EL PRIMER BESO
Ella y yo
habíamos sido, hasta entonces, tan sólo dos amigos y compañeros de estudios que
nos tratábamos con sumo respeto y solidaridad;
mas, muy repentinamente, la cosa cambió entre nosotros, y todo tuvo su origen
en aquel primer beso que nos propiciamos muy apasionadamente.
Sí, recuerdo aquella inolvidable ocasión en que nos besamos
por primera vez. Era un día de lluvia y nos refugiamos en un solitario balcón a
esperar que pasará el temporal y, al vernos solos, comenzamos a juguetear,
terminando uno entre los cálidos brazos del otro. Le juro que, al sentir sus
labios junto a los míos, casi enloquecí de placer; me sentí flotar por entre
las nubes del cielo; vi angelitos y serafines revolotear en torno nuestro; oí
aquellos hechizantes cantos de sirenas de los cuales tanto hablan los extraviados
marineros; y ciertamente, me sentí perdido por entre las indescifrables marañas
del amor. Y, aunque usted no lo crea, le juro que anhelé morir en aquel sublime
instante, tan sólo para poder permanecer por siempre consagrado al gozo
indescriptible de aquel inesperado primer beso...
Mas, aunque así lo quise aquella vez, gracias a Dios no
fallecí y, hoy, acontece que cada vez que nos besamos, ambos morimos, pero de
muy placentera felicidad...
Autor: Rodolfo de Jesús Cuevas: 24/09/2008