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Lengua, historia y sociedad

La Serie 2012 de los Volúmenes temáticos de la SAL publica una selección de trabajos de los diversos campos que conforman las ciencias del lenguaje. La selección se hizo mediante una convocatoria abierta a todos los autores que presentaron ponencias en el XIII Congreso de la SAL (2012). Los volúmenes, editados y evaluados por expertos en los campos correspondientes, reflejan el estado actual de las prácticas científicas de las respectivas (sub)comunidades discursivas.

Volúmenes temáticos de la Sociedad Argentina de Lingüística Serie 2012 Editores de la serie Víctor M. Castel CONICET y Universidad Nacional de Cuyo Mabel Giammatteo Universidad de Buenos Aires y Universidad del Salvador Alejandro Parini Universidad de Buenos Aires y Universidad de Belgrano La Serie 2012 de los Volúmenes temáticos de la SAL publica una selección de trabajos de los diversos campos que conforman las ciencias del lenguaje. La selección se hizo mediante una convocatoria abierta a todos los autores que presentaron ponencias en el XIII Congreso de la SAL (2012). Los volúmenes, editados y evaluados por expertos en los campos correspondientes, reflejan el estado actual de las prácticas científicas de las respectivas (sub)comunidades discursivas. Volúmenes publicados 1. Enseñanza de lenguas e interculturalidad 2. Lenguaje, cognición y cerebro 3. Discurso especializado: estudios teóricos y aplicados 4. En torno a la morfosintaxis del español 5. Discurso, identidad y representación social 6. Léxico y sintaxis 7. Lenguas indígenas de América del Sur I. Fonología y léxico 8. Discurso argumentativo, jurídico e institucional 9. Lingüísticas del uso. Estrategias metodológicas y hallazgos empíricos 10. Enseñanza de la gramática 11. Lengua, historia y sociedad Volúmenes por aparecer 12. Cuestiones de fonética, fonología y oralidad 13. El español rioplatense desde una perspectiva generativa 14. Rumbos sociolingüísticos 15. Lenguas extranjeras. Aportes teórico-descriptivos y propuestas pedagógicas 16. Lenguas indígenas de América del Sur II. Morfosintaxis y contacto lingüístico 17. Discurso literario, periodístico y mediático 18. Cuestiones lexicológicas y lexicográfricas 19. Lenguaje, discurso e interacción en los espacios virtuales 20. Lexicografía, lexicografía especializada y terminología Volúmenes temáticos de la SAL: serie 2012 Lengua, historia y sociedad Aportes desde diversas perspectivas de investigación lingüística Daniela Lauria y Mara Glozman Editoras Volúmenes temáticos de la SAL: serie 2012 Lengua, historia y sociedad / Battista, Emiliano... [et al.]; edición literaria a cargo de Daniela Lauria y Mara Glozman. - 1a ed. - Mendoza: Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo; Sociedad Argentina de Lingüística, 2013. E-Book. - (Volúmenes temáticos de la Sociedad Argentina de Lingüistica / Castel, V., Giammatteo, M. y Parini, A.) ISBN 978-950-774-228-6 1. Lingüística. 2. Historia. 3. Sociedad. I. Lauria, Daniela, ed. lit. II. Glozman, Mara, ed. lit. CDD 410.7 Fecha de catalogación: 04/04/2013 © 2013, Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo © 2013, Sociedad Argentina de Lingüística Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo Centro Universitario Parque Gral. San Martín Casilla de Correo 345 5500 Mendoza República Argentina E-mail: [email protected] Web address: http://ffyl.uncu.edu.ar Contacto Serie 2012 de Volúmenes temáticos: [email protected] Idea, diagramación, composición y diseño: Gráfica Brovedá Primera edición: noviembre de 2013 Volúmenes temáticos de la SAL: serie 2012 Contenido Evaluadores de Volúmenes temáticos: serie 2012 ........................... 11 Autores del volumen ....................................................................... 15 Introducción ................................................................................... 17 Daniela Lauria y Mara Glozman Capítulo 1 ....................................................................................... 21 La lengua gauchesca en la diacronía José Luis Moure Capítulo 2 ....................................................................................... 31 Textos administrativos del siglo XIX en Chubut: estilo y contexto social Sandra Lubén Jones y Vilma Nanci Jones Capítulo 3 ....................................................................................... 49 Apuntes sobre el problema de la lengua nacional en la gramática escolar argentina Esteban Lidgett Capítulo 4 ....................................................................................... 61 La mirada historiográfica de Manuel de Montolíu. El debate entre positivismo e idealismo en la lingüística hispánica Emiliano Battista Capítulo 5 ....................................................................................... 77 No sos vos, soy yo: la identidad lingüística argentina como conflicto María López García Referencias ..................................................................................... 93 Foto y filiación editoras del volumen ............................................ 101 Contratapa .................................................................................... 102 Volúmenes temáticos de la SAL: serie 2012 Evaluadores de Volúmenes temáticos: serie 2012 Hugo Daniel Aguilar María Paula Bonorino Universidad Nacional de Río Cuarto y Universidad Nacional de Villa Mercedes Universidad de Buenos Aires Luis Aguirre Universidad Nacional de Cuyo Universidad Nacional de Cuyo Silvana Elizabeth Alaníz Universidad Nacional de San Juan Hilda Albano Iris Viviana Bosio Viviana Cárdenas Universidad Nacional de Salta Javier Carol Universidad de Buenos Aires y Universidad del Salvador Universidad de Buenos Aires y Universidad Nacional de General Sarmiento Guadalupe Álvarez Isolda E. Carranza CONICET y Universidad Nacional de General Sarmiento CONICET y Universidad Nacional de Córdoba Leandro Arce Cintia Carrió Universidad Nacional de Catamarca Universidad Nacional del Litoral y CONICET Fernando Balbachan Universidad de Buenos Aires Vanina Andrea Barbeito Universidad de Buenos Aires Alicia E. Carrizo Universidad de Buenos Aires Víctor M. Castel CONICET y Universidad Nacional de Cuyo Yris Barraza Programa de Formación de Maestros Bilingües de la Amazonía Peruana, Iquitos, Perú Marisa Censabella Juan Pablo Barreyro María Chavarría Universidad de Buenos Aires Macalester College, Saint Paul MN, USA y CONICET Graciela Barrios Universidad de la República CONICET y Universidad Nacional del Nordeste Laura Colantoni University of Toronto Roberto Bein Universidad de Buenos Aires Mariana Cuñarro Marina Berri Universidad de Buenos Aires y CONICET Universidad de Buenos Aires y Universidad Nacional de Lomas de Zamora Cristina Boccia Wilmar D'Angelis Universidad Nacional de Cuyo Universidade Estadual de Campinas (UNICAMP), Campinas SP, Brasil Juan Eduardo Bonnin CEIL / CONICET Volúmenes temáticos de la SAL: serie 2012 Evaluadores Alejandro de la Mora Lilián Guerrero Valenzuela Universidad Nacional Autónoma de México Universidad Nacional Autónoma de México Lorena de-Matteis Yolanda Hipperdinger Universidad Nacional del Sur y CONICET CONICET y Universidad Nacional del Sur Ángela Lucía Di Tullio Inés Kuguel Universidad Nacional del Comahue Universidad Nacional de General Sarmiento y Universidad de Buenos Aires Juan Antonio Ennis Universidad Nacional de La Plata y CONICET Georgina Lacanna Andrea Estrada Daniela Lauria Universidad de Buenos Aires Universidad de Buenos Aires y CONICET Alain Fabre Marta Lescano Universidad de Tampere, Finlandia Universidad Pedagógica Ana Fernández Garay Ángel Maldonado Universidad Nacional de La Pampa y CONICET Universidad de Buenos Aires Fernando García Rivera Universidad Nacional de Río Negro Programa de Formación de Maestros Bilingües de la Amazonía Peruana, Iquitos, Perú Paula S. García Universidad de Buenos Aires Adalberto Ghio Universidad de Buenos Aires Marisa Malvestitti Ana María Marcovecchio Universidad de Buenos Aires y Universidad Católica Argentina María Mare Universidad Nacional del Comahue Universidad de Buenos Aires y Universidad Nacional de Lomas de Zamora Angelita Martínez Mabel Giammatteo Ileana Martínez Universidad de Buenos Aires Universidad Nacional de Río Cuarto Mara Glozman Salvio Martín Menéndez Universidad de Buenos Aires y CONICET Universidad de Buenos Aires y CONICET Lucía Golluscio Laura Miñones CONICET y Universidad de Buenos Aires Instituto de Enseñanza Superior en Lenguas Vivas ‘Juan Ramón Fernández’ y Universidad de Buenos Aires Luisa Granato Universidad Nacional de La Plata Beatriz Gualdieri Universidad Nacional de Luján Marymarcia Guedes Universidade Estadual Paulista "Júlio de Mesquita Filho" (UNESP), Campus Araraquara , São Paulo, Brasil Universidad Nacional de La Plata y Universidad de Buenos Aires Mariana Morón Usandivaras Universidad de Buenos Aires y CONICET Liliana Naveira Universidad Nacional de Mar del Plata María Valetina Noblia Universidad de Buenos Aires Evaluadores Susana Ortega de Hocevar Mariela Rígano Universidad Nacional de Cuyo Universidad Nacional del Sur Ana Pacagnini Elizabeth Rigatuso Universidad Nacional de Río Negro Universidad Nacional del Sur y CONICET Constanza Padilla CONICET y Universidad Nacional de Tucumán Silvina Rodríguez Azucena Palacios Grisel Salmasso Universidad Autónoma de Madrid CONICET y Universidad Nacional de Cuyo Alejandro Parini Rosa María Sanou Universidad de Buenos Aires y Universidad de Belgrano Universidad Nacional de San Juan Luis París Universidade de São Paulo CONICET y Universidad Nacional de Cuyo Carlos Pasero Universidad Nacional del Comahue Raquel Santana Santos Ana Karina Savio Universidad de Buenos Aires Universidad de Buenos Aires y Universidad Nacional de Luján Inge Sichra Rosana Pasquale Universidad Mayor de San Simón, Bolivia Universidad Nacional de Luján y Universidad de Buenos Aires Lidia Soler Liliana Pazo Instituto Superior del Profesorado "Joaquín V. González" Mercedes Pujalte Universidad Nacional de Córdoba Adriana Speranza Universidad Nacional de Moreno y Universidad Nacional de La Plata Universidad Nacional del Comahue Sonia Suárez Cepeda Alejandro Raiter Universidad Nacional de La Pampa y Universidad Nacional de Córdoba Universidad de Buenos Aires María del Rosario Ramallo Universidad Nacional de Cuyo Silvia Ramírez Gelbes Universidad de Buenos Aires y Universidad de San Andrés Gabriela Resnik Universidad Nacional de General Sarmiento Marcela Reynoso Universidad Nacional de Entre Ríos Susana Rezzano Universidad Nacional de San Luis Mariana Szretter Universidad de Buenos Aires María Beatriz Taboada Universidad Autónoma de Entre Ríos y CONICET Diana Támola Universidad Nacional de Cuyo Jimena Terraza Universidad de Toronto, Canadá Guillermo Toscano y García Universidad de Buenos Aires Augusto Trombeta Universidad de Buenos Aires Evaluadores Alejandra Vidal CONICET y Universidad Nacional de Formosa Maximiliano Wilson Université Laval, Québec, Canada Pablo Zdrojewski Universidad de Buenos Aires y Universidad Nacional de General Sarmiento Autores del volumen Emiliano Battista CONICET y Universidad de Buenos Aires [email protected] Sandra Lubén Jones Universidad Nacional de la Patagonia “San Juan Bosco” [email protected] Vilma Nanci Jones Universidad Nacional de la Patagonia “San Juan Bosco” [email protected] Esteban Lidgett CONICET y Universidad de Buenos Aires [email protected] María López García CONICET y Universidad de Buenos Aires [email protected] José Luis Moure CONICET y Universidad de Buenos Aires [email protected] Volúmenes temáticos de la SAL: serie 2012 Introducción Daniela Lauria y Mara Glozman El presente volumen está conformado por un conjunto de trabajos que –desde diferentes perspectivas– pueden ubicarse en la intersección entre el estudio de cuestiones lingüísticas, elementos históricos y contextos sociales. En particular, los cinco capítulos reunidos en Lengua, historia y sociedad. Aportes desde diversas perspectivas de investigación lingüística analizan aspectos que atañen a las variedades del español en la Argentina, considerando en sus descripciones dimensiones que pueden englobarse bajo la idea general de historicidad. En algunos casos, la historicidad se manifiesta en el enfoque diacrónico; en otros, la dimensión histórica se expresa en la selección de corpora textuales situados en condiciones de producción específicas –fines del período colonial-principios del período emancipatorio, fines del siglo XIX, primeras décadas del siglo XX–; otros trabajos incorporan lo histórico como variable para el análisis explicativo de fenómenos más recientes. En líneas generales, es posible distinguir dos tipos de análisis, según la naturaleza de su objeto de estudio: por un lado, aquellos que se proponen describir y/o explicar aspectos de una variedad lingüística del español de la Argentina; por el otro, aquellos trabajos que no estudian la lengua –los elementos que la conforman– sino discursos sobre la lengua. Los primeros dos capítulos –el de Moure y el de Jones & Jones– pertenecen al primer grupo, puesto que comparten el interés por identificar rasgos lingüísticos y/o estilísticos recurrentes a partir del análisis de corpora textuales históricamente situados. Los capítulos siguientes –el de Lidgett, el de Battista y el de López García– analizan, en cambio, textos de carácter metalingüístico o epilingüístico, esto es, materiales discursivos que toman a la lengua como objeto de reflexión, evaluación y/o descripción: gramáticas, textos teóricos y encuestas a los hablantes, respectivamente. José Luis Moure en su capítulo “La lengua gauchesca en la diacronía” reflexiona acerca de los orígenes de la configuración del género gauchesco. El autor parte de una definición del concepto de lengua gauchesca –enunciada por Moure en trabajos anteriores– y toma como corpus de análisis tres obras provenientes de la dramaturgia rioplatense, elaboradas entre fines del siglo XVIII y las primeras décadas del siglo XIX. Desde un enfoque diacrónico, Moure examina no sola la variedad de los materiales escritos, sino principalmente los rasgos lingüísticos –en particular léxicos y morfosintácticos– que se actualizan en los materiales textuales que componen el corpus de análisis. De los fenómenos abordados, uno de los más interesantes es aquel que se ocupa y da Volúmenes temáticos de la SAL: serie 2012 Daniela Lauria y Mara Glozman cuenta del proceso de selección y reacomodamiento de las formas de tratamiento, en particular de los elementos del sistema pronominal y verbal rioplatense de la segunda persona del singular. El capítulo “Textos administrativos del siglo XIX en Chubut: estilo y contexto social” de las investigadoras Sandra Lubén Jones y Vilma Nanci Jones constituye un aporte al conocimiento de las relaciones entre el español y el galés, así como a la historia del español en la provincia de Chubut. Desde el enfoque teórico-metodológico de la sociolingüística histórica, las autoras presentan un análisis de caso: examinan minuciosamente un texto bilingüe español-galés fechado en 1890 del ámbito de la administración pública judicial provincial, concerniente a un litigio presentado por integrantes de la colonia galesa. El foco del análisis discursivo se detiene específicamente en el nivel de las variaciones estilísticas que, según la línea en la que se inscribe el trabajo, inciden dos tipos de factores: por un lado, las características relacionadas con la díada hablante / emisor y su audiencia / receptor como, por ejemplo, las marcas léxicas, las formulas de tratamiento referenciales y las fórmulas directas destinadas a identificar a los interlocutores. Por otro, las particularidades del discurso: el tema, el género y el contexto situacional. Los elementos aportados por el análisis permiten reconstruir el contexto sociohistórico en el que las variaciones de estilo en cuestión se sustentan y permiten describir, además, algunos rasgos lingüísticos específicos de la región. En “Apuntes sobre el problema de la lengua nacional en la gramática escolar argentina”, Esteban Lidgett indaga, desde una perspectiva historiográfica, dos gramáticas destinadas al ámbito escolar: la Gramática Argentina de Rufino y Pedro Sánchez publicada en el año 1852 y la Gramática de la lengua castellana de Ricardo Monner Sans y Baldmar Dobranich de 1893. El trabajo forma parte de un proyecto de investigación más amplio cuyo fin es abordar la configuración de la gramática escolar argentina en el período comprendido entre los años 1863 y 1922. En este trabajo, Lidgett analiza comparativamente los dos textos gramaticales (especialmente los prólogos y las macroestructuras) producidos en contextos históricos bien diferenciados. En particular, focaliza en tres aspectos: la concepción de lengua asumida, el modelo pedagógico adoptado y la influencia de tradiciones gramaticales. A lo largo del estudio, el autor defiende la propuesta teórico-metodológica de la historiografía lingüística en su vertiente interna y se distancia de los resultados a los que puede arribar una “perspectiva puramente contextual” a la hora de analizar instrumentos lingüísticos. Emiliano Battista propone en su trabajo “La mirada historiográfica de Manuel de Montolíu. El debate entre positivismo e idealismo en la lingüística hispánica” un análisis riguroso de un corpus debidamente 18 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013) Introducción acotado dentro del campo de la historiografía lingüística en lengua española. A partir del examen de dos textos de Montolíu publicados en 1918 y en 1926, Battista muestra el modo en el que quien fuera Director del Instituto de Filología de la Universidad de Buenos Aires en el año 1925 reconstruye históricamente los avances y la consolidación de la lingüística como disciplina científica en las primeras décadas del siglo XX. El objetivo del capítulo es evidenciar que la interpretación del pasado de la lingüística realizada por Montolíu justifica y legitima la propuesta teórica sobre el estudio del lenguaje y la lengua en la que se inscribe: la lingüística idealista y su planteo de incorporarla en el ámbito de la filología hispánica. De acuerdo con Battista, el posicionamiento de Montolíu actualiza, no sin tensiones, el debate epistemológico entre el positivismo y el idealismo como perspectivas teóricas opuestas para abordar la reflexión sobre el lenguaje, en general, y la lengua española, en particular. El propósito del capítulo “No sos vos, soy yo: la identidad lingüística argentina como conflicto”, de María López García, es presentar los resultados parciales de un conjunto de encuestas llevadas a cabo en el año 1996 por un equipo de investigación de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos, cuyo principal objetivo es el de relevar las actitudes y las representaciones en torno de la lengua de los hablantes de la región del Río de la Plata. La hipótesis que atraviesa el trabajo es que existe una estrecha relación entre las representaciones que se pueden identificar en el discurso de los encuestados y los discursos circulantes sobre la lengua surgidos durante los procesos de formación, construcción y consolidación del Estado nacional argentino en el siglo XIX y que luego se han cristalizado a lo largo del siglo XX. La autora arriba a la conclusión de que en los resultados de las encuestas resuena el debate entre el purismo hispánico y la valorización de las variedades regionales y que esto repercute en la definición de la identidad lingüística. Por último, es importante destacar el hecho de que todos los trabajos comparten dos aspectos centrales. En primer lugar, el papel asignado a los materiales textuales como sustento para la elaboración de hipótesis otorga a los análisis consistencia y alcance demostrativo. En segundo lugar, los cinco capítulos dejan ver la voluntad de reflexionar sobre las definiciones, las perspectivas y las herramientas conceptuales utilizadas. En este sentido, las consideraciones teóricas y/o metodológicas que atraviesan el volumen constituyen aportes que promueven el intercambio e instalan interrogantes –esenciales para las prácticas de investigación– acerca de los modos posibles de abordar la compleja relación entre lengua, historia y sociedad. Buenos Aires, marzo de 2013. Lengua, historia y sociedad 19 Capítulo 1 La lengua gauchesca en la diacronía José Luis Moure En Lauria, Daniela y Mara Glozman, eds. (2013) Lengua, historia y sociedad. Aportes desde diversas perspectivas de investigación lingüística. Mendoza: Editorial FFyL-UNCuyo y SAL. Págs. 21-29. ISBN 978-950-774-228-6 Disponible en http://www.ffyl.uncu.edu.ar/spip.php?article3830 Resumen Admitido el carácter de constructo de la lengua denominada gauchesca en los términos en que la definiéramos en trabajos anteriores (variedad dialectal propia de la denominada literatura gauchesca, producto de una codificación escrita, elaborada por autores cultos, de elementos seleccionados de las hablas de la región litoral-pampeana, que amalgama en una dimensión única fenómenos fonético-fonológicos, gramaticales y léxicos resultantes del proceso de koineización del español introducido en América por los contingentes españoles), la aludida codificación puede ser examinada como proceso en un decurso diacrónico, que discrimine tanto la heterogeneidad de los materiales escritos que la reflejan como los niveles léxicos y morfosintácticos implicados. Partiendo de las manifestaciones iniciales aisladas atribuidas a esa variedad lingüística, y con especial detenimiento en las composiciones de la dramaturgia rioplatense producidas en las postrimerías de la época colonial y en las primeras décadas de la historia independiente (El amor de la estanciera, Las bodas de Chivico y Pancha, El detall de la acción de Maipú), el trabajo ofrece los resultados de una revisión comparativa del corpus gauchesco inicial como prefiguración del estándar del género. Volúmenes temáticos de la SAL: serie 2012 José Luis Moure 1 Introducción En trabajos anteriores procuramos poner de relieve algunos rasgos característicos y definitorios de la variedad lingüística que la tradición ha denominado gauchesca (Moure 2008 y 2010), y de la que propusimos la siguiente definición: Variedad dialectal propia de la denominada literatura gauchesca, producto de una codificación escrita, elaborada por autores cultos, de elementos seleccionados de las hablas de la región litoral-pampeana, que amalgama en una dimensión única fenómenos fonético-fonológicos, gramaticales y léxicos resultantes del proceso de koineización del español introducido en América por los contingentes conquistadores. (Moure 2008: 156). Destacamos también que sería erróneo hacer coincidir la lengua de la poesía gauchesca con el habla rural de sus correspondientes períodos, en tanto se trata de dos niveles distintos de utilización de la lengua. Como lo advirtió Ángel Rama (1987), y es preciso insistir en ello, la lengua gauchesca no es sino “la apropiación de ese dialecto por parte de escritores urbanizados, quienes la sometieron a una elaboración (idiolecto), que forzosamente la marcó con la denominación lingüística (española) que correspondía a su habla ciudadana”. Y esa modalidad lingüística, a diferencia de otras entidades dialectales, no corresponde a una comunidad homogénea establecida largamente en una región determinada –y volvemos a citar a Rama– “sino que se produce en una zona lingüística débil y confusa, a mitad de camino entre un centro idiomático asentado en las aldeas-capitales (Buenos Aires y Montevideo) y un vasto y desmembrado anillo de lenguas indígenas o extranjeras (portugués) que fija la línea fronteriza” (Moure 2008: 148). Algunas salvedades se imponen todavía. La llamada lengua gauchesca se alimentó de la koiné castellana nivelada que, conformada durante las tres primeras décadas de la conquista, había perdurado en la campaña. Pero sería igualmente generalizador e impreciso calificarla simplemente como rural, puesto que tal caracterización solo es admisible en un corte sincrónico y como oposición a las variedades urbanas que se fijaron después del efecto ejercido por los sucesivos y heterogéneos contingentes españoles y por la posterior presión estandarizadora (normativa). A modo de ejemplo, repárese en que la eliminación del hiato en los pretéritos imperfectos leia, caia y traia, o desplazamientos acentuales como pais, que hoy calificaríamos como ruralismos o gauchismos, remontables al siglo XV y presentes en dialectos peninsulares, se manifiestan en diversas geografías americanas y estuvieron en boca de todas las clases sociales de Buenos Aires hasta bien entrado el siglo XX, rasgo de pronunciación que en los años 40 Amado Alonso advertía incluso en “los que se dedican 22 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013) La lengua gauchesca en la diacronía a las letras”, tal como Rodolfo Lenz lo había caracterizado en Chile (Tiscornia 1930: 8; Alonso 1961: 353). Igualmente, de España habían venido, para afincarse en la koiné americana pregauchesca, y cuando todavía no eran vistos como rusticismos, la inestabilidad de las vocales átonas (comendante, mesmo, ducientos, según ejemplos que tomamos del sainete El detall de la acción de Maipú –fenómeno que aún sobrevive en variedades a ambos lados del Atlántico (Penny 2004: 597-598)– y la simplificación de los grupos cultos (indino) que en el siglo XVI Juan de Valdés recomendaba y practicaba el Inca Garcilaso). La terminación ao (< ado) por caída de la dental intervocálica, “lo común del castellano de España y América” según Tiscornia, vastamente ilustrada en la gauchesca, ya era corriente en las clases bajas madrileñas del siglo XVIII, lo que es indicio de su antigüedad peninsular, de referente meridional (Tiscornia 1930: 51; Frago Gracia y Franco Figueroa 2003: 263). El refuerzo articulatorio de la semiconsonante labiovelar ([w] > [gw]) (güelta, agüelo) es panhispánico (Frago Gracia y Franco Figueroa 2003: 263). Por su extensión americana desde Nuevo México, también debió de pertenecer a la koiné la solución meridional de la /f/ latina con realización aspirada o velar secundaria (juimos, juerte, juera) (Lapesa 1980: 574; Frago Gracia y Franco Figueroa 2003: 257, 263). La forma verbal haiga (‘haya’) estaba en los clásicos y en América se registra en Puerto Rico, Venezuela y Panamá. Un lúcido párrafo de Berta Elena Vidal de Battini, cuando describía en la década de 1960 el español de la Argentina, puede dar idea tanto de la heterogeneidad de los factores en juego como de la perdurabilidad de la koiné niveladora, conservada fuera de las grandes ciudades: […] pueden señalarse viejas formas tradicionales en el habla rústica de los campesinos de la campaña bonaerense que se dedican a las tareas ganaderas, los paisanos, como se les llama, que actúan y viven en el mundo de las estancias. El paisano es, para todos, el gaucho de nuestro tiempo. Él se siente gaucho, y vive en las formas nuevas, como tal. Por la naturaleza de su trabajo conserva las prácticas de su antigua ciencia popular, y junto a ellas, su lenguaje. Este lenguaje rústico mantiene cierta unidad, con diferencia de matices con el habla rústica de todo el país. (Vidal de Battini 1964: 59). Lengua, historia y sociedad 23 José Luis Moure Cumple añadir aquello que José Pedro Rona observara: esa variedad empleada por los literatos de la gauchesca resultó no solo de un desplazamiento diatópico o geográfico sino también de un desplazamiento diastrático, por cuanto los autores debieron aprender un lenguaje correspondiente a un nivel inferior al propio. (Rona 1962: 111-112). Hechas estas necesarias consideraciones introductorias, y para ceñirnos ya al tema de nuestra exposición, señalemos que el soporte lingüístico de la literatura gauchesca –anterior e independiente en sus elementos constitutivos del constructo ideológico o sistema literario gauchescos, aunque no en el modo y criterio de la selección– conformó una variedad inicialmente no uniforme que solo en el tiempo avanzó hacia su propia estandarización. La variedad de lengua en que se expresó el género, nacida como un producto convencional gestado por hablantes de la variedad estándar y culta, hubo de ser necesariamente vertido en el canal escrito de esta última, es decir recurriendo al único código de escritura de que se disponía, que era el del español normativo con el que precisamente venía a contrastar, lo que unido a su propio desarrollo diacrónico determinó un proceso de paulatina uniformidad de los rasgos seleccionados y de perfeccionamiento en su transcripción. En efecto, los autores tomaron sus elementos del habla real de los habitantes de la campaña, y lo hicieron a partir de un recorte consciente y selectivo de aquellos rasgos –fonéticos, morfológicos o léxicos– que en su percepción poseían un mayor poder caracterizador de la lengua de los tipos humanos a los que querían dar voz.1 Una vez plasmada por escrito, esa variedad, que “reflejaba” y “evocaba” condensadamente el habla de las zonas rurales, instaló su propia tradición, que habría de requerir el largo desenvolvimiento del género antes de alcanzar, con la obra de Estanislao del Campo (1866), cierta uniformidad. Es sabido que este autor introdujo en el original de su Fausto, con vistas a su publicación en periódico, variaciones que procuraban perfeccionar la fidelidad a la variedad de lengua que procuraba conformar (por ejemplo, crei y traia se cambiaron en crai y traiba y buenos devino güenos) (Alonso 1961). Fue Norma Carricaburo quien llamó la atención sobre la particular naturaleza de una literatura –es decir un hecho de escritura–, que fue elaborada con el propósito de reflejar un hecho esencialmente oral, compromiso estético que forzó a escritores cultos a rever y transformar el entramado sintáctico de su modalidad escrita estándar para injerir de manera verosímil la dimensión pragmática propia de la prosodia y expresión de personas ajenas a los recursos y constricciones del canal escrito, lo que tuvo inevitables consecuencias en los planos fonológico, morfológico y sintáctico (Carricaburo 2004). 1 24 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013) La lengua gauchesca en la diacronía 2 Análisis En la presente exposición, restringimos nuestro examen a tres manifestaciones iniciales que han sido adscriptas al género que nos ocupa, aunque tal caracterización no sea unánime entre los críticos, polémica que eludimos en esta ocasión para atender exclusivamente al soporte lingüístico de que se sirven. Son ellas el poema “Canta un guaso en estilo campestre los triunfos del Excelentísimo Señor Don Pedro de Cevallos” atribuida a Juan Baltasar Maciel y compuesta en 1777, en ocasión de la reconquista de la Colonia del Sacramento, gesta que el romance exalta (Barcia 2001: 54) y los sainetes de autor anónimo El amor de la estanciera, escrito en fecha próxima a 1787 (El amor […] 1925) y El detall de la acción de Maipú (Moure 2011), también anónimo, compuesto en 1818, en fecha inmediata a la batalla aludida. Las tres obras se distribuyen así cronológicamente en un arco que cubre las dos últimas décadas del siglo XVIII y las dos primeras del XIX. Con el propósito de abreviar, en lo que sigue las denominaremos respectivamente Canta un guaso, El amor y Maipú. Las sorpresas que deparan los cuarenta versos de Canta un guaso son esencialmente léxicas, con una marcada concentración de voces de mayor frecuencia americana (andurrial, mandria), los quechuismos guampa, pampas, guaina y tala y la expresión de disparada, registrada poco antes, en 1768, en un documento notarial de Bolivia (Boyd-Bowman) y por el CORDE (Corpus de Referencia del Español) como primera aparición en la obra gauchesca de Hilario Ascasubi en 1872. La forma diz que (“dis que queda con la playa”, v. 34), reivindicada por Juan de Valdés, alcanza gran extensión americana desde el siglo XVI, en particular en el registro popular y rústico, y en nuestro corpus aparece después en Maipú (v. 232).2 La ortografía del sainete coincide casi uniformemente con la normativa. Los dos registros con “i” como variante gráfica de la “y” (maior, v. 3 y vaia, v. 10) conviven con el uso canónico (ya, v. 28 y playa, v. 34), sin que parezca posible explicar la elección de las formas marcadas. Dentro de la mayoritaria regularidad ortográfica del texto, en tanto es curiosa la ausencia de caída de /d/ intervocálica, que será marca frecuentísima en toda la producción gauchesca, en particular en los participios en -/ado/ (ha zurrado, v. 12, ha arriado, v. 13), Canta un guaso manifiesta la novedad de señalar por medio de una letra “g” la aspiración de -/s/ en posición implosiva (las gazañas ‘las hazañas’ v. 4, mis germanos ‘mis hermanos’ v. 17, las germanas de Apolo, v. 39, ‘las hermanas de Apolo’), solución ortográfica que hasta donde sabemos no adoptará ninguna de las posteriores obras de la gauchesca. 2 La numeración de los versos corresponde a nuestra edición (Moure 2011). Lengua, historia y sociedad 25 José Luis Moure Como es esperable, en los sainetes que integran nuestro corpus, el léxico se nutrirá de americanismos y de ruralismos, por lo que sería sobreabundante pretender su repertorio y cotejo. Solo a guisa de ejemplo traemos a colación que en El amor, Cancho y Juancho, el pretendiente que el primero prefiere para su hija, subrayan su consustanciación mutua y con la tierra frente al “otro” portugués en sendos parlamentos en los que se acumulan pelajes equinos (permítasenos recordar que el texto corresponde a los finales del siglo XVIII y faltan más de tres décadas para la Revolución de Mayo): Cancho: A encontrado un Alazán, / un Bayo y un Sebrunito, / un tordillo y un Picaso, / una yegua mala Cara / con una Potranca obera,/ un Redomón Gateado / y un Cojudo con Collera // Juancho: Sí, señor, según las señas / que su mersé ha relatao / he encontrado esa manada / alla abajo en un bañao. / Entre un pajonal estaba / un cojudito de paso, / un Cebruno Mancarrón / con un Pangaré de paso (p. 6). Pese a su gran frecuencia en la gauchesca posterior, nuestro corpus aporta escasas muestras de inestabilidad de timbre vocálico: ninguna en Canta un guaso, dos en El amor (descursos, p. 20 y endulta, p. 35) y las formas mesmo (v. 57), mesmito (v. 20) (en descuidada coexistencia con mismito, v. 187) y comendante (v. 103) en Maipú. La igualmente frecuente y popular diptongación antihiática solo se advierte en Canta un guaso en el participio arriado (v. 13) (< arrear) (dudoso, porque acaso se explique por confusa analogía con el homófono correspondiente de “arriar”) y sin que se haya aplicado en salteador (v. 24), cuya variante diptongada utilizará Hilario Ascasubi (Tiscornia 1930: 25); en El amor se la encuentra en asiada ‘aseada’ (28), pero Maipú aporta ya distintas formas del fenómeno: reducción o síncopa (per < peer, v. 458), cerramiento de la primera vocal (linia < línea, v. 386) y diptongación con desplazamiento acentual (traime < traeme, v. 29). En este punto corresponde añadir también la construcción del pretérito imperfecto de indicativo de la segunda conjugación con epéntesis de la desinencia -/ba/ por analogía con la primera conjugación (traiban < traían, v. 367; caiban < caían, v. 371).3 Antepuesto al nombre propio, El amor registra el sustantivo sincopado señoa (p. 8) por caída de la vibrante, en un proceso reductor que Maipú recoge en las formas apocopada seño o señó (v. 5) y aferéticas ño y ña (v. 465). En tanto señó no sobrevive, los resultados con aféresis llegan al Martín Fierro (Tiscornia 1930: 68-69, 82). Frente a la justificación por analogía tempranamente planteada por Ramón Menéndez Pidal, Manuel Alvar y Bernard Pottier (1993: 240-241) prefieren una explicación etimológica, según la cual el leonés y el aragonés habrían conservado la -b- del imperfecto latino; el fenómeno pudo haber pasado a América como leonesismo. V. también Tiscornia (1930: 170) y García Mouton (1994: 35). 3 26 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013) La lengua gauchesca en la diacronía Por su inconsecuencia, en El amor los registros de igualación seseosa (pedasos, lasaso, sieno, coses –que alterna con cozes-, enlaso, sintas, sincha, vasiarse, mersé, cabesudo, sasonada, corason, roza -en rima con hermosa-, etc.) deben atribuirse a impericia ortográfica, bien probada en otros casos (haora ‘ahora’, azia ‘hacia’, mercémersé, buelbobolveré, ciento ‘siento’, apacionada, hecharlo, etc.) y no a un deliberado propósito foneticista de reproducción de las realizaciones americanas. Idéntico fenómeno se manifiesta en Maipú, donde cacografías (sinvergüensa, pescueso, sablasos, abrasando ‘abrazando’, calsoncillos, etc.) conviven con formas ortográficamente diferenciadoras. En El amor las frecuentes formas con deleción de /d/ intervocálica en las terminaciones en -/ado/ (caminao, relatao, callao, turbao, ganao, estao, enamorao, alentao, malvao, toos, etc.) y eventualmente en -/ada/ (manaa, p. 20) presentan también contraejemplos (andado, lado, enojado, corcobeado, cobrado, elado, etc.), incluso en contextos inmediatos (todo el campo he caminao / y muy cansado me hallo, p. 5). La artificiosidad y deliberación del procedimiento se advierten en deslices como la presunta rima consonante entre ganao y asado (p. 17) o en la coexistencia de manaa con manada (pp. 5 y 6). También se verifica la caída de dental final en palabras oxítonas (usté, mersé, salú), aunque igualmente con inconsecuencias (voluntad, enfermedad). En Maipú la caída de la dental es casi unánime en las desinencias -/ado/ de los participios y, a diferencia de lo que ocurrirá en la variedad gauchesca clásica, se extiende a -/ido/ (aparecío, traío) y a formas no verbales (toa, toíto, Alvarao, aonde, medías ‘medidas’, tuavía, etc.) (Tiscornia 1930: 50-51; Fontanella de Weinberg 1986: 14-15). El fenómeno fonético de la relajación y pérdida de la /b/ intervocálica se advierte en las formas caallo ‘caballo’ y su diminutivo caallito. Esta novedosa forma de nombrar al animal paradigmático del hombre de campo se encontrará también en Maipú (vv. 39, 100), pero ni este rasgo evolutivo ni el término habrán de perdurar en el uso rural o literario posteriores (Tiscornia 1930: 69; Fontanella de Weinberg 1986: 22). El amor reproduce el refuerzo velar de la bilabial seguida por semiconsonante velar (ta güeno, agüela) así como la diptongación antihiática (asiada), rasgos ampliamente representados en Maipú y en toda la producción gauchesca siguiente. No presenta, en cambio, formas de velarización de labiodental inicial, abundantes en Maipú (jue, v. 297, juerte, v. 482, etc.), ni de bilabial intervocálica (egolución, v. 328, regoluciones, v. 646). Maipú avanza sobre los precedentes con formas evolutivas de grupos consonánticos, por vocalización (direitor, v. 44, aición, v. 80), reducción (indino, v. 105) o asimilación (intanta ‘intacta’, v. 194, costitución, v. 595). Lengua, historia y sociedad 27 José Luis Moure Ni en Canta un guaso ni en El amor hay casos de metátesis (en Maipú, redepente, v. 167, probecito, v. 521; redotado, v. 590). El amor y Maipú comparten la antigua forma con prótesis dentrar (v. 497), pero solo el segundo suma otras prefijaciones populares de dobletes verbales como esparramarse (v. 372) o arrempujó (v. 324). Algún error ortográfico (moyera, vallase) denuncia en El amor la neutralización yeísta. Pero es particularmente interesante que el sainete proporcione un indicio indirecto en su recurrencia a la letra “y” para representar el sonido prepalatal sonoro [ž] en la transcripción de una palabra portuguesa en boca del brasileño Marcos Figueira (yente ‘gente’, p. 12). En Maipú la unificación yeísta se muestra en apenas dos cacografías, aunque no presentes en el texto del sainete sino en acotaciones (rilléndose ‘riéndose’ y ollen ‘oyen’). En la flexión nominal, El amor emplea todavía las formas del arcaico deíctico aqueste (aquesta, p. 7; aquestos p. 10), que estaba en el segundo verso de Canta un guaso (Aquí me pongo a cantar / abajo de aquestas talas), pero que ya no se registra en Maipú. A su vez Maipú custodia todavía el adverbio medieval agora, ya en vías de extinción frente al aura que desde Hilario Ascasubi adoptará la gauchesca (Tiscornia 1930: 197). Ambos sainetes registran el perfecto arcaico vide (p. 8 y v. 181, respectivamente), si bien Maipú lo hace convivir, como lo harán Hilario Ascasubi y José Hernández, con el asentado vi (v. 25) (Tiscornia 1930: 188). El frecuente recurso expresivo de la diminutivización de adjetivos y adverbios (mismito, v. 187; allasito, v. 38; atrasito, v. 386) solo se manifiesta en Maipú. Como cierre, en lo que a la morfosintaxis se refiere, por su particular significación en la conformación de la variedad dialectal rioplatense, el fenómeno más interesante que plantea nuestro corpus de análisis es el de las formas de tratamiento, bien estudiado para el período por Beatriz Fontanella de Weinberg (Fontanella de Weinberg 1970, 1971 y 1992). Como lo señalara la desaparecida filóloga, la primera manifestación del proceso de pérdida de la oposición entre vos y tú es la creciente confusión entre los paradigmas de ambos pronombres, generalizada en la región bonaerense en el siglo XVIII, evidencia filológica avalada por una elocuente afirmación de Juan Baltasar Maciel referida a los usos literarios (“La distribución del tú y del vos […] no tiene regla que la fije y todas dependen de la fantasía del poeta”) (Fontanella de Weinberg 1992: 371). Canta un guaso muestra un posesivo vuestro dedicado a los portugueses como audiencia plural (v. 23) y una respetuosa forma imperativa dirigida al flamante virrey (Perdone, señor Ceballos, v. 37) que permite suponer el usted. El panorama se complica en El amor, donde 28 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013) La lengua gauchesca en la diacronía Cancho -salvo en los imperativos, con consistente caída de la dental (mirá, vení)-, se dirige a Pancha, su mujer, alternando el pronombre vos y las correspondientes formas plurales diptongadas (habláis, v. 9) con el tuteo, de suerte que se encuentran líneas como Mirá que os daré de coses (p. 15) con Di, Pancha, eres el pecado //Mira que me tienes ya (p. 22). El di de Cancho alterna con el decime de su esposa, quien a la vez dice a su hija Tú has venido (p. 21), pero después tenés (p. 22). Juancho se dirige a su prometida como usted, pero luego afirma eres mi muger / y yo vuestro marido (p. 32). En tanto, esta habla a su padre empleando consecuentemente usté y las formas verbales de tercera persona (Mi Padre, que es lo que hace / No aporree uste a mi madre / No le haga pues ningún caso / Mire que está apacionada, p. 16). En Maipú ya ha desaparecido el tú y los pronombres en función de sujeto son exclusivamente usted y vos; el primero lo emplean los hijos para dirigirse a sus padres y estos cuando hablan a quienes no forman parte de la familia, en cuyo caso usan el segundo, al igual que cuando el trato es entre sí o entre hermanos. Diferenciándose de El amor, en Maipú están definitivamente ausentes las formas ti (yo por ti me muero, El amor, p. 32) y os (os tengo de patear, El amor, p. 9) como casos terminal y objetivo. Aunque las formas verbales voseantes son mayoritariamente monoptongadas, todavía hay casos de desinencia diptongada e incluso de coexistencia de ambas formas en el mismo verbo y en boca del mismo personaje (¿Qué queréis […]?, v. 10 / ¿Qué querés […]?, v. 63). Separados por treinta años, nuestros dos sainetes manifiestan así, conservando o superando inconsecuencias remontables al español peninsular del siglo XVI, el lento proceso de selección y reacomodamiento de los elementos que habrán de definir el sistema pronominal y verbal rioplatense de la segunda persona, estabilizado ya en el Martín Fierro según sus trazos modernos (Tiscornia 1930: 120-122). 3 Observaciones finales En este incipiente camino de cotejos de las obras de la gauchesca primitiva, restaría al menos ampliar nuestras observaciones incluyendo en el análisis otros dos sainetes próximos en el tiempo: Las bodas de Chivico y Pancha, compuesta hacia 1823 y El valiente fanfarrón y criollo socarrón, estrechamente vinculado al primero y de publicación que todavía podemos calificar como reciente (Trigo Ehlers 1983). Lengua, historia y sociedad 29 Capítulo 2 Textos administrativos del siglo XIX en Chubut: estilo y contexto social Sandra Lubén Jones y Vilma Nanci Jones En Lauria, Daniela y Mara Glozman, eds. (2013) Lengua, historia y sociedad. Aportes desde diversas perspectivas de investigación lingüística. Mendoza: Editorial FFyL-UNCuyo y SAL. Págs. 31-47. ISBN 978-950-774-228-6 Disponible en http://www.ffyl.uncu.edu.ar/spip.php?article3830 Resumen Este trabajo se enmarca en la sociolingüística histórica y se propone hacer un recorte de las múltiples posibilidades de análisis que propone este campo, abordando un documento particular, fechado en marzo de 1890, seleccionado de un corpus más amplio de textos monolingües de español y bilingües español– galés, pertenecientes al ámbito de la administración pública, de circulación en la zona del valle inferior del río Chubut, entre los años 1865–1899. En él observaremos las variaciones de estilo, asociadas a características diversas de las situaciones comunicativas y de sus participantes, en tanto dichas particularidades estilísticas devienen en formas de proyección, en los textos, de la dimensión social. Estimamos que el análisis aporta a la reconstrucción del contexto sociohistórico en que las variaciones en cuestión se sustentan, y permite inferir algunos rasgos lingüísticos particulares del español vigente durante la etapa de asentamiento de los primeros inmigrantes galeses en la región, la cual resulta fundacional en la historia institucional de nuestra actual provincia: Chubut. Volúmenes temáticos de la SAL: serie 2012 Sandra Lubén Jones y Vilma Nanci Jones 1 Introducción El presente trabajo es un desprendimiento del proyecto de investigación: El español en Chubut en el siglo XIX. Textos y contexto, que dirige en la Universidad Nacional de la Patagonia (Sede Trelew) la Dra. Ana Ester Virkel y de cuya unidad ejecutora somos integrantes. Dicho proyecto, a su vez, es una extensión de otro que lo precedió: Historia del español en Chubut. Período 1865-1899, llevado adelante por el mismo grupo de investigación. Inscriptas en el marco teórico de la sociolingüística histórica (Romaine 1982; Conde Silvestre 2007), dichas investigaciones atendían al propósito fundamental de estudiar el primer período de difusión del español en la Patagonia sur, de la que Chubut hoy forma parte; una difusión, por cierto, tardía (últimas décadas del siglo XIX) en comparación con el proceso de expansión ocurrido con la lengua en otras regiones de Argentina. En este sentido, este trabajo deriva de esas investigaciones en tanto pretende describir aspectos específicos que fueron llamando tangencialmente nuestro interés en el devenir del acercamiento analítico a las fuentes documentales. Del amplio conjunto de fuentes, para este trabajo particular, hemos optado por hacer foco en un extenso documento que, por su contenido histórico, intencionalidad pragmática, presentación bilingüe y estilo resulta especialmente atractivo y habilita proponer para el futuro cruces comparativos con otros textos de la época incluidos en el corpus base de investigación, como actas, solicitudes, notas y reglamentos. Atenderemos principalmente a ciertos rasgos asociados a características de la situación comunicativa y de sus participantes que devienen en formas de proyectar discursivamente la dimensión social en toda su complejidad. El eje central será observar variaciones estilísticas plasmadas en el registro de lengua, el género discursivo y las fórmulas de tratamiento referencial, en tanto suelen denotar o connotar representaciones sociales ligadas a la cosmovisión, la ideología y/o el posicionamiento circunstancial de los interactuantes. De este modo, nos planteamos un análisis que contribuya a la reconstrucción parcial del contexto sociohistórico en que dichas variaciones se sustentan, como, asimismo, a inferir algunas particularidades del español vigente durante la etapa de asentamiento de los colonos galeses en la región, período considerado fundacional para la historia político-institucional de la provincia del Chubut. 32 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013) Textos administrativos del siglo XIX en Chubut: estilo y contexto social 2 Marco teórico-metodológico La sociolingüística histórica es una subdisciplina que posibilita pensar la dinámica social de una lengua en determinada etapa del pasado, es decir, reconstruir de algún modo las variaciones en su uso en contextos sociales alejados y, eventualmente, muy diversos del presente. La transferencia hacia el pasado de los métodos que la sociolingüística ha desarrollado para situaciones y lenguas contemporáneas tiene como objetivo inmediato la reconstrucción histórica del lenguaje en su contexto social (…) Pero, además, esta proyección del presente hacia el pasado –‘the use of the present to explain the past’, en palabras de Labov (1975) – permite observar y explicar cómo han cambiado las lenguas a lo largo de su historia. (Conde Silvestre 2007: 34). Desde esta perspectiva disciplinar es posible intentar, también, la reconstrucción de los factores extralingüísticos vinculados con los fenómenos de variación registrados en textos escritos del pasado, conservados por azar, es decir, proyectarnos hacia un enfoque pragmasociolingüístico de los fenómenos abordados. Mientras una lingüística histórica, en un nivel ‘macro’, formula una teoría global para explicar la naturaleza del cambio acontecido en el tiempo; la sociolingüística histórica, sin desdeñar esos fundamentos generales e históricos del cambio, focaliza su interés en comprender procesos concretos de cambio, a un nivel ‘micro’, a partir de correlacionar factores lingüísticos y sociales (Gimeno Menéndez 1983: 184-185). Volviendo a Conde Silvestre, él nos define claramente las dos orientaciones en que suelen bifurcarse las contribuciones de la sociolingüística histórica: Por un lado, su aplicación al estudio general, teórico y práctico, del proceso de cambio lingüístico –histórico o en progreso– y, por otro, la utilización de sus métodos para interpretar las circunstancias de cambios específicos verificados en la historia de las lenguas. (Conde Silvestre 2007: 35). Asimismo debemos aclarar lo importante que ha resultado conectar nuestro abordaje con los aportes de la sociolingüística del contacto (Fishman 1995; Moreno Fernández 1998), en tanto no es posible desligar la historia del español en esta región, su difusión oral y escrita en ámbitos más o menos oficiales, sin considerar la marca particular que dejó en ella el multilingüismo vigente en la etapa fundacional, su llegada a un contexto caracterizado por una convergencia multilingüística preexistente, asociada al contacto con lenguas inmigratorias como el Lengua, historia y sociedad 33 Sandra Lubén Jones y Vilma Nanci Jones galés, y el inglés en menor grado, y con lenguas indígenas de los pueblos originarios: tehuelche septentrional esencialmente y mapuche con posterioridad. La sociolingüística como disciplina ha enfatizado la diversidad del uso lingüístico. Es evidente que el estudio de la diversidad conduce al análisis de su más claro ejemplo: el plurilingüismo. (Appel y Muysken 1996: 14). Al respecto manifiesta Fasold (1996: 37): “No se puede entender del todo el plurilingüismo sin saber algo de las causas históricas que lo originaron”. Luego propone cuatro patrones principales generadores de situaciones de convergencia multilingüística: el imperialismo, el federalismo, las zonas fronterizas y la migración, distinguiendo, en esta última, dos grandes tipos: la migración de grupos mayoritarios dominantes y la de grupos minoritarios que se trasladan a territorios ya dominados por otra nacionalidad, como es el caso que nos compete. La inmigración galesa a la Patagonia efectivamente transformó el mapa lingüístico de la región y este es un tema que merece un abordaje exhaustivo que solo se ilustrará parcialmente en esta oportunidad. Introduciéndonos en lo metodológico, cabe aclarar que el corpus de los proyectos base de investigación se conformó a partir de un intenso trabajo de relevamiento en repositorios diversos del Chubut, como museos regionales, bibliotecas y archivos de organismos oficiales provinciales y municipales. El mismo abarca aproximadamente 250 facsímiles (fotocopias, copias digitales, fotografías) de documentos administrativos originales, monolingües de español y bilingües español– galés, fechados en la zona conocida como valle inferior del río Chubut, entre los años 1865 – 1899. El recorte efectuado se fundamenta esencialmente en el concepto sociolingüístico de ámbitos o dominios de uso (Moreno Fernández 1998: 218), por cuanto se circunscribe el abordaje a los textos producidos en el dominio de la administración. La primera dificultad teórico-metodológica de circunscribir el campo de estudio a los textos administrativos fue definir, justamente, cuándo estábamos efectivamente frente a un texto de ese tipo, tratándose de documentos que en múltiples ocasiones parecen transitar, en estilo y contenido, una frontera lábil entre las esferas pública y privada de la vida de sus autores. Concebimos, entonces, como textos administrativos, a aquellos que se insertan en un contexto de carácter público e institucional, y que comparten rasgos comunes, ya sea en cuanto a su emisión, su recepción o su contenido temático; es decir, que presentan 34 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013) Textos administrativos del siglo XIX en Chubut: estilo y contexto social variaciones estilísticas circulación. específicas, inherentes a dicho ámbito de Para la sistematización del material documental reunido en el corpus se combinaron criterios cuanti- y cualitativos, desde un enfoque sociopragmático, con el propósito de interpretar los textos en su interacción con el contexto en que se generaron y, por ende, conformar una muestra estadísticamente relevante y cualitativamente lo más representativa posible de los tipos textuales circulantes en la sociedad chubutense del siglo XIX. Tomando como eje las regularidades y recurrencias en cuanto a temas, funciones y tipos de estructuración, se intentó postular una tipología adecuada a la realidad discursiva de referencia, priorizando los siguientes tipos para la descripción: actas, notas, solicitudes, inventarios, títulos de propiedad, boletos de marca de hacienda, certificados, recibos, informes, documentos de carácter regulativo (resoluciones, decretos, ordenanzas, reglamentos). También se aceptaron en la muestra algunos tipos de documentos que, aunque presentaban bajos índices de ocurrencia, podían reunir particularidades históricas o sociolingüísticas de interés para ilustrar el análisis. Antes de iniciar el estudio del caso, y para contextualizarlo adecuadamente, sintetizaremos aspectos relevantes de la historia del asentamiento poblacional galés en la región mencionada, a fin de que se comprenda cabalmente el marco sociocultural y político en que se gestan los documentos seleccionados. 3 Breve reseña histórica de la colonización galesa El movimiento colonizador galés se genera a mediados del siglo XIX, cuando la Argentina estaba en pleno proceso de organización institucional. Motivaciones de carácter religioso, político y cultural promueven que, en el año 1865, arribe el primer contingente de migrantes galeses a las costas de la presente provincia del Chubut; básicamente se resumen en la búsqueda de reconstruir la propia vida comunitaria, recuperando la posibilidad de ejercer libremente sus creencias, hablar su idioma y practicar sus costumbres. Podemos sucintamente indicar que, a nivel religioso, desde mediados del siglo XVIII el metodismo se había convertido en Gales en un importante centro de desarrollo inconformista y, desde la perspectiva económica, el desarrollo industrial había provocado un fuerte proceso de urbanización y una grave crisis económica y social. La sucesión de períodos de recesión, que sometían al obrero a vivir en una precaria situación, la falta de trabajo y los salarios bajos provocaban la emigración de muchos hacia otros sitios del planeta: EEUU, principalmente, donde se necesitaba mano de obra. Lengua, historia y sociedad 35 Sandra Lubén Jones y Vilma Nanci Jones En las áreas rurales se agudizaban las diferencias religiosas, sociales, lingüísticas y culturales entre terratenientes y arrendatarios. Se tensaban las relaciones entre los campesinos que hablaban galés, eran protestantes inconformistas y cada vez más liberales, y la clase terrateniente que hablaba inglés, pertenecía a la iglesia anglicana y era conservadora en política. La situación fomentaba un clima de opresión que, para los líderes de los proyectos emigratorios, no podía ni debía seguir tolerándose. Muchos galeses fueron atraídos por la tierra gratuita que ofrecía EEUU y, de hecho, en el año 1855, se formó una asociación colonizadora que sirvió como agente unificador de las diversas colonias de EEUU y realizó periódicas publicaciones en “Y Drych” (‘El espejo’) donde informaban de sus reuniones. Sin embargo, uno de los líderes galeses del movimiento, el reverendo Michael Daniel Jones, durante su viaje exploratorio a EEUU en 1858, había conocido las desventajas de asentarse en un territorio cohabitado por gente de diversas nacionalidades y donde subsistía la presión de la lengua inglesa, por lo que alimentó el ideal de establecer una colonia en la Patagonia. Su relativo aislamiento podía garantizarles la preservación de su idioma, religión y cultura, sin riesgos de rápida asimilación al país de adopción; por otra parte, conocían los testimonios del Almirante Fitz Roy, quien había recorrido las costas de América del Sur en 1833 y había elogiado las condiciones favorables del valle del río Chubut. En consecuencia, en 1861, Michael D. Jones, Lewis Jones, Edwin Roberts y Hugh Hughes crean una asociación con el propósito de organizar un asentamiento autónomo en la Patagonia e inician los contactos con el gobierno argentino a través del consulado en Liverpool. El Dr. Guillermo Rawson, Ministro del Interior en Buenos Aires, se mostró partidario del proyecto, a pesar de que en el Senado había provocado algunas controversias. Finalmente, y tras arduas gestiones, mediante una nota firmada por el Dr. Rawson, se concreta el ofrecimiento del Gobierno de otorgar tierra pública en propiedad a toda familia que se estableciera a orillas del río Chubut. La comisión promotora en Gales comenzó a arengar a la población para sumarse a la causa colonizadora, así como también publicó avisos en procura de los medios necesarios para la partida. Zarparon el 28 de mayo de 1865 de Liverpool y dos meses después, el 28 de julio, arribaron a las costas de lo que es actualmente Puerto Madryn. Fueron recibidos por los delegados Edwin Roberts y Lewis Jones, quienes serían, desde entonces, nexo permanente entre la colonia4 y el gobierno argentino. 4 Referimos la expresión con que aquellos inmigrantes solían autodenominarse como comunidad: Colonia Galesa de la Patagonia, o Colonia Galesa del Chubut, en correspondencia 36 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013) Textos administrativos del siglo XIX en Chubut: estilo y contexto social Rápidamente los colonos comprobaron la dificultad de instalarse en la zona de Puerto Madryn debido a la falta de agua potable, por lo que resolvieron dirigirse hacia el valle del río Chubut, donde fundaron la ciudad de Rawson (‘Trerawson’ en galés) en septiembre de 1865, con la presencia del teniente coronel Julián Murga, comandante militar de Patagones, como representante oficial. El asentamiento de este contingente inmigratorio se traducirá, paulatinamente, en la consolidación de los primeros núcleos poblacionales estables en la zona, con lo cual es posible afirmar que la primera lengua no aborigen hablada en la región no fue el español, sino el galés (Virkel 2004: 266). Debemos tener en cuenta que, en 1865, año de su arribo, la población estable hispanohablante más cercana era Carmen de Patagones, por cierto no tan cercana, ubicada en la zona sur de la actual provincia de Buenos Aires, y la Patagonia sur era habitada por etnias nativas seminómades. No es un dato menor, en este sentido, citar que, para cuando el Estado argentino encara la Campaña del Desierto (1878-1879) para someter a los indígenas y ocupar militarmente sus territorios, en el valle del Chubut ya hacía más de diez años que los galeses cohabitaban con los nativos, forjándose progresivamente un vínculo de solidario intercambio y mutuos beneficios en diversos aspectos. La primera década representará para los colonos galeses una etapa de incipiente organización comunitaria e institucional tendiente a garantizar su supervivencia y desarrollo en un territorio que aún implicaba un verdadero desafío para el gobierno nacional. Desafío que este irá asumiendo cada vez más enérgicamente a partir de 1875, propiciando no pocas situaciones de conflicto con la dirigencia local de la colonia, tal cual se trasluce en el contenido del documento que abordaremos en detalle. 3.1 La administración emergente: crónica de un tenso vínculo Cabe aclarar que, durante los primeros diez años de residencia, los inmigrantes galeses habían establecido formas de autogobierno de tinte democrático, desarrollando regularmente elecciones para elegir sus autoridades y tomando decisiones propias en temas muy sensibles como podían ser: la atención de las necesidades educativas y de comunicación comunitaria (prensa) o la organización de los sistemas de irrigación de la tierra y comercio de productos, entre otros. con la expresión galesa “Wladfa Gymreig”. De hecho, el término galés “Wladfa” ha pasado a connotar, eventualmente, Patagonia y/o Chubut, aunque su traducción literal sea ‘colonia’. Lengua, historia y sociedad 37 Sandra Lubén Jones y Vilma Nanci Jones ‘Era necesario plantar lo que debía ser el núcleo de la futura sociedad y gobierno. En vista de ello, se eligió en Liverpool, por voto secreto y dentro del contingente colonizador, una comisión de doce miembros, con un presidente, secretario y tesorero’ [Matthews, Abraham; Crónica de la Colonia Galesa de la Patagonia]. Un reglamento constitucional perfeccionó luego la organización, dividiendo los poderes y estableciendo el sistema electoral. Dos tribunales, uno de arbitraje y otro de jurados, tenían a su cargo la administración de la justicia. (Zampini 1979: 41–42). La situación comienza a cambiar con el advenimiento de la presidencia del Dr. Nicolás Avellaneda (1874), quien debe enfrentar las crecientes pretensiones de Chile sobre la Patagonia y se ve impelido a mostrar una intervención más directa en la región. Así es como da el primer paso nombrando comisario para la colonia en 1875, figura que inicialmente recae en un miembro de la misma, el presidente del Concejo Municipal, pero tan solo por unos meses, pues luego se prefiere designar un comisario externo, recayendo en el italiano Antonio Oneto, que es nombrado en diciembre de 1875 y arriba a la región en enero de 1876, con el doble rol de presidir la comisaría y la comisión responsable de la distribución y venta de parcelas de tierra. A pesar de que estas innovaciones no impedían a los pobladores preservar su gobierno local, el hecho de que el accionar del juez de paz y el presidente del Concejo quedara supeditado a la fiscalización del comisario fue gestando discrepancias que se hicieron públicas en medios gráficos de la época (Ein Breiniad, semanario fundado en 1878 por Lewis Jones, líder del movimiento colonizador). En 1878 se da también, concomitante a los avances de la Campaña del Desierto contra la población indígena, la creación de la Gobernación de la Patagonia, y la colonia chubutense queda afectada a la aplicación de la llamada ‘Ley del Chaco’, dictada en 1872, hasta tanto se designe un gobernador, cosa que ocurrirá por primera vez recién en 1885. Antes de ello, y tras la partida de Oneto, la administración oficial irá alcanzando una organización más firme, con la incorporación de otras funciones además del comisario: un secretario, un subprefecto del puerto, un jefe de Aduana y un grupo de policía. Varias figuras ocupan circunstancialmente el cargo de comisario, entre los cuales se destaca Juan Finoquetto, quien impone a su gestión un matiz más incisivo, haciendo sentir su supremacía por sobre toda otra dirigencia. Vale como ejemplo el siguiente fragmento de una respuesta que dicho funcionario envía a Lewis Jones y David Lloyd Jones, presidente municipal y juez de paz, respectivamente: 38 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013) Textos administrativos del siglo XIX en Chubut: estilo y contexto social Chubut, Noviembre 12 de 1881 A los Señores Luis Jones y David Ll. Jones. Habiéndose ustedes dirigido oficialmente al infrascripto, a nombre de una municipalidad y juzgado de paz, y estando constatado que en esta Colonia no existen autoridades locales que estén establecidas legalmente, con la aprobación oficial del Superior Gobierno, y la demarcación de sus atribuciones, a excepción de las autoridades Nacionales, me es sensible devolverles la nota, a fin de que se sirvan rehacerla en forma; peticionando en ella como colonos, y no como autoridades, para poder legalmente darle curso y elevarla si fuera necesario a la Superioridad (…) El Gobierno mientras no cree necesario establecer en las Colonias Nacionales autoridades locales, como ser, Municipalidad, juez de paz y Policía elegida entre los colonos, ha encargado a los Comisarios la administración interna de ellas en lo político y militar, y para ello los ha dotado de un personal policial que responda a ese objeto. Todos los colonos saben que en la Comisaría Nacional encontrarán la autoridad legal, encargada de atender sus quejas o dirimir sus asuntos, siempre que para ello sea preciso la intervención de justicia, y los empleados de esta Comisaría se esmeran en sus actos públicos y privados en dar buen ejemplo a los colonos, a fin de que no tengan la menor queja de sus procedimientos… (Dumrauf 2008: 188). Actitudes como esta harán que los colonos sientan cada vez más desestimada la legitimidad de sus autoridades y amenazado el futuro de sus procesos eleccionarios, que consideraban avalados incluso por la antes citada Ley del Chaco. Insistirán en su aplicación, reclamando al gobierno nacional, no sin atravesar importantes pleitos con sus delegados en la región. Finalmente, en mayo de 1885, asumirá sus funciones el primer gobernador del Territorio Nacional del Chubut, teniente Coronel Jorge Luis Fontana, quien propiciará, entre sus primeras gestiones, la realización de votaciones, las cuales devienen en la instalación, en agosto de 1885, del nuevo Concejo Municipal en Gaiman, presidido por Eduardo J. Williams, con jurisdicción en toda la zona poblada en ese entonces. Justamente la amplitud de la jurisdicción dará lugar a nuevas causales de conflicto, por cuanto, para favorecer una atención más rápida y operativa de los asuntos, en setiembre de 1888, el gobernador designará una comisión de cinco miembros circunscripta al pueblo de Rawson, pero con todas las atribuciones de los concejos municipales, acto que será mal visto por los miembros del Concejo original, como una maniobra para debilitar el consenso, dividir fuerzas, reemplazar las elecciones por la designación y derivar, en última instancia, el ejercicio del poder a dicha comisión, supuestamente designada ad hoc. A pesar de los reclamos, la situación derivará en la escisión efectiva de la Lengua, historia y sociedad 39 Sandra Lubén Jones y Vilma Nanci Jones jurisdicción del Municipio del Chubut en dos municipalidades, una con asiento en Rawson y otra en Gaiman, mientras que los procesos eleccionarios que se suceden en 1889, tanto para la elección de juez de paz como para la renovación de miembros del Concejo Municipal de Rawson, culminan en frecuentes denuncias por irregularidades y abusos. Este conflicto de autoridades en la aldea chubutense que operaba de capital del territorio [Rawson] llegó a su máxima tensión cuando el 4 de febrero de 1890, la ‘comisión municipal’ destituyó al juez de paz [David Lloyd Jones] por desconocer su autoridad y nombró reemplazante. Los antecedentes del conflicto fueron pasados al juez letrado a fin de que aplicara el castigo correspondiente. Lloyd Jones desconoció lo resuelto, instaló su despacho en su domicilio y remitió una nota al gobierno en la que procura probar la ilegalidad del proceder de esa comisión, que ‘la supuesta municipalidad no había sido reconocida por el gobierno y que estas personas han usurpado la autoridad’, por lo que considera ‘que el juez es la única autoridad legalmente constituida que hay en el distrito’… (Dumrauf 1991: 276). Con el gobernador Fontana ausente hacía casi un año por motivos de salud y gobierno, y la Gobernación a cargo interinamente de su secretario, Alejandro Conesa, los vínculos institucionales se tensan al límite, y es este es el momento en que ubicamos la producción del documento que tomaremos en detalle seguidamente, Memoria y Suplicacion (sic) del Territorio Chubut, fechado el 1º de marzo de 1890 [Fuente: Museo Histórico ‘Pueblo de Luis’, Trelew, Chubut]. 4 Análisis del caso Es un texto bilingüe español – galés organizado en páginas alternadas en donde se presenta primero la versión en español y luego la versión en galés. El título está en español. Estimamos que la precedencia dada al español tiene que ver con la prioridad que impone el destinatario, que sería una autoridad oficial, más específicamente un juez letrado, según las deducciones que referiremos más adelante. El tono del texto es de reclamo, firme y formal al mismo tiempo, y esto lo impregna de un estilo diplomático, con un elaborado discurso, un léxico preciso y oportuno para la circunstancia, cuidado registro y lógica argumental. Para la fecha en que se genera el documento, el español estaba en un proceso de imposición como lengua oficial de la administración en el marco de las fuertes discrepancias que se generaban entre las autoridades nacionales y los dirigentes locales que representaban a los colonos. Con fecha 31 de diciembre de 1887 se documenta que el entonces gobernador Jorge Luis Fontana instituía lo siguiente: 40 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013) Textos administrativos del siglo XIX en Chubut: estilo y contexto social Siendo inconveniente e irregular que la Municipalidad y Jueces de Paz autoricen documentos de carácter oficial, escritos en idioma estrangero (sic), con el sello nacional…, así como la firma de los empleados, y teniendo presentes las instrucciones recibidas del Gobierno General; El Gobernador del Chubut decreta: Art. 1º: Queda terminantemente prohibido estampar el sello de las reparticiones públicas del territorio en documentos que no estén en idioma nacional… (Archivo de la Provincia del Chubut. Libro 1885-1892: 138 [Paesa 1967: 92]). Por lo expuesto se deduce que el documento de análisis fue pensado y escrito primero en galés, pero volcado al español por la presión sociopolítica y cultural que originaba una situación de diglosia cada vez más marcada. Claramente, el galés ya no sería la lengua dominante en estos textos ni en estos contextos de comunicación formal. Cabe aclarar que el aspecto general del texto es cuidado, manuscrito en cursiva con una caligrafía legible y prolija, sin ornamentos, membretes ni sellos oficiales identificatorios. Se observan escasas e igualmente prolijas enmiendas que no podemos determinar si pertenecen al mismo escritor o a otro/s, pero son producto, seguramente, de segundas lecturas tendientes a esclarecer los conceptos. Es muy probable que hayan existido borradores previos en ambas lenguas. De hecho, la caligrafía evidencia que se trata del mismo escribiente en las dos versiones, de quien inferimos una condición de bilingüe coordinado, aunque su español denota frecuentes vacilaciones: imprecisiones a nivel ortográfico (no usa tildes [operacion, garantia, benefico], muestra oscilaciones entre ‘j’ y ‘g’ [elejida, enerjia], registra metátesis vocálicas [‘viente’ por ‘veinte’, ‘ciudado’ por ‘cuidado’]), falta de concordancia gramatical [‘se publico los nombres’, ‘defender sus derecho’], inclusión de préstamos léxicos [anglicismos por analogía con el lexema equivalente en español: condition, proportion, impartial] e interferencias sintácticas por contacto [‘hasta que se decretó la Ley Oct 10 de 1884’, ‘por haber formulado una protesta en contra el cambio decretado’], entre otros fenómenos, propios de quien ha aprendido el español como segunda lengua o, quizás, domina ambas pero posee vínculo primario con el galés. Se compone de catorce páginas, ocho en español y seis en galés, y una portada, con el título y fecha, que anticipa el tenor de su contenido y resulta una instrucción al lector sobre el modo en que debe predisponerse ante el texto y, por ende, comprenderlo y comprometerse frente a sus postulados. A propósito podríamos reconocer, en su contenido, tres núcleos temáticos: *Artículos 1 a 8: a modo de introducción general, se remonta al pasado, recordando los inicios del asentamiento galés en la región, Lengua, historia y sociedad 41 Sandra Lubén Jones y Vilma Nanci Jones citando su emplazamiento y sus promotores, tanto galeses como locales (caso Ministro del Interior Guillermo Rawson) y relatando las peripecias vividas desde su arribo hasta 1881, período en el cual predomina la autogestión en todos los aspectos de la vida comunitaria y para la resolución de todos los problemas, con comunicación esporádica al Ministerio del Interior. Se rememoran las penurias y fracasos agrícolas que amenazaron con una nueva emigración, pero también la esperanza emergente con el desarrollo de los sistemas de irrigación por canales y el establecimiento de formas de gobierno democráticas. … la colonia se dejo (sic) para si (sic) mismo para emprender estos trabajos sin ayuda de ninguna parte, con projecto (sic), trabajo ni dinero– los canales se han hecho por los mismos chacreros bajo la direccion (sic) de personas de entre si (sic)… (Artículo 5: 2). Que la Colonia ha trabajado por viente (sic) años bajo la desventaja de una administración provisional, y por cuatriquintas partes de este tiempo ha estado sin los titulos (sic) para la tierra que ocupa (Artículo 6: 3). * Artículos 9 a 13: se detallan las gestiones realizadas ante autoridades nacionales y territoriales para la garantía de sus derechos a elección y autogobierno. En este sentido, se explicitan los fundamentos para defender el respeto a la Ley del Chaco que así lo habilitaba. También se definen los alcances en atribuciones del Concejo Municipal, su principal órgano para la discusión y resolución de asuntos comunes, y se exalta la confianza que el gobernador había sabido promover entre los colonos, reconociéndoles sus esfuerzos y contribución al desarrollo de los pueblos de la región. Que los pobladores miran a una Municipalidad elejida (sic) por ellos mismos como una garantia (sic) que no se les cargara (sic) con medidas caprichosas prestados (sic) de municipalidades de ciudades ni tampoco con ninguna cosa que no sea para el desarrollo de la agricultura y beneficio para toda industria en el pais (sic) (Artículo 10: 5). * Artículos 14 a 20: se señala la ausencia del gobernador Fontana entre 1889 y 1890 como punto de inflexión que ha derivado en un proceso de distorsión de las instituciones, provocando desorden, conflictos de poder y situaciones que califican de abusivas a sus derechos adquiridos. Citan sucesos concretos como la realización cuasifraudulenta de elecciones, el accionar arbitrario de la policía, el desconocimiento de la autoridad del juez de paz, el debilitamiento de la colonia desdoblando su gobierno en dos municipios, la designación (en 42 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013) Textos administrativos del siglo XIX en Chubut: estilo y contexto social Rawson, suponemos) de una comisión municipal integrada casi totalmente por funcionarios nacionales. Culminan con una evocación a valores absolutos como la posteridad (sus hijos), el Territorio y la República como motivaciones y destinatarios finales de su defensa, en tanto se trata, en última instancia, de una manera de recuperar, no sólo la fe en el futuro de la colonia, sino la fe en la supremacía del derecho y en el bien del país. Que la larga ausencia de su Ex el Señor Gobernador a causa de enfermedad y asuntos de su administración (sic) ha sido causa de que han sucedidos (sic) cambios, que han puesto la colonia en un estado de incertidumbre sin fe sin orden (…) Que el estado presente de la colonia ha sido causado por la intervención del Señor Gobernador Interino para con la Municipalidad del Chubut formada en 1885 por la actitud presuntuoso (sic) de la Comision (sic) Municipal del pueblo Rawson formada por el Señor Gobernador en 1888 y por los actos arbitrarias (sic) de la Policia (sic) (Artículos 14 y 15: 5-6). Sorprende la correcta organización del texto en artículos (veinte en total) e incisos que ordenan sucesivamente el documento, jerarquizando la exposición y afianzando su posición ante la realidad descripta. Es un texto de carácter narrativo con una clara organización secuencial y progresión temática, pero, paralelamente, atravesado por fuertes argumentos que intentan persuadir y generar la empatía del receptor. Cada uno de los artículos comienza con el pronombre relativo ‘que’, como si se enumeraran considerandos para una resolución que, no se emite, pero se espera, supuestamente, del destinatario (juez letrado interviniente en la mediación de este conflicto institucional). Justamente, en el último considerando, el correspondiente al punto veinte, se advierte una solicitud tácita de que, de alguna manera, se devuelvan los derechos legales y se restablezca la fe de los colonos galeses en el marco de la supremacía de la ley y “para toda industria y adelanto del país”. Aquí emerge la verdadera motivación que subyace a la producción de este texto, un sentimiento de pérdida de los derechos y desconfianza en la prosperidad de la colonia a veinticinco años de su establecimiento primero. Por lo expuesto, observamos que este documento posee rasgos estilísticos que merecen una especial atención y, en ese sentido, cabe ocuparnos, sucintamente, de las variaciones estilísticas como criterio de análisis lingüístico. Moreno Fernández plantea que es conveniente hacer un uso diferenciado de estilo y registro, aunque se trate de conceptos asociados y que otros autores conciben casi como sinónimos (Labov 1966): Lengua, historia y sociedad 43 Sandra Lubén Jones y Vilma Nanci Jones No es posible entender bien la variación estilística si se prescinde de la variación sociolingüística, como no se puede dejar a un lado la variación estilística si se quiere llegar a una correcta interpretación de la variación sociolingüística. La estilística de la lengua contribuye a una correcta valoración de la diversidad sociolingüística que encierran las comunidades de habla. (Moreno Fernández 1998: 92) Este autor establece que, en la variación de estilo, inciden dos tipos de factores: los personales (características vinculadas al hablante/emisor y su audiencia/receptor) y los no personales (particularidades del discurso, su tema y género, y del contexto situacional). Respecto al registro empleado en el texto por su/s autor/es, es claramente formal; optan por una enunciación en tercera persona gramatical aun para referirse a ellos mismos, destacándose la coherencia entre forma, significado y propósito comunicativo. La particular selección de marcas léxicas, tratándose de usuarios no nativos de la lengua española, da cuenta de esto especialmente. Estas operan como fórmulas de tratamiento referenciales que, a diferencia de las fórmulas directas destinadas a identificar a los interlocutores, “pueden referirse a cualquier tipo de elementos, se produzca un tratamiento con ellos o no” (Rojas Mayer 2008: 28). Citaremos a continuación los ejemplos, a nuestro criterio, más destacados para ilustrar el mapa de relaciones sociales de la época. En cuanto a la referencia a las autoridades de gobierno, encontramos una gradación posible entre ejemplos de tratamiento usual (Señor), pasando por fórmulas que aluden a profesiones y cargos, hasta alcanzar el carácter de tratamientos honoríficos: el Señor Irigoyen, Dr Rawson, Señor Comisario, el Señor Gobernador, Señor Gobernador Interino, Señor Juez de Paz, su Ex [su excelencia] el Señor Gobernador. Teniendo en cuenta que las pautas de tratamiento intervienen en las relaciones sociales diferenciando el vínculo entre los participantes según parámetros de distancia/proximidad – respeto/confianza – poder/solidaridad – formalidad/informalidad – ámbito público/ámbito privado – conocimiento/desconocimiento (Calsamiglia Blancafort y Tusón Valls 1999: 141), podemos deducir que las formas guardan la distancia presupuesta por la jerarquía social que los diferencia y solo se apela a una marca de distinción honorífica para referir al gobernador Fontana, ausente en la oportunidad, en quien casualmente depositaban la esperanza de solución definitiva a los conflictos en auge. En cuanto a las formas de presentación de los propios emisores, podemos decir que domina la autorreferencia en tercera persona, empleando sustantivos pluralizados que, a modo de construcciones apositivas, aparecen en una progresión connotativa, construyendo 44 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013) Textos administrativos del siglo XIX en Chubut: estilo y contexto social gradualmente una suerte de metáfora que pone en evidencia la percepción que tienen de sí mismos como colectivo social, en proceso de conformación de una identidad propia en el nuevo territorio y a través del tiempo. La secuencia es: los colonos (Artículo 4 y otros), los chacreros (Art. 5), los pobladores (Art. 10), súbditos galenses (Art. 12), los memorialistas (Art. 20). Al emplear la expresión ‘colonos’ están refiriendo a la condición de inmigrantes, ‘chacreros’ remite a su rol protagónico como trabajadores de la tierra; con ‘pobladores’ asumen la importancia de su presencia para la ocupación estable de la región y se asimilan a ella; al decir ‘súbditos galenses’ se reconocen como extranjeros subordinados a la autoridad nacional (especialmente la de Fontana); y al culminar con ‘los memorialistas’ podemos decir que se conciben protagonistas de la historia que refieren y guardianes de su memoria, en consonancia con el género en que circunscriben el documento: Memoria y Suplicacion (sic) del Territorio Chubut. Como mencionamos inicialmente al describir los criterios metodológicos, algunos documentos no son tan fácilmente clasificables en un tipo textual determinado, ya que poseen un alto grado de espontaneidad en su registro y tienden a resolver situaciones emergentes en una comunidad en formación que no dominaba el español ni estaba entrenada para redactar formalmente en esa lengua. Producir documentos para la administración imponía atender a cánones preestablecidos en el marco de un acontecer social fundacional, donde el matiz de indefinición parecía atravesar fuertemente todo: las estructuras textuales, la organización política, la nomenclatura toponímica, el sustento económico, etc. Respecto a esto, y a modo de ejemplo, podemos referir a otro de los textos del corpus de base que identificamos como acta de reunión, y que sus autores titulan, en realidad, simplemente Protesta, poniendo el acento en la intencionalidad pragmática que sustenta su origen. Rojas Mayer (1998), al abordar el tema de la tipologización documental, alude como un criterio posible y primario de clasificación al de la autodenominación de los textos, es decir, a la forma en que cada emisor concibe su discurso y consecuentemente identifica el texto que produce. La especie discursiva de la ‘protesta escrita’ es especialmente interesante para nuestro análisis en consideración del contexto sociohistórico que abordamos: se trata de una comunidad que se muestra, en acto y palabra, muy decidida a defender sus opiniones, derechos y decisiones con una llamativa fuerza colectiva. Pragmática y sociolingüística conectan sus intereses como disciplinas que consideran al contexto como condicionante de la variación lingüística y de los procesos de construcción y comprensión discursivas, por lo que Lengua, historia y sociedad 45 Sandra Lubén Jones y Vilma Nanci Jones sus aportes en esta ocasión son fundamentales para interpretar el texto seleccionado. Maingueneau enfatiza el hecho de que, desde su enfoque, el análisis del discurso se interesa por la forma en que se relacionan enunciativamente un modo de organización textual y un lugar social, por lo cual en este caso la noción de género es central. El género es ‘institución discursiva’ en tanto haz de rasgos verbales asociados a una práctica social que, a su vez, define. (Arnoux 2009: 16). En este marco, el texto que analizamos se autodenomina (Rojas Mayer 1998) Memoria y Suplicacion (sic) del Territorio Chubut. No tiene firma de autor, aunque se infiere su creación colectiva al decir: “los memorialistas están convencidos”; tampoco se explicita el nombre del destinatario, por lo que conjeturamos que podría tratarse de un documento adjunto a otro, probablemente una solicitud o nota formal, junto a la cual actúa a modo de discurso de descargo y de apelación frente a una situación que se percibe como injusta: “…causando grandes inconvenientes y perdidas (sic) a los electores y un deslustre grande a la Gobernacion (sic) a causo (sic) de la arbitrariedad y abusos cometido (sic)…”. Intuimos que el mismo ha sido presentado al juez letrado interviniente en el conflicto entre los colonos, la comisión municipal de Rawson y el gobernador interino, que recrudeció durante la extensa ausencia del gobernador Fontana, y derivó en la destitución del juez de paz, David Lloyd Jones. Esta hipótesis podría fundarse también en las características de la suplicación como tipo textual, en tanto se trata de un recurso procesal extraordinario, ya usado en América desde la época del Consejo de Indias para dar lugar a la defensa del acusado a fin de que se reconsiderara o reviera la situación de conflicto; es lo que, en el campo jurídico, se conoce actualmente como recurso de reposición. En cuanto a la primera expresión del título, memoria, podemos decir que, genéricamente, en ella predomina la superestructura narrativa según la cual cronológicamente se van exponiendo los hechos, aunque, en este texto puntual, se enuncian en forma de artículos que devienen en argumentos encadenados que dan cuerpo a la suplicación (superestructura argumentativa). Acá la suplicación no tendría sustento sin la memoria, en tanto esta se erige en el macroargumento para ‘suplicar’; la narración está en función, o al servicio, de la argumentación. 46 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013) Textos administrativos del siglo XIX en Chubut: estilo y contexto social Dado que la homogeneidad textual –en el sentido de que los textos puedan clasificarse en un solo tipo textual– es una excepción (…) la heterogeneidad secuencial puede analizarse con la ayuda de dos conceptos, la inserción y la dominancia. Por ejemplo, puede darse el caso de que una secuencia contenga una secuencia de distinto tipo [inserción]; la otra posibilidad es la mezcla de secuencias de tipos diferentes: la relación es de dominancia si, por ejemplo, predominan las macroproposiciones narrativas y éstas se coordinan mediante conectores argumentativos. La fórmula es la siguiente: [sec. Narrativa que > sec. Argumentativa]. Los textos, subraya Adam, se sitúan en un ‘tipicismo gradual’. (Ciapuscio 1994: 91 – 92). Como vimos al sintetizar los núcleos temáticos del contenido, la secuenciación argumental está hábilmente construida in crescendo en un eje estructural sintetizable en los siguientes puntos de anclaje: Pasado (memoria) – Presente (denuncia) – Futuro (promesa/esperanza). 5 Palabras finales Muchos factores inciden en la construcción y reconstrucción de los discursos de acuerdo a los diferentes tipos textuales priorizados, la estructuración de los mismos, sus rasgos estilísticos, el contexto en el que se inscriben y la interacción de los participantes que los protagonizan. Sabemos que cada hablante/emisor deja, consciente o inconscientemente, sus huellas y las de su mundo inscriptas en cada texto producido. De igual modo, a través de la información contenida en los documentos de archivo podemos deducir el pensamiento dominante, contrastante o resistente, los principales actos y preocupaciones de los hombres, sus hábitos y costumbres, sus conflictos, y, esencialmente, ver cómo la lengua expresa y crea a la vez sus representaciones del mundo, de la sociedad y de la época. Si bien esta ponencia es solo una aproximación al estudio del documento en cuestión y un incipiente acercamiento al corpus recopilado para el proyecto de investigación que nos compete, deja una puerta abierta para profundizar en su abordaje y proyectar nuevas indagaciones, en tanto, a través de la lengua, podemos repensar un pasado que aún tiene implicancias en nuestro presente y contribuye a delinear nuestra identidad cultural y lingüística regional. Lengua, historia y sociedad 47 Capítulo 3 Apuntes sobre el problema de la lengua nacional en la gramática escolar argentina Esteban Lidgett En Lauria, Daniela y Mara Glozman, eds. (2013) Lengua, historia y sociedad. Aportes desde diversas perspectivas de investigación lingüística. Mendoza: Editorial FFyL-UNCuyo y SAL. Págs. 49-59. ISBN 978-950-774-228-6 Disponible en http://www.ffyl.uncu.edu.ar/spip.php?article3830 Resumen La propuesta de este trabajo será analizar comparativamente, desde una perspectiva historiográfica (Swiggers 2004 y 2009), las concepciones acerca de la norma lingüística y las tradiciones gramaticales presentes en dos gramáticas que corresponden a periodos históricos muy disímiles: La Gramática Argentina (1852) de Rufino y Pedro Sánchez y la Gramática de la lengua castellana (1893) de Ricardo Monner Sans y Baldmar Dobranich. Mientras que La Gramática Argentina adopta una postura nacionalista con respecto a la norma lingüística local, en consonancia con otras obras del periodo (Costa Álvarez 1922); la obra de Monner Sans y Dobranich se alinea con el discurso purista y casticista sobre la lengua nacional, propio de la administración educativa posterior a 1880 (Sardi 2006). No obstante esto, nuestro análisis nos ha permitido confirmar que si bien existen diferencias significativas en lo que respecta a la macroestructura de estas gramáticas, puede corroborarse efectivamente la continuidad entre una obra y la otra de un conjunto específico de tradiciones gramaticales (que van desde la gramática racional a la académica). Esto permitiría pensar que la configuración de la gramática escolar argentina, al menos desde el punto de vista de la historiografía lingüística, presenta un desarrollo autónomo que no siempre encuentra una correspondencia exacta con las políticas educativas de las distintas administraciones públicas. Volúmenes temáticos de la SAL: serie 2012 Esteban Lidgett 1 Introducción El presente trabajo se inscribe en el marco del proyecto de investigación plurianual CONICET titulado “La configuración de la gramática escolar argentina (1863-1922)”, que tiene como objetivo trazar una historia de la gramática escolar argentina desde la primera legislación existente (1863, decreto fundacional del Colegio Nacional de Buenos Aires) hasta la creación del Instituto de Filología de la Universidad de Buenos Aires (1922).5 En esta línea, la propuesta de este trabajo será analizar comparativamente, desde una perspectiva historiográfica, las concepciones acerca de la norma lingüística y las tradiciones gramaticales presentes en dos gramáticas que corresponden a periodos históricos muy disímiles: La Gramática Argentina (1852) de Rufino y Pedro Sánchez y la Gramática de la lengua castellana (1893) de Ricardo Monner Sans y Baldmar Dobranich. Los textos didácticos en general y las gramáticas escolares en particular, por definición están atravesados por una intencionalidad pedagógica determinada por los modelos educativos presentes. Esta determinación, examinada en obras gramaticales de momentos históricos disímiles, verificará resultados distintos expresados sustancialmente en la macroestructura de cada obra. Sin embargo, en lo que respecta a las tradiciones presentes en los textos, es posible plantear una continuidad en una serie de rasgos que, aunque presenten diferencias en virtud de su inscripción a contextos socio-históricos distintos, permitirían construir una identidad genérica de la gramática escolar argentina. Tal constatación daría la posibilidad de sostener que existe una línea coherente de tradiciones gramaticales presentes en la gramática escolar argentina, lo que demostraría que desde un punto de vista historiográfico, los elementos a tener en cuento para la periodización no pueden basarse únicamente en factores externos. 2 La metodología de análisis Consideramos, siguiendo los postulados de García Folgado (2005), que el abordaje de la corriente gramatical escolar desde la historiografía lingüística permite analizar la historia de la gramática poniendo en relación las obras con sus destinatarios, con la práctica docente, la legislación que controla su producción y su lugar en la escala epistemológica. En esta línea, postulamos la necesidad de un enfoque historiográfico que integre la perspectiva orientada hacia el contenido y la perspectiva orientada hacia el contexto. Si bien es cierto que ambas 5 Nos referimos al PIP/CONICET 11220100100218 “La configuración de la gramática escolar argentina (1863-1922)”, dirigido por Salvio Martín Menéndez y codirigido por Guillermo Toscano y García. 50 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013) Apuntes sobre el problema de la lengua nacional... requieren frecuentemente la aplicación de criterios metodológicos disímiles, como sostiene Swiggers (1990), no sólo no son mutuamente excluyentes, sino que además existen vínculos importantes entre el contenido y el contexto de una teoría. En particular, para la gramática escolar argentina, como hemos señalado, resulta indispensable poner en vinculación la reelaboración de las perspectivas teóricas que se transmiten en los libros de texto con fenómenos contextuales, tales como las modificaciones en la legislación escolar y ciertos acontecimientos históricos de particular relevancia en la configuración de las políticas lingüísticas. Tal vinculación permitiría, asimismo, observar en qué medida los procesos y cambios en el nivel externo se verifican en el discurso gramatical. En ese sentido, si queremos seguir un modelo historiográfico como el propuesto anteriormente, debería ser posible establecer, en principio, un criterio que permita definir la gramática escolar y sus etapas. Arnoux (2008) aporta algunas características propias del discurso gramatical que resultan pertinentes para definir nuestro objeto. Considera que “en los discursos gramaticales conviven, con distinta importancia y variadas combinaciones según los momentos, una perspectiva teórica, una descriptiva y una normativa” (Arnoux 2008: 207). El predominio de uno de estos enfoques sobre el resto, sostiene la autora, ha conducido a definir una gramática como teórica si “parte de una reflexión amplia sobre las lenguas e ilustra los fenómenos a partir de muestras pertinentes de una de ellas o de contrastes entre varias”; descriptiva, si contempla diversos usos de la lengua; y normativa, cuando “consagra una variedad vinculada estrechamente a la lengua escrita y que es autorizada, generalmente, por un centro institucional que determina el ‘bien hablar y el bien escribir’” (Arnoux 2008: 207-208). Sin embargo, es preciso notar que, como señala Arnoux, las tres dimensiones están presentes en todas las gramáticas. De esta forma, una de las características fundamentales que asume la gramática escolar es la preponderancia de la dimensión normativa, toda vez que su intencionalidad es declaradamente pedagógica antes que teórica y descriptiva. Esta característica, sin embargo, no alcanza para delimitar el objeto, puesto que la presencia de la dimensión normativa y aun su preponderancia puede vincularse a una multiplicidad de obras gramaticales elaboras por fuera del circuito escolar. En ese sentido, García Folgado (2005: 33) sostiene que, más allá de la función didáctica propia de muchas gramáticas, “se considera que es gramática escolar aquella cuyo objetivo principal es la formación en la propia lengua, sea cual sea su objetivo particular –alfabeto-gramatización, aprendizaje de otras lenguas, etc.-”. Esta definición resulta interesante en el sentido de Lengua, historia y sociedad 51 Esteban Lidgett que permite encontrar una especificidad analítica que trasciende el mero dato empírico de si una gramática constituye un libro escolar o no, es decir, si ha circulado o no en dicho ámbito. En otras palabras, para hablar de gramática escolar es necesario pensar en un sistema escolar que considera la gramática como disciplina que se propone consolidar un modelo de lengua para la Nación. Si consideramos la producción de gramáticas en la Argentina durante el siglo XIX, veremos que casi exclusivamente se trata de obras destinadas al circuito escolar y estrechamente vinculadas con las políticas estatales. En efecto, es posible observar el incremento en la publicación de gramáticas escolares conforme se consolida el proceso de centralización de la educación en Argentina.6 De esta forma, aceptando la definición propuesta para la gramática escolar, resulta plausible establecer una primera periodización que tenga como punto de inflexión la primera legislación escolar, que establece la fundación del Colegio Nacional de Buenos Aires en 1863.7 A partir de allí podemos considerar dos grandes etapas diferenciadas durante el siglo XIX: i) una etapa previa a la organización de los colegios nacionales, caracterizada por la escasa publicación de obras gramaticales y un mayor grado de dispersión temática en los contenidos; y ii) una etapa posterior a la su organización, caracterizada por una mayor presencia de manuales escolares y una mayor incidencia de la legislación educativa en la distribución de los contenidos. 3 Las gramáticas Asumiendo esta definición de la gramática escolar y sus etapas, proponemos a continuación un análisis sucinto de la Gramática Argentina (1852) de Rufino y Pedro Sánchez y de la Gramática de la lengua castellana (1893)8 de Baldmar Dobranich y Ricardo Monner Sans, sobre la base de una matriz descriptiva construida a partir de los rasgos que consideramos característicos de la gramática escolar. Estos rasgos dependerán de la inscripción de las obras a sus respectivos periodos y, en consecuencia, estarán codificados de un modo particular en cada texto. De acuerdo con los datos que se han podido relevar hasta ahora en el PIP-CONICET “La configuración de la gramática escolar argentina (1863-1922)”, hasta 1863 se publican en Argentina nueve gramáticas y desde 1863 hasta 1900, periodo en que se consolida la legislación escolar centralizada, se publican más de un centenar de gramáticas en este país (cfr. García Folgado y Toscano y García 2012). 7 Hacia 1863, el entonces presidente Bartolomé Mitre firma el decreto a través del cual el Departamento de Instrucción Pública crea el Colegio Nacional de Buenos Aires con el expreso propósito de “fomentar la educación secundaria” (cfr. AA.VV. 1901: 120). En diciembre de 1864, por cinco decretos sucesivos, se crean los Colegios Nacionales de Mendoza, San Juan, Tucumán, Salta y Catamarca; y con posterioridad se van creando en otras provincias (cfr. García Folgado y Toscano y García 2012). 8 En adelante, GA y GLC, respectivamente. 6 52 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013) Apuntes sobre el problema de la lengua nacional... La GA, escrita por Rufino y Pedro Sánchez, pertenece a lo que hemos definido como periodo anterior a la organización de los colegios nacionales, cuando todavía no existe un conjunto demasiado orgánico de legislaciones educativas a nivel nacional que regulen los contenidos a impartir. Sin embargo, la obra de los Sánchez, como ha observado la crítica, a diferencia de otras gramáticas del periodo –incluso a diferencia de la anterior edición de 1828–, sí se construye sobre la base de un modelo que pretende ser de integración nacional a partir de un complejo entramado discursivo que vincula el sentimiento nacional y la cultura ilustrada (cfr. Blanco 2003). Por su parte, la GLC, escrita por Baldmar Dobranich y Ricardo Monner Sans, es la primera gramática publicada con arreglo a la legislación de 1892, un legislación que prescribe con detalles el contenido de los planes de estudio de los cursos de gramática (cfr. Dobranich 1892). Esta obra se inscribe en el periodo posterior a la organización de los colegios nacionales, caracterizado por la presencia de una Estado que regula y centraliza la educación y los contenidos a impartir en los cursos a través del instrumento legislativo y de organismos reguladores como el Consejo Nacional de Educación.9 3.1 La matriz de análisis La matriz de análisis propuesta en función de la definición presentada en §2 considera tres rasgos genéricos particulares de la gramática escolar: 1) la concepción de lengua; 2) la concepción pedagógica; y 3) la influencia de tradiciones gramaticales. 3.1.1 Concepción de la lengua La concepción acerca de la variedad de lengua que se debe enseñar es un elemento clave para analizar cualquier gramática escolar, puesto que es el punto central sobre el que se define una perspectiva normativa que, en muchos casos, está vinculada con la legislación educativa. Las gramáticas escolares en general, en virtud de su carácter normativo, definen dos modelos sobre la lengua: a) un modelo positivo que determina aquello que se debe enseñar o aquello que se considera “el uso correcto”; y b) un modelo negativo, que identifica el uso incorrecto y censurable de la lengua. Las precisiones con respecto a lo que no se debe decir o a lo que se considera un uso incorrecto de la lengua son las que determinan El Consejo Nacional de Educación (CNE), fundado en 1881, viene a reemplazar a la antigua Comisión Nacional de 1871 y se encarga de ejercer una considerable acción centralizadora sobre la distribución de los contenidos escolares a través, por ejemplo, de la creación de comisiones evaluadoras de textos escolares. Las dictámenes de estas Comisiones eran publicados en el órgano de oficial de CNE, la revista El Monitor de la Educación Común (puede consultarse, por ejemplo, Monitor 1888). 9 Lengua, historia y sociedad 53 Esteban Lidgett con más precisión qué variedades se recogen y si se las toma como ejemplo censurable o como un registro documentado en el uso local. Como ha señalado la crítica en general, la obra de Rufino y Pedro Sánchez tiene la particularidad de exhibir un conjunto de símbolos patrios, lo que invitaría a pensar que los autores buscan reafirmar el sentimiento nacional.10 En efecto, la obra se titula “gramática argentina”, en su primera página exhibe el escudo nacional y como texto ejemplificador utiliza el himno nacional argentino, uno de cuyos autores era el entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires, Vicente López y Planes. Sin embargo, estas marcas “nacionalistas” expresadas en el paratexto no encuentran un correlato en el contenido de la gramática donde puede verse que, como ha señalado Blanco (2003: 178), “la variedad lingüística descriptiva no difiere significativamente del modelo académico”. En efecto, en la GA comienza a definirse lo que denominamos anteriormente un modelo negativo que busca corregir los usos “incorrectos” del lenguaje local, es decir, los usos desplazados de la variedad peninsular. Baste como ejemplo, en ese sentido, mencionar la censura del yeísmo, fenómeno característico del uso local.11 Asimismo, los autores dedican una sección completa al registro de los “errores” en el habla local; por ejemplo, se refieren con desdén a “los modistos afrancesados y apóstatas del rico idioma español”, quienes pronuncian y como i: Preguntado [sic] alguno de estos señoritos por el autor de una acción laudable, que hubiese practicado, y contéstase io, io, io. (…) Es tan contado semejante vicio al castellano neto, que en muchos casos donde parece debería conservarse i, latina, el uso convierte en y, griega, para no adulterar la fuerza de la expresión propio de la belleza: arguia.... arguya; arguiese.... arguyese (1852: 33). En ese sentido, puede sostenerse que el modelo negativo, propio de las gramáticas escolares posteriores a la década del 80 que buscaban “purificar” la lengua en respuesta al fenómeno inmigratorio, ya se encuentra prefigurado en la GA, obra en la que puede advertirse una intención prescriptiva que consiste en censurar los errores en que los hablantes incurren. Si nos remitimos a la GLC, publicada en 1893 cuando el fenómeno nmigratorio ya se presentaba como un problema a abordar desde el 10 La utilización de la simbología patria en la Gramática Argentina ha sido objeto de varios análisis (cfr. Costa Álvarez [1922], Sánchez Garrido [1962], Battistessa [1976] y Blanco [2003]). 11 “Cuidemos de no confundir la pronunciación de la ll, con la y griega” (GA: 16). 54 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013) Apuntes sobre el problema de la lengua nacional... ámbito educativo (cfr. Bertoni 2001; Di Tullio 2003), veremos que el modelo negativo se define de un modo más sistemático. En efecto, los autores dedican en el segundo volumen de la obra un capítulo entero a los “vicios de construcción”. Como introducción a ese capítulo, dedican algunas palabras a observar que “el idioma ha sufrido en esta parte de América influencias extrañas que lo han afectado” y que el objetivo de la obra debe ser el de “devolverle su antiguo esplendor” (GLC2: 47). Entre los “vicios de pronunciación” los autores mencionan un amplio inventario. Entre ellos, consideran el seseo (no distinción de los sonidos de la c y la s), la lalación (el empleo de la r por la l), la supresión de la s y de la d finales (como en cazadore o en verdá), la omisión de la c antes de la t (perfeto), la omisión de la d cuando es penúltima letra de una palabra (cansao), la no distinción entre la articulación de la v y la b y el yeísmo (no distinción entre los sonidos de la ll y la y). La mayoría de estos “vicios”, sin embargo y como es sabido, constituyen marcas propias de la variedad rioplatense o provienen de los usos lingüísticos de los inmigrantes o del dialecto gauchesco. Por otro lado, siguiendo la estructuración del programa escolar, para esta gramática la tarea fundamental del docente de escuela secundaria es pulir la pronunciación y ortografía de los alumnos a partir de modelos positivos que gradualmente vayan incorporando las reglas y sus fundamentos racionales. En otras palabras, la adquisición del arte de hablar correctamente debe preceder en la trayectoria propedéutica al aprendizaje de los fundamentos científicos y, a la vez, estos deben brindar una base “racional” para justificar la corrección del lenguaje. 3.1.2 El modelo pedagógico La concepción del modelo pedagógico puede definirse, siguiendo a Di Tullio (2002), a partir de dos tradiciones: a) la tradición memorística, asociado con la escolástica; y b) la tradición positivista, que acentuaba el uso de la ejemplificación junto con la definición. El debate pedagógico acerca del rol enfrentado de la memoria y el razonamiento en el aprendizaje parece estar presente durante buena parte del siglo XIX. En un artículo publicado en la Revista de la Universidad de Buenos Aires en enero de 1913, Ricardo Monner Sans hace referencia a los “bandos” en pugna que durante varias décadas venían discutiendo sobre el mejor método de enseñanza del idioma: Uno lo fía todo a la eficacia de las reglas, y entiende que sin su dominio absoluto no se puede hablar y escribir correctamente el castellano, en tanto que el otro opina que son las reglas impedimenta inútil, y que puede lograrse el dominio artístico del habla materna leyendo, leyendo mucho en clase, y haciendo en el pizarrón calculados ejercicios (Monner Sans 1910: 34). Lengua, historia y sociedad 55 Esteban Lidgett El autor toma distancia de ambas posturas y apela a lo que denomina "un método más claro, lógico y racional para la enseñanza del patrio lenguaje" (1913: 4). Ese método se promueve a través del programa que años atrás, en 1892, había defendido Baldmar Dobranich: un primer año de prosodia, ortografía y analogía; un segundo año de sintaxis y un tercer año de lingüística. Es este, precisamente, el programa al que se ajusta la GLC. La distinción entre estos dos modelos pedagógicos, en muchos casos, puede expresarse en la organización textual de las gramáticas. Durante el siglo XIX es frecuente observar libros de texto escritos en forma de catecismos con la tradicional organización de preguntas y respuestas, en la que se espera que el alumno memorice las respuestas.12 Este modelo alterna con otro de organización expositiva que, en general, sigue el modelo organizativo de los distintos compendios de la Real Academia Española. La orientación pedagógica de los cursos de gramática castellana a partir de la década del 80 está estrechamente vinculada con la creación en 1880 del Consejo Nacional de Educación, cuya primera función, como señala Bertoni fue "mejorar la calidad de su enseñanza, actualizarla y organizar la institución escolar" a partir del esfuerzo conjunto de maestros, inspectores y miembros del Consejo (Bertoni, 2001: 42). En consecuencia, los antiguos libros de gramática organizados en forma de preguntas y respuestas comenzaron a ser sustituidos por otros de carácter más activo y experimental, en los que los ejercicios pasaron a ocupar un lugar imprescindible. Cabe mencionar que tanto la GA como la GLC se apartan del modelo memorístico propio de las gramáticas escritas en forma de catecismo. Ambas obras presentan una organización expositiva que se condice con la organización de los compendios de la Real Academia. La macroestructura (esto es, la disposición de las partes con arreglo al desarrollo de unidades temáticas) de las dos obras sigue la propuesta por la Real Academia en su delimitación de las partes de la gramática; a saber: la división en cuatro partes, comenzando por la ortografía, luego la analogía, la sintaxis y la prosodia (u ortología). 13 En ese sentido, además de la coincidencia en cuanto al modelo expositivo, cabe mencionar que, como veremos en el siguiente acápite, la presencia de la gramática Es el caso, por ejemplo, de las Lecciones de gramática castellana (1885 [11857]) de Marcos Sastre. 13 En la GRAE (1796) ya se considera esta división de cuatro partes. Sin embargo, como señala Gómez Asencio (1981), esta edición, si bien contempla las cuatro partes, lo cierto es que no se ocupa ni de Ortografía ni de Prosodia, sino que repite la disposición de la primera edición de 1771 que se centra en la Analogía y la Sintaxis. Recién a partir de la edición de 1870 puede verse el desarrollo de las cuatro partes mencionadas aquí: ortografía, analogía, sintaxis y prosodia. 12 56 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013) Apuntes sobre el problema de la lengua nacional... filosófica en la GA también justifica el abandono del modelo memorístico y anticipa, por otro lado, la necesidad de adoptar un modelo sustentado en la racionalidad, como el que postula Monner Sans en su artículo citado anteriormente. 3.1.3 Las influencias teóricas La mayoría de las gramáticas del XIX publicadas en Argentina tiene una referencia ineludible a los textos académicos; sin embargo, un buen número de ellas también presenta influencias de distintas corrientes de pensamiento gramatical, entre las que se destacan la gramática racional francesa y la gramática de Bello. En ese sentido, la presencia de distintas tradiciones gramaticales define modelos más o menos ortodoxos con respecto al modelo gramatical de la Real Academia. La adopción de múltiples influencias teóricas produce resultados diferentes en cada caso (a veces obras inconsistentes, otras compendios muy audaces y originales), pero resulta interesante desde el punto de vista historiográfico advertir este fenómeno y, en el mejor de los casos, poder caracterizarlo. Al analizar las influencias gramaticales presentes en los textos es preciso considerar en qué medida se apartan de la tradición académica (que es sin duda la dominante) y con qué finalidad lo hacen. La GA contiene claras referencias a la gramática filosófica, cuya presencia en los manuales escolares de Argentina durante el siglo XIX es considerable.14 En ese sentido, en referencia a la obra de los Sánchez, Blanco llega a la conclusión, a partir de un análisis discursivo que considera los vínculos entre el sentimiento nacional y la cultura ilustrada, que la GA “acentúa su adhesión a los principios de la gramática filosófica” (Blanco 2003: 165) y que “los autores persiguen dos metas de los docentes ilustrados americanos: la educación patriótica y la racionalización de los conocimientos” (Blanco 2003: 164). Si bien, como señala Blanco (2003) la presencia de la gramática filosófica (y, en particular de Condillac) es notoria, la organización de los contenidos no se aparta mucho de la propuesta por las distintas ediciones de la GRAE. La división de las gramáticas en cuatro partes ya se está presente en la Gramática de la Real Academia Española (GRAE) de 1796. La clasificación de nueve clases de palabras (que incluye: nombre, artículo, pronombre, verbo, participio, adverbio, preposición, conjunción e interjección), recogida en la GA, como advierte Calero Vaquera (1986: 56) “es un sistema muy arraigado en las tradiciones gramaticales inglesa y francesa (los autores de Port-Royal, por ejemplo, lo defienden)”. En la tradición española aparece por primera vez la Véanse con relación a esto los trabajos de Calero Vaquera (2008), Calero Vaquera y Zamorano Aguilar (2010) y García Folgado y Toscano y García (2012). 14 Lengua, historia y sociedad 57 Esteban Lidgett gramática de Benito de San Pedro (cf. Gómez Asencio 1981: 97) y es retomada por Herranz (1849), Alemany (1853) y la GRAE (1854), entre otros. El hecho de que aparezca en la obra de los Sánchez, que es de 1852, antes que en la GRAE, demuestra que la se trata de una influencia proveniente de alguna otra fuente, probablemente, de la gramática racional francesa. Otra teoría proveniente de la gramática filosófica presente en la GA es la que postula la existencia del verbo sustantivo, o verbo único. De acuerdo con Calero Vaquera (1986: 106) esta teoría “viene a resumirse en el postulado de que sólo el verbo ser (existente en todas las lenguas) merece tal nombre: las restantes palabras llamadas verbos no son tales, en rigor, sino una composición de ser y adjetivo o participio”. Su popularidad se vincula con el auge de la gramática de Port-Royal (1660) durante el siglo XVIII, obra que recoge esta teoría de la tradición aristotélica (cfr. Calero 1986: 106 y ss.). La GA postula la división entre verbos sustantivos, “verbos que representan la idea de esencia o existencia” (entre los que se cuentan: ser, estar y haber) y verbos adjetivos, que “representan la idea de atributo” (1852: 34). Esta tradición, no respaldada en las distintas ediciones de la GRAE, permanece notablemente en las gramáticas argentinas15 y la GLC también se nutre de ella: Siendo una verdad evidente que el verbo afirma, bien puede decirse que el verbo ser es el único que existe, y no diremos que las palabras amar, escribir, etc., no sean verbos, pero sí que amaba equivale á era amante, escribió á fue escribiente. Por manera que todos los demás verbos pueden trocarse en oraciones verbales, cuyo verdadero verbo será del ser (GLC1: 66). En esta línea, cabe mencionar también que, aunque la influencia de la GRAE es bastante más notoria en la GLC, la presencia de la gramática filosófica no deja de notarse en otros aspectos como es la inclusión del análisis lógico que complementa la sección sobre sintaxis. 4 Conclusiones Hemos intentado un análisis sucinto de la Gramática Argentina (1852) y la Gramática de la lengua castellana (1893) sobre la base de una matriz temática que comprende los rasgos que consideramos definitorios de la gramática escolar argentina del XIX. Estos rasgos dependen de la inscripción de las obras a sus respectivos periodos y, en ese sentido, hemos tratado de analizar de qué modo se codifican esas marcas Es posible encontrar referencias a estos aspectos por ejemplo en Hidalgo Martínez (1884), García Velloso (1907), García Aguilera (1880) y Monner Sans (1904). 15 58 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013) Apuntes sobre el problema de la lengua nacional... temporales y contextuales en estas gramáticas escolares. Las siguientes son algunas de las conclusiones que resulta relevante mencionar aquí: 1) La matriz de análisis propuesta ha permitido determinar que en la GA y en la GLC existe una coherencia con relación a la valoración negativa de la variedad local y la voluntad de (re)imponer la norma peninsular, aunque algunos elementos paratextuales parezcan mostrar una posición más nacionalista en la GA. Con respecto a este punto, habría que preguntarse de qué modo se construye la identidad nacional en los distintos periodos y, en particular, con relación al tema de la lengua nacional, si la reivindicación de la variedad local es un objetivo que el nacionalismo persiga en general. 2) Asimismo, hemos mostrado que también existe una coincidencia en cuanto al modelo pedagógico que se propone en ambas obras, puesto que tanto la GA como la GLC rechazan la forma de catecismo y se apoyan en un modelo sustentado en la ejemplificación y la corrección (aunque difieran sustancialmente en la elección de textos ejemplificadores). 3) Finalmente, tanto la GA como la GLC presentan un modelo de gramática basado en la macroestructura propuesta por la gramática académica a partir de su edición de 1796, que divide la gramática en cuatro partes (analogía, sintaxis, prosodia y ortografía). No obstante ello, un análisis más detallado de la teoría gramatical ha puesto de manifiesto que la incorporación de teorías provenientes de la gramática filosófica (en particular, la teoría del verbo único y la presencia del análisis lógico) es un fenómeno que muestra cierta continuidad en las obras analizadas. A los efectos de nuestra investigación interesa destacar estas coincidencias en dos gramáticas pertenecientes a distintos periodos (y pensadas, en consecuencia, para diferentes contextos), por cuanto permitiría postular la existencia de una tradición gramatical escolar con características específicas en Argentina que difieren de la tradición española y que se mantiene durante más de cinco décadas, independientemente de los ajustes que los manuales hagan conforme lo estipulado en la legislación educativa. Como mencionábamos al comienzo, este trabajo solo intenta presentar un análisis parcial que de ningún modo pretende clausurar el tema. Antes bien, las conclusiones parciales a las que hemos abordado deben ser contrastadas en el análisis específico de una muestra más amplia del corpus gramatical. En esta línea, creemos que la matriz de análisis propuesta se ajusta a la perspectiva historiográfica definida en la metodología y, en sentido, aspiramos a que pueda dar cuenta de características de las gramáticas que desde una perspectiva puramente contextual podrían quedar solapadas. Lengua, historia y sociedad 59 Capítulo 4 La mirada historiográfica de Manuel de Montolíu. El debate entre positivismo e idealismo en la lingüística hispánica Emiliano Battista En Lauria, Daniela y Mara Glozman, eds. (2013) Lengua, historia y sociedad. Aportes desde diversas perspectivas de investigación lingüística. Mendoza: Editorial FFyL-UNCuyo y SAL. Págs. 61-75. ISBN 978-950-774-228-6 Disponible en http://www.ffyl.uncu.edu.ar/spip.php?article3830 Resumen En el presente trabajo analizamos el modo en que Manuel de Montolíu (18771961) representa el desarrollo histórico de la lingüística como disciplina científica. Tomamos para ello dos artículos: el primero es “Karl Vossler. Su significación dentro de las ciencias del lenguaje”, que corresponde a una publicación de 1918 en la revista Voces; el otro es “El lenguaje como fenómeno estético”, que corresponde a una publicación de 1926 en el Cuaderno 7 del Instituto de Filología de la Universidad de Buenos Aires, del que Montolíu había sido Director durante el año anterior. En este marco, entendemos que la mirada historiográfica que despliega Montolíu es funcional a su propuesta teórica. Específicamente, encontramos que su lectura del pasado constituye un procedimiento argumentativo al que denominamos recurso historiográfico (Toscano y García 2011), a través del que presenta las teorías lingüísticas que rechaza como pertenecientes al pasado de la disciplina. Además, este argumento actúa como un recurso que le permite tanto incorporar el paradigma de la lingüística idealista en el ámbito de la filología hispánica como actualizar un debate epistemológico que se formula explícitamente durante la primera mitad del siglo XX: la oposición entre positivismo e idealismo como perspectivas teóricas opuestas para abordar la reflexión sobre el lenguaje. Volúmenes temáticos de la SAL: serie 2012 Emiliano Battista 1 Introducción En el presente trabajo analizamos el modo en que Manuel de Montolíu (1877-1961) representa el desarrollo histórico de la lingüística como disciplina científica. Tomamos para ello dos artículos: “Karl Vossler. Su significación dentro de las ciencias del lenguaje” (1918) y “El lenguaje como fenómeno estético” (1926). La selección de nuestro corpus obedece a un criterio temático en al menos tres sentidos. En primer lugar, por la importancia que reviste la figura de Manuel de Montolíu en la filología hispánica (§1.1). En segundo término, por la actualización del debate epistemológico entre positivismo e idealismo que, al trazar su mirada historiográfica, el autor efectúa en cada uno de los artículos. Se trata de un debate que se formula explícitamente durante la primera mitad del siglo XX y que presenta estas dos concepciones de ciencia como perspectivas teóricas opuestas para abordar la reflexión sobre el lenguaje (§1.2). Y, en tercera instancia, por la recurrencia de un procedimiento argumentativo al que denominamos recurso historiográfico (Toscano y García 2011) (§1.3), a través del que el autor presenta las teorías lingüísticas que rechaza como pertenecientes al pasado de la disciplina. Si bien en ninguno de estos artículos delimita etapas de manera explícita ni tiene el objetivo final de establecer un criterio de periodización, en ellos Montolíu ofrece una clara representación de la historia de la disciplina, principalmente de la lingüística del siglo XIX. Específicamente, en ambas contribuciones encontramos que su lectura del pasado le permite no solo incorporar el paradigma de la lingüística idealista en el ámbito de la filología hispánica, sino también legitimarlo en virtud de una tradición en la que busca inscribirlo. 1.1 La figura de Manuel de Montolíu Manuel de Montolíu nace en Barcelona, ciudad en la que también completa sus estudios superiores. Luego se traslada a Madrid, donde se forma académicamente y se doctora en 1903. Hacia 1908 se dirige a Halle (Alemania), donde trabaja junto con investigadores como Antoni Griera y Pere Barnils para familiarizarse con los métodos de investigación alemanes y los estudios de filología románica (Sagarra 1961: 9). Durante ese período, se desempeña como profesor adjunto en la Universidad de Hamburgo. En 1911, de regreso en su país, ocupa una cátedra de literatura en la Universidad de Barcelona y, paralelamente, colabora con el Boletín de Dialectología Catalana, publicado por las Oficinas Lexicográficas del Institut d’Estudis Catalans. 62 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013) La mirada historiográfica de Manuel de Montolíu En 1925 su labor docente se desarrolla en Argentina como Director del Instituto de Filología de la Universidad de Buenos Aires. 16 Su gestión introduce algunos cambios respecto de la orientación adoptada hasta entonces por el centro argentino (Toscano y García 2009). Así, su condición de catalán, entrenado en investigación dialectológica y en teoría gramatical, lo posiciona favorablemente respecto del proyecto original con el que las autoridades de la Facultad, bajo la propuesta de Ricardo Rojas y Emilio Ravignani, habían creado el Instituto en 1922: emprender científicamente el estudio de las variedades del español en la Argentina (Toscano y García 2010). Prueba de ello es que, bajo su dirección, se inicia la Obra del Diccionario del habla popular argentina, un proyecto inconcluso pero que ha sido un antecedente reconocido de trabajos posteriores (Kovacci 2003) en el campo de la descripción de las variedades dialectales. En líneas generales, es a Montolíu a quien se debe la incorporación del paradigma de la lingüística idealista en la tradición argentina (Toscano y García 2009 y 2010). Nuevamente establecido en Barcelona, recupera su cargo de profesor de la cátedra de literatura castellana, en la que dicta clases hasta 1931. En 1936 viaja a Francia y a partir de 1937 trabaja en la oficina de prensa italiana durante la Guerra Civil Española. Habiendo publicado numerosos artículos y ensayos monográficos centrados en la literatura española y catalana, Montolíu muere en mayo de 1961. 1.2 El debate entre positivismo e idealismo Koerner destaca que la denominación positivismo busca identificar una perspectiva teórica que comienza con la obra de August Schleicher (1821-1868) y se continúa en la de los neogramáticos (Koerner 1989: 203). No obstante, según indica este autor, todas las críticas que generaciones de lingüistas han realizado sobre este movimiento se han llevado a cabo invariablemente sin que el término positivismo fuera definido (Koerner 1989: 191). Así, advierte que “it appears that positivism is a term used by later scholars to describe a certain intellectual attitude of previous generations of linguists or of opposing schools of thought”, de modo que éste no fue el término usado por los neogramáticos ni por sus predecesores para describir su propia visión del lenguaje ni sus métodos de análisis lingüísticos, sino que fue “a term used post rem by others to characterize a philosophy of science which most of them disagreed with” (Koerner 1989: 194-195). 16 La fundación del Instituto de Filología de la Universidad de Buenos Aires tiene lugar en 1922. Sin embargo, el comienzo de sus actividades no se produce hasta 1923. Siguiendo a Toscano y García (2009) y (2010), el primer período de la historia del Instituto se despliega entre 1922 y 1926, y está conformado por las gestiones de Américo Castro (1923), Agustín Millares Carlo (1924), Manuel de Montolíu (1925) y Roberto Lehmann-Nitsche (1926). Lengua, historia y sociedad 63 Emiliano Battista A su vez, Koerner agrega que la denominación positivismo no debe ser entendida en sentido estricto como la extensión al dominio lingüístico de la perspectiva establecida por August Comte (1798-1857) en el campo de la filosofía de la ciencia; por el contrario, debe ser entendida, de modo amplio, como la caracterización de una perspectiva que “we might identify as ‘scientism’, ‘materialism’, historicism’, and ‘empiricism’ in the 19th, and ‘mechanism’, ‘objectivism’, ‘operationalism’, instrumentalism’, or ‘behaviorism’ in the 20th century”(Koerner 1989: 209). De este modo, desde el momento en que se hace referencia al movimiento positivista pero sin nombrar a Comte, puede decirse que la denominación positivismo consolidada a partir del siglo XIX busca, para Koerner, caracterizar un conjunto de abordajes anclados en la “observación” y en los “hechos”, es decir, una tendencia al establecimiento de criterios metodológicos rigurosos y estrictos, y una perspectiva epistemológica que parte de la observación para, a continuación, realizar generalizaciones inductivas (Koerner 1989: 209). En el marco de este debate, Koerner destaca que “the only definition of positivism in linguistics found in the literature is that by a scholar who widely agreed with the idealist stance in linguistics taken by Karl Vossler (1872-1949) at the beginning of this century” (Koerner 1989: 195). La perspectiva idealista predomina en la reflexión sobre el lenguaje llevada a cabo en Italia y Alemania durante el período de entreguerras (Koerner 1989: 207). Particularmente, Koerner (1989: 206) identifica en la obra de Benedetto Croce (1866-1952) y Karl Vossler (1872-1949) la emergencia de una perspectiva idealista que busca aproximar el estudio del lenguaje al campo más general de la estética (en el caso del primero) y de la cultura y la literatura (en el del segundo). Así, el idealismo lingüístico es un enfoque que surge a principios del siglo XX como reacción contra los estudios neogramáticos, preocupados por establecer bases sólidas en la disciplina, por buscar métodos precisos de análisis, y por desacreditar especulaciones metafísicas sobre el área (Leroy 1969: 49). La crítica coincide en señalar que las primeras reacciones frente al trabajo de los neogramáticos procedieron de ciertas ramas de la disciplina que, paradójicamente, esta escuela se había encargado de alentar: principalmente, la dialectología y la geografía lingüística (Iordan 1967: 55; López Sánchez 2006: 257). Sin embargo, se considera también que es el trabajo de Croce – Estética como ciencia de la expresión y lingüística general (1902)– el que abre la puerta a una nueva concepción de los fenómenos lingüísticos. Dos años más tarde, con la publicación de Positivismo e idealismo en lingüística (1904), Vossler instala definitivamente el debate en el ámbito estrictamente disciplinario (Catalán 1955; López Sánchez 2006; Portolés 1986). 64 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013) La mirada historiográfica de Manuel de Montolíu Así, mientras acepta los logros de la lingüística del siglo XIX, Vossler intenta (re)introducir en ella la concepción espiritualista del lenguaje. Su obra constituye, pues, “un verdadero rechazo de los criterios positivistas neogramáticos y del creciente y amenazante monopolio de las ciencias naturales” (López Sánchez 2006: 262). El trabajo de Vossler explícitamente se propone “fortificar y estrechar” la “necesaria ligazón” entre filología y filosofía, “aplicando a los más importantes problemas de la lingüística los principios de la estética idealística, tal como han sido formulados especialmente por Benedetto Croce” (1904: 9). Así, Vossler aclara que en el positivismo y el idealismo no deben verse “dos diversos sistemas filosóficos o grupos de sistemas”, sino “dos direcciones fundamentales de nuestra facultad cognoscitiva” (1904: 11). La distinción entre ambas direcciones, pues, “no se basa en la naturaleza, sino en la finalidad y dirección del conocimiento”; ambos “no son conceptos teóricos del conocimiento” sino, por el contrario, “conceptos metodológicos” (1904: 11). En este sentido, Vossler considera a los positivistas como “gente prudente” que “ha puesto como objeto interino y próximo de la investigación la descripción exacta del estado del hecho, el conocimiento del material”; y a los idealistas como “los que prefieren ocuparse de la solución causal” (1904: 12).17 Indica, entonces, que “junto al positivismo completamente metodológico, relativo y subordinado, existe otro positivismo metafísico, absoluto y opuesto hostilmente al idealismo” (1904: 12); y es justamente este último contra el que considera que el historiador (o el científico) debe reaccionar. El positivismo metafísico, para Vossler, “no es ciencia”, sino “la muerte del pensamiento humano, la ruina de la filosofía” (1904: 13). Vossler, por lo tanto, adopta una “definición idealista”, que entiende al lenguaje como “expresión espiritual” (1904: 19). Desde esta perspectiva, el lenguaje es pensado como una “actividad espiritual individual” en la que los elementos lingüísticos cuentan como “medios estilísticos de expresión” (1904: 23). En suma, afirma Vossler, “la Estilística es y será el alfa y omega de la Filología” (1904: 31). Equipara Lingüística con Estilística, y esta última con Estética; y así concluye: “la Lingüística, como estudio concreto del lenguaje, es historia del Arte” (1904: 49). En definitiva, para Vossler, la estilística es “la fundamentación idealística de la expresión hablada como creación puramente individual” (1904: 43), y la tarea de la lingüística es, por lo tanto, “hacer ver el espíritu como la única causa eficiente de todas las formas del lenguaje” (1904: 69). 17 Vossler expresa: “el idealista busca el principio de causalidad en la razón humana; el positivista lo busca en las cosas, en los mismos fenómenos” (1904: 13). Lengua, historia y sociedad 65 Emiliano Battista El debate entre positivismo e idealismo, que de esta manera se instaura en el ámbito específico de la lingüística, emerge en la Argentina durante las décadas del veinte y del treinta del siglo pasado, es decir, contemporáneamente a la consolidación en el país de la lingüística como disciplina científica y académica. Montolíu retoma este debate en sus artículos, pues el recorrido histórico que en ellos traza involucra la discusión correspondiente a la constitución de la disciplina como campo autónomo de investigación. 1.3 La representación de la historia de la lingüística Distintos autores (Koerner 1972, 1995 y 2007; Swiggers 1980, 1990 y 2009, entre otros) reconocen la existencia de un prolongado interés en la historia de la lingüística, y acuerdan en que dicho interés resulta parte de los antecedentes de aquello que hoy se denomina historiografía lingüística. Así, ya desde comienzos del siglo XX hallamos textos que aspiran a construir un relato histórico de la disciplina: Sprogvidenskabens Historie; en kortfattet Fremstilling (1902), de Vilhelm Thomsen (1842-1927), y Sprogvidenskaben i det nittende Aarhundrede: Metoder og resultater (1924), de Holger Pedersen (1867-1953), son algunos de ellos. Sin embargo, más allá de estos textos cuyo fin es presentar un recorrido histórico de la lingüística, hay otros que, sin proponérselo como un objetivo central, ofrecen breves pasajes destinados a situar históricamente su perspectiva teórica: el primer apartado de la primera parte de Le langage et la vie (1913), de Charles Bally (1865-1947); el capítulo I del Cours de linguistique générale (1916), de Ferdinand de Saussure (1857-1913); y el capítulo décimo de Metodología filológica (1930), de Karl Vossler, son algunos de ellos.18 En esta secuencia es posible ubicar dos textos producidos por Manuel de Montolíu. En ellos, como buscaremos probar, el filólogo catalán despliega aquello que, siguiendo a Toscano y García (2011), denominamos recurso historiográfico. Este procedimiento retórico –que Toscano y García atribuye a la producción discursiva de Américo Castro (1885-1972) y Amado Alonso (1896-1952)– consiste en trazar un recorrido histórico de la investigación sobre el lenguaje con el objetivo de presentar “las teorías lingüísticas que rechaza como pertenecientes al Mounin (1967: 9) nos permite ampliar esta lista, pues también enumera una serie de textos que cuentan con breves pasajes destinados a ubicar históricamente la perspectiva teórica del autor: el “Apéndice I” de la Introduction à l’étude comparative des langues indoeuropeénnes (1903), de Antoine Meillet (1866-1936); los cuatro primeros capítulos de Language. Its nature, development and origin (1922), de Otto Jespersen (1860-1943); y el capítulo I de Language (1933), de Leonard Bloomfield (1887-1949). 18 66 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013) La mirada historiográfica de Manuel de Montolíu pasado de la disciplina” (2011: 208).19 Se trata, sostenemos, de una estrategia argumentativa funcional, ya que, según veremos, a través de ella Montolíu construye una mirada crítica de la historia de la disciplina al mismo tiempo que aspira a legitimar la postura teórica que propone. Específicamente, sostenemos que esta operación discursiva actúa como un elemento que le permite a Montolíu establecer una toma de posición respecto del pasado de la disciplina y, simultáneamente, incorporar el paradigma de la lingüística idealista en el ámbito de la filología hispánica. La implementación de esta estrategia se explica en el marco de la lógica de las intervenciones académicas llevadas a cabo desde la fundación del Instituto por los filólogos españoles que actuaron como sus directores. Así, un rasgo que caracteriza las estrategias de disputa al interior del campo científico (Bourdieu 1976) es la presentación de las propias posiciones (eventualmente, del movimiento o grupo al que se pertenece) como modernizadoras respecto de la tradición científica. Al igual que hacen antes Castro (Toscano y García 2006) y más tarde Alonso (Toscano y García 2011; Battista 2011 y Battista 2012), Montolíu ofrece una representación de la historia de la lingüística que –en el contexto de una incipiente institucionalización de los estudios lingüísticos en la Argentina– actúa como un horizonte que le permite contrastar o diferenciar posiciones susceptibles de validación.20 De este modo, Montolíu encuentra en el recurso historiográfico un modo de manifestar la superación de una perspectiva perteneciente al pasado de la disciplina –en este caso, el positivismo- y justificar así el proceso de modernización científica de la lingüística, que para él tiene lugar a través de la incorporación del enfoque idealista. 2 El “recurso historiográfico” 2.1 “Karl Vossler. Su significación dentro de las ciencias del lenguaje” (1918) Este artículo aparece publicado en 1918 en la revista Voces; en él, Montolíu busca explicar cuál es la significación histórica de la propuesta de Vossler en la ciencia lingüística, tarea que lleva a cabo a partir de la presentación del marco en el que aparece la obra de este filólogo alemán. En esta presentación incluye el contexto de recepción del que, en aquel entonces, era el último libro de Vossler, y con el que éste inaugura los 19 Un análisis detallado de la aparición del recurso historiográfico en una serie de textos de Alonso se encuentra en Battista (2011) y (2012). 20 Al respecto, por ejemplo, considérese el tipo de impugnación que, en una clara disputa por el monopolio de la autoridad científica, establece en 1929 Alonso respecto de Arturo Costa Álvarez (1870-1929); allí, el procedimiento de caracterización del saber que se rechaza como perteneciente al pasado y carente de valor como “ciencia verdadera” va asociado a la autoconsagración del propio en términos de modernización y novedad. Lengua, historia y sociedad 67 Emiliano Battista métodos de la filología idealista: La cultura de Francia reflejada en su evolución lingüística. Historia de la lengua literaria francesa desde sus primeros tiempos hasta su época clásica (1913). Para comenzar, Montolíu atribuye a la guerra (1914-1918) la interrupción de aquello que considera “uno de los diálogos más interesantes”: “el diálogo del positivismo y del idealismo como normas directivas en el dominio de algunas disciplinas” (1918: 70). Destaca al respecto que “la Ciencia del Lenguaje (Lingüística o Filología)” era “una de las ciencias que seguía siendo feudo del positivismo”, tanto metodológico como filosófico (1918: 70). Y encuentra que “el más enérgico esfuerzo para liberarla fue el de Karl Vossler”, quien “salió súbitamente al palenque de la discusión con su libro Positivismo e idealismo en el lenguaje” (1918: 70). Montolíu presenta esta obra de 1904 como un “verdadero toque de clarín, un ataque en toda regla contra los fundamentos de los métodos tradicionales de la Lingüística, que puso en conmoción a todos los profesionales de la ciencia”; y considera que este trabajo levantó “una polvareda extraordinaria”: “llovieron las réplicas y las adhesiones, ya parciales, ya totales” (1918: 70). No obstante, el autor de inmediato apela al trazado de un (absolutamente fugaz) recorrido histórico con el que advierte una salvedad sobre la caracterización efectuada. Este es el punto en el que su argumentación se vale del recurso historiográfico. Así, expresa que la teoría idealista del lenguaje introducida por Vossler era “en realidad cosa vieja y cosa tradicional” (1918: 70); puntualmente, el autor expresa: Esta teoría arranca de Vico, sigue con Herder, Guillermo de Humboldt, Schleiermacher, Steinthal y finalmente Croce, cuyo libro Estetica come scienza dell’expressione e linguistica generale puede considerarse como el estímulo inmediato de la teoría idealista de Vossler (1918: 70-71). A su vez, Montolíu agrega que la labor de Vossler respondía “a un impulso general que se hacía sentir en un importante ramo de las ciencias, impulso que se había caracterizado por la crisis general del positivismo como metodología y como sistema filosófico” (1918: 71). A continuación, destaca también en el origen de esta crisis “la corriente revolucionaria debida a la genial intuición del suizo Gilliéron” (1918: 71). Existe acuerdo crítico (Coseriu 1955, Malmberg 1967, Pop 1950, Vidós 1956) en considerar a Jules Louis Gilliéron (1854-1926) el fundador de aquello que se conoce como geografía lingüística: “un método dialectológico y comparativo” que supone “el registro en mapas espaciales de un número relativamente elevado de formas lingüísticas (fónicas, léxicas o gramaticales)” (Coseriu 1955: 1). Al destacar esta perspectiva, 68 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013) La mirada historiográfica de Manuel de Montolíu Montolíu busca establecer un criterio que, apartándose de una tradición que en el estudio de la lengua se interesa por lo unitario y lo homogéneo, pone su atención en los fenómenos de variación lingüística. Así, como hemos anticipado en §1.1, cuando en 1925 se encuentre al frente del Instituto de Filología de la Universidad de Buenos Aires, Montolíu se distanciará del modelo de Menéndez Pidal y la lingüística decimonónica y, por primera vez en la historia del centro argentino, convertirá en objeto de estudio las variedades no cultas (“populares”) del español en Argentina (Toscano y García 2010). Específicamente, esta concepción teórica se pondrá en práctica con el proyecto de un Diccionario del habla popular argentina, que debía resultar de un proceso de selección, ordenamiento y análisis que un grupo de técnicos llevaría a cabo sobre los datos recolectados por informantes y corresponsales. El objetivo del Diccionario era dar cuenta de algunas variedades dialectales del país; el método aplicado para tal fin sería el diseñado por Gilliéron y utilizado en Suiza por Louis Gauchat (1866-1942) en el Glossaire des patois de la Suisse romande. En su trabajo de 1918, Montolíu busca articular estos saberes modernizadores de la geografía lingüística y la lingüística idealista, que según entiende actúa como causa principal de la variación dialectal; el modelo teórico que propone concibe la investigación dialectológica como un registro de las diferencias del habla, que deben ser (re)interpretadas por una perspectiva que acentúa la dimensión subjetiva del hecho lingüístico. Así, su intervención procura a continuación delimitar “los principios fundamentales de la nueva tendencia idealista”: en primer lugar, “que el lenguaje es el primer síntoma de cultura porque es el primer acto de liberación espiritual” (1918: 71). Por este camino, Montolíu arriba a una conclusión central en virtud de la mirada historiográfica que intenta desplegar: “La lingüística, que hasta entonces se había caracterizado por el predominio del hecho fonético, pasó de ser una Naturwissenschaft (ciencia natural) a ser Geist o Culturwissenschaft (ciencia cultural o del espíritu)” (1918: 71). Redefinida según estos términos, Montolíu indica que la lingüística se enfrenta actualmente a una “doble labor” (1918: 71). En primer lugar, a una que corresponde a la perspectiva de Gilliéron y Gauchat, cuya tarea consiste en “investigar las relaciones íntimas del hecho lingüístico con la historia del pueblo respectivo” y “descubrir su área geográfica y sus transformaciones particulares a través del tiempo”, siempre bajo “la norma de que cada palabra tiene su historia individual” (1918: 71). En segundo lugar, una labor que corresponde a aquello que el autor denomina la “Teoría de Vossler”, cuya tarea consiste en “descubrir la presencia y la libre actividad del espíritu como la causa única y definitiva Lengua, historia y sociedad 69 Emiliano Battista de todas las formas del lenguaje”, siempre bajo “la norma de que el hecho lingüístico es puro fenómeno estético” (1918: 71). Luego, Montolíu releva una objeción frecuentemente realizada contra la tendencia idealista, en la que, según se denuncia, “se hace imposible toda metodología en el estudio del lenguaje” (1918: 71).21 Reconoce esa crítica como procedente de los “profesionales encasillados en las abstracciones y los profesionalismos de los métodos tradicionales” (1918: 71). Sin embargo, le concede “cierta apariencia de razón” en tanto “Vossler sostuvo sus ideas en el terreno de la pura teoría o especulación filosófica” (1918: 72). Frente a ello, en su defensa, argumenta que Vossler “no destruye” sino que “simplemente corrige los métodos antiguos” (1918: 72). Así, Montolíu indica que, para Vossler, El sistema idealista de la ciencia del lenguaje se descompone […] en dos momentos. El primero es el estudio simplemente estético del lenguaje. El segundo es el estudio histórico del lenguaje, (el mismo estudio tradicional, con enmiendas). […] En este segundo estudio es en donde el método positivista tradicional puede trabajar con más eficacia científica. El primer estudio es estético; considera a la lengua como creación (Schöpfung). El segundo estudio es histórico, considera a la lengua como evolución (Entwicklung) (1918: 72). De esta manera, concluye el autor, el filólogo alemán “no es únicamente un simple revolucionario”, sino que además, y por sobre todo, “es un magnífico constructor”; su propia obra demuestra que la filología “no sólo puede subsistir después de los ataques críticos de Vossler, sino que de ellos sale dignificada y elevada a una categoría científica de una trascendencia antes no sospechada” (1918: 73). Por lo tanto, en la representación del desarrollo de la lingüística que ofrece Montolíu en este artículo, el recurso historiográfico actúa como un argumento en favor de la propuesta teórica que pretende difundir, pues en la superación del estancamiento positivista está la base de la justificación idealista. En este sentido, la incorporación del paradigma de la lingüística idealista en el ámbito de la filología hispánica va acompañada del reconocimiento de que el “feudo del positivismo” pertenece al pasado de la disciplina. 2.2 “El lenguaje como fenómeno estético” (1926) Este extenso artículo aparece publicado en 1926 en el Cuaderno 7 del Instituto de Filología de la Universidad de Buenos Aires. En este trabajo, el autor busca caracterizar el lenguaje como fenómeno estético; para ello, Esta es, de hecho, la posición que, casi una década más tarde, expresará Alonso (1927) en su primer artículo publicado en la Argentina, “Lingüística espiritualista”. 21 70 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013) La mirada historiográfica de Manuel de Montolíu también despliega una representación del desarrollo de la disciplina a través del recurso historiográfico. Específicamente, su artículo comienza de la siguiente manera: Hay verdades científicas que han visto pasar muchos siglos antes de ser descubiertas. Una de ellas ha sido la de la naturaleza estética del lenguaje, presentida por Herder, descubierta por Humboldt, demostrada por Croce, comentada y desarrollada por Vossler (1926: 201). Así, Montolíu no solo ofrece una mirada en la que el punto culminante del devenir de la lingüística como disciplina científica corresponde a su propuesta teórica –el idealismo lingüístico–, sino que, a su vez, el recorrido histórico que traza obedece al paulatino descubrimiento y desarrollo de esta perspectiva. De esta manera, sostiene que la naturaleza estética del lenguaje es “una verdad tan vieja como el mismo lenguaje”: “un tesoro enterrado durante largo tiempo bajo el triple estrato de los escombros endurecidos de tres antiguas edificaciones” con las que buscaba emparentarse al lenguaje: la lógica, la historia y la psicología (1926: 201). A continuación, entonces, se encarga de “esbozar la historia de las tres etapas sucesivas que han precedido a tan interesante descubrimiento” (1926: 202). El autor despliega su derrotero histórico desde el siglo XVII hasta llegar a la época en que escribe, primer cuarto del siglo XX. En este recorrido pueden relevarse cuatro períodos dentro del desarrollo de la disciplina: tres correspondientes a las mencionadas “capas de escombros”, y un último período correspondiente a la perspectiva idealista. En primer lugar, presenta el período en el que se ha intentado identificar a la gramática y el lenguaje con la lógica. Indica que la gramática lógica estuvo guiada por “el impulso y el ejemplo dados por los escritores del grupo de Port Royal” y destaca “el impulso dado a los gramáticos logicistas por la Crítica de la razón pura de Kant” (1926: 202). Según Montolíu, estas gramáticas constituyen “tentativas” en las que domina la distinción entre “la lengua universal, correspondiente a la lógica, y las lenguas históricas, perturbadas por el sentimiento, la fantasía, o como quiera llamarse al elemento psicológico de la diferenciación” (1926: 202). Así, encuentra que ciertos autores del período –como Herder y Humboldt, que darían lugar a “la nueva y definitiva teoría del lenguaje”– “no consiguieron librarse en sus obras sobre filosofía lingüística de los viejos prejuicios logicistas de los kantianos” (1926: 202). De acuerdo con Montolíu, entonces, “el lenguaje no puede tener el ideal sino en sí mismo, y no hay que buscarlo en un dominio extraño como el Lengua, historia y sociedad 71 Emiliano Battista de la lógica” (1926: 205). Concluye, pues, sus observaciones sobre el período con la siguiente observación: […] los dos conceptos “afecto” y “lógica” no se excluyen, sino que son conceptos parciales y grados diversos en la palabra humana. La unidad absoluta formada por estos dos aspectos relativos y complementarios, es precisamente el lenguaje, la facultad individual del lenguaje. Un temperamento lógico, por riguroso que sea, no se expresará nunca con absoluta falta de afecto; el artista genial no se expresará tampoco con absoluta carencia de lógica (1926: 206). En segundo término, presenta el período en el que se ha buscado la explicación final de todos los fenómenos lingüísticos en la historia y en la evolución de las lenguas. Se trata de una doctrina que ha desplazado a la corriente logicista y que, a principios del siglo XIX, ha conllevado “el exclusivo predominio de los métodos de la gramática histórica y de la comparativa” (1926: 207). En tercera instancia, presenta el período en el que los fenómenos lingüísticos se interpretan según los aportes de la psicología. El autor menciona a Wilhelm Maximilian Wundt (1832-1920) como uno de quienes consideran que “el estudio histórico-evolucionista del lenguaje tiene necesidad de una fundamentación psicológica” (1926: 207). Del especialista alemán, Montolíu valora positivamente su Völkerpsychologie (1900-1920), con la que “combate el exclusivismo evolucionista, que él califica de historismo, y demuestra que no existe una explicación de las leyes de la fonética puramente histórica” (1926: 207). Así, Montolíu encuentra un acierto de parte de Wundt en el estudio del lenguaje y su devenir, pues con la incorporación de este concepto se practica un movimiento disciplinar de “retracción a sus causas y a sus motivos” (1926: 207). Sin embargo, el autor se muestra desconforme respecto de que las causas y los motivos se agoten en la pura fundamentación psicológica. A partir de una perspectiva como la referida en el período, destaca Montolíu, “las últimas fuentes del conocimiento del lenguaje se encontrarían, de este modo, fuera de la misma ciencia del lenguaje”: por un lado, “en la psicología empírica”, y por otro, “en la fisiología y en la acústica” (1926: 208). Así es cómo, indica Montolíu, “la ciencia del lenguaje resulta descuartizada”, pues deviene “un dominio neutral y sin dueño” (1926: 208). Específicamente, observa al respecto: 72 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013) La mirada historiográfica de Manuel de Montolíu La psicología investiga el espíritu en cuanto es fenómeno condicionado. La estética y la lógica lo investigan, en cambio, en cuanto es creador y causa incondicionada. Lo que es condicionado puede ser explicado por lo incondicionado, y lo relativo, por lo absoluto; y siendo así, bien puede la psicología apoyarse en la estética y en la lógica, pero no viceversa. Lo que el estudio estético del lenguaje nos explica, la psicología únicamente nos lo puede describir. Pero la descripción no es ni ha sido nunca una ciencia (1926: 208). Así es cómo, una vez más, el período inmediatamente precedente al de su propuesta teórica es rechazado y desacreditado, y caracterizado desde su perspectiva como perteneciente al pasado de la disciplina. Y, de acuerdo con Vossler, Montolíu sentencia: […] la psicología ejerce en los resultados de la historia del lenguaje, la misma decisiva influencia que la veleta en la dirección del viento. La psicología es solamente registro y descripción de los fenómenos psíquicos, pero nunca investigación de sus causas (1926: 210). Por último, su recorrido histórico llega al cuarto período, aquel en el que "Croce, siguiendo una antigua ruta olvidada, ya medio borrada por los extraviados secuaces del positivismo, adivinó al fin la orientación que había de llevar a la solución del problema" (1926: 210). Desde esta perspectiva, el autor indica que "la ciencia del lenguaje, en cuanto es reductible a filosofía, no es sino estética", de modo que "filosofía del lenguaje y filosofía del arte son una misma cosa" (1926: 212). A continuación, tras exponer de manera “condensada” las “líneas esenciales de la doctrina de Croce sobre el lenguaje”, examina su “genealogía”. Pasa revista a la obra de Johann Gottfried von Herder (1744-1803), Ideen zur Philosophie der Geschichte der Menschheit (17841791); y de Wilhelm von Humboldt (1767-1835), Über die Verschiedenheit des menschlichen Sprachbaus (1836). Asegura que este último es quien desarrolla “de manera magistral los principios teoréticos de los que partiera Herder para llegar al concepto idealista del lenguaje humano”, y que en su trabajo “presenta ideas completamente nuevas y originales”, al tiempo que “abre una nueva línea de investigación y descubre con método seguro la verdadera naturaleza estética del lenguaje” (1926: 213). Montolíu, entonces, señala la doctrina de Croce como el principal antecedente del idealismo lingüístico, y específicamente, indica que el filósofo italiano “fue el punto de partida de Carlos Vossler para asentar la verdad de la naturaleza estética del lenguaje en bases técnicas” (1926: 215). Según palabras puntuales de Montolíu, Lengua, historia y sociedad 73 Emiliano Battista [Vossler] ha sido el hombre providencial llamado a trasladar la doctrina de Croce de su esfera puramente teórica al campo mismo de la técnica filológica. Ha sido el estudioso llamado a demostrar que la doctrina estética de su maestro podía también mantenerse firme en el terreno de los métodos y de la investigación especializada (1926: 215). Una vez explotado el recurso historiográfico en virtud de la perspectiva idealista –esto es, una vez trazado este derrotero que encuentra como punto final de su desarrollo el descubrimiento de la naturaleza estética del lenguaje–, Montolíu se ocupa de caracterizar su propuesta teórica. Reconoce como característica del lenguaje una propiedad que, a su criterio, ya habría puesto de relieve Humboldt: su naturaleza mixta (estética y lógica) (1926: 226). Y afirma, pues, al respecto: “el lenguaje es un fenómeno estético como frase, y una actividad lógica en la que se refleja la facultad de abstracción como palabra” (1926: 226). De esta manera, el autor no desconoce el legado de la tradición lógica, sino que encuentra legítima su incorporación analítica al definir el lenguaje como fenómeno estético; específicamente, concibe “[a]l lenguaje como la forma estéticamente expresiva de nuestras intuiciones (representada por la frase) construida con materiales lógicos (nombres, palabras)” (1926: 233234). Así, “la misión de la ciencia del lenguaje” es, para Montolíu, “descubrir la presencia y la libre actividad del espíritu como la única causa efectiva de todas las formas del lenguaje” (1926: 236). Sin perder de vista esa misión indica que, de acuerdo con Vossler, (…) podemos seguir trabajando sin peligro a base de las antiguas casillas de los métodos tradicionales, mientras no olvidemos que toda la construcción metodológica es interina y convencional (1926: 238). Para concluir, entonces, Montolíu rotula a Vossler no como un “destructor”, sino que, en virtud de la tradición que procura reconstruir a partir de su argumentación historiográfica, lo percibe como “el continuador de una escuela idealista de la lingüística, que contaba ya con ilustres representantes” (1926: 238). Por último, le atribuye el siguiente mérito: 74 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013) La mirada historiográfica de Manuel de Montolíu Él [Vossler] descubrió la existencia de una gloriosa tradición idealista en la ciencia del lenguaje, y tomando pie en la doctrina de Croce, ha remozado maravillosamente el fondo ideológico de la escuela y ha proporcionado para su defensa las armas más eficaces, pues las que ha manejado preferentemente son las mismas que ha encontrado en el arsenal del positivismo filológico, que él conocía por experiencia (1926: 239). De tal forma, Montolíu cierra su artículo retomando una discusión planteada de manera contemporánea a la emergencia de la lingüística como disciplina científica: el debate epistemológico entre positivismo e idealismo como perspectivas teóricas opuestas para abordar la reflexión sobre el lenguaje. En este caso, el autor busca subordinar la metodología tradicional (de corte positivista) a la interpretación idealista, bajo esta óptica intenta que sea entendida su visión del lenguaje como fenómeno estético. 3 Consideraciones finales Una vez analizados los dos artículos, confirmamos que la mirada historiográfica que despliega Montolíu es funcional a su propuesta teórica; en otros términos, que está al servicio del establecimiento de su propio modelo teórico y de la construcción de una tradición científica en la cual inscribirlo. Al mismo tiempo, aunque resulte paradójico, encontramos también que su reconstrucción del pasado obedece a una concepción acumulativa (positivista) acerca del progreso de la disciplina, según la cual las diferentes perspectivas pertenecientes a la historia de la lingüística, por superación o por apropiación de sus postulados, dan lugar al desarrollo de la visión idealista. De este modo, consideramos que las intervenciones de Montolíu actualizan el debate epistemológico entre positivismo e idealismo y ofrecen una interpretación particular de la discusión. El autor, acordando con Vossler, no propone descartar los métodos de la filología positivista sino incorporarlos a la perspectiva idealista y a su concepción del lenguaje como fenómeno estético. Dicha visión del lenguaje utiliza los estudios dialectológicos como un insumo metodológico de una nueva teoría lingüística; esta teoría –que, como hemos señalado, aspira a reintroducir la dimensión subjetiva en los estudios lingüísticos– es la que Montolíu intenta difundir en un momento en el que están sentándose las bases de la lingüística como disciplina académica en el mundo hispánico, en general, y en la Argentina, en particular. Lengua, historia y sociedad 75 Capítulo 5 No sos vos, soy yo: la identidad lingüística argentina como conflicto María López García En Lauria, Daniela y Mara Glozman, eds. (2013) Lengua, historia y sociedad. Aportes desde diversas perspectivas de investigación lingüística. Mendoza: Editorial FFyL-UNCuyo y SAL. Págs. 77-91. ISBN 978-950-774-228-6 Disponible en http://www.ffyl.uncu.edu.ar/spip.php?article3830 Resumen En la Argentina, las políticas lingüísticas implementadas durante casi dos siglos han transcurrido entre el purismo hispánico y la valorización de las variedades regionales. Esta polarización se manifestó desde los inicios de la nación en una lucha entre quienes proponían la regulación peninsular del castellano, y los defensores de un modelo independentista que pugnaba por la instauración de una pauta regional. La tensión entre esas dos actitudes es el nodo central de las representaciones sobre la lengua en la Argentina y debe su existencia, fundamentalmente, a la puja de diversos sectores de poder que, a la luz de modelo decimonónico de Estado-nación, hicieron de la lengua un elemento constitutivo de la identidad nacional. En la actualidad, las representaciones de la lengua con las cuales se identifican los hablantes evidencian resabios de esa lucha por la identidad lingüística. Este trabajo interpreta los resultados parciales de una encuesta diseñada y dirigida por José Luis Moure y Leonor Acuña, investigadores de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. El interés de este estudio está centrado en caracterizar, a través del procesamiento de las encuestas, las representaciones que los hablantes del Río de la Plata generan sobre la lengua que hablan, así como determinar los vínculos entre estas representaciones y los diferentes discursos circulantes sobre la lengua. Nuestra hipótesis central es que estos discursos asumidos por los hablantes surgieron en los inicios de la nación argentina, a comienzos del siglo XIX y se han mantenido durante el siglo XX. En la actualidad, esas representaciones sobre la lengua nacional se han refundido con las políticas panhispánicas, conservando, no obstante, sus ideologemas fundantes: la relación conflictiva con las lenguas de pueblos originarios y las lenguas extranjeras, la dependencia respecto de la normativa española, y el vínculo entre la educación formal y la corrección. Volúmenes temáticos de la SAL: serie 2012 María López García 1 Encuestas sociolingüísticas Las variedades lingüísticas recortadas en un marco geográfico, así como las relaciones que tienen entre sí, exceden los fenómenos atinentes estrictamente al sistema lingüístico y están fuertemente influenciadas por el valor que les asignan los hablantes. Es decir, las operaciones de conocimiento, reconocimiento y percepción de una lengua involucran necesariamente presupuestos e intereses específicos, de manera que las variedades de la lengua están sujetas a presiones del contexto social que se manifiestan de diversos modos, algunos de los cuales son comportamientos lingüísticos. Así, resulta imposible establecer una distinción categórica entre la descripción de una lengua o una variedad y el valor social que esta comporta. Los espacios de anclaje de las representaciones sobre la lengua (o, como en el caso que tratamos aquí, sobre la variedad) son múltiples, y muestran en sus discordancias la confluencia de discursos y, en ellos, las distintas formas de entender los fenómenos lingüísticos alentadas por diferentes intereses. En ese sentido las encuestas son un instrumento privilegiado de acceso a las representaciones que los hablantes tienen sobre la lengua y sobre las instituciones reguladoras. El cotejo de las respuestas (de la encuesta que describiremos más abajo) nos permitió comprobar que los encuestados valoran positivamente ser consultados y se muestran interesados en dar sus opiniones sobre la lengua que hablan. Este interés redunda en respuestas comprometidas que dejan ver las áreas de impacto del fenómeno lingüístico: la educación formal y el “nacionalismo” lingüístico, entre las más salientes. La falta de reflexión metalingüística de los hablantes sobre estos temas convierte sus respuestas en reflejos de discursos circulantes y muestra las aristas de convergencia de ideologías lingüísticas, en algunos casos contradictorias. Por eso, para encarar el análisis de este tipo de encuestas es preciso tener en consideración que los hablantes de la variedad absorben los discursos puestos en circulación por diferentes agentes, así como las representaciones que les subyacen. En la mayoría de los casos estos discursos, juicios o ideas de los hablantes sobre la lengua han surgido de la exposición a canales de difusión cuyos puntos de vista son muchas veces discordantes, pero conviven en los hablantes argentinos en una tensión que ya forma parte de su identidad lingüística. 2 La identidad lingüística argentina como conflicto Siguiendo a Bourdieu (2000), podemos afirmar que las representaciones son conjuntos de ideas de naturaleza polémica y agresiva, puesto que están sometidas a las pujas por el poder simbólico y 78 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013) No sos vos, soy yo: la identidad lingüística argentina como conflicto se constituyen en herramientas y en contexto de lucha ideológica entre grupos sociales. El conflicto, entonces, es constitutivo de las representaciones sociales, donde cada parte en la contienda simbólica tiene alguna forma de expresión. En el caso que nos ocupa, las representaciones actuales sobre la lengua nacional y sobre la variedad regional en Buenos Aires están sustentadas por el orgullo lingüístico, por un lado, y la inseguridad ante un ideal lingüístico tomado como referencia, por otro; ambas concepciones acompañan las políticas lingüísticas en Argentina y tienen vigencia en la conciencia de los hablantes. Entendemos que esa contradicción se explica dilucidando el conglomerado de sentidos conformado a lo largo de la historia de las políticas lingüísticas y las prácticas aplicadas sobre la variedad regional. En Argentina las políticas lingüísticas implementadas (mayormente, por defecto) han transcurrido entre el purismo hispánico y la valorización de las variedades regionales. Como señalábamos en la introducción, esta polarización se manifestó desde los inicios de la nación en el contexto de una puja entre las instituciones peninsulares y sus sucedáneas, por un lado, y los defensores de la instauración de un modelo regional de lengua, por otro. Posiciones que representa(ro)n los modelos de estandarización monocéntrica y pluricéntrica, respectivamente. En este trabajo veremos hasta qué punto las representaciones que acuñan los hablantes de la lengua guardan resabios de esa lucha por la identidad lingüística de la nación. 3 La encuesta como corpus El deslizamiento de los conflictos sociales al ámbito lingüístico muestra que las intervenciones revisten un carácter político y social, y no quedan al margen de la ideología de las instituciones que ejercen el poder sobre la lengua. La planificación incide en las representaciones y al mismo tiempo las considera como parte del valor simbólico portado por la lengua (o la variedad de la lengua elegida). En ese sentido, las encuestas constituyen una herramienta insustituible para conformar un panorama adecuado de las actitudes de los hablantes hacia su lengua. Solo el conocimiento cabal de estas opiniones (o grado de aceptación/absorción de discursos provenientes de las distintas instituciones reguladoras) permitirá diseñar políticas lingüísticas adecuadas a la población y planificar estrategias de ejecución realistas. 3.1 Corpus de análisis La encuesta que analizamos en este artículo fue tomada en el año 1996 y es de tipo cara a cara sobre un cuestionario semiestructurado. La selección de la población se basó en un muestreo aleatorio por Lengua, historia y sociedad 79 María López García conglomerados correspondientes a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y a cinco municipios del conurbano bonaerense: General Sarmiento, Vicente López, Florencio Varela, Lanús y Morón; el rango de edad osciló entre los 20 y los 85 años. El cuestionario está integrado por 60 preguntas que, a los fines de su procesamiento, fueron desdobladas en 160 entradas. Las primeras 27 preguntas procuran obtener información vinculada con la variable sociocultural (datos sobre el nivel de educación del entrevistado y de sus padres, profesión y consumos culturales). 22 Las restantes 33 determinan: la denominación o denominaciones que el hablante da a su lengua y su justificación, los rasgos que considera caracterizadores de la corrección e incorrección lingüísticas y de los grupos a los que su imaginario atribuye el buen y el mal hablar, la valoración implícita que hace de su dialecto cuando califica otras variedades diatópicas (entre las que se incluye explícitamente la peninsular), la identificación de los modelos lingüísticos, la determinación de sus conductas normativas, y la evaluación comparativa que hace de las instituciones potencialmente fijadoras de norma. Para nuestro trabajo, contamos con un total de 388 entrevistas completas. (Cfr. Acuña y Moure 1999). Hemos iniciado el procesamiento de las encuestas tomando ejes de análisis cuyos antecedentes se registran en hitos de la historia de la lengua en la Argentina. Entendemos que el impacto de estos hitos (o los discursos circulantes sobre los mismos) en las representaciones de los hablantes podría llegar hasta nuestros días y que corroborar su presencia en las encuestas permitirá deshilvanar la configuración de la identidad lingüística. El análisis rastrea en este caso las representaciones de la lengua en Buenos Aires a partir de tres preguntas que se analizan a continuación. 4 Procesamiento de los datos 4.1 “Desconocía que la universidad se preocupara por esos temas” Entre los datos obtenidos, resultó de interés el hecho de que 244 hablantes manifestaran espontáneamente su sorpresa ante el interés por estudiar la lengua. La pregunta 61: “¿Desea hacer algún comentario acerca de los temas de la encuesta?” suscitó respuestas del tipo: “desconocía que la Las preguntas sobre el nivel educativo alcanzado por el entrevistado y sus padres, así como las que atienden al consumo de bienes culturales como diarios, revistas y libros apuntan a construir el universo de pertenencia sociocultural del hablante. La aparición de este tipo de preguntas en encuestas lingüísticas es novedoso, puesto que usualmente se consulta sobre acceso a bienes económicos como estrategia para identificar la pertenencia a determinado segmento sociocultural. La decisión de preguntar sobre las formas de acceso a la cultura responde al fenómeno del ascenso social por la educación de las clases bajas, que fue posible en Argentina desde mediados de siglo XX. 22 80 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013) No sos vos, soy yo: la identidad lingüística argentina como conflicto universidad se preocupe por estos temas”, “me llaman la atención los temas”, “muy aceptable, necesario, sale de lo común”, “no deseo que sea utilizada políticamente”, “es muy extraño que se preocupen por este tipo de encuestas”, “desearía que se transmitan a los colegios los resultados”, “¿Para qué tantas preguntas?”, entre muchas otras. Esta sorpresa hace evidente el hecho de que los hablantes no tienen conocimiento de que la regulación de la lengua (ya sea para modificar o rectificar su estatus o su corpus; cfr. Cooper 1997) se ejecuta de manera consciente y no es resultado del ejercicio de fuerzas naturales, es decir, no es consecuencia directa del mero contacto entre variedades y/o lenguas distintas.23 Este punto de vista concuerda con la sensación de peligro que los hablantes manifiestan ante los procesos inmigratorios, la influencia (potencialmente negativa) de los medios de comunicación y la inacción de la escuela. Es decir que no ven que estos agentes de cambio puedan tener intereses (políticos, económicos, etc.) puestos en juego, sino que interpretan la puja por el poder lingüístico como un libre ejercicio cuyo control puede atribuirse a distintas instancias como los medios o la escuela: “en la TV y los diarios deberían expresarse mejor”, “hay que modificar la forma de hablar a través de los medios”, “sería lindo si se lograra perfeccionar el idioma”, “interesante en la medida de que se haga algo”, “desearía que se transmitan a los colegios los resultados”. Otra interpretación posible de esta sorpresa radica en que el interés lingüístico estaría para ellos vinculado exclusivamente con lo que entienden por “corrección”. De ahí que los hablantes se sorprendan de que la universidad estudie la lengua: si el estudio sobre la lengua se circunscribe a determinar lo que es correcto y punir lo que es incorrecto, entonces, basta con que los medios difundan las reglas y los maestros las controlen. En el mismo sentido pueden interpretarse las respuestas a la pregunta sobre quién debería controlar y quién controla la forma de hablar. Los hablantes, como veremos inmediatamente, le otorgan un lugar de preeminencia a la educación. Es decir, confían en que el conocimiento de las reglas (llamadas por los encuestados “gramática” y asociadas muchas veces al dominio de las reglas ortográficas) protege a la lengua del cambio, empobrecimiento o deformación. Es decir que la sujeción de la lengua a ciertos parámetros (establecidos) es un valor deseable para los hablantes consultados. 23 El hecho de que los hablantes desconozcan la existencia de políticas lingüísticas resulta un facilitador, precisamente, para las políticas que se apoyan en el anonimato con el fin de construir el sentido común acerca de las lenguas (cfr. Woolard 2007). Lengua, historia y sociedad 81 María López García 4.2 Hablar bien24 El ideal lingüístico es una meta fuertemente presente desde las políticas lingüísticas de la Real Academia Española (en adelante, RAE) y está expresado en sus instrumentos: Es por ello la expresión culta formal la que constituye el español estándar: la lengua que todos empleamos, o aspiramos a emplear, cuando sentimos la necesidad de expresarnos con corrección. [...] Es, en definitiva, la que configura la norma, el código compartido que hace posible que hispanohablantes de muy distintas procedencias se entiendan sin dificultad (DPD: xi, la cursiva es del original). El arraigo de este tipo de ideologemas se plasmó recurrentemente en las respuestas. Los hablantes consideran la existencia de esa lengua ideal al responder en un 82% “no” a la pregunta 32 “¿Todas las personas hablan bien?”.25 y 26 Concordantemente con las respuestas sobre las instituciones de control y qué se considera “hablar mal” (que analizaremos en otra oportunidad), la educación formal es la razón aducida por un tercio de los hablantes para determinar el “hablar bien”. Asimismo, los medios de comunicación, al igual que en otras respuestas, se erigen como patrones de regulación en tanto que los hablantes señalan que el contacto con los medios determina el buen hablar. Las respuestas a la pregunta 33: “¿Quiénes hablan bien?”, se distribuyeron de acuerdo con las siguientes áreas: Educación, 112 hablantes;27 Medios de comunicación, 44;28 El análisis de las preguntas formuladas en la encuesta será foco de otros trabajos. Inquirir acerca de quién habla bien o mal, o sobre si existen lugares donde se habla mejor o peor sustenta la representación normativizante (y, eventualmente, monocéntrica) transmitida por la escuela, afectando el valor de las respuestas obtenidas. 25 Un hablante fue muy elocuente en ese sentido. Su respuesta, antes de poner la cruz en el casillero negativo entre las opciones de la pregunta 32: “¿Todas las personas hablan bien?”, fue verbal y enfática: “todas las personas hablan mal”. 26 Desde nuestro punto de vista, la ausencia de referencia normativa local redunda en la falta de confianza en el desempeño lingüístico que manifiestan los hablantes “legos” de la región y, fundamentalmente, en el desprestigio de la variedad, eso explica la amplia mayoría de respuestas que entienden que todos hablan/mos mal. 27 Los números expresados aquí no son porcentajes, sino cantidad de respuestas por área, puesto que el entrevistado podía incluir hasta tres respuestas distintas en esa pregunta. No se ponderó el orden que el hablante asignó a las respuestas. En el caso de que el entrevistado hubiera respondido tres veces lo mismo, se contabilizó como una sola respuesta. Las categorías, por su parte, agrupan respuestas de acuerdo con el área de procedencia de la legitimación, como en los siguientes ejemplos: “educación” agrupa respuestas del tipo: “gente con estudios”, “los que leen”; “medios de comunicación”: “algunos periodistas”, “Mariano Grondona”; “profesiones”: “los sacerdotes”, “jueces”, “los profesionales”; “geografía”: “los provincianos”, “gente del campo”; “edad”: “personas mayores”, “los de mediana edad”; “actitud”: “los que se interesan por hablar bien”, “los respetuosos”. 24 82 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013) No sos vos, soy yo: la identidad lingüística argentina como conflicto Profesiones, 41; Escritores, 19; Geografía, 17; Edad, 15; Políticos, 11; Actitud, 6. La importancia relativa que los hablantes le otorgan a la educación como forma de acceso al habla correcta se explica en la conformación de representaciones sobre la constitución de la ciudadanía argentina, en especial desde fines del siglo XIX. La escuela fue el canal civilizador por antonomasia en la Argentina del siglo XIX: homologó las prácticas lingüísticas, transmitió las pautas de comportamiento urbano, moral y legal, y disciplinó los cuerpos en su circulación por el espacio público y también en el ámbito familiar. La escuela no sólo es el ámbito donde va a circular la lengua oficial sino también el dispositivo institucional que va a permitir, en una sociedad moderna, unificar las prácticas lingüísticas. Así como el pueblo de la Nación se construye desde el Estado y se convierte luego en lo que lo legitima, así la variedad de lengua impuesta desde la escuela se legitima por ser “el modo que la gente instruida la habla (Arnoux 1999: 41, las comillas corresponden a la Gramática… de Andrés Bello). Tal como señala Arnoux apoyándose en Ramos (Arnoux 1999: 43), la “gramatización” no solo ofrece una representación de la lengua, sino que además regula los espacios sociales. En el caso de la lengua nacional, subordina las marcas de lo popular configurando los estratos sociales a través de la regulación lingüística. González Stephan lo expone de un modo crudo: “Es más fácil normar lo que se ha homologado o controlar conjuntos previamente expurgados de cualquier contaminación étnica, lingüística, sexual o social.” (González Stephan 1995: 38). El papel preponderante de la escuela en la formación (lingüística) del ciudadano es una representación acuñada desde los comienzos de la nación, implementada hacia fines del XIX y, a pesar de los cambios El papel de los medios de comunicación y los periodistas, locutores, etc. como modelos de prestigio aparece entre las respuestas en segundo lugar. Los hablantes entienden que las personas que forman parte de los medios de comunicación masiva son ejemplo del “hablar bien”. Concretamente, se menciona frecuentemente a Alejandro Dolina, Antonio Carrizo, Ernesto Sábato, Magdalena Ruiz Guiñazú, Mariano Grondona, entre otros. Puesto que la encuesta fue hecha hace 16 años, podemos pensar que hoy se nombraría a otros personajes vigentes, pero es notorio el hecho de que exista en los hablantes la idea de que los medios son reguladores lingüísticos de hecho. De esta idea se puede partir para considerar el papel central que desempeñan los medios de comunicación en la difusión del español neutro y las ideologías lingüísticas que le subyacen. El ideal de lengua global generado e impuesto por empresas transnacionales de comunicación y la representación de que los medios operan como reguladores se superponen al supradialecto ideal al que acuden los hablantes como referencia. Esta penetración mediática y las planificaciones lingüísticas que toman los medios como eje central se apoyan y alientan representaciones preexistentes como la que la encuesta deja en evidencia. 28 Lengua, historia y sociedad 83 María López García acaecidos en el interior de la institución educativa como en la sociedad que la alberga, continúa, de acuerdo con lo que muestran las encuestas, vigente en las representaciones de los hablantes. Un área de respuestas refuerza las evidencias del valor que se le otorga a la educación como proveedora del bien hablar. Además, hace foco sobre un valor legitimante instalado discursivamente: la preocupación y el interés por la lengua son distintivos de quienes hablan bien/correctamente. La hemos catalogado como “actitud” (aunque respondería también a disposición, preocupación o interés) y fue mencionada por los encuestados tanto para señalar el bien hablar (6 hablantes) como para caracterizar por su falta en el “hablan mal” (15 hablantes). Esta respuesta es representativa de un punto de vista señalado por los encargados del control lingüístico y los especialistas: El buen español, que recreamos cada día, no es sólo el que responde a los cánones de lo correcto, sino también el que revela preocupación de claridad y de concisión por respeto a los demás, ese olvidado respeto a los demás, que es falta de amor, pues —como bien decía Juan Ramón Jiménez— sólo pensamos cuando amamos. […] Escribió Pedro Henríquez Ureña que “nuestros enemigos, [...], son la falta de esfuerzo y la ausencia de disciplina, hijos de la pereza y la incultura, o la vida en perpetuo disturbio y mudanza”. Esfuerzo, respeto, disciplina, en fin, belleza. […] Y aunque todos hablamos un español igual y, al mismo tiempo, diferente, a veces, creemos que, para muchas personas, esa mañana no existe por desidia o por impasibilidad, pues se comunican tristemente mediante despojos sintácticos y burdas invenciones léxicas. (Zorrilla - Vicepresidenta de la AAL - 2004: 6). En la cita se asocia la corrección en la expresión con la corrección en el comportamiento. Entender la gramática como parámetro de sujeción moral (un encuestado de 85 años es muy elocuente: “[hablan mal] los políticos porque mienten”, varias respuestas van en el mismo sentido) es una representación propia de la escuela instaurada por el estado nación argentino del siglo XIX que, según la encuesta, pervive en los hablantes. 4.3 Los que hablan mal: el peligro extranjero Para complementar la información y las interpretaciones expuestas consideramos la pregunta 35: “¿Quiénes hablan mal?, ¿por qué?”. Esta pregunta obtuvo una mayoría abrumadora de respuestas vinculadas con la falta de educación o falta de cultura.29 Los números exactos fueron: 29 Un detalle atendible es que buena parte de los hablantes emplean la tercera persona del plural para referirse a los que hablan mal. 84 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013) No sos vos, soy yo: la identidad lingüística argentina como conflicto falta de educación formal, 96 hablantes; empleo de malas palabras o expresiones chabacanas/ordinarias, 37; interferencias lingüísticas, 34;30 desconocimiento de reglas y otros argumentos lingüísticos (“por los tonos, las pausas, los puntos, las comas”, “porque no se saben las reglas de la gramática”), 32; defectos de pronunciación (“se comen las eses”) 20; moda (“la lengua se deforma por la moda, las nuevas palabras”), 19; actitud (“porque no les interesa, no tienen inquietudes. A veces la formación no es lo determinante”), 15; influencia de los medios de comunicación, 14; falta de claridad, 11; pobreza (“los más humildes”, “pertenecen a otra clase social”), 17.31 La mayoría de las respuestas van en el mismo sentido que las correspondientes a la pregunta anterior: hablan mal los que no estudiaron. Pero aparecen nuevas preocupaciones, como las lenguas de contacto, las otras variedades, o la homogeneidad como garantía de intercomunicación (que los hablantes expresan como “claridad”, “comprensión”), todas ellas variables recurrentes en la tópica clásica del español como lengua común y sus atributos: la pureza y la homogeneidad. Además, en las respuestas a ambas preguntas se advierte la preocupación por señalar la falta de adaptación del “otro” a las normas que regulan la lengua. Estas respuestas anclan nuevamente en viejas representaciones de la lengua en Argentina. En efecto, la inmigración como problema es un mojón discursivo básico en la instauración de las ideologías constituyentes de lo nacional y es, naturalmente, una preocupación constante de los hablantes argentinos. En las encuestas confirmamos la existencia del discurso que señala las impurezas como marca de no acatamiento de la norma social, del error. Hablan/hablamos mal: “Porque aplicamos regionalismos”, “los extranjeros hablan mal porque deforman, no pronuncian bien”, “los de las provincias, los de Bolivia y Paraguay. Cambian las palabras: la problema”. Lo destacable en el caso de estas encuestas es que evidencian rastros de las representaciones generadas en las discusiones de los inicios de la 30 Las interferencias lingüísticas (“tienen muchos modismos de otros países como el Centro y Sudamérica”) fueron mencionadas en tercer lugar de importancia para caracterizar a quienes hablan mal, pero en segundo, si consideramos las malas palabras o frases ordinarias dentro del parámetro “acceso a la educación”. Los “pueblos inmigratorios” nombrados mayoritariamente fueron italiano y paraguayo (también aludido por los encuestados por su lengua, guaraní). 31 Algunas respuestas a la pregunta 35 apelaron a la condición económica. No obstante su falta de representatividad (fue aducida por solo 17 encuestados), es destacable porque expresa la relación entre la lengua y el acceso a determinadas formas de la cultura y de bienes simbólicos que en la Argentina posterior a los gobiernos de Juan Domingo Perón se hizo posible para las clases obreras. El ascenso social por la educación continúa funcionando, al menos discursivamente, en las clases con menos recursos económicos. En Argentina, el acceso a la educación está garantizado por la gratuidad y es alentado por la obligatoriedad; esta condición permite asociar el “hablar bien” con fenómenos sociales del tipo “actitud” que mencionamos arriba. Lengua, historia y sociedad 85 María López García nación, recrudecidas desde fines del XIX con el primer aluvión inmigratorio.32 Durante el período finisecular y hasta después del Centenario, la literatura, los medios de comunicación, y el discurso escolar sobre la lengua y la historia confluyeron en la mirada de los extranjeros como posibles corruptores del orden social (y lingüístico). Hasta tal punto permearon los discursos sobre el extranjero que en nuestras encuestas subsisten temores propios de las inmigraciones pasadas: “[hablan mal] los porteños porque tienen giros propios, muchos del italiano”, “los europeos que llegaron al país, porque no se adaptan al idioma”. La contundente presencia de extranjeros, sumada a la fuerte acción de la escuela para punir los usos desviados y unificar a la ciudadanía a partir de la enseñanza de la gramática fortaleció ese temor que, según se observa en las encuestas actuales que analizamos, resurge ante movimientos inmigratorios. Así, analizar el fenómeno de la inmigración se torna central para un acercamiento a las representaciones de la identidad nacional, en este caso, la identidad lingüística nacional, y las formas en que se establece discursivamente. 4.4 Variedades geográficas y lenguas de contacto Este tipo de respuestas suena, además, en consonancia con los discursos centenarios de la RAE, en cuyo mapa político lingüístico las variedades americanas seguirían portando el factor de cambio y, por extensión, de desvío, debido a que estarían bajo el influjo de lenguas de contacto y de inmigración: La gran afluencia inmigratoria reconfiguró el escenario lingüístico argentino. Entre 1870 y 1930 el ingreso masivo de inmigrantes europeos fue resultado de las decisiones de una elite que -como estrategia de acercamiento a la modernidad- pretendió europeizar el componente humano de la incipiente nación. Con la “pureza racial”, se pretendió garantizar el progreso. El temor de la población ante las consecuencias lingüísticas que podía acarrear la llegada de inmigrantes estaba justificado. Según consigna Fontanella de Weinberg (1987), la población de la Ciudad de Buenos Aires en el año 1887 se componía de un 47,4% de argentinos, 32,1% de italianos, 9,1% de españoles, 4,6% de franceses, y 6,9% de otras nacionalidades. Es decir que un 52,6% de la población argentina estaba compuesta por inmigrantes y casi la mitad de estos inmigrantes eran hablantes de lenguas extranjeras. Además, si consideramos el hecho de que muchos de los ciudadanos que podían ser reconocidos como argentinos eran hijos de inmigrantes, podemos asumir que el porcentaje de hablantes de lenguas extranjeras era mayor, es decir que es probable que los números arrojados por ese censo fueran inferiores a la realidad lingüística de la ciudad. 32 86 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013) No sos vos, soy yo: la identidad lingüística argentina como conflicto Por la misma razón, se reconocen, cuando existen, las divergencias entre la norma española y la norma americana, o entre la norma de un determinado país o conjunto de países y la que rige en el resto del ámbito hispánico, considerando en pie de igualdad y plenamente legítimos los diferentes usos regionales, a condición de que estén generalizados entre los hablantes cultos de su área y no supongan una ruptura del sistema de la lengua que ponga en riesgo su unidad. Solo se desaconsejan los particularismos dialectales que pueden impedir la comprensión mutua (DPD, versión online, consulta 2010, el destacado es nuestro.) De acuerdo con esta idea, Paffey (2007) afirma que existe el prejuicio que ve a las variedades americanas del español como impuras debido a la influencia de las lenguas de inmigración y de sustrato, razón que ampara la adopción de la variedad peninsular como resguardo de la pureza de la lengua (lema centenario de la RAE). Quedaría garantizado así el control por parte de España de la llamada “lengua común”. En efecto, la Nueva Política Lingüística Panhispánica reconoce solo dos variedades: “No resulta siempre fácil determinar cuál es la base común, pues a la doble variedad, española y americana, se añaden los particularismos regionales.” (Asociación de Academias 2004 NPLP: 9). En las respuestas de los hablantes se advierten los resabios de estos discursos. A la pregunta 42: “¿Hay lugares en la Argentina o en otros países donde se habla peor que aquí?” respondieron “en zonas de frontera, por el contacto con otra lengua (portuñol, por ejemplo), porque la lengua está `como sucia´ por causa de otras lenguas”, “los de Paraguay, porque no se les entiende”, “los de Paraguay, se me hace una mezcla de idiomas, no es español puro”, “en lugares marginales del litoral, porque hay mezcla de culturas”, “hablan mal los inmigrantes de países limítrofes porque a veces hablan otras lenguas como guaraní”, entre muchos otros ejemplos similares. Es decir, la actitud frente a las variedades americanas y las lenguas de contacto sigue, concordantemente, vinculada con la necesidad de controlar el ingreso de palabras extranjeras y mantener la homogeneidad. La penetración de este punto de vista aparece en respuestas como: (por qué hablan mal) “mezclan palabras del guaraní y el español”, “por bolivianos y paraguayos”, “no tienen nacionalidad”, “interferencias lingüísticas”, “no utilizan frases propias del lugar”. En ese sentido, las cuestiones vinculadas con el (des)prestigio asociado con ciertas variedades, así como el poder adquisitivo como fenómeno relacionado con la corrección, tallan fuertemente en las representaciones del buen hablar. Balibar (1991), en su artículo “Etnicidad ficticia y nación ideal”, sostiene que la memoria colectiva se perpetúa a costa del olvido individual de los orígenes. En Argentina, este principio refundió (y Lengua, historia y sociedad 87 María López García canceló) la respuesta expulsiva hacia la inmigración pasada en la metáfora del crisol de razas, pero el discurso del crisol no logra contener la emergencia de nuevas estrategias expulsivas hacia los nuevos inmigrantes. Esto explicaría que las marcas dialectales peninsulares o italianas no sean ya percibidas, pero sí las variedades de inmigrantes peruanos, paraguayos o bolivianos,33 por ejemplo. El desafío de las nuevas oleadas inmigratorias afecta no solo la práctica discursiva de los medios de comunicación o la escuela acerca del nosotros argentino y el otro extranjero que debe adoptar la nueva lengua y la nueva pauta social, sino que afecta básicamente las representaciones sobre la lengua a la que se tiende, la lengua que se “desea que sea” (cfr. Sztrum 1993). La identificación como afirmación de la identidad de un individuo o un cuerpo social supone un relato histórico, una lengua y cultura en común, pero también un futuro común en el que esa identidad devendrá, hacia el que se tiende.34 Esto explica la mirada perspicaz sobre las intenciones del otro, mirada que subyace a las representaciones del extranjero. En los hablantes subsiste la duda acerca de la veracidad del deseo de adaptarse, de manera de participar de la homogeneidad existente sin afectar su identidad.35 Esta suspicacia se refleja en el temor de afirmaciones como: “hablan mal porque no les interesa saber las reglas de la lengua”, “En los barrios sin educación terminan la primaria y se quedan con eso. Tienen un lenguaje más propio de su lugar.”, “la gente extranjera no aprende nunca el idioma”. Es decir, la falta de interés en aprender la lengua redunda en una afectación de la homogeneidad constitutiva. 4.5 Variedad y violencia La inmigración también hace visibles las marcas lingüísticas silenciadas en favor de la construcción de un nosotros y, aún más, hace visible la coerción fundante de la homogeneidad. La violencia que se ejerce para la construcción de una identidad común surge, entonces, en 33 En la encuesta (recordemos, tomada en 1996) no aparecen referencias a inmigraciones actualmente más notorias como la china o coreana, posteriores a las oleadas que aparecen mencionadas aquí. 34 Adorno (1973: 100) en la conferencia radiofónica “Sobre la pregunta ¿Qué es alemán?” señala que “gravitan sobre ella [la pregunta] esas definiciones arbitrarias que suponen como específicamente alemán, no lo que es, sino aquello que subjetivamente se desea. Así, el ideal cae presa de la idealización.” En el mismo sentido, Sztrum (1993) plantea en su artículo sobre las actitudes del español de la Argentina en la generación independentista la diferencia entre la lengua que se es y la lengua que “se desea que sea”. 35 Grimson (2005: 192), a propósito de la “adscripción cultural” de los bolivianos en Argentina, señala: “hay una sensación de que algo ha quedado atrás. Por eso, Estela afirma que `las tradiciones que se mantienen son las que se pueden mantener, una fiesta religiosa es una tradición que se puede mantener porque (…) si vos sos extranjero tenés que hacer algo que sea aceptado´”. 88 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013) No sos vos, soy yo: la identidad lingüística argentina como conflicto las costuras de la marca lingüística y la “narrativa identitaria” (cfr. Grimson 2005). En otras palabras, la diferencia funda la identidad, la relación con un otro delimita el yo/nosotros y demarca “nuestro” “afuera constitutivo” (Derrida 1981). Tal como veíamos en la pregunta 42 “¿Hay lugares en la Argentina o en otros países donde se habla peor que aquí?”, las respuestas evidencian el temor de ser un melting pot y no un crisol de razas: “en países limítrofes, por la mezcla de idiomas”, “los extranjeros mezclan las palabras”, “en México, por la mezcla de inglés y castellano”, “en Paraguay porque hay mezclas con guaraní, hablan dialecto”, “en las villas, porque se mezclan hablas de distintos países”. Indefectiblemente, la lealtad al nosotros obliga al yo a sumirse en contradicciones (como sucede con el proceso de aculturación al que la escuela obliga a las clases bajas, o a los portadores de marcas regionales), es decir, para adaptar la lengua propia a la lengua de la nación, la variedad estándar, es preciso callar las marcas sociales, geográficas, familiares, etc. De este modo el nosotros anula las fuerzas de constitución histórica del yo y obliga a un futuro común. En ese sentido, la identificación con un nosotros es siempre una representación. Según Penchaszadeh (2009), la sociedad desplaza su violencia constitutiva hacia el extranjero. Esto haría necesario al otro en tanto desahogo y unificación del yo, del adentro. El extranjero preserva la unidad de aquello respecto de lo que se diferencia, y así lo constituye (al menos, en las representaciones que el “uno”, el “nosotros”, generan de sí mismos) en un todo homogéneo. Es decir, la “soberanía” lingüística crea el adentro porque crea el afuera. El otro, entonces, resulta depositario de una violencia vinculada con lo arbitrario de esa homogeneidad (la unicidad y la pureza lingüísticas son resultado de una arbitrariedad que califica rasgos como indeseables para el “nosotros” y sea preciso reprimirlos). El extranjero pone al argentino, a los argentinos, en la obligación de decidir qué es lo propio, cuáles son sus rasgos distintivos, para, desde ahí, expulsar al otro. Pero lo propio es, a su vez, un ejercicio de violencia sobre ciertas marcas que van a ser dejadas de lado para la construcción de (y la pertenencia a) determinado estándar. Esa violencia (ejercida a través de la selección arbitraria de rasgos) queda latente, soterrada bajo el discurso de la necesidad de constitución de un yo. Ese sacrificio de los rasgos en función del estándar entraña violencia. 5 Algunas conclusiones preliminares Desde hace algunos decenios la globalización comenzó a resignificar el concepto de lengua (y de identidad) nacional y obligó a pensar las identidades lingüísticas no como una identidad histórica y definitiva, sino como un lugar de pertenencia circunstancial, tanto en la vida de los Lengua, historia y sociedad 89 María López García hablantes en permanente circulación por los espacios geográficos, como de la vida de las lenguas. En ese contexto global, la movilidad geográfica de los individuos los obligó a trasponer frecuentemente fronteras lingüísticas. Las lenguas comenzaron entonces a pujar por espacios simbólicos mayores que les permitieran controlar la circulación de rasgos lingüísticos antes custodiados por los estados-nación a través de la escuela. En el caso del español, el discurso sobre el pluralismo proveniente de los centros de irradiación de norma lingüística, desplegado especialmente desde la RAE y la Asociación de Academias Americanas, no ha repercutido en el valor simbólico de las variedades ni ha disminuido el sentimiento de inferioridad de sus hablantes, tal como demuestran nuestras encuestas.36 Sin dar lugar a un proceso perdurable que permitiera dotar de prestigio a las variedades nacionales, las nuevas alianzas regionales surgidas al calor de los avatares políticos y económicos obligaron nuevamente a un posicionamiento lingüístico por fuera de las fronteras de la nación. Paralelamente, las políticas lingüísticas del español diseñadas por las Academias reforzaron la tópica de la lengua común aunque, al mismo tiempo, dieron realce a los discursos sobre el respeto a la diversidad. Las encuestas reflejan ambos polos discursivos. Por un lado, señalan el contacto y la diversidad como un problema; la actitud de los hablantes frente a las variedades y lenguas vecinas sigue vinculada con la necesidad de controlar el ingreso de palabras extranjeras y mantener la homogeneidad: “mezclan palabras del guaraní y el español”, “[hablan mal] por bolivianos y paraguayos”, “no tienen nacionalidad”, “interferencias lingüísticas”, “no utilizan frases propias del lugar”. Pero también hay lugar para las formas de la tolerancia. Hablan mal: “[en] lugares con resabios de culturas precolombinas. Es un castellano particular que no necesariamente es más pobre, la forma de construir las palabras del guaraní tiene mucha riqueza e interés”; “no es que hablan mal, es distinta forma de expresarse”, “hay que entender a los que parece que hablan mal, porque en realidad conocen otras palabras, acá: boludo, allá: huevón”. De este modo se valoran positiva o negativamente los dialectos y al mismo tiempo se invocan discursos de la valoración de las diferencias como color local en un marco de igualdad transnacional. En ese sentido la tensión entre los discursos pluralistas y las representaciones de las variedades/lenguas como más deseadas/menos deseadas, más correctas/menos correctas resulta funcional a la 36 La postergación de la estandarización de las variedades regionales se remonta a la conflictiva constitución de la lengua española como factor identitario de la nación argentina, así como las políticas de estandarización y difusión de la norma implementadas desde posiciones hispanófilas o directamente desde la Península. 90 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013) No sos vos, soy yo: la identidad lingüística argentina como conflicto instalación de una lengua global capaz de neutralizar las diferencias, o de excluir a los poseedores de las marcas indeseadas en pos de la igualdad. Lengua, historia y sociedad 91 Referencias AA.VV. (1901) Leyes, decretos y resoluciones sobre instrucción superior, secundaria, normal y especial. T I (1862-1881) y II (1881-1900). 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(2013) Editoras del volumen Daniela Lauria Becaria postdoctoral del CONICET en el Instituto de Lingüística de la FFyL de la UBA Jefa de Trabajos Prácticos de Panorama socio-histórico de las prácticas de lectura y escritura y de su enseñanza del Departamento de Humanidades de la UNIPE [email protected] Mara Glozman Investigadora asistente del CONICET en el Instituto de Lingüística de la FFyL de la UBA Jefa de Trabajos Prácticos de Lingüística General de la FFyL de la UBA [email protected] Volúmenes temáticos de la SAL: serie 2012 ISBN 978-950-774-228-6 El presente volumen está conformado por un conjunto de trabajos que –desde diferentes perspectivas– pueden ubicarse en la intersección entre el estudio de cuestiones lingüísticas, elementos históricos y contextos sociales. En particular, los cinco capítulos reunidos en Lengua, historia y sociedad. Aportes desde diversas perspectivas de investigación lingüística analizan aspectos que atañen a las variedades del español en la Argentina, considerando en sus descripciones dimensiones que pueden englobarse bajo la idea general de historicidad. En algunos casos, la historicidad se manifiesta en el enfoque diacrónico; en otros, la dimensión histórica se expresa en la selección de corpora textuales situados en contextos específicos –fines del período colonial-principios del período emancipatorio, fines del siglo xix, primeras décadas del siglo xx–; otros trabajos incorporan lo histórico como variable para el análisis explicativo de fenómenos más recientes. Mendoza, Argentina