José Clemente Orozco
José Clemente Orozco
José Clemente Orozco
ACADEMICA OAXACA
LICENCIATURA EN GESTION Y
DESARROLLO DE LAS ARTES
UP 262
¿QUÈ ES ESTILO MODERNO?
¿QUÈ ES EL ARTE MODERNO?
JOSÉ CLEMENTE OROZCO
Nació el 23 de noviembre de 1883 en Zapotlán ( hoy ciudad Guzmán), Jalisco.
Murió el 7 de septiembre de 1949 en la Ciudad de México, mientras trabajaba
en los primeros trazos de un mural en el edificio multifamiliar Miguel Alemán.
Fue sepultado en la Rotonda de las Personas Ilustres, en la Ciudad de México.
Muralista mexicano, Clemente Orozco fue uno de los creadores que, en el
fértil período de entreguerras, hizo florecer el arte pictórico mexicano gracias a
sus originales creaciones. Colaboró al acceso a la modernidad estética de toda
Latinoamérica, a sus veintitrés años ingreso a la Academia de Bellas Artes de
san Carlos, durante cinco años, para conseguir los ingresos económicos
colaboró como caricaturista en algunas publicaciones, entre ellas EL HIJO
DEL AHUIZOTE Y LA VANGUARDIA, y realizo una notable serie de
acuarelas ambientadas en los barrios bajos de la capital mexicana.
Katharsis (1934-35)
de José Clemente Orozco
Su primer cuadro de grandes dimensiones, Las últimas fuerzas españolas
evacuando con honor el castillo de San Juan de Ulúa (1915), y su primera
exposición pública, en 1916, en la librería Biblos de Ciudad de México,
constituida por un centenar de pinturas, acuarelas y dibujos que, con el
título de La Casa de las Lágrimas, estaban consagrados a las prostitutas y
revelaban una originalidad en la concepción, una búsqueda de lo "diferente"
que no excluía la compasión y optaba, decididamente, por la crítica social.
Orozco era pues un artista que optó por el "compromiso político", un artista
cuyos temas referentes a la Revolución reflejan, con atormentado vigor e
insuperable maestría, la tragedia y el heroísmo que llenan la historia
mexicana, pero que dan fe también de una notable penetración cuando capta
los tipos culturales o retrata el gran mosaico étnico de su país.
Detalle de Prometeo (1930)
Con la clara voluntad de ser un intérprete plástico de la Revolución, José
Clemente Orozco puso en pie una obra monumental, profundamente dramática
por su contenido y sus temas referidos a los acontecimientos históricos, sociales
y políticos que había vivido el país (contemplados siempre desde el desencanto
y desde una perspectiva de izquierdas extremadamente crítica), pero también
por su estilo y su forma, por el trazo, la paleta y la composición de sus pinturas,
puestas al servicio de una expresividad violenta y desgarradora. Su obra podría
enmarcarse en un realismo ferozmente expresionista, fruto tal vez de su
contacto con las vanguardias parisinas, a pesar de su consciente rechazo de las
influencias estéticas del Viejo Mundo; el suyo es un expresionismo que se
manifiesta en grandes composiciones, las cuales, por su rigor geométrico y el
hieratismo de sus robustos personajes, nos hacen pensar, hasta cierto punto, en
algunos ejemplos de la escultura precolombina.
Dioses del mundo moderno (1932)
Cuando, en 1945, publicó su autobiografía, el cansancio por una lucha política
muchas veces traicionada, el desencanto por las experiencias vividas en los últimos
tiempos y, tal vez, también el inevitable paso de los años, se concretan en unas
páginas de evidente cinismo de las que brota un aura desengañada y pesimista.
Europa nunca llegó a comprenderle, porque sus inquietudes estaban muy alejadas
de las preocupaciones que agitaban, en su época, al continente, y porque no
entendía, tampoco, el contexto social en el que Orozco se movía.
Para la Suprema Corte de Justicia de México D. F., Orozco realizó dos murales que
son un compendio de las obsesiones de su vida: La justicia y Luchas proletarias,
pintados durante 1940 y 1941. Por fin, en 1948 y para el Castillo de Chapultepec,
en México D. F., Orozco llevó a cabo el que debía ser su último gran mural, como
homenaje a uno de los políticos que, por sus orígenes indígenas y su talante liberal,
más cerca estaban del artista: Benito Juárez.