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martes, 5 de marzo de 2024

Anne Rice: Violín


Idioma original:
inglés
Título original: Violin
Traducción: Camila Batlles
Año de publicación: 1997
Valoración: Intensito / Pretencioso

Qué fuerte con la Rice, cómo se pone de trascendental cuando se siente con ganas. Y qué pretenciosa, que es lo peor. Si hubiera tenido la capacidad...

Violín trata sobre una mujer, Triana -no se le da bien a nuestra autora elegir nombres-, de metro y medio de altura y tronco deforme (lo dice solo una vez, no tiene relevancia en la trama), a la que se le muere su marido millonario. El segundo, por cierto: está claro que el físico nunca le ha resultado un problema para encontrar pareja, lo cual es maravilloso. Lo que no es creíble es que con esa personalidad encontrase a alguien que quisiese estar con ella, pero bueno. Estamos hablando de un personaje creado por Anne Rice.

A lo que íbamos: entonces, la buena de Triana, como fantasea con la muerte (¿porqué no se suicida, sino para de repetir que no hay belleza más sublime?) se queda con el cadáver de su marido un par de días en la casa, más o menos hasta que empieza a oler ya fuertecillo. Vienen sus vecinos, viene su familia, y Triana, una vez convertida en protagonista, foco de atención y con buen casito recibido, decide pasar de todos y centrarse en un extraño violinista que toca solo para ella (¿egocéntrica? ¡no, no!) desde el exterior de su casa.

El violinista resulta ser un fantasma – esto viene en la sinopsis del libro, no quiero hacer destripes -, antiguo alumno de Beethoven. No me queda claro porqué razón acude a Triana, a no ser que el verdadero motivo es que todo gire a su alrededor. En resumen, que, al estilo del fantasma de las navidades pasadas, la lleva a dar una vuelta por su pasado, para mostrarle su vida y su muerte. Beethoven aparece para rendirse a Triana, también, puesto que ella lo vale (aunque nunca lleguemos a saber porqué). Otro hecho importante sucederá hacia el final de la novela, donde la vida vuelve a darle a Triana (aparte, claro, de la familia, la fortuna y el protagonismo que ya tiene) otro maravilloso don, a cambio de absolutamente nada. Porque sí.

Un factor muy importante en esta novela es la música: nuestra querida Triana la vive de una forma que hace que, cuando escucha a Mozart y Beethoven (la autora no conoce a más compositores), no pueda evitar rodar por el suelo y tirarse a las paredes, embargada de la emoción -por fortuna vive sola-; el que se aburre es porque quiere. Lamentablemente, los conocimientos musicales de la autora se ciñen al segundo movimiento de la novena sinfonía de Beethoven; es incapaz de citar otra obra en todo el libro. Por cierto, queda un poquito ridículo, amen de pretencioso, intentar ir de entendida musical cuando no tiene ni claros los conceptos de armonía, figura rítmica, altura, etc: se le ve la presunción y la falta de conocimiento a leguas.

Un poco (mucho) de racismo en su versión más condescendiente con sus lacayos, lo que le da un nauseabundo sabor característico, clasismo (he leído entre 20 y 25 libros de Rice y TODOS sus protagonistas, así como secundarios, son inmensamente ricos, pero ricos de decir: “solo se movía en limusina”) y mucha profundidad trascendental (vacua) resumen esta novela. Bueno, pretendida profundidad que más bien es un charco de mala colonia derramado por el suelo de unos grandes almacenes, pero se me entiende la idea.

Añadamos que todos los personajes, tanto en Viena como en Río de Janeiro, hablan en perfecto inglés, y ya tenemos el bingo de la egolatría.

¿Porqué he leído yo esto, entonces? La razón de esta lectura, y otras, es que hay momentos de la vida en el que, por las razones que sean, como lectores, no podemos dedicarnos a libros “más difíciles”, me refiero a mamotretos colosales, profundos, o que requieran especial concentración en su lectura, así que debemos limitarnos a leer obras más “ligeras”, más superficiales. Afortunadamente, encontré muchos buenos y grandes libros, particularmente en los géneros de ciencia ficción y novela negra; no puedo decir lo mismo de Anne Rice. No puedo recomendar este libro a absolutamente nadie.

Otras obras perpetradas por Anne Rice aquí.

jueves, 28 de diciembre de 2023

UL-AI-D reseña: Javier Ceballos: Sombras Textuales


Idioma original
: español
Año de publicación: 2023
Valoración: nauseabundo
 
En la obra "magistral" Sombras Textuales del autor Javier Ceballos, se despliega una narrativa descarnada que expone la dolorosa realidad de la falta de integridad en la búsqueda del reconocimiento. Este relato autobiográfico sumerge al lector en un mundo turbio, donde los límites entre lo ético y lo inmoral se desdibujan en la vorágine de la ambición desmedida. O sea, Ceballos roba sin reparo ni control, pero a veces por las noches no concilia bien el sueño, o más bien tarda un ratito.

La trama se adentra en la vida de un individuo cuya determinación por alcanzar el éxito lo lleva a sumergirse en prácticas moralmente ambiguas y deshonestas. Ceballos, con una prosa cruda y sin concesiones, presenta un protagonista en busca del reconocimiento a cualquier costo, revelando sus acciones más cuestionables y sus decisiones egoístas que socavan los valores éticos más básicos. Eso sí, su estilo es variado, dependiendo de a quién copia ese día.

Sombras Textuales es un relato profundamente introspectivo que desentraña los motivos detrás de las elecciones inmorales del protagonista, explorando la complejidad psicológica de una mente obsesionada con el logro a expensas de la moralidad. Sin embargo, la ausencia de un mensaje redentor o de una reflexión moral significativa en el personaje principal deja al lector en un abismo ético, sin una clara resolución o aprendizaje que pueda enmendar las acciones pasadas. Dicho en lenguaje llano, el tipejo este tiene un morro que se lo pisa. La mala conciencia por monetizar el esfuerzo ajeno le dura lo justo, hasta que el timbre suena y llega el repartidor de Ali Express, con el pedido que financian nuestros esfuerzos.

A lo largo de sus páginas, el libro desafía al lector a confrontar la realidad de las elecciones moralmente ambiguas que a menudo enfrentan aquellos que buscan el éxito a cualquier costo. Sombras Textuales provoca un cuestionamiento incómodo sobre la naturaleza humana y la falta de integridad en la persecución de los objetivos personales. No leáis estas porquerías. Ni siquiera días como este.
¿Recordáis aquel tío que parasita impunemente nuestro trabajo? Hablo del tal Javier Ceballos (si es que ese es su verdadero nombre). 


sábado, 6 de mayo de 2023

Colaboración: El secuestro de Miss Blandish, de James Hadley Chase

Idioma original: inglés

Título original: No orchids for Miss Blandish

Traducción: Joaquín Urrieta

Año de publicación: 1939

Valoración: Intragable


Bien, está claro, escribir un buen libro es muy difícil, pero ¿de verdad hace falta seguir editándolo? ¿no sería más loable e incluso digno de compasión dejar ciertas obras en el olvido? Admito que el tiempo de un incauto como yo quizá no valga mucho, pero háganlo al menos por los árboles. Salvemos el planeta: no sigan gastando hojas en libros como este. Ópera prima de J.H. Chase, nos hace preguntarnos si no hubiera sido conveniente esperar a madurar un poco más antes de publicar algo como esto.

¿Y qué tiene de excepcional? Nada, no es un exabrupto salido de la mente de un lunático, es simplemente una novela pobremente escrita con un argumento aburrido y, a poco que se rasque un poco, ilógico. Ya en su momento su publicación generó cierta controversia por lo violento y gráfico de algunas escenas (y gratuitas, añadiría yo), no contento con rayar los bajos fondos de la literatura de calidad, se grabó una película que a día de hoy sigue siendo considerada de culto, permaneciendo a lo largo de las décadas en los malignos listados de la peor película de la historia.

Lo malo es que hubo una secuela. Y lo peor es que (me conozco) acabaré leyéndola.

El tema es el siguiente: un ratero de poca monta se entera de que se organizará un baile en el pueblo al cual acudirá la Miss Blandish del título, hija de un acaudalado potentado, por lo que planea un robo: el collar que llevará la princesa del oeste vale unos 50.000 dólares. Se organiza con unos colegas de profesión y trazan un plan: cuando la chica vuelva del baile con el novio, le harán una emboscada y se producirá el robo. Mala suerte, son unos patanes y todo sale mal: se cargan al novio y acaban secuestrando a la chica.

Es aquí donde más me chirría todo: ¿Por qué no hay una mínima protección para la chica? ¿nunca antes había salido de casa? ¿Cómo se realiza un secuestro de una forma tan sencilla? ¿Cómo de patanes tienen que ser los asaltantes para que salga todo tan mal? Chase organiza todo esto de una forma muy embrollada, deja muchas situaciones inexplicables en el aire y los cabos sueltos se amontonan de una manera que no queda más remedio que utilizar una gran dosis de suspenso de la credibilidad. No es esta una situación única, es simplemente el primer momento en el que todo parece venirse abajo.

Siguiendo con el argumento, la banda de secuestradores sigue cometiendo chapuza tras chapuza (y esto es importante remarcarlo, es el escritor quien comete todas las chapuzas, sus personajes no parecen estúpidos de por sí, simplemente toman unas decisiones difícilmente comprensibles) y acaban siendo aniquilados por otra banda más peligrosa, liderada por una mala mujer y su hijo psicópata – tenía que haber uno, siempre lo hay.

No hay mucho más que decir, la chica rápidamente cae en un estado de shock, y mientras la policía va disminuyendo el cerco sobre los captores, los distintos miembros de la misma van cayendo uno tras otro.

En un final inesperado – no – la novela acaba, dejándonos la sensación de que nunca cumplió las promesas que tampoco hizo.

Me consta que, con el tiempo, James Hadley Chase se convirtió en un buen escritor (o eso dicen) respetado por la crítica y público, pero, créanme, no hay nada aquí que nos haga intuir algo de talento en él.

¿Lo peor? Todo, no encuentro nada salvable. Quizá la recreación del ambiente de los USA postdepresión sea lo más logrado de toda la novela. ¿Lo mejor? Citando a Marge Simpson, tiene lo que más me gusta en un libro: un final.

Firmado: EPS

viernes, 13 de mayo de 2022

Madame Nielsen: The Monster


Idioma original: danés

Año de publicación: 2021

Traducción: Daniel Sancosmed

Valoración: intragable

Agradezco a Madame Nielsen que este libro no se haya promocionado (a pesar de la apariencia de la escritora, que parece un performer multidisciplinar de esos que inquietan un poquitín) como literatura queer, cuestión que evita su estigmatización y su etiquetado dentro de una especie de submundo que parece haber de ser juzgado de antemano.

Bueno, se lo agradezco porque así ha evitado que yo tenga que ser señalado por cargarme un libro queer. No va a ser así. Hablo sobre la novela con toda libertad, entonces, y os digo, estimados lectores, que está muy bien eso de que las pequeñas editoriales se encarguen de divulgar la obra de autores de escenas alternativas y todo eso. Pero es que aquí nos han dado gato por liebre. The Monster, así titulada en inglés, detalla las andanzas de un joven ruso en New York, donde ha acudido para formar parte del grupo teatral de Willem Dafoe, allá por 1993, con lo que la acción se sitúa en ese período extraño entre la caída del muro y la de las Torres Gemelas, un período (no hablemos del presente, por favor, que Finlandia acaba de poner nerviosa a Rusia solicitando su ingreso en la OTAN) que podría haber sido idílico, una especie de Arcadia feliz donde los bloques se desmembraban y Occidente parecía ávido por integrar a esos rusos simpáticos en la dinámica del capitalismo a ultranza. Ahí empiezan las trampas. En un juego algo acomplejado que insiste en el namedropping, Madame Nielsen teje una siniestra historia basada en los días y las noches del joven, que ha acudido a New York con poco dinero y apenas una lista de nombres a los que puede contactar para obtener algún lugar donde pasar la noche. De día acude al teatro y alterna con gente que se presenta tanto en las sesiones teatrales como a los locales nocturnos que acostumbra a frecuentar. Así que en la novela surgen los nombres como referencias, tópicos hasta la exasperación: Warhol, Sontag, Byrne, Lou Reed. Parece que en medio de esa amalgama cultural de la ciudad que nunca duerme a nuestro anónimo protagonista le ha ayudado la suerte. Pero ay la noche: a cambio de disponer de un sitio donde dormir, sus anfitriones resultan ser un par de gemelos algo degenerados que abusan de él noche tras noche.

Y en esa alternancia trufada de referencias y descripciones algo procaces de los abusos, combinado con los numeritos propios de su asistencia a algunos de esos clubes nocturnos que parecen museos de los horrores, la novela se pierde en divagaciones y escenas descritos con un lenguaje rígido y un terrible gusto por el párrafo interminable y la disertación de tonalidad epatante, como si a Madame Nielsen le molestara limitarse a describir los hechos y tuviese que incidir en un retrato psicológico del protagonista, revelando una tonalidad algo narcisista y hasta diría que acomplejada. Esto no podía pasar en Copenhaguen pero si en New York. Con lo cual,entre ciento cincuenta páginas, apenas retengo las alusiones descriptivas a la foto que hace las veces de portada, un más que previsible flash back sobre la historia de los gemelos, y unas últimas cuarenta páginas, que me perdonen mis compañeros del blog por mi retraso, que se me han hecho eternas, un auténtico tostón esperando que algo se dilucidara y más bien convencido de que, como así resultó ser, la novela era un engendro post-moderno algo pretencioso cuyo colofón es no tener colofón.


martes, 16 de noviembre de 2021

Ned Beauman: Glow


Idioma original: inglés

Título original: Glow

Año de publicación: 2014

Traducción: Pablo Sauras

Valoración: intragable


Queridos lectores: las duras exigencias de publicación de este blog y mi desesperada gestión de tsundoku, que según mi amada esposa hace las veces domésticas análogas al cajón de los cables o la caja de las herramientas, me empujan a recuperar esta novela, que ya hace unos años habitaba en los estantes. Y no es que la experiencia haya sido precisamente agradable: solo la necesidad de cumplir mi frecuencia de publicación ha impedido el abandono pues este no era un libro para una reseña interruptus. Simplemente, superada ya la mitad del libro, tenía que saber si el libro continuaba metido en el lodo de la confusión o iba a sacar algo en claro.

Porque el planteamiento no se prestaba a predecir lo que sobre mí se cernía. La historia de Raf, un joven residente en Londres aquejado de una rara enfermedad que afecta a los ciclos del sueño, que combina empleos precarios, que toma contacto en una de esas fiestas alternativas con el glow, una nueva droga sintetizada tras cuya producción parece esconderse una poderosa corporación que se toma en serio lo de la diversificación, y todo su atrezzo: matones, gente que parece trabajar para varios bandos, desapariciones y crímenes. Podría haber pasado por una novela negra del tercer milenio con un cierto tránsito de personajes propios y con los siempre sugerentes escenarios del Londres actual. Hubiera entendido ciertos excesos e incluso licencias literarias pues ya se sabe, la gente bajo la influencia no suele ser un dechado de coherencia. 

No es que me intimiden las novelas basadas en excesos o adicciones, si bien ya empiezo a pensar que en este mundo cruel Burroughs o Easton Ellis o Welsh ya han quedado atrás, las adicciones han arraigado de tal manera en las sociedades occidentales que nuestra capacidad de asombro ha quedado neutralizada.

Lamentablemente, Beauman (escritor joven que ha alcanzado algún éxito previo que le ha validado hasta el punto de que The Financial Times diga de Glow que es "deslumbrante) no construye nada medianamente comprensible con esa materia prima. Ni demuestra ser capaz de ello, y haber optado por entregar una narración evocadora de algún viaje. Así que hasta la página 60 o así se podría llegar a pensar que la novela va a optar por la vía conspiranoica y puede ser algo amena, alejada, por supuesto, de la mínima pretensión de persistencia, pero la sensación se desmorona con una cruel e implacable progresividad. Por la página 150, ya no sabía qué hacer con el libro, con sus personajes de extraños nombres que van y vienen y cambian de bando, con sus grotescos cambios de escenario (de Londres a Myanmar, básicamente) y con esa confusión constante que no atribuiré a fantasmas post modernos sino a pura torpeza narrativa. O sea, Beauman monta un lío del cual no sabe salir, ni mucho menos resolver. No vayamos a pensar que esto es Pynchon, es una novela liada y liosa que no hay por donde agarrar.

martes, 16 de julio de 2019

Vicente Suárez Casañ: Conocimentos para la vida privada


Idioma original: castellano
Año de publicación: 1894
Valoración: Intragable ¿pero curioso?

En cierta ocasión consulté con el Sacro Colegio uladiano la oportunidad de reseñar un determinado libro, y uno de los purpurados dijo simplemente: ‘Es un libro, no? Pues entonces se puede reseñar’. Bien, pues esto que traigo hoy también es un libro, y además bastante voluminoso. Raro, sí, quizá hasta disparatado, pero libro.

Lo que tenemos delante es un tocho formado por cerca de mil páginas, organizadas en diez tomos de encuadernación fatigada, con la pretensión de ‘presentar a los ojos de la juventud un provechoso ejemplo de los vicios y aberraciones a que se ha entregado la humanidad, y las funestas consecuencias' que han acarreado. Añadiríamos ‘todo ello desde el punto de vista sexual’, porque no se toca ningún otro tema, como se advierte al comprobar el índice de la colección: La prostitución – Secretos del lecho conyugal - La virginidad - Onanismo conyugal -Los vicios solitarios - La pederastia - Fenómenos sexuales - Matrimonio y adulterio - El amor lesbio - Costumbres y vicios sexuales de todos los países. Claro, solo comentar acerca de los títulos daría para varias entradas del blog, así que lo dejaremos correr.  En todo caso, me atrevería a asegurar que si alguien a finales del siglo XIX abre un libro titulado Conocimientos para la vida privada, ya se imagina más o menos de qué materias va a tratar: no desde luego sobre formas de ordenar la economía doméstica, ni recetas de cocina, ni convivencia vecinal. Que también son asuntos de la vida privada pero, claro, estamos a lo que estamos.

El libro está escrito por un tal Vicente Suárez Casañ, de quien seguramente no obtendremos muchos datos en internet, pero que parece ser un autor más o menos productivo y sobre todo bastante versátil, porque aunque parece que publicó otros libros sobre temas sexuales, también firma cosas variadas, como un libro sobre medicina y otros nada menos que sobre Pi y Margall y el federalismo en España. Por terminar de centrar el tema, Suárez Casañ deja claro que el contenido del libro no es enteramente de su cosecha, sino que transcribe opiniones de eminentes eruditos en las diferentes materias (tampoco añadiré nada al respecto).

No se piense que esto es fácil, porque hay que sintetizar mucho, muchísimo. Por empezar por lo mejor, sin duda las partes más interesantes del libro son las que tienen carácter histórico: una amplia exposición sobre la prostitución, seguramente fusilada del estudio de Pierre Dufour; la escalofriante historia de Barba Azul; o el relato, muy bien contado, de la violación de Lucrecia y el consiguiente advenimiento de la República en Roma. Al margen de esto, es realmente divertido un parrafito dedicado a la ‘idiosincrasia’, entendida como singularidad extrema de la personalidad, donde se citan casos que harían las delicias de Roussel o de Borges, como  síncopes o desmayos provocados por la visión de un lirio o una remolacha, o vahídos producto del sonido de una escoba al barrer. Estas tres o cuatro cosas que cito es lo aprovechable del libro. ¿Y el resto?

Como apuntaba el índice, el resto habla exclusivamente de sexo, sin realmente centrarse en el acto sexual –que pasa como por alto, como algo natural pero de lo que no es necesario ni conveniente hablar- sino cebándose en todo aquello que se desvíe una pizca del concepto de coito dentro del matrimonio (con algunos matices que ya veremos). La cosa es muy sencilla. El Código de Derecho canónico, que supongo que seguirá aún vigente, decía muy clarito algo que ningún estudiante ha olvidado nunca: la cópula es el acto de suyo apto para la procreación. En esta definición se pueden resumir las mil páginas del tocho. Ergo, toda práctica que se aparte de este principio es condenable, y ahí van encajando los distintos capítulos que he mencionado, bien porque la procreación no sea el fin perseguido (prostitución), porque ésta es físicamente imposible (homosexualidad), porque se impide a propósito (lo que en el libro se llama onanismo, diríamos métodos contraceptivos, incluidos todos ellos), o porque solo se busca un placer sustitutivo (vicios secretos). 

En este sentido, Casañ ejerce de inquisidor frente a quien se aparte un ápice de la doctrina de la Iglesia, aunque también es cierto que a veces da la sensación de ser menos cerril de lo que el texto transmite en su conjunto. Pero en todo caso, reconoce que no es fácil hacer cumplir este principio inflexible, y lo dice abiertamente: la ley poco puede adentrarse en la vida privada (todavía no se conocían ciertas leyes norteamericanas sobre los mismos temas), y por tanto solo la moral (o sea, la religión) es capaz de disuadir de tales prácticas y conducir al individuo por el camino recto. Lo dice con convicción, sí, pero no consigue ocultar su escasa confianza en su efecto persuasivo. Así que donde la ley no llega y la moral carece de fuerza para obligar, aparece Casañ con la artillería pesada: la medicina.

Esto es lo que ocupa la mayor parte del libro, no sé, el 90%, quizá más. No olvidemos el citado principio del Derecho canónico, porque todo lo que no sea cumplirlo estrictamente no solo es moralmente reprobable sino que tiene consecuencias nefastas para la salud. Ríase usted de la vieja advertencia de que la masturbación provoca ceguera. Aquí ya encontramos todo tipo de espantos asociados a las conductas sexuales desviadas que hemos ido citando, páginas y páginas de humores, desgarros, gangrenas, infecciones, tumoraciones y calamidades incontables cuya enumeración se cierra casi siempre con el colmo de la devastación: el desprecio social, la tisis, la locura y la muerte. Por poner un ejemplo cortito sobre las personas que desarrollen ciertas prácticas (casi da igual cuáles):

'Su vida será un continuo tormento, su cuerpo se verá llagado y corrompido (…) y por fin morirán desesperadas, comidas por la gangrena o consumidas por la tisis u otras enfermedades, no menos terribles ni menos lamentables'.

La cosa es de tal magnitud que, si empieza provocando una sonrisa o gesto de incredulidad, la reiteración lo convierte en algo un poco abrumador, y termina dando algo de lástima que haya que recurrir a semejante despliegue de horrores para convencer de algo al personal. Sin olvidar que este buen señor ha escrito otro ladrillo sobre medicina, y da toda la sensación de que se cree lo que está contando. Y, por decirlo todo, lo cierto es que el bombardeo con todas estas asquerosidades pues bueno, que acaba por intimidar un poquillo al lector ante determinadas actividades. Que uno también es humano y vulnerable.

Naturalmente, no recomiendo a nadie que lea este engendro. Si acaso, como curiosidad se puede ojear alguno de los capítulos, que vienen a ser unas 80-100 páginas cada uno, y en este sentido sí que resulta instructivo: uno parece transportado al paleolítico aunque el libro tiene poco más de un siglo. Pero, lo que es peor, estas ideas han pervivido en España al menos cincuenta años más, o sea, hasta antesdeayer, y en base a ellas y otras de corte similar se ha construido una sociedad bruta, enferma y ensimismada. Afortundamente, muchos no hicieron demasiado caso y hoy en día –cierto que con otros horrores nuevos- parece que viviésemos en otro planeta.

P.S. No me resisto a un breve apunte sobre la mujer. Puede suponerse que en el panorama ideológico en que se mueve el autor, a la mujer le está reservado un papel respetable pero también secundario, reproductor y, si se me permite, un poco bobalicón. Pero quizá lo más desopilante (pero también estremecedor) es que los capítulos referidos a la virginidad y al adulterio están íntegramente centrados en la figura femenina. Se me escapa por qué ambos asuntos son tan trascendentes cuando se refieren a la mujer como irrelevantes si hablamos del varón.

sábado, 1 de septiembre de 2018

César Brandon Ndjocu: Las almas de Brandon


Idioma original: español
Año de publicación: 2017
Valoración: indigno

Pues no me ha costado ni nada encontrar la portada original de la primera edición. Las que encontraba por todas partes ya incorporaban en portada los fajines de las sucesivas ediciones, van por la quinta o así, fajines que tanto aprecia un servidor, fajines que hablan de salvar el arte y esas cosas, lo cual ya es demasiado. Cinco ediciones en algo que se proclama poesía es mucho.
No pienso llamarle mérito, ni nada que se le asemeje, por eso.
Este es, por encima de todo, un libro para que lo lea gente que detesta leer. Una especie de compensación para aliviar algún resquicio de cargo de conciencia por ello. Estéril, por eso.
Porque aquí la cosa va más de promoción. Yo no reseño este libro porque me guste que me llamen "fantasmón". Yo lo reseño porque creo que es mi deber advertir y contrarrestar el aluvión mediático. Porque de esto se proclama ser "el libro del poeta que conquistó un país entero en menos de tres minutos", porque su autor ganó un concurso de esos de talentos de la TV basándose en su innegable fotogenia, su perfil a medida, y en ese nauseabundo racismo inverso que consiste en alabar por lo exótico, loar por las condiciones particulares antes que por el resultado o por el talento. El racismo inverso del que mira qué enrollado que soy que te aplaudo y te tolero y hasta te toco y te abrazo mientras te promociono.

Haciendo caja, mientras tanto, por supuesto. De eso se trataba, desde el primer momento. No es casual cierta coincidencia de sellos de publicación ni es casual el entusiasmo de los jurados en endilgarnos un producto (tardaba en salir la palabra: producto) o, mejor dicho, en intentar vender este sucedáneo de ínfima categoría ya no como poesía (casi prefiero ahorrarme un festival de ripios si lo fuera, que no) sino como literatura de cualquier guisa. Pero así es y así está siendo. Si la combinación es perfecta. César Brandon Ndjocu es negro, de raza negra, me refiero, guineano, es, o fue, inmigrante, y por tanto, precario, pobre, señalado, es fotogénico, tiene una apariencia sencilla y hasta modesta, de buen chico, es, él también, el producto de un plan orientado a expoliar los bolsillos de la gente y a pretender que se les vende literatura cuando esto es, y le he dado vueltas a la valoración, indigno de ser considerado como tal.
Señores consumidores (por favor, tengamos respeto a los lectores), aquí no hay ningún valor aparte de la mera retahíla de pensamientos obvios en voz alta expresados uno tras otro de forma tan obvia y previsible como anodina y falta de talento u originalidad, y ya perdonareis que en este caso me abstenga de la mera citación de pasaje alguno. Me limitaré a hacer mención a un curioso recurso: cuando no sabe cómo acabar con algún capítulo, como resolver alguna de las tonterías que van surgiendo en este desatino, el recurso más socorrido es un "te amo". Si el amor salvará el mundo, a mí me ha resuelto unos cuantos finales que se atascaban. 
Me explico un poco más. Se trata de unos 80 capítulos de diversa duración donde todos los recursos más hiper-explorados son usados sin pudor ni rubor alguno. La enfermedad, el abandono, la desazón juvenil, la precariedad, el sexo, el amor y el desamor, los lazos familiares más obvios, el gap generacional, esas cosas tan sabidas, la adolescencia, la autocompasión, el chascarrillo constante, el ripio, la repetición como recurso creativo, la obviedad, la inserción de juegos de palabras forzados a cuenta de cualquier cosa. Así es la poesía que triunfa en los talent-show. En algún momento se reivindica de forma contundente a Coelho, aunque otras celebridades nombradas puedan ser Álex Ubago o Albert Espinosa. Previsible. El estilo del autor puede atisbarse ya en su mero perfil en la solapa, para desesperar a más de uno, neograciosillismo deberían llamarle a esto, aunque la alternancia con el supuralagrimismo no es nada desdeñable. La letanía de analogías a la altura de redacciones de primaria o de advenedizos de Twitter es sonrojante. Por eso me veo obligado a engullir esta bazofia y a opinar sobre ella. Porque un libro se vende, se paga por él. No puede ser una sucesión de hashtags inocuos uno tras otro, tan voluble y vacío no es todo. Y llego tarde. Hay gente que ya ha pagado por ello. Y alguien que dude puede leerme, y le digo que se vaya olvidando. Esto es un engaño. Absoluto. Sin una frase aprovechable. Como decimos en catalán, se nos mean en la cara y nos dicen que llueve.
Quiero decir que César Brandon Ndjocu es perfectamente libre de aceptar todo el juego en el que se ha metido. De aprovecharse del tirón comercial de lo que escribe, igual le han convencido, a cambio del correspondiente tanto por ciento, de que tiene alguna clase de talento. De hecho, le deseo suerte en lo de intentar acabar mereciéndolo, de que el aspecto creativo llegue algún día a ser acreedor de su repercusión, aunque sea para justificarlo. No tengo la más mínima confianza en que ello vaya a ser así. Los elogios de tipos como Risto Mejide van a procurarle réditos, seguro, pero yo no sé si para alguien que pretende ser escritor es más valioso el reconocimiento económico o ese que solo el cruel paso del tiempo certifica. A mí, su libro me ha parecido de lo peor que he leído en décadas, un fraude, un insulto para quien lo lea y piense que ahí va a encontrar literatura o algo que se le acerque.
Con el listón tan bajo, no hay que extrañarse de que Manuel Vilas deslumbre.

miércoles, 2 de mayo de 2018

Contrarreseña: Clavícula, de Marta Sanz


Idioma: español
Año de publicación: 2017
Valoración: intragable

(extraído del diario de trabajo de Marta Sanz):

-7 Enero de 2017: Reunión postnavideña con mi agente y mi editora. Quieren nuevo título en dos meses, de cara al día del libro, etc... Les digo que estoy trabajando en una trilogía de 1500 pgs. basada en el historial médico de todos los miembros de mi familia desde la epidemia de gripe de 1917, a ver qué cara ponen. Cara de susto, claro, hasta que ven que me río (de ellas). Replican que de eso nada, que con doscientas va que chuta, pero que les gusta la idea de las enfermedades. Enfermedades de mujeres, que son las compran libros; empoderamiento, reivindicación del cuerpo femenino, y todo eso... Y autoficción, mucha autoficción, que es lo que se lleva. Que a ver qué se me ocurre.

-9 Enero de 2017: 
No se me ocurre, nada... si yo estoy más sana que una manzana, coño, que para eso me cuido! Sopeso incluso contar mi menopausia, aunque eso no sea una enfermedad y además, le toca pasarla a la mitad de la Humanidad, más o menos... Da igual, que yo soy Marta la Fenómeno, como dice mi churri: me invento un dolorcillo por ahí que no me deje vivir y me obligue a ir a mogollón de médicos distintos y arreglao. Entretanto, voy contando las dolencia de mi madre, de mis tías  y mis amigas, que mira que se ponen pesadas con estas cosas, por favor... 
Para el título, tengo claro que será el nombre de la parte del cuerpo que me duela, pero aún no sé si "Ventrículo", "Clavícula" o "Rabadilla". Me inclino por esta última.

-15 de Enero de 2017-> Madre mía: mes y medio para entregar esto y aún no me he puesto en serio... Encima, me han salido unos bolos en Colombia y en México que no pienso perderme ni muerta. Pero claro, con los gastos que tengo y siendo la única que trae jornal a casa, ya puedo espabilar, que mi churri será muy detallista, pero desde que se quedó en el paro, por ahí no entra un duro ni se les espera... ¡Qué cansado es ser la cabeza de familia, de verdad! Bueno, como al final lo que importa es publicar el libro y apañar unas entrevistas resultonas, voy a repetir el truco de cuando me pidieron un cuento sobre drogas y yo les metí el viaje en autobús que había hecho ese finde entre Águilas y Málaga, con un par de alusiones al Orfidal y a la muerte de Heath Ledger (ay, qué pena, con lo que me gustaba) y a correr... Qué narices, ¿a que no reciclo el cuento y se lo meto tal cual en este libro? Con un par: ya tengo 10 pgs. Y ya puestos, tb. voy a meter la hoja de gastos e ingresos mensuales que acabo de sacar con el Excel, hala... Tres páginas más.

-23 de Enero de 2017-> Lo de "Rabadilla" me molaba, pero me han dicho éstas que es poco comercial, así que será Clavícula, que lo de "Ventrículo" les suena a José Luis Moreno. Además, así puedo poner que me duele junto al Bósforo de Almassy, una cosa muy fina y sensual que salía en aquella peli de amor tan bonita... (¡madre, qué jartura de llorar!). Lo demás, capítulos cortitos y hablar de cosas chungas que me han contado, como la fibromialgia de mi prima Puri, la del pueblo, la anemia ferropética de Ana, mi vecina de abajo o la fisura de ano de mi amiga... bueno, a ésta mejor le cambio el nombre. Ah, y lupus, que lo mencionaban mucho en eso de House, con lo que le gustaba esa serie a mi churri, aunque a mí me daba como aprensión, con tanta gente enferma, Jesús qué agobio...

-28 Enero de 2017-> Hoy he tenido que acompañar a papá al cardiólogo a hacer una prueba de esfuerzo. Menudo coñazo, pero esto lo meto.

-7 de Febrero de 2017: ¡Vaya viajecito que me he pegao a Colombia by the face! Lo que tiene ser una escritora de éxito: hotelazo, piscinaza, desayunazos... eso sí, con lo del libro no he avanzado nada, todo el día de public relations y tal... Ya sé: transcribo todos los correos que me ha enviado mi churri, que mira que es pesado, dando la brasa a todas horas... ya se nota que está en el paro, ya. Bueno, 8 páginas más. Además, se me ocurrió una frase genial mientras estaba tomando el sol en el hotel de Cartagena: "Nosotras nos resistimos al neoliberalismo somatizándolo y nuestras somatizaciones se transforman en un interesado misterio para la ciencia". ¡Ahí es ná, olé tu ******, nena! A ver ahora quien es el crítico que tiene huevos para decir que tu novela es una chorrada, que le va a caer la del pulpo, si no por machista, por neoliberal!

-15 de febrero de 2017-> Joder, joder, joder... que me va pillar el toro y aún tengo la promo de México, que hay que abrir mercado, y por si fuera poco, los papás nos han invitado a un crucero por el Báltico, con lo que me apetece y yo de ahí saco otro libro que ni el Foster Wallace... Céntrate, nena, que tú eres Marta la Fabulosa, como dice mi churri, que desde que está en el paro se ha vuelto muy pelota... Pero es cierto que siempre fui el asombro de mis profes de Lengua, desde cuarto de EGB, por lo menos (bueno, menos el Chapas en 3º de BUP, que decía que lo que constituía mi estilo era mi propensión obtusa por mezclar lo pedante y lo paleto. Puto Chapas... Pues esto lo meto en el libro, ea).

-21 de Febrero de 2017: venga, Marta, dale que tú puedes; acuérdate de cuando el churri te dijo que eras la Garrincha de las Letras y lo buscaste en la wiki y el youtube y resultó que era un futbolista brasileño que hacía así y asá con el balón y los regateaba a todos sin casi moverse del sitio. Y eso sí, mira, yo soy muy buena en el regate corto... seguro que voy a por yogures al Mercadona y sólo con lo del camino saco una novela que te cagas... Es más, igual esa va a ser mi próxima novela, si es que cuela esta. Que colará, porque ya me ha contado la editora que, con todos los que quieren publicar con ellos, un mazo de críticas buenas ya están aseguradas. Y oye, a ver si pica también algún bloguero listillo de ésos, como el Tongoy o uno de los primaveras de Un Libro Al Día, que también tendría su gracia... XD


Libros perpetrados por Marta Sanz y reseñados en Un Libro al Día: ClavículaFarándula

miércoles, 15 de febrero de 2017

Ray Loriga: Ya sólo habla de amor


Idioma original: español
Año de publicación: 2008
Valoración: exasperante

Pedía la multitud: variedad en las valoraciones. 
Digo yo: podemos elegir entre toda la porquería que se publica. Pero es que hay autores que son toda una garantía.


Raylorigafacts #4. Niuyorkear, verbo que Loriga estaría encantado de haber creado si no sonara a palabra inventada para un anuncio de snacks.

Raylorigafacts #5. Oído a Christina Rosenvinge (antes del divorcio) en un desayuno con amigas en una cafetería mega chic en la planta setentaynosécuantos: "La manía esa de Ray de acostarse sin haberse aclarado el pelo de los potingues que se mete. Lo poco que gano en un disco se me va en lavar fundas de almohada." Dijo. "Estoy fatal." Añadió.
Raylorigafacts #6. Dijo una vez: "Ahora (no es esta) he escrito una novela juvenil porque necesitaba dinero."

¿Ahora?

Uno de los problemas de Loriga: su incapacidad para que sus libros le dejen atrás como personaje, y de darse cuenta de que repetirse con fruición no es crear un universo propio. Que parece que el narrador tenga que ser el tipo con las sempiternas Rayban con cristal forma de pera y barbita fumanchú. Porque observo que de forma desapercibida sus libros van publicándose, ya tenemos una pila (para escribir esta reseña-bajo-demanda he tomado los tres que había en la biblioteca y me he decantado por el que tenía una frase más positiva de todo un NY Times: "Loriga es la estrella del rock de las letras europeas" - ¡ja!) y hay que preguntarse por qué. Wonder why
Cómo posa el tío en las fotos, por eso. Fuma. Se tatúa desde antes de que fuera moda y lleva anillotes con calaveras que pesan lo suyo. Gusta de fotografiarse con pose inclinada con algún callejón de mala muerte al fondo, pero luego escribe en un reluciente Mac de 3.500 euros, que tiene en un rincón preferente e impoluto del salón, como diciendo "esto me lo he comprado con el fruto de mi talento". No. "Con la sangre que brota directamente desde mis sienes al papel". 
Pero lo cierto es que Loriga escribe como Javier Marías en pleno ataque de hemorroides. Su novela hace aguas por todas partes. Ésta, y me temo que ya voy convenciéndome de que todas. La manía de crear personajes literalmente inexistibles. Sorry about the word. La cuestión de esa separación suya entre párrafos donde acaba aislando siempre el peor de todos, dos líneas grandilocuentes, para que luzcan. La insoportable auto-adulación fruto de su obvio buen gusto para las referencias y su terrible decisión de que, si Kafka, Walser o Joyce pudieron hacerlo, qué tienen ellos que no tenga yo. Terrible porque parece haber enredado a alguien, algún directivo de importante editorial que supongo que decidió firmarle un contrato prolongado justo antes de la crisis. Qué otra explicación cabe. 
La mencionada elección de los personajes trasuntos de sí mismo. El de esta novela es Sebastián, un traductor crítico e inédito de poesía que acaba de pasar por un divorcio y se inventa un alter-ego que es un jugador de polo argentino (¿eeeehhh?). Que le hace compañía, pero no tanta, porque no existe. Joder, la cosa empieza a liarse.
Entonces lo de la trama. O lo que se deduce que puede definirse como tal de entre ese amasijo de verborrea pretenciosa e incomprensible. Parece que el hombre arrastra el trauma del divorcio, que le ha acarreado pérdida de prestigio y de otras cosas. Habla de un contable en algún momento. Acude a una recepción en una embajada y todo lo que le rodea es un oropel del que él pretende prescindir. Se pasa cien páginas muy joyceanas dudando sobre sacar a bailar a una moza. No nos hagamos ilusiones de conocer los motivos. Inicia un diálogo con Christian, un suizo que parece pretender a la misma moza y le pide permiso para abordarla. Y él duda y se somete a cábalas sin fin y para eso necesita casi 200 páginas. Así que no le exijamos coherencia a este ejercicio. Porque encima Loriga tiene una peculiaridad curiosa; cada vez que parece que el libro se va a hacer legible, que algo empieza a fluir, lo estropea de alguna manera volviendo a recargar los párrafos y a complicar sus mensajes. Un criterio muy discutible, el suyo, y ya cuando chocamos con el criterio, mal vamos: parece que Loriga se guste más a sí mismo cuanto más insoportable es para quien lo lee.
Ya con estos precedentes invocar cuestiones de mayor calado para el lector exigente como ritmo, estructura, interés de la temática, trascendencia de la historia y otras chorradillas... mejor pasemos de puntillas sobre ello. 
Porque lo peor de esta lectura es su desprecio total por lo que pueda pensar el lector. Un desprecio que no tiene pizca de gracia. Hasta libros infumables por ligeros tienen momentos en que su autor claudica y demuestra sus limitaciones. Para mi desesperación, Ray Loriga no cede en su propósito de enlazar una tras otra frase cargada sin otra finalidad que llenar espacio. Y se hunde irremisiblemente en el fango. Aunque este libro parezca responder a un íntimo proceso catártico para superar su propia situación personal, cuestión que en otras circunstancias ha aportado grandes obras, aquí nada justifica este desastre absoluto, que no merecería trascender del disco duro o el cajón de un narciso onanista. Lo siento, pero hasta nunca, Ray.

También de Ray Loriga en ULAD: El hombre que inventó Manhattan, Héroes

martes, 11 de octubre de 2016

Javier Pérez Andújar: Los príncipes valientes

Idioma original: español
Año de publicación: 2006
Valoración: soporífero

Javier Pérez Andújar ha estado envuelto hace unas semanas en una pequeña e inofensiva polémica cuando Ada Colau, alcaldesa de Barcelona, lo eligió para el pregón de las fiestas de la Mercè, hace unas semanas. Puesto que es un escritor que se ha manifestado en contra de la autodeterminación de Catalunya y había gente contraria a cederle protagonismo en un acto tan simbólico. Bueno: los catalanes tampoco llegamos a mucho más que a eso, a esa expresión tan intraducible (probemos "gruñir sin demasiada insistencia ni mala fe") que es rondinar, quejarnos sin demasiado resultado. El pregón de Pérez Andújar, que tuve ocasión de leer y que está relativamente accesible en la red, no hizo más que confirmar y corroborar lo que, en base a los dos libros suyos que, con este, he leído, es la función de su obra, o su enfoque, o la tonalidad que quiera apreciarse por encima de otras. 
Keyword: "Nostalgia".
Ya me he encontrado eso con otros escritores. Marcos Ordónez o José Carlos Llop, por ejemplo. Empiezan a parecerme intercambiables y, de hecho, temo que estén provocando que repita conceptos al hablar de ellos. Así que permitidme que me aleje de la literatura basada en la incitación nostálgica y que aconseje a todo el mundo que haga lo mismo. Porque leer 230 páginas sabiendo, desde la primera, cómo iba a ser exactamente. Cada 50 páginas he valorado el abandono y solo la sensación de que debía expresar mi enfado hizo que siguiera adelante, que evitara la reseña-interruptus. Cada 50 páginas he seguido adelante a ver si pasaba algo relevante o de impacto, y no. Pues, aunque la llame novela, esta es una narración autobiográfica, unas memorias de niñez en el extrarradio obrero, revestidas de épica y fascinación, para alejarse de obviedades como las reposiciones de la serie Verano azul, pero siempre con la apelación al pasado en la punta de la lengua, como si prefiriese una Barcelona con inseguridad y falta de libertades a la actual, que es una ciudad mucho mejor. Porque eso trasluce de las anodinas existencias del narrador y de Ruiz de Hita, compañero en el descubrimiento (sobre todo a través de cómics y series televisivas de sobremesa) del mundo de la cultura popular. A partir de ahí empieza la letanía de menciones y referencias, de anécdotas familiares diversas, las que suele tener cualquier familia. Pero parece que Pérez Andújar piensa que debe involucrarnos en las suyas. Pues conmigo que no cuente.
Algún gazapo subconsciente se coló al cerrar el texto de contraportada hablando de "determinación de querer ser escritor". Porque esto parece pasarle a Pérez Andújar más que querer escribir. Que tampoco es que lo haga demasiado bien. El tiempo verbal de la narración exaspera en su paso del pasado al futuro respecto al pasado, y en la persistencia en aportar frases grandilocuentes siempre al límite de la pedantería, o ya directamente chapoteando en ella. 
Parece que le seduzca eso, lo que antes era ser escritor; tener relevancia, ver ese subtítulo cuando te presentan en la tele, ser consultado en lo concerniente a la cultura. Pero dejadme que os diga algo. Cuando nos quejamos de que la gente no lee, es por libros aburridos como este. Que son solamente versiones mejoradas en la forma de engendros como Yo fui a EGB o la serie Cuéntame. Lecturas solo inteligibles por una porción de una generación, y si pedante es pretender acceder a la universalidad, decidme como se llama a prescindir de intentarlo.

En fin, acabo, que he de ir a mirar mis niveles de azúcar. Toca tomar alguna conclusión. Pregones, artículos en la prensa que le sea más afín o receptiva, entrevistillas de enrolladete, opiniones en conferencias, ya veremos. Pero yo no me trago un libro más del hombre este.

lunes, 19 de septiembre de 2016

Andrés Iniesta: La jugada de mi vida. Memorias

Idioma original: Español
Año de publicación: 2016
Valoración: Intragable

Aclaración previa: Aunque me temía lo peor del libro, he tratado de leerlo sin tener en cuenta mis prejuicios. Y creo que lo he hecho. Así que la reseña, guste o no, es objetiva en la medida de lo posible.

Dicho esto, quisiera aclarar también que, aunque en la cubierta del libro se indica que el autor es el propio Andrés Iniesta con la colaboración de Ramón Besa y Marcos López, resulta que el 55% del libro está escrito en tercera persona (cosa extraña cuando son tus propias memorias), el 5% en primera persona y el 40% restante son testimonios de terceras personas. Por tanto, dejémoslo en que el libro está escrito por Ramón Besa y Marcos López a partir de lo que les haya contado Andrés Iniesta y el resto de personas entrevistadas para la ocasión. Para que la gente no se lleve a engaños.

Centrándonos ya en el texto, podemos separarlo en dos bloques:

El primero nos cuenta la vida y milagros de Andrés Iniesta, desde que empezó a dar sus primeras patadas al balón en Fuentealbilla hasta la actualidad, cubriendo tanto la vida profesional como la vida personal de Iniesta: su llegada a la Masía, su debut en el primer equipo, las Copas de Europa, su matrimonio, etc.

La segunda parte, como si se tratase de un "Testimonios" de sus paisanos de "La hora Chanante", recoge las opiniones de ex-compañeros y compañeros, entrenadores, masajistas, etc sobre el protagonista del libro.

Hasta aquí, todo parece normal. Podrá gustar más o menos, podrá el personaje interesar o no, pero no hay nada raro.

El problema del libro no está en el "qué", sino en el "cómo".

Porque el texto es más que previsible y tiene un tono hagiográfico que repele. Mensajes tipo "A Andrés le ha costado mucho llegar a donde ha llegado, Andrés es el compañero perfecto, el chico perfecto, el amigo que todos quieren tener, el yerno ideal, etc" están por todas partes. ¡Solo falta que desde el libro se pida la beatificación de Iniesta! O mejor, ¡su canonización! No sé, a mí me hubiera gustado un testimonio (con nombre falso y voz distorsionada, claro) que dijera algo así como: "Yo jugué con Iniesta en el infantil B. Era un cabrón. Nunca me pasaba el balón porque yo era más alto, más guapo y sacaba mejores notas que el".

Porque el texto es repetitivo hasta el hartazgo. Páginas y más páginas en las que, con pequeñísimas variaciones, se repiten los mismos halagos a sus cualidades como futbolista (he terminado de su cambio de ritmo hasta el gorro) y como persona. El libro tiene 300 páginas, pero no pasaría nada si se quedaran en 200 o menos. 

Porque está trufado de tópicos, de "buenismo", de "cuñadismo" y de sentimentalismo de garrafón. Frases del tipo "con trabajo se consigue todo"o "si te esfuerzas, lograrás lo que te propongas" a cascoporro. Sin pudor.

No sigo. Ya es suficiente. Solo os dejo unas frases que aparecen en el libro para que os hagáis una idea:
"Yo sigo siendo yo. Y que Andrés sea como es nos ayuda a los dos porque nuestro mundo es nuestro. Solo nuestro". Me recuerda sospechosamente a Mariano Rajoy diciendo aquello de "es el vecino el que elige al alcalde..."
"Aparece un sobre en la cocina, en el baño o en la cama. "Para mami", así es como me llama (yo, a el, "papi")..." . ¡Tomad sobredosis de almíbar! 
"Era Mimosín. Le cogías cariño desde el primer momento". ¿Mimosín? ¿Mimosín? Da vergüenza ajena, ¿no?
Después de estas perlas, habréis podido ver que no estamos ante el libro perdido de Proust ni ante el Knausgard manchego ni nada por el estilo. Más bien estamos ante un libro que, apropiándome de un término usado por Juan Soto Ivars en una reseña sobre lo último de Ildefonso Falcones, está destinado a "domingueros de la literatura". Y si son adictos al edulcorante y a la moralina, mejor.

lunes, 8 de febrero de 2016

Adolf Hitler: Mi lucha

Idioma original: alemán
Título original: Mein Kampf
Año de publicación: 1.925
Valoración: Intragable 

El pasado mes de enero se publicó en Alemania, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, una polémica reedición de Mi lucha, el libro escrito por Adolf Hitler como compendio del pensamiento político del nacional-socialismo. Se trata de una edición crítica, con anotaciones de historiadores y expertos, teóricamente dirigida a desmontar el mito nazi. La reseña actual se refiere no obstante a la edición original, tal cual, y dadas las peculiaridades del autor y el propio texto, intentaré ser lo más aséptico posible.

Dice Hitler en el prefacio que sus seguidores le impulsaron a poner por escrito sus ideas, aunque él considera que es la oratoria y no los textos escritos lo que mueve a las masas a la acción. Es una opinión que reitera en varias ocasiones, y que suena a justificación a priori de sus evidentes limitaciones para componer un texto, frente a las amplias dotes para la comunicación oral que siempre le fueron reconocidas.

Pese a lo que pueda parecer, el libro tiene cierto perfil autobiográfico, en especial en su primera parte, y que reaparece puntualmente en la segunda. El autor va explicando cómo desde su juventud comenzaron a tomar cuerpo las ideas que irá exponiendo, y muy pronto nos encontramos con lo que más o menos todo el mundo espera. Este punto de vista tan subjetivo permite detectar grandes dosis de rencor, que se desprenden en cada etapa que se va describiendo (los años juveniles en Viena, el tiempo en el frente de la Primera Guerra Mundial), y es sin duda el rencor la materia prima sobre la que se asienta el entramado teórico posterior. Es desde luego la voz de la Alemania vencida, humillada y arruinada pero, aún más allá, el tono desabrido y una ironía pobre y amarga ponen de manifiesto el resentimiento de un hombre mediocre que con seguridad carga con unas cuantas frustraciones.  

Como decía antes, enseguida se presentan las tres o cuatro ideas sobre las que se sustenta todo el libro: la supremacía de la raza aria-germánica (una especie de interpretación paleta de Nietzsche) y la consecuente necesidad de la expansión territorial de Alemania; el odio fanático -término que se repite una y otra vez- a la democracia, al marxismo y a los judíos, un triángulo contemplado como una única realidad; la exaltación de la fuerza y la intolerancia como armas políticas... En fin, todo ese universo ideológico del que cualquiera tiene una imagen interiorizada. 

El texto está lejos de la literatura política clásica, no hay una elaboración teórica real, ni las ideas se presentan de forma estructurada, ordenada o coherente. Es un continuo de ocurrencias y opiniones, que en la primera parte versan sobre todo en torno a acontecimientos políticos de la época, y pasan después a intentar conformar el ideario del partido nazi, momento en que el texto se introduce por completo en el terreno de la sandez. Pongamos como muestra este párrafo, referido a la ‘raza aria’:

‘… Resulta ultrajante representar a los pueblos germánicos de la era anterior a Jesucristo como bárbaros desprovistos de cultura. Jamás fueron semejante cosa. El áspero clima de su nórdico país los obligaba a vivir en condiciones que impedían el desarrollo de sus cualidades creadoras’. Criaturas. Valían un montón, pero es que pasaban mucho frío.

Y así, la colección de disparates, trivialidades e invenciones sonrojantes continúa al hablar de la educación, el Estado, la política de alianzas o el cultivo de la gimnasia. Todo ello, eso sí, teñido del mesianismo de un individuo que se creyó llamado a una empresa descomunal que él mismo se inventó.

Quizá lo que más sobrecoge al leer Mi lucha es cómo las ideas y propuestas de acción fueron haciéndose realidad, una tras otra, por absurdas que fuesen, de la mano del militarismo exacerbado y el fanatismo irracional que capturó a toda una nación. El resultado del delirio: una guerra que provocó más de 50 millones de muertos, el exterminio físico de al menos otros 6 millones de judíos y comunistas, y buena parte del planeta devastado.

Y una aclaración sobre la valoración. Como tengo por costumbre ajustarme de forma estricta al baremo propio de ULAD, he dudado mucho con qué calificación quedarme. Había pensado poner un ‘Se deja leer’ como rareza histórica, algo propio de una época pasada que no está de más conocer en su fuente original. Pero, sinceramente, viendo cómo ciertas corrientes -fanatismo religioso, xenofobia, violencia e intolerancia- se extienden por el mundo a estas alturas del siglo XXI, no cabe considerar inocuo semejante texto. Sería por tanto ‘repugnante’ por su contenido; pero como encima está mal escrito, y dice cosas tan alejadas de un mínimo de inteligencia, le dejamos como ‘intragable’. Vamos, que no merece la pena ni por curiosidad.

lunes, 16 de noviembre de 2015

Arturo Pérez-Reverte: Hombres buenos

Idioma: español
Año de publicación: 2015
Valoración: por una parte, está bien; por otra, intragable


Hacía un porrón de años que no leía nada de Pérez-Reverte. Cuando escribo "porrón", me refiero a la época de los primeros Alatristes...¿cuánto hace ya de eso? ¿Doce, quince años? Por ahí... Lo menciono porque aunque me consta que él ha ido sacando libros con la regularidad de un metrónomo o un desfile militar (¿cómo no enterarse, con las campañas de promoción por tierra, mar y aire que suelen acompañar el lanzamiento de sus novelas?), yo no tenía mucha idea de por dónde han ido sus derroteros literarios; si sigue haciendo lo de antes o ha evolucionado hacia... yo qué sé, la autoficción metaliteraria. Por decir algo. 

Impelido por razones que no vienen al caso a leer su última novela, Hombres buenos, ahora puedo afirmar que Pérez-Reverte ha mejorado bastante como escritor: ya no abundan tanto los lugares comunes, los diálogos chulescos... los personajes apareen definidos por algo más que un patronímico chocante y dos o tres rasgos tópicos (ahora son cuatro. por lo menos); la narración se ha vuelto menos efectista y más reflexiva. A cambio, el libro también resulta más aburrido, me temo. También es verdad que la historia que nos cuenta no resulta especialmente trepidante: se trata del viaje -auténtico- que, a finales del siglo XVIII, realizaron a París dos miembros de la Real Academia Española de la Lengua con el objeto de adquirir, para tan venerable institución, una primera edición completa de la Enciclopédie de Diderot y D'Alembert, el no va más del saber científico y filosófico del momento. Una historia ésta que con seguridad le resulta especialmente cara a don Pérez-Reverte, pues no olvidemos -ni podemos hacerlo, puesto que él se encarga de recordárnoslo a lo largo de todo el libro- que también es académico de la RAE... pero una historia, en fin, que a pesar de los loables intentos del autor por darle vidilla a la trama, da como resultado una novela fundamentada, más que nada, en una recreación histórica minuciosa -y aparentemente bien conseguida, hay que decirlo- y en los constantes diálogos entre los personajes. Conversaciones que tratan sobre todo, como no podía ser de otra forma, de: 
1-Libros y autores de la época.
2-La disyuntiva entre tradición /modernidad o ciencia/ superstición (por no decir religión).
3-España; es decir: los males de España; los remedios a los males de España; la dificultad de aplicar los remedios de los males de España, etc... (toda una fiesta, vaya).

Los protagonistas, el marino don Pedro Zárate y el bibliotecario don Hermógenes, resultan una pareja dispar pero bien avenida (en la tradición de las buddy stories: Don Quijote y Sancho, el Gordo y el Flaco, Mortadelo y Filemón...); demasiado bien avenida, quizá, desperdiciando el juego que podrían haber dado sus desavenencias. Menos mal que a partir de un cierto momento se les incorpora el ínclito y revolucionario abate Bringas, (personaje también real, al parecer), para aportar la nota discordante. En todo caso, resulta incluso loable la idea de honrar la memoria de unos hombres que trataron, en la medida de sus posibilidades, de contribuir a desasnar a sus compatriotas (con eficacia harto discutible, como demostraron los dos siglos subsiguientes).

Para ser justos, hay que admitir que el resultado de estas casi seicientas páginas es una novela correcta, bien escrita y ambientada, de lectura fácil aunque, como ya he señalado, más bien aburridilla. Pero en fin, aconsejable a quien le gusten las recreaciones históricas y las novelas de corte convencional. Ahora bien... quizá no tan convencional porque resulta que Pérez-Reverte sí que se dedica, o al menos lo utiliza,  a ese recurso tan à la page que es la llamada "autoficción". Aunque sea una autoficción un tanto impostada: en efecto, don Arturo se coloca a sí mismo como personaje para contarnos sus cuitas, indagaciones y difíciles pesquisas para documentar esta novela como es debido (perfeccionista que es... y deja ver). Es un truco muy pillo, puesto que le sirve, por un lado, para colarnos así la información que, en rigor, debería de proporcionarse a través de la narración en sí. Y por otro, nos demuestra lo muchísimo que ha trabajado en la ambientación, a pesar de que tal cosa no se trasluzca siempre en la novela (por ejemplo: nos cuenta los muchos y venerables libros y cartografía que hubo de consultar para establecer la ruta exacta de Madrid a París en el siglo XVIII, con sus casas de posta, etc... y luego, apenas lo utiliza al contar el viaje). De paso, inserta como personajes a algunos de sus compañeros académicos, a quienes seguro se les hizo el culo gaseosa al verse inmortalizados en tan insigne obra.

¿Les parece que el tono de la reseña se ha ido agriando en el anterior párrafo? Pues sí, lo siento... pero si hay algo que me toca las narices -por no decir otra cosa- es esta puñetera moda de la autoficción, más aún si es fullera, como es el caso... ¿Quién les ha dicho a los juntaletras de turno que a los lectores nos interesan un pimiento su vida y circunstancias? Por lo que a mí respecta, acepto -a regañadientes- que lo haga Emmanuel Carrére, por ejemplo, que ha demostrado ser un buen escritor; paso por que lo haga Laurent Binet, que parece buen chaval. Incluso se lo puedo perdonar a... no sé, Paco Roca, que al menos tiene el doble curro de dibujar y escribir (a Cercas, por si alguien se lo está preguntando, no se lo perdono). ¿Pero a Pérez-Reverte? ¡Ni hablar del peluquín! Además, si quisiera saber algo -más- de su vida, para eso está twitter, que tampoco es que sea muy discreto, el hombre...

Vamos, jamais de la vie! (que es la manera fina de decir que en mi **** vida).

(Pido perdón si alguien se siente molesto por las palabras de mi último párrafo -excepto si se trata del autor del libro, claro está-, y les doy gracias a todos por su comprensión al permitirme el desahogo. Que tós semos personas humanas... ¿que no?).


Otros libros de Arturo Pérez-Reverte en ULADCabo TrafalgarLa sombra del águilaEl maestro de esgrimaLa reina del sur

lunes, 23 de febrero de 2015

Colaboración: Ejercicios de estilo de Raymond Queneau

Idioma original: francés
Título original: Exercices de style 
Año de publicación: 1947
Valoración: Está bien (según el tipo de lector, imprescindible o intragable)

De vez en cuando se encuentra uno con cosas que llevan de vuelta a épocas pretéritas, cuando el tiempo no tenía valor, y podía uno dedicar horas a misterios insondables y preguntas fundamentales. En esas tareas, la literatura terminaba siendo una especie de monstruo de infinitas cabezas y miembros, que adoptaba formas múltiples y a veces ninguna, que nos atraía fatalmente y nos enloquecía un poco. Nunca se terminaba de entender el misterio y menos de dominarlo, y terminaba uno enrededado y hechizado sin remedio.

Casi sin quererlo, este tipo rarito llamado Queneau nos coloca de golpe ante algunos de esos dilemas, en plan: ¿Qué es la literatura? ¿Dónde confluyen o se separan fondo y forma? ¿Hasta qué punto puede un texto ser independiente de su autor? Nada mejor que un caballero de las huestes de Breton (aunque después desertase, claro está), y de formación mixta literario-matemática (¡toma!), con trayectoria errática y multidisciplinar,  para meter mano a semejantes comecocos.

Y además tiene Raymond la virtud de no hacerlo mediante complicadas reflexiones teóricas, sino por medio de una especie de juego, casi una broma. Un ejercicio práctico que es él mismo el mensaje, y que inmediatamente evoca el “cadáver exquisito” al que en un tiempo anduvo vinculado, los manifiestos dadá, o cosas de esta índole.

Ejercicios de estilo es el relato de una anécdota brevísima y un poco tonta, expuesto de noventa y nueve formas diferentes. Nada más que eso. Noventa y nueve versiones de unas pocas líneas, que pueden ser varias docenas más si aceptamos las propuestas que el autor nos hace en el anexo; o cientos, o miles, si cada lector aporta sus variaciones. Todo vale: manipulaciones de la sintaxis, barbarismos, cualquier tipo de jerga, figuras retóricas, distorsión de conceptos... ¿Se atrevería alguien a llevar al extremo, por ejemplo, el amago de formulaciones matemáticas que presenta el autor? Bien, el mismo Queneau acabó alborotando con ello años más tarde.

En definitiva, si cada persona relata un mismo hecho en la forma en que le da la gana, incluso de varias formas cada uno, nos iríamos a una de las preguntas del principio: mismo contenido y distinta forma, ¿son obras diferentes? ¿Cuáles son literarias y cuáles no? Vamos, que nos metemos en un vórtice quizá inútil, quizá apasionante. Pero esto mola, o no?

De forma que, como era previsible, toda esta locura nos da pie a plantearnos nuevas cuestiones: ¿se mantiene el contenido si alteramos la forma? ¿Cuáles son los límites de la literatura –si los tiene–? ¿Es lícito ocultar vacíos mediante el adorno y el florilegio? ¿No nos lleva todo esto a ponderar la intransferible identidad del autor? Algunos de los más grandes –se me ocurren a bote pronto Góngora, Cortázar, por supuesto Joyce– han utilizado con maestría artificios formales que exploraban esos límites; pero con todo, si uno quiere contemplar el juego de fondo y forma en su estado puro y diríamos a pelo, nada mejor que el experimento del que estamos hablando.

Lo de menos es que, como es lógico, entre los 99 ejercicios de Queneau los haya más o menos afortunados, trabajados o ingeniosos. Y casi me atrevería a decir que ni siquiera hace falta leerlos, basta con sondear cinco, seis, una docena, o los que nos apetezca. Lo que realmente importa es detenerse a contemplar en abstracto lo que constituye uno de los pilares de la literatura. Contar cosas y contarlas de cierta manera.
Dicho de otro modo, viene a ser como ponerse frente al Blanco sobre blanco de Malévich sin anestesia. Ahí tienes la pintura: piénsalo.

Y no puedo terminar sin dedicar unas líneas al reconocimiento que merece el traductor Antonio Fernández Ferrer. Trabajo ímprobo, si no directamente imposible, cuando se trata de trasladar de idioma el sinnúmero de volteretas sintácticas, juegos de palabras, referencias cultistas y aberraciones léxicas que contiene el librito. Vamos, como el pobre Salvador Elizondo intentando domar Finnegans wake. De modo que se entiende y encaja perfecto que se llame ‘versión’ y no sólo ‘traducción’ a semejante empresa. En tales condiciones, ni siquiera se puede uno atrever a criticar ciertos atrevimientos del Sr. Ferrer, aunque en alguna ocasión lleguemos a sospechar si ha podido aportar más de lo que debiera. Los varios traductores que circulan por el entorno ULAD seguro que están de acuerdo (o no?).

Firmado: Carlos Andia

Otros libros de Raymond Queneau en ULADZazie en el metro

domingo, 23 de noviembre de 2014

Colaboración: El alquimista de Paulo Coelho

Idioma original: portugués
Título original: O Alquimista 
Año de publicación: 1988
Valoración: Intragable

Antes de empezar, como siempre, echo un vistazo a la contraportada e informaciones varias que tiene a bien presentarnos el Sr. editor. Y en este caso, me encuentro con que me iban a contar cosas como que cada uno tiene una Historia Personal (así, en mayúsculas), o algo sobre la forma de integrarse en Todas las Cosas (sic). Lo que sirvió sin más para empezar la lectura en alerta roja.

No fue exageración. Lo que tenía delante era algo que parece una larga, muy larga parábola como las del Nuevo Testamento, en que se van sembrando, cual semillitas de una Nueva Religión Panteopsicológica, los lugares comunes habituales en los manuales de autoayuda, el descubrimiento de Uno Mismo, en Sí y en Armonía con Todas las Cosas, el Lenguaje Universal que comunica a hombres, ovejas y piedras, el Alma del Mundo, y cosas por el estilo.

Vamos, que sobreponiéndome a tal proliferación de nombres propios, y a la invencible tendencia del autor a los personajes-arquetipo de la Vida Pura, la lectura resulta ser (salvo ese final elíptico, que me pareció bien construido) un moderado tostón con muy escaso o nulo interés para el lector que –como el que firma- no guste de este tipo de peroratas.

Personalmente, vislumbro una conexión entre el fundamentalismo islámico y esta plaga de psicopedagogos, sectas y telepredicadores que se extiende por occidente. Pero bueno, la verdad es que la teoría no está muy elaborada, y además le reconozco un cierto tono punki tipo Brian Aldiss, así que igual lo dejo para otro foro menos sensato que éste. Pero bueno, ciñéndonos al libro que ahora toca y a nuestro entorno europeo, lo clavaba hace muy poquito el afilado articulista Pablo Martínez Zarracina: "Hay que tener cuidado con el hombre moderno. Para él muchas veces lo contrario del estrés y del infarto no es la calma, sino Paulo Coelho".

Bueno va, nos hemos ido un poquito del tema. Pero como de literatura hay tan poco que hablar a la vista del librito, al menos da para divagar un poquillo. De todas formas, y volviendo a nuestra joya del día, hay que agradecer al Sr. Coelho que al menos se haya abstenido de pretender adornar sus lecciones de cristianismo pagano con florilegios literarios o figuras retóricas. Esta especie de Principito con ínfulas filosóficas es completamente plano y neutro desde el punto de vista estilístico.

Y encima, es cortito y con muchos espacios en blanco. Su mejor virtud.

También de Paulo Coelho en ULAD: El demonio y la señorita Prym

Firmado: Carlos Andia

sábado, 15 de noviembre de 2014

Reseña interruptus: Tao Lin: EEEEE, EEE, EEEE

Idioma original: inglés
Título original: Eeeee, eee, eeee (de verdad)
Año de publicación: 2007
Traducción: Gema Facal Lozano
Valoración: a tomar el pelo a otra parte

Esta palabra describe este libro en las notas de la contraportada. "Divertidísimo".

Jua jua jua.

Perdonen: me encuentran por el suelo, desternillándome. Recompongo un poco mi aspecto y les hablo, seré breve, de las 48 o 50 páginas que he aguantado de Eeeee, eee, eeee, novela que toma su onomatopéyico título de los sonidos emitidos por los delfines en que el protagonista, Andrew, sueña. Bueno, hay también unos osos por ahí, y no diría muy bien si sueña o piensa en ellos o alucina con ellos porque la E del libro venga de éxtasis o... madre, este libro me ha hecho caer en los puntos suspensivos. Qué será lo siguiente, qué va a ser de mí. 
Y no es el primer libro de Tao Lin que leo, pues ya me solacé con otro el otro día, sentado en una terraza mientras esperaba a que me repararan un pinchazo. Tao Lin, saben, proclamado en no me acuerdo qué sitio el escritor más influyente de internet. Manos a la cabeza, todos. Bueno, a la cara, si tal es el panorama. Ni me acuerdo, lo que puse sobre el otro libro que leí, pero al menos llegué hasta el final, porque por debajo asomaba algo parecido a un argumento. Que aquí, ópera prima del amigo, ni eso. Tan difícil es montarse una historia mínima y montar algo alrededor de ella. Si esto es para el público de internet, hombre, esa gente que está leyendo con el dedo a milímetros del puntero del ratón para ver la página siguiente. Deprisa, deprisa, frases cortas, ritmo endiablado, nulo desarrollo, nada de relleno, todo intenso. Literatura exprés. Saben. Todo comprimidito, como las píldoras aquellas que comen los astronautas. Así de buenas son que no dejan de abrirse tiendas que las venden. Pues no: sin que se me pueda acusar de aversión a aquello tan manido de los nuevos modelos de acceso a la cultura, lo de Tao Lin es una tomadura de pelo como una pianola, una cosa sin la mínima sustancia ni el más mínimo amago de control de calidad, cosa muy justificable al escribir un blog, pero nada al editar algo con formato de obra o, como pone en la portada, de novela. 23 añitos cuando escribió esto, sí, oh, qué chulo y qué cool y qué guay esa foto en la contraportada (¿comiéndose una muffin?). Si quieren leer algo moderno, lean a Jenn Díaz, o a David Foster Wallace.

También de Tao Lin en ULAD: Otro libro, pero casi igual de malo. Casi que no lo pongo, ¿vale? 
Y a lo mejor soy capaz de leer otro: no puedo creérmelo ni yo.

viernes, 13 de junio de 2014

Peter Handke: El miedo del portero al penalty

Idioma original: alemán
Título original: Die Angst des Tormann Beim Elfmeter
Año de publicación: 1970
Traducción: Pilar Fernández-Galiano
Valoración: Soporífero

Prólogo escrito a posteriori de esta reseña, una vez leídas ciertas opiniones contrapuestas, con el suficiente peso para que tome esta excepcional decisión.

No se me dan muy bien las novelas con simbolismos. Nada bien. Leches, pónganle un asterisco al título, y uno, o desistirá, o le pondrá más empeño, o activará el modo simbolismo. Ah, claro, que todas las novelas contienen un simbolismo a uno u otro nivel. Pues pónganle dos asteriscos.

Es que...

Ya duraba demasiado la temporada de buenas lecturas. Y he aquí que me encuentro esta asequible (por duración) novela, con motivo de una curiosa iniciativa de mi biblioteca favorita: libros escritos en alemán,  fuera de Alemania. A pesar de mi insistencia, no encuentro autores de Liechstenstein. Por lo que me consuelo con un austriaco. 
El inicio promete. Si uno ha de valorar el libro por esa primera frase, la que describe cómo Josef Bloch es despedido de su trabajo como mecánico nada más llegar una mañana, uno diría, sin exagerar, que la cosa empieza bien. Pero no. A partir de ese momento, Handke se lanza a una narración sin respiro (o sea, irrespirable) donde se relata todo lo que le acontece al recién desempleado. Narración carente de toda lógica secuencial ni del más mínimo sentido. Vamos; Win Wenders hizo una película basada en este libro (le cuadraría más a Lynch, claro) pero no me han quedado las más mínimas ganas de verla. Y es que creo que ni siquiera aportarle un cierto sentido descabellado y onírico de lo visual conseguiría rescatar de esta novela lo más parecido a una trama coherente.
Ah: pero es que igual la cosa va de sentido lírico y juego con las palabras. La cuestión de la imaginación desbocada, de la ensoñación, de ciertas figuras retóricas basadas en ciertas licencias creativas. O etílicas, o lisérgicas.
Pues no; el lenguaje no puede ser más monótono y funcional, la narración, plana e incoherente, los personajes, absurdos hasta decir basta, los sucesivos encuentros, supongo, contendrán simbolismos y segundas lecturas que alguien sea capaz de hallar (yo no, con lo eternas que se me han hecho sus últimas veinte páginas, estoy yo pa' segundas lecturas, que nadie cuente con que vuelva a someterme a este suplicio), pero ni la pequeña y leve cumbre que supone un crimen cruel y absurdo hace de estas 140 páginas otra cosa que un mediocre, caótico y enfermizo ejercicio de pretendida imaginación. Por un momento pensé que iba a encontrarme ante un ejercicio de crítica social, ante un alegato simbolizando de alguna manera la alienación y la frustracion que para el hombre supone su exclusión de la sociedad vía supresión de su fuente de ingresos: ojalá El miedo del portero al penalty fuera eso, pero no. No me sale ni un solo motivo para recomendar esta novela aburrida e intrascendente. Ni siquiera habla de fútbol, narices. Sé que no debería ser tan negativo, que nuestra función debería ser acercar buenos libros a quien nos lee, pero ya que he empleado esas dos horitas, vamos a dejarlo ahí, en recomendar vivamente no prestar atención a este disparate, uno de los peores libros de supuesta literatura que me he echado a la cara. Bueno. Al menos me dijeron que tenía cara de haber dormido bien. Y al menos he evitado ciertas palabras que pensaba imposible evitar en su descripción.
Y ahora me viene a la cabeza que hubo una película que se llamó El penalty más largo del mundo. Pues vaya.

lunes, 20 de mayo de 2013

Thomas Pynchon: La subasta del lote 49

Idioma original: inglés
Título original: The crying of lot 49
Año de publicación: 1965
Traducción: Antonio-Prometeo Moya
Valoración: intragable

Veamos. Si elijo una novela corta, de un autor de culto, es con buenas intenciones. Comprobar si su estilo me atrae hacia algunas de sus grandes obras. En el caso de Pynchon, a ese El arco iris de gravedad que parece ser, unánimemente, una de las obras magnas de la narrativa norteamericana del siglo XX. O sea, señor juez, mi intención era la mejor.
Qué culpa tengo, entonces, si La subasta del lote 49 quizás no sea una obra representativa del talento de Pynchon. Al que también, por cierto, acudo como consecuencia de la rendida admiración que por él sentía David Foster Wallace. 
No me hagáis justificarme más entonces, vamos.
Porque lo de Pynchon en esta novela no sé ni cómo abordarlo. Pero ya le puse un "no sé" a un libro hace unos días y ha habido alguna que otra etiqueta no homologada. Así que intragable. Lo cual define a esta novela.

Primero, por el engaño en la estructura: el libro empieza con, por lo menos, un pie en una cierta concreción y en una trama físicamente comprensible. Hasta el capítulo dos, aunque los desvaríos ahí ya empiezan a arreciar, quien lee es capaz de mantener un cierto seguimiento más o menos difícil. Claro que se vislumbra un crescendo, pero, digamos, el globo aún mantiene un vínculo con la superficie. Pero  es que son seis capítulos. Y en cada uno la maraña crece exponencialmente. 
Segundo, por las trampas cultas, o cultistas, intercaladas. Que aportan una desagradable sensación (unidas a mi pre-concepción particular de que cualquier Pynchon tenía que ser bueno) de que el libro no te gusta porque no eres capaz de entenderlo. Que te pierdes algo por carecer de referencias o de background cultural o lo que sea. La incrustación de una obra entera de teatro de corte clásico en, creo, el tercer capítulo, no hace más que agravar esa impresión, la de que ese es un nudo importante y que había que fijarse. Otras: las clásicas menciones a la Alemania nazi, a Freud, a ex-presidentes y otros iconos del imaginario USA.
Tercero, porque no me he enterado de nada. Así de sencillo. Lo del sexto capítulo, en el que, pobre de mí, albergaba la esperanza de encontrar alguna clave que desvelase ya no todo, sino alguna cosa. Madre mía, leído, para hacerlo despejado, a las ocho de la mañana de un día claro y fresco después de haber dormido profundamente. Imposible, sacar otra cosa que palabrería desmadejada y alucinada, acoplamientos inverosímiles de sustantivos y adjetivos, hastiado (que ya cuesta hastiarme) de ese marasmo de conceptos que no tienen explicación alguna ni apelando a lo onírico ni a lo lisérgico ni a ambas cosas a la vez.
Cuarto, porque si Pynchon quiere que su lector no se entere de nada, pues lo ha hecho muy bien, eso sería una atenuante, ¿no? Pues no: su prosa no es lo suficientemente brillante como para salir airosa del embrollo en que se (nos) mete. Aquí no hay forma a cambio de fondo.
Pocas veces (recuerdo La ciudad de Mario Levrero) me había sentido tan desesperantemente confuso leyendo una novela. Por añadidura es una confusión que no induce al caos, sino al bostezo.
A punto he estado de consultar en Wikipedia acerca de los primeros experimentos con LSD en relación a la fecha de su publicación. Quizás hubiera cuadrado algo. Me hubiera gustado.
Que a David Lynch no se le ocurra hacer una película sobre este libro. Por favor.

También de Thomas Pynchon en Unlibroaldía: Vineland, Contraluz