Tecnológico de Monterrey
Angélica Rico Garza
Matrícula 612667
Dr. Raúl Verduzco
Seminario crítica literaria II
3 de diciembre de 2013
La rememoración del pasado fragmentado como elemento de búsqueda e reinterpretación del presente en Una piñata llena de memoria
La memoria es una de las capacidades humanas en la que se almacenan experiencias pasadas que pueden ser recordadas en el presente. Se puede decir que el pasado influye en las actitudes y acciones del presente, y el llegar a comprenderlo ayuda a continuar en base a lo vivido previamente; sin embargo, ¿Qué sucede cuando los recuerdos se encuentran fragmentados? Y ¿Cómo es su influencia en el presente?
La tesis en cual se basará este análisis es que en la novela Una piñata llena de memoria, la rememoración de un pasado fragmentado se relaciona directamente con la reinterpretación y búsqueda de una continuidad en la memoria presente. Para esto se analizarán los conceptos de memoria, rememoración y su vínculo con la relación pasado-presente; posteriormente, se analizarán la estructura de la obra y los tres personajes principales: Jaime Rafael, Carlota y la voz letrada en base los conceptos ya mencionados, esto para profundizar a través del análisis, los puntos de fragmentación de la memoria de los personajes, y la posible continuidad que parecen buscar para replantear su presente o trascender en él.
El concepto de memoria
La memoria es la capacidad para retener información del pasado, con el fin de poderla reconstruir en el presente (Sutton 1), pero no sólo sirve como medio de recuerdo, sino como una forma para conducirse y tomar decisiones en el presente y sobre todo, para poder construir una identidad propia. El ser humano puede recordar eventos, objetos, conceptos y personas, esto le brinda la capacidad de acumular conocimiento tanto para desarrollar tareas diarias, como para aprender de lo vivido en el pasado, y así continuar con un mejor presente.
Bergson categorizó el concepto de la memoria en dos aspectos: La memoria del cuerpo, “que no es otra cosa que la disposición de mecanismos motores arreglados para funcionar a la primera llamada” (García 75) tal como se memoriza una lección, una canción o poema. En este aspecto, se puede decir que “la memoria de un evento pasado en el presente está actuando sobre el presente. No es sólo en el presente. Se actualiza” (Miquel 1161), pues cada vez que se accede a esta memoria, se recuerda cómo se hace la acción para poder ejecutarla en el presente. Por otra parte, la memoria del espíritu es “la conservación pura y simple” (García 76), pues no se origina ni conserva de manera mecánica, a diferencia de la memoria del cuerpo, y si bien alguna vez se recuerda algo que se creía totalmente olvidado, es porque no estaba olvidado realmente, más bien se encontraba en oculto en la conciencia y es por medio de situaciones del presente como se puede “venir a la mente” e influir en el momento del recuerdo.
La memoria del espíritu se entiende como “memoria creativa” (González 35), en donde la acciones son más que mecánicas, pues si bien los recuerdos actúan sobre el presente, no se limitan sólo a la repetición del recuerdo, sino que permiten acciones aún más complejas, en donde interviene la parte emocional vinculada a ese recuerdo.
La memoria del cuerpo, también llamada memoria hábito, cuestiona “el cómo”, y se adquiere mediante la repetición mecánica de una misma actividad o concepto (Bergson 89); esta es comúnmente observada en procesos como lavarse los dientes o tocar el piano. En ese tipo de memoria, al evocar el hábito, no se representa el pasado, sólo se actúa (92); es decir, una persona, al lavarse los dientes, no recuerda la forma o la situación en la que aprendió a hacerlo cada vez que realiza la acción, sólo la ejecuta de manera casi automática.
En la memoria del espíritu, o en la memoria personal, los recuerdos evocados se vinculan con las emociones experimentadas durante el suceso que se recuerda, lo que le da al recuerdo un sentido único; un ejemplo de esto se puede observar claramente cuando un grupo de personas, una familia o grupo de amigos, viven una experiencia particular, en todos ellos queda el recuerdo de esa experiencia, pero las emociones sentidas por ellos pueden diferir, haciendo que el recuerdo de cada uno de ellos sea en cierta forma, distinto. El punto principal en este tipo de memoria, es la forma en cómo se remite a los recuerdos, los sentimientos o emociones involucrados que sucedieron en ese hecho recordado o que se experimentan al momento de evocarlo (Sutton 2).
De acuerdo a Bergson una de las diferencias entre la memoria del cuerpo y la del espíritu, se encuentra en la duración, pudiendo ser en ésta última, arbitraria, pues nada le impide abarcarla de una vez de manera total como en un cuadro (275). Puede acortarse o alargarse de acuerdo a lo que se desee. Otra diferencia entre ambas memorias es la precisión, siendo menor en la del espíritu pues si bien en la memoria espíritu se puede extender la duración de la evocación de un recuerdo, es muy difícil que se pueda recordar absolutamente todo lo que incluyó el suceso, es decir, se recuerda lo que realmente se considera relevante en él o lo que deja una huella. Es más fácil recordar a través de los sentimientos que provocaron el suceso que recordar todos los objetos que había en el lugar en donde este se dio; sin embargo en la memoria del cuerpo esto resulta más fácil debido a que el recuerdo se alimenta de manera constante creando un hábito, por lo que resulta más fácil recordar las partes y usos de un artefacto que se emplea a diario, pues el recuerdo es más preciso y generalmente no evoca ningún sentimiento; a menos que se haya inculcado bajo un contexto específico (si fue enseñado bajo presión, con enojo, paciencia, etc.). En este caso también tomaría parte la memoria del espíritu influiría en gran medida en el aprendizaje y repetición del hábito, pues estaría relacionado con un sentimiento o emoción que pudiera modificar la percepción y evocación de ese recuerdo.
De acuerdo al modelo de la memoria desarrollado por Aristóteles, ésta puede ser pasiva o activa; la primera se limita sólo al registro y almacenamiento de experiencias, en cambio en la activa se envuelve la transformación creativa de la experiencia, más allá de la reduplicación de imágenes (Casey 15). La diferencia entre ambos tipos de memoria es que en la pasiva es más bien mecánica y la activa aborda la parte emocional y sirve para generar un vínculo pasado-presente a fin de replantearse lo vivido, comprender y construir el presente.
Se puede decir que la memoria del cuerpo y la proposicional son pasivas, debido a que en éstas se reproduce mecánicamente una acción sin cuestionarse por qué o cómo fue que se aprendió a realizar dicha acción. El registrar y almacenar experiencias puede ser percibido como un hábito en el que sólo se registra la acción en términos objetivos y conceptuales dejando de lado el aspecto que emocionalmente pudo haber girado en torno a ella. Por otra parte, la memoria del espíritu, es más bien activa, pues no sólo se abordan las emociones de los actos pasados, sino que éstos en conjunto sirven para cuestionar, comprender y reafirmar el sentido de identidad; es decir, el pasado no sólo sirve para ser recordado, sino también como un punto de partida para la construcción del presente.
De acuerdo a Bergson, el conjunto de experiencias pasadas condicionan el estado actual, sin ser necesario el determinante, por lo que el pasado también se manifiesta en el carácter aunque no siempre sea de manera explícita, “taken together, these two conditions assure to each one of the past psychological states a real, though an unconscious, existence” (Bergson 191).
Casey distingue tres tipos de memoria activa: El recordatorio, el reconocimiento y la rememoración. El recordatorio implica traer algo que debe realizarse en el presente, sin que exista una relación entre la persona y el recuerdo (94); por otra parte, el reconocimiento se da cuando se conoce a una persona en el pasado y al encontrarla nuevamente, la memoria funde lo percibido de esa persona en el pasado, con lo que percibe de ella en el presente.
La rememoración es un proceso activo debido a que para rememorar se necesita de un Yo voluntario y en algunas ocasiones un Yo y un Otro que se relacione directamente con el recuerdo en cuestión; es decir, no se necesita de un elemento externo para traer el recuerdo a la mente, como en el caso del recordatorio.
De acuerdo a Casey, la rememoración cuenta con cuatro características:
Recordar es revivir el pasado. Esto no significa que la acción se vuelva a representar de manera idéntica a como se realizó en el pasado, más bien es volver a entrar a ese mundo pasado, no precisamente del modo como fue en su momento, “but as they are now rememberable in and through reminiscence" (107). La reminiscencia se puede lograr aun cuando no se cuenten con imágenes precisas del pasado, pues el objetivo es recordar y no restablecer el pasado en el tiempo presente.
Reminiscentia. Si bien el recuerdo puede ser evocado de manera voluntaria, existen factores externos que pueden propiciarlo, de manera que éstos actúan como inductores más que como recordatorios, pues éstos últimos llevan hacia una acción o a un recuerdo más específico:
“What counts here is not the accuracy with which they reproduce or suggest the past (as it would in the very different context of historical reconstruction); instead, it is their special aptitude for arousing a reminiscent state of mind that matter” (Casey 110).
Nostalgia. Esta palabra (wistful) deriva de “wishful” que significa deseo, en el caso de la rememoración, es un deseo que no puede conseguirse, la evocación de un recuerdo que se añora y que ya no puede volver a experimentarse; más sin embargo aún puede desearse y este deseo frente a una imposibilidad reconocida se vuelve naturalmente nostálgico en carácter (112).
Aspecto discursivo común
Traducido de “Communal-Discursive Aspect”.. Normalmente se piensa que el acto de rememorar se da a través de una introspección privada; sin embargo, “we take the verbalizing and sharing of memories to be an adventitious activity” (Casey 113). A pesar de que las experiencias pasadas parecieran quedar resguardadas para uno mismo, se llegan a relatar a otros casi de manera inconsciente y espontánea, más sin embargo, no es sólo un acto comunicativo, sino que es también “we sense ourselves to be fully engaged in an autonomous activity having its own formative, indeed transformative, power (113). No es precisamente que se pida explícitamente el relatar el suceso pasado, algunas veces se da de manera espontánea, sobre todo si la persona que relata guarda una relación cercana con sus interlocutores en el aspecto de lo que se va a rememorar.
Al rememorar se intenta traer la experiencia pasada no sólo para comprenderla en sí, sino también para comprendernos a nosotros mismos dentro de ella, pues “we reminiscence not only to savor but to understand, or reunderstand, the past more adequately- where understand retains something of its root meaning of “standing under”, gaining and intimate perspective not otherwise attainable” (Casey 117).
Una de las formas en las que se puede rememorar, es por medio de un diario, pues a través del lenguaje escrito es como la persona aterriza el entendimiento de su vida. En un diario se pueden expresar aspectos que normalmente no se cuentan a otras personas; este medio es más íntimo, en donde se auto-rememora y detecta una tendencia hacia un discurso con el Otro, aunque ese Otro sea parte de uno mismo (Casey 119).
Otro medio de rememoración es la autobiografía o las memorias, en éstas el discurso de convierte en público, a diferencia del diario (119) y por lo tanto, resulta más vulnerable a la crítica. En este tipo de rememoración entra el testimonio, el cual puede vincularse con el aspecto histórico, pero desde el punto de vista de la persona que haya vivido en una época particular, y si bien se incluyen datos históricos, lo más representativo es la forma en cómo la persona vivió esa etapa y lo que significó para ella.
Se puede decir que a través de la “co-rememoración”, la cual se da por medio de la transmisión de las experiencias del pasado a otras personas, se pueden dar rememoraciones más completas y flexibles, esto debido a que pueden complementarse con las del Otro, a diferencia de si el proceso se realiza sólo con el Yo mismo; el dialogo es un elemento importante en este proceso, pues el entendimiento del pasado a través de la co-rememoración “is a genuine co-understanding that cannot be accomplished in solitude or by proffering writing to an anonymous public” (Casey 120).
“Reminiscing in this extended sense is at once a transcending of the historical and perceptual limits of the immediate situation” (Casey 121); es en este punto donde el regreso al pasado se vincula con el presente desde el aspecto del recuerdo de lo que se creía olvidado, encontrando así, la comprensión de una perspectiva distinta del suceso que probablemente no se haya percibido en el momento en que éste sucedió.
La memoria en la literatura
La memoria de acuerdo a Townsend, ayuda a establecer “la identidad de una persona de manera unificada y relativamente estable a través del tiempo, incluso cuando las circunstancias de la vida se modifiquen continuamente” (13). Este aspecto es uno de los principales que caracterizan al concepto de memoria dentro de la literatura, pues los personajes de una obra pueden vivir en el mismo contexto y vivir los mismos sucesos, sin embargo, es la forma en la que los perciben lo que ayuda a definir la identidad, personalidad y forma de ver la vida de cada uno, aunque los sucesos cambien a lo largo de la obra.
La memoria en la literatura, y al igual que en la vida, tiene como objetivo reconstruir un pasado real o imaginario ya sea individual o grupal, pudiendo ser de manera sentimental o subjetiva, por lo que se puede decir que “la memoria es una novela que cada cual se cuenta a sí mismo” (Citado por Izquierdo 11), interiorizándose y posteriormente relatándose a los demás, aunque exista la posibilidad de diferencias entre lo que se relata y lo que realmente se recuerda, pudiendo cambiar el enfoque del recuerdo en cada relato así como con cada persona que se comparta.
Por otra parte, cabe destacar que el papel de la memoria dentro de la literatura no sólo es relatar o rememorar acontecimientos reales o imaginarios, sino también interpretar y dar forma a detalles con el fin de que la historia representada sea coherente con el presente de la obra en cuestión (Townsend 13).
Otro elemento importante en la construcción de la memoria en la narrativa se puede explicar con la premisa de Campbell en la que los científicos mencionan que los recuerdos no siempre se reproducen fielmente (4), pues se encuentran fuertemente influenciados y modificados por información ocurrida en otro tiempo en combinación con información del presente, aunado a la imaginación y opiniones externas, dando como resultado una “reconstrucción” del pasado, por lo que se puede decir que es ciertamente difícil encontrar una reproducción totalmente fiel del éste, pues al recordar un suceso también se recuerdan las emociones que lo caracterizaron, tanto por lo que ocurrió en sí como por las opiniones de las personas que pudieron estar involucradas con él. En la literatura esto se puede observar claramente en las autobiografías o relatos histórico- testimonial, en donde si bien la cuestión histórica es importante, lo que predomina, es la percepción que los personajes tienen de ésta.
La literatura puede considerarse como un medio de trascendencia del ser humano, pues en ésta se pueden plasmar historias reales o ficticias a través de la construcción o evocación de una memoria, en donde “la supervivencia del ser individual, limitado, sólo se podrá materializar paradójicamente a través de la verbalización de la memoria del otro o de la percepción del ser a través de la lectura o de la recepción del relato fundamentado en ella”(Izquierdo 24), siendo esta materialización posible desde el horizonte limitado del ser que verbaliza el recuerdo; en otras palabras, cuando se recuerda algo o a alguien del pasado, siempre se tiene horizonte limitado en lo que se recuerda y narra.
Por otro lado, la narrativa basada en la memoria “tiende a caracterizarse por la presencia de anomalías o desviaciones en la secuencia temporal” (Vernon 431), es decir, en ella es común encontrar analepsis, prolepsis y elipsis, en donde se puede omitir un suceso o un periodo temporal; también se puede encontrar paralepsis, en donde se pasa totalmente por alto un suceso que suele aludirse más tarde. Con esto se puede decir que el manejo del tiempo y de los sucesos influye en gran medida en la literatura que aborda el tema de la memoria, dándole así un toque más realista, pues normalmente cuando se recuerda un suceso, los recuerdos no vienen de forma completa instantáneamente, sino que suelen ser graduales, siendo en el principio cuando pueden omitirse detalles que posteriormente se recuerden y mencionen.
Estructura de la obra
Una piñata llena de memoria (1984), obra escrita por Daniel Leyva, presenta dos historias: La de Jaime Rafael Gómez Cervantes-Félix y Gómez y la de Carlota Morales; ambas historias, a pesar de ser muy distintas, tienen en común el tema de la memoria, en el caso de Jaime Rafael, ésta es cuantitativa y métodica, mientras la de Carlota, está en forma de relato testimonial-histórico, sobre la última etapa del Porfiriato, hasta su muerte en 1961. Las dos historias tienen un punto de intersección a través de otro personaje: el narrador letrado que más que relatar una parte de la historia, muestra una combinación entre flujo de conciencia reflexivo, poesía e intertextos sobre canciones o frases populares.
La obra se encuentra dividida en tres apartados: Colonia, Independencia y Revolución, en cada uno de ellos se intercalan los relatos de los personajes ya mencionados. Cabe destacar que cada conjunto de relatos está ordenado de diferente forma: los que corresponden a Jaime Rafael están numerados en forma arábiga, los de Carlota, con números romanos y los del narrador letrado, alfabéticamente.
Jaime Rafael Gómez Cervantes-Félix y Gómez
Jaime Rafael Gómez Cervantes-Félix y Gómez es un joven de “30 años, 8 meses, 2 semanas justas, 10 horas y 14 minutos” (Leyva 15) quien perdió a su madre al nacer él y su padre dedicó gran parte de su vida a registrar y contabilizar en una libreta todas las actividades mundanas que su hijo realizaba. Cuando Jaime Rafael cumplió 15 años, su padre le cedió el derecho de continuar registrando todas sus actividades. Si bien Jaime Rafael tenía contabilizadas sus micciones, deposiciones, comidas, orgasmos, bebidas, entre muchas otras cosas, a final de cuentas, sólo eran cifras, pues no registraba las emociones o sentimientos que había tenido al realizar dichas actividades; aunque cabe destacar que la mayor parte de estas actividades correspondían a la memoria del cuerpo, en donde lo que hacía era considerado más como hábito; de la misma forma, el registrar todas las actividades lo dejaba en una posición pasiva, pues tanto las actividades como el registro de ellas las repetía día tras día sin cuestionarse nada acerca de ello.
Si bien Jaime Rafael, parecía tener un control de su vida al registrar y contabilizar todo lo que hacía en ella, le angustiaba:
“saber si su padre no había olvidado registrar algún detalle. Siempre desconfió de él y por las noches, antes de dormir, le asaltaba la duda:
-¿Y si el viejo ha olvidado algo?... Todo estará falseado desde el principio” (Leyva 16).
Esa duda es la que lo lleva a revisar las 30 libretas que contenían todo lo que había sido su vida durante 15 años, sin embargo, no encontró ningún cabo suelto, aunque la duda permanece casi durante toda su historia.
Jaime Rafael llegó a escribir en su libreta, casi de manera mecánica y con la constante obsesión de no perder ningún detalle, pues sentía que de algún modo tenía que encontrar esa parte que su padre pudo haber omitido.
La infancia de este personaje, se puede decir, estuvo fragmentada en varios aspectos, el primero, la ausencia de la madre, el nulo conocimiento que tuvo de ella a través de su padre y las burlas ocasionadas por esto; por otra parte, la pesadilla recurrente que nunca podía recordar y cómo las caricias y el cuento de la abuela parecían “calmarlo” un poco.
Existe un punto de intersección entre la infancia y la vida adulta de Jaime Rafael: La recurrente pesadilla. Al conocer a Sidney, descubrir su saco marsupial y adentrarse y dormir en él, regresa esa pesadilla que no podía recordar en su infancia y todo parece coincidir, pues las circunstancias son muy parecidas: las caricias de la abuela con el acogedor saco marsupial de Sidney. Esta representación maternal encontrada en ambas mujeres es la que lo hace sentirse vulnerable y posiblemente le hace recordar esta pesadilla:
“Fue esa noche, la primera en que durmió dentro del saquito marsupial de Sidney, cuando no sólo tuvo la pesadilla, sino que además, al despertar, se acordó, escena por escena, imagen por imagen. Entonces decidió empezar a comprender el porqué y ponerse a llorar…evidentemente” (Leyva 41).
Después de este encuentro con Sidney, la duda de la posible omisión que pudo haber hecho su padre al registrar y contabilizar su vida, comienza a hacerse más grande, después de que Sidney le relata la historia de la Revolución Australiana, todo le parece muy familiar a la historia de México y llega a creer que Sidney lo está engañando, pero sobre todo comienza a dudar de ella:
“ésta sí que me jodió y deabonito…” “¿y si tú no eres australiana?... ¿y si tú no te llamas Sidney?... sería demasiado…” “es imposible encontrar a una mujer con un saco marsupial… estadísticamente…tal vez me esté metiendo en camisa de once varas…en bolsita de once varas…” (Leyva 83).
La duda sobre el relato de Sidney, pero sobre todo, la duda sobre su identidad, tiene un trasfondo que proviene de la omisión de un dato cronológico de la vida de Jaime Rafael, que más bien, más que ser un dato que pudiera registrarse en una libreta, es una parte crucial en la vida de este personaje. Se puede decir que Sidney funge como inductor de esa memoria que pareciera haber estado “bloqueada” por el hábito mecanizado de registro y contabilización de experiencias, lo que él conocía como memoria.
Esta duda se acrecienta un día que acude al bar de costumbre y ve llegar a una mujer desconocida que se dirige a él en forma muy familiar, pero cuando ésta lo deja solo un momento para ir al baño, le cuestiona a Jorge “-¿quién coños es esta señora?” (Leyva 92), a lo que Jorge responde de manera extrañada: “vos tenés la manía, desde hace tiempo, de encontrarte con ella aquí, llamarla Sidney, hablarle en inglés, y te advierto flaco que no te entiende nada…” (93). Al regresar Sidney, Jaime Rafael la reta cuestionándole su identidad, pero ella pareciera ser ambas, Sidney y Tanik, y al responder como Tanik, Jaime Rafael se da cuenta de que no tiene bolsa marsupial, se confunde y la ve “con un terror amoroso o con un amoroso terror y unas lágrimas empezaron a brotarle y de su garganta salió un grito opaco y mudo que sólo él escuchó y Sidney estaba ahí cuando él quería y Tanik también…” (94).
Jaime Rafael buscó en sus libretas algún registro de su amorío con Sidney o con Tanik; sin embargo no encontró nada, lo cual le extrañó, pues él tenía el hábito de registrar en su libreta a cada mujer con la que salía: “¿cómo es posible que no me acuerde?... ¿cómo es posible que no lo haya anotado?” (106). Se puede decir que este momento es crucial, pues comienza el descubrimiento de esa memoria que había estado bloqueada en él, pues más que buscar datos precisos o numéricos de su amorío con Sidney/Tanik, lo que buscaba era cómo la había conocido y quien era ella en realidad.
Estuvo con Tanik pero después regresó con Sidney, encontrándola semi-carbonizada, continuó visitándola durante una semana, pero un día decidió no volver y se entera que Tanik partió hacia Italia con su novio, con el cual tenía un hijo.
Posterior a esto, Jaime Rafael, continua acudiendo al bar de costumbre, pero esta vez, cuestionando el sentido y el objetivo de su vida, que era llegar a la cifra de 18,446,744,073,709,551,615, una cifra que sumara todos los actos de su vida y que al llegar a ella su vida estuviera completa.
En cierta medida este capítulo de la vida de Jaime Rafael pareció haberse cerrado; sin embargo un tiempo después, William Malboro (ex esposo de Sidney), contrata al detective Philip Marlowe Jr. para encontrar al asesino de Sidney. La historia se torna detectivesca y la duda principal desata aún más confusión en Jaime Rafael, pues por azares del detective, se acuesta con su madre sin darse cuenta, a pesar de percibir varias señales extrañas para él, como el escalofrío en la nuca al conocer a su madre, y al despedirse de ella “cuando le extendió la mano, le acarició la cara y sintió un contacto misterioso, profundo, casi maternal” (Leyva 179); casualmente también al despedirse, recordó el episodio en el que pelea con otro niño porque éste se burla de la ausencia de su madre, “por una historia que ahora no podría ya, nunca más, recordar” (188).
Jaime Rafael conoce a Cornelius, un viejo judío sobreviviente de Treblinka, con quien se identifica debido a que éste conocía de memoria toda la desaparecida Biblioteca del Zar Iván el Terrible. Cornelius hace que Jaime Rafael se enfrente consigo mismo cuando le revela que Dominique Brami es su madre y que entiende que le hubiera gustado pedirle cuentas y que le ayudara a atar esos cabos sueltos que alimentaban la duda que lo había perseguido durante toda su vida:
“Yo sé que necesitas hacer algo, algo para liberarte y para encontrarte y para saber y para tratar de comprender…Quema tu bibliomemoria. Quema tu pasado. Quema tus notas. Quema los lazos falsos que te unen con el ayer. Si quemas tus libros, olvidarás todo…” “Únicamente quedará lo real, la esencia, lo que verdaderamente te distingue, te define, tu especificidad. Volverás a nacer…” (Leyva 201).
Posterior a deshacerse de esta parte de su memoria, Jaime Rafael pudo descubrirse a sí mismo, a pesar de que la memoria de su corazón haya permanecido. Regresó a México y fue como pudo realmente experimentar esa “independencia” no sólo de lo que su padre le había inculcado, de su relación con Sidney/Tanik y del detective Marlowe, sino de lo que él mismo había percibido y construido por memoria.
Carlota Morales
Carlota Morales, relata un testimonio sobre su vida durante la última etapa del Porfiriato hasta principios de los años 60. El propósito de éste, es que el lector conozca el México de antes; si bien menciona datos sobre su vida personal desde su nacimiento hasta su muerte, el relato no es precisamente una biografía, más bien su propósito es “describirles lo que era el México de mis tiempos” (Leyva 108).
Carlota describe el aspecto histórico, las costumbres y los avances tecnológicos de la época, describe a personajes típicos como el escribiente, el aguador, los vendedores ambulantes, entre otros. Al principio de su relato, menciona su infancia enfermiza que se cura al comer las cenizas de un francés durante un viaje a París con su padre; y si bien pareciera que su relato es bastante preciso en cuestión descriptiva y cronológica, lo que predomina son las emociones que estos sucesos le provocaron a ella: “¡MI PRIMER BAILE FORMAL Y MI PRIMER VESTIDO DE NOCHE!...” “Yo tenía apenas 16 años, pero me sentía la Mujer más importante del mundo” (97).
Un aspecto importante de Carlota, es que a diferencia de Jaime Rafael, ella es real, pues ella le dictó sus memorias a su hija Chabela y posteriormente ella las escribió; sin embargo Chabela menciona al final del relato que lamenta no haber interpretado fielmente sus pensamientos, a pesar de que su guía para escribirlos fue su recuerdo y veneración que siempre guardó por ella (280). Este aspecto es importante debido a que la fragmentación del pasado de Carlota no se dio en el momento de acción, sino hasta que fue escrito por su hija y a pesar de que sus memorias hayan cumplido el objetivo de dar a conocer lo que fue el México de antes, aún existe la posibilidad de que Chabela haya omitido algún detalle al momento de interpretarlas y escribirlas.
La memoria testimonial de Carlota presenta un elemento importante y recurrente: la nostalgia, pues si bien trata de relatar de forma descriptiva, sobre todo de los personajes característicos de su infancia y juventud, como el trompadero, el panadero, entre otros, la añoranza de ese tiempo pasado la acompaña durante todos sus relatos:
“Quien vivió en aquella época…¿podrá olvidarlos del todo… “ “¿Quién puede evitar recordarlos al leer esta sencilla remembranza y hacer la temible y desilusionante comparación del cambio de personalidad sufrido por los descendientes de estos mismos personajes, su moral empobrecida bajo la influencia de las mentiras, las calumnias y la corrupción del actual ambiente” (35).
En sus relatos se puede observar ese deseo de regresar a este tiempo pasado, sin embargo rememorarlo no sólo le sirve para transmitir sus vivencias a sus bisnietos, sino también que a través de la imágenes que relata pareciera volver a vivirlo, pues “recordar es vivir” (19) y cuando ya no tiene más que recordar, es cuando su vida termina realmente.
Cabe destacar que al principio de su testimonio relata y describe de cierta manera mágica, pues más que descripciones parecieran imágenes vistas en secuencias continuas, como por ejemplo la celebración de la Semana Santa con sus máscaras coloridas, demonios, cohetes, brujas, dulces y vestimentas; el Día de Muertos, en donde se podía reír y pasar “momentos agradables en compañía de la Muerte” (57) así como las posadas navideñas, que compara con el reemplazo de éstas con la venida de Santa Claus en la actualidad, lo que provoca en ella esa añoranza y nostalgia de un tiempo que no volverá.
En el aspecto histórico, Carlota, como miembro de la clase alta conservadora, trata de relatar los sucesos de la forma más objetiva posible, aunque no deja de dar su opinión acerca de éstos, por ejemplo, cuando habla sobre la caída de la dictadura de Díaz:
“De que distinta manera se hubiera escrito nuestra Historia, y cuanta
sangre no se hubiera derramado, si Don Porfirio Díaz no se hubiera dejado convencer por los Científicos” (166).
Posteriormente relata los sucesos que desataron la Revolución Mexicana, el aumento de la población y los avances tecnológicos de la época como la luz eléctrica, los coches, el sistema de drenaje, entre otros, los cuales, si bien contribuyeron a hacer la vida más fácil, Carlota menciona que “La antigua y bella Ciudad de México, la señorial y majestuosa capital de la República, comenzaba a convertirse en una Gran Metrópoli. ¿Para bien o para mal?” (267).
Las emociones experimentadas por Carlota se resumen a angustia, asombro, descontento, añoranza y nostalgia, todas ellas constituyen una parte esencial en su relato, pues si bien menciona muchos datos históricos, es su experiencia de vida lo que pretende dejar, aunque ésta posiblemente se haya se fragmentado al momento de ser escrita por su hija. Cabe destacar que el pasado de Carlota no pretende la construcción de una continuidad en el presente, sí influye en él, a manera de trascendencia y como medio de reinterpretación del pasado versus el presente.
Narrador letrado
El relato del narrador letrado no pretende contar una historia a diferencia de Jaime Rafael y Carlota, más bien pretende crear un vínculo entre ambos personajes a través de un flujo de conciencia, en donde las ideas parecieran estar desordenadas tratando de generar una asociación entre ellas.
En todos estos relatos pareciera presentarse como una crítica o llamada de atención a los personajes, pues casualmente después de cada relato de ellos se presenta este flujo de conciencia donde se trata de hilar el suceso presentado por los personajes desde una libre asociación de ideas reflexiva acerca del relato previo.
Se puede percibir que este narrador en cierta manera, responde a lo presentado en los relatos de Jaime Rafael y Carlota, por ejemplo cuando acusa a Carlota Morales de burguesa:
“hipocresía fingimiento y apariencia de cualidades o sentimientos contrario a los que verdaderamente se tienen o experimentan dícese comúnmente de la falsa apariencia de virtud o devoción burguesía” (37) y termina con el intertexto:
“Pobre burguesía mexicana,
Tan lejos de su Pueblo
Y tan cerca de los Estados Unidos” (39)
También posterior a la duda recurrente de Jaime Rafael:
“por eso estás todo el día en mí sin estar en mi memoria por eso es que confundo el pasado con el futuro cuando tengo un presentimiento es en realidad una reminiscencia…” (54).
Y posterior a la experiencia incestuosa con su madre, el intertexto alude a esa parte fragmentada en la memoria de Jaime Rafael:
“Hoy vas a entrar en mi pasado.
En el pasado de mi vida.
Tres cosas lleva mi alma herida:
Amor, pesar dolor…” (180).
Pareciera que el narrador letrado no sólo critica a Jaime Rafael y Carlota, sino que brinda una percepción más cruda de sus realidades a pesar de ser éstas muy distintas.
El flujo de conciencia presentado por este narrador, puede vincularse hacia una memoria en la que no sólo se formula una libre asociación de ideas, sino también una reinterpretación, vínculo y búsqueda de sentido en la memoria de ambos personajes.
Cabe destacar que a lo largo de la obra, y en base a las experiencias y hechos por los que atraviesan los personajes, el narrador letrado pareciera fungir como un inductor no sólo a la memoria, sino a la confrontación, sobre todo en el caso de Jaime Rafael, a esa búsqueda de la parte que fragmentó su memoria:
“como los pájaros que en mis sueños sueñan pesadillas tú siempre tuviste miedo, miedo de tu pasado, re-celo de tu historia…” (248).
El narrador letrado enfrenta a Jaime Rafael con sí mismo, haciéndole ver ese miedo e incertidumbre que siempre tuvo sobre su pasado y que al que sólo tuvo acceso a través de unas libretas que sólo contenían una parte de su pasado.
En el caso de Carlota, si bien la fragmentación se da posterior a la escritura de sus memorias por lo que no existe una confrontación con ella misma, más bien es una reinterpretación de lo narrado por ella.
Conclusiones
La rememoración del pasado fragmentado de Jaime Rafael, y la búsqueda constante de esa parte faltante, le llevó a una serie de circunstancias que le ayudaron a la comprensión de su pasado y a la reinterpretación de su presente, pues pudo descubrirse y confrontarse a sí mismo y en base a lo que descubrió pudo encontrar esa continuidad que necesitaba para seguir con su vida.
Si bien la memoria de Carlota Morales pudo haberse fragmentado al momento de su redacción, lo que queda de ella es una reinterpretación de un pasado vivido desde un punto de vista muy personal, y la interpretación que cada lector le dé a este testimonio, podrá contribuir no sólo a conocer las vivencias del pasado de Carlota, sino a la comparación y comprensión del pasado frente al presente.
La memoria sirve para conocer las vidas de Jaime Rafael y Carlota, pero también a manera de reflexión y replanteamiento de su presente, pues si bien la memoria sirve para recordar experiencias pasadas, es lo que se hace con ellas, lo que determina esa continuidad y trascendencia que ambos buscaban.
Fuentes citadas:
Bergson, Henri. Materia y Memoria. Trans. José Antonio Miguez. México: Aguilar, 1959.
Campbell, Sue. Relational Remembering: Rethinking the Memory Wars. Feminist Constructions. Lanham, MD: Rowman, 2003.
Casey, Edward. Remembering: A Phenomenological Study. Indiana: Indiana University Press, 2000. Web.
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