Espacio, Tiempo y Forma, Serie V, i-lf Contemporánea, t. V, 1992, págs. 367-384
Miguel de Unamuno y Santiago Alba
JOSÉ MARÍA MARÍN ARCE
TRAS EL DESASTRE DEL 98
A partir de la correspondencia privada entre Unamuno y Alba, recons-
truimos las relaciones que durante más de treinta años tuvieron el que
fuera rector de la Univerdad de Salamanca, figura destacada de la «ge-
neración del 98», y el político zamorano, numerosas veces ministro y jefe
de la izquierda liberal.
Unamuno, nacido en Bilbao en 1864, hijo y nieto de comerciantes vas-
cos y de familia liberal, a los dieciséis años se traslada a Madrid para
estudiar Filosofía y Letras. En 1891 gana las oposiciones a la cátedra de
lengua griega en la Universidad de Salamanca, convirtiéndose, además,
durante la década de los 90, en un prestigioso articulista cuyos comen-
tarios políticos pesan extraordinariamente en la opinión pública.
Alba nació en Zamora en 1872 y a los quince años viajó a Valladolid
donde ingresó en la Facultad de Derecho, terminando su licenciatura en
1892 y el doctorado tres años más tarde, esta vez en la Universidad de
Madrid. Muy pronto, el joven Alba se vio inclinado al mundo del periodis-
mo y de la política. Comenzó colaborando en diarios locales como La
Lealtad y la Opinión para, poco más tarde, en 1893, comprar el Norte de
Castilla, diario vallisoletano que, dirigido por Sillo, se convirtió rápida-
mente en uno de los periódicos liberales más representativos de
Castilla \
Enseguida Alba despertó a la acción política formando parte del grupo
de Germán Gamazo y en 1897, sin tener la edad reglamentaria, fue ele-
' Alba congregó en torno al Norte de Castilla a numerosas personalidades políticas e
intelectuales de muy diversas Ideologías. Prestaron su pluma al diario castellano, entre
otros, Zorrilla, Núñez de Arce, Emilia Pardo Bazán, Ramiro de Maeztu, Maclas Picavea,
Royo Villanova, Federico Santander, Francisco de Cossio... y, como no, Unamuno.
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JOSÉ MARlA MARlN ARCE
gido concejal liberal en Valladolid con un amplio respaldo popular y con
el apoyo de las clases mercantiles, agrupadas en la Cámara de Comercio
de la que Alba era secretario. Desde su cargo en el Ayuntamiento, anti-
cipándose a la gran labor hacendística que realizó años más tarde, pre-
paró un proyecto presupuestario dirigido a reorganizar el sistema finan-
ciero y a fortalecer la Hacienda municipal con una progresista reforma
impositiva; obra que recuerda, según García Veneno, los ensayos y tra-
bajos municipales realizados en la Europa central por los ediles socialis-
tas y que tan desconocida era en nuestro país ^
A principios de 1899, Alba traduce y prologa el libro del sociólogo fran-
cés Edmundo Demolins titulado: «En qué consiste la superioridad de los
anglosajones» ^ En el extenso prólogo —133 páginas— Alba descubre su
pensamiento político, profundamente liberal, reaccionando contra los ma-
les de España —en el más puro estilo regeneracionista—, contra el sis-
tema económico y educativo imperante y contra el régimen político y los
políticos que tenían la responsabilidad del Poder desde 1876. Con el re-
cuerdo vivo del desastre del 98, Alba, con mentalidad joven y esperan-
zada, renuncia sin tristeza a unas colonias «en las que no logramos ser
ni explotadores ni queridos» y que tenían subyugadas a la economía es-
pañola con un absurdo proteccionismo arancelario. Otra de las grandes
preocupaciones que manifiesta en su prólogo es la catastrófica situación
de la enseñanza, abogando por la dignificación del Magisterio y de la
escuela pública y por el aumento del presupuesto de Instrucción, durante
estos años el más bajo de Europa. Aborda, también, los problemas del
sistema político de la Restauración, reconociendo la conveniencia del par-
lamentarismo pero sin dejar por eso de criticar sus defectos: «el clásico
pucherazo o el encasillado, glorioso invento nacional». La democratiza-
ción de la política, la mayor representación del Parlamento y la partici-
pación en la vida pública de las clases medias y del recién nacido partido
socialista eran aspectos esenciales que Alba —en su prólogo— defendía
y que en el futuro determinarán su acción política y el programa de la
izquierda liberal.
En febrero de 1899, Alba envía este prólogo a Unamuno, «su amigo,
honrado, original, culto y sincero», de quien espera una critica dura, sin
retóricas ni falsas admiraciones que no harían otra cosa que degenerarla
y desvanecerla \
' GARCÍA VENERO, M., Santiago Alba. Monárquico de razón. Madrid, Aguilar, 1963, pág. 22.
' Demolins era discipulo del economista Le Play, director de la revista La Science Sa-
cíale y fundador de l'Ecole des Roches, experimento reformador de los métodos educativos
franceses.
" Archivo Unamuno. Carta de Alba a Unamuno, febrero 1899.
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Miguel de Unamuno y Santiago Alba
Inmediatamente, Unamuno le escribe una extensa carta en la que ana-
liza pormenorizadamente el libro de Demolins y el prólogo de Alba. Coin-
cide con el joven político liberal en su diagnóstico sobre la enseñanza,
en la falta de democracia y en la necesidad de una mayor colaboración
con el partido socialista. Sin embargo, no se muestra tan crítico en los
supuestos males de España, pues «aún reconociendo —le dice a Alba—
que el cuadro que usted ha trazado es exacto, claro y vivo, yo no estimo
que estemos tan mal. La riqueza pública aumenta y la honda vida nacio-
nal sigue su curso tranquilo, y lento, pero seguro» ^. En 1899, Unamuno
ha abandonado la militancia socialista y gran parte de su radicalismo,
anunciándose ya su preocupación religiosa y su falta de interés por la
política. Es sintomático de esta evolución la diferencia entre la violenta
crítica que Unamuno hace del sistema electoral en 1897, al que acusa de
corrupto y falso, y la «cuasi» justificación del caciquismo y la oligarquía
que realiza, en 1901, en la contestación a la encuesta promovida por Joa-
quín Costa ''.
A los «hombres de 98», fuertemente impactados por el desastre colo-
nial, les une la necesidad de una revisión de los valores caducos y de la
ideología dominante que sustenta al régimen de la Restauración; también
les aglutina la idea de repensar España y la forma de abrirse a Europa.
Unamuno, en referencia al libro de Demolins, confiesa a Alba que es im-
prescindible «abrir lo más posible las fronteras, no para que nos invada
y anule lo de fuera, sino para que a su contacto, despierte lo hondo nues-
tro». Sin despreciar el aperturismo, Unamuno busca en la tradición his-
tórica de nuestro país los verdaderos valores sobre los que cimentar el
futuro de España y acuña el concepto de intra-historia como lo de per-
manente que hay «en la vida silenciosa de los millones de hombres...que
van a sus campos a proseguir la oscura y silenciosa labor cotidiana y
eterna...que es la sustancia del progreso, la tradición, la tradición eterna,
no la tradición mentida que se suele ir a buscar al pasado enterrado en
libros y papeles y monumentos y piedras» \
No cree Unamuno en la pretendida superioridad de los anglosajones,
«porque no me parece superioridad —escribe a Alba— la de dominar
más territorio, sino la de saber aprovechar la vida». El único dominio real
'' Archivo Alba. Carta de Unamuno a Alba, 28-2-1899.
' UNAMUNO, M., «El socialismo en España» (Der sozialismus in Spanien), en rev. Der So-
zialistiche Akademiken. Berlín 9-9-1897, en Obras Completas, tomo IX. Madrid, Escelier,
1966, págs. 735-741. Oligarquía y caciquismo como forma actual de gobierno de España,
urgencia y modo de cambiarla. Encuesta recogida por Joaquín Costa. Madrid 1902, págs.
487-493.
' UNAMUNO, M., En torno al casticismo. Madrid, Alianza Editorial, 1986, págs. 33-34.
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que admite proviene de la lengua inglesa, hablada a fines de siglo por
más de 100 millones de personas y la más difundida, «the english-spea-
king folk» que con tanto orgullo pregonan los ingleses. Si para Unamuno
el inglés es la lengua más adelantada, la que más precisión tiene de las
lenguas latinas, la fecundidad y el poder de derivación de la germánicas
y una enorme agresividad, sin embargo, a un experto filólogo como él,
no se le escapa el peligro que acecha a una lengua tan flexiva y analítica
de llegar a convertirse en un «monosílabo chinesco» altamente
simbólico **.
El rechazo a la soberbia inglesa no impide a Unamuno reconocerse
entusiasta de Inglaterra y del genio inglés, pero «no del inglés industrial
—como refiere a Alba— sino del inglés wíalterscotiano, del pueblo que
culmina en un dulcísimo Wordsworth, en un Coleridge, en un Shelley, en
un Caríyle (al que tiene como maestro)»; tampoco acepta a la Inglaterra
imperialista, tan bien representada por Cecilio Rhodes. Parecidos juicios
vierte sobre Alemania, «a la que admiro y siento cariño, a la vieja, a la
romántica, a la del claro de luna transcendental, a la de Voss, KIopstock,
Goethe, Schiller, Uhíand, Señan, etc., no a la de los junker prusianos y
del bárbaro militarismo. Bismark —dice— me es odioso».
En numerosos artículos publicados, entre 1894 y 1897, en La lucha de
clases, semanario socialista de Bilbao, Unamuno se manifiesta contra la
guerra y contra toda forma de imperialismo. Para él, el mayor obstáculo
a la verdadera e intima libertad de los pueblos y a la libertad económica
es el militarismo. La supremacía de los pueblos y la exaltación de las
virtudes militares que subyacen en la «bestial filosofía de Moltke», con-
ducen al racismo, a la barbarie y a la esclavitud. También hay profundas
razones económicas que convierten a la guerra en un suculento negocio;
a propósito de ello, Unamuno denuncia a los «yankees» como instigado-
res y protectores de la insurreción cubana para defender los intereses
del sindicato del azúcar, el «Sugar-trust» ^.
Unamuno critica a Demolins su manifiesto antisocialismo, pues piensa
que «es un error —le escribe a Alba— el creer que el socialismo preten-
de imponer la omnipotencia del Estado, tal como hoy entendemos a éste.
Y decir que no hay socialismo en Inglaterra, el país clásico de la legis-
lación del trabajo y la intervención del Estado y de la Ley en las relacio-
nes entre obreros y patronos, es ya un exceso. Su germanofobia y su
" UNAMUNO, M., «The english-speal<íng foll<», en La vida literaria, 11-3-1899.
" UNAMUNO, M., «El militarismo», «Un mal inevitable", «La guerra es un negocio» y «El
negocio de la guerra», en La lucha de clases. Bilbao, 31-3-1895, 19-10-1895, 26-10-1895 y 9-
5-1896. «Paz y trabajo» en El Socialista, 1-5-1896.
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Miguel de Unamuno y Santiago Alba
ciega hostilidad al socialismo le pierden a Demolins. Y le perjudica su
espíritu científico sectario dentro de la esencia de Le Play». Unamuno in-
gresó en el partido socialista (agrupación de Bilbao) en 1894 y perma-
neció en él hasta principios de 1897. Durante este breve período, colaboró
muy activamente en varias publicaciones socialistas españolas y
europeas '°, en las que expuso su muy particular concepción del socialis-
mo. Aunque parezca contradictorio, llega al socialismo no sólo de la
mano de Marx sino, esencialmente, a través de los clásicos de la eco-
nomía liberal, Adam Smith, Stuart Mili, Ricardo, Malthus, etc., los econo-
mistas de la Escuela de Manchester y sus más contemporáneos, Spencer,
Cariyle o Ruskin. La antinomia entre el socialismo y liberalismo no existe
para Unamuno, más al contrario el socialismo sólo es entendible para él
como una profundización del liberalismo. Esta visión le conduce a exaltar
el más puro librecambismo, rechazar, por tanto, el proteccionismo y ab-
jurar del socialismo de Estado, del que dice: «es autoritario e impositivo,
es cosa muy distinta y, en mi sentir, opuesto al socialismo internacional,
popular y democrático» " . La crítica al proteccionismo y al socialismo
dogmático es muy semejante a la que, desde la óptica liberal, desarrolla
Alba '\
El progesivo alejamiento de Unamuno del partido socialista comienza
con la falta de fe en la lucha de clases, para muy pronto evolucionar del
simple economicismo a una concepción casi religiosa del socialismo y a
la defensa de la individualidad, que no del individualismo, como verda-
dera aspiración social. Es el anuncio de su posterior acercamiento al cris-
tianismo de raíz luterana " y al abandono de su militancia socialista, que
no le conduce a una brusca ruptura con el partido, es más, continúa co-
laborando con diversas publicaciones socialistas, sobre todo con La Lu-
cha de clases para quien escribe todos los años un artículo conmemo-
rativo del Primero de Mayo.
Si en los pocos años de fervor socialista, Unamuno defiende con en-
tusiasmo el liberalismo, más consecuentemente lo hará ahora, en 1899,
cuando ya ha roto las fidelidades que le unían al partido. La afinidad ideo-
'° Unamuno fue colaborador asiduo de la revista La lucha de clases de Bilbao. También
escribió en otras publicaciones socialistas como El Socialista, La Revista socialista, La Nue-
va Era, La Ilustración del pueblo y Der Sozialistiche Akademiken de Berlín.
" UNAMUMO, M., «Proteccionismo y socialismo», en La lucha de clases , 3-3-1895.
" ALBA, S., El problema arancelario cubano y la producción castellana, conferencia pro-
nunciada en el circulo de la Unión Mercantil e Industrial de Valladolid el 27-3-1897. Valla-
dolid, Imprenta castellana, 1897.
" Sobre la cercanía de Unamuno al protestantismo son interesantes los comentarios de
Pedro Badanelli en el libro 73 carias inéditas de Miguel de Unamuno a Alberto Nin Rias,
escritor uruguayo. Buenos Aires, edt. La Mandragora, 1962.
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JOSÉ MARÍA MARÍN ARCE
lógica que había sentido en 1896 con el liberal italiano Francesco Nitti '•*,
ahora se traducirá en una coincidencia plena con Alba. Ambos, Nitti y
Alba, representantes del ala izquierda del partido liberal, estarán estre-
chamente ligados no sólo por vínculos de amistad sino por planteamien-
tos políticos e ideológicos muy semejantes. Buena prueba de ello será la
política económica desarrollada por Nitti desde la presidencia del Go-
bierno italiano y por Alba desde el Ministerio de Hacienda y su mutuo
interés en romper el angosto marco político del régimen liberal, tanto en
Italia como en España, abriéndolo hacia la izquierda socialista para faci-
litar el tránsito hacia la democracia.
EN LOS ANOS DE LA GUERRA EUROPEA
Desde 1900, en que es nombrado Rector de la Universidad de Sala-
manca, Unamuno se va apartando progresivamente de la actividad poli-
tica y se dedica por entero a la labor docente. En esto años colabora
asiduamente en La Nación de Buenos Aires y escribe Amor y Pedagogía
(1902), Vida de Don Quijote y Sanclio (1905), Por tierras de Portugal y
España (1911), Del sentimiento trágico de la vida, Niebla (1914), etc. En
agosto de 1914 su destitución como Rector le afecta extraordinariamente
y, a partir de este momento, se entrega de lleno a la vida política. En
noviembre de 1915 se presenta candidato a concejal del Ayuntamiento
salmantino, participa muy activamente en cuantas campañas aliadófilas
se preparan y en política nacional se alinea con los más críticos al sis-
tema del turno '^, al mismo tiempo que apoya los proyectos reformistas
del albismo.
Al comienzo de la Gran Guerra, Alba, varias veces ministro y jefe de
una de las facciones del liberalismo, se ha convertido en uno de los po-
líticos más importantes de la Restauración. A principios de diciembre de
1915, Romanones forma Gobierno con la plena colaboración del resto de
los liberales encabezados por Alba y García Prieto. El Gabinete recién
creado, del que eran ministros prestigiosas figuras del liberalismo, según
su Presidente «la crema de liberales y demócratas» '^, tuvo una larga du-
ración —de diciembre de 1915 a abril de 1917— y una gran estabilidad,
'" UNAMUNO, M., «Ceguera industrialista", en La lucha de clases, 30-5-1986.
'^ UNAMUNO, M., «LOS profesionales de la política», en Nuevo Mundo. Buenos Aires, 9-7-
1914.
" ROMANONES, Conde de, «Notas de una vida», en Obras Completas, tomo III, pág. 346.
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Miguel de Unamuno y Santiago Alba
teniendo en cuenta la dificultad de aunar los intereses de las distintas
familias liberales, los conflictos laborales surgidos en julio de 1916, las
complicaciones en política exterior derivadas del bloqueo y torpedea-
miento de buques españoles por Alemania y los avatares por los que pa-
saron los proyectos fiscales y económico-financieros impulsados desde el
Ministerio de Hacienda " .
El verdadero protagonista del Gobierno seria Santiago Alba. Primero
en Gobernación y luego en Hacienda, sus iniciativas y actividades presi-
dirán la vida del Gabinete y, además, marcarán el futuro inmediato del
partido liberal. Alba, como ministro de la Gobernación y, por lo tanto, en-
cargado de organizar las elecciones de abril de 1916, dirigió sus esfuer-
zos primero a impedir que la Lliga intentara copar las actas de diputados,
como ya lo hizo con Solidaridad catalana en 1907, y segundo a conseguir
el mayor acuerdo con los distintos grupos liberales y conservadores.
Como en ocasiones anteriores, estas elecciones no estuvieron libres
de los tradicionales vicios del sistema —el encasillado, la compra de vo-
tos, el fraude electoral...— pero si se celebraron en un clima de cierta
tranquilidad, pues Alba hizo lo posible en buscar el pacto entre los par-
tidos dinásticos, evitando la violencia que había caracterizado los anterio-
res comicios.
Sobre el caciquismo electoral y el comportamiento del ministro de la
Gobernación en las elecciones tiene lugar una interesante polémica entre
Unamuno y Alba. Se inicia el debate con un articulo del primero, en El
Liberal, en el que pone en tela de juicio la limpieza de las elecciones y
acusa a los políticos castellanos de caciquismo.
«Se acercan las elecciones generales —escribe Unamuno— y todo
su triste cortejo de encasillamiento de gobernadores, y hasta de minis-
tros, apernadores, de amenazas, halagos, cambalaches, de trueques, de
esos que llaman sacrificios, de pordioseos y luego, como secuela y pos-
tre, de compensaciones y pequeñas vengazas vergonzosas, de toda la
marrullera tramoya de nuestra nauseabunda técnica electoral.
Los partidos políticos dinásticos han caído en España en el más ver-
gonzoso fulanismo. El que recorra las yermas soledades espirituales de
esta triste Castilla, vivero de mendigos de todas clases, encontrará en
" MARÍN ARCE, José Maria, Santiago Alba y la crisis de la Restauración. Madrid, UNED,
1990, págs. 38-61. «Antecedentes a la intervención de Estados Unidos en la Guerra Europea
desde la perspectiva de la diplomacia española», en rev. Espacio, Tiempo y Forma. Madrid,
UNED, 1989, págs. 57-68.
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JOSÉ MARÍA MARÍN ARCE
SUS ciudades, villas y villorrios, organizadas las pandillas de lopecistas,
gomecistas, perecistas, fernandistas, martinecistas, etc.» '^
Alba contesta a Unamuno recriminándole «la cruel injusticia que encie-
rra para Castilla sus palabras», su actitud pesimista ante la vida política,
su falta de compromiso en la acción política y su desprecio indiscriminado
hacia los políticos que, de hecho, pueden servir a otros como justificación
a soluciones autoritarias. Contra esto Alba le previene como anticipándose
a los tristes sucesos que para ambos tendrá, años más tarde, la Dictadura
de Primo de Rivera.
«Si es cierto que el cuerpo español necesita un «cirujano de hierro»
—escribe Alba a Unamuno—, la obra de éste no conduciría sino a nues-
tra invalidez definitiva, de no ser completada por la de un «hábil orto-
pédico» que, por los procedimientos modernos, supliese, hasta donde
los medios artificiales permitan, los órganos y miembros amputados
para entrar la grangrena, y que, en ocasiones, acertara a hacer inne-
cesaria la intervención quirúrgica. Y esa debe ser la doble aspiración
del político que tenga conciencia de su cometido, y de los que, sin que-
rer llamarse políticos, ya sea por rigidez de principios, ya por mantener
una postura que consideran gallarda, hacen, mal que les pese, «políti-
ca», en el sentido de influir con sus predicciones en la gobernación de
los pueblos.
...respecto a las elecciones a que usted alude, puedo asegurarle —y
soy testigo y actor de mayor excepción— que existe un progreso ex-
traordinario en las costumbres y en los procedimientos y que las por-
querías y arbitrariedades de otros tiempos no se cometerán en éstas
que yo voy a dirigir o, por lo menos, no pasarán sin la sanción que yo
pueda imponerles» ".
No era lógico ni posible que Alba, a pesar de defender la reforma del
sistema electoral y propugnar la transición hacia un régimen democrático,
pudiera de un plumazo acabar con las perversiones del caciquismo. Así
termina reconociéndolo Unamuno que admite la buena voluntad de Alba
al frente del Ministerio de Gobernación, y hace suyas las críticas de su
amigo, poniendo fin a sus años de ostracismo político y proclamando su
voluntad de hacer política, política liberal, aunque no sea parlamentario.
«En su carta —escribe Unamuno a Alba— defiende usted a Castilla
de mis ataques viniéndome a decir que las cosas van cambiando en ella.
No cabe negarlo, en efecto, más no tan deprisa como hace falta.
'" UNAMUNO, M . , «La lógica de la derrota», en El Liberal, 19-1-1916.
" Archivo Ur)amuno. Carta de Alba a Unamuno, 28-1-1916.
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Miguel de Unamuno y Santiago Alba
Le digo que es posible que usted tenga razón en parte y que yo por
vivir en Castilla y tocar sus males los siento vivamente... Mientras yo
hacia, con otros pocos, una campaña agraria, estos sedicentes liberales
estaban organizando comités electorales. Porque yo he hecho y hago
política y política liberal y no merezco que se me cuente entre los abs-
tencionistas. Me habla usted de los que sin querer llamarse «políticos»,
ya sea por ridigez de principios, ya sea por mantener una postura que
consideran gallarda, hacen, mal que les pese, «política»... Recojo la alu-
sión y le digo que si, que hago política, y sin que me pese. Y la habría
hecho en el Parlamento... si no hubiese incompatibilidad entre ser rector
y candidato» ^°.
A los pocos meses, en abril de 1916, Alba abandona la Cartera de
Gobernación y pasa a ocuparse de la de Hacienda. Desde ese Ministerio
prepara una serie de proyectos económico-financieros destinados a mo-
dernizar el aparato productivo español e intenta una profunda reforma fis-
cal a través de un proyecto de ley estableciendo un impuesto sobre los
beneficios extraordinarios ocasionados por la guerra. Contra este proyec-
to se alzaron los grupos patronales más lucrados por las pingües gana-
d a s que el conflicto les proporcionaba, encabezados por los políticos re-
gionalistas catalanes y vascos y con el apoyo incondicional de las clases
conservadoras. Sin embargo, otros muchos respaldaron la labor de Alba,
entre ellos, por supuesto, Unamuno que ensalzó con entusiasmo sus pro-
yectos, sin dudar ya de sus propósitos reformadores.
«He de hacer público —escribía Unamuno a Alba— mi parecer sobre
sus proyectos. Lo considero una obligación. Que no se diga que soy de
los que no saben más que censurar y deprimir y luego cada cual por su
camino...
Siento ahora la «imperiosa obligación moral» de felicitarle y muy efu-
sivamente, por esos proyectos. Bien, muy bien, pero muy bien. Ya era
hora que se le empezase a dar contenido doctrinal a ese anémico y
desvencijado partido liberal que iba reduciéndose a una mera coopera-
tiva electorera. A mi satisfacción como ciudadano español y como liberal
de buena ley, se une el ver que trata ustede de llevar a la práctica prin-
cipios y orientaciones por los que, con otros, he peleado públicamente,
con la pluma y con la lengua, en artículos, en meetings y en una cam-
paña agraria. Ese es el camino; ese y no otro» ".
Frente a la dura oposición a los proyectos hacendísticos. Alba tuvo
también numerosos, aunque insuficientes, apoyos. Gran cantidad de or-
Archivo Alba. Carta de Unamuno a Alba, 1-2-1916.
Archivo Alba. Carta de Unamuno a Alba, 6-10-1916.
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JOSÉ MARÍA MARÍN ARCE
ganizaciones sindicales agrarias, sociedades obreras, Ayuntamientos e
incluso agrupaciones patronales, brindaron su amparo al ministro de Ha-
cienda, como también lo hizo la prensa, salvo excepciones, y la minoría
republicano-socialista y los reformistas, en el Parlamento. Sin embargo,
el Gobierno liberal y su grupo parlamentario, mayoritario en las Cámaras,
que eran los llamados a defender las reformas hacendísticas, no les pres-
taron el auxilio necesario. No es extraño, por lo tanto, que Alba agrade-
ciera la comprensión y el respaldo que Unamuno le brindaba, contestán-
dole a su carta que «tanto como me duelen sus censuras me agrada su
aplauso, al que da mayor valor de sinceridad la ruda franqueza y aiJn la
acritud que usted suele poner en aquellos», asi como la ayuda en «esta
durísima lucha contra las barricadas ...que convierten en carrera de obs-
táculos la marcha de mis proyectos. Si yo no tuviese fe ciega en que la
realización de mis planes ha de contribuir al anhelado resurgimiento na-
cional me harían dudar las argucias, sofismas y hasta amenazas de fieros
males con que combaten mi obra. Yo celebro que usted —termina la mi-
siva— halle en mis planes un contenido doctrinal para el programa que
debemos defender los liberales. En procurar sus realización hemos de
empeñarnos los que aspiramos a ese nombre» ^^
La correspondencia entre ambos durante los años 1917 y 1918 de-
muestra que las reticencias de Unamuno han desaparecido y, ahora, todo
se vuelven alabanzas al quehacer político de Alba, de quién proclama ser
un ferviente seguidor. «Espero con impaciencia —le escribe a Alba a prin-
cipios de 1917— a que las Cortes reanuden sus tareas para ver cómo se
desarrollan sus planes financieros-políticos, sobre todo en lo que hace a
los ingresos y nuevas formas de tributación que es lo que me interesa
más. La reconstrucción de España depende más de la reforma de la tri-
butación que de idear nuevos empleos a los tributado... soy uno de los
españoles que están más pendientes del curso que tome la labor política
de usted, de quien puede surgir la resurrección del hoy moribundo libe-
ralismo español» ^^.
Se evidencia también que no sólo les une una profunda afinidad polí-
tica sino que además se ha establecido entre ellos una buena relación de
amistad y confianza que se evidencia en las cartas de recomendación de
Unamuno para varios funcionarios de Hacienda y la solicitud de que el
edificio del Colegio Viejo de San Bartolomé, en Salamanca, se destine a
Archivo Unamuno. Carta de Alba a Unamuno, 8-10-1916.
Archivo Alba. Carta de Unamuno a Alba, 14-1-1917.
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Miguel de Unamuno y Santiago Alba
Instituto de Segunda Ensañanza y no sea incautado. Justas peticiones que
son atendidas por Alba con todo afecto ^*.
En abril de 1918, cuando Alba ocupa la cartera de Instrucción Pública
en el Gobierno Nacional presidido por Maura, Unamuno aprovecha la oca-
sión para que su amigo, ahora ministro, inquiera a Bergamln, que lo fue
en 1914, a que justifique los motivos, hasta ahora ocultos, por los que le
destituyó de su cargo de Rector de la Universidad de Salamanca. No ha
olvidado don Miguel la afrenta y sigue reclamando una explicación a la
despótica conducta, pues «en ningún caso es lícito —escribe a Alba— ni
retirar la confianza ministerial, que es pública, ni proceder en nada contra
ningún funcionario público, de la categoría que sea, sino por razones pu-
blicables y justificables en público. No se trata, pues, de nada personal
ni individual mío... De mi sincera amistad con usted y de que estoy per-
suadísimo de cuan buena fe quiere usted buscarme una satisfacción, no
cabe, puesto como ve el pleito es de principios» ^^ Muchos años tendrá
que esperar, hasta mayo de 1931, para volver a ocupar el cargo de Rector
en su querida Salamanca.
Como un recurso constante en su vida, Unamuno vuelve a su soledad
y abandona, casi por completo, su actividad pública aunque no por ello
renuncia a la crítica acerada de una política mediocre que detesta. «He
salido de la soledad en que continuamente vivo —dice en septiembre de
1922 en Valencia— para tener aquí, ante vosotros, una especie de con-
versación conmigo mismo... pero, volveré a embozarme en mis pensa-
mientos, y volveré allá a afilar la pluma, y acaso, acaso a rumiar de un
pasto amargo, de pensamiento, y a cocer en acíbar una porción de hieles
que a todas las personas nos están envenenando; nos está envenenando
un sistema de gobierno de mentira y de coacción. En esto se pasa indu-
dablemente muchas amarguras. Eso sólo lo saben los que horas y horas
se encierran en su casa consigo mismo y saben lo que pasa» ^^ Solitario,
pero con la compañía de sus amigos y, cómo no, de Alba, quien convir-
tiéndose en su cómplice le argumenta que «la soledad es el deleite de
los exquisitos. ¡Séalo; pues, pero sabiendo que le acompaña el afecto y
la admiración de las gentes!» " .
'" Archivo Alba. Cartas de Unamuno a Alba, 15-11-1916, 14-1-1917, 15-3-1917 y 24-3-1917.
Archivo Unamuno. Cartas de Alba a Unamuno, 24-11-1916, 25-3-1917 y 31-3-1917,
'" Archivo Alba. Carta de Unamuno a Alba, 30-4-1918.
"^ UNAMUNO, M., "Discurso en la Casa de la Democracia de Valencia el 7-9-1922», publi-
cado en El Pueblo. Valencia, 8-9-1922.
" Archivo Unamuno. Carta de Alba a Unamuno, 10-2-1920.
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JOSÉ MARlA MARÍN ARCE
EN EL EXILIO DURANTE LA DICTADURA
El golpe de Estado y el nuevo régimen dictatorial Impuesto por el ge-
neral Primo de Rivera, en septiembre de 1923, contaron, en sus primeros
meses, con la aceptación y la simpatía de gran parte de la sociedad es-
pañola y de los partidos políticos y sus dirigentes más representativos.
La primera reacción de Primo de Rivera hacia el Gobierno liberal derro-
cado fue verbalmente de fuerte dureza, descalificando su proceder y ame-
nazando a sus miembros con posibles represalias. Sin embargo, a las
primeras declaraciones no siguió una política represiva; en realidad, la
actitud del Dictador fue de extrema condescendencia con los antiguos po-
líticos, llegando incluso, pasado cierto tiempo, a buscar su participación
en el nuevo régimen.
La excepción de este proceder fue con la persona de Santiago Alba.
Primo de Rivera descargó en el ex-ministro de Estado todos los supuestos
vicios y responsabilidades del sistema parlamentario y de gobiernos an-
teriores. Urdió una campaña calumniosa que al final se volvió contra él,
convirtiéndose en una de las claves de la posterior reacción anti-dictato-
rial, porque al demostrarse el escaso fundamento de sus actuaciones, se
hizo evidente, en la «paternal» Dictadura española, uno de los más re-
pulsivos achaques de los regímenes de excepción ^^
A los pocos días del Golpe, Primo de Rivera formuló una serie de acu-
saciones contra Alba, relacionadas casi todas ellas con la política marro-
quí que desarrolló durante 1923, pero ante su falta de fundamento, el Dic-
tador, obsesionado con perseguirle, recurrió al innoble procedimiento de
elegir a un miembro de la Magistratura para procesar a don Santiago,
utilizando para ello todo tipo de medios: delaciones, acusaciones falsas,
etc. Ya en manos del Tribunal Supremo, el «caso Alba» se vio definitiva-
mente resuelto el 19 de noviembre de 1926 con el sobreseimiento del pro-
ceso, no quedando la más mínima duda sobre su inocencia y la falsedad
de las acusaciones que sobre él vertió la Dictadura.
De los pocos intelectuales que inmediatamente se opusieron a la Dic-
tadura, el de mayor relevancia, sin duda alguna, fue Unamuno. Para un
temperamento tan rebelde e insometible como el suyo resultaba impen-
sable estar mucho tiempo recluido en corregir sus versos. A escasos días
del Golpe surgió la respuesta que, ante todo y sobre todo, consistió en
^° SECO SERRANO, C , «El cerco de la Monarquía. La ruptura de los partidos dinásticos con
Alfonso XIII durante la Dictadura de Primo de Rivera», en Boletín de la RAH, tomo CLXXXIII,
cuaderno II. Madrid, mayo-agosto, 1986, pág. 179.
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Miguel de Unamuno y Santiago Alba
una apelación a la inteligencia, al ejercicio de la misma y a la clase in-
telectual que representaba ^^. Fue también Unamuno uno de los pocos que
defendió públicamente a Alba de los ataques del Directorio, en un articulo
titulado «No hay que calumniar» denunció la campaña promovida por Pri-
mo de Rivera, afirmando rotundamente que «aunque no fuimos ni somos
partidarios del señor Alba; le combatimos cuando le creíamos equivoca-
do, pero jamás se nos ocurriría inculparle de culpas que sabemos que no
cometió y jamás de que persiguiese fuera de la ley a los que le escar-
necían» ^°.
Alba, desde el exilio en Francia, escribe a Unamuno una extensa mi-
siva en la que agradece su defensa, le explica la persecución a que se
ve sometido y la censura de prensa que el General ejerce impidiéndole
responder públicamente a sus acusaciones;
«Mi querido y admirado amigo: Con intensa y cordial emoción acabo
de leer su hermoso articulo. Me apresuro a escribir a usted no para
enviarle, aún siendo ella obligada, la expresión de una gratitud que ha-
brá de imaginar, desde luego, sino para confirmar y fortalecer en usted,
mediante la exposición de unos cuantos datos, el noble anhelo de re-
paradora justicia que vibra, en medio de la cobardía general... conmigo
se está cometiendo por estos flamantes regeneradores la más vil, la
más odiosa de las inquinidades.
Ligera y brutalmente permitióse al General sublevado, insultarme y
calumniarme en su manifiesto al país.
Para completar su juicio, acompaño a usted copia de la carta que
hube de dirigir a Su Majestad el Rey... Vea usted en cuanto queda es-
crito, un adecuado homenaje a la elevación de pensamiento y al sentido
liberal y humano de su artículo. Haga lo que quiera y pueda en el asun-
to. Le reitero mi gratitud de por vida» '\
Alba, como es natural, desde el momento en que comenzó la perse-
cución sobre su persona, quiso defenderse de las falsas acusaciones del
Dictador. Primero desde las páginas del ABC y luego desde el diario fran-
cés L'écho de París, replicó a las imputaciones de los golpistas. Rápida-
mente, Primo de Rivera aplicó una férrea censura de prensa sobre todo
lo que se refiriera a Alba, así es que éste, privado de la pública defensa,
desde Bruselas y con la intermediación del Embajador Marqués de Villa-
" GARCÍA QUEIPODE LLANO, G., LOS intelectuales y la dictadura de primo de Rivera. Alianza
Editorial, 1988, pág. 20.
'° El Liberal, 25-10-1923.
'" Archivo Unamuno. Carta de Alba a Unamuno, 28-10-1923.
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JOSÉ MARÍA MARÍN ARCE
lobar, escribió el 1 de octubre de 1923 a Alfonso XIII en demanda de
justicia ^l
Durante casi todo el año 1924 la oposición a los planes del Directorio
fue extremadamente débil. Pero, a pesar de existir un conformismo ge-
neralizado en la opinión pública y que los antiguos partidos, con excep-
ción del socialista, estaban prácticamente deshechos, la contestación a la
Dictadura, aunque frágil y escasa, nunca dejó de existir. Los primeros en
mostrar su oposición fueron los intelectuales. Rompió el fuego el inso-
bornable Unamuno y pronto le siguieron Rodrigo Soriano y los miembros
de la Junta Directiva del Ateneo madrileño. Las sanciones vinieron de
inmediato y el Gobierno decidió clausurar el Ateneo y destituyó de su
puesto y cátedra a Miguel de Unamuno, desterrándole el 20 de febrero de
1924, junto a Rodrigo Soriano, a Fuenteventura. La deportación del anti-
guo Rector supuso el comienzo de un progresivo apartamiento de los in-
telectuales del Régimen, declarándose cada vez más incompatibles con
la persona y métodos del Dictador.
En cuanto Alba conoce el desafuero cometido contra Unamuno le es-
cribe una cariñosa carta en la que además de mostrarle «la impresión de
ira y de asco» que le produjo la noticia de su deportación y de condenar
«la estulticia y el espíritu facineroso de los tiranuelos deshonran a Es-
paña», le brinda toda su ayuda, tanto a él, a través de sus antiguos com-
pañeros albistas en Canarias, como a su familia en términos verdadera-
mente fraternales: «sé que su mujer —le escribe Alba— y sus hijos han
recibido ofrecimientos de algunos españoles, que todavía conservan el
sentimiento de una doble solidaridad, pero si el alejamiento de usted se
prolonga, o cualquiera otra causa impide que utilice aquellos, conste que
yo estoy dispuesto a considerarles como una prolongación de mi propia
familia. Y, aunque los tiranuelos dominantes me han embargado todos
mis bienes y hasta las cuentas corrientes de los Bancos, como vive mi
madre y aún cuento con algunos amigos adinerados, todos correríamos
la misma suerte» ^^
Desde Puerto Labores de Fuerteventura, Unamuno se pone en contac-
to con Alba, sintiéndose profundamente unido a él en la persecución que
ambos sufren. A pesar de lo ocurrido, Unamuno exhibe su esperanza y
su fortaleza, rechazando todo lo que sea pedir merced o indulto y cada
vez más convenido de la necesidad de luchar contra la Dictadura. «Yo,
como usted, —le escribe a Alba— no pienso volver a España mientras no
'' ABC, 23-9-1923. L'Echo de París, 21-9-1923, articulo titulado «M. Alba ancien ministre,
nous ecrit, pour se justifier». Archivo Alba. Carta de Alba a Alfonso XIII, 1-10-1923.
'^ Archivo Unamuno. Carta de Alba a Unamuno, 14-4-1924.
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Miguel de Unamuno y Santiago Alba
tengan que huir de ella o caer presos esos desgraciados, sin más que
serrín en la mollera y pus en el corazón. Mientras el Anido —a quién hace
instigador y verdadero culpable del procesamiento de Alba— siga suelto
y desbocado, sin aperos ni bozal, no está segura alli la vida de ningún
ciudadano honrado y viril» ^''. En julio de 1924, Unamuno huye a Fuerte-
ventura, se traslada a Las Palmas y de alli a Cherbourg y a París, odisea
que cuenta con todo detalle a su amigo Alba:
«A mi llegada a Las Palmas recibo con alegría su grata carta, que
me hace recordar al antiguo amigo de los felices días de la juventud y
al perseguido de hoy, doblemente simpático para mi... Desde hace tres
meses largos teníamos preparada la fuga... (mis amigos) fletaron un bar-
co velero que hubimos de esperar más de cuarenta noches en una roca
solitaria de la costa de Puerto de Cabras. ¿Cómo explicarle nuestro pe-
queño drama, en las interminable noches, temiendo ser capturados pues
la vigilancia era muy estrecha y dos parejas de la guardia civil vigilaban
nuestras habitaciones toda la noche? Ai fin vencimos. El buque, perse-
guido, tuvo que parar en Marruecos pero llegó por ingeniosos medios
que despistaron a nuestros carceleros. Embarcamos ya muy cerrada la
noche y con gran temporal, en una playa a tres horas de Puerto Cabras.
Ya pasamos en el mar cinco dias enmedio de un temporal que puso en
peligro nuestra embarcación. Llegados por fin a Las Palmas... Embar-
camos el 21 en un barco holandés que va a Cherbourg y de esta ciudad
a París. ¡Qué alegría verle, contarle nuestros sufrimientos, reconfortar
su ánimo!» ^^
Ya en París, Unamuno visita a Alba estableciéndose entre ellos una
profunda relación. Buena prueba de ello es la cariñosa carta que Una-
muno le escribe en mayo de 1925, que comienza diciendo; «Mi querido
amigo, compañero (com-panio quiere decir que come del mismo pan, el
nuestro del destierro) y colega (col-leccionados juntos)». Continúa su mi-
siva censurando la política francesa en Marruecos y despotricando de Pri-
mo de Rivera, de quién afirma que «sigue yendo de pueblo en pueblo en
busca de Vírgenes de palo, imágenes o fetiches, creyéndose sin duda,
que la venerada Madre del Hijo Eterno, la que nos llenó de luz y ternura
la infancia, es una Celestina de la Unión Patriótica. ¡Sacrilegio! ^^
A los dos años (1924-1925) de esperanza y fuerza incontenible de Una-
muno en su lucha contra la Dictadura, le sigue un período de soledad.
Archivo Alba. Cartas de Unamuno a Alba, 25-4-1924 y 5-5-1924.
Archivo Alba. Carta de Unamuno a Alba, 12-7-1924.
Archivo Alba. Carta de Unamuno a Alba, 7-5-1925.
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JOSÉ MARlA MARÍN ARCE
pesimismo y falta de interés por la política, que dedica intensamente a
escribir. Desde Hendaya le describe a Alba su estado de ánimo y cómo
transcurren sus días: «Trabajo mucho; he reanudado mis colaboraciones
en América... Visito la mar y la montaña y con impresiones de ellas estoy
haciendo un libro que titularé: Hendaya. Nada de política; poesia en prosa
y verso-descripciones, filosofía, religión y hasta mística. Sigo descubrien-
do la mar... Cuando me pesa demasiado nuestra España me voy a la pla-
ya de Ondarraitz a oír las olas que me traen mil siglos de historia... Han
empezado a publicar mis obras completas en alemán; van cuatro volú-
menes. Voy a firmar contrato con una casa holandesa y otra sueca... Vaya
un abrazo de su amigo y co-victima ^'.
En marzo de 1927 Unamuno participa en la publicación de Hojas Li-
bres, revista dirigida por Eduardo Ortega y Gasset que servia como pla-
taforma política de los opositores a la Dictadura exiliados en Francia.
Mientras el grupo de intelectuales reunidos en torno a esta publicación
trasladaban su crítica furibunda de Primo de Rivera a la institución mo-
nárquica y a la persona del Rey, Alba no tradujo su apartamiento de la
Corona en hostilidad o rencor, ni abrazó posiciones radicales y antimo-
nárquicas, negando su participación a los actos y declaraciones de los
exiliados en Francia. Cuando en agosto de 1925 este grupo celebró un
mitin en Hendaya, en nombre de la Liga de los Dereciios del hombre,
Alba intencionadamente no asistió; quiso dejar claro con ello que no es-
taba alineado con la política radical de sus organizadores y no era cóm-
plice de la campaña que contra Alfonso XIII habían desatado. Esto no fue
óbice para que Unamuno, que intervino en dicho mitin, dirigiera su dis-
curso en conseguir el apoyo de Sánchez Guerra y de Alba, sin los cuales
no podía estar completo el movimiento contra la Dictadura ^^.
El fin de Primo de Rivera tuvo lugar cuando ante el anunciado alza-
miento de Cádiz, que dirigía el general Goded, el 28 de enero de 1930,
todos los mandos del Ejército y la Marina le retiraron su apoyo, y el Rey
encargó al general Berenguer la constitución de un nuevo Gobierno. In-
mediatamente Unamuno regresa a España y el nuevo Gabinete decide
devolverle su cátedra, injustamente arrebatada por el Dictador. Como no,
Alba enseguida le escribe alegrándose del fin de su exilio y de su vuelta
a la cátedra, «obra de reparación —le dice— que se imponía al acabar
la vergonzosa e inmunda Dictadura» y recordándole que «no olvidará ja-
más que el primer choque de usted con el tiranuelo fue aquel hermoso y
noble artículo en que me defendía de sus groseras e inicuas invencio-
Arhivo Alba. Carta de Unamuno a Alba, 15-12-1925.
Archivo Natalio Rivas. Leg. 11-8916, diario, 29-9-1925.
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Miguel de Unamuno y Santiago Alba
nes» ^^ Alba, a diferencia de Unamuno, no tiene pri.sa por volver a Ma-
drid, sobre todo, cuando todavía no existe un régimen de garantías que
le permita actuar con plena libertad de crítica y de opinión y su vuelta
podría ser mal interpretada como apoyo a la Monarquía.
Desde su añorada Salamanca, Unamuno anima a Alba a volver a su
patria y le muestra, una vez más, su profunda admiración: «En alguna
ocasión, —le dice— alguno de esos desdichados que no sienten la poli-
tica si no como oficio de granjeria me ha dicho, ¿pero es usted albista?.
Y yo he respondido que soy un hombre que no puede soportar la injus-
ticia, sea quien fuere víctima de ella, pero además, soy un buen amigo
de Alba a quien creo conocer algo. Y como creo conocerle, no ha de ofen-
derle dejándome llamar albista pues a mí no me ofendería que mis ami-
gos se llamaran unamunistas» *°.
He querido resaltar en este artículo como Unamuno y Alba, a pesar
de sus notables diferencias, mantienen durante más de 30 años un fuerte
vinculo de amistad e importantes coincidencias ideológicas, puestas de
manifiesto en su vocación regeneradora de la vida política, en su afán
democritazador del caduco sistema de la Restauración y, sobre todo, en
la defensa a ultranza de la libertad, tantas veces quebrantada durante
estos años. Dos inconformistas perseguidos por el Poder y muchas veces
incomprendídos por la propia sociedad española a quien querían trans-
formar.
Archivo Unamuno. Carta de Alba a Unamuno, 7-2-1930.
Archivo Alba. Carta de Unamuno a Alba, 20-2-1930.
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