50 AÑOS DESPUÉS, ¿SERÍA
POSIBLE VOLVER
A MATAR A TRUJILLO?
A MATAR A TRUJILLO?
Hoy, precisamente hoy, 30 de mayo del año 2011, se
cumplen nada más y nada menos que 50 años del acontecimiento libertario más
trascendente acaecido en la Rep. Dominicana en el pasado Siglo XX, me refiero
al ajusticiamiento de ese sátrapa de
sátrapa llamado Rafael Leonidas Trujillo Molina, un hábil y semianalfabeto
ser humano nacido en nuestro país que, luego de ponerse al antipatriótico
servicio de los invasores yanquis (en la invasión de los EE.UU. a Dominicana que
abarcó del 1916 al 1924), alcanzó el poder, el cual ejerció luego como si fuera él una
especie de capataz de sus amos imperiales en una finca cualquiera; acto seguido,
a través de los 31 años de su dictatorial gobierno, totalizó en sí mismo todas
las instituciones de la otrora heroica nación quisqueyana, concluyó privando de
sus libertades, de sus bienes y propiedades y, en innumerables ocasiones, hasta
de sus propias vidas, a miles y miles de sus connacionales y extranjeros que
allí residían, también sembró el terror político y militar en todo el
territorio de la Nación Dominicana y aun un poco más allá de sus fronteras
nacionales.
No obstante, y a pesar de que tan terribles daños y abrumadoras
evidencias se perciben todavía, aún después del medio siglo ya transcurrido y,
obvio, también de lo mucho que ha llovido, el modelo de gobierno trujilloniano
se mantiene todavía en el país por pura conveniencia política. Este modelo,
anticuado pero conveniente para quienes lo aupan, es una especie de monarquía presidencialista
—en donde el presidente lo es todo y hace y ordena todo— sostenida
convenencieramente, reitero, por los partidos políticos existentes. Como es
obvio suponer, este anquilosado modelo no permite, de ninguna manera, el
desarrollo real de las instituciones republicanas; pues, en sentido contrario a una tiranía, una
verdadera república se caracteriza por el legal, correcto y democrático
funcionamiento de todas sus instituciones y, aún más precisamente, porque el
presidente constitucional de la misma —en vez de ser el dueño absoluto del
país, como aún ocurre aquí— es su primer obligado (primer mandatario, pues el
mandante es el pueblo). Por tanto, para poder provocar el milagro del desarrollo
político, legal, social e institucional de la Rep. Dominicana, debemos volver a
matar a Trujillo y, esta vez, debemos ejecutarlo definitivamente, sacándolo de
una vez y para siempre de entre las funcionales estructuras del Gobierno
Dominicano.
Pero, ¿cómo volver a matar de nuevo a dicho sangriento
dictador, a fin de poder cumplir con el ya enunciado cometido?
Muy fácil es el colegirlo, pero bien difícil es el
realizarlo, debido esto a los numerosos intereses sociales, políticos,
económicos y hasta culturales aquí envueltos. Lo primero sería el crear una
nación verdaderamente republicana —en donde todas las instituciones funcionen
plena y democráticamente y sin necesidad de que, sus encargados, tengan que preguntar que han de
hacer al monárquico presidente de turno— y enterrar así, y para siempre, esta
convenenciera monarquía con ribetes de democracia representativa, que es lo que, como forma de gobierno, aquí realmente tenemos. Lo segundo sería aprovechar
que, en nuestro ordenamiento jurídico o régimen legal, el artículo 49 del Código
Procesal Penal sostiene que el genocidio, los crímenes de guerra y los crímenes
contra la humanidad no prescriben nunca, para, bajo este precepto legal,
someterlo a un juicio histórico en donde, dicho sátrapa de sátrapa, resultaría,
debido a las miles y miles de pruebas irrefutables que se poseen,
indefectiblemente condenado a la pena máxima contemplada en nuestro Código
Penal.
De tal manera, sí que podríamos volver a matar legal,
moral y hasta sicológica y espiritualmente a ese inmenso asesino en serie que
fue Trujillo y, con él y en él, hasta llegar a borrar de la faz de la República el aberrante
recuerdo de su ominoso régimen de oprobio y maldad; también, impediríamos así
el surgimiento de un nuevo gobernante cimentado en sus espurios ideales
políticos y en las supuestas bonanzas dejadas al país por su aciago sistema de
gobierno.
¡Desde esta tribuna virtual clamo, desde ya, por una
muerte moral, legal, espiritual y hasta histórica para Trujillo y su fatídico régimen!
Autor: Rodolfo Cuevas©: 29/05/2011;
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