la operatividad del hombre exige un análisis posterior, va que hasta ahora no hemos puesto ele manifiesto suficientemente todos los elementos ele esta relación. Es evidente que en el hombre la emotividad se erige en fuente de subjetivación e interiorización espontáneas, que se distingue de la subjetivación e interiorización conscientes. Una especie de fenómeno limítrofe es la emocionali~.ación de la consciencia, en la que el exceso de emoción de alguna manera destruve la consciencia v la capacidad, relacionada con ella, de una vivencia normal. Entonces el hombre vive exclusivamente su propia emoción, excitación o pasión; las vive sin duda subjetivamente, pero esta «subjetividad» conlleva efectos nocivos en lo que respecta a la operatividad, la autodeterminación v la trascen- 356 1\·\ROL WOJTYL\ dencia de la persona en la Jcciún. De modo que, en el caso límik de la subkti1·aciún espontúnea mediante la emoción, es como si se separase la subjl'ti1·idad humana de la opLTatividad consciente. Se trata de situaciones en las qLIL' el hombre deja de ser capaz ele actuar conscienll' \ responsablemente. Situaciones en las que la actil'idad deja de ser tal para convertirse L'll un nwro «suceder»: algo sucede en el hombre\' con el hombrL', algo que ni tienL' su origen en el hombre ni lo llel'a a su plenitud. Tampoco puede ser plenamente responsable de ello, aunqUL' siempre calw preguntarse por la responsabilidad que tiene por encontrarse en esa precisa situaci('m cuva responsabilidad no ha podido asumir. Dejando de lado estos casos límite, en los que la emotil'idad es como si anulara la operati1idad de la persona, es necesario asumir una serie de casos en los que tan solo se da una disminución de la operatividad. El grado Lk esa limitación puede ser di~Crso L'n función de la intensidad de la emoción. Cuando hablamos de la intensidad de la emocic'm, realizamos una simplil'icaciún, que en sí misma parece justa, aunque no asuma toda la complejidad fáctica. Al hacer de¡wndcr el ¡!rado de limitacir'ln dL· la operatividad consciente -v también de la responsabilidad- de la intensidad de la emoción, podría parecer que contraponemos la emotividad v la operati1·idad solo como dos fucrt.as. Pero la contraposición L'S mucho mús rica, v no se debe entender el concepto de fuerza psíquica a semejant.a del de ful'rza física; puesto que la fúer:.a del sentimiento flure en 110tahle medida de la Fil'mciu de los \'aiores. Y es precisamente en este campo donde emerge la posibilidad de la integración. La emoción como jáctor que expresa la l'i1•encia Cuando decimos que la fuerza del sentimiento brota en gran medida de la vivencia ele los valores, estamos tocando lo que parece más significativo para la emotividad humana,~. que también la distingue de la rcactividad puramente somática. Real- 1\¡TEGRACION Y PSIQt:E --- 357 mente la capacidad somút ica para reaccionar ante los e.-;tímulos. v· en concrl'lo en el campo de los impulsos humanos, tiene objetivamente una indudable rdcrencia a los \'alnres; no obstante, t'n este nivel no se puede hablar de una\ iwncia de los valores en sentido estricto. Quizú también por esta raz<'Jn los dinamismos somáticos en sí mismos no se encuentran relacionados con la consciL·ncia . .v esta conexión- siguiendo en esto la vivencia corporal- se forma mediante las sensaciones. Algo distinto sucede en lo que se refiere a las emociones. Son en sí mismas captablcs por la mnsciencia. más aún manifiestan una capacidad específica para implicar a la consciencia. De 111anera que no solo L'S que seamos conscientes de nuestras emociones, sino que también la consciencia v· en concreto la vivencia recibe de ella una particular cxpresi\idad. La expresi\ idad de las \'i\eneias humanas no parece St'r tanto de naturalc;.a ulllsciente como propiamente emocional. Se puede decir que L'n el curso ordinario de las \·iwncias -esto es, fuera de los casos límitL' o cercanos al límite- el hombre elche a las emoci011L's ese «Valor» peculiar de sus vivencias quL' consiste en su cxpresi\·idad subjetiva. lo que no deja ele ser sig:nilkativo, incluso en lo que respecta al aspecto cognosciti\·o de esas \Ívencias. Referencia de las conmocirmcs-" de los se111imientos alndor No obstante. deseamos hablar aquí sobre el valor ele la vivencia, no sobre la vi\·encia del valor. Los análisis anteriores, _ven concreto el análisis de la sensibilidad, va nos ha preparado en ese sentido. Las conmociones\' los sentimientos humanos se refieren siempre a algún valor, se generan desde esa referencia. Así es cuando nos airamos v cuando amamos, cuando estamos tristes, cuando nos alegramos o cuando odiamos. En cada uno de estos casos hav una cierta referencia a un valor, toda la emoción de alguna manera se encuentra en esta referencia. Pero no se trata de una referencia ni cognoscitiva ni «apetitiva». La emoción -conmoción o sentimiento- seiiala un determinado \'alor, pero por sí 358 KAROL WOJTYLA misma ni lo conoce ni lo «desea». Únicamente se puede decir l¡ttl' las emociones «demuestran>> de una manera particular, experi mental. la existencia de valon:s fuera de sí mismos, fuera del s11 jeto que posee la \i\·encia emocional. Si aparece algún conorimiento a la vez que se indican o se «demuestran>> unos valores, L'' gracias a las sensaciones va las percepciones, que constituyett algo así como la condición emotiva o el rellejo emotivo de lo~ sentimientos. Cuanto müs profundamente penetra ese reflejo e11 la consciencia, más completa es la vi\'l'ncia de los valores. En cambio, la emocionalización de la consciencia la dificulta v, en ocasiones, incluso la impide. Sin embargo la simple emoción -conmoción, excitación, sentimiento o pasión- dirige su contenido emotivo fuera de sí misma, precisamente hacia un determinado val m; _v crea así al mismo tiempo la ocasión para tener la \ ivencia v el conocimiento experimental de esos valores''- Orign1 emotim de la I'Í1'1'11Cia esponlánt:a de los l'lllorcs En cualquier caso, cuando en el sujeto se despierta, se difunde v se radica un sentimiento, este libera espontáneamente una referencia a los valores. De algún modo, la propia espontaneidad de esta referencia parece que es 1111 valur: concretamente de un valor específico de la psique, esto es, un valor «para la psique>>, que manifiesta una inclinación natural hacia la espontaneidad basada en el dinamismo emotivo que le es propio. A la psique humana de corresponden la espontaneidad v también la vivencia espontánea de los valores; quizá no tanto como consecuencia de su propia facilidad, esto es, en virtud de que el \'alor en esos casos esté «dado>> v fácilmente «preparado>>, sino como consecuencia ,. El modo d~ pensar expuesto aquí se diferencia claramente de la posición de Schdcr kfL op. cit., en particular "Forrnalismus uml Apriorismus<> pp. 6668). Parece que se debe distinguir al menos la «aproximación" máxima del sujeto a los 1·alores, que es función de la emoción. de su «COOO<:irniento» en sentido estricto. INTEGRACIÓN Y PSIQCE 359 de una específica rcali::.ación enwcümal, que se encierra en esta vivencia. La realización emocional es a la vez una realización específica de la propia subjetividad del «yO>> humano, origina el sentimiento de ser enteramente en sí, junto con una gran proximidad al objeto, esto es, a aquel valor con el que espontáneamente se establece entonces un contacto. La tCilsión cntn' elnoti1·idad v autodeterminación, expresión de la lll.'cesidad de integración Si la tcnsiún entre emotividad y operati\"idad, de la que va se ha tratado n:petidamente, es una knsiún de dos fuer/.as o dos facultades del hombre, lo es sobre la base de una doble referencia al \alo~: La operati\'idad, v junto a ella la autodeterrninaciún personal, se conforman en la decisión ven la elección, que presuponen una relación hacia la wrdac..l, una referencia dinámica a ella en la propia \"Oiuntad. De esta manera, en la Yivencia espontánea de los \·alores y en la tendencia, que está conectada con esta vivencia, a la realización emocional de la propia subjeti\idad penetra un factor nuenl, trascendente. Este factor conduce a la persona hacia su reali1.ación en la acción, no por la vía de la pura espontaneidad emocional, sino mediante la relación trascendente con la verdad, y con el deber v la responsabilidad que están ligados a ella. En las concepciones tradicionales se definió como «razón>> a ese factor dinámico de la vida personal. Definición que encuentra su expresión en la popular y frecuentemente usada proposición en la que se contrapone justamente el sentimiento a la razón, que no significa en este caso simplemente la capacic..lad para conocer intelectualmente. Significa también algo superior respecto a los sentimientos, a la espontaneidad emotiva del hombre; una fuerza v una capacidad para decidir v elegir guiándose por la verdad sobre el bien. Esta capacidad constituve una auténtica fuerza del espíritu, que representa un eje del actuar humano. Pero la simple pose- 360 KAROL \\'OJTYLA sión de esta fuerza, aunque exi¡.!e una cierta distancia respecto a los \·alores espontáneamente \·ividos (l's algo así como la «distancia de vndad>>), de ninguna manera se manifiesta en eliminar esos \·alores de los que se tiene una \'i\encia esrontánea. ni en rechazarlos en nombre de la «pura trascendencia», como exigían los L'stoicos o 1\.anl. La auténtica subordinación a la \'erdad como fundamento de las decisiones\ de las elecciones de la mluntad libre del hombre requiere más bien una peculiar conexión de lo tra.lccndt!ncia con la inregración en la esfera de las emociones. Pues, corno va hemos indicado, se trata de dos aspectos. a tra\·és de los que se explica la complejidad de la adiYidad humana. Y. en concreto, parece de enorme importancia para el campo de la emotividad humana que se trate de una explicación de la complejidad,. no de una reducción simplificadora. 9. Acción y emoción. Función integradora de la habilidad La atmccÍIÍII r la re¡nrl.1itíll co111o fánnas dt! rej(•rencia t!SJIOII!ánca los l'il lmrs 11 Men~ee que prestemos atención aquí a la función integradora de la habilidad. Debemos la doctrina clásica sobre las habilidades a los fi!<'Jsofos Aristóteles v Tomás de Aquino. Presupone toda su antropología y psicología. la concepción del alma humana\ de sus facultades. En este estudio nos hemos referido al concepto de habilidad; cuando, en l'l capítulo anterior, hemos examinado la integración de la persona en la acción en el úmbito del dinamismo somático, hicimos notar cuánto debe cada síntesis de acción v movimiento a las habilidades adquiridas por el hombre va desde el comienzo de la vida, mucho antes de alcanzar el uso de razón. Los análisis del psiquismo humano y de la emotividad realizados hasta ahora reYelan suficientemente la tensión que surge entre el dinamismo espontáneo de la emoción v la operatividad de la persona. Finalmente también hemos expli- 1\TEGRACIÓt'\ Y PSIQl'E --------------------- 361 cado en qué sentido esta tensión, basada en la referencia a un valor, aparece entre el Sl'ntimiento v la referencia intelectual a la verdad. L:na inte¡?:raciún adecuada en este campo incluve va, pues, un cierto uso de la razón v una relaciún a los objetos de la acti1 idad basada en la nTdad sobre el bien constituido por estos objetos. También hav que entender bajo este aspecto la función integradora de las habilidades, tal como la entendieron los grandes maestros de la l"ilosofía que acabamos de recordar. La tensión entre operatividad de la persona v emotividad se ckriva del hecho de que la dinámica de la emoción lleva consigo dirigirse espontáneamente hacia determinados valores. Un dirigirse que tiene el carácter de una atracción o una repulsión: solo se puede hablar de dirigirse «hacia» en el primer caso: en el segundo más bien es justo lo contrario. En tanto que el direccionamiento emotivo «hacia» indica un cierto valor, la repulsión o dirigirse «fuera de» indica un contravalor, algún mal. Así pues, todo el dinamismo emoti1·o lleva consigo una cierta orientación espontánea que conduce al hombre hacia la relación claramente antagónica entre el bien v el mal, como lo puso de manifiesto con fuerza Tomás de Aquino en su clasificación de los sentimientos. Que d hombre se dinamice emotivamente v se oriente hacia el bien \ contra el mal no constituye tan solo una función de las conmociones o de los sentimientos, sino que llega a las raíces más profundas de la naturaleza del hombre. Pues, en este campo, las emociones \'an tras la orientación de su naturaleza, que -como va indicamos- se expresa en los impulsos. No nos referimos en este caso al impulso de autoconserTación '1 al impulso sexual, a los que va nos hemos referido en el capítulo precedente. Ciertamente. v sobre la base de estos últimos, se realiza en un ámbito dado una división ele sentimientos entre atracción v repulsión: pero nos referimos ante todo a la inclinación «hacia el» bien \" «contra el>> mal, que es específica de la naturaleza humana. Además, la atracción o repulsión de la que aquí hemos tratado de manera mm general no se definen inmediatanll'nll' L'll 362 KAROI. WOJTYl.A relación a su objeto. Oefinirlas es tarea~- función específicas de la persona, pues pertenece al intelecto, que forma una referencia cognoscitiva del hombre a la verdad, en este caso a la verdad sobre el bien v el mal. Elef'ciáll 111ora/ a11te la atracció11 r la re¡mlsió11 es¡JOntálleas Ahora bien, cada uno de los SL'ntimientos porta consigo una referencia de carácter emotivo (emocional), que es propia\. espontánea. Junto con los sentimientos corre pareja la percL·pción de los \·alores o de los antivalores. De este modo, se forma un hecho psíquico con mavor o menor nitidez; donde entendemos por nitidez de un hecho la fuerza de la experiencia en la consciencia. Y así, por ejemplo, los sentimientos de am01; de alegría o de deseo se orientan atracth·amente hacia el bien, mientras que los de miedo, de aversión o, en otro caso, de trisll'za se orientan de modo repulsivo. Santo Tomás advierte adecuadamente sobre otra característica de las conmociones v de los sentimientos, que se caracterizan por d elemento de la irascibilidad; el mús característico de esos sentimientos es la ira, una emoción fundamentalmente repulsiva, pero en un sentido peculiar: Esto mismo aparece de otro modo, por ejemplo, en la vivencia emotiva de la valentía. Ya hemos recordado anteriormente que las emociones humanas tienen una doble cara, ~' que en ellas puede ser dominante o bien la concupiscencia o bien la irascibilidad. No obstante, parece que es particularmente importante la división según domine la atracción o la repulsión en la vivencia emocional. porque se refiere a la orientación espontánea de la subjetividad psíquica humana «hacia» el bien o «contra» el mal. Justamente, sobre la base de esta orientación, en la que está radicada una profunda inclinación de toda la naturaleza, se desarrolla también la principal tensión entre la emotividad espontánea de la naturaleza v la operatil'idad personal, o sea,/a autodeterminación. INTEGRACIÓN Y PSIQUE 363 Y justamente aquí se manifiesta la función especifica de la operatividad. la función de integración. Los frecuentemente recordados grandes maestros de la filosofía clásica v, en particular, los maestros de ética explicaron esta función en su enseñanza sobre las virtudes, o sea, sobre las habilidades morales. Desde el principio dt' este estudio hemos mantenido la posición de que la moralidad dt'termina dt la manera más esencial la humanidad v l<1 persona. Justamenll' por eso, la experiencia de la moralidad es un elemento de la integridad de la experiencia sobre el hombre. Sin ella, no se puede construir una teoría adecuada de la persona v de la acción. La integración de la persona en la acción sobre la base de la emoti\'iclad (emocionalidad) propia del psiquismo humano se realiza mediante las habilidades, que, desde el punto ele vista ético, reciben el nombre de \·irtudes. El concepto de virtud contiene como elemento esencial el valor moral~·. junto a él, la referencia o la norma. Pero, aunque exclu~·amos esta relación propia de la moral en el presente análisis, en el sentido de que no la analizaremos detalladamente, dejándola como tarea de la propia ética (llamamos esto al comienzo del libro «poner entre paréntl'sis» ), en cualquier caso permanece ante nosotros como un problema estrictamente personalista, el problema de la integración, esto es, de la adecuada eliminación de las tensiones entre la emotividad espontánea v la operatividad personal. es decir, la autodeterminación. Justamente hablamos ele solucionar el problema ele la integración, porque se trata de realizar la estructura personal del autodominio .v de la autoposesión sobre la base de la subjetividad psíquica, que espontáneamente conforman unos hechos emotivos ricos y diferenciados con una peculiar y espontánea atracción o repulsión. La {i111cióu de las Firtudes La estructura personal ele la autoposesión v del autodominio se realiza gracias a las diversas habilidades, puesto que por 364 KAROL \\'OJTYlA e~encia las habilidades tienden a subordinar la emoti\·idad espontánea del «\O>> subjetim a la autodl'ILTminación de ese «VO>>. Así que tiL·nden a subordinar la subjetividad en lunciún de la operati\ idad trascendente de la persona. Pero realizan lo anterior de modo que se aproveche almú\imo la energía emoti\·a \que no resulte amortigttada:. Porque hasta cierto punto la voluntad «irena>> la e\plosi<'m espontúnea de esa em·rgía, v de alguna manera la absorbe en sí. La energía emotiva oportunamente asimilada forlaiecL' notablemente la energía de la voluntad misma. Esto es tarea v obra de la habilidad. Por este camino se alcanza g:radualmente algo más aún: gracias a las habilidades de diversos campos !u m!ull/(/(1 puede acoger v hacer sum de modo seguro la espontaneidad que es propia de los sentimientos v de toda la CIIJUlit·id!ld L'll general. También es una de las características de la habilidad gozar de un cierto grado de espontaneidad, qul' no l'S originaria, sino alcanzada a través de ese proceso continuo que denominamos trabajo sobre uno mismo. En cuanto a la referencia a los ,,dores. este proceso dl' integración perfl'cciona la propia psiqul' \conduce gradualml'nll' a la mluntad. guiada por la luz del conocimiento intelectual. para que, en la referencia espontúnea a la \.'moción. o sea, en la atracción o repulsión espontúnca, sepa acoger v elegir lo que es verdaderamente bueno. Y sepa también recha;.ar lo que es n'rdacleramente malo. La integración de la persona l'tl las acciones es una tarea de este ámbito que se prolonga a lo largo de toda la vida del hombre. Esta tarea comienza en la vida humana algo más larde que la integración somático-reactiva. pues l'Sta última va está completa en un grado apreciable cuando apenas comienza la integración psico-emotiva. Así por ejemplo, el hombre-niño aprende más rá- Parece que esta conricci<m se cncut'ntra nprcsada en la idea de Aristútl'ies cuando picn><t que d poder Je b rat.ún \ la voluntad sobre' lo;; sentimientos tit?llt' un carácter m:ts bien «polítiL"o» (o «diplom<itic<»>), y no absoluto (clt: Polit\ka. 12S4 hl. Se puede decir que pertenece al carácter «político» de t'Stil l"acultad tambic'n saber cuándo es nect'sario ejercitarlo de moJo «absoluto». INTEGR/\CIÓ\ Y PSIQUE 365 pidamentc los morimientos nt'Cl.'sarios v las habilides correspondientes que las virtudes respectivas. Esta se¡?:unda integración la identificamos t'll cierta medida con la obra de formación del carácter v de la personalidad psico-moral. En ambas tareas integrativas se encuentra presente un momento de «tmificación», a pesar de que -como hemos dicho al comicnw de estas rerle.\iones sobre el tema ele la in!L'graciún- no se trata literalrnentL' Lk la unificación en el sentido de unión de las partes e11 un todo, sino de la realización y simultánea manifestación de la unidad sobre la base de la específica complejidad del sujeto personal. 10. Conducta'·' y «comportamiento» Significado dr rstos tér111i11os Cuando nos observamos con atenciún a nosotros mismos o a otros. podemos trazar una sutil línea divisoria entre lo que llamamos «conducta» v lo que definimos en ese mismo hombre más bien como <<Comportamiento••. No sin moti\'0 dedicaré unas últimas reflexiones a esta diferencia. puesto que es punto de encuentro de muchos de los temas sobre los que se ha hablado <JI analizar la integración de la persona en la acción, tanto en el ámbito del psiquismo humano como en el de la somática. El término «conducta» parece indicar el actuar del hombre como resultado o como resultante de su operati\·idad. No obstante, se trata de un término metafórico. Su significado p1imero v propio conecta con el camino por el que alguien «Conduce» \' avanza en una dirección. Una conducta contiene muchos «m·anCCS>>. Para designar cada uno de ellos en particular no utilizamos la palabra «Conducta••, sino «actuación•• o «hecho••. La conducta indica, en cambio, una cierta continuidad ele esas actuaciones o también de sus casos particulares. Si atendemos a la cone.\ión ·:·Hemos traducido Jo,, términos polacos «posteptl\l·anit'" \ ·<t;Jt·holl;tllic sie» con lo~ t¿rn1inos <<Conducta))' «comportamiento>), respecti\~nncnk. 366 KAROL WO.ITYLA fundamental con el camino por el que va un hombre. o SL'<I. <H'anza, podemos atribuir a la conducta, en sentido figurado n:1 turalmente, una propiedad normatim: la conducta consiste sit'lll pre en «seguir» un determinado camino. Seguir un camino' L1 dirección relacionada con él no es algo pasivo. un resultado ,k <do que sucede» en el hombre o con el homorc, sino que es algo activo que tiene su fundamento en la operatividad (autodetenni nación). De esta manera, la conducta se refiere ante todo a la acción que realiza el hombre-persona. en la que también se realil<l él mismo. En cambio, un análisis detenido de la referencia del término «comportamiento» manifiesta algo di\uso. Con él designamos habitualmente un «modo de sen> de una delt'rminada persona, que se obser\'a fácilmente desde el exterior. Un modo de ser que está relacionado con el actuar del hombre, pero sin identificarse con él. El comportamiento de un hombre no se refiere a la misma realidad o, por lo menos, no al mismo aspecto de la realidad al que nos referimos cuando hablamos de la conducta de ese hombre. En el comportamiento, en ese concreto modo de ser que acompaña a la conducta, están incluidos una serie de elementos sobre los que el hombre no siempre decide o al menos no decide totalmente, de los que no es autor, al menos de manera total. Estos elementos forman, en definitiva, la expresión externa o sencillamente el «aspecto exterior>> del actum: En esta forma de expresión externa o <<aspecto exterior>> determinan cómo actúa un hombre concreto. Sin embargo, ese «cómo>> no se debe referir a la propia esencia de la acción ni tampoco a la unión sustancial de la acción con la persona. No se trata de cómo actúa un determinado hombre, sino únicamente de cómo se comporta cuando actúa. El actum; el comp011arse v la integración Se observa con facilidad que hombres distintos se comportan de manera diversa cuando realizan acciones análogas. Se INTEGRACIÓN Y PSIQUE 367 trata de una cualidad de algún modo «fenoménica>>, en la que infJU\en factores somático-constitucionales,. también psico-emotivos, que hacen que «parezca» distinta la acción de un hombre de una constitución, por ejemplo, alta v delgada, que la de otro hombre con una constitución ancha v chaparra. También es diversa la expresión y la gesticulación de un hombre de temperamento \'i\o v apasionado de la de otro hombre dotado de un temperamento tranquilo v flemático. Incluso cuando ambos realizan lo mismo, sin embargo las «acciones» son de algún modo diversas, esto es, se comportan diversamente. La distinción entre «conducta» v <<comportamiento» puede servir, además, para esclarecer el problema de la integración de la persona en la acción, de la que nos ocupamos en los dos últimos capítulos. 11. La integración de la persona en la acción y el descubrimiento de la relación entre el alma y el cuerpo La trasce11dencia r la Ílltcp,ración como ex¡m:sir)n de la complejidad del hombre En los dos capítulos dedicados al análisis de la integración de la persona en la acción entendimos por integración la manifestación y la simultánea realización de la unidad sobre la base de la diferenciada complejidad del hombre. En este sentido, la integración es un aspecto del dinamismo de la persona, un aspecto complementario a la trascendencia, como se puso de manifiesto en el comienzo del capítulo V. Con ese presupuesto, nos hemos ocupado en los dos últimos capítulos principalmente de cómo se manifiesta en los actos de la persona la unidad de los diversos dinamismos. E\'identemente, la heterogeneidad v la diferenciación entretejen esta unidad, lo que también ha sido puesto de manifiesto indirectamente al tratar de caracterizar el dinamismo somático\' psíquico del hombre. 1'-io obstante, no nos hemos ocu- 368 KAROL WOJTYLA pado de manera profunda del problema de la composición del hombre, ni en los dos últimos capítulos ni tampoco a lo lar¡!o dl· este estudio. Más bien se puede decir, al contrario, que la manifestación dinámica de la persona en la acción nos permite conocer la unidad de hombre más que su complejidad". Antes de terminar estas rel"lcx.iones, es necesario ad\·ertil que la complejidad late en la unidad v se deja descubrir, de modo paniculat; mediante la realidad de la integración. Si a la pcrsona humana lc correspondiera en su actuar solo la realidad de la trascendencia, entonces nada se podría captar sobre la complejidad del hombre. Sin embargo, la integraciún nos permilé no solo observar la unidad Je los din~rsos dinamismos en la acción de la persona, sino qtte a la ver. nos abre las estructuras v los nin:les de esa complejidad propia dcl hornbrL'. Durante el an<ílisis de la integración hemos hablado \arias \eces sobre esas capas \" sobre la compiL·jidau psico-somútica. No obstante, es sabido que el descubrimiento dL· la complejidad psico-somática en el hombre no es aún d descubrimiento de la relación propia dd alma con el cuerpo. La relacirin dd alma r el cw:r¡JO, la trascendencia v la intcgmcil!n A pesar dc lo anterim; el descubrimiento de la relación del alma con el cuerpo se realiza en el ámbito de la expl'ricncia global del hombre. El concepto de integración, como el concepto de trascendencia de la persona en la acción, sirve para captar bajo diversos aspectos los datos de esta experiencia. Cuando hablamos de la integración de la persona en la acción. nos encontramos en el terreno de la experiencia del hombre~', en sentido fenomenológico, la aprehendemos de modo bastante profundo (no solo descriptivo), va que la totalidad ele los datos de esta e.\pcricncia «~l' encuentra» en este concepto, de modo parecido a como bajo otro aspecto «se encuentra» en el concepto de ti·ascen' De la rclacicin entrl" el alma' clcucrp<> se ha ocupado la historia de la filosofia repctidaml"ntc, \ ha respondido dl" modo di\crso. INTEGRACIÓN Y PSIQUE 369 dencia. Es esto principalmente lo que hemos intentado mostrar en los anteriores análisis. Constatamos toda la riqueza de los dinamismos particulares a nivel somático v psíquico; la integración es lo que <<hace» personal a este dinamismo .v lo subordina a la trascendencia de la ptTsona en la acción. Gracias a ello, encuentran su lugar en la estructura inlt'gral de autoposesic'm v de autodominio, que es propia de la persona. Ya indicamos al comienzo dd capítulo V que esta estructura muestra claramente la complejidad que se encuentra en la unidad personal del hombre, pues este es, a la \·ez, aquel que se posee a sí mismo va sí mismo se gobierna, v aquel que es poseído por sí mismo y que está subordinado a sí mismo. El análisis de la integración de la persona en la acciún, tanto a ni\'l~l psíquico como a nivel somático del hombre, ha constituido una confirmación de esta complejidad. Sin embargo, no St' puedl' decir que la confirmación de esa complejidad sea idéntica al descubrimiento de la relaciún del alma con el cuerpo en el hombre. Se trata de una complejidad de tipo fenomenológico y \·ivcncial. Se puede admitir que la dvencia de la trascendencia\ de la intt•gración responde aproximadamente con lo que en algún caso se ha definido como hombre <<superior>> e «inferior», poniendo así en claro mediante esta diferencia que procede de la experiencia v de la autoconsciencia humana 9 En este lugar hay que \·oh-er sobre cuanto se ha dicho sobre el tema de la <<vivencia del alma>> al final de las rdlexiones dedicadas a la trascendencia de la persona en la acción. Allí indica"Esa dife-rencia la encontrarnos c·on lrecuencia en las obras de él ka~ ascética cristian~''· ,. conecta con las Cartas de san Pablo !cfr. R111 7. 1.'i-2.j; ,. también R1ll 6, 6; 1 Co t5, .¡¡_.¡9). En el contexto del presente libro, «hombre superior» signilica el sujc•to que se rnanilksta tanto en la experiencia tk la trasccndc·nria wmo en la de la integración; «lwrnbrc inferior», en cambio, puede signilk:ll' este nli,tno sujeto ,·n tanto que se manifi~sta como t'l que tiene necesidad de <''-a inlégraciún a ,:ausa de la trasCL•nderKia que es propia de las acciones de la per-,ona. 370 K.\ROL WOJTYLA mos que el hombre no tiene una \'iwncia directa de su alma. La\ i\encia de la trascendencia de la persona en la acción, todos los elementos v aspectos de esa \'ivencia (cfr. cap. 111 \ IV), tampoco e~ equi\·alenll' a la inmediata vivencia del alma. En esta línea hav quL' advertir que la \·iwncia de la integración junto a la trascendenci~t de la persona en la acción no es equivalente a la \'ivencia -esto es. al dl'scuhrimiento direrto va la experiencia-- de la relación del alma con el cuerpo. ·¡~m lo la propia realidad del alma, como la realidad de su relación con el cuerpo son en este sentido una realidad trans-knoménica \ extra-experimental. Sin L'mbargo, a la vez, la experiencia global v multilateral del hombre nos dirige hacia esa realidad, tanto hacia la realidad del alma como también a su relación con el cuerpo. Y no por un camino distinto del de la expl'riencia del homhrl'; v ambas rl'alidades son permanentemente descubiertas mediante el método de rellexión filosófica que es propio de la filosofía del ser. o sea, de la metafísica. Se puede decir que, aunque ni el alma en sí misma, ni tampoco en su relación con el cuerpo son dirl'Ctanwnte dadas en la experiencia del hombre\ en la viH·ncia de sí. puesto que no constituven d contenido de la misma \'isión, sin embargo ese contenido visual las sciiala \,de esa manera, contienL' implicite cada una de esas realidades: tanto la realidad del alma como la de su rdación con el cuerpo. Hajo este aspecto, la subordinación de la integración a la trascendencia de la persona en la acción es muv significati\'a. Es significativa su complementariedad. Dice mucho el hecho de que el hombre como persona sea a la vez aquel que se posee v se gobierna, y también el que es poseído por sí mismo\ subordinado a sí mismo. Co111prensió11 corricllle e hilemrújica de la relació11 del alma con el cuerpo Parece que todas estas categorías de la intuición fenomenológica preparan las bases inmediatas para captar la relación INTF.GRAC!Ól\ Y PSIQUE 371 del alma con el cuerpo en el hombre, aunque no la caplén. Eso se realiza en categorías metafísicas, v los conceptos de <<alma>> v de «Cuerpo>> tienen proriamente ese significado, aunque simul táneamente havan ido adquiriendo un significado popular. En sentido metafísico, el alma es una ,,forma», v su relación con el cuerpo es equivalente a la que, según Aristóteles v también Tomás de Aquino, hm· entre la <<forma>> v la <<rnall'ria>> (es preciso indicar que se trata aquí de la llamada materia prima). Sin embargo, la acepción corriente del alma y de su relación con el cue1vo nos parece más cercana a la experiencia. Y es justamente esta proximidad a la experiencia la que fundamenta el contenido básicamente metafísico del concepto de <<alma» v de <<cuerpo>> v establece lo que significa para hombres que no saben nada de metafísica ni tampoco del significado metafísico de forma, materia o de su relación mutua. Así que aquí son también importantes tanto las categorías de la visión fenomenológica, que nos permiten mostrar la complejidad Jel hombre sobre la base de la c\periencia y de la \'isión, v nos hacen capaces de captar los límites de esa \'isión. El alma como pri11cipio de la trascendencia r de la integración Para captar la relación del alma con el cuerpo es indirectamente útil. sin duda, lo característico del dinamismo somático v psico-emotivo junto a la indicación del límite que alcanza este dinamismo en el ámbito del dinamismo integral del hombre-persona. Al mismo tiempo, se delinea con claridad que el dinamismo que es a la vet. global v adecuado para la persona, o sea, la acción, es trascendente respecto a aquellos dinamismos. Ninguno de ellos se identifica con la acción, aunque estén incluidos en ella de diversa manera. Si el dinamismo somático, e indirectamente también el psico-emotivo, tuvieran su origen en el cuerpo-materia, ese origen no bastaría ni sería adecuado para la acción en su específica trascendencia. Ya se ha advl'rtido esto antes de con- 372 KAROI. \VOJTYLA --- ----~--- ---~ - - - - - ·- cluir los análisis cléllicados a la trascendencia de la rersona en !:1 acción. cuando se resaltó la unión entre la trascenckncia v la l'~ riritualidad del hombre. Antes de concluir los análisis dedicado~ a la integración de la persona en la accicín hav que añadir alg:un;1 otra conslalaci<'m. Si tanto el dinamismo reaclinl prorio de la~~~ mática humana como también, indirectamente, el dinamismo emotivo propio del psic..¡uismo humano L'n sí mismo, tuvieran su origen en el cuerpo, entonces para la integración de esos din<J~ mismos en la acción de la persona habría que buscar un origl'll común con la trascendencia, va que la integración juega en rchi~ ciún a ella un papel de complemento, como hemos dicho al prin cipio. ¿Es d alma el origen último o, dicho de otra manera, el principio de la trascendencia v de integraciún de la rersona en b acción? Parece que nos hemos acercado mucho a ello por el camino que hemos recorrido. Los análisis que hemos realizado indican, ror una parte. que hav unos límites en el hombre, a los que nos conducL' el di na~ mismo v lambié·n la potencialidad del cuerpo-materia. Simult:ineamente indican la potencialidad de la naturaleza espiritual. que se encuentra en la raí1. de la trascendencia e indirectameniL' en la de la integración de la persona en la acción. Pero supondría una gran simplificación que quisiéramos considerar este límilL' intuiti\·o de la potencialidad del cuerpo-material como equi\'alente a la frontera «entre» el cuerpo v el alma en d hombre. Pues justamente en el cuadro simplificado de esta división entra la experiencia de la integración. La integración ·-como aspecto complementario respecto a la trascendencia de la persona en la acción- nos dice que la relación del alma con el cuerpo sobrepasa todos los límites que encontramos en la experiencia, que es más profunda y fundamental que ellas. Y quizá en eso consiste, aunque indirectamente, la verificación de la siguiente afirmación: tanto la realidad misma dd alma como la de su relación con el cuerpo únicamente pueden ser expresadas correctamente en categorías metafísicas. PARTE (TARTA PARTICIPACIÓN Capítulo VII APUNTES PARA UNA TEORÍA DE LA PARTICIPACIÓN 1. Introducción al concepto de «participación» 1 La reali::.ació11 de actos ;unto c011 otras perscmas El punto de partida de las consideraciones realizadas en los anteriores capítulos del presente estudio es, como hemos ad1 Elúliimo capítulo dd libro Persmw r acció11 ,,. pm·dt• y Sl' dt•bt' considerar únicamo:ntc om10 compk~mento. No obstante, parece qul' se trata de un complemL"nlo necesario, que no se puetk· di minar de csil' libro. Put·sto qut· lll'lllos contL'nt.ado por d hecho (por la üpericncia) dt• qut• ·•d hombre actúa», alwncluir debemos al menos indicar que ITIU\ frt•cut•ntemt•nte (si no siempre) «el hombre actúa junto con otros» dt• algtín modo _v, por tanto. en una dirnt'nsión «intersubjctil·a•. Este ht:cho tient: mllliiplcs implicaciones t¡uc no expondremos at¡uí. Ouero:mos centrarnos solo en urw qUL' desde d punto de 1·ista histórico pare.:c ser partkubrmente importante. En l'l sentido qut' Husserl dio al término llllersubjektil'itiil, subravó ante todo la dimensión cognoscitint de la intersubjetividad. En la \1 .lvleditació11 Car1esia11a se analiza )!radualmo:ntc d problema de la constitución. por d camino de la Frelllde1jálmm¡¡, de la consciencia de la sociedad entendida como i111crmuwulc1lu¡;ische Goueiuschafi, para lo t¡ue parü:c un pa~o decisivo en este camino la constitución de la naturaleza intersubjetiYa !die iwersuhiektit·e Nalllr). (Ch: E. Ht S~I'RI., \ler¡;emeiusc/wfiuug der ;\Jcmaden mul die erste Fonu der Objektil·itiil: Die i111er.mbjdai1·e Na111r, L'll Cart~siauische :'vkditaliouen mull'ariser Vortriige. Haag: 1963. «V Meditation». &:;:;,p. 149). En el presente estudio, la principal fuente de conocimiento del hombre como persona es la acción. Puesto que el hombre de file/o «actúa junto .:on otros», basándonos en o:sto, surge la necesidad de conocer al hombre t•n su intcr~ubjetil'idad. De estt' modo, la «intersubjetividad» como categoría puramente cognosciti1a resulta at¡uí de alguna manera sustituida por la «participación». Puc~ el hombre, cuando actúa «_junto a otros», o sea, «participando», dcswb una 376 KAROL \VOJTYLA \Crtido re¡"ll'tidamentl' dt:>sde el principio. la con\'icciún de que b acción L'S un momento de la manifestación específica de la fX'Isona. Los distintos capítulos nos han scJYido para desarrollar di versos as¡x·rtos del dinamismo de la persona en la acción. El Gl mino haL·ia el conocirniento de la persona ha transcurrido ;¡ través de la accic'm ,. a su \'ez ha sido el camino hacia el conocimiento de la accic'm. Pues la <Kción no solo constitmL' el medio o la hase fundamental para ohsenar a la persona, sino que, a s11 \'l'l., esta última se manifiesta de modo proporcional a aquella. l<>do el recorrido cognosL·iti\'o que hemos realizado hasta ahora se basa en la estricta <<Co-relación, de la acción con la person<t: correlacicín de la que la persona\' la acciún conforman sus dos elementos o sus dos polos. Ambos elementos se corresponden estrictamente, se ponen de rclie\·e mutuamente v se explican tambiL;n mutuamente. La línea l'undanwntal de interpretaciún de l;1 persona\ de la acciún emerge gradualmen!t' de esta mutua cotwspondencia v correlación. El presente capítulo, d último, completa todo este cuadro con otro aspecto; se puede decir de él que está incluido en todos los demás aspectos, pero que aún no ha sido suficientemente l'L'saltado; v es justamente esto lo que pensamos realizar L'n el presente capítulo. Nos referimos, concretanwntc, al aspecto dinámico de la correlación de la acción con la persona que resulta del hecho de que las acciones las reali1.an unos hombres «junto con otros>> hombres. La expresión «junto con otros>> no es ni demasiado precisa ni es suficiente, pero, a su \'ez, parece ser en este momento la más adecuada, si se trata de hacer notar las \~11-iadas relaciones en que se encuentran frecuentemente las acciones humanas en relación con su carácter comunitario o social. Se trata de una consecuencia simple v natural del hecho ele que el hombre nuc\·a dimcnsiún de sí mismo como persona. ConcretamL'ntc la dimensión que llamamos aquí «partic-ipación» v que querernos analizar de manna somera. Parece que a tran.'s de ese camino podc•mos alcanzar una comprensiún más completa (o por lo menos complc·n¡enlarii:t) de la intersubjetiYidad humana. APLNTES PAR/\ lJNA TEORÍA DE LA PARTICIPACIÓN 377 existe junto con los otros. El carácter comunitario, o social, se encuentra impreso en la propia naturaleza humana. La comprensili11 de la actuacicín, 11ecesaria para interpretar la cooperació11 Tanto el hecho fundamental dd ámbito del ser como sus consecuencias en el ámbito del actuar. de la acción, nos apro:dman a esa realidad que denominamos comúnmente «sociedad>> o «comunidad». !\o obstante, en el presente capítulo no pensamos ocuparnos de la sociedad, ni siquiera queremos comenzar afirmando que las acciones humanas tienen un carácter social, puesto que todo ello nos conduciría a un nuevo nivel de consideraciones·" nos alejaría, tanto por el contenido como por el método, del ni\'cl en el que nos hemos movido hasta ahora. Puesto que deseamos permanecer en ese mismo plano, la persona ~· la acción con! inuarún siendo el objeto de nuestras relkxiones hasta el final de este libro. En d presente capítulo únicamente pensamos poner de manifiesto un aspecto de la coJTelación dinámica de la acción con la persona que es consecuencia del hecho de que <<exista junto con otros>> y de que actúe <<junto con otros». Algo que se podría definir también como el hecho de la co-operación, a pesar de que entre una~· otra expresión hava una diferencia significati\'a: <<actuar junto con otros» es distinto de «Cooperar». En un principio resulta mejor quedarnos con la expresión «junto con otros», porque está lo suficientemente abierta a las posteriores distinciones ~' precisiones que puedan resultar necesarias en estt' campo. Es sabido que las acciones humanas habitualmente se realizan en diferentes relaciones interpersonales y en las relacionl's sociales. Cuando decimos que son realizadas <<junto con otros», tl'lll' mos en la mente todas esas posibles relaciones sin cntr;u· l'll ninguna de ellas en pm1icular. Todas constituwn t;llnhi,~ll 1111 ;¡', pecto de la acción y de la co1Tclación dinúmira dl' l;1 ;¡n·i1111 '"11 l.1 378 10\ROL WO.JTYli\ persona del que no nos hemos ocupado en los análisis realizado~ hasta ahora, pero que no es el resultado del modo de conocerlo. sino sencillamente de la lógica interna de este asunto. Pues paren· que solo una adecuada comprensión del actuar humano puede conducir a una correcta interpretación de la cooperación,\ no a l:1 iml'rsa. La correlación dinámica de la acción con la persona es lk por si una realidad fundamental. que permanece también t•n el ámbito de cualquier tipo de actuación «junto con otros». Lnicamenk basándose sobre esta correlación fundamental. cada una de las ac ciones <<junto con otros» adquiere un significado propiamente humano. Se trata de un orden sustancial que no se puede in\'l'rtir ni omitic Por tanto situamos nuestras investigaciones en ese orden. La partici¡mci611 co1110 característica del actuar «jullfo cm1 otros» Es evidenll' que el hecho de actuar «junto con otros» origina nuc\'os problemas en tantas y tan diYcrsas relaciones \sistemas ck referencia. Es sabido que es amplio ,v rico el ámbito cognoscitivo que abarca la sociología. que se ocupa de la sociedad v de la \·id:1 social .Y. solo indirectamente. presenta al hombre como miembro de las diversas sociedades, colecti\'idades o comunidades, lo que incide. a su vez. sobre su actuar. Sin embargo. en el presente estudio no pretendemos afrontar el problema del actuar en toda su riqueza v amplitud sociolúgicas. Ante todo no pretendemos afrontarlo en lo que es específicamente sociológico. lo que equivaldría a pasar a otro ámbito diverso del dt~ la persona v la acción. que ser<i el ámbito propio de este estudio hasta el final. Nos dirigimos hacia él con el convencimiento de que la co-rclación dinámica de la acción con la persona permanece como realidad fundamental \' básica también para toda la riqueza ele las acciones de carácter social. comunitario o interhumano. Las acciones que el hombn· realiza como miembro de las diversas sociedades. colecti\-idades o comunidades son, a su vez. acciones de una persona. Su carácter social o comunitario radica en su carácter personal. y no al revés. APUNTES PARA UNA TEORÍA DE LA PARTJCIPACIÓ!\ 379 Sin embargo parece que, para esclarecer el carácter personal de las acciones humanas, es indispensable entender algo que se deriva del hecho de que ellas son realizadas «junto con otros». ¿En qué se distingue esta realización en la correlación dinámica de la acción con la persona? Responder a esta pregunta parece que es tanto más necesario, cuanto que actuar «junto con otros» es algo tan universal, tan frecuente y tan habitual. Queremos responder a esta pregunta en el conjunto de consideraciones de esta parte. La hemos llamado «Participación», en primer lugm~ para referirnos al problema del que queremos ocuparnos, y, en segundo lugar, para que el mismo título nos dirija hacia la solución de ese problema. Pues parece que la participación es una característica que responde a la correlación dinámica de la acción con la persona, a la realidad del actuar «junto con otros». Pero esa característica exige una explicación gradual. 2. Valor «personalista» de la acción La reali::.ació11 de la acción como valor Con el fin de explicarlos, debemos echar una ojeada al conjunto de los análisis que hemos realizado hasta ahora, que nos muestran el contenido estrictamente personal de la acción. Estos análisis ponen de manifiesto, a la vez, que la propia realización de una acción por una persona constituye un valor fundamental, al que podemos denominar valor persona/isla de la acció11 personalista o pe1:sona/. Este valor se diferencia de todos y cada uno de los valores morales, que son siempre valores de la acción realizada y son la consecuencia de la referencia a la norma. El valor personalista está inscrito en la misma realización de la acción por la persona, en el propio hecho de que «el hombre actúa» de un modo que le es propio. Y puesto que ese actuar tiene el carácter de una auténtica autodeterminación, en la que se realiza la trascendencia de la persona, lo que -como adve11imos en los últimos dos capítulos- lleva l·on- 380 1\AROL WOJTYLA sigo la integración tanto en el campo som<itico humano como en L'l psíquico. El \·alor personalista. que se encuentra suslancialmenk en el hecho de b reali;.aciún de una acci<·m por la persona. encicrr;¡ en si lOdo un conjunto de valores rL•I'erenll's al perfil de la trascen dcncia o al de la integración. puesto que cada uno de L'llos contri buve a su manera a la reali;.ación de la acción\, a la\\.'!., ~on un 1<1lor para sí. Así pues, cada sínll'sis de la acciún con el mm·imiento (anali;.ada en el capítulo V) con lb a un \·alor propio diverso del que constitun·. por ejemplo, la síntesis de la acción con la emocio11 (capítulo VI); \, sin embargo, ambas están inscritas en d conjunto dinámico de la reali;.aciún de la acción. A su manera, cada una Lk ellas condiciona la autodeterminación\ la realiza. El \·alor ¡wrsonalista de la acción humana -f> SL'a, su \·alor personal- es a la vez b expresiún parl icular \ posiblcmL·ntl' más fundamental del \·alor de la propia persona. En el presente estudio no prell'nlkmos entrar sustancialmente en la axiolog.ía Lk l;1 persona, se trata más bien de un estudio d¡; su ontología. PareCt', nu obstante, que -precisamente por estt• carúl'ler- puede contri buir a un conocimiento m;ís profundo de la dimensión axiolúgica de la persona, tanto en lo que se refiere a la determinación del \alor de la persona en sí misma como también en la determinación de los distintos \'alores en la persona ven el establecimiento de su jerarquía específica. Aunque «o¡¡crari se,¡uilur esse>>, v, según esto, la persona v su valor es anterior v más básico con respecto al valor ele la acción, sin embargo, la persona se manifiesta simultáneamente a través de la acción, como hemos indicado desde el principio. Por esto, el valor personalista de la acción, estrictamente relacionado con su reali;.ación por parte de la persona. constituve el origen v el fundamento concreto tanto del conocimiento del \'alor ele la persona, como de los \'<llores que se encuentran en la persona según su jerarquía específica. La sustancial correlación de la acción con la persona también acontece en el terreno de la axiología, de modo semejante a como lo hace t•n APLNTES PARA t:NA TEORÍA DE LA PARTICIPACIÜN 381 el terreno de la ontología de la persona. Pero no tenemos intención de entrar en los pormenores de esta axiología. f./ 1'0/or /)E'rSOIW/ista precede .1" COildicirllll/ e/ \'ti/or ¡i{ico deJa OCCÍÓII El valor Pl'rsonalista de la acción -o sea, el que consiste en su propia «realillll'ión>> segt.'m el significado qUL' le hemos dado a este concepto L'n el capítulo IV- se distingue de modo fundamental del \·alor moral strict11 se m u. o Sl'a, del 'alor de las acciones realiwdas que resultan de la referencia a la norma. La dil\.wncia entre uno y otro L'S evidente. El valor personalista de la acción precede a cualquier valor ético Y lo condiciona. Es evidente que tal o cual valor moral, el bien ~, el mal, presuponen la realización de la acción; es más, una realización con «pleno \·alon>. Si la acción no hubiera sido realmente realizada, si manifestara deficiencias en el campo de la auténtica autodeknninación en sus diversos aspectos, por es(• motivo y al menos en cierta medida, perdería el valor moral algo así como su hmdamento. fk ahí que debemos comenzar todos los juicios sobre valores morales. v la atribución al hombre de mélitos o culpas, determinando la operatividad, la autodeterminación ~· la responsabilidad. En otras palabras, debemos comenzar por determinar si un determinado hombre-persona realmente ha reali:ado ww acció11. En los planteamientos tradicionales de este problema, se refieren justamente a esto todas las in\'estigaciones y distinciones sobre el tema dclmhmtariwn. Como es sabido, tales investigaciones ~' distinciones alcanzan mucha profundidad. ~o consideramos la realización de una acción por una persona como un hecho con significado meramente ontológico. Le atribuimos también un significado axiológico: la realización de una acción por una persona constituve un n1lor en sí misma. Y se trata, en concreto, del valor personalista, porque la persona se realiza a sí misma cuando realiza una acción. Hemos intentado explicar esto en el capítulo IV mediante el análisis de los elementos individuales de esa «autorrealización>>. Allí indicamos tambit•n qut• 382 KAROL WOJTYLA la realización de sí mismo en la acción está relacionada con el valor ético hasta tal punto que el mal moral constituve de alguna manera un obstáculo para la realización, más aún. es una «no-realización>> de sí mismo al actuar: Sin embargo, como va se ha indicado <:n el e<tpítulo IV, afirmar esta estricta relación entre d valor ético\ d valor personal isla no es identificarlos. El valor personal isla consistl.' en que en la acción la persona se actualiza a sí misma, expresando de t'Sa manera su específica estructura básica de autoposesión y de autodominio. El valor ético se <:nraíza sobre la base de esa actualización, que denominamos aquí realización de la acción. El valor L;tico se desarrolla sobre el fundamento del valor personalista \' lo empapa. pero no se identifica con él. Fl actuar «jllllto cm1 otros» r cll'!llur perso11alista de la accicí11 En todo este estudio nos movemos alrededor de los \'alores éticos e, indirectamente, nos introducimos en su terreno. Sin embargo, su campo de estudio propio es el valor personalista en sí mismo. Ya que este, cuando tenemos en mente las acciones humanas, nos permite hablar tanto de que se realiza la totalidad del valor como también de que existe alguna deficiencia en esa realización. Se impone una comparación con la concepción tradicional que, en la teoría de las acciones humanas (de actibus lzumanis), distingue entre voluntari11111 pafcctun¡ v voluutariwn impe1fectwn. El término l'oluntariwn tiene como referencia a la voluntad como facultad de la que dependen las acciones. En este estudio se relaciona la acción con su realización en la persona; lo que no supone rechazar aquella concepción, sino tan solo intentar completarla, o sea, algo así como repensada hasta el final. En efecto, la \·oluntad es una facultad que se encuentra en la persona, en su autodeterminación, mediante la cual la persona desvela su específica estructura. Por tanto, reducir el significado de l'O!Witariwn únicamente a la voluntad en cuanto facultad puede conllevar un empobrecimiento de esa realidad que es la acción. APl'NTES PARA Lll'\,\ TEORIA DF LA PARTICIPACIÓI\í -----·-- - - - - --- 3R3 Además de lo anterior, parece que mostrar la correlación dinúmica de la acci<ín con la persona e intentar explicarla nos conduce directa e inmediatamente al valor personalista de la acciún. El análisis del act11ar humano realizado al nin·l de la \'Oluntad en cuanto facultad, parece como si limilara el significado de la acciún tan lo en lo que se refiere a su ontología como a su axiología, \'también a la «axiolog:ía ética». Además, en ocasiones. pudiera parecer como si la acciún tu\·iera tan solo un sig:nilicado instrumental respecto al conjunto cid orden ético. La concepción personalista de la acción, que hemos intentado trazar a lo largo del presente estudio mediante una serie de aspectos, nos conwnce de la autenticidad del \·alor personalista. En sí mismo no es todavía un valor ético, pero nme de la interioridad dinámica de la persona. la revela v la confirma; v. por consiguiente, nos permite entender mejor los \'<dores éticos en su estricta relación con la persona Y con la totalidad «del mundo de las personas». Todo esto tiene una importancia fundamental para el hecho sobre el que hemos llamado la atenciún al comienw de este capítulo: el hombre aclúa <<junto con otros••. ¿Qué consecuencias tiene este hecho para la correlación dinámica entre la acción v la persona? Esta pregunla \a nos la hahíamos planteado antcriormenle. Pero ahora nos planteamos una segunda pregunla, que conliene una precisión ul!erior a la precedente: ¿qué relación e\iste enlre el hecho de actuar «junto con otros» v el Yalor personal isla de la acciún? 3. Definición más precisa del concepto de «participación» El pensamimto modemo a la btísqueda de una imagen mús comple!a de la pasona Planteando la cueslión de esta manera, nos planleamos indirectamente !oda una serie de preguntas, cuvo sentido está incluido en los anteriores análisis. Nos preguntamos: ¿de qué modo 3R4 I..:AROL WOJTYLi\ se realiza a sí mismo el hombre en las relaciones interhumanas o sociales cuando actúa junto con otros? ¿De qlll~ modo su acción mantiene entonces esa unidad específica con la per~ona, que hemos definido como trascendencia de la persona en la acción. v la que hemos definido como integración de la persona en la acción! ¿De qué modo en l'l ámbito del hecho de actuar «junto con otros» sus acciones guan.lan esta jerarquía de \alores que resulta tanto de la trascendencia como de la integración? Preguntamos: «¿de qué modo?». Y con esta formulación dL· nuestra pregunta no parece quedar ninguna duda de que plantearnos únicamente lo que se nos presenta unido al hecho de actuar «junto con otros». No es necesario ocultar esa duda, que en cualquier caso tiene carácter de duda metódica.\ ciertamente atra\'Íesa el pensamiento moderno Y la mentalidad contemporánea. Quió en la filosofía del hombre está ligada con el paso «a la posiciún de b persona». La filosofía tradicional del hombre, incluso en la concepción de la persona, se encontraba más bien «en la posición de la naturaleza»: el hombre es un indi\'iduo de naturale1.a racional \ en cuanto tal es pt'rsona. Y simultáneamente su naturaleza es «SOcial». En relación con este planteamiento, el pensamiento sobre el hombre se ha dt'sarrollado, v continúa haciéndolo, más que en la línea de realizar un replanteamiento radical, en la de buscar t'xplicaciones más precisas o un cuadro más completo. Nadie duda de que el hombre sea un individuo de naturaleza racional ni tampoco dt' que tenga a la vez una <<naturaleza sociaL>. Pero ¿qué significa esto t'n cuanto a su actuar :v. por lo tanto, en la correlación dinámica de la acción con la persona? Esa pregunta tiende también a desarrollarse para explicar lo que se t'ncierra en la afirmación sobre la naturaleza social del hombre. Se trata, pues, de profundizar en nuestro concepto de la persona. Con esta finalidad retornamos de alguna manera al punto de partida. Porque, en el punto de partida de la afirmación sobrt' la naturaleza social del hombre, no puede haber algo diverso de la experiencia de que el hombre existe v actúa <<junto APLNTES PARA UNA TEORÍA DE LA PARTICJPACIÓ\J ------· ---------------- 385 con otros>>, esto es, la experiencia de la que nos ocupamos en el presente estudio. «Naturale1.a social» parece que significa ante todo la realidad de existir v actuar «junto con otros», v se atribuw a cada hombre como si fuera una consecuencia. Es evidente que la propia atribución resulta de esta realidad, v no en el sentido inverso. La participación con1o propiedad del actuar «junto co11 otros» En relación a esta concepción, las preguntas planteadas al comien1.o no tienen carácter accesorio, sino fundamental. No cuestionan el carácter social de la naturaleza humana, sino que buscan esclarecerlo al nivel de la persona teniendo en cuenta la totalidad del cuadro dinámico que emerge como resultado de los análisis efectuados hasta aquí. Y precisamente este es el lugar Y el momento adecuado para que definamos con rnavor precisión el concepto de «participación» que introdujimos al principio en conexión con todo el problema de la cooperación (de al'tuar <<junto con otros>>). Este concepto tiene un significado ordinario, que es el más conocido\' ampliamente utilizado,\ tiene también un significado filosófico. En sentido ordinario «participación» equivale aproximadamente a <domar parte». Así, por ejemplo, decimos que alguien participú en una reunión para indicar que tomó parte en ella. Ponemos de relieve ese hecho de manera muy general v casi estadística, sin entrar en los principios de ese tomar parte. El significado filosófico de «participación» nos obliga, en cambio, a buscar esos principios. En este sentido el término «participación>>, como equivalente al latino participaría, tiene una historia larga y rica, tanto en el lenguaje filosófico como en el teológico. Evidentemente, en el presente estudio \'amos tras su significado filosófico, pues no nos interesa tan solo constatar un hecho exterior -tomar pmie un hombre concreto en alguna acción «junto con otros>>-, sino también alcanzar los fundamentos ele ese tomar pa1ic. 386 KAROI. WOJTYLA Se trata L'n concreto de alcan;ar las lwses que se elzcu,·u tran inscritas en el imerior de la persona. (Puede ser que elu•11 cepto de participación aquí usado se diferencie en esto lk '->11 tradicional significado filosófico, que lo relacionó más bien co11 la naturall'za). Por participación entendemos aquí lo que ro rrespnndc a la trascendL•ncia de la persona en la acción cuand< • esa acción es reali1.ada ".iunto con otros», en las diversas reL1 cioncs sociales o intt'rpersonales. Evidentemente, si COITL'' pondc a la trascendencia, correspomk también <l la intl'graci<lll de la persona en la acción, va que, como hemos indicado. la i11 legración constituve un aspecto complementario con respecto ;1 la trascendencia. Lo característico de la participación consisk en que, en la actuación junto con otros, el hombre mantiene t·l \·alor personalista de la propia acción y, a la \·ez, reali1a lo <.¡ll<" resulta de la actuación en común. También se puede decir, im ir tiendo d orden, que gracias (/ la participación, el hombt"L·. cuando actúa junto con otros, consetwt lodo lo que resulw de /u ac/wtciólz conjunta v, al mismo tiempo, a tra\'t;S de es/u rl!ali::.a el \'illor persona/isla di! la propia acción. La participación como caraclerística de la pasona que actúa "julllo cm1 otros» En el segundo v más completo sentido de participación e~ muy importante la expresión «precisamente a través de esto". pues esta expresión se refiere al carácter específico de la participación. Parece claro, ante todo, que el concepto de ~<participa­ ción>> lo estamos usando en este sentido para llegar hasta los mismos cimientos del actuar «junto con otros»; es decii~ hasta los qUL' se encuentran en la persona v son propios de ella. A su vez, se n· que por la participación no solo se conserva todo lo que determina el \'alor personalista de la acción-ven consecuencia tanto la autorrealización como la trascendencia v la integración que ella incluYe-, sino que, más bien, se realit.a justamente gracias a ella. APVNTES P:'IRA L'NA TEORÍA DE l.t\ PARTICIPACIÓN 387 La participación significa, pues, una propiedad de la propia persona, una propiedad interior r honwgénea, que hace que la persona, cuando existe v actúa <<.junto con otras», exista v actúe como persona'. Por lo que respecta al actuar en sí, la participaciún en cuanto característica de la persona hace que, al actuar «junto con otros>>, la persona realice una acciún v se realice en ella. Así pues, la participación determina el \·alor personalista de toda cooperación. Sin la participación, la cooperación -v estrictamente el actuar <<.junto con otros»- priva de su valor personalista a las acciones de la persona. La experiencia nos indica que actuar «junto con otroS>> ocasiona también diversas limitaciones de la autodeterminación \, por tanto, de la trascendencia ele la persona v de la integración del actuar. Naturalmente, la limitación del valor persona lista podría llegar tan lejos que resultara di: b n~ccsario subra1;u· el ,;ignilicado cspú·ific:n de «participaciún» en d presc·ntc' estudio. Esto,., lllUI importante· teni~ndo c·n cuc·nta d signilic';¡do 1. mús aún. los dil'tTsos matices sig:nilicatiiUs quc til'nc· cstt' tc'nnino en la filosolía tradicional, 1 también en b c·ontcrnpor;inea. En estt' t'stndio. la «partiriparión» emcr~e va de alguna manera en el punto de partida del análisis (kl hecho «t'l homh1·c· actúa junto con otros», como una espericncia fundamcntalm~diantc la ~m· intentamos c·nknder al hombre como persona. La persona como «hombre que actúa junto con otros», de alguna manc•1·a va tr<m!s dL· la participal'ión. se constitu1e en MI propio"-'·"'· Asi q11c la participación es una característica cspecílica de la persona. En b discusi<'ln que se publicó en «Anakct;~ Crau>1·iensia" 5-6 ( 1973-1974 ), este signil icado específico de «parlicipac·ión" cncontró una cierta aceptación pt'ro también suscitó polémicas (dr. b. L. Krr, 11c.nlnicttro n· cdmri,.,·;mstn·ic «iiiHI'cft,> (¿Participación en b humanidad de los «Otros»?), pp. 183-190). En csa pol~mica se presentó una contrapropuesta a l'asmw v acción tanto t'J\ su contenido como en el m~toch Según d planteamiento de esta contrapropuc·sta. él conocimiento tundamcntal cid hombre· cn cu;u\lo pcrvma es lo que emc'I'¡!L' en "u rdaciún con otras pcrsonas. El autor aprccia el 1·alor de este tipo de conocimiento. sin embargo. despu(·s de repensar los contraargumcntos sigue mantcnil'ndo la posición de que el conocimiento básico del sujdo en si misnH> (de la persona mediante la Jcción) abre un camino para comprender en profundidad la inter<,ubjetiYidad humana. Sin categoria' como la «<IUto·posc sión" 1 «auto-dnminic.H nunca llegaremos a comprender a la persona en s11 rcb ción con otras per,onas en la medida adecuada. 388 1\.AROL WOJTYLA fícil hablar de actuación «junto con otros>> en el sentido de aLMnticas acciones de la persona. La actuación -sinónimo de acciónpuede, en ciertas condiciones, transl'ormarse en passio -en «suceder en>>-, que acontece en unos bajo el influjo de otros. Algunos casos extremos nos los proporciona la denominada psicología de masas, cuando ese «suceder en» abarca a toda una colecti\·iclad humana de manera particularmente descontrolada. La participación como capacidad nurl!ifinme de relación con los demás Aquí tenemos en cuenta todo esto, para elaborar el concepto de participación en su significado propio. La participación, en las diversas relaciones del actuar <<junto con otros», se presenta como lo adecuado para expresar estas relaciones Y, por tanto, como forma heterogénea de relación de una persona con esos «otros>>. Con la finalidad de esclarecer los límites de esta forma y el contenido de la participación continuaremos analizando la actuación en común en el sentido ohjet ivo v subjetivo de esta expresión; también realizaremos aún otros análisis. A pesar ele ello no agotaremos el significado y el contenido sustancial de participación. Esta no representa únicamente \ariadas formas de relación de la persona con «otros», del indiúduo con la sociedad, sino que en nuestro estudio significa también el fundamento mismo de estas Formas que se encuentra en la persona v a la persona corresponde. La pat1icipación corresponde a la trascendencia v a la integración ele la persona en acción como la propiedad que permite al hombre actuar <<junto con otros» v que, por eso mismo, realiza a la vez el auténtico valor personalista: realiza la acción v se realiza en ella. Así que a la trascendencia v la integración ele la persona en la acción le corresponde en la propia acción el actuar «junto con otros», cuando el hombre elige lo que otros eligen o incluso cuando elige porque otros eligen, siempre que \·ca en el objeto elegido un valor de alguna manera pro- APUNTES PARA UNA TEORÍA DE LA PARTICIPAC!Ór\ 389 pio y homogéneo. A esto se une la autodeterminación que, en d caso de la actuación «junto con otros», contiene y expresa la participación. Cuando afirmamos que la participación es una propiedad de la persona, tenemos evidentemente en mente no a la persona como algo abstracto, sino a la persona concreta en su relación dinámica con la acción. En esta correlación, la participación signifka -en primer lugar- la capacidad de una actuación «junto con otros» tal que se realice en ella todo aquello que resulta de la actuación en común y, a la vez, justamente a través de ello, el agente realice el valor personalista de su acción. En segundo lugar, tras la capacidad llega su actualización. Con el concepto de «participación>> nos referimos aquí a la una y a la otra. 4. El individualismo y el totalitarismo como negación de la participación Significado teórico y normativo de la concepción de participació11 La concepciún de participación, tal como la desarrollamos en este estudio, tiene un significado teórico. Como va hemos dicho, constituye un intento de aclarar -sobre el hmdamento de la correlación dinámica de la acción con la persona- lo que es en realidad la naturaleza social del hombre. Es una concepción a la vez teórica v empírica, en el sentido de que la teoría de la participación explica el hecho experimental de actuar y de existir junto con otros. No obstante, debemos notar simultáneamente que esta teoría tiene indirectamente un significado 11ormativo. Se refiere no solo al modo en que, cuando la persona actúa junto con otros, se realiza a sí misma mediante esa actuación, esto es, realiza el valor personalista de la acción. También indica indirectamente un cierto deber, que resulta del principio de la participación. Si, por este principio, el hombre puede realizarse a sí mismo cuando actúa jumo con otros, entonces, por una parte, cada uno debe al- 390 ---------·· 1\.AROL WOJTYLA canzar una participación tal que le permita realizar el valor personalista de su propia acción al actuar «junto con otros>> \, por otra, toda actuación común, o cualquier cooperación humana, debe hacerse de manera que toda persona que se encuentre en su órbita pueda realizarse mediante su participación en ella. Este es el contenido normativo que emerge del análisis realizado hasta ahora. Paren· que es el que determina también no solo el significado teórico de la participación, sino también el normativo. En las diversas estructuras de actuación «junto con otros>> penetra este significado junto con el valor personalista que estrictamente le corresponde v sobre el que se basa. Si el ,·alor personalista de la acción es un valor básico que condiciona -como se ha dicho- el \·alor v el orden ético, entonces, también esa norma de la actuaciún que se deriva dirL·ctamenll' de él tiene un significado fundamental. \lo se trata de una norma L'n el estricto sentido ético de L'Sta palabra, una norma lk la acL·ión realizmla en función de su contenido objetivo, sino que es una norma de la propia realización de la acción, una 11omw di! su suhj1!li1·idad pi!rsollal, una norma «interior>> en la que SL' trata de a~cgurar la autodeterminación de la persona v, por tanto, su operati\·idad, la trascendencia Y la integración en la acciún. Sobre estt' tema ya hemos hablado bastante; por ello, nos parece que la frontera entre d orden estrictamente ético v el orden pcrsonalista va ha quedado establecida, ~· posiblemente de manera suficientemente clara. El indil'iduali.lmo r rl!O!alitarismo como dos fónnas dr lin1itar la parlicipación De todos modos, el valor personalista condiciona todo el orden ético tanto en el actuar como en el co-operar de tal manera que, a su vez, también lo determina. La acción se debe realizar no solo de modo que pueda tener valor ético y se le pueda atribuir ese valen; sino también de manera que se respete el derecho fundamental v «natural>> de la persona (esto es, el derecho que re- APUNTES PARA liNi\ TEORÍA DE LA PARTICIPACIÓN 391 sulta del hecho de ser persona) a realizar las acciones,. a realiwrse en esas acciones. Este derecho asume el sentido propio de lev sobre la base del actuar «junto con otros>>. También entonces se confirma el si¡:mil'icado normativo de la participación. Justamente sobre la base de actuar junto con otros, la realizaciún de las acciones en el sentido definido ankriormente -esto es, el cumplimiento de las acciones, que es a la ve1. rcalizaciún de la persona en la acción, en lo que consiste su valor pcrsonalistapucde resultar limitado o incluso anulado de dos maneras. El primer modo es mediante la falta de participación, lo que tiene su origen L'll la persona como sujeto v autor del actum: El segundo modo consiste en hacer imposible la participación, lo que tiene su origen fuera de la persona .v es consecuencia de una organización equivocada de la propia comunidad ele acción. En este punto de nue:,tro análisis llegamos a las implicaciones de dos sistemas; tillo se llama individualismo, el otro, en cambio, ha recibido dirersos nombres a lo largo de la historia v, en los tiempos modernos, SL' le llama «totalitarismo objetin>>>. También se podría llamar a este sistema anti-individualismo. No trataremos estos sistemas en su totalidad, sino solo en sus implicaciones. No pretendemos presentar aquí la totalidad de esos sistemas, porque ello supondría desviarnos del ámbito de investigaciones que hemos elegido. Además, estos sistemas tienen un significado tanto axiológico como indirectamente ético: el illdil'idualismo presenta el bien del individuo como el bien principal v fundamental, al que se debe subordinar cualquier comunidad v sociedad; en cambio, el totalitarismo objetivo establece un principio radicalmente opuesto: subordina incondicionalmente el indi\'icluo v su bien a la comunidad y a la sociedad. Como se ve, cada uno de estos sistemas considera de manera diversa el bien principal ~' el fundamento normativo. Además, cada uno de ellos contiene una serie de \'ariantcs y de aspectos cuvo análisis requiere una serie de conocimientos sociológicos e históricos. Dejando de lado toda esta riqueza .v simplificando de alguna manera el pro- 392 KAROL \VOJTYlA blema, o reconduciéndolo a las estructuras esenciales de esas do~ orientaciones que hemos nombrado aquí, intentaremos tratar sus implicaciones desde el punto de Yista del problema que analizamos, esto es, de la persona v de la acción en todas las posibles vaIiedades del actuar «junto con otros>>. En d actuar «junto con otros» descubrimos el principio de la participación como una característica esencial v, a la wz, como el origen particular del derecho\ del deber. Se trata del derecho que goza la persona a realizar las acciones v, a la \'el., de su obligación de realizarlas según el valor personalista que se encieJTa en la realización misma. Cada una de las oriL·ntaciones citadas limita la participación desde perspectivas diversas. Directamente, como posibilidad o como capacidad que se actualiza en el actuar «junto con otros»; indirectamente, como característica de la persona que es consecuencia cll' existir «junto con otros», ele existir en comunidad. El indil'idualismo como negación de la participacián El individualismo hace lo anterior mediante d aislamiento de la persona, entendida solo como individuo y concentrada sobre sí misma v sobre su bien propio, que se concibe aislado del bien de los demás y del bien común. En este planteamiento, el bien del individuo se presenta más bien como contrario a los demás individuos y a su bien; en cualquier caso, se presenta con un carácter defensi\·o y de «autoconservación». Según el individualismo, actuar junto con otros así como existir junto con otros son necesidades que el individuo debe acepta!~ pero que ni responden a ninguna cualidad positiva suva ni son útiles paras ninguna lk sus cualidades ni contribuyen a desarrollarlas. «Los otros» solo son para el individuo una fuente de limitaciones e incluso un polo de múltiples contrariedades. Las comunidades surgen con la finalidad de asegurar el bien del individuo en medio de los «Otros». Hasta aquí un bosquejo muv resumido de la posición in- APUNTES PARA UNA TEORIA DE LA PARTICJPACI<)t\ 393 dhidualista, cuvas \'ariacioncs \ matices particularL'S no desarrollamos aquí. Una consL·cuencia de este planteamiento e~ la negación de la participación en el sentido que le hemos dado a este COnCL'pto anteriormente: no hav ninguna propiedad que [)ermita a la pL'rsona realizarse en d actuar <<junto con otros». El rotalirarismo o el" indil'idualismo a la imoersa>> La postura opuesta también til'ne como consecuencia la negación de la participación. El totalitarismo o anti-individualismo es, podemos decir, «individualismo á re/murs». En él predomina la necl'sidad de protegerse frenll' al individuo, en el que se \'e el enemigo fundamental de la comunidad y del bien de la comunidad. Puesto que presupone que el individuo solo posee tendencia al bien individual \'que no tiene ninguna disposición a realizarse en el actuar ven el existir «junto con otros>>, es decir, ninguna propiedad de participar, resulta que cualquier bien común tan solo puede constituirse limitando al indi\·iduo. Desde el principio, solo acepta este sentido dl' bien común. No puede ser este bien algo que le sea comeniente. algo que sea capaz de elegir según el principio de la participación, sino algo que obstaculiza\' limita al individuo. Según esto, la realización del bien común debe basarse en la coacción. Esta L'S también una exposición m u~' sumaria del modo de pensar v de comportarse que sigue la orientación anti-individualista, en la que se descuhrl'n fácilmente las premisas del individualismo. vistas desde el otro lado y con una linalidad opuesta. En el indiYidualismo se trata de salvaguardar el bien del individuo frente a la comunidad, en el totalitarismo -como lo confirman varias experiencias históricas- lo que se trata es de salvaguardarse frente al individuo en nombre de un bien común entendido de una manera peculia1~ Pero en la raíz de estas dos orientaciones, de ambos sistemas de pensamiento \' comportamiento, encontramos un mismo modo de pensar sobre el hombre. 394 1\.AROL WOJTYLA 1,(/ conce¡Jcúín del ho111hre en el indi1·idualis111o ,. en el rotalilaris111o Este modo de pensar puede definirse como a-personalista o como anti-personalista, puesto que es propio del modo de pensar pcrsonalista clcomencimiento de que la capacidad de participar es una propiL·dad de la persona. Estú claro que, para que madure, hav qlll' actualizar, formar v educar esta capacidad. En efecto, no se trata solo de que el hombre «por naturaleza>> exista _junto con otros v que tenga que actuar _junto con ellos, sino que en su actuación \' existencia «junto con otros>> puede alcanzar madurez, una madurez específica, que es, en concreto, la madurez esencial de la persona. Por eso también hav que reconocer a cada hombre el derecho fundamental a actuar, esto es, la libertad de acción que, cuando se realiza, realiza a su vez a su persona. El sentido de este derecho v de esta lihcrtad se encuentra en el con\'encimiento del valor personalista de la acción humana. Sobre la base de este \'al01; ven funciún de él, el hombre goza de una ahsoluta libertad para actu~u: Hav que excluir el individualismo, d anti-indi,·idualismo \sus erróneas implicaciones. La libertad absoluta de acción en función de su \'alor personalista condiciona el orden ético a la wz que lo determina básicamente. No obstante, el orden ético introduce en las acciones humanas y, concretumcnte, en la órbita del actuar <<junto con otros>> aquellas determinaciones y las consiguientes limitaciones que resultan de valores v normas estrictamente éticas. Estas determinaciones v limitaciones no son contrarias al \alor personalista, pues la persona solo se realiza con el bien moral: el mal supone siempre una norealización. Está claro qUL' el hombre tiene libertad de accic'm, tiene derecho a actuar, pero no tiene derecho a actuar mal. En esta dirección \'a la determinación que se deri\·a del derecho, \ que a la \t'Z corresponde al orden personalista. APIJI\TES PARA UNA TEORÍA DE LA PARTICIPACIÓN 395 S. Participación y comunidad La ¡1articipación cmno carac/críslica csmcial de la COII/IIIIidad Así pues. como va hemos adnTtido, el individualismo y el totalitarismo (anti-individualismo) crecen sobre el mismo suelo. Su raít. común es la concepción del hombre como indi\'iduo, privado en menor o mm or grado de la propiedad de la participación. Este modo de pensar se refleja en su modo de concebir la vida social. la a\iología social \' la ética social o, más exactamente, en sus diversas a\iologías sociales :ven sus diversas éticas sociales que crecen sobre el mismo sudo. En el presente estudio no pretendemos c\aminar las \'ariedades de individualismo v anti-individualismo, puesto que estos problemas ~·a han sido suficientl'mcntc estudiados. C01wiene tan solo advertir que sobre la base de este tipo de pensamiento sobre el hombre, que es el propio de ambas orientaciones, no encontramos cómo rundamentar una \·erdadera comunidad humana. El concepto de «comunidad» e\presa esa realidad sobre la que hemos llamado la atención va al comienzo del presente capítulo, puesto que hemos hablado en él repetidamente sobre el actuar~· el existir «junto con otros». La comunidad permanece, no obstante, en estrecha unión con esa experiencia de la persona, tras la que nos hemos propuesto caminar desde el comienzo, v, más en particular, en este capítulo. Descubrimos en ella concretamente la realidad de la participación corno una propiedad de la persona que le permite existir v actuar «junto con otros>> y que, como consecuencia de ello, le realiza. La participación como propiedad de la persona constituw simultáneamente su conslilllli\'lllll específico, la característica esencial de la comunidad. Gracias a esta propiedad, la persona y la comunidad de algún modo salen de sí mismas v no son e\trañas o contrarias entre sí, como aparecen cuando se fundamentan sobre una concepción del hombre individualista o anti-indiridualista. 396 El suj!'to pro¡JÚJ de lo KAROL \VOJTYLA (/cci<ÍII l!s el lwmhrr, no la C0/1/llllidad Para JL'Iinir aún mejor ~1 significado de la participación, que es la finalidad principal en est~ capítulo, in!L'ntaremos obserlarla desde el punto de vista de la comunidad. Realmente es lo que venimos realizando desde el comienzo, pues la e\presión «junto con otros», que está relacionada con el anúlisis de la acción\" del ser de la persona, habla de la comunidad desde el principio. Como va hemos dicho, el concepto de comunidad responde a esta expresión, que introduce simultáneamente una nUL'\·a forma o también algo así como una nuel"a «subjetil"idad». En tanto que hablamos del L'Xistir o del actuar <<junto con otros», el hombre-persona aparece claramL'nlc como el sujeto lk esa l'\istcncia v de esa actuación. Cuando comenzamos a hablar de la <<comunidaél», entonces nos podemos referir en forma de sustantin> v de modo abstracto a lo mismo que nos referíamos anteriormente con una locución adnTbial. Podemos referirnos también <t una nue1 a quasi-subjet i\"idad. que constituwn conjuntanwnte todos los que existen \"actúan en común. Esta nue1·a subjeti1·idad es la participaciún en una cnlectil"idad, en una sociedad o. más en general, en un cierto grupo. Se trata de una quasi-subjetiddad porque e/ sujt.!fo propio (suhstwzcia/) de la existencia r de la actuación siemprr es el homhre-pasona, también cuando lo hace junto con otros. La expresión «comunidad>> indica un orden accidL·ntal, como también lo hacen de manera semejante «colectividad>> o «sociedack El existir v el actuar «junto con otroS>> no constitll\c un nuevo sujeto de acción, tan solo introduce nuevas relaciones entre los hombres, que son los sujetos reales de la actuación. Al margen de cualquier consideración sobre la comunidad debemos hacer necesariamente esas restricciones. Parece que el concepto de comunidad, en su sentido sustantivo v en el abstracto, se encuentra particularmente pró\imo a la realidad dinámica de la persona y de la participación. Puede que incluso más próximo que el concepto de «colecti\·idad>> o de <<sociedad>>, aunque la raíz Al'l't-.. TES PARA l!\JA TEORÍA DE 1.,\ PARTICII'ACIÓ\ 397 etimológica de ambas expresiones sea práct ieamente la misma: «con-.iu nto•>. La ¡wrtencncia sncialr el ser miemhro dr 111w contwridad El anúlisis de la comunidad se puede v SL' debe basar sobre un número de hechos tan \·ariado v rico como indicamos en el capítulo introductorio respecto al análisis de la persona v de la acción. TamhiL~Il se debe aceptar con respecto a 01 una premisa ml·todolúgica anúloga a la de aquel otro caso. Esta advertencia confirma que nos encontramos en d mismo nivel de imestigaciones en que nos cncontráh<tmos al comienzo del presente estudio. Es, por tanto, en este ni\L'I donde se debe analizar la relación que exisll' entre la participación v la pertenencia a una comunidad. Pues el hombre por su propio dinamismo se manifiesta en el marco de la comunidad como miembro SLL\O. Existen diversos términos para e\pn'sar la rcrtenencia a las distintas comunidades. Y así el término «pariente" o «emparentado, indica que ese hombre es miembro de una comunidad familiar. El término «Compatriota>> indica que es miembro de una comunidad nacional. «CiudadanO>>, por su parte, indica una peiienencia a una comunidad estatal. El término «lTcvente>>, la pertenencia a una comunidad religiosa, y así en otros casos. Cada una de estas expresiones define también la pertenencia del hombre a una sociedad. Los sociólogos indican acertadamente la diferencia semántica que separa sociedad de comunidad. La sociedad, o incluso la colcctiridad (esta segunda expresión parece que indica unas relaciones sociales menos consolidadas), es la objetivación de una comunidad o ele una serie de comunidades complementarias entre sí. Puesto que en d presente estudio buscamos más bien el fundamento, nuestra atención no se concentra tanto en la pertenencia a una sociedad, corno en el ser miembro de una comunidad. Esto último es lo que expresan los términos que hemos citado anteriormente (hay muchos más términos de ese tipo). De- 398 K.:\ROL WOJTYLA finen no solo el ser miembro de una l'Omunidad. sino también la' dii'lTl'ncias entre las relaciones humanas en \'irlud de las diferL'II cias entre las comunidades. Y así. ror ejemplo, la expresión «he1 mano•• o «hermana» indica el vínculo familiar de una maner;1 mucho mús inknsa a como lo hace el término «pariente". En d rico tesoro de la lengua encontramos expre~iones qu,· se refieren nl<is a la colnunidad de e.úslencia \'al \'inculo qu,· surge entre los hombres mediante L'Sa comunidad; tk ese tipo so11 toda~ las expresionL'S indicadas anteriormL·nte. Pero haY tambk11 expresiones t¡UL' se refieren principalmenll' a la CO/IIllllidad de 01 tuucil!n, \'dejan como de lado la comunidad de existencia. As1. por ejemplo. cuando hablarnos de «asistente". «aprendiz, o «C<t pataz», expresamos con cada uno de estos términos ante todo b comunidad de acción\' los vínculos que de ella resultan, mientra~ que solo indirectamente podemos deducir una comunidad tk existencia. Di/tTCIICÚI f:'ll/rc el sa 111ienzhru de 111/ll conzwzidwl r la parlicipación Todos los términos aquí citados indican que el hombre es miembro de varias comunidades, las cuales consisten en que el hombre existe o actúa junto con otros. En este estudio nos interesa ante todo la comunidad de acción. pues se trata de la correlación dinámica de la acción con la persona como fundamento\ fuente para conocerla. Pero cualquier comunidad de existencia condiciona siempre a la comunidad de la acción v. por tanto, no podemos pensar en las segundas prescindiendo de las primeras. Sin embargo, la esencia del problema consiste en que ser miembro de tales comunidades no es, sin más, lo mismo que participar; intentaremos scrYirnos de un ejemplo. l!n grupo de obreros que trabajan en la misma excavación, o un grupo de estudiantes que asisten a la misma clase no hav duda de que actúan juntos; cada uno de estos obreros o de estos estudiantes es miembro de i\PCNTES PARA UNA TEORÍA DE LA PARTICIPACIÓN ·------ 39'1 ------- una dl'lerminada comunidad de acción. Una misma comunidad se puede analizar desde el punto de vista del fin que sus miembros pretenden alcanzarjuntos. En el primer caso, el fin es la realizaciún de una exc¡n·ación, lo que puede sen·ir para otro !"in posterior, por ejemplo, construir algo. En el segundo caso, el fin será aprender una determinada rnateria que constituve el tema de la clase que, a su \-et., forma parte de un conjunto temático v de la totalidad de los estudios de una determinada facultad. Se pueJe ach-ertir que, en el primer caso, cada obrero Y, en el segundo caso, cada estudiante tienden al mismo fin. Esa unidad objetiva del fin anida a objetivar la propia comunidad de acción. En sentido objetim, una comunidad de acción se puede definir por el fin para el que los hombres actúan conjuntamente. Cada uno de ellos es miembro de esta comunidad objetiva. Pero desde el punto de \ista de la persona\' de la acción no solo es importante la comunidad objetiva de acción, sino que lo es también su momento subjctivo, que es lo que aquí hemos denominado participación. Se trata de dilucidar si el hombre que es miembro de una comunidad de acción -como las que hemos indicado en el ejemplo-, al actuar en ellas realiza una verdadera acciún \'se realiza a sí mismo en esas acciones. Justamente en esto consiste la participación. Sin embargo, al actuar «junto con otroS>>, el hombre puede permanecer fuera de la comunidad que determina la participación. Nos encontramos ante un problema que no se puede solucionar sin contemplar el problema del llamado bien común. Como se sabe, el momento de la participación se encuentra, entre otros lugares, en la elección: el hombre elige lo mismo que otros eligen e, incluso, elige porque otros eligen, pero, a su \·ez. lo elige como bien propio v como fin al que se tiende. Lo que elige en esos casos es el fin propio, en el sentido de que en él se realiza el hombre en cuanto persona. La participación capacita al hombre para esas ele.ccioncs v para esas actuaciones junto con otros. Puede que solo entonces merezca el actuar el nombre de «cooperació11", pues el simple actuar junto con 400 KAROL WOJTYlA otros puede que no sea aún cooperación v que tampoco libere el momento de la participación. En d campo del actuar, como en el del existir, puede aparecer una comunidad objeti\·a sin la comunidad subjeti\·a correspondiente. 6. Participación y bien común La participacic!u Y la cmuuuidad r el hicn COI111ÍII {a solucinn del pro!Jle111a di' la CO/IIliiiÍdad ."de la participatÚÍII se encuentra, como es C\idenll', no L'n la propia realidad del actuar o del existir «junto con otros», sino -como \a hemos ad\'ertido- en el bien común. Expresándolo con mavor precisión: se l'IICW'/1(/'!1 C/1 e/ SÍgliÍ{lCOdo ifltC deiiiOS al COIICf!IIO de iJÚ.'II COIIIIÍII. Si cn!L'ndiéramos por «bien común» lo mismo que por «bien de la comunidaLh, ese significado sería apropiado, pero quizá contendría en sí una unilateralidad importante: una unilateralidad en el <imbito de la axiología que es parecida a la que sugieren en la antropología las concepciones de indi\'idualismo v de anti-individualismo. El bien común es ciertamente el bien de la comunidad (o, si proseguimos por el camino de la objeti\·ación, l'l bien de la colccti\'idad, de la sociedad): no obstante, este bien exige una definición rnás detallada, basándonos en las consideraciones que hemos realizado hasta ahora 1. Por tanto, se puede identificar una comunidad objcti\'a de acción basándonos en el hecho de que los hombres actúan en común, como, por ejemplo, los obreros que trabajan en la misma e:-;cm·ación o los estudiantes que asisten a la misma lección. En este contexto, el bien común como bien de una concreta comunidad de 'Las con~idéracioncs que siguen, aunque tienen nclusi\·arnenlt' un e;•· r;it'tcr de apunlt's. constitll\t'n un inknlo de reinterprt'tal'ión del bien común. Por d carácter critico de esta interpretación (l'n un tktcrrninado contC\to histórico) puede tener un significado c>specifico tamhién el análisis, que se realiza;¡ continuaciún, de las actitudes auténticas v no auténticas. APUNTES PARA l;NA TEORiA DE LA PARTICIPACIÓN 401 acción -lo que siempre está unido a alguna comunidad de existencia- se puede definir con facilidad como ellin al que tú:nde la comunidad. Así. por ejemplo, en el primer caso el bien común parece que es la realización de la excm·ación: en el segundo caso, la asimilación del tema sobre el que trata la lección. Podemos mirar cada uno de los bienes comunes concebidos de esta manera mediante una cadena teleológica. Y así cada uno de ellos resulta ser un medio para otro bien común como fin; por ejemplo, la excavación realizada por los obreros sirve para establecer los fundamentos de alguna construcción, v la lección a la que se asiste es un eslabón del lar¡ro \ complejo proceso de adquisición de saber, cuya comprobación formal será el examen sobre la materia tratada. Concepción teleológica v personalislll del bien común Sin embargo, la identificación del bien común con el fin de las acciones rl'alizadas en común por los hombres es evidentemente bastante sumaria\ superficial. Enlazando con los ejemplos citados, se puede advertir que el fin del actuar en común, entendido de manera puramente objetiva v «cosificada», tiene en sí algo de bien común, pero no constituve este bien en toda su plenitud. A la luz de los análisis realizados hasta ahora se dibuja claramente ese diagnóstico. No se puede definir el bien común sin tener en cuenta a la vez el momento subjetivo, esto es, el momento del actuar que hace referencia a las personas agentes. A su vez, teniendo en cuenta ese momento, se debe indicar que el bien común no es únicamente l'l fin, entendido de modo puramente objetin>, de una acción realizada en una comunidad, sino qul' en él se encuentra, a la \·ez \ ante todo, lo que condiciona y de algún modo pone de manifiesto la participación en las personas que actúan en común, y que precisamente por eso las conforma como una comunidad subjetiva de acción. Tenemos que entender el bien común como fin en un doble sentido, objetiyo v subjetivo a la vez. El significado subjL'tivo del bien común está íntimamente relacionado con la partici- 402 KAROL WOJTYLA paciún como propiedad de la persona\ la acciún. También en t'sta apro~imación podemos sostener que el bien común es algo que responde a la naturakza social del hombre. En este estudio más bien dejamos de lado esta rica problemática axiol<igica ,. ética que conecta con el conCL'pto de bien común \ L'stablcce su si¡mil'icado compll'lo. Examinamos el bien común, ante todo. como principio de la \·erda(kra participación, a la que debe la persona el que pueda realizar una auténtica acción cuando aclüa junto con otros,., mediante ella, realizarse a si mismo. Se trata, pues, de una auténtica estructura pcrsonalista de la existencia del hombre en comunidad, en cualquier comunidad a la que pertenezca. Precisamente por eso, d bien común L'S el bien de la comunidad, Y es d que crea las condil'iom:s axiológicas de la existencia comunitaria; en cambio la actuación en común transcuiTL' tras él. Puede decirse que, en el orden axiol<Ígico, el bien común dl'lcnnina a la comunidad, a la cok·ctiridad va la socit>dad; definimos a cada una de dlas basándonos en su específico bien común. El actuar (opcrari) lo consideramos entonces unido al existir (csse). No obstante, el bien común pertt'nL'Ce ante todo al campo dl'l existir «junto con otros». El simple actuar «junto con otros» no manifiesta aún ele llt>no la realidad del bien común, aunque también deba estar presente. lncluso los grupos que están unidos más por el actuar que por su pe1ienencia a una comunidad social, como, por ejemplo, el grupo de obreros que trabajan en una excaYación o los estudiantes que asisten a la misma lección, al actuar juntos no solo tienden a un fin común, sino que también expresan de diversos modos la participación propia de los miembros concretos de la comunidad de acción. El hieu comzí11 conzo jinzdamcntu de la conll/11idad hwua1w La pa rt ici pación en los grupos unidos por una comun idacl de acción no se manifiesta ni se realiza en la misma medida que en las comunidades qut' poseen una estabilidad en d campo del APUNTES PARA U'-JA TEORÍA OE LA PARTICIPACIÓN 403 existir, como, por ejemplo, la comunidad familiar, nacional, religiosa o estatal. La axiología de estas comunidades, expresada por su bien común, es mucho más profunda. Además, es más fuutc el fundamento de la participación. Cada hombre espera de estas comunidades del e.\istir -que han recibido el nombre de socit'dades naturales, porque responden hasta el fondo a la naturaleza social del hombre- el ¡1oder elegir en ellas co111o bim conuín propio lo lJLIC otros eligen\ porque otros lo eligen, v también que les siJYan para realizar su propia persona. A la vez, basándonos en esta capacidad de participación. que es esencial para el existir\ para el actuar junto con otros, el hombre espera que en las comunidades fundadas sobre el bien común sus propias acciones sin·an a la comunidad, la sostengan y la enriquezcan. Dentro de ese conjunto axiológico, el hombre está preparado para renunciar incluso a algunos bienes individuales. sacrificándolos por la comunidad. Esa renuncia no es «contra 111/fllra>>, puesto que responde ala participación, que es una propiedad de cada hombre v, basándose en ella, se abre el camino de su propia realización. Así que la superioridad del bien común, su preeminencia en relación a los bienes particulares e, incluso, individuales no es resultado exclusivo ele un aspecto cuantitativo de la colectividad: que se tenga en cuenta en primer lugar el bien de muchos o de la ma~roría, v solo después el bien del individuo v de la minoda. No es el número ni tampoco la generalidad en sentido numéJico lo que determina el carácter propio del bien común, sino sus fundamentos. Este planteamiento continúa las críticas al individualismo v al ami-individualismo; se deriva de las anteriores consideraciones sobre la participación, v sirve a su vez para confirmarlas. En el fondo de esta realidad que constituven el «actuar conjuntamente>> y el «existir conjuntamente>> se pone de manifiesto cada \·ez con mayor precisión la participación como propiedad de la persona y de la acción y como fundamento de la auténtica comunidad humana. 404 KAROL WOJTYLA 7. Análisis de las actitudes: actitudes auténticas Sig1lijicado ¡m:-rlica de este análisis Basándonos en las L'onsideraciom·s sobre el significado pro pio del bien común, o sea, .~obre las relaciones que debe haber entll' la particípaci<ín como propiedad de las personas y el bien de la comunidad, l'S preL·iso anali1.ar algunas actitudes características de 1<1 acci<jn \' de la exisléncia <<junto con otros». Se trata, en primer ]u gm~ de la actitud de la solidaridad \'de la actitud de la oposición. Como intentaremos demostrar a continuación, la definición dl· cada una de ellas, tanto de la «solidaridad>> como de la «Oposición••. adquierL' su sentido propio si se basan en una comunidad de acción o de existencia, va trm·és de su referencia específica al bien común. Esll' sentido está relacionado con una dl'terminada calificación. que es en definitiva de naturaleza ética. ~o obstante, en este análisis pretendernos más bien buscar el significado personalista de estas actitudes \', en consecuencia, la correspondiente calificación de cada una de ellas tendrá un sentido más bien prc-ético que ético. Se trata de esbozar a continuación las estructuras propias del actuar humano \, en relación con ellas, de resaltar el valor de la realización de una acción, pero no el \alor de la acción realizada, que es consecuencia de su relación con una norma ética. Es evidente que todas estas consideraciones se transforman fácilmente en un análisis ético, si se asume que la realización de una acción, en razón de su valor inmanente, es en sí misma un bien, que obliga tanto al que la realiza como a los otros. Esta segunda obligación constituve el elemento fundamental de la ética social. Si pasáramos al ámbito de la ética, deberíamos considerar el \'alor del cumplimiento de una acción como objeto de las acciones realizadas v, a la vez, como fundamento de su normati\'a. No obstante, no realizaremos esto aquí. En cambio, queremos continuar ocupándonos de la realización subjetiva de las acciones v de su ntlor inmanente como valor «personalista». En este APl!NTES PARA UNA TEORIA DE LA PARTICIPACIÓ\J 40S conjunto se encuentra la clan; para esclarecer el dinamismo específico de la rcrsona también en el marco de las diversas comunidades del actuar\ del c\istir. De ahí también que la calificación de las actitudes que ahora inlentamos analizar serú ante todo «personalistJ» \, en este sentido, se puede decir que es «prcética». Al mismo tiempo, como en todo este estudio v, en particular. en esta rarte, nos damos cuenta de que nos movemos constantemente en las fronteras de la ontología v la ética a causa del aspecto a\iológico, o sea, de la riqueza de los valores, que es difícil aislar de la ontología de la persona v de la acción. La acti//1(/ de solidaridad Los princirios de solidaridad\ de orosición deben ser anali!.ados conjuntamente, rue;.lo que necesitamos de cada uno de ellos para poder entender correctamente el otro. La actitud de solidaridad es consecuencia natural del "hecho» de que el hombre e\iste v actúa junto con otros. Es también una actitud de la comunidad en la que el bien común condiciona\' revela de modo adecuado la participación, \, a su vez, la participación sirTe aull'nticamente al bien común, lo apova v lo realiza. La solidaridad significa la disposición constante de aceptar y realizar la parte que a cada uno le corresponda por pertenecer a una determinada comunidad. El hombre solidario no solo realiza lo que le corresponde porque pertenece a una comunidad, sino que también lo hace «para el bien del conjunto>>, o sea, para el bien común. La consciencia dd bien común le impone llegar mús allú de la parte que le compete, si bien en esta referencia intencional él realiza fundamentalmente su parte. En cierto modo, la solidaridad incluso le impide imadir el terreno de las obligaciones ajenas v asumir como propia la parte que compete a algún otro. Esa actitud es compatible con la de la participación, puesto que la parl icipación, entendida objetiva Y «materialmente>>, earacll'ri;;¡ ;¡ ;d gunas partes en la estructura comunitaria del actuar\ dl'lni~l i1 406 KAROL WOJTYLA humanos. La actitud de solidaridad tiene en cuenta las partes q¡~c· corresponden a cada uno de los miembros de la comunidad. 1.;, asunción de esa parte de obligaciones que no me pertenecen L"'.. esencialrnenlt' contraria a la comunidad va la participación. No obstante, esto último \iene exigido por la solidaridaclc11 aquellos casos en que limitarse sin más a la propia pa1ie implicarí;' falta ele solidaridad. Esto significa indirectamente que la relerenci;1 al bien común en la actitud ele solidaridad debe estar permanentL· mente vi\·a, que debe dominar al hombre hasta tal punto que sep;1 cuando es oportuno que asuma algo que excede lo que le corres ponde habitualmente en la actuación\ en la responsabilidad. El sentido particular de las necesidades de la comunidad, que es específico de la actitud de solidaridad, hace que, por encima ele toda parcialidad o pmticularismo, rL·salte en ella el rasgo ele una cierta com plementaricdad: la disposición a «complementar» con la acción que realizo lo que otros realizan en la comunidad. ESL' rasgo penetra de alguna manera en la propia naturaleta de la pa1ticipaciún, que estamos entendiendo en este lugar ele modo subjetivo, o sea, como propiedad de la persona. v no tan solo de modo objetivo, o sea, como división en parles correspondientes a cada uno en una estructura comunitaria de actuar v de existir: Por eso también se puede lkcir que la actitud de la solidaridad es la expresión básica de la patticipación como propiedad de la persona. Gracias a esta actitud, el hombre encuentra su propia realización realizando a los demás. La actitud de oposiciríu A pesar de todo, la actitud de solidaridad no exclu~·e la posibilidad de la actitud de oposición. La oposición no está sustancialmente reñida con la solidaridad. Quien se opone no se abstiene de participar en la comunidad, no disminuye su disposición a actuar en lo que se refiere al bien común. Evidentemente, la oposición también puede entenderse de otro modo: pero aquí la entendemos como actitud básicamente solidaria, no como nega- APt:i'-<TES PARA LNA TEORiA DE LA PARTICIPACI()N 407 ción lkl bien común v de la necesidad de la participación, sino como confirmación de ella. Eleontenido de la oposición es únicamente un modo de concebir,. ante todo de realizar el bien común, especialmente dcslk el punto de \ista de la posibilidad de la participación. La experiencia de diversas oposiciones, que han tenido ,. tienen lugar en el ámbito del e\istir humano v del actuar «junto con otros>>, enseiia que los hombres que se oponen no lo hacen para alejarse de una comunidad. Muv al contrario. buscan su lugar propio en esa comunidad; por tanto, buscan la participación \' la concepción del bien común que les permita participar mejor, con mavor plenitud v eficacia en la comunidad. Son numerosos los ejemplos ele hombres que disputan, y asumen por tanto una actitud de oposición, precisamente porque tienen el bien común muv dentro de su corazón. Así, por ejemplo, los padres que discuten entre sí porque desean educar de una manera mejor a sus hijos, o los estadistas que mantienen posiciones opuestas, porqut' les interesa el bien de la nación v del estado. Puede ser que los anteriores ejemplos no ilustren todos los aspectos de la esencia de la oposición, pero en cualquier caso acercan a ella. La actitud de oposición depende de la idea que se tenga de la comunidad, de su bien v de un deseo vivo de participar en la existencia común v concretamente en la acluaci<'ln común. Se debe considerar que una oposición así es constructiva. Es una condición para que la comunidad tenga una estructura adecuada, una condición de su correcta organización. Es necesario definir con mavor precisi<'Jn esta condición. St' trata de una estructura de la comunidad, de que esté organizada de tal forma que la oposición que se desarrolla en el terreno de la solidaridad sustancial no solo pueda e\presarse. sino que también pueda realizar su función para el bien de la comunidad\' pueda llegar a ser constructiva. La comunidad humana posee una estructura adecuada cuando la oposición justa no solo tiL'nc en ella derecho de ciudadanía. sino también la eficacia que exijan en cada ca~o el bien común v el derecho a participac 408 10\ROL WO.JTYlA ---------- --··--- -- El sell{ido del diálogo Es, por tanto, L'\'iLknte que el bien común, del que en cierto modo va hemos hablado, no puede ser entendido está! ica, sino dinámicamente. Fundamentalnwnte debe hacer que aparezca la actitud de la solidaridad v la de participación, pero no pucdt' cerrarse ante la oposición ni tampoco excluirla. Parece es rnuv adecuado que a ese tipo de estructura de la comunidad humana Y de la participación le corresponda L'l principio del diálogo. El concepto de «diálogo, tiene dikrL'nles significados. En este momento se trata dl' resaltar uno de ellos,,. concretamenll' el que se puede utili;ar para constituir :v consolidar la solidaridad humana, también mediante la oposición. Porque la oposición puede dificultar la convi\'encia \'la cooperación entre los hombrl's, pero no debería deteriorarla ni imposibilitada. El diálogo es útil para descubrir lo que es \erdadero v correcto l'n una situación de oposición, dejando de lado los planteamientos o disposiciones netamente subjcti,·as. Estos planteamientos y disposiciones con frecuencia originan tensiones. conllictos ~· disputas entre los hombres. En cambio, lo que es verdadero v justo siempre cksarrolla a la persona v enri4uece a la comunidad. El principio del diálogo es tan adecuado porque, al no rehuir las tensiones. los conflictos ni la~ luchas que apart'cen en la \'ida de las distintas comunidades humanas, v asumi1; en cambio. lo que hav en L'llas de verdadero \ justo, puede ser el origen del bien para los hombrt's. Es preciso aceptar d principio del diálogo sin temer las dificultades que aparezcan en el curso de su realización. 8. Análisis de las actitudes: actitudes no-auténticas Actitudes alltélllicas r 11o-auté11ticas Todo cuanto hemos dicho hasta ahora sobre el tema de la solidaridad y de la oposición, así como la aprobación general del principio del diálogo (una aprobación particulari;ada requeriría APljNTES PARA UNA TEORÍA DE LA PARTICIPACIÓN --- -- 409 ----- - - - - - - un examen aparlc). se encuentra sujeto permanentemente a una veriricación sobre la base de la verdad sobre la persona v la acción, a la que nos hemos dirigido esrorzadamente a lo largo del presente estudio. En principio. parece que la actitud de solidaridad v la de oposición son auténticas. En cada una de ellas se puede realizar no solo la pat1icipación, sino también la trascendencia de la persona en la acción. Anteriormente hemos realizado un análisis multilateral de esta trascendencia, esto es, de la autodeterminación ':i de la realización. Parece que en las dos actitudes que acabamos de mencionar las funciones de la trascendencia pueden e.xpresarse adecuadamente. En este sentido se trata de actitudes auténticas, que respetan el \·alor «personalista» de la acción. 1\aturalmente, presuponiendo una aprobación general \ sustancial. los elementos particulares y las manifestaciones concrl'las de cada una de ellas deben ser verificados continuamente. Porque en este ámbito es fácil alterar tanto la actitud de solidaridad como la de oposición, convirtiéndolas en actitudes no-auténtie<ts in COIICrcto v privadas de su auténtico \'alor «personalista». En este punto, el fiel de b balanza es la relación dinámica a la verdad (eh: capítulo III), tan esencial para la trascendencia ele la persona en la acción. Esta relación se relleja en la recta conciencia moral, que es la medida última de las actitudes humanas en el ámbito del existir v del actuar «junto con otros>>. El bien común debe buscar también su expresión en la conciencia; pues ella garantiza al bien común la dinámica v la vitalidad de la participación. Al hablar de la posible pérdida de autenticidad que amenaza a la actitud ele solidaridad va la de oposición -a cada una de ellas en una dirección \'por un mol ivo distinto- es necesario que indiquemos algunas actitudes no-auténticas. Estas actitudes las denominamos con unos términos que se usan con frecuencia en la actualidad, aunque quizá más popular que científicamente. sl' trata concretamente de la actitud de cnnf(mnismo v de otra a b que llamaremos de et'asión. Podemos llegar a cada una de l'ila, desde las actitudes auténticas de solidaridad v de oposiL·i,Hl. -,i L" 410 KAROL Wü.JTYLA pri,·amos de los elementos esenciales que determinan a la 1ez l;, participación ,. su valor personalista. Si se pierden esos elemen tos, la solidaridad se puede col1\'ertir gradualmente en conf<,r mismo v la oposición, en e\·asiún. Esto supondría una alteraciú11 casual: sin embargo, parece que las alteraciones de ambas actitu des son no-aut6nticas por razones lundamcntales y no simpkrnente porque constituvan una alteración de las actitudes de soli claridad v de oposición. Y desde este punto de ,·isla intentarernm. aquí analizarlas brevemente o por lo menos caracterizarlas. El confónnismo como ac1i1ud no-autchllica El término «Conformismo>> expresa la semejanza v el asemejarse a los otros, lo que en sí mismo es un proceso natural y, en determinadas condiciones, es positivo, creati1·o v constructin¡. Ese parecido creativo\' constructivo de los hombres entre sí dentro <.k una comunidad constituye una confirmación :v una manifestación de la solidaridad. Sin embargo, el término <<conlormismo>>, a pesar de estas raíces positi\'as, indica algo negatiw1 -concretamenll?, la jál!a fillldan!enlal Je solidaridad·'; sinwltducwnenle, la eli111inación Je la oposición- cuando dentro ele una comunidad significa el parecerse a los otros en un sentido únicamente exterior v superficial. prirado del fundamento personal de la col1\'icción v de la elección. En la actitud del conformismo se L'ncuentra, ante todo, una cierta capitulación, una peculianariante de aquel¡mli, en el que el hombre-persona es solo objeto del <<suceden>, \' no autor de la propia actitud v del propio compromiso con la comunidad. El hombre no crea la comunidad, sino que de algún modo <<Se deja introducir>> en la colectividad. La actitud del conformismo oculta -si no la negación o la limitación- por lo menos una debilidad de la trascendencia personal: de la autodeterminación ,. de la elección. En esto consiste el defecto personalista de esta actitud. Aquí no se trata evidentemente de ceder a los demás dentro de la comunidad: esto puede tener en muchos casos un significado positi\o. Se trata de APUNTES PARA UNA TEORÍA DEL,\ PARTICIPACJÓ\ 411 algo distinto: de la renuncia fundamental a la realización de sí mismo al actuar «junto con otros» .v mediante esa actuación. El homlm:-rcrsona de alguna manera consiente que la comunidad le arrebate a sí mismo. A la vez, él se sustrae a sí mismo a la comunidad. El conformismo es la llf'gación de la participación en el sentido específico ele este concepto. La verdadera participación queda sustituida por una participación aparente, por una adecuación superficial a los otros, sin convencimiento v sin auténtica implicación. De esta manera, la capacidad propia del hombre de formar una comunidad de modo creativo queda como en suspenso e, incluso, falseada; lo que inrluve negativamente en el bien común, cuvo dinamismo surge de la \'erdackra participación. El conformismo significa lo contrario, crea más bien una situación de indiferencia hacia el bien común. En él se puede entrever una específica \·ariedad del individualismo: la e\'asión de la comunidad como si fuera una amenaza para el bien del individuo y, a la \·ez, la necesidad de ocultarse frente a la comunidad mediante una apariencia externa. El conformismo llc\a consigo más bien la «uniformidad, que la unidad. Bajo la superficie de la uniformidad se encuentra la di\·ersidad Y es misión de la comunidad establecer las condiciones necesarias para su participación. No es lícito contentarse con una actitud conformista, pues en esa situación, en la que los hombres únicamente se adecuan externamente a las exigencias de la comunidad, ~·lo hacen principalmente para obtener beneficios o para evitarse disgustos, tanto la persona como la comunidad sufren pérdidas irTCparables. ú1 actitud de e\'llsióu La actitud que hemos denominado «C\·asión>> parece quL' no posee esa apariencia de relación con el bien común en la qUL' consiste el conformismo. En cierto sentido es una actitud rrr;i~ auténtica pero, en el fondo, también «está enferma" por l;dt:l d,· 412 1\:AROI. WOJTYLA autenticidad. El conlormismo se t'\ade de la oposición; la e\asión, ror su parte, se aproxima al conformismo v, por t'SO mismo, no llega a ser auténtica orosici<ín. La oposición consiste en implicarse t'n d bien común y en la particiración. La evasión, en cambio, es tan solo una rt•nuncia, quizá en se1'ial de prote~la, pero sin indicios de implicarse en la participación. A~í pues, la t'\'asión e;. una falta de participación, es no hacerse presente t•n la comunidad. Un prorcrbio diet~: «los ausentes no tienen razón>>. La erasión confirma, en muchos casos, la 1erdad de este adagio; aunque otras veces hav que tener en cuenta que también existe la elocuencia de la ausencia, esto es, que la ausencia tenga una razón específica. En tales circunstancias, la entsión puede constituir una actitud sustitutiva para el hombre que no puede ser soliclario v que cree que no es posible la oposición. Resulta difícil negar que esa actitud puede ser elegida conscientemente, v, por eso mismo, es difícil negarle un \·alor personalista básico. Sin embargo, eu;mdo existen razones que justifican una actitud de t'vasión, estas mismas razones suponen una condena para la comunidad. Efectivamente, el bien básico de la comunidad es laposibilidad de participar. Cuando la participaciún es imposible-\ de esto da testimonio la evasión como actitud que está justificada en algunos casos-, tampoco la comunidad vire correctamente. Le falta el \'erdadero bien común, puesto que la «evasión>> es la única salida para los miembros de esa comunidad. A pesar de todas estas razones, que pueden justificar la cn1sión como actitud sustitutoria sui generis. no se le puede reconocer a esta actitud el carácter de autenticidad en el ámbito del existir v del actuar «junto con otros>>. En numerosos puntos, la actitud de la evasión coincide con la del conformismo, por no hablar de que en ocasiones puede presentarse algo así como un tipo de «evasión conformista>>. Pero, ante todo, tanto en una actitud como en la otra, el hombre renuncia a realizarse actuando <<junto con otros>>. Está convencido de que la comunidad le anula, v por eso busca retirarse de la comunidad. En el caso del conformismo, APLNTES PARA UNA TEORÍA DE LA PARTJCIPACIÓ\J 413 lo hace manteniendo las apariencias; en cambio, en el caso de la e\·asión, sin preocuparse de ellas. Pero en ambos casos se le quita al hombre algo esencial: el rasgo dinámico de la participaciún como propiedad de la persona. que le permite realizar acciones v rc<.~lizarse auténticamente mediante estas acciones, en una comunidad de existencia v de acción con otros. 9. El <<miembro de una comunidad» y el «prójimo» Dos sistcnws de referencia cmnpe11etrados entre sí Sobre la base del análisis efectuado en d presente capítulo, la participación nos desvela un estrato aún más profundo de la realidad, que es el que const ituve a la persona, cuando contemplamos su existencia\ en su acción bajo el prisma de la comunidad «Con los otros». Nos parece que va hemos examinado suficientemente el problema de la participación en relación al hecho de que el hombre es miembro de dirersas comunidades. Pertenecer a una comunidad constitu\·e como un sistema propio de referencia mUY rico y complejo respecto a las posibilidades de participación de cada persona. Este sistema se encuentra muy próximo a otro sistema de referencia, que es mu~1 importante para la participación, a este último lo denominar~mos «prójimo». A pesar de la proximidad, a pesar de la mutua relación de estos sistemas de referencia, no se identifican entre sí. Lo que expresamos con «prójimo» se diferencia básicamente de lo que expresamos con «miembro de una comunidad>>. Cada uno de estos conceptos indica una posibilidad distinta v una dirección diversa de pmiicipación personal. En cada uno de ellos se expresa de un modo diverso la naturaleza personal~· social de la persona. Aquí consideramos lo que se expresa en el concepto de «prójimo>>\' en ~1 de «miembro de la comunidad>>, como do~ lor· mas diversas e incluso dos sistemas de referencia; l'S sabido lpl<' en general el existir v el actuar «junto con otros» ~iltta :1 ,·:uL1 414 KAROL v\OJTYLA hombre en una esfera de dircrsas referencias. El concepto de «pníjinHl>> v el de «miembro de una comunidad>> (de una sociedad) sirven de algún modo para ordenar estos sistemas de rclerencia. v así nos muda a comprender de modo preciso v multiforme la participación. La participación en sí misma expresa al¡.>:o distinto cuanuo se trata de la relación Je un miembro con la comunidad\. cuando SL' rl'fiere al prújinw. Hasta cierto punto aparece aquí una com·ergencia. El hombre es el prójimo para el hombre L'n cuanto miembro Je una comunidad; pertenecer a la misma comunidad también acerca el hombre al hombre, o sea, hace al prójimo más «pní.ximo>>. De ahí también que, sobre la base de la pertenencia a una misma comunidad, el círculo de los prójimos de un hombre se <ll'L'rque o se aleje de él. «Por naturalet.a» son más prójimos (pníximos) a nosotros los miembros de la propia familia o de la propia naciún que los de otras familias o de otras naciones. En esk' sistema de referencia la proximidad desplat.a continuamente a la diversidad, pero no se puede negar que esta Cdtima también e'\iste entre los hombres. El concepto de «prójimo» indica algo mús profundo que la cercanía o la l'Xtra!let.a entre hombres. Y. por ello, es tambiL'n más básico que L'lconcepto de «miembro de una comunidad>>. Cualquier tipo de pl:'rtenencia a una comunidad implica el hecho de que los hombres sean «prójimos>>, pero ni crea ni anula este hecho. Los hombres son. o lll'gan a ser, miembros de diwrsas comunidades, Y en estas comunidades son, o llegan a ser, recíprocanwnte próximos o eo,;trafios -esto último de alguna manera indica una falta de la cornuniuad-, pero todos son permanentemeniL' mis prójimos\' no dejan de serlo. El concepto de «pn!jimo>> <'XJJrcsa la relación n!Ci¡m>ca de todos los hombres cn lalzunzanidad Esto se encuentra unido al momento a.xiológico, que es muv importante para esta parlt' de las consideraciones, en la que APl NTES PARA Ul'\A TEORIA DE LA PARTJCIPACIOI'\ 415 hen1os resaltado el valor «personalista» en una comunidad del e\istir v del actuar. El concepto de «prójimo>> nos haCl' ad\'ertir v \'<dorar en el hombre lo que no depende de su pertenencia a algún tipo de comunidad. \los lleva a advertir v valorar en él algo más absoluto. F.l concepto de «prójimo>> est<i unido con el de hombre como tal v con el valor de la persona en sí, sin que dependa de su relación con esta o aquella comunidad o sociedad. El concepto de «prójimo» se refiere o tiene en cuenta "olo la humanidad en sí, que posee cualquier «otro» hombre tanto como <<HJ». El concepto de «prójimo» crea, pues, el ámbito comunitario más amplio, que se extiende más allá de cualquier «di\ersidad», entre otras de las que son consecuencia de pertenecer a di\'crsas comunidades humanas. El concepto «miembro de una sociedad-comunidad» presupone en cierto modo la realidad de la que habla el concL'pto de «prójinw», pero, a su ve/, lo limita, lo sitúa en un plano secundario e, incluso, lo ofusca. Sitúa en primer plano la propia pertenencia a una comunidad determinada, mientras que el concepto de "prójimo» apunta solamente a la relación fundamental de todos los hombres entre sí en una única humanidad. El concepto de «prójimo» se refiere, pues, a una realidad más general, v también al fundamento más universal de cualquier comunidad humana. La comunidad en una misma humanidad es, en efecto, el fundamento de cualquier otra comunidad. Si se aislara una comunidad cualquiera de esa comunidad fundamental, perdería su «humanidad», Sil carácter «humano». Debemos repensar a fondo el problema de la participación desde esa perspecti\·a. !lasta ahora hemos intentado ilustrar el sentido de la participación en función de la pertenencia de cada hombre-persona a las diversas comunidades, donde se re\'ela \ confirma su «naturaleza social». Sin embargo, la capacidad d,, participar llega más allá: concretamente, llega tan lejos como lo indica el concepto «prójimo». El hombre-persona es Gl!XIJ 110 solo de participar en una comunidad, ele existir v actu;1r «jlllil" con otros», sino que también es capaz de particip<ll<'ll l:t lllllll.l 416 KAROI. WOJTYLA nielad de los «otros». Cualquier participación en una comunidad se apova sobre esto v, a la vez, encuentra su sentido personal a tra\'és ele la capacidad de participar en la humanidad de cualquier hombre. Y es justaménte esto lo que indica el concepto «prójimo>>. La participacicí11 en la luunanidad de cada hombre como núcleo de toda participaci<í11 Junto al análisis del concepto de «prójimo>> alcanzamos el significado pleno de esa realidad que desdL· el comienzo del presente capítulo hemos definido como «participación>>. Llegados a este punto, debemos responder a los que opinan que los conceptos de «prójimo>> v «miembro de una comunidad>> tienen un significado dis\·untin> o contrario. Ya hemos mostrado anteriormente su com·crgencia parcial; a continuación intentaremos profundizar en ello. La «naturaleza social>> del hombre habla de esta convergencia básica, aunque, basándonos en esa naturaleza, se puede explicar plenarnmte la diferencia entre prójimo v miembro de una comunidad. No es necesario pensar que el sistema de referencia «pníjimo>> constituva el fundamento de todas las relaciones interpersonales, mientras que «miembro de una comunidad>> fundamente las relaciones sociales. Semejante idea sería demasiado superficial e insuficiente. Ambos sistemas de referencia se compenetran mutuamente,,. no solo en el orden objetivo. en el que cada «prójimo>> es miembro de alguna comunidad, y los miembros de las diversas comunidades son a su vez prójimos. Se trata aquí de la compenetración mutua en la dimensión subjetiva de la participación. Hemos pensado la participación como una propiedad dinámica de la persona. Una propiedad que se expresa en la realización de acciones «junto con otros>>; en una cooperación v coexistencia tal, que sirve a la vez para la realización de esa persona. La participación corre pareja tanto a la comunidad como al valor «personalista>>. Precisamente por esa ra- APt;NTES PARA L:NA TEORÍA DE LA PARTICIPACIÓN ---- 417 ------ ·----- zón no puede expresarse únicamente en la pertenencia a diversas comunidades, sino que, mediante ello, debe llegar hasta la humanidad de cada hombre. Solo mediante esta interrelación en la misma humanidad, a la que se refiere el concepto de «prójimo», la propiedad dinámica de la participación alcanza su profundidad personal v su dimensión universal. Y entonces podemos considerar que sirve no solo para la realización de esta o aquella persona, sino para la realización de cada persona en la comunidad v justamente mediante ella. También puede decirse que la participación entendida ele esa manera sirve «Simplemente» para la realización de las personas en cualquier comunidad ele la existencia o de la acción. La capacidad de cada hombre de participar e11 la misma humanidad constituvc el núcleo de toda participación v condiciona el ,·alor personalista de cualquier actuación v existencia «junto con otros>>. lO. Significado del mandamiento del amor A la lu::. del1nandamiento del amm; el sistema de referencia «prójimo» es fillld!llnental Por tanto, también se nos permitirá que dediquemos las últimas frases ele este libro al sentido del mandamiento evangélico del amor. Hemos subrayado repetidas veces que no tenemos la intención de entrar en el terreno ético,'.' aquí, ele alguna manera, deseamos detenernos como en el umbral del contenido estrictamente ético del mandamiento «amarás>>. No analizaremos este mandamiento en todo su contenido objetivo; en concreto, no indagaremos sobre el sentido ético del amor. Únicamente deseamos confirmar que este mandamiento subra:va de manera suficientemente expresiva'.' coherente que, en cualquier actuar' existir «junto con otroS>>, el sistema de referencia «prc',jinio•> tiene un significado fundamental. El mandamiento «arnarús» pone en e\'idencia este sistema de un modo particulamll'nll' consL'UIL'IllL', 418 KAROL \VOJTHA an1c.lándose de la I'L'krencia al propio «\O>>: «... al prójimo colll<> a li mismo". El sistema de referencia «pníjimo>> tiene un signil1 cado fundamental entre todos los sistemas que surgen de la LP rnunidad humana, porque sobrepasa a todos por amplitud, si111 plicidad v profundidad. A la vez, indica una participación plena ;1 la que no hace referencia la simple pertenencia a una cornunid;HI cuak¡uiera. El sistema de referencia «prójimo, explica de algun;1 manera hasta el final el contenido de cualquier sistema del tip1> «miembro de una comunidad". Respecto al segundo o, más bic11. los segundos, se distingue por una supL'l'ioridad sustancial. TaiL·~ la correcta jerarquía de \'aJores, porque el sistema de referenci;1 «prójimo, expresa la inlcrrelación mutua de todos los hombre~ fundamentada en una misma humanidad, mientras que el si~ tema de referencia «miembro de una comunidacl» aún no desveb dirl'ctamente e:-.ta interrelaciún. También se puede hablar de un;¡ cierta trascendencia de «prójimo, respecto a <<miembro de un;1 comunidack El mandamiento enmgélico contiene todo esto ck modo indirecto. Evidentemente no se puede entender lo anterior en el sentido de que suponga una limitaciún del \'aior de la comunidad humana del actuar v del existi1: Sería una comprensión errónea. El mandamienlo «amarás» tiene un contenido enteramente comunitario, trata de lo que conforma a la comunidad, pero, por encima de todo, pone de manifiesto lo que hace plenamente humana a la comunidad. Trata de lo que hace particularmente \"Íva la participación. Por eso también debemos examinar en su conjunto y no de manera aislada, ni mucho menos contrapuesta, los dos sistemas de referencia que hemos distinguido anteriormente: «prójimo» v «miembro de una comunidad,. También esto se encuentra en el contenido «pcrsonalisla, del mandamiento evangélico. Si lo observáramos de manera diversa, entonces emergería una limitación recíproca: el hombre como «miembro de una comunidach limitaría al hombre como «prójimo". lJna limitación parecida transcurriría en sentido contrario, indicaría una debili- APt:NTES PARA LNA TEORÍA DE LA PARTICIPACIÓN ·-------- ----- 419 - dad fundamental de la persona, la falta de esa propiedad que hemos ddinido con el concepto de «participaL·ión,, la falta de la naturaleza social. Pues la naturaleza social del hombre está enraizada en esa interrelación fundamental que es consecuencia de la propia humanidad. El mandamiento del a111or \'el deswlnmiento de las raíces de la alimacirin Desde el punto de Yista de la participación hay que eliminar la posibilidad de una mutua limitación de estos dos sistemas. Tanto en el actuar como en el existir «junto con otros,, ambos sistemas -«prójimo, v «miembro de una comunidad>>- deben compenetrarse Y completarse mutuamente. No se puede permitir su separación, porque acarrearía consigo el peligro de una alienación fundamental. En la filosofía de los siglos XIX v xx se entiende por alimación algo así como un extrañamiento del hombre respecto a la humanidad, justamente la privación de ese \·alor que aquí hemos denominado personalista. En la esfera del actuar y del existir «junto con otros>>, esto puede suceder cuando la participación en una comunidad oculta y limita la participación en la humanidad de los «Otros>>, cuando se debilita la sustancial interrelación que confiere a una comunidad de hombres el carácter de humana. Quizá a veces se ha considerado unilateralmente el peligro de la deshumanización del hombre mediante los sistemas de cosas: la naturaleza, las relaciones de producción, la ci\'ilización. Aunque no se pueda negar que esta tesis es correcta en una notable medida, no sería aceptable concederle exclusividad. M;ís aún, el hombre no es \'erdaderamente el creador de la naturaleza, aunque sea su sei'ior. En cambio, es creador de las relacionl's dt· producción y también lo es de la chilización. Por ello, h;'¡:,¡, ;1 mente puede impedir que esta tenga un carácter <<dcshllnl;llli;;¡ dor,, que conduzca a la alienación. Por eso, tamhi(·¡¡ l'll b r;111 d, todas las alienaciones del hombre, a causa de lo~ ~i~lt'lll.<~ ,¡,. ,,. 420 KAROL WOJTY!.A lerencia que resultan de las cosas, Jebemos situar una alienación que es consecuencia del hombre mismo. Parece que el manda· miento «amarús>> nos dirige hacia su esencia. La raíz de la alicnaci(m del hombre por el hombre reside en dt'sconocer o en dejar de lado este sentido de la participación al que se refiere el sustanti\o «prójimo>>, v la -unida con él- interrelación mutua de lo~ hombres en la misma humanidad como principio de la comuni· dad mús íntima 4 . F.l1nmulmniento del a11zor como principio del existir-'' del actuar «junto cm1 otroS>> Ambos sistemas de referencia: «prójimo>> y «miembro de una comunidad>>, corno va se ha observado repetidamente, se compenetran mutuamente L'n el orden objt'li\·o. Se compenetran porque lo, poseen los mismos hombres. La naturalet.a social se manifiesta L'l 1 uno v en otro; y también en que cada cual es miembro de una cu munidad y de distintas comunidades, va la \·ez es «prójimo>>; L'JJ esto se encierra para cada uno la particular rdación con la persorn con el propio «~.'0». Sin embargo, tomando como base la jerarqui;t " t:n inll'nto de tratar mús ampliamente este problema lo constituH· ,.¡ texto Panici¡l<lli<>tl or Alil'lllllinu). •<.'\nalecta Hur"eliana», 6 ( 19771. 61-73 (\'ct -;ión española «¿Participaciún o alicn;;ciún""· recogida en K. Wojtrla, U h11111illc v su deslino P'' rd.). Palabra, Madrid 2010, pp. 111-132). Se debe ad\crtir llll.< rez más que todo el capítulo Vllt•s tan solo un conw11tario v un e>bozo. Los""·' lisb que contiene nos han conduc·ido a concluir que la participación, como P'" piedad de la persona, que ni>tc· \ actúa «junto con otro'"· se enruentra c'll J., base de dos dimen,ioncs di.-.tintas de la intcrsubjeti\·idad. La primera de ella', .. la que encon1ramos t'n la rebcitín «perstma-persona» (\o-tú ..loi·au/mi): la '<' g.unda es la que encontramos en la relación «nosotros» (comunidad, Gnll<'ll/'. chají). Cada una de estas formas de intersubjl'li\·idad necesita un análisb propc« Porque una cosa es b participacic'm entendida como simple· capacidad dt.' parti,' par c11 la humanidad tk otra persona (prcíjimo), Y otra cosa l'S la particip:cu• '" como el ser miembro de mant·ra regular de las distintas comunidades (.sm·i,·t!., des), en las que el hombre tiene qut' existir v actuar «junto con otro'"· t\Pl'.'iTES PARA L NA TEORÍA DE LA PARTICIPACIÓ\ 421 Ut' los sistemas que hemos esbozado aquí. para continuar en él nivel pcrsonalista Jel gran manJamiento del b·angelio, Jebemos captar la necesiJad Je una tal coordinación en d actuar _ven el existir «junto con otros», para asegurar simult:mearnente al sistema de referencia <<prójimo» su carácll'r fundamental v preeminente. De ese modo nos aseguramos también frente a una posible alienaci6n. Se trata de que en la formación de la coexistencia v de la coopcraci<Ín humana a los distintos niwle~ ven base a los diversos dnculos qut> determinan las comunidades~· las sociedades, el sistema de relcrencia <<prójimo» sea, en definitiva, decisi\'o. Si una comunidad cualquiera perjudica a este sistema de referencia, entonces ella misma se condena a que pierda la plena participación v que aparezca un abismo entre la persona y la comunidad. 'Jo se trata únicamente del abismo de la indiferencia, sino de la aniquilación. En primer lugar puede perjudicar a la persona más que a la comunidad, pero a través de la persona puL·de dai'lar a la comunidad. Y es quizá aquí donde mejor se manifiesta hasta qué punto están unidas, cuánta wrdad encietTa la afirmación Jt: la <<naturaleza social>> Jd hombre. Esta \·crdad parece re\·elar en este lugar su rostro amenazante. No obstante, no es esto lo mús significati\'o. El mandamiento <<amarás» evidencia ante todo la parte positiva de la rcalidaJ del e\istir v del actuar humano <<junto con otroS>>. Aunque someramente, también hemos intentado analizar este aspecto en el último capítulo de este estudio, cuyo objeto es la persona v la acción. El mandamiento del amor define la medida adecuada tanto de las tareas como de las exigencias que deben asumir todos los hombres -personas y comunidades- para que todo el bien dd actuar\' el existir «junto con otros» pueda realizarse rerdaLkramcntc. PALABRAS CONCLUSIVAS Antes de abandonar el terreno de las consideraciones sobre el tema de la persona v la acción, sentimos la necesidad de añadir algunas reflexiones que han quedado interrumpidas en este estudio o que parece que no se han realizado. El último capítulo del libro nos ha conducido a una nueva dimensión de la experiencia <<el hombre actúa». En él nos hemos centrado en los hechos del tipo «el hombre actúa junto con otros>>, a la vez que hemos trazado un <<bosquejo de la teoría de la participación>>, que está en relación con una nueva dimensión de la experiencia. Somos conscientes ele qUt.: este intento es incompleto, es solo un «bosquejo>> v no una concepción madura. Al incluirlo en el conjunto de este estudio. deseamos al menos observar que la experiencia del hombre que «actúa junto con otros>> debe ser incluida en la concepción de la persona v de la acción. Por tanto, toda ella espera una nueva elaboración. Un problema diverso es si entonces permanecerá la misma concepción de la persona v de la acción o más bien una concepción de la comunidad o de la relación, en la que la persona y la acción se des,·elen y se confirmen en alguna otra dimensión. Además, podría surgir la pregunta de si la experiencia dl' actuar <<junto con otros>> no es una experiencia fundamental v. por lo tanto, esta concepción de la comunidad y de la relaciún 1111 tendríamos que incluirla previamente en la elaboraciún lk 1111;1 concepción de la persona. Pienso que una inteq1re1aciún dt· l;1 ~-,, munidad v de la relación de las personas no puedl' sl'r mllt"<LI 424 KAROL WOJTYLA ·---- ---- - - - - mente lundanwntada :'.i no se apova antes de algún modo L'n L1 concepción de la persona v de la acción; Y, además, de modo lflll' en la e\periencia «el hombre al'lúa)) resulte adecuadamente di hu jado el cuadro de la trascendencia dL' la persona en la acción. h1 caso contrario, fácilmente podría suceder que, en la interprct¡¡ ción de la comunidad v de la relación interpersonal. no se maní les tara todo lo que es constitutivo de la persona, v la condicio11.1 sustancialmen!L', a la \ez que define la comunidad v la rehKio11 precisamente en cuanto comunidad v la relación entre las pLT'>o nas. Por tanto, parece que tanto metodológica como sustanci;d mente es adecuada una solución que, a la vez que prioriza la COII cepción de la persona y de la acción, busca, sobre la base de L'~LI concepción, una interpretación adecuada de la comunidad \ dt la relación interpcrsonal en toda su riqueza \'su cliferenciaciún Quizá sea a(m conveniente aplacar otra inquietud antL's d1· que abandonemos el terreno de las consideraciones sobre la ¡w1 sona ~· la acción. Se trata de la duda sobre el «status>> existetll·i;d del hombre, sobre toda la verdad de su limitación, o sea, tk s11 contingencia óntica (esse contingens). ¿Se ha expresado suficit·11 temente esta verdad en los análisis de la persona v de la accio11' ;_El «status)) óntico del hombre resulta suficientemente compl"l'll sible en ellos? Se trata de una preocupación justa, aunquL' ~~ ,¡, • sea por el motivo de que la concepción de la persona v de la ;11 ción presentada en este estudio tiene su origen en la experietlll.l «el hombre actúa)) v desea responder a su auténtico contenido. 1·.1 objeto del estudio es, pues, la persona, que se manifiesta en la ;11 ción, y lo hace a trm·és de todas las condiciones psico-som;ít ¡, ;¡· que son simultáneamente una riqueza v una limitación pa1;1 1·l hombre. Así pues, en la acción, la persona no solo manifkst;¡ •,11 trascendencia, sino también la integración propia ele la acci(.lll. l.1 realidad dinámica de la acción se constítuvc en esta integracio11 1 no al margen o más allá de ella. La persona que se manifiesL1 ,, través de la acción. de algún modo, pennea v abraza toda !;1 t". tructura psico-somátíca del propio sujeto. PALABRAS CONCLLiSI\'AS 425 Aunque, como hemos reconocido, L'l as¡x~cto de la integración de la persona en la acción no alcance a explicar el «Status, ontológico del hombre, nos aproxima, ciertamente, a concebirlo va comprenderlo en la medida en que lo permiten los presupuestos de todo esll' estudio v el mdodo que hemos adoptado. A la ltll: de cuanto se ha dicho en la Introducción, este trabajo ha intentado que emerja desde la experiencia de la acción aquello que muestra que el hombre es una persona, lo que desvela a esta persona; en cambio, no se ha pretendido construir una teoría de la persona como ente, es decir~ una concepción metafísica de la persona. Con todo, el hombre que se manifiesta corno persona de la manera que hemos intentado mostrar en los análisis realizados hasta aquí parece que confirma suficientemente que su «status>> ontológico no sobrepasa las fronteras de la contingencia: esse contiugeus. Era preciso aclarar estos dos aspectos en unas palabras conclusivas. Una vez expresadas, el autor opina que, por el momento, puede concluir sus consideraciones sobre la persona,. la acción. ÍNDICE PRÓLOGO (Juan Manuel Burgos) ........................................... 7 !\OTA EDITORIAL .................................................................... 29 INTRODUCCIÓN ...................................................................... l. La experiencia del hombre ............................................. 2. El conocimiento de la persona se fundamenta en la experiencia del hombre ........................ ...... .... ............ ........ 3. Etapas de la comprensión v líneas de interpretación ... 4. Concepción de la persona y de la acción que se propone en esta obra .................... .......... ........................... ... 31 31 38 46 52 PARTE PRIMERA. CONCIENCIA Y OPERATIVIDAD Capítulo l. La persona y la acción bajo su aspecto consciente ................................................................................ l. Riqueza histórica de la expresión actus llllmmws ........ 61 61 2. Intento de desvelar la consciencia en la estructura de la actividad consciente ................................................... 3. Consciencia v autoconocimiento ................................... 4. La doble función de la consciencia v la vivencia de la propia subjetividad ......................................................... 5. El problema de la emocionalización de la consciencia 6. Subjetividad y subjetivismo ........................................... 84 97 105 Capítulo 11. Análisis de la operatividad a la luz del dinamismo del hombre ........ ...... ...................... .... ...... .............. 111 1. Exposición e ideas fundamentales para el dinamismo del hombre ...................................... ................................ 2. Lo específico de la operatividad ..................................... 66 75 11 1 llll iNDICI-: 3. 4. 5. 6. 7. R. Sínte~is enlrL' la operatiridacl \ la suhjeti\idad. El hombre como «suppositum . , .......................................... Persona \ n;tturak·;.a: desde la nmtraposición a la intq:raci<'m .......................................................................... La naturaloa como fundamento tk la cohesiún dinámica de la persona .......................................................... PonlL'ncialidad \'consciencia ......................................... El snbconscicntL' como C\presi<'m de la relación de la potencialidad con la consciencia ................................... El den·nir del hombre. La maniiL·stación de la lilwrtad en el dinamismo del sujeto humano .............................. 12t' 132 U/ 1-B 1'iO 1'iR PARTE SEGt;i\'OA. TRASCE\JDENCIA DE LA PERSONA EN LA ACCIÓN Capítulo lll. Estmctura personal de la autodetermillació¡z ........................................................................................... l. ConsickracionL'S büsicas sobre el tema de la estructura personal (k la autodell'rminaci<in ................................. 2. Un intento de caracterizar la din{tmica integral de la \'{Jiuntad ........................................................................... .l La lihntad de la Yoluntad como fundamento ele l;1 t rasccndencia de la persona en la acción .. ........... ......... 4. La voluntad como facultad de la autodeterminación dL' la persona ...... .. .. .. ... ....... .. ..... ....... ... ... .. .. .. ... .. ... .. .. .. .. ... .. ... 5. La decisión, centro de la actiYidad de la mi untad libre 6. Originalidad del acto de la voluntad. Moti\ ación v respuesta .............................................................................. 7. La «\crdad sobre el bien" como li.tndamento de la decisión v de la trascendencia de la persona en la acción H. La \'Ín'ncia cognosciti\'a de los Yalores como condición de la decisión v de la elección ................................ 9. El juicio sobre los valores Y el significado creatiYo de la intuición ................................................................. ..... 167 1b7 171 1RO 1~(1 191 19~ 20<, 212 217 Capítulo IV. Autodetermhzació11 y realización ................ 223 l. Contenido esencial de la proposición «realizo una acción>> ................................................................................. 2. La realización de sí mismo v la conciencia moral ........ 22.~ 22~ ÍNDICE 429 3. lk¡wndcncia de la conciencia rnor:1l con resp<:cto a la \erdad .............................................................................. 23-+ .f. El deber corno expresión de la llamada a la realización de sí.................................................................................. ). l.a responsabilidad.......................................................... 6. La fdicidad v la trascendencia de la persona en la <tcción 7. La trascendencia de la persona v la espiritualidad del hombre ............................................................................ 8. El problema de la unidad\' de la complejidad del hombre-persona ..................................................................... 241 2-+9 255 261 267 PARTE TERCERA. LA It>.JTEGRACIÓN DE LA PERSOt>.JA EN l.A ACCIÓN Capítulo V. bztegració11 v somática ................................. .. 1. Principios lundamcntab acerca de la integración de la persona en la acción ............................................... .. 2. La revelación de la integración de la persona en la acción mediante el fenómeno de la desintegración ........ 3. La integración de la persona en la acción como claw para comprender la unidad psico-somática de la persona ................................................................................ .f. Integración e integridad del hombre sobre la base de los recíprocos condicionamientos psico-somáticos .... S. J.a persona\' el cuerpo .................................................. 6. Autodctenninaci(m de la persona \' reactividad del cueq)o ................................................................................. 7. i\cciún v movimiento .................................................... 8. La integración de la persona en la acción y el impulso . Capítulo VI. l11tegración y psique ...................................... 1. Psique v sorna ................................................................ 2. Una característica de la psique: la emotividad ............ 3. La sensación ~·· la consciencia en la \'ivencia del propio cuerpo ...................................................................... 4. La sensibilidad v la \'crclacl ........................................... 5. ¿Qué se encuentra en la raíz d<: la excitahilidaJ emotiva, el deseo o la excitación? ...................................... 6. La especificidad ele la conmoción v la afecti\icbd clt·l lltliTibJ·c .... .................... ........................ ..... ............ 275 279 284 289 294 300 305 312 319 319 323 32~ 'q ;.w ~-1 • 430 ----- ---- ---- ÍNDICE 7. Emotividad del sujeto v operati\'idad de la persona... 8. La ernotil'idad del sujeto\ la \i\·encia de los \alores .. 9. Accion v cmoci1-lll. Función integradora de la habilidad ................................................................................. 1O. Conducta v «comportamiento» ·----------------·-----------·-----11. La intqrracion de la persona en la acción ,. el descubrimiento de la relación entre el alma v el cuerpo F•ll ;,-, _\¡;11 3<•' \<•, PARTE CUARTA. PARTICIPACIÓN Capítulo VII. Apuntes para 1111a teoría de la participación ........................ ---------- .. _____ ....... __ ................... ___ ... __ .......... __ __ l. Introducción al concepto de «participaci(m,, ---------·---2. Valor «personalista» de la acciún -----------·--------------------3. Dcfiniciún más precisa del concepto de «participación» ............................................................................. .. 4. El individualismo v el totalitarismo como negación de la participación ----·-·--·--·-----·---·------·--------·----------------5. Participación:· eomunidad ......................................... . 6. Participación v bien común ........................................ . 7. Análisis de las actitudes: actitudes auténticas ............ . 8. Análisis de las actitucles: actitudes no-auténticas ...... . 9. El «miembro de una comunidad»\ el «prójimo» ..... .. 10. Significado del mandamiento del amor .................... .. -WII -llll .:j()S -11; -11 ; PALABRAS CO\JCLUSTVAS ................................................... .. iNDICE ..................................................................................... . -1.) 1 EL PENSAMIENTO DE JUAN PABLO Il J_a obra filosófica 1\11 VISIÓ:-.J DEL HOMBRE llacia una nueva élica ((Y' c·dki!>n) EL HOMBRE Y SC DESTINO AMOR Y RESPONSABILIDAD Edición dt> J. M. Burgo' (.l' L'diciún) Ensayos dt• antr·opología (·l'' I.A FILOSOFÍA PERSONALISTA DE KAROL WO.JTYLA 12·' cdic-iún) c•dil'i<>n) EL DON DEL AMOR Escritos sobre la familia l·l edici<'>n) PERSONA Y ACCIÓN Edic·iún de J. M. 13trr¡!o' ,. R. Mor~\ Teología del cuerpo VARÓN Y MUJER T t•ología del cuer·po 1, d<.' .Jl \\1 PAHI.O 11 Pr<>logo de BlanL·a C."TII Col< (ó·' 1 EL CELIBATO APOSTÓLICO Y la n:sun·ección '-''-' la canll' 1 ,, v.w Teología del l'll<'ll'O, 111, de JL'·'" P-\1110 11 Prc'llog.o dl' Juan JosL· 14' edici!m) t'dil'irín) LA REDEI'\CIÓN DEL CORAZÓN i\ntnlpología de la castidad Teología del euerpo, 11, de Jl'A\1 P·\lli.O 11 Prólo¡!o de .JosL' Luis 11 1.\\;I·S l·l·' t'dici<in) EsPI'JOS ..'\ MATRIM0\!10, AMOR Y FECIJ\!DIOAD Teología del cuerpo, IV, de .ll A\I PABLO 1J 1 Pr<>logo dL· Antonio o·· t'dición) www. palabm.es Tc·!ls.: (34) '11 .Vill77 20- (34) 91 3SO 77 _,9 epa lsal(l'edicion\._·~pala bra .l'~ l'vl!Ro\LLES