jueves, 13 de mayo de 2010

SEA QUIEN SEA.

Sea ella quien sea, a Mariela no le nace otra cosa que estarle agradecida. Debe verla los jueves, porque ese es el día que su marido entra en casa como los ladrones, esquivo y como de puntillas, y se va pronto a la cama. Mariela se lo pone fácil y trata de no tropezarse con él por los pasillos, para que pueda vivir la agonía de la culpa en privado. Lo conoce de sobra y sabe que los fantasmas le torturan en la misma medida que las ganas le alimentan.
El caso es que de un tiempo a esta parte, ya sea por la mala conciencia, ya sea porque sea quien sea lo tiene más excitado de la cuenta, ya sea por ambas cosas, Ernesto la toca bien. Transita rincones por los que nunca había andado y ha aprendido a hablarle al oído. La excita. La colma de besos y le quita las bragas en la cocina cuando los niños no están. Y Mariela, que hace ya años renunció a la fantasía de sentirse toda la vida enamorada de su esposo, vuelve a tener ese vértigo en el estómago cuando él finge que la quiere y la desea. Si algún día se la tropieza, sea quien sea ella, no querrá otra cosa que darle las gracias.