BITÁCORA RIVERIANA (6) Biblioteca Vorágine
BITÁCORA RIVERIANA (6)
Biblioteca Vorágine
Isaías Peña Gutiérrez
Los otros nueve libros de la Biblioteca Vorágine, impecables y sorprendentes, son:
Vastas soledades. Antología de viajeros en tiempos de La Vorágine (los editores, por razones idem, le bajan la mayúscula que Rivera le puso a Violencia y que yo mantengo, al menos en el título, porque sigo a Rivera y porque en Colombia la Violencia ha sido siempre con mayúscula), libro que ya comentamos con admiración en nuestra anterior Bitácora;
Holocausto en
el Amazonas. Una historia social de la Casa Arana, de Roberto Pineda Camacho, libro indispensable para entender qué era
lo que Rivera quería denunciar en La Vorágine cuando publicó su aviso en
la prensa bogotana anunciando la aparición en librerías de esta; Pineda Camacho
lo hace en 486 páginas. Y así se entiende que el holocausto, más de 40 mil
indígenas muertos, se hizo con la complicidad colombiana;
Raíces
históricas de La Vorágine, de Vicente Pérez
Silva, un texto ameno, variado, que ha ido creciendo en sus distintas
ediciones, que apunta al complejo nacimiento de la novela de Rivera;
Historia de
Orocué, de Roberto Franco García, libro, también, básico,
porque Orocué fue otra de las cunas necesarias en la corta vida de Rivera y sin
Orocué La Vorágine, quizás, no se hubiera escrito, porque fue Luis
Franco Zapata (¿Ramiro Estévanez?), en Orocué, quien le dijo a Rivera, dejate
de escribir poemitas y escribite un buen libro;
Los infiernos
del Jerarca Brown seguido de Ruido y desolación, de Pedro Gómez Valderrama, una verdadera revelación (imagino que idea
de Juan David Correa), porque todos habíamos olvidado que el inmenso Pedro
Gómez Valderrama había escrito esa maravilla de cuentos metaficcionales del
Jerarca Brown y que había prologado La Vorágine en 1992, titulando con
la escéptica frase final del ficticio fragmento de la carta de Arturo Cova,
puesto por Rivera al comienzo de la novela, que completa dice “y me extinguiera
como ellos sin dejar más que ruido y desolación”;
Una tribu
cosmopolita. Memoria de la Gente de Centro, edición y compilación de Marcela Quiroga y María Angélica Pumarejo,
libro que, con los dos volúmenes finales de la colección, amplían en el tiempo
el mapa de La Vorágine: la Gente de Centro, la gente de los inmensos
territorios que rodean La Chorrera, donde sufrieron el terror de la explotación
del caucho a manos de peruanos y colombianos, cuentan, también, sus historias
dibujadas en este libro:
Mujeres
frente a la vorágine amazónica, edición y compilación de Daniella Sánchez
Russo y Laura Victoria Navas, dividido en tres partes, “Primeras lecturas”,
“Lecturas contemporáneas” y “Memoria, territorio y literatura amazónica”, tres
épocas diferentes con voces de escritoras que interpretan los tiempos y
espacios de La Vorágine (697 páginas), un festín de lecturas antiguas y
otras muy del presente, incluidas las nativas.
Anastasia
Candre. Polifonía amazónica para el mundo, edición y compilación de Juan
Carlos Flórez A., cierra la biblioteca con una mujer que nació en los
territorios de La Chorrera, cerca del río Igaraparaná, Anastasia Candre
(1962-2014), artista, poeta, creadora, autora de los “cantos del ritual de
frutas de los murui”, que estudió en la Universidad de los Andes. Excelente
investigación de Juan Carlos Flórez, con el apoyo de un gran equipo, entre
ellos Juan Álvaro Echeverri.
Con esta caja verde los lectores tienen para
divertirse todo el año. Y aprenderán que la sangre de los dioses es blanca. Y
La Vorágine comienza su ruta de otros cien años.
Gracias por la información, estimado Isaias.
ResponderEliminarTodo colombiano debería leer por lo menos tres libros de la caja verde. Que buen trabajo.
ResponderEliminarGracias, Isaías.
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