ABEL SANCHEZ y LA ENVIDIA DE UNAMUNO
Es sabido de sobra que todas las novelas de Unamuno encierran un
extraordinario fondo autobiográfico. Don Miguel de Unamuno gustó, quizá con exceso, de hablar de sí mismo. Escribió en un ensayo titulado "Sobre sí mismo": "No faltará lector que al leer el título de este pequeño
ensayo cínico se diga: i pero si nunca ha hecho usted otra cosa que
hablar de sí mismo! Puede ser, pero es que mi constante esfuerzo es
convertirme en categoría trascendente, universal y eterna. Hay quien
investiga un cuerpo químico; yo investigo mi yo, pero mi yo concreto,
personal, viviente y sufriente. ¿Egotismo? Tal vez; pero es tal egotismo
que me libe,rta de caer en egoísmo" l. Toda la novelística de Unamuno es
un intento de autoanálisis con el propósito de realizar todas las posibilidades de su yo y de librarse de las tendencias indeseables que reconoció
en sí mismo.
El tema de la envidia -el tema de Caín- aparece con una notable
insistencia en la obra de Unamuno. Carlos Clavería, que ha estudiado
este tema unamuniano con bastante minuciosidad, anot,a que el tema aparece bien dibujado en un libro tan temprano como Paisajes, de 1902, y
se repite constantemente a través de toda la obra de Unamuno, hasta que,
por última vez, se estudia detenidamente en La ciudad de Henoe, un artículo de 1933.
En un ensayo sobre "La envidia hispánica", escrito en 1909, exclama
Unamuno:
¡ La envidia I Esta, esta es la terrible plaga de nuestras sociedades;
esta es la íntima gangrena deI alma española. ¿No fue acaso un español,
Quevedo, el que escribió aquella terrible frase de que la envidia está flaca
porque muerde y no come? 2.
La preocupación por la envidia como un vicio característico del pueblo
español ha llegado a ser casi un tópico de la literatura española. Pero en
el caso de Unamuno, el tema es más que una preocupación, es una verdadera obsesión. Este hecho nos lleva a sospechar la existencia de una experiencia sumamente personal en la vida de don Miguel que le llevara a
dedicar tantas y tan inquietantes páginas a la consideración de esta pasión en todos sus múltiples aspectos.
Mi vida y otros recuerdos personales (Buenos Aires: Losada, 1959), pág. l30.
Ensayos (Madrid: AguiJar, 1964), 11, pág. 409.
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MICHAEL D. MCGAHA
Carlos Clavería apunta que un a'Tligo de Unamuno, Areílza, denunciaba, en temprana fecha (l5-IX-1905), la envidia de don Miguel: "No
podrá subir mientras no se desprenda de la envidia y de la egolatría que
le tienen consumido" 3.
Pero, ¿de dónde vino esta envidia que en Unamuno llegaba al punto
de amenazar la plena realización de su ser? Hasta que Freud y sus discípulos hicieron sus primeros estudios de la envidia y los celos entre los
niños, se creía, por 10 general, que. estas pasiones tienen relativamente
poca importancia antes de la pubertad. Como ha escrito el psicólogo inglés Ernest Jones, "era necesario que los estudios ge;¡éticos de la investigación psicoanalítica demostraran la influencia duradera y profunda que
los celos infantiles pueden ejercer sobre todo el rumbo de la vida de una
persona" '. Según Freud, casi todos estos conflictos e inquietudes tienen
su raíz en las primeras manifestaciones del instinto sexual en los niños.
Freud mostró que este instinto no difiere, como generalmente se suponía,
de las otras funciones biológicas, brotando repentinamente a la edad de
la pubertad en toda su plena y desarrollada actividad, sino que, como las
otras funciones, sufre una evolución gradual y sólo lentamente llega a
. tener la forma particular en que lo conocemos en el adulto 5. El niño tiene
que aprender a querer así como tiene que aprender a andar, aunque aquella función es mucho más compleja y delicada en su adaptación que esta,
y su desarrollo es, por eso, un proceso· más lento y más complicado.
En la mayoría de los casos, estos primeros brotes del instinto sexual
están evocados por las -íntimas relaciones físicas existentes entre el niño
y las personas de su ambiente inmediato, sobre todo la madre. Cuando la
atracción ejercida por la madre es excesiva, puede tener una influencia
decisiva en el destino posterior del niño. Ernest Jones apunta uno de los
resultados posibles de la compleja interacción entre la influencia de la
madre y las demás influendas:
Si la pasión despierta sufre una represión insuficiente -algo que
ocurre con mu'cha frecuencia cuando la madre es viuda- es muy posible
que el muchacho permanezca toda la vida anormalmente ligado a su
madre e incapaz de querer a ninguna ofra mujer, una causa bastante común
de la soltería. Si es menos fuerte la ligazón, el muchacho podrá separarse
de ella gradualmente. Sin embargo, pasa muchas veces. que la separación
resulta incompleta, de manera que el muchacho sólo puede enamorarse
de mujeres que, de alguna manera, se parecen a la madre" 6,
"Sobre el tema de Caín en la obra de Unamuno", en Temas de Unamuno
3
(Madrid: Gredos, 1953), pág. 105.
/
, Traducción hecha de: Essays in Applied Psycho-ana1ysis (London: The International Psycho-analytical Press, 1923), pág. 43.
5
Traducción hecha de Drei Abhandlungen zur Sexualtheorie, 4.
6
Op. cit., pág. 48.
ABEL SANCHEZ y
LA ENVIDIA DE UNAMUNO
93
Ahora nos conviene acudir a la biografía de don Miguel para ver si en
realidad hay indicios de ·la existencia de algún problema de esta índole
en su infancia. Por desgracia, no tenemos ningún estudio biográfico de
don Miguel que analice detalladamente las relaciones que tenía nuestro
escritor con su madre y los demás miembros de su familia durante su
primera infancia. Ricardo Gullón dice lo siguiente en su libro Autobiografías de Unamuno:
La relación entre Unamuno y su madre está sin estudiar, pero sabemos
10 suficiente para atrevernos a considerarla decisiva en la formación del
hombre y del escritor. Huérfano de padre desde los seis años, quedó sometido a la dulce y casi excluyente pasión maternal. Doña Salomé Jugo era
"vasca y fanáticamente católica. Ya casado y asentado en Salamanca el
hijo, la vieja dama iba de vez en vez a buscarle querellas de índole religiosa", pero "de tales rifirrafes no quedan vestigios reconocibles en los
textos del escritor". Sí quedan, en cambio, de la nostalgia con que el
varón añoraba el amparo de la madre. Pero no por eso idealizó la maternidad; discernió en ella la tendencia a la posesividad que casi fatalmente
lleva consigo como consecuencia de la honda unidad primera en que se
funda. Sin la trágica desmesura de la Doña Perfecta, de Galdós, la madre
de las ficciones unamunianas tendrá, en algunos casos, carácter teratológico. No anticiparé conclusiones; por ahora bastará recordar como, en
esta· novelística, la madre es refugio incesante, símbolo de la paz prenatal
cuya oscura atracción retorna cuando sangran las heridas de la lucha cotidiana, y voluntad posesiva capaz de ani'quilar al hijo, impidiéndole llegar
a ser 7.
Toda esta descripción -el nmo dominado por una madre viuda y
posesiva- sigue con exactitud el esquema propuesto por Ernest Jones
en la cita anterior. Además, es muy sabido que Unamuno consideraba a
Concha, su mujer, como una segunda madre.
Pero hay otra relación del Unamuno infantil que también podría haber
contribuido bastante al desarrollo de su envidia. Carlos Clavería escribe
que: "Los eruditos del porvenir no podrán pasar por alto la existencia de
un hermano menor de don Miguel, Félix, farmacéutico sin botica, solterón un tanto raro, vecino de Bilbao hasta su fallecimiento, que conllevó
mal la fama literaria y pública de la cel~rida
de la familia" 8. En su
libro The Lone Heretic, Margaret Rudd da la siguiente descripción de
este hermano de Unamuno: "De los cuatro hermanos Unamuno, Félix,
el tercero, era el menos favorecido de la fortuna. Llamado por algunos
"el tonto", no parece que fuera demasiado inteligente; pero lo era lo
bastante para sentir fuertemente la diferencia entre don Miguel y él mismo. Todavía se narra en Bilbao que, cuando la ciudad entera estaba pre-
8
(Madrid: Gredos, 1964), págs. 194-195.
Op. cit., pág. 104.
94
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parando una celebración de bienvenida para festejar la vuelta triunfal de
don Miguel desde Rendaye a Salamanca en 1930, el pobre Félix, siempre
objeto de chistes y bromas pesadas, se paseaba delante de la estación,
abriendo y cerrando con arrogancia su abrigo y llevando en el sombrero
o
un letrero que deda, 'No me hablen de mi hermano'" 9.
Carlos Clavería habla de "un cierto pudor que puede hoy hacer difícil
desvelar algunos detalles de la biografía de Unamuno" 10. Parece cierto
que el propio Unamuno -este hombre que no se cansaba nunca en hablar
de sí mismo- tuvo mucho ,cuidado de ocultar estos detalles penosos de
su vida íntima de niño. Sin embargo, se dio cuenta de que la única manera de librarse de los efectos de estos mal reprimidos recuerdos era vivirlos, experimentarlos en toda su plenitud mediante la creación literaria.
En el prólogo a La tía Tula escribió que "En mi novela Abel Sánchez intenté escarbar en ciertos sótanos y escondrijos del corazón, en ciertas
catacumbas del alma, adonde no gustan descender los más de los mortales. Creen que en esas catacumbas hay muertos, a los que mejor es no
visitar, yesos muertos, sin embargo, nos gobiernan. Es la Rérenda de
Caín" 11.
N leer Abel Sánchez, Antonio Machado se dio cuenta del carácter
catártico de la novela, y escribió a Unamuno: "Ahora tiene V. que
escri·bir su novela cris.tiana, que es la suya, para curarnos de esa acritud
de que V. se ha curado al escr.ibir su libro, tan fuerte y imperecedero
como su mismo tema" 12.
Uno de los psicólogos modernos que se ha dedicado con más esmero
al estudio de la génesis de la envidia ha sido Melanie Klein, discípula de
Karl Abraham. Según ella, la envidia es un factor poderosísimo en la destrucción de las raíces de los sentimientos del amor y de la gratitud, puesto que afecta a la primera relación del niño, es decir, la relación entre el
niño y la madre. La envidia es una expresión de los impulsos destructores,
y tiene una base constitucional. Re aquí un resumen de la teoría de la
profesora Klein, en sus propias palabras:
A lo largo de toda mi obra, he atribuido una im}J<lrtancia fundamental
a la primera relación que tiene el niño con un objeto -la relación con el
pecho de la madre y coft la madre- y he llegado a la conclusión de que,
si este objeto primario, que está introyectado, se arraiga en el yo con
una relativa seguridad, entonces puede decirse que ya existe la base para
un desarrollo satisfactorio. Factores innatos contribuyen a este ligazón.
Bajo el dominio de los impulsos orales, el pecho se considera instintivamente como la fuente del alimento y por eso, en un sentido más profundo,
(Austin: University of Texas Press, 1963), pág. 25. Traducción mía.
Loe. cit.
11 Citado en Clavería, op. cit., pág. 101.
12
Manuel García Blanco, ed.,' "~scart
de Antonio Machado", en En tomo
a Unamuno (Madrid: Taurus, 1965), pág. 255.
9
10
ABEL SANCHEZ y
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de la vida misma. Esta cercanía mental y física al pecho complaciente
restaura hasta cierto punto, si todo va bien, la perdida unidad prenatal
con la madre y el consiguiente sentimiento de seguridad. Todo esto depende en gran manera de la capacidad del niño para mamar suficientemente el pecho o su representante simbólico, el biberón; de esta manera,
la madre se convierte en un objeto querido. Es muy posible que el hecho
de haber formado parte de la madre en el estado prenatal contribuya al
sentimiento innato en el niño de que existe algo fuera de él que le dará
todo lo que necesi.ta y desea. El buen pecho se ingiere y se hace parte
del yo, y el niño que antes estaba dentro de la madre ya tiene la madre
dentro de sí mismo.
Las circunstancias externas hacen un papel decisivo en la relación
inicial con el pecho. Si el parto ha sido difícil, y especialmente si resulta
con complicaciones como la falta de oxígeno, ocurre un disturbio en la
adaptación al mundo externo y la relación al pecho comienza con una
gran desventaja. En tales casos, la capacidad del niño para experimentar
nuevas fuentes de gratificación sufre un menoscabo y, por consiguiente,
no puede interiorizar suficientemente el objeto primario, aunque éste sea
bueno en realidad. Además" si el niño esté bien alimentado y cuidado,
si a la madre le gusta cuidar al niño o si está ella ansiosa o tiene dificultades psicológicas con la lactancia, todos estos factores influyen sobre la
capacidad del niño para a,ceptar la leche con provecho e interiorizar el
buen pecho 13.
De todo esto, la profesora Klein saca la conclusión de que si el nmo
no tiene una buena relación con el pecho -no puede mamar la leche con
bastante facilidad'-- empieza a envidiar el pecho, cree que el pecho malioCioso quiere guardar todos sus "bienes" para sí mismo. Entonces el niño
trata de dañar el pecho, de destruirlo, de "matarlo". Y después, si a veces logra mamar el pecho con más provecho, se siente culpable por haber
deseado dañar el pecho. En todo caso, resulta casi imposible que el niño
llegue a tener una buena relación con el pecho después de una mala experiencia inidal. Y el último resultado de este hecho es que el niño no
podrá nunca tener confianza en sí mismo ni relaciones satisfactorias con
otros "objetos" exteriores.
Por supuesto, el niño siente todo este proceso de una manera muy
primitiva que no permite una expresión verbal. Cuando estas emociones
preverbales surgen en una situación de transferencia, aparecen como "recuerdos en sentimientos" y sólo pueden reconstruirse y hacerse verbales
con la ayuda del psicólogo.
Si aceptamos la validez de esta teoría, no sería demasiado atrevido
suponer que la raíz de la envidia de don Miguel de Unamuno puede trazarse a su malograda relación con el pecho de su madre. Me parece muy
13
Traducción hecha de: Envy and Gratitude (London: Tavistock Publications,
Ltd., 1957), págs. 3-4.
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difÍ'Cil que Unamuno se hubiera dado. cuenta de este hecho de una manera clara y consrcÍente, pero espero mostrar que este recuerdo permanecía en el subconsciente de nuestro autor y que, al escarbar "los sótanos
y escondrijos" de su corazón, lo intuyó acertadamente.
Hay un episodio muy curioso y muy significativo en la novela Abel
Sánchez. El protagonista, Joaquín Monegro, hombre envidioso y alter ego
de Unamuno, es médico. Voy a dejar que nuestro don Miguel cuente el
suceso en sus propias palabras:
Un día le llegó una pobre mujer de la vecindad, gastada por los años
y los trabajos, cuyo marido, en los veinticinco años de matrimonio, se
había enredado con una pobre aventurera. Iba· a contarle sus cuitas la
mujer desdeñada.
-¡Ay, don Joaquín I -le decía-o Usted, que dicen que sabe tanto,
a ver si me da un remedio para que le cure a mi pobre marido del bebedizo que le ha dado esa .pelona.
-¿Pero qué bebedizo, mujer de oDios?
-Se va a ir a vivir con ella, dejándome fl mí, al cabo de veinticinco
años ...
-Más extraño es que la hubiese dejado de recién casados, cuando
usted era joven y acaso ...
-¡Ah, no señor, nol Es que le ha dado un bebedizo trastornándole
el seso; porque, si no, no podría ser ... No podría ser ...
-Bebedizo ... , bebedizo ... -murmuró Joaquín-.
-Sí, don Joaquín; sí, un bebedizo, .. Y usted, que sabe tanto, deme
un remedio para él.
- ¡ Ay, buena mujer!, ya los antiguos trabajaban en balde para encontrar un agua que los rejuveneciese ...
y cuando la pobre mujer se fue desolada, Joaquin se decía: "Pero no
se mirará al espejo esta desdichada? ¿No verá el estrago de los años de
de rudo trabajo? Estas gentes del pueblo todo lo atribuyen a bebedizos
o a envidias ... ¿Que no encuentran trabajo? .. Envidias ... ¿Que les sale
algo mal? Envidias. El que todos sus fracasos los atribuye a ajenas envidias es un envidioso. ¿Y no lo seremos todos? liNo me habrán dado un
bebedizo?".
Durante unos días apenas pensó más que en el bebedizo. Y acabó
diciéndose: .. ¡ Es el pecado original I " 11.
Es obvio que, al princIpIO, don Miguel rechazó la idea del bebedizo
maléfico como nada más que una superstición popular. Pero, ¿y por qué
hizo que Joaquín repitiera la palabra, como si estuviera meditándola?
Casi todas estas supersticiones populares encierran un elemento de verdad. ¿Se dio cuenta de· una oscura conexión entre el bebedizo -es decir,
u Edición. de Angel del ,Río .y Amelía A.· del. Río
Press, 1947), págs. 70-71.
~New
York: The Dryden
ABEL SANCHEZ y LA ENVIDIA DE UNAMUNO
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algo bebido o más bien mamado- y la envidia? Parece que sí, que hay
una confusa intuición aquí. Y cuando dice que el bebedizo es el pecado
original, une la idea del bebedizo con la de la maldad inherente en el
hombre, algo con que nace, algo malo que recibe de sus padres.
Sin embargo, la misma vaguedad y ambigüedad de estas referencias
hacen que la cita no sea lo suficientemente clara e inequívoca para comprobar nuestra hipótesis. Pero ya que había sentido esta intUición vaga,
Unamuno la medita, la explora de una manera obsesiva. Más adelante en
la novela, Abel Sánchez se pone p pintar un cuadro de Caín y Abel, y
discute el proyecto con su amigo Joaquín Monegro. Abel lee el relato
bíblico en voz alta, y después lo discute con Joaquín. Entonces Joaquín
pregunta:
-¿.Por qué miró Dios con agrado la ofrenda de Abel y con desdén
la de Caín?
~No
lo elq)1ica aquí...
-¿Y no te lo hall preguntado tú antes de ponerte a pintar tu cuadro?
-Aún no ... Acaso porque Dios veía ya en Caín el futuro matador de
su hermano ... , a,l envidioso ...
-Entonces es que le había hecho envidioso, es que le había dado un
bebedizo 15.
Aquí entra la idea de la predestinación, que va a tener una importancia fundamental en la novela. Y ¿qué "bebedizo" le habría dado Diosa
Caín? Sigue esta discusión extrafia, y Joaquín le pregunta a Abel:
- y dime, ¿no te inspira tu mujer algo para ese cuadro?, ¿no te da
alguna idea?
/
-¿Mi mujer? En esta tragedia no hubo mujer.
-En toda tragedia la hay, Abe!.
-Sería acaso Eva ...
-Acaso ... La que les dio la misma leche: el bebedizo ... 16
En esta cita la primera intuición empieza a clarificarse. En toda tragedia hay mujer, y la mujer trágica por excelencia es la madre. El bebedizo es la leche maternal, fuente de envidia, odio y tragedia. De aquí en
adelante, este hecho parece claro e inconfundible. La imagen aparece por
última vez en la novela cuando el pobre Joaquín, ya moribundo, pregunta:
-¿Por qué he sido tan envidioso, tan malo? ¿Qué hice para ser así:?
¿Qué leche mamé? ¿Era un bebedizo de odio? ¿Ha sido un bebedizo de
sangre? ¿Por qué nací en tierra de odios? En tierra en que el precepto
15
16
7
[bid., págs. 80-81.
[bid., pág. 83.
98
MICHABL D. MCGAHA
parece ser: "Odia a tu prójimo como a ti mismo". Porque he vivido
odiándome; porque aquí todos vivimos odiándonos'"17.
Ya hemos' apuntado una referencia a la predestinación, al referirnos
a la cita en que Joaquín Monegro sugiere que Dios le había hecho envidioso a Caín. En otro pasaje de la novela, Joaquín trata de salvarse de
su envidia mediante la religión. Va a la iglesia para confesarse y, en medio de la confesión, le pregunta al cura:
-¿Qué hice yo para que Dios me hiciese así, rencoroso, envidioso,
malo? ¿Qué mala sangre me legó mi padre?
-Hijo 'mío, hijo mío...
,
~No,
no creo en la libertad humana, y el que no cree en la libertad
no es libre. ¡No, no lo soyl ¡Ser libre es creer serloli 18•
y ¿por qué no puede creer, en la libertad humana? Yo creo que su
conocimiento del hecho de que su envidia es algo inexorable e involuntario, es una parte íntegra de su ser, le impide creer en la libertad. Cuando
por primera vez se dio cuenta de la existencia de esta envidia, se vio
. como predestinado alodio y al sufrimiento resultante de este odio, un
sufrimiento que consideraba como el infierno: "Empecé a odiar a Abel
con toda mi alma y a proponerme' a la vez ocultar ese odio, abonarlo,
criarlo, cuidarlo en 10 recóndito de las entl'añas de mi alma. ¿Odio? Aún
no quería darle su nombre, ni quería reconocer que nací, predestinado, con
su masa y con su semilla. Aquella noche nacía al infierno de mi vida" 19.
Hay que recordar aquí que, según Melanie KIei41, la envidia tiene
una base constitucional, es el resultado necesario de unas circunstancias
sobre las cuales el individuo no tiene ningún poder. Es obvio que estamos tratando aquí de una actitud hondamente determinista, que niega
casi totalmente el libre albedrío. Freud y sus discípulos' creían que el
hombre es "predestinado" por los acontecimientos de su primera niñez,
que ejercen una influencia decisiva sobre todo el resto de -su vida.
. Si en el caso de una personá religiosa, como Unamuno, estas malas
tendencias se refieren a Dios, el individuo llega a considerar a Dios como
un ser injusto y cruel, que nos crea para atormentarnos, y después de
haberse entretenido con nuestras desdichas, nos mata. Una actitud como
esta fácilmente le llevaría a uno a odiar y a envidiar a Dios. Sobre este
punto, Julián Marías dice algo muy interesante en su libro sobre Unamuno, y creo que vale la pena citarlo aquí:
En primer lugar, el que se odia a sí mismo, ,desde dónde se odia?,
mejor dicho, ¿desde quién? ¿Quién es el inás profundo yo que se revuelve
17 lbid., pág. 189.
18
[bid., pág. 102.
19
lbid., pág. SI.
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99
contra su otro yo escindido? ¿Qué problema ontológico plantea esa
enraña posibilidad del amor o el odio a sí mismo? Y en segundo lugar,
¿cuál es la raíz de ese odio de sí propio y de los demás? Todo odio es
envidia, dice Unamuno; pero entonces, el odio a sí mismo, ¿qué sentido
tiene? No sería difícil ,descubrir en él una raíz de soberbia, de odio a la
limitación, a la 'finitud, a la necesidad no aceptada de morir; en el fondo,
se podría hablar de una satánica envidia de Dios, un .miium Dei, ola inversión rigurosa de la caridad. Y de esta inversión de la caridad en su sentido
primario de amor Dei fluye inevitablemente la destrucción de ,la caridad
como amor al prójimo. Y a veces el origen concreto del odio a Dios y de
la más honda desesperación es el odio a su imagen, al hombre. Y entonces
el círculo se cierra. Como dice San Juan, si alguien dice que ama a Dios,
y odia a su hermano, miente; ¡pues quien no ama a su hermano, a quien
ve, a Dios, a quien no ve, ¿cómo puede amarlo? Si quis dixerit quoniam
diligo Deum et fratrem suum oderit, mendax esto Qui enim non diligit fratrem
suum quem videt, Deum quem non videt quomodo potest diligere? (Joannís Ep. 1, 4, 20). Vemos, pues, hasta donde nos lleva este intento de penetrar en el secreto del alma humana 20.
Sabiendo la actitud de Unamuno hacia Dios, nos es fácil comprender
la simpatía que hace sentir su Joaquín Monegro hacia Caín. El crítico
inglés F. L. Lucas ha estudiado una situación muy semejante al analizar
la simpatía que mostró Milton hacia Satanás en su libro Paradise Lost.
Lucas concluye su estudio de este problema diciendo, "El problema verdadero no es, creo yo, que Milton haya hecho demasiado simpático su
ángel rebelde, sino que hizo tan antipático su Padre Todopoderoso -un
personaje pomposo contra quien muchos de nosotros nos hubiéramos juntado con ganas a cualquier rebelión que ofreciese la menor posibilidad
de éxito---" 21. Pero estas consideraciones nos llevarían muy lejos del tema
de este ensayo, y podrían constituir un estudio interesante en sí.
Para curarse de su envidia, Joaquín Monegro siente la necesidad de
revivir la experiencia primaria para llevarla al feliz desenlace que no pudo
tener en la primera instancia. Es decir, si pudiera establecer una buena
relación con la madre, quizá se curaría de los efectos de la mala relación
anter~o.
Pero es obvio que no puede volver a ser niño. Por eso, se pone
a buscar una mujer que pueda subt~ir
a Ja madre real:
Dedic6se Joaquín, para salvarse, requiriendo amparo a su pasión, a
buscar mujer, los brazos maternales de una esposa en que defenderse de
aquel odio que sentía, un regazo en que esconder la cabeza, como un niño
que siente terror al coco, para no ver los ojos infernales del dragón de
hielo 22.
20
Miguel de Unamuno (Madrid: Espasa-Calpe; Colección Austral, 1960),
págs. 109-110.
l!l
Traducción hecha de: Literature and Psychology (London: Cassell & Company, Ltd., 1951), pág. 15.
lit
Abel Sánchez, pág. 63.
100
MICHAEL D. MCGAHA
Encuentra la mujer y se casa con ella, pero no tiene éxito en su in,;ento de curación, porque 'Se siente 1ncapaz de querer a su mujer. Se da
~uenta
de este hecho cuando dice: '
¿Pero llegué yo a querer de verás a mi Antonia? ¡Ahl si hubiera sido
capaz de quererla me habría salvado. Era' para mí otro instrumento de
venganza 23.
El fracaso .de este ,intento ·era muy predecible y casi inevitable. La
envidia ya había,perjudicado la confianza de Joaquín en la sinceridad de
todas sus relaciones con los de~ás
y le había hecho dudar de su capacidad para el amor y la bori.dad. Como dice Unamuno, "Aquel hombre no
podía ser de su mujer, porque no era de sí mismo, dueño de sí" sino a la
vez un enajenado y un poseído" 1M. La incapacidad para el amor le parece
a Joaquín el resultado más insgportable de su envidia. Hahlando con
Helena,' la mujer de Abel Sánchez, dice:
--.Porque mira, Helena, no es lo peor no ser querido, no poder ser
querido; lo peor es no poder 'querer.
-Eso dice don Mateo, el párroco, del demonio, que no !puede querer,
- y el demonio anda por la tierra, Helena 2••
Otro resultado de la envidia es el deseo de ser envidiado. Sobre este
punto, Melanie K1ein escribe:
'
Una causa particular' de la envidia es la relativa ausencia d.e ella en
los demás. Se siente que la persona envidiada posee lo que, en el fondo,
es lo más deseado y apreciado --esto es, un buen objeto, que también
significa buen carácter y cordura. Además, la persona que puede gozar
de buena gana de la obra creadora y la felicidad de los demás no sufre'
los tormentos de, la envidia, la Pesadumbre y la persecuciÓn. Mientras qUe
la envidia es la fuente de mucha infelicidad, se
que una relativa
libertad de ella posibilita los estados mentales de Contentamiento, paz~
y últimamente, 'la cordura 26.
cree
Joaquín Monegro quiere ser envidiado, odiado, y escripe en sü 'Can~
fesión:, "Y esta idea' de que ni siquiera pensasen en mí, de que no me
odiaran, torturábame aún más que lo otr~
Ser odiado, por él, con un odio
como el que yo le tenía, era algo, y podía haber sido mi salvaci6n"!f1.
Ocurre más adelante en la novela que un pobre hombre le, envidia a Joalbid., pág. 87.
lbid., pág. 72.
as lbid., pág. 62. ,
26
Op. cit., pág. 41.
.
27 Abel Sdnchez, pág, 90.
23
1M
.:
.
~
ABEL SANCHEZ· y~
LA ENVIDIA-DE UNAMUNO
101
quín, y le confiesa su envidia. Joaquín queda estupefacto y no sabe qué
responder: "He aquí una cosa que no comprendo bien, amigo mío; no
comprendo que nadie se disponga a dar la vida por poder ser otro, ni
siquiera comprendo que nadie quiera ser otro. Ser otro es dejar de ser
uno, de serse el que se es" 28. Según los psicólogos freudianos, el hecho de
ser enviado no puede ayudarle al hombre envidioso a curarse .de su envidia. Al contrario, el hombre envidioso les considera a las personas que
le envidian a él como sus peores perseguidores.
Joaquín quiere hacerse un científico famoso, para eclipsar la fama art'stica de Abel, como declara en las palabras siguientes:
No era, sin embargo, la ganancia -dice en su Confesión póstuma- lo
que más me ,impedía dedicarme a la investigación científica. Tirábame a
ésta, por un lado, .el deseo de adquirir . fama y renombre, de hacerme una
con ella la artística de Abel, .de
gran reputación científica y as~mbr
castigar así a Helena, de vengarme de ellos, de ellos y de todos los demás,
y aquí encadenaba los más locos de mis ensueños; mas por otra parte,
. esa misma pasión fangosa, el exceso de mi despecho y mi odio me quitaban
serenidad de espíritu. No, no tenía el ánimo para el estudio, que lo requiere
. limpio y tranquilo. La clientela me distraía 29.
Y, ¿por qué no tenía el ánimo para el ,estudio? Tal vez la siguiente
cita de la profesora Klein nos dará una pista:
La ambición es otro factor muy instrumental en el fomento de la envidia. Esta se relaciona éon frecuencia con la rivalidad y la competencia en
la situación Edipo; pero si se hace excesiva, demuestra claramente su
raíz en la envidia del objeto primario. El conflicto entre el deseo de hacer
reparación al objeto lastimado por la envidia destructora y una nueva
apariencia de esta envidia causa muchas veces el fracaso de la ambición 30.
Joaquín hace varios otros intentos de curación, pero sólo logra curarse
en el momento de la muerte. Joaquín Monegro era insaciable, no podía
satisfacerse nunca, porque su envidia vino de dentro y siempre podría
encontrar un objeto. Quizá podría haberse curado si hubiera podido reconocer claramente la verdadera raíz de su envidia; pero puede ser que
la pena que le habría causado esta revelación hubiera sido peor que la
aflicción mental que padecía. Además, el hecho de que Joaquín quería curarse no es tiln cierto como parece·a primera vista. Julián Marías escribe
acertadamente:
28
29
30
31
lbid., pág. 151.
lbid., pág. 67.
Op. cit., pág. 3,5.
Op. cit., pág. 107.
107
MICHAEL D. MCGAHA
Joaquín oscila siempre entre dos ex¡tremos: el afán de curación, de
liberarse de su odio, y el hondo apego a él, su radical vinculación a la
pasión que lo devora. Y esto revela que siente a su odio como su propia
realidad, como un momento ontológico que 10 constituye; Unamuno ve
claramente que no se trata de un sentimiento, sino de una determinación
del ser; Joaquín es odioso, y por aquel conato de perseverar en el ser
de que Spinoza hablaba, adhiere a su ser de odiador; y únicamente
quisiera escapar a él en nombre de otro ser posible suyo, más hondo acaso,
aquel que sería si tuviera un auténtico amor, a su mujer o a un hijo, es
decir, otra determinación ontológica de opuesto signo 31.
Aristóteles observó que la tragedia de un hombre que se destruye ciegamente a sí mismo es más emocionante que la de la ruina efectuada por
enemigos exteriores. Aquel tipo de tragedia adquiere una ironía trágica.
Pero esta ironía trágica de la autodestrucción no es meramente un artificio teatral; si lo fuera, sería mucho menos dramática. Se basa, muchas
veces, en una honda realidad psicológica. Nos traiciona lo falso que llevamos dentro de nosotros. Así fue la tragedia de Joaquín Monegro.
MICHAEL
Department of Modern European Languages
Pomon.a College
Claremont, California 91711
U.S.A.
D.
MCGAHA