Al principio dolía, dolía tanto como un tiro, aunque nunca me hayan dado uno. Duele tirar tu propia casa abajo, aunque nunca la hubieras llegado a construir. Duele viajar y ver esos tejaditos con ventana por la que entraría el sol por la mañana. Duele tener que corregirme cuando alguien me pregunta y digo inconscientemente lo que eras, y que ya no eres.
Pero todo vuelve a su cauce, y el vacío empieza a menguar. Y yo empiezo a crecer. Y todo queda atrás, o mejor dicho, tú quedas atrás, y todo vuelve a estar delante de mí. Como antes.
Esta será la última vez que me sirvas de inspiración, todo lo que ha salido de ella, desde hace mucho tiempo, era triste.
Y la inspiración que viene ahora... esa me hace sonreír. Por fin.