Idioma original: inglés
Título original: Violin
Traducción: Camila Batlles
Año de publicación: 1997
Valoración: Intensito / Pretencioso
Qué fuerte con la Rice, cómo se pone de trascendental cuando se siente con ganas. Y qué pretenciosa, que es lo peor. Si hubiera tenido la capacidad...
Violín trata sobre una mujer, Triana -no se le da bien a nuestra autora elegir nombres-, de metro y medio de altura y tronco deforme (lo dice solo una vez, no tiene relevancia en la trama), a la que se le muere su marido millonario. El segundo, por cierto: está claro que el físico nunca le ha resultado un problema para encontrar pareja, lo cual es maravilloso. Lo que no es creíble es que con esa personalidad encontrase a alguien que quisiese estar con ella, pero bueno. Estamos hablando de un personaje creado por Anne Rice.
A lo que íbamos: entonces, la buena de Triana, como fantasea con la muerte (¿porqué no se suicida, sino para de repetir que no hay belleza más sublime?) se queda con el cadáver de su marido un par de días en la casa, más o menos hasta que empieza a oler ya fuertecillo. Vienen sus vecinos, viene su familia, y Triana, una vez convertida en protagonista, foco de atención y con buen casito recibido, decide pasar de todos y centrarse en un extraño violinista que toca solo para ella (¿egocéntrica? ¡no, no!) desde el exterior de su casa.
El violinista resulta ser un fantasma – esto viene en la sinopsis del libro, no quiero hacer destripes -, antiguo alumno de Beethoven. No me queda claro porqué razón acude a Triana, a no ser que el verdadero motivo es que todo gire a su alrededor. En resumen, que, al estilo del fantasma de las navidades pasadas, la lleva a dar una vuelta por su pasado, para mostrarle su vida y su muerte. Beethoven aparece para rendirse a Triana, también, puesto que ella lo vale (aunque nunca lleguemos a saber porqué). Otro hecho importante sucederá hacia el final de la novela, donde la vida vuelve a darle a Triana (aparte, claro, de la familia, la fortuna y el protagonismo que ya tiene) otro maravilloso don, a cambio de absolutamente nada. Porque sí.
Un factor muy importante en esta novela es la música: nuestra querida Triana la vive de una forma que hace que, cuando escucha a Mozart y Beethoven (la autora no conoce a más compositores), no pueda evitar rodar por el suelo y tirarse a las paredes, embargada de la emoción -por fortuna vive sola-; el que se aburre es porque quiere. Lamentablemente, los conocimientos musicales de la autora se ciñen al segundo movimiento de la novena sinfonía de Beethoven; es incapaz de citar otra obra en todo el libro. Por cierto, queda un poquito ridículo, amen de pretencioso, intentar ir de entendida musical cuando no tiene ni claros los conceptos de armonía, figura rítmica, altura, etc: se le ve la presunción y la falta de conocimiento a leguas.
Un poco (mucho) de racismo en su versión más condescendiente con sus lacayos, lo que le da un nauseabundo sabor característico, clasismo (he leído entre 20 y 25 libros de Rice y TODOS sus protagonistas, así como secundarios, son inmensamente ricos, pero ricos de decir: “solo se movía en limusina”) y mucha profundidad trascendental (vacua) resumen esta novela. Bueno, pretendida profundidad que más bien es un charco de mala colonia derramado por el suelo de unos grandes almacenes, pero se me entiende la idea.
Añadamos que todos los personajes, tanto en Viena como en Río de Janeiro, hablan en perfecto inglés, y ya tenemos el bingo de la egolatría.
¿Porqué he leído yo esto, entonces? La razón de esta lectura, y otras, es que hay momentos de la vida en el que, por las razones que sean, como lectores, no podemos dedicarnos a libros “más difíciles”, me refiero a mamotretos colosales, profundos, o que requieran especial concentración en su lectura, así que debemos limitarnos a leer obras más “ligeras”, más superficiales. Afortunadamente, encontré muchos buenos y grandes libros, particularmente en los géneros de ciencia ficción y novela negra; no puedo decir lo mismo de Anne Rice. No puedo recomendar este libro a absolutamente nadie.
Otras obras perpetradas por Anne Rice aquí.