Psicothema 2008. Vol. 20, nº 3, pp. 369-375
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ISSN 0214 - 9915 CODEN PSOTEG
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Efectividad de los patrones de influencia
Inés Martínez Corts, Lourdes Munduate Jaca* y Francisco José Medina Díaz*
Universidad Pablo Olavide y * Universidad de Sevilla
Los superiores utilizan diferentes tácticas de influencia para conseguir que los subordinados realicen las
actividades encomendadas. Para comprender la dinámica existente en este proceso de influencia es importante considerar la combinación de diversas tácticas y no sólo el estudio separado de cada una de
ellas. El presente estudio ha analizado la efectividad de los patrones de influencia empleados por los superiores jerárquicos con sus empleados. Se han identificado cuatro patrones de influencia empleados por
los superiores: patrón fuerte, patrón racional, patrón activo y patrón pasivo. Su efectividad se ha analizado en términos de satisfacción, compromiso y bienestar de los empleados. Los superiores que recurren a una mayor combinación de tácticas de influencia resultan más efectivos que aquellos que utilizan
una única categoría de tácticas. Se analizan las implicaciones del estudio para la práctica directiva.
Influence pattern effectiveness. Managers apply different influence tactics to get subordinates to perform their tasks. For a better understanding of the influence process dynamics, it has been recommended to consider the combination of different tactics instead of analyzing them separately. (Cialdini &
Goldstein, 2004). The present study has analyzed the effectiveness of various influence tactics combinations used by superiors with their subordinates. We identified four influence patterns: hard pattern,
rational pattern, active pattern and passive pattern. Pattern effectiveness was analyzed in terms of subordinates’ satisfaction, commitment and well-being. We found that superiors who used a broader range of tactics were more effective than those using a single range of tactics. Practical implications are
discussed.
El éxito de las tareas directivas depende en gran medida de la
habilidad para ejercer influencia, tanto sobre los miembros de la
organización, como sobre los agentes externos a ella. Para entender el modo en que una persona puede ejercer influencia sobre otra
se ha recurrido a los conceptos de poder y tácticas de influencia.
En algunas ocasiones se han utilizado ambos conceptos indistintamente. Sin embargo, French y Raven (1959) realizan una minuciosa distinción entre dichos conceptos. Mientras que el poder es
definido como la capacidad potencial de una persona para ejercer
influencia sobre otra (Peiró y Meliá, 2003; Rodríguez-Bailón, Moya, e Yzerbyt, 2006), la influencia es definida como la fuerza que
ejerce una persona sobre otra para inducir un cambio en su conducta, actitudes y valores (Munduate y Medina, 2004).
Yukl y sus colaboradores (v.g. Yukl, Lepsinger, y Lucía, 1991)
han desarrollado una relevante tipología de tácticas de influencia
ampliamente utilizada por los estudios sobre procesos de influencia
en las organizaciones (Cable y Judge, 2003). Esta tipología considera nueve tácticas de influencia: persuasión racional, consulta, recurrir a las aspiraciones, adulación, recurrir a las relaciones personales, intercambio, coalición, legitimación y presión. Estas tácticas
de influencia serán el objeto de estudio del presente trabajo.
Los diversos estudios que abordan el empleo de estas tácticas
de influencia han tendido a establecer dimensiones que permitan
agruparlas. Una de estas dimensiones es la relativa al grado de racionalidad y emoción que implica su empleo (Kipnis y Schmidt,
1985). En consonancia con las teorías de la persuasión (v.g. Chaiken y Trope, 1999; Petty y Cacciopo, 1986) existe una doble estrategia en el ejercicio de influencia. Una más central que busca la
racionalidad y otra más periférica que persigue alterar los aspectos
emocionales. Considerando estos criterios se han establecido tres
grandes categorías de tácticas de influencia: a) tácticas racionales,
en la que se incluyen las tácticas de persuasión racional e intercambio; b) tácticas duras, en la que se agrupan las tácticas de presión, coalición y legitimación; y c) tácticas blandas, que compren-
Tabla 1
Definición de las tácticas de influencia (Yukl, Lepsiger y Lucía, 1991)
Tácticas de influencia
Intercambio. Se prometen recompensas o beneficios tangibles.
Recurrir a aspiraciones. Se recurre a los valores, ideales y aspiraciones de la otra persona.
Consulta. Se solicita participación y considera las ideas y sugerencias de otras personas.
Relaciones personales. Se recurre a los sentimientos de lealtad y amistad.
Adulación. Se halaga y adula.
Fecha recepción: 27-6-07 • Fecha aceptación: 14-11-07
Correspondencia: Inés Martínez Corts
Facultad de Psicología
Universidad Pablo Olavide
41013 Sevilla (Spain)
E-mail:
[email protected]
Legitimación. Se basa en las políticas, reglas, prácticas habituales o tradiciones.
Presión. Se exige y amenaza.
Coalición. Se recurre a la ayuda o apoyo de terceras personas.
Persuasión racional. Se explican las razones y objetivos de la propuesta.
370
INÉS MARTÍNEZ CORTS, LOURDES MUNDUATE JACA Y FRANCISCO JOSÉ MEDINA DÍAZ
de las tácticas de recurrir a las relaciones personales, adulación, recurrir a las aspiraciones y la consulta.
Configuración de patrones de influencia
Cuando se pregunta a un superior qué tácticas de influencia utiliza para conseguir que sus empleados lleven a cabo su propuesta
de trabajo, responden que precisan del empleo de más de una táctica de influencia. Efectivamente, y como ponen de manifiesto
Cialdini y Goldstein (2004), en su revisión del Annual Review, para comprender la dinámica de un proceso de influencia, es importante considerar la combinación de diversas tácticas para conseguir los resultados perseguidos.
Tradicionalmente, los procesos de influencia han sido analizados como si las tácticas de influencia fuesen independientes unas
de otras y sólo recientemente se ha considerado el empleo simultáneo de diversas tácticas en un mismo proceso de influencia. Así,
Yukl y colaboradores observan que las combinaciones pueden llegar a ser de hasta cinco tácticas diferentes (Fu et al., 2004). El análisis de las diferentes combinaciones de tácticas de influencia deriva de las relaciones previas que se han hallado entre las tácticas
duras, blandas y racionales (Cable y Jude, 2003; Emans, Munduate, Klaver, y Van de Vliert, 2003). Por ejemplo, Emans et al.
(2003) encuentran correlaciones significativas entre las tácticas racionales y las tácticas blandas; entre las tácticas duras de coalición
y legitimación, la táctica blanda de adulación y la táctica racional
de intercambio; y entre la táctica dura de presión y la táctica blanda de coalición.
Siguiendo esta orientación, algunos trabajos han analizado, de
manera exploratoria, cuáles pueden ser las combinaciones específicas que se pueden identificar con cierta regularidad en los procesos de influencia. Fu et al. (2004) observan que cuando un superior quiere influir sobre un subordinado, puede combinar tres
tácticas duras como la coalición, el intercambio y recurrir a un superior. Kipnis y Schmidt (1983, 1988) identifican tres combinaciones de tácticas de influencia. La primera se caracteriza por recurrir a un reducido empleo de tácticas de influencia para
conseguir su objetivo, la segunda se caracteriza por un elevado
empleo de todas las tácticas de influencia, y la tercera combinación se caracteriza por recurrir a la persuasión racional como táctica predominante. En definitiva, estos estudios sugieren tanto la
tendencia al empleo combinado de diferentes tácticas de influencia, como la existencia de patrones regulares en el empleo de los
mismos. Estos resultados nos llevan a considerar los procesos de
influencia como una configuración de diferentes tácticas o patrones de conducta, que nos aleja de la perspectiva tradicional del estudio aislado de dichas tácticas de influencia.
Ante esta tendencia parece indicado tratar de identificar patrones específicos utilizados de un modo regular en los procesos de
influencia. Efectivamente, a pesar de la relevancia indicada por diversos autores de considerar la combinación de tácticas de influencia (v. g. Cialdini et al., 2004), apenas existe evidencia empírica que muestre combinaciones que se configuren como patrones
comunes a diferentes sujetos. Por tanto, nuestro primer objetivo
consiste en identificar empíricamente qué combinaciones de tácticas de influencia emplean los superiores más habitualmente en sus
procesos de influencia.
Las posibles combinaciones entre las tácticas propuestas por
Yukl y sus colaboradores pueden ser muy diversas. Es decir, a pesar de que las combinaciones de las nueve tácticas propuestas por
estos autores pueden ser muy numerosas, debemos considerar que
sólo algunas de ellas resultan viables en un proceso de influencia.
Los estudios anteriormente mencionados nos permiten predecir
que las combinaciones que más previsiblemente se podrían identificar serían un patrón muy activo de influencia caracterizado por
un elevado empleo de tácticas duras, blandas y racionales (Kipnis
et al., 1983, 1988) (Hipótesis 1); un patrón racional de influencia,
caracterizado por un elevado empleo de tácticas blandas y racionales (Emans et al., 2003) (Hipótesis 2); un patrón duro de influencia, caracterizado por un elevado empleo de tácticas duras
(Fu et al., 2004) (Hipótesis 3), y un patrón pasivo de influencia, caracterizado por un reducido empleo, en su conjunto, de las tácticas
de influencia (Kipnis et al., 1983, 1988) (Hipótesis 4).
Efectividad de los patrones de influencia
Las razones del empleo combinado de tácticas de influencia parece residir en su efecto interactivo para lograr el objetivo deseado
(Cialdini et al., 2004). Son diversos los autores que han contrastado la hipótesis de que el empleo combinado de dos tácticas de influencia no supone un efecto aditivo en la consecución de dicho
objetivo (Barry y Shapiro, 1992; Falbe y Yukl, 1992). Por el contrario, se daría un efecto interactivo que incidiría en la efectividad
de dicha combinación (Emans et al., 2003). Es decir, una táctica
podría multiplicar su influencia cuando concurra con otra, o por el
contrario perder completamente su capacidad de influencia. Sin
embargo, el estudio de la efectividad de dichas combinaciones de
tácticas no ha sido contrastado de forma sistemática. Por este motivo, el segundo objetivo del presente estudio consiste en analizar
la efectividad de dichos patrones de influencia.
La investigación sobre tácticas de influencia ha analizado la
efectividad de las tácticas considerando independientemente sus
efectos, de modo que las tácticas duras han demostrado ser menos
efectivas que las tácticas blandas y las tácticas racionales (Cialdini et al., 2004; Fu et al., 2004 ). Esta línea de investigación ha
puesto de manifiesto el potencial negativo de las tácticas de influencia que recurren a conductas de dominación. Por tanto, las
tácticas de influencia basadas en conductas que tratan de dirigir o
controlar a otras personas, mediante amenazas y presión, resultan
poco eficaces.
Una segunda vía de análisis de la efectividad de las tácticas
consiste en medir el efecto que se consigue empleándolas combinadamente de dos en dos. Desde esta perspectiva, la efectividad
viene determinada por el potencial de cada táctica individual, de
forma que dos tácticas de signo positivo —tácticas blandas y racionales— pueden resultar más efectivas que una sola, o que la
combinación de dos tácticas duras (Falbe y Yukl, 1992). Como podemos observar, esta perspectiva tiende también a destacar —de
un modo similar a la anterior— el carácter negativo de las tácticas
duras.
Considerando las aportaciones sobre el carácter negativo del
empleo de tácticas duras, podemos prever que un patrón de influencia caracterizado por un elevado empleo de tácticas duras resultará menos efectivo que un patrón caracterizado por el empleo
de tácticas blandas y racionales (Hipótesis 5).
Sin embargo, Cialdini et al. (2004) han cuestionado que se pueda mantener la hipótesis universalista del efecto disfuncional de
las tácticas duras, basándose en los hallazgos de Emans et al.
(2003). Según estos autores, las tácticas duras resultan por sí mismas poco efectivas. Sin embargo, cuando los superiores recurren a
371
EFECTIVIDAD DE LOS PATRONES DE INFLUENCIA
la combinación de tácticas duras y tácticas racionales, dicha combinación resulta más eficaz para conseguir su objetivo que el empleo aislado de tácticas racionales. El razonamiento que sustenta
esta discusión es el hecho de que cada conducta posee un cierto
grado de inefectividad, de forma que algunas combinaciones pueden maximizar los beneficios de las conductas por separado y minimizar sus problemas de inefectividad. Las tácticas duras pueden
ayudar a superar el estancamiento al que conduce un elevado uso
de tácticas racionales o blandas y a que los trabajadores objeto de
influencia perciban la urgencia o importancia de la tarea. Es decir,
el efecto disfuncional del empleo de tácticas duras puede reducirse si se combina con el empleo de tácticas blandas y racionales.
Por tanto, podemos esperar que un patrón de influencia activo, caracterizado por un elevado empleo de tácticas duras, blandas y racionales resultará más efectivo que un patrón caracterizado por el
empleo de tácticas duras solamente (Hipótesis 6).
Método
Participantes
En este estudio han participado 209 empleados de 7 hoteles diferentes de 3 y 4 estrellas de diferentes cadenas hoteleras, de la comunidad autónoma de Andalucía. Dichos empleados se distribuyen del siguiente modo: el 8,61% pertenece a administración, el
21,53% a recepción, el 28,7% a restauración, el 29,18% a limpieza y el 5,26% a mantenimiento. El 7,17% no especificó el puesto
que desempeñan. El 52,15% de la población son mujeres y el resto (46,41%) hombres. La edad media de los participantes es de
31,31 años (D.T.= 8.23). Los empleados tienen diferentes niveles
educativos: 33,49% educación primaria, 23,12% educación secundaria, 31,1% diplomados y 9,09% universitarios. Siete participantes no indicaron su nivel educativo. En relación al estatus de empleo, el 43,06% tiene un contrato indefinido, el 38,75% uno
temporal y el 16,26% fijo discontinuo. La experiencia profesional
osciló entre 4 meses y 44 años. La relación con el superior inmediato actual varía desde 4 meses a 20 años. No se consideró para
el estudio a los trabajadores que llevaban menos de 4 meses relacionándose con su superior inmediato.
Procedimiento
Se elaboró un cuestionario incluyendo todas las variables,
acompañado de una carta explicando el propósito del estudio. Se
aplicó en el lugar de trabajo, para lo cual se reunió a los trabajadores en una sala, en un horario que no interfiriera con su trabajo
habitual. Un experto estuvo presente durante la aplicación del
cuestionario para resolver cualquier duda. Para asegurar la confidencialidad, se dispuso un buzón sellado para que los participantes introdujesen los cuestionarios una vez cumplimentados.
Instrumentos
Tácticas de influencia. Se recurrió a la adaptación al español
del Influence Behavior Questionnaire (IBQ), desarrollada por
Yukl et al. (1991). Consta de 36 ítems, repartidos en 9 escalas, las
cuales corresponden a las tácticas del modelo propuesto por Yukl.
(por ejemplo, «Te explica las razones de una propuesta de trabajo de forma clara y convincente»). Los ítems se evalúan con una
escala de cinco puntos.
Compromiso con el equipo se midió con el cuestionario Organizational Commitment Questionnaire, elaborado por O’Reilly y
Chatman (1986). Para responder a cada ítem (3) los sujetos debían
pensar en aquellas personas de toda la organización con las que
mantenían relación para llevar a cabo su trabajo (por ejemplo, «Me
siento orgulloso cuando les digo a otros en qué equipo trabajo»).
Los ítems se responden con una escala de cinco puntos.
La satisfacción laboral ha sido medida mediante el cuestionario S20/23 (Meliá y Peiró, 1989). Consta de 23 ítems y permite la
evaluación de diversas facetas específicas de la satisfacción como
las características intrínsecas del trabajo, la supervisión, la participación y el ambiente físico (por ejemplo, «Las relaciones personales con tus jefes/as»). En el presente estudio se utiliza la puntuación global. La escala de respuesta es de siete puntos.
El bienestar psicológico fue evaluado utilizando la escala desarrollada por Warr (1990). Se obtiene una medida del grado en que
los sujetos están ansiosos o calmados, deprimidos o entusiasmados, contentos o descontentos con sus trabajos. Se insta a los sujetos a pensar en las últimas semanas e indicar cómo se sienten en
relación con diferentes aspectos del trabajo (por ejemplo, tenso,
tranquilo, pesimista, entusiasmado, lleno de energía, animado).
Cada dimensión se evalúa con seis ítems que se contestan con una
escala de seis puntos.
Resultados
Identificación de los patrones de influencia
En la tabla 2 se presentan los estadísticos descriptivos de las variables analizadas en el estudio. Los coeficientes de fiabilidad fueron satisfactorios y coincidentes con los encontrados en estudios
previos.
Para poner a prueba las cuatro primeras hipótesis se realizó un
análisis cluster con las nueve tácticas de influencia. Para conseguir
resultados fiables se optó por realizar un análisis cluster no jerárquico de k-medias, siguiendo recomendaciones de Aldendefer y
Blashfield (1984). Para ello se establecieron inicialmente grupos,
posteriormente se calcularon los centroides y se determinó la distancia euclídea para todos los centroides del cluster. Cada caso es
asignado al cluster más cercano, reduciendo la varianza intragrupo. Este proceso es repetido hasta que se obtiene una solución estable en cada cluster. En la tabla 3 se muestran los patrones identificados, junto con los valores de los centroides y el tamaño de
cada grupo.
La figura 1 ilustra el modo en que los empleados consideran
que sus superiores han utilizado las tácticas de influencia agrupadas en cluster.
Cluster 1. Patrón pasivo. Se caracteriza por un reducido empleo de las tácticas de influencia para conseguir que sus empleados realicen una tarea propuesta. Este patrón incluye a 67
superiores (32,21%).
Cluster 2. Patrón racional. Se caracteriza por un elevado
empleo de las tácticas blandas y racionales. En este patrón las
tácticas duras muestran un menor índice de empleo. Los resultados indican que los superiores que siguen este patrón de influencia prefieren recurrir más al sistema de valores de sus empleados, a su nivel de ambición, a la lógica y a la negociación,
que a la presión, legitimación y coalición. Este patrón está integrado por 65 superiores (31,25%).
372
INÉS MARTÍNEZ CORTS, LOURDES MUNDUATE JACA Y FRANCISCO JOSÉ MEDINA DÍAZ
Tabla 2
Estadísticos descriptivos de las variables analizadas en el presente estudio
Variables
α
Media
DT
01. Persuación racional
.76
3.14
0.98
–
02. Recurrir a aspiraciones
.73
2.64
0.99
-,67**
–
03. Consulta
.80
2.82
1.05
-,66**
-,63**
–
04. Adulación
.76
2.46
1.00
-,51**
-,71**
-,63**
–
05. Relaciones personales
.68
2.31
0.95
-,32**
-,51**
-,39**
,61**
–
06. Intercambio
.70
2.17
0.93
-,42**
-,56**
-,40**
,55**
,58**
–
07. Legitimación
.67
2.93
0.97
-,36**
-,37**
-,15**
,35**
,43**
,34**
–
08. Presión
.67
3.17
0.95
-,11**
-,04**
-,15**
,04**
,19**
,09**
,26**
–
09. Coalición
.71
1.81
0.81
-,10**
-,21**
-,05**
,25**
,42**
,42**
,34**
-,36**
–
10. Compromiso
.73
3.93
0.80
-,23**
-,29**
-,23**
,24**
,10**
,06**
,01**
-,18**
-,09
–
11. Satisfacción
.92
4.17
1.06
-,46**
-,42**
-,50**
,40**
,14**
,11**
,01**
-,22**
-,01
,44**
–
12. Bienestar
.90
3.79
0.77
-,30**
-,25**
-,36**
,23**
,07**
,09**
,03**
-,14**
-,02
,28**
,62**
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
Nota: α= alfa de Cronbach; DT= desviación tipo; N= 209
*p<.05 ; ** p<.01 (bilateral)
Tabla 3
Centroides de los patrones de tácticas de influencia (N= 209)
Tácticas
Patrones
1
2
3
4
Persuasión racional
-,66266
,64145
-,41960
,74889
Recurrir a aspiraciones
-,76867
,50860
-,42833
1,30841
Consulta
-,54992
,57518
-,58618
,95682
Adulación
-,78095
,52981
-,47480
1,41586
Relaciones personales
-,79582
,16676
,10755
1,38205
Intercambio
-,77083
,31933
-,17138
1,34004
Legitimación
-,83568
,05624
,59715
,84541
Presión
-,38821
-,36882
,74244
,59403
Coalición
-.58884
-.27594
.52168
1.19064
67
65
48
28
N
Cluster 3. Patrón fuerte. Se caracteriza por un elevado empleo de las tácticas duras. La táctica de intercambio y de relaciones personales se emplea de manera moderada, mientras que
las tácticas de persuasión racional, recurrir a aspiraciones, consulta y adulación apenas se utilizan. En este grupo se integran
48 superiores (23,07%).
Cluster 4. Patrón activo. Se define por el elevado empleo de
todas las tácticas de influencia. Los superiores no discriminan
en el empleo de las tácticas de influencia para tratar de conseguir que los empleados lleven a cabo la tarea encomendada. Este patrón se puede considerar opuesto al patrón pasivo. El número de superiores pertenecientes a este patrón es de 28
(13,46%).
Los resultados del análisis cluster confirman las cuatro primeras hipótesis. Como podemos deducir de los porcentajes de superiores representados en cada patrón, parece que los patrones pasivo y racional son los que agrupan a un mayor número de
superiores, seguidos por el patrón fuerte y, por último, por el patrón activo. En este sentido, el mayor porcentaje de superiores op-
ta por emplear tácticas blandas y racionales o por no hacer uso de
ninguna táctica de influencia, mientras que el porcentaje de superiores que utiliza tácticas duras es menor a los anteriores. Por último, un reducido número de superiores parece utilizar un patrón
activo de influencia, caracterizado por un elevado empleo de todas
las tácticas de influencia.
Efectividad de los patrones de influencia
Para analizar las diferencias entre los patrones en términos de
efectividad se llevó a cabo un ANOVA. Se observaron diferencias
significativas entre los diferentes patrones. Es decir, los cuatro patrones de influencia son significativamente diferentes en función
de la respuesta manifestada por los empleados sobre su nivel de
compromiso con el equipo, su satisfacción laboral y su bienestar
psicológico. Para analizar estas diferencias se llevaron a cabo
comparaciones múltiples utilizando el HDS de Tukey.
La tabla 4 nos muestra que en todos los casos el patrón racional y el patrón activo resultan más efectivos que el patrón fuerte y
el patrón pasivo —a excepción del compromiso con el equipo en
este último caso, que no muestra diferencias significativas—. Considerando estos resultados se confirman las hipótesis 5 y 6.
Si se observan los patrones siguiendo un orden ascendente de
efectividad, aquellos patrones en los que se combina un mayor número de tácticas de influencia —como sucede en el patrón activo
y en el patrón racional— resultan más efectivos que aquellos que
Tabla 4
Diferencias en la efectividad de los patrones
Patrones
Compromiso
Satisfacción
Bienestar
Pasivo
3.92ab
3.95a
3.67a
Racional
4.05b
4.57b
4.07b
Fuerte
3.60a
3.50a
3.40a
Activo
4.10b
4.70b
4.06b
Nota: Las medias con diferentes superíndices son diferentes con una p<.05
373
EFECTIVIDAD DE LOS PATRONES DE INFLUENCIA
Patrón pasivo
Patrón racional
Patrón fuerte
Patrón activo
1,5
1
0,5
0
-0,5
Coalición
Presión
Legitimación
Intercambio
Relaciones
personales
Adulación
Consulta
Recurrir a
aspiraciones
Intercambio
Persuasión
racional
-1
Figura 1. Patrones de influencia (n= 209)
combinan un menor número de tácticas —como sucede en el patrón fuerte y el patrón pasivo.
Discusión y conclusiones
El objetivo general del presente estudio ha sido estudiar la efectividad de los patrones de influencia que los superiores emplean
cuando desean influir sobre sus empleados en las organizaciones.
Si bien algunos autores habían analizado en estudios previos la
tendencia al empleo conjunto de varias tácticas de influencia, éste
es el primer estudio, que conozcamos, que una vez identificados
los principales patrones de influencia empleados por los superiores se plantea analizar la efectividad de los mismos.
Los hallazgos más relevantes encontrados se refieren, primero,
a que los superiores tienden a combinar varias tácticas de influencia para lograr sus objetivos; segundo, la identificación de cuatro
patrones de influencia como las combinaciones más habituales en
dichos procesos de influencia; y tercero, se ha mostrado que aquellos patrones que emplean una mayor combinación de tácticas de
influencia resultan ser los más efectivos.
En primer lugar, los resultados del presente estudio muestran
que los superiores no utilizan una única táctica de influencia, sino
que combinan diversas tácticas para conseguir sus objetivos. Se
confirma así la tendencia observada en estudios previos (Fu et al.,
2004) de combinar diferentes tácticas en los procesos de influencia.
El segundo hallazgo se refiere a las características de los patrones identificados. Hemos encontrado cuatro patrones de influencia, que se han denominado pasivo —caracterizado por un
reducido empleo de todas las tácticas de influencia—, racional
—caracterizado por un elevado empleo de las tácticas blandas y
racionales—, fuerte —caracterizado por un elevado empleo de las
tácticas duras— y activo —caracterizado por un elevado empleo
de todas las tácticas: duras, blandas y racionales.
Estas combinaciones más habituales en los procesos de influencia se muestran consistentes con los resultados obtenidos en
estudios previos. En primer lugar, en relación al patrón pasivo, se
han identificado empleados no influyentes (Perreault y Miles,
1978) y vendedores no influyentes (Spiro y Perreault, 1979). Kipnis y Schmidt (1988, 1983) identifican también un patrón caracterizado por un reducido empleo de tácticas de influencia. El segundo patrón identificado, el racional, también resulta coherente con
resultados previos. En este sentido, Gravenhorst y Boonstra (1998)
concluyen que existe un patrón de influencia común a diferentes
niveles organizacionales caracterizado por un elevado empleo de
la táctica persuasión racional —táctica racional—, recurrir a las
aspiraciones de los subordinados y la consulta —tácticas blandas,
y un reducido empleo de tácticas como recurrir a las relaciones
personales, intercambio y coalición. Por último, Kipnis y Schmidt
(1983) identifican un patrón en el que predomina el empleo de la
persuasión racional.
En tercer lugar, el patrón fuerte también coincide con resultados obtenidos en estudios anteriores. Por ejemplo, Perreault y Miles (1978) identifican un patrón en el que se recurre a un elevado
empleo de poder formal como la legitimación. En este sentido,
Spiro y Perreault (1979) observan que un gran número de vendedores recurren a un elevado empleo de tácticas formales. Por ultimo, el patrón activo parece común a diversos estudios que analizan los procesos de influencia. Así, Kipnis y Schmidt (1983, 1988)
374
INÉS MARTÍNEZ CORTS, LOURDES MUNDUATE JACA Y FRANCISCO JOSÉ MEDINA DÍAZ
identifican un patrón caracterizado por un elevado empleo de tácticas de influencia. En contextos diferentes este patrón se ha denominado «empleados muy influyentes» (Perreault y Miles,
1978), «vendedores que combinan tácticas de influencia» (Spiro y
Perreault, 1979).
Los resultados muestran que algunos patrones resultan más
efectivos que otros. Los superiores que utilizan los patrones activo
y racional se relacionan con mayores niveles de compromiso con
el equipo, satisfacción y bienestar en sus subordinados, mientras
que los superiores que emplean los patrones duros y pasivos muestran menores índices de estas variables. En resumen, aquellos que
emplean una mayor combinación de tácticas de infuencia son los
más efectivos.
Los resultados del presente trabajo apoyan que la efectividad
de una táctica puede aumentar o disminuir en función de las tácticas con las que se combine. Las tácticas duras pueden contribuir,
combinadas con otras, a que los procesos de influencia resulten
efectivos. Efectivamente, la combinación con tácticas blandas y
racionales resulta más efectiva que el empleo de tácticas duras aisladamente. Los resultados del presente estudio van en consonancia
con los encontrados en la literatura. En este sentido, el estudio exploratorio realizado por Falbe y Yukl (1992) sugiere que cuando
una táctica dura y una racional se utilizan en el mismo proceso de
influencia, resulta más efectivo que utilizarlas de manera independiente. Resultados similares obtienen Emans et al. (2003).
Las tácticas blandas y racionales permiten al superior adaptar
su propuesta a las expectativas de los subordinados, de modo que
éstos se sienten apoyados por sus superiores. Además, tanto las
tácticas racionales como las blandas son socialmente aceptables
(Knippenberg y Steensma, 2003; Yukl, 2005). Así, como muestran
los resultados de este estudio, el patrón racional es socialmente
más aceptable que el patrón fuerte y contribuye a mejorar las relaciones entre el superior y el subordinado. Sin embargo, no se pue-
de obviar el hecho de que los superiores emplean también tácticas
duras cuando tratan de influir sobre sus subordinados. El empleo
de estas tácticas por parte de los superiores puede explicarse en
función del resultado que pretenda obtener el superior. En muchas
ocasiones el resultado más deseable de un proceso de influencia es
el compromiso, sin embargo, en otras ocasiones la mera obediencia también puede ser un indicador de efectividad (Munduate y
Gravenhorst, 2003). Como muestran diversos estudios (Koslowsky, Schwarzwald, y Ashuri, 2001; Yukl, 2005), mediante las
tácticas duras se consigue obediencia, mientras que las tácticas
blandas y racionales se usan para conseguir el compromiso de los
subordinados. Por tanto, la inefectividad de las tácticas blandas y
racionales para conseguir la obediencia inicial necesaria en algunas ocasiones puede ser contrarrestada con la eficacia de las tácticas duras para conseguir que el empleado manifieste la conducta
deseada, a pesar de que las tácticas duras no consigan el compromiso de los empleados.
Este trabajo sólo ha estudiado el punto de vista del receptor de
la influencia. Aunque la literatura sugiere que el receptor de la influencia es el que mejor puede informar de la respuesta a dicha influencia, puede resultar conveniente analizar el punto de vista del
agente con el objetivo de comparar ambas percepciones sobre las
tácticas empleadas y los resultados obtenidos. En segundo lugar, el
carácter transversal del estudio no permite establecer relaciones de
causalidad entre los patrones de influencia y las variables de efectividad. Tercero, no se pueden contrastar los resultados porque en
la literatura revisada no se ha encontrado evidencia empírica sobre
la efectividad de los patrones de influencia. En este sentido, resulta relevante para futuras investigaciones contrastar la estabilidad
de los patrones identificados y adoptar una aproximación contingente sobre la efectividad de los mismos, considerando variables
como las bases de poder del supervisor, o los patrones de influencia utilizados por los propios empleados.
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