Ficciones y realidades de la integración
latinoamericana
FICTIONS AND REALITIES OF LATIN AMERICAN INTEGRATION
Luis Tello Vidal
Universidad de Lima
[email protected]
RESUMEN
ABSTRACT
Este artículo reflexiona sobre el proceso de integración latinoamericana y andina y su evolución, desde
sus orígenes hasta el estado en que se encuentra
en la actualidad. La integración es abordada como
un conjunto de mecanismos mediante los cuales los
países se asocian con determinados objetivos políticos, comerciales, sociales y culturales. El proceso
de integración latinoamericana transitó por todos
ellos, pero ha presentado más voluntad e intenciones
que resultados concretos. El presente trabajo expone
algunos de dichos logros, así como plantea la labor
pendiente en materia de integración en nuestra región.
This article reflects on the Latin American and Andean
integration process and its evolution from its origins
to its current state. It approaches integration as a set
of mechanisms through which countries associate
themselves with specific political, commercial, social,
or cultural objectives. The Latin American integration
process has included all of these but is more will and
intentions than concrete results. This paper exposes
some achievements and the pending work on integration
in our region.
PALABRAS CLAVE: integración latinoamericana,
política regional, historia regional, procesos sociales y
culturales en América Latina
KEYWORDS: Latin American integration, regional
politics, regional history, social and cultural processes
in Latin America
doi: https://doi.org/10.26439/en.lineas.generales2023.n009.6509
Recibido: 15.3.23 / Aprobado: 7.5.23
En Líneas Generales n.o 9, julio 2023, ISSN 2616-6658, pp. 36-49
DOSIER: IDENTIDADES EN JUEGO
INTRODUCCIÓN
El proceso de integración de América Latina tuvo varios episodios. Algunos pensadores, como Andrés Townsend Escurra, consideran que este se inició con el Congreso
Anfictiónico de Panamá, realizado en 1826 a instancias de Simón Bolívar, apenas
concluida la independencia de la América española. A partir de entonces, se produjeron
una serie de acercamientos a lo largo del siglo xix, tales como los dos congresos americanistas que se realizaron en Lima —el primero de ellos en 1849 y el segundo en 1864—,
para luego derivar en la formación de la Unión Panamericana en 1890, la antecesora
de la actual Organización de los Estados Americanos, creada en 1948. En el siglo xx, se
formaron los esquemas o mecanismos de integración económica y comercial conocidos
como la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC) y el Mercado Común
Centroamericano (MCCA), ambos en 1960; el Acuerdo de Cartagena (hoy, Comunidad
Andina), en 1969; el Mercado Común del Caribe (CARICOM), en 1973; el Mercado Común
del Sur (MERCOSUR), en 1991; y la Alianza del Pacífico, en el 2011.
A ellos hay que agregarles organismos de tipo económico como la Comisión
Económica de las Naciones Unidas para América Latina y el Caribe (CEPAL), en 1947, y
el Sistema Económico Latinoamericano (SELA), en 1975, los cuales son organizaciones
regionales de asesoramiento y consulta.
Además de la OEA, que es una organización hemisférica que desarrolla su accionar
en el campo político, existen otras organizaciones como la Comunidad Iberoamericana de
Naciones, nacida en 1991 y formada por veintidós estados, entre los que se encuentran
España, Portugal y Andorra. La Comunidad Sudamericana de Naciones, creada en
el 2004, se convirtió en la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) cuatro años
después. En el 2018, seis países suspendieron su participación en ella, Argentina, Brasil,
Chile, Colombia, Paraguay y Perú, para formar el Foro para el Progreso de América
del Sur (PROSUR) en el 2019. Finalmente, en el 2010 se creó la Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) como una organización de carácter político, la
cual debería centralizar las organizaciones regionales existentes.
PRIMER EPISODIO: EL CONGRESO ANFICTIÓNICO DE PANAMÁ (1826)
Por décadas se ha venido afirmando que el proceso de integración de América Latina
pudo haberse iniciado con la independencia. El proyecto tuvo algunos exponentes como
Juan Pablo Viscardo y Guzmán, autor de la recordada Carta a los españoles americanos,
donde expresó:
¡Qué agradable y sensible espectáculo presentarán las costas de la América,
cubiertas de hombres de todas las naciones, cambiando las producciones de sus
países por las nuestras! Cuántos huyendo de la opresión o de la miseria vendrán a
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enriquecernos con su industria, con sus conocimientos y a reparar nuestra población debilitada. De esta manera, la América reunirá las extremidades de la Tierra
y sus habitantes serán atados por el interés común de una sola Grande Familia de
Hermanos. (Viscardo y Guzmán, 2007, p. 20)
Otros personajes como Francisco de Miranda y Simón Bolívar, así como José de
San Martín, Bernardo Monteagudo, Manuel Lorenzo Vidaurre, entre otros, auguraban
un brillante porvenir para los estados que nacían a la vida independiente si transitaban
en unión y concordia. Bolívar intentó ir más lejos. Ya en 1815, imaginaba una América
independiente que siguiera el modelo de los Estados Unidos y que concertara la unión
mediante un congreso de encuentro de los representantes de las nuevas repúblicas. En
su famosa Carta de Jamaica, escrita el 6 de septiembre de 1815, esboza la idea del futuro
Congreso Anfictiónico de Panamá al decir lo siguiente:
¡Qué bello sería que el Istmo de Panamá fuese para nosotros lo que el de Corinto
para los griegos! Ojalá que algún día tengamos la fortuna de instalar allí un augusto
congreso de los representantes de las repúblicas, reinos e imperios a tratar y
discutir sobre los altos intereses de la paz y de la guerra, con las naciones de las
otras tres partes del mundo. (Bolívar, 2003, p. 14)
El 7 de diciembre de 1824 (Townsend, 1991, pp. 44-45), tan solo dos días antes de la
batalla de Ayacucho, Simón Bolívar emitió una circular firmada por José Faustino Sánchez
Carrión, ministro de Relaciones Exteriores, convocando al Congreso Anfictiónico, el
cual se reunió del 22 de junio al 15 de julio de 1826 en la Ciudad de Panamá. En ese
congreso, se suscribieron cuatro protocolos. En el primero de ellos, De Unión, Liga y
Confederación Perpetua, los delegados de Centroamérica, Colombia, Perú y los Estados
Unidos Mexicanos se comprometieron a establecer una confederación de paz y guerra, a
sostener la soberanía de los confederados, a la adquisición de la ciudadanía en cada país
aliado con el juramento de fidelidad a la constitución del país que adopten, a la abolición
de la esclavitud, al respeto a la soberanía de los estados y a no modificar la forma de
gobierno, de lo contrario, ello conllevaría a la exclusión.
El segundo protocolo, sobre contingentes militares, acordó la conformación de un
ejército federal compuesto por sesenta mil soldados y una marina federal con dos flotas
—una en el Atlántico a cargo de México, Colombia y Centroamérica, y otra en el Pacífico
dirigida por el Perú—. Asimismo, el tercer protocolo versó sobre la forma cómo se
realizarían las prestaciones militares; mientras que el cuarto se ocupó del lugar donde
se continuarían las negociaciones y se acordó trasladarlas a México para realizarlas en
Tacubaya al año siguiente, lo que no sucedió. Es de anotar que los Protocolos del Istmo
no fueron ratificados por lo países, en consecuencia, no entraron en vigor (Townsend,
1991, pp. 56-58).
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DOSIER: IDENTIDADES EN JUEGO
EPISODIO 2: LOS CONGRESOS AMERICANOS DEL SIGLO XIX
Ante la amenaza de una expedición organizada por el general Juan José Flores, con
el apoyo de la flota española, para recuperar el poder en Ecuador, José Gregorio Paz
Soldán, ministro de Relaciones Exteriores del Perú, emitió, el 9 de noviembre de 1846,
una convocatoria a un congreso americano dirigida a los gobiernos de Chile, Ecuador,
Nueva Granada, Bolivia, Buenos Aires, Estados Unidos, Centroamérica, México y Brasil,
en la que se afirmaba que
los pueblos sudamericanos tienen la necesidad de unirse y formar alianzas para
repeler pretensiones extrañas y azarosas a la causa americana … un congreso que
pueda fijar de un modo sólido las bases de la futura tranquilidad y seguridad de los
pueblos de Sudamérica. (como se cita en Ulloa, 1938, pp. 179-180)
El Congreso Americano se instaló en Lima el 11 de diciembre de 1847. Asistieron
José Ballivián, representante de Bolivia; Pedro Benavente, por Chile; Juan Francisco
Martín, por Nueva Granada; Pablo Merino, de Ecuador, y Manuel Ferreyros, por Perú. En
el Tratado de Lima, suscrito el 16 diciembre, sobre el que Alberto Ulloa refiere que
las repúblicas hispanoamericanas, ligadas por vínculos de origen, el idioma, la
religión y las costumbres, por su posición geográfica, por la causa común que han
defendido, por la analogía de sus instituciones y sobre todo por sus comunes necesidades y recíprocos intereses, no pueden considerarse sino como partes de una
misma nación, que deben mancomunar sus fuerzas y sus recursos para remover
todos los obstáculos que se oponen al destino que le ofrecen la naturaleza y la
civilización. (Ulloa, 1938, p. 310)
El 8 de febrero de 1848 se suscribió el Tratado de Confederación, en el que se creó un
congreso de plenipotenciarios para la mediación en los conflictos entre las partes, con
el fin de reconocer el principio de uti possidetis iuris en lo referente a las controversias
limítrofes. El congreso terminó sus actividades el 30 de marzo del mismo año y se
suscribieron tres convenciones: Consular, de Correos y de Comercio, y de Navegación. En
los países intervinientes se formularon una serie de observaciones a las convenciones
suscritas, las que motivaron a que ninguna de ellas fuera ratificada, máxime porque el
peligro de invasión por parte del general Flores se deshizo al perder apoyo en España.
Ramón Castilla no había renunciado a su idea de la confederación y encomendó a
Cipriano Coronel Zegarra, encargado de negocios del Perú en Chile, la entrega de un
documento titulado Bases para un Congreso de Plenipotenciarios al ministro de Relaciones
Exteriores de Chile, Antonio Varas, quien lo revisó y le dio un mayor peso a los aspectos
comerciales y culturales, en lugar del defensivo. A eso es a lo que aspiraba Castilla,
quien más bien esperaba que los países amenazados por filibusteros o corsarios, como
el estadounidense Walker en Nicaragua, fueran repelidos mediante acciones conjuntas.
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No obstante, Castilla dio instrucciones al coronel Zegarra para suscribir el tratado
en los términos que acordara con Varas, lo que así se hizo el 7 de septiembre de 1856,
con la adhesión del plenipotenciario del Ecuador (Garibaldi, 2003, p. 259). Es de anotar
que este instrumento no fue ratificado por ninguno de los dos países suscriptores.
Entre 1862 y 1867, se produjo la cuestión española, a la que los historiadores también
han denominado guerra contra España, por la incursión de la llamada expedición
científica al mando del almirante Luis Hernández Pinzón. Ante la ocupación de las Islas
Chincha, que hizo la escuadra española el 14 de abril de 1864, se manifestó la protesta
de los gobiernos de Gran Bretaña, Estados Unidos, Bolivia, Colombia y el Reino de Hawái,
mientras que el Ecuador se mantuvo neutral.
Ese hecho condujo a la convocatoria del Segundo Congreso Americano que inició
sus sesiones en Lima, el 15 de octubre de 1864, con la presencia de Justo Arosemena,
delegado de los Estados Unidos de Colombia; Manuel Montt, de Chile; José Faustino
Sarmiento, de Argentina; Antonio Guzmán Blanco, de Venezuela; Vicente Piedrahita, por
Ecuador; Pedro Alcántara Herrán, por El Salvador; y José Gregorio Paz Soldán y Unanue,
por el Perú1 (Wagner de Reyna, 1975, p. 83).
Se suscribieron algunos tratados como el de Unión y Alianza Defensiva el 17 de enero
de 1865; el de Conservación de la Paz, el 23 de enero; el de Correos, el 4 de marzo; y el de
Comercio y Navegación, el 12 de marzo. Se acordaron temas tales como la adopción del
sistema métrico decimal, una moneda común, el libre tránsito de personas sin necesidad
de pasaportes y la apertura a la adhesión por parte de otros estados.
Como puede observarse, además de lo referente a la defensa militar, también
hubo interés en la diplomacia regional por intervenir en aspectos comerciales y otros
que pudieran favorecer a los ciudadanos de una región que empezaba a adquirir una
identidad propia expresada en el término América Latina, que ya aparecía en algunas
publicaciones de la época2.
Con la creación de la Unión Panamericana en 1890, se inicia la articulación del moderno
sistema interamericano que, más adelante, se va a materializar en la formación de la
Organización de los Estados Americanos3. La Unión Panamericana y su sucesora, la OEA,
1
2
3
40
Como se nota, varios de ellos fueron posteriormente jefes de Estado en sus países.
El autor del presente trabajo estima que hay dos personas a las que se les atribuye la creación del
término América Latina. Uno de ellos es el economista francés Michel Chevalier (1806-1879), quien,
en 1836, publicó sus Cartas sobre América del Norte, donde compara a América con Europa desde
el aspecto étnico: “Las dos ramas, latina y germana se reproducen en el Nuevo Mundo. América
del Sur es —como la Europa meridional—, católica y latina. La América del Norte pertenece a una
población protestante y anglosajona” (como se cita en Tello, 2021, p. 35).
En 1890 se estableció con el nombre de Unión Internacional de las Repúblicas Americanas, con
sede en Washington D. C., bajo la supervisión del secretario de Estado de los Estados Unidos. En su
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DOSIER: IDENTIDADES EN JUEGO
van a cumplir funciones de recopilación de información diplomática, comercial, financiera,
económica, sin ejercer una mayor incidencia hasta los años de la Guerra Fría, cuando se
impuso la hegemonía política de los Estados Unidos en el continente americano.
EPISODIO 3: LA INTEGRACIÓN ECONÓMICA DE AMÉRICA LATINA EN EL SIGLO XX
En julio de 1944, en Bretton Woods (New Hampshire, Estados Unidos de América), se
realizó la Conferencia Económica de las Naciones Unidas que dio origen a dos organizaciones financieras que existen hasta hoy: el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco
Mundial (hoy, Grupo del Banco Mundial). Paralelamente, se realizaron las negociaciones
para la creación de la Organización Internacional del Comercio (OIC), las que fracasaron
y —en su tercera conferencia en La Habana, en noviembre de 1947—, cuyos negociadores
decidieron suscribir por su cuenta el Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (General
Agreement on Tariffs and Trade [GATT]), al cual el Perú se adhirió en 1951.
La suscripción del GATT fue útil para el impulso de la integración comercial teniendo
como base la reducción o eliminación de los aranceles entre sus partes contratantes.
Además, a partir de 1950, se iniciaron las negociaciones para la formación de dos
esquemas de integración en Europa: la Unión Europea y la Asociación Europea de Libre
Comercio. La Secretaría General del GATT intervino en ambos procesos de negociación,
especialmente, observando lo concerniente al tratamiento de nación más favorecida,
contemplado en el artículo I del GATT:
Cualquier ventaja, favor, privilegio o inmunidad concedido por una parte contratante a un producto originario de otro país o destinado a él, será concedido
inmediata e incondicionalmente a todo producto similar originario de los territorios de todas las demás partes contratantes o a ellos destinado, [por cuanto es la
base del "principio de no discriminación" del sistema multilateral del comercio].
(Organización Mundial del Comercio, 1947, p. 3)
Bajo ese mismo principio fue que se realizaron las negociaciones para la formación
de otros mecanismos de integración que aparecieron en América Latina a lo largo de
los años cincuenta y sesenta: el Mercado Común Centroamericano (MCCA), el Mercado
Común del Caribe (CARICOM) y la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC).
En el impulso a las negociaciones intervinieron el Consejo Interamericano Económico
y Social (CIES), el Consejo Económico y Social de la ONU y la Comisión Económica
IV Conferencia, en Buenos Aires, en 1910, adoptó el nombre de Unión Panamericana y en su conferencia realizada en Bogotá, en 1948, adoptó la Carta de la Organización de los Estados Americanos.
El colombiano Alberto Lleras Camargo, director general de la Unión Panamericana, se convirtió en
el primer secretario general de la OEA (Nota del autor).
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de las Naciones Unidas para América Latina y el Caribe (CEPAL). Las dos primeras
organizaciones decidieron dar su respaldo a la CEPAL en los procesos de negociación
de los esquemas de integración antes mencionados contribuyendo con sus expertos,
encabezados por el secretario ejecutivo Raúl Prebisch, en los estudios que así hicieron.
El Tratado de Montevideo, suscrito el 12 de febrero de 1960 (TM 60), dio origen a
la ALALC, que planteó como mecanismo de integración la formación de una zona de
libre comercio mediante un programa de liberación del intercambio comercial que debía
culminar en un plazo de doce años con la negociación de las Listas Nacionales y la Lista
Común de la ALALC de los bienes a intercambiarse, y se observó, en esta última, que
las negociaciones fueran por trienios, en una proporción del 25 % en cada uno, hasta
alcanzar la totalidad del universo arancelario (Asociación Latinoamericana de Libre
Comercio, 1960, p. 1).
El Tratado de Montevideo también contempla el tratamiento de nación más
favorecida como principio fundamental; los programas de expansión del comercio y de
complementación económica con políticas tributarias, disposiciones especiales sobre
agricultura; así como un tratamiento especial para los países de menor desarrollo
económico relativo (PMDER). En resumida cuenta, los objetivos de la ALALC se
podrían expresar en lo siguiente: fomentar el intercambio comercial entre las partes
contratantes, puesto que este era muy débil, y promover la industrialización mediante la
complementación y políticas de sustitución de importaciones con distintos resultados en
los países donde se aplicaron —con mayor éxito en las economías mayores de la región
como Brasil, México y Argentina; en menor medida en Colombia, Uruguay y Chile; y con
relativo fracaso en el resto de economías4.
Resulta interesante, en este punto, señalar que la República de Cuba, en 1960,
solicitó su adhesión al Tratado de Montevideo, la que fue rechazada cuando se produjo
la expulsión de Cuba de la OEA en la VIII Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones
Exteriores, en Punta del Este (Uruguay), con el argumento de la incompatibilidad de su
régimen económico. Este asunto fue cuestionado por las autoridades cubanas, puesto
que ello no se menciona en la Carta de la OEA ni tampoco en el Tratado de Montevideo5.
En realidad, el cumplimiento de los compromisos adoptados en el Tratado de
Montevideo entrañaba una serie de dificultades. Por un lado, había que atender la
4
5
42
Para un análisis más profundo acerca de los resultados de la aplicación de las políticas de industrialización por sustitución de importaciones en el Perú, se puede consultar la tesis del autor del
presente artículo titulada: El Perú en el proceso de integración de América Latina, de 1960 a 1990.
Participación del Perú en dos organizaciones regionales: la Asociación Latinoamericana de Libre
Comercio y la Comunidad Andina (Tello, 2021, pp. 141-177).
Cuba esperó hasta 1999 para ser aceptado como país miembro de la Asociación Latinoamericana
de Integración (Tello, 2021, pp. 305-319).
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DOSIER: IDENTIDADES EN JUEGO
implementación del Programa de Liberación tomando en consideración los distintos
niveles de desarrollo de los países miembros. Al interior de la ALALC, se identificó tres
grupos de países: primero, las economías más desarrolladas como Argentina, Brasil
y México (ABRAMEX); en segundo término, los países de desarrollo intermedio o de
mercado insuficiente, como Chile, Colombia, Perú, Uruguay y Venezuela; y, un tercer
grupo, los países de menor desarrollo económico relativo (PMDER), formado por Bolivia,
Ecuador y Paraguay. Esta situación obligaba a los países más avanzados a establecer
mecanismos de trato especial y diferenciado para los PMDER, que les obligaban a
retrasar su propio proceso.
Por otro lado, en el grupo ABRAMEX había un mayor interés en desarrollar el
comercio, a diferencia de las economías intermedias que pretendían impulsar una
política “desarrollista” o industrialista. Para ello, la CEPAL emitió recomendaciones
a los países para que anualmente procedieran con un mínimo de reducciones y
eliminaciones arancelarias. También señalaba la importancia del impulso de programas
de complementación en industrias básicas como la metalmecánica, la del vidrio, la del
papel y otras para impulsar industrias intermedias, posteriormente. Todo ello bajo una
óptica “dirigista” o estatista, que estaba muy en boga en los años sesenta todavía.
Otro asunto pendiente de solución era el referente al sistema de pagos. La CEPAL
recomendaba la suscripción de convenios bilaterales y, para ello, propuso un modelo
único, pero con el señalamiento de que, con el tiempo, debía migrarse al establecimiento
de un sistema multilateral de pagos, mediante la creación de una cámara de compensación
formada por los bancos centrales
que funcionase mediante liquidaciones totales e inmediatas en monedas convertibles de los excedentes y déficit netos de cada país participante con todos los
del grupo, una vez hecha la compensación multilateral plena de los excedentes y
déficit bilaterales de cada país. (Tello, 2021, p. 321)
Se observaron dificultades en las negociaciones para la confección de la Lista
Común de la ALALC en los primeros años de vigencia del Tratado de Montevideo, por
lo que se evidenciaron las diferencias entre los bloques de países. Mientras que para
el grupo ABRAMEX era prioritaria la intensificación del comercio, para las economías
intermedias era necesario procurar un desarrollo armónico, reflejado en un aumento
cada vez más creciente de las importaciones al interior de la zona de la ALALC, con
escaso aumento de las exportaciones.
La suscripción de la Declaración de Bogotá, el 16 de agosto de 1966, por parte de
los mandatarios y representantes de un grupo de países de desarrollo intermedio como
Chile, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela, fue una manifestación de preocupación al
interior de la ALALC, por cuanto los representantes de estos países habían expresado
reiteradamente que los beneficios no se distribuían equitativamente entre los socios,
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L. Tello V. / Ficciones y realidades de la integración latinoamericana
por lo que deciden “acelerar al máximo el progreso de los países de menor desarrollo
económico relativo y de mercado insuficiente, sin perjuicio de impulsar la formación
del Mercado Común Regional” (Junta del Acuerdo de Cartagena, 1974, p. 247). Con ello,
dieron pie al inicio de negociaciones para la suscripción de un acuerdo subregional que
condujo a la firma del Acuerdo de Cartagena en mayo de 1969, como se verá en el acápite
siguiente6.
En abril de 1967 se realizó la Reunión de Presidentes de América7, en Punta del
Este (Uruguay)8. En ella, los mandatarios acordaron la formación del Mercado Común
Latinoamericano, sobre la base de la convergencia de la ALALC con el Mercado Común
Centroamericano, en un plazo no mayor de quince años, contados a partir de 1970, con
miras a construir la Comunidad Económica Latinoamericana, parecida a la Comunidad
Económica Europea, en marcha en aquella época. Para ello, debían perfeccionarse
ambos sistemas de integración y, al mismo tiempo, promover la incorporación de otros
países latinoamericanos.
Sin embargo, ya en aquella época, la ALALC se encontraba entrampada en medio de
una maraña de incumplimientos y era muy poco lo que había avanzado para la confección
de la Lista Común y la progresiva incorporación de esta a las Listas Nacionales a tal punto
que se empezó a negociar la suscripción de un protocolo modificatorio para formalizar
la prórroga de los plazos. Así, la CEPAL propuso realizar la desgravación automática
en cuatro etapas, hasta 1985, para que coincidiera con el mandato de los presidentes
de América. Sin embargo, con el Protocolo Modificatorio de Caracas, suscrito el 12
de diciembre de 1968, se corrieron los plazos de la desgravación arancelaria, la que
6
7
8
44
Adicionalmente a la Declaración de Bogotá, los mandatarios mencionados suscribieron un documento titulado “Bases de un Programa de Acción Inmediata de los países participantes”, con el cual
crearon mecanismos para aplicarlo, tales como la creación de una comisión mixta que proponga
las medidas requeridas para materializar los propósitos expresados y la formación “de una
Corporación de Fomento para la promoción directa de la asistencia técnica al sector privado para
la realización de proyectos de interés común” (Junta del Acuerdo de Cartagena, 1974, pp. 256-257).
La Comisión Mixta, después de seis reuniones desde junio de 1967, se encargó de las negociaciones
que condujeron a la firma del Acuerdo de Cartagena, el 26 de mayo de 1969, inicialmente, con cinco
países. Bolivia se sumó al grupo en la cuarta reunión, en noviembre de 1967. Contradictoriamente,
Venezuela, que había impulsado la iniciativa desde un principio, desistió de firmar el acuerdo por
presión de su empresariado, representado en la Federación de Cámaras de Comercio y Producción
de Venezuela (FEDECÁMARAS), y prefirió mantenerse como observador hasta febrero de 1973,
cuando se adhirió plenamente al Acuerdo, en Lima (Tello, 2021, p. 328).
Asistieron los jefes de Estado de diecinueve países, entre ellos, Lyndon B. Johnson, presidente
de los Estados Unidos y Fernando Belaunde Terry, presidente del Perú (Junta del Acuerdo de
Cartagena, 1974, pp. 335-336).
Del 21 al 22 de julio de 1956, se había realizado la primera reunión de jefes de Estado del continente americano en Ciudad de Panamá, solo con carácter ceremonial, para conmemorar el 130
aniversario del Congreso Anfictiónico. En dicha reunión asistieron, entre otros, el presidente de los
Estados Unidos, Dwight D. Eisenhower y Manuel Prado Ugarteche, presidente electo del Perú (Tello,
2021, p. 331).
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DOSIER: IDENTIDADES EN JUEGO
debía concluir el 31 de diciembre de 1980, pero que dejaba para más adelante otros
aspectos contemplados en el Tratado de Montevideo y en la Declaración de Presidentes
de América9. El Protocolo de Caracas devino en una suerte de paliativo, porque a lo largo
de la década del setenta, las negociaciones para el segundo tramo de la Lista Común
de la ALALC se estancaron y, en 1978, se iniciaron tratativas para otro protocolo, que
devinieron en la suscripción del Tratado de Montevideo de 1980 (18 de agosto) que liquidó
a la ALALC y dio nacimiento a la actual Asociación Latinoamericana de Integración
(ALADI) (Tello, 2021, pp. 348-360).
El Tratado de Montevideo de 1980 (TM-80) ya no plantea la formación de una zona de
libre comercio ni tampoco una unión aduanera para la formación gradual del Mercado
Común Latinoamericano, sino más bien, desarrollar otra clase de mecanismos, tales
como la preferencia regional arancelaria, los acuerdos de alcance parcial y los acuerdos
de alcance regional10.
EPISODIO 4: EL GRUPO ANDINO
El 26 de mayo de 1969, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador y Perú, que eran partes
contratantes de la ALALC, firman el Acuerdo de Cartagena con la intención de acelerar
el proceso de la ALALC, tal como se había señalado en la Declaración de Bogotá y que
habían suscrito, el 16 de agosto de 1966, Carlos Lleras Restrepo (presidente de Colombia),
Eduardo Frei Montalva (presidente de Chile), Raúl Leoni (presidente de Venezuela), Galo
Plaza (representante del presidente del Ecuador, Clemente Yerovi Indaburu) y Fernando
Schwalb López Aldana (representante del presidente del Perú, Fernando Belaunde
Terry) (Junta del Acuerdo de Cartagena, 1974, pp. 246-248).
El Acuerdo de Cartagena11 funcionó inicialmente con dos instituciones básicas: la
Comisión, formada por representantes plenipotenciarios de los países miembros con
potestad para dar normas y tomar decisiones, y la Junta, con tres autoridades del
9
10
11
Entre ellos, estaba lo relativo a la adopción de un arancel externo común, con la finalidad de
convertir a la ALALC en una unión aduanera; también se postergó abordar lo referente a los convenios de pago recíprocos, entre otros.
En la preferencia arancelaria regional, “los países miembros se otorgarán recíprocamente y se
aplicará con referencia al nivel que rija para terceros países”, aplicando el tratamiento de nación
más favorecida; en los acuerdos de alcance regional sí participan todos los países de la asociación;
mientras que los acuerdos de alcance parcial son bilaterales y bastante amplios en su temática, por
cuanto abarcan una enorme variedad de disciplinas comerciales y no comerciales, para los cuales
debieran crearse las condiciones para la multilateralización. Estos últimos son los que rigen las
relaciones comerciales entre los países miembros de la Asociación (nota del autor).
Del 4 al 9 de julio de 1969, se reunió el Comité Ejecutivo Permanente de la ALALC en Montevideo,
en cuya sesión aprobó la compatibilidad del Acuerdo de Integración Subregional (Acuerdo de
Cartagena) con el Tratado de Montevideo, mediante Resolución 179 (9 de julio) (Junta del Acuerdo
de Cartagena, 1974, pp. 121-122).
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mismo nivel, con un mandato de tres años, y uno de ellos ejerciendo como coordinador
por un año, que emitía resoluciones (normas que instrumentalizaban las decisiones
de la Comisión y también los estudios técnicos a pedido de ella, y otros que a su juicio
considere necesarios12). El Acuerdo de Cartagena contemplaba la implementación de
mecanismos de integración como un programa de liberación, mediante un proceso de
desgravación arancelaria que debía culminar en 1980 (artículo 45) (Junta del Acuerdo de
Cartagena, 1974, p. 29); y, al mismo tiempo, la elaboración de un Arancel Externo Común
para oponerlo a las importaciones provenientes de terceros países, cuya adopción debía
concluir en 1980 (artículo 62) (Junta del Acuerdo de Cartagena, 1974, p. 35).
Además, el Acuerdo establecía políticas de complementación económica mediante
la programación industrial diseñada para tres sectores: metalmecánico, petroquímico
y automotriz; y, al mismo tiempo, la elaboración de una política agropecuaria común
(artículos 69-74). Prácticamente, en los primeros dos años de vigencia del Acuerdo, se
instrumentalizó todo su contenido. Los problemas se presentaron después cuando se
produjeron incumplimientos en los compromisos para la implementación del Programa
de Liberación y las negociaciones para el Arancel Externo Común13.
En la Tercera Reunión del Consejo Presidencial Andino, realizada en La Paz, del 29
al 30 de noviembre de 1990, se habló por primera vez de convertir al Grupo Andino en un
Mercado Común y, para ello, se debían acelerar los mecanismos señalados anteriormente
(Secretaría General de la Comunidad Andina, 2002, pp. 101-102). En el Acta de Barahona,
documento suscrito en la Sexta Reunión del Consejo Presidencial Andino (Cartagena de
Indias, del 3 al 5 de diciembre de 1991), los mandatarios se comprometieron al lanzamiento
de la Zona de Libre Comercio a partir del 1 de enero siguiente (Secretaría General de la
Comunidad Andina, 2002, p. 151), pero los incumplimientos en que incurrieron los países
llevaron a su retraso, a tal punto que el Perú decidió marginarse de ella y de todos los
aspectos económicos del proceso andino y mantenerse como observador al interior de
la Comisión de manera unilateral. Esta crisis se prolongó por cinco años, hasta junio de
1997, y se resolvió favorablemente pese al anuncio de salida del Perú del Grupo Andino,
incorporándose progresivamente a la Zona de Libre Comercio en un plazo de ocho años,
el cual se completó en diciembre del 200514.
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Hay que agregarle un órgano financiero: la Corporación Andina de Fomento, cuyo convenio constitutivo fue suscrito el 7 de febrero de 1968 (Junta del Acuerdo de Cartagena, 1974, p. 517).
Previamente a la adopción de un arancel externo común, el Acuerdo de Cartagena establecía
que primero debía diseñarse un arancel externo mínimo común, como un mecanismo de “franja
arancelaria” consistente en un “arancel piso” y un “arancel techo”, de carácter transitorio y con la
finalidad de aproximar progresivamente los aranceles hasta tener uno de tipo común (Junta del
Acuerdo de Cartagena, 1974, pp. 35-37).
La crisis de la participación del Perú en el proceso de integración ha sido analizada por el autor del
presente artículo en su tesis de licenciatura en Historia titulada El Perú en el proceso de integración
andino de 1992 a 1997. Al día siguiente del golpe de Estado de Alberto Fujimori (lunes 6 de abril
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DOSIER: IDENTIDADES EN JUEGO
A partir de entonces, se desarrolló otra crisis motivada, esta vez, por el inicio de
negociaciones para la firma de un TLC con los Estados Unidos por parte de Colombia y
Perú, rompiendo la unidad del bloque, lo que motivó la salida de Venezuela en abril del
200615. Este hecho, así como el abandono de las metas concernientes a la formación de
la Unión Aduanera y el Mercado Común, le restaron fuerza negociadora y una posición
estratégica regional al proceso de integración andina en el escenario latinoamericano,
que le habría permitido alcanzar mejores condiciones al momento de negociar con
terceras potencias.
COLOFÓN
Hallar respuestas acerca de qué les hace falta a los procesos de integración latinoamericanos para que sean efectivos no es un imposible, como sí lo es resolver
la cuadratura del círculo o encontrar la piedra filosofal. Para ello, se debe analizar
concienzudamente nuestros mecanismos de integración en lo referente a sus metas,
en qué medida estas fueron planteadas, qué fue lo que se hizo posteriormente y
comparar con otras experiencias parecidas, como la Unión Europea, por ejemplo,
tomando en consideración que se trata de realidades distintas. En el caso de los europeos, se trata de la integración de economías fuertemente industrializadas, con un
intercambio comercial intenso desde cientos de años atrás, por lo que crear mecanismos tales como zonas de libre comercio, áreas de preferencia económica y uniones
aduaneras, fueron factibles gracias a las dinámicas productivas y comerciales que
ellos ya tenían en marcha desde el pasado.
Es importante tomar en consideración que, a mediados del siglo xx, las
comunicaciones internas en Sudamérica eran más dificultosas que en la actualidad.
Se trataba (y hasta hoy) de integrar físicamente un territorio de aproximadamente 17
millones de kilómetros cuadrados, atravesado longitudinalmente por la Cordillera de los
Andes, una de las cadenas montañosas más abruptas del planeta, con desiertos y junglas
y poblaciones de difícil contacto entre sí por razones geográficas. Por otro lado, hay
que tomar en cuenta que estos espacios débilmente integrados no habían desarrollado
adecuadamente mercados internos, prefiriendo las exportaciones de recursos primarios
más demandados por los circuitos externos desde tiempos coloniales. A ello hay que
de 1992), debía realizarse la reunión de consulta de la Comisión para examinar lo referente a los
problemas para el lanzamiento de la Zona de Libre Comercio, pero, ante la nueva situación política
en Perú, esta se suspendió. El 21 de abril, el Gobierno expidió el Decreto Supremo 014-92-ICTI/DM
para suspender la participación del Perú en la Zona de Libre Comercio andina (Tello, 2004, p. 100).
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La salida de Venezuela fue analizada también por el autor de este artículo en su tesis de maestría en Historia titulada El Perú en el proceso de integración andino de 1966 a 2006 (Tello, 2013, pp.
189-198).
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L. Tello V. / Ficciones y realidades de la integración latinoamericana
añadir las enormes brechas y asimetrías sociales y el tamaño de la población en situación
de pobreza y pobreza extrema en la región.
Otro elemento importante a considerar es el de la supranacionalidad de las
autoridades y normas. La Comunidad Andina es una organización que tiene autoridades y
normas de carácter supranacional, como son la Comisión, el Consejo Andino de Ministros
de Relaciones Exteriores, el Tribunal de Justicia y la Secretaría General. Las decisiones
de los dos primeros órganos, así como las sentencias del Tribunal y las resoluciones
del secretario general son de carácter obligatorio y entran en vigor desde el momento
de publicación en la Gaceta Oficial del Acuerdo de Cartagena. Los jueces nacionales
están dotados de la capacidad de convertirse en jueces andinos, bajo el principio de
supranacionalidad. Los ciudadanos pueden transitar libremente por el espacio común
andino, al tener el pasaporte andino como un instrumento de identidad comunitario.
¿Qué le falta a la Comunidad Andina? Dotarla de ciudadanía, hacer que los ciudadanos
se empoderen en ella, que hagan valer sus derechos como tales en sus diferentes
dimensiones: laboral, educativa, sanitaria, productiva o como turistas de tránsito. Dar
una mayor autonomía a las instituciones del Sistema Andino de Integración, como al
Parlamento Andino, que solo emite resoluciones que no tienen un mayor efecto jurídico;
y, para ello, se le debe dotar de una función de colegiación, como constituyente andino, en
materias social y cultural, convirtiéndolo en un mecanismo de poder ciudadano a través
de su representación.
¿Qué le falta a la ALADI? Renglón aparte, con haber desarrollado los Acuerdos
de Complementación Económica (ACE) y los Acuerdos de Alcance Parcial se avanzó
mucho, pero no lo suficiente. Los ACE de hoy son bastante complejos y completos. En la
práctica, son verdaderos TLC de tercera generación. Además, lo que le falta al proceso
de la ALADI es la multilateralización de los acuerdos, que en parte es salvada con los
Acuerdos de Alcance Regional. De esa forma, podría aspirar a convertirse en una zona
de libre comercio, que era el objetivo planteado en el Tratado de Montevideo de 1960,
pero estamos en otros tiempos. Más bien, se le debe dotar de mayores espacios para los
ciudadanos latinoamericanos; con ello, ambos mecanismos ayudarían muchísimo a la
integración económica y social.
REFERENCIAS
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www.iri.edu.ar/publicaciones_iri/manual/Listos%20para%20subir%20III/
Integraci%F3n-Latinoamerica/ALALC-ALADI/tratado_montevideo_1960.pdf
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libros/152.pdf
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Junta del Acuerdo de Cartagena. (1974). Historia documental del Acuerdo de Cartagena.
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Organización Mundial del Comercio. (1947). Acuerdo general sobre aranceles aduaneros
y comercio (GATT de 1947). https://www.wto.org/spanish/docs_s/legal_s/gatt47.
pdf
Secretaría General de la Comunidad Andina. (2002). Documentos de las reuniones del
consejo presidencial andino (1989-2002). https://www.comunidadandina.org/Stati
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handle.net/20.500.12672/3191
Tello, L. (2013). El Perú en el proceso de integración andino de 1966 a 2006. [Tesis de maestría, Universidad Nacional Mayor de San Marcos]. Cybertesis. https://hdl.handle.
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1990. Participación del Perú en dos organizaciones regionales: la Asociación
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