W.V. Quine, Pursuit of Truth.
Recensión por Javier Rodríguez-Alcázar.i
Departamento de Filosofía.
Universidad de Granada.
No es aventurado pronosticar que la comunidad filosófica acogerá con interés el último
libro de uno de los filósofos más creativos e influyentes de nuestro siglo: W. V. Quine. Con
mayor motivo si tenemos en cuenta que, en el caso de Pursuit of Truth, el veterano filósofo de
Harvard nos ofrece, por vez primera desde Roots of Reference (1974a), un libro unitariamente
concebido y de contenido netamente filosófico (Theories and Things (1981) es una recopilación
de ensayos de diversa procedencia; The Time of my Life (1985), una autobiografía; Quiddities:
An Intermittently Philosophical Dictionary (1987a), una miscelánea que deja constancia de los
variados intereses (no sólo filosóficos) de nuestro autor).
En Pursuit of Truth Quine persigue "poner al día, sintetizar y clarificar" algunas de sus
posiciones en diversos terrenos filosóficos (p. vii). Para ello, se sirve en ocasiones de retazos de
material aparecido a lo largo de la última década; pero estos pequeños retales son urdidos en
una trama nueva, en un proyecto unitario. El resultado es una exposición de algunas de las doctrinas quineanas clásicas que hace más evidente que en ocasiones anteriores sus, a veces,
sutiles conexiones. Pero, además, encontramos en estas páginas importantes desarrollos (y
hasta considerables rectificaciones) que harán de Pursuit of Truth punto de referencia obligado
en la creciente literatura que la obra de Quine suscita en torno suyo.
Como ya hemos dejado entrever, una de las virtudes de este libro (y no la menor) es la de
reforzar la lectura de Quine como filósofo sistemático, una lectura que se ha ido abriendo paso
con dificultad desde hace algunos años (por ejemplo, en Gibson, 1982 y 1988 o, entre nosotros,
1
Pérez Fustegueras, 1988). Y, puestos a buscar el principio básico unificador del sistema
quineano, creemos que la lectura de estas páginas resultará igualmente ilustrativa. Aún
reconociendo que son varios los elementos de ese sistema que pueden, en principio, ser
propuestos con cierto fundamento para desempeñar tal función (de hecho, diversos estudiosos
de la obra quineana han señalado al holismo o a la indeterminación del conocimiento científico
como presuntos "axiomas" del sistema), parece bastante claro que el ingrediente que el propio
Quine apunta no es otro que el del naturalismo. A los conocidos textos donde Quine subraya la
fuerza de su naturalismo hemos de añadir afirmaciones como las del párrafo que traducimos a
continuación (pp. 20-21 de Pursuit of Truth):
Incluso la telepatía y la visión intuitiva, aunque agonizantes, son opciones
científicas. Devolverlas a la vida requeriría la aparición de alguna clase extraordinaria
de evidencia; pero si algo semejante ocurriera, entonces el mismísimo empirismo (la
norma más elevada, como vimos, de la epistemología naturalizada) se vería arrojado
por la borda. Pues no se olvide que esa norma, como la misma epistemología
naturalizada, es parte de la ciencia; y la ciencia es falible y corregible.
La aceptación, por tanto, de nuestras convicciones epistemológicas (incluyendo los
presupuestos empiristas) está sujeta y subordinada a la obligación (que nuestra condición de
naturalistas nos impone) de acatar los resultados de la investigación científica sin posible
recurso a ningún tribunal superior. Y este acatamiento puede suponer, en ocasiones, la revisión
de resultados provisionales anteriores (tan provisionales como los presentes, por supuesto), sin
que el holismo, o cualquier otra tesis epistemológica propuesta por Quine o por otro servidor
de la empresa científica, puedan constituir una excepción.
Dicho esto, en los párrafos que siguen nos proponemos apuntar brevemente las principales
novedades que aquél que se acerque a Pursuit of Truth encontrará con respecto a previas
publicaciones quineanas. El lector poco familiarizado con la obra de Quine disculpará que
obviemos la exposición detallada de tesis bien conocidas por quienes se han acercado con
2
anterioridad a los textos del profesor de Harvard.
1. Categóricas observacionales.
En el primero de los cinco capítulos de que consta el libro (capítulo dedicado a la noción de
evidencia), encontramos (p. 10) una caracterización del contenido empírico de las teorías científicas en términos de categóricas observacionales ("observation categoricals"), es decir,
oraciones fijas de la forma "Cada vez que ocurre esto, ocurre aquello", compuestas de dos (o
más) oraciones observacionales. Es la refutación de una de estas categóricas observacionales
por el par pertinente de oraciones observacionales lo que nos obliga, según Quine, a revisar la
teoría de la cual dedujimos la categórica observacional en cuestión. Esta descripción modifica la
de Theories and Things (vid. pp. 26-27), donde la definición de contenido empírico hacía uso de
la noción, ahora abandonada, de condicionales observacionales ("observation conditionals":
oraciones fijas compuestas de oraciones, también fijas, que construimos a partir de oraciones
observacionales más ciertos elementos teóricos). Sin embargo, no es ésta una completa
novedad: la noción de categórica observacional, introducida ya por Quine en las referidas
páginas de Theories and Things, puede encontrarse en algunos escritos quineanos de los últimos años (véase, por ejemplo, Quine, 1987b, pp. 15 ss.).
2.Epistemología naturalizada y discurso normativo.
Justo al final de este primer capítulo encontramos una sección que quizás sorprenda a
algunos lectores por ciertas afirmaciones contenidas en ella. Ha sido, en efecto, un lugar común
a lo largo de los últimos años criticar la epistemología naturalizada propuesta por Quine a base
3
de poner en duda su parentesco con la empresa epistemológica tradicional. En efecto, se ha
objetado, mientras que la versión quineana de la epistemología, en tanto que "un capítulo de la
psicología, y, por tanto, de la ciencia natural" (Quine, 1969, p. 109) estaría condenada a ser una
disciplina puramente descriptiva, la epistemología siempre ha incluido un importante
componente normativo sin el cual su naturaleza sería muy otra; en resumen, la epistemología
naturalizada, en tanto precisamente que naturalizada, no sería ya epistemología (a menos que
entendamos por epistemología algo radicalmente distinto a lo que nuestros mayores
entendieron)ii. Quine, que ya había contestado a estas críticas en otros lugares (por ejemplo, en
Quine, 1986a, pp. 664-665), insiste nuevamente aquí en negar que la epistemología naturalizada sea meramente descriptiva: en ésta, como en la empresa científica en general, hay lugar
para un componente normativo:
Pero se equivocan al objetar que el elemento normativo, tan característico de la
epistemología, es arrojado por la borda. En la medida en que la epistemología teórica,
al ser naturalizada, se convierte en un capítulo de la ciencia teórica, la epistemología
normativa es naturalizada hasta hacer de ella un capítulo de la ingeniería, esto es, la
técnica de anticipar la estimulación sensible. (Quine, 1990a, 19).
3. Oraciones observacionales.
Tras un segundo capítulo dedicado a la noción de "referencia", el capítulo tercero, bajo el
epígrafe "Significado", reafirma el carácter marcadamente conductista del tratamiento
quineano de este tópico: "En psicología uno puede o no ser conductista; pero en lingüística no
hay elección posible... Dependemos exclusivamente de la conducta pública en situaciones
observables" (ibíd., p. 37-38). El estatuto privilegiado que la epistemología quineana otorga a
las oraciones observacionales proviene precisamente de la conexión cuasi-directa de éstas con
una situación públicamente observable (y de su escasa dependencia, por tanto, de elementos
4
teóricos). Pero esta referencia a una situación estimulativa compartida plantea a Quine un
problema que es abordado de manera novedosa en este su último libro. El problema puede
enunciarse así: ¿cómo podemos hablar de estimulación compartida cuando los diversos testigos
de una situación no comparten, evidentemente, sus receptores sensibles?
Esta dificultad llevó a Quine hace años (vid. Theories and Things, p. 43) a la adopción de
una definición "subjetiva" de oración observacional; de acuerdo con ésta, la identidad estimulativa considerada es la del hablante individual que asiente a una determinada oración
observacional siempre que se da la estimulación del mismo conjunto pertinente de receptores
sensibles. Las dificultades que esta nueva formulación aún enfrenta ("una oración podría ser
observacional para cada uno de varios hablantes sin que éstos estuvieran dispuestos a
otorgarle su asentimiento en las mismas situaciones" -Quine, 1990a, p. 41-) obligan al Quine de
Pursuit of Truth a retocar esa definición subjetiva. Nuestro autor cree ahora posible prescindir
de la escurridiza noción de "intersubjective sameness of stimulation" mediante el recurso (que
nos parece condenado a resultar polémico) al concepto de empatía:
Retengo mi definición de 1981 de oración observacional para el hablante
individual, y considero que una oración es observacional para un grupo si es observacional para todos sus miembros y si es el caso que cada uno de ellos estaría de acuerdo
en afirmarla, o negarla, al ser testigos de su proferencia. Juzgamos si se es testigo de
ella, como en el caso de la traducción, proyectándonos nosotros mismos en la posición
del testigo. (ibíd., p. 43; el subrayado es nuestro).
4. Intensiones.
La empatía reaparece en el cuarto capítulo, titulado "Intension"; este capítulo se abre con
el reconocimiento de la dificultad de desligar drásticamente el lenguaje fisicalista del lenguaje
mentalista, intensional, incluso en un nivel observacional. Quine afirma aquí que la atribución
de intensiones a otros sujetos (imprescindible desde el principio en el proceso de aprendizaje
5
del lenguaje) descansa en la observación empática de nuestro interlocutor y la situación
circundante. Dado este común recurso a la empatía tanto al caracterizar las oraciones observacionales como el lenguaje mentalista, quizás no sea descabellado extraer por nuestra parte la
conclusión de que la diferencia entre el lenguaje fisicalista y el intensional no es, al menos por
lo que toca a la raíz de ambos, una conspicua diferencia de naturaleza, sino una más tenue (que
vendría dada, aventuramos, por el grado de empatía requerido en cada caso).
Con todo, sigue teniendo sentido, para Quine, hablar de un lenguaje puramente fisicalista,
libre de conceptos mentalistas, a la hora de explicar acontecimientos neurológicos. Lo que es
irreductiblemente mentalista es el lenguaje que usamos para agrupar una clase de
acontecimientos físicos bajo la etiqueta, por ejemplo, de una creencia. De este modo, Quine se
adhiere a la variante matizada de fisicalismo que Davidson ha bautizado como "monismo
anómalo".iii
Las intensiones no dejan de ser para Quine, después de todo, las "hijas de la oscuridad" que
solían ser (Quine, 1974b, p. 221); nuestro filósofo sigue invitándonos a conquistar para el reino
de la extensionalidad tantas regiones como nos sea posible y a mantener aquéllas en que la
ciencia ya goza de la "pureza cristalina de la extensionalidad" a salvo de las intrusiones del lado
intensional (Quine, 1990a, p. 71). Ciertamente, un Quine que suena algo más conciliador que en
ocasiones anteriores reconoce no sólo la imposibilidad de sustituir el discurso intensional en
ámbitos fundamentales de la comunicación y el saber humanos, sino también los servicios
preciosos que ese discurso puede rendir a la misma ciencia; pero allí donde haya ciencia es
exigible la presencia de acontecimientos abiertos a la observación que permitan contrastar
nuestras teorías.
6
5. Subdeterminación, indeterminación y verdad.
Las secciones que nos parecen llamadas a resultar más controvertidas del capítulo quinto y
último ("Truth"), son las situadas justo a su final. Allí se abordan cuestiones tan espinosas como
la
distinción
entre
subdeterminación
("underdetermination")
e
indeterminación
("indeterminacy") o la atribución de valores de verdad a teorías empíricamente equivalentes.
Dos formulaciones de teoría son empíricamente equivalentes si comparten el mismo
contenido empírico (es decir, si podemos deducir de ellas el mismo conjunto de categóricas
observacionales). Quine sostiene que dos formulaciones de teoría empíricamente equivalentes
pueden no ser lógicamente equivalentes. Y que, aunque seamos capaces de hacerlas
lógicamente compatibles (mediante el "expediente trivial" descrito por Quine en otros lugares y
también aquí (pp. 97-98)) no podremos evitar, al hacerlo, la inclusión en cada una de ellas de
términos extraños al vocabulario de la otra.
Entonces surge la cuestión siguiente: Suponiendo que consideraciones "pragmáticas" como
la simplicidad tampoco nos permitan inclinarnos por una de esas formulaciones de teoría mejor
que por la otra, ¿hemos de tener a ambas por verdaderas, pese a su falta de equivalencia
lógica? Una respuesta afirmativa a esta pregunta conforma una posición que se ha dado en
llamar "ecuménica"; la respuesta negativa da lugar a una posición "sectaria".
En torno a este punto, hemos asistido durante los últimos tiempos a considerables vacilaciones en el pensamiento de Quine, que ha oscilado entre la posición ecuménica y la sectaria.
Estas vacilaciones han estado presentes, incluso, en la génesis de Pursuit of Truth. En una
primera versión mecanografiada de la obra, a la cual tuvimos acceso, Quine se atenía al criterio
empirista para contestar afirmativamente a la pregunta formulada más arriba: si el contenido
empírico de ambas formulaciones es el mismo, ¿qué otra consideración puede obligarnos a
7
declarar falsa una de ellas (dado el supuesto, insistimos, de que ninguna de las dos se muestra
superior a la otra desde un punto de vista práctico)?iv . Sin embargo, en otros lugares,v Quine,
arrastrado por la fuerza de su naturalismo, había adoptado una posición "sectaria", de acuerdo
con la cual sólo una formulación de teoría (a saber, la nuestra) puede ser considerada por nosotros, en las circunstancias descritas, como verdadera. En efecto, aunque admitamos que ambas
teorías rivales están igualmente justificadas -punto de vista epistemológico- eso no nos autoriza
a decir que las dos son verdaderas -punto de vista ontológico-. Para Quine, justificación y
verdad no pueden ser equivalentes,vi pues no lo son epistemología y ontología, aunque se
"contengan" mutuamente. Este "sectarismo de la verdad" constituía, después de algunas vacilaciones, la última palabra de Quine acerca de esta cuestiónvii, antes de que un cambio de postura
tuviera lugar recientemente. Tal cambio aparece en la referida versión mecanografiada de
Pursuit of Truth y en un artículo ("Three Indeterminacies") aproximadamente contemporáneo
de ésta (cfr. Quine 1990b, pp. 14-15).
Lo problemático del cambio de postura acontecido en estos escritos se pone de manifiesto
si recordamos que, como recogimos al comienzo de nuestra exposición, Quine proclama, en el
primer capítulo del libro que reseñamos, la preeminencia del credo naturalista sobre el
empirista (en tanto que no podemos descartar, al menos como hipótesis, que el desarrollo de la
ciencia pueda llevarnos a desterrar nuestras convicciones empiristas). Y, a primera vista, una
postura naturalista que pone el énfasis en el acatamiento (al menos provisional) del veredicto
de la ciencia conduce con facilidad a inclinarse por la posición sectaria. Esta posición parece, al
menos, la única salida del naturalista que no quiera verse abocado al relativismo. Y Quine no
quiere, de ninguna manera, verse abocado a elloviii.
Acabamos de decir que la posición sectaria parece seguirse de la aceptación del credo
naturalista. Pero ¿se sigue realmente de ella? Creemos que sólo puede afirmarse tal cosa si a
8
esa aceptación añadimos una segunda premisa: la tesis según la cual la verdad es inmanente,
en cada caso, a la teoría global o sistema del mundo de que se trateix. De la confluencia del
naturalismo y de la doctrina de la inmanencia de la verdad se concluye que sólo tiene sentido
aceptar como verdaderas las oraciones que se deducen de la teoría en cuyos confines nos
situamos.
Lo que permite a Quine retornar a la posición ecuménica en los textos que discutimos
("Three Indeterminacies" y versión mecanografiada de Pursuit of Truth) es, precisamente, la
renuncia a esa doctrina en su formulación tradicional. Aquí ha optado por definir (en la línea de
Davidson) el predicado "verdad" con relación al lenguaje en que las teorías en disputa son
formuladas, mejor que a una concreta formulación de teoría. Ello hace posible afirmar que dos
teorías empíricamente equivalentes, lógicamente compatibles e igualmente simples, pero que
no conseguimos hacer equivalentes mediante ninguna reconstrucción de predicados conocida
("trivial expedient")
son simultáneamente verdaderas y, a la vez, alejar la amenaza del
relativismo mediante una noción de verdad que ya no es inmanente a teorías sino al lenguaje.
Quine habría encontrado, pues, el modo de hacer compatibles ecumenismo y verdad
absoluta. Pero esta opción parece acarrear consecuencias indeseadas para la coherencia del
sistema quineano. Por ejemplo, pensamos que esta manera de ver las cosas pone en peligro la
posibilidad de diferenciar entre subdeterminación de las teorías científicas e indeterminación
de la traducción.
Ciertamente, la legitimidad de esta distinción ha sido cuestionada por diversos autores
(entre otros, vid. Chomsky (1969) y Rorty (1972)), aunque no vamos a discutir aquí si lo han
hecho con fundamento. Lo que sí parece fuera de duda es que el propio Quine se ha atenido
inexorablemente a su viabilidad (basándose en la existencia, en el caso de la teoría científica, de
un "fact of the matter" que no se da en el de la traducción) y que en este su último libro vuelve
9
a insistir en las diferencias que separan a ciencia y traducción a este respecto (Quine, 1990a, p.
101). Y no nos parece ocioso preguntar hasta qué punto la distinción se desvanece si reducimos
la doctrina de la inmanencia de la verdad a la trivial afirmación de su relatividad a un lenguaje.
Nuestra sospecha se basa en lo siguiente: la diferencia que Quine establece entre
subdeterminación e indeterminación, entre ciencia y traducción, es una diferencia ontológica,
no epistemológica. Desde un punto de vista epistemológico (es decir, desde el punto de vista
metodológico y evidencial), no hay diferencia alguna entre la situación en la cual diferentes
teorías son erigidas sobre la misma evidencia y la situación en la que traducciones alternativas
son propuestas a partir de la misma base observacional. La diferencia es ontológica, y consiste
en la existencia, en el caso de la física, de una materia objetiva ("fact of the matter") que no
está presente en el de la traducción. Este "fact of the matter" (de acuerdo con la doctrina
quineana tradicional) permite determinar cuál de dos teorías empíricamente equivalentes es
verdadera, y se da en el caso de la física y no en el de la traducción debido a que es nuestra
actual teoría fisicalista del mundo la que determina cuál es nuestra ontología y, por tanto, cuál
es la materia objetiva del conocimiento. Pero si admitimos, como hacía Quine en estos escritos,
que la verdad no es inmanente a la teoría y, en consecuencia, aceptamos la posibilidad de
teorías del mundo simultáneamente verdaderas a pesar de su falta de equivalencia lógica, ¿cuál
de ellas será la encargada de establecer qué ontología aceptamos y, por tanto, qué aceptamos
como materia objetiva del conocimiento? Pues nos está vedado adjudicar tal encargo al
lenguaje inclusivo en que ambas teoría son formuladas, ya que entonces lo convertimos en otra
teoría más, en una nueva rival de las que ya tenemos. De este modo, la renuncia a la inmanencia de la verdad en su versión fuerte parece infligir un golpe mortal a la noción misma de "fact
of the matter" y, con ello, a la posibilidad de distinguir entre la subdeterminación de la ciencia y
la indeterminación de la traducción.
10
Quine parece no haber sido insensible a consideraciones parecidas a las precedentes. Lo
cierto es que de la edición definitiva de Pursuit of Truth (cfr. pp. 100-101) ha sido suprimida la
preferencia por la posición ecuménica "à la Davidson", al tiempo que la postura sectaria gana
nuevamente puntos en el aprecio del autor, aunque no se ofrezca finalmente un pronunciamiento inequívoco acerca de este escurridizo rompecabezas.
Nos encontramos, pues, en un área donde el sistema de Quine se enfrenta a innegables
tensiones. No es éste el lugar de estudiar posibles soluciones, sino sólo el de dejar constancia
de la presencia de una lista de cuestiones abiertas que este (por el momento) último libro de
W. V. Quine (y tal es, probablemente, el sino de los grandes filósofos y de sus textos) más que
solucionar, provoca.
BIBLIOGRAFÍA.
(Se relacionan únicamente las obras citadas en el texto).
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la
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i
Agradezco a los profesores Roger F. Gibson, Jr., y Juan José Acero Fernández sus observaciones a sucesivas versiones
de esta recensión. Sin embargo, no se les debe considerar responsables del resultado final ni, por tanto, de las deficiencias que,
con seguridad, persisten en el texto.
ii
Esta crítica la encontramos, con distintos matices, en Putnam (1982, pp.14-20), Stroud (1981 y 1984, pp. 209 ss.),
Laudan (1987, pp. 24-25) y Kim (1988).
ii
iii
Esta crítica
la encontramos,
con
en Putnam
pp.14-20),
Stroud (1981
y 1984,
pp. 209
Para
otra declaración
reciente
dedistintos
Quine enmatices,
este sentido,
vid. su(1982,
"Respuesta
a Quesada",
en Acero
y Calvo,
eds.,ss.),
(1987),
Laudan (1987, pp. 24-25) y Kim (1988).
iii
Para otra declaración reciente de Quine en este sentido, vid. su "Respuesta a Quesada", en Acero y Calvo, eds., (1987),
pp.175-76.
iv
No es la primera vez, desde luego, que encontramos esta posición "ecuménica" en los escritos quineanos; véase, por
ejemplo, "Empirical Content" (Quine, 1981, p. 29).
v
Es el caso de "Things and Their Place in Theories" (Quine, 1981, p.21).
vi
"Verdad es una cosa, y creencia justificada otra distinta", afirma Quine inequívocamente (1990a, p. 94).
vii
Un pronunciamiento reciente en este sentido puede encontrarse en Quine, 1986b, p. 157.
viii
Esto queda de manifiesto en las últimas páginas de "On Empirically Equivalent Systems of the World" (Quine, 1975),
donde Quine se atiene a la posición "sectaria".
ix
Una afirmación clara de esta doctrina la encontramos en "Things and Their Place in Theories" (Quine, 1981, pp. 2122), donde leemos: "Pero es una confusión suponer que podemos mantenernos apartados y admitir que todas las ontologías
alternativas son verdaderas a su manera y que todos los mundos concebidos son reales. Eso es confundir la verdad con el soporte
evidencial. La verdad es inmanente, y no hay nada más alto. Tenemos que hablar desde dentro de una teoría, aunque podamos
elegir entre varias".
13