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W.V. Quine, Pursuit of Truth

Reseña de Pursuit of Truth, de W.V. Quine, por Javier Rodríguez Alcázar. Revista de Filosofía, Volumen IV, n.5 (1991), pp, 229-235

W.V. Quine, Pursuit of Truth. Recensión por Javier Rodríguez-Alcázar.i Departamento de Filosofía. Universidad de Granada. No es aventurado pronosticar que la comunidad filosófica acogerá con interés el último libro de uno de los filósofos más creativos e influyentes de nuestro siglo: W. V. Quine. Con mayor motivo si tenemos en cuenta que, en el caso de Pursuit of Truth, el veterano filósofo de Harvard nos ofrece, por vez primera desde Roots of Reference (1974a), un libro unitariamente concebido y de contenido netamente filosófico (Theories and Things (1981) es una recopilación de ensayos de diversa procedencia; The Time of my Life (1985), una autobiografía; Quiddities: An Intermittently Philosophical Dictionary (1987a), una miscelánea que deja constancia de los variados intereses (no sólo filosóficos) de nuestro autor). En Pursuit of Truth Quine persigue "poner al día, sintetizar y clarificar" algunas de sus posiciones en diversos terrenos filosóficos (p. vii). Para ello, se sirve en ocasiones de retazos de material aparecido a lo largo de la última década; pero estos pequeños retales son urdidos en una trama nueva, en un proyecto unitario. El resultado es una exposición de algunas de las doctrinas quineanas clásicas que hace más evidente que en ocasiones anteriores sus, a veces, sutiles conexiones. Pero, además, encontramos en estas páginas importantes desarrollos (y hasta considerables rectificaciones) que harán de Pursuit of Truth punto de referencia obligado en la creciente literatura que la obra de Quine suscita en torno suyo. Como ya hemos dejado entrever, una de las virtudes de este libro (y no la menor) es la de reforzar la lectura de Quine como filósofo sistemático, una lectura que se ha ido abriendo paso con dificultad desde hace algunos años (por ejemplo, en Gibson, 1982 y 1988 o, entre nosotros, 1 Pérez Fustegueras, 1988). Y, puestos a buscar el principio básico unificador del sistema quineano, creemos que la lectura de estas páginas resultará igualmente ilustrativa. Aún reconociendo que son varios los elementos de ese sistema que pueden, en principio, ser propuestos con cierto fundamento para desempeñar tal función (de hecho, diversos estudiosos de la obra quineana han señalado al holismo o a la indeterminación del conocimiento científico como presuntos "axiomas" del sistema), parece bastante claro que el ingrediente que el propio Quine apunta no es otro que el del naturalismo. A los conocidos textos donde Quine subraya la fuerza de su naturalismo hemos de añadir afirmaciones como las del párrafo que traducimos a continuación (pp. 20-21 de Pursuit of Truth): Incluso la telepatía y la visión intuitiva, aunque agonizantes, son opciones científicas. Devolverlas a la vida requeriría la aparición de alguna clase extraordinaria de evidencia; pero si algo semejante ocurriera, entonces el mismísimo empirismo (la norma más elevada, como vimos, de la epistemología naturalizada) se vería arrojado por la borda. Pues no se olvide que esa norma, como la misma epistemología naturalizada, es parte de la ciencia; y la ciencia es falible y corregible. La aceptación, por tanto, de nuestras convicciones epistemológicas (incluyendo los presupuestos empiristas) está sujeta y subordinada a la obligación (que nuestra condición de naturalistas nos impone) de acatar los resultados de la investigación científica sin posible recurso a ningún tribunal superior. Y este acatamiento puede suponer, en ocasiones, la revisión de resultados provisionales anteriores (tan provisionales como los presentes, por supuesto), sin que el holismo, o cualquier otra tesis epistemológica propuesta por Quine o por otro servidor de la empresa científica, puedan constituir una excepción. Dicho esto, en los párrafos que siguen nos proponemos apuntar brevemente las principales novedades que aquél que se acerque a Pursuit of Truth encontrará con respecto a previas publicaciones quineanas. El lector poco familiarizado con la obra de Quine disculpará que obviemos la exposición detallada de tesis bien conocidas por quienes se han acercado con 2 anterioridad a los textos del profesor de Harvard. 1. Categóricas observacionales. En el primero de los cinco capítulos de que consta el libro (capítulo dedicado a la noción de evidencia), encontramos (p. 10) una caracterización del contenido empírico de las teorías científicas en términos de categóricas observacionales ("observation categoricals"), es decir, oraciones fijas de la forma "Cada vez que ocurre esto, ocurre aquello", compuestas de dos (o más) oraciones observacionales. Es la refutación de una de estas categóricas observacionales por el par pertinente de oraciones observacionales lo que nos obliga, según Quine, a revisar la teoría de la cual dedujimos la categórica observacional en cuestión. Esta descripción modifica la de Theories and Things (vid. pp. 26-27), donde la definición de contenido empírico hacía uso de la noción, ahora abandonada, de condicionales observacionales ("observation conditionals": oraciones fijas compuestas de oraciones, también fijas, que construimos a partir de oraciones observacionales más ciertos elementos teóricos). Sin embargo, no es ésta una completa novedad: la noción de categórica observacional, introducida ya por Quine en las referidas páginas de Theories and Things, puede encontrarse en algunos escritos quineanos de los últimos años (véase, por ejemplo, Quine, 1987b, pp. 15 ss.). 2.Epistemología naturalizada y discurso normativo. Justo al final de este primer capítulo encontramos una sección que quizás sorprenda a algunos lectores por ciertas afirmaciones contenidas en ella. Ha sido, en efecto, un lugar común a lo largo de los últimos años criticar la epistemología naturalizada propuesta por Quine a base 3 de poner en duda su parentesco con la empresa epistemológica tradicional. En efecto, se ha objetado, mientras que la versión quineana de la epistemología, en tanto que "un capítulo de la psicología, y, por tanto, de la ciencia natural" (Quine, 1969, p. 109) estaría condenada a ser una disciplina puramente descriptiva, la epistemología siempre ha incluido un importante componente normativo sin el cual su naturaleza sería muy otra; en resumen, la epistemología naturalizada, en tanto precisamente que naturalizada, no sería ya epistemología (a menos que entendamos por epistemología algo radicalmente distinto a lo que nuestros mayores entendieron)ii. Quine, que ya había contestado a estas críticas en otros lugares (por ejemplo, en Quine, 1986a, pp. 664-665), insiste nuevamente aquí en negar que la epistemología naturalizada sea meramente descriptiva: en ésta, como en la empresa científica en general, hay lugar para un componente normativo: Pero se equivocan al objetar que el elemento normativo, tan característico de la epistemología, es arrojado por la borda. En la medida en que la epistemología teórica, al ser naturalizada, se convierte en un capítulo de la ciencia teórica, la epistemología normativa es naturalizada hasta hacer de ella un capítulo de la ingeniería, esto es, la técnica de anticipar la estimulación sensible. (Quine, 1990a, 19). 3. Oraciones observacionales. Tras un segundo capítulo dedicado a la noción de "referencia", el capítulo tercero, bajo el epígrafe "Significado", reafirma el carácter marcadamente conductista del tratamiento quineano de este tópico: "En psicología uno puede o no ser conductista; pero en lingüística no hay elección posible... Dependemos exclusivamente de la conducta pública en situaciones observables" (ibíd., p. 37-38). El estatuto privilegiado que la epistemología quineana otorga a las oraciones observacionales proviene precisamente de la conexión cuasi-directa de éstas con una situación públicamente observable (y de su escasa dependencia, por tanto, de elementos 4 teóricos). Pero esta referencia a una situación estimulativa compartida plantea a Quine un problema que es abordado de manera novedosa en este su último libro. El problema puede enunciarse así: ¿cómo podemos hablar de estimulación compartida cuando los diversos testigos de una situación no comparten, evidentemente, sus receptores sensibles? Esta dificultad llevó a Quine hace años (vid. Theories and Things, p. 43) a la adopción de una definición "subjetiva" de oración observacional; de acuerdo con ésta, la identidad estimulativa considerada es la del hablante individual que asiente a una determinada oración observacional siempre que se da la estimulación del mismo conjunto pertinente de receptores sensibles. Las dificultades que esta nueva formulación aún enfrenta ("una oración podría ser observacional para cada uno de varios hablantes sin que éstos estuvieran dispuestos a otorgarle su asentimiento en las mismas situaciones" -Quine, 1990a, p. 41-) obligan al Quine de Pursuit of Truth a retocar esa definición subjetiva. Nuestro autor cree ahora posible prescindir de la escurridiza noción de "intersubjective sameness of stimulation" mediante el recurso (que nos parece condenado a resultar polémico) al concepto de empatía: Retengo mi definición de 1981 de oración observacional para el hablante individual, y considero que una oración es observacional para un grupo si es observacional para todos sus miembros y si es el caso que cada uno de ellos estaría de acuerdo en afirmarla, o negarla, al ser testigos de su proferencia. Juzgamos si se es testigo de ella, como en el caso de la traducción, proyectándonos nosotros mismos en la posición del testigo. (ibíd., p. 43; el subrayado es nuestro). 4. Intensiones. La empatía reaparece en el cuarto capítulo, titulado "Intension"; este capítulo se abre con el reconocimiento de la dificultad de desligar drásticamente el lenguaje fisicalista del lenguaje mentalista, intensional, incluso en un nivel observacional. Quine afirma aquí que la atribución de intensiones a otros sujetos (imprescindible desde el principio en el proceso de aprendizaje 5 del lenguaje) descansa en la observación empática de nuestro interlocutor y la situación circundante. Dado este común recurso a la empatía tanto al caracterizar las oraciones observacionales como el lenguaje mentalista, quizás no sea descabellado extraer por nuestra parte la conclusión de que la diferencia entre el lenguaje fisicalista y el intensional no es, al menos por lo que toca a la raíz de ambos, una conspicua diferencia de naturaleza, sino una más tenue (que vendría dada, aventuramos, por el grado de empatía requerido en cada caso). Con todo, sigue teniendo sentido, para Quine, hablar de un lenguaje puramente fisicalista, libre de conceptos mentalistas, a la hora de explicar acontecimientos neurológicos. Lo que es irreductiblemente mentalista es el lenguaje que usamos para agrupar una clase de acontecimientos físicos bajo la etiqueta, por ejemplo, de una creencia. De este modo, Quine se adhiere a la variante matizada de fisicalismo que Davidson ha bautizado como "monismo anómalo".iii Las intensiones no dejan de ser para Quine, después de todo, las "hijas de la oscuridad" que solían ser (Quine, 1974b, p. 221); nuestro filósofo sigue invitándonos a conquistar para el reino de la extensionalidad tantas regiones como nos sea posible y a mantener aquéllas en que la ciencia ya goza de la "pureza cristalina de la extensionalidad" a salvo de las intrusiones del lado intensional (Quine, 1990a, p. 71). Ciertamente, un Quine que suena algo más conciliador que en ocasiones anteriores reconoce no sólo la imposibilidad de sustituir el discurso intensional en ámbitos fundamentales de la comunicación y el saber humanos, sino también los servicios preciosos que ese discurso puede rendir a la misma ciencia; pero allí donde haya ciencia es exigible la presencia de acontecimientos abiertos a la observación que permitan contrastar nuestras teorías. 6 5. Subdeterminación, indeterminación y verdad. Las secciones que nos parecen llamadas a resultar más controvertidas del capítulo quinto y último ("Truth"), son las situadas justo a su final. Allí se abordan cuestiones tan espinosas como la distinción entre subdeterminación ("underdetermination") e indeterminación ("indeterminacy") o la atribución de valores de verdad a teorías empíricamente equivalentes. Dos formulaciones de teoría son empíricamente equivalentes si comparten el mismo contenido empírico (es decir, si podemos deducir de ellas el mismo conjunto de categóricas observacionales). Quine sostiene que dos formulaciones de teoría empíricamente equivalentes pueden no ser lógicamente equivalentes. Y que, aunque seamos capaces de hacerlas lógicamente compatibles (mediante el "expediente trivial" descrito por Quine en otros lugares y también aquí (pp. 97-98)) no podremos evitar, al hacerlo, la inclusión en cada una de ellas de términos extraños al vocabulario de la otra. Entonces surge la cuestión siguiente: Suponiendo que consideraciones "pragmáticas" como la simplicidad tampoco nos permitan inclinarnos por una de esas formulaciones de teoría mejor que por la otra, ¿hemos de tener a ambas por verdaderas, pese a su falta de equivalencia lógica? Una respuesta afirmativa a esta pregunta conforma una posición que se ha dado en llamar "ecuménica"; la respuesta negativa da lugar a una posición "sectaria". En torno a este punto, hemos asistido durante los últimos tiempos a considerables vacilaciones en el pensamiento de Quine, que ha oscilado entre la posición ecuménica y la sectaria. Estas vacilaciones han estado presentes, incluso, en la génesis de Pursuit of Truth. En una primera versión mecanografiada de la obra, a la cual tuvimos acceso, Quine se atenía al criterio empirista para contestar afirmativamente a la pregunta formulada más arriba: si el contenido empírico de ambas formulaciones es el mismo, ¿qué otra consideración puede obligarnos a 7 declarar falsa una de ellas (dado el supuesto, insistimos, de que ninguna de las dos se muestra superior a la otra desde un punto de vista práctico)?iv . Sin embargo, en otros lugares,v Quine, arrastrado por la fuerza de su naturalismo, había adoptado una posición "sectaria", de acuerdo con la cual sólo una formulación de teoría (a saber, la nuestra) puede ser considerada por nosotros, en las circunstancias descritas, como verdadera. En efecto, aunque admitamos que ambas teorías rivales están igualmente justificadas -punto de vista epistemológico- eso no nos autoriza a decir que las dos son verdaderas -punto de vista ontológico-. Para Quine, justificación y verdad no pueden ser equivalentes,vi pues no lo son epistemología y ontología, aunque se "contengan" mutuamente. Este "sectarismo de la verdad" constituía, después de algunas vacilaciones, la última palabra de Quine acerca de esta cuestiónvii, antes de que un cambio de postura tuviera lugar recientemente. Tal cambio aparece en la referida versión mecanografiada de Pursuit of Truth y en un artículo ("Three Indeterminacies") aproximadamente contemporáneo de ésta (cfr. Quine 1990b, pp. 14-15). Lo problemático del cambio de postura acontecido en estos escritos se pone de manifiesto si recordamos que, como recogimos al comienzo de nuestra exposición, Quine proclama, en el primer capítulo del libro que reseñamos, la preeminencia del credo naturalista sobre el empirista (en tanto que no podemos descartar, al menos como hipótesis, que el desarrollo de la ciencia pueda llevarnos a desterrar nuestras convicciones empiristas). Y, a primera vista, una postura naturalista que pone el énfasis en el acatamiento (al menos provisional) del veredicto de la ciencia conduce con facilidad a inclinarse por la posición sectaria. Esta posición parece, al menos, la única salida del naturalista que no quiera verse abocado al relativismo. Y Quine no quiere, de ninguna manera, verse abocado a elloviii. Acabamos de decir que la posición sectaria parece seguirse de la aceptación del credo naturalista. Pero ¿se sigue realmente de ella? Creemos que sólo puede afirmarse tal cosa si a 8 esa aceptación añadimos una segunda premisa: la tesis según la cual la verdad es inmanente, en cada caso, a la teoría global o sistema del mundo de que se trateix. De la confluencia del naturalismo y de la doctrina de la inmanencia de la verdad se concluye que sólo tiene sentido aceptar como verdaderas las oraciones que se deducen de la teoría en cuyos confines nos situamos. Lo que permite a Quine retornar a la posición ecuménica en los textos que discutimos ("Three Indeterminacies" y versión mecanografiada de Pursuit of Truth) es, precisamente, la renuncia a esa doctrina en su formulación tradicional. Aquí ha optado por definir (en la línea de Davidson) el predicado "verdad" con relación al lenguaje en que las teorías en disputa son formuladas, mejor que a una concreta formulación de teoría. Ello hace posible afirmar que dos teorías empíricamente equivalentes, lógicamente compatibles e igualmente simples, pero que no conseguimos hacer equivalentes mediante ninguna reconstrucción de predicados conocida ("trivial expedient") son simultáneamente verdaderas y, a la vez, alejar la amenaza del relativismo mediante una noción de verdad que ya no es inmanente a teorías sino al lenguaje. Quine habría encontrado, pues, el modo de hacer compatibles ecumenismo y verdad absoluta. Pero esta opción parece acarrear consecuencias indeseadas para la coherencia del sistema quineano. Por ejemplo, pensamos que esta manera de ver las cosas pone en peligro la posibilidad de diferenciar entre subdeterminación de las teorías científicas e indeterminación de la traducción. Ciertamente, la legitimidad de esta distinción ha sido cuestionada por diversos autores (entre otros, vid. Chomsky (1969) y Rorty (1972)), aunque no vamos a discutir aquí si lo han hecho con fundamento. Lo que sí parece fuera de duda es que el propio Quine se ha atenido inexorablemente a su viabilidad (basándose en la existencia, en el caso de la teoría científica, de un "fact of the matter" que no se da en el de la traducción) y que en este su último libro vuelve 9 a insistir en las diferencias que separan a ciencia y traducción a este respecto (Quine, 1990a, p. 101). Y no nos parece ocioso preguntar hasta qué punto la distinción se desvanece si reducimos la doctrina de la inmanencia de la verdad a la trivial afirmación de su relatividad a un lenguaje. Nuestra sospecha se basa en lo siguiente: la diferencia que Quine establece entre subdeterminación e indeterminación, entre ciencia y traducción, es una diferencia ontológica, no epistemológica. Desde un punto de vista epistemológico (es decir, desde el punto de vista metodológico y evidencial), no hay diferencia alguna entre la situación en la cual diferentes teorías son erigidas sobre la misma evidencia y la situación en la que traducciones alternativas son propuestas a partir de la misma base observacional. La diferencia es ontológica, y consiste en la existencia, en el caso de la física, de una materia objetiva ("fact of the matter") que no está presente en el de la traducción. Este "fact of the matter" (de acuerdo con la doctrina quineana tradicional) permite determinar cuál de dos teorías empíricamente equivalentes es verdadera, y se da en el caso de la física y no en el de la traducción debido a que es nuestra actual teoría fisicalista del mundo la que determina cuál es nuestra ontología y, por tanto, cuál es la materia objetiva del conocimiento. Pero si admitimos, como hacía Quine en estos escritos, que la verdad no es inmanente a la teoría y, en consecuencia, aceptamos la posibilidad de teorías del mundo simultáneamente verdaderas a pesar de su falta de equivalencia lógica, ¿cuál de ellas será la encargada de establecer qué ontología aceptamos y, por tanto, qué aceptamos como materia objetiva del conocimiento? Pues nos está vedado adjudicar tal encargo al lenguaje inclusivo en que ambas teoría son formuladas, ya que entonces lo convertimos en otra teoría más, en una nueva rival de las que ya tenemos. De este modo, la renuncia a la inmanencia de la verdad en su versión fuerte parece infligir un golpe mortal a la noción misma de "fact of the matter" y, con ello, a la posibilidad de distinguir entre la subdeterminación de la ciencia y la indeterminación de la traducción. 10 Quine parece no haber sido insensible a consideraciones parecidas a las precedentes. Lo cierto es que de la edición definitiva de Pursuit of Truth (cfr. pp. 100-101) ha sido suprimida la preferencia por la posición ecuménica "à la Davidson", al tiempo que la postura sectaria gana nuevamente puntos en el aprecio del autor, aunque no se ofrezca finalmente un pronunciamiento inequívoco acerca de este escurridizo rompecabezas. Nos encontramos, pues, en un área donde el sistema de Quine se enfrenta a innegables tensiones. No es éste el lugar de estudiar posibles soluciones, sino sólo el de dejar constancia de la presencia de una lista de cuestiones abiertas que este (por el momento) último libro de W. V. Quine (y tal es, probablemente, el sino de los grandes filósofos y de sus textos) más que solucionar, provoca. BIBLIOGRAFÍA. (Se relacionan únicamente las obras citadas en el texto). ACERO, J.J. y CALVO, T., eds. (1987) Symposium Quine. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Granada. CHOMSKY, N. 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Sin embargo, no se les debe considerar responsables del resultado final ni, por tanto, de las deficiencias que, con seguridad, persisten en el texto. ii Esta crítica la encontramos, con distintos matices, en Putnam (1982, pp.14-20), Stroud (1981 y 1984, pp. 209 ss.), Laudan (1987, pp. 24-25) y Kim (1988). ii iii Esta crítica la encontramos, con en Putnam pp.14-20), Stroud (1981 y 1984, pp. 209 Para otra declaración reciente dedistintos Quine enmatices, este sentido, vid. su(1982, "Respuesta a Quesada", en Acero y Calvo, eds.,ss.), (1987), Laudan (1987, pp. 24-25) y Kim (1988). iii Para otra declaración reciente de Quine en este sentido, vid. su "Respuesta a Quesada", en Acero y Calvo, eds., (1987), pp.175-76. iv No es la primera vez, desde luego, que encontramos esta posición "ecuménica" en los escritos quineanos; véase, por ejemplo, "Empirical Content" (Quine, 1981, p. 29). v Es el caso de "Things and Their Place in Theories" (Quine, 1981, p.21). vi "Verdad es una cosa, y creencia justificada otra distinta", afirma Quine inequívocamente (1990a, p. 94). vii Un pronunciamiento reciente en este sentido puede encontrarse en Quine, 1986b, p. 157. viii Esto queda de manifiesto en las últimas páginas de "On Empirically Equivalent Systems of the World" (Quine, 1975), donde Quine se atiene a la posición "sectaria". ix Una afirmación clara de esta doctrina la encontramos en "Things and Their Place in Theories" (Quine, 1981, pp. 2122), donde leemos: "Pero es una confusión suponer que podemos mantenernos apartados y admitir que todas las ontologías alternativas son verdaderas a su manera y que todos los mundos concebidos son reales. Eso es confundir la verdad con el soporte evidencial. La verdad es inmanente, y no hay nada más alto. Tenemos que hablar desde dentro de una teoría, aunque podamos elegir entre varias". 13