En Teruel, tiendecicas y burdel
Sí, sí, mucho beso, mucho amor y mucho siglo XIII, pero los cubatas a cinco euros de vellón. Eso sí, el pan del bocata que me sirvieron en un bar de la Plaza, dureza diez en la escala de Mohs, era del siglo XIII o anterior, las cosas como son. Esa plaza que, según el alcalde, es tan moderna que nos llevará años apreciarla en toda su “modernez (una pregunta: las baratijas que venden por los bares los chinos y las chinas y que imitan en su “horterez” la iluminación de la plaza, ¿forman parte de una campaña del Ayuntamiento para que nos vayamos acostumbrando?).
La mierda acumulada en algunas calles y rincones de la ciudad, tras el paso de los templarios, hospitalarios y teutónicos del botellón, también nos recuerda que en ocho siglos hemos evolucionado poco en algunos aspectos. Por lo demás, el bodorrio de Isa me parece una fiesta popular, divertida, una excusa para echarse a la calle y disfrutar con los amigos. Si sirve para dar a conocer la ciudad, proporcionar trabajo a costureros y costureras, artesanos y artesanas, ingenieros e ingenieras de tenderetes, chamizos y jaimas, estilistas y estilistos, asesores y asesoras, llenar hoteles, hostales, posadas y fondas y despertar la vocación por la gerencia a faldoneros cascarrabias, pues bienvenida sea la fiesta. Otros se lo montan con gorras a cuadros y rosquillas tontas y listas o haciendo el cafre delante de un toro por la calle Estafeta.
A mí también me ha servido para desengancharme durante unos días de los “consejos publicitarios” de los partidos y visitar la exposición de A.F. Molina, Tatuajes del alma, en el Museo Provincial. Alguno de los aforismos contenidos en la publicación que acompaña a la muestra retrospectiva, parecen escritos pensando en la campaña electoral: “la borrachera de la confusión y del cansancio”, “líderes liendres”, “vienen imbéciles por detrás y se nos adelantan”. ¡En fin!
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado
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