Tengo una extraña sensación, una emoción inquietante. Un sentimiento de rabia y de furor. Presiento que la ira me confiere un gran poder, y el poder me da valor. Ahora estoy preparado y no debo retrasar más mi partida, he de salir en busca de la bestia que dio muerte a mis padres y a los miembros de mi clan, mi estirpe..., mi familia. Dragón, Hipogrifo o Basilisco de dos cabezas, lo que quiera que seas, cruel Morthunde, tiembla en tu guarida, allá donde te halles.
Veamos, ¿qué indicios he de seguir para dar con tu escondida morada?. ¿Qué pistas me confió Atlante?, el legendario mago, maestro de hechiceros y brujas, adalid de las magias blancas y defensor de las causas justas. Ya recuerdo, cinco son las señales y como cinco espadas se clavarán en tu corazón. La primera es un acertijo: “No es más bestia el ciempiés por tener cien pies, lo es más el oso con solo dos”. Está claro, ¡ya lo tengo!, este enigma te describe, ¡miserable alimaña!. Sin duda te sostienen dos enormes garras de águila cual imponente Grifo.
La segunda pista es el Sol. El viejo mago mencionó que debería encaminarme “hacia donde el inmenso astro de luz se retira a descansar...” y en esa dirección deberé encontrar a una poderosa bruja, su discípula Ágatha, “...no te preocupes, la encontrarás, ella sabrá guiarte hasta su morada”. Allí me confiará la tercera pista.
Hace un buen rato que anocheció. Las tinieblas cubrieron este extraño bosque por el que transito y llevo ya tiempo siguiendo esa tenue luz, a lo lejos, a la que nunca logro llegar. Estoy cansado, debo buscar un sitio para acampar. Hace unos meses me habría muerto de miedo solo con la idea de tener que pasar la noche en un lugar tan perturbador como este, pero ahora..., ahora no hay en mi alma un solo rincón para el miedo, en mis entrañas solo albergan el odio y la venganza.
– “Despierta caballero” – dice una voz suave y serena. –“Soy Ágatha..., te estaba esperando”. Ante mis ojos se muestra la dulce imagen de lo que pudiera ser un ángel, figura muy alejada de lo que esperaba encontrar en una bruja, pero sin duda debe ser ella, la discípula aventajada del gran mago. Su voz melodiosa sigue sonando en mis oídos pero no consigo entender lo que dice, seguramente esté instruyéndome, pero yo estoy demasiado embobado contemplándola. –“Despierta otra vez, caballero. Tu misión es ardua y el tiempo exiguo”.
Llegamos al pie de un gran bosque y de entre todos los cantos de aves destaca uno. –“¿Escuchas ese canto?”, –“¿Cuál de ellos, señora?” –“Tu sabes cual, caballero. Escúchalo bien, es la llave que abre la puerta hacia la bestia, tu tercera pista”.
Un gorjeo simple, pero armonioso nos llevó a descubrir un pequeño pajarillo, de aspecto simple como su canto. ¿Cómo le llamó?, un bisbita, creo recordar. Debo familiarizarme con su trino, ¡es importante!.
Me despido de la encantadora hechicera, ya se todo cuanto he de saber. Parto hacia poniente, debo encontrar la cuarta pista: un inmenso campo de cantuesos. No se si seré capaz de encontrarlo, nunca he visto un cantueso.
Llevo horas caminando, metido en mis pensamientos, cansado, con apenas fuerzas para subir esta pequeña loma, tan sólo un paso más. Un vistazo tras la colina y mi semblante se ilumina, ¡por fin!...¡te encontré! . Un inmenso campo morado delante de mí, por suerte el cantueso florece en esta calurosa estación, pero no veo el final, ¿dónde está el final?. Millas y millas de arbustos morados y entre todos ellos yo debo encontrar la más importante de las pistas. ¡Oh, Ágatha, mi señora! ¿cómo voy a encontrarla?. Piensa un momento, ¿qué dijo ella?... –”De entre todos los arbustos morados debes encontrar el único que es diferente, un cantueso blanco, tu quinta pista. Un pájaro es su guardián, el bisbita, escucha su canto, tu ya lo conoces, él te guiará. Ese matorral de flores blancas revela la entrada de una cueva oculta, morada de la bestia. Corta una flor del arbusto, ¡pero sólo una!, guíate por ella, te llevará hasta aquel a quien buscas”.
Gracias, mi benefactora, tus instrucciones me han llevado hasta aquí, con mi flor blanca en la mano frente a la entrada de la cueva, ¡mi venganza está cerca!. La flor parece guiar mis pasos y me dejo llevar. Un fuerte olor a animal me hace presentir la cercanía de mi despreciado enemigo. Por fin descubro su presencia, un Dragón imponente y aterrador. Debo coger aliento y atacarle con rapidez para poderle asestar con mi espada un golpe certero en su corazón... Pero...¿qué es esto?, a su lado un pequeño retoño de dragón de mirada enternecedora. Estoy desconcertado, ¿mi enemigo es una madre?, ¿puedo yo deshacer una familia?. Y si hiciera eso, ¿en qué me convertiría?, sin duda en una bestia despreciable como aquella a la que persigo.
Concentrado en estos pensamientos reparo en un detalle que no había visto hasta ahora. ¡Grilletes!, ¡tienen grilletes!, eso significa que son esclavos, son cautivos, ¡son victimas!. Viéndoles así, inmovilizados por una de sus cuatro patas...¿he dicho cuatro?, eso me lleva a la primera pista, aquella que me debería indicar el aspecto de mi adversario. En ese momento el cantueso blanco, el que me ha de guiar hasta mi rival, parece tomar vida de nuevo y me hace girar hacia mi espalda. Ante mi, ahora, se descubre un hombre de aspecto repugnante, de barbas desaseadas, olor nauseabundo y voz ronca que esputa mientras vocifera: –“¡Cómo osas entrar en la casa de Morthunde!, ¡de mi casa nunca nadie ha salido vivo!”. Ahora lo entiendo, la bestia de dos patas se muestra ante mi. Está demasiado cerca, lo he comprendido tarde, demasiado tarde.
No recuerdo nada más, únicamente esas palabras que golpean en mi mente una y otra vez: ¡De mi casa nunca nadie ha salido vivo!, ¡de mi casa nunca nadie ha salido vivo!, ¡de mi casa....
CANTUESO
Lavandula stoechas, Lavanda pedunculata.
Cantueso, cantahueso, romero de piedra, tomillo borriquero.
Familia: Lamiaceae.
Lugar de origen: Región Mediterránea.
Descripción:
Llamamos cantueso a distintas especies de lavandas, pero las más tradicionales y extendidas son la Lavandula stoechas y la que se consideraba hasta no hace mucho una subespecie de ésta, la Lavandula pedunculata. Se trata de arbustos muy aromáticos (no en vano pertenecen al género de las lavandas), de hasta un metro de altura, bastante ramificados, con ramas cubiertas de abundantes pelos. Las hojas son de color algo grisáceo sobre todo por el envés, tomentosas, enfrentadas, largas y estrechas, de borde entero. Flores de color púrpura formando líneas verticales que recorren el conjunto de la inflorescencia, apiñadas en densas espigas terminales de forma cuadrangular coronadas por un penacho de brácteas de color morado, a veces rojizo. La función de este penacho es la de captar la atención de los insectos. En la especie pedunculata las inflorescencias poseen un pedúnculo más largo y suelen ser de mayor tamaño. La corola es de color violeta oscuro y el cáliz, de tamaño pequeño, queda oculto por la bráctea. Florece en primavera y principios de verano.
Cultivo: Vive en terrenos de pH ácido, sobre suelos sin cal, preferentemente silíceos como los pizarrosos o los graníticos. Exposición soleada en espacios abiertos. Es extremadamente resistente a la sequedad. No es especialmente sensible a plagas ni a enfermedades. Se reproduce por esquejes realizados a principios del otoño y también por semillas.
Utilización: Como arbusto aromático y ornamental, aislado, en setos bajos o en borduras, combinados con otros ejemplares de su misma especie o con otras de similares características como jaras, etc. Es apta para macetas.
Propiedades: Se usa como antiséptico, empleándose para lavar llagas y heridas. En infusión se usa en baños y lociones contra las infecciones cutáneas leves y traumatismos. De las flores se pueden obtener perfumes. Incluida en la flora apícola por su gran producción de néctar.
Refranero: “Si el aire huele a cantueso, lo huele el puerco y lo huele el queso”. (Refiriéndose al potencial aromático de este arbusto en plena floración, capaz de disimular otros olores menos agradables).
Cantueso blanco. Foto de José Luis Becerra González |
Curiosidades:
No podemos concluir sin hacer una referencia al protagonista de nuestro relato “el cantueso blanco”. En raras ocasiones y como extraña singularidad podemos encontrar en convivencia con los típicos cantuesos morados, otros cuyo color predominante es el blanco. Se trata de una mutación albina del tradicional cantueso, que ha perdido la coloración de las corolas de sus flores y de sus penachos característicos. Potenciando esta anomalía, en Inglaterra se cultivan para jardinería cantuesos blancos y los comercializan con el nombre de “Madrid White”. Otra especie a la que se le llama cantueso blanco es la Lavandula viridis que posee corolas blancas aunque sus penachos se presentan de color verde amarillento, por eso nos podemos encontrar que en algunos sitios se la conozca más por “cantueso verde” o en Inglaterra por “Yellow lavander” (Lavanda amarilla).Esta variedad de cantueso, difícil de encontrar, es sin embargo común en algunas zonas de la Península, como la sierra norte sevillana, la sierra de Aracena y Andévalo, y en islas como Madeira o Azores.
Queremos hacer una aclaración para los habitantes del levante español donde llaman cantueso al Thymus moroderi (cantueso murciano o tomillo alicantino) que guarda algún parecido razonable con el cantueso común aunque se trata de un tomillo y no una lavanda. De la destilación en alambiques de cobre del pedúnculo y la flor del cantueso murciano y posterior envejecimiento en barricas de roble, se obtiene un licor de color transparente o pardo oscuro. Licor que recibe el nombre de “Cantueso alicantino”.
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