jueves, 3 de julio de 2008
Macarras en competición
En la pasada edición del las XXIV Horas de Fútbol Sala celebradas en Alcázar de San Juan, tuvimos la mala fortuna de presenciar una agresión contra uno de los deportistas locales, cuyo único delito fue dirigir a su equipo frente a una banda de macarras, a los que la organización no supo impedir que participasen.
Esto tiene el agravante de que en la anterior eliminatoria habían armado también bronca en uno de los pabellones, agrediendo gravemente a otro de los rivales y campando a sus anchas en amenazas e insultos. Todo ello con total impunidad de autoridades y organización que, para colmo, no contaron ni siquiera con la presencia de fuerzas del orden mientras se celebraba el evento.
Parece ser que las medidas que se van a tomar, consistirán en boicotear la participación de estos grupos de indeseables en cualquiera de las competiciones que se convoquen. Por el bien del fútbol sala y por el ejemplo para las sucesivas generaciones, esperemos que así se haga.
Aragonés, un gafe rehabilitado
Por fin, la Selección absoluta de fútbol ha vuelto a escribir una página notoria en su dilatadísima trayectoria competitiva. Y lo ha hecho dirigido por Luis Aragonés, un madrileño de Hortaleza gafado para triunfar en Europa desde los años setenta frente al Bayern. Además lo ha conseguido de forma brillante, practicando un fútbol de técnica frente al imperio de los jugadores potentes y musculosos que se llevan hoy en todo el continente. Pero no hay que engañarse. Como el propio Luis reconoció, en el fútbol un penalty fallado contra Italia o no parado por Casillas nos podría haber devuelto a las pesadillas históricas de la frustración. No hay pues que envalentonarse en exceso.
Por otro lado, el propio Luis, cercano a la setentena, ha estado a punto de sucumbir a las presiones mediáticas y populares y tuvo que continuar tras presentar su dimisión después del fracaso del pasado mundial. Lo cierto es que es un personaje de lo más peculiar: tosco en el trato, maleducado en ocasiones, se rasca mientras es entrevistado sin ningún pudor y exhibe sus rasgos de primate cuando las cámaras lo convierten en foco de su objetivo.
Lo que ha resultado notorio ha sido el efecto multiplicador de la gesta, gracias a la inflacción publicitaria mediática de la cadena Cuatro, que ha encontrado así su filón más preciado. Las masas enfervorizadas y exacerbadas por los comentaristas han logrado una vez más que el mejor de los juegos contribuya a mostrar lo peor de nosotros mismos, como señalaba acertadamente Javier Rioyo. Esperemos que vuelva la serenidad y que cuando las aguas vuelvan a su cauce seamos más razonables, amables y menos tensos.
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