BITÁCORA RIVERIANA (6) Biblioteca Vorágine

 





BITÁCORA RIVERIANA (6)

Biblioteca Vorágine

Isaías Peña Gutiérrez

 

Con este nombre, Biblioteca Vorágine, el Ministerio de Cultura, en cabeza del escritor Juan David Correa, y la Biblioteca Nacional de Colombia, con Adriana Martínez Villalba, lanzaron en el primer semestre del año una bellísima caja, muy bien diseñada e ilustrada, con diez títulos que celebran el primer centenario de la publicación de la primera edición de La Vorágine del huilense José Eustasio Rivera (en 2028 se celebrará el centenario de la quinta y definitiva edición de dicha novela). La bella caja, amarillo y verde, comienza, lógico, con la edición de La Vorágine, prologada por Juan Carlos Flórez, siguiendo el texto establecido por Hernán Lozano en 2018, que es la quinta de 1928, con el “Vocabulario” y los cuatro mapas que dispuso Rivera, dos al comienzo (croquis de Colombia y ruta de Arturo Cova) y dos al final (ruta de Barrera y Odisea de Clemente Silva). Esta edición sigue la cosmográfica de Margarita Serje y Erna von der Walde, Universidad de los Andes, 2023, donde aparecen mal mencionadas las ediciones críticas de La Vorágine (la realidad es que la primera y única edición crítica, en Colombia, de La Vorágine, es la de Luis Carlos Herrera, S. J., de 1974, publicada en el cincuentenario de la novela, que repitió en 1988 con el centenario del nacimiento de Rivera, y que retomó el chileno Juan Loveluck, por poco sin darle crédito al colombiano, en la Biblioteca Ayacucho de Caracas, en 1976).

        Los otros nueve libros de la Biblioteca Vorágine, impecables y sorprendentes, son:

Vastas soledades. Antología de viajeros en tiempos de La Vorágine (los editores, por razones idem, le bajan la mayúscula que Rivera le puso a Violencia y que yo mantengo, al menos en el título, porque sigo a Rivera y porque en Colombia la Violencia ha sido siempre con mayúscula), libro que ya comentamos con admiración en nuestra anterior Bitácora;

Holocausto en el Amazonas. Una historia social de la Casa Arana, de Roberto Pineda Camacho, libro indispensable para entender qué era lo que Rivera quería denunciar en La Vorágine cuando publicó su aviso en la prensa bogotana anunciando la aparición en librerías de esta; Pineda Camacho lo hace en 486 páginas. Y así se entiende que el holocausto, más de 40 mil indígenas muertos, se hizo con la complicidad colombiana;

Raíces históricas de La Vorágine, de Vicente Pérez Silva, un texto ameno, variado, que ha ido creciendo en sus distintas ediciones, que apunta al complejo nacimiento de la novela de Rivera;

La historia de José Eustasio Rivera, de Isaías Peña Gutiérrez, otro libro que ha ido creciendo en cada una de sus cuatro ediciones desde 1988, que rinde homenaje al biógrafo único de Rivera, don Eduardo Neale Silva, que sigue sus consejos, que admite que la historia de José Eustasio Rivera debemos seguir escribiéndola porque es imprevisible, excéntrica, increíble, en contravía, y porque sin la historia total, social e íntima, de Rivera, La Vorágine pierde en complejidad, amplitud y profundidad;

Historia de Orocué, de Roberto Franco García, libro, también, básico, porque Orocué fue otra de las cunas necesarias en la corta vida de Rivera y sin Orocué La Vorágine, quizás, no se hubiera escrito, porque fue Luis Franco Zapata (¿Ramiro Estévanez?), en Orocué, quien le dijo a Rivera, dejate de escribir poemitas y escribite un buen libro;

Los infiernos del Jerarca Brown seguido de Ruido y desolación, de Pedro Gómez Valderrama, una verdadera revelación (imagino que idea de Juan David Correa), porque todos habíamos olvidado que el inmenso Pedro Gómez Valderrama había escrito esa maravilla de cuentos metaficcionales del Jerarca Brown y que había prologado La Vorágine en 1992, titulando con la escéptica frase final del ficticio fragmento de la carta de Arturo Cova, puesto por Rivera al comienzo de la novela, que completa dice “y me extinguiera como ellos sin dejar más que ruido y desolación”;

Una tribu cosmopolita. Memoria de la Gente de Centro, edición y compilación de Marcela Quiroga y María Angélica Pumarejo, libro que, con los dos volúmenes finales de la colección, amplían en el tiempo el mapa de La Vorágine: la Gente de Centro, la gente de los inmensos territorios que rodean La Chorrera, donde sufrieron el terror de la explotación del caucho a manos de peruanos y colombianos, cuentan, también, sus historias dibujadas en este libro:

        Mujeres frente a la vorágine amazónica, edición y compilación de Daniella Sánchez Russo y Laura Victoria Navas, dividido en tres partes, “Primeras lecturas”, “Lecturas contemporáneas” y “Memoria, territorio y literatura amazónica”, tres épocas diferentes con voces de escritoras que interpretan los tiempos y espacios de La Vorágine (697 páginas), un festín de lecturas antiguas y otras muy del presente, incluidas las nativas.

        Anastasia Candre. Polifonía amazónica para el mundo, edición y compilación de Juan Carlos Flórez A., cierra la biblioteca con una mujer que nació en los territorios de La Chorrera, cerca del río Igaraparaná, Anastasia Candre (1962-2014), artista, poeta, creadora, autora de los “cantos del ritual de frutas de los murui”, que estudió en la Universidad de los Andes. Excelente investigación de Juan Carlos Flórez, con el apoyo de un gran equipo, entre ellos Juan Álvaro Echeverri.

    Con esta caja verde los lectores tienen para divertirse todo el año. Y aprenderán que la sangre de los dioses es blanca. Y La Vorágine comienza su ruta de otros cien años.

       

Comentarios

  1. Gracias por la información, estimado Isaias.

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  2. Martha Helena Jiménez18 de agosto de 2024, 6:21

    Todo colombiano debería leer por lo menos tres libros de la caja verde. Que buen trabajo.

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