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herencia de los mártires de la UCA

ECA: Estudios Centroamericanos

¿Qué es lo que nos han dejado estos crucificados de la UCA? Vistos todos ellos en su conjllllto, estos mártires fueron humanos, misericordiosos, veraces, justos, amorosos, bienaventurados y creyentes. Eso es lo que nos dejan: humanidad, misericordia, verdad, justicia, amor, bienaventuranza y fe. A continuación se dicen unas breves palabras sobre cada una de estas cosas.

La herencia de los mártires de la UCA Jon Sobrino Resumen ¿Qué es lo que nos han dejado estos crucificados de la UCA? Vistos todos ellos en su conjllllto, estos mártires fueron humanos, misericordiosos, veraces, justos, amorosos, bienaventurados y creyentes. Eso es lo que nos dejan: humanidad, misericordia, verdad, justicia, amor, bienaventuranza y fe. A continuación se dicen unas breves palabras sobre cada una de estas cosas. Es una vecdad cristiana que allí donde hay muerte como la de Jesús, en la cruz, por defender a las víctimas de este mundo, y con un gran grito, allí hay también resurrección, una palabra sigue resonando y los crucificados permanecen en la historia. Los mártires de la UCA, Ignacio Ellacuría, Segundo Montes, Ignacio Martín-Baró, Amando López, Juan Ramón Moreno, Joaquín López y López, Julia Elba y Celina Ramos, junto con Monseftor Romero y tantos miles y miles de salvadoreí'los, murieron corno Jesús en la cruz y por esto tienen que seguir vivos como Jesús. Si así no fuera, vana sería nuestra fe en la resurrección de un crucificado, pero si así es tenemos que preguntarnos qué es lo que nos han dejado estos crucificados. Ya hace un afto, a los pocos días de su asesinato-martirio, traté de decirlo, con dolor y con pasión entonces, pero es importante volver sobre ello, aunque ahora lo haga de forma más sosegada y con la perspectiva que va otorgando el tiempo. Como todos los seres humanos, con su muecte nos han dejado lo que fueron en vida. En el pronuociamiento del Consejo Superior Universitario de la UCA y en el editorial de septiembre de la revista ECA se analiza muy bien lo que nos han dejado como universitarios y por esa razón no voy a entrar en ello. Me voy a concentrar más bien en la hecencia humana y cristiana que nos dejan, que se refleja en su quehacer universitario y que también lo posibilitó. Vistos todos ellos en su conjunto, quisiera decir de estos mártires que fueron humanos, misericordiosos, veraces, justos, amorosos, bienaventmados y creyentes, y que eso es lo que nos dejan: humanidad, misericordia, verdad, justicia, amor, bienaventuranza y fe. Digamos unas breves palabras sobre cada una de estas co- sas. l. La encamación que humaniza: llegar a estar en el mundo real Nacemos hombres y mujeces, pero llegar a ser humanos no es cosa fácil. Significa, ante todo, ser Digitalizado por Biblioteca "P. Florentino Idoate, S.J." Universidad Centroamericana José Simeón Cañas y estar en el mundo real y no en la excepción o la anécdota de la realidad. Cuál sea el mundo real en El Salvador, es fácil de determinar, pero es esencial recordarlo para comprender lo humano de nuestros IIIMtires. A diferencia de otras sociedades de abundancia, de los países del primer mundo y de los enclaves primermundistas de El Salvador, lo que caracteriz.a a nuestra realidad salvadoretla es la injusta pobreza de las mayorías, que produce la muerte lenta cotidiana. a la cual se ha alladido la muerte rápida y violenta en forma de represión y guerra. El mundo más real y más salvadorefto es, pues, el mundo de la pobreza y de la injusticia Lo es, cuantitativamente, porque Ias mayorías son pobres, y lo es, cuali~tivamente, porque esa pobreza no es sólo una dimensión de la realidad entre otras muchas, sino lo más clamoroso de ella. Siendo así las cosas, para estos jesuitas -como para todos- plantearse la pregunta por su propia humanidad fue plantearse la pregunta por dónde estar: si en esas islas de abundancia y bienestar, que no son nada salvadoreflas -más bien, casi sin excepción, antisalvadoreflas- o en la realidad de las mayorías pobres y empobrecidas. Ante esta realidad, nuestros mártires hicieron la opción, ante todo, de vivir en la verdadera realidad salvadorefla Fue ésta su fundamental opción por los pobres, exigida cristianamente por el evangelio y exigida éticamente por la realidad histórica Pero fue sobre todo una opción ;>rimordial humana _ ..metafísica", podriamos decir- para poder llegar a ser ellos mismos simplemente reales y humanos. Su principal trabajo y la mayor parte de su tiempo lo pasaron en la UCA, aunque a la UCA llegaban también físicamente los clamores de los pobres, y varios de los mártires se acercaron asiduamente a la realidad de la pobreza Pero si trabajaron en la UCA, no vivieron desde ella y para ella, sino desde y para la realidad de los pobres. Esta realidad es la que guió sus acciones y sus opciones. Trabajaron en un escritorio, pero no desde un escritorio y para acumular escritos sobre un escritorio. El desde y el para de todo su trabajo fue la realidad salvadorefla empobrecida y espe- ranzada. Que en esa realidad se encarnaron en vida, lo muestra con toda claridad su muerte. En estremecedoras palabras solía decir Monseflor Romero: "Seria triste que en una patria donde se está asesinando tan horrorosamente no cont4ramos entre las víctimas también a sacerdotes", lo cual se cumplió a cabalidad en los seis jesuitas. Pero se cumplió también la razón por la que Monseflor Romero llegó hasta a alegrarse de esos martirios. "Son el testimonio de IDl8 Iglesia encarnada en los problemas del pueblo". Si nuestros m4rtires sufrieron la muerte más real en El Salvador es porque vivieron la realidad más real de él. La muerte, pues, les hizo participar en la realidad salvadoretla, pero esa misma realidad salvadoretla es lo que los humanizó en vida En El Salvador no sólo existe pobreza y muerte, sino que los pobres poseen y contagian realidades y valores que con gran dificultad se encuentran fuerade su mundo: espenuw1 contra el sinsentido, compromiso contra ea egoísmo, sentido de comunidad contra el individualismo, celebración contra la mera diversión, creatividad contra el mimetismo cultural impuesto, sentido de transcendencia contra el romo pragmatismo y positivismo de otros mundos. Con esos valores suyos los pobres los moldearon como salvadoreftos y los hicieron humanos. "Sus dolores los convirtieron y purificaron, de su espenuw1 vivieron y su amor los sedujo para siempre", escribí poco después de su martirio. Esto es lo primero y fundamental que nos dejan los mártires: fueron sezes reales, humanos, en El Salvador. Y hay que aftadirque llegaron a serlo ante la tentación de no serlo, pues el ser intelectuales en una universidad y religiosos en una orden que con frecuencia se ha movido en otro mundo, tiende a generar un algo de superioridad y de artificialidad humana, un estar más allá de la verdadera realidad. Pero no ocurrió así con estos IIIMtires. En lenguaje cristiano, se encarnaron, como Jesús, en la realidad de nuestro mundo. En las palabras de Luis de Sebastün, "estuvieron allí donde tenían que estar". En el más simple de los lenguajes, llegaron a ser sezes humanos. FSJ'UDIOS CENTROAMERICANOS (ECA) Digitalizado por Biblioteca "P. Florentino Idoate, S.J." Universidad Centroamericana José Simeón Cañas Nuestros mártires hicieron la opción, ante todo, de vivir en la verdadera realidad salvadoreña. 2. Las entrañas que se mueven a misericordia Vivir real y humanamente en El Salvador significa ineludiblemente, como dice Jesús en la parábola del buen samaritano, encontrarse con un herido en el camino, y con él se encontraron. Pero se encontraron no con un individuo, sino con todo un pueblo, y no sólo con un pueblo herido, sino con un pueblo crucificado. Y en ese encuentro es donde se decide lo humano: o se da un rodeo, como el sacerdote y el levita de la parábola, o se curan sus heridas. Nuestros mártires no dieron un rodeo. Aun en medio de graves peligros no salieron del país, pero ni siquiera -dentro del país- se instalaron en esas islas artificiales en las cuales no se quiere ver al pueblo crucificado. Tampoco dieron el rodeo sutil -frecuente en estos casos- buscando refugio en la ciencia, en la universidad, en la vida religiosa -siempre se encuentran buenas razones para ello- para no hacer lo que tenían que hacer con el herido. Se quedaron en el país, en medio de innumerables ataques y amenazas, habiendo muy bien podido encontrar comodidad y gratificación en otros lugares, e hicieron de la universidad y de la vida religiosa no un pretexto para no dedicarse a curar decididamente al herido, sino un instrumento eficaz para cunu-lo de verdad. Pero lo más decisivo es saber por qué dedicaron su vida a curar al herido. La respuesta es sumamente simple, pero sumamente fundamental para comprender lo humano de estos mártires: Como al samaritano de la parábola, en presencia de un pueblo crucificado se les removieron sus e~trallas y fueron movidos a misericordia. El sufnmiento de todo un pueblo se interiorizó en ellos y reaccionaron. Y todo ello sin segundas intenciones, sin más razón para ello que el ingente sufrimiento del pueblo crucificado. Me gusta pensar en estos mártires, ante todo como seres humanos de compasión y misericordia, para quienes reaccionar con amor efic~ ~cia el pueblo crucificado fue lo primero y lo ulbm~. Cierto es que trabajaron y sirvieron en la um- versidad, en la Compallía de Jesús, en la Iglesia, pero no sirvieron y trabajaron en último término para el bien de la universidad, de la Compaflía de Jesús, de la Iglesia. Trabajaron para bajar de la cruz al pueblo crucificado. En lenguaje de Jesús, para erradicar el antirreino y construir el reino ~ Dios. No hicieron, pues, de los pobres un medio para que prosperaran sus intereses universitarios o religiosos -tentación siempre presente, pues los seres humanos manipulamos hasta lo más santo en provecho propio, sino a la inversa, hicieron de éstos un medio para ejercitar la misericordia. Esto es lo que queremos decir al afirmar que la misericordia fue lo primero y lo último para ellos. Y estas palabras no debieran sorprender ni escandalizar, como si con ello se minusvalorara la realidad de la universidad, de la compallía y de la Iglesia Según el evangelio, lo último es el reino de Dios, y por ello, en presencia del antirreino, nada hay más allá ni más acá de la misericordia El samaritano que nos es presentado como el ser humano cabal actuó únicamente por misericordia, no por defender intereses religiosos institucionales ni como modo de alcanzar su propia perfección. Y lo mismo se nos dice en la Escritura de Jesús Y del Padre celestial. Si Jesús hizo curaciones, si Dios liberó a un pueblo oprimido, no lo hicieron con segundas intenciones, sino simplemente porque los clamores de los pobres les removieron las entraflas. La misericordia fue, pues, para nuestros mártires mucho más que un sentimiento, o la disposición a aliviar algún que otro sufrimiento, cosa que puede estar presente en muchos. Fue un_principio que guió toda su vida y todo su trabaJo. La misericordia es lo que estuvo en el origen, pero es lo que permaneció a lo largo de todo el proceso, configurándolos también a ellos. Cierto es que la misericordia no lo es todo para los seres humanos, ni lo fue para nuestros mártires, pues por necesidad -como seres humanos- estaban confrontados también con el saber, con el esperar y con el actuar, como dice Kant, y también con el celebrar. Pero el principio-ml.S'i.ricordia es lo que orientó y ,.. LA HERENCIA DE LOS MARTIRESDE LA UCA Digitalizado por Biblioteca "P. Florentino Idoate, S.J." Universidad Centroamericana José Simeón Cañas 969 configuró todo ello. 3. La verdad que defiendea las víctimas La misericordia es lo que los movió a mirar la realidadsalvadcxefta parallegar a conocerla como es en verdad y lo que dirigió su pensar y saber. Y movidos por la misericordia buscaron la verdad, la analizaron y la dieron a conocer. Todo esto lo hicieron de fonna universitaria. Todos sabemos que en El Salvador no abunda la verdad, pero no sólo porque existe la ignorancia, sino porqueimpera la mentira. No sólo se desconoce la verdad de la realidad, sino que se la encubre para que no salgaa luz. Así, se ignoran y echan al olvido realidades de muerte, terribles masacres, y se tergiversan muy frecuentemente realidades fundamentales, hasta el punto que se llega a presentar a las víctimas como si fueran los verdugos. No se dice esto ya ahora con tanta claridad, pero recordemos cuánta difamación hubo contra Monseftor Romero y contra nuestros mártires, como si ellos hubiesen sido los causantes de la violencia y no sus víctimas. Se repite, pues, en El Salvador la misma mentira que arrancó la terrible queja al profeta Isaías: ·•¡Ay de los que llaman día a la noche y noche al día!". En este mundo de mentira buscar la verdad no es sólo superar la ignorancia. Nuestros mártires, ciertamente, se dedicaron a superarla, a obtener los saberes científicos y tecnológicos necesarios para construir un país viable, ¡xr supuesto. Y eso lo hacían en la investigación y la docencia. Pero el primer paso que dieron, también de forma universitaria, fue desenmascarar la mentira. pues sobre ella no se puede edificar ninguna sociedad justa y con ella los necesarios conocimientos científicos y tecnológicos no se convierten en conocimientos liberadores, sino con mucha frecuencia en nuevos instrumentos de opresión. Universitariamente desenmascararon la pecaminosidad primaria de los seres humanos, la cual, como dice Pablo, consiste en ..oprimir la verdad con la injusticia", o, en palabras de Juan, en que ..el maligno es mentiroso". Y denunciaron que esa pecaminosidad es real no sólo en el individuo, sino en la sociedad como tal. Y es que una so9'10 ciedad que genera injusta pobre7.a tiende además, a encubrir el hecho, a justificarlo, a hacerlo pasar incluso por lo contrario, inventando eufemismos que encubren el pecado fundamental. Así, del tercer mundo se suele hablar como de países en vías de desarrollo, como de democracias incipientes, sin analizar si el tercer mundo va en verdad al desarrollo o si, por el contrario, va a más subdesanollo, o si las democracias llegan al demos, al pueblo, o no. Y así, en El Salvador, aunque nadie hoy puede ya negar la tragedia salvadorefla, se habla del avance del proceso democrático, demejoría en los derechos humanos de avances en la administración de la justicia, en la profesionalización de la fuel7.8 armada .. Bellas palabras para encubrir la mentira. Decir la verdad en un país como El Salvador significa, pues y ante todo, desenmascarar lamentira. Pero quien eso hace, no sólo dice la verdad, sino que se convierte automáticamente en defensor del pobre. Ellos, los pobres, son quienes tienen y expresan la verdad más fundamental en su propia carne, aunque no la pueden hacer valer. Y desde aquí hay que entender las repetidas palabras que en su dla se aplicaron a Monseflor Romero por ser claro decidor de la verdad- y que hoy quiero aplicar a nuestros mártires: fueron la voz de los sin voz, la palabra intelectual de quienes no tienen palabra, aunque tienen la razón. Con esto queremos decir que su pasión por buscar, analizar y decir la verdad no provenía, en último ténnino, de un puro deseo para hacer avanzar el conocimiento en sí mismo, aunque eran bien conscientes de la necesidad de hacer crecer saberes rigurosos. Provenía, ante todo, del deseo de defender a los pobres, quienes tienen la verdad a su favor y, a veces, es lo único que tienen en su favor. La capacidad para buscar y analizar la verdad provenía, ciertamente, de su propia inteligencia, ¡xr supuesto; pero su pasión por la verdad tuvo sus raíces·en la misericordia. '"El sufrimiento precede al pensamiento", decía Feuerbach. Estos mártires pensaron y trataron de pensar de la mejor manera posible, sin ninguna duda, pero pensaron para defender a los pobres. Se dio en ellos una rara convergencia de la inteligencia y la misericordia ESTUDIOS CENTROAMERICANOS (ECA) Digitalizado por Biblioteca "P. Florentino Idoate, S.J." Universidad Centroamericana José Simeón Cañas 4. La misericordia estructural: los caminos de la justicia El herido que encontraron en el camino fue todo un pueblo crucificado, no sólo un individuo. Por ello historizaron la misericordia, y no la redujeron a sentimientos benévolos ni a ayudas ocasionales. La historizaron como justicia., que es la forma que necesariamente toma el amor a las mayorías pobres, y la historizaron como liberación, que es la forma del amor ante las mayorías injusta y estructuralmente oprimidas. Volviendo a la parábola del buen samaritano, no sólo pusieron sus ojos en el herido, sino también en los salteadores, en aquellas estructuras que lo producen por necesidad. No sólo quisieron curar heridas, sino erradicar sus causas y proponer las mejores soluciones. Así concibieron, en último término, su trabajo universitario y vieron en la universidad un instrumento eficaz para ello. Por eso, propiciaron no sólo una teología de la liberación, sino también una ingeniería de la liberación, una psicología de la liberación, una economía de la liberación ... Lo que quisiera anadir a esto tan conocido es que su visión estructural de la realidad, la investigación de sus causas y soluciones estaba guiada por la mirada de la misericordia., y por ello siempre tu- vieron ante sus ojos la realidad concreta de los pobres. Por eso, también, desde una perspectiva fundamental de justicia y de liberación,que siempre guió sus pasos, fueron modificando y cambiando sus perspectivas cmcretas de cómo llevarlas a cabo. Y eran aquí muy exigen~ en dos cosas: en el rigor y en el anMisis para no jugar o experimentar con cosas de suma seriedad para el pueblo, por una parte, y en la creatividad en el análisis, por otra, para no caer en el dogmatismo que en último término supedita a la propia idea preconcebida., por muy científica que se diga. la realidad de los pobres. Cómo analizaron la realidad salvadorefta es cosa conocida. Sólo quiero recalcar ahora su disponibilidad para cambiar, para adaptar los análisis teóricos a la realidad salvadorefla, y no a la inversa. En palabras sencillas, quiero decir que no fueron "dogmáticos", aunque fueron firmes en sus posturas. Tampoco fueron puramente pragmáticos ni mucho menos oportunistas, pero fueron flexibles para poder ser creativos, y fueron creativos para poder responder a las exigencias de la realidad. Basta leer los últimos veinte anos de la revista ECA para constatar ambas cosas. LA HERENCIA DE LOS MARTIRF.SDE LA UCA Digitalizado por Biblioteca "P. Florentino Idoate, S.J." Universidad Centroamericana José Simeón Cañas 971 Trabajaron para bajar de la cruz al pueblo crucificado. Analizaron así, como principios o, al menos, como elementos de solución para el país, las elecciones de los anos setenw, el golpe del 15 de octubre, la solución político-militar revolucionaria, el di.41ogo, la negociación... Anali7.aron los agentes fundamentales del cambio social, los movimientos populares, la llamada y mal comprendida ''tercera fuerza" ... Se podrá discutir -y a veces se les criticaron algunas de sus posiciones- si todos sus arullisis eran correctos o no, pero lo que est4 fuera de discusión es la finalidad de esa flexibilidad y creatividad: buscar solución para las mayorías populares. Apreciaron grandemente y usaron diversas teorías filosóficas, sociológicas, políticas, teológicas, pero no convirtieron en dogma ninguno de sus principios, sino que los usaron en la medida en que "principiaban" caminos de solución. Y la razón para ello era la primacía que daban a la realidad de los pobres sobre cualquier teoría sobre ellos. Así como Monsenor Romero decía "la Iglesia apoyará uno u otro proceso político, según le vaya al pueblo", así los mártires se desvivieron por encontrar conocimientos, teorias, arullisis que beneficiasen al pueblo. Si algún dogma inamovible tuvieron, ése fue el sufrimiento del pueblo crucificado y la urgencia a bajarlo de la cruz. La creatividad de su pensamiento dependió indudablemente de su propia inteligencia, pero ésta fue puesta en movimiento, encontró su dirección fundamental y buscó siempre nuevos caminos por el dolor del pueblo. Su cabeza pensante ponía necesario rigor intelectual a sus entranas removidas por el dolor, pero esas entraflas removidas son las que pusieron vigor en su cabeza y les movió a producir saberes en favor de los pobres. Dicho en el lenguaje de san Ignacio de Loyola, historizado por Ignacio Ellacuría, su gran pregunta fue "qué vamos a hacer para bajar de la cruz a los pueblos crucificados". Pero esa pregunta ~mo pide Ignaci'>de Loyola- se la hicieron ante un crucificado de verdad. 5. La misericordiaconsecuente:el mayor amor Cuando la misericordia se historiza como jus- m licia y liberación, por muy racional y razonable que sea, tiene que enfrentarse con aquellos que no se dejan regir por el principio-misericordia. En la historia existen quienes ignoran la misericordia: el sacerdotey el levita, lo cual ya es una tragedia; pero hay otros que se rigen por el principio de la activa antimisericordia; los salteadores de la parábola.lo cual es una tragedia mayor. Por ello, la activa y eficaz misericordia hacia un pueblo crucificado tiene que mantenerse como misericordia en presencia de la antimisericordia activa, tiene que llegar a ser misericordia consecuente. Esto significa introducirse por necesidad en los conflictos de la sociedad, arriesgar lo personal y lo institucional. Y cuando, por misericordia hacia las víctimas, se tocan los ídolos que las producen, significa arriesgar la vida La misericordia consecuente es lo que lleva al mayor amor de dar la vid2, y cuando se entrega ésta es que en verdad la misericordia ha estado actuante en la propia vida Así fueron estos mártires: consecuentemente misericordiosos, hasta el final. La misericordia fue para ellos lo primero y lo último y no antepusieron nada a ello, ni su seguridad personal ni quizás más difícilla seguridad institucional. Como es sabido, durante quince anos sufrieron innumerables ataques, amenazas y riesgos personales, y arriesgaron también -con sensatez- la institución, muchas veces atacada y destruida físicamente y amenazada siempre de parálisis por el amedrentamiento que los opresores querían introducir en sus miembros. Sus muertes fueron, pues, la culminación de un proceso, y no el producto de una macabra locura momentánea. Pero si esto es así, nuestros mártires dieron sus vidas libremente -como Jesús, como Monsenor Romero- y las dieron por mantener consecuentemente la misericordia. Y sus muertes muestran, entonces, que lo que los movió en vida fue, en definitiva, un gran amor a los pobres, no ningún interés personal ni el odio contra nadie. Y en esto radica, en último término, su credibilidad ante el pueblo. Su muerte, conscientemente asumida, es lo que convence a los pobres, más que cualquier otra palabra, de que estaban con ellos, de que en E.5TUDIOS CENTROAMERICANOS (ECA) Digitalizado por Biblioteca "P. Florentino Idoate, S.J." Universidad Centroamericana José Simeón Cañas este mundo cruel hay seres humanos que los han defendido y que los han querido. 6. El gozo de las bienaventuranzas A lo humano le pertenecen también alegrías y sufrimientos. Estos mártires tuvieron unas y otros. Las alegrias y los sufrimientos en el día a día, cuando les salían bien o mal las cosas, cuando como personas- gozaban en su corazón o sufrían tensiones, cuando veían avances o retrocesos en los procesos. Estas alegrías y sufrimientos fueron bien reales y cada uno de ellos tuvo los suyos lo sé muy bien. Pero aquí nos movemos todavía en el mundo de las alegrías y de los sufrimientos categoriales, no de aquello fundamental que hace que una vida sea bienaventurada o maldita. Por debajo y más allá de las alegrías y sufrimientos concretos, categoriales, está el gozo de la vida o el dolor de la tristeza. Pues bien, a este nivel en que se juega el sentido de la vida, quisiera decir que estos mártires fueron seres humanos con gozo. Esto debiera afirmarse de antemano, pues, si en verdad fueron misericordiosos, fueron ya bendecidos con una de las bienaventuranzas de Jesús: "Dichosos los misericordiosos". Y desde esta óptica de las bienaventuranzas -lo que podemos llamar la teoría de la felicidad de Jesús de Nazaret- quisiera recordar el gozo que tuvieron y que ofrecen a todos. "Dichosos los pobres", dice Jesús, y estos mártires compartieron --cada uno a su maneraese gozo. Al llevar a cabosu trabajo desde y para los pobres, participaron en su realidad, lo que les otorgó dignidad fundamental y los llenó de gozo. Y sus contactos directos en campos de refugiados, parroquias populares y comunidades de base, los llenaron de una escandalosa felicidad. "Dichosos los limpios de corazón", dice Jesús. Al dejarse dar luz por los pobres y ver las cosas con limpieza de miras, experimentaron el gozo de estar en la verdad y de servir a la verdad. "Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia", dice Jesús. Al vivir y desvivirse por la justicia para los oprimidos encontraron un alimento superior. el que sacia el hambre de humanidad y de fraternidad. LA HERENCIA DE LOS MARTIR~ "Dichosos los que trabajan por la paz", dice Jesús. Al trabajar por poner paz en medio de la represión y de la guerra. aunque sobre ellos mismos cayesen represión, infamias y calumnias, consiguieron paz verdadera, no la que da el mundo, sino aquella en que pueden descansar los corazones. "Dichosos cuando los persigan por causa de la justicia Ese día salten de gozo", dice Jesús. Al introducirse en los conflictos y mantenerse fieles en ellos, hasta el final, hasta entregar su propia vida, llegaron al gozo máximo que es la paradoja máxima. Al dar la vida mostraron el mayor amor, y eso los hizo vivir. San Ignacio, en la fórmula del instituto, pide al jesuita que lo haga todo "gratuitamente, sin esperar ninguna humana paga ni salario por su trabajo", en lenguaje más bien ascético. Jesús nos lo dice a todos en el lenguaje de bienaventuranza: "Más feliz es el que da que el que recibe". Eso es lo que se cumplió en nuestros mártires. No guardaron su vida para sí mismos, sino que la entregaron para que otros tuvieran vida y vida en abudancia, como dice Jesús. En ello les fue la propia vida, pero en el dar vida a los otros ellos mismos llegaron a vivir. En eso consistió su gozo y en ese gozo se asemejaron a los pobres a quienes sirvieron. G. Gutiérrez suele repetir estas palabras que escuchó de un campesino, "Lo que se opone a la alegría no es el sufrimiento, sino la tristeza. Nosotros tenemos muchos sufrimientos, pero no estamos tristes". Mis hermanos -lo sé muy bien- tuvieron muchos sufrimientos, de todo tipo, pero nunca los vi tristes. Y ese gozo de ser humanos, ese hondo sentido de la vida, es lo que nos dejan a todos. 7. La fe que camina humildemente con Dios en la historia Estos mártires fueron, por último, creyentes, y de una manera muy concreta Su fe, ciertamente, no los separóde lo humano, ni mucho menos los distanció de la realidad salvadorefla, como ocurre a veces con quienes "porque no son de este mundo creen que son de Dios, y porque no aman a los hombres creen que aman a Dios". Vieron, más DE LA UCA Digitalizado por Biblioteca "P. Florentino Idoate, S.J." Universidad Centroamericana José Simeón Cañas 973 bien. en la fe cristiana una exigencia y una óptima J)C)Slbilidad para llegar a ser humanos ellos mismos y para humani7.ar a otros, y vieron en ella los grandes principios cristianos que guían la humanización: el reino de Dios. como ideal para la sociedad. y el seguimiento de Jesús. como ideal para el ser humano. Constataron. pues, e insistieron en la eficacia histórica del evangelio, pero adem4s, creyeron en el evangelio. Vieron en Jesús al ser humano cabal, en cuyo seguimiento se juega la esencia del ser verdaderamente humano, y todo lo que hemos dicho de ellos hasta ahora no es otra cosa que la historización del seguimiento de Jesús en nuestro mundo y en nuestro tiempo. Pero ese seguimiento es fe. pues nada. ninguna filosofía, ninguna ide<r logfa. garantiza históricamente que seguir el camino de Jesús lleva a buen puerto. Si, sin embargo, i:ecorrieron ese camino hasta el final. es porque creyeron en Jesús. porque estaban convencidos que nada hay más verdadero que Jesús. Se sintieron atraídos por el Jesús que dijo: "El espíribl del Seflor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado a anunciar a los pobres la Buena Nueva. a proclamarla liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a liberar a los oprimidos ..." (Le 4, 18). Y a ese Jesús le fueron fieles. Por eso quisiera poner en sus labios las arrebatadas palabras de Pablo. "¿Quién podrá privamos de ese amor de Cristo? ¿Dificultades, angustias, persecuciones, hambre, desnudez, peligros, especia? Dice la Escritura: 'Por ti estamos a la muerte todo el día. nos tienen como ovejas enviadas al matadero'. Pero todo eso lo superamos de sobra gracias al que nos amó. Porque estoy convencido de que ni muerte ni vida, ni ángeles, ni soberanías, ni lo presente, ni lo fublro, ni poderes, ni alturas, ni abismo, ni ninguna otra criatura podrá privamos de ese amor de Dios, presente en el Mesías Jesús" (Rom 8, 35-39). Nuestros mártires, quizás por su sobrio temperamento satvádoreflo, vasco, castellano, nunca usaron palabras con tal grado de lirismo para hablar de Jesús, pero eso es lo que hicieron con la terquedad cotidiana de seguir sus pues hasta el final. Por último, en el seguimiento de Jesús. y como Jesús. se encontraron ante el misterio último de la existencia personal y de la historia: el misterio de Dios. Dios para ellos fue, pcr una parte. una realidad que hay que reproducir en la historia, a la manera histórica y limitada de los seres humanos, por supuesto, pero realidad, al fin y al cabo, que hay que "practicar". como dice Gustavo Gutiérrez. Ese practicar a Dios lo vieron como lo sumamente bueno para ellos y para la historia. pero si lo vieron como bueno es porque creían en un Dios bueno y justo, en un Dios que es Padre. Creer en Dios, fue, pues, para ellos tratar de estar en afinidad con él. Por otra parte. Dios fue para ellos una realidad siempre inabarcable e inmanipulable, una realidad cuya palabra -sea la que fuere- hay que escuchar y a la cual hay que responder. Dios fue, pues, el misterio por antonomasia. la suma alteridad, y creer en Dios significó dejarle ser Dios. Esto supuso ponerse delante de Dios, sin oír, a veces, una palabra, preguntar a Dios y clamar "Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado", en su vida personal y, sobre todo, ante la tragedia salvadorefla. sin que hubiese respuesta. Pero significó también ponerse delante de Dios en lo que este misterio tiene de utopía, de atracción de todo, para que todo sea más, para que haya vida y vida en abundancia. Con este claroscuro de todo lo humano vivieron también su fe, pienso que, en definitiva, con más luz que oscuridad. Como todo ser humano, y como Jesús, lucharon con Dios, y éste los venció. En medio de tantas oscuridades en la historia se dejaron seducir por Dios. como el profeta Jeremías, y no se apagó el fuego ardiente que llevaban en su corazón. Buscaron descanso en el Dios Padre. y éste nunca los dejó en paz. Pero en fidelidad al misterio de este Dios caminaron humildemente con Dios en su propia vida, como dice Miqueas, y así caminaron hacia Dios. En sus vidas, en sus trabajos y en su destino martirial unificaron lo humano y lo divino. 974 FSl'UDIOS CENTROAMERICANOS (ECA) Digitalizado por Biblioteca "P. Florentino Idoate, S.J." Universidad Centroamericana José Simeón Cañas Esta es -pienso yo- la fe que tuvieron nuestros mártires, esta fe es la que comunicaron y esta fe es la que nos dejan. En sus vidas, en sus trabajos y en su destino martirial unificaron lo humano y lo divino. En las palabras con que los jesuitas hemos definido nuestra misión para el mundo de hoy -palabras que están sobre sus tumbasunificaron fe y justicia, Dios y víctimas de este mundo. En las palabras con que la carta a los Hebreos describe a Jesús, unificaron fidelidad a Dios y misericordia con los débiles. dicho de sí mismos. Pero es verdad que, con Monseftor Romero, con otros muchos miles, con Julia Elba y Celina y con los seis jesuitas de la UCA, Dios pasó por El Salvador. Nos dejan, por lo tanto, su fe, pero nos dejan, sobre todo, el paso misterioso de Dios. 8. El martirio: un grito que sigue resonando De esta forma, junto con muchos otros salvadoreftos, unificaron lo salvadorefto y lo cristiano, y potenciaron ambas cosas. A unos ofrecieron el Dios de los salvadorenos, Dios de las víctimas en contra de los ídolos, para que su fe no fuera alienante, ni mucho menos encubridora. A otros ofrecieron el misterio de Dios, para que su práctica liberadora no redujera y empequefteciera lo humano, sino que lo abriese siempre al más. Todo esto es lo que nos dejan los mártires de la UCA. En su realización concreta lo hicieron, indudablemente, con limitaciones, y por ello lo que he dicho no pretende ser, sinceramente, un panegírico. Pero sí quisiera que aportara inspiración y ánimo para que todos podamos reproducir la estructura fundamental de lo humano y de lo cristiano. Lo que el martirio aftade a sus vidas es, por una parte, credibilidad, y, por otra, un gran grito al mundo de que eso -y no tantas otras ofertas falaces- es lo que humaniza y cristianiza, que eso es lo humano y lo cristiano. IgnacioEllacuría lo dijo de Monseñor Romero y ni él ni sus compafteros mártires lo hubiesen "La muerte es la más elocuente de las palabras", decía Monseftor Romero. Y del martirio del LA HERENCIA DE LOS MARTIRES DE LA UCA Digitalizado por Biblioteca "P. Florentino Idoate, S.J." Universidad Centroamericana José Simeón Cañas 975 mismo Monseflor dijo don Pedro Casaldáliga "nadie hará callar bJ última homilía". El 16 de noviembre mis ocho hennanos y hermanas pronunciaron su última homilía. Veamos para terminar qué es lo que dijeron con ese grito final, aunque sea.ahora, brevemente y en forma esquemática. Ante todo su martirio ha producido una sacudida mundial que esta vez no ha podido ser callada. En muchas partes y muchas instiwciones que normalmente ignoran nuestra realidad (gobiernos, partidos políticos, universidades, iglesias) se han tenido que enfrentar, por fin, con la realidad salvadorefla. "Algo anda muy mal en El Salvador", han gritado nuestros mártires. Y muchos de quienes han escuchado ese grito -aunque no tantos ni tan profundamente como fuera de desear- se han sentido interpelados. Políticamente, por primera vez, Estados Unidos, sumamente responsable de nuestra tragedia, ha tenido que fijarse en estos mártires y, a través de ellos, en El Salvador. Por primera vez la Fuerza Armada salvadorefla ha sentido una fuerte presión para abandonar prácticas aberrantes. El corte de la ayuda militar y lo que esto ayuda a una solución negociada es un gran aporte de nuestros mártires. Y dígase lo mismo de la negociación en el país, acelerada por sus asesinatos. La solidaridad hacia El Salvador, tan necesaria y tan difícil de mantener por la duración de la tragedia y por el desánimo comprensible en algunos, se ha acrecentado. Las celebraciones de estos días aquí en el país y las muy numerosas en el extranjero -sólo en Estados Unidos se han preparado actos en más de doscientas ciudades-son buena prueba de ello. Pero además de esta sacudida y sus frutos coyunturales muy importantes hay algo más de fondo y más duradero que nos dejan, pues ese grito -como el de Jesús en la cruz- es, también, una buena noticia. Desde sus cruces, los mártires, paradójicamente, alimentan la esperanza, y así lo muestran las celebraciones de estos días. Hay llanto, pero más de emoción que -de desesperación, y hay canto ele agradecimiento, de compromiso y de esperanza. Desde sus cruces, los mártires nos unifican, 976 como pueblo salvadoreflo y como pueblo cristiano. Alrededor de sus cruces nos hemos juntado salvadoreflos y de muchos otros países, cristianos de diversas iglesias y aun no creyentes, intelectuales y campesinos, religiosas y sindicalistas. Y este verdadero ecumenismo en lo humano y en lo cristiano es un gran bien para todos. Desde sus cruces, los mártires nos dicen, finalmente, que es posible en este mundo, ser humanos, ser universitarios, ser jesuitas y ser cristianos. Y, aunque esto no parezca ser excesiva buena noticia, sí lo es. Y lo proclaman,en definitiva, porque nos dicen que es posible vivir con un gran amor en este mundo y poner todas nuestras otras capacidades humanas al servicio del amor. Mi impresión personal de las celebraciones de estos días es que todos los que participamos en ellas salimos con la decisión, la inspiración y el ánimo para ser un poco mejores, un poco más humanos y un poco más cristianos. Decía al comienzo que todo el que muere crucificado como Jesús resucita, y eso es lo que está ocurriendo también con los mártires de la UCA. A un afio de su muerte siguen bien presentes y se están convirtiendo -como Monseflor Romero- en "tradición", en fuente permanente, objetivada ya en la historia, de inspiración y de ánimo. Sus nombres están ahora en escuelas y bibliotecas, en calles y plazas de ciudades importantes y en pequeflos cantones y repoblaciones. Los mártires de la UCA ya no son de la UCA. No nos pertenecen, sino que son de todos. Pero recordemos también cómo es descrita en los evangelios la resurrección del crucificado: se apareció a "testigos", no a simples "videntes". Eso es lo que ahora nos toca a nosotros: dar testimonio de nuestros mártires, proseguir su causa y así mantenerlos vivos en un mundo que tanto necesita de lo que ellos fueron e hicieron. Quisiera terminar, ahora a un afio de su muerte, con las mismas palabras que escribí muy pocos días después de su martirio, "Mis seis hermanos jesuitas descansan ahora en la capilla de Monseflor Romero bajo un gran cuadro suyo. Todos ellos, y muchos más, se habrán dado un gran abrazo y se habrán llenado de gow. Nuestro ferviente deseo es que el Padre celestial transmita ESTUDIOS CENTROAMERICANOS (ECA) Digitalizado por Biblioteca "P. Florentino Idoate, S.J." Universidad Centroamericana José Simeón Cañas muy pronto esa paz y ese gozo a todo el pueblo salvadorefto... Descansenen paz Ignacio Ellacurfa. Segundo Montes, Ignacio Martín-Baro, Amando López, Juan Ramón Moreno, Joaquín López y López, compafteros de Jesús. Descansen en paz Elba y Celina, hijas muy queridas de Dios. Que su paz nos ttansmita a los vivos la esperanza. y que su recuerdo no nos deje descansar en paz". LA HERENCIA DE LOS MARTIRESDE LA UCA Digitalizado por Biblioteca "P. Florentino Idoate, S.J." Universidad Centroamericana José Simeón Cañas ffl