No me gusta estar así, y al mismo tiempo, siento que si lo estoy es por algo, que tiene un sentido. Sólo falta encontrarlo. Lo emocional me puede por encima de cualquier otro aspecto de mi persona, y dentro de lo emocional, la tristeza. Es una tristeza muy comunicativa, por otra parte, no es una tristeza que me aísle, o sobre la que no pueda dar cuenta. Es más, necesito dar cuenta de ella, bucearla, organizarla de alguna forma, poner en orden sus causas, o al menos, dejar que se expresen. La tristeza no se lleva mucho últimamente, y su incompatibilidad con lo productivo la vuelve sospechosa, por lo que a menudo se confunde, interesadamente, con la vagancia o la irresponsabilidad.
No hay espacio social para estar tristes, como no sea la consulta de un psiquiatra o psicólogo, y como no sea que, en cualquiera de estos dos espacios, el tratamiento de la misma irá dirigido a hacerla desaparecer, por la vía química o cognitivo conductual. Como yo no frecuento estos espacios, mi tristeza sigue siendo mía, y la trato a mi manera. Como no soy imprescindible en ningún lugar, puedo desaparecer un tiempo de todos, al menos como colaboradora activa. Y quedarme quieta, sintiendo mi tristeza, hablando con ella, o más bien escuchándola. Hablando de ella. Aunque no haya mucha gente con la que poder hacerlo, la que hay bien merece la pena.
Antes por exceso de ocupaciones y responsabilidades, y ahora por esta melancolía, no he estado muy atenta a los comentarios de mis últimas entradas, tampoco he actualizado demasiado el blog. Os pido disculpas, y os mando un fuerte abrazo a todas las personas que últimamente os habéis puesto en contacto conmigo por aquí, también a las que habéis llegado nuevas. En cuanto pueda responderé a los comentarios que tengo pendientes (por los que os doy las gracias), y seguiré escribiendo. Suele pasarme que, si respeto mi tristeza, cumple su ciclo y termina por dejarme en paz. Funciona como una necesidad de descanso, de volverme hacia adentro, que trae como premio más energía para seguir ahí afuera. Suele ser cuestión de días, o de semanas. Hasta pronto.