ÍNDICE
PÁGINA:
MARCO HISTÓRICO...........................................................2
LITERATURA.......................................................................3
LA CIUDAD DE BABILONIA.............................................4
UN DÍA COTIDIANO...........................................................5
VIDA FAMILIAR..................................................................6
COMERCIO...........................................................................7
ARTE......................................................................................7
AGRICULTURA....................................................................8
TEMPLOS, BANCOS Y OFICIOS........................................9
CREENCIAS Y VIDARELIGIOSA.....................................11
BIBLIOGRAFÍA...................................................................14
USOS Y COSTUMBRES DEL
IMPERIO NEO-BABILÓNICO
MARCO HISTÓRICO
La décima y última dinastía de Babilonia, llamada también Caldea o neo-babilónica, comenzó con el advenimiento de Nabopolasar al trono en el año 625 (siempre a.C.). Tuvo su más importante representante en Nabucodonosor II (Nabu-kudurri-usur II), hijo y sucesor de Nabopolasar y destructor de Jerusalem. Éste tomó ya parte activa al lado de su padre en la campaña de Harran, que dio el golpe de gracia al imperio asirio; inmediatamente después, fue a él, a quien su padre, ya demasiado viejo para seguir luchando, le encomendó la empresa de proseguir a fondo la campaña contra faraón Nechao, que a pesar de la derrota de Harran no había abandonado en modo alguno el proyecto de enseñorearse de Siria y Palestina.
Después de tres años de pause, Nabucodonosor inició la campaña, y atacó al enemigo en Karkemish, es decir, en el punto que domina el camino de Palestina y de Egipto. Los egipcios fueron totalmente derrotados (605). Con esta victoria Siria y Palestina pasaron automáticamente bajo la supremacía de Babilonia, pues Nechao se refugió apresuradamente tras sus fronteras, de las que no volvió a salir nunca más. Por otra parte el príncipe heredero babilonio, que se había empeñado en seguirlo con su ejército, tuvo que abandonarlo al recibir la noticia de la muerte de su padre Nabopolasar. Vuelto inmediatamente a Babel, Nabucodonosor ciñó aquella corona que debía hacer brillar con tanta gloria civil y militar durante su largo reinado (605-562). El imperio se extendió por Elam, Zagros, Mesopotamia hasta Nínive y Harran, Siria y Palestina.
Pero la época de Nabucodonosor representa un apogeo del que el imperio babilonio decae bien pronto. La serie de sus sucesores inmediatos son un breve crepúsculo, seguido del ocaso: su hijo Evil-merodach (Amel-marduk) al cabo de dos años de su reinado (562-560) fue muerto en una revuelta provocada por su cuñado Neriglissar (Nergal-shar-usur), que le sucedió en el trono (560-556); su sucesor Labosordak (Labashi-marduk) duró pocos meses, pues fue derrocado por una nueva revuelta que puso en el trono a Nabonido (Nabu-na´id). Éste que había ascendido con el favor de la casta sacerdotal (556), era un erudito, tan ajeno de los cuidados del gobierno, cuanto amante de los monumentos antiguos y del material arqueológico; así sucedió que mientras de ocupaba de la restauración de edificios antiguos, y habiendo llevado a cabo algunas campañas de escasa eficacia en Siria y en Arabia, no otorgó la debida importancia a la nueva Persia, que al otro lado de la frontera oriental sustituyó a Media, pero con sentimientos bien distintos de los de la antigua aliada de Babel. Mientras de hecho cerca de sus fronteras cundía la disgregación, Nabonido dejaba el cuidado de los asuntos a su hijo Balthasar (Bel-shazzar). Lejos de las fronteras Ciro el grande, señor de Media desde el año 550 aproximadamente, había anexionado a Persia todas las poblaciones montañesas del este y del norte, formando una masa compacta pronta a lanzarse sobre las llanuras mesopotamias. El momento oportuno se presentó en el 540; la campaña fue breve, porque el monarca persa fue aclamado generalmente como un libertador. En el 539 Babilonia cayó bajo su poder, y el imperio babilonio dejó de existir para siempre.
LITERATURA
Entre las características más sobresalientes, que cabe distinguir en externas e internas, hay que distinguir entre las primeras:
-El empleo del Akkadio como vehículo de expresión.
-El anonimato de las producciones, pues raramente aparece citado el nombre del autor.
Y entre las segundas:
-Espíritu conservador de tal literatura.
-Falta de originalidad: los investigadores están de acuerdo en que la mayoría de los géneros están tomados de los sumerios.
En cuanto a la literatura de carácter religioso, destaca el Poema de la Creación, conocido también como Enuma Elis. En él se expone la doctrina religiosa oficial admitida durante el periodo Neobabilónio. Aparecen también numerosos mitos derivados de sus dioses y relatos antiguos como el mito de Zu, el relato de la Caída, la
Leyenda de Ninurta y la del Descenso de Istar a los Infiernos.
En el terreno de la poesía destaca el Poema de Gilgamesi, vasta composición que se extiende a lo largo de 12 tabletas. Insertada en el se encuentra el relato del Diluvio cuya semejanza con el relato bíblico es total.
Los relatos de carácter moral no podían faltar tampoco. Se conserva una obra conocida como el justo que sufre, que guarda una evidente semejanza con el Job de la Biblia; el hombre justo, castigado injustamente por la divinidad, es objeto de desprecio por parte de sus congéneres, porque según su razonamiento, sólo el malvado puede ser castigado de esa manera. Finalmente el dios Marduk le permite recuperar la salud, los bienes y la estima de sus iguales.
Género ampliamente cultivado en Mesopotamia es el de las fábulas. Los mitos proporcionaban gran número de ejemplos en que los animales hablaban y actuaban como seres humanos. El paso a la fábula era pues, lógico. Algunas de las más conocidas son las de la rata y la serpiente, la del mosquito y el elefante, y la del caballo y el buey.
Finalmente resta el género epistolar, principalmente comercial o administrativo cuando el destinatario o el remitente son el rey o un funcionario. Literariamente ofrece muy poco interés, puesto que su valor estriba sobre todo en la información que facilita sobre la situación del país, las costumbres y la administración.
LA CIUDAD DE BABILONIA
A pesar de su corta duración, el tiempo de los caldeos dejó importantes huellas en la Baja Mesopotamia. Numerosos y bellos monumentos, un substancial corpus de inscripciones reales, una considerable cantidad de textos económicos y jurídicos nos proporcionan muy abundantes informaciones sobre lo que fue el gran reino neo-babilónio. De todo este conjunto de datos dos conclusiones se destacan nítidamente: esta épica fue testigo de una extraordinaria actividad arquitectónica de carácter predominantemente religioso y del resurgir de los templos en tanto que unidades económicas aparentemente importantes.
Las circunstancias y la voluntad de sus gobernantes habían hecho de Asiria una nación básicamente bélica y expansionista, mientras que Babilonia, durante mucho tiempo replegada en sí misma se había convertido en la heredera y guardiana de las tradiciones milenarias sumero-acadias. El renacimiento babilonio del sigloVI no podía pues más que estar teñido de una fuerte impronta religiosa y se comprende que los soberanos caldeos hayan consagrado tanto tiempo, cuidado u dinero en reconstruir y adornar los principales santuarios y en celebrar las grandes fiestas rituales con un lujo fastuoso.
En un repaso general de los usos y las costumbres propias de este periodo de esplendor, nos parece procedente hacer una somera descripción de la capital de este imperio que nos permita situarnos mejor en las peculiaridades de la época.
No hay duda de que Babilonia era una ciudad muy grande, la mayor de toda Mesopotamia y quizá también de todo el mundo durante su época. Cubría una superficie de alrededor de 850 hectáreas y contenía, según su cuenta, 1179 templos y capillas. Se ha estimado que su población estaría en torno a unos 100.000 habitantes, pero fácilmente podía dar cobijo a más del doble. La ciudad propiamente dicha, la urbe, de plano claramente cuadriculado, se hallaba dividida en dos partes desiguales mediante el río Eúfrates, hallándose la más pequeña de ellas en la ribera derecha. Se hallaba rodeada de un recinto fortificado, pero con el fin de que los malvados no oprimiesen Babilonia Nabucodonosor había ordenado construir un segundo recinto, alto como una montaña y de alrededor de unos 8 kilómetros de largo. La superficie que se extendía entre estos dos recintos formaba un cinturón verde con sus jardines y palmerales, sin duda salpicadas de villas, casuchas y chozas de juncos. No contenía al parecer más que un edificio oficial: el palacio de verano, de Nabucodonosor, cuyas ruinas constituyen el tell de Babil en la extremidad norte de la ciudad. El Bit akiti, o templo del Año Nuevo, todavía no ha sido localizado con certeza.
Los dos recintos de Babilonia eran obras muy notables, que fueron muy admiradas durante la Antigüedad. Reforzados con torres y protegidos por fosos se hallaban formados por varios muros paralelos de unos 3 a 8 metros de espesor. El recinto de la ciudad se componía de dos muros de ladrillos crudos separados por un espacio de unos 7 metros que servía de camino militar; su foso de unos cincuenta metros de ancho estaba lleno de agua, tomada del Éufrates. El recinto exterior, el de la gran Babilonia, consistía en tres muros, de los que dos de ellos eran de ladrillos cocidos, y el espacio entre estos muros de hallaba lleno de escombros y tierras amontonados, de modo que la parte superior del muro, de unos 25 metros de ancho, formaba un auténtico bulevar, con capacidad de circulación de hasta tres carros a la vez, y que permitía el rápido transporte de tropas de una parte a otra de la ciudad. Pero cuando este formidable sistema defensivo fue puesto a prueba, con todos sus refuerzos de fortalezas, demostró su inutilidad. Los persas entraron por el Éufrates, cuando las aguas estaban bajas, y la tomaron por sorpresa.
El recinto de la ciudad se hallaba atravesado por ocho puertas, cada una de las cuales recibía el nombre de un dios o diosa. A caballo sobre la muralla, consistían en dos o tres pares de torres rectangulares, uno tras otro, que se proyectaban hacia el interior del pasaje y lo dividían en sectores de fácil defensa. La mejor conservada de ellas en la épica de las excavaciones era la del noroeste, o puerta de Istar, de unos 25 metros de alto y notable por su espléndida decoración. Se calcula en quinientos setenta y cinco el número de animales representados, La parte inferior de la puerta, que quedaría enterrada cuando se elevó el nivel de las calles se hallaba decorada por ciento cincuenta dragones y toros en relieve.
Por el norte se accedía a la puerta de Istar siguiendo una avenida llamada Ai-ibur-shapu, “el enemigo no pasará”, pero que en la actualidad es conocida como Vía Procesional. En el este se ocultaban tras estos muros, un gran bastión que protegía la entrada de la ciudad y en el oeste el palacio del Norte. La Vía Procesional continuaba más allá de la puerta de Istar y atravesaba toda la ciudad en línea recta hasta la parte sur de la plataforma del zigurat. Esta gran arteria dividía la ciudad en dos partes: de una lado el dédalo de callejuelas que formaba la zona residencial y de la otra las grandes construcciones oficiales: palacio real, zigurat, templos de Marduk, de Ninurta, de Gula y otros dioses.
La Morada resplandeciente, la Habitación de Majestad, el centro del país, en otros términos el palacio del Sur construido por Nabucodonosor se hallaba situado inmediatamente detrás del muro del recinto, cerca de la puerta de Istar. Este enorme edificio se abría sobre la Vía procesional por una sola puerta monumental fortificada y contenía cinco grandes patios, uno tras otro, rodeado cada uno de ellos por salas de recepción, habitaciones reales, de servicios y de usos comunes. El salón del trono era inmenso muy alto y probablemente abovedado. Al contrario que en los palacios asirios, ningún coloso de piedra guardaba las puertas y ningún ortostato guarnecía los muros. Al sur del palacio real, en medio de un amplio espacio rodeado por muros con rellanos de alzaba la auténtica torre de Babel, el gran zigurat llamado Etemenanki, “templo del cimiento del cielo y la tierra”. Se trataba sin duda alguna de una construcción colosal de 91 metros de lado y quizá de otros tantos de altura, comprendiendo de cinco a siete pisos. Se hallaba culminado por una capilla recubierta de ladrillos de esmalte azul resplandeciente. El templo de Marduk, dios tutelar de Babilonia y divinidad suprema del panteón babilonio, se llamaba Esagil, “el templo de la cabeza alzada”. Era un edificio de 6.700 metros cuadrados, situado no al pie del zigurat sino del otro lado de la avenida que llevaba al puente del Eúfrates.
UN DÍA COTIDIANO
Esta era Babilonia, la Puerta de Dios, el ombligo del mundo según el mapa de los babilonios, y desde hace un milenio, la capital de su religión. Y en sus murallas seguía transcurriendo todavía la vida cotidiana año tras año, dentro de las formas tradicionales, apenas variadas.
Cuando comenzaba el día, se bebía un trago de agua fresca del cántaro de barro colgado a la intemperie, los miembros de la familia se besaban y tomaban el desayuno de papilla de harina o tortas y frutas. La nodriza daba el pecho al lactante, que quizá pudiera sacudir ya una carraca de barro. La mujer acomodada no alimentaba ella misma al niño, sino que después de lavarse las manos y la cara se entregaba a los arcaicos quehaceres femeninos de cuidarse el cutis, peinarse y pintarse. Los hijos mayores tenían que ir a la escuela o, cuando tenían tiempo libre, se dedicaban a sus juegos o al deporte (entre los que se nombran las carreras, la lucha, el boxeo y el tiro al blanco) en el patio y en las plazas, en el muelle o en jardín. Los más tranquilos se sentaban a jugar al ajedrez, juego al que tenían que dedicarse también los espíritus inquietos los días de lluvia. Los esclavos domésticos limpiaban las habitaciones y el patio, traían agua y movían el molino de trigo, y el día de las mujeres humildes transcurría entre lavar, tejer, coser, comprar y cocinar, mientras que sus sirvientas le quitaban estos trabajos a las damas ricas, que preferían hacerse visitas o buscar una nueva joya, por ejemplo. Las comidas eran abundantes, pero sencillas; platos a base de harina, pepinos y cebollas desempeñaban un gran papel, junto con el queso y la fruta. La carne, en cambio, no solía comerse por lo general más que en los días festivos, cinco o seis veces al año. El señor de la casa, después de haber ofrendado a los dioses familiares o, si era tiempo, marchaba a sus negocios y deberes de comerciante, artesano, escriba, funcionario, maestro de obras o agricultor, se reunía con sus socios ante los escribas en las plazas o en el patio de los templos o tenía que presentarse en el juzgado para actuar de testigo. En el trato se era muy cortés, se saludaba llevándose la mano a la frente, inclinándose y preguntando por la salud, mientras que ante los príncipes era costumbre arrodillarse y besar los pies.
VIDA FAMILIAR
La organización de la vida familiar demuestra plenamente la evolución sufrida durante años por las antiguas condiciones nómadas. El padre tiene autoridad plena, aunque no ilimitada. El matrimonio se efectúa mediante un contrato, y si no hay contrato, no existe matrimonio. Va precedido, por parte del novio del pago a los padres de la novia de un precio de adquisición. Éste queda como garantía para el caso de ruptura del noviazgo.
El matrimonio era por la común monógamo, aunque las esclavas jóvenes se prestaban de buena o mala gana a tener pequeñas atenciones con el señor. Y cuando la señora de la casa era estéril o por razones de enfermedad no podía cumplir sus deberes matrimoniales, aceptaba naturalmente la existencia de una concubina.
El divorcio está permitido cuando hay motivos fundados, y se pueden divorciar tanto el hombre como la mujer. Uno de los motivos por parte del hombre se da, por ejemplo, cuando la mujer no tiene hijos, pero en tal caso debe pagar una suma igual al precio de adquisición y restituir la dote. Por parte de la mujer puede ser motivo de divorcio la ausencia forzada del marido de la casa, y la consiguiente falta de recursos.
En Babilonia la sucesión se transmite por línea masculina. La herencia se divide entre los hijos, sin distinguir si son de la primera o segunda mujer, sean carnales o adoptivos. Las hijas son excluidas de la herencia, a no ser que falten varones, si bien les corresponde una parte en usufructo, así como un donativo en ocasión del matrimonio
Cuando el día declinaba, sobre todo en la primavera y en el parque que había a orillas del río o del canal, se organizaban grandes diversiones. Los hombres se reunían a echar un trago entre frecuentes brindis; la juventud bailaba y cantaba, aumentaba la alegría y pronto bailaban los viejos y los jóvenes cantaban.
El pobre, ya fuese esclavo o semilibre, no podía permitirse naturalmente el lujo de la embriaguez. Pero en las grandes fiestas tenía también su parte de alegría, y muy a disgusto de su mujer tomaba al anochecer, lo mismo que la Jeunesse dorée o los señores patricios, el camino del templo de Istar más cercano, con sus ahorros en el bolsillo, para cambiar en él, para honra de la diosa, sus monedas de plata por un poco del arte del amor...
COMERCIO
Babilonia no era solamente la ciudad santa. Con el trabajo de los ciudadanos se había convertido en una metrópolis económica que acumulaba riquezas cada vez mayores. Era la ciudad comercial del país de los mercaderes como la llama el profeta y deportado judío Ezequiel. Pues más que la corte y quizá incluso que el clero, juegan aquí un papel decisivo los comerciantes en el dar y tomar, como se denominaba el comercio, papel acerca del cual nos informan suficientemente los documentos neobabilónios.
El comercio al por mayor y al detall, venta de ganado y de esclavos, negocio de inmuebles y un animado tráfico de préstamos, en particular en el mercado de los cereales, y monetario, que cobraba por término medio el 20 por 100 de interés en el oro y el 30 por 100 en los cereales, producían altas ganancias aseguradas con documentos, testigos, garantía y ley. Estas ganancias se acumulaban en la cámara del tesoro en trozos de plata, dinero en aros de plata o monedas acuñadas, a veces también en oro según las unidades de peso sekel, mina y talento. Florecía el comercio de cereales con Persia, y desde la épica de los caldeos se han constituido aquí marcadas formas capitalistas. Lo mismo que en Nippur la firma Murashu, nace aquí en Babilonia la Banca Egibi Hijos, que florece todavía en el primer período persa, disponiendo de una gran fortuna y de extensas relaciones.
ARTE
El arte de esta época no corrió parejo a tal ascensión mercantil: los toros, los leones y los relieves de serpientes especialmente sagrados para Marduk, grabados en los relieves de ladrillos de la calle de la procesión y de la Puerta de Istar, dan una sensación de monotonía, a pesar del dominio absoluto de la técnica del ladrillo vidriado. Los cilindros-sellos poseen raras veces el brío de sus paralelos del imperio nuevo asirio, y la arquitectura impresiona más por sus medidas monumentales que por el espíritu que le es inherente.
El país y la dinastía son ya arameos, en incluso en la correspondencia oficial el arameo reemplaza cada vez más a la escritura cuneiforme y a la lengua acadia. Según un papiro descubierto recientemente, hasta el príncipe de Palestina del Sur, Askalón, escribe en arameo su solicitud de ayuda al faraón contra el avance de Nabuconodosor hacia el año 600. Pero este pueblo no posee ninguna fuerza creadora para el arte. La poesía y las ciencias parecen fascinadas por el pasado. Sus portadores se sienten herederos suyos a pesar de la sangre extraña que late en ellos y sus sucesores aspiraban a conservar tan larga tradición. Esta obligación se toma, naturalmente, en serio, y es muy característico que Nabucodonosor busque en sus construcciones los arcaicos documentos de fundación de templos y cite expresamente el hallazgo de una de Naram-Sin de Accad, que Nabonido anuncie lo mismo o que, por ejemplo, haga consagrar a su hija como novia divina de Nanna-Sin, siguiendo la antigua costumbre.
AGRICULTURA
El año agrícola comenzaba en octubre-noviembre, al caer las lluvias. Entonces se realizaba la siembra, y una vez transcurrido el invierno, en abril, comenzaba la recolección que en Babilonia se retrasaba hasta junio. Luego venía el calor fuerte, que llegaba a alcanzar los 50 grados a la sombra, con lo cual toda la vegetación se secaba. Sólo maduraban los dátiles, que eran recogidos en septiembre-octubre, al llegar los primeros fríos. Luego venían de nuevo las lluvias y con ellas el principio del año.
La mayor parte de la tierra pertenecía a la corona, a los templos, o a comerciantes ricos. Estos dueños la alquilaban a arrendatarios, que debían pagar de la tercera parte a la mitad de la cosecha como alquiler por los campos, aunque el dueño debía proporcionar la semilla. Cada arrendatario estaba obligado por la ley a cultivar el terreno bajo su cuidado, o a compensar al dueño por la pérdida de su parte de la cosecha. Casi todo el trabajo agrícola era realizado por esclavos, aunque los arrendatarios eran ciudadanos libres.
Los principales productos agrícolas de Babilonia eran cebada, trigo y dátiles. Los campos que producían trigo y cebada eran trabajados con arados primitivos. Estos arados de madera, similares a los que aún se usan hoy en algunas partes del Próximo Oriente, son representados en antiguos relieves y sellos. Eran tirados por bueyes y llevaban un embudo por el cual se vertía la semilla en los surcos al mismo tiempo que el campo era arado.
La palmera datilera que crecía profusamente en el suelo sedimentario de la baja Babilonia era una de las fuentes principales de riqueza del país. Sus frutos eran uno de los artículos principales de la alimentación de los babilonios: su savia proporcionaba azúcar de palmera, su corteza fibrosa servía para tejer sogas, su tronco daba material de construcción liviano pero resistente, y por último, pero no menos importante, su savia también podía convertirse en una bebida muy apreciada. Por lo tanto, el estado fomentaba la plantación de huertos de datileras. Se requerían terrenos baldíos para este propósito, y el ciudadano podía obtener un campo tal sin pagar alquiler anual. Lo plantaba y cuidaba durante cuatro años, pero al quinto año de su arriendo el dueño original del terreno recibía la mitad del huerto como pago.
Las lluvias de Mesopotamia son deficientes para las necesidades agrícolas. Por eso se abrían canales de regadío que atravesaban el país en todas direcciones. Eran alimentados automáticamente por el Tigris durante el período de creciente de primavera. Sin embargo, tan pronto como bajaba el nivel de los ríos, comenzaba la trabajosa tarea de llevar el agua desde el nivel más bajo del río hasta el más elevado de los canales. Esto se hacía por medio de cigüeñales, trabajados a mano, mediante primitivas máquinas de irrigación operadas por bueyes, o por ruedas hidráulicas livianas. Era deber de los gobernantes locales cuidar que los canales fuesen mantenidos en buen estado.
Esos funcionarios tenían el derecho de reclutar personas de las aldeas o campos próximos a las porciones del canal que necesitasen reparar o limpiar. En pago de ese trabajo los aldeanos podían pescar en las secciones de los canales que estaban a su cargo. Se prohibía la pesca en aguas ajenas. La pesca con caña y con red era toda una industria; de ahí que se defendiesen celosamente los derechos sobres las aguas locales.
Aunque el tránsito fluvial no era el medio exclusivo de transporte, a diferencia de Egipto, sin embargo era un factor muy importante de la economía del país. Para viajes cortos se usaba un barco redondo, llamado hoy gufa. Se hacía de mimbre recubierto de betún. Los barcos más grandes eran balsas hechas de cueros inflados de animales. También se los continúa usando, y una balsa tal es llamada kelek. Los registros antiguos atestiguan también el uso de balsas de troncos y de verdaderas barcazas. El salario de los constructores de barcos como también el de los barqueros era regulado por la ley.
TEMPLOS, BANCOS Y OFICIOS
La distancia que en la Babilonia caldea existía entre las exaltaciones del fervor religioso y la simple realidad económica era mucho más corta de lo que podríamos sospechar. Y es que esta época no sólo estuvo caracterizada por la renovación material de numerosos santuarios, sino también por el mayor papel que los templos jugaron en ella como unidades de producción agrícola y de actividades comerciales.
Estos grandes centros religiosos fueron poco numerosos en la época neo-babilónia: Babilonia (Marduk), Barsippa (Nabu), Sippar (Shamash), Dilbat (Anu) y Uruk (Istar). Nótese que todas ellas, excepto una, se hallaban situadas en el norte del país. Se deduce de documentos antiguos que el Eanna poseía por aquel entonces un inmenso dominio comparable al de un palacio asirio y que ocupaba sin duda la mayor parte del territorio de esta provincia. A los palmerales y tierras agrícolas hay que añadir sus grandes rebaños así como sus talleres y servicios comerciales, cuya importancia es mucho menos conocida, pero cuyo papel económico no debía ser despreciable.
Las tierras del templo eran cultivadas por los colonos (arreshu) que le pagaban una parte de sus rentas y por arrendatarios (ikkaru), algunos de los cuales eran importantes personajes, que poseían sus propios esclavos. Los palmerales eran explotados por colonos y por empresas que trabajaban mediante contrato. Una parte de las ofrendas se distribuía en forma de prebendas para el personal sacerdotal y administrativo, cuyos miembros las vendían, obteniendo de este modo sustanciosos patrimonios alienables y transmisibles mediante herencia. Por último, en torno al templo y unidos a él mediante lazos más o menos laxos, gravitaban numerosos “oblatos” (shirku), personas de los dos sexos dedicadas a la divinidad, que pertenecían a todos los estratos sociales y ejercían profesiones que iban desde criado a gran mercaderes o funcionario.
El estatuto de oblato era hereditario y es probable que la mayor parte de ellos descendiesen de babilonios dedicados por sus padres o amigos en periodos de violencia o de hambres. Los asuntos del templo se hallaban gestionados por un triunvirato compuesto por un administrador (qipu), un tesorero, también responsable de las actividades comerciales (shatammu) y de un escriba del templo (tupshar biti). Además de sus actividades económicas estos tres personajes se sentaban en el tribunal de la ciudad junto a los notables y del representante del rey, lo que les confería una cierta autoridad en el nivel social.
A esta estructura administrativa de los templos, característica de Babilonia, se superponía en todo el imperio de los caldeos la del gobierno real. En muchos detalles este gobierno retomaría el sistema asirio, con sus juramentos de fidelidad (ade), sus gobernadores de provincias (bel pihati y shaknu), de sus reyes vasallos y sus ciudades francas. Nótese sin embargo que este los dignatarios de la corte se produce la desaparición del turtanu, y la sustitución del gran copero (rab shaqe) por el gran cocinero (rab nuhatimmu). Es muy significativo que la primacía de los templos se vea en el hecho de que las ciudades sean administradas también por los sumo-sacerdotes (shangu), asistidos por los qipu reales. No hay por otra parte una frontera muy clara entre la administración religiosa y la civil, y las mismas personas podrían ser miembros de una u otra.
El estado obtenía sus ingresos de los diezmos y las ofrendas regulares que recibía de los templos tras la evaluación fiscal de las cosechas, de los tributos de los soberanos vasallos y los impuestos y tasas que gravaban a la población. Pero comparados con los de los opulentos santuarios sus ingresos parecen modestos, si se tiene en cuenta que debe costear un ejército permanente y cubrir los gastos de una gran parte de las obras públicas. Bajo el reinado de Nabonides la necesidad de dinero se hizo tan apremiante que el rey se vería obligado a tomar medidas radicales. Este refuerzo del control real sobre los templos fue tanto más impopular cuanto que todo el personal, incluidos los artesanos, pertenecía a las grandes familias del país.
Fueron esos notables, esos mar bani (algo así como hijos bien nacidos), como se les llamaba, los que constituyeron el segundo de los elementos característicos de la sociedad babilonia de la época de los caldeos. Estaban agrupados en familias que reivindicaban un antepasado común, pero de hecho no se trataba más que de asociaciones socio-profesionales que admitían a individuos que no poseían lazo alguno de parentesco entre sí. Entre ellos había escribas, artesanos, funcionarios, administradores de los templos, arrendatarios generales, comerciantes y hombres de negocios. Lo único que tenían en común era el ser ricos y el tener prebendas, así como rentas de sus propios dominios o beneficios resultantes de sus actividades comerciales y financieras, y el que todos ellos querían enriquecerse todavía más. Se trata de los primeros capitalistas y sus operaciones y transacciones se verían facilitadas por la generalización del dinero en metálico que tuvo lugar en el siglo VI, cuando se convirtió en único patrón de intercambio, es decir por la introducción de la moneda propiamente dicha: trozos de metal cuyo peso y la ley estén garantizados por el sello real.
En la época neo-babilonia la mejor conocida de estas dinastías de capitalistas es la familia Egibi de Babilonia, que amasó una colosal fortuna con las transacciones inmobiliarias, el comercio de esclavos, los préstamos con usura y la fundación de sociedades comerciales agrícolas, y por último con la fundación de auténticos bancos de depósitos.
CREENCIAS Y VIDA RELIGIOSA
Una forma de vida religiosa peculiar que está presidida por una clase especial de sacerdotes es la adivinación. Entre los procedimientos adivinatorios tiene especial importancia el estudio del hígado de los animales. Se han encontrado hígados de arcilla minuciosamente divididos de las mismas partes; con estos modelos se confrontaban los hígados de los animales sacrificados y se deducían presagios.
Especial cuidado se ponía en la interpretación de los sueños, el vuelo de los pájaros, el comportamiento de los hombres y el de los animales. Si la luna tiene por la tarde un cierto aspecto, por ejemplo, lloverá al día siguiente, y otras adivinaciones semejantes.
El oráculo constituye un tipo especial de adivinación. Los soberanos, antes de emprender expediciones o batallas, consultaban a sus adivinos acerca de la voluntad de los dioses, y los adivinos, a través de sus presagios, les aconsejaban lo que habían de hacer. En la adivinación tuvo notable desarrollo el estudio de los astros. Sus movimientos, sus encuentros, sus colores, constituían elementos para pronosticar el porvenir. Por consiguiente se profundizó en la ciencia astronómica, que alcanzó el más alto nivel en los últimos años de Babilonia. Los babilonios tenían verdaderos observatorios sobre sus torres-templo, medían el curso de los astros con clepsidras, registraban cuidadosamente los movimientos del sol y de la luna, y estaban en condiciones de predecir los eclipses. Los nombres que ellos dieron a las constelaciones fueron conservados por los griegos, quienes nos los transmitieron a nosotros.
A su vez, la astronomía trae emparejado un amplio desarrollo de las matemáticas. Los babilonios conocían tanto el sistema decimal como el sexagesimal; podían realizar sumas, restas, multiplicaciones, divisiones, elevar a potencias, extraer raíces y efectuar ecuaciones complejas; en geometría sabían medir las áreas y los volúmenes.
De la vida religiosa cuidaba una compleja y organizada clase sacerdotal. Su jefe era el mismo rey, y de ella formaban parte varias categorías: ya hemos visto a los sacerdotes y adivinos, pero además estaban los purificadores, ungidores, cantores, plañideros, irédulas y prostitutas sagradas. Los sacerdotes vivían en habitaciones especiales anexas a los templos, cuidaban de su administración y se dedicaban a la enseñanza y a las ciencias. Puede decirse que la cultura estaba en sus manos, y esto ayuda a comprender su carácter profundamente teológico. La masa de la población no sabía leer ni escribir, quedando por consiguiente al margen de la actividad cultural.
Los principales actos de culto eran la alimentación de los dioses y la oración. El concepto antropomórfico de lo divino llevaba consigo la necesidad de proveer a la vida física de las divinidades, en todo semejante a la de los hombres, aunque en proporciones bastante mayores. Las estatuas de los dioses, guardadas en los templos, eran lujosamente vestidas; varias veces al día se ponía delante de ellos un altar provisto de manjares; éstos eran quemados en una pequeña proporción, mientras que la mayor parte eran consumidos por los sacerdotes. Entre los animales se ofrecían carneros, corderos, aves y como bebida vino, cerveza, leche miel y aceite.
En gran parte, los alimentos de los dioses procedían de las ofertas de los fieles, y parece que hubo sacerdotes deshonestos que sustituían animales gordos por otros flacos. Es cierto que los templos recibían gran cantidad de mercancías, cuya administración era muy vasta y compleja, como prueban las tablas encontradas.
La oración era el otro acto esencial del culto. Los textos nos describen sus fases: el orante se arrodilla, se postra, coge la orla del vestido divino, abraza los pies de la estatua, levanta las manos hacia ésta, abre las palmas... El contenido de la oración es la exaltación del poder del dios, la petición de prosperidad y con más frecuencia la de la liberación de la desgracia. Es cierto que muchas plegarias son en realidad formularios que se pueden repetir en circunstancias diversas e incluso para diversas divinidades. La celebración del culto se organiza sobre la base de un complejo calendario sagrado. El año está dividido en doce meses lunares, de veintinueve o treinta días cada uno, más un decimotercio añadido periódicamente para completar el curso del sol. Cada día del año está consagrado a un dios, que puede ser fausto o nefasto, y requerir ritos particulares. También ocurren las grandes solemnidades, las de los dioses, locales y de las estaciones celebrándose en primavera el retorno de la vegetación. Los dos tipos de solemnidad se conjugan en la que en Babilonia es la más famosa entre todas, el día de Año Nuevo.
Esta fiesta era el resultado de la confluencia de dos corrientes de pensamiento religioso: un culto a la fertilidad y un culto cosmológico. En Babilonia esta fiesta comenzaba el primer día de nisannu y duraba once o doce días. El segundo día el sumo sacerdote (sheshgallu) se levantaba dos horas antes del alba, se lavaba con agua del Eúfrates, levantaba el velo que cubría la estatua de Marduk y recitaba una plegaria secreta, pidiendo al dios que concediese sus favores a Babilonia y a sus habitantes. Luego recibía a los sacerdotes entrantes, los erib biti, al igual que los encantadores (kalu) y a los cantores que ejecutan sus ritos ante Bel (Marduk) y Beltia (Sarpanitum) del modo tradicional.
El tercer día comenzaba igual que el segundo, pero tres horas después de la salida del sol. A la mañana del cuarto día el shesgallu ofrecía en primer lugar una plegaria a Marduk y otra a su paredro, luego volvía al patio y mirando hacia el norte bendecía al Esagil antes de permitir la entrada a los demás sacerdotes. Al atardecer, tras la segunda comida de finales de mediodía recitaba ante Marduk enuma elish, la Epopeya de la creación completa. Tras las plegarias y los encantamientos rituales de la mañana una parte del quinto día iba a ser consagrada a la purificación del templo por un sacerdote especializado, el mashmashu. Esa misma tarde el rey volvía al Esagil y se lavaba las manos, pero no entraba en el interior del santuario. Entregaba al sumo sacerdote las insignias de la realeza que eran colocadas inmediatamente en la cella de Marduk.
El día noveno el rey entraba en la cella de Marduk, le daba la mano y lo instalaba, junto con los demás dioses en una capilla especial llamada ubshukinna. Se formaba entonces un gran cortejo, guiado por el rey, con las estatuas de todos los dioses y diosas, con Marduk a la cabeza en su carro radiante de oro y piedras preciosas. Recorría la Vía procesional ante un pueblo lleno de alegría, respeto y admiración, salía de la ciudad por la puerta de Istar y llegaba a la ribera del Éufrates, y tras un corto viaje por el río llegaba al bit akiti, templo lleno de plantas y flores situado en medio de un gran parque. Después de haber pasado dos días en el bit akiti los dioses volvían al Esagil el día once del nissannu y se reunían de nuevo para decretar los destinos del país.
La jornada terminaba con un gran banquete acompañado de música, cantos y plegarias. El doceavo día todos los dioses que habían llegado a Babilonia se volvían a sus ciudades respectivas, los sacerdotes a sus templos y el rey a su palacio. El gran festival del Año Nuevo había terminado, el futuro estaba garantizado.
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