ESPACIOS
EN LA EDAD MEDIA
Y EL RENACIMIENTO
SALAMANCA
2018
ESPACIOS
EN LA EDAD MEDIA
Y EL RENACIMIENTO
PUBLICACIONES DEL SEMYR
actas
10
Director
Pedro M. Cátedra
Coordinación de publicaciones
Eva Belén Carro Carbajal
CONSEJO CIENTÍFICO
Vicente Beltrán Pepió (Università degli Studi di Roma, La Sapienza)
Mercedes Blanco (Université Paris-Sorbonne)
Fernando Bouza (Universidad Complutense)
Juan Carlos Conde (Magdalen College, University of Oxford)
Inés Fernández-Ordóñez (UAM & Real Academia Española)
Juan Gil (Real Academia Española)
Antonio Gargano (Università degli Studi di Napoli Federico II)
Fernando Gómez Redondo (Universidad de Alcalá)
Víctor Infantes † (Universidad Complutense)
María Luisa López-Vidriero Abelló (IHLL & Real Biblioteca)
José Antonio Pascual Rodríguez (Real Academia Española)
Jesús Rodríguez-Velasco (Columbia University)
Christoph Strosetzki (Westfälische Wilhelms-Universität, Münster)
Bernhard Teuber (Ludwig-Maximiliam-Universität, Munich)
Forman también parte de oicio del Consejo Cientíico las personas que, en corriente mandato, integren
el consejo directivo del Seminario de Estudios Medievales y Renacentistas (Juan Miguel Valero Moreno,
Francisco Bautista Pérez, Bertha Gutiérrez Rodilla, Elena Llamas Pombo),
así como también quienes ostenten o hayan ostentado la presidencia de la
Sociedad de Estudios Medievales y Renacentistas:
Alberto Montaner Frutos (Universidad de Zaragoza)
Fernando Baños Vallejo (Universidad de Oviedo)
María José Vega Ramos (Universidad Autónoma de Barcelona)
ESPACIOS
EN LA EDAD MEDIA
Y EL RENACIMIENTO
–––––––
edición al cuidado de
María Morrás
SALAMANCA
Seminario de Estudios Medievales y Renacentistas
Sociedad de Estudios Medievales y Renacentistas
MMXVIII
La publicación de este volumen se ha realizado con inanciación
del Ministerio de Ciencia e Innovación (ref. FFI2015-636225-C2-1-P)
Presidente: Juan Gil (Real Academia Española)
Vicepresidente: Juan Miguel Valero Moreno (Universidad de Salamanca)
Vocales
Francisco Bautista Pérez (Universidad de Salamanca)
Emilio Blanco (Universidad Rey Juan Carlos)
Francisco Javier Burguillo López (Universidad de Salamanca)
María Morrás (Universidad Pompeu Fabra)
Rosa Rodríguez Porto (Syddansk Universitet / University of Southern Denmark)
Secretaria-Tesorera: Georgina Olivetto (Universidad de Buenos Aires)
Subsecretaria de Publicaciones: Eva Belén Carro (Museo Etnográico de Zamora)
Socios de Honor
Presidente de Honor: Pedro M. Cátedra
Alan Deyermond †
Enrico Fenzi
Michel Garcia
Peter Linehan
Carlo Ossola
José Manuel Pérez-Prendes †
Francisco Rico
Paul Saenger
Juan Gil Fernández
Hans Ulrich Gumbrecht
Isabel Uría Maqua
Ottavio Di Camillo
© la SEMYR & el SEMYR
Maquetación: Jáser proyectos editoriales
Impresión: Nueva Graicesa, S.L.
I.S.B.N.: 978-84-946724-5-3
Depósito legal: S. 301-2018
Para Giuseppe Mazzochi, il gigante buono
In memoriam
TABLA DE CONTENIDOS
________
Presentación
[17-18]
PRIMERA PARTE
PONENCIAS PLENARIAS
Álvaro alonso
Acerca de las lamentaciones de amor
[21-46]
Jeremy lawrance
Cárcel de Amor: texto e imágenes en un manuscrito francés del Cinquecento
(Bodleian Library, MS Rawlinson D.591)
[47-86]
mª carmen marín Pina
Los libros de caballerías en el espacio y el espacio en los libros de caballerías
[87-139]
9
10
TABLA
SEGUNDA PARTE
COMUNICACIONES
ESPACIOS Y TEXTOS
mathilde albisson
El objeto-libro como espacio paralelo de expresión y de creación:
la huella del lector en incunables e impresos quinientistas
[143-155]
nicolÁs asensio Jiménez
El Romancero del Cid en los cancioneros del Siglo de Oro
[157-163]
Fernando baños valleJo
La ilustración en las primeras ediciones peninsulares del Flos sanctorum
[165-182]
reyes coll-tellechea
Espacio literario y espacio de poder:
el Lazarillo, el Galateo, el disimulo y la historia
[183-195]
Julia García-arévalo alonso
Don Lazarillo Vizcardi de Antonio Eximeno.
Espacio de creación musical y literaria
[197-209]
JorGe Jiménez lóPez
Los espacios del libro en el Colegio Mayor de san Bartolomé
[211-224]
marta marFany simó
La poesía de Jordi de Sant Jordi traducida al español: notas sobre las traducciones de
Félix Ros, Enrique Badosa, Juan Ramón Masoliver y José María Micó
[223-239]
TABLA
Pedro martín baños
De la Oir colombina a la Biblia Complutense.
El humanista Rodrigo Tous de Monsalve y sus Apuntamientos
manuscritos de 1511
[241-280]
Jerónimo miGuel
Los espacios de la ciencia y del saber en la Castilla del siglo xv.
Dos testimonios representativos: Alfonso de Cartagena y Juan de Lucena
[281-298]
GeorGina olivetto
El lorilegio como espacio de recuperación de textos:
Un modelo perdido (y rescatado) de Alonso de Cartagena
[299-309]
maría del Pilar PuiG mares
Disfraz y homoerótica. Personajes travestidos en los Siglos de Oro
[311-326]
laura ranero riestra
La Formula vitae honestae: el manuscrito 1007B del Archivo Histórico
Nacional, un nuevo testimonio hispánico
[327-339]
irene rodríGuez cachón
Espacios ideológicos e ideas estéticas clásicas
en las preceptiva poéticas de inales del xvi
[341-350]
Juan miGuel valero moreno
Alfonso de Cartagena y la corte literaria de Juan II:
apuntes para una revisión historiográica
[351-368]
11
12
TABLA
ESPACIOS Y LUGARES
emma bahíllo sPhonix-rust
El bosque: espacio iniciático femenino en la literatura medieval
[369-381]
Pere bescós
«E davellant dels munts, habitar les ciutats » (Al·legories, I.5):
Montjuic como espacio simbólico en las alegorías ovidianas de Francesc Alegre
[383-396]
maría del Pilar couceiro
El inierno ingido de un alma trasmigrada
[397-411]
ÁnGel escobar
El tópico de lugar o «argumentum a loco» en la épica española
y en las crónicas hispanolatinas medievales
[413-424]
ioannis Kioridis
La écfrasis como parte del espacio épico en la épica bizantina de Diyenís Akritis
(mss. de El Escorial, vv. 1623–1686 y de Grottaferrata, vv.VII,
8–105, VIII 237–244)
[425-444]
miquel marco
La descripción de personajes y de lugares en la obra de Bernat Metge:
un espacio abierto a la imitatio clásica y medieval
[445-465]
ana martínez muñoz
De Gaula a Guadalajara: los dominios del IV duque del Infantado
como escenario del Caballero de la fe (1583)
[467-483]
TABLA
alberto montaner Frutos
El Cid cabalga: Base de datos en línea de las leyendas del Camino
[485-500]
emilio Pascual barciela
Poética de los espacios naturales en la tragedia española del Renacimiento
[501-515]
omar sanz burGos
Los espacios geográicos en la narración de Conquista de las islas malucas
[517-529]
Juan ÁnGel torres rechy
La Jerusalén celeste y la Babilonia de México
en la obra de Cristóbal Cabrera (s. xvi)
[531-545]
martín zulaica lóPez
El espacio en la épica del Siglo de Oro:
concepción y concreción en El Bernardo de Balbuena
[547-562]
ESPACIOS INTERIORES
carme arronis lloPis
El Vergel de Nuestra Señora de Juan de Molina:
«hallaréis en él mucho gusto y consolación espiritual»
[563-575]
Gemma avenoza
Espacios de la relexión religiosa en romance en la Edad Media (traducciones)
[577-591]
13
14
TABLA
mª Jesús FramiñÁn de miGuel
El espacio femenino en un confesional del renacimiento:
el Memorial de pecados de Pedro de Covarrubias (1515)
[593-605]
marta Galiñanes Gallén
El alguerino poeta canta a las Musas: la transformación del espacio
en Los diez libros de Fortuna de Amor de Antonio Lofrasso
[607-618]
marinela Garcia semPere
La vida de Julián y Basilisa hasta la versión de Joan Baptista Anyés (s. xvi):
Transformaciones en un género
[619-633]
arturo Jiménez moreno
La virginidad de voluntad como propuesta para la mujer noble casada
en algunos manuales castellanos del siglo xv
[635-647]
simona lanGella
El alma en san Juan de la Cruz: [ou]-topos del encuentro con el Amado
[649-666]
nicoletta lePri
La croce come «spazio» di trasformazione e vegetazione.
Da una cronaca toscana del secolo xiv al teatro spagnolo del Siglo de Oro
[667-679]
marcela londoño
En los conines de la piedad.
Palabras poderosas: ensalmos, nóminas, conjuros y oraciones
[681-694]
TABLA
verònica zaraGoza Gómez
Impresión y legitimación de la escritura femenina en el siglo xvi.
A propósito de un canto poético femenino interpolado (Valencia, 1584)
[695-719]
Índice de nombres
[721-745]
15
SEGUNDA PARTE
comunicaciones
ESPACIO LITERARIO Y ESPACIO DE PODER:
EL LAZARILLO, EL GALATEO,
EL DISIMULO Y LA HISTORIA
reyes coll-tellechea
University of Massachusetts, Boston
E
n la historia de la literatura castellana se acostumbra a repetir que
el arranque de la novela picaresca descansa en una signiicativa coincidencia: la publicación del Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán
en 1599 y el retorno al mercado editorial del Lazarillo en el mismo año a
causa del éxito del primero. Dan por buena tal declaración la mayoría de
los estudios modernos y contemporáneos sobre picaresca. La hipótesis
se ha convertido en lugar común y posición de partida automática para
muchos estudios; según ella, el llamado «género picaresco» se habría
engendrado a partir de ciertas relaciones de semejanza entre ambas obras.
Sobre las características de dichos vínculos circulan diversas explicaciones;
por ejemplo, que la conexión la estableció, como autor y lector, Mateo
Alemán; o bien que la establecieron los lectores del Guzmán y Lazarillo,
o que fueron ciertos editores o libreros quienes notaron las semejanzas
entre las «vidas» de Lázaro y Guzmán 1.
1. Son tantos los trabajos que arrancan o se apoyan en esta hipótesis que resulta
imposible mencionarlos; no obstante, entre todos ellos yo destacaría dos, Guillén (1966)
y Sieber (1995), que ahondan en el asunto y han tenido un enorme eco en los estudios
picarescos.
183
184
REYES COLL-TELLECHEA
Permítaseme discrepar. No creo que la picaresca se originara en un
momento concreto, ni a raíz de la publicación de una particular obra. El
fenómeno es, en mi opinión, mucho más complejo, y en él conluyen una
serie de factores de índole muy diversa. En primer lugar, históricamente
hablando, el Lazarillo que coincidió en el espacio editorial con el Guzmán
no pudo ser el de 1554 que estaba totalmente prohibido en España, sino
un texto profundamente diferente: el Lazarillo castigado de Juan López de
Velasco (1573) tal como explicó, en un trabajo pionero, Agustín Redondo
(1999); un texto hoy día ignorado por los historiógrafos, desconocido por
lectores y escasamente atendido por especialistas en picaresca. En segundo
lugar, ese Lazarillo (castigado) que coincidió en el mercado castellano con
el Guzmán, no apareció sólo sino en un volumen que contenía otras dos
obras cuya relación con el Guzmán es más que dudosa.
La preocupación por la génesis de la picaresca (entendida como un
producto literario nacional de transcendencia universal) es una característica fundamental de nuestras historias literarias; dimensiones políticas
aparte (la «españolidad» de la picaresca pesa mucho aún en los programas
nacionales de estudio), tal postura tiene el efecto de dirigir nuestra mirada
y trabajo en una particular dirección: arrancamos del Lazarillo (1554) y
pasamos de éste al Guzmán (1599–1604) para llegar al Buscón (1626?)
procediendo muy organizadamente de pasado a presente en una pulcra
línea que aparenta ser perfectamente recta. No obstante, por el camino, se
han ido quedando discretamente en la cuneta, en los cruces y en las zanjas
de la memoria (colectiva) otras obras, ideas y autores que desde ciertas
presentes perspectivas teóricas, críticas, ideológicas o estéticas no encajan
dentro del estricto marco crítico construido en torno a la picaresca. La
historia literaria tradicional, en su obcecación por levantar y salvaguardar a toda costa un canon nacional, ha limitado su atención a aquellos
textos que las autoridades críticas del momento consideraron altamente
representativos según los criterios imperantes de calidad, mérito literario,
originalidad, o ideología. En consecuencia, han ido quedando separadas
de estudiantes, profesores e investigadores aquellas obras picarescas (la
mayoría) que, sea por desemejanza estructural, desviación o degeneración
estética, inconveniente sesgo ideológico, o extravagante estilo literario
(con respecto a las «obras maestras») no resultaron susceptibles de ser
integradas en una explicación canónica de la novela picaresca española. Y
así, paradójicamente, la historiografía literaria española (tal como aparece
ESPACIO LITERARIO Y ESPACIO DE PODER
185
expresada en los manuales de literatura y planes de estudio) se aparta de
la historia de la literatura castellana.
Relegados a la categoría de casos atípicos numerosos textos permanecen en la oscuridad de las notas bibliográicas, en tanto la historia literaria española conserva un espacio artiicialmente vacío alrededor de un
puñado de vacas sagradas que, en lo que a la picaresca respecta, son tres:
el Lazarillo (pero sólo el de Burgos, 1554) el Guzmán (pero sólo el salido
de la pluma de Mateo Alemán) y el Buscón (pero sólo una versión). Todo
lo demás (es decir, la mayoría de las obras de la serie) sería desviación,
copia, degeneración, picaresca «menor» o engendro híbrido 2.
Ahora bien, si pensamos en la picaresca y en la historia de la literatura
castellana más allá de sí mismas, como parte de una historia de la cultura
y de la sociedad, resulta que en los anaqueles olvidados por historiógrafos pero cuidadosamente vigilados por bibliógrafos, los historiadores
del libro y sociólogos del texto pueden hallarse claves para un estudio
extenso del fenómeno picaresco como hecho literario, cultural, social y
político. Para ello tenemos que observar el hecho literario en la historia,
algo que, aunque no incompatible con el acercamiento ilológico en el más
estricto sentido del concepto, sí choca con acercamientos militantemente
textuales o «teóricos».
Para una historia de la literatura concebida como parte de una historia de la cultura y la sociedad, la trayectoria textual y editorial de ciertas
obras olvidadas o prácticamente abandonadas resulta relevante, en tanto
en cuanto pueden contribuir a iluminar tanto la serie picaresca en sí
(como fenómeno literario) como los espacios literarios y los espacios de
poder que la obra ha atravesado hasta llegar a nosotros en sus diversas
manifestaciones: [¿manuscrita?], impresa, adaptada, censurada, individual,
combinada, anotada y crítica, por ejemplo. En lo que sigue, propongo
explorar un particular episodio de la historia de la literatura y de la sociedad castellana, acudiendo a la sociología de la edición literaria, la historia
social, y a las investigaciones literarias y bibliográicas en torno a un libro
y unos textos tan populares en su tiempo como desatendidos en el nuestro; me reiero al volumen editado en Madrid, en 1599, conteniendo tres
2. Ejemplos de este fenómeno abundan, por ejemplo, en el manual historiográico
dedicado a la picaresca por Peter Dunn (1993).
186
REYES COLL-TELLECHEA
obras: Galateo español, Lazarillo castigado y Destierro de ignorancia (Madrid,
Luis Sánchez, 1599).
Para empezar, quisiera proponer una explicación alternativa a la
pregunta ¿Por qué reapareció el anónimo Lazarillo en 1599, veintiséis
años después de su impresión en forma censurada (1573) y cuarenta años
después de que la novela fuera prohibida por la Inquisición (1559)? Mi
propuesta es que la resurrección editorial de Lazarillo en 1599 estuvo ligada
no tanto al éxito editorial del Guzmán (ambas novelas salieron al mercado
al mismo tiempo) sino, primero, a factores circunstanciales: concretamente
a la oportunidad comercial de un editor (Luis Sánchez) y un librero (Juan
Berrillo) de hacerse con los correspondientes permisos de impresión tras
la muerte (en 1598) del editor que lo ostentaba: Juan López de Velasco.
Segundo, la reaparición editorial del Lazarillo estuvo ligada a un fenómeno
histórico, social y político: la subordinación del campo literario castellano
al campo de poder en la transición de la Corte castellana de Felipe II a
Felipe III y la consiguiente utilización de la producción simbólica (literatura incluida) con objetivos políticos (Pereira 2010, Coll-Tellechea 2015).
Prohibido poco después de la abdicación de Carlos V (1556) el Lazarillo
(castigado) fue resucitado en pleno reinado de Felipe II (1573), y volvió
a emerger en el mismo año de su muerte (1599), el dato es signiicativo.
En 1573 el cortesano (secretario y cosmógrafo de Felipe II) Juan
López de Velasco había rescatado la anónima Vida de Lazarillo de Tormes
(1554?) reuniendo en un solo volumen su versión fuertemente censurada
(Lazarillo castigado) con otro texto también muy crítico de la cote y censurado: la Propaladia de Torres Naharro. López de Velasco censuró ambas
obras, prohibidas en su totalidad en el Índice de libros prohibidos de 1559,
consiguió los privilegios de impresión correspondientes para Castilla,
Aragón e Indias y se hizo con las ganancias correspondientes. Veintiséis
años más tarde, recién muerto López de Velasco, Berrillo y Sánchez se
hicieron con el privilegio del Lazarillo castigado para Castilla y procedieron a integrarlo en un volumen ideológicamente muy diferente: junto a
dos textos no críticos, sino dirigidos a los hombres de la corte: el Galateo
español y el Destierro de ignorancia. Curiosamente, la edición triple apareció
sólo en el reino de Castilla, mientras en Aragón el Castigado circuló en
solitario. En Castilla, pues, el nuevo entorno físico del texto propiciaba
una lectura irónica para una obra, Vida de Lazarillo de Tormes, cuyo talante
ESPACIO LITERARIO Y ESPACIO DE PODER
187
original había sido anticortesano (Coll-Tellechea 2010, Ruán 2011 y 2016,
Torres Corominas 2011) 3.
Así pues, históricamente hablando, la nueva irrupción del Lazarillo
(castigado) en el panorama editorial castellano coincidió con la liberación
de su privilegio de impresión, con la muerte Felipe II (1598) y con la
transición hacia la Corte de Felipe III. La reemergencia del Castigado se
produjo dentro de una particular encrucijada histórica atravesada por
tensiones en torno a la legitimación de la nueva Corte, y el consiguiente
proceso de restructuración de las relaciones y redes políticas (clientelares) previamente establecidas en la Corte de Felipe II (Martínez Millán
1992 y 1994). Un período marcado por la continuación de la relación de
dependencia del espacio literario con respecto al espacio de poder en
cuyos intersticios discurrían y trabajaban los impresores, libreros, nobles
mecenas, escritores, lectores, burócratas, censores e inquisidores y con
ellos la producción literaria y cultural 4.
¿Cómo pasó el Castigado de emparejarse con un texto tan crítico con
la corte y los cortesanos como la Propaladia a emparejarse con un manual
de conducta para hombres de la corte como Galateo español? La inversión
del librero Berrillo, como ha indicado Felipe Ruán (2011), y la actuación
del editor, Sánchez, como explicó Harry Sieber (1995), fueron factores
decisivos. No obstante, ambas acciones respondían a una estimación
previa sobre la coherencia y la conveniencia de tan interesante empaquetamiento editorial.
El conjunto formado por el Galateo y el Oráculo había resultado exitoso
en Castilla, a juzgar por las ediciones de 1593, 1598 y 1599 (Morreale
1968); ¿qué aportaba o añadía la incorporación del Castigado al volumen?
Cuatro interesantes estudios han explorado este aspecto, en busca de
3. Me parece que podría ser signiicativo que esta combinación de las tres obras
se produjera solo en el reino de Castilla, en tanto que fuera de éste, Lazarillo castigado
aparecía en solitario. Quedan por explorar las políticas editoriales de que afectaban a
ciertas obras en ambos reinos, como he notado en mi artículo de 2015.
4. Una ojeada a los preliminares o paratextos del libro aúreo mostrará las huellas
materiales del proceso arriba descrito repartidas en los prólogos, dedicatorias, licencias
y privilegios de impresión, tasas, censuras y textos laudatorios de la producción literaria
de la época. Un proyecto de semejante envergadura la requeriría la atención de un buen
grupo de estudiosos, y la utilización de las herramientas de análisis cultural desarrolladas
por Pierre Bourdieu, entre otros.
188
REYES COLL-TELLECHEA
información sobre el Lazarillo, el Lazarillo castigado y el desarrollo de la
picaresca: Harry Sieber (1995), Fernando Rodríguez Mansilla (2006), Sean
McDaniel (2010) y Felipe Ruán (2011) han alcanzado una conclusión
semejante: que el Castigado conectaba con el Destierro y el Galateo español
en tanto en cuanto las tres obras formaban parte de la tradición literaria
conocida en la historiografía castellana como literatura «cortesana». No
obstante, la común etiqueta (literaria) resulta ser tan elástica como inadecuada históricamente hablando; y así, es revelador que los cuatro investigadores diieran en su evaluación del fenómeno «cortesano» aplicado al
Castigado y al Galateo de 1599 5.
Para Harry Sieber (1995) el desarrollo de la novela picaresca fue
resultado de la interpretación que el público cortesano hizo del Castigado
como texto ligado física e ideológicamente al Galateo español, es decir como
verdadero manual de conducta (cortesana) y a sus propias experiencias
en las Cortes de Felipe II y Felipe III en las que, según Sieber, el avance
político dependía de las conexiones personales y no del mérito o al nacimiento. Sin embargo, para Rodríguez Mansilla (2006), la incorporación
del Castigado al volumen del Galateo y el Destierro resultó en una especie
de imagen deformada de la cortesía: el Castigado habría pasado a ser leído
como parodia del Galateo. Mientras tanto, para Sean McDaniel (2010) la
adaptación castellana del Galateo italiano se había alejado considerablemente del original, tanto que había dejado de ser un manual de conducta
cortesana. Según McDaniel, Gracián Dantisco reorientó el texto italiano de
Giovanni Della Casa «para adecuarlo a una audiencia radicalmente nueva
con deseos marcadamente diversos de los imaginados para una audiencia
cortesana» (53); de tal modo que el Galateo español solo tenía la apariencia
externa de un manual de conducta cortesana. McDaniel propuso que el
volumen combinado de 1599 mostraba unos valores más adecuados a
una audiencia urbana y comercial que a una aristocrática y cortesana. De
5. Desgraciadamente, un error de fondo en el trabajo pionero de Sieber (1995) se
aprecia también en otros trabajos de la serie, comprometiendo (al menos en parte) los
resultados de algunos estudios. Sieber declaró erróneamente que el tratado tercero de
Lazarillo (del escudero) no había sufrido censura alguna en el Lazarillo castigado y, parcialmente, basó su argumentación en la parte de este episodio en que el hidalgo criticaba
directamente los usos de la corte. Lo cierto es que ese tratado no se conservó intacto;
Juan López de Velasco censuró, y fuertemente, este episodio, eliminando precisamente
la postura de crítica general sobre la corte (Coll-Tellechea 2010).
ESPACIO LITERARIO Y ESPACIO DE PODER
189
hecho, según McDaniel, se puede notar en el Galateo de Gracián Dantisco
cierta hostilidad hacia la corte. Más aún, para McDaniel, Lazarillo castigado
reapareció en el panorama editorial castellano dentro un marco ideológico
contrario a la elitista corte de los Habsburgo. Las novelas de Alemán y
Quevedo habrían sido respuestas a este hilo contracultural que emergió
del Castigado.
Finalmente, Ruán (2011 y 2016) observó que la censura de Juan López
de Velasco en 1573 subrayaba la ainidad entre la picaresca y el mundo
cortesano en que se leía el Lazarillo de 1554. Para este investigador (2011:
32) la asociación del impresor Luis Sánchez con los libreros Juan Berrillo
y Miguel Martínez subrayaba las semejanzas que los lectores notaban entre
la narrativa picaresca y la literatura cortesana; además, Berrillo habría
estado de alguna manera anticipando el éxito de lectores del Guzmán.
Según Ruán, en su nueva coniguración editorial, el Castigado habría pasado
a ser leído como un tipo particular de manual de conducta que vendría
a complementar las lecciones del Galateo. En resumen, no hay acuerdo.
Por mi parte, quisiera explorar el problema inscribiéndolo marco
más amplio histórica y culturalmente hablando, y evitando la etiqueta de
«literatura cortesana» (o aúlica), cajón de sastre historiográico en que,
por poder, podría encontrar cabida gran parte de la producción literaria
del xvi y xvii. Las obras que aquí nos ocupan fueron escritas en cortes
diferentes y en diferentes circunstancias históricas; salieron a la luz por
separado, y sólo más tarde juntas, en un momento también diferente.
Lucas Gracián Dantisco y Juan López de Velasco trabajaron en sus textos
casi a un tiempo; lo hicieron en la corte de Felipe II, de quien recibieron
los privilegios de impresión (toda una «merced» en términos económicos
para dos letrados cortesanos de modestos cofres) aunque parezca que
sólo Velasco pudo sacar provecho de ello.
cortesía, aPrendizaJe, disimulo, enGaño e imPostura
Lo que enlazaba y relacionaba las obras de Della Casa, Gracián
Dantisco y López de Velasco (a quien debemos el Castigado) en 1599 era
la representación del empleo diverso de una herramienta social fundamental: el disimulo. En un momento histórico en que las relaciones políticas
estaban en plena reestructuración (la corte castellana se hallaba en transi-
190
REYES COLL-TELLECHEA
ción) entre las preocupaciones más exploradas estaban las artes políticas y
literarias del disimulo; dicho en otras palabras: lo que relacionaba las tres
obras era la experta manipulación de las apariencias en representación del
ser social, para la adquisición y mantenimiento de estatus, la proyección
de poder o la ofuscación de mecanismos de dominación social. Creo pues
que el El Galateo, el Castigado de 1599 y toda la producción englobada bajo
el manto picaresco formaron parte de esa discusión.
Una gran distancia ideológica, política y cronológica separaba el manual
de conducta cortesana por excelencia, El cortesano de Castiglione (1528)
del manual de conducta cortesana Galateo de Giovanni Della Casa (1558)
que dio origen al humilde Galateo español de Lucas Gracián Dantisco y
del nuevamente editado Lazarillo castigado (1573–1599); si a comienzos
del xvi Castiglione se había propuesto aconsejar al noble para servir
directamente al rey como consejero, Della Casa abría su manual a todo
aquel que quisiera aprender y escalar socialmente en la corte, centrándose
no en cuestiones éticas sino prácticas: de etiqueta. Por su parte, Gracián
Dantisco desmontó la estructura propuesta por Della Casa para centrarse
en ofrecer a «hombres con oicio» (en la corte) consejos sobre cómo
comportarse y qué conductas evitar para lograr agradar a otros y buscar
(y mantener) su aprobación y favor.
Contemplamos pues la distancia entre un virtuoso cortesano (Castigione), un ocupado gentilhombre de corte interesado en su ascenso social
(Della Casa), un caballero con necesidades prácticas para alcanzar aprobación y mercedes por medio del «agrado» (Gracián Dantisco) y… un
criado enredado en el secreto y el disimulo para asegurar su subsistencia
(Lazarillo). A pesar de esas distancias las cuatro obras estaban íntimamente
relacionadas como eslabones que engarzaban distintas fases del proceso
de restructuración de las relaciones políticas.
La cortesanía de El cortesano (traducido al castellano por el aristócrata
Juan Boscán en 1534) había correspondido a las prácticas sociales y
puntos de vista de la aristocracia con respecto al monarca y al ‘vulgo’ en
el naciente estado absolutista; la obra se apoyaba fundamentalmente en
la representación externa de la virtud innata del aristócrata cortesano;
esa externalización se llevaba a cabo mediante el uso de la representación
simbólica (las artes representacionales). El modelo de Castiglione era
un modelo ético y político –pero también estético– basado en la exteriorización de funciones innatas y estrictamente destinado al aristócrata
ESPACIO LITERARIO Y ESPACIO DE PODER
191
cortesano del momento (Pereira 2010). La cortesanía de Della Casa y la
de Gracián Dantisco respondían a distintos modelos culturales y políticos.
Por ello, considerar los tres manuales de conducta bajo la etiqueta genérica
de literatura «cortesana» no hace sino oscurecer nuestra percepción del
complejo fenómeno en el que reapareció el Lazarillo castigado 6.
Las obras de Della Casa y Gracián Dantisco eran fundamentalmente
prácticas: sus recomendaciones aparecían desligadas de un sentido ético
y orientadas al hombre de la corte para quien el medro, la aceptación, el
favor, la merced, la necesidad de trabajo especializado y la remuneración
económica eran elementos imprescindibles, y que –dada su carencia
de elementos innatos de nobleza– debía adquirir y exhibir los usos y
costumbres de la cortesanía. Por ello, si Castiglione había hecho uso del
ejemplo positivo en la representación literaria del aristócrata ejemplar,
Della Casa y Gracián Dantisco, lo hicieron desde el ejemplo negativo, es
decir, a base de mostrar conductas inapropiadas que los hombres de corte
debían evitar si querían lograr su objetivo práctico: llegar a ser favorecidos,
mejorar su fortuna, ser admirados y apreciados. Por esta razón, como dejó
claramente expuesto Morreale, no encontraremos en el Galateo español una
vía para la disquisición ética de la conducta; más aún, en su adaptación,
Gracián Dantisco determinó eliminar la mayoría de las referencias literarias
que habían dado a la obra de Della Casa un aire de modesta elegancia, y
sustituirlas por chascarrillos, cuentos, e incluso una novela de su propia
pluma (La novela del Gran Soldán); es notable también la insistencia de
Gracián Dantisco en el importante papel de la comunicación oral y escrita
para ganarse el favor de otros. El lector que Gracián Dantisco tenía en
mente hacia inales del siglo era un hombre con oicio en la corte con el
cual se ganaba la vida, no un aristócrata cortesano como, por ejemplo,
Hurtado de Mendoza; no obstante, también para este hombre con oicio
en la corte el disimulo era una herramienta fundamental.
Para entrar en estas consideraciones debemos retroceder hasta la obra
de Castiglione y una actitud fundamental: la sprezzatura o capacidad de
disimulo del esfuerzo necesario para representar la función social y política
6. La primera en adentrarse en los desplazamientos ideológicos entre El cortesano, el
Galateo y el Galateo español fue Morreale (1968, 162–163), que habló de un «deslizamiento
de valores» y quien además adelantó la idea de que obras como el Buscón eran «galateos
al revés».
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REYES COLL-TELLECHEA
del cortesano ejemplar; bajo este disimulo del esfuerzo se ocultaba el arte de
la cortesanía que propuso Castiglione (Pereira 2010). La cortesanía estaría
basada, pues, en una sutil manipulación de las apariencias (autocontrol y
control de la representación) que bajo una capa de gracia natural disimulaba
el esfuerzo del noble por parecerlo. Este fenómeno, ha sido elegantemente
analizado por Pereira como una maniobra de oscurecimiento de la estructura de dominación por parte de las élites con un claro objetivo político:
crear una ilusión de naturalidad en las nuevas estructuras de dominación.
La sprezzatura funcionaba, como explicó magníicamente Pereira, como
instrumento político, en tanto servía como manifestación pública de que
la distinción social del cortesano no era arbitraria. El noble nacía, no se
hacía. Se era noble por naturaleza y no por educación. Se ocultaba así la
necesidad de aprendizaje, pues aprendizaje equivaldría a impostura.
Aprendizaje era, sin embargo, lo que proponían en 1599 Galateo
español, Lazarillo castigado y Destierro de ignorancia; históricamente hablando,
las líneas de control y autocontrol de la representación del valor social se
habían desplazado más allá de la élite, a otros ámbitos sociales dentro de
los cuales el disimulo abría espacio a la mentira, el engaño, la hipocresía y
la impostura, dependiendo de la perspectiva del lector, el autor, el editor
y el librero.
Resulta revelador, como ha visto Armón (2001), que Gracián Dantisco
dedicara un capítulo completo en su tratadito al disimulo en calidad
mentira (Capítulo 6 «De los mentirosos»). El cuidadoso trabajo de Armón
revela que el disimulo constituía la base ideológica del Galateo español. En
Gracián Dantisco, dice Armon, el disimulo se encuentra tratado tanto
negativa como positivamente, dependiendo de las circunstancias en que
se produzca y de las personas implicadas (tal como se advierte en la su
Novela del Gran Soldán).
El fenómeno lo ha notado también Cerezo Alberdi, que identiica la
disimulación («cierta ligera hipocresía») en el Galateo español como una de
las herramientas necesarias para alcanzar objetivos y evitar la perdición
en la corte. (Cerezo Alberdi 2014: 55–56.) Más aún, para este historiador
el Galateo español constata un fenómeno interesantísimo: «se ha tomado
conciencia de la posibilidad del embuste y la utilización perversa del
método cortesano» (57). Ello nos lleva directamente al Castigado de 1599.
La «utilización perversa» del método cortesano evidenciaba también
que, en Castilla, a la altura de 1599 el disimulo seguía constituyendo una
ESPACIO LITERARIO Y ESPACIO DE PODER
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herramienta social esencial, pero con un valor asignado fundamentalmente
distinto: ahora oscilaba entre aprendida cortesía, engaño e impostura y
se extendía más allá de la élite aristocrática, ocupando los espacios del
hombre con oicio en la corte, incluidos el hidalgo, el arcipreste y hasta
el pregonero. El volumen triple preparado por Berrillo y Sánchez daba
buena cuenta de ello. Dentro de este coherente volumen, el Castigado
funcionaba como otra muestra de que la representación del valor social
de un individuo podía ser proyectada, manipulada y recibida como arte,
ilusión o engaño. La conexión iba más allá de un episodio, un personaje
o una situación, adentrándose en actitudes e ideas fundamentales: la
desconexión entre el ser y el parecer, por ejemplo.
Debe tenerse en cuenta, inalmente, que el Castigado, tanto en 1573
como en 1599, era un texto tremendamente mutilado, del que se había
extraído precisamente (pese a que se haya dicho lo contrario) la diatriba
del escudero contra los señores de la corte, así como el episodio completo
del buldero; es decir, precisamente aquellos episodios en que el Lázaro
de 1554 revelaba la trama de la impostura de los grupos de poder y sus
asociados públicamente. Además, desde 1559, se había prohibido la circulación en España de la Segunda Parte anónima (Amberes 1555), diatriba
alegórica en la que se transparentaba la carrera y éxito rotundo de Lázaro
en la corte en la que llegaba a ser nada menos que privado del rey de
los atunes (Coll-Tellechea 2010). En otras palabras, López de Velasco
se había encargado de aligerar el texto de 1554 y separarlo radicalmente
de su vínculo político con el de 1555. Por ello, a la altura de 1599, la
historia de Lázaro carecía de la carga política que la había caracterizado
a comienzos de siglo. En cuanto a su capacidad crítica, había quedado
gravemente limitada a la exhibición de una sarta de inapropiadas conductas
individuales hipócritas, ejemplos de que el disimulo, en su versión más
plenamente negativa, la impostura, era una herramienta susceptible de ser
utilizada más allá de los límites sociales convenientes 7. La importantísima
discusión de los aspectos éticos, estéticos y políticos del disimulo (en sus
variantes positivas y negativas) como herramienta de representación y de
interpretación del ser social continuaría extendiéndose en el siglo xvii, y
con ella la serie literaria picaresca (entre otras).
7. Covarrubias (1611: fol 473r) deine hipocresía como «dissimulación, ingimiento,
aparencia exterior, contrario a lo que está en el ánimo».
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