No existen ciudades feas,
sólo hace falta mirarlas
con ojos de ver el alma,
interrogar a sus piedras,
y sentir dentro la fuerza
en esas noches de calma.
No existen ciudades feas,
aunque carezcan de plazas
de ésas que albergan leyendas
y murallas que nos datan
la presencia de los celtas.
No existen ciudades feas,
aunque ocultas en los mapas
no destaquen casi en nada,
pero, tal vez, eso sea
la razón que empuja a verlas.
No existen ciudades feas,
sí, las hay disfrazadas
de "emblemática" belleza,
cual santuarios de la nada
brillante y acristalada.
No existen ciudades feas,
tan sólo miradas ciegas
incapaces de ver nada,
ni el blanco en las azoteas,
ni los azules al alba,
ni esas humildes callejas
que duermen para soñarlas.
Javier Igarreta Egúzkiza, 22/09/11.