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ARISTÓTELES Ética a Nicómaco

(traducción de circulación restringida). Los textos intercalados en azul sobre el texto son de nuestra responsabilidad. Las notas y los intercalados seleccionan algunas de las propuestas por la edición de María Araujo y Julián Marías para el Centro de Estudios Políticos (1970) y de las de Miguel Candel para Santillana (1994) con reelaboración propia. [R.A.]. SOBRE LA FELICIDAD Habitualmente se considera que los cuatro primeros libros de la Ética a Nicómaco tienen una cierta unidad interna. El título de " Sobre la Felicidad " se ha atribuido por tradición al Libro Iº y se da también a una obra perdida de Teofrasto, el principal discípulo de Aristóteles. De hecho la Ética a Nicómaco no constituye propiamente una unidad, sino que se refiere a una serie de " pragmateía " , un conjunto de " logoi " (razonamientos, textos…) de tema común, posiblemente en forma de " cuadernos de curso " redactados por Aristóteles para el debate en el Liceo al modo de los " papers " en las universidades anglosajonas. OBJETIVO DE LA ÉTICA: EL BIEN DEL HOMBRE O LA FELICIDAD

ARI STÓTELES Ét ica a N icóm a co Libr o I º M ATERI AL EXCLUSI VAM EN TE D E ESTUD I O ( t r a ducción de cir cula ción r e st r ingida ) . Los t e x t os int e r ca la dos e n a zul sobr e e l t e x t o son de nue st r a r e sponsa bilida d. La s not a s y los int e r ca la dos se le cciona n a lguna s de la s pr opue st a s por la e dición de M a r ía Ar a uj o y Juliá n M a r ía s pa r a e l Ce nt r o de Est udios Polít icos ( 1 9 7 0 ) y de la s de M igue l Ca nde l pa r a Sa nt illa na ( 1 9 9 4 ) con r e e la bor a ción pr opia . [ R.A.] . SOBRE LA FELI CI D AD H a bit ua lm e nt e se conside r a que los cua t r o pr im e r os libr os de la Ét ica a N icóm a co t ie ne n una cie r t a unida d int e r na . El t ít ulo de “Sobr e la Fe licida d” se ha a t r ibuido por t r a dición a l Libr o I º y se da t a m bié n a una obr a pe r dida de Te ofr a st o, e l pr incipa l discípulo de Ar ist ót e le s. D e he cho la Ét ica a N icóm a co no const it uye pr opia m e nt e una unida d, sino que se r e fie r e a una se r ie de “pr a gm a t e ía ”, u n conj unt o de “logoi” ( r a zona m ie nt os, t e x t os…) de t e m a com ún, posible m e nt e e n for m a de “cua de r nos de cur so” r e da ct a dos por Ar ist ót e le s pa r a e l de ba t e e n e l Lice o a l m odo de los “pa pe r s” e n la s unive r sida de s a nglosa j ona s. OBJETI VO D E LA ÉTI CA: EL BI EN D EL H OM BRE O LA FELI CI D AD 1 www.alcoberro.info 1. I n t r odu cción : t oda a ct ivida d h u m a n a t ie n e u n fin El bie n com o obj e t o de la in ve st iga ción é t ica . La a cción m or a l, com o t oda pr oducción, t ie nde a su fin com o a un bie n. [ 1094a] Todo art e y t oda invest igación e, igualm ent e, t oda acción y libre elección parecen t ender a algún bien, por est o se ha m anifest ado, con razón, que el bien es aquello hacia lo que t odas las cosas t ienden. Sin em bar go, es evident e que hay algunas diferencias ent re los fines, pues unos son act ividades y los ot ros obras apart e de las act ividades; en los casos en que hay algunos fines apart e de las acciones, las obras son nat uralm ent e preferibles a las act ividades. 1 M u lt iplicida d y j e r a r quía de los bie ne s Pero com o hay m uchas acciones, art es y ciencias, m uchos son t am bién los fines; en efect o, el fin de la m edicina es la salud; el de la const rucción naval, el navío; el de la est rat egia, la vict oria; el de la econom ía, la riqueza. Pero cuant as de ellas est án subordinadas a una sola facult ad ( com o la fabricación de frenos y t odos los ot ros arreos de los caballos se subordinan a la equit ación, y, a su vez, ést a y t oda act ividad guerrera se subordinan a la est rat egia, y del m ism o m odo ot ras art es se subordinan a ot ras diferent es) , en t odas ellas los fines de las principales son preferibles a los de las subordinadas, ya que es con vist as a los prim eros com o se persiguen los segundos. Y no im port a que los fines de las acciones sean las act ividades m ism as o algo difer ent e de ellas, com o ocur r e en las ciencias m encionadas. 2. La é t ica for m a pa r t e de la polít ica Ex ist e un fin últ im o o bie n supr e m o que e s e l m á x im o bie n Si, pues, ent re las cosas que hacem os hay algún fin que queram os por sí m ism o, y las dem ás cosas por causa de él, y lo que elegim os no est á det erm inado por ot ra cosa - - pues así el proceso seguiría hast a el infinit o, de suert e que el deseo sería vacío y vano- - , es evident e que est e fin será lo bueno y lo m ej or. ¿No es verdad, ent onces, que el conocim ient o de est e bien t endrá un gran peso en nuest ra vida y que, com o aquellos que apunt an a un blanco, alcanzaríam os m ej or el que debem os alcanzar? Si es así, debem os int ent ar det erm inar bien y a cuál de las ciencias o facult ades pert enece. esquem át icam ent e al m enos, cuál es est e La polít ica , cie ncia de l bie n supr e m o: e l m á x im o bie n e s la polít ica Parecería que ha de ser la suprem a y direct iva en grado sum o. Ést a es, m anifiest am ent e, la polít ica. En efect o, ella es la que regula qué ciencias 1 Las act ividades cuyo fin son ellas m ism as son super ior es por que son m ás suficient es; per o cuando hay una obr a com o fin de la act ividad, ést a es quer ida por la obr a, y, por consiguient e, est a últ im a es super ior . 2 son necesarias en las ciudades y cuáles ha de aprender cada uno y hast a qué ext rem o. Vem os, adem ás, que las facult ades m ás est im adas le est án subordinadas, com o la est rat egia, la econom ía, la ret órica. Y puest o que la polít ica se sirve de las dem ás ciencias y prescribe, adem ás, qué se debe hacer y qué se debe evit ar, el fin de ella incluirá los fines de las dem ás ciencias, de m odo que const it uirá el bien del hom bre. El bie n público supe r ior a l pr iva do y ga r a nt ía de é st e ( r e spue st a a u n a obj e ción ) Pues aunque sea el m ism o el bien del individuo y el de la ciudad, es evident e que es m ucho m ás grande y m ás perfect o alcanzar y salvaguardar el de la ciudad; porque procurar el bien de una persona es algo deseable, pero es m ás herm oso y divino conseguirlo para un pueblo y para ciudades. A est o, pues, t iende nuest ra invest igación, que es una ciert a disciplina polít ica. 3. La polít ica cie n cia pr á ct ica El m é t odo I : no ha y un r igor com o e l de la lógica Nuest ra exposición será suficient em ent e sat isfact oria, si es present ada t an claram ent e com o lo perm it e la m at eria; porque no se ha de buscar el m ism o rigor en t odos los razonam ient os, com o t am poco en t odos los t rabaj os m anuales. Las cosas nobles y j ust as que son obj et o de la polít ica present an t ant as diferencias y desviaciones, que parecen exist ir sólo por convención y no por nat uraleza. Una inest abilidad así la t ienen t am bién los bienes a causa de los perj uicios que causan a m uchos; pues algunos han perecido a causa de su riqueza, y ot ros por su coraj e. El m é t odo I I : ¿qué t ipo de r a zona m ie nt os pode m os e spe r a r de un filósofo m or a l? Te n ie n do e n cu e n t a qu e la polít ica n o e s u n a cie n cia e x a ct a Hablando, pues, de t ales cosas y part iendo de t ales prem isas, hem os de cont ent arnos con m ost rar la verdad de un m odo t osco y esquem át ico. Y cuando t rat am os de cosas que ocurren generalm ent e y se part e de t ales prem isas, es bast ant e con llegar a conclusiones sem ej ant es. El m é t odo I I I : ¿qué cua lida de s se pue de n e spe r a r de un oye nt e ? Del m ism o m odo se ha de acept ar cada uno de nuest ros razonam ient os; porque es propio del hom bre inst ruido buscar la exact it ud en cada m at eria en la m edida en que la adm it e la nat uraleza del asunt o; evident em ent e, t an absurdo seria acept ar que un m at em át ico em pleara la persuasión com o exigir de un ret ór ico dem ost r aciones. El m é t odo I V: ¿por qué la é t ica no e s m a t e r ia a pr opia da a la j uve nt ud? Por ot ra part e, cada uno j uzga bien aquello que conoce, y de est as cosas es un buen j uez; pues, en cada m at eria, j uzga bien el inst ruido en ella, y de 3 una m anera absolut a, el inst ruido en t odo. Así, cuando se t rat a de la polít ica, el j oven no es un discípulo apropiado, ya que no t iene experiencia de las acciones de la vida, y los razonam ient os part en de ellas y versan sobre ellas; adem ás, siendo dócil a sus pasiones, aprenderá en vano y sin provecho, puest o que el fin de la polít ica no es el conocim ient o, sino la acción. Y poco im port a si es j oven en edad o de caráct er j uvenil; pues el defect o no radica en el t iem po, sino en vivir y procurar t odas las cosas de acuer do con la pasión. Cor ola r io m e t ódico: no ba st a e l conocim ie nt o cor r e ct a m e nt e : e s ne ce sa r ia la fir m e za de ca r á ct e r pa r a a ct ua r Para t ales personas, el conocim ient o result a inút il, com o para los incont inent es; en cam bio, para los que orient an sus afanes y acciones según la razón, el saber acerca de est as cosas será m uy provechoso. Y bast e est o com o int roducción sobre el discípulo, el m odo de recibir las enseñanzas y el obj et o de nuest ra invest igación. 4. D ive r ge n cia s a ce r ca de la n a t u r a le za de la fe licida d Puest o que t odo conocim ient o y t oda elección t ienden a algún bien, volvam os de nuevo a plant earnos la cuest ión: cuál es la m et a a que la polít ica aspira y cuál es el bien suprem o ent re t odos los que pueden realizarse. La fe licida d, bie n su pr e m o. H a y a cu e rdo sobr e e l n om br e de l bie n supr e m o y de sa cue r do sobr e su na t ur a le za . Sobre su nom bre, casi t odo el m undo est á de acuerdo, pues t ant o el vulgo com o los cult os dicen que es la felicidad, 2 y piensan que vivir bien y obrar bien es lo m ism o que ser feliz. Pero sobre lo que es la felicidad discut en y no lo explican del m ism o m odo el vulgo y los sabios. Pues unos creen que es alguna de las cosas t angibles y m anifiest as com o el placer, o la riqueza, o los honores; ot ros, ot ra cosa; m uchas veces, incluso, una m ism a persona opina cosas dist int as: si est á enferm a, piensa que la felicidad es la salud; si es pobre, la riqueza; los que t ienen conciencia de su ignorancia adm iran a los que dicen algo grande y que est á por encim a de ellos. Alu sión a la t e or ía pla t ón ica de l bie n y a su m é t odo Pero algunos creen que, apart e de t oda est a m ult it ud de bienes, exist e ot ro bien en sí y que es la causa de que t odos aquéllos sean bienes. 3 Per o quizá es inút il exam inar a fondo t odas las opiniones, y bast a con exam inar las predom inant es o que parecen t ener alguna razón. 2 En est e cont ext o apar ece la palabr a “ eudaim onía” en su sent ido m ás gener al, j ust am ent e aquel que conviene a t odos. El t em a de la ét ica a Nicóm aco ser á en buena par t e est ablecer la ver dader a significación de esa palabr a. 3 Obvia r efer encia a Plat ón, cont r a quien Ar ist ót eles niega la univocidad del Bien. De acuer do con la Met afísica ar ist ot élica el Bien, com o el Ser , se dice de m uchas m aner as. En el or den de la sust ancia o ousia, el Ser es Dios o el int elect o, en la cualidad el Ser significa las vir t udes ( aret ai) , en la cant idad la m esura ( m et ron) , en la r elación lo út il y en el t iem po, la ocasión ( kairós) . El Bien, com o t odo Ser se expr esa según las cat egor ías. 4 No olvidem os, sin em bargo, que los razonam ient os que part en de los principios difieren de los que conducen a ellos. En efect o, t am bién Plat ón suscit aba, con razón, est e problem a e inquiría si la invest igación ha de par t ir de los principios o rem ont arse hacia ellos, así com o, en el est adio, uno ha de correr desde los j ueces hacia la m et a o al revés. No hay duda de que se ha de em pezar por las cosas m ás fáciles de conocer; pero ést as lo son en dos sent idos: unas, para nosot ros; las ot ras, en absolut o. El conocim ie nt o m or a l é t ico- polít ico pr e supone una bue na for m a ción Debem os, pues, quizá, em pezar por las m ás fáciles de conocer para nosot ros. Por est o, para ser capaz de ser un com pet ent e discípulo de las cosas buenas y j ust as y, en sum a, de la polít ica, es m enest er que haya sido bien conducido por sus cost um bres. Pues el punt o de part ida es el qué, 4 y si est o est á suficient em ent e claro no habrá ninguna necesidad del porqué. Un hom bre así t iene ya o puede fácilm ent e adquirir los principios. Pero aquel que no posee ninguna de est as cosas, escuche las palabras de Hesíodo: «El m ej or de t odos los hom bres es el que por sí m ism o [ com prende t odas las cosas] , es bueno, asim ism o, el que hace caso al que bien le aconsej ar; pero el que ni com prende por sí m ism o ni lo que escucha a ot ro ret iene en su m ent e, ést e, en cam bio, es un hom bre inút il» ( Trabaj os y Días, 291 y ss.) 5. Los 3 pr in cipa le s m odos de vida , se gú n la s opin ion e s cor r ie n t e s D ife r e nt e s conce pcione s de la fe licida d se gún los dist int os gé ne r os de vida : 1 .- la vida de l pla ce r Pero sigam os hablando desde el punt o en que nos desviam os. No es sin razón que los hom bres parecen ent ender el bien y la felicidad part iendo de los diversos géneros de vida. Así el vulgo y los m ás groseros los ident ifican con el placer, y, por eso, am an la vida volupt uosa - - los pr incipales m odos de vida son, en efect o, t res: la que acabam os de decir, la polít ica, y, en t ercer lugar, la cont em plat iva- - . La generalidad de los hom bres se m uest ran del t odo serviles al preferir una vida de best ias, pero su act it ud t iene algún fundam ent o porque m uchos de los que est án en puest os elevados com part en los gust os de Sardanápalo. 5 4 Es decir : los hechos. Rey de Asir ia, del siglo I X a.C., t am bién conocido com o Asur banipal, fam oso por sus vicios y su v ida de placer es desor denados; según una leyenda se ar r oj ó a una hoguer a con sus m uj er es, esclavos y t esor os en su palacio de Nínive, cuando la ciudad fue t om ada. 5 5 D ife r e nt e s conce pcione s de la fe licida d se gún los dist int os gé ne r os de vida : 2 .- la vida de la polít ica y los honor e s En cam bio, los m ej or dot ados y los act ivos creen que el bien son los honores, pues t al es ordinariam ent e el fin de la vida polít ica. Pero, sin duda, est e bien es m ás superficial que lo que buscam os, ya que parece que radica m ás en los que conceden los honores que en el honrado, y adivinam os que el bien es algo propio y difícil de arrebat ar. 6 Por ot ra part e, esos hom bres parecen perseguir los honores para persuadirse a sí m ism os de que son buenos, pues buscan ser honrados por los hom bres sensat os y por los que los conocen, y por su virt ud; es evident e, pues, que, en opinión de est os hom bres, la virt ud es superior. Cor ola r io, posible r e spue st a a una obj e ción: no ba st a cua lida de s pa r a se r fe liz: ha y que e j e r ce r la s pose e r Tal vez se podría suponer que ést a sea el fin de la vida polít ica; pero salt a a la vist a que es incom plet a, ya que puede suceder que el que posee la virt ud est é dorm ido o inact ivo durant e t oda su vida, y, adem ás, padezca grandes m ales y grandes infort unios; y nadie j uzgar á feliz al que viva así, a no ser para defender esa t esis. 7 Y bast a sobre est o, pues ya hem os hablado suficient em ent e de ello en nuest ros escrit os enciclopédicos. D ife r e nt e s conce pcione s de la fe licida d se gún los dist int os gé ne r os de vida : 3 .- la vida t e or é t ica o cont e m pla t iva El t ercer m odo de vida es el cont em plat ivo, que exam inarem os m ás adelant e. 8 Adición pr oducida e n e l de ba t e : la vida de lucr o En cuant o a la vida de negocios, es algo violent o, y es evident e que la riqueza no es el bien que buscam os, pues es út il en orden a ot ro. Por ello, uno podría considerar com o fines los ant es m encionados, 9 pues ést os se quieren por sí m ism os, pero es evident e que t am poco lo son, aunque m uchos argum ent os han sido form ulados sobre ellos. Dej ém osles, pues. 6. Re fu t a ción de la ide a pla t ón ica de l Bie n : n o h a y ide a u n ive r sa l de t odos los bie n e s 6 El r azonam ient o, un t ant o elípt ico, es el siguient e; la felicidad o el bien es algo que debe poseer cada uno por sí m ism o, sin necesidad de esper ar a que se lo den ot r os; ahor a bien, los honor es sólo se t ienen si alguien aj eno los da: luego los honor es no son bienes en el est r ict o sent ido del t ér m ino. 7 “ Tesis” es un t ér m ino t écnico en Ar ist ót eles; en su Lógica, una “ t esis” es una t om a de post ur a que apar t a de la opinión dom inant e. 8 En r ealidad no se plant ea la cuest ión hast a el Libr o X. de la obr a. Conviene ver que est e t ext o t iene un doble nivel r edaccional. Posiblem ent e Ar ist ót eles escr ibió pr im er o un t ext o que luego fue enm endado, sea por él m ism o o por sus discípulos, at endiendo a obj eciones pr esent adas confor m e se desar r ollaba el debat e en el Liceo. Podem os im aginar que en el debat e sur gían obj eciones que se incor por aban al m anuscr it o hast a quedar fij adas en él. 9 Es decir , los placer es y los honor es 6 Quizá sea m ej or exam inar la noción del bien universal y pregunt arnos qué quiere decir est e concept o, aunque est a invest igación nos result e difícil por ser am igos nuest ros los que han int roducido las ideas. Parece, sin em bargo, que es m ej or y que debem os sacrificar incluso lo que nos es propio, cuando se t rat a de salvar la verdad, especialm ent e siendo filósofos; pues, siendo am bas cosas queridas, es j ust o preferir la verdad. Cr ít ica de la t e or ía de la s for m a s subst a ncia le s Los que int roduj eron est a doct rina no form ularon ideas sobre las cosas en las que se est ablecía un orden de prioridad y post erioridad ( y, por eso, no crearon una idea de los núm eros) ; pero el bien se dice en la sust ancia y en la cualidad y en la r elación; ahor a bien, lo que exist e por sí m ism o y es sust ancia es ant erior por nat uraleza a la relación ( que parece una ram ificación y accident e del ent e) , de m odo que no podrá haber una idea com ún a am bas. Con t r a Pla t ón I : e l bie n no pue de se r único pue s se e x pr e sa e n dife r e nt e s ca t e gor ía s Adem ás, puest o que la palabra «bien» se em plea en t ant os sent idos com o la palabra «ser» ( pues se dice en la cat egoría de sust ancia, com o dios y el int elect o; en la de cualidad, las virt udes; en la de cant idad, la j ust a m edida; en la de relación, lo út il; en la de t iem po, la oport unidad; en la de lugar, el hábit at , y así sucesivam ent e) , es claro que no podría haber una noción com ún universal y única; porque no podría ser usada en t odas las cat egorías, sino sólo en una. Por ot ra part e, puest o que de las cosas que son según una sola idea hay una sola ciencia, t am bién habría una ciencia de t odos los bienes. Ahora bien, en cam bio, hay m uchas ciencias, incluso de los bienes que caen baj o una sola cat egor ía; así, la ciencia de la oport unidad, en la guerra es la est rat egia, y en la enferm edad, la m edicina; y la de la j ust a m edida, en la alim ent ación es la m edicina, y en los ej ercicios físicos, la gim nasia. Con t r a Pla t ón I I : la for m a e n sí y e l individuo que la pose e no se dife r e ncia n e n cua nt o a su de finición Uno podría t am bién pregunt arse qué quiere decir con «cada cosa en sí m ism a»; si, por ej em plo, la definición de hom bre es una y la m ism a, ya se aplique al hom br e en sí m ism o y a un hom bre individual; pues en cuant o hom bre, en nada difieren; y si es así, t am poco en cuant o a bien. Ni t am poco por ser et erno sería m ás bien, pues un blanco que dura m ucho t iem po no lo es m ás que el que dura un solo día. Los pit ágoricos parece que dan una opinión m ás verosím il sobre est a cuest ión, al colocar lo uno en la serie de los bienes, y Espeusipo10 parece seguirlos. Pero dej em os est a m at eria para ot ra discusión. Adición pr oducida e n e l de ba t e : conce sión a l pla t onism o 10 Euspesipo, discípulo de Plat ón, pr im er escoliar ca de la Academ ia después de la m uer t e de su fundador ( de 348 a 339) . De fondo se per cibe la convicción ar ist ot élica según la cual Plat ón es, en lo básico, un pit agór ico. 7 Se puede suscit ar una obj eción acerca de lo dicho porque los argum ent os de los plat ónicos no incluyen t odos los bienes, sino que se dicen según una sola especie los que se buscan y am an por sí m ism os, m ient ras que los bienes que los producen o los defienden de algún m odo o im piden sus cont rarios se dicen por referencia a ést os y de ot ra m anera. Es evident e, pues, que los bienes pueden decirse de dos m odos: unos por sí m ism os y ot ros por ést os. Separando, pues, de los bienes út iles los que son bienes por sí m ism os, considerem os si ést os se dicen según una sola idea. D e t e r m ina ción de los supue st os bie ne s e n sí Pero ¿qué bienes hay que colocar en la clase de bienes por sí m ism os? ¿Acaso cuant os buscam os, incluso aislados, com o el pensar y el ver y algunos placeres y honores? Pues t odos ést os, aunque los busquem os por ot ra cosa, podrían considerarse, con t odo, com o bienes por sí m ism os. N o ha y ide a de “bie n” e n sí m ism o ¿O sólo se ha de considerar com o bien en sí la I dea < del bien> ? En est e caso las especies del bien exist ir ían en vano. Si, por ot ra part e, aquellos son bienes por sí m ism os, aparecerá por necesidad en t odos ellos la m ism a noción del bien, com o la noción de blancura en la nieve y en la cerusa. Plu r a lida d de los bie n e s y a n a logía : e l t é r m in o “bie n” e s a ná logo y n o u n ívoco Pero las nociones de honor, prudencia y placer son ot ras y diferent es, precisam ent e, en t ant o que bienes; por t ant o, no es el bien algo com ún en virt ud de una idea. Ent onces ¿en qué m anera est as cosas son llam adas bienes? Porque no se parecen a las cosas que son hom ónim as por azar . ¿Acaso por proceder de un solo bien o por t ender t odas al m ism o fin, o m ás bien por analogía? Com o la vist a en el cuerpo, la int eligencia en el alm a, y así sucesivam ent e. Pero acaso debem os dej ar est o por ahora, porque una det allada invest igación de est a cuest ión sería m ás propia de ot ra disciplina filosófica. Un bie n a se quible no pue de una r e a lida d ce r r a da e n sí m ism a Y lo m ism o podríam os decir acerca de la I dea, pues si el bien predicado en com ún acerca de varias cosas es realm ent e uno, o algo separado que exist e por sí m ism o, el hom bre no podría realizarlo ni adquirirlo; y lo que buscam os ahora es algo de est a nat uraleza. Pero, quizás, alguien podría pensar que conocer el bien sería m uy út il para alcanzar los bienes que se pueden adquirir y realizar, porque poseyendo est e m odelo conocerem os t am bién m ej or nuest ros bienes, y conociéndolos los logr ar em os. Ca da sa be r pr á ct ico se ocupa e x clusiva m e nt e de bie ne s concr e t os Est e argum ent o no dej a, sin duda, de ser verosím il; pero parece est ar en desacuerdo con las ciencias; t odas, en efect o, aspiran a algún bien, y buscando lo que les falt a descuidan el conocim ient o del bien m ism o. Y, ciert am ent e, no es razonable que t odos los t écnicos desconozcan una ayuda 8 t an im port ant e y ni siquiera la busquen. Adem ás, no es fácil ver qué provecho sacarán para su art e el t ej edor o el carpint ero de conocer el Bien en sí, o cóm o podría ser m ej or m édico o m ej or general el que haya cont em plado est a idea. Es evident e que el m édico no considera así la salud, sino la salud del hom bre, o, m ás bien aún, la de est e hom bre, ya que cura a cada individuo. Y bast a con lo dicho sobre est as cosas. 7. Esbozo de la de fin ición de bie n su pr e m o: e l bie n de l h om br e e s u n fin e n sí m ism o, pe r fe ct o y su ficie n t e Pero volvam os de nuevo al bien obj et o de nuest ra invest igación e indaguem os qué es. Porque parece ser dist int o en cada act ividad y en cada art e: uno es, en efect o, en la m edicina, ot ro en la est rat egia, y así sucesivam ent e. ¿Cuál es, por t ant o, el bien de cada una? ¿No es aquello a causa de lo cual se hacen las dem ás cosas? Est o es, en la m edicina, la salud; en la est rat egia, la vict oria; en la arquit ect ura, la casa; en ot ros casos, ot ras cosas, y en t oda acción y decisión es el fin, pues es con vist as al fin corno t odos hacen las dem ás cosas. De suert e que, si hay algún fin de t odos los act os, ést e será el bien realizable, y si hay varios, serán ést os. Nuest ro razonam ient o, a pesar de las digresiones, vuelve al m ism o punt o; pero debem os int ent ar aclarar m ás est o. El fin m á s pe r fe ct o que los m e dios Puest o que parece que los fines son varios y algunos de ést os los elegim os por ot ros, com o la riqueza, las flaut as y, en general, los inst rum ent os, es evident e que no son t odos perfect os, pero lo m ej or parece ser algo perfect o. Por consiguient e, si hay sólo un bien perfect o, ése será el que buscam os, y si hay varios, el m ás perfect o de ellos. El bie n e s e l fin últ im o, que se busca por sí m ism o, e s de cir , consist e e n la fe licida d Ahor a bien, al que se busca por sí m ism o le llam am os m ás perfect o que al que se busca por ot ra cosa, y al que nunca se elige por causa de ot ra cosa, lo consideram os m ás perfect o que a los que se eligen, ya por sí m ism os, ya por ot ra cosa. Sencillam ent e, llam am os perfect o lo que siem pre se elige por sí m ism o y nunca por ot ra cosa. Tal parece ser, sobre t odo, la felicidad pues la elegim os por ella m ism a y nunca por ot ra cosa, m ient ras que los honores, el placer, la int eligencia y t oda virt ud, los deseam os en verdad, por sí m ism os ( puest o que desearíam os t odas est as cosas, aunque ninguna vent aj a result ara de ellas) , pero t am bién los deseam os a causa de la felicidad, pues pensam os que gracias a ellos serem os felices. En cam bio, nadie busca la felicidad por est as cosas, ni en general por ninguna ot ra. La a u t a r qu ía [ a u t osuficie ncia ] : e l bie n e s lo que a se gur a nue st r a a ut osuficie ncia Parece que t am bién ocurre lo m ism o con la aut arquía, pues el bien perfect o parece ser suficient e. Decim os suficient e no en relación con uno m ism o, con 9 el ser que vive una vida solit aria, sino t am bién en relación con los padres, hij os y m uj er, y, en general, con los am igos y conciudadanos, puest o que el hom bre es por nat uraleza un ser social. No obst ant e, hay que est ablecer un lim it e en est as relaciones, pues ext endiéndolas a los padres, descendient es y am igos de los am igos, se ir ía hast a el infinit o. Per o est a cuest ión la exam inarem os luego. Consideram os suficient e lo que por sí solo hace deseable la vida y no necesit a nada, y cr eem os que t al es la felicidad. Es lo m ás deseable de t odo, sin necesidad de añadirle nada, pero es evident e que result a m ás deseable, si se le añade el m ás pequeño de los bienes, pues la adición origina una superabundancia de bienes, y, ent re los bienes, el m ayor es siem pre m ás deseable. Es m anifiest o, pues, que la felicidad es algo perfect o y suficient e, ya que es el fin de los act os. La fe licida d, a ct ivida d e spe cífica de l se r hum a no Decir que la felicidad es lo m ej or parece ser algo unánim em ent e reconocido, pero, con t odo, es deseable exponer aún con m ás claridad lo que es. Acaso se conseguiría est o, si se lograra capt ar la función del hom bre. En efect o, com o en el caso de un flaut ist a, de un escult or y, de t odo art esano, y en general de los que realizan alguna función o act ividad parece que lo bueno, y el bien est án en la función, así t am bién ocur r e, sin duda, en el caso del hom bre, si hay alguna función que le es propia. ¿Acaso exist en funciones y act ividades propias del carpint ero, del zapat ero, pero ninguna del hom bre, sino que ést e es por nat uraleza inact ivo? ¿O no es m ej or adm it ir que así com o parece que hay alguna función propia del oj o y de la m ano y del pie, y en general de cada uno de los m iem bros, así t am bién pert enecería al hom bre alguna función apart e de ést as? ¿Y cuál, precisam ent e, será est a función? El vivir, en efect o, parece t am bién com ún a las plant as, y aquí buscam os lo pr opio. Debem os, pues, dej ar de lado la vida de nut rición y crecim ient o. Seguiría después la sensit iva, pero parece que t am bién ést a es com ún al caballo, al buey y a t odos los anim ales. Rest a, pues, ciert a act ividad propia del ent e que t iene razón. Pero aquél, por una part e, obedece a la razón, y por ot ra, la posee y piensa. Y com o est a vida racional t iene dos significados, hay que t om arla en sent ido act ivo, pues parece que prim ordialm ent e se dice en est a acepción. Si, ent onces, la función propia del hom bre es una act ividad del alm a según la r azón, o que im plica la r azón, y si, por ot r a par t e, decim os que est a función es específicam ent e propia del hom bre y del hom bre bueno, com o el t ocar la cít ara es propio de un cit arist a y de un buen cit arist a, y así en t odo añadiéndose a la obra la excelencia queda la virt ud ( pues es propio, de un cit arist a t ocar la cít ara y del buen cit arist a t ocarla bien) , siendo est o así, decim os que la función del hom bre es una ciert a vida, y ést a es una act ividad del alm a y unas acciones razonables, y la del hom bre bueno est as m ism as cosas bien y herm osam ent e, y cada uno se realiza bien según su pr opia vir t ud. D e finición de la fe licida d: la a ct ivida d bie n he cha e s la que se r e a liza se gú n la vir t u d 10 Y si est o es así, result a que el bien del hom bre es una act ividad del alm a de acuerdo con la virt ud, y si las virt udes son varias, de acuerdo con la m ej or y m ás perfect a, y adem ás en una vida ent era. Porque una golondrina no hace verano, ni un solo día, y así t am poco ni un solo día ni un inst ant e bast an para hacer vent uroso y feliz. Sirva lo que precede para describir el bien, ya que, t al vez, se debe hacer su bosquej o ant es de describirlo con det alle. Parece que t odos podrían cont inuar y com plet ar lo que est á bien bosquej ado, pues el t iem po es buen descubridor y coadyuvant e en t ales m at erias. De ahí han surgido los progresos de las art es, pues cada uno puede añadir lo que falt a. N o t odos los sa be r e s t ie ne n e l m ism o gr a do de e x a ct it ud Pero debem os t am bién recordar lo que llevam os dicho y no buscar del m ism o m odo el rigor en t odas las cuest iones, sino, en cada una según la m at eria que subyazga a ellas y en un grado, apropiado a la part icular invest igación. Así, el carpint ero y el geóm et ra buscan de dist int a m anera el ángulo rect o: uno, en cuant o es út il para su obra; el ot ro busca qué es o qué propiedades t iene, pues aspira a cont em plar la verdad. Lo m ism o se ha de hacer en las dem ás cosas y no perm it ir que lo accesorio dom ine lo principal. Tam poco se ha de exigir la causa por igual en t odas las cuest iones; pues en algunos casos es suficient e indicar bien el hecho, com o cuando se t rat a de los principios, ya que el hecho es prim ero y principio. I m por t a ncia de de t e r m ina r bie n e l pr incipio de ca da conocim ie nt o Y de los principios, unos se cont em plan por inducción, ot ros por percepción, ot ros m ediant e ciert o hábit o, y ot ros de diversa m anera. Por t ant o, debem os int ent ar present ar cada uno según su propia nat uraleza y se ha de poner la m ayor diligencia en definirlos bien, pues t ienen gran im port ancia para lo que sigue. Parece, pues, que el principio es m ás de la m it ad del t odo, y que por él se hacen evident es m uchas de las cuest iones que se buscan. 8. La fe licida d e s u n a a ct ivida d de a cu e r do con la vir t u d Se ha de consider ar , por t ant o, la definición de la felicidad, no sólo desde la conclusión y las prem isas, sino t am bién a part ir de lo que se dice acerca de ella, pues con la verdad concuerdan t odos los, dat os, pero con lo falso pr ont o discrepan. La fe licida d, bie n de l a lm a . Acue r do de la posición a r ist ot é lica con la división clá sica de los bie ne s Divididos, pues, los bienes en t res clases: los llam ados ext eriores, los del alm a y los del cuer po, decim os que los del alm a son los m ás im port ant es y los bienes por excelencia, y las acciones y las act ividades aním icas las 11 referim os al alm a. Así nuest ra definición debe ser correct a, al m enos en relación con est a doct rina que es ant igua y acept ada por los filósofos. Es t am bién correct o decir que el fin consist e en ciert as acciones y act ividades, pues así se desprende de los bienes del alm a y no de los ext eriores. I de nt ida d de la fe licida d con la vida bue na Concuerda t am bién con nuest ro razonam ient o el que el hom bre feliz vive bien y obr a bien, pues a est o es, poco m ás o m enos, a lo que se llam a buena vida y buena conduct a. Es evident e, adem ás, que t odas las condiciones requeridas para la felicidad se encuent ran en nuest ra definición. En efect o, a unos les parece que es la virt ud, a ot ros la prudencia, a ot ros una ciert a sabiduría, a ot ros, est as m ism as cosas o algunas de ellas, acom pañadas de placer o sin él; ot ros incluyen, adem ás, la prosperidad m at erial. De est as opiniones, unas son sust ent adas por m uchos y ant iguos; ot r as, por pocos, per o ilust res; y es poco razonable suponer que unos y ot ros se han equivocado del t odo, ya que al m enos en algún punt o o en la m ayor part e de ellos han acert ado. Nuest ro razonam ient o est á de acuerdo con los que dicen que la felicidad es la vir t ud o alguna clase de virt ud, pues la act ividad conform e a la virt ud es una act ividad propia de ella. Pero quizás hay no pequeña diferencia en poner el bien suprem o en una posesión o en un uso, en un m odo de ser o en una act ividad. La fe licida d, ¿e st a do ha bit ua l o e j e r cicio a ct ivo? Porque el m odo de ser puede est ar present e sin producir ningún bien, com o en el que duerm e o est á inact ivo por cualquier ot ra razón, pero con la act ividad est o no es posible, ya que ést a act uará necesariam ent e y act uará bien. Y así com o en los Juegos Olím picos no son los m as her m osos ni los m ás fuert es los que son coronados, sino los que com pit en ( pues algunos de ést os vencen) , así t am bién en la vida los que act úan rect am ent e alcanzan las cosas buenas y herm osas; y la vida de ést os es por sí m ism a agradable. La fe licida d e x ige e l pla ce r pe r o va m á s a llá Porque el placer es algo que pert enece al alm a, y para cada uno es placent ero aquello de lo que se dice aficionado, com o el caballo para el que le gust an los caballos, el espect áculo para el am ant e de los espect áculos, y del m ism o m odo t am bién las cosas j ust as para el que am a la j ust icia, y en general las cosas virt uosas gust an al que am a la virt ud. Ahora bien, para la m ayoría de los hom bres los placeres son obj et o de disput a, porque no lo son por nat uraleza, m ient ras que las cosas que son por nat uraleza agradables son agradables a los que am an las cosas nobles. Tales son las acciones de acuerdo con la virt ud, de suert e que son agradables para ellos y por sí m ism as. La vir t ud va unida a l pla ce r que a com pa ña a la s bue na s a ccione s Así la vida de est os hom bres no necesit a del placer com o de una especie de añadidura, sino que t iene el placer en sí m ism a. Añadam os que ni siquiera es bueno el que no se com place en las acciones buenas, y nadie llam ará j ust o al que no se com place en la práct ica de la j ust icia, ni libre al que no 12 goza en las acciones liberales, e igualm ent e en t odo lo dem ás. Si est o es así, las acciones de acuerdo con la virt ud serán por sí m ism as agradables. Y t am bién serán buenas y herm osas, y am bas cosas en sum o grado, si el hom bre virt uoso j uzga rect am ent e acerca de t odo est o, y j uzga com o ya hem os dicho. La fe licida d sum a de lo be llo, lo bue no y lo a gr a da ble La felicidad, por consiguient e, es lo m ej or , lo m ás her m oso y lo m ás agradable, y est as cosas no est án separadas com o en la inscripción de Delos: "Lo m ás herm oso es lo m ás j ust o, lo m ej or, la salud. Pero lo m ás agradable es lograr lo que uno am a". 11 Todos est os rasgos pert enecen a las act ividades m ej ores; y la m ej or de t odas ést as decim os que es la felicidad. N e ce sida d de los bie ne s e x t e r nos Pero es evident e que la felicidad necesit a t am bién de los bienes ext ernos, com o dij im os; pues es im posible o no es fácil hacer el bien cuando no se cuent a con recursos. Muchas cosas, en efect o, se hacen por m edio de los am igos o de la riqueza o el poder polít ico, com o si se t rat ase de inst rum ent os; pero la carencia de algunas cosas, com o la nobleza de linaj e, buenos hij os y belleza, em pañan la dicha; pues uno que fuera de sem blant e feísim o o m al nacido o solo y sin hij os, no podr ía ser feliz del t odo, y quizá m enos aún aquel cuyos hij os o am igos fueran com plet am ent e m alos, o, siendo buenos, hubiesen m uert o. Ent onces, com o hem os dicho, la felicidad parece necesit ar t am bién de t al prosperidad, y por est a razón algunos ident ifican la felicidad con la buena suert e, m ient ras que ot ros la ident ifican con la vir t ud. 9. La fe licida d y la bu e n a su e r t e – o la pr opia in icia t iva Re solución de un de ba t e clá sico: ¿Es la fe licida d un don o se logr a con e sfu e r zo?, ¿pue de a pr e nde r se la vir t ud? De ahí surge la dificult ad de si la felicidad es algo que puede adquirirse por el aprendizaj e o por la cost um bre o por algún ot ro ej ercicio, o si sobreviene por algún dest ino divino o incluso por suert e. Pues si hay alguna ot ra dádiva que los hom bres reciban de los dioses, es razonable pensar que la felicidad sea un don de los dioses, especialm ent e por ser la m ej or de las cosas hum anas. Pero quizás est e problem a sea m ás propio de ot ra invest igación. Con t odo, aun cuando la felicidad no sea enviada por los dioses, sino que sobrevenga m ediant e la virt ud y ciert o aprendizaj e o ej ercicio, parece ser el 11 I nscr ipción en el t em plo de Let o en Delos, que Ar ist ót eles r ecoge t am bién al pr incipio de la Ét ica a Nicóm aco. 13 m ás divino de los bienes, pues el prem io y el fin de la virt ud es lo m ej or y, evident em ent e, algo divino y vent uroso. Toda pe r sona ca pa z de a dquir ir la vir t ud pue de logr a r la fe licida d Adem ás, es com part ido por m uchos hom bres, pues por m edio de ciert o aprendizaj e y diligencia lo pueden alcanzar t odos los que no est án incapacit ados para la virt ud. Pero si es m ej or que la felicidad sea alcanzada de est e m odo que por m edio de la fort una, es razonable que sea así, ya que las cosas que exist en por nat uraleza se realizan siem pre del m ej or m odo posible, e igualm ent e las cosas que proceden de un art e, o de cualquier causa y, principalm ent e, de la m ej or. Pero confiar lo m ás grande y lo m ás herm oso a la fort una sería una gran incongruencia. La fe licida d, bie n int r ínse co de l a lm a La respuest a a nuest ra búsqueda t am bién es evident e por nuest ra definición: pues hem os dicho que la felicidad es una cier t a act ividad del alm a de acuerdo con la virt ud. De los dem ás bienes, unos son necesarios, ot ros son por nat uraleza auxiliares y út iles com o inst rum ent os. Todo est o t am bién est á de acuerdo con lo que dij im os al principio, pues est ablecim os que el fin de la polít ica es el m ej or bien, y la polít ica pone el m ayor cuidado en hacer a los ciudadanos de una ciert a cualidad, est o es, buenos y capaces de acciones nobles. De acuerdo con est o, es razonable que no llam em os feliz al buey, ni al caballo ni a ningún ot r o anim al, pues ninguno de ellos es capaz de part icipar de t al act ividad. La fe licida d r e quie r e m a dur e z y que da r a cubie r t o de de t e r m ina dos in for t u n ios Por la m ism a causa, t am poco el niño es feliz, pues no es capaz t odavía de t ales acciones por su edad; per o algunos de ellos son llam ados felices porque se espera que lo sean en el fut uro. Pues la felicidad requiere, com o dij im os, una virt ud perfect a y una vida ent era, ya que m uchos cam bios y azares de t odo género ocurren a lo largo de la vida, y es posible que el m ás próspero sufra grandes calam idades en su vej ez, com o se cuent a de Príam o en los poem as t royanos, y nadie considera feliz al que ha sido vict im a de t ales percances y ha acabado m iserablem ent e. 10. Con st a n cia de la fe licida d N ue st r a de finición pe r m it e r e solve r e l pr oble m a de Solón: ¿H a y que e spe r a r a l fina l de la vida pa r a pode r de cir si uno ha sido fe liz? Ent onces, ¿no hem os de considerar feliz a ningún hom bre m ient ras viva, sino que será necesario, com o dice Solón, ver el fin de su vida? ¿Y si hem os de est ablecer t al condición, ¿es acaso feliz después de la m uert e? Pero ¿no es est o com plet am ent e absurdo, sobre t odo para nosot ros que decim os que 14 la felicidad consist e en alguna especie de act ividad? Pero si no llam am os feliz al hom bre m uert o - - t am poco Solón quiere decir est o, sino que sólo ent onces se podría considerar vent uroso un hom bre por est ar libre ya de los m ales y los infort unios- - , t am bién eso sería obj et o de discusión, pues parece que para el hom bre m uert o exist en t am bién un m al y un bien, com o exist en, asim ism o, para el que vive, pero no es conscient e de ello, por ej em plo honores, deshonras, prosperidad e infort unio de sus hij os y de sus descendient es en general. Sin em bargo, est o present a t am bién una dificult ad, pues si un hom bre ha vivido una vida vent urosa hast a la vej ez y ha m uert o en consonancia con ello, m uchos cam bios pueden ocurrir a sus descendient es, y así algunos de ellos pueden ser buenos y alcanzar la vida que m erecen, y ot ros lo cont rario; porque es evident e que a los que se apart en de sus padres les puede pasar cualquier cosa. Sería, sin duda, absurdo si el m uert o cam biara t am bién con sus descendient es y fuera, ya feliz, ya desgraciado; pero t am bién es absurdo suponer que las cosas de los hij os en nada ni en ningún m om ent o int eresan a los padres. La fe licida d de hoy no que da condiciona da por la s e ve nt ua lida de s de l m a ñ a n a Per o volvam os a la pr im er a dificult ad, ya que quizá por aquello podam os com prender t am bién lo que ahora indagam os. Pues si debem os ver el fin y, ent onces, considerar a cada uno vent uroso no por serlo ahora, sino porque lo fue ant es, ¿cóm o no es absurdo decir que, cuando uno es feliz, en realidad, de verdad, no lo es por no querer declarar felices a los que viven, a causa de la m udanza de las cosas, y por no creer que la felicidad es algo est able, que de ninguna m anera cam bia fácilm ent e, sino que las vicisit udes de la fort una giran sin cesar en t orno a ellos? Porque est á claro que, si seguim os las vicisit udes de la fort una, llam arem os al m ism o hom bre t an pront o feliz com o desgraciado, represent ando al hom bre feliz com o una especie de cam aleón y sin fundam ent os sólidos. Pero en m odo alguno sería correct o seguir las vicisit udes de la fort una, porque la bondad o m aldad de un hom bre no dependen de ellas, aunque, com o dij im os, la vida hum ana las necesit a; pero las act ividades de acuerdo con la virt ud desem peñan el papel principal en la felicidad, y las cont rarias, el cont rario. La const a ncia de la vir t ud, ga r a nt ía de const a ncia pa r a la fe licida d Est e razonam ient o viene confirm ado por lo que ahora discut íam os. En efect o, en ninguna obra hum ana hay t ant a est abilidad com o en las act ividades virt uosas, que parecen m ás firm es, incluso, que las ciencias; y las m ás valiosas de ellas son m ás firm es, porque los hom bres virt uosos viven sobre t odo y m ás cont inuam ent e de acuerdo con ellas. Y ést a parece ser la razón por la cual no las olvidam os. Lo que buscam os, ent onces, pert enecerá al hom bre feliz, y será feliz t oda su vida; pues siem pre o preferent em ent e hará y cont em plará lo que es conform e a la virt ud, y soport ará las vicisit udes de la vida lo m ás noblem ent e y con m oderación en t oda circunst ancia el que es verdaderam ent e bueno y «cuadrilát ero, sin t acha». 12 Sólo la s gr a nde s de sgr a cia s pue de n a t e nua r la fe licida d 12 Met áfor a geom ét r ica de la per fección m or al t om ada de un fr agm ent o del poet a Sim ónides ( fr .4 Diehl) . 15 Pero, com o hay m uchos acont ecim ient os que ocurren por azares de fort una y se dist inguen por su grandeza o pequeñez, es evident e que los de pequeña im port ancia, favorables o adversos, no t ienen m ucha influencia en la vida, m ient r as que los gr andes y num er osos har án la vida m ás vent urosa ( pues por su nat uraleza añaden orden y belleza y su uso es noble y bueno) ; en cam bio, si acont ece lo cont rario, oprim en y corrom pen la felicidad, porque t raen penas e im piden m uchas act ividades. Sin em bargo, t am bién en ést os brilla la nobleza, cuando uno soport a con calm a m uchos y grandes infort unios, no por insensibilidad, sino por ser noble y m agnánim o. Así, si las act ividades r igen la vida, com o dij im os, ningún hom br e vent ur oso llegará a ser desgraciado, pues nunca hará lo que es odioso y vil. El vir t uoso pue de cont r a t ie m pos sa ca r pr ove cho, incluso, de los m a yor e s Nosot ros creem os, pues, que el hom bre verdaderam ent e bueno y prudent e soport a dignam ent e t odas las vicisit udes de la fort una y act úa siem pre de la m ej or m anera posible, en cualquier circunst ancia, com o un buen general em plea el ej ércit o de que dispone lo m ás eficazm ent e posible para la guerra, y un buen zapat ero hace el m ej or calzado con el cuero que se le da, y de la m ism a m aner a que t odos los ot r os ar t ífices. Y si est o es así, el hom bre feliz j am ás será desgraciado, aunque t am poco vent uroso, si cae en los infor t unios de Pr íam o. 13 Pero no será inconst ant e ni t ornadizo, pues no se aparará fácilm ent e de la felicidad, ni por los infort unios que sobrevengan, a no ser grandes y m uchos, después de los cuales no volverá a ser feliz en breve t iem po, sino, en t odo caso, t ras un periodo largo y duradero, en el que se haya hecho dueño de grandes y herm osos bienes. ¿Qué nos im pide, pues, llam ar feliz al que act úa de acuerdo con la vida perfect a y est á suficient em ent e provist o de bienes ext ernos no por algún periodo fort uit o, sino durant e t oda la vida? ¿O hay que añadir que ha de cont inuar viviendo de est a m anera y acabar su vida de m odo análogo, puest o que el fut uro no nos es m anifiest o, y est ablecem os que la felicidad es fin y en t odo absolut am ent e perfect a? Si est o es así, llam arem os vent urosos ent re los vivient es a los que poseen y poseerán lo que hem os dicho, o sea, vent urosos en cuant o hom bres. Y sobre est as cuest iones bast e con lo dicho. 13 Es decir , si es víct im a de las desgr acias que afligier on al últ im o r ey de Tr oya. Ar ist ót eles hace aquí, pr ovisionalm ent e, una dist inción ent r e ser feliz ( eudaím on) , est ado der ivado de la posesión de la vir t ud, y ser dichoso ( m akarios) , com o r esult ado de t ener , adem ás, buena suer t e ( gozar , gr acias a ello de buena salud, placer es cor por ales y r iquezas, por ej em plo) . Lo pr im er o puede dar se sin lo segundo, per o no a la inver sa. 16 11. La fe licida d de los m u e r t os y la bu e n a o m a la su e r t e de los de sce n die n t e s Una dificult a d se cunda r ia : ¿la fe licida d de l hom br e e st á suj e t a a vicisit ude s t r a s de la m ue r t e ? En cuant o a que la suert e de los descendient es y de t odos los am igos no cont ribuya en nada a la sit uación de los m uert os, parece dem asiado host il y cont rario a las opiniones de los hom bres. Pero, puest o que son m uchas y de m uy diversas m aneras las cosas que suceden, y unas nos t ocan m ás de cerca que ot ras, discut ir cada una de ellas seria una t area larga e int erm inable, y quizá sea suficient e t rat arlo en general y esquem át icam ent e. Ahora bien, de la m ism a m anera que de los infort unios propios unos t ienen peso e influencia en la vida, m ient ras que ot ros parecen m ás liger os, así t am bién ocur r e con los de t odos los am igos. Per o ya que los sufrim ient os que afect an a los vivos difieren de los que afect an a los m uert os, m ucho m ás que los delit os y t erribles acciones que suceden en la escena difieren de los que se presuponen en las t ragedias, se ha de concluir que exist e est a diferencia, o quizá, m ás bien, que no se sabe si los m uert os part icipan de algún bien o de los cont rarios. Parece, pues, según est o, que si algún bien o su cont rario llega hast a ellos es débil o pequeño, sea absolut am ent e sea con relación a ellos; y si no, es de t al m agnit ud e índole, que ni puede hacer felices a los que no lo son ni privar de su vent ura a los que son felices. Parece, pues, que la prosperidad de los am igos afect a de algún m odo a los m uert os, e igualm ent e sus desgracias, pero en t al grado y m edida que ni pueden hacer que los felices no lo sean ni ot ra cosa sem ej ant e. 12. La fe licida d, va liosa pe r o n o obj e t o de n o de a la ba n za El e st udio de la fe licida d r e quie r e pr e via m e nt e e l de la vir t ud Exam inadas est as cuest iones, consider em os si la felicidad es una cosa elogiable o, m ás bien, digna de honor; pues est á claro que no es una sim ple facult ad. Parece, en efect o, que t odo lo elogiable se elogia por ser de ciert a índole y por t ener ciert a referencia a algo; y así elogiam os al j ust o y al vir il, y en general al bueno y a la virt ud por sus acciones y sus obras, y al robust o y al ágil, y a cada uno de los dem ás por t ener ciert a cualidad nat ural y servir para algo bueno y virt uoso. 14 Est o es evident e t am bién cuando elogiam os a los dioses, pues aparece com o ridículo asim ilarlos a 14 El pr oblem a que se plant ea Ar ist ót eles es el de si t iene sent ido ident ificar sin m ás el hecho de ser feliz con el de ser m or alm ent e bueno. 17 nosot ros, y est o sucede porque las alabanzas se refieren a algo, com o dij im os. 15 La fe licida d no a dm it e va lor a cione s m or a le s Y si la alabanza es de t al índole, es claro que de las cosas m ej ores no hay alabanza, sino algo m ayor y m ej or. Y ést e parece ser el caso, pues de los dioses decim os que son bienavent urados y felices, y a los m ás divinos de los hom br es los llam am os bienavent ur ados. Hay dos clases de bienes. Unos que son fin en sí m ism os, y ot ros que son bienes inst rum ent ales, es decir, que buscam os a causa de ot ras cosas. A ést os los alabam os, a los prim eros los honram os, com o a los dioses que son fin en sí m ism os. Y así t am bién respect o de los bienes, porque nadie elogia la felicidad corno elogia lo j ust o, sino que la ensalza com o algo m ás divino y m ej or . Y par ece que Eudoxo, 16 con razón, sost uvo la excelencia del placer, pues pensaba que el hecho de no ser elogiado, siendo un bien, indicaba que era superior a las cosas elogiables, del m ism o m odo que Dios y el bien, pues las ot r as cosas est án referidas t am bién a ést as. La vir t ud sí a dm it e va lor a cione s m or a le s Porque el elogio pert enece a la virt ud, ya que por ella los hom bres realizan las nobles acciones, m ient ras que el encom io pert enece a las obras t ant o corporales com o aním icas. Pero, quizá, la precisión en est as m at erias es m ás pr opia de los que se dedican a los encom ios; per o, par a nosot r os, es evident e, por lo que se ha dicho, que la felicidad es cosa perfect a y digna de ser alabada. Y parece que es así t am bién por ser principio, ya que, a causa de ella, t odos hacem os t odas las dem ás cosas, y el pr incipio y la causa de los bienes lo consideram os algo digno de honor y divino. 13. El a lm a , su s pa r t e s y su s vir t u de s El e st udio de la fe licida d r e quie r e pr e via m e nt e e l de la vir t ud Puest o que la felicidad es una act ividad del alm a de acuerdo con la virt ud perfect a, debem os ocuparnos de la virt ud, pues t al vez invest igarem os m ej or lo referent e a la felicidad. Y parece t am bién que el verdadero polít ico se esfuerza en ocuparse, sobre t odo, de la virt ud, pues quiere hacer a los ciudadanos buenos y sum isos a las leyes. Com o ej em plo de ést os t enem os a los legisladores de Cret a y de Lacedem onia y los ot ros sem ej ant es que puedan haber exist ido. Y si est a invest igación pert enece a la polít ica, es evident e que nuest ro exam en est ará de acuerdo con nuest ra int ención 15 Sólo se elogia algo cuando, adm it iendo diver sos gr ados de valor , posee uno r elat ivam ent e elevado. Las cosas que adm it en sólo una cualificación no pueden ser suscept ibles de elogio ni de r epr oche. Tal es el caso de los dioses, cuya nat ur aleza es, por definición, excelent e. 16 Eudoxo de Cnido ( 391- 338 a.C.) discípulo de Plat ón, m at em át ico y ast r ónom o de gr an t r ascendencia ( influyó decisivam ent e en la concepción ar ist ot élica del cosm os) , pr ofesaba una concepción hedonist a de la ét ica. 18 original. Claram ent e es la virt ud hum ana que debem os invest igar, ya que t am bién buscábam os el bien hum ano y la felicidad hum ana. El e st u dio de la vir t ud r e quie r e pr e via m e nt e e l de l a lm a Llam am os vir t ud hum ana no a la del cuer po, sino a la del alm a; y decim os que la felicidad es una act ividad del alm a. Y si est o es así, es evident e que el polít ico debe conocer, en ciert o m odo, los at ribut os del alm a, com o el doct or que cura los oj os debe conocer t am bién t odo el cuerpo, y t ant o m ás cuant o que la polít ica es m ás est im able y m ej or que la m edicina. Ahora bien, los m édicos dist inguidos se afanan por conocer m uchas cosas acerca del cuerpo; así t am bién el polít ico ha de considerar el alm a, pero la ha de considerar con vist as a est as cosas y en la m edida pert inent e a lo que buscam os, pues una m ayor precisión en nuest ro exam en es acaso dem asiado penoso para lo que nos proponem os. La s pa r t e s de l a lm a : lo r a ciona l y lo ir r a ciona l Algunos punt os acerca del alm a han sido t am bién suficient em ent e est udiados en los t rat ados exot éricos, 17 y hay que ser vir se de ellos; por ej em plo, que una part e del alm a es irracional y la ot ra t iene razón. Nada im port a para est a cuest ión si ést as se dist inguen com o las part es del cuerpo y t odo lo divisible, o si son dos para la razón pero nat uralm ent e inseparables, com o lo convexo y lo cóncavo en la circunferencia. La función ve ge t a t iva , com ún a t odos los vivie nt e s De lo irracional, una part e parece com ún y veget at iva, es decir, la causa de la nut rición y el crecim ient o; pues est a facult ad del alm a puede adm it irse en t odos los seres que se nut ren y en los em briones, y ést a m ism a t am bién en los organism os perfect os, pues es m ás razonable que adm it ir cualquier ot ra. Es evident e, pues, que su virt ud es com ún y no hum ana; parece, en efect o, que en los sueños act úa principalm ent e est a part e y est a facult ad, y el bueno y el m alo no se dist inguen durant e el sueño. Por eso, se dice que los felices y los desgraciados no se diferencian durant e m edia vida. Est o es norm al que ocurra, pues el sueño es una inact ividad del alm a en cuant o se dice buena o m ala, except o cuando ciert os m ovim ient os penet ran un poco y, en est e caso, los sueños de los hom bres superiores son m ej ores que los de los hom bres ordinarios. Pero bast a de est as cosas, y dej em os t am bién de lado la part e nut rit iva ya que su nat uraleza no pert enece a la virt ud hum ana. Pero parece que hay t am bién ot ra nat uraleza del alm a que es irracional, per o que part icipa, de alguna m anera, de la razón. Pues elogiam os la razón y la part e del alm a que t iene razón, t ant o en el hom bre cont inent e com o en el incont inent e, ya que le exhort a rect am ent e a hacer lo que es m ej or. Pero t am bién aparece en est os hom bres algo que por su nat ur aleza viola la razón, y est a part e lucha y resist e a la razón. Pues, de la m ism a m anera que los m iem bros paralít icos del cuerpo cuando querem os m overlos hacia la derecha se van en sent ido cont rario hacia la izquierda, así ocurre t am bién con el alm a; pues los im pulsos de los incont inent es se m ueven en sent ido 17 Se discut e si se encont r aban en t ext os per didos de Ar ist ót eles o si r efier e a t r at ados de la escuela plat ónica. 19 cont rario. Pero, m ient ras que en los cuerpos vem os lo que se desvía, en el alm a no lo vem os; m as, quizá, t am bién en el alm a debem os considerar no m enos la exist encia de algo cont rario a la razón, que se le opone y resist e. ( En qué sent ido es dist int o no int eresa.) Pero est a part e t am bién parece part icipar de la razón, com o dij im os, pues al m enos obedece a la razón en el hom bre cont inent e, y es, adem ás, probablem ent e m ás dócil en el hom bre m oderado y varonil, pues t odo concuerda con la razón. La fu n ción a pe t it iva Así t am bién lo irracional parece ser doble, pues lo veget at ivo no part icipa en absolut o de la razón, m ient ras que lo apet it ivo, y en general lo desiderat ivo, par t icipa de algún m odo, en cuant o que la escucha y obedece; Y así, cuando se t rat a del padre y de los am igos, em pleam os la expresión «t ener en cuent a», pero no en el sent ido de las m at em át icas. Que la part e irracional es, en ciert o m odo, persuadida por la razón, lo indica t am bién la advert encia y t oda censura y exhort ación. Y si hay que decir que est a part e t iene razón, será la part e irracional la que habrá que dividir en dos: una, prim ariam ent e y en sí m ism a; ot ra, capaz sólo de escuchar a la razón, com o se escucha a un padre. D ivisión de la s vir t ude s se gún la s pa r t e s de l a lm a Tam bién la virt ud se divide de acuerdo con est a diferencia, pues decim os que unas son dianoét icas18 y ot ras ét icas19 , y, así, la sabidur ía, la int eligencia y la prudencia son dianoét icas, m ient ras que la liber alidad y la m oderación son ét icas. De est e m odo, cuando hablam os del caráct er 20 de un hom bre, no decim os que es sabio o int eligent e, sino que es m anso o m oderado; y t am bién elogiam os al sabio por su m odo de ser, y llam am os vir t udes a los hábit os dignos de elogio. 18 19 20 Tam bién pueden ser llam adas “ int elect uales” O t am bién “ m or ales” La palabr a “ ét ica” der iva de la m ism a voz gr iega “ et hos” , que significa “ t em per am ent o” o “ car áct er ” . 20