Me imagine una fila de hombres (sobre todo) elegantes, fuertes, bien equipados, en apretada formación e inmediatamente detrás a otros (hombres también), los de la segunda fila, intentando hacer algo para asomar al menos una parte de sí mismos a ese escaparate de figuras, quizá esperando que alguna ráfaga, alguna muerte o algún despiste les permitiera un sitio allá.
De hecho, a los de la primera fila se les veía cansados, aguantando el peso de los cuerpos de la segunda fila. Sonreían amablemente a pesar del sufrimiento.
Pero no me quedé ahí. En mi convencimiento de que todo es infinito, detrás vi otra fila y otra y otra más, formando una marea de gente leyéndose poemas entre sí. Y más allá, otra fila de eternos alumnos; y más allá otra de buenos estudiantes y redactores; y más lejos, al fondo del fondo, la gente normal que construye de vez en cuando algún verso sin saberlo.
Por ejemplo, ayer la enfermera dijo: vapor para su seno.
Imagino también una primera fila de ingenieros de telecomunicaciones. Y yo con mi destornillador.
Foto: muchedumbre de botas de fútbol en mi sótano.
LA POESÍA ES UN ATENTADO CELESTE
Yo estoy ausente pero en el fondo de esta ausencia
Hay la espera de mí mismo
Y esta espera es otro modo de presencia
La espera de mi retorno
Yo estoy en otros objetos
Ando en viaje dando un poco de mi vida
A ciertos árboles y a ciertas piedras
Que me han esperado muchos años
Se cansaron de esperarme y se sentaron
Yo no estoy y estoy
Estoy ausente y estoy presente en estado de espera
Ellos querrían mi lenguaje para expresarse
Y yo querría el de ellos para expresarlos
He aquí el equívoco el atroz equívoco
Angustioso lamentable
Me voy adentrando en estas plantas
Voy dejando mis ropas
Se me van cayendo las carnes
Y mi esqueleto se va revistiendo de cortezas
Me estoy haciendo árbol
Cuántas cosas me he ido convirtiendo en otras cosas...
Es doloroso y lleno de ternura
Podría dar un grito pero se espantaría la transubstanciación
Hay que guardar silencio Esperar en silencio.
Vicente Huidobro, Últimos poemas, 1948