Vaya viajes que te pega el que te retiren medicación, aunque sea poco a poco.
La verdad es que estar psicológicamente hecho mierda es muy productivo.
Te da el bajón y te lanzas a la piscina entre siesta y siesta de la bicha.
No tenía pensado pasarme a los acrílicos y, si no hubiera sido por la enorme gana de pintar y no apestar toda la casa, nunca lo habría hecho.
La verdad es que no me gustan. Las mezclas tienen que ser ultrarápidas porque se seca echando hostias y la pintura no responde de la misma manera al diluido.
Es un asco, aunque supongo que después de cogerle el tranquillo, será otra cosa.
Eso sí, el hedor a pintura de rallas de carretera no te lo quita nadie.
Tengo temblores y esto parece que lo controla mientras te concentras en sujetar el pincel. Se me cae todo de las manos y mejor me río...
Esta tarde me he puesto a hacer algo impensable: pintar un retrato de un hijo.
Está empezado.
A ver cuándo lo termino y tal...
Etiquetas: retazos de mi vida