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Fernández-Badillo / Publicación semestral, Herreriana, Vol. 3, No. 1 (2021) 38-42
Resumen
Abstract
Una de las estrategias de manejo para mitigar el conflicto
humano-serpiente ha sido el uso de la translocación a
larga distancia. El presente documento relata una historia
relacionada con este conflicto y con el trabajo de translocación
que realizan los brigadistas comunitarios de las Áreas Naturales
Protegidas de Hidalgo, dedicados al rescate y conservación de
serpientes.
One of the management strategies used to mitigate the
human-snake conflict has been long distance translocation.
The present document tells a history related to this conflict
and to the translocation actions carried out by community
brigades dedicated to the rescue and conservation of snakes in
the Natural Protected Areas of Hidalgo .
Palabras clave: Translocación, conflicto, rescate, conservación.
Key words: Translocation, conflict, rescue, conservation.
Introducción
La translocación a larga distancia es una estrategia de manejo que ha sido empleada para mitigar el conflicto humano-serpiente, de
este modo los ejemplares nocivos son trasladados fuera de su ámbito hogareño, a zonas en las cuales no puedan entrar en conflicto
con los humanos (Nowak et al., 2002; Sullivan et al., 2014). Actualmente en la Reserva de la Biosfera Barranca de Metztitlán
(RBBM), al igual que en otras dos áreas naturales protegidas del estado de Hidalgo (Parque Nacional El Chico y Parque Nacional
Los Mármoles), se cuenta con brigadas comunitarias de rescate y conservación de serpientes, las cuales buscan protegerlas y evitar
los accidentes ofídicos, es decir, las mordeduras de serpientes venenosas. Para ello, las brigadas fueron capacitadas por miembros
del equipo de trabajo del Herpetario X-Plora Reptilia, con recursos del Programa de Conservación para el Desarrollo Sostenible
(PROCODES). La capacitación se centró en temas sobre el manejo seguro de serpientes, primeros auxilios en caso de mordedura,
rescate y translocación de serpientes, entre otros.
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Particularmente en la RBBM, el mayor conflicto ocurre con la
serpiente venenosa Crotalus atrox, la especie de serpiente de
cascabel más grande de México (Heimes, 2016) y protagonista
del evento. Se distribuye ampliamente y se puede encontrar en
zonas de cultivo y áreas urbanas, lo que representa un riesgo
para los pobladores.
El presente cuento está dedicado a todos los pobladores
miembros de las brigadas de estas áreas naturales protegidas,
quienes han decidido dedicar parte de su tiempo a la protección
y conservación de las serpientes.
Cuento
Otro día más en la vida de Don Panuncio, una vida como la de
cualquier otro, con cosas buenas y cosas malas, algunas muy
malas, por cierto, como aquella época de escasez de comida
cuando tuvo que andar mucho por el desierto para encontrarla
o cuando casi muere a causa de una herida que le marcó la
cara para siempre. Pero, a pesar de todo eso, Don Panuncio
fue creciendo y pudo convertirse en uno de los más respetados
de la región, y quizás de los más sabios de toda la Barranca de
Metztitlán. Don Panuncio era sin duda imponente, con cara
de pocos amigos, pero con una actitud pacífica y calmada. Los
jóvenes de su especie lo admiraban, a veces lo veían pasar cerca
de la Peña del Cuervo o lo encontraban tomando el sol a la
sombra del gran garambullo y susurraban, “mira, mira, ahí está
Don Panu”, “Hay que pasar rápido, no se vaya a enojar”, y no es
que él fuera enojón, pero su tamaño y esa cicatriz en la cabeza,
le daban un aspecto temerario.
Los días pasaban como siempre, pero algo en la mente de
Panuncio siempre daba vueltas, una idea que iba y venía como
la luna y la primavera, y aunque en ocasiones se desvanecía,
siempre regresaba. Era la loca idea de probar suerte en el
pueblo, ahí el agua era abundante por la cercanía del río, y la
comida ni se diga, era muy fácil conseguirla y había muchas
construcciones extrañas en donde poder refugiarse. Pero Don
Panuncio sabía que el pueblo era peligroso, muchos lo habían
intentado y nunca regresaron, otros habían corrido con suerte
por algún tiempo, pero tampoco volvieron. Y es que el pueblo
nunca sería lugar para una serpiente y mucho menos para
una como Don Panuncio, cuyo veneno y cascabel al final de
la cola aterraban a las personas. Poco importaba que a Don
Panuncio no le interesaran las personas y que en su naturaleza
no existiera el odio, ni las ganas de hacerle daño a alguien,
los pobladores siempre lo verían como un animal peligroso
y tratarían de matarlo si lo descubrían merodeando entre sus
tierras, mismas que por antigüedad y derecho pertenecían a
Don Panuncio, pues las serpientes aparecieron mucho tiempo
antes que los humanos.
Con todo y estos peligros, Don Panuncio decidió ir al
pueblo, era quizás la única aventura que le faltaba, y con su
metro setenta de longitud y su experiencia pensó que podría
tener suerte. Afinó su cascabel, mudó de piel para ir de gala
y reluciente, no quería que lo vieran todo shengo. Tomó el
camino viejo a Texcado y tardó varios días en llegar, pero
finalmente lo logró, exhausto, con sed y con mucha hambre,
El Tigre, Guillermo Sánchez, poblador de la Reserva de la Biosfera
Barranca de Metztitlán y miembro de la brigada comunitaria de
rescate y conservación de serpientes.
Fotografía: Leonardo Fernández-Badillo.
Don Panuncio en su refugio al ser descubierto por El Tigre,
Guillermo Sánchez. Fotografía: Leonardo Fernández-Badillo.
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Cuerpo completo de Don Panuncio, macho de la especie Crotalus atrox.
Fotografía: Leonardo Fernández-Badillo.
tuvo que descansar varios días bajo unas láminas que encontró.
Una vez recuperado, comenzó la búsqueda de alimento y
quedó maravillado, no podía creer la gran cantidad de ardillas
de tierra que había en ese lugar, de esas rechonchas, gordotas,
sabrosotas, que de tantas nueces que se comen ya ni pueden
moverse bien y pareciera que, en vez de correr, ruedan y se van
levantando la polvareda. El agua en abundancia y la sombra
de los nogales terminaron de enamorarlo, dio un suspiró largo
y exclamó: “con razón los humanos viven aquí, y yo que pensé
que estaban bien caguengues”.
Al principio Don Panuncio observaba a lo lejos a las personas y
procuraba no molestarlas, escogía sitios poco concurridos para
cazar y dormía donde no pudieran verlo, pero poco a poco fue
tomando confianza y cada vez se aventuraba más, hasta llegó a
pensar que quizás si alguna persona lo descubría, lo dejaría en
paz, un error que casi le costaría la vida…
Tanto va el cántaro al agua que acaba por romperse; Don
Panuncio tuvo un descuido y fue descubierto cerca de una
parcela. Se hizo un alboroto, las mujeres del pueblo comenzaron
a gritar y a correr, los hombres comenzaron a reunirse y a
buscar palos y piedras para matarlo. El enojo y la desesperación
se sentían en el aire, el terror de la gente se contagiaba y todos
estaban muy asustados. Don Panuncio se enroscó y pensó, no
quiero hacerlo, pero si alguien se acerca tendré que defenderme,
y se colocó en posición defensiva, como un boxeador, con
la guardia arriba y listo para la batalla. Sin embargo, nadie
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se acercaba, lo veían a lo lejos y solo decían, “¡hijo de todos
modos, está grandísimo!”, “mira, tiene cabeza como de gato”,
“es un rollote”. Su tamaño y esa cicatriz en la cabeza le daban
un aspecto terrorífico, nadie quería acercarse. Don Panuncio
no entendió por qué al final se alejaron, pero suspiró aliviado.
Después de varias horas, y pasado el susto, Don Panuncio
decidió alejarse un poco y lentamente se refugió bajo una roca,
no sabía si irse lo más lejos posible o si la gente ya había decidido
dejarlo en paz. Temprano por la mañana sintió que alguien se
acercaba y supo que habría problemas, los humanos habían
vuelto. Confiaba plenamente en su escondite, sería difícil que lo
vieran bajo la roca, pero sabía que, si lo descubrían, tendría que
luchar por su vida. De pronto vio acercarse a un hombre que
cargaba unas herramientas extrañas, era Guillermo Sánchez, le
apodaban El Tigre. El hombre venía muy cauteloso, no traía
piedras ni horquetas, y traía una especie de bastón que Don
Panuncio nunca había visto. También traía otra cosa rara,
como una cubeta para juntar la nuez, y unos como calcetines
gigantes que le llegaban hasta las rodillas. Don Panuncio estaba
bien camuflado, así que se mantuvo en silencio, si no sueno el
cascabel, quizás no me encuentre, pensó. Pero El Tigre, aunque
no siempre fue especialista en serpientes, se había convertido
en el mejor de toda la barranca.
Con cautela, llegó directamente hasta donde estaba Don
Panuncio, el resto de los pobladores permanecían en silencio
y expectantes. Don Panuncio estaba preparado para la batalla
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y listo para defenderse, no había comido y tenía veneno de
sobra. Pero pasó algo nunca antes visto, ni por Panuncio ni
por los pobladores. El Tigre, protegido con sus polainas, que
Don Panuncio confundió con calcetines, tomó su bastón
herpetológico y con mucha gentileza levantó a la serpiente,
procurando no hacerle daño y cuidando de que no se cayera, la
colocó dentro de la cubeta. Don Panuncio no entendía lo que
había pasado, pero estaba asustado, no sabía qué harían con
él, y no había podido defenderse, algo en la mirada de aquel
hombre le impidió morderlo y la forma en cómo lo levantó, le
inspiró confianza.
Los pobladores dando brincos, echando gritos y con gran
alboroto aplaudieron y felicitaron a El Tigre, esto era algo
que no se veía todos los días. Muchos no comprendieron lo
que pasó, así que le preguntaron por qué no había matado a
la terrible serpiente. El Tigre les contó que él se dedicaba a
rescatar serpientes, las sacaba de las casas o de los cultivos y las
llevaba nuevamente al monte, les explicó también que, aunque
son venenosas, si no se les molesta, ellas no nos harán daño,
además les contó que son muy importantes, pues se comen las
plagas de ardillas y otros animales que destruyen las cosechas
y pidió a los pobladores que si encontraban otra lo llamaran y
que no la mataran.
Al día siguiente El Tigre invitó a su hijo Memo Sánchez
Cabrera, a su nuera Jas, a unos amigos de su hijo y a la bióloga
Nallely Morales Capellán, y tomaron camino rumbo al monte,
hacia la Peña del Cuervo. Don Panuncio seguía asustado, nunca
había viajado en camioneta, el zangoloteo y la brincadera lo
asustaban mucho. El Tigre seleccionó un sitio, sacó gentilmente
a la serpiente del bote y la colocó en el suelo. Esta seguía
sorprendida y no sabía cómo actuar, su naturaleza le obligaba
a defenderse, pero algo le decía que no, que se contuviera. El
Tigre y sus acompañantes retrocedieron unos pasos, se tomaron
unos minutos para contemplar a Don Panuncio, sonrieron y se
alejaron. Nunca más volverían a encontrarse.
Don Panuncio nunca regresó al pueblo, pero de vez en cuando
se enteraba que a otra serpiente le había pasado lo mismo, y que
ya había más personas que se dedicaban a rescatarlas, igual que
El Tigre. Don Panuncio subió a la punta de la Peña del Cuervo,
contempló de lejos el pueblo y pensó en Don Guillermo, El
Tigre, un nombre que recordaría por el resto de su vida.
Guillermo Sánchez enseñándole manejo seguro de serpientes a
su nieto Kenet. Fotografía: Ana Dary Sánchez-Cabrera.
Guillermo Sánchez, con el equipo adecuado de protección y
manejo de serpientes. Gancho herpetológico y polainas o viboreras.
Fotografía: Leonardo Fernández-Badillo.
Agradecimientos
A Nalley Morales Capellán, por todo su apoyo y respaldo en
todos los aspectos de mi vida, a mi comité de tesis, Iriana Zuria,
Jesús Sigala Rodríguez, Gerardo Sánchez Rojas y Gamaliel
Castañeda Gaytán, quienes me han apoyado y respaldado
de forma excepcional. Al CONACyT por la beca no. 371195
otorgada para mi proyecto de doctorado. A Guillermo Sánchez,
El Tigre por enseñarme a caminar y conocer el monte, por
su insaciable curiosidad y su gran ejemplo, a toda la familia
Sánchez por creer y confiar que podíamos conservar a las
serpientes y hacerlo posible. A todos los pobladores que nos
han ayudado a rescatar serpientes y que han sido parte de este
proyecto, especialmente a Caín Montañez y su familia, a Don
Pablo Mérida y a Don Buyo de Rancho Alegre. A todos los
miembros de la brigada comunitaria de rescate de serpientes
de la Barranca de Metztitlán por su gran trabajo y compromiso
con la conservación. A Edgar Hugo Olvera Delgadillo, director
de la Reserva de la Biosfera Barranca de Metztitlán, así como a
Greisy Flores Sierra y Alberto Aspeitia personal de esta misma
ANP, por su apoyo y gestión para la conformación de la brigada.
A todos los voluntarios del herpetario que nos acompañaron
a monitorear a las serpientes y a los estudiantes de distintas
universidades que pudieron apreciar a estas formidables
serpientes. A Iriana Zuria Jordan, Consuelo Cuevas Cardona y
Amaya González Ruiz por los comentarios y sugerencias para
enriquecer este cuento.
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Fernández-Badillo / Publicación semestral, Herreriana, Vol. 3, No. 1 (2021) 38-42
Brigada de rescate y conservación de serpientes de la Reserva de la Biosfera Barranca de Metztitlán.
Fotografía: Leonardo Fernández-Badillo.
Brigada de rescate y conservación de serpientes de la Reserva del
Parque Nacional Los Mármoles. Fotografía: Sindy Ramírez-Ramírez.
Referencias
Heimes, P. 2016. Herpetofauna Mexicana Vol. 1. Snakes of Mexico.
Edition Chimaira, Framkfurt Am Main, Alemania.
Nowak, E. M., Hare, T y McNally, J. 2002. Management of “nuisance”
vipers: effects of translocation on Western Diamond-backed
Rattlesnakes (Crotalus atrox). En: Schuett, G. W., Höggren, M.,
Douglas, M. E. y Greene, H. W. (eds.). Biology of the Vipers. Eagle
Mountain Publishing, L.C., Utah, USA, pp. 533-560.
Sullivan, B. K., Nowak, E. M y Kwiatowski, M. A. 2014. Problems with
mitigation translocation of herpetofauna. Conservation Biology,
29: 12-18.
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Brigada de rescate y conservación de serpientes del Parque Nacional
El Chico. Fotografía: Leonardo Fernández-Badillo.