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Al fondo Alhambra |
Era la tercera vez que me unía a los Bikers yayos para hacer este recorrido, que tiene su inicio en las inmediaciones de la presa de Peñarroya, así como su final en el mismo punto, aunque tampoco esta vez fue la vencida de recorrerla sin errores. Quiero decir que a falta de otros modernos instrumentos de orientación, seguimos utilizando la intuición, la memoria, el sol y el GPS de Josemi, cuyas siglas hay que entender como Gran Poder de Seguimiento, porque el resto seguimos imantados por su estela y lo seguimos aunque nos saque del camino y nos devuelva al mismo o nos desvíe unos kilómetros para indicarnos que nos hemos confundido y es conveniente volver.
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Pedaleando entre encinares milenarios |
Pero lo cierto es que así el recorrido tiene ese saborcillo aventurero de quien descubre el camino nuevamente aunque haya pasado por él varias veces. Y también, cómo no, que cada equivocación es un aprendizaje de una vía diferente para llegar al objetivo final. Como diría Pedro Peinado, que se lo pregunten al agricultor del tractor que nos ve todos los años por el mismo sitio perdidos y haciendo señales con los brazos de por dónde continuar.
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Fachada de la Quintería del Telegrafista |
Pero al final la ruta y sus encantos compensa pese a las equivocaciones. Atravesamos una zona de encinares de las que van quedando pocas. Recorremos un terreno accidentado pero ciclable, sin grandes subidas ni descensos arriesgados, lo que permite un disfrute diferente y romper con la monótona y repetitiva cadencia de los caminos cercanos o la aún menos atrevida vía de servicio de la Autovía de los Viñedos, auténtica pesadilla para las jornadas húmedas.
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Ante el templete romano |
Y en la Calera podemos contemplar la Quintería del Telegrafista y trasladarnos casi al siglo XIX, en Alhambra subir por cualquiera de sus empinadas calles hasta la plaza y coronarnos emperadores en su templete romano, en El Lobillo disfrutar de la paz de su plaza y sus callejuelas sin agobios de tráfico ni contaminación y en Peñarroya comprobar si sube o no el nivel de la presa tras los deshielos. Todo ello en un recorrido en el que saltan las perdices a nuestro paso y en el que los cazadores se encuentran apostados en algunos puntos, escopeta en mano y sillas playeras para los descansos. ¡Ya tengo ganas de volver a repetirla!
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En el centro urbano de El Lobillo |
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Detalle de la finca El Lobill |