Dios Habita en Tu Corazón

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DIOS HABITA EN TU CORAZÓN

CARLOS FRANCISCO MEJIA CEBALLOS


DIOS HABITA EN TU CORAZÓN

Dios habita en el corazón del hombre, en el tuyo y en el


mío, en el de Pedro, en el de Juan, en el de María; lo dijo
Jesús muy claramente: “Si alguno me ama, guardará mi
Palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y
haremos morada en él” (Juan 14,23).
Dios habita en el corazón del hombre, vive en él,
es Dios en él, actúa en él; en tu corazón, en mi
corazón, en el corazón de Pedro, en el corazón de
Juan, en el corazón de María, en el corazón de
todos y de cada uno de los hombres y mujeres que
habitamos el mundo.
En nuestro corazón y desde él, Dios es Dios. En nuestro
corazón y desde él, Dios crea, nos crea. En nuestro
corazón y desde él, Dios nos da la vida,
su misma Vida.
En nuestro corazón y desde él, Dios ama, nos ama.
En nuestro corazón y desde él, Dios salva, nos salva.
La presencia y la acción de Dios en nuestro
corazón es lo que nos hace buenos y lo que
nos permite hacer el bien; lo que nos impulsa
a amar, a servir, a compartir, a perdonar, a
solidarizarnos con los demás.
La presencia y la acción de Dios en nuestro corazón es lo
que nos comunica la fe, lo que nos llama a la esperanza en
el dolor y a pesar de él; a creer y a esperar contra toda
esperanza.
Dejar a Dios ser Dios en nuestra corazón es abrirnos a su
amor y a su bondad y dejarnos amar por Él, en la alegría y
en la tristeza, en la salud y en la enfermedad, en la
prosperidad y en la pobreza, entre risas y también en
medio de las lágrimas, cantando y llorando.
Dejar a Dios ser Dios en nuestro corazón es tener la certeza,
estar completamente seguros, convencidos hasta la raíz de
nuestro ser, de que con Dios en nuestro corazón y en nuestra
vida, y por su amor de Padre, todo – incluso lo que nos hace
sufrir – es para nuestro bien.
Dejar a Dios ser Dios en nuestro corazón es aprender a ser
felices en medio del sufrimiento y a pesar de él, aunque parezca
extraño, porque es Él, Dios, quien tiene siempre la última
palabra, y todo lo que quiere y todo lo que hace es bueno,
porque es Dios amor: El Amor.
DESCUBRE TUS HERIDAS...
“En la hora de la adversidad, endereza tu corazón, manténte
firme y no te aceleres” (Eclesiástico 2, 1).
Para descubrir las heridas del corazón, esos dolores íntimos que nos
aquejan y no nos dejan ser felices, es necesario sacar tiempo para estar
solos con nosotros mismos, en silencio, en paz, en comunicación
directa con el propio yo, y meditar; examinar los acontecimientos
especiales de nuestra historia personal, tanto los positivos como los
negativos, y medir la huella que estos acontecimientos y las personas
que en ellos participaron, imprimieron en nuestro interior; así, y sólo así,
nos será posible tomar una nueva actitud frente a la vida, una actitud
más positiva que nos permita crecer como personas y ser mejores cada
día.
Algunas veces las heridas del corazón, los sufrimientos que
padecemos y que en gran medida nos condicionan en nuestro
modo de ser y de actuar, se presentan claros, evidentes, casi
obvios, fáciles de determinar; pero otras – tal vez más de
las que imaginamos - aparecen disfrazados, escondidas,
camufladas bajo diferentes formas, lo cual nos dificulta su
identificación, y por lo tanto, también nos hace más difícil
lograr su curación, su sanación definitiva y total.
En todas las etapas de la vida sufrimos, pero dicen los
psicólogos que son los sufrimientos que padecemos en la niñez
los que nos marcan más profundamente, los que dejan en nuestro
corazón heridas más hondas, porque en este momento tan especial
de nuestra vida, nuestra mente y nuestro yo íntimo son como un
disco duro de computador, completamente limpio, totalmente
disponible para grabar en él la información que se le va dando a
partir de las experiencias personales que vamos teniendo todos los
días….
Las heridas de la edad adulta, que podrían considerarse
menos importantes o tal vez menos determinantes a
nivel psicológico, traen consigo, la mayoría de las
veces, otros problemas, y exigen atención y cuidados
especiales para que no se hagan crónicas y nos impidan
llegar a la vejez en paz.
En la edad adulta solemos ser más drásticos, más
duros en nuestros juicios sobre las otras personas,
y también más claros, más definidos en nuestros
sentimientos, sean éstos positivos o negativos, y
esto hace que las dificultades que podemos tener
con las otras personas, en la convivencia diaria,
sean también más fuertes, más determinantes y
definitivas.
Descubrir las heridas de tu corazón es una tarea
absolutamente necesaria si es que de verdad
quieres sanar y recuperar tu serenidad, la
alegría de vivir. Para ayudarte en este propósito
te propongo realizar un ejercicio.
Lee primero, despacio y con mucha atención, el
contenido total.
Busca luego un lugar que te permita concentrarte y responde una
a una sus preguntas siguiendo las instrucciones.
Ponle ganas, voluntad, y realízalo con paciencia.
Si no puedes sacar un tiempo largo para hacerlo completo de
una vez, hazlo en etapas. Mantén tu mente y tu corazón bien
dispuestos para que sea tan efectivo como tiene que ser.
EJERCICIO PARA DESCUBRIR LAS HERIDAS DEL
CORAZÓN
Saca un tiempo largo para estar a solas contigo mismo,
sin que nadie te interrumpa o te moleste.
Busca un lugar adecuado donde puedas permanecer solo
y concentrarte. Toma un lápiz y un papel para anotar; es
importante. Ya en el lugar que escogiste, siéntate
cómodamente, respira hondo y tranquilízate; olvídate de
todo y de todos y centra tu pensamiento en ti mismo.
1. Empieza por ponerte en la presencia de Dios que te
conoce y te ama como eres, y pídele con una oración
sencilla pero salida de tu corazón, que te ilumine y
te ayude en la tarea que quieres realizar. Él
escuchará tu oración y te dará las gracias que
necesitas en tu empeño.
2. Cuando hayas orado, ubícate en tu infancia y
piensa:
 ¿Cómo la viviste? ¿Fue para ti una infancia feliz o una
infancia triste?
¿Por qué?
 ¿Qué episodios dolorosos recuerdas de ella?
 ¿Qué personas intervinieron en estos episodios?
 ¿Qué sentimientos te inspiran estas personas hoy?
¿Piensas que fuiste un niño amado? ¿Por quiénes si? ¿Por quiénes
no?
¿Sufriste algún tipo de violencia en tu niñez?
¿Cuál? ¿Cómo sientes este hecho hoy?
¿Padeciste alguna enfermedad grave?
¿Esa enfermedad ha dejado alguna huella en tu vida? ¿Cuál?
¿Cómo fueron tus relaciones con tu papá?
¿Con tu a tu mamá? ¿Con tus hermanos?
¿Cómo son esas relaciones hoy?
¿Qué acontecimientos de tu infancia te parecen más importantes
hoy? ¿Por qué?
Anota de manera sintética las respuestas que diste a las anteriores preguntas.
3. Ahora ubícate en la etapa de la adolescencia, entre los 12 y los 18 años.
Realiza el mismo proceso:
 ¿Cómo fue tu adolescencia en términos generales? ¿Conflictiva? ¿Tranquila?
¿Dolorosa? ¿Triste? ¿Por qué?
 ¿Cómo viviste durante este período de tu vida tus relaciones familiares:
con tu papá, con tu mamá, con tus hermanos?
 ¿Cómo viviste tus relaciones con los amigos, compañeros de colegio y
vecinos de tu barrio?
 ¿Y con tus superiores: tus profesores, tus abuelos, las autoridades?
 ¿Sufriste
en este período de tu vida alguna agresión, algún tipo de violencia?
¿Cuál? ¿Quién o quiénes fueron sus actores?
¿Qué sentimientos tienes hoy frente a él o a ellos?
¿Sientes que durante este tiempo fuiste amado y
respetado?
¿Tienes alguna frustración respecto a este período de
tu vida?
Anota de manera sintética tus respuestas a estas
preguntas.
4. Ubícate en la edad adulta:
 ¿Cómo ha sido tu vida a partir de los 18 años hasta ahora?
Defínela con palabras determinantes (Feliz, triste, frustrante,
difícil, intensa, dolorosa, variada, etc.) ¿Por qué?
 ¿Hay en tu vida de hoy algún sufrimiento físico o
espiritual que arrastres del pasado y te mantenga de alguna
manera atado a él? ¿Cuál?
 ¿Has podido desarrollar los planes y proyectos que tenías
respecto a esta etapa de tu vida? ¿Por qué?
 ¿Hay en tu vida de hoy algún sufrimiento físico o
espiritual que arrastres del pasado y te mantenga de alguna
manera atado a él? ¿Cuál?
 ¿Haspodido desarrollar los planes y proyectos que tenías
respecto a esta etapa de tu vida? ¿Por qué?
 ¿Cómo son ahora tus relaciones interpersonales: en la
familia, en el lugar de trabajo, en la sociedad en la que
vives, con tus amistades?
 ¿Tienes algún conflicto con una persona determinada?
¿Porqué?
 ¿Y con una situación determinada? ¿Por qué?
 ¿Te sientes amado? ¿Por quiénes?
 ¿Amas? ¿A quiénes?
 ¿Sientes en tu corazón odio, rencor, resentimientos, rabia, deseos de
venganza contra alguien en particular? ¿Por qué?
 ¿Cómo es tu vida espiritual? ¿Cómo se desarrollan tus relaciones con
Dios?
 ¿Hay algo de tu persona – cuerpo y alma – que no te gusta? ¿Qué?
 ¿Hay algo en tu historia personal que no quisieras que hubiera
ocurrido? ¿Qué?
 ¿Hay algo que hiciste y no quisieras haber hecho, algo de lo que te
sientas culpable? ¿Qué?
Repasa con cuidado las respuestas que anotaste. En estas
respuestas encontrarás de modo más claro cuáles son las
heridas de tu corazón que siguen sangrando. Anótalas en un
papel aparte porque vas a necesitarlas más adelante. Fíjate bien
que no te falte nada y si crees que hay algo que se escapó a las
preguntas formuladas pero que para ti es importante, anótalo
también.
Termina dando gracias a Dios por este tiempo que te ha regalado
para ti mismo, guarda tus notas, y sigue adelante con tu vida,
seguro de la bondad de Dios y de su amor para contigo. Dios
quiere que seas muy feliz y te va a ayudar a seguir adelante
con este proceso de sanación interior, pero es preciso que lo
realices por pasos, lentamente, sin precipitarte, para que sea
efectivo.
Recuerda siempre que sea como sea, Dios te ama y quiere lo
mejor para ti, siempre lo ha querido y lo querrá. No le interesa
para nada verte sufrir; tu sufrimiento es también su sufrimiento.
De eso puedes estar seguro.

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