Año: 1948
Ejemplares: 29
Dibujos: Boixcar
Guión: Boixcar
Tamaño: 17 x 24 cm.
Páginas: 10 + cubiertas
Precio: 1,25 pts.
Las guerras son tan antiguas como la humanidad, sin embargo
para el tebeo esas guerras pretéritas no fueron casi nunca bélicas sino
epopéyicas. Lo bélico es un concepto más de nuestro tiempo, coetáneo de la
narrativa dibujada, del tebeo en definitiva. De hecho, el cuadernillo nace y
tiene su primer desarrollo en paralelo a la 2ª Guerra Mundial (1941-1945). La
concepción de lo bélico se afianza en la sociedad española con nuestra guerra
civil –aunque este conflicto nunca existiera a los ojos de la historieta
clásica autóctona--.
Para los nacidos en la primera mitad del siglo XX, el término bélico se apuntala con la 2ª Guerra Mundial. Incluso hoy, cuando se piensa en guerra, el primer referente que viene a la memoria es, por simplificarlo de alguna manera, una cruz gamada o los campos de exterminio nazis. Ni siquiera la primera guerra mundial ha contado mucho para la memoria colectiva…, eso queda muy lejos. Sólo el desvarío del nazismo y el bombardeo de Pearl Harbor con los japoneses en plan kamikaze, llegaron al imaginario popular con la fuerza suficiente como para que el tebeo colocara ahí también sus miras comerciales.
También la guerra civil coreana tuvo su impacto en la sociedad de los años cincuenta, pero, como decimos, fueron los conflictos español y, especialmente, alemán quienes más contaron para la literatura, el cine y los tebeos. Dentro de ese tendencia se engloba esta creación de Boixcar que fue presentada así por Ediciones Toray: Emocionantes episodios de la última gran guerra, magistralmente relatados por BOIXCAR. Todo el heroísmo, abnegación y nobleza que derrocharon infinidad de combatientes, héroes anónimos de la guerra, fielmente expresados en esta gran publicación.
Cuaderno núm. 9
Hazañas Bélicas (1ª serie) constituyó uno de los grandes éxitos de la editora barcelonesa Toray, aunque la mayor resonancia de la cabecera llegaría con la segunda serie, a partir de 1950. Era la primera gran incursión del tebeo de posguerra en el apartado bélico. Con anterioridad, sólo dos intentos fallidos: uno de Ediciones Harpo (Ray London, 1947), y otro de la Editorial Augusta (Episodios de Guerra, 1948), este último con los hermanos Blasco a la cabeza.
El primer cuaderno situaba la acción en Pearl Harbour, acontecimiento bélico de no lejano impacto social, si bien la colección siguió su andadura por los diferentes escenarios y hechos relevantes relacionados con la guerra: África, Filipinas, Italia, Hiroshima, Normandia, etc.
Boixcar repartió protagonismos con mano izquierda. No debió resultarle fácil lidiar con guiones basados en una guerra que habían ganado los aliados, incluida Rusia, y perdido los alemanes, a los que Franco había ayudado enviando la División Azul. Salvo en el caso de los japoneses, señalados siempre como seres sanguinarios, el resto de países implicados en la 2ª Guerra Mundial promediaron protagonismo en la victoria y en la derrota. Interesaba la historia en sí, y no tanto la nacionalidad de quienes la vivían. Importaba el drama personal, no si los protagonistas pertenecían al bando alemán, francés, ingles, americano, etc. Con la salvedad del ruso, que nunca sería protagonista principal; siempre antagonista en sus confrontaciones con los alemanes. La serie también contó con algún que otro protagonista español, en un papel colateral respecto a la guerra, pero implicado al fin y al cabo por culpa de los caprichos del destino.
Los guiones, por lo general, no abordaban nunca el conflicto bélico de turno de forma obsesiva o excluyente. La guerra sólo era el nudo que ahogaba o liberaba a los personajes abocados a ella y que previamente habían tenido un punto de partida donde se ponía de manifiesto su cotidianeidad, sus circunstancias más íntimas o personales. Protagonistas a los que la guerra secuestraba de sus quehaceres diarios, rompiendo así una vida hasta ese momento normal. Boixcar evitó hurgar en buenos y malos y centró sus fábulas en el drama personal de sus protagonistas, salvo en el caso japonés, como antes hemos comentado.
Cuaderno núm. 10
Boixcar llegó a Toray procedente de Marco, editorial a la que había regalado varias creaciones inolvidables, entre ellas El caballero negro y El puma. Y lo hizo con el proyecto de la mano, asumiendo tanto el guión como la realización gráfica; algo que se cumpliría a rajatabla en veintiocho de las veintinueve entregas. El interior del cuaderno restante (Nº. 26) corrió a cargo de su hermano José María y del guionista Feralgo. Todos los cuadernos, salvo un par de ellos, tuvieron un desarrollo monográfico.
Con Hazañas Bélicas el autor ejerció un cambio total de registro, sustituyendo las espadas y el boomerang por las bombas. Y lo hizo de forma magistral, con un trazo limpio y formal y una disposición narrativa madura y elegante. Excelentes también la portadas, quizás de lo más relevante. Los guiones, bien hilvanados, destapaban el dramatismo de la guerra, pero siempre a través de historias con personajes de carne y hueso, humanizando al máximo cada aventura.
La colección fue abortada cuando llevaba publicados 29 números, sin que se sepa la razón que llevó a Toray a desvestir un santo para vestir casi de inmediato a otro que en nada difería del primero. Quizás la razón de esta prematura finalización haya que buscarla en la imposibilidad de Boixcar para cumplir con los otros compromisos adquiridos con la editorial. Compromisos en forma de series que quizás habían sido programadas con antelación. De hecho, en el cuaderno número 25 se anunciaba la aparición de Flecha Negra. Tiempo más tarde, cuando el autor había despachado el maravilloso trío de creaciones compuesto por la mencionada colección, La Vuelta al Mundo de dos Muchachos y El Hijo del Diablo de los Mares, retomó de nuevo la que, al parecer, había proyectado en esos dos años de actividad editorial mejores perspectivas.
Hazañas Bélicas, 1ª serie, tuvo una segunda edición meses más tarde en nueve tomos recopilatorios.
Cuaderno núm. 1
Página interior cuaderno núm. 3