Historia
MIGUEL VILLALBA GONZÁLEZ
Historiador
Descendientes del
Gran Capitán
Los éxitos militares del Gran Capitán han
difuminado la importancia y prestigio que en
la España de los siglos XV y XVI tuvo el linaje
de los Fernández de Córdoba, familia de la
nobleza andaluza que llegó a poseer más de
cien mayorazgos y otros tantos títulos nobiliarios y grandezas del Reino. Matrimonio y
descendencia son los aspectos menos conocidos en la vida del militar más prestigioso del reinado de los Reyes Católicos. Tan es así que incluso
determinadas biografías lo presentan como “viudo y sin
descendencia, dedicándose al oficio militar desde ese
momento”. Por el contrario la realidad es bien distinta, de
su segundo matrimonio con doña Maria Manrique nacieron
dos hijas, una de ellas emparentó con la Casa de Cabra cuyos
descendientes han llegado a nuestros días.
El matrimonio del Gran Capitán
Don Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, casó
en dos ocasiones, del primer matrimonio con su prima Isabel
de Montemayor se tienen escasas noticias, al fallecer ella a
poco de celebrarse.
Estuvo casado en segundas nupcias con doña María
Manrique de Figueroa y Mendoza, hija tercera de don
Fadrique Manrique de Castilla, Señor de las Villas del Hito,
Baños, Quintanilla y otros estados, Alcalde Mayor, Alguacil
Mayor y Alcaide perpetuo de Écija, Comendador de Azuaga
de la Orden de Santiago, hijo de don Pedro Manrique,
Adelantado de León, y de doña Leonor de
Castilla, hija del Duque de Benavente, bastardo del Rey don Enrique I.
Fruto del matrimonio entre el Gran Capitán
y doña María Manrique nacieron dos hijas;
doña Beatriz de Córdoba, que murió doncella
en Génova, y doña Elvira, que quedó por única heredera.
Como es de suponer, el casamiento de doña
Elvira de Córdoba fue muy pretendido. Su padre,
antes de ser única heredera, trató de casarla en
Nápoles con Federico Colonna, hijo mayor y heredero de
Fabricio Colonna, Duque de Tagliacozzo y de Alba. Hechas
ya las escrituras, a 11 de Octubre de 1.511, el matrimonio no
llegó a celebrarse.
Al volver a España intentó darla en matrimonio a su gran
amigo el Condestable de Castilla, don Bernardino de
Velasco, dos veces viudo y sin hijos varones que tampoco llegó a efectuarse. La pretendió también el rey don Fernando
el Católico para mujer del Duque de Segorbe, su sobrino, y
luego de su nieto don Hernando, hijo del Arzobispo de
Zaragoza, don Alonso de Aragón.
Después de muerto el Gran Capitán trataron de casarla
con su primo hermano don Pedro Fernández de Córdoba,
primer Marqués de Priego, que había enviudado del primer
matrimonio, aunque esta unión tampoco se concretó por la
corta vida del Marqués, que no sobrevivió a su tío más de un
año.
FIGURA: Esculpido en piedra el escudo del Gran Capitán en una casa señorial.
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Historia
D. Gonzalo Fernández de
Córdoba y Dª. María Manrique
en el retablo mayor del monasterio de San Jerónimo de Granada.
Doña Elvira estaba destinada para mujer de don Luis
Fernández de Córdoba, primogénito de la Casa de Cabra. En
este matrimonio se unían los títulos de la única hija de don
Gonzalo Fernández de Córdova; segunda Duquesa de Sessa,
de Terranova, Andria, Torre-mayor y Sant Angelo, Príncipe
de Jafa y de Venosa, Marqués de Vitonto y Grande de
España, y los del cuarto Conde de Cabra, Vizconde de
Iznájar, sexto Señor de las Villas de Baena, Rute, Zambra,
Albedín y Doña Mencía, Grande de Castilla.
Las capitulaciones con el primogénito de la Casa de Cabra
se hicieron por la Duquesa, madre de doña Elvira, en
Granada el 18 de Marzo de 1.518 ante Femando de Herrera,
escribano de la reina. Asistieron como testigos don Luis
Manrique, el licenciado Pisa, caballero veinticuatro de
Granada, Juan Franco, contador de la duquesa, Rodrigo de
Valenzuela y Alonso Yáñez Dávila, criados de la Casa de
Cabra.
Solo unos días antes, concretamente el 15, se habían
hecho en Baena por el Conde de Cabra, padre del novio,
en el Monasterio de la Madre de Dios, siendo testigos
don Pedro de Córdova, su hijo, el bachiller Bartolomé
Ortiz, canónigo de la Santa Iglesia de Córdoba, García de
la Vega, capellán del Conde y Rodrigo de Valenzuela su
criado.
Habían convenido que la duquesa viuda ganaría la dispensa del parentesco que existía entre los novios y que daría
a su hija de los bienes de su padre, joyas, atavío de casa,
algunos collares y otras piezas de valor que quería poner en
el mayorazgo para que se tuvieran por victorias y hazañas
del Gran Capitán. El novio, que había de otorgar carta de
dote, se obligaría a no deshacerlas y dejarlas en el mayorazgo que se fundase.
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El Conde de Cabra, en nombre de su hijo y en el suyo propio, ofrecía que antes del matrimonio se haría escritura de
10.000 ducados de arras a favor de la duquesa Doña Elvira,
por la excelencia de su persona y honra de su limpieza.
Otorgaba sus Villas de Iznájar y Doña-Mencía, con sus fortalezas y jurisdicciones, y se comprometía a dar a la duquesa
madre 30.000 ducados para ayudar a pagar las deudas del
Gran Capitán, que debían ser cuantiosas a juzgar por la
suma ofrecida.
Hizo pleito-homenaje, como caballero hijodalgo, de que
dejaría a su hijo, ó a sus descendientes si él faltaba, todos los
bienes del mayorazgo antiguo que poseía, y lo acrecentado
por él, y para más seguridad, cuando don Luis se casara, le
haría prestar obediencia y juramento por sus Alcaides, y él
mismo lo prestaría a su vez de no enajenar jamás, ni con
licencia del rey ni sin ella, los estados de Nápoles.
En el caso de disolverse este matrimonio sin sucesión,
ambas duquesas quedarían con la mitad de la Taha de Órgiva y el lugar de Busquístar. El Conde daba a su hijo para alimentos dos cuentos de maravedíes, y para asiento y residencia suyos y de su mujer la Villa de Baena, con su fortaleza y
jurisdicción. Si el Rey confirmaba las tenencias de Íllora, Loja
y Casteldeferro, que pertenecían al héroe de Italia, quedaría
la primera a la duquesa de Terranova, viuda del Gran
Capitán, y las otras a la de Sessa.
Respecto al apellido y las armas de uno y de otra, se concertaba que además de los de Córdoba, que era común a
ambos prometidos, pusiese el nuevo duque de Sessa las que
su suegro dejara ordenadas, y que el primogénito de la Casa
se llamaría siempre don Gonzalo Fernández de Córdova,
Duque de Terranova y Sessa y Sant Angelo, Conde de Cabra,
Vizconde de Iznájar y Señor de la Casa de Baena.
Historia
Escudo usado por el Gran Capitán,
donde están representadas las
armas de él y las de su esposa
Doña María Manrique.
La duquesa madre quería que
cuando se casase su hija, como ella y
su yerno tendrían que llamarse
Duques de Sessa, tuviesen esta ciudad
c o n e s e t í t u l o , y l a s d e Te a n o ,
Montefuscolo y Vico. Si su renta
importaba más de 6.000 ducados
anuales, ella renunciaba y les hacía
merced, y si importaba menos, se
comprometía a cumplimentárselo con
otros lugares.
Para favorecerlos aún más quería
que de los otros feudos italianos se
pagaran las deudas de su esposo, y
una vez liquidadas gozara también la
duquesa de Sessa del ducado de Sant
Angelo y del señorío de las ciudades
de Andria, Venosa y Vitonto, quedando solamente para su usufructo el
ducado de Terranova con Irache mientras viviera.
A pesar de que por estas escrituras,
correspondía a la duquesa madre la
mitad de Órgiva y de Busquístar, ella
prometía que no habría de enajenarlas, para que quedase a su muerte a su
hija doña Elvira y a aquel de entre sus
nietos que ella eligiera.
Todos estos compromisos fueron
firmados juntamente por la duquesa
doña Elvira y el duque consorte don
Luis.
En 1.517 había confirmado la reina
doña Juana en favor de doña Elvira
Fernández de Córdoba la investidura
del dominio de las ciudades de Sessa y
Sant Angelo, que por su poder habían
solicitado don Luis Manrique y don
Juan de Zúñiga, tras la muerte de su
padre, y al año siguiente en 1.518 se
le había expedido especial Real
Provisión, para que en todos sus asuntos y negocios se la tratase con las
consideraciones oportunas, para “que
en ello se conozca la estimación que
hace Su Majestad de los servicios contraídos por el Gran Capitán.”
El emperador Carlos I, a poco de su
elección, despachaba una Real
Provisión en la Coruña á 10 de Mayo
de 1.520, a instancia de las dos duquesas madre é hija, viuda y sucesora respectivamente del Gran Capitán, para
que se conservase eternamente la
memoria de los hechos y hazañas del
héroe, siempre vencedor1, disponiendo que además de recibirlas y agasajarlas debidamente en el reino de
Nápoles, no se pudiesen vender ni
enajenar bajo ningún concepto los
estados, ciudades, villas, lugares, feudos y demás bienes de que se le había
hecho merced en Italia en recompensa
de sus servicios.
Don Luis Fernández de
Córdoba, Duque Sessa y
Conde de Cabra
Don Luís Fernández de Córdova, flamante duque de Sessa por su matrimonio con doña Elvira, y poseedor de
los demás testamentos y estados dotales, fue enviado a Roma por el emperador Carlos I para ejercer de embajador ordinario, durante los
pontificados Adriano VI y de Clemente
VI y en el tiempo intermedio de la
vacante.
Tan complacido estaba el rey español de los servicios del duque que por
recompensarle de alguna forma le
otorgó un rarísimo privilegio. Le despachó una Bula en una carta imperial
con un sello pendiente en un cordón
de oro, el 12 de noviembre de 1523,
por la cual daba facultad y licencia al
duque D. Luis, su embajador en Roma,
para “que pueda hacer y haga nobles,
y arme caballeros a los que él quisiere,
y que los hechos por los nobles o
armados caballeros, sean habidos y
tenidos por tales de los Pontífices,
Reyes, Duques y otros cualesquieras
príncipes, y que pueda así mismo dar
armas, e insignias, trocar las antiguas,
añadirles o quitarles; con que no dé el
Aguila Imperial, ni Escudo Cuadrado,
Celada abierta, Corona o insignia de
Rey, Reino, Dominio o Ciudad, deroga
además todas o cualesquiera leyes de
derecho común o especial, que prohíban dar nobleza, armar o insignias a
Príncipes no soberanos, porque es su
voluntad y quiere para en este caso
que goce el duque de Sessa de la prerrogativa que sólo a los señores soberanos es concedida, pero con las limitaciones referidas.”
Si este privilegio resulta extraño,
no quisiera pasar la ocasión sin referir
la anécdota sucedida a nuestro duque
1
En la orla del escudo del libro “Las
valencianas lamentaciones y el de la
partida del ánima”, de Juan de
Narváez, que se encuentra en la
biblioteca capitular de Sevilla se puede leer Armas del esclarecido Gran
Capitán no vencido
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Historia
Armerías ilustradas del Duque de
Baena y Conde de Cabra, en un
documento de Madrid del Archivo de
los Condes de Cabra.
en la corte romana, ante el Papa Clemente Vl, por las consecuencias históricas derivadas de este hecho. Así lo cuenta el
Abab de Rute en su “Historia de la Casa de Córdoba”:
“… El año de 1.526 prosiguiendo el Duque con su embajada, se le ofrecieron pesados lances con Clemente V sobre
desviarlo de la liga que trataba de hacer con franceses y
venecianos. El último fue que entrándole a hablar sobre
este punto el Duque y D. Ugo de Moncada recién venido a
Roma para esta negociación y hallando al Papa muy duro y
muy inclinado a romper la guerra contra el Emperador, se
la intimaron ellos con libertad española, saliéndose ambos
de Roma con igual indignación a la con que dejaban al
Papa. Sucedió en esta partida un accidente que no es justo
con los demás escritores pasarle en silencio, y fue que
habiendo ido la última audiencia una mañana por fin de
julio el duque y D. Ugo acompañados de algunos gentiles
hombres de sus casas españolas y de los cortesanos nobles
de Roma, así de su nación como de la tudesca (Alemania),
que como al ministro del emperador los aguardaban como
vasallos, sucediendo al despedimiento referido con más
desenvoltura de la que quisiera el pontífice, mandó a los
alabarderos de su guarda, que eran Tudescos, detuviesen
al duque y a D. Ugo, pero sucedió muy al contrario de sus
deseos, porque viendo la guarda que salían enojados estos
caballeros pudiendo con ellos, más la afición de su natural
señor que no el temporario y la liberalidad que habían
experimentado diversas veces en el duque, sordos a las voces
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de Clemente, juntándose con los de su nación, acompañaron al duque y a D. Ugo a su posada, acción que dió causa
al Papa de no servirse más de tudescos(alemanes) para
guarda de su persona, sino de esguízaros(suizos) a ningún
Príncipe sujetos, como desde entonces hasta hoy lo acostumbran los Sumos Pontífices”.
Como consecuencia de este incidente, al tener que salir
precipitadamente de Roma, don Luis enfermó, muriendo
de unas terciarias, otorgando testamento el 8 de agosto de
1.526. La duquesa Doña Elvira había muerto dos años
antes de parto, en Sessa, en septiembre de 1.524. El hijo a
quien pusieron por nombre D. Diego murió tras la madre.
Dejaba por su universal heredero de sus bienes con todos
sus privilegios, dignidades y prerrogativas a su hijo primogénito, y por su tutor al Ilustrísimo Señor don Luis
Fernández de Córdoba, su marido, a quien dejaba el usufructo de todo, “a disposición, y arbitrio suyo, como quien
en vida la avía querido y estimado tanto”. El matrimonio
había tenido además tres hijas; Doña Maria, Doña
Francisca y Doña Beatriz, el hijo primogénito que fue el
heredero y sucesor, llamado D. Gonzalo, y el que murió
tras el parto de la madre.
D. Luis dejaba a su suegra la duquesa de Terranova la
administración de sus estados y le encargaba la educación
de sus hijos, que para esta fecha ya se encontraban en
Granada, pues al morir el Conde de Cabra, su padre, por
junio de 1.525, y tener que sucederle en su Casa y estados
había dispuesto que ella acompañada de sus nietos, viniese
a España y aquí cuidase del buen gobierno de los vasallos y
de la buena educación de sus hijos.
Quedó por heredero de sus estados de Cabra y Baena
don Gonzalo su hijo mayor, y de todos sus bienes restantes
sus tres hijas. Mandaba ser enterrado en la Iglesia del convento de San Francisco de la ciudad de Sessa, donde yacía
la duquesa, su señora. Allí estuvieron ambos depositados
largo tiempo, hasta que el duque don Gonzalo, su hijo y
sucesor, trasladó sus restos a la Capilla Mayor de la Iglesia
de San Jerónimo de Granada y les dió sepultura en ella al
lado del Gran Capitán y de la duquesa de Terranova su
mujer.
Historia
11 Tres Bandas de gules en campo de oro del apellido Fernández
de Córdoba en el libro del Archivo
Histórico del Palacio de Viana en
Córdoba.
Gonzalo Fernández de
Córdoba, nieto del Gran
Capitán
El primogénito del matrimonio, don
Gonzalo Fernández de Córdoba, daba
continuidad a la línea del Gran
Capitán como III duque de Sessa, de
Terranova, Andria y Sant Angelo,
Marqués de Vitonto, V Conde de
Cabra, V Vizconde de Iznájar, primer
Duque de Baena, VII Señor de la Taha
de Órgiva y de Busquístar y de las
Villas de Rute, Zambra, Doña Mencía y
Albedín, Grande de España de los de
primera clase y antigüedad,
Gobernador y Capitán General del
Estado de Milán, Capitán General de
la Mar de Levante, Capitán General de
los Ejércitos del Rey Católico en Italia y
su Vicario, su Capitán General en la
guerra de la rebelión de los moriscos
de Granada, Gran Almirante de
Nápoles, de los Consejos de Estado y
Guerra de Felipe II, Caballero de la
insigne Orden del Toisón de Oro y
Alcaide de Castel de Ferro.
Fue el último varón primogénito de
esta rama de la familia. Nacido en
Cartagena el 27 de Julio de 1.520,
quedó huérfano con 6 años a la muerte del Conde su padre, con 4 años
había fallecido la duquesa de Sessa, su
madre. Se crió en Granada, bajo la
tutela de la duquesa de Terranova,
viuda del Gran Capitán, su abuela
materna, hasta los 11 años, en que
por el fallecimiento de esta Señora, se
confirió su tutela y el gobierno de sus
estados a don Pedro Fernández de
Córdova su tío, Señor de la Zubia, hermano de su padre. Posteriormente
pasó a ser tutelado por don Juan
Fernández de Córdova, Deán y
Canónigo de Córdoba, Abad y Señor
de Rute, hermano mayor de don
Pedro, con quien vivió de joven el
duque en las casas del agua, vecinas á
la Catedral de Granada, recibiendo
una esmerada educación tanto en las
armas como en las letras.
Si las glorias militares del Gran
Capitán habían sido grandes, las de su
nieto en Italia no le fueron a la zaga.
Los franceses a la cabeza del general
De Brissac habían ocupado el
Piamonte y el Monferrato, molestando frecuentemente el estado milanés,
que entonces pertenecía a España.
Don Gonzalo, que reunía todas las
condiciones militares para oponerse a
los movimientos ofensivos del francés,
fue nombrado, en 1.558, gobernador
del Milanesado para el mando de las
tropas españolas.
Con solo 12.000 hombres y 1.500
caballos, socorrió la plaza de Forsan,
sitiada por los franceses, obligándolos
a levantar el sitio. Fortificó Cuni. Tomó
y desmanteló Cental, plaza importante al pie de los Alpes, luego las de
Castel y Somariba. Posteriormente
ganó Moncalvo, puso sitio á Casal,
defensa de Vilanova y de Valencia del
Po, defendida bravamente por los
franceses, sin permitir a De Brissac
acudir en su socorro, y continuó la
guerra con brillantez, haciéndose
dueño de la mayor parte del
Monferrato. Por último obligó a
Francia a firmar la paz con España el 5
de Abril de 1.559. Para costear esta
guerra se vió obligado a empeñar sus
estados italianos y españoles, y para
poder concluirla tuvo que vender lo
más rico de su Casa y hasta su propia
vajilla.
En el año 1.561 volvió con licencia
real a España dejando en el gobierno
italiano al Marqués de Pescara. Estuvo
aquí hasta 1.562, en que regresó a su
gobierno de Italia, volviendo a acreditar sus altas dotes de mando.
Consiguió en 1.563, tras reiteradas
peticiones, que le reemplazara en el
gobierno italiano el Duque de
Alburquerque para volver a su tierra
cargado de deudas y de alabanzas. Se
cuenta que los milaneses sintieron
mucho su marcha dado su carácter
amable y sus liberalidades desusadas
que llegaban hasta el derroche, aunque siempre inspiradas en móviles
nobilísimos.
A su vuelta a España, Felipe II le
tuvo que otorgar mil escudos de renta
mensual a perpetuidad, librados
directamente de su Cámara Real, para
evitar que los gastase en otros usos
que no fuesen los de su mesa y casa.
En Italia, para pagar sus deudas, había
vendido todos sus estados, siendo el
último el de Andria, cuya Ciudad, con
título ducal, palacio, vasallos, jurisdicciones, rentas y demás derechos, vendió en 1.552.
Como igualmente trataba de vender el de Sessa, quedándose sin el título y la dignidad ducal que llevaban
aparejados estos feudos, no le pareció
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Historia
Representación del escudo del Gran
Capitán en el ábside del monasterio de
San Jerónimo de Granada.
bien a Felipe II que se perdiese lo que el esfuerzo del Gran
Capitán ganara y además su nieto merecía por meritos propios, y lo nombró duque de Baena, subrogando en este nuevo título la Grandeza inmemorial que gozaba su Casa por la
de Cabra. La carta de merced está fechada en los Bosques de
Segovia a 19 de Agosto de 1.566, refrendada de Pedro del
Hoyo, Secretario de Su Majestad, “acatando — dice — los
muchos, grandes, continuos y señalados servicios que vos
Gonzalo Fernández de Córdova…”
Por expreso deseo del mismo rey hubo de acompañar a D.
Juan de Austria en todas las campañas hasta el sometimiento definitivo de la rebelión de los moriscos de Granada.
Decía Felipe II que la persona del duque de Sessa y de
Baena, podrá ser de mucho efecto cerca de la suya (se refería a su hermano Juan de Austria), como lo será donde quiera que estuviese. D. Gonzalo solicitó en varias ocasiones retirarse a sus estados, pues en estas campañas estuvo casi
siempre impedido por la gota, pero le fueron denegadas.
Tras la finalización de las mismas fue elegido para formar
parte del Consejo de Estado: “por la satisfacción que tenemos de vuestra persona, y lo mucho y bien que nos aveys
siempre servido, y esperamos nos serviréis”.
A la muerte del Duque de Soma, su cuñado, le fueron
concedidos, en premio de sus extraordinarios servicios, la
dignidad del Gran Almirantazgo de Nápoles que aquél
gozaba, encargándosele la asistencia con sus galeras al propio don Juan de Austria, nombrado generalísimo de la Liga
Católica.
Sirviendo el Almirantazgo se quedó en Nápoles durante 5
años, hasta que en 1.578 el rey le ordenó que regresase a
España, para que sirviese su plaza de Consejero de Estado
con 12.000 ducados de gastos al año.
En cumplimiento de la orden real se embarcó en el mes
de Abril, tardando en el viaje casi seis meses a causa de su
mala salud, y ya en Noviembre, camino de Madrid, se le
agravaron los achaques que padecía y hubo de detenerse en
la Villa de Odón, lugar del Señorío del Conde de Chinchón,
que se llamó después Villaviciosa de Odón, a tres leguas de
la corte, donde el miércoles 3 de Diciembre, a las 10 de la
2 Esta figura heráldica se aprecia en el escudo usado por el nieto del
Gran Capitán
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noche, pasó a mejor vida, con 58 años, 11 meses y 14 días;
siguiendo dos meses en la muerte a don Juan de Austria, a
cuyo lado había servido tan gloriosamente, y llevando 54
años de posesión de la gran Casa de Sessa y 52 de la de
Baena no menos ilustre.
El cadáver se depositó en Baena primeramente, y más tarde fue sepultado definitivamente, según su deseo, en la
Capilla Mayor del Real Monasterio de San Jerónimo, extramuros de Granada, junto al sepulcro del Gran Capitán. Don
Gonzalo que se había casado con la duquesa doña María
Sarmiento de Mendoza, el día de San Andrés, 30 de
Noviembre de 1.538 murió sin descendencia.
Fue el último vástago directo de una línea de grandes
héroes e ilustres Capitanes, vencedor de los franceses, de los
moros y de los turcos, a imitación de su glorioso abuelo
materno, fue tanto como aquél generoso y espléndido, hasta consumir en el servicio real el valor de todos sus feudos
de Italia.
Honró la memoria de dos capitanes famosos, aunque
enemigos, el Conde Pedro Navarro y Odetto de Foix, llamado Lautrec, cuyos restos, desde un pobre sepulcro, hizo trasladar a unos suntuosos mausoleos de ricos mármoles, adornados con honrosas y agudas inscripciones latinas, en la
propia Capilla del Gran Capitán de Santa María la Nuova,
Convento de San Francisco de Nápoles.
Por todas estas circunstancias y por la de ser jefe de las dos
líneas de la Casa de Córdoba que se reunían por el matrimonio de sus padres en su persona, fue uno de los primeros personajes del reinado de Felipe II, honrado con el collar de la
Orden del Toisón de Oro 2 en el año 1.556 y uno de los
Grandes más autorizados y de mayor representación de
aquel siglo XVI, verdadero apogeo de toda la vida española.
Su afabilidad y llaneza mereció la estimación del Rey
Prudente y el honor de figurar entre los cinco Duques que
aquel creó, aunque usó bien poco de este título, y fueron
con Baena los de Osuna, Alcalá, Feria y Pastrana, o lo que es
igual Córdobas, Girones, Enríquez, Figueroas y Silvas.
Aquí termina la rama mayor de la Casa de Cabra sustituida en 1.579 por la Casa de los Duques de Soma. Al morir don
Gonzalo le sucedió su hermana Doña Francisca Fernández
de Córdoba y de la Cerda, II duquesa de Baena, VI Condesa
de Cabra, VI Vizcondesa de Iznájar, IV duquesa de Sessa,
Marquesa de Gibraleón y Condesa de Belalcázar, Grande de
España de la primera clase y antigüedad, etc., etc.
Historia
Muerta también sin sucesión heredarían los derechos los
hijos de Dª Beatriz Fernández de Córdoba y de la Cerda,
nacida en Sessa el 2 de febrero de 1.523, hermana de la
anterior, por cierto fallecida antes que su hermana, casada
con D. Fernando Folch de Cardona y Requesens, II Duque de
Soma, Grande de España, VIII Conde Palamós, II de Oliveto y
VIII de Trivento, XVI Barón de Bellpuig, II Barón de Calonge y
de Lilolá, Gran Almirante del Reino de Nápoles.
Todos los títulos nobiliarios pasaron al hijo segundo de
ambos D. Antonio Fernández de Córdoba, el primogénito D.
Luis Folch de Cardona, III Duque de Soma, había muerto sin
sucesión, que antepuso el apellido Fernández de Córdoba a
su apellido paterno que era Folch de Cardona, para conservar el apellido del Gran Capitán.
Los Condes de Cabra últimos descendientes del
Gran Capitán
Tras una larga sucesión del apellido Folch de Cardona en el
condado de Cabra llegamos al siglo XVIII. Con el matrimonio
celebrado en 1.729 entre D.ª Vuenaventura Francisca
Fernández de Córdoba Folch de Cardona, XV Condesa de
Cabra, XII Duquesa de Sessa, XIII Vizcondesa de Iznájar, y
Don Ventura Osorio de Moscoso y Guzmán Dávila y Aragón,
XIV Marqués de Astorga, XII de Ayamonte, etc., comienza la
rama de los Marqueses de Astorga, Duques de Sanlúcar la
Mayor y Condes de Altamira en el hijo de ambos don
Ventura Osorio de Moscoso, en cuya casa el título de Conde
de Cabra y los restantes incorporados, han permanecido unidos, hasta mediados del siglo XIX, aunque el de Cabra permaneció unido al de Astorga hasta 1978.
El hijo de ambos, don Vicente Pío Osorio de Moscoso y
Ponce de León fue el último representante de esta línea
familiar que mantuvo unido todo el patrimonio hereditario
acumulado por sus ascendientes, que lo convertían en uno
de los principales magnates de España en su época, en cuantiosos Mayorazgos con todos sus bienes hasta 1.842. (Leyes
de Mendizábal de Desamortización de Mayorazgos)
La Casa de Cabra emparentó con la familia real española
al casar D. José María Osorio de Moscoso y Carvajal Vargas,
descendiente del anterior, XX Conde de Cabra y de
Trastámara, XVI Marqués de Ayamonte, XIX Marques de
Astorga, Duque de Sessa, de Montemar y de Maqueda,
Conde de Altamira y Caballero del Toisón de Oro, el 10 de
febrero de 1847, con S.A.R. la infanta de España, Doña Luisa
Teresa de Borbón y Borbón, Princesa de Las Dos Sicilias.
La boda se celebró en el Palacio Real de Madrid con autorización expresa de la Reina Isabel II, siendo sus padrinos sus
hermanos, SS.MM. los Reyes Doña Isabel II y Don Francisco
de Asís. Es este un matrimonio morganático porque ella
hubo de renunciar a los eventuales derechos sucesorios a la
Corona de España, sin perder sus prerrogativas de Infanta
de España.
La infanta nació en el Palacio Real de Aranjuez, el 11 de
junio de 1.824 y falleció en Madrid el 27 de diciembre de
1.900. Era Dama de la Orden de María Luisa, de la Cruz
Estrellada de Austria, y de la Orden de Santa Isabel. Sus res-
tos junto a los de su marido reposan en el Panteón de
Infantes del Monasterio del Escorial. Don José María había
nacido en Madrid el 12 Abril de 1.828 y falleció en su Castillo
de Cabra el 4 de Octubre de 1.881.
La descendencia continuó y por diversas causas todos los
títulos acumulados se han ido dispersando. Los derechos de
la Casa de Cabra pasaron últimamente a D. Fernando Barón
y Osorio de Moscoso, fallecido en 1.988, soltero y sin sucesión, quién obtuvo de S.M. el Rey Juan Carlos I, Real
Autorización para designar sucesora a su sobrina carnal
Doña Pilar Paloma de Casanova y Barón de Ferrer y Osorio
de Moscoso.
El ducado de Sessa pasó a otra rama de la familia. El
actual Duque de Sessa es el primo hermano de la condesa de
Cabra, don Gonzalo Barón y Gavito (nacido en México), hijo
de Leopoldo Barón Osorio de Moscoso, nacido en 1.920, y
Cristina Gavito Jáuregui, residentes en México. Posee también los títulos de Conde de Altamira, Marqués de Astorga y
Leganés, Duque de Atrisco y Marqués de Pico de Velasco de
Angustina.
El escudo de armas del Gran Capitán
El escudo de armas usado por el Gran Capitán, se puede ver
en distintos lugares del monasterio de San Jerónimo en
Granada (en el exterior del ábside, en el claustro, en las
vidrieras de la iglesia o en el frente lateral del crucero), donde descansan los restos de don Gonzalo y su esposa. En realidad estas armas pertenecen a los dos miembros del matrimonio, fundadores del citado monasterio. Era bastante
normal en la época que, una vez celebrado el matrimonio,
en los escudos estuvieran representadas las armas de ambos
cónyuges.
Si pudieramos dividir en dos partes este escudo tendremos en la mitad situada a la izquierda, según miramos, las
armas del Gran Capitán y en la mitad derecha las de su esposa, doña María Manrique.3
Aunque en heráldica normalmente en el 1º y 4º cuartel
corresponden a las armas del padre, y el 2º y 3º a las de la
madre, en este caso las armas del padre del Gran Capitán,
Pedro Fernández de Córdoba y Arellano, están situadas en
el primer y tercer cuartel y las de su madre, Elvira Núñez de
Herrera y Enríquez, en el segundo y cuarto. Por tanto el blasón de don Gonzalo Fernández de Córdoba queda definido
como un escudo cuartelado donde las armas correspondientes son las siguientes:
En el primer cuartel tenemos las del primer apellido del
padre; Córdoba, que son tres fajas de gules en campo de
oro.
En el segundo cuartel esta representado el primer apellido materno; Herrera, solar de su madre, que son en gules,
dos calderas de oro puestas una sobre otra, la bordura cosida cargada de ocho de lo mismo.
3 Ver figuras
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Historia
En el tercer cuartel se representa el segundo apellido
paterno; Arellano, escudo partido en pal, la mitad de plata
y la mitad de sangre cosido de ocho rodelas de oro.
El cuarto trae las del segundo apellido materno;
Enríquez, escudo mantelado con castillos de oro en campo
de gules en el primer y segundo cuartel, y el mantel de plata, con un león rampante de gules.
Las armas de su esposa doña María Manrique de Figueroa
y Mendoza están representadas en la imaginaria segunda
mitad en que hemos dividido el escudo antes citado. Se trataría de un escudo partido donde en el primer cuartel observaríamos las armas de los Manrique de Lara, que traen de
gules dos calderas ajedrezadas de oro y sable, puestas una
sobre otra, con cuatro serpientes de sinople salientes de
cada lado de las alas, dos hacia dentro y dos hacia fuera y la
bordura componada de Castilla y León. En el segundo cuartel, que a su vez se halla partido de dos, figurarían a la
izquierda, según lo vemos, las armas de los Figueroa de
Córdoba; en campo de oro cinco hojas de higuera de sinople puestas en sotuer, y a la derecha, las de los Mendoza;
una banda de oro cargada de la cotiza de gules, los flancos
de oro con las palabras del Ángel puestas en orla, en letras
de azur, a la derecha Ave Maria y a la izquierda Gratia Plena.
Estos blasones individuales se pueden contemplar hoy en
el retablo mayor de la iglesia del monasterio de San
Jerónimo de Granada, sobre las estatuas orantes de estos
dos personajes que se encuentran a ambos lados del retablo.
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Academia de Córdoba sobre Iznájar. Actas. Letras
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Documentación de archivos:
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Baena.
Archivo Casa de Cabra: Títulos y documentos conservados en el archivo de esta Casa.
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