Este documento describe cómo Dios habita en el corazón de cada persona. Explica que según Jesús, si alguien ama a Dios, Dios y el Padre vendrán a él y habitarán en él. También dice que Dios vive en el corazón humano, actuando y dando vida desde adentro. Finalmente, dejar que Dios sea Dios en el corazón significa estar seguros de que con su presencia y amor, todo lo que sucede, incluso el sufrimiento, es para nuestro bien.
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Este documento describe cómo Dios habita en el corazón de cada persona. Explica que según Jesús, si alguien ama a Dios, Dios y el Padre vendrán a él y habitarán en él. También dice que Dios vive en el corazón humano, actuando y dando vida desde adentro. Finalmente, dejar que Dios sea Dios en el corazón significa estar seguros de que con su presencia y amor, todo lo que sucede, incluso el sufrimiento, es para nuestro bien.
Este documento describe cómo Dios habita en el corazón de cada persona. Explica que según Jesús, si alguien ama a Dios, Dios y el Padre vendrán a él y habitarán en él. También dice que Dios vive en el corazón humano, actuando y dando vida desde adentro. Finalmente, dejar que Dios sea Dios en el corazón significa estar seguros de que con su presencia y amor, todo lo que sucede, incluso el sufrimiento, es para nuestro bien.
Este documento describe cómo Dios habita en el corazón de cada persona. Explica que según Jesús, si alguien ama a Dios, Dios y el Padre vendrán a él y habitarán en él. También dice que Dios vive en el corazón humano, actuando y dando vida desde adentro. Finalmente, dejar que Dios sea Dios en el corazón significa estar seguros de que con su presencia y amor, todo lo que sucede, incluso el sufrimiento, es para nuestro bien.
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DIOS HABITA EN TU CORAZÓN
CARLOS FRANCISCO MEJIA CEBALLOS
DIOS HABITA EN TU CORAZÓN
Dios habita en el corazón del hombre, en el tuyo y en el
mío, en el de Pedro, en el de Juan, en el de María; lo dijo Jesús muy claramente: “Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos morada en él” (Juan 14,23). Dios habita en el corazón del hombre, vive en él, es Dios en él, actúa en él; en tu corazón, en mi corazón, en el corazón de Pedro, en el corazón de Juan, en el corazón de María, en el corazón de todos y de cada uno de los hombres y mujeres que habitamos el mundo. En nuestro corazón y desde él, Dios es Dios. En nuestro corazón y desde él, Dios crea, nos crea. En nuestro corazón y desde él, Dios nos da la vida, su misma Vida. En nuestro corazón y desde él, Dios ama, nos ama. En nuestro corazón y desde él, Dios salva, nos salva. La presencia y la acción de Dios en nuestro corazón es lo que nos hace buenos y lo que nos permite hacer el bien; lo que nos impulsa a amar, a servir, a compartir, a perdonar, a solidarizarnos con los demás. La presencia y la acción de Dios en nuestro corazón es lo que nos comunica la fe, lo que nos llama a la esperanza en el dolor y a pesar de él; a creer y a esperar contra toda esperanza. Dejar a Dios ser Dios en nuestra corazón es abrirnos a su amor y a su bondad y dejarnos amar por Él, en la alegría y en la tristeza, en la salud y en la enfermedad, en la prosperidad y en la pobreza, entre risas y también en medio de las lágrimas, cantando y llorando. Dejar a Dios ser Dios en nuestro corazón es tener la certeza, estar completamente seguros, convencidos hasta la raíz de nuestro ser, de que con Dios en nuestro corazón y en nuestra vida, y por su amor de Padre, todo – incluso lo que nos hace sufrir – es para nuestro bien. Dejar a Dios ser Dios en nuestro corazón es aprender a ser felices en medio del sufrimiento y a pesar de él, aunque parezca extraño, porque es Él, Dios, quien tiene siempre la última palabra, y todo lo que quiere y todo lo que hace es bueno, porque es Dios amor: El Amor. DESCUBRE TUS HERIDAS... “En la hora de la adversidad, endereza tu corazón, manténte firme y no te aceleres” (Eclesiástico 2, 1). Para descubrir las heridas del corazón, esos dolores íntimos que nos aquejan y no nos dejan ser felices, es necesario sacar tiempo para estar solos con nosotros mismos, en silencio, en paz, en comunicación directa con el propio yo, y meditar; examinar los acontecimientos especiales de nuestra historia personal, tanto los positivos como los negativos, y medir la huella que estos acontecimientos y las personas que en ellos participaron, imprimieron en nuestro interior; así, y sólo así, nos será posible tomar una nueva actitud frente a la vida, una actitud más positiva que nos permita crecer como personas y ser mejores cada día. Algunas veces las heridas del corazón, los sufrimientos que padecemos y que en gran medida nos condicionan en nuestro modo de ser y de actuar, se presentan claros, evidentes, casi obvios, fáciles de determinar; pero otras – tal vez más de las que imaginamos - aparecen disfrazados, escondidas, camufladas bajo diferentes formas, lo cual nos dificulta su identificación, y por lo tanto, también nos hace más difícil lograr su curación, su sanación definitiva y total. En todas las etapas de la vida sufrimos, pero dicen los psicólogos que son los sufrimientos que padecemos en la niñez los que nos marcan más profundamente, los que dejan en nuestro corazón heridas más hondas, porque en este momento tan especial de nuestra vida, nuestra mente y nuestro yo íntimo son como un disco duro de computador, completamente limpio, totalmente disponible para grabar en él la información que se le va dando a partir de las experiencias personales que vamos teniendo todos los días…. Las heridas de la edad adulta, que podrían considerarse menos importantes o tal vez menos determinantes a nivel psicológico, traen consigo, la mayoría de las veces, otros problemas, y exigen atención y cuidados especiales para que no se hagan crónicas y nos impidan llegar a la vejez en paz. En la edad adulta solemos ser más drásticos, más duros en nuestros juicios sobre las otras personas, y también más claros, más definidos en nuestros sentimientos, sean éstos positivos o negativos, y esto hace que las dificultades que podemos tener con las otras personas, en la convivencia diaria, sean también más fuertes, más determinantes y definitivas. Descubrir las heridas de tu corazón es una tarea absolutamente necesaria si es que de verdad quieres sanar y recuperar tu serenidad, la alegría de vivir. Para ayudarte en este propósito te propongo realizar un ejercicio. Lee primero, despacio y con mucha atención, el contenido total. Busca luego un lugar que te permita concentrarte y responde una a una sus preguntas siguiendo las instrucciones. Ponle ganas, voluntad, y realízalo con paciencia. Si no puedes sacar un tiempo largo para hacerlo completo de una vez, hazlo en etapas. Mantén tu mente y tu corazón bien dispuestos para que sea tan efectivo como tiene que ser. EJERCICIO PARA DESCUBRIR LAS HERIDAS DEL CORAZÓN Saca un tiempo largo para estar a solas contigo mismo, sin que nadie te interrumpa o te moleste. Busca un lugar adecuado donde puedas permanecer solo y concentrarte. Toma un lápiz y un papel para anotar; es importante. Ya en el lugar que escogiste, siéntate cómodamente, respira hondo y tranquilízate; olvídate de todo y de todos y centra tu pensamiento en ti mismo. 1. Empieza por ponerte en la presencia de Dios que te conoce y te ama como eres, y pídele con una oración sencilla pero salida de tu corazón, que te ilumine y te ayude en la tarea que quieres realizar. Él escuchará tu oración y te dará las gracias que necesitas en tu empeño. 2. Cuando hayas orado, ubícate en tu infancia y piensa: ¿Cómo la viviste? ¿Fue para ti una infancia feliz o una infancia triste? ¿Por qué? ¿Qué episodios dolorosos recuerdas de ella? ¿Qué personas intervinieron en estos episodios? ¿Qué sentimientos te inspiran estas personas hoy? ¿Piensas que fuiste un niño amado? ¿Por quiénes si? ¿Por quiénes no? ¿Sufriste algún tipo de violencia en tu niñez? ¿Cuál? ¿Cómo sientes este hecho hoy? ¿Padeciste alguna enfermedad grave? ¿Esa enfermedad ha dejado alguna huella en tu vida? ¿Cuál? ¿Cómo fueron tus relaciones con tu papá? ¿Con tu a tu mamá? ¿Con tus hermanos? ¿Cómo son esas relaciones hoy? ¿Qué acontecimientos de tu infancia te parecen más importantes hoy? ¿Por qué? Anota de manera sintética las respuestas que diste a las anteriores preguntas. 3. Ahora ubícate en la etapa de la adolescencia, entre los 12 y los 18 años. Realiza el mismo proceso: ¿Cómo fue tu adolescencia en términos generales? ¿Conflictiva? ¿Tranquila? ¿Dolorosa? ¿Triste? ¿Por qué? ¿Cómo viviste durante este período de tu vida tus relaciones familiares: con tu papá, con tu mamá, con tus hermanos? ¿Cómo viviste tus relaciones con los amigos, compañeros de colegio y vecinos de tu barrio? ¿Y con tus superiores: tus profesores, tus abuelos, las autoridades? ¿Sufriste en este período de tu vida alguna agresión, algún tipo de violencia? ¿Cuál? ¿Quién o quiénes fueron sus actores? ¿Qué sentimientos tienes hoy frente a él o a ellos? ¿Sientes que durante este tiempo fuiste amado y respetado? ¿Tienes alguna frustración respecto a este período de tu vida? Anota de manera sintética tus respuestas a estas preguntas. 4. Ubícate en la edad adulta: ¿Cómo ha sido tu vida a partir de los 18 años hasta ahora? Defínela con palabras determinantes (Feliz, triste, frustrante, difícil, intensa, dolorosa, variada, etc.) ¿Por qué? ¿Hay en tu vida de hoy algún sufrimiento físico o espiritual que arrastres del pasado y te mantenga de alguna manera atado a él? ¿Cuál? ¿Has podido desarrollar los planes y proyectos que tenías respecto a esta etapa de tu vida? ¿Por qué? ¿Hay en tu vida de hoy algún sufrimiento físico o espiritual que arrastres del pasado y te mantenga de alguna manera atado a él? ¿Cuál? ¿Haspodido desarrollar los planes y proyectos que tenías respecto a esta etapa de tu vida? ¿Por qué? ¿Cómo son ahora tus relaciones interpersonales: en la familia, en el lugar de trabajo, en la sociedad en la que vives, con tus amistades? ¿Tienes algún conflicto con una persona determinada? ¿Porqué? ¿Y con una situación determinada? ¿Por qué? ¿Te sientes amado? ¿Por quiénes? ¿Amas? ¿A quiénes? ¿Sientes en tu corazón odio, rencor, resentimientos, rabia, deseos de venganza contra alguien en particular? ¿Por qué? ¿Cómo es tu vida espiritual? ¿Cómo se desarrollan tus relaciones con Dios? ¿Hay algo de tu persona – cuerpo y alma – que no te gusta? ¿Qué? ¿Hay algo en tu historia personal que no quisieras que hubiera ocurrido? ¿Qué? ¿Hay algo que hiciste y no quisieras haber hecho, algo de lo que te sientas culpable? ¿Qué? Repasa con cuidado las respuestas que anotaste. En estas respuestas encontrarás de modo más claro cuáles son las heridas de tu corazón que siguen sangrando. Anótalas en un papel aparte porque vas a necesitarlas más adelante. Fíjate bien que no te falte nada y si crees que hay algo que se escapó a las preguntas formuladas pero que para ti es importante, anótalo también. Termina dando gracias a Dios por este tiempo que te ha regalado para ti mismo, guarda tus notas, y sigue adelante con tu vida, seguro de la bondad de Dios y de su amor para contigo. Dios quiere que seas muy feliz y te va a ayudar a seguir adelante con este proceso de sanación interior, pero es preciso que lo realices por pasos, lentamente, sin precipitarte, para que sea efectivo. Recuerda siempre que sea como sea, Dios te ama y quiere lo mejor para ti, siempre lo ha querido y lo querrá. No le interesa para nada verte sufrir; tu sufrimiento es también su sufrimiento. De eso puedes estar seguro.