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Fecha de recepción: febrero 16 de 2016
Fecha de aceptación: mayo 23 de 2016
DOI:
Necesitismo de seguNdo ordeN*
José Tomás Alvarado Marambio
Instituto de Filosofía, Pontificia Universidad Católica de Chile
[email protected]
resumeN
En una serie de escritos Timothy Williamson ha argumentado a favor del necesitismo (cf. Williamson, 1978/9, 1990, 1998, 2000a, 2000b, 2002, 2010, 2013 y trabajo
en prensa “Barcan Formulas in Second-Order Modal Logic”), esto es, la tesis de que
es necesario que todo exista necesariamente. Este trabajo discute el necesitismo de
segundo orden, esto es, la tesis de que es necesario que toda propiedad exista necesariamente, considerando líneas de argumentación semejantes a las desplegadas en
primer orden. Se examinan tres de estos argumentos: (i) el carácter necesario de ser
una propiedad, (ii) la aparición de las propiedades en proposiciones, y (iii) los compromisos ontológicos del metalenguaje en el que se formula la semántica. Se argumenta
que ninguno de ellos es realmente convincente. La justificación del necesitismo de
segundo orden parece requerir más metafísica sustantiva que resultados formales, al
menos si es que los resultados formales de que se trata son aquellos discutidos aquí.
palabras
c l av e :
necesitismo, contingentismo, modalidad, propiedades, lógica de segundo orden.
AbstrAct
In a series of writings Timothy Williamson has argued for necessitism (cf. Williamson, 1978/9, 1990, 1998, 2000a, 2000b, 2002, 2010, 2013, forthcoming “Barcan
Formulas in Second-Order Modal Logic”), i. e. the thesis that it is necessary that
everything exists necessarily. This work discusses second-order necessitism, i. e. the
thesis that it is necessary that every property exists necessarily, considering lines of
argument similar to those displayed on first-order. Three of those arguments are examined. (i) the necessary character of being a property, (ii) the occurrence of properties
in propositions, and (iii) the ontological commitments of the metalanguage where the
semantics is formulated. It is argued that none of them are compelling. The justification
for second-order necessitism seems to require more substantive metaphysics than formal
results, at least if the formal results in view are those discussed here.
Keywords:
necessitism, contingentism, modality, properties, second-order logic.
* Este trabajo ha sido redactado en ejecución del proyecto de investigación Fondecyt 1090002 (Conicyt, Chile). Agradezco las útiles observaciones de un par de
evaluadores anónimos de esta revista.
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José Tomás Alvarado Marambio
Necesitismo de seguNdo ordeN
iNtroduccióN
E
n una serie de escritos Timothy Williamson ha defendido la
tesis denominada ‘necesitismo’ (cf. Williamson, 1987/8, 1990,
1998, 2000a, 2000b, 2002, 2010, 2013 y trabajo en prensa “Barcan Formulas in Second-Order Modal Logic”) una estrategia
semejante en Linsky & Zalta, 1994, 1996). Necesitismo es la tesis
según la cual necesariamente todos los objetos existen de manera
necesaria. Se trata, obviamente, de una tesis altamente contraintuitiva. Para el sentido común es obvio que casi la totalidad de
los objetos existen de hecho, pero podrían no haber existido, así
como es posible que existiesen objetos que no existen de hecho.
Las únicas excepciones razonables a la contingencia serían, tal
vez, entidades matemáticas o Dios, pero se trata de casos altamente controvertidos. Todos admiten la existencia de objetos,
pero la tesis de que todos estos objetos son entidades necesarias
es defendida por pocos. Hay otro tipo de entidades en el que la
situación, si se quiere, se invierte.
La existencia de propiedades universales ha sido tradicionalmente muy controvertida. Una vez admitida la existencia de
universales, muchos se han sentido inclinados a postular que esos
universales son entidades necesarias. Tal vez las consideraciones
que en primer orden conducen —o conducirían— a admitir la
existencia necesaria de los objetos, sean relevantes para adjudicar
o al menos clarificar los debates respecto de las propiedades.
El necesitismo es una posición que ha sido defendida básicamente por consideraciones de filosofía de la lógica y cuyo objetivo
ha sido —tal como se ha indicado— justificar el carácter necesario
de los objetos. El objetivo de este trabajo, sin embargo, es considerar el impacto que varias de esas mismas argumentaciones,
o argumentaciones análogas, podrían tener para la discusión en
metafísica de propiedades. No se pretende evaluar directamente
el necesitismo ‘de primer orden’ —la forma de necesitismo que
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ha sido defendida por Williamson— sino considerar qué impacto
podrían tener varias de las líneas de argumentaciones esgrimidas
para las cuestiones discutidas respecto a la existencia y a la naturaleza de las propiedades1. En efecto, entre las variadas opciones
que han sido consideradas en metafísica de propiedades, solo los
universales trascendentes son entidades de carácter necesario, pues
se trata de propiedades que no requieren encontrarse instanciadas
para existir. Si el necesitismo de primer orden fuese convincente,
eso parecería también hacer altamente plausible un necesitismo de
orden superior para propiedades. Si este necesitismo está justificando la existencia de propiedades necesarias, entonces parecería
estar justificando la existencia de universales trascendentes.
Lo que se va a mostrar aquí es que, en primer lugar, no puede
presumirse —como algo que se sigue directamente de la semántica para lógica modal cuantificacional de orden superior— que
las propiedades que han de ser el rango de los cuantificadores de
orden superior son necesarias. En segundo lugar, se va a mostrar
cómo las formas en que podría defenderse esta idea apelando a
argumentos que se han usado para justificar el necesitismo de primer orden fallan, pero lo hacen por el defecto de estos argumentos
también para el primer orden. Podría parecer, entonces, que lo que
se ofrece aquí es una crítica tanto del necesitismo de segundo orden
defendido por razones puramente lógicas como del necesitismo
de primer orden defendido por razones puramente lógicas. Los
argumentos considerados para defender la existencia necesaria
de las propiedades, sin embargo, no son todos los argumentos que
han sido aducidos para el necesitismo de primer orden2. No se
1
Por supuesto, los problemas relacionados con el necesitismo de primer orden
tienen una enorme relevancia filosófica. Parte de la enorme controversia que ha generado —en especial Williamson, 2013— se puede apreciar en Bricker (2014), Divers
(2014), Sullivan (2014); y la respuesta de Williamson (2014). Con anterioridad a
estos trabajos, Hawthorne y Uzquiano (2011).
2
Por ejemplo, no se hace aquí ninguna discusión de los problemas acerca del
‘mapeo’ del discurso contingentista en el discurso necesitista y viceversa que tiene un
rol central en Williamson (2010 y 2013, pp. 305-375). La discusión de estos proble-
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puede, por lo tanto, extrapolar lo que aquí se sostiene respecto de
las propiedades a los objetos. La conclusión de este examen es,
quizás por esto, más modesta de lo que uno quisiera, pero tiene
interés suficiente.
En lo que sigue, en el §1 se va a clarificar qué es el necesitismo
y, en especial, qué sería el necesitismo de orden superior. Luego
en el § 2 se discutirán qué argumentaciones serían las que —por
analogía con lo que sucede en primer orden— motivarían el necesitismo de orden superior. Por último en el §3 se indicarán las
conclusiones. El veredicto al que se llegará luego de este examen
será negativo.
1. Necesitismo y Necesitismo de ordeN superior
En lógica modal cuantificacional con identidad, asumiendo S53,
el necesitismo puede ser formulado como
(N) ∀x∃y (x = y)
mas de ‘mapeo’ para lógicas modales cuantificaciones de primer orden excede con
mucho lo que se puede hacer en este trabajo.
3
Una lógica modal cuantificacional con S5 y en la que sea derivable (N) puede
ser axiomatizada con los siguientes supuestos:
(CP) Todas las tautologías veritativo-funcionales son axiomas (Cálculo
proposicional).
(∀1) Toda fórmula de la forma ∀x α → α[y/x] es un axioma, en donde x y y son
cualquier variable, y está libre en α y α[y/x] resulta de reemplazar cada aparición
libre de x en α por y (dictum de omni, dictum de nullo).
(=1) (x = x) es un axioma, donde x es cualquier variable.
(=2) (x = y) → (α → β) es un axioma, donde x e y son cualquier variable y β difiere
de α a lo más en tener y libre en algunos lugares donde α tiene libre x (indiscernibilidad de los idénticos o Ley de Leibniz).
(K) Toda fórmula de la forma (α → β) → (α → β) es un axioma.
(T) Toda fórmula de la forma α → α es un axioma.
(S5) Toda fórmula de la forma ◊α → ◊α es un axioma.
(MP) Si ⊢ α y ⊢ (α → β), entonces ⊢ β (modus ponendo ponens).
(∀2) Si ⊢ (α → β) y si x no está libre en α, entonces ⊢ (α → ∀xβ).
(Nec) Si ⊢ α entonces ⊢ α (necesitación).
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Esto es, es necesario para todo objeto que ese objeto sea necesariamente idéntico a algo. Ser idéntico a algo [∃y (y = x)] es una
forma de expresar la existencia. Lo que se enuncia en (N) es que
es necesario que todo exista necesariamente4. La contradictoria
del necesitismo es el contingentismo, esto es:
(C) ◊∃x◊∀y (x ≠ y)
Esto es, es posible que exista algo tal que es posible que no sea
idéntico a nada. Lo que enuncia (C), entonces, es la existencia
posible de un objeto contingente que podría no existir. Dado (N)
se pueden derivar otras dos importantes y controvertidas tesis de
lógica modal cuantificacional, la Fórmula de Barcan (FB) y su
conversa (CFB)5:
(FB) ◊∃x α → ∃x◊α
(CFB) ∃x◊ α → ◊∃x α
Aquí debe suponerse que α es cualquier fórmula abierta en la
que la variable x está libre. Tanto (FB) como (CFB) se han tomado
usualmente como inválidas (cf. por ejemplo, Kripke, 1963), pues
una semántica en la que fuesen válidas debería tener un dominio
de objetos invariante entre diferentes mundos posibles. Esto es,
se debería tratar de un dominio que no podría tener ni más ni
4
(N) no sería equivalente a [∀x∃y (y = x)] ni a [∀x∃y (x = y)]. [∀x∃y (x = y)]
es simplemente que es necesario que todo es idéntico a algo. Como [∀x∃y (y = x)] es
ya una tesis de lógica de primer orden con identidad, se sigue por aplicación de la
regla de necesitación (si ⊢α, entonces ⊢α). [∀x∃y (y = x)] es la tesis de que todo
objeto —de aquellos sobre los que los cuantificadores tienen definido su rango—
existe de manera necesaria. Si los cuantificadores tienen como rango solo los objetos
actuales es, entonces, la tesis de que los objetos actuales son necesarios. Lo que se
pretende sostener en (N) no es simplemente que los objetos que existen de hecho son
necesarios (una tesis difícil de motivar de manera independiente), sino que qué objetos existan es un hecho necesario, invariante según cómo sean las cosas.
5
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Derivaciones pueden consultarse en Williamson (2010, pp. 666-667).
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menos objetos. (FB) parece falsa porque enuncia que si es posible
que exista algo de ciertas características, entonces hay algo que es
posiblemente de ciertas características. Parece obvio, sin embargo,
que podría haber objetos que no existen actualmente. El dominio
que se asigna como rango para los cuantificadores podría tener
más objetos de los que de hecho tiene. (CFB) parece falsa porque
enuncia que si existe algo que podría tener ciertas características,
entonces podría haber algo con ciertas características. Sea α, sin
embargo, reemplazada por ‘¬∃y (y = x)’. (CFB) debería implicar,
por lo tanto, que si hay algo que podría no ser idéntico a nada,
entonces es posible que hubiese algo que no fuese idéntico a
nada. Pero, obviamente, no es posible que exista algo que no sea
idéntico a nada. Como los objetos que existen de hecho podrían
no existir (no ser idénticos a nada), entonces (CFB) resulta falsa.
Típicamente, las semánticas para lógica modal cuantificacional
recogen estas intuiciones y asignan dominios de objetos variables
para cada mundo posible. Una semántica que valide (FB) y (CFB),
en cambio, no impondrá restricción alguna al dominio que será
el rango de los cuantificadores. El dominio de cada uno de los
mundos posibles será exactamente el mismo.
La discusión entre necesitismo y contingentismo es ortogonal
a la clásica disputa entre actualistas y posibilistas (cf. Williamson,
2010, 662-665). Aunque hay cierta semejanza entre el necesitismo
y el posibilismo, así como parece existir una semejanza entre el
contingentismo y el actualismo, se trata de cuestiones diferentes.
Señala Williamson (2010):
El contingentismo asevera que la ontología es contingente: que
lo que hay es, al menos en parte, una cuestión contingente. El
necesitismo rechaza que la ontología sea contingente: lo que hay
es una cuestión totalmente necesaria (p. 663).
El posibilismo, por otro lado, se ha tomado como la tesis
según la cual hay una pluralidad de sistemas espacio-temporales
desconectados entre sí que, de alguna manera, coinciden con lo
que tomamos ordinariamente como constituyendo el espacio de
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lo que podría ser el caso, en un sentido metafísico. Ha sido frecuente explicar la diferencia entre actualistas y posibilistas como
un debate entre quienes sostienen que todo es actual y quienes
sostienen que no todo es actual. Si se toma ‘actual’ tal como lo
hacemos usualmente6 y se asume que los cuantificadores son irrestrictos, sucede, sin embargo, que el posibilista no está afirmando
que hay más objetos que los actuales. Solo está afirmando que
la extensión de lo actual es mucho mayor de lo que se cree. Es
trivial, por otra parte, que todo lo que existe, existe actualmente.
Parece, por lo tanto, obvio que el actualismo es verdadero y el
posibilismo falso, si estos son los términos en los que debe plantearse el debate. Por supuesto, un posibilista como Lewis sostendrá
también que los cuantificadores deben entenderse ordinariamente
como restringidos a nuestro propio sistema espacio-temporal y que
‘actual’ puede entenderse como una expresión indexical tal como
‘aquí’ (cf. Lewis, 1970; 1986, 92-96), pero el punto de fondo es el
mismo. El actualista está sosteniendo que el ámbito de lo actual
es sustancialmente más restringido que lo que cree el posibilista.
Las entidades que —para el posibilista— también son parte de lo
actualmente existente, son para algunos actualistas algún tipo de
‘construcción abstracta’. Otros actualistas pretenden dispensarse
por completo de tales ‘construcciones abstractas’ que replican o
representan los mundos posibles, mediante operadores modales
que no han de ser analizados.
En realidad, asumiendo cuantificación irrestricta y una noción
estándar de ‘actualidad’, (N) es trivialmente verdadera en el posibilismo. Los defensores del necesitismo han sostenido también
que los objetos que tomamos normalmente como contingentes
son contingentemente no concretos, esto es, concretos en algunos
casos pero pudiendo no ser concretos. Un posibilista tradicional
no estará inclinado a aceptar tal cosa (cf. Lewis, 1986, 210-220).
6
La concepción ‘usual’ de lo ‘actual’ es la concepción actualista. Esto es, lo que
existe actualmente es lo que existe simpliciter. Una proposición es verdadera actualmente si y solo si es verdadera.
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Obviando tal diferencia, los objetos postulados por el posibilista
en sus diferentes mundos posibles son entidades actuales que no
podrían ser de otro modo y son todas las entidades que podrían
existir en sentido metafísico. Un actualista, en cambio, está en
posición de aceptar o rechazar de manera consistente (N). La
alternativa entre (N) y (C) es sustantiva para un actualista.
1.1 Necesitismo de ordeN superior
El necesitismo de orden superior requiere introducir variables
de orden superior, como es obvio. Hay diversas interpretaciones
alternativas para comprender el rango de los cuantificadores de
orden superior. Un tipo de interpretación asume que las variables
tienen como rango pluralidades. Sean ‘X’, ‘Y’, ‘Z’ las variables
de segundo orden. La expresión ‘Xx’ está aquí enunciando que
‘x es uno de los Xs’. Otro tipo de interpretación asume que las
variables tienen como rango conjuntos. En los modelos estándar
el dominio de segundo orden está dado por el conjunto potencia
completo del dominio de primer orden. La expresión ‘Xx’ está
aquí enunciando que ‘x ϵ X’. No interesa para los efectos de este
examen considerar alguna forma de necesitismo acerca de pluralidades o conjuntos, sino acerca de propiedades. Las variables
deben tomarse teniendo como rango propiedades que pueden o
no estar instanciadas en diferentes objetos. Una expresión como
‘Xx’ debe entenderse como enunciando que ‘x instancia X’. La
relación entre objetos y propiedades —de cualquier adicidad— se
denominará ‘instanciación’7.
7
En los modelos estándar de segundo orden hay propiedades por cada conjunto
de n-tuplas en el conjunto potencia completo del dominio de primer orden. Estas propiedades deben entenderse, por lo tanto, como ‘abundantes’ de acuerdo a la terminología inaugurada por Lewis (1983a, 10-14). En los llamados ‘modelos generales’,
en cambio, el rango de los cuantificadores de orden superior no cubre el conjunto
potencia completo del dominio de primer orden. Estos modelos generales se prestan
mejor, por lo tanto, para especificar relaciones lógicas acerca de propiedades ‘escasas’. Hay diferencias importantes entre los modelos estándar y los modelos generales.
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Williamson (en prensa) ha puesto de relieve que en una lógica modal cuantificacional de orden superior resultan válidas
las fórmulas análogas de la Fórmula de Barcan y su Conversa,
aunque no sean válidas (FB) y (CFB) en primer orden. Esto haría
también que fuese válido el análogo de orden superior para (N).
La situación, sin embargo, no es tan sencilla. Considérese, en
primer término, una semántica para lógica modal de primer orden
estándar, esto es, que no valide (FB) ni (CFB). Un modelo es una
estructura <W, wA, D, dom, int> en donde W es un conjunto no
vacío —intuitivamente, el conjunto de los mundos posibles—,
wA ϵ W es el mundo actual, D es el dominio de cuantificación
de primer orden, dom es una función que asigna a cada w ϵ W
un subconjunto de D —intuitivamente, es la asignación del dominio de objetos para cada mundo posible— y, por último, int
es una función de interpretación que asigna a cada predicado
n-ádico F del lenguaje en cuestión una intensión, int(F), esto es,
una asignación de conjuntos de n-tuplas para cada mundo posible —intuitivamente, asigna la extensión del predicado en cada
mundo posible. La intensión resultante es una función que asigna
al predicado F y para cada mundo posible w int(F)(w) ⊆ dom(w)n.
La relación de identidad, por supuesto, tiene asignado de manera
fija en cada mundo posible {<d, d>: d ϵ dom(w)}. Adicionalmente
hay ‘asignaciones’ que mapean cada variable del lenguaje en algún
objeto del dominio. a[x/d] es la asignación que es idéntica a la
asignación a excepto, a lo más, en cuanto asigna d a la variable
x. ‘w, a ⊧ α’ significa que la fórmula del lenguaje α es verdadera
en el mundo posible w, dada la asignación a, subentendiendo que
esto es bajo el modelo en cuestión. No hay aquí restricciones en
Utilizando modelos estándar, la lógica de orden superior no es completa, carece de
la propiedad de compacidad y no valen los resultados de Löwenheim-Skolem. Con
modelos generales, en cambio, la situación es mucho más semejante al primer orden,
con completitud, compacidad y Löwenheim-Skolem (cf. Shapiro, 1991, 61-96). Estas
diferencias no interesan aquí.
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las relaciones de accesibilidad entre mundos posibles, por lo que
valen los principios de una lógica modal de tipo S5.
Se puede definir verdad de una fórmula en un modelo del
siguiente modo:
w, a ⊧ Fx1...xn si y solo si <a(x1), ..., a(xn)> ϵ int(F)(w)
w, a ⊧ (x1 = x2) si y solo si <a(x1), a(x2)> ϵ {<d, d>: d ∈ dom(w)}
w, a ⊧ ¬α si y solo si no es el caso que w, a ⊧ α
w, a ⊧ (α ∧ β) si y solo si w, a ⊧ α y w, a ⊧ β
w, a ⊧ ∃x α si y solo si para algún d ϵ dom(w): w, a[x/d] ⊧ α
w, a ⊧ ◊α si y solo si para algún w* ϵ W: w*, a ⊧ α
Una fórmula α es verdadera en w si y solo si para todas las
asignaciones a: w, a ⊧ α. Una fórmula α es verdadera en el modelo
si y solo si es verdadera en wA. Una fórmula α es válida si y solo
si es verdadera en todos los modelos. En esta semántica ni (FB) ni
(CFB) resultan válidas debido a la cláusula crucial para la cuantificación existencial. Una fórmula del tipo [∃x α] es verdadera en
un mundo posible siempre y solamente cuando existe algún objeto
en ese mundo (perteneciente a dom(w)) que satisface α.
Para la lógica de orden superior debe suplementarse el lenguaje
de primer orden con las variables X, Y, Z, ... que ocupan el lugar de
los predicados n-ádicos de primer orden y deben proveerse axiomas y reglas de derivación apropiados8. Un modelo sigue siendo
8
A los axiomas y reglas de derivación indicados arriba para lógica modal cuan-
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una estructura <W, wA, D, dom, int>, tal como sucede arriba.
La única diferencia importante es que las asignaciones también
deben mapear las variables de orden superior en intensiones. Una
intensión es, tal como se indicó, una función que asigna a cada w
ϵ W un subconjunto de cada dom(w) (si se trata de una intensión
n-ádica, entonces se le asigna un conjunto de n-tuplas ordenadas
de cada dom(w)). Intuitivamente es una propiedad especificada
por su extensión en cada mundo posible. Resulta, entonces, que
w, a ⊧ Xx si y solo si a(x) ϵ a(X)(w)
w, a ⊧ ∃X α si y solo si para alguna intensión (monádica) I: w,
a[X/I] ⊧ α
tificacional de primer orden con identidad debe agregarse:
(∀12) Toda fórmula de la forma ∀X α → α[Y/X] es un axioma, en donde X e Y son
cualquier variable de segundo orden, Y está libre en α y α[Y/X] resulta de reemplazar
cada aparición libre de X en α por Y.
(∀22) Si ⊢ (α → β) y si X no está libre en α, entonces ⊢ (α → ∀X β).
A (∀12) y (∀22) se agregan dos reglas para la identidad de orden superior, por los
motivos indicados más abajo:
(=12) (X = X) es un axioma, donde X es cualquier variable de segundo orden.
(=22) (X = Y) → (α → β) es un axioma, donde X e Y son cualquier variable de
segundo orden y β difiere de α a lo más en tener Y libre en algunos lugares donde α
tiene libre X.
Uno estaría tentado de especificar la identidad de orden superior mediante la
coextensividad necesaria, esto es: ∀X∀Y [(X = Y) ↔ ∀x (Xx ↔ Yx)]. Esta especificación parece, por lo demás, concordante con la forma en que han sido definidas
las intensiones (funciones que mapean mundos posibles en conjuntos de n-tuplas
de objetos existentes en esos mundos) y es la usual en lógica de orden superior (cf.
Shapiro, 1991, 67-68). Las intensiones se identifican por los objetos que se asignan a
diferentes mundos posibles, esto es, por la extensión asignada en cada mundo posible. Sin embargo, las condiciones de identidad que resultan para las propiedades son,
para muchos, demasiado gruesas. La teoría debería poder diferenciar propiedades
aun cuando tengan necesariamente la misma extensión, del mismo modo que es
conveniente diferenciar entre proposiciones que son verdaderas exactamente en los
mismos mundos posibles. Por lo menos, conviene permanecer neutral entre especificaciones de las condiciones de identidad más gruesas o más finas. La identidad de
segundo orden se introduce, entonces, por dos postulados análogos a (=1) y (=2).
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Nótese que en esta última cláusula para la cuantificación de
orden superior no se exige que la intensión I exista en el mundo
posible w. Todo lo que se exige es que I satisfaga la fórmula
abierta α. No es extraño que resulten válidas aquí las versiones
correlativas de (FB) y de (CFB):
(FB2) ◊∃X α → ∃X◊ α
(CFB2) ∃X◊ α → ◊∃X α
Introduciendo identidad de segundo orden resultaría que
(N2) ∀X∃Y (Y = X)
Esto parecería decidir la cuestión inmediatamente a favor
del necesitismo de orden superior9. Sucede, sin embargo, que
perfectamente se pueden introducir restricciones en la semántica
semejantes a las restricciones de primer orden. Esto es, se puede
asignar a dom(w) no solo un subconjunto de D, sino también un
subconjunto de intensiones. Intuitivamente, deberían existir en un
mundo posible w solo las intensiones que tengan como elementos
objetos pertenecientes a dom(w), o bien conjuntos que tengan como
elementos objetos pertenecientes a dom(w) (si es que se tratase de
n-tuplas de objetos pertenecientes a dom(w)). La cláusula para la
cuantificación de orden superior podría quedar como sigue:
9
(N2) resultaría válida porque para cualquier w : w, a ⊧ ∀X∃Y (Y = X). Lo que
resulta verdadero porque para toda intensión I: w, a[X/I] ⊧ ∃Y (Y = X), porque para
todo w* (recordar que no son relevantes aquí las relaciones de accesibilidad entre
mundos posibles): w*, a[X/I] ⊧ ∃Y (Y = X). El valor semántico de la identidad de
segundo orden es, por supuesto, {<I, I>}. Es obvio que hay una intensión I* tal que
w*, a[X/I][Y/I*] ⊧ X = Y, pues la intensión I es idéntica a sí misma. Recuérdese que
no hay restricciones respecto de en qué mundo posible se esté haciendo la evaluación
de esta identidad.
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necesitismo de segundo orden
w, a ⊧ ∃X α si y solo si para alguna intensión I ϵ dom(w): w,
a[X/I] ⊧ α
Tal como en primer orden, se podría postular una semántica con dominios variables. Esto es, en efecto, lo que preferiría
un defensor de propiedades contingentes. Muchos aceptan la
existencia de propiedades universales, pero solo si estas se encuentran instanciadas en algún objeto u objetos (cf., por ejemplo,
Armstrong, 1978a, 1978b, 1989, 1997). ¿Por qué razón se va a
definir de entrada una semántica que prejuzga en contra de esa
posición metafísica? Si se va a aceptar una tesis como (N2), junto
con (FB2) y (CFB2), entonces se requiere para ellas una motivación
independiente.
2. ArgumeNtos pArA el Necesitismo de seguNdo ordeN
Tal como se ha indicado más arriba, no es obvio que (N2) deba
ser válido en lógica modal cuantificacional de orden superior.
Hay semánticas en las que resulta válido y otras en las que no.
Es crucial para esto que las semánticas en cuestión asignen o no
dominios variables de propiedades. Un defensor de propiedades
contingentes que quiera utilizar la lógica modal cuantificacional de
orden superior no estará dispuesto a dejar entrar de contrabando
propiedades necesarias en la semántica. Esa semántica tendrá que
seguir a la metafísica. Un defensor de propiedades necesarias, en
cambio, no tendrá problemas con una semántica que valide (N2),
pero no porque la semántica lo haya persuadido de tal cosa. La
semántica nuevamente debe seguir a la metafísica, al menos si
de lo que se trata es de regimentar lo que podemos o debemos
enunciar acerca de las propiedades.
Williamson ha ofrecido argumentos para aceptar (N), (FB)
y (CFB) en primer orden, y lo que interesa aquí es considerar si
argumentaciones análogas no podrían ser desplegadas para motivar de manera independiente (N2), (FB2) y (CFB2). Esto, tal como
se ha explicado, pareciera imponer restricciones sustantivas en
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metafísica de propiedades. No todos los argumentos de Williamson pueden ser trasladados al segundo orden. Williamson, por
ejemplo, ha sostenido que la admisión de (FB2) y (CFB2) impone
aceptar también (FB) y (CFB) (cf. Williamson, en prensa). Esto
supone que (FB2) y (CFB2) son válidas, lo que aquí está en cuestión.
Williamson también ha planteado delicados problemas para el
mapeo del discurso del necesitista al discurso del contingentista, y
viceversa (cf., Williamson, 2010), que requieren una consideración
separada que no puede hacerse en este trabajo. Los argumentos
que van a ser considerados son los siguientes: (i) la necesidad de
la objetualidad; (ii) la aparición de objetos como constituyentes
de proposiciones; y (iii) los requerimientos del metalenguaje en
el que se formulan las teorías semánticas con —eventualmente—
asignación de dominios variables. Estos alegatos van unidos a la
idea de que un objeto puede ser contingentemente no concreto.
Esto es, dado que se argumenta que todo objeto es necesario, debe
explicarse cómo es que tenemos la ilusión de que los objetos son
contingentes. Esta ilusión se explicaría porque, aunque los objetos
no podrían no existir, sí podrían ser no concretos. Hay mundos
en donde son concretos y otros en donde no lo son10. Uno puede,
por supuesto, por diversos motivos pragmáticos restringir los
cuantificadores a lo concreto, lo que está localizado en el espaciotiempo, pero esto es otra cuestión. Esta alegación adicional no
será tampoco considerada en lo que sigue.
En primer lugar, Williamson ha sostenido que el carácter de
objeto de algo —lo que se denominará en lo que sigue su “objetualidad”— es necesaria, de un modo análogo a la necesidad de la
identidad. Esto es, si algo es un objeto, entonces necesariamente es
un objeto, y si algo no es un objeto, entonces necesariamente no es
10
No se identifica el ser no concreto con ser abstracto, aunque uno está acostumbrado a suponer tal cosa. Williamson supone que ser abstracto es una propiedad
esencial de los objetos que lo poseen (cf. Williamson, 1998, 266; Linsky & Zalta,
1996, 293), mientras que ser concreto no lo es. ‘Ser concreto’ podría ser identificado
con ‘estar localizado espacio-temporalmente’.
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un objeto (cf. Williamson, 1990). Esta propiedad de objetualidad
sería equivalente a tener alguna propiedad, de un modo análogo
a como la identidad es equivalente a poseer las mismas propiedades. La identidad puede ser vista como la relación reflexiva más
pequeña, mientras que la objetualidad puede ser vista como la
propiedad monádica más grande11. Sea ‘Ω’ la abreviación de ‘es
un objeto’. Vale, por lo tanto, que
(2) ∀X∀x (Xx → Ωx)
Considérese, en primer término, la necesidad de la no objetualidad, esto es:
(3) ∀x (¬Ωx → ¬Ωx)
Esto es, si algo no es un objeto (no existe), entonces necesariamente no es un objeto. Por contraposición, (3) es equivalente a
(4) ∀x (◊Ωx → Ωx)
Pero (4) se sigue directamente de (2) si se sustituye X por ‘¯Ω’.
Considérese ahora la necesidad de la objetualidad, esto es:
(5) ∀x (Ωx → Ωx)
Esto es, si algo es un objeto, entonces necesariamente es un
objeto. Por contraposición, (5) es equivalente a
(6) ∀x (◊¬Ωx → ¬Ωx)
11
La objetualidad es la propiedad monádica más grande porque la posesión de
cualquier propiedad monádica por cualquier objeto implica que ese objeto tiene la
propiedad de ser un objeto. Respecto de la identidad sucede la situación inversa. Sea
R una relación reflexiva cualquiera, entonces ∀x∀y ((x = y) → Rxy). Esto es, el hecho
de que x e y sean idénticos implica que x y y están entre sí en todas las relaciones
reflexivas.
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Por la necesidad de la no objetualidad, sin embargo:
(7) ∀x (◊¬Ωx →¬Ωx)
Pero por aplicación del principio B de lógica modal (◊α →
α) se sigue que
(8) ∀x (◊¬Ωx → ¬Ωx)
Por silogismo en (8) y (7) se sigue (6). Si la objetualidad de un
objeto es su existencia, qué objetos existan parece ser un hecho
necesario.
En segundo lugar, Williamson ha argumentado a favor del
necesitismo sosteniendo que deben existir los objetos que sean
constituyentes de proposiciones singulares (cf. Williamson, 2002).
Supóngase que un cierto objeto b no existiese en un mundo posible.
Sería entonces verdadera la proposición: b no existe. En lo sucesivo ‘la proposición que: ...’ será abreviada como ‘#’. Resulta que
(9) ((b no existe) → (#(b no existe) es verdadera))
Pero
(10) ((#(b no existe) es verdadera) → (#(b no existe) existe))
Como la proposición que b no existe tiene como constituyente al objeto b, sucede que b debe existir si es que la proposición
existe. Así:
(11) ((#(b no existe) existe) → (b existe))
Por lo tanto, por silogismo sobre (9)-(11):
(12) ((b no existe) → (b existe))
Lo que, debido a la tautología ((¬α → α) → α), implica que
(13) (b existe)
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Este razonamiento se ha desplegado para un objeto b cualquiera, por lo que vale para cualquier objeto.
En tercer lugar, Williamson ha argumentado a favor del necesitismo haciendo apelación a consideraciones acerca del metalenguaje en el que se formula la semántica (cf. Williamson, 1998). Las
acotaciones de Williamson tienen por objeto de manera específica
(FB) y su conversa (CFB), pero —tal como se ha indicado— (FB) y
(CFB) implican (N). Cuando se presenta un contraejemplo a (FB)
se presenta un objeto perteneciente a dom(w) para algún w que,
sin embargo, no pertenece al dom(wA). Señala Williamson (1998):
El metalenguaje es, en efecto, un cálculo de predicados no
modal aplicado. En la concepción de los dominios relativizados
[a diferentes mundos posibles], el hecho de que el enunciado
metalingüístico de FB tenga instancias falsas implica que algo
en el dominio de algún mundo no está en el dominio del mundo
actual. Pero el último enunciado es verdadero solo si es que el
rango de ‘algo’ en el metalenguaje no está restringido al dominio
del mundo actual. Entonces, la restricción de los cuantificadores
en el lenguaje-objeto no debe ser aplicada a los cuantificadores
en el metalenguaje. Pero entonces la restricción parece arbitraria.
(p. 263).
Para el caso (CFB), Williamson considera la formulación de
este principio como (∀x α → ∀xα). Señala Williamson (1998):
¿Cómo podría fallar CFB? Supóngase que necesariamente todo
es F, pero no todo es necesariamente F. Entonces algo (d, por
ejemplo) podría no haber sido F. Si d no hubiese sido F, todo
todavía podría haber sido F. Por lo que esta situación es posible:
todo es F, y no es el caso que d es F. Pero esta situación no
parece posible, pues d es un contra-ejemplo a la generalización
universal: no es el caso que absolutamente todo es F si es que
d no lo es. Tal vez d podría haber carecido de algún estatus
ontológico especial si no hubiese sido F, pero ¿cómo sería esto
relevante? La generalización no dice que todo con un estatus
ontológico especial es F. Dice simplemente que todo es F, sin
restricción. (p. 264).
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Por supuesto, la intuición que está detrás de un contraejemplo
a (CFB) es que, aunque sea necesario que todo sea F, esto es, aunque en todos los mundos posibles, todos los objetos existentes en
esos mundos sean F, no es el caso que para todo objeto actual sea
necesario que sea F, porque ese objeto podría no existir y, luego, no
ser F. En cambio, si ese objeto existiese en algún mundo posible,
perteneciendo a dom(w) para algún w, y no fuese F ahí, entonces no
sería necesario que todo sea F. El punto central para Williamson es
que algo no es F por el hecho de ser algo que no es F. Apelar a que
aquel objeto carecería de algún estatus ontológico —como no ser
concreto— no es relevante si es que los cuantificadores son irrestrictos. Si (CBF) fuese falso, debería ser que [∀x Fx] y [∃x◊¬Fx]. Los
cuantificadores deben tomarse como irrestrictos (cf. Williamson,
2000b, 2003), y se dice aquí que hay algo que no es F en algún
mundo posible. Esta argumentación podría ser complementada.
Supóngase que Sócrates es esencialmente un ser humano. Esto es,
en todo mundo posible en que Sócrates existe es un ser humano.
En la concepción contingentista habitual, Sócrates podría no existir.
Un enunciado como “Sócrates podría no ser humano” parece aquí
simplemente falso, pues asumimos que Sócrates no es humano
en la hipótesis de que Sócrates existiese y no fuese humano. El
contraejemplo a (CBF) en que hay algo que posiblemente no es F
requeriría justamente interpretar un enunciado tal como “Sócrates
podría no ser humano” como verdadero y no falso.
2.1 El carácter necesario de la propiedad de ser una propiedad
Se van a considerar estas líneas de argumentación pero ahora aplicadas para justificar (N2). En primer término debería existir una
propiedad de segundo orden de ‘ser una propiedad’. Sea ‘Π’. Esta
propiedad de segundo orden podría satisfacer el siguiente principio:
(14) ∀X∀x (Xx → ΠX)
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necesitismo de segundo orden
La necesidad del ‘no ser una propiedad’ sería:
(15) ∀X (¬ΠX → ¬ΠX)
Por contraposición, se sigue de (15) que
(16) ∀X (◊ΠX → ΠX)
No es obvio que (16) se siga de (14). Debería sustituirse ‘estar X instanciado en algún x’ en (14) por ‘◊Π’. Como ‘X’ es una
variable que tiene como rango propiedades ‘de primer orden’,
no puede ser sustituida por ‘◊Π’. Lo que resultaría no tendría
ningún sentido, pues ningún objeto podría inteligiblemente ‘ser
posiblemente una propiedad’. (14) debe ser reemplazado por un
esquema más general. Sea
(17) ∀X ((X es G) → ΠX)
Aquí ‘ser G’ es cualquier atribución ‘de segundo orden’ a una
propiedad, lo que incluye ‘estar instanciado en algún x’. En (18)
sí se puede sustituir ‘es G’ por ‘◊Π’, con lo que se justifica (16).
La necesidad de ‘ser una propiedad’ es
(18) ∀X (ΠX → ΠX)
Conviene, tal como para el caso del primer orden, demostrar
la contrapositiva de (18):
(19) ∀X (◊¬ΠX → ¬ΠX)
La necesidad del ‘no ser una propiedad’ implica que
(20) ∀X (◊¬ΠX → ◊¬ΠX)
Por el principio B, se sigue:
(21) ∀X (◊¬ΠX → ¬ΠX)
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La aplicación de silogismo en (20) y (21) permite deducir (19).
La cuestión es ahora cómo deben interpretarse estos resultados.
Será instructivo considerar el caso de una propiedad esencial.
Supóngase que para todo aquel que sea humano es esencial ser
humano, y para todo aquello que no sea humano es esencial no
ser humano12. Esto no implica, sin embargo, que si alguien es un
ser humano, entonces sea un ente necesario. Del mismo modo,
la necesidad de la identidad tampoco parece implicar que aquella
entidad de la que se trate exista en todos los mundos posibles.
Más bien, lo que se ha sostenido es que la necesidad de que b1 =
b2 es el hecho de que en todos los mundos posibles en que b1 (o
b2) existe, es idéntico a sí mismo. ¿Por qué razón un resultado
como estos debería ser interpretado de manera diferente cuando
se trata de la propiedad de ‘ser un objeto’ o la propiedad de ‘ser
una propiedad’? El razonamiento utilizado por Williamson es el
mismo que se ha utilizado para la necesidad de la identidad. ¿Por
qué no se toma la necesidad de la identidad, entonces, como un
motivo para postular la existencia necesaria? Pareciera, entonces,
que todo lo que se está afirmando en (15) y (18) es que toda propiedad es esencialmente una propiedad y que nada puede ser una
propiedad sin ser esencialmente una propiedad. Esto no debería
verse como implicando que las propiedades sean entidades necesarias. Estos mismos motivos serían aplicables al primer orden.
El argumento desplegado por Williamson tampoco debería verse
como justificando otra cosa que para un objeto es esencial el ser un
objeto. Estas tesis tendrían que ver con la necesidad de la categoría
de entidad a la que algo corresponde. Los objetos no pueden ser
propiedades, ni las propiedades pueden ser objetos, por ejemplo.
Tal vez la línea de argumentación para justificar la existencia
necesaria de las propiedades podría ser fortalecida. Lo que requiere
12
Esto ha sido sostenido por muchos que defienden que la propiedad sortal que
corresponde a un objeto le es esencial y excluye las restantes propiedades sortales. Cf.
Wiggins (2001, 107-138); Lowe (2009, 1-41).
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Williamson es explicar por qué el único modo en que una propiedad sería necesariamente una propiedad es existiendo en todos los
mundos posibles y siendo una propiedad en esos mundos, en vez
de existir en algunos mundos posibles y no en otros, siendo una
propiedad en todos los mundos posibles en que existe. Recuérdese
que el resultado es [∀X (ΠX → ΠX)], del mismo modo que [∀x∀y
((x = y) → (x = y))]. Desde un punto de vista formal, hay varias
opciones abiertas. Si x ∉ dom(w), entonces Fx puede ser en w: (i)
falso; (ii) verdadero, si es que Fx en todos los mundos posibles w*
en donde x ∉ dom(w*); o (iii) carente de valor de verdad (cf. Fine,
2005). Si uno adopta la alternativa (i), [∀X (ΠX →ΠX)] resultará falsa, pues habrá mundos posibles donde no será el caso que
ΠX, aun cuando actualmente ΠX. El problema es que lo mismo
sucedería con la necesidad de la identidad. La necesidad de la
identidad no podría funcionar con dominios variables. Si uno
adopta la alternativa (iii), todavía puede ser el caso que [∀X (ΠX
→ ΠX)]. Se puede especificar en la semántica que la fórmula será
válida si es que en ningún mundo posible es falsa, lo que sucedería
en este caso. Si se adopta la alternativa (ii), por último, [∀X (ΠX
→ ΠX)] resultaría válida, sin problemas. No creo, sin embargo,
que esté escrito en los cielos que la semántica modal deba seguir
una u otra de estas alternativas. Se trata de una decisión que va
a depender de otras opciones metafísicas de fondo. La semántica
nuevamente debe seguir a la metafísica. Tal vez existan motivos
ulteriores para defender la alternativa (i), pero resulta ahora obvio
que esos motivos no tienen que ver con la necesidad del carácter de
propiedad de una propiedad. Esos motivos, si es que existen, deben
ser razones para aceptar directamente el necesitismo de orden
superior, que es precisamente de lo que se trata. El argumento que
se está discutiendo, entonces, no es suficiente para justificar (N2).
2.2 La aparición de propiedades en proposiciones
La segunda línea de argumentación para el necesitismo de primer
orden tiene que ver con la aparición de objetos en proposiciones.
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Una argumentación semejante ya ha sido explorada para justificar
la existencia de universales (cf. Bealer, 1982; 1993; Carmichael,
2010). Quien sostenga que las propiedades son entidades contingentes debe admitir que sería posible que una propiedad no
existiese. Sea U una propiedad cualquiera.
(22) ((U no existe) → (#(U no existe) es verdadera))
(23) ((#(U no existe) es verdadera) → (#(U no existe) existe))
(24) ((#(U no existe) existe) → (U existe))
Por lo tanto, por silogismo en (22) a (24):
(25) ((U no existe) → (U existe))
Lo que implica que
(26) (U existe)
Esta línea de argumentación supone que las proposiciones son
‘estructuradas’ y tienen como componentes objetos y propiedades.
Hay teorías alternativas acerca de la naturaleza de las proposiciones, tal como aquella que las entiende como conjuntos de
mundos posibles. Estas alternativas serán desatendidas. Es crucial
también para esta argumentación que la única forma en que una
proposición pudiese ser verdadera acerca de un mundo posible
es existiendo en ese mundo y, con ello, mediante la existencia de
sus componentes. Algunos han introducido aquí una distinción
entre ‘ser verdadera una proposición en un mundo posible’ (in a
possible world) y ‘ser verdadera una proposición acerca de un mundo posible’ (at a possible world). Se puede asumir que la noción de
‘ser verdadera una proposición acerca de un mundo posible’ es
primitiva, mientras que la noción de ‘ser verdadera en un mundo
posible’ podría ser definida por la primera:
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(27) p es verdadera en w =df ((p existe en w) ∧ (p es verdadera
acerca de w))
A su vez, se puede especificar de manera expresa que la verdad
de una proposición acerca de un mundo posible no hace necesario
que esa proposición exista en tal mundo.
(28) ¬∀w ((p es verdadera acerca de w) → (p existe en w))
La idea sería, entonces, que la proposición que U no existe es
verdadera acerca de los mundos posibles en donde U no existe,
aunque no es verdadera en esos mundos. Esto permitiría bloquear (23). La verdad de la proposición acerca de una situación
contrafáctica no implica que la proposición exista en tal situación
contrafáctica. Es obvio que se deben adoptar distinciones como
la indicada para el caso de oraciones o lenguajes en los cuales
puedan proferirse oraciones. Por ejemplo, parece obvio que podría no existir el idioma español. Entonces, podría ser verdadera
la oración “no existe el español”. Esta oración, sin embargo, es
una oración del idioma español. Parece ridículo exigir que exista
tal oración en todas las circunstancias contrafácticas en las que
sería verdadera, pues eso exigiría que existiese el idioma español
en toda circunstancia contrafáctica en que no existiese el idioma
español. Un razonamiento semejante al desplegado arriba haría
del español un lenguaje necesario. Del mismo modo, lo que se
debería decir aquí es que aunque sea verdadero acerca de un
mundo posible que no existe ahí una propiedad U, esto no debe
verse como implicando que la proposición que U no existe debe
existir en ese mundo posible.
Por supuesto, quien quiera defender el necesitismo estará inclinado a resistir esta distinción. Williamson, quien ha propuesto
un argumento de la misma estructura para justificar la existencia
necesaria de los objetos, considerando el ejemplo específico de la
proposición que yo no existo, sostiene:
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Si la proposición actual de que yo no existo no hubiese sido una
proposición enunciando que yo no existo si yo no hubiese existido,
¿por qué hubiese sido verdadera en esas circunstancias? ¿Cuál
hubiese sido su contenido? El punto es general. Considérese de
nuevo el esquema de verdad (1+) [Necesariamente, la proposición
de que P es verdadera si y solo si P]. Sea p la proposición de
que P. En la lectura que requiere la objeción, (1+) dice que,
necesariamente, p es verdadera si y solo si P, incluso si p hubiese
carecido de la propiedad de ser la proposición enunciando que P.
Pero en circunstancias en que p no enuncia que P, ¿por qué sería
verdadera si y solo si P? (p. 243).
El problema con esta línea de argumentación radica en que
es perfectamente indiferente lo que hubiese enunciado una proposición en ciertas circunstancias contrafácticas, para determinar
si sería verdadera o falsa en tales circunstancias, enunciando esa
proposición lo que de hecho enuncia. El esquema de verdad [((α
es verdadera) ↔ α)] está enunciando que en toda circunstancia
contrafáctica en que la proposición α fuese verdadera, enunciando
lo que la proposición enuncia de hecho, entonces α sería el caso,
asumiendo que α enuncia lo que de hecho enuncia. No se requiere
que exista la proposición α en las circunstancias consideradas, ni
se requiere que esa misma entidad —cualquiera sea aquello que
constituya ontológicamente a la proposición— enuncie lo que α
de hecho enuncia. Considérese un caso análogo. Es obvio que la
oración “Micifuz es un gato” podría haber significado algo diferente. El nombre propio “Micifuz” podría haber designado a Fido,
y el predicado “es un gato” podría haber significado ser un perro.
Así, en circunstancias contrafácticas “Micifuz es un gato” podría
haber enunciado que Fido es un perro. Esto no obsta para que sea
necesario que la oración “Micifuz es un gato” sea verdadera si y
solo si Micifuz es un gato. Estamos enunciando condiciones de
verdad para la oración tal como nosotros la utilizamos en nuestro
lenguaje, no en algún lenguaje que pudiese existir en circunstancias contrafácticas. Del mismo modo, las proposiciones que
expresamos sirven para describir cómo podrían ser circunstancias
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contrafácticas, pero no es parte de lo que estamos describiendo
que en tales circunstancias deban existir las proposiciones en cuestión. Williamson sostiene que en los mundos posibles en que b no
existiese no existiría la proposición que b no existe. Pero de lo que
se trata es de la evaluación veritativa de la proposición de que b
no existe, en diferentes circunstancias contrafácticas suponiendo
que su contenido está fijo actualmente.
La evidencia que resulta de la línea de argumentación considerada, entonces, es insuficiente para la justificación del necesitismo.
2.3 Compromisos ontológicos en el metalenguaje
La tercera línea de argumentación a favor de (N2) viene de
consideraciones acerca del metalenguaje en el que se formula la
semántica. Se ha indicado más arriba que se puede utilizar una
semántica en la que quede validada (N2) o bien una semántica en
la que esto no suceda, con dominios variables de propiedades para
cada mundo posible. En la segunda semántica resultan inválidas
(FB2) y (CFB2). Considérese el caso, en primer lugar, para (FB2):
(FB2) ◊∃X α → ∃X◊ α
Un contraejemplo para (FB2) es un caso en que, si bien es
posible que exista una propiedad tal que α, no existe actualmente
una propiedad tal que es posible que α. Sea W = {0, 1}, wA = 0,
D = {2, 3}, dom(0) = {2}, dom(1) = {3}. Como se pretende tener
intensiones de existencia contingente, solo existirá una intensión
en un mundo posible si es que está definida mediante elementos
que pertenecen al dominio de ese mundo. Sean I1(0) = {2} y I1(1)
= ∅; I2(0) = ∅ y I2(1) = {3}. Esto implica que dom(0) = {2, I1} y
dom(1) = {3, I2}. Sea α ‘∃x Xx’. Sea la asignación a(X) = I2, a(x)
= 3. Resulta verdadera [◊∃X∃x Xx], pues hay un mundo posible
1 tal que 1, a ⊧ ∃X∃x Xx. A su vez, esto es verdadero porque hay
una intensión I2 ϵ dom(1) tal que 1, a[X/I2] ⊧ ∃x Xx, porque hay un
objeto, 3 ϵ dom(1) tal que 1, a[X/I2][x/3] ⊧ Xx, porque a(x) ϵ a(X),
ya que 3 ϵ {3}. En este mismo modelo y bajo la misma asignación
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resulta falsa, sin embargo [∃X◊∃x Xx]. En efecto, sería verdadera
si I2 ϵ dom(0) tal que 0, a[X/I2] ⊧ ◊∃x Xx. Pero I2 ∉ dom(0).
La objeción al estilo de lo que Williamson ha desarrollado para
el primer orden consiste en que para presentar este contraejemplo
debe hacerse referencia, desde el metalenguaje en el que se está
formulando la semántica, a una intensión I2 de la que se dice que
no existe en el mundo actual pero sí existe en un mundo posible.
En el metalenguaje se designan tales intensiones, sin pruritos
acerca de su no existencia actual. Si podemos hacer referencia a
esta intensión —definida de manera conjuntista, pero suponiendo
que representa a una propiedad—, entonces no se ve por qué no
podría estar en el rango de los cuantificadores de segundo orden.
Si es así, entonces hay una propiedad que podría estar instanciada
en algo, si es que es posible que hubiese una propiedad que pudiera estar instanciada en algo. Las restricciones impuestas acerca
de la existencia de una propiedad en un mundo posible parecen
arbitrarias. Existen las propiedades que existen, todas aquellas
que conforman el rango de los cuantificadores de segundo orden
irrestrictos.
Podría uno aquí, tal vez, sostener que las intensiones I1 e I2 indicadas arriba son simplemente una modelo que cumple funciones
ilustrativas del alcance lógico de (FB2), pero no se trata de propiedades auténticas, del mismo modo que los números naturales 0 y
1 tampoco son —literalmente— mundos posibles. Las intensiones
en cuestión son funciones de números naturales a conjuntos de
números naturales. Lo que se documenta en el metalenguaje es
el compromiso ontológico con entidades matemáticas, lo que
puede considerarse por algunos como suficientemente incómodo,
pero esto no es el compromiso ontológico con un dominio de
propiedades necesarias (y mucho menos con objetos necesarios
contingentemente concretos). Sucede, sin embargo, que el modelo que sirve de contraejemplo al que se ha aducido se pretende
como ilustrativo de un resultado de importancia metafísica. Lo
que se quiere argumentar no es un resultado meramente formal,
sino que la existencia real de propiedades contingentes. Lo que
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necesitismo de segundo orden
se pretende es que I1 e I2 hagan las veces de propiedades efectivas, pues se quiere sostener que realmente (FB2) es falsa. Y si es
falsa, si hay contraejemplos, entonces hay propiedades a las que
se hace referencia de las que luego se dice que no existen actualmente. Pero ya se ha hecho referencia a ellas, ya se ha asumido
que están en el rango de nuestros cuantificadores irrestrictos en
el metalenguaje. Entonces resultaría difícil luego decir que esas
propiedades no existen.
Cuando se trata de (CFB2), el problema no tiene que ver con
propiedades posibles no existentes actualmente, sino con propiedades actuales que podrían no existir. Aunque la forma de
(CFB2) presentada arriba es [∃X◊ α → ◊∃X α], una argumentación
análoga a la desplegada por Williamson para el primer orden
debería centrarse en
(CFB2) ∀X α → ∀X α
(CFB2) también es inválida en una semántica con dominios
variables para las intensiones. Sea, como arriba W = {0, 1}, wA =
0, D = {2, 3}, dom(0) = {2}, dom(1) = {3}. Sean I1(0) = {2} y I1(1)
= ∅; I2(0) = {2} y I2(1) = {3}. Esto implica que dom(0) = {2, I1, I2}
y dom(1) = {3, I2}, pues una intensión existe en un mundo posible
si y solo si tiene instancias en ese mundo. Sea α ‘∃x Xx’. Resulta,
entonces, verdadera [∀X∃x Xx], pues para todo w ∈ W: w, a ⊧
∀X∃x Xx. En efecto, para 0 ∈ W resulta que 0, a ⊧ ∀X∃x Xx, pues
tanto para I1 como para I2 —las intensiones en dom(0)— resulta que
0, a[X/I1] ⊧ ∃x Xx y que 0, a[X/I2] ⊧ ∃x Xx. También para 1 resulta
que 1, a ⊧ ∀X∃x Xx, pues en 1 vale para I2 —la única intensión en
dom(1)— que 1, a[X/I2] ⊧ ∃x Xx. Sucede, sin embargo, que es falsa
[∀X ∃x Xx], pues no para toda intensión I* ∈ dom(wA) = dom(0)
vale que 0, a[X/I*] ⊧ ∃x Xx. En efecto, si a(X) = I1, resulta falso
que 0, a[X/I1] ⊧ ∃x Xx, pues para 1 ∈ W no vale que 1, a[X/I1]
⊧ ∃x Xx, pues no hay ningún d ∈ dom(1) tal que 1, a[X/I1][x/d] ⊧
Xx, pues 3 ∉ I1(1), siendo 3 el único elemento de dom(1).
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Este contraejemplo requiere postular una intensión en el
dom(wA) que, sin embargo, no satisface la condición estipulada
—tener una instancia en este caso— en todos los mundos posibles. I1, en particular, pertenece a dom(wA) pero no pertenece a
dom(1), y no posee una instancia en todos los mundos posibles.
Entonces pareciera que no es el caso que todas las propiedades
cumplen con la condición impuesta, tal como se enuncia en el
antecedente de (CFB2). Tal como se ha indicado más arriba, sin
embargo, esto supone que el único modo en que es posible para
una propiedad no tener una instancia es por el hecho de existir
en un mundo posible y no tener ahí una instancia. Si uno fuese a
suponer tal cosa, entonces la cuestión ya estaría decidida a favor
de quien defienda que todas las propiedades son de existencia necesaria. Dado tal supuesto, no se requiere ninguna argumentación
ulterior para defender tal tesis —no se requeriría, por de pronto,
justificar (FB2) ni (CBF2). El punto es que las observaciones que
se están haciendo acerca de (FB2) y (CBF2) justamente tendrían
como objetivo la justificación de que todas las propiedades existen necesariamente en todos los mundos posibles, sea o no que
tengan instanciaciones en esos mundos. Si la argumentación solo
funciona presuponiendo aquello que está pretendiendo justificar,
sería una petición de principio.
Tal vez una vía más promisoria para justificar (CFB2) es por
apelación a (FB2). Si (FB2) es válida, es razonable pensar que
también lo es su necesitación. Esto es:
(NFB2) (◊∃X α → ∃X◊α)
Pero si (CFB2) fuese falsa, entonces podría ser el caso que hubiese propiedades posibles —que cumplen cierta condición α— que
no existen [◊∃X α ∧ ¬∃X◊ α]. Pero esto no podría ser si (FB2) es
necesaria13. Si hay motivos para aceptar (FB2) y hay motivos para
13
De hecho, la necesitación de (FB) es equivalente a la necesitación de (CFB).
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aceptar la regla de necesitación, entonces debe aceptarse (CFB2).
Conviene concentrar la atención, por lo tanto, en (FB2).
Tal como se ha visto, la motivación central para aceptar (FB2)
sería el hecho de que cualquier contraejemplo a ese principio
debería partir haciendo indicación a una propiedad posible, de
la que luego se agrega que no es actual. No se puede hacer referencia a una propiedad y luego suponer que no se puede hacer
referencia a ella porque no existe. La semántica, entonces, en
la que se formulan los contraejemplos se compromete con tales
propiedades. La única forma en que (FB2) pudiese ser falsa, entonces, es siendo verdadera. Por lo tanto, pareciese que (FB2) no
puede ser falsa. Tal vez sea útil hacer aquí una analogía. Sea un
‘idealista’ quien sostiene que todo es un estado mental de alguien.
Ser es ser uno u otro estado intencional. Los cuantificadores irrestrictos del idealista solo tienen como rango estados intencionales
(representaciones, ideas, impresiones, qualia o lo que sea). Sea un
‘antiidealista’ quien sostiene que no todo es un estado mental de
alguien. Luego, un antiidealista sostendrá que los cuantificadores
irrestrictos tienen también como rango entidades que no son estados intencionales. El idealista podría argumentar así a favor de su
posición: el único modo en que el idealismo pudiese ser falso es
si hubiese una entidad que no fuese un estado intencional. Pero
si se mienta tal entidad, entonces habrá un estado intencional
de alguien por el que tal entidad estuviese ‘dada’. ¿Cómo puede
sostenerse, entonces, que el idealismo podría ser falso? Cualquier
entidad de la que se quiera sostener que no es un estado intencional
vendrá dada para nosotros por un estado intencional u otro y, por
lo tanto, podrá decirse que es también un estado intencional de
alguien. Es obvio que el antiidealista replicará que no se requiere
‘presentar’ ninguna entidad que sea conocida o que sea el objeto
de algún acto intencional. Todo lo que requiere el antiidealista es
Cf. Williamson (2010, 667). Recuérdese que no hay restricciones en la lógica que se
considera aquí en las relaciones de accesibilidad entre mundos posibles.
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la posibilidad de tal entidad para rechazar el idealismo. Sería una
petición de principio que el idealista niegue siquiera la posibilidad
de una entidad no mental, pues solo podría negar tal posibilidad
asumiendo que necesariamente todo es un estado intencional:
pero esto es en lo que consiste el idealismo. Esto tampoco implica
que el antiidealista no deba hacer un esfuerzo argumentativo para
convencer de que es posible un ente no mental. La cuestión es que
no basta para decidir la cuestión a favor del idealista simplemente
aducir que todo ente del que tengamos algún estado intencional
es dado por tal estado intencional.
Para el caso de (FB2), el defensor del necesitismo de segundo
orden está sosteniendo, de un modo análogo, que el único modo
en que (FB2) pudiese ser falso es si hubiese una propiedad posible
no actual, pero si hay una propiedad con ciertas características,
entonces simplemente hay una propiedad en sentido irrestricto.
Es obvio, sin embargo, que —tal como en el caso del anti-idealista
arriba— quien rechace (FB2) lo hará precisamente porque hay
para él una diferencia sustantiva entre la existencia actual y la
posibilidad de existir. La invalidez de (FB2) depende justamente
de tal contraste. El metalenguaje en el que se formulan los contraejemplos no requiere comprometerse con la existencia actual
de propiedades. Solo requiere comprometerse con propiedades
posibles. Es efectivo que en las formulaciones usuales de la
semántica de orden superior se utiliza simplemente un cálculo
de predicados aplicado no modal, pero esto no implica que esa
lógica no pueda ser suplementada con principios modales apropiados. Quien rechace (FB2) puede rechazar también (FB) en el
metalenguaje en el que se formule la semántica modal de orden
superior. Para los propósitos usuales no se requieren formular
principios modales en el metalenguaje, pero esto no significa
que no puedan ser suplementados si fuese necesario. El defensor
de (FB2) cometería una petición de principio si objetase que no
puede hacerse la diferencia entre la existencia actual y la mera
posibilidad de propiedades en el metalenguaje, pues esto estaría
motivado por la idea de que las propiedades meramente posibles
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existen actualmente; pero esto es precisamente lo que se formula
en (FB2). Por supuesto, quien rechace (FB2) tendrá que explicar
cómo es que es metafísicamente posible que existan propiedades
sin apelar a un dominio de propiedades ya constituido, pero esto
es otra cuestión14. El punto es que no basta para decidir la cuestión a favor de (FB2) con aducir que en el metalenguaje se hace
referencia a propiedades posibles.
coNclusioNes
Se han examinado tres argumentos característicos para (N) desplegados ahora para la justificación del necesitismo de segundo orden
(N2): (i) el carácter necesario del ser una propiedad, (ii) el que
las proposiciones que enuncien la inexistencia de una propiedad
presuponen la existencia de tal propiedad y (iii) los compromisos
ontológicos en los que debe incurrir el metalenguaje en el que se
formule la semántica modal de orden superior. Ninguna de estas
líneas de argumentación ha resultado convincente para la conclusión propuesta. En el primer caso (i) el resultado puede ser interpretado simplemente como enunciando que es esencial para una
propiedad el ser una propiedad. Para el segundo caso (ii) se puede
objetar a la tesis de que una proposición solo puede ser verdadera
acerca de un mundo posible si es que existe en tal mundo posible.
En el tercer caso (iii) se ha sostenido que el metalenguaje en el que
se formula la semántica modal de segundo orden solo requiere
comprometerse con la posibilidad de propiedades. El metalenguaje
es un cálculo de predicados no modal, pero nada impide que sea
suplementado con principios modales, si eso es requerido, en el
que se haga el contraste entre propiedades actualmente existentes
y la posibilidad de propiedades. Estos no son todos los argumen-
14
De hecho, he argumentado en otro sitio que en todas las alternativas de metafísica modal actualista la única forma de explicar cómo es que podrían estar instanciadas propiedades que no están instanciadas es por apelación a universales trascendentes de carácter necesario. Cf. Alvarado (2010b).
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tos posibles a favor del necesitismo de segundo orden, pero se
trata de líneas de argumentación bien representativas. No parece
que la existencia de propiedades de carácter necesario pueda ser
justificada simplemente como un ‘resultado’ de la lógica modal
cuantificacional de orden superior, un hecho ‘lógico’ al que no
podemos sino inclinarnos. Tal vez existan consideraciones de otro
tipo para justificar la existencia de propiedades necesarias, pero
estas deberían ser de carácter metafísico sustantivo y no de carácter
meramente formal. Al menos en lo que concierne a las cuestiones
tratadas aquí acerca del carácter necesario de las propiedades, la
semántica debe seguir a la metafísica.
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