Querer ser otro
Rafael Miranda RedondoX
La autora de este texto lleva a cabo un excelente
ejercicio para abordar una temática de la vida
cotidiana: el arreglo corporal por parte de jóvenes
mujeres indígenas y mestizas emigradas a San
Cristóbal de las Casas, Chiapas, dándole un interesante realce a nivel antropológico e histórico.
Se aprecia mucho en la lectura la inclusión de
SDVDMHV ELRJUiÀFRV YLQFXODGRV FRQ OD HOHFFLyQ
GHODWHPiWLFD/DÀJXUDSDWHUQD\HQSDUWLFXODU
la relación con la madre de la autora son asuntos
referidos al inicio, y en lo sucesivo se diluyen en el
texto, que a partir de ahí habla explícitamente sólo
de las otras y los otros. No obstante, esos pasajes
ELRJUiÀFRV\VXXELFDFLyQHQODVSULPHUDVOtQHDV
del documento hacen pensar en que lo que ahí se
describe tiene un lugar iniciático para el resto de
lo que se dice. Es en todo caso desde ahí que la
autora nos habla.
X Coordinador
La consideración, iniciática, repito, de esos general de la Cátedra
pasajes –aunque relativamente escuetos– me hizo Interinstitucional
Cornelius Castoriadis y
pensar mucho en el etnopsicoanalisis de George miembro del colectivo
Deveraux, y, sobre todo, en el análisis de la trans- de bibliógrafos de
Castoriadis/
ferencia y la contratransferencia que conlleva todo Cornelius
Agora International.
proceso de conocimiento, lo que otros autores del
[email protected]
institucionalismo francés
–René Loureau, por ejemTania Cruz Salazar (2014). Las pieles que
plo– han denominado el
vestimos. Corporeidad y prácticas de belleza en
análisis de la implicación o
jóvenes chiapanecas. Guadalajara: UNICACH,
del lapsus del intelectual;
CESMECA, ECOSUR.
Espiral, Estudios sobre Estado y Sociedad
Vol. XXII No. 64 TSeptiembre/ Diciembre de 2015
263
Rafael Miranda Redondo
XXX
esas corrientes que, con la propuesta de Cornelius Castoriadis, han desmentido que el psicoanálisis haya muerto,
como lo hubiera vaticinado felizmente el pensamiento
posmoderno al referirse a los “grandes relatos”. Muy por el
contrario, el psicoanálisis como teoría y como practica poietica –del griego, “creación de sentido nuevo”– sigue siendo
un potente recurso para abordar la dimensión imaginaria de
la sociedad. En efecto, con la excepción hecha, por supuesto,
respecto a los prejuicios que Sigmund Freud tenía cuando
abordaba la sexualidad femenina, el psicoanálisis sigue
representando –por ejemplo, para Judith Butler, citada en
el texto aquí reseñado– un recurso laico para relacionarse
con el otro que nos habita.
Es en esta perspectiva que, a lo largo de la lectura, hice un
ejercicio de lo que llamo “la clínica de la alteridad”, y que la
autora, de algún modo, practica o por lo menos sugiere. La
interrogación de entrada es ¿en dónde, a través del arreglo
corporal, se busca ser otro, y hasta dónde se trata solamente
de un simulacro de ocultamiento de la alteridad propia? A
partir de la lectura del texto, pareciera que estamos ante
el arreglo corpóreo “enculturado” como el simulacro para
ser otro.
Ese simulacro sugiere entonces, si no la apertura ante,
sí la curiosidad no sólo por la otredad sino, sobre todo, por
la alteridad. La alteridad que nos habita como inconsciente, como institución y como imaginario radical creador.
,QVWLWXFLyQTXHHQWDQWRTXHHVPXQGRGHVLJQLÀFDFLRQHV
imaginarias sociales, habla por nosotros como “formación
discursiva”, si se quiere, haciéndonos individuos sujetados,
pero también como la instancia respecto a la cual se puede
WHMHUXQDUHODFLyQGLVWLQWDUHVLJQLÀFiQGRODDOWHUiQGROD\
por lo tanto, alternándonos.
Entiendo por alteridad, del griego alloiosis, y por reconocimiento de la alteración de lo dado, una dimensión cuyo
reconocimiento tiene una venerable ancianidad, en todo caso
264
Querer ser otro
LQÀQLWDPHQWHDQWHULRUDODPLVWLÀFDFLyQGHOGHFRQVWUXFFLRnismo y los otros “des-”. Pero entonces, querer explícitamente alterarnos –aquí el salto al vacío– en una relación
distinta con aquello que está en nuestro origen, supone
necesariamente reconocer como valor, orgánicamente ligado
a la mejor modernidad, el de la autonomía propia y ajena.
Cierro el ejercicio. En este sugerente libro la autora nos
brinda los elementos fundamentales para situar histórica y
VRFLDOPHQWHODUHÁH[LyQHVTXHPiWLFDPHQWHSUHVHQWDGDHQ
líneas anteriores, y, diría yo, la posibilidad de imaginar esa
relación distinta con la institución propia de quien practica
el arreglo corporal, la cultura de origen, la institución propia
de las mujeres que migran a San Cristóbal, o el padre como
fuente exclusiva de sentido.
$KRUD ELHQ XQD YH] TXH SUHFLSLWDPRV OD UHÁH[LyQ GHO
ejercicio anterior a lo histórico-social, la cosa se complica. La
VLJQLÀFDFLyQLPDJLQDULDVRFLDOTXHVXE\DFHDODH[SOLFLWDFLyQ
y la práctica del querer ser otro, por ejemplo, en el arreglo,
es un valor positivo vinculado con los orígenes de la ruptura
TXHVXSRQHHOQDFLPLHQWRGHODÀORVRItD\ODGHPRFUDFLD\
por ende vinculado a su vez con la modernidad como revés
ante la verdad revelada. Una ruptura que, al unir la institución propia con el nomos y no más con la phisis, asumirá
el carácter trágico de la existencia, carácter a partir del cual
podemos interrogarnos: ¿qué pasa cuando perpetuamente
el instituyente que subyace a dicha relación, distinta con la
institución propia, es recuperado –por la institución y por
la institución que subyace al capitalismo y que tenemos
interiorizada–, convirtiendo nuestros deseos en deseos de
consumo? ¿Qué tiene que ver el deseo de ser otro, como instituyente que arremete contra la institución de lo dado, con
la repetición en la institución de “soy totalmente Palacio”?1
1. El Palacio de Hierro es una cadena de tiendas, sobre todo de ropa, que ha
marcado el curso de la moda de la clase media, en particular la femenina, en los
últimos 50 años en México, y cuyo eslogan es “soy totalmente Palacio”.
Reseñas
No. 64
265
Rafael Miranda Redondo
XXX
Es cierto que la modernidad corriente, reciclada hasta la
saciedad por el capitalismo, nos quiso hacer creer que todo
lo nuevo es bueno y todo lo viejo, malo. Sabemos que esWRHVIDOVRSHUR¢TXLpQGHFLGHFXiOHVOD´EXHQDÀJXUDµGH
quién la ostenta? ¿El Palacio de Hierro? ¿Los antropólogos
y consultores posmodernos de paso por San Cristóbal en
búsqueda de malinches, igualmente posmodernas?
Aquí de nuevo emerge relevante el análisis de la implicación respecto al propio “objeto de estudio”, ausente en la
mayoría de las corrientes de la antropología, y que la autora
sugiere al inicio de su texto al momento de posicionar su
biografía como lugar iniciático, análisis de la implicación
que deja al descubierto lo que vaticina Marc Augé –también
citado en el texto–, cuando habla de la “crisis de alteridad”.
Verse a sí mismo como objeto de estudio, accediendo así a la
UHÁH[LYLGDGSDUHFLHUDXQSURSyVLWRHQWUHOtQHDVTXHUHFRUUH
HOWH[WRGHLQLFLRDÀQ
La otra versión, o las otras versiones, corresponden a la
interiorización, nunca hecha explícitamente en el positiYLVPR FLHQWtÀFR PiV UHFDOFLWUDQWH ²HQ GRQGH LQFOX\R SRU
supuesto al marxismo–, de la categoría de la determinidad,
por la cual se aspira a mantenerse al margen en los procesos de conocimiento, y en especial respecto a su dimensión
imaginaria, o por otro lado, a contracorriente de lo anterior, la interiorización –en las formaciones discursivas y su
ineluctabilidad, por ejemplo, en un intento por posicionarse
UHVSHFWRDOVXMHWRVXEVWDQFLD²GHÀJXUDVLJXDOPHQWHWUDVcendentes, pero en este caso acompañadas de una cultura
de la sospecha, por ejemplo, en los feminismos inspirados
en la obra –ampliamente citada– de Michel Foucault.
El relativismo cultural, y otros que se derivan de ese
rechazo del sujeto sustancia –este caso nuevamente arroSDGRSRUODÀODQWURStDHQODDFDGHPLDVHxDODGDSRU'HYHraux–, es el que hace posible –aquí de nuevo el divorcio del
ÀOyVRIRUHVSHFWRDODFRPXQLGDGSROtWLFD²TXHORVOXFKDGRUHV
266
Querer ser otro
por la “descolonización” no tengan que interrogarse sobre
por qué eligen parejas que son ciudadanos de los antiguos
imperios; que las feministas no tengan que interrogarse
por qué tienen como amigos del alma a machos arrogantes;
que los marxistas recalcitrantes no tengan que interrogarse
por qué buscan sus parejas entre las hijas de los grandes
industriales; que los contestatarios de los gobiernos vinculados con los cárteles de la droga no tengan que cuestionarse
nada cuando, periódicamente, entregan su cuota a dichos
FiUWHOHVSDUDVDWLVIDFHUVXVFRQVXPRVTXHÀQDOPHQWHORV
expertos en migración no tengan que interrogarse sobre el
hecho de que ellos nunca han migrado; y así sucesivamente.
Todo esto gracias a la teología racional –o a su equivalente en el universo relativista, que equipara el Réquiem
GH0R]DUWDXQSDUGHERWDV²TXHSURIHVDTXHHOÀOyVRIR
puede vivir al margen de la comunidad política porque de
VHUSDVWRUSDVyDVHUWHMHGRUSDUDÀQDOPHQWHFRQVDJUDUVH
como epistemon (Platón), es decir, como quien posee la
ciencia que lo acredita para pensar al margen del hacer.
El tema de cómo los pueblos indios u originarios se
HQIUHQWDQD²RVLJQLÀFDQRQR²HVDPRGHUQLGDGTXHQRVGD
vergüenza, y del “libérate comprando esta lavadora”, es sin
duda un tema apasionante. El desafío que supone es asumido por la autora y conlleva el riesgo de relativizar, al
punto de decir que todo vale, y que si los pueblos indios
abandonan el pozol por la Coca-Cola, hay que suscribirlo
porque “están manejando su cultura”. La autora del texto
Las pieles que vestimos nos presenta una visión mucho
más compleja. El sujeto del arreglo corporal se crea –y,
diría yo, se autoinstituye, se autoaltera– a través de las
tecnologías de género, pero ese mismo sujeto también, y por
periodos prolongados, usando este recurso, se repite en el
RFXOWDPLHQWRGHODDOWHULGDGJUDFLDVDODVVLJQLÀFDFLRQHV
imaginarias sociales que el consumo, pero también que la
Reseñas
No. 64
267
Rafael Miranda Redondo
XXX
LQVWLWXFLyQTXHHVWiHQVXVRUtJHQHV\OHFRQÀHUHOD´LGHQtidad”, le ofrecen.
A lo largo de la lectura de este sugerente texto fue inevitable que me acompañara, en el trasfondo, la anécdota de
Sócrates, quien preguntó a su madre: “Madre, ¿por qué soy
tan feo?”, a lo cual su madre respondió: “Sócrates, no eres
feo, eres diferente”.
268