CRÍTICA, Revista Hispanoamericana de Filosofía. Vol. 45, No. 133 (abril 2013): 55–81
PENSAMIENTOS DE PRIMER ORDEN
M ARIELA A GUILERA
Instituto de Humanidades
Universidad Nacional de Córdoba
CONICET
[email protected]
RESUMEN : Uno de los argumentos en favor de la dependencia entre lenguaje y
conceptos descansa en la premisa de que la posesión de conceptos involucra pensamientos de segundo orden y éstos, a su vez, requieren lenguaje. Este trabajo se centra
en una variante de este argumento formulada por José Luis Bermúdez. Sostendré que
aun cuando el pensamiento de segundo orden suponga competencia lingüística, no
es necesario aceptar esa premisa. Propondré, en cambio, dos condiciones alternativas
para la posesión de conceptos, la identificación y la generalidad. Si bien ninguna de
ellas conlleva el pensamiento de segundo orden, en forma conjunta reflejan importantes aspectos del pensamiento conceptual.
PALABRAS CLAVE : conceptos, pensamiento de segundo orden, inferencias, requisito
de generalidad, identificación
SUMMARY : One argument for the interdependence of language and concepts relies
on the assumption that concept possession involves second order thoughts, which in
turn are language dependent. This paper focuses on a recent version of this argument
formulated by José Luis Bermúdez. It claims that even though second order thought
involves linguistic competence, the above assumption is not compelling. Instead,
two different conditions for concept possession are proposed, identification and
generality. Although none of them involves second order thought, together they
highlight important features of conceptual thinking.
KEY WORDS :
concepts, second order thought, inferences, generality constraint,
identification
Knowing that I am thinking of Alice is surely posterior rather
than prior to thinking of Alice. I cannot know that I am
thinking of Alice unless I first think of Alice, any more
than I can know that I am hungry unless I am first hungry.
Nor is knowing that I am thinking of Alice necessitated by
my thinking of Alice. Knowing that requires judging that,
and judging that I am thinking of Alice requires the capacity
to think about thoughts. But this is a capacity there is no
reason to suppose every thinker must have.
(Millikan 2000, p. 179)
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MARIELA AGUILERA
1 . Introducción
Muchos filósofos han defendido la existencia de una dependencia
entre lenguaje y conceptos a lo largo de la historia.1 En su favor
se han formulado diversos tipos de argumentos. En este trabajo,
me centraré en una de las tesis en las cuales se ha apoyado un
subgrupo de esos argumentos, a saber, la tesis de que (i) para tener
pensamiento conceptual, una criatura debe ser capaz de pensar en
sus propios pensamientos, por lo cual debe tener pensamientos de
segundo orden.2 En particular, me enfocaré en una versión reciente
de esta tesis, que Bermúdez propone en diversos lugares. Según él,
(T) el pensamiento de segundo orden (o ascenso intencional) requiere
pensar acerca de nuestras palabras (o ascenso semántico). En su
favor, Bermúdez sostiene que (ii) los conceptos se individúan por su
papel inferencial y (iii) sólo a través del lenguaje natural una criatura
puede comprender las condiciones de individuación de los conceptos,
pues (ii.i) el papel inferencial del pensamiento depende de sus rasgos
estructurales y (ii.ii) sólo un lenguaje posee una estructura canónica
capaz de reflejar las propiedades estructurales del pensamiento.
Contra ese argumento podrían citarse numerosas investigaciones
en psicología comparada que sugieren que algunos primates no humanos, carentes de lenguaje, son capaces de realizar lo que los filósofos han llamado lectura de mente; esto es, pueden atribuir estados
mentales a otros individuos (Call y Tomasello 2008, Call et al. 2004,
Hare et al. 2000). Si la lectura de mente requiere la capacidad de
representar otros pensamientos, estas investigaciones cuestionarían la
1
Dentro de la tradición analítica, muchos autores consideran que hay una dependencia entre conceptos y lenguaje natural (Bermúdez 1998, 2010, Brandom 2000,
Davidson 1982, Hurley 2003). Los autores de orientación psicológica consideran,
en cambio, que el pensamiento conceptual involucra un lenguaje del pensamiento
(Fodor 2008, Fodor y Pylyshyn 1988). Si bien ambos grupos comparten el supuesto
de que la posesión de conceptos requiere vehículos lingüiformes, el argumento que
me interesa criticar aquí se aplica sólo al primer grupo.
2
Tradicionalmente se ha vinculado la noción de pensamiento reflexivo con la de
pensamiento de segundo orden. Si, como se acepta comúnmente, un pensamiento de
segundo orden es un pensamiento acerca de otro pensamiento y si el pensamiento
conceptual conlleva pensamiento de segundo orden, entonces, tener conceptos estaría vinculado con otras capacidades metarrepresentacionales, como la evaluación y la
justificación epistémica (Davidson 1982, McDowell 1994) y la lectura de mente (Bermúdez 2010). A menos que lo indique el contexto, me atendré a este uso tradicional.
Sin embargo, algunos autores desvinculan la capacidad de reflexionar del pensamiento de segundo orden (Lurz 2009), y otros distinguen la metarrepresentación de la
metacognición, la primera de las cuales se encuentra asociada con el pensamiento de
segundo orden, mientras que la segunda no (Proust 2006). Volveré sobre la noción
de Bermúdez de pensamiento reflexivo en la sección 2.
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tesis de que el pensamiento de segundo orden requiere competencia
lingüística. Pero el argumento de Bermúdez parece impermeable a
este tipo de crítica, pues parece rechazar a priori que sin lenguaje se
pueda pensar acerca de otros pensamientos. En consecuencia, quien
quiera defender que los animales tienen la capacidad de leer otras
mentes tendrá que dirigirse a este último argumento pues la presentación de evidencia empírica no parece suficiente para mostrar que
los animales pueden tener pensamientos de segundo orden.3 No me
detendré, sin embargo, en la estructura completa de este argumento,
ya que resulta mucho menos claro que debamos aceptar la premisa,
sobre la cual se asienta, de que el pensamiento de segundo orden es
un requisito para poseer conceptos. En otras palabras, aun cuando
aceptemos que el ascenso intencional involucra ascenso semántico,
no creo que debamos aceptar el mismo punto de partida que adopta
Bermúdez (la premisa i). De hecho, el mismo Bermúdez parece admitir que el pensamiento de segundo orden no es inherente a todo
tipo de pensamiento conceptual y sugiere restringir el requisito a
sus manifestaciones más elevadas. Pero, como sostendré aquí, esta
interpretación no es viable para Bermúdez.
Este trabajo tiene dos objetivos: uno de ellos interpretativo, el otro
crítico. En la sección 2, mostraré que entre las motivaciones para
aceptar el requisito de ascenso intencional se encuentra el compromiso de Bermúdez con una concepción internista del papel inferencial,
que lleva implícita la exigencia de que la posesión de conceptos se
asienta en capacidades reflexivas. A continuación, sostendré contra
Bermúdez que la capacidad de hacer inferencias no involucra necesariamente la capacidad de representar explícitamente las cadenas
inferenciales, tal como supone el internismo. Para concluir la sección 2, sostendré que aun cuando admitamos que por medio del requisito de ascenso intencional se obtiene una distinción tajante entre
las criaturas que tienen conceptos y aquellas que no, la apelación
a este requisito no ilumina de manera significativa para qué sirven
3
Aun cuando ésta constituye una interesante vía argumentativa contra el vínculo
entre el pensamiento de segundo orden y el lenguaje natural, no es la que desarrollaré
aquí. Nótese que el hecho de que la evidencia empírica sobre la lectura de mente
no resulta suficiente para refutar el argumento de Bermúdez que vincula la lectura
de mente con la competencia lingüística, no significa que sea irrelevante e inocua
al momento de ponderar ese argumento. Lo que quiero enfatizar es que debe estar
respaldada por desarrollos conceptuales, pues es posible que los estudios empíricos
muestren que los animales tienen capacidades para la cognición social más básicas
que las que exige Bermúdez para hablar de una genuina lectura de mente.
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los conceptos y excluye buena parte de lo que podría considerarse
pensamiento conceptual.
En contraposición, en la sección 3, sostendré que lo que distingue
a las criaturas que poseen conceptos de las que no los tienen es la
satisfacción de dos condiciones diferentes a la condición que propone
Bermúdez: por un lado, la identificación y, por el otro, la generalidad.
Ninguna de estas dos condiciones, por su parte, involucra ascenso
intencional. De mi argumento se sigue que el requisito de ascenso intencional excluye precisamente los pensamientos conceptuales que,
sin ser reflexivos, permiten identificar y hacer inferencias, y satisfacen
el requisito de generalidad. Y, lo que es más importante, ambas
condiciones en forma conjunta expresan de un modo iluminador
importantes aspectos del pensamiento conceptual y, en particular,
ponen de manifiesto el papel cognitivo que comporta la realización
de inferencias para una criatura pensante.
2 . El carácter reflexivo del pensamiento conceptual
“Two Arguments for the Language-Dependence of Conceptual
Thought” (2010) se suma a los diversos intentos de Bermúdez por
defender la dependencia entre los conceptos y el lenguaje natural
(Bermúdez 1998, 1995). En ese artículo Bermúdez apela a una línea
argumentativa hasta entonces inconexa, y defiende que un tipo especial de pensamiento, el pensamiento de segundo orden, requiere
competencia lingüística.4 El autor explícitamente ha propuesto desvincular esta línea argumentativa de su propuesta general sobre el
pensamiento conceptual (Bermúdez 2003), ya que resulta mucho menos convincente que toda forma de pensamiento conceptual requiera
lenguaje. Sin embargo, en su reciente artículo (2010) convergen el
argumento, más general, sobre el carácter lingüístico del pensamiento conceptual y el argumento, más específico, sobre la naturaleza
lingüística del pensamiento de segundo orden. El nexo para esta vinculación radica en el supuesto, defendido en The Paradox of Self
4
Esta línea argumentativa se ha desarrollado en sus trabajos sobre la dinámica
cognitiva de segundo orden, que incluye la lectura de mente, la evaluación de razonamientos, la revisión de deseos, etc. (Bermúdez 2009, 2003). En estos trabajos
la exigencia de un lenguaje natural se restringe al pensamiento acerca de otros
pensamientos (y no al pensamiento en general). En “Mindreading in the Animal
Kingdom” (2009), Bermúdez sostiene que sólo un lenguaje natural —en contraposición con un lenguaje del pensamiento— puede desempeñar este papel ya que las
representaciones explotadas en la lectura de mente —práctica que parece requerir
el pensamiento de segundo orden— deben ser conscientes o de nivel personal, para
que se puedan usar en la toma de decisiones prácticas de un agente.
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Consciousness (1998), acerca del carácter reflexivo del pensamiento
conceptual. Es posible decir que de esta manera se ve reforzado el
vínculo entre conceptos y lenguaje natural, puesto que se clarifica
por qué el carácter reflexivo del pensamiento conceptual requeriría
competencia lingüística.
De esta manera, la propuesta de Bermúdez se sitúa junto a la de
autores como Davidson (1982), Brandom (2010) y McDowell (1994),
entre los más destacados, que consideran que la reflexividad es el rasgo esencial del pensamiento conceptual.5 Las razones para defender
esta tesis están fundadas —a mi entender— en la concepción general
sobre los conceptos que presupone cada uno de estos autores. Para
McDowell, el carácter reflexivo del pensamiento conceptual da cuenta de la actividad cognitiva que involucra el uso de conceptos. En el
caso de Davidson y Brandom podría decirse que el carácter reflexivo
del pensamiento conceptual se encuentra estrechamente vinculado
con su caracterización del carácter normativo de los conceptos. De
este modo, Davidson (1982) sostiene que, para tener conceptos, una
criatura debe ser capaz de reconocer sus errores; sólo así se puede
dar cuenta del contraste entre lo objetivo y lo subjetivo, entre la
verdad y la falsedad inherentes al pensamiento. De manera similar,
Brandom (2010) sostiene que sin llevar la cuenta discursiva, es decir,
sin volverse reflexivamente sobre tales prácticas, los contenidos proposicionales no podrían tener condiciones de verdad objetivas.
Ahora bien, ¿qué motivaciones han llevado a Bermúdez a adoptar este requisito? No resulta fácil responder esta pregunta, pues él
mismo parece no estar preocupado por responderla. En el caso de la
lectura de mente resulta más claro por qué se vería involucrado el
ascenso intencional, ya que esta práctica se define como la capacidad
que tiene una criatura de pensar en el pensamiento de sus congéneres (Bermúdez 2009). Pero la relación entre tener conceptos y tener
pensamientos de segundo orden, en cambio, no resulta tan evidente.
En su artículo de 2010 (p. 44), Bermúdez incluso sugiere que quienes
no estén convencidos de que el pensamiento de segundo orden sea
la marca distintiva del pensamiento conceptual podrían relativizar su
argumento y aceptar, al menos, que su criterio permite distinguir las
manifestaciones más elevadas del pensamiento conceptual (como la
revisión explícita y deliberada de creencias y deseos, por ejemplo).
5
La adopción de este requisito permite distinguir este grupo de neofregeanos de
un segundo grupo que considera que es el requisito de generalidad el que marca la
diferencia entre el contenido conceptual y el no conceptual (Evans 1982, Peacocke
1992, Heck 2007). Volveré sobre este requisito más adelante.
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De esta manera, la adopción generalizada de este requisito podría
considerarse, por lo menos, arbitraria si lo que nos interesa es la posesión de conceptos per se y no sólo sus manifestaciones más elevadas.
Sin embargo, Bermúdez sostiene que su caracterización delimita una
importante clase natural epistémica, sin importar si refleja o no el
uso filosófico habitual de “concepto”, ni qué otro tipo de etiqueta le
adosemos (Bermúdez 2010, p. 44). Pero entonces habría que ver si
esta caracterización resulta lo suficientemente inclusiva e interesante
como para iluminar el papel cognitivo de los conceptos o bien excluye
buena parte de nuestros pensamientos conceptuales.
No creo, sin embargo, que la posición de Bermúdez se pueda
relativizar del modo en que él propone. Sostendré que el requisito de
reflexividad se encuentra fuertemente arraigado en la propia concepción internista del papel inferencial que defiende este autor en The
Paradox of Self Consciousness (Bermúdez 1998). Como mostraré a
continuación, la aceptación de la posibilidad de tener conceptos sin
tener al mismo tiempo un conocimiento explícito de sus condiciones
de individuación no es compatible con tal concepción. El argumento
que propone Bermúdez, por otra parte, lo compromete a aceptar que
el conocimiento práctico o implícito de esas condiciones depende,
en última instancia, de su conocimiento explícito.6 De este modo, la
noción de concepto excluye pensamientos que satisfacen otras condiciones significativas para el pensamiento conceptual pero que no
involucran una comprensión explícita de sus condiciones de individuación. Por esta razón constituye una noción demasiado restrictiva.
Dentro de la propuesta de Bermúdez, el carácter reflexivo de los
conceptos debe entenderse en los siguientes términos: las criaturas
con pensamiento conceptual han de tener una comprensión reflexiva
de: a) las relaciones lógicas entre los pensamientos, b) las relaciones
de evidencia entre percepciones, creencias y pensamientos, y c) las
relaciones de justificación entre pensamientos y acciones (Bermúdez
2010, p. 44). Mi hipótesis es que esta exigencia, así definida, depende
de su concepción inferencial e internista de los conceptos, según la
cual i) los conceptos se individúan —al menos parcialmente— en
6
Puede ser conveniente hacer una aclaración terminológica. De acuerdo con
Bermúdez (1998), implícito aquí significa no consciente de manera explícita o no reflexivo. Este tipo de comprensión podría presuponerse, por ejemplo, cuando se usa
un concepto sin reparar de manera deliberada o reflexiva en sus condiciones de
individuación o cuando una criatura es capaz de hacer las transiciones inferenciales
adecuadas, aun sin pensar explícitamente —esto es, de manera consciente— en las
reglas que rigen tales transiciones. La representación explícita, por su parte, requiere
ascenso intencional.
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virtud de su papel inferencial, esto es, en virtud de la contribución al
poder inferencial de las proposiciones en las que aparece (Bermúdez
1995) y ii) la maestría en un concepto involucra la comprensión —ya
sea implícita o explícita— de sus condiciones de individuación, en
particular, de su papel inferencial (1998, p. 67). Cabe aclarar que
la tesis acerca del carácter reflexivo del pensamiento conceptual, en
sentido estricto, no es presupuesta tanto por (ii), la condición para la
posesión de conceptos, sino que ya se ve implicada en (i), la noción de
conceptos que el autor adopta, pues la concepción inferencialista que
adopta Bermúdez se encuentra comprometida con una concepción
internista de la justificación.
Mi tesis es que no se puede renunciar a la tesis sobre el carácter
reflexivo del pensamiento conceptual y mantener, al mismo tiempo,
una concepción internista del papel inferencial, como la que defiende
explícitamente Bermúdez (1998).7 Dicho de otro modo, si Bermúdez
quisiera abandonar la tesis sobre el carácter reflexivo de los conceptos debería renunciar también a gran parte de la propuesta sobre
los conceptos que defiende en The Paradox of Self Consciousness
(1998). Por medio de tal caracterización de la noción de concepto y
de sus condiciones de posesión (i y ii), Bermúdez sostiene que, para
tener un concepto, una criatura no sólo ha de ser sensible a las transiciones inferenciales sino que además tiene que ser capaz de proveer
justificaciones de tales transiciones, esto es, de “articular las razones
para una clasificación, inferencia o juicio dado” (1998, p. 71). De
este modo, la concepción de Bermúdez excluye de lo conceptual los
contenidos mentales que se requieren para explicar los experimentos
de deshabituación realizados con niños en etapa prelingüística y, de
manera semejante, los procesos inferenciales que subyacen a diversos tipos de conducta animal, así como aquellos que se dan en los
mecanismos subpersonales. Veamos.
En primer lugar, de acuerdo con una concepción inferencialista,
un concepto se individúa conforme a diversas relaciones inferenciales que comparte con otros conceptos. Por ejemplo, el pensamiento
de que Fonta es un perro se relaciona inferencialmente con el pensamiento de que Fonta es un animal en virtud de las relaciones
inferenciales entre el concepto de PERRO y el concepto de ANIMAL.
En este sentido, cualquier concepto se encuentra anclado en una red
7
Por concepción internista del papel inferencial me estoy refiriendo a la conjunción entre inferencialismo respecto de los conceptos e internismo respecto de la
justificación. No obstante, es cierto que de esta conjunción se deriva, a continuación,
un internismo respecto de los conceptos.
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de conceptos más amplia y la aplicación de un concepto presupone
la capacidad para llevar a cabo un buen número de inferencias donde
el concepto aparece. Así pues, la aplicación del concepto PERRO a
Fonta supone, por ejemplo, la creencia de que los perros son animales y se conecta, por lo tanto, con el pensamiento de que Fonta
es un ANIMAL así como con otros pensamientos acerca del eventual
comportamiento de Fonta (que, como tal, tiene movimiento propio,
es amigable, puede enojarse y morder, etc.). Más aún, si las condiciones de individuación de los conceptos se identifican con el papel
inferencial que cumplen en los pensamientos, ha de haber un vínculo
conceptual entre tener conceptos y tener actitudes proposicionales,
en el sentido de que la aplicación de un concepto P a un objeto x
involucra una actitud doxástica hacia la proposición x es P (aunque
no a la inversa).8
En segundo lugar, Bermúdez afirma que la aplicación de un concepto es inseparable de la realización de juicios clasificatorios. En este
tipo de juicios, un objeto se subsume en una categoría conforme a
un conjunto de razones. En consecuencia, la posesión de un concepto
no sólo implica la realización de un buen número de inferencias que
se siguen de su aplicación sino también presupone que sus aplicaciones están justificadas, esto es, el pensamiento en el que aparece un
concepto dado puede funcionar o bien como premisa o bien como
consecuencia de otras proposiciones (Brandom 2000).
En tercer lugar, Bermúdez distingue la mera sensibilidad a las
transiciones inferenciales de la sensibilidad racional a ellas. La sensibilidad racional involucra la capacidad para justificar las transiciones
lógicas y evidenciales de un pensamiento a otro, pero ser simplemente sensible a las transiciones inferenciales no. Para reforzar este
contraste, Bermúdez (1998, p. 71) se apoya en la distinción tomada
de la epistemología entre estar justificado para sostener una creencia
y justificar esa creencia: podría haber razones o causas externas para
creer que p, de modo tal que S está justificado para creer que p
sin ser capaz de reconocer las razones ni, mucho menos, de justificar
su creencia de que p.9 Esto es todo lo que presupone la noción de
8
Para Bermúdez (1998), el contenido de las actitudes proposicionales puede ser
no conceptual y, por lo tanto, tener actitudes proposicionales no necesariamente
entraña la capacidad para realizar juicios.
9
Contra muchos filósofos de su misma tradición, Bermúdez (2003) sostiene que
los animales sin lenguaje pueden tener actitudes proposicionales, como creencias y
deseos. De acuerdo con esto, se puede afirmar que un mono, por ejemplo, podría
estar justificado para creer que está en peligro tras haber escuchado el grito de
alarma de uno de sus congéneres aun cuando él mismo sea incapaz de justificar
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justificación externista. Para una concepción internista de la justificación, en cambio, “sólo las creencias u otros estados internos al
sujeto sirven para determinar cuándo está justificada una creencia”
(Eraña 2009, p. 47). Este desplazamiento del ámbito de las inferencias al de las creencias adquiere mayor respaldo si aceptamos —al
igual que Bermúdez— la estrecha conexión entre conceptos, juicios
y creencias, de modo que la justificación de creencias se vuelve un
aspecto relevante para entender la noción de conceptos, tal como la
caracteriza este autor.10
Por último, Bermúdez sostiene que la sensibilidad racional es una
condición necesaria para tener conceptos. Por este motivo, no basta
que una criatura tenga justificación para hacer ciertas transiciones
inferenciales y decir que está aplicando un concepto. En otras palabras, las razones no sólo deben respaldar los juicios clasificatorios
de la criatura sino que también deben ser accesibles a ella, es decir,
deben poder ser reconocidas y usadas para fines epistémicos. A esto,
Bermúdez agrega la exigencia de comprender las reglas generales
de inferencias y reconocer que su aplicación es apropiada en una
situación dada (1998, p. 70).11
Como esta reconstrucción deja ver, la noción de conceptos a la que
Bermúdez se adscribe se encuentra articulada con una concepción
internista de la justificación.12 De acuerdo con esta concepción, un
juicio debe ser respaldado por razones internas a las que la criatura
activamente su creencia ni la conducta motivada por la amenaza en cuestión. Pueden
encontrarse innumerables ejemplos de este tipo en Cheney y Seyfarth 2007 y 1990.
Los chimpancés, por su parte, son capaces de inferir ciertas propiedades funcionales
de algunos objetos, tal como se manifiesta en la modificación y el uso de objetos
como herramientas (Boesch y Boesch, 1990). No obstante, aunque ello dé cuenta
de que estos simios son capaces de razonar (Glock 2009, 2000), no muestra en lo
absoluto que puedan dar justificaciones, que es una práctica paradigmáticamente
lingüística.
10
Si la aplicación de un concepto se vincula íntimamente con la realización de
un juicio, es natural aceptar la existencia de una íntima relación entre conceptos
y creencias. Ésta se sigue del siguiente hecho: el juicio, realizado por un sujeto S,
“Creo que x es P” se vuelve redundante en los contextos usuales, pues el juicio “x
es P” ya expresa la creencia de que “x es P”.
11
Esta última condición, en la que no puedo centrarme por completo aquí,
muestra cuán exigente e inadecuada resulta la noción de concepto que defiende
Bermúdez, en tanto que vuelve la posesión de conceptos muy dificultosa incluso
respecto de los humanos lingüísticamente competentes.
12
No es mi intención centrarme en la disputa internismo-externismo respecto de
la noción de justificación. He traído a colación tal distinción con el único fin de esclarecer los supuestos que llevan a Bermúdez a defender el vínculo entre pensamiento
de segundo orden y conceptos. Si bien mi crítica se centrará en las dificultades
que surgen a partir de ese vínculo, si se toman en cuenta las habilidades lógicas
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pensante puede acceder a partir de la reflexión, esto es, razones de
las cuales ha de ser consciente: “La idea de fondo es que los factores
que determinan la justificación de una creencia son condiciones a las
cuales el sujeto (S) tiene (o puede tener) acceso cognitivo directo”
(Eraña 2009, p. 49).
En consecuencia, el carácter reflexivo del pensamiento conceptual
es inherente a la concepción de los conceptos que Bermúdez propone, pues si los conceptos se constituyen por su papel inferencial y,
como él sostiene, “los casos paradigmáticos de inferencia son actos
reflexivos y conscientes” (1998, p. 70), la posesión de conceptos necesariamente ha de suponer capacidades que pueden volverse reflexivas
y conscientes. En consecuencia, si aceptamos la concepción de Bermúdez, el requisito de ascenso intencional no puede ser relativizado
a las formas más elevadas de conceptualización sino que, por el contrario, deberíamos aceptar que el pensamiento de segundo orden es
necesario para tener cualquier tipo de conceptos.
Es cierto que Bermúdez admite que el uso habitual de conceptos
sólo requiere un conocimiento práctico e implícito de sus condiciones
de individuación. Sin embargo, la noción de justificación a la que el
autor se adscribe implica que para tener conceptos una criatura pensante debe ser consciente, al menos en algunos casos, de las relaciones
lógicas y evidenciales en las que éstos participan. En otras palabras,
esto implica que el conocimiento práctico e implícito de las relaciones
inferenciales que se requiere para el uso de conceptos depende, en
última instancia, de la capacidad para representar explícitamente tales
relaciones.
Contra esa tesis podríamos alegar que los niños comienzan a usar
conceptos léxicos mucho antes de ser capaces de representar explícitamente sus relaciones inferenciales. Pero a esto Bermúdez puede
responder que hasta antes de alcanzar la facultad de reflexionar no
habrían adquirido conceptos. Esta respuesta pierde su fuerza si se
tiene en cuenta que el desarrollo de la capacidad para representar
explícitamente las relaciones estructurales entre nuestro pensamiento
llega tardíamente, al término de la niñez o en la adolescencia temde niños y animales no lingüísticos, pueden citarse otras objeciones. Por ejemplo,
Destéfano (2009) ha argumentado que la introducción de nociones epistémicas como
la de justificación dentro de una teoría del contenido resulta problemática, en primer
lugar, porque introduce una extensa e irresuelta discusión de la epistemología y, en
segundo lugar, porque las cuestiones relativas a los contenidos conceptuales son de
orden metafísico, no epistémico. Sin embargo, simpatizo con una concepción de los
conceptos como habilidades, según la cual la posesión de conceptos es inseparable
de la posesión de algún tipo de conocimiento.
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prana: mucho después de usar un lenguaje, de razonar, de percatarse
de la realización de inferencias, de atribuir actitudes proposicionales
a sí mismos y a terceros e, incluso, de ser consciente del estatus
y alcance de sus estados epistémicos, etc. (Lurz 2007, pp. 277–278).
Como señala Lurz, los niños de alrededor de cuatro años que pasan el
test de falsa creencia no adquieren sino mucho más tarde la capacidad
de reflexionar en forma explícita sobre sus pensamientos.13 Por otro
lado, apenas a los cuatro años comienzan a percatarse de que parte
de lo que saben procede de hacer inferencias (Lurz 2007). Esto pone
de manifiesto que no hay una conexión conceptual entre el ascenso intencional y el pensamiento explícito reflexivo, como Bermúdez
parece suponer.
En esta misma dirección, Call (2006a) sostiene que muchos simios
son sensibles a sus estados epistémicos: reconocen su falta de información, ya sea por olvido o ignorancia. Sin embargo, si hemos de
aceptar que los animales pueden reflexionar sobre sus estados epistémicos debemos admitir que lo hacen de modo implícito. Muchos
estudios señalan que el razonamiento instrumental es una facultad
extendida en diversos primates no humanos (Boesch y Boesch 1990,
Cheney y Seyfarth 2007 y 1990; Call 2006a) e incluso en algunas
especies de pájaro (Bond et al. 2003, Weir y Kacelnik 2006, Clayton
et al. 2006). Incluso el mismo Bermúdez (2003) ha defendido que
algunos animales son capaces de hacer inferencias de un modo implícito, o —como él las llama— protoinferencias, esto es, inferencias
que preservan el valor de verdad pero no en virtud de su forma.
Pero, a menos que aceptemos también que los animales sin lenguaje
pueden representar explícitamente las relaciones lógicas y evidenciales entre sus pensamientos, el hecho de que sean capaces de hacer
(proto)inferencias e incluso de reflexionar de un modo implícito exige
renunciar a la tesis de que el conocimiento implícito de las condiciones de individuación de los conceptos depende de la capacidad para
representar explícitamente su papel inferencial.
Cabe aclarar que mi idea no es negar que sea necesario conocer
las condiciones de individuación de los conceptos ni tampoco que
el papel inferencial forme parte de tales condiciones. Pretendo, en
cambio, rechazar que el conocimiento implícito de éstas depende
de su conocimiento explícito y, por otra parte, resaltar el papel que
13
Por el contrario, alrededor de los cinco años los niños son capaces de evaluar
epistémicamente y ponderar el estatus de su conocimiento sobre sus propios estados
mentales (Mitchell et al. 2009). Ello no implica, sin embargo, que en ese mismo
periodo los niños sean conscientes de la estructura lógica de sus pensamientos.
Agradezco a uno de los evaluadores anónimos por ponerme al tanto de este artículo.
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cumplen otras condiciones que son, a mi entender, relativamente más
básicas y centrales. En el apartado siguiente, ofreceré otro argumento
en contra de la dependencia entre lo implícito y lo explícito que, al
mismo tiempo, integra el inferencialismo con una visión representacionalista de los conceptos y sus condiciones de posesión. Para ello,
propondré dos condiciones diferentes para la posesión de conceptos:
la identificación y la generalidad. Mi idea es que la identificación
es una habilidad más básica que la de hacer inferencias y es imprescindible para dar cuenta de ella. En particular, la identificación
proporciona otro modo de individuar los conceptos cuya comprensión no requiere el conocimiento explícito que requiere Bermúdez.
La generalidad, por su parte, constituye un requisito para la posesión
de conceptos que no involucra ascenso intencional (o al menos no el
tipo de pensamiento explícito en el que piensa Bermúdez). Mi hipótesis es que si una criatura satisface ambas condiciones tendríamos
buenas razones para admitir que tiene conceptos.14
Estas condiciones, por otra parte, ponen de manifiesto el tipo
de pensamiento conceptual que quedaría excluido por medio del
requisito de ascenso intencional; precisamente el tipo de pensamiento
que, sin ser reflexivo, satisface la identificación y la generalidad.
Reconozco que, si bien no se trata de un argumento concluyente, sí es
bastante persuasivo. No obstante, quien quiera mantener el ascenso
intencional como una condición para tener conceptos, deberá ofrecer
razones adicionales para excluir otras variantes de pensamiento. Es
importante agregar que mi argumentación no depende de encontrar
casos de criaturas que posean conceptos sin ser capaces de tener
pensamientos de segundo orden, sino más bien de mostrar que es
posible, al menos teóricamente, que una criatura tenga conceptos
aun cuando no posea las capacidades reflexivas explícitas que exige
Bermúdez.
14
Es importante aclarar que, al adscribirse a estas dos condiciones, se ve garantizado el papel inferencial de los conceptos. Como argumento más adelante, mientras que
la identificación es imprescindible para dar cuenta de la realización de inferencias,
una criatura no podrá satisfacer el requisito de generalidad a menos que sea capaz de
realizar inferencias. En este sentido, mi propuesta debe entenderse como un enfoque
mixto sobre los conceptos, según el cual éstos involucran habilidades inferenciales e
identificatorias. Por esta razón, mi propuesta recupera elementos tanto de la teoría de
Bermúdez como de la de Millikan, para intentar sortear las dificultades de cada una
de ellas. En específico, he centrado mis esfuerzos en criticar el aspecto internista del
inferencialismo de Bermúdez, que lo lleva a aceptar que el pensamiento de segundo
orden y la justificación epistémica son inherentes a la noción de concepto.
Crítica, vol. 45, no. 133 (abril 2013)
PENSAMIENTOS DE PRIMER ORDEN
67
3 . Dos marcas de lo conceptual: identificación y generalidad
La concepción de Bermúdez de los conceptos pierde de vista un
importante logro cognitivo resultado de la adquisición de éstos, a
saber, la capacidad de reconocer que distintos trozos de información
no pertenecen sino a un mismo objeto (Millikan 2000, Duhau 2010).
Esta función se denomina comúnmente identificación de objetos o de
sustancias (Millikan, 2000).15 Esta capacidad, y no la de volvernos
epistémicamente sobre nuestro pensamiento, recoge de modo significativo uno de los papeles centrales que cumple la capacidad de realizar inferencias para quien posee conceptos. El problema no es que
Bermúdez no pueda ulteriormente dar cuenta de tal función, sino que
no la considera dentro de los aspectos centrales de su teoría. Si así
lo hiciera, probablemente no consideraría que el carácter explícito y
reflexivo del pensamiento sean rasgos constitutivos de los conceptos.
a) Identificación
Tal como muchos filósofos lo reconocen, la representación es una de
las funciones cognitivas básicas de los conceptos.
Cualquier teoría del pensamiento debería empezar con la tarea básica del
pensamiento: representar el mundo. Las creencias representan el mundo
como si fuera de cierta manera, mientras que los deseos lo representan
del modo en que debería ser, a la luz de una criatura pensante [ . . . ].
Estos criterios básicos para el pensamiento nos brindan una comprensión de las tareas básicas de los conceptos. Donde una creencia o un
deseo representa un estado de cosas completo y se especifica típicamente
por medio de un enunciado completo, como “Esta manzana es roja”,
un concepto representa una cosa particular o un modo de ser particular
de algo y, por lo tanto, se especifica típicamente sólo por medio de una
palabra o frase como “esta manzana” o “es roja”. (Camp 2009, p. 276)
Los conceptos refieren a, recogen, denotan o bien tienen una relación
intencional con individuos o conjuntos de entidades, eventos, estados,
propiedades, etc. (Weiskopf 2009, p. 147)
15
Millikan (2000) es tal vez la autora que más se ha esforzado por distinguir
esta función cognitiva de los conceptos de otras funciones como la clasificación, la
discriminación, etc. Otros autores, como Evans (1982), Strawson (1959) y Peacocke
(1992), consideraron —al igual que Millikan— que el pensamiento sobre particulares
es una forma básica de pensamiento. Sin embargo, a diferencia de ella, asumieron
que se trata de una capacidad privativa de las criaturas lingüísticas, que involucra
pensamiento con una estructura proposicional al igual que otras capacidades cognitivas.
Crítica, vol. 45, no. 133 (abril 2013)
68
MARIELA AGUILERA
Ahora bien, no es la representación por sí misma sino la integración
de diversas representaciones sobre un mismo objeto y su uso en
diferentes circunstancias lo que dota a una criatura con conceptos
de una importante herramienta cognitiva. Más específicamente, la
habilidad para identificar objetos cumple un destacado papel en la
facilitación y explotación de las diversas interacciones de una criatura
pensante con su entorno, pues la identificación permite ampliar el
conocimiento acerca de los objetos particulares y, además, es una
habilidad necesaria para la realización de inferencias ampliativas.
De hecho, un sistema podría ser representacional y, no obstante,
carecer de conceptos. Esto es algo que las nociones de representación
y contenido no conceptual parecen suponer. Veamos.
Bermúdez admite que, sin lenguaje y sin conceptos, una criatura
puede integrar información relevante del ambiente. Es sabido que
él es un defensor de los contenidos no conceptuales y de su atribución a criaturas no lingüísticas.16 Los contenidos no conceptuales
están compuestos por representaciones que no son conceptos; no
obstante, al igual que los contenidos conceptuales, tienen una estructura composicional, esto es, pueden descomponerse en elementos que a su vez pueden formar parte de nuevas combinaciones. Al
tener una estructura composicional, los contenidos no conceptuales
son aptos para la integración cognitiva, esto es, para la interacción
entre estados representacionales y motivacionales, así como de estados representacionales entre sí. La integración cognitiva, por su
parte, permite usar la información acumulada previamente en nuevas
ocasiones.
[P]arte de lo que está involucrado en la integración de estados representacionales es que una criatura que represente el entorno debería ser
capaz de registrar cuándo el entorno es relevantemente similar a lo
largo del tiempo. El ejemplo más simple sería cuando el entorno que se
representa actualmente es idéntico en todos los aspectos al entorno previamente representado. Pero el tipo apropiado de flexibilidad requiere
ser capaz de registrar en qué aspectos hay una coincidencia en el modo
en que se representa el entorno y en qué aspectos no hay tal coincidencia, de manera que una respuesta adecuada se pueda determinar
16
La noción de contenido no conceptual se ha propuesto para caracterizar ciertos
contenidos mentales que no están constituidos por los conceptos utilizados en su
especificación, como el contenido de la experiencia de los niños prelingüísticos,
procesos subpersonales y el pensamiento animal (Bermúdez 1995). Gunther (2003)
presenta una selección de los textos más representativos del debate en torno a esta
noción.
Crítica, vol. 45, no. 133 (abril 2013)
PENSAMIENTOS DE PRIMER ORDEN
69
integrando las coincidencias relevantes con la experiencia previa y los
estados motivacionales actuales. (Bermúdez 1998, p. 101)
De acuerdo con Bermúdez, a través de la integración cognitiva una
criatura puede, por un lado, reconocer lo similar y lo diferente de
distintas situaciones, y, por otro, modificar sus creencias y demás
actitudes proposicionales en virtud de otras actitudes. Gracias a ello,
afirma, una criatura puede comportarse de un modo plástico y flexible, ya que puede aprender de experiencias pasadas.
Ahora bien, la noción de contenido no conceptual no permite
explotar la potencia explicativa de la integración cognitiva cuando
ésta se encuentra al servicio de la identificación de objetos, esto es,
de la identificación de un objeto como el mismo una y otra vez. En
sentido estricto, la noción de contenido no conceptual tampoco parece
adecuada para explicar los procesos de protoinferencia (Bermúdez
2006), pues éstos también han de requerir alguna comprensión de
la identidad. La razón es que para la identificación no basta con
agrupar las coincidencias o semejanzas relevantes de una situación.
Al contrario, la (co)identificación consiste en nuclear en un mismo
concepto un conjunto de representaciones heterogéneas en virtud de
referir a una misma sustancia.17 De este modo, la discriminación e
integración de representaciones sobre rasgos similares y diferentes se
potencian con un nuevo uso: el reconocimiento de lo idéntico a partir
de lo diferente.
Lo mismo puede extenderse a la noción psicológica de conceptos. De acuerdo con la bibliografía especializada de la psicológica,
los conceptos son representaciones almacenadas y recuperadas en la
memoria a largo plazo (Weiskopf 2009, Machery 2009). Ahora bien,
lo que permite integrar y recuperar la información almacenada en
la memoria a largo plazo, para usarla posteriormente, es el hecho
de que distintos recuerdos o trozos de información versan sobre un
mismo objeto. Por medio de la identificación, la memoria a largo
plazo puede funcionar como un sistema consistente y no redundante
(Millikan 2000, p. 7).
Así entendida, la identificación constituye un importante logro
cognitivo, extendido entre los primates —humanos y no humanos—
aves y otros mamíferos, pues da lugar a la capacidad de rastrear y
17
Hay un dejo de ambigüedad en este modo de hablar de la identificación. Para
extinguirlo, siguiendo a Millikan (2000), uso “coidentificación” cuando considero la
identificación a nivel de los vehículos o representaciones internas, mientras que uso
“identificación” para aludir al reconocimiento de la igualdad de contenidos.
Crítica, vol. 45, no. 133 (abril 2013)
70
MARIELA AGUILERA
reconocer una misma sustancia u objeto como la misma cosa aun
cuando, en distintas circunstancias, se presente con distintas propiedades y, finalmente, amplía de este modo el repertorio de conductas y
pensamientos de la criatura. Este reconocimiento permite, entre otras
cosas, comportarse de acuerdo con la información acumulada en experiencias previas de modo que la conducta de una criatura en un
momento dado no dependa de los estímulos ambientales inmediatos
sino de la información recolectada y almacenada en situaciones anteriores. En consecuencia, la identificación explica por qué se pueden
usar de manera eficaz representaciones de rasgos y propiedades que,
en un momento dado, se encuentran ausentes o fuera del alcance de la
percepción, por qué respondemos de manera determinada incluso en
ausencia de los estímulos relevantes o bien por qué inhibimos ciertas
respuestas aun cuando los estímulos relevantes se han registrado. Si
bien la noción de integración cognitiva puede formar parte de esta
explicación, por sí sola no es suficiente.
Por otra parte, al reconocer que dos grupos de propiedades no son
sino del mismo objeto, una criatura puede integrar dos cuerpos de
información previamente separados para generar nuevo conocimiento
y/o para su posterior uso en nuevas situaciones. Supongamos que
una criatura con estados representacionales es, sin embargo, incapaz
de vincular diferentes representaciones, F (a), G(b), que tiene de un
mismo objeto. En tal caso diremos que si esta criatura descubriera
después que ambas representaciones hacen referencia a lo mismo
(a = b), habría aprendido algo nuevo acerca de tal objeto, pues ahora
sabe que G(a). Este nuevo conocimiento le permitirá exhibir un
comportamiento más flexible frente al mismo objeto, pues ahora sabe
que éste se manifiesta a través de esas dos propiedades, F y G, cada
una de las cuales puede formar la base para inferencias, respuestas
conductuales y expectativas, todas ellas heterogéneas. Pensemos en
una niña que sabe que el gatito mullido recostado sobre el sillón
es, además, el furioso animal que clavó las uñas sobre sus manos el
día anterior. El comportamiento cauteloso de la niña frente a este
animal recostado sobre el sillón habrá de explicarse no en virtud
de las propiedades que la niña observa en el animal en ese preciso
momento, sino más bien en virtud de que ella lo identifica como el
núcleo de ambos conjuntos de propiedades.
En criaturas que poseen conceptos tanto de sustancias como de
propiedades, el reconocimiento de que diferentes trozos de información son sobre un mismo objeto permite usar la información representada en inferencias mediatas. Este tipo de inferencia requiere la
capacidad de articular pensamientos con una estructura predicativa,
Crítica, vol. 45, no. 133 (abril 2013)
PENSAMIENTOS DE PRIMER ORDEN
71
en la que una propiedad se atribuye a un objeto. Este tipo de inferencia requiere, además, que al menos un elemento se repita y conserve
su significado en cada ocurrencia (Millikan 2000, p. 142). Como por
ejemplo en: Cicerón era pelado; Tulio = Cicerón; Tulio era pelado.
La identificación es, entonces, una precondición para la realización
de, al menos, algunas variedades de inferencia mediata, i.e. aquellas
que amplían el conocimiento de individuos o clases naturales, por
ejemplo.18 Al mismo tiempo, permite explicar uno de los papeles
centrales de la realización de inferencias para quien posee conceptos:
la ampliación de conocimiento. En cambio, las criaturas que sólo
tienen habilidades para identificar disponen únicamente de un conocimiento práctico (know-how) e implícito de las sustancias que, sin
embargo, da lugar a un comportamiento guiado y flexible a partir
de la información integrada: una criatura que percibe un objeto y lo
reconoce como el mismo que vio el día anterior puede integrar la
información que recolectó en ambas ocasiones y usarla de un modo
novedoso para guiar su conducta. Así, por ejemplo, un animal que
no ve un predador pero puede olerlo o sentir su bramido no saldrá
de su nido a menos que las señales de peligro desistan.
En síntesis, cuando la integración cognitiva se articula con la comprensión —ya sea implícita o explícita— de identidad de contenidos —es decir, con la coidentificación de representaciones sobre una
misma sustancia— y no se reduce, por lo tanto, a la yuxtaposición de
propiedades similares y diferentes, amplía el conocimiento y guía la
acción. En consecuencia, la habilidad de identificar es imprescindible
para explicar los procesos de razonamiento, pues la realización de inferencias presupone alguna comprensión de la identidad y, por otra
parte, posibilita un acceso epistémico a los objetos a los cuales hace
referencia el contenido del pensamiento. A diferencia de la capacidad
de volverse reflexivamente sobre el pensamiento, la identificación se
puede entender en términos de un conocimiento implícito —y, en
algunos casos, práctico— de las condiciones de “individuación de
objetos en el pensamiento”.19
18
Se podría objetar que el término medio en razonamientos donde sólo hay términos generales no presupone habilidades identificatorias, sino clasificatorias. No
obstante, si dentro de la noción de sustancia se incluyen estofas, clases naturales,
históricas y sociales, además de individuos, la identificación parece ser un requerimiento también en estos casos.
19
Es importante tener en cuenta que no sólo hay distintos modos de obtener
información acerca de un mismo objeto sino que distintos tipos de conceptos requerirán distintos mecanismos para recabar información y regular sus condiciones de
corrección. Por ejemplo, los conceptos de objetos ficticios o históricos tendrán maneCrítica, vol. 45, no. 133 (abril 2013)
72
MARIELA AGUILERA
Si esto es así, aunque no lo puedo argumentar de manera completa aquí, la identificación también resulta indispensable para dar
cuenta del principio de Russell (Evans 1982). De acuerdo con este
principio, una criatura debe tener un acceso epistémico al objeto de
su pensamiento; en específico, debe tener un conocimiento discriminador acerca de los objetos de sus pensamientos sobre particulares.20
Debe saber acerca de qué está pensando, cuál es el contenido de su
pensamiento. Para ello, el pensamiento debe estar constituido por
elementos referenciales que permitan identificar particulares. Por lo
general, se ha asumido que este principio exige un conocimiento proposicional de las condiciones de individuación de los objetos. Ahora
bien, la habilidad para identificar sustancias constituye un modo de
individuar conceptos para cuya comprensión no es siempre imprescindible un conocimiento explícito y proposicional.21 Veamos.
En primer lugar, los estudios en psicología han recolectado evidencia psicológica acerca de la comprensión de la permanencia de objetos, aun en niños en la etapa prelingüística (Baillargeon 1987, Spelke
1990). Ello daría cuenta de que ya existen elementos referenciales
en la percepción (Burge 2010). En segundo lugar, la identificación
cumple un papel primordial en la adquisición de conceptos, pues
justamente se define en términos de la acumulación e integración
de información acerca de un mismo objeto (Millikan 2000). La comprensión explícita de las condiciones de individuación de un concepto
presupone la posesión del concepto en cuestión, pues la adquisición
de conceptos es previa a su evaluación epistémica. Conforme a esta
hipótesis, se puede decir que los niños (humanos) comienzan a usar
los conceptos e, incluso, les dan una expresión lingüística mucho
ras de recabar información y condiciones de corrección diferentes a la que requieren
los conceptos empíricos. En tanto la identificación consiste en la coidentificación
de representaciones sobre un mismo objeto, a diferencia de los conceptos empíricos que incluyen la coidentificación de representaciones perceptuales, los conceptos
abstractos incluyen, en cambio, la coidentificación de representaciones abstractas o
no perceptuales. Pero, para ello, es menester contar con capacidades inferenciales
que presupongan una estructura predicativa.
20
El principio de Russell es un principio que rige los pensamientos sobre particulares y no los pensamientos generales, como “Todos los cisnes son blancos”, puesto
que ese tipo de pensamiento carece de elementos referenciales.
21
Bermúdez, por su parte, muestra su adhesión a este principio (2010, p. 46).
Sostiene que los objetos del pensamiento de segundo orden —otros pensamientos—
son individuados inferencialmente; sin embargo, no explica cómo se individúan los
objetos de los pensamientos de primer orden. En ciertos lugares, él reconoce que el
papel inferencial desempeña sólo una tarea parcial en la individuación de conceptos.
Sin embargo, no explicita qué otros aspectos forman parte de las condiciones de
individuación de conceptos.
Crítica, vol. 45, no. 133 (abril 2013)
PENSAMIENTOS DE PRIMER ORDEN
73
antes de comprender explícitamente cuáles son sus condiciones de
individuación, pues si se acepta que el referente cuenta entre las condiciones de individuación de un concepto, la identificación posibilita
una comprensión implícita de tales condiciones.
En tercer lugar, cuando la guían objetivos estrictamente prácticos,
la identificación simplemente involucra la capacidad para dar respuestas conductuales confiables y flexibles —aunque falibles— en los
diversos encuentros con un mismo objeto y, para esto, sólo se requiere que la criatura sea capaz de integrar la información representada
y usarla conforme a sus metas y los encuentros previos con el objeto
(Millikan 2000). En este sentido, la criatura tendría un conocimiento
práctico o implícito acerca de las condiciones de individuación de
los conceptos. Con el fin de lograr este tipo de identificación, no es
necesario exigir que la criatura reconozca explícitamente las razones
inherentes a la identificación sino simplemente que tenga la sensibilidad práctica para hacerlo. Tampoco se necesita ser capaz de dar
justificaciones porque tener un concepto sobre un objeto es saber
identificarlo y no ponderar explícitamente las razones que conducen
a tal identificación.22
Por último, la identificación incluye un importante componente
normativo, pues al integrar información sobre una misma sustancia,
una criatura se vuelve capaz de modificar y corregir sus conductas,
eliminar contradicciones y modificar sus creencias y deseos en la
medida en que incorpora nueva información sobre el referente de la
identificación y en virtud de su propio éxito y fracaso en encuentros previos con la sustancia, así como en virtud de las relaciones
inferenciales entre los pensamientos acerca de la sustancia.
Se puede preguntar, sin embargo, si esta condición es suficiente
para el pensamiento conceptual. De hecho, Bermúdez podría conceder el punto y admitir que la identificación de objetos es un importante rasgo de los conceptos, pero insistiría en que la capacidad
de identificar sin la de reflexionar no basta para tener conceptos.
Supondré, para seguir con el argumento, que no lo es.23 Sostendré,
22
Así como la identificación no implica evaluar la relación lógica entre razones
ni involucra juicios de identidad, tampoco implica evaluar “cuán confiables” son los
medios empleados para la identificación, como sostendría una posición confiabilista.
23
Es importante aclarar que, al sostener que la identificación constituye una de las
funciones centrales de los conceptos que no requiere pensamiento de segundo orden
y que es necesaria para realizar inferencias, sólo he usado la teoría de Millikan (2000)
de un modo restringido, pues, a diferencia de Millikan, pienso que la identificación
es insuficiente para el pensamiento conceptual. Como argumento a continuación, el
pensamiento conceptual involucra una estructura inferencial y predicativa, capaz de
Crítica, vol. 45, no. 133 (abril 2013)
74
MARIELA AGUILERA
en cambio, que la generalidad y la identificación de objetos en forma conjunta constituyen dos condiciones centrales para la posesión
de conceptos que, por un lado, i) no requieren ascenso intencional,
por otro lado, ii) son indispensables para explicar al menos ciertas
formas de inferencia, y finalmente iii) ponen al descubierto aspectos
significativos del pensamiento conceptual. Lo que quiero mostrar con
esto es que Bermúdez nos debe razones por las cuales aceptar que,
para ser conceptual, el pensamiento debe ser reflexivo y requiere la
capacidad de pensar explícitamente en las relaciones inferenciales
entre distintos pensamientos.
b) Generalidad
El requisito de generalidad ha sido bien aceptado en la bibliografía
filosófica sobre conceptos.24 En términos generales, según este requisito, el pensamiento conceptual está esencialmente estructurado y se
compone de distintas habilidades sistemáticas que son constitutivamente recombinables de modo indefinido en distintos pensamientos.
[C]ualquier pensamiento que podamos interpretar como poseedor del
contenido de que a es F entraña el ejercicio de una habilidad —el
conocimiento de lo que es que algo sea F— que se puede ejercitar
satisfacer el requisito de generalidad, algo que Bermúdez acepta. Ahora bien, como
lo señaló uno de los evaluadores anónimos de este trabajo, se podría preguntar si
esta estrategia es legítima. Pienso que ésta se ve posibilitada fundamentalmente por
el hecho de que ambas teorías recurren a las nociones de representación mental y
de integración cognitiva para dar una explicación de los conceptos y, en general,
de la intencionalidad. Por otro lado, pese a sus diferencias, ambas teorías encarnan
una concepción realista de los conceptos y consideran que tener conceptos involucra
tener habilidades, identificatorias para Millikan e inferenciales para Bermúdez.
24
Coexisten, sin embargo, diversas acepciones sobre el requisito de generalidad.
Las diversas lecturas que ha recibido este requisito, por lo general, difieren en
el grado de libertad o permisividad en las combinaciones que se ha de exigir a
un sistema para que sea conceptual. Así, por ejemplo, algunos sostienen que si
una criatura tiene los conceptos F y a, y puede pensar F (a), luego para algunos
conceptos G y b que la criatura posea, podrá pensar G(a) y F (b) (Carruthers 2009).
Otros, en cambio, consideran que la posesión de conceptos involucra la capacidad
de pensar G(a) y F (b) para todo concepto que la criatura posea (Evans 1982,
Hurley 2003, Peacocke 1992). Entre estas alternativas, Camp (2009) propone una
versión gradualista del requisito de generalidad, que pueden satisfacer criaturas sin
lenguaje. Bermúdez, por su parte, ha defendido una lectura fuerte del requisito para
defender que los conceptos requieren vehículos lingüísticos. Sin embargo, como
señalé al comienzo, en este trabajo dejaré de lado esta cuestión, dado que lo que me
interesa no es cuán libremente podemos combinar nuestros conceptos sino el tipo de
capacidad que se necesita con el fin de que la combinación sea posible.
Crítica, vol. 45, no. 133 (abril 2013)
PENSAMIENTOS DE PRIMER ORDEN
75
indefinidamente en muchos pensamientos distintos y que se ejercitaría,
por ejemplo, en el pensamiento de que b es F. De manera similar para
el pensamiento de que a es G. (Evans 1982, p. 103)
Hay diversas razones en favor del requisito de generalidad. Desde
un punto de vista metodológico, provee un criterio relativamente
claro para la posesión de conceptos. Pero hay razones más profundas
para su aceptación. En primer lugar, la satisfacción del requisito de
generalidad garantiza un enriquecimiento significativo del repertorio
conceptual de una criatura que tiene habilidades para identificar,
pues ésta ha de poder combinar en una estructura predicativa las
habilidades para identificar con otro tipo de habilidades representacionales, como las habilidades clasificatorias que involucren, además,
conceptos de propiedades.
En segundo lugar, sería extraño hablar de “pensamiento conceptual” si éste no estuviera constituido por partes recombinables, pues
la recombinabilidad es lo que garantiza un grado interesante de separación entre una representación y lo representado o, en términos
davidsonianos, entre lo objetivo y lo subjetivo, así como una diferenciación entre el pensamiento conceptual y la percepción. Me refiero
al hecho de poder “separar” un concepto —por, ejemplo ROJO— de
un contenido completo —de la manzana es roja— para que forme
parte de otros contenidos —como en las casas son rojas—. Esto depende de la posibilidad de separar la representación —ROJO— de la
situación percibida representada —la manzana roja sobre la mesa— y
usarla en otros contextos, alejados de esa situación —al recordar, por
ejemplo, que había una manzana roja sobre la mesa—. Así, podría
decirse que mientras la identificación da lugar a la flexibilidad conductual, la generalidad da lugar a una nueva clase de flexibilidad de
tipo cognitivo.
Por otro lado, la recombinabilidad permite explicar la capacidad
de utilizar información obtenida en un contexto y aplicarla en otro,
como sucede en la realización de inferencias, en la de metáforas,
etc. Esta libertad para aplicar nuestros repertorios conceptuales en
diversos contextos se puede entender a la luz de la tesis de que los
conceptos guardan un conocimiento con cierto grado de abstracción
y generalidad respecto de aquello a lo que se refieren. Como en
el ejemplo anterior, el concepto de ROJO se puede independizar
de la percepción de manzanas rojas y del pensamiento de que las
manzanas son rojas.
Por último, el requisito de generalidad exige que los conceptos
sean recombinables de modo sistemático, esto es, que realicen la
Crítica, vol. 45, no. 133 (abril 2013)
76
MARIELA AGUILERA
misma contribución semántica en los distintos pensamientos de los
que formen parte. Sin la sistematicidad sería difícil explicar el razonamiento y la realización de inferencias, puesto que para concluir,
por ejemplo, que al menos alguien es feliz a partir de Cata es feliz,
necesitamos no sólo que el concepto SER FELIZ pueda formar parte
de distintos pensamientos sino también que conserve su significado
en cada uno de ellos. En este sentido, es muy convincente que sólo
una criatura dotada de habilidades inferenciales pueda satisfacer el
requisito de generalidad. Más aún, el hecho de que una criatura sea
incapaz de realizar inferencias indicaría que no tiene conceptos. De
aquí se desprende que la posesión de conceptos ha de involucrar
habilidades tanto para identificar como para hacer inferencias.
Ahora bien, salvo que aceptemos que la capacidad de hacer inferencias se encuentre ligada a la justificación epistémica, este requisito
no parece involucrar ascenso intencional alguno. En cambio, implica
que un sistema conceptual debe ser productivo y sistemático, de
modo que garantice múltiples combinaciones entre sus componentes.
Pero, tal como lo han puesto de manifiesto las ciencias cognitivas,
estas propiedades se pueden explicar desde un punto de vista causal
en términos de reglas sintácticas, ejecutadas por mecanismos y procesos subpersonales (Fodor y Pylyshyn 1988, Camp 2009). En tanto
que —según este modelo explicativo— las propiedades semánticas se
ven reflejadas en las propiedades sintácticas, para realizar inferencias
y combinar conceptos no se necesita un sistema que opere de modo
consciente ni reflexivo.25
Por otro lado, así como para integrar nueva información con una
representación previa de un objeto no se necesita pensar acerca del
concepto sino sólo acerca del objeto (por ejemplo, cuando pensamos “Luci es linda además de ser simpática”), del mismo modo,
no necesitamos pensar en los conceptos de DEDO ni de PÉTALO
(sino en dedos y pétalos) para entender la metáfora “Sus manos se
abren como pétalos”. Por supuesto que las personas participamos
de muchas prácticas reflexivas en las que nuestra preocupación está
centrada en los conceptos, en el uso de los conceptos, etc. La teorización filosófica, la explicación científica, la modelización, la revisión de
25
En esta dirección, Burge (2010) sostiene que para que una criatura razone
deductivamente, sus transiciones psicológicas se deben poder explicar conforme a un
modelo de razonamiento deductivo. Esto es, sus pensamientos deben ser instancias
de esquemas deductivos. La teoría fodoriana da un paso más y asume una perspectiva
realista sobre estos modelos, pues supone que el cerebro es un procesador que opera
conforme a tales esquemas. Lo interesante de esta teoría es que da una explicación
causal de por qué nuestro pensamiento se adecua a ese modelo.
Crítica, vol. 45, no. 133 (abril 2013)
PENSAMIENTOS DE PRIMER ORDEN
77
creencias y deseos, etc., son ejemplos de ello. Lo que quiero señalar
es que para combinar conceptos —algo que muchos niños comienzan
a hacer desde muy pequeños— no necesitamos pensar explícita y
reflexivamente en ellos.26
Hasta aquí, he presentado dos condiciones para el pensamiento
conceptual. Como he señalado, ninguna de ellas implica ascenso intencional. Sin embargo, si aceptáramos que una criatura satisface
ambas condiciones, tendríamos buenas razones para admitir que posee conceptos. No creo haber brindado de este modo una objeción
concluyente contra la propuesta de Bermúdez. Sin embargo, espero
haber mostrado que la clase de conceptos que satisface el requisito
de ascenso intencional excluye buena parte de pensamientos conceptuales.
4 . Observaciones finales
En este trabajo he intentado esclarecer las motivaciones que llevan a
Bermúdez a aceptar la tesis de que para tener conceptos una criatura
pensante debe ser capaz de tener pensamientos sobre otros pensamientos. He señalado que el autor apela a una concepción internista
de la justificación epistémica. Este compromiso lo hace aceptar, por
un lado, que la posesión de conceptos involucra la capacidad de
tener una comprensión explícita de las relaciones lógicas y evidenciales entre distintos pensamientos y, por otro lado, que para tener
conceptos es necesario ser capaz de dar justificaciones, una práctica
paradigmáticamente lingüística.
Contra este conjunto de tesis y compromisos, he señalado las dificultades para dar cuenta del uso de conceptos, la realización de
inferencias y la capacidad reflexiva tal como los llevan a cabo los
niños y los animales sin lenguaje, con base en un conocimiento implícito de las relaciones inferenciales entre pensamientos. Por su parte,
Bermúdez no puede aceptar lo anterior al sostener que este tipo de
conocimiento depende de la capacidad de representar explícitamente
tales relaciones. Las dificultades señaladas ponen en tela de juicio la
tesis de que el pensamiento de segundo orden constituya una condición necesaria para el pensamiento conceptual y, con ello, la tesis de
que el lenguaje natural y la evaluación epistémica sean inescindibles
de la posesión de conceptos.
26
Mientras Bermúdez diría que el uso habitual de conceptos no involucra ascenso
intencional, mi tesis es que la adquisición temprana de conceptos, como el uso
habitual, no lo requiere en el sentido de que es el ascenso intencional lo que depende
de la posesión de concepto y no a la inversa.
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78
MARIELA AGUILERA
Por último, he propuesto dos condiciones para el pensamiento
conceptual que no involucran ascenso intencional y, sin embargo,
resaltan aspectos significativos del uso de conceptos: la identificación
y la generalidad. He argumentado que la identificación constituye
una habilidad indispensable para tener conceptos e incluso para realizar inferencias, mientras que el requisito de generalidad pone en
evidencia aspectos distintivos del pensamiento conceptual. De aquí
se sigue una concepción mixta de los conceptos, según la cual tener
conceptos involucra habilidades tanto inferenciales como identificatorias, sin las cuales no es posible satisfacer el requisito de generalidad.
Tal como las he presentado aquí, estas condiciones requieren un
conocimiento implícito de las condiciones de individuación de los
conceptos y, particularmente, son independientes de la capacidad de
representar explícitamente el pensamiento y las relaciones de inferencia entre sus contenidos. En este sentido, se ajustan a lo que sabemos
sobre los niños y algunas especies de animales, según las investigaciones en psicología del desarrollo, etología cognitiva y psicología
comparada.27
BIBLIOGRAFÍA
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Este trabajo se presentó en el I Coloquio sobre Conceptos y Percepción, que
se llevó a cabo del 25 al 27 de noviembre de 2010, en Villa General Belgrano,
Córdoba, Argentina. Agradezco las observaciones y la discusión de los participantes,
especialmente a Laura Danón, Darío Scattolini y Elizabeth Camp. Quisiera agradecer
también a José Luis Bermúdez, por su lectura, y muy especialmente a los árbitros
anónimos y editores de la revista, por sus comentarios y por alentarme a mejorar el
trabajo.
Crítica, vol. 45, no. 133 (abril 2013)
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Recibido el 14 de febrero de 2011; revisado el 22 de septiembre de 2012; aceptado
el 5 de octubre de 2012.
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