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Aflatoxinas en Maíz Amarillo Usado para
Elaborar Jarabes de Fructosa: ¿Existen Riesgos
para la Salud?
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Pável Castillo-Urueta
Universidad Nacional Autónoma de México
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Aflatoxinas en Maíz Amarillo Usado para Elaborar Jarabes de Fructosa: ¿Existen
Riesgos para la Salud?
Pável Castillo-Urueta, Rolando S. García-Gómez y Carmen Durán-de-Bazúa
UNAM, Programa de Ingeniería Química Ambiental y de Química Ambiental, PIQAyQA, Facultad de
Química, Edificio “E”, Laboratorios E-301 a 303, Paseo de la Investigación Científica s/n, Ciudad
Universitaria, 04510 México, D.F. Tels. (+52-55) 5622-5300 al 04, Fax (+52-55) 5622-5303, correo
electrónico (e-mail):
[email protected]
Resumen
En esta investigación bibliográfica se plantea la importancia de realizar una investigación
tendiente a evaluar el destino de las aflatoxinas a lo largo del proceso de obtención de
jarabes de fructosa considerando que fueran elaborados con maíz contaminado con
aflatoxinas, en función de la ingestión por un segmento importante de la población que
ingiere alimentos endulzados con estos jarabes y que podrían estar ingiriendo aflatoxinas si
la materia prima de estas mieles las contuviera.
Abstract
This bibliographical research poses the importance of carrying out investigation on the fate
of aflatoxins along the processing steps to obtain fructose syrups considering that the raw
material, corn or maize, were contaminated with aflatoxins. The main aim is to assess the
impact of the ingestion of foods and drinks sweetened with these syrups by an important
segment of the population and that such products might be contaminated with aflatoxins if
the original maize would have aflatoxins.
Palabras clave: Aflatoxinas, maíz amarillo, jarabes de fructosa, riesgos, salud
Key Words: Aflatoxins, yellow maize, fructose syrups, risks, health
Introducción
Debido a los excedentes en los mercados internacionales de maíz amarillo de calidad
forrajera y la búsqueda de mercados, se han estado produciendo mieles fructosadas
derivadas de la hidrólisis de sus almidones. Especialmente, las empresas extranjeras de
bebidas y alimentos han promovido su uso y con él se está sustituyendo la utilización de la
sacarosa o azúcar de caña, ya que debido a que estos excedentes de maíz están fuertemente
subsidiados en los países de origen, el costo de producción de este edulcorante resulta ser
más económico que la producción de la sacarosa, la cual ya no cuenta con subsidios en la
mayor parte de los países productores (Castillo-Urueta y col., 2003b). Por otro lado, en
diversos estudios se ha reportado que una elevada ingestión de fructosa conlleva al
desarrollo de ateroesclerosis y desórdenes cardiovasculares (Mamo y col., 1991; CastilloUrueta y col., 2003a).
Por otra parte, en muchos de estos lotes de maíz existen hongos microscópicos, como
Aspergillus flavus, los que pueden producir compuestos altamente tóxicos en
concentraciones muy bajas (partes por billón) y que son considerados como factores que
conducen al desarrollo de cáncer de hígado, cirrosis y teratogénesis, entre otras
enfermedades (Peña y Durán-de-Bazúa, 1990).
Las micotoxinas constituyen un grupo de substancias, con estructura química diversa y son
producidas por mohos u hongos filamentosos. Estos compuestos causan una serie de
efectos adversos sobre los sistemas biológicos y, entre ellos, a la especie humana. Los
efectos tóxicos, que lógicamente dependen de la dosis, pueden ser de distinto orden. A
continuación se listan algunos:
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Intervienen en la supresión de funciones del sistema inmunitario y reducción de la
resistencia a infecciones.
Influyen en la formación de tumores, cancerígenos o no.
Son causantes de efectos teratogénicos, esto es, son susceptibles de causar
malformaciones en embriones en desarrollo.
Pueden llegar a causar la muerte del individuo.
Para producir micotoxinas los hongos requieren de un ambiente con humedad, temperatura
y un substrato adecuado. En general las micotoxinas se producen en cereales y frutos secos
almacenados en condiciones poco adecuadas de humedad y temperatura (Sendra y
Carbonell, 1999).
Aspergillus flavus y las aflatoxinas
Las aflatoxinas (Figura 1), son producidas por diversas especies de hongos filamentosos
entre los que destacan Aspergillus flavus, Aspergillus parasiticus. El desarrollo de estos
hongos, así como la producción de las toxinas, depende de diversos factores entre los que
se encuentran los físicos, biológicos, bioquímicos y ambientales. Actualmente se tienen
aisladas e identificadas diversas aflatoxinas; destacan cuatro de ellas por su alta actividad
carcinogénica y teratogénica, las conocidas como B1, B2, G1 y G2) (Otta y col., 2000).
En los años 60 fallecieron 100,000 pavos a causa de una severa intoxicación por
metabolitos que provenían de los hongos filamentosos. Estos compuestos se encontraron en
cacahuates infestados por Aspergillus flavus. Este hongo se desarrolla comúnmente durante
el periodo de almacenamiento (Batá y Lásztity, 1999). Diversos estudios permitieron
determinar una serie de compuestos fluorescentes a los cuales se les denominó en su
conjunto como aflatoxinas o AF (a = Aspergillus + fla = flavus + toxina). Al mismo
tiempo, en los Estados Unidos de América se observaron hepatomas en peces y se
relacionaron con la contaminación por aflatoxinas en sus dietas (Jaimez y col., 2000).
El problema toxicológico que representa la contaminación de alimentos por estas especies
de hongos productores de aflatoxinas es que pueden desarrollarse en diversos sustratos
(maíz, arroz, frijoles, nueces brasileñas, pistaches, cacahuates, almendras, nueces, harinas
de trigo y maíz, especias, frutas secas, huevos e incluso en cerveza producida con granos
contaminados) y las aflatoxinas muestran una potente actividad biológica en muy bajas
concentraciones. Debido a ello, los investigadores se han interesado en el estudio de estos
compuestos tóxicos, encontrados en diversas matrices alimenticias. La susceptibilidad de
los humanos hacia las aflatoxinas no se encuentra bien documentada en la literatura; sin
embargo, estudios epidemiológicos realizados en África y Asia han mostrado una alta
incidencia de hepatomas y han revelado asociación entre la incidencia de cáncer y el
contenido de aflatoxinas en la dieta (Jaimez y col., 2000).
o
o
o
O
o
O
o
OCH3
o
Aflatoxina B
OCH3
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Aflatoxina G
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O
o
O
HO
o
OCH3
o
Aflatoxina M
Figura 1. Aflatoxinas (Peña y Durán-de-Bazúa, 1990)
Las aflatoxinas B1, G1 y B2 se han aislado de hígado humano y la presencia de los
metabolitos P1 y Q1 en estos tejidos se han relacionado con problemas de cáncer (Jaimez y
col., 2000).
Debido a ello, es de gran relevancia dar un seguimiento a la presencia de las aflatoxinas y
de otras micotoxinas en los alimentos, ya que su presencia pone en riesgo la salud de los
consumidores (Batá y Lásztity, 1999; Jaimez y Col., 2000; Sendra y Carbonell, 1999). Por
ejemplo, en el caso de las cervezas africanas, elaboradas a base de sorgo, es oportuno
vigilar con intensidad la contaminación por hongos en el grano, para evitar la presencia de
la aflatoxina B1 (Scott, 1996). A esto debe agregarse que, en este último caso, los
individuos estudiados no solamente ingieren cerveza sino también frutos secos, maíz,
sorgo, arroz, etc., que probablemente también estén contaminados con micotoxinas y éstas
tienden a acumularse en el organismo. Otro alimento en el que se ha detectado la presencia
de aflatoxinas es en el aceite de cacahuate, en el cual se han encontrado concentraciones
que oscilan entre los 10 y 68 µg de aflatoxina B1/kg aceite, ya que el grano con el que se
produjo estaba contaminado (Lindner, 1995).
Es necesario realizar estudios en los cuales se evalúe el posible destino de las aflatoxinas
durante el proceso de obtención de fructosa a partir de almidón de maíz que provenga de
granos contaminados, ya que si quedaran pequeños residuos de estas toxinas, éstas se
acumularían en el organismo, especialmente si estas mieles forman una parte importante de
la dieta.
Problemática sobre la Producción de Jarabes Fructosados a partir de Maíz
Contaminado con Hongos Filamentosos
Por estudios realizados en el maíz proveniente de los Estados Unidos de América, China,
India y México, se ha reportado la presencia de Aspergillus flavus y de sus toxinas
(aflatoxinas) en el maíz. En la India, por ejemplo, se han encontrado valores que oscilan
entre los 6.25 y 15.6 mg/kg de maíz, cantidades que provocan hepatitis aguda (Lindner,
1995).
En 1974, en la India, se documentaron 108 casos de pacientes que habían consumido maíz
contaminado con aflatoxinas en niveles que oscilaban entre 0.25 y 15 mg/kg de dieta. En
todos estos casos se detectó cirrosis en niños. El síndrome de Reye, con encefalitis y
degeneración grasa de vísceras en niños, se asoció con la ingestión de aflatoxinas. En
Tailandia, la presencia de aflatoxinas se presentó como un mal endémico.
La presencia de aflatoxinas es inevitable en algunos lotes de maíz, cuando se dan las
condiciones en que las micotoxinas se producen, tanto en la planta, como durante estadios
posteriores, como la cadena cosecha, transporte, almacenamiento y utilización (García y
col, 2001).
Los Estados Unidos de América son productores de enormes excedentes de maíz, los cuales
al no poseer un mercado definido, tienden a ser industrializados, obteniendo numerosos
productos entre los que destacan los almidones, las dextranas, los azúcares, etc. El principal
producto elaborado por este país, es el jarabe o miel fructosada. Esta miel se encuentra
compuesta hasta en un 90% de fructosa (Medellín, 2002).
Si el maíz amarillo excedente de EE.UUA pudiera encontrarse contaminado con
Aspergillus spp. y Fusarium spp y se empleara en la elaboración de jarabe alto en fructosa,
cabría la posibilidad de que las toxinas que se hubieran producido quedaran en forma
residual en el producto final. Esto se ha constatado en la elaboración de cerveza con granos
de malta contaminados por hongos, en donde se ha determinado la presencia de diversas
micotoxinas (Scott, 1996, Sendra y Carbonell, 1999), y en la elaboración de aceite a partir
de granos de cacahuate contaminado (Lindner, 1995). Estudios realizados por Sendra y
Carbonell (1999) en la elaboración de cerveza revelan que la aflatoxina B1, contenida
inicialmente en las materias primas, permanece en forma residual entre un 14-18% y 2728%.
La fructosa es un monosacárido que se encuentra en los frutos y la miel de abeja, pero que
en la últimas 5 décadas se ha obtenido a partir de los almidones de cereales, principalmente
de maíz, mediante su hidrólisis ácida e inversión, y posterior concentración por
evaporación.
Este azúcar ha sido ampliamente usado en las industrias refresqueras, como se conoce a las
empresas que producen bebidas carbonatadas (que en México se denominan refrescos), en
otras bebidas y en alimentos norteamericanos, debido a la drástica reducción de
importaciones de azúcar de caña de ese país y al fuerte impulso de su empleo en las filiales
mexicanas.
En México, además del maíz de importación, actualmente se utiliza maíz mexicano para
producir mieles fructosadas, en vez de ser usado para consumo humano directo. El maíz
mexicano es de mucha mejor calidad que los maíces amarillos cultivados en los EEUUA,
en donde por los desequilibrios ecológicos provocados por el exceso de plaguicidas ha
hecho que los hongos Aspergillus proliferen incluso en el campo, no solamente en almacén,
y que sus granos tengan aflatoxinas dentro de las mazorcas; pero su uso para producir
mieles está restando grano para su consumo directo en forma de tortillas y está obligando a
la importación de granos forrajeros de mala calidad para el consumo humano directo
(García y col., 2001; García-Bello, 2002).
Por ello, desde el punto de vista conceptual, es posible diferenciar dos grandes problemas
potenciales de salud por el consumo de fructosa.
Uno de ellos es la posible presencia de aflatoxinas en jarabes fructosados, los cuales
podrían traer serias consecuencias en el ámbito de la salud de todos los estratos de la
población, ya que su consumo a través de los refrescos es muy elevado. Actualmente, no se
sabe de ningún estudio sobre el efecto que los métodos de obtención de las mieles o jarabes
de fructosa (tratamientos de hidrólisis ácida e inversión, o conversiones enzimáticas o
combinaciones de ambos) puedan tener en las aflatoxinas, y sus efectos posteriores en los
consumidores de estos edulcorantes.
Se sabe que estos compuestos actúan a nivel del ácido desoxirribonucleico, ADN, y sobre
la movilización de las grasas en el hígado induciendo disfunción y necrosis hepáticas con
daños similares a los de la cirrosis y la hepatitis, por lo que en ocasiones se confunde a la
aflatoxicosis con estas dos enfermedades (Castillo-Urueta y col., 2003).
El segundo problema se encuentra asociado con una elevada ingesta de fructosa.
Actualmente, el uso de la fructosa en bebidas para deportistas, refrescos, dulces y alimentos
se encuentra ampliamente publicitado en los medios masivos de comunicación. Los
cambios en los hábitos alimentarios han llevado a un aumento en la ingesta de productos
cada vez más industrializados en los que se combinan elevadas concentraciones de azúcares
refinados (fructosa) y grasas (Blanco, 2002). El director del Programa de Salud del Adulto
y del Adulto Mayor de la Secretaría de Salud, el Dr. Agustín Lara Esqueda, señala que el
consumo anual promedio de los mexicanos de refrescos es de 400L por persona (Anónimo,
2003) y las empresas que producen los refrescos consumieron en 2002, 350 mil toneladas
de fructosa en lugar de azúcar de caña (Contreras, 2003). También se publica, a nivel
nacional, que la industria de refrescos en México como negocio supera los 12,000 millones
de dólares (americanos).
Cuando la dosis de fructosa es elevada, ésta se transforma en triglicéridos y colesterol de
baja densidad (conocido como LDC por sus siglas en inglés, de "low density cholesterol");
esto ocurre debido a que este monosacárido se metaboliza ya sea en el hígado, el riñón o el
intestino delgado (Abbasi y col., 2000; Cybulska y Naruszewicz, 1982; González-de-Rivera
y col., 1993; Kenney, 2002; Lingelbach y McDonald, 2000; Wootton, 1990).
En el caso de personas diabéticas, el consumo de fructosa en cantidades moderadas no
representa un riesgo. Cabe mencionar, que los principales productos del metabolismo de la
fructosa en condiciones normales son: Glucosa (50–70%), lactosa más piruvato (20–25%)
glucógeno (8%) y triglicéridos (a razón de 1-3%). Un consumo elevado de este azúcar,
eleva la concentración de la fructosa en sangre provocando que la síntesis de fructosa-1fosfato sea más rápida que su degradación por parte de la aldolasa de tipo B. Por esto se
provoca una acumulación suficientemente grande de fructosa-1-fosfato como para agotar la
reserva en el hígado. En estas condiciones, la concentración de ATP cae activándose la
glucólisis y la producción de lactato, la cual podría alcanzar niveles en sangre que ponen en
peligro la vida. Otro efecto, es la inhibición por el ATP de la enzima que degrada la
adenina y que promueve la formación de ácido úrico produciendo hiperuricemia, la cual es
causante de la enfermedad llamada “gota”. Estos efectos son importantes en personas que
presentan predisposición a hipertriacilglicerolemia o hiperuricemia (Castillo, 2000;
Lehninger, 1996).
Por otra parte se ha comprobado que la fructosa glucoliza la hemoglobina siete veces más
rápido que la glucosa, incrementando la velocidad de crecimiento del ateroma (Lingelbach
y McDonald, 2000; Mamo y col., 1991). Por ello, un incremento del 2% en las raciones de
fructosa equivalen en un aumento del 1% en las lipoproteínas (tipo LDL). Debido a ello, un
alto consumo de fructosa conduce al desarrollo de aterosclerosis y otros males
cardiovasculares (Brunzell y Hokanson, 1999; Kenney, 2002; Murray, 1994).
Se sabe que la aterosclerosis crea predisposición a infartos al miocardio, a trombosis
cerebrales y a gangrena en las extremidades (como las que sufren los diabéticos). También
se tienen infiltraciones de colesterol y aparición de células espumosas en las lesiones de las
paredes arteriales que provocan que las paredes de vasos sanguíneos se vuelvan rígidas.
Conforme crece el ateroma, la luz arterial disminuye y la irrigación de los tejidos se ve
seriamente afectada. Si el ateroma es erosionado, se produce la formación de trombos que
pueden ocluir la arteria en forma súbita, desencadenándose una serie de padecimientos
agudos (Bourges-Rodríguez, 1996; Ganong, 1994).
Toda esta información obtenida de la bibliografía lleva a considerar seriamente la
realización de estudios sobre el efecto del uso masivo de jarabes de fructosa obtenidos del
almidón de maíz en la dieta de la población mexicana, así como de la posible presencia de
residuos de aflatoxinas en ellos y los productos manufacturados con ellos.
Conclusiones
El Grupo de Investigación de Tecnologías más Limpias del Programa de Ingeniería
Química Ambiental y de Química Ambiental de la Universidad Nacional Autónoma de
México se ha marcado como una imperante necesidad la realización de un estudio sobre el
contenido de aflatoxinas en los pasos sucesivos de la producción de jarabes de fructosa.
Esto implicará el montaje de metodologías analíticas específicas para esta tarea. Un punto
importante será detectar la posible formación de subproductos aún más tóxicos que las
propias aflatoxinas con los pasos de transformación de los almidones a azúcares, y su
concentración.
De acuerdo con los resultados que se obtengan, se solicitará a colegas del área de salud
pública, que hagan paralelamente un seguimiento entre las poblaciones que ingieren
productos endulzados con estos jarabes, con respecto de aquellos que emplean azúcar
proveniente de la caña, que es una mezcla natural de glucosa y fructosa, para detectar
posibles efectos de la diferencia de la dieta.
La meta última será garantizar a la población mexicana una dieta más sana y una reducción
sustantiva de enfermedades causadas por la ingestión de alimentos cada vez más
industrializados que no necesariamente mejoran su calidad de vida, sino que la dificultan y
la hacen más costosa.
Las instituciones de salud enfrentan cada vez más los retos de las "enfermedades" causadas
por un binomio absurdo, el de la obesidad-desnutrición, esto es, personas obesas pero
desnutridas, en una sociedad cada vez más desigual en la que los menos favorecidos
ingieren alimentos industrializados costosos, poco nutritivos y, como podría resultar de esta
investigación, dañinos para la salud, como los refrescos endulzados con edulcorantes
artificiales (los llamados "light") o con edulcorantes pre-fabricados (como resulta ser el
jarabe de fructosa, obtenido de los almidones del maíz que podrían traer trazas de
contaminantes indeseables como las aflatoxinas).
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