Frente a una poesía romántica,
de autolísicos impenitentes
e histéricos redomados
que solo desean el dolor;
frente a una poesía erótica,
insoportable de humedades,
flujos, líquidos, y otras bilis
que exudan almas y cuerpos viscosos,
se impone la poesía del sentido común,
la renuncia a la libertad a cambio
de una buena hipoteca, colas para ir al baño
y turnos en la colada.
La vida, y ya está.
El Ministerio de la Guerra
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Algunas cuestiones que me llaman la atención del nuevo orden mundial de la
semana pasada:
1) ¿Por qué es tan fácil movilizar divisas para el armamento y ...
Hace 13 horas