Teruel, 20 de enero de 1984:
Recluido en la soledad de mi lecho (¿estoy solo? Sería bastante desagradable sentirse observado), intento reciclar de nuevo los componentes de mi pensamiento para lograr plasmar en este diario algo lógico o que al menos tenga algo de gracia, lo que al fin y al cabo es lo mismo.
Ahora no encuentro ningún tema apropiado para este solaz momento dedicado a mi personal regodeo, y eso que he rebuscado en todos los cajones de la mesilla e incluso en la despensa. Creo que la absorción de material etílico sería el mejor estimulante para mis resecas células cerebrales. No es el caso, claro está, pero empieza a ser necesario.
Inconscientemente salto de la cama hasta los cielos intentando encontrar alguna idea que me saque del apuro pero sólo encuentro polvo y una nota que dice "Salimos a comer". Desilusionado, bajo de nuevo al mundo terrenal esperando la llegada de la inspiración (quedé con ella a las diez y ya pasan treinta y ocho minutos y no viene, no tiene mucha formalidad que se diga). De repente, un asunto crucial e importantísimo surge como un fogonazo en el centro de mi cerebro. ¡Lo conseguí! Ya tengo tema: La naturalidad manifiesta del gallo cuando corteja a la gallina en época de apareamiento y su incidencia en la estructura metafísica del mundo (tema ya iniciado por el célebre filósofo y repartidor de butano Levi-Estraus, pero tratado con poco profundidad). Pese a lo interesante de la materia, sé que me quedaría sin público en unos pocos segundos (a lo sumo dos o tres). En fin, tendré que dejarlo para otra ocasión, pero sepan que me disgusta mucho, me disgusta mucho...
Bueno, me masturbaré un poco para consolarme. (Tras unos breves instantes...) Ya está, podemos seguir charlando tranquilamente. Es una extraña charla, yo escribiendo y ustedes leyendo, pero muchas conversaciones toman a menudo ese cariz. ¿Es más duradero el efecto de la pasta dental si el cepillado se realiza de izquierda a derecha o si es de derecha a izquierda? ¿Cuál de esos movimientos le produce un placer más intenso al diente? ¿Se pueden inventar nuevos movimientos que vigoricen las muelas del juicio antes de que salgan? Creo que he equivocado mi vocación. Mi filosofía vital revolucionaría el tan olvidado mundo del diente.