Monroe vs. Monroe
Cincuenta años después, el Secretario
de Estado (de los Estados Unidos), John Kerry, me ha concedido la razón. La
semana ante pasada, en una reunión de la OEA, dijo: “La era de la Doctrina
Monroe ha terminado”. Lo ha recordado Michael Shifter, director de la
organización Diálogo Interamericano, en un texto publicado por El Tiempo de Bogotá el 25 de noviembre,
bajo un título, a ocho columnas, que dice: “Tras casi 200 años, era hora de
enterrar la Doctrina Monroe”. Bueno, ese entierro era el que yo le había
pedido, cuando terminaba mi bachillerato en el Simón Bolívar de Garzón, hace 50
años, a mi profesor de historia universal, Guillermo Ruales. Debió ser uno de
mis últimos escritos en su excelente clase de historia. Y recuerdo que cuando
nos encontramos, casi a la entrada de los dormitorios, sonriente, y, con cara
de picardía, me dijo algo parecido a: “Ya leí su trabajo; muy bueno, pero, ¿de
dónde ha sacado usted tantas cosas revolucionarias?” Le dije que había leído a
Indalecio Liévano Aguirre y que me parecía que él tenía la razón. En esa época
lo que ahora es obvio –los países deben ser soberanos-, se veía mal, herético.
Mucho más en Colombia y no se diga en Garzón. El profesor Ruales quiso decirme
que exageraba, pero en el fondo me aplaudió. Cincuenta años después me gustaría
decirle –no se si viva todavía- que ambos teníamos la razón. La Doctrina Monroe
fue fundada por el presidente James Monroe en 1823 con el objeto de defender al
continente americano (y “América” significaba, entonces, Norteamérica) de
Europa y el resto del mundo. Fue siempre un embeleco y una forma de
convertirnos, como dice Shifter en su artículo, en el “patio trasero” de
Estados Unidos, que siempre nos trató como menores de edad o incapacitados
mentales. Sus consecuencias (invasiones y asesinatos) fueron funestas para
nosotros e incluso para ellos. Menos mal que hoy, gracias a ellos mismos,
volvemos a tener la razón y ya no podrán calificarnos de subversivos por
reclamar soberanía nacional.
En cambio, a 51 años de su suicidio,
hoy quiero reafirmar y reactivar mi militancia por la otra doctrina Monroe, la
de nuestra hechicera y hada mayor, Marilyn Monroe. Pienso que ella fue
conducida al suicidio a los 36 años porque el mundo cultural y las telarañas de
la otra doctrina Monroe, la condujeron allá. Ernesto Cardenal en su bellísimo poema
“Oración por Marilyn Monroe” lo explicó todo: “Ella soñó cuando niña que estaba desnuda en una iglesia (según
cuenta el Times)/ ante una multitud
postrada, con las cabezas en el suelo/ y tenía que caminar en puntillas para no
pisar las cabezas”. Amén.
(Publicado en Diario del Huila, Neiva, 30 de noviembre de 2013)
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