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17 de enero de 2023

Tal para cual (REC)


 

Su padre es un tal José Luis, su madre una tal Ana. El hijo un tal Víctor casado con una tal Julia. Viven en un pueblo de Albacete. Se mudaron un tal martes tras dos años casados. Tienen pensado tener un tal hijo, tal vez dos. David y Sonia.

    Esta tal pareja viven tal para cual. Están tan enamorados que todo es maravilloso pero creen que un día como tal algo malo les va a pasar. Quizás una tal Beatriz se cruce en sus vidas. O tal vez un tal Antonio. O los dos a la vez. ¿Serán sus tales vecinos? Un tal verano lo descubrirían.


5 de noviembre de 2012

Los vecinos



  1. Cuando por fin conseguí descansar en paz, reapareció mi vecino y se fastidió todo. Se mudó al nicho de arriba y no paraba de patalear.
  2. Mi patio de luces es genial; enseña a mi hijo todas las dudas que me plantea. Hoy ha aprendido del sexto derecha de donde vienen los niños.


6 de septiembre de 2012

Mis adorables vecinos... gracias.



Un sol perezoso que en su mullido manto blanco se hace el remolón; el murmullo de un avión que se aleja; unas nubes que en lo alto se escapan; una brisa que rompe en mi cara; un pajarito en la barandilla; el mar a lo lejos, calmado. Un periódico arrugado que no se deja subrayar; un teléfono que nunca suena; unas cartas sin sellos, con remitente pero sin destinatario. Una tostada fría; un café mareado; un estómago vacío; una nevera llena. Una abuela cansada; una madre que ahoga sus penas, no quiere ver su copa medio vacía; un abuelo olvidado, que olvida, que observa a su nieta que llora, su nieta que no reconoce; una mirada perdida. Unos hermanos que ríen, saltan sobre la cama; un padre demacrado que aprieta el cinturón a su puño; una hermanastra que construye pompas de jabón en el balcón. Una suerte que no llega a un décimo comprado; un grifo que gotea. Unas cortinas echadas que dicen tanto; un bonsái en el alféizar. Una jeringuilla colgada; un brazo mal apretado; una lágrima de sangre; el tiempo que se detiene; una llamada perdida. Una mujer mira una carta del hospital que se niega a abrir; un cáncer que no espera a nadie; un padre que se marchó; un niño triste que espera; unas sábanas mojadas tendidas. Un cuarto vacío; el reloj parado; la puerta entreabierta; una mirada nostálgica; un peluche inanimado, sin alma; una fotografía humedecida. Un cigarrillo encendido; una vida apagada; una eterna espera; un amor que no llega; el humo que se escapa por la ventana; aire que no respira. Un haiku que muere en un segundo cuando ni siquiera ha comenzado; un poeta frustrado; solo; olvidado; unos geranios secos que no huelen. Un hombre que acumula la mierda de todos, sin síndrome; su prisión. Un ruido seco; unas palomas que huyen del silencio; unos zapatos desatados que se acercan; y yo, sin mí. Una vida que sigue; uno que se apea, cansado, cobarde, yo; todo continúa; todo se apaga; todo se olvida.

Cuarto y mitad

Llegadas ya estas horas, cuando el sereno hace acto de presencia y cierra el portal, es cuando por fin me relajo. Cierro los ojos y escucho el silencio que provoca el ocaso. Descuelgo el interfono y activo el mecanismo que me permite espiar a los vecinos. Es como estar viendo a la abuela del primero izquierda tricotando un jersey  rosa para su nieta; repitiendo, en una extraña letanía, un canto para atraer a la suerte. A cada vuelta de ganchillo saca, del bolsillo de su bata, un amuleto en forma de mano que frota sobre la quiniela de la semana. Me llegan, del tercero derecha, los gemidos de la ninfómana; masturbándose alocadamente con algún juguetito de los suyos; mordiendo las sabanas de rabia; lamentándose de su acalorada agorafobia. Las gemelas del segundo izquierda juegan bajo las sábanas a las tabas; puedo escuchar el chasquido de los huesos al chocar. El fetichista homosexual del tercero izquierda lame incesante algún pie desnudo. Puedo oír como la de del primero derecha pica, sobre una tabla de olivo, un amasijo de carne y tendones; Tronco espera impaciente; sentado; moviendo la colita que golpea rítmicamente la pata metálica de la silla. La gótica del segundo derecha enciende las velas del candelabro; hace conjuros de desamor mientras va arrancando dientes a una calavera peluda. Es como estar observándolo todo. Es como si pudiera viajar a través del telefonillo y verlos a todos, incluso a la portera… o el portero… o no sé que es ya tras cambiarse de sexo varias veces en este mismo año. El… la portera deja preparado en su puerta un cubo de pintura roja para que mañana temprano vuelva el pintor y no tenga que levantarse. Puedo escuchar las gorgoritas explotar en la superficie del cubo… puedo incluso olerlo… es dulce. Algo me hace desviar mi atención al vecino del ático. Le oigo recitar algo ininteligible. Escucho como se cierran uno a uno cuatro grilletes unidos a cuatro cadenas. Lo veo, puedo verlo; flotan en el aire. Es como si estuviera apresando a un ente, o… a un… sí… a mi alma. Puedo sentirla palpitar, con esa tenue luz azulada. Comprendo que es mi mente la que es capaz de escucharlo todo, de verlo todo, de sentirlo todo. Es como si estuviera esparcido por todo el bloque; troceado; dividido en pequeñas porciones. A veces pienso que estoy muerto, a veces, sólo a veces lo pienso, otras… lo estoy.