III. EL MUNDO DE LA PSICOLOGÍA
Ψ
Revista Latinoamericana de Psicología
2007, volumen 39, No 3, 653-661
CONDUCTA VERBAL DE B. F. SKINNER: 1957-2007
TELMO E. PEÑA-CORREAL1
y
BEATRIZ H. ROBAYO-CASTRO
Universidad Nacional de Colombia
ABSTRACT
On the 50th anniversary of the publication of Skinner´s Verbal Behavior, we analyse the
main contents of this book in which language phenomena are presented from an operant
conditioning viewpoint. Some of the reasons why the Skinnerian analysis of language has been
neglected among behavior analysts and other scholars of linguistic phenomena are discussed.
They include Chomsky´s criticism of Verbal Behavior, difficulties to develop an empirical
research program based on Skinnerian categories of verbal behavior, and conceptual difficulties
implied in the interpretation of verbal behavior as a special class of operant behavior. The
Skinnerian analysis of verbal behaviour is a fundamental background to analyse linguistic
phenomena from a non mentalistic and functional perspective. Recent Behavior Analysis
proposals such as Relational Frames Theory (Hayes y cols, 2001), or the analysis of language
from a interbehavioral framework (Ribes, 1990, 1999) use Skinner’s proposal as the reference
point.
Key words: B.F. Skinner, Verbal behavior.
1 Correspondencia: TELMO EDUARDO PEÑA-CORREAL. Departamento de Psicología, Universidad Nacional de Colombia. Ciudad
Universitaria. Bogotá, Colombia. Correo electrónico:
[email protected].
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PEÑA-CORREAL Y ROBAYO-CASTRO
RESUMEN
En la celebración de los 50 años de la publicación del libro Conducta Verbal de Skinner, se
analizan los principales contenidos de esta obra en la que el autor aborda los fenómenos del
lenguaje desde la perspectiva del condicionamiento operante. Se discuten algunas de las
razones por las cuales el análisis skinneriano del lenguaje ha sido descuidado entre analistas
del comportamiento y entre otros estudiosos de los fenómenos lingüísticos. Se mencionan la
crítica de Chomsky, la dificultad de desarrollar un programa empírico de investigación y las
dificultades conceptuales que implica la interpretación de la conducta verbal como una clase
especial de conducta operante. El análisis de Skinner de la conducta verbal se constituye en
una base fundamental para analizar los fenómenos lingüísticos desde una perspectiva funcional
y no mentalista. Las propuestas recientes en el Análisis de la Conducta como la Teoría de los
Marcos Relacionales (Hayes y cols, 2001), o el análisis del lenguaje desde una perspectiva
interconductista (Ribes, 1990, 1999) fueron hechas teniendo como punto de referencia la
propuesta skinneriana.
Palabras clave: B.F. Skinner, conducta verbal.
Probablemente, uno de los libros menos leídos de B. F. Skinner es Conducta Verbal (1957),
obra que está cumpliendo 50 años de haberse
publicado por primera vez. Una de las razones
que usualmente se esgrime para este desconocimiento, es la severa crítica que hizo Chomsky en
su artículo titulado Una revisión de Conducta
Verbal de B. F. Skinner (1959), y que probablemente es más conocido por la comunidad académica que el libro original de Skinner. En dicha
crítica, Chomsky intenta mostrar las deficiencias
conceptuales y lógicas que tiene el libro con el
fin de argüir que la estrategia conductista para
tratar el lenguaje es completamente equivocada
y errónea. Aquellos que no conocen los conceptos fundamentales propuestos por Skinner como
elementos de una ciencia de la conducta se
convencieron de que los planteamientos de
Skinner no sólo eran fallidos para tratar con la
conducta verbal, sino con la conducta humana
en general.
Aunque parezca irónico, tampoco este libro
de Skinner es muy conocido, ni trabajado, por la
misma comunidad conductista. Sin duda, una de
las razones para este desconocimiento es la
dificultad para generar un programa empírico de
investigación a partir de los planteamientos de
Conducta Verbal, situación probablemente ocasionada por el sesgo de los analistas experimentales del comportamiento de preferir sujetos
animales como sujetos experimentales, así como
un paradigma experimental (la operante libre)
que no se ajusta al estudio de la conducta verbal.
Varios intentos se han hecho para intentar
aclarar el pensamiento de Skinner y rebatir las
críticas que ha recibido (McCorquodale, 1970;
Segal, 1983), las cuales, aunque han sido acogidas de forma positiva por la comunidad de los
analistas del comportamiento, poco han sido conocidas por la comunidad psicológica en general.
No obstante, en las últimas dos décadas (Hayes &
Hayes, 1989; Hayes, Zettle & Rosenfarb, 1989)
ha habido entre los analistas del comportamiento
un creciente interés por el estudio de la conducta
verbal como variable independiente (uno de los
factores que controla la conducta humana) (ver
Catania, Shimoff & Matthews, 1989) y como
variable dependiente (como un tipo de conducta
CONDUCTA VERBAL DE B. F. SKINNER: 1957-2007
particular). En especial, un tópico que parece
haber centrado el interés de algunos investigadores es el análisis de la conducta del escucha,
aspecto que, según algunos (Hayes & Hayes,
1989; Ribes, 1999), constituye una de las debilidades del libro de Skinner, a pesar de que él
mismo (Skinner, 1989) intentó subrayar su importancia en el análisis del episodio verbal. Desarrollos teóricos y empíricos como la equivalencia
de estímulos (Sidman, 1994) y la teoría de los
marcos relacionales (Hayes, 1994) han intentado
construir aproximaciones conductistas que tienen como punto de referencia el análisis conceptual sobre la conducta verbal que hizo
originalmente Skinner. Incluso en el campo aplicado, (Hayes, Kohlenberg & Melancon, 1989;
Poppen, 1989) se han desarrollado algunas categorías conceptuales para referirse a la conducta
del escucha (que, en el contexto clínico puede ser
el consultante) y que son correlativas con algunas
de las categorías formuladas por Skinner para
referirse a la conducta del hablante.
Ribes (1982, 1999), por su parte, ha hecho un
análisis crítico de la obra de Skinner señalando,
desde el conductismo mismo, los alcances y
limitaciones de Conducta Verbal. Su análisis
reconoce el esfuerzo de Skinner por realizar un
análisis funcional de los fenómenos del lenguaje
desde una perspectiva radical en el conductismo,
pero critica la dependencia de la propuesta de
Skinner de los supuestos mecanicistas del
condicionamiento dentro del cual está conceptualizada la conducta verbal como un tipo particular
de conducta operante. No obstante, todo el
análisis del lenguaje propuesto por Ribes (1990,
1999) sigue teniendo como telón de fondo la obra
de Skinner.
Es por esto que vale la pena hacer, con ocasión del quincuagésimo aniversario de la primera
edición de Conducta Verbal, una revisión de los
principales planteamientos que Skinner hace en
ese libro:
Skinner parte del supuesto de que buena parte
del repertorio conductual de la especie humana es
operante, es decir, es conducta controlada por los
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efectos que ésta tiene en el ambiente al ser emitida
y de las relaciones funcionales que tales efectos
implican. A partir de este supuesto, Skinner señala que es posible reconocer, en general, dos tipos
de conducta operante. La primera, común entre
las especies, es el tipo de conducta que tiene
efectos directos sobre el ambiente, que modifica
un estado de cosas determinado o se relaciona
con consecuencias particulares mediante el contacto físico o mecánico con estas. Tal es el caso
de la paloma que picotea sobre una tecla para
tener acceso a la bandeja de comida o el del
hombre que extiende su brazo, agarra un vaso de
agua y lo lleva hasta su boca para calmar su sed.
Ambos ejemplos describen situaciones donde la
conducta es efectiva por sí misma.
La segunda es otro tipo de operante, propio de
nuestra especie y que se caracteriza justamente
por ser conducta cuyos efectos son mediados por
la conducta de otro individuo. Esta conducta es
conducta que si bien no afecta directamente el
“mundo físico”, tiene la potencialidad de hacerlo
a través de la conducta de otras personas. En este
caso, el que alguien diga “me alcanzas un pan” no
tiene el efecto de traer el pan, a menos que otro
que escuche tal cosa, lo haga. Al “comportamiento que es efectivo o reforzado por la mediación de
otras personas” (p. 2) fue al que Skinner denominó “conducta verbal”, conducta a la que dedicó
23 años de exploración y análisis que le condujeron a la publicación de Conducta Verbal, libro
cuyo principal objetivo fue mostrar, más allá de
una extrapolación de los principios del análisis
operante a la conducta humana de naturaleza
verbal, la posibilidad de un análisis de los fenómenos del lenguaje como conducta que puede
explicarse en términos de las relaciones funcionales o “causales” que la gobiernan, análisis imprescindible para Skinner, quien entendió por fin
último de la ciencia psicológica la predicción y el
control de la conducta de los organismos, incluyendo la conducta verbal.
El libro se divide en 19 capítulos distribuidos
en cinco unidades, en las que Skinner trata de
describir qué tipo de condiciones son importantes para la ocurrencia de la conducta verbal, cuál
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PEÑA-CORREAL Y ROBAYO-CASTRO
es su topografía y de qué tipo de variables es
función como conducta. En la primera unidad,
Un programa, además de definir la conducta
verbal como aquella que es mediada en sus
consecuencias y de señalar lo conveniente que
resulta el uso de dichos términos en contraposición a los habituales (“habla”, “lenguaje”, “lengua”, “lingüístico”), Skinner dedica un apartado
a la crítica de los tratamientos tradicionales de la
conducta verbal, entre los que cuentan las
formulaciones derivadas de disciplinas como la
lingüística, la gramática, la filosofía y la lógica.
Skinner afirma que resulta inconveniente para
cualquier disciplina que intente una explicación
de los eventos de naturaleza verbal, que base sus
análisis sólo en las propiedades estructurales y
formales o morfológicas de tal tipo de eventos.
Lograr una explicación satisfactoria en el acontecer científico implica el tratamiento de las
causas de la conducta que, para Skinner, no
hacen parte de una dimensión o de un nivel de
observación ajeno o distinto al nivel en el que
ocurre tal clase de comportamiento, sino que
yacen en las relaciones sistemáticas entre la
conducta y los eventos estimulativos del ambiente. Agrega el autor que un análisis completo
de la conducta verbal, propia sólo del hablante y
no del escucha (cuya conducta, como escucha,
sería indistinguible de otra operante), implica la
descripción y explicación del episodio verbal
completo, es decir, de las relaciones entre las
conductas del hablante y del escucha y de las
propiedades del medio que contribuyen al mantenimiento de la conducta de cada uno. Siendo
pues la conducta verbal la variable dependiente,
termina Skinner esta unidad definiendo la clase
operante como unidad de análisis de la conducta
verbal y haciendo un sumario de las propiedades
de este tipo de comportamiento (energía, fuerza,
velocidad, frecuencia y probabilidad de respuesta) y de las variables independientes con las
que se relaciona.
En la segunda unidad, Variables de Control,
Skinner inicia la exposición de una taxonomía
de la conducta verbal, en la que el criterio
principal de clasificación de las operantes verbales es la naturaleza de las variables antecedentes
que la controlan. Los mandos son la primera
clase de conducta verbal a la que Skinner se
refiere. Un mando es “una operante verbal en la
que la respuesta es reforzada por una consecuencia característica y, por tanto, está bajo el
control funcional de las condiciones relevantes
de deprivación o de estimulación aversiva”
(Skinner, 1957, p. 35-36). Con el mando, un
hablante, controlado por un estado motivacional
antecedente, especifica las consecuencias de
reforzamiento que la conducta del escucha ha de
hacer efectivas. En el caso del mando “tráigame
agua”, la expresión señala o explicita el tipo de
consecuencia que ha de ser mediada por el
escucha, a saber, el agua. Skinner agrega que
existen diferentes modalidades de mandos según las propiedades de la conducta del oyente
(solicitudes, órdenes, súplicas, preguntas, advertencias, permisos, ofertas y llamadas) y habla de otros casos especiales del mando, tales
como el mando extenso y el mando mágico. El
autor pasa luego a hablar del tipo de conducta
verbal que está bajo el control de estímulos
verbales, grupo al que pertenecen las ecoicas,
que son respuestas verbales a estímulos verbales
vocales en las que el reforzamiento depende de
una correspondencia morfológica entre la pauta
de sonidos de la respuesta y la de los estímulos
que la controlan (decir agua al escuchar agua),
la conducta textual, aquella en la que una conducta verbal vocal está bajo el control de estímulos verbales no auditivos y cuyo reforzamiento
depende, al igual que en la conducta ecoica, de
una correspondencia formal entre la respuesta y
el estímulo antecedente (decir agua al leer la
palabra agua), y las intraverbales, que son respuestas verbales controladas por estímulos verbales antecedentes en las que la igualación por
correspondencia formal exacta, entre un estímulo verbal y la respuesta del hablante, está ausente, como en el caso de la respuesta cuatro al
estímulo verbal dos más dos o la respuesta
Bogotá al estímulo verbal Capital de Colombia.
El tacto, el siguiente tipo de conducta verbal en
ser abordado, es definido por Skinner como
“una operante verbal en la que una respuesta de
forma determinada se evoca por un objeto o
evento particular” (p. 81-82) de naturaleza no
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verbal. Se analizan en este capítulo el tacto
extenso y el tacto abstracto, y se pone de presente el hecho de que es el tacto, quizás, la más
importante de las operantes verbales en razón de
que abarca el aspecto semántico del lenguaje.
Los tactos son respuestas verbales que dependen en principio de la relación convencional que
guarda una comunidad verbal con un estado de
cosas en el mundo. El control discriminativo
que ejerce dicho estado de cosas sobre la conducta de tactar, es un tipo de control que ha sido
establecido por una comunidad reforzante y que
no sería posible sin la existencia de dicha comunidad. En ese sentido, es la correspondencia con
las prácticas de una comunidad verbal particular
la que marca el criterio de reforzamiento de este
tipo de conducta. Podría decirse que los tactos
son la forma en la que Skinner abordó el problema del significado partiendo de su análisis funcional.
rística y en presencia de la cual, entonces, es
característicamente fuerte” (p. 172). En tanto
que condición para el refuerzo, la audiencia
actúa como un evento seleccionador de las propiedades de la conducta del hablante que serán
reforzadas por el oyente, a la vez que inhibe
ciertos tipos de conducta, como es el caso de las
audiencias negativas. Cabe aclarar que audiencia y oyente no son elementos equivalentes:
mientras la audiencia antecede, en tanto que
discriminativo, a la emisión de la conducta verbal, la conducta del oyente sucede a la conducta
del hablante dada su función de mediador del
reforzamiento. Tal distinción es necesaria, puesto
que audiencia y oyente, aún cuando puedan ser
la misma persona, tienen funciones distintas:
como estímulo discriminativo, es decir, como
audiencia; y en cuanto conducta, como mediadora de las contingencias de la conducta del
hablante.
Skinner dedica el sexto capítulo de su libro a
los efectos que ciertas condiciones de refuerzo
tienen sobre el control de estímulos bajo el cual
la conducta verbal suele ser emitida. Partiendo
de su definición de conducta verbal como un
tipo especial de conducta operante, Skinner señala el hecho de que la relación entre la conducta
verbal y sus consecuencias, sean reforzadoras o
no, pronto se convierte en una variable capaz de
modificar el control discriminativo que otras
variables tienen sobre tal tipo de conducta, alterando a su vez la fuerza con la que esta se emite.
Tal efecto sobre el control de estímulos dependerá de las formas o las propiedades del
reforzamiento con que la comunidad verbal
responde a la conducta de un hablante, entre las
cuales Skinner cita la clase de reforzamiento
(generalizado o no), la cantidad de reforzamiento
y los efectos en la conducta del oyente (modificaciones en su estado emocional, sus acciones y
la fuerza de sus acciones).
Termina Skinner esta unidad con una reflexión en la que reitera la conveniencia de una
taxonomía de la conducta verbal basada en sus
relaciones funcionales más que en su morfología,
y del valor “operativo”, dados los objetivos de
control y predicción de la conducta, que la operante verbal tiene, en tanto que función de eventos
en el ambiente, como unidad de análisis en el
estudio de este tipo de comportamiento, en contraposición al uso tradicional de la palabra como
unidad fundamental y definitoria del lenguaje.
Skinner hace en este capítulo un “refinamiento”
de su definición de conducta verbal, restringiéndola a los casos en los que las respuestas del
escucha a la conducta emitida por un hablante
han sido necesariamente entrenadas por la comunidad verbal con el fin de reforzar la conducta de
ese hablante. La restricción apunta a diferenciar el
tipo de conducta que evidentemente no es verbal
pero que también puede ser mediada en sus
consecuencias y que constituye buena parte del
repertorio de la conducta social no sólo de nuestra
especie sino de otras especies gregarias. En este
sentido, se puede decir que es con esta redefinición
que Skinner diferencia a la conducta verbal de
otros tipos de conducta social.
En esta unidad también se analiza el papel de
la audiencia, definida por Skinner como “un
estímulo discriminativo en cuya presencia la
conducta verbal se refuerza de manera caracte-
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PEÑA-CORREAL Y ROBAYO-CASTRO
En la tercera unidad del libro, Variables
Múltiples, Skinner atiende principalmente al
hecho de que una explicación de la conducta
verbal necesariamente debe tener en cuenta que,
en tanto que variable dependiente, la conducta
verbal generalmente es función de más de una
variable, es decir, que está bajo el control de un
conjunto de eventos que puede variar y que
modifica o determina su fuerza de emisión. Este
efecto de “control múltiple” tiene propiedades o
consecuencias combinatorias tales como el fortalecimiento de la conducta en relación con la
sumatoria de las fuerzas correspondientes a las
fuentes que la controlan, o la fusión de diferentes
relaciones funcionales que se vuelven función
de una nueva conducta en una situación particular, como en el caso de las combinaciones de
respuestas fragmentarias (respuestas que están
compuestas de fragmentos de otras repuestas
verbales).
Skinner dedica La manipulación de la conducta verbal, la cuarta unidad de su libro, al
papel del hablante como “modulador, productor
y selector” de su propia conducta verbal. Empieza con la definición de las autoclíticas, que
son operantes verbales que controlan otras operantes verbales: “es conducta que se evoca o
actúa sobre otra conducta del hablante” (p. 313).
Este tipo de conducta consiste en la manipulación que el hablante hace de su propia conducta
verbal (ejemplos de autoclíticos son respuestas
como sí, en, hasta, como, alguno y todos los
signos de puntuación con los que se nos enseña
a hablar, escribir y leer), y es con esta definición
que Skinner intenta abordar asuntos como la
organización u orden que se observa en muestras de conducta verbal pequeñas y grandes (que
usualmente ha sido el interés de las disciplinas
centradas en el estudio de la gramática); en otras
palabras, con los autoclíticos Skinner aborda el
problema del hablante como el “compositor” de
lo que dice, sin tener que acudir al “Yo” como un
agente controlador de conducta: por el contrario, lo que Skinner plantea es que hay conducta
que controla otra conducta en función de las
consecuencias obtenidas del medio social. Con
el objeto de dar cuenta de la conducta de compo-
ner del hablante, Skinner expone una taxonomía
de autoclíticos (descriptivos, relacionales, calificativos, cuantificadores), cuya clasificación
depende del efecto que tienen sobre la conducta
del oyente en relación con el estado de cosas que
éste ha de modificar para reforzar la conducta
del hablante.
Al formular una explicación de la producción
de la conducta verbal desde una perspectiva
funcional con la exposición de los autoclíticos,
Skinner muestra algunas de las inconveniencias
que, en el contexto de una ciencia de la conducta,
tienen las teorías que dan cuenta del carácter
organizativo e intencional que se infiere del modo
en el que un hablante se expresa, acudiendo a la
existencia de un agente interno o de un proceso
mental antecedente como variable causal de la
conducta verbal. Hablar de un agente interno
controlador resulta problemático desde el punto
de vista del control y predicción de la conducta,
merced a su inaccesibilidad en términos de un
análisis funcional. Por otro lado, Skinner señala
que es necesario tener en cuenta que la conducta
verbal se emite para tener un efecto directo sobre
un escucha que haga efectivas las consecuencias
reforzantes, y que es ese efecto sobre el escucha
una de las variables moduladoras determinantes
tanto de la función como de la morfología de la
conducta que emite un hablante, cosa que, para
Skinner, los análisis tradicionales suelen soslayar
en buena medida. En este contexto, hablar de la
gramática y la sintaxis como procesos verbales
autoclíticos es hablar de procesos que no ocurren
en ausencia de otra conducta verbal (la conducta
del hablante que se modula) ni en ausencia de un
oyente. La función de los autoclíticos es facilitar,
alterar o aclarar el efecto de la conducta verbal
sobre la conducta del oyente en función de su
papel como mediador de consecuencias en un
momento determinado.
La última unidad del libro, Producción de la
conducta verbal, Skinner la dedica a las consecuencias o fenómenos implicados por la conducta autoclítica en relación con sus efectos sobre la
conducta de un oyente. El primer fenómeno
asociado al comportamiento autoclítico que
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Skinner explica es la conducta de Autocorreción,
el proceso en el que un hablante rechaza o
aprueba su propia conducta verbal en relación
con sus efectos sobre el propio hablante o un
futuro escucha (Skinner, 1957). Para Skinner la
corrección de la propia conducta verbal es algo
que puede explicarse en términos de la historia
verbal de un hablante cuya conducta ha sido
previamente reforzada o castigada dependiendo
de ciertos criterios de la comunidad verbal. Un
hablante suele rechazar o descartar su propia
conducta verbal dependiendo de si ésta ha mostrado tener o no efectos aversivos sobre el oyente en el pasado, efectos que terminan por
convertirse en estímulos condicionados de los
que el hablante escapa o evita por medio de su
conducta de corrección. Con la lógica del
reforzamiento, proporcionado por el oyente o
por el propio hablante, explica Skinner aquellas
respuestas que sobreviven a la prueba, usualmente subvocal, del hablante y terminan siendo
emitidas. En estas secciones Skinner también
aborda los efectos de audiencias especiales (el
caso del lector) en este proceso, algunas
distorsiones o defectos de la conducta de corregir (no poder responder a la propia conducta
verbal antes que el oyente, no responder a las
variables de control, etc.) y algunas técnicas de
autofortalecimiento de la conducta verbal que
el hablante suele emplear para “incrementar la
disponibilidad del comportamiento que ya existe con más fuerza” (p. 403). Estas técnicas son
los procedimientos que los hablantes usan para
ampliar la conducta que se va a componer y
corregir hasta que su fuerza sea suficiente como
para ser emitida.
Skinner dedica el penúltimo capítulo de su
libro a la conducta verbal lógica y científica,
conducta que ha sido moldeada en el contexto
de una comunidad verbal “cuyo interés fundamental es la conducta verbal que contribuye a la
acción exitosa” (p. 418), es decir, conducta que
es alentada por un control de estímulos exacto,
control que evita la participación de variables
irrelevantes (por ejemplo, el uso de metáforas y
otras figuras literarias comunes en la conducta
verbal ordinaria) y que se describe al oyente con
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los autoclíticos apropiados para que él mismo
pueda “representar”, como hablante, la naturaleza del control de su conducta. La ciencia es,
para Skinner, un ejemplo del alcance que el
control y la predicción de la conducta, verbal y
no verbal, permite a nuestra especie en términos
de su dominio sobre el ambiente: el éxito de la
comunidad científica en el control de la conducta de los científicos se traduce en el éxito de
nuestra especie en el control y predicción de una
amplia gama de fenómenos que son el objeto de
sus ocupaciones y que contribuyen a facilitar
nuestro devenir adaptativo al incrementar nuestro poder mediante la extensión de nuestras
capacidades. Sin embargo, algo que usualmente
pasa desapercibido en el planteamiento de Skinner
sobre el conocimiento científico y que tiene
implicaciones epistemológicas, es que para él la
verdad no consiste en una correspondencia entre lo que se dice y “el mundo”, sino en una
relación entre cierto estado de cosas en el mundo, lo que se dice y unos criterios establecidos en
la comunidad verbal. Esto quiere decir que para
Skinner el conocimiento mismo es una actividad
que no depende exclusivamente del individuo,
sino que implica la relación de ese individuo con
el mundo que intenta conocer y una comunidad
verbal que define cómo ha de responderse a ese
mundo.
La unidad termina con la definición que
Skinner hace del pensamiento como un tipo
especial de conducta: “el pensamiento no es un
proceso misterioso responsable de la conducta,
sino que es la conducta misma, en toda la complejidad de sus relaciones de control, en términos tanto del hombre que se comporta, como del
ambiente en el cual vive” (p. 449). Para Skinner,
el hombre que piensa, en cuanto objeto de una
ciencia de la conducta, es un hombre que se
comporta en relación con la conducta verbal y
no verbal propia o de otros, siempre en relación
con unas condiciones de ambiente determinadas. Desde el punto de vista skinneriano lo que
define al pensamiento no son características
como el ser conducta cubierta o descubierta (en
otras palabras, ser un evento privado), o el
tratarse de conducta verbal o no verbal, propie-
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dades que el tratamiento tradicional del pensamiento ha clasificado como definitorias. Lo que
define al pensamiento en Skinner es la conducta
que tiene lugar dentro de relaciones funcionales
entre los hombres y sus ambientes; los organismos, humanos o no, siempre se comportan en
relación con algo, y es un tipo especial de esa
gama de relaciones la que Skinner llama “pensamiento”.
Skinner termina su libro con dos epílogos en
los que su principal interés es señalar el carácter
verbal de su propia conducta al componer su
Conducta Verbal, al proponer un programa de
investigación de los fenómenos asociados al
lenguaje y el pensamiento bajo la perspectiva de
una ciencia de la conducta centrada en el análisis
funcional de las relaciones de los organismos
con sus ambientes, y al mostrar que, como él
mismo dice, “es en términos de estas variables,
de las contingencias dispuestas por la comunidad verbal [y en general, por el ambiente], que
la conducta verbal puede ser definida y analizada” (p. 452).
Como puede verse en esta revisión general
del libro de Skinner, se trata de un formidable
esfuerzo de interpretación de algunos de los
problemas centrales que enfrentamos los psicólogos al intentar explicar la conducta humana.
Se trata de una obra realmente inspiradora y
pionera en el tratamiento teórico de problemas
como el hablar, el componer, el conocer y el
pensar, con una perspectiva conductual y fun-
cional. A juzgar por muchos de sus críticos, sus
planteamientos presentan debilidades tanto desde el punto de vista lógico, como conceptual y
empírico. Sin embargo, los que nos interesamos
en el estudio de la conducta humana compleja
no podemos hacer cosa diferente a tomar Conducta Verbal como un referente necesario para
el desarrollo de planteamientos teóricos alternativos, y para la realización de programas de
investigación empírica sobre problemas relativos al lenguaje como condición de la conducta
humana, lenguaje como conducta humana, lenguaje como constructor de cultura e historia, de
la relación entre lenguaje y pensamiento y, en
fin, de la relación entre el lenguaje de otros y la
conducta de un individuo y viceversa.
A juicio nuestro, un psicólogo que intente,
desde la psicología, abordar los problemas centrales del lenguaje, no puede pasar por alto
Conducta Verbal de Skinner. Su aporte sigue
vigente no porque sus planteamientos estén libres de crítica, sino porque enseñó un camino
para abordar de manera distinta los problemas
de la conducta humana compleja. Su conceptualización de la conducta verbal como un tipo
especial de conducta operante, así como la taxonomía de tipos de conducta verbal derivada de
esa lógica podrían ser superados, pero lo que
aún permanece es la propuesta de Skinner de
abordar este tipo de problemas con una perspectiva funcional, sin hacer transacciones con las
explicaciones mentalistas que siguen siendo
dominantes en la psicología y la lingüística.
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