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Arquitectura y Ciudad, siglos XVI y XVII

2006, … : Boletín de la …

Recién concluido el proyecto Complutense PR/ 05-13390, cuyo objetivo era el análisis y estudio de las fuentes literarias que hoy

Arquitectura y Ciudad, siglos XVI y XVII. Diego Suárez Quevedo Arquitectura y Ciudad, siglos XVI y XVII Diego Suárez Quevedo ( Director) Félix Díaz Moreno Concepción Lopezosa Aparicio José María Riello Velasco Facultad de Geografía e Historia U.C.M. Recién concluido el proyecto Complutense PR/ 05-13390, cuyo objetivo era el análisis y estudio de las fuentes literarias que hoy atesora la Biblioteca Histórica de la Universidad Complutense de Madrid, en relación con el binomio arquitectura y/o ciudad durante las centurias enunciadas y, en nuestro caso teniendo muy en cuenta, si tal dualidad se presentaba, la simbiosis texto-imagen, acometimos la tarea que ya intuíamos ingente para el año de duración previsto en la convocatoria y, verdaderamente, la cuestión se reveló absolutamente inabarcable, optando entonces -el equipo de investigación- por ceñirnos a los antiguos ficheros de Filología; aún así, los resultados, sin falsas modestias, podemos calificarlos de espléndidos. Desde luego, y a pesar de la citada restricción, en cantidad, sí, pero sobre todo en calidad, como, de algún modo, trataremos de evidenciar en las líneas siguientes de esta suerte de resumen que aquí nos ocupa. Decidimos repartirnos, siempre con flexibilidad y adaptación, los trabajos del modo siguiente: bajo responsabilidad de la profesora Concepción Lopezosa Aparicio quedó el estudio, análisis e impacto respecto a la ciudad de todo tipo de eventos celebrativos, realidad consustancial a lo que fue la Edad Moderna y la subsiguiente publicación de la oportuna Relación; el amplio, y realmente farragoso tema, sobre todo en ciencias afines y de apoyo, pero que como reto era fundamental encarar, de la arquitectura militar y de todas sus derivaciones teórico-prácticas, quedó a cargo del profesor Félix Díaz Moreno; el licenciado con grado y becario FPU José María Riello Velasco quedaba designado para atender al fundamental apartado de la siempre eterna Roma y su presencia e intento de ser tomada como paradigma, ahora también aunando claves cristianas, a partir de una nueva eclosión de las Mirabilia Urbis Romae, en los Pecia Complutense. 2006. Año 3. Num. 5. pp. 41-54 41 Arquitectura y Ciudad, siglos XVI y XVII. Diego Suárez Quevedo siglos XVI y XVII potenciadas e instrumentalizadas por la Contrarreforma; finalmente, yo mismo, Diego Suárez Quevedo, tomé como objetivos los tratados de arquitectura y biografías de arquitectos de las centurias señaladas. Cada uno de los miembros, bajo un epígrafe específico de su cometido, realizará un resumen, aproximación o balance de resultados en relación con el respectivo trabajo en el proyecto. Sobre el De re aedificatoria albertiano [BH FLL 10833]. Su singularidad e importancia. El tratado de arquitectura pionero de la Edad Moderna escrito por Leon Battista Alberti (Génova: 1404-Roma: 1472) entre 1443 y 1452, tuvo una cierta circulación e incidencia aún manuscrito, constándonos la existencia de varios códices quattrocentistas, de los cuales se conservan algunos hoy día y, en Historia del Arte el tratado es mayoritariamente conocidos por su título latino, bien manuscrito, bien impreso. Una suerte de panorámica histórica, durante los siglos XV y XVI, de Alberti y sus escritos de arquitectura, ésta preferentemente en función de la civitas en su teoría y pensamiento, podría plantearse siguiendo las pautas siguientes: en latín y c. 1450-1455, Alberti había escrito lo que hoy consideraríamos unas notas, De punctis et lineis apud pictores, cuya consideración sería de reflexiones a medio camino entre propuestas perspectívicas y arquitectura para composiciones figurativas, y, que sepamos, sólo alcanzaron las prensas muy a fines del siglo XIX [en Opera inedita et pauca separatim impressa, a cura di Girolamo Mancini. Florentiae, J. C. Sansoni, 1890]. La editio princeps del De re aedificatoria, sin duda su tratado de más empeño dentro de los de contenido artístico, fue una promoción de Lorenzo el Magnifico de' Medici, supervisada por Agnolo Poliziano e impresa en Florencia en 1485 por Nicola Alammano: Leonis Baptistae Alberti florentini viri clarissimi de Re aedificatoria libri X..., obviamente en latín. Concretiza aquí Alberti, y finalmente la imprenta “atrapa”, un consumado elogio del arquitecto que explicita sus ideas, los contenidos de su intelecto, mediante el diseño Pecia Complutense. 2006. Año 3. Num. 5. pp. 41-54 42 Arquitectura y Ciudad, siglos XVI y XVII. Diego Suárez Quevedo gráfico, en una propuesta en diez libros, siguiendo la estructura del texto de Vitruvio, en ocasiones con planteamientos abiertamente críticos respecto a éste. Portada de la obra de Leon Battista Alberti, en su edición de 1546. Los contenidos básicos son los siguientes: los tres primeros libros están dedicados a las fases proyectual y ejecutiva; en los libros cuarto y quinto se examinan, en el contexto de la ciudad edificios singulares y sus destinos; los libros sexto, séptimo, octavo y noveno, tratan del aparato ornamental de los edificios según su tipología y rango, comenzando por los templos y terminando por las construcciones privadas, el problema de los órdenes arquitectónicos y el papel del arquitecto; finalmente el libro décimo se ocupa de la restauración de los inmuebles y de hidráulica. Con las premisas Pecia Complutense. 2006. Año 3. Num. 5. pp. 41-54 43 Arquitectura y Ciudad, siglos XVI y XVII. Diego Suárez Quevedo de firmitas, utilitas y venustas, que resumen los principios vitruvianos que informan a la bella arquitectura, o sea la que conlleva el orden, la disposición, la simetría, la euritmia, el decoro y la distribución, preconiza Alberti la consecución de la concinnitas o armonía en total sintonía con el orden natural, primordialmente mediante el uso de proporciones musicales, como la más perfecta de las referencias a la ordenación cósmica, para mensurar y estructurar el edificio, que siempre debe ser acorde al respectivo contexto socio-cultural y según los roles sociales de comitentes y construcciones, tanto respecto a una adecuada, deseable y saludable inclusión en el tejido cívico como, en su caso -villas suburbanas y rústicas- al entorno campestre; todo, en suma, como un íntimo y feliz maridaje entre arquitectura y cultura. Siguen dos ediciones en latín de París, 1512, y otra también latina en “Argentorati”, es decir Estrasburgo, de 1541, y ya la de 1546, que es la que aquí nos va a interesar. Luego tenemos la edición torrentina, Florencia, 1550, en italiano, con traducción y edición de Cosimo Bartoli, que será reeditada en 1565, literalmente en Florencia pero también en Venecia por Francesco Franceschi. Por su parte, en París, 1553, se imprime la traducción francesa de Jean Martin L’architecture et l’art de bien bastir du seigneur Leon Baptite Alberti... divsée en dix livres. Sobre la edición de Florencia, 1550, se ha efectuado la publicación de Akal, “Fuentes de Arte”, 10, Madrid, 1991: Leon Battista Alberti: De Re Aedificatoria, prólogo de Javier Rivera y traducción al español de Javier Fresnillo Núñez, manual de constante uso desde entonces y, por todos conceptos, excelente a nuestro juicio; curiosamente, incluye como ilustración la censura, a que nos referiremos, en su p. 49, cuyo pie reza: “Censura de 1585 (sobre los altares)”. Como constatando lo dicho sobre la calidad de los fondos de nuestra biblioteca histórica, reseñamos los datos de que disponemos sobre el ejemplar BH FLL 10833, impreso en Venecia en 1546 y usualmente conocida como ed. del Lauro, por el apellido del editor, y con dedicatoria al conde Bonifacio Bevilacqua, que no es el conocido cardenal homónimo (Ferrara: 1570- Roma: 1627), aunque sí de esta ilustre familia: -Portada: “I DIECI LIBRI/ DE L’ARCHITETTVRA/ DE LEON BATTISTA DE GLI (sic)/ ALBERTI FIORENTINO,/ Huomo in ogni Pecia Complutense. 2006. Año 3. Num. 5. pp. 41-54 44 Arquitectura y Ciudad, siglos XVI y XVII. Diego Suárez Quevedo altra dottrina eccellente, ma in/ questa singolare; da la cui prefatione breue/ mente si comprende/ La commodità, la necessità, e la dignità/ di tale opera, e parimente, de la/ quale è stato mosso à scriuerla./ Con gratia, & priuilegio de lo Illustris. Senato/ Vinitiano per anni dieci./ IN VINEGIA,/ APPRESSO VINCENZO VAVGRES./ M D XLVI.”. -Medidas: alto: 16 cm.; ancho: 10,5 cm. -Manuscrito: “delalibra .(sic) del Collº. Jmperial dela (sic) Compª. de Jhs. de Md./ 4 Rs.”. -En el canto del libro, parte inferior, impreso: “ARCHI= DI –LEON – B”. -Tras la portada página en blanco, en la que aparece manuscrito: “Por commission de los Señores Jnquisidores de Toledo he visto y expurgado este libro conforme al expurgatorio de 1612-“; y rubricado por Francisco de ¿Vinara?: “ffranco de ?”. -Última página en blanco, con emblema del impresor o marca tipográfica: dos manos que cogen una cruz commisa en la que se enrosca una serpiente; y manuscrito: “esta Corregido por mandado [mdo] del Santo [Sto.] officio de Toledo fray thomas gonçalez”; se trata, en concreto, del fol. 248 vuelto. -Seis páginas de dedicatoria: “ALLO (sic) ILLVST. ET/ GENEROSO SIGNORE, IL SI-/ GNOR CONTE BONIFATIO BE=/ uilacqua, Pietro Lauro Modenese”. -Catorce páginas de índice: “TAVOLA DE I LIBRI/ ET CAPITOLI DE L’ARCHI=/ TETTVRA DI LEON/ Battista degli Alberti Fiorentino.”; siguen dos páginas en blanco. -Luego ocho páginas, en realidad cuatro folios pues desde aquí se va a foliar el libro, con: “PREFATIONE DI/ LEON BATTISTA DE GLI (sic) AL=/ BERTI FIORENTINO/ ne i dieci libri de la sua Architettura”. -Y ya el tratado propiamente dicho, foliado siguiendo la numeración de la Prefatione; es decir, fols. 5 hasta el 248. -Presenta varios subrayados, demostraciones geométricas y anotaciones manuscritas- en los márgenes; así: dibujos y anotaciones (fol. 15 recto); figuras y números (fol. 49 recto); notas (fol. 49 vuelto); dibujos de paramentos y opus romanos con anotaciones (fols. 54 vuelto y 55 recto); arcos y triángulos (fol. 64 recto); arcos y bóvedas (fol. 65 recto); Pecia Complutense. 2006. Año 3. Num. 5. pp. 41-54 45 Arquitectura y Ciudad, siglos XVI y XVII. Diego Suárez Quevedo explicaciones en español al texto (fol. 68 recto); puntualizaciones al margen según Vitruvio (fol. 69 recto); dibujos: pieza y elementos de máquinas de hierro (fol. 129 vuelto), anotaciones (fols. 141 recto y 143 recto); dibujos geométricos demostrativos (fol. 144 recto); dibujo de voluta al borde del entablamento (fol. 151 recto); anotaciones (fols. 189 vuelto y 190 recto; aclaraciones en español al texto [“hormigas/ chinches”] (fol. 244 recto). -Censura en capítulo 13 del Libro VII, fols. 161 vuelto y 162 recto, al tratar: “De l’altare, de la communione, de le luci, & de i candelieri”; treinta y un renglones en total. Ciudad y Fiesta La Edad Moderna supuso un período de notable importancia para el proceso de conformación urbanística de la mayor parte de las ciudades europeas. Sobre los centros históricos consolidados, salvo excepciones, en base a procesos ajenos a planificaciones calculadas, se activaron proyectos de expansión para definir los nuevos ejes viarios, especialmente destacados según los intereses, que se convirtieron en las principales directrices de las ampliaciones futuras. Las urbes comenzaron a ofrecer, a partir de la activación de estos programas, una imagen claramente diferente a la presentada hasta entonces, como consecuencia de las rectificaciones, alineaciones, homogeneización de fachadas, en definitiva como materialización de los planes de “ornato y policia” tal como entonces se entendía, para lograr una fisonomía arquitectónica y urbanística más acorde a los conceptos de racionalidad y regularidad sobre los que se fundamentó la nueva idea de realidad urbana, orientada tanto a mejorar las condiciones de habitabilidad de las ciudades como de privilegiar y ensalzar aquellos enclaves, calles y realidades arquitectónicas, ligados a los poderes políticos y religiosos sobre los que se cimentó la Edad Moderna. Uno de los instrumentos más eficaces para la exaltación y consolidación de estos poderes fue la Fiesta, solemne y grandioso espectáculo al servicio de las autoridades como demostración de dominio y prestancia. La Fiesta, laica o religiosa, privada o pública, se convirtió en un acto común y habitual en el mundo Moderno. Cualquier hecho era digno de ser festejado. Entradas reales organizadas con ocasión de matrimonios de príncipes, bautizos o nacimientos de las personas reales, visitas de Pecia Complutense. 2006. Año 3. Num. 5. pp. 41-54 46 Arquitectura y Ciudad, siglos XVI y XVII. Diego Suárez Quevedo personajes ilustres, exequias o conmemoraciones religiosas tales como beatificaciones o canonizaciones fueron los principales motivos que justificaron la celebración de los eventos que definieron el calendario festivo. Las más significativas, sin duda, fueron las fiestas públicas, laicas o religiosas, que requerían la intervención de los ciudadanos como espectadores de los actos y comitivas que tenían lugar en la ciudad convertida en escenario para la representación de los acontecimientos festivos. Como recurso de persuasión y reafirmación de poderes, cada festejo fue cuidadosamente planificado muchos meses antes de la celebración. Desde la elección de los artistas más significativos de cada momento, arquitectos, pintores y escultores que participaron directamente -y con un comportamiento de mayor libertad que el que la mayor parte de ellos manifestaron al concebir obras de carácter permanente- , en la elaboración de las fábricas efímeras, parnasos, fuentes y arcos de triunfo entre las más habituales, que durante escasos días contribuían a magnificar unas ciudades carentes en muchos casos de arquitecturas monumentales e hitos visualmente significativos, hasta la elaboración de los complejísimos programas de exaltación de las virtudes y excelencias de los agasajados, todo respondía a un completo programa de planificación. No obstante a pesar de su carácter efímero, mantenido únicamente en la retina y sentimientos de quienes asistieron a tan magnos espectáculos, estos fastos lograron perpetuarse en la imagen de la ciudad a partir de las mejoras urbanoarquitectónicas que muchos de ellos conllevaron y fundamentalmente a partir del minucioso relato que de cada uno se elaboró tal como atestigua la cuantiosa literatura artística que estos eventos generaron. Las crónicas, relaciones y descripciones pormenorizadas surgidas de cada una de las fiestas fueron principalmente concebidas como recursos propagandísticos de cara a otras cortes y estados que sin duda tratarían al menos de emular unos eventos cuyo esplendor resultó casi imposible superar en los sucesivos. Son numerosos, en este sentido, los relatos de tal naturaleza que integran los fondos de Filología de la Biblioteca Histórica de la Universidad Complutense de Madrid, un riquísimo filón que nos ha permitido insistir, tras la localización de más de un centenar de títulos, en la importancia que la Fiesta tuvo a nivel urbanístico ahondando en su relevancia como elemento clave en el proceso de definición urbana de muchas ciudades europeas durante Pecia Complutense. 2006. Año 3. Num. 5. pp. 41-54 47 Arquitectura y Ciudad, siglos XVI y XVII. Diego Suárez Quevedo la Edad Moderna, cuyas tramas se vieron fuertemente subordinadas a los escenarios que definieron los recorridos festivos. Al tiempo la lectura detenida de cada uno de los ejemplares permite en muchos casos reconstruir pormenorizadamente las celebraciones, los actos ocurridos en cada uno de los escenarios, tanto exteriores como interiores, elegidos en cada momento, los programas de exaltación o la disposición de los espectadores y por ende valorar las cuestiones protocolarias de la época . Ahora bien de entre todos los aspectos que tales relaciones permiten analizar sin duda destacan por atractivo y belleza aquellos testimonios visuales que muchos de ellos esconden entre sus páginas. Magníficos grabados de monarcas o personajes destacados al inicio o final de los capítulos, elaborados jeroglíficos insertos en el texto o imágenes de las espectaculares fábricas que como arcos de triunfo o túmulos que concienzudamente elaboradas para magnificar las celebraciones y abocadas a la destrucción ya que tan sólo unos días después de las celebraciones eran desmanteladas y tan sólo en algunos casos aprovechados sus materiales, se nos presentan como el testimonio más evidente de la colosal naturaleza de estos espectáculos. El Arte Militar Plantear los métodos de guerra para conservar la paz, se convirtió a lo largo de la Edad Moderna en una de las ironías más ampliamente fundamentadas. Con el estudio de las batallas, ya fueran antiguas (cargadas de valor y simbolismo) o modernas (donde se recogían los nuevos planteamientos), se pretendía en base a la experiencia de los grandes generales de la Historia participar de su sabiduría y a su vez adquirir los planteamientos necesarios para obtener el éxito ante el enemigo. No existió país europeo, que tomando como pretexto y precepto estas ideas, no se decantara por divulgar, por medio de la imprenta, aquellos aspectos más significativos del arte de la defensa y el ataque. La localización de gran parte de estos tratados en los anaqueles de todo tipo de “librerías” del momento, ya fueran particulares o de instituciones, se explica por entenderse como materia beneficiosa tanto para la exaltación patriótica encabezada por sus nobles y máximos mandatarios, como para la propia instrucción de las capas Pecia Complutense. 2006. Año 3. Num. 5. pp. 41-54 48 Arquitectura y Ciudad, siglos XVI y XVII. Diego Suárez Quevedo privilegiadas. De especial interés será la absorción de estos estudios como material provechoso para la educación de príncipes, entendiéndose la guerra, sus componentes, organización y estrategias como un excelente adiestramiento y aprendizaje de las cualidades de sus futuros mandatarios. La guerra durante la época moderna experimentó una serie de innovaciones y modificaciones que motivaron que algunos de sus presupuestos básicos y tradicionales tuvieran que ser revisados por haberse quedado obsoletos, perdiendo por tanto la funcionalidad para la que fueron ideados. Los nuevos logros, o bien sus planteamientos previos, tenían que ser divulgados para que su utilidad tuviera efectos inmediatos sobre el ataque y la protección de los territorios, pero la intencionalidad de esta propuesta conllevaba una nueva disyuntiva, pues el conocimiento público de lo que se entendía como “secretos de estado” restaba éxito a las soluciones propugnadas, de ahí que en muchos casos quedaran silenciadas o seccionadas en sus reflexiones más avanzadas. Ello ocasionó, entre otros muchos condicionantes, que se optara por acaparar los tratados escritos en otras lenguas, básicamente las ediciones italianas en donde se unía una rica tradición y los avances más considerables en varios campos de la milicia. Destacamos entre los clásicos una reedición del siglo XVII del insigne Vegecio (BH FLL 31822) o la incuestionable y continuamente referenciada de De’ Zanchi [Venecia, 1554] (BH FLL 9733) Los conceptos de ataque y defensa fueron transformándose paulatinamente desde las percepciones medievales hasta los nuevos usos modernos, momento este último en donde la generalización de armamento de fuego originó a su vez la reorganización de las defensas, con planteamientos de fortificaciones más sólidas tendentes no sólo a resistir el embate de los fuertes impactos balísticos, sino también a habilitar espacios que albergaran las nuevas y numerosas piezas de artillería. Artillería que se convertirá en argumento primordial en los diseños y proyectos tanto de los propios instrumentos de guerra como de las zonas defensivas, en donde las soluciones abaluartadas irán tomando cuerpo, convirtiéndose a lo largo de la Edad Moderna en estructuras de complejo desarrollo. A las zonas de control del enemigo se le unían las de ataque y contraataque planificadas con antelación para contrarrestar las cambiantes fases de las batallas. De este conjunto de medidas y proyectos surgirá un nuevo vocabulario técnico o bien una reinterpretación del antiguo; palabras como baluarte, cortina, glacis, Pecia Complutense. 2006. Año 3. Num. 5. pp. 41-54 49 Arquitectura y Ciudad, siglos XVI y XVII. Diego Suárez Quevedo contraescarpa, hornabeque, etc. serán normalmente utilizadas. Su uso continuo no conllevaba sin embargo el conocimiento exhaustivo de las mismas, razón por la cual algunos tratadistas tuvieron que incluir en sus escritos, largas y sesudas explicaciones al respecto acompañadas por láminas o grabados ilustrativos. La nueva definición de la guerra motivará por tanto importantes cambios en la manera de entenderse, pero también de plantearse y donde los estudios científicos previos serán de obligado desempeño. Su análisis ya se encontraba firmemente estructurado desde el siglo XV en donde convergieron el interés por la obra de Euclides, padre de las Matemáticas, conjuntamente con las aportaciones medievales. La utilización de piezas de artillería y la efectividad en el lanzamiento de sus proyectiles determinó a su vez la profundización y asimilación de complejas fórmulas en donde los ángulos de tiro y las trayectorias eran determinantes; así por ejemplo Biringucio en su Della Pirotechnia (Venecia, 1540) trató por vez primera los grados de inclinación y efectos de los proyectiles o Nicoló Tartaglia quien al unir las matemáticas y el tiro desarrolló uno de los más completos estudios sobre balística, no exento de detractores caso del español Luis Collado. De Tartaglia por ejemplo, la Biblioteca atesora varios ejemplares de gran valor, así la Nova Scientia publicada en Venecia en 1558 (BH FLL 37417 y 20598) o las impresas en la misma ciudad en 1554 Quesiti e inventioni... (BH FLL 20598 y 37417). En nuestro país a lo largo del siglo XVI, sobre todo bajo Felipe II, se intentó materializar un proyecto de formación por el que un grupo de técnicos con conocimientos teórico-prácticos se ocuparan de resolver los innumerables problemas surgidos de las nuevas necesidades que se producían, tanto por la defensa y mantenimiento de la posición hegemónica en Europa como por el de las colonias de ultramar, lo que obligó a la instrucción de personal cualificado en diferentes campos: naútica (construcción de navíos, instrumentos de navegación, cartas, etc.), destacamos aquí la obra de Andrés de Céspedes, Regimiento de navegación -Madrid, 1606- (BH FOA 2694), ingeniería civil, ingeniería militar, artillería (fabricación de cañones, balística, preparación de pólvora, ...), etc. Todos los anhelos del monarca, a este respecto, quedaron finalmente solventados tras la instauración en 1582 de la Academia de Matemáticas de Madrid en donde durante un breve periodo de tiempo se logró conjugar, en parte, los conocimientos teórico-prácticos de muchos y variados maestros, Pecia Complutense. 2006. Año 3. Num. 5. pp. 41-54 50 Arquitectura y Ciudad, siglos XVI y XVII. Diego Suárez Quevedo teniendo siempre como referente fundamental el estudio de las Matemáticas y sus diferentes ramas, como aglutinadora de los diversos saberes. En fin, una pléyade de textos en donde se diserta sobre la guerra en su más amplia acepción y que en el fondo se habían convertido en un arma mucho más poderosa que los propios cañones al transformarse en vehículos de conocimientos e ideas que se extendieron como la propia pólvora. Mirabilia Urbis Romae y Arqueología Romana Buena parte de los fondos de la Biblioteca Histórica de la Universidad Complutense proceden de instituciones eclesiásticas del antiguo Madrid, como la primera biblioteca del Noviciado, el Oratorio de San Felipe Neri o los Reales Estudios de San Isidro. Es ésta, sin duda, una de las causas fundamentales de la riqueza, no sólo cuantitativa sino también cualitativa, de las obras referentes a Roma en posesión de la citada biblioteca. Desde la instalación definitiva del papado en Roma, en 1420, tras la prolongada estancia en Avignon, los libros que, del más diverso calado, tenían como objeto la Ciudad Eterna se multiplicaron por doquier, no sólo para exaltar la riqueza cultural, material e histórica romanas, sino también y sobre todo para cumplir, como instrumento de primer orden, con un proceso de apropiación simbólica del antiguo legado romano en general e imperial en particular, por parte del nuevo poder pontificio. Las Mirabilia Urbis Romae, cuyos orígenes conocidos radican en el siglo IX – aunque, seguramente, guías de la ciudad existieron siempre-, tomaron nuevo impulso a comienzos del siglo XVI gracias sobre todo a la creación de esa nueva máquina propagandística que fue la imprenta para unos y otros bandos, católicos y protestantes, a partir del colérico ataque de Martin Lutero con las tesis de Wittenberg de 1517 que desembocarían, años después, con la escisión irrevocable de la Iglesia. De pequeño tamaño, manejables y susceptibles de ser llevadas de allá para acá y también económicas, las Mirabilia difundieron por los ámbitos de la cristiandad unos dogmas que venían a subrayar los primitivos lazos ecuménicos; en este sentido, guiaban al peregrino por los lugares simbólicos y sagrados que constituían, y aún hoy constituyen, el maridaje material del cristianismo, por aquel entonces atacado en muchos de sus flancos por las huestes luteranas: personas sagradas como la Virgen y los santos, y conceptos como la autoridad papal y la centralidad romana eran furibundamente Pecia Complutense. 2006. Año 3. Num. 5. pp. 41-54 51 Arquitectura y Ciudad, siglos XVI y XVII. Diego Suárez Quevedo agredidos por la facción protestante, y las Mirabilia conformaron la perfecta avanzadilla contraluterana. Además, Roma no sólo era sede del papado, sino antes bien lugar de martirio y de reliquias; por ejemplo, el pontífice Pío V respondía a los peregrinos que le pedían reliquias: “Recoged un poco de tierra, todo el suelo de Roma está enrojecido por la sangre de los mártires”, y esto en el especialísimo ambiente de la incipiente Contrarreforma. Por tanto, era absolutamente perentorio guiar la mirada y los pasos del peregrino por la ciudad, a la búsqueda de los lugares santos y de las reliquias allí custodiadas pues, al fin y al cabo, éstas eran los cimientos sobre los que se sustentaba la comunidad cristiana, el acervo común depositado en la fe en unos huesos santos. En cierto sentido, las Mirabilia reformaban desde dentro, antes incluso de que se pusiera en marcha la arrolladora máquina de la Contrarreforma católica. La Biblioteca Histórica atesora en sus fondos buen número de estas Mirabilia, de las que destacan el ejemplar del español Francisco de Cabrera Morales (BH FLL 3861), la de Pedro Mártir Felini (BH FLL 16212) o la del importante impresor Guglielmo Facciotti, que añade al final el opúsculo del arquitecto vicentino Andrea Palladio L’Antichità di Roma (BH FLL 3412) pues no sobra señalar que dichas Mirabilia no olvidaron nunca el glorioso pasado romano, sino que hicieron de la nueva Roma papal la legítima heredera del antiguo imperio, y no sólo desde un punto de vista simbólico. Roma había sido Caput Mundi, y ahora a ello se añadía su nueva condición de Caput Ecclesiae; las ruinas del antiguo esplendor avisaban tanto de la vanidad de las glorias terrenales como de la grandeza imperial de la que era heredera la Roma cristiana en perfecta e insoslayable continuidad. La Roma cristiana y, después, la Roma católica, eran las legítimas herederas del imperio universal. Por ello, a la par que esa oficial vía que supusieron las Mirabilia Urbis Romae, y aunque no sea baladí apuntar que muchas de esas empresas se llevaron a cabo bajo auspicios de la autoridad papal, se desarrolló un camino alternativo al amparo del nuevo humanismo imperante que propugnó los estudios científicos o pre-arqueológicos, materializados en diversos tratados fundamentalmente italianos, de los que la Biblioteca custodia algunos importantes ejemplos. Para los arquitectos del Renacimiento, la creación de la nueva arquitectura pasaba por un conocimiento apurado de las leyes que habían regido los edificios antiguos cuyos vetustos restos se alzaban magníficos sobre el perfil romano y, de la misma manera que sus colegas filólogos, se pusieron a la búsqueda incesante del secreto de la arquitectura antigua, modelo y acicate para las Pecia Complutense. 2006. Año 3. Num. 5. pp. 41-54 52 Arquitectura y Ciudad, siglos XVI y XVII. Diego Suárez Quevedo modernas construcciones. La Roma antigua debía renacer, salir a la luz, y para ello era estrictamente necesario que comenzara a reconocerse. Fue ejemplar, bajo esta perspectiva, la obra de Flavio Biondo, que inauguró un moderno método arqueológico combinando los datos epigráficos y numismáticos, el estudio pormenorizado de las fuentes literarias antiguas y el cotejo de esa recopilación con los restos conservados, análisis que dieron a conocer sus hijos con carácter póstumo en Romae Instauratae y Romae Triumphantis, de los que la biblioteca complutense guarda un valioso ejemplar (BH FLL 28855). Herederos de Biondo fueron los que siguieron excavando y midiendo el suelo romano, ávidos buscadores del tesoro antiguo que dieron a conocer los resultados de sus desvelos en publicaciones que se sucedieron en el tiempo; es el caso de Delle antichità della città di Roma, de Lucio Fauno, que había traducido al vulgar la obra de Biondo (BH FLL 34362 y BH FLL 34366); la Roma Antiquitates Urbis de Andrea Fulvio, personaje cercano al taller de Rafael (BH FLL 10071 y 33038) y heredero del inacabado proyecto que el de Urbino había comenzado bajo órdenes de León X y que incluía la elaboración de una planta topográfica de la antigua Roma; L’Antiquità di Roma de Luigi Contarino (BH FLL 32760); o la Roma Svbterranea de Antonio Bosio, infolio publicado en 1632 que sacó a la luz las primitivas catacumbas cristianas que eran, en fechas cruciales para la religión católica, “arsenales donde conseguir las armas para combatir contra los herejes y los iconoclastas”, como apuntaba el propio autor en el prefacio a su monumental obra (BH FLL 12391, BH FLL 10535 y BH FLL 10536). Una de las características más fascinantes de la Ciudad Eterna es su facultad de metamorfosearse y ello, seguramente, por ser su suelo una amalgama de recuerdos y de historias, grandes y pequeñas, y su nombre una evocación continua de mitos y leyendas que son verdaderas en cuanto que configuran lo más duradero y crucial de nuestra tradición. Si, como ha ocurrido con otras cosas, Roma es quitada de en medio, reducida a una cita descontextualizada, a un prurito de erudición o a una marca de moda, a un reducto de espectáculo posmoderno o una parada más en el incesante viaje turista en que se han convertido nuestras vidas, podremos pasar con melancolía los folios de éstas y otras obras que por razones de espacio no han podido ser glosadas aquí, y rememorar con nostalgia un pasado conservado, por fortuna, en estas ruinas de papel. Pecia Complutense. 2006. Año 3. Num. 5. pp. 41-54 53 Arquitectura y Ciudad, siglos XVI y XVII. Diego Suárez Quevedo © Biblioteca Histórica "Marqués de Valdecilla" http://www.ucm.es/BUCM/foa C/ Noviciado, 3, 28015, Madrid +34.91.394.66.12 Pecia Complutense. 2006. Año 3. Num. 5. pp. 41-54 54