Leo von Klenze (1784-1864) fue un arquitecto neoclásico tardío. Su obra presenta algunos aspectos eclécticos, pero es fiel al ideal neoclásico, esto es, una gran admiración de los modelos greco-romanos y una perfecta adaptación a los tiempos y a las ideas ilustradas.
Fue discípulo de David Gilly en Berlín y luego estuvo en París donde fue influido por Ch. Percier y Pierre-François-Léonard Fontaine, conspicuos exponentes del Estilo Imperio y el neoclasicismo napoleónico.
Leo von Klenze difundió el "estilo griego" por muchos países de Europa.
A pesar de la desproporción que presentan muchas de sus obras, admiro la arquitectura de von Klenze. Cabe decir que la desproporción es algo que contamina la mayoría de las obras de la arquitectura neoclásica monumental. Opino que la desproporción es un "incordio formal", aun así, repito que admiro la obra de este neoclásico tardío por su capacidad urbanística de construir la ciudad.
Leo von Klenze se encontró con la incomodidad y la contradicción que suponía el enfrentamiento de su concepción neoclásica con los encargos que recibía, casi siempre de clientes románticos. Sus clientes eran personajes notables: reyes, zares, príncipes, estamentos gubernamentales -románticos todos ellos.
Cito algunas obras de Leo von Klenze:
La Gliptoteca de Munich, encargada por Luis I de Baviera.
La Ruhmeshalle (el salón de la fama) en la Theresienwiese, la Residenz de Munich,
· La Antigua Pinacoteca, los Propileos y el Pórtico de la Gloria, también en Munich, encargados por el rey bávaro de temperamento romántico.
La Befreiungshalle (Hall de la Liberación) en Kelheim.
El Walhalla cerca de Ratisbona, encargo de Luis I de Baviera.
El Ermitage en San Petersburgo, encargo del zar Nicolas I
La renovación de la ciudad de Atenas, que no llegó a ejecutarse, encargo con motivo del advenimiento de la monarquía de Otón I de Grecia.
Aunque no me gusta, debo decir que la obra que más me impresiona, por sus ideas fantasiosas, es el Walhalla. En 1807. Luis I de Baviera, ferviente admirador de la mitología nórdica, y con la pretensión nacionalista de recrear una épica fundacional de la nación alemana, encargó a Klenze el proyecto y construcción de un salón para honrar la memoria de los valientes caídos en las batallas; un monumento a los «alemanes laureados y distinguidos», no sólo guerreros sino también a los hombres y mujeres artistas, escritores, científicos y clérigos que daban honra a la historia del pueblo alemán.
El rey encargó un Valhalla germánico que se llamó Walhalla y que había de emular el antiguo Valhǫll (salón de los caídos) de las Eddas escandinavas.
Aquella fantasía pétrea se levantó a orillas del Danubio como una copia sumamente perfecta del Partenón de Atenas.
El palacio tiene una estructura formada por cincuenta y dos columnas dóricas que sostienen un entablamento y una cubierta a dos aguas evidenciada por su correspondiente frontón.
La idea del rey bávaro y el proyecto del arquitecto son la expresión fantasiosa de una contradicción entre la oscuridad de la hiperbórea de la Thule y la claridad del Egeo.
En fin, la arquitectura de Leo von Klenze es una tensión constante entre el neoclasicismo y el romanticismo.