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¿MARXISMO O DIFERENCIACIÓN SOCIAL?

Para la sociología, el debate con el marxismo forma uno de los telones de fondo intelectuales y prácticos en el surgimiento de esta joven ciencia durante el siglo xix. Uno de los puntos más interesantes de esta disputa trata del grado necesario de diferenciación de las categorías analíticas para comprender los mecanismos básicos de la sociedad. La capacidad y la necesidad de reducir la compl ejidad que requiere cada ciencia, si quiere ll egar a un nivel de generalización que permita la acción social, se contrapone a una diferenciación analítica que tenga en cuenta la máxima cantidad posibl e de elementos relevantes para la comprensión de lo social. El presente artículo alumbra las relaciones entre marxismo y crítica sociológica y muestra como ambos tienen que aprender el uno del otro para una crítica social actualizada. Se defiende la tesis de la «colonialización» de la diferenciación social por parte de mecanismos que encuentran su origen en el capitalismo y con ell o se presenta una perspectiva de liberación que toma en serio tanto a Marx como a sus críticos.

NÚM. 38, JUNY 2018, ISSN: 1137-7038, pp. 49-58 ¿MARXISMO O DIFERENCIACIÓN SOCIAL? BENNO HERZOG DEPARTAMENT DE SOCIOLOGIA Y ANTROPOLOGIA SOCIAL, UNIVERSITAT DE VALÈNCIA Recepción: 04/2017; aceptación: 07/2017 RESUMEN PARA LA SOCIOLOGÍA, EL DEBATE CON EL MARXISMO FORMA UNO DE LOS TELONES DE FONDO INTELECTUALES Y PRÁCTICOS EN EL SURGIMIENTO DE ESTA JOVEN CIENCIA DURANTE EL SIGLO XIX. UNO DE LOS PUNTOS MÁS INTERESANTES DE ESTA DISPUTA TRATA DEL GRADO NECESARIO DE DIFERENCIACIÓN DE LAS CATEGORÍAS ANALÍTICAS PARA COMPRENDER LOS MECANISMOS BÁSICOS DE LA SOCIEDAD. LA CAPACIDAD Y LA NECESIDAD DE REDUCIR LA COMPLEJIDAD QUE REQUIERE CADA CIENCIA, SI QUIERE LLEGAR A UN NIVEL DE GENERALIZACIÓN QUE PERMITA LA ACCIÓN SOCIAL, SE CONTRAPONE A UNA DIFERENCIACIÓN ANALÍTICA QUE TENGA EN CUENTA LA MÁXIMA CANTIDAD POSIBLE DE ELEMENTOS RELEVANTES PARA LA COMPRENSIÓN DE LO SOCIAL. EL PRESENTE ARTÍCULO ALUMBRA LAS RELACIONES ENTRE MARXISMO Y CRÍTICA SOCIO- LÓGICA Y MUESTRA COMO AMBOS TIENEN QUE APRENDER EL UNO DEL OTRO PARA UNA CRÍTICA SOCIAL ACTUALIZADA. SE DEFIENDE LA TESIS DE LA «COLONIALIZACIÓN» DE LA DIFERENCIACIÓN SOCIAL POR PARTE DE MECANISMOS QUE ENCUENTRAN SU ORIGEN EN EL CAPITALISMO Y CON ELLO SE PRESENTA UNA PERSPECTIVA DE LIBERACIÓN QUE TOMA EN SERIO TANTO A MARX COMO A SUS CRÍTICOS. PALABRAS CLAVE: MARX, CRÍTICA INMANENTE, DIFERENCIACIÓN SOCIAL, LIBERACIÓN, ECONOMICISMO Para la sociología, el debate con el marxismo forma uno de los telones de fondo intelectuales y prácticos en el surgimiento de esta joven ciencia durante el siglo XIX. Podemos decir que ambos, marxismo y sociología, intentan ofrecer respuestas intelectuales y prácticas a las dos grandes revoluciones que se plantean durante el largo siglo XIX: la revolución política y social, que inicia el siglo y que inspira a muchos movimientos sociales desde entonces y hasta la actualidad, y la Revolución industrial, que cambia las condiciones económicas y sociales de la población a una velocidad entendida como vertiginosa. Ambas corrientes intentan comprender las tendencias y leyes histórico-sociales, y ambas quieren participar en la guía práctica del cambio social. Pero mientras el marxismo se interesa por el cambio revolucionario de un sistema político y económico, la sociología se encuentra del otro lado. Como familiar de la ciencia policíaca que es, la sociología se preocupa más por cuestiones de orden, estabilidad, integración y control social. Se puede decir que la institucionalización de la 49 N Ú M . 3 8 , J U N Y, 1 8 sociología se efectúa en clara contraposición al marxismo. No obstante, todos los importantes clásicos de la sociología tomaron muy en serio el desafío intelectual que presentaba la obra de Marx, así como de autores afines a él. El trato de esta primera generación de sociólogos se caracteriza por el profundo respeto a una propuesta teórica fundamental de comprensión social. Uno de los debates más interesantes que caracterizó ya a la joven ciencia de lo social y que forma, hasta hoy día, uno de los núcleos de las disputas con el marxismo trata del grado necesario de diferenciación de las categorías analíticas para comprender los mecanismos básicos de la sociedad. La capacidad y la necesidad de reducir la complejidad que requiere cada ciencia, si quiere llegar a un nivel de generalización que permita la acción social, se contraponen a una necesaria diferenciación analítica que tenga en cuenta la máxima cantidad posible de elementos relevantes para la comprensión de la sociedad. Podemos sintetizar el debate como la cuestión acerca de la primacía de lo económico en el análisis del capitalismo que se da supuestamente en el marxismo, frente a las propuestas de diferenciación social de la sociología. Mientras que en este debate la sociología critica el economicismo reduccionista del marxismo, la crítica del marxismo, por su parte, se centra en que la sociología disuelve, en su afán descriptivo, las contradicciones principales de lo social. El objetivo del presente artículo es alumbrar las relaciones entre marxismo y crítica sociológica y mostrar cómo ambos tienen que aprender el uno del otro para realizar una crítica social actualizada. Para ello, se presenta, en un primer paso, la crítica al economicismo de Marx y de una cierta forma de marxismo (apartado 1). Veremos que esta lectura lleva a una crítica generalizada de una estrechez de miras frente a otros conflictos sociales que se dan en aquellas sociedades que se encuentran funcionalmente diferenciadas y que cuentan con una multitud de diferentes esferas de valores. Se trata de una crítica que cobra más relevancia históricamente con el aumento de la diferenciación social en nuestras sociedades hiperdiversas. En un segundo paso, se muestra que existe la posibilidad 50 ¿MARXISMO O DIFERENCIACIÓN SOCIAL? de una lectura alternativa de Marx, una lectura que historiza las categorías de Marx y permite la integración de su obra en un análisis de la sociedad funcionalmente diferenciada (apartado II). Sería esta una lectura que complementaría a Marx con comprensiones sociológicas actuales. La tesis que aquí se defiende es que después de este tipo de lectura hace falta volver a los orígenes marxistas, en concreto a la crítica de la economía política de Marx, para mostrar las amenazas sistémicas del capitalismo frente a la diferenciación social. Por ello, en la tercera parte, se esbozan líneas de análisis sobre la colonialización de la diferenciación social por parte de mecanismos que encuentran su origen en el capitalismo, y con ello se presenta una perspectiva de liberación que toma en serio tanto a Marx como a sus críticos (apartado III). I. EL MARXISMO SEGÚN SUS CRÍTICOS Una de las críticas más exigentes y más sociológicas a la obra de Marx y al marxismo es aquella según la cual Marx –tal como muchos socialistas de su tiempo– padece de una cierta estrechez de miras. Impresionado por la rapidez y la fuerza de los cambios económicos que parecen conllevar inevitablemente una serie de cambios sociales y políticos, Marx sobreestimaría, según sus críticos, el impacto de lo económico en la vida social en general (por ejemplo, Honneth, 2017). De ahí que todos sus análisis sociales partieran de la idea de la primacía de lo económico sobre otros aspectos de la vida social. Una de las referencias más destacadas de esta posición es la tesis de la «estructura» y la «superestructura», tal como se expresa en el prefacio de la Crítica de la economía política (Marx, 1971: 8). Según esta posición existiría una estructura económica que, en última instancia, determinaría otros aspectos de la vida social, como lo político o lo jurídico, pero también ámbitos como la religión, la familia, el arte o el mundo de las ideologías. Esta posición encuentra especialmente referencias en los textos más populares y menos científicos, como en el Manifiesto Comunista (Marx/Engels, 1972: 478 y ss.), o en los muy leídos prefacios de N Ú M . 3 8 , J U N Y, 1 8 sus obras, como el de la ya mencionada Crítica de la economía política. Esta versión sencilla y –para cualquiera que lo haya leído con mayor atención– simplificadora de Marx tuvo consecuencias importantes para el movimiento marxista. Especialmente en la idea de la contradicción primaria (o principal) y las contradicciones secundarias, este modelo entró en el debate, con múltiples otros movimientos sociales, con una posición que defiende la primacía de lo económico y de la lucha de clases. Las discriminaciones de género, desigualdades en el seno de la familia, racismo, antisemitismo o la preocupación que emerge en el siglo XX por la ecología, son consideradas, según estas corrientes, no como problemas propios, en principio independientes del capitalismo, sino como subordinados a la contradicción entre capital y trabajo que plantea el capitalismo. Por ello se debería superar, primero, el capitalismo para, posteriormente, solucionar las contradicciones secundarias. Una atención específica –así la creencia de gran parte del marxismo hegemónico, al menos hasta los años sesenta del siglo pasado– a otras cuestiones solo desviaría la atención del problema central y sería, por ello, «objetivamente» contrarrevolucionaria. La noción de contradicción primaria y secundaria no solo niega el carácter patriarcal y racista de muchas creencias y prácticas independientes de la esfera económica, sino que también presenta una forma de justificar la existencia actual de estas otras formas de dominación. La crítica a la tesis de la centralidad de la esfera económica no solo ha sido contestada desde el exterior, sino también desde el interior del propio marxismo mismo, por ejemplo por una larga serie de autores y sobre todo autoras marxistas feministas (véase de forma ejemplar el artículo de Coco y Daza en este número). La crítica al economicismo de Marx incluso va un paso más allá al afirmar que el pensamiento marxista está anclado en una fase específica de la producción capitalista. Muy concretamente en aquella fase en la que domina la producción industrial relacionada con un marco político, social e histórico muy específico. Para nuestras sociedades posmodernas, posfordistas, con una ¿MARXISMO O DIFERENCIACIÓN SOCIAL? fuerte importancia de la economía de servicios y de la información, es decir, de producción «inmaterial», el economicismo materialista de Marx ya no puede servir de esquema para el análisis empírico de la sociedad. Axel Honneth critica especialmente que la propuesta marxista desatienda sistemáticamente el ámbito de la formación de una voluntad política (Honneth, 2014 y 2017). La visión del capitalismo de Marx estaría demasiado centrada en el análisis de los productores de valor como para percibir la voluntad política como algo diferente a la voluntad de los participantes en el proceso de producción. E incluso algunos autores contemporáneos, claramente marxistas, lamentan que Marx no haya podido ofrecer una teoría coherente del Estado (por ejemplo, Harvey, 2014; Avalos y Hirsch, 2007). Aunque se encuentran diversas alusiones al Estado en múltiples momentos de su obra, no ha desarrollado una teoría propia del Estado. Según sus críticos, quizá más extendidos en ciencias políticas que en sociología, esta carencia hace referencia a la poca importancia que Marx otorga a la idea de un marco jurídico-político independiente, y a la idea subyacente de que el Estado no es nada más que un fenómeno de superestructura, un capitalista general ideal que actúa en nombre de la clase capitalista. Uno de los conceptos más destacados de la crítica sociológica hacia una supuesta simplificación marxista, que se encuentra tanto en el propio Marx como, sobre todo, en la recepción dominante del marxismo, es el concepto de clase. De hecho, Marx estaba escribiendo un capítulo sobre las clases, el capítulo 52 del tercer tomo de El Capital (Marx, 2012: 892 y ss.), cuando falleció en Londres en 1883. Solo pudo escribir unos pocos párrafos antes de que Engels añadiera: «Aquí se interrumpe el manuscrito» (ibíd.: 893). No obstante, se encuentran en su obra una gran cantidad de referencias a su teoría de clases. En última instancia, aunque existan algunos cambios a lo largo de su obra, y a pesar de que admita diferencias internas dentro de las clases, define la clase con relación al proceso de producción. De ahí que en última instancia solo haya dos clases que se deriven de la contradicción básica entre capital y trabajo (véase también Har51 N Ú M . 3 8 , J U N Y, 1 8 vey, 2014: 62 y ss.): la clase capitalista y la clase trabajadora. Resulta ser un ejercicio clásico en la sociología contraponer la definición binaria (o dialéctica si así se prefiere) de clases de Marx a la famosa definición que emprende Max Weber (Weber, 1979). En los §1 y 2 de su capítulo sobre estamentos y clases, Weber diferencia una gran cantidad de clases y situaciones de clase. Estas categorías, por un lado, permiten un mayor grado de diferenciación, y por el otro también se solapan y permiten enfocar aspectos particulares de la situación de clases. Si leemos a Weber como autor de la diferenciación social, podemos percibir en él una gran cantidad de dimensiones psíquicas, morales o culturales que utiliza para su análisis social y que corresponden a la sociología, entendida como ciencia en la encrucijada de muchas otras, como la psicología, la filosofía, la historia, la economía, etc. En Marx, por el contrario, cabría entender que se pierden aspectos no-económicos. Todo parece apuntar a una posición hegemónica de la economía para su análisis y la pérdida de la importancia para el análisis de otras esferas de lo social (Díez Rodríguez, 2016: 93). Tal es la falta de consideraciones no económicas, que Díez Rodríguez afirma que Marx no percibe las clases como una agencia humana, «ya que no alcanza en su pensamiento la necesaria condición de subjetividad para serlo» (ibíd.). Pero la crítica al economicismo que se formula frente a Marx no solo se refiere a la desatención de la esfera política y a la concepción de clase. Realmente hace referencia a la estructura básica de toda su obra. Tendríamos aquí la crítica a que su teoría está demasiado anclada en el trabajo industrial, que solo presenta una forma histórica específica y desatiende una gran cantidad de otro tipo de trabajos, como el trabajo inmaterial (véase Hardt y Negri, 2005), el trabajo doméstico, el servicio y todo lo que conocemos como trabajadores de cuello blanco que entran en el centro de la atención de la investigación, como muy tarde, con la investigación sobre los empleados de Sigfried Kracauer (2008). Con otras palabras, la crítica se refiere a una visión de la economía demasiado centrada en la industria, en una noción de trabajador como proletariado 52 ¿MARXISMO O DIFERENCIACIÓN SOCIAL? industrial, y en un concepto de trabajo como predominantemente trabajo industrial. Con ello, así la crítica, también se ven afectados otros conceptos marxistas, como el de capital. Pero, sobre todo, el aspecto más importante para la praxis social es que se mutilaría, por decirlo de algún modo, la perspectiva de liberación (Honneth, 2017). La liberación se entendería no como un proyecto político o social, en el sentido amplio de la palabra, sino como una liberación por parte del proletariado (industrial), que tiene las herramientas para construir el nuevo mundo gracias a sus capacidades y conocimientos, adquiridos mediante el trabajo (industrial). Se perdería así la experiencia de otros grupos de oprimidos. De este modo Marx y Engels, o bien desatenderían las experiencias de grupos como mujeres, campesinos, minorías nacionales, o bien se mostrarían claramente hostiles frente a sus exigencias. II. SOBRE LA NECESIDAD DE HISTORIZAR LAS CATEGORÍAS MARXISTAS La crítica a la estrechez de miras de Marx y de una larga tradición marxista, que aquí se ha reconstruido, no en vano, ha comenzado con dos de los textos más influyentes del marxismo: el Prefacio a la Crítica de la economía política y el Manifiesto Comunista. Estos dos textos forman parte de los más leídos y desde luego de los más influyentes de Marx. No obstante, una valoración histórica a la aportación de Marx ha de tener en cuenta el tipo de fuentes tratadas aquí. Por un lado, no tenemos un texto científico sino un manifiesto. Se trata, pues, de un tipo de documento que no se suele caracterizar por la toma en consideración de toda la complejidad argumentativa que requeriría cualquier tratamiento serio de lo social, más bien nos encontramos ante un documento que busca una rápida comprensión y adhesión, por parte de una mayoría de la población. Para ello, Marx y Engels asumen una cierta simplificación de sus reflexiones. Quizá podríamos decir, a modo de provocación, que se trata de uno de los casos más emblemáticos y tempranos del populismo de N Ú M . 3 8 , J U N Y, 1 8 izquierdas. El otro texto, la Crítica de la economía política, supone el primer gran esfuerzo en elaborar una teoría propia. Y aunque no se comparta la tesis de Althusser (1968) de la ruptura epistemológica y de los dos Marx, este segundo texto nos muestra una elaboración teórica mucho más compleja que los escritos tempranos. Ahora bien, aquí no se ha citado del texto en sí sino del prefacio. El prefacio presenta un género literario algo particular. Teniendo en cuenta el tiempo en el que fue escrito podemos suponer que los prefacios se solían escribir también con vistas a una posible censura. No cabía esperar que la censura se leyese todo el documento, por ello resulta bastante común encontrar en prefacios de textos radicales de la época ideas que posteriormente no se defienden del mismo modo. Y por el lado de los lectores, el prefacio parecía tan claro, tan cerrado en sí que, a menudo, por ejemplo en la autoformación de grupos de marxistas, se leía el prefacio como texto propio. De esta forma se escatimó el esfuerzo de tener que entrar en los detalles laboriosos del propio análisis crítico. Tampoco se debe subestimar la tarea que realizó Engels al promover la obra de Marx simplificándola –también se podría decir vulgarizándola– para aumentar su difusión (Essbach, 2012). Y desde luego no cabe subestimar el esfuerzo del marxismo-leninismo por simplificar la teoría marxista para hacerla compatible con una organización particular de partido y de Estado. Fueron estos elementos de una lectura simplicista, tanto de gran parte de los marxistas como de sus enemigos, los que crearon la imagen de la inflexibilidad del marxismo, de las doctrinas inamovibles y, en última instancia, ahistóricas. Frente a ello, podemos formular la exigencia de «historizar» las categorías de Marx, es decir, de comprenderlas como resultado de un análisis específico, histórico-social, y con ello entender la necesidad de adaptarlas o reactualizarlas a nuestros tiempos. Realmente, esta exigencia de repensar a Marx, no contra él sino en el sentido de su propia teoría, surgió ya desde el mundo político e intelectual en los años veinte del siglo pasado, por ejemplo por parte de Karl Korsch (1978) o de George Lukács (1970). Este último admite la posibilidad de que las ¿MARXISMO O DIFERENCIACIÓN SOCIAL? tesis de Marx podrían ser erróneas y podrían haber devenido erróneas a lo largo de la historia, pero aun así insiste en la validez del marxismo: … si se supusiera, aun sin admitirlo, que la investigación contemporánea hubiera demostrado la inexactitud «de hecho» de todas las afirmaciones de Marx, un marxista ortodoxo serio podría reconocer incondicionalmente todos esos nuevos resultados, y rechazar totalmente algunas de las tesis de Marx, sin verse por ello obligado, ni un solo instante, a renunciar a su ortodoxia marxista. El marxismo ortodoxo no significa, por tanto, una adhesión sin crítica a los resultados de la investigación de Marx, no significa un acto de «fe» en tal o cual tesis, ni tampoco la exégesis de un libro «sagrado». La ortodoxia en cuestiones de marxismo se refiere, por el contrario y exclusivamente, al método (Lukács, cit. según Lukács, 1970: 35). El método de Marx es fundamentalmente un método histórico, dialéctico. Es precisamente Marx quien muestra que conceptos considerados naturales o ahistóricos no lo son y dependen en gran medida de las relaciones político-sociales del momento histórico. No solo describe las formas históricas del capital: mercantil, agrario, industrial, monopolista, etc. (Eagleton, 2015: 16), sino que toda su teoría, todos sus conceptos, son el resultado de una situación histórica específica. Aún más, si se trata a Marx de forma ahistórica se está argumentando de forma poco marxista, cosificando, por así decirlo, su teoría. Tal como los jóvenes hegelianos explicaron que la Biblia no había que leerla como un texto sagrado sino como un texto creado por seres humanos, también otros textos e ideas hay que entenderlos en un contexto histórico específico. Si tratamos cualquier idea como algo desprendido de su contexto social, probablemente caeríamos en lo que Marx entendía como «ideología» (Essbach, 2012: 164; Herzog, 2018). En este sentido también debemos entender la proclamación que Engels adscribe a Marx: «Todo lo que sé es que no soy marxista» (Marx cit. según Engels, 1963: 69). Si el marxismo se convierte en ideología cerrada, ya no se trata del marxismo de Marx. En Europa occidental quizá son más conocidos los intentos de actualizar a Marx relacionados con 53 N Ú M . 3 8 , J U N Y, 1 8 la Escuela de Frankfurt. En el Instituto de Investigación Social de Fráncfort, se realiza, desde los años veinte del siglo pasado, una labor profunda para desarrollar un marxismo no-dogmático. Desde sus comienzos, los fundadores entendieron la tarea de la reactualización como algo multidisciplinar. Y desde sus comienzos no hubo problema alguno para incluir a autores como Max Weber, con su enfoque hacia la cultura y esferas de valores, relativamente independientes, o al psicoanálisis y a la psicología social y, con ello, a procesos inconscientes que mueven nuestro comportamiento individual y colectivo. Este distanciamiento del propio marxismo, de una perspectiva demasiado economicista, tuvo varias motivaciones sociales, a parte de las razones intelectuales que se desarrollan en la disputa intelectual con otros enfoques, por ejemplo sociológicos. Entre estas razones sociales destacan tres. La primera ha sido la adhesión, sin grandes fisuras, de la clase trabajadora a las ideas nacionalistas y belicistas, durante la Primera Guerra Mundial. En vez de seguir el lema del manifiesto comunista de unirse a la causa, la clase trabajadora se mató mutuamente y –al principio– con entusiasmo, en los campos de batalla de Europa. De ahí, cualquier reflexión seria debería poner en cuestión la posición vanguardista emancipadora de la clase trabajadora. La segunda razón es el «éxito» del proyecto leninista en la Unión Soviética. Las mentes más lúcidas y críticas no tardaron mucho en darse cuenta de que la organización jerárquica y autoritaria del Estado era lo contrario al objetivo de la emancipación social, entendida como un aumento de la libertad. Y, finalmente, Auschwitz mostró que no estamos ante errores estratégicos del movimiento obrero, sino que la esperanza en el carácter liberador, racional y emancipador del trabajo era infundada. La novedad que supuso el Holocausto no es solo que la clase trabajadora participara en la organización de la barbarie, sino que Auschwitz es el símbolo del uso de la capacidad racional del trabajo para justamente lo contrario a la emancipación, para el mal absoluto. De ahí que en el siglo XX veamos una gran cantidad de propuestas que intentan seguir fieles al método marxista, historizando las categorías y 54 ¿MARXISMO O DIFERENCIACIÓN SOCIAL? adaptándolas a las nuevas circunstancias sociales. Resulta imposible nombrarlas todas, pero para tener una idea de la amplitud de estas propuestas, enumeraremos al menos algunas de las más actuales: autores como Hardt y Negri (2005) reactualizan el concepto de trabajo incluyendo también otras prácticas que forman parte de la reproducción social. Su propuesta incluye el trabajo afectivo, el trabajo inmaterial y el trabajo colaborativo o en red. La propuesta de incluir el medio ambiente, la ecología y el espacio en el análisis (Lefebvre, 2013; Harvey, 2007) tiene en cuenta que la capacidad de explotación del medio ambiente es limitada y tiene efectos concretos sobre regiones concretas. Al mismo tiempo ofrece una visión contra la idea de la inmaterialidad de la producción mostrando la relación entre producción y espacio, y entre espacio, comunicación y liberación. Desde la Escuela de Frankfurt también existen propuestas de despedirse directamente de la idea del trabajo como principio rector para criticar a la sociedad existente y crear otra más justa. Así que Habermas (1981) propone cambiar el paradigma productivo por el paradigma comunicativo. En la actualidad Axel Honneth propone basarse en el sufrimiento social (Honneth, 1997; Renault, 2009) o en un concepto de libertad social (Honneth, 2014; 2017) para reformular las exigencias originarias del marxismo. Y, desde luego, existen múltiples propuestas que se deben tomar en consideración, las ya mencionadas «contradicciones secundarias», tales como el feminismo (Scholz, 2013) o el racismo (Fernández Rodríguez de Liévana et al., 2013). III. COLONIZACIÓN DE ESFERAS NORMATIVAS Y PERSPECTIVAS DE LIBERACIÓN Ahora bien, aceptando la tesis sociológica –contra el economicismo– de la diferenciación social, de la diferenciación funcional de la sociedad y de las diferentes esferas normativas o de valores existentes, y aceptando que se puedan y se deban actualizar las categorías marxistas para adaptarlas a la realidad actual, se quiere volver ahora al «viejo Marx». Su análisis económico, aun en tiempos posmodernos, N Ú M . 3 8 , J U N Y, 1 8 ¿MARXISMO O DIFERENCIACIÓN SOCIAL? nos ofrece una valiosa herramienta; primero, para comprender ciertas patologías sociales; segundo, para conceptualizar procesos actuales, y finalmente para apuntar a una perspectiva de emancipación. perativos capitalistas. Con otras palabras, la tensión entre diferenciación social y lógica capitalista nos ayuda a entender patologías sociales que producen indignación social. 1. COMPRENDER 2. CONCEPTUALIZAR Hemos aceptado que existen espacios culturales normativos que se rigen por otras lógicas independientes (aunque normalmente interdependientes) al capitalismo. Ahora bien, se puede ver una clara influencia o intromisión de lógicas capitalistas en estas otras esferas. Así, por ejemplo, se puede ver claramente que la esfera de la democracia no es el espacio del libre discurso. Mediante múltiples mecanismos como las famosas «puertas giratorias», o simples donaciones a partidos políticos, o la existencia de las grandes empresas mediáticas, el sistema económico influye fuertemente en el ámbito político. También otras esferas como la esfera familiar o el sistema educativo se ven cada vez más bajo los imperativos de la valoración capitalista. La autooptimización, la orientación de la organización hacia un mercado laboral capitalista y la lógica de la utilidad económica forman parte de las múltiples presiones que estas esferas reciben en la sociedad capitalista. Lo mismo es cierto para la sanidad pública o el sistema jurídico: ahí donde rigen, en principio, otras lógicas como la necesidad (sanidad) o la igualdad (sistema jurídico), en la práctica estas lógicas se ven entrecruzadas con imperativos económicos y lógicas de reproducción de jerarquías de clase. Como todas estas esferas son también esferas normativas en las que rigen (parcialmente) normas distintas a la valoración del capital y como, además, socialmente se insiste en la necesidad de lógicas alternativas al capital, podemos entender la entrada de exigencias capitalistas en estas esferas como una patología social o como una colonización de esferas normativas. Otras lógicas como la lógica del cuidado, de las relaciones afectivas y de las necesidades, o lógicas de la igualdad, de la valoración de características particulares, de la libre comunicación, etc., son colonizadas por im- Con Marx también podemos conceptualizar estos fenómenos como una forma de acumulación originaria (ursprüngliche Akkumulation; Marx, 1998). En su versión más básica (por ejemplo Hardt y Negri, 2000) se refiere no solo a un proceso histórico acabado, sino a un proceso que tiene continuidad hasta la fecha actual y que trata de incluir en el proceso de producción capitalista un ámbito del mundo de vida que anteriormente le era externo. Las formas más conocidas de esta «colonización» son, por ejemplo, el imperialismo, es decir, la inclusión forzosa de regiones que aunque en principio escaparon a la producción capitalista se vieron forzadas a ser incluidas dentro del sistema capitalista. Otra forma muy discutida en la actualidad es la mercantilización, la conversión de distintos ámbitos de la vida (por ejemplo, la educación, los afectos) en mercancía. Michael Sandel, catedrático de Harvard y asesor del Gobierno de Bush en EE. UU., es decir, carente de tendencias marxistas, discute en su libro What money can’t buy los cambios que tienen lugar en las relaciones sociales en cuanto las convertimos en mercancía (2012). Podría decirse que reconocemos de forma diferente las cosas, las relaciones sociales que se producen detrás de las cosas y las personas dentro de las relaciones sociales, dependiendo de si son distribuidas por el mercado o si se siguen otros criterios. En este sentido, ya en 2009 criticó la propuesta de distribuir a los refugiados según criterios de mercado. Siguiendo a Sandel, esto no reconocería a los refugiados como personas en situación de peligro sino como fuente de ventajas y desventajas económicas. O, como se puede observar en el sistema educativo, la mercantilización de la educación cambia la relación entre alumnos (clientes) y profesores (prestadores de servicios), la propia identidad de los implicados y, finalmente, el 55 N Ú M . 3 8 , J U N Y, 1 8 objetivo y el proceso del propio sistema educativo (Herzog, Pecourt y Hernàndez, 2015). Ahora bien, el análisis marxista muestra que existe una presión sistémica del capitalismo para encontrar nuevas fuentes de valor, nuevos ámbitos o bienes que se puedan colonizar e incluir en el sistema de producción capitalista de valor. En otras palabras, hay una tendencia en el capitalismo a incluir, como parte del proceso de producción capitalista, bienes que antes seguían una lógica diferente, es decir, que formaban parte de la diferenciación social según las esferas normativas. 3. LIBERAR Al mismo tiempo, este análisis de la colonización de las esferas normativas abre una nueva perspectiva de liberación. En el momento en que aceptemos que existen otras esferas altamente relevantes para la vida social además de la económica, podremos comprender que en dichas esferas existen otras exigencias normativas. Aunque estas sean subordinadas o colonizadas por parte de lo económico, el hecho de que todavía existan exigencias diferentes a las económicas apunta a una perspectiva de liberación. La autonomía normativa de cada una de las demás esferas sociales, aunque fácticamente exista tan solo en muy poca medida, apunta a una crítica inmanente de la colonización de ciertos ámbitos por parte del sistema capitalista. «La diferenciación funcional de sociedades modernas no debe ser considerada como hecho empírico, sino como exigencia normativa que se puede satisfacer institucionalmente, a veces mejor, a veces peor, según el estado de las disputas sociales» (Honneth, 2016: 19). En otras palabras: son justamente las exigencias reales en las diferentes esferas normativas de nuestras sociedades y mostradas por generaciones de sociólogos (por ejemplo, Boltanski y Thévenot, 1991) las que sirven de punto de partida para criticar aquello que con Marx podemos comprender como una dinámica propia y destructora del capitalismo. Resulta importante destacar que no se trata de una argumentación moral, tal como se defiende por parte del marxismo analítico. No se trata de 56 ¿MARXISMO O DIFERENCIACIÓN SOCIAL? mostrar una cierta superioridad moral de las propuestas marxistas anticapitalistas o simplemente críticas con el capitalismo. Más bien se mantiene, de esta forma, el proyecto original del hegelianismo de izquierdas y del marxismo de desarrollar una crítica inmanente. Se trata, en palabras de Marx, de desarrollar «nuevos principios para el mundo sobre la base de los propios principios del mundo» (Marx, 1970: 344). Estos principios del mundo pueden ser las exigencias normativas en un mundo funcionalmente y, por ende, normativamente diferenciado, un mundo con diferentes esferas de valores, diferentes normas para distintas situaciones sociales que apuntan a su cumplimiento, a pesar de las dificultades exteriores. Por ende, no se debe intentar comprender a la sociedad desde un marxismo demasiado limitado, desde una perspectiva cautivada por una situación histórica concreta. No se debe permanecer en una visión estática de una situación social donde las contradicciones a las que se enfrentó el proletariado industrial parecían tan enormes que pusieron en duda la relevancia de otros aspectos de la vida social. La perspectiva socialista (Díez Rodríguez, 2016) o simplemente liberadora (Honneth, 2017) antes de Marx ya comprendía la diversidad y el grado de diferenciación de lo social. La perspectiva socialista entendía la liberación social desde la totalidad de la sociedad y no solo desde una esfera concreta. Es esta la perspectiva de la totalidad que se debe recuperar con Marx y más allá de Marx. CONCLUSIONES La crítica del reduccionismo económico del marxismo, que se puede formular desde la sociología, es, a la vez, cierta y no. Es verdad para ciertas corrientes del marxismo, y es verdad en el sentido de que el propio Marx daba mucha importancia a la esfera económica. No obstante, como hemos visto, no hay nada en la teoría marxista que impida una ampliación o combinación de la perspectiva a otros campos, esferas o enfoques. Como hemos visto en la tercera parte de este artículo, habrá que formular la crítica del reduccionismo económico no al mar- N Ú M . 3 8 , J U N Y, 1 8 xismo sino al capitalismo (Eagleton, 2011: 117 y ss.). Es el capitalismo el que con sus exigencias de valoración económica invade los diversos campos o esferas normativas de nuestras sociedades. La crítica que podemos formular desde la sociología, pero también desde el marxismo, es que la vida humana incluye muchas otras dimensiones clave para la humanidad y que es el capitalismo el que reduce estos ámbitos a una lógica de valoración del capital; no el marxismo. Lo que se ha desarrollado aquí con el marxismo y la sociología es, en última instancia, una crítica normativa, una crítica moral al capitalismo. Sabemos que el propio Marx era muy crítico con el moralismo. Esto significa que, por un lado, se oponía a atribuir las patologías sociales al comportamiento corrupto o poco ético de los actores sociales individuales; y por otro lado la oposición al moralismo también significa que Marx no quería criticar a la sociedad con criterios morales externos a ella. Sería esta solo un «tipo de crítica que, sabiendo enjuiciar y condenar los tiempos actuales, no sabe comprenderlos [begreifen]» (Marx, 1998: 528). El enfoque normativo que, no obstante, existe en la obra de Marx y en el marxismo que sigue la línea del hegelianismo de izquierdas es el de la crítica inmanente. La moral que podemos utilizar con Marx y en contra de las imposiciones capitalistas es aquella ya institucionalizada en las diferentes esferas sociales. Las normas que podemos descifrar con la ayuda de un análisis sociológico (por ejemplo Boltanski y Thévenot, 1991) son normas ya socialmente vigentes y que se ven atacadas por la colonización capitalista. La contraposición, por tanto, no se da entre Marx y la perspectiva sociológica de la diferenciación social. La oposición existe entre el reduccionismo económico del capitalismo, por un lado; y, por el otro, su análisis con las herramientas marxistas y la perspectiva sociológica de la diversidad de las esferas normativas. AGRADECIMIENTOS Este artículo está asociado al proyecto de investigación «Vigencia, productividad y retos de la ¿MARXISMO O DIFERENCIACIÓN SOCIAL? crítica inmanente en la filosofía social actual» (ref. FFI2013-47230-P). BIBLIOGRAFÍA ALTHUSSER, L. (1968): La revolución teórica de Marx, Buenos Aires, Siglo XXI editores. ÁVALOS TENORIO, G. y J. HIRSCH (2007): La política del capital, México, UAM. BOLTANKSI, L. y L. THÉVENOT (1991): De la justification. Les économies de la grandeur, París, Gallimard. DÍEZ RODRÍGUEZ, F. (2016): La imaginación socialista. El ciclo histórico de una tradición intelectual, Madrid, Siglo XXI. EAGLETON, T. (2011): Por qué Marx tenía razón. ¿Y si todo lo que siempre se le ha recriminado fuera falso?, Barcelona, Península. ESSBACH, W. (2012): «Wer war Marx? Bilder eines Intellektuellen», en R. Faber (ed.): Was ist ein Intellektueller? Rückblicke und Vorblicke, Würzburg, Könighausen & Neumann, pp. 163-181. FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ DE LIÉVANA, G., P. SAINZ RODRIGUEZ, E. 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